SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.15 número2Pertenencia y distanciación: el lugar de Ricoeur en la hermenéutica contemporáneaLa recapitulación estética para un porvenir democrático índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.15 no.2 Mendoza dic. 2013

 

ARTÍCULOS

La paradoja alberdiana: el impacto de un proyecto sociopolítico que tornó imposible el moderno estado nacional que se propuso constituir

The Alberdian paradox: the impact of a socio-political project that precluded the modern national state that it intended to build

 

Luis Ignacio García Sigman

UBA - UBelgrano

 


Resumen

El presente trabajo se propone argumentar que el proyecto sociopolítico enunciado por Alberdi en Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina contribuyó a imposibilitar la constitución del moderno estado nacional cuya existencia buscó promover. El logro de dicho objetivo sólo resultará posible a partir de explicitar los supuestos alrededor de los que se estructura el razonamiento que permite alcanzar dicha conclusión; hacerlo implicará, en primer lugar, señalar las reflexiones de Aníbal Quijano en torno a la constitución de los modernos estados nacionales y al eurocentrismo, en segundo lugar, establecer el carácter eurocéntrico de Las Bases y, por último, reconstruir el razonamiento que sustenta la idea directriz que atraviesa al trabajo.

Keywords: Colonialidad del poder; Eurocentrismo; Moderno Estado Nacional; Alberdi; Quijano.

Abstract

This paper intends to argue that the sociopolitical project enunciated by Alberdi on Bases and starting points for the political organization of Argentina contributed to preclude the constitution of the modern national state of which existence it sought to promote. Achieving this goal will only be possible by making explicit the assumptions from which the reasoning that allows to reach such conclusion are structured; it will involve, first, to point out Quijano's reflections about the constitution of modern national states and the eurocentrism, secondly, to establish The Bases's eurocentric nature and, finally, to rebuild the reasoning behind the leading idea running through the work.

Keywords: Coloniality of Power; Eurocentrism; Modern Nation State; Alberdi; Quijano.


 

Introducción

La obra de Juan Bautista Alberdi y, en particular, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina1 concentró el interés de numerosos intelectuales pertenecientes a generaciones diferentes y adscriptas a disímiles posturas ideológicas. En particular, algunos científicos sociales, en el marco del Proyecto Modernidad/Colonialidad2, han comenzado a analizar los estudios del publicista tucumano desde tal perspectiva (Castro Gómez, S. 1996; Palermo, Z. 2010; Mignolo, W. 2007)3. El presente trabajo, siguiendo la propuesta teórica de Aníbal Quijano, buscará configurar un modesto aporte en la profundización de dicha línea de investigación4.

La bibliografía tradicional sobre el pensamiento de Alberdi, concebida en el marco de las clásicas corrientes historiográficas5, coincide en reconocer el significativo impacto que tuvo su obra -y, en particular, la propuesta sociopolítica que enunció en Las Bases- en la configuración de las instituciones sociopolíticas argentinas de la segunda mitad del siglo XIX. Sus trabajos, junto con los de otros miembros de la Generación del '37, habrían, según tales estudios, contribuido en el proceso de constitución del estado nacional, en la definición de los principales rasgos de la constitución nacional de 1853 y, por ende, en el establecimiento de los principales lineamientos políticos, sociales y económicos que caracterizaron a los gobiernos del citado período6.

El presente trabajo reconoce, tal como lo sostienen los estudios tradicionales, que la propuesta que el publicista tucumano volcó en la citada obra tuvo una decisiva influencia en la vida política de su época pero se propone argumentar que resulta legítimo afirmar, adoptando el enfoque teórico propuesto por Quijano, que la naturaleza de ese impacto fue radicalmente diferente al postulado por la bibliografía clásica: se sostendrá que el proyecto sociopolítico enunciado por Alberdi en Las Bases contribuyó a imposibilitar la constitución del moderno estado nacional cuya existencia buscó promover.

El logro de dicho objetivo sólo resultará posible en la medida en que se expliciten los supuestos que configuran el razonamiento que permite alcanzar dicha conclusión y también el modo en que se articulan para constituirlo; hacerlo implicará, en particular, la consecución de tres propósitos. En primer lugar, se buscará señalar las reflexiones de Quijano en torno a la constitución de los modernos estados nacionales y al eurocentrismo; tales son las dimensiones del enfoque teórico propuesto por el sociólogo peruano de las que se servirá el presente trabajo para alcanzar su objetivo central.

Se hará, para presentar tales características del pensamiento de Quijano, una breve reseña de los principales rasgos del concepto de colonialidad del poder acuñado por dicho autor. Se seguirá esta estrategia en la medida en que se considera que resulta muy difícil exponer las dimensiones que a este trabajo interesan sin hacer referencia a otros de los elementos constitutivos del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado.

En segundo lugar, se intentará establecer, a partir de estudiar Las Bases con las categorías formuladas por el sociólogo peruano, que la propuesta realizada por el publicista tucumano en la citada obra tiene un carácter eurocéntrico.

En tercer lugar, se buscará, articulando los diversos elementos desplegados previamente, reconstruir el razonamiento que sustenta la idea directriz que atraviesa al trabajo.

Será necesario recurrir a diversos tipos de fuentes para completar los objetivos específicos planteados. La consecución del primer propósito particular sólo resultará posible si se recurre, por un lado, a algunos de los libros y artículos científicos en los que Quijano desplegó su noción de colonialidad del poder y, por otro lado, a una serie de estudios de otros científicos sociales dedicados al análisis de tal concepto. Alcanzar el segundo objetivo específico implicará concentrar la atención en Las Bases; esto no supondrá que no se busque completar la presentación recurriendo, toda vez que se considere conveniente, a argumentos que el autor haya sostenido en otras obras o a razonamientos desplegados en los más significativos estudios dedicados al análisis de la obra del publicista tucumano.

El trabajo, en la búsqueda de completar cada uno de los objetivos planteados, se dividirá en cuatro secciones. En la primera, se realizará una breve exposición de los rasgos constitutivos del concepto de colonialidad del poder propuesto por Quijano. En la segunda, se analizará la propuesta que Alberdi enunció en Las Bases desde la perspectiva del enfoque teórico formulado por el sociólogo peruano. En la tercera sección, se intentará reconstruir, a partir de la articulación de los diferentes elementos expuestos previamente, el razonamiento que sustenta la idea directriz que orienta al presente trabajo. Por último, en la cuarta sección, se realizarán, a modo de conclusión, algunas reflexiones derivadas del trabajo realizado en las anteriores.

I. La colonialidad del poder

En la presente sección se intentará completar el primer objetivo específico del trabajo realizando una breve y, necesariamente, incompleta exposición de las principales características de la noción de colonialidad del poder propuesta por Quijano. En particular, la atención se centrará en aquellas dimensiones que se consideran decisivas para acercarse al estudio de la obra señalada de Alberdi.

Se buscará alcanzar la consecución de dicho propósito reproduciendo, en cierta medida, la estructura de "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina" (Quijano, A. 2001); sin embargo, la presentación excederá lo expuesto en dicho trabajo en la medida en que se nutrirá también, por un lado, de lo sostenido por el autor en otras obras y artículos y, por otro lado, de estudios de otros científicos sociales que se dedicaron al análisis de las principales categorías propuestas por el sociólogo peruano.

1. El fenómeno del poder y las áreas básicas de la estructura social

Aníbal Quijano considera que toda forma de existencia social se configura en torno a cinco áreas básicas: a) el trabajo, sus recursos y sus productos; b) la subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y sus productos; c) la autoridad colectiva (o pública), sus recursos y sus productos; d) el sexo, sus recursos y sus productos; e) los vínculos con el resto de las formas de vida y con la naturaleza/resto del universo. El fenómeno del poder debe comprenderse como el resultado y expresión de las luchas por controlar tales ámbitos. El poder, a su vez, es caracterizado como un tipo de relación social constituida por la presencia conjunta e interactiva de tres elementos: la dominación, la explotación y el conflicto. Tales dimensiones impactan en cada uno de los ámbitos básicos de existencia social (Quijano, A. 2001, 1; Quijano, A. 2007, 96; Quinteros, P. 2010, 4).

Tales áreas fundamentales de existencia social no pueden subsumirse ni derivarse unas de otras pero tampoco pueden operar ni existir disociadas entre sí. Esto hace que las relaciones de poder -en tanto se constituyen a partir de las luchas por el control de tales áreas a las que, a su vez, impactan con ritmos y de maneras diferentes- sean concebidas de un modo similar: no puede pensarse que nazcan las unas de las otras pero tampoco que existan de un modo independiente entre sí. En tal sentido, puede hablarse de la configuración de un complejo estructural histórico, heterogéneo y discontinuo; es decir, un determinado patrón histórico de poder (Quijano, A. 2001, 1).

El patrón de poder de la actualidad, primero auténticamente global7, se caracteriza por la articulación de diferentes elementos: a) la colonialidad del poder, es decir, la idea de raza como sustento del criterio planetario de clasificación de poblaciones y también de la dominación social; b) el capitalismo como forma hegemónica de control del trabajo; c) el eurocentrismo como forma universal de control y producción de (inter) subjetividades; d) el moderno estado nacional como forma central de control de la autoridad colectiva (o pública); e) la familia burguesa como forma nuclear de control del sexo, sus recursos y productos (Quijano, A. 2001, 1; Quijano, A. 2000, 214).

2.  La conquista de América, la idea de raza y el capitalismo

La colonialidad del poder, tal como se ha visto, es la noción que utiliza Quijano para referirse al patrón de poder colonial/moderno, capitalista y eurocentrado cuyos orígenes se remontan al colonialismo europeo de fines del siglo XV (Quijano, A. 2007, 119; Quinteros, P. 2010). El desarrollo de tal patrón de poder no puede entenderse, según el razonamiento de tal autor, sin hacer referencia a la conquista de América8. En el marco (y a partir) de la constitución de este primer espacio/tiempo (y, en consecuencia, primera identidad moderna) se manifestaron, convergieron y se asociaron ciertos procesos que terminaron configurando algunos de los principales pilares del referido patrón de poder. Se comenzará considerando la emergencia del sentido moderno de la idea de raza y también la constitución del capitalismo (Quijano, 2000:202; Quijano, A. 2003, 54-55; Quijano, A. 2007, 93-94).

En primer lugar, debe señalarse que, en el marco del citado proceso, se estableció y naturalizó un criterio racial para clasificar a las poblaciones y también para legitimar las relaciones de dominación entre conquistadores y conquistados. Con la conquista de América se abrió un debate entre los vencedores en torno al modo de concebir a los pobladores de dichas tierras. Por un lado, consideraron que tenían alma y naturaleza humana y, por otro lado, que se caracterizaban por contar con una estructura biológica no sólo diferente sino también inferior. A través de esta operación, una natural inferioridad quedó asociada con determinadas razas y una necesaria superioridad con otras (Quijano, A. 1993, 167; Quijano, A. 2000, 202; Quijano, A. 2003, 54-55; Quijano, A. 2007, 120).

Alrededor de dicha convicción se comenzaron a configurar nuevas identidades y a resignificarse antiguas. De un lado, se constituyeron grupos tales como los indios, negros y mestizos que quedaron, en el mismo proceso de su emergencia, vinculados con la inferioridad/subordinación. De otro lado, nociones tales como español o portugués dejaron de denotar la pertenencia a un determinado país o zona geográfica para convertirse, en relación con las nuevas identidades, en los grupos caracterizados como superiores (Quijano, A. 2000, 202; Quijano, A. 2003, 54-55; Quijano, A. 2007, 120).

El criterio racial, en tal sentido, sirvió para asignar los lugares, rangos y roles que correspondieron a las diferentes identidades sociales de la colonialidad en el marco del proceso de emergencia de la nueva estructura social y de poder. Los grupos considerados inferiores quedaron constitutivamente asociados con los roles, espacios y sitios subordinados mientras que las identidades evaluadas como superiores quedaron vinculadas con las posiciones y lugares privilegiados (Quijano, A. 2000, 202-203; Quijano, A. 2003, 54-55). En el marco de dicho proceso, el resto de los modos de clasificar a las poblaciones (por ejemplo, el de género/sexualidad o el de clase) pasaron a articularse, con carácter subordinado, en torno a tal criterio (Quijano, A. 2000, 203; Quijano, A. 2007, 115).

La lógica desplegada en América se reprodujo, y al hacerlo se reforzó, en el resto del planeta a partir de la constitución de Europa y la expansión del colonialismo europeo al resto del mundo. Sólo entonces el criterio de clasificación social estructurado en torno a la idea de raza, modo de clasificar a la población que se originó a partir de la conquista de América, alcanzó una dimensión auténticamente global (Quijano, A. 2000, 203; Quijano, A. 2003, 54; Quijano, A. 2007, 120).

En segundo lugar, resulta necesario indicar que, también en el marco del proceso de configuración del nuevo patrón de poder, se constituyó un nuevo sistema global de control del trabajo a partir de la articulación de las diversas formas conocidas de su explotación en torno al capital y al mercado mundial (Quijano, A. 2000, 202; Quijano, A. 2003, 54-55; Quijano, A. 2007, 93-94). Tales modos históricos de control del trabajo (la esclavitud, la reciprocidad, la pequeña producción mercantil, la servidumbre, etc.) sufrieron profundas modificaciones en el marco de dicha estructuración; esto respondió a una serie de razones (Quijano, A. 2000, 204).

Por un lado, porque fueron establecidas y estructuradas con la intención de que elaborasen productos para el mercado global. Por otro lado, debido a que no existieron sólo de una manera simultánea en un mismo espacio/tiempo sino que, al articularse en torno al capital y al mercado mundial, pasaron a estar relacionadas entre sí. Por último, porque se vieron obligadas a desarrollar nuevas características para cumplir con las nuevas funciones que se vieron obligadas a desempeñar; tal operación no implicó que no retuvieran algunos de sus antiguos rasgos (Quijano, A. 2000, 204).

3. La división racial del trabajo

Los citados ejes del patrón de poder del sistema mundo moderno/colonial, capitalista y eurocentrado originado con la conquista de América, la idea de raza y el capitalismo, quedaron, desde entonces, estructuralmente vinculados y reforzados: se estableció un rígida división racial del trabajo (Quijano, A. 2000, 204; Quijano, A. 2007, 121-122).

Esto implicó, por un lado, que las identidades consideradas inferiores quedaran asociadas con las relaciones no salariales de trabajo y también que fueran excluidas de las posiciones de autoridad en el marco de las burocracias coloniales; y, por otro lado, que los grupos definidos como superiores fueran vinculados con las formas de control del trabajo salariales y además que ocuparan, de modo exclusivo, los principales cargos de mando dentro de las administraciones coloniales (Quijano, A. 2000, 204-205; Quijano, A. 2007, 121-122).

Tal operación tuvo una serie de impactos. En primer lugar, hizo que la relación asalariada de trabajo, al ser la que fue asociada con los conquistadores, asumiera una posición central en el marco de la articulación de las diferentes relaciones de trabajo en que consistió el nuevo patrón de control del trabajo; tal centralidad de la relación capital-salario, es decir, su dominio sobre el resto de las formas conocidas de control, es lo que otorgó el carácter capitalista a la estructura emergente (Quijano, A. 2000, 208; Quijano, A. 2007, 121-122).

En segundo lugar, definió la geografía del capitalismo mundial. El emergente sistema de control del trabajo asumió, tal como se ha visto, sus principales rasgos durante la experiencia colonial americana, es decir, antes de adquirir un alcance auténticamente planetario. Tales características se reprodujeron y reforzaron durante el proceso de mundialización del capitalismo; esto sólo ocurrió a partir de la constitución de Europa como nueva identidad geocultural y de la expansión del colonialismo europeo al resto del planeta (Quijano, A. 2000, 207-208; Quijano, A. 2007, 121-122)

En el marco de tal proceso, la relación capital-salario, al quedar vinculada con la identidad superior, se concentró en Europa y las relaciones no salariales de trabajo, al haber sido vinculadas con las "razas" dominadas, se desplegaron en el resto de los territorios del planeta. A su vez, en las colonias, tanto en las establecidas en América como en las constituidas en el resto del mundo, las formas de control del trabajo remuneradas fueron prerrogativa exclusiva de los colonizadores (Quijano, A. 2000, 207-208).

4. El eurocentrismo

a. Eurocentrismo: sus principales rasgos y supuestos

La experiencia de la conquista de América posibilitó la constitución de la identidad europea, la concentración de las relaciones asalariadas de trabajo en dicha región y la posterior expansión del colonialismo de los países de tal zona al resto del planeta. Dicho proceso implicó que Europa comenzara a incorporar nuevos territorios al sistema mundo (que, de ese modo, iba constituyéndose) y a su específico patrón de poder (que, de tal modo, iba adquiriendo un alcance mundial); dicha región se convertía, a su vez, en el centro del sistema mundo en proceso de configuración (Quijano, A. 2000, 209-210).

Los conquistadores crearon, siguiendo el criterio racial de clasificación social originado en la conquista de América, nuevas identidades para definir a las poblaciones de las regiones que iban dominando. Las relaciones entre los diferentes grupos constituidos en el marco de dicho proceso (y, en particular, entre sus integrantes, sus historias, sus productos culturales y sus experiencias) se estructuraron en el marco de una perspectiva y un modo de producción de conocimiento denominado eurocentrismo (Quijano, A. 2000, 209-210; Quijano, A. 2003, 55; Quijano, A. 2007, 94).

Dicha perspectiva de conocimiento configuró un elemento decisivo y constitutivo del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado. Tal forma de control y producción de las relaciones intersubjetivas, en tanto se concibió en el marco de la identidad superior/dominante por antonomasia, se convirtió en la única perspectiva de conocimiento considerada racional y moderna; el eurocentrismo, al ser considerado de esa manera, fue adoptado, en la medida en que el nuevo patrón de poder iba adquiriendo un alcance planetario, no sólo por los colonizadores sino también por los colonizados. De tal modo, cumplió una función esencial en la consolidación de la colonialidad del poder en tanto colaboró en la naturalización de las relaciones de dominación establecidas en su marco (Ibid., 94-95).

El desarrollo de una perspectiva etnocéntrica de conocimiento es una característica que compartieron, a lo largo de la historia, los diferentes dominadores coloniales e imperiales. El rasgo específico que definió la experiencia europea derivó de la idea en que se fundamentó y alrededor de la que se estructuró: la clasificación racial de la población del planeta. Esto implicó que los europeos no sólo se percibieran superiores sino también necesaria y naturalmente superiores al resto de las identidades constituidas en el proceso de la configuración del sistema mundo (Quijano, A. 2000, 210; Quijano, A. 2007, 94).

Una sucinta descripción del eurocentrismo no puede completarse sin antes hacer referencia a otras dos dimensiones centrales de su proceso de constitución y despliegue. En primer lugar, se debe hacer alusión a una serie de operaciones realizadas por los conquistadores sobre los conquistados que adquirieron legitimidad en el marco de un naciente eurocentrismo que, a su vez, ayudaron a difundir y consolidar. Por un lado, se apropiaron de todos aquellos descubrimientos realizados por los sojuzgados que consideraran útiles o valiosos. Por otro lado, reprimieron las diferentes perspectivas de conocimiento propias de los colonizados. Por último, obligaron a los dominados a internalizar las pautas de la cultura de los conquistadores; en particular, todo aquello que facilitara la reproducción de la dominación establecida (Quijano, A. 2000, 209-210; Quijano, A. 2007, 123).

En segundo lugar, resulta necesario indicar los principales rasgos que manifestó el eurocentrismo; tales características no deben comprenderse como dimensiones completamente disociadas sino como factores interdependientes y complementarios. Un primer rasgo consiste en la radical separación entre cuerpo y no cuerpo. Todas las "culturas" conocidas han reflexionado sobre la relación entre cuerpo y no cuerpo. Tales reflexiones, antes de la emergencia del nuevo patrón de poder, se estructuraban en torno a dos convicciones. Por un lado, se aceptaba la existencia de tal diferencia pero, por el otro, se consideraba que ambos elementos se encontraban co-presentes (y no eran disociables) en el ser humano (Quijano, A. 2000, 223).

En el marco del proceso de constitución, expansión y consolidación del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado las relaciones entre cuerpo y no cuerpo comenzaron a ser interpretadas de un modo absolutamente diferente. La filosofía cartesiana representó la culminación del proceso histórico de separación entre cuerpo y no cuerpo que había comenzado en el mundo cristiano/medieval (Ibid., 223).

A partir de Descartes, cuerpo y no cuerpo se consideran radicalmente disociados. El no cuerpo comienza a ser considerado como la razón/sujeto -única entidad facultada para conocer racionalmente- y el cuerpo pasa a ser entendido, en relación con el nuevo sentido adquirido por lo incorpóreo, como el objeto del conocimiento (Ibid., 224). Tal supuesto se refuerza y se articula tanto con el criterio racial de clasificación de población como con las necesidades cognitivas del capitalismo. Las "razas" consideradas superiores se consideran los sujetos racionales por excelencia y las identidades evaluadas negativamente pasan a ser concebidas como objetos de estudio. Tal operación convierte a estos últimos grupos en dominables y explotables por parte de los primeros (Ibid., 224-225)9.

Una segunda característica es la naturalización de las diferencias entre las diversas identidades en términos naturales/raciales; tales diferencias no se interpretan, de ningún modo, como resultados del proceso de constitución del nuevo patrón de poder. La asunción de dicho supuesto implicó que pudieran ser consideradas necesarias, insuperables y legítimas tanto la clasificación racial de las diferentes identidades constituidas a partir de la conquista de América como la adscripción de cada una de aquellas, según se las considere superiores o inferiores, con determinadas formas de control del trabajo (Ibid., 211, 222; Quijano, A. 2007, 94).

Una tercera propiedad es el establecimiento de una concepción evolucionista, teleológica, unilineal y unidireccional de la historia. Dicho esquema parte de asumir que existe una única trayectoria histórica que comienza con un estado de naturaleza y culmina con la moderna sociedad europea. Las identidades no europeas, por su parte, son ubicadas en el pasado de tal línea temporal. El sitio que se le adjudica a las diferentes identidades en el marco de dicho esquema histórico deriva de que los europeos son considerados, de acuerdo con el criterio racial de división de la población mundial, como naturalmente superiores y el resto de las identidades, como necesariamente inferiores (Quijano, A. 2000, 210-211).

Un cuarto rasgo es la concepción del cambio histórico, en el marco del esquema reseñado en el punto anterior, en términos de una secuencia o sucesión de etapas -que va de lo más atrasado a lo más avanzado- en la que las identidades/unidades/entidades homogéneas inferiores son completamente reemplazadas por identidades/unidades/entidades también consideradas homogéneas (Ibid., 2000, 222)10.

Una quinta característica es la consideración -que también debe comprenderse en el marco del esquema histórico indicado previamente- de lo europeo como preexistente al proceso de configuración del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado. En tal sentido, se considera, por un lado, que Europa ya era, antes de la conquista de América, el centro del capitalismo mundial que colonizó al conjunto del planeta y, por otro lado, que la identidad europea elaboró, por sí misma y desde adentro, la modernidad y la racionalidad (Quijano, A. 2007, 95).

Una sexta propiedad es, y no puede entenderse sino en relación con las anteriores, la disposición de un esquema binario para interpretar las relaciones entre lo europeo y lo no-europeo. La identidad europea, por ser considerada superior, ocupa el lugar de thelos del desenvolvimiento histórico y, al hacerlo, queda asociado con una serie de conceptos que se vinculan con tal estadio de la evolución humana; entre ellos deben destacarse nociones tales como modernidad, racionalidad, capitalismo, cientificismo y civilización. Por su parte, las identidades no-europeas, en tanto se las concibe en términos negativos, pasan a ser relegadas al pasado y, en el mismo proceso, quedan relacionadas con una serie de términos que se consideran propios de las etapas menos avanzadas del desarrollo de la humanidad; se destacan, entre tales conceptos, los de tradición, irracional, precapitalismo, mágico/mítico y primitivo (Quijano, A. 2000, 210-211).

b. La fragilidad del eurocentrismo

Los supuestos alrededor de los que se articula la perspectiva eurocéntrica de conocimiento no se sostienen una vez que se los contrasta con los rasgos que, según Aníbal Quijano, caracterizan a la historia de los últimos 500 años. En este sentido, se buscará, recordando que un examen exhaustivo de este tema excede los límites del presente trabajo, poner de manifiesto la citada fragilidad de las asunciones eurocéntricas y, para hacerlo, se las confrontará con ciertas dimensiones del esquema histórico construido por el sociólogo peruano. En primer lugar, resulta equivocado considerar, tal como lo propone el eurocentrismo, que la modernidad es un producto europeo en tanto, tal como se ha señalado, la primera identidad moderna fue la americana; tal operación también contribuye a desarticular la rígida asociación que se hace, en el marco de dicha perspectiva de conocimiento, entre modernidad y europeísmo (Quijano, A. 2000, 221; Quijano, A. 2007, 98).

En segundo lugar, no puede pensarse en términos de una evolución lineal en la que determinadas etapas superiores homogéneas reemplazan a otras inferiores también homogéneas en la medida en que se toma nota, por ejemplo, del carácter heterogéneo del capitalismo; tal estructura resulta de la articulación (y simultánea coexistencia) de las diversas formas históricas de control del trabajo en torno al capital y al mercado mundial (Quijano, A. 2000, 222-223; Quijano, A. 2007, 98-101).

En tercer lugar, ese modo de concebir al capitalismo también impide que las relaciones entre lo europeo y lo no europeo se sigan pensando en rígidos términos binarios en tanto pone de manifiesto que las relaciones asalariadas de trabajo se superponen, resignifican y se constituyen en relación con modos "precapitalistas" de control del trabajo (Quijano, A. 2000, 222-223; Quijano, A. 2007, 98-101). Por último, debe notarse que la naturalización, en términos raciales, de las diferencias entre las diversas identidades que constituyeron el sistema mundo no puede sostenerse desde el momento en que se comprende que tales diferencias son construcciones históricas derivadas de una determinada configuración de un patrón de poder (Quijano, A. 2000, 221-222).

5. El moderno estado nacional: las experiencias europeas y latinoamericanas a la luz de la colonialidad del poder

El moderno estado nacional se convirtió -en el marco del proceso de configuración del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado- en la forma hegemónica de control de la autoridad colectiva o pública. La nacionalización de una sociedad y su organización política en términos de modernos estados nacionales sólo fue posible en los casos en los que tuvo lugar un significativo proceso de democratización de los diferentes ámbitos o áreas básicas de la existencia social. La posibilidad de que tal democratización tuviera lugar se relacionó, en cada caso, con el modo en que operó e influyó la colonialidad del poder (Quijano, A. 2000, 226; Quijano, A. 2001, 2, 10-11).

En la experiencia europea occidental los rasgos del nuevo patrón de poder facilitaron la democratización/nacionalización de las sociedades y su organización en modernos estados nacionales. La comprensión de tal afirmación implica reconstruir el proceso que permite alcanzarla. Según el autor, la constitución de los modernos estados nacionales en tal región comenzó con un doble proceso. Por un lado, se dio un proceso de colonización interna en tanto ciertos núcleos de poder surgidos en Europa comenzaron a dominar determinados territorios y también a las diferentes identidades que los habitaban. Por otro lado, tuvo lugar un proceso de colonización externa en la medida en que esos mismos estados (todavía no nacionales) que se iban estructurando conquistaron espacios territoriales en otros continentes (en un primer momento América y, más tarde, el resto del planeta) y sometieron a las identidades (cuyos rasgos se definieron en dicho proceso) que los poblaban (Quijano, A. 2000, 226-228; Quijano, A. 2001, 10-11).

Una diferencia esencial distingue ambas dimensiones del proceso. En el primer caso, los dominadores no se consideraron racialmente diferentes a los dominados. Esto implicó que se generaran las condiciones para una democratización de las relaciones sociales y, por ende, para la nacionalización de la sociedad y del estado. En el segundo caso, las diferencias entre conquistadores y conquistados se construyeron en términos de superioridad/inferioridad racial (Quijano, A: 2000, 226-228; Quijano, A. 2001, 10-11; Quijano, A. 2007, 120-121).

Será el próximo paso la exploración de las consecuencias que dicha operación tuvo en el proceso de configuración de las formas de control de autoridad colectiva (o pública) en América Latina durante el período colonial y también, en tanto la idea de raza también funcionó como criterio para clasificar a la población en el marco de las sociedades independientes, luego de las guerras de independencia (Quijano, A. 2000, 226-228; Quijano, A. 2001, 10-11; Quijano, A. 2007, 120-121).

Algo completamente diferente sucedió en América Latina; en esta región la colonialidad del poder configuró un obstáculo insalvable para que operase, en cada caso, una auténtica democratización de las diversas áreas básicas de existencia social y, en relación con ello, para que se nacionalizaran las sociedades y se organizaran políticamente en estados naciones. Durante el período colonial, los territorios dominados por los países europeos se dividieron en unidades político-administrativas formalmente dependientes de las metrópolis. Tal como se ha visto, las diferencias entre las identidades de los conquistadores y de los conquistados se codificaron en términos raciales; también ha sido explorado previamente el impacto de tal asunción en los diferentes ámbitos básicos de la sociedad (Quijano, A. 2000, 231-235; Quijano, A. 2001, 10-11; Quijano, A. 2003, 55; Quijano, A. 2007, 120-121).

La ruptura del pacto colonial y las guerras de independencia implicaron un quiebre con el colonialismo pero, de ningún modo, una superación de la colonialidad; lo que tuvo lugar fue, más bien, una rearticulación de tal experiencia (Quijano, A. 2000, 236). Dicho proceso implicó, por un lado, que surgieran nuevos estados independientes y, por otro lado, que se reprodujera, dentro de las sociedades de dichas unidades políticas y a partir de la adopción de la perspectiva eurocéntrica por parte de los grupos dominantes, la lógica racial de clasificación de poblaciones que se había constituido durante la etapa colonial; también se reactualizaron y reforzaron las consecuencias derivadas de tal operación en los diferentes ámbitos de existencia social (Ibid., 231-235; Quijano, A. 2001, 10-11).

Esta es la razón por la que no existió, según Quijano, ningún moderno estado nacional en la región. Sólo la descolonización de la sociedad puede abrir, sostiene el sociólogo peruano, el camino para la democratización de las relaciones sociales y políticas y, vinculado con esto, también para la nacionalización de la sociedad y del estado (Quijano, A. 2000, 235-239; Quijano, A. 2007, 120-121; Quijano, A. 2003, 55).

II. Las Bases y el eurocentrismo

En la presente sección, se buscará alcanzar el segundo objetivo específico de este trabajo tratando de establecer, a partir de los aportes teóricos de Quijano, el carácter eurocéntrico del proyecto sociopolítico que Alberdi enunció en Las Bases; se realizará, antes de proceder con la consecución del propósito que este opúsculo se plantea, una serie de aclaraciones relativas al mismo.

1. Señalamientos sobre la tarea que se realizará

En esta instancia, se considera que, en relación con lo señalado, resulta posible realizar tres indicaciones. En primer lugar, una relativa a la manera en que se concibe, en este estudio, el abordaje del análisis de la citada obra del publicista tucumano desde la propuesta del sociólogo peruano. En tal sentido, se estima adecuado establecer que, desde la óptica de este artículo, el hecho de que se apele a la matriz teórica concebida por Quijano para acercarse al examen del referido trabajo alberdiano no implica, de ningún modo, que se le "imponga" al texto en cuestión el aludido enfoque sino que sólo supone que se trate de indagar si resulta posible hallar, en la obra de Alberdi en que se centra el interés de este artículo, los rasgos que, desde la perspectiva desplegada por el sociólogo peruano, caracterizaron a los textos concebidos por los autores de la región durante el período en cuestión.

En segundo lugar, una relacionada con el hecho de que, en el presente trabajo, se decidió enfocar la atención exclusivamente en Las Bases. Se recuerda que tal determinación derivó de que en este estudio se estima, del mismo modo que en la mayor parte de la literatura de referencia, que el proyecto de nación postulado por el publicista tucumano en la citada obra fue -entre los diferentes que concibió Alberdi durante su trayectoria intelectual y también entre los propuestos, en el mismo período en que el publicista tucumano concebía el desplegado en Las Bases, por otros autores locales- el que mayor impacto tuvo en el proceso de configuración de las instituciones sociopolíticas argentinas del siglo XIX; sólo a partir de la asunción de lo indicado, se habilita la posibilidad de explorar e investigar (y ésto es lo que intenta hacer este trabajo) si puede postularse -asumiendo, para hacerlo, el enfoque teórico propuesto por Quijano- que la naturaleza del mismo fue radicalmente diferente a la establecida por los trabajos tradicionales.

En definitiva, se considera adecuado, por un lado, recalcar que, el presente trabajo, no desconoce que Alberdi postuló, a lo largo de su producción intelectual, proyectos de nación de diferente naturaleza ni que otros autores ofrecieron, en la misma etapa en que el publicista tucumano redactaba Las Bases, propuestas sociopolíticas para el orden posrosista11; y, por otro lado, señalar que el análisis de los mismos excede, por los motivos indicados previamente así como por los requisitos formales que debe respetar, los límites del presente trabajo.

En tercer lugar, una referida al alcance y los límites de la interpretación que, sobre Las Bases, se busca ofrecer en este estudio, asumiendo la perspectiva teórica propuesta por el sociólogo peruano. Por un lado, se señala que este artículo considera que la lectura que presentará sobre la obra en que centra su interés sólo es una más entre las que, sobre tal texto, resulta posible ofrecer; no estima, bajo ninguna circunstancia, que la interpretación que brindará sobre el aludido trabajo del publicista tucumano sea la "verdadera" o la "correcta". 

Por otro lado, se indica que el presente trabajo considera que las conclusiones que, en este opúsculo, puedan alcanzarse, al analizar el citado texto de Alberdi desde la matriz teórica propuesta por Quijano, no resultan, desde ningún punto de vista, automática ni necesariamente extrapolables al conjunto de la producción intelectual del publicista tucumano; en todo caso, también deberá evaluarse, en el marco de análisis de la misma naturaleza que el practicado aquí, el resto de las obras alberdianas con el propósito de intentar establecer si es posible obtener, en cada caso, resultados análogos a los alcanzados en éste.

2. Los rasgos eurocéntricos de Las Bases

Se considera que puede comenzarse señalando que el publicista tucumano, en la citada obra, sostiene una concepción evolucionista, monista y lineal de la historia cuyo desenvolvimiento se encuentra regido por el inevitable despliegue de ley del progreso o de la civilización. La idea de raza funciona como el criterio que permite asignar un lugar en dicho proceso a cada una de las identidades definidas por el autor. Por un lado, lo europeo, en tanto se considera superior, queda asociado con el thelos o fin hacia el que debe tenderse y, por otro lado, lo no europeo, en la medida en que se lo evalúa negativamente, se vincula con aquello que forma parte del pasado (Alberdi, J. B. 2002, XV-XVII, 36-54).

Tal esquema debe precisarse indicando una serie de cosas. Por un lado, es necesario recordar que la primera identidad señalada se subdivide, una vez más siguiendo un criterio racial, entre anglosajones y españoles/hispanocriollos; los primeros configuran, en el marco del pensamiento alberdiano, la raza más avanzada o civilizada. Por otro lado, resulta importante señalar que lo no europeo queda circunscripto casi exclusivamente a lo indígena.

Tal operación abre el camino para que se establezca un esquema binario para interpretar las relaciones entre, por un lado, lo europeo y lo no europeo y, por otro lado, entre lo anglosajón y lo español/hispanocriollo. La primera dicotomía se da en términos de europeo (anglosajones y españoles/hispanocriollos) - no europeo (indios). Este antagonismo es el menos explorado por Alberdi en Las Bases porque lo considera resuelto en favor de la primera identidad, así lo indicó al sostener:

Ya la América está conquistada, es europea y por lo mismo inconquistable. La guerra de conquista supone civilizaciones rivales, estados opuestos -el Salvaje y el Europeo-, v.g. Este antagonismo no existe; el Salvaje está vencido, en América no tiene dominio ni señorío. Nosotros, Europeos de raza y civilización, somos los dueños de América (Alberdi, J. B. 2002, 39)

Lo europeo, al ser considerado superior, pasa a ocupar una posición de privilegio dentro del esquema histórico planteado y, en consecuencia, queda vinculado principalmente con un concepto que el autor asocia con dicho estadio de la evolución humana, el de civilización. Lo no europeo, al ser definido como inferior, queda relegado al pasado de la historia y, al ser ubicado en esa posición, queda asociado con una noción que el publicista relaciona con dicho momento histórico, el salvajismo o la barbarie. Así lo establece Alberdi cuando analiza la configuración de la población del territorio argentino:

¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto? ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucania, y no mil veces con un zapatero inglés? En América todo lo que no es europeo es bárbaro: no hay más división que ésta: 1°, el indígena, es decir, el salvaje; 2°, el Europeo, es decir, nosotros, los que hemos nacido en América y hablamos español, los que creemos en Jesucristo y no en Pillán (dios de los indígenas) (Alberdi, J. B. 2002, 37).

La segunda antinomia es la que se establece entre anglosajones y españoles/hispanocriollos12. Tal dicotomía es en la que se concentra Alberdi en la obra analizada en tanto el futuro de la Argentina, considera el autor, depende de su resolución en términos de un predominio del primer grupo sobre el segundo, así lo manifiesta al sostener:

En efecto, constituid como queráis las Provincias Argentinas; si no constituís otra cosa que lo que ellas contienen hoy, constituís una cosa que vale poco para la libertad práctica (...) Españoles a la derecha o españoles a la izquierda, siempre tendréis españoles debilitados por la servidumbre colonial, no incapaces del heroísmo y de victorias, llegada la ocasión, pero sí de la paciencia viril, de la vigilancia inalterable del hombre de libertad (Alberdi, J. B. 2002, 142).

Y unos párrafos más adelante completa el esquema indicando:

Acaba de tener lugar en América una experiencia que pone fuera de duda la verdad que sostengo, a saber: que sin mejor población para la industria y para el gobierno libre, la mejor constitución política será ineficaz. Lo que ha producido la regeneración instantánea y portentosa de California, no es precisamente la promulgación del sistema constitucional de Norte América (...) Lo que es nuevo allí y lo que es origen real del cambio favorable, es la presencia de un pueblo compuesto de habitantes capaces de industria y del sistema político que no sabían realizar los antiguos habitantes hispano - mejicanos. La libertad es una máquina, que como el vapor requiere para su manejo maquinistas ingleses de origen. Sin la cooperación de esa raza es imposible aclimatar la libertad y el progreso material en ninguna parte (Alberdi, J. B. 2002, 143)

Los anglosajones son evaluados, dentro de la identidad europea, como los más civilizados y, por dicha razón, quedan vinculados con una serie de conceptos que el autor considera asociados con la máxima expresión de la evolución humana; éstos son: moderna, comercial, industrial y capitalista. Los españoles/hispanocriollos son ubicados, siempre dentro del campo de la civilización, un paso atrás que el grupo anterior. De este modo, quedan relacionados con nociones tales como humanista, letrado, colonia y tradicional, términos que se consideran vinculados a tal etapa del desenvolvimiento histórico. Así parece indicarlo Alberdi cuando analiza la acción civilizadora de Europa en América:

Desde el siglo XVI hasta hoy no ha cesado la Europa un solo día de ser el manantial y origen de la civilización de este continente. Bajo el antiguo régimen, la Europa desempeñó ese rol por conducto de la España. Esta nación nos trajo la última expresión de la edad media y el principio del renacimiento de la civilización en Europa. Con la revolución americana acabó la acción de la Europa española en este continente; pero tomó su lugar la acción de la Europa anglo-sajona y francesa. Los Americanos de hoy somos Europeos que hemos cambiado de maestros: a la iniciativa española ha sucedido la inglesa y la francesa. Pero siempre es la Europa la obrera de nuestra civilización. El medio de la acción ha cambiado pero el producto es el mismo. (Alberdi, J. B. 2002, 39).

En el marco de dicho esquema puede observarse que Alberdi reproduce otro de los supuestos centrales del eurocentrismo; asunción que, a su vez, refuerza el modo en que el publicista tucumano interpreta la historia de la humanidad. La identidad europea es concebida por el autor como preexistente al proceso de constitución del patrón de poder moderno/colonial, capitalista y eurocentrado; y, de ninguna manera, como un resultado de tal experiencia. Su posición queda clara cuando sostiene:

La América ha sido descubierta, conquistada y poblada por las razas civilizadas de la Europa, a impulsos de la misma ley que sacó de su suelo primitivo a los pueblos de Egipto para atraerlos a la Grecia; más tarde a los habitantes de esta para civilizar las regiones de la península Itálica; y por fin a los bárbaros habitadores de la Germania para cambiar con los restos del mundo romano la virilidad de su sangre por la luz del Cristianismo (Alberdi, J. B. 2002, XV).

Tal como se puede observar, Alberdi estimaba que la "raza" europea se había constituido antes de conquistar América y no como resultado del proceso desatado a partir del dominio de tales territorios. También en dicha cita se observa otra típica tendencia de la perspectiva eurocéntrica: considerar que la identidad europea representa la culminación de un proceso de maduración civilizatoria que reconoce como etapas anteriores a los griegos, a los romanos y al mundo cristiano (Escobar, A. 2003, 60).

Alberdi consideraba que el despliegue de la ley del progreso que gobernaba la historia de la humanidad tenía un carácter tan inevitable como deseable. La realización de dicha norma universal implicaba, por un lado, que las identidades superiores se impondrían necesariamente sobre las inferiores, ya fuera a través de métodos pacíficos o de medios violentos; y, por otro lado, que, como resultado de tal proceso, mejoraría el conjunto de la humanidad (Alberdi, J. B. 2002, XV-XVII).

La exposición de tal razonamiento adquiere sentido en la medida en que se tiene en cuenta que el publicista tucumano consideraba que tal norma del desenvolvimiento histórico encontraba, en América del Sur, obstáculos para su desarrollo (Alberdi, J. B. 2002, XV-XVI). Tales obstrucciones derivaban de las rígidas limitaciones que el orden sociopolítico imperante en dichas zonas, tanto en la etapa colonial como durante el período independiente, impuso al arribo y establecimiento de pobladores provenientes de las más civilizadas razas europeas (Alberdi, J. B. 2002, XV-XVI). En este sentido, Alberdi consideró que la victoria de Urquiza en Caseros abría la posibilidad para el establecimiento de un orden sociopolítico que facilitara el natural despliegue de la ley del progreso humano y evitara, de tal manera, que se impusiera a través de mecanismos violentos (Alberdi, J. B. 2002, 1-2).

En ese sentido, puede pensarse que la principal preocupación de Alberdi en la obra analizada radica en establecer las condiciones necesarias para reconciliar a la Argentina con la ley del progreso de la humanidad y permitir, de tal modo, que alcanzara los más avanzados estadios civilizatorios (Alberdi, J. B. 2002, XVII). La identidad europea y, en particular, la anglosajona representaban, tal como resulta lógico en el marco del esquema previamente expuesto, el modelo que debía alcanzarse (Alberdi, J. B. 2002, 36-54).

La constitución de un moderno estado nacional, el establecimiento de un auténtico orden republicano y la consolidación del capitalismo -rasgos típicos de la identidad europea y, específicamente, de la anglosajona- se convirtieron en los objetivos que debían alcanzarse en estas tierras. Tales experiencias sólo podrían reproducirse en este país una vez que se removieran dos grandes males: por un lado, se debía reemplazar la herencia cultural hispanoamericana y, por otro lado, resultaba indispensable poblar el desierto (Alberdi, J. B. 2002, 36-54, 140-142).

Esto sólo podía lograrse conjugando una república posible con el advenimiento de una ingente masa de inmigrantes anglosajones. Tal orden político de transición crearía las condiciones para que las poblaciones más civilizadas de la tierra se instalaran en este territorio y, mediante su espontáneo accionar, redimieran la sociedad local. Sólo en la medida en que se configurase una nueva sociedad ajustada a los estándares culturales de las más avanzadas identidades sería posible comenzar a pensar en la posibilidad de consolidar un moderno estado nacional y en dar vida a una república vigorosa y también a una economía capitalista (Alberdi, J. B. 2002, 29-32, 36-54, 140-142). La lógica del planteo alberdiano se manifiesta con mucha intensidad en las reflexiones que el publicista realiza en torno el orden político adecuado para el momento histórico en el que estaba escribiendo:

El problema del gobierno posible en la América antes española no tiene más que una solución sensata: ella consiste en elevar nuestros pueblos a la altura de la forma de gobierno que nos ha impuesto la necesidad; en darles la aptitud que les falta para ser republicanos; en hacerlos dignos de la república, que hemos proclamado, que no podemos practicar hoy ni tampoco abandonar; en mejorar el gobierno por la mejora de los gobernados; en mejorar la sociedad para obtener la mejora del poder, que es su expresión y resultado directo (Alberdi, J. B. 2002, 30).

Unos párrafos más adelante, Alberdi completa su razonamiento:

¿Cómo hacer, pues, de nuestras democracias en el nombre, democracias en la realidad? ¿Cómo cambiar en hechos nuestras libertades escritas y nominales? ¿Por qué medios conseguiremos elevar la capacidad real de nuestros pueblos a la altura de sus constituciones escritas y de los principios proclamados? Por los medios que dejo indicados y que todos conocen; por la educación del pueblo, operada mediante la acción civilizante de la Europa, es decir, por la inmigración, por una legislación civil, comercial y marítima sobre bases adecuadas; por constituciones en armonía con nuestro tiempo y nuestras necesidades; por un sistema de gobierno que secunde la acción de esos medios (Alberdi, J. B. 2002, 31).

En el marco del esquema presentado se manifiestan con claridad otros rasgos típicos del eurocentrismo. En primer lugar, resulta posible indicar que las diferencias entre las diversas identidades pasan a ser consideradas en términos naturales (en particular, en torno a la idea de raza) y, de ninguna manera, en relación con el proceso de configuración del específico patrón de poder -de carácter heterogéneo, contingente e histórico- en el marco del cual dichas diferencias fueron definiéndose. En segundo lugar, puede señalarse que reproduce el supuesto cartesiano de separación radical entre cuerpo y no cuerpo en la medida en que considera que existen razas superiores/sujetos (más) racionales que de un modo tan inevitable como deseable dominarán y someterán a otras identidades inferiores/objetos/irracionales.

En tercer lugar, es posible indicar que el autor concibe al cambio social en términos de una continua sucesión de identidades/unidades homogéneas superiores que reemplazan a otras identidades/unidades homogéneas inferiores. La coexistencia de elementos heterogéneos, en el esquema alberdiano, no es considerada como un rasgo estable y destinado a perdurar sino, tan sólo, como el resultado de un proceso de transición destinado a concluir con la completa prevalencia del elemento considerado superior; en este caso, las costumbres anglosajonas.

En definitiva, el proyecto de Las Bases, tal como pudo observarse, presenta la mayoría de los rasgos del eurocentrismo. Se reproduce la lógica de clasificación racial de la población dentro de la realidad argentina, se parte de una concepción evolucionista y dualista de la historia, se concibe el cambio social en términos de completos reemplazos de unidades/identidades homogéneas inferiores por parte de unidades/identidades homogéneas superiores, se reproduce la lógica según la cual cuerpo y no cuerpo se encuentran radicalmente disociados en el ser humano y se otorga sentido a las diferencias entre europeo y no europeo en términos de diferencias naturales (de carácter racial) y no en relación con la historia del poder.

Tal conclusión abre el camino para reflexionar en torno al impacto que pudo haber tenido, en tanto se reconoce que su obra tuvo una difundida influencia en el accionar y en las reflexiones de las elites políticas e intelectuales de su época, la propuesta que el publicista tucumano enunció en Las Bases sobre el proceso político argentino de la segunda mitad del siglo XIX; en particular, sobre la constitución del moderno estado nacional.

III. El carácter paradójico de Las Bases: contribuye a tornar imposible el moderno estado nacional cuya constitución promueve

En este momento resulta posible reconstruir, en tanto se lograron establecer los diferentes supuestos alrededor de los que se articula, el razonamiento que permite concluir que el proyecto sociopolítico enunciado por Alberdi en Las Bases contribuyó a obstaculizar la constitución del moderno estado nacional cuya existencia intentó promover.

En primer lugar, debe señalarse, tal como se viera en la primera sección, que la constitución de un moderno estado nacional sólo fue posible, según Quijano, en aquellas sociedades en las que se dio una profunda democratización de las relaciones políticas y sociales. A su vez, también pudo observarse que tal operación sólo tuvo lugar, según el citado autor, en aquellos países en los que las diferencias entre los múltiples grupos humanos adscriptos a los territorios dominados por los emergentes estados (todavía no nacionalizados) no fueron codificadas en términos raciales.

En segundo lugar, es necesario indicar, en relación con lo establecido en la sección anterior, que la propuesta alberdiana volcada en la citada obra puede ser caracterizada, al ser analizada con las categorías propuestas por Quijano, como eurocéntrica. En tercer lugar, se debe recordar que la obra de Alberdi y, en particular Las Bases, tuvieron una significativa influencia en el proceso de configuración de las instituciones sociopolíticas de la República Argentina que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIX; no se detiene el presente trabajo en profundizar esta dimensión en tanto el citado impacto de la propuesta alberdiana analizada en la vida política de su época ha sido ampliamente estudiada y aceptada por diferentes generaciones de científicos sociales pertenecientes a las más diversas corrientes ideológicas.

En cuarto lugar, debe señalarse que es posible considerar que el proyecto enunciado por Alberdi en Las Bases, en tanto tuvo un carácter eurocéntrico e impactó sobre el proceso sociopolítico argentino de la última mitad del siglo XIX, contribuyó a la reproducción y consolidación del criterio racial de clasificación de población en el marco de la sociedad argentina y, por ende, a obstaculizar la democratización de las relaciones sociales y políticas; el corolario es evidente: la propuesta que el publicista tucumano enunció en la citada obra colaboró en imposibilitar la constitución del moderno estado nacional cuya existencia y configuración se propuso fomentar.

IV. Conclusiones

El presente trabajo intentó configurar un modesto aporte en relación con el estudio de la obra de Juan Bautista Alberdi y, en particular, de Las Bases desde la perspectiva de la colonialidad del poder propuesta por Aníbal Quijano, corriente fundamental del Proyecto Modernidad / Colonialidad. En relación con el trabajo realizado puede establecerse una serie de conclusiones:

a. Resulta legítimo considerar, al analizarla desde la perspectiva del enfoque teórico propuesto por Quijano, que la propuesta sociopolítica que Alberdi enunció en Las Bases contribuyó a impedir que se constituyera el moderno estado nacional cuya existencia promovió.

b. Se podría, en la línea propuesta por el presente trabajo, extender el análisis desplegado a otras obras del publicista tucumano analizado o a trabajos elaborados por otros teóricos latinoamericanos del período.

Notas

1. En adelante, Las Bases.

2. Se pueden consultar, para conocer las principales características del Grupo Modernidad/Colonialidad, los siguientes trabajos: Castro Gómez, Santiago. 2005. La poscolonialidad explicada a los niños. Popayán: Editorial Universidad del Cauca; Escobar, Arturo. 2003. Mundos y conocimientos de otro mundo. El programa de investigación de modernidad/colonialidad latinoamericano, en Tabula Rasa, 1, 51-86, http://www.unc.edu/~aescobar/text/esp/escobar-tabula-rasa.pdf; Pachón Soto, Damián. 2008. Nueva perspectiva filosófica en América Latina: el grupo Modernidad/Colonialidad, en Ciencia Política, 5, 8-35, dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3663394.pdf

3. Son sólo algunos ejemplos significativos.

4. Se considera necesario realizar, por un lado, dos precisiones relativas a lo indicado acerca de la bibliografía dedicada al análisis del pensamiento de Alberdi y, por otro lado, una especificación sobre la naturaleza de la contribución que este trabajo busca realizar:

a. Debe señalarse que no fue posible encontrar, en el marco de la literatura de referencia, alguna investigación que se hubiera acercado al estudio de la obra del publicista tucumano desde la perspectiva propuesta por este artículo. El hecho de aseverar esto no implica negar que algunos de los estudios que se realizaron sobre la obra alberdiana guardan cierta afinidad con el presente trabajo. En tal sentido, pueden destacarse, en particular, los clásicos estudios de Fermín Chávez (1982) y José Pablo Feinmann (2004) en los que el eurocentrismo desempeña un rol decisivo en la interpretación que, en cada caso, se propone sobre el pensamiento de Alberdi; recuérdese, por ejemplo, que, en el marco de la lectura de Feinmann (2004), la filosofía del publicista tucumano era concebida como "el reflejo o eco del movimiento de las ideas europeas en el siglo XIX, expresado, en su nivel más profundo, por el pasaje del idealismo objetivo hegeliano al materialismo histórico marxista" (p.103).

b. Se estima que puede realizarse una serie de consideraciones en relación con los rasgos que, según este trabajo, caracterizan a la bibliografía dedicada al estudio del pensamiento alberdiano (o, por lo menos, a la mayor parte de ella). En primer lugar, se estima adecuado reconocer que la literatura de referencia abordó el análisis de la producción intelectual del publicista tucumano desde las más variadas posturas ideológicas y teóricas (Palti, E. 1989; Palti, E. 2009, Tarcus, H. 2012; Jozami, E. 2012; Zimmerman, E. 2012). En segundo lugar, se juzga adecuado establecer que, desde la perspectiva asumida por este artículo, las investigaciones especializadas propendieron a compartir, a pesar de las citadas diferencias que existían entre ellas, un modo similar de abordar, desde el punto de vista metodológico, los textos de Alberdi en los que concentraban su interés; se estima, en tal sentido, que la bibliografía canónica tendió a asumir el esquema de modelos y desviaciones (método dominante en la historiografía de las ideas latinoamericana) y que, en la medida en que lo hizo, alcanzó resultados en los que prevalecieron los rasgos mitológicos sobre los históricos (Palti, E. 2007; Palti, E. 2008; Palti, E. 2009; García Sigman, L. I.L. 2013a; García Sigman, L. I.L. 2013b; García Sigman, L. I.L. 2013c).

En este punto, se estima que, en relación con lo establecido, resulta posible, para precisarlo, especificar la lógica con la que, en mayor o menor medida, operaron, en tanto asumieron el citado enfoque metodológico, los aludidos estudios sobre la obra alberdiana:

c. Juzgaban que la relevancia del estudio de los textos del publicista tucumano, en tanto habían sido producidas en una zona culturalmente marginal y/o económicamente dependiente/periférica, no provenía de analizar las aportaciones que aquellas podían haber implicado para el "reino de lo universalmente válido" sino que derivaba del examen de las desviaciones sufridas por los modelos de pensamiento europeo al desplegarse sobre la realidad local; se solía considerar, a su vez, que tales refracciones constituían el rasgo específico y original del pensamiento local (y, en particular, del alberdiano) y, por lo tanto, que la investigación debía concentrar su interés en ellas.

d. Consideraban que los tipos ideales europeos no pudieron, al entrar en contacto con las circunstancias nacionales, desplegarse adecuadamente y, en la medida en que les resultó imposible hacerlo, experimentaron una torsión semántica consistente en la incorporación, dentro de su marco, de elementos de conceptos extraños a ellos; en relación con esto, se consideraba, asimismo, que la especificidad del pensamiento local radicaba en su carácter híbrido. A su vez, al operar con este supuesto, se tendía a articular los análisis sobre la obra alberdiana en torno a opciones conceptuales antitéticas y, en la medida en que se hacía esto, se propendía a concentrar buena parte de la labor en relacionar el pensamiento del publicista tucumano con algún/os punto/s tendido/s entre los modelos de pensamiento que configuraban los extremos de las binarias grillas interpretativas con las que trabajaban.

En este punto, se estima que resulta posible distinguir dos grandes grupos teniendo en cuenta el modo en que se concebía la dinámica de la relación entre los disímiles elementos conceptuales que constituían en el híbrido núcleo del pensamiento alberdiano. Un primer conjunto solía estimar que el peso relativo de cada uno de los diferentes componentes conceptuales que configuraban la ecléctica médula del pensamiento alberdiano era relativamente equivalente y también que la relación entre ellos no se había modificado; de tal modo, relacionaban la producción intelectual de Alberdi con un punto intermedio dentro de la gama de opciones desplegadas entre las matrices conceptuales que constituían sus dicotómicas matrices de lectura. Dentro de este grupo, puede, a su vez, distinguirse tres subconjuntos tomando como criterio de clasificación el tipo de antagónicos esquemas de interpretación con los que operaban. El primero lo hacía con uno que oponía materialismo individualista/analítico y materialismo social/sintético (Ingenieros, J. 1946; Romero, J. 2005); el segundo, con uno cuyos límites eran, por un lado, la filosofía abstracta/ideal y, por otro lado, la filosofía concreta/material (Korn, A. 1983); y, el tercero, con uno que se constituía a partir de la oposición entre ilustración/racionalismo y romanticismo/historicismo (Alberini, C. 1939; Orgaz, R. 1937). Por último, debe señalarse que, independientemente de las dicotomías con las que operasen, buena parte de los autores de este grupo tendieron a asociar las matrices conceptuales que configuraban los extremos de sus antitéticos marcos de lectura con los tradicionales partidos en punga en el escenario político nacional y, por lo tanto, a considerar, por la aludida manera en que concebía su pensamiento, que Alberdi había asumido, a lo largo de su trayectoria, una única opción práctica: aquella orientada a trascender, integrándolos, a las citadas alternativas políticas.

Un segundo conjunto tendía a considerar que el peso relativo entre las disímiles dimensiones conceptuales que, al imbricarse, constituían el núcleo de las reflexiones alberdianas se había ido modificando a lo largo del tiempo y, en la medida en que lo hacían, se mostraban proclives -en la/las etapa/s en la/s que consideraban que, en su seno, prevalecía uno de los elementos (romántico/idealista)- a vincular, dentro de la gama de opciones tendidas entre los modelos de pensamiento que configuraban los extremos de sus binarias grillas de interpretación, su pensamiento con un lugar más próximo a tal límite (romántico/idealista); y -en el/los período/s en el/los que estimaban que, en su médula, predominaba el otro de los componentes (iluminista/materialista)- a relacionar, también dentro del aludido espectro de posibilidades, sus reflexiones un punto adyacente a tal extremo (iluminista/materialista). En el marco de este grupo resulta posible, a su vez, discernir dos subconjuntos asumiendo como criterio clasificatorio el tipo de matrices de lectura con las que trabajaban: el primero, lo hacía con una que oponía ilustración/racionalismo y romanticismo/historicismo (Irazusta, J. 1968; Chávez, F. 1982; Ciapuscio, H. 1986; Roig, A. 1981, 1995; Ardao, A. 1989; Myers, J. 1998; Shumway, N. 2002; Botana, N. 2005; Terán, O. 1989; 2008); y el segundo, con una cuyos límites eran, por un lado, el idealismo y, por otro lado, el materialismo (Canal Feijoo, B. 1955; 1961; 1964; Feinmann, J. P. 2004; Dotti, J. E. 2011). Por último, se debe establecer, sin tener la posibilidad de hacerlo detalladamente, que los autores de este grupo (especialmente los del primer subconjunto) tendieron a establecer, entre los tipos ideales que constituían los límites de sus antagónicos esquemas de interpretación y las tradicionales opciones prácticas en pugna en la vida política nacional, el mismo tipo de asociaciones que los autores del primer grupo y, en consecuencia, propendieron a considerar que Alberdi se había comprometido, en los momentos en los que predominaba el elemento conceptual asociado con aquella, con una posición política nacionalista/federal/americanista/con rasgos autoritarios y, en los períodos en los que prevalecía la dimensión conceptual vinculada con ésta, con una alternativa práctica internacionalista/unitaria/europeísta/liberal. 

e. No estaban en condiciones de alcanzar el objetivo que, por el método que asumían, no podían dejar de buscar; esto derivaba, según la perspectiva de este trabajo, de que el mismo enfoque metodológico que los impulsaba a concentrarse en el citado propósito les impedía -por los específicos principios epistemológicos sobre los que descansaba (estos son: concepción referencial del lenguaje, concepción de los tipos ideales en términos esencialistas y no aporéticos)- alcanzarlo.

f. Tendían, en tanto operaban del citado modo, a obtener resultados en los que predominaban los rasgos mitológicos sobre los históricos (una cuestión de espacio impide que se profundice lo establecido en los últimos dos puntos; se remite, en este sentido, a los siguientes trabajos. García Sigman, L. I. 2013a; García Sigman, L. I. 2013b; García Sigman, L.I. 2013c).

g. Teniendo en cuenta lo expuesto, puede indicarse que la relevancia del presente trabajo deriva de la presentación de una lectura de Alberdi que, tomando como referencia la perspectiva de Aníbal Quijano, intentará: a. sostener que la naturaleza del impacto que su obra tuvo fue completamente diferente al señalado por la bibliografía reseñada; b. distanciarse de los esquemas interpretativos dicotómicos que dominaron las lecturas sobre el pensamiento de Alberdi; c. profundizar los esfuerzos que, desde otras perspectivas, se han realizado, hasta el momento, para resaltar el carácter eurocéntrico de su obra; d. presentar una línea de investigación que, en el futuro, pueda profundizarse al analizar otros trabajos del publicista tucumano y/u otros textos de autores del período.

5. Una presentación de las más destacadas corrientes que configuraron el escenario historiográfico nacional puede encontrarse en: Devoto, F. y Nora Pagano. 2009. Historia de la historiografía argentina. Buenos Aires: Sudamericana.

6. Es posible señalar que la mayoría de los trabajos reseñados coinciden, tal como se indicara, en reconocer que la obra de la citada generación, en general, y la de Alberdi, en particular, ejercieron una significativa influencia en el proceso político argentino del citado período en la medida en que, según sostienen, fundamentaron, justificaron, legitimaron y promovieron -en particular, a partir de la derrota de Juan Manuel de Rosas en Caseros (1852)-  la configuración de la estructura socio-institucional del país. En relación con los estudios dedicados a la Generación del ´37 en los que se refleja con claridad lo indicado pueden agregarse a los señalados en la cita número 4 los siguientes trabajos clásicos: Halperin Donghi, T. 2005; Weinberg, F. 1958; Wasserman, F. 1996, 1997; Rodríguez, G. 2010.

7. Tal como sostiene Quijano: "En primer término, el actual patrón de poder mundial es el primero efectivamente global de la historia conocida. En varios sentidos específicos. Uno, es el primero donde en cada uno de los ámbitos de la existencia social están articuladas todas las formas históricamente conocidas de control de las relaciones sociales correspondientes, configurando en cada área una sola estructura con relaciones sistemáticas entre sus componentes y del mismo modo en su conjunto. Dos, es el primero donde cada una de esas estructuras de cada ámbito de existencia social, está bajo la hegemonía de una institución producida dentro del proceso de formación y desarrollo de este mismo patrón de poder. Así, en el control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, está la empresa capitalista; en el control del sexo, de sus recursos y productos, la familia burguesa; en el control de la autoridad, sus recursos y productos, el Estado-nación; en el control de la intersubjetividad, el eurocentrismo. Tres, cada una de esas instituciones existe en relaciones de interdependencia con cada una de las otras. Por lo cual el patrón de poder está configurado como un sistema. Cuatro, en fin, este patrón de poder mundial es el primero que cubre a la totalidad de la población del planeta" (Quijano, A. 2000: 214).

8. Enrique Dussel se manifiesta en el mismo sentido al postular la existencia de "el mito de la modernidad". El filósofo argentino-mexicano también localiza el origen de la modernidad en la conquista de América. Tal operación permite abandonar la visión eurocéntrica de tal fenómeno y, de tal modo, dejar de considerarlo como un producto exclusivamente intraeuropeo que representa la culminación de un prolongado proceso de evolución civilizatoria cuyos orígenes se remontan a los griegos (Dussel, E. 2005).

9. La relevancia del quiebre introducido por el pensamiento cartesiano también es recogido por otros pensadores del Proyecto Modernidad/Colonialidad. Se refleja, por ejemplo, en la distinción establecida por Enrique Dussel entre el ego cogito cartesiano y el ego conquiro sobre Latinoamérica o en el concepto de "hybris del punto cero" de Santiago Castro-Gómez (Pachón Soto, D. 2008, 19-27).

10. La noción de "falacia desarrollista" propuesta por Enrique Dussel se orienta en el mismo sentido en tanto critica el supuesto eurocéntrico que considera necesario que el modelo de desarrollo de la civilización europea, en tanto es considerada la identidad superior, debe ser seguido necesariamente por el resto de las culturas (Dussel, E. 2005).

11. En este punto, se considera adecuado realizar una serie de señalamientos en relación con dos temas:

a. Proyectos de nación propuestos por otros autores. En vinculación con esto, pueden consultarse, entre otros, los trabajos de Halperin Donghi (2005) y Botana (2005). En Una Nación para el desierto argentino se realiza una exposición de los principales programas sociopolíticos que fueron concebidos, para el orden posrosista, por los autores locales; en particular, el análisis se detiene en las propuestas de Félix Frías, Mariano Fragueiro, Alberdi (autoritarismo progresista) y Sarmiento. En la Tradición Republicana, por su parte, se analizan, en particular, las reflexiones sobre la organización sociopolítica argentina que, a lo largo de sus trayectorias intelectuales, fueron realizando Alberdi y Sarmiento; desde la perspectiva del autor, las propuestas que, en el citado sentido, formularon ambos publicistas dieron vida, respectivamente, a cada una de las vertientes de la tradición republicana local: la república del interés se estructuró en torno a las de Alberdi mientras que la república de la virtud, alrededor de las de Sarmiento. 

b. Diversos proyectos sociopolíticos propuestos por Alberdi a lo largo de su trayectoria intelectual. En este punto, se estima pertinente, a su vez, realizar dos indicaciones. Por un lado, se remite, en relación con la bibliografía dedicada al análisis de este tema, a la cita XXX. Por otro lado, se establece que sería interesante analizar (si bien, hacerlo, tal como se señala, excede los límites de este estudio) si pueden encontrarse, al abordar su análisis con la propuesta de Quijano, en los programas sociopolíticos que -en otros períodos de su trayectoria intelectual (se piensa, por ejemplo, en el Fragmento, en Cartas Quillotanas o en Pequeños, Grandes y pequeños hombres del Plata y en las obras en las que se opone a la Guerra del Paraguay) propuso Alberdi asumiendo -en relación con temas tales como, por ejemplo, el legado hispanocriollo, el rol de los caudillos o la relevancia de alcanzar una filosofía nacional- posturas diferentes a las establecidas en el proyecto de nación desplegado en Las Bases, los mismos rasgos de eurocentrismo presentes en éste o, por el contrario, no resulta posible hallar, en aquellos, tales propiedades.

12. Alberdi no mantuvo, a lo largo de toda su obra, una misma postura en relación con el legado español/hispanocriollo; en determinados escritos se mostró, tal como lo hizo en Las Bases, sumamente crítico de tal identidad mientras que se manifestó, en otras obras, a favor de ciertos rasgos de dicho grupo identitario. Tal modificación, inscripta en el marco más amplio de la oscilación entre romanticismo e iluminismo, configura uno de los principales ejes en torno a los que se estructuró, tal como se señalara previamente, el debate intelectual que se ha trabado en relación con su pensamiento.

Bibliografía

1. Alberini, Coriolano. 1934. La metafísica de Alberdi. Año IX, lomo IX. Archivos de la Universidad de Buenos Aires.         [ Links ]

2. Alberini, Coriolano. 1996. Problemas de la historia de las ideas filosóficas en la Argentina. Buenos Aires: IESPA-UNLP.         [ Links ]

3. Alberdi, Juan Bautista. 2002. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Buenos Aires: Librería Histórica.         [ Links ]

4. Ardao, Arturo. 1989. Sentido político del americanismo filosófico de Alberdi. En Arturo Andrés Roig, filósofo e historiador de las ideas, compilado por Rodríguez Lapuente, Manuel y Horacio Cerruti Guldberg. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.         [ Links ]

5. Botana, Natalio. 2005. La tradición republicana. Alberdi, Sarmiento y las ideas políticas de su tiempo. Buenos Aires: Sudamericana.         [ Links ]

6. Canal Feijoo, Bernardo. 1955. Constitución y revolución. Buenos Aires: FCE.         [ Links ]

7. Canal Feijoo, Bernardo. 1961. Alberdi y la proyección sistemática del espíritu de Mayo. Buenos Aires: Losada.         [ Links ]

8. Castro Gómez, Santiago. 1996. Crítica de la razón latinoamericana. Barcelona: Puvill Libros.         [ Links ]

9. Castro Gómez, Santiago. 2005. La poscolonialidad explicada a los niños. Popayán: Editorial Universidad del Cauca.         [ Links ]

10. Chávez, Fermín. 1982. Historicismo e iluminismo en la cultura argentina. Buenos Aires: CEAL.         [ Links ]

11. Ciapuscio, Héctor. 1986. El pensamiento filosófico-político de Alberdi. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas.         [ Links ]

12. Dotti, Jorge. 1990. Las vetas del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los positivistas, Juan B. Justo. Buenos Aires: Puntosur.         [ Links ]

13. Dussel, Enrique. 2005. Europa, modernidad y eurocentrismo. En La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Compilado por Edgardo Lander. 41-54. Buenos Aires: CLACSO.         [ Links ]

14. Escobar, Arturo. 2003. Mundos y conocimientos de otro mundo. El programa de investigación de modernidad/colonialidad latinoamericano. Tabula Rasa, 1, http://www.unc.edu/~aescobar/text/esp/escobar-tabula-rasa.pdf        [ Links ]

15. Feinmann, José Pablo. 2004. Filosofía y nación. Buenos Aires: Seix Barral.         [ Links ]

16. García Sigman, Luis Ignacio. 2013a. La historia de las ideas latinoamericanas: más mitología que historia. Una crítica metodológica para acercarse al estudio de las obras que se ocuparon del pensamiento político de Juan Bautista Alberdi. Aequitas, 3, http://revistaaequitas.files.wordpress.com/2013/09/garcc3ada-sigman.pdfLinks ]files.wordpress.com/2013/09/garcc3ada-sigman.pdf" target="_blank">

17. García Sigman, Luis Ignacio. 2013b. Una crítica a la historia de las ideas latinoamericanas a propósito de las obras que estudiaron el pensamiento político de Juan Bautista Alberdi. Análisis de "La tradición republicana" de Natalia Botana. Nómadas, Vol. Especial, América Latina 2013, http://revistaaequitas.files.wordpress.com/2013/09/garcc3ada-sigman.pdf        [ Links ]

18. García Sigman, Luis Ignacio. 2013c. El pensamiento de Juan Bautista Alberdi en la Tradición Republicana de Natalio Botana: ¿historia o mitología? Una lectura crítica desde la nueva historia intelectual. Hib: Revista de Historia Iberoamericana, Vol. 6, Núm. 2, http://revistahistoria.universia.cl/pdfs_revistas/articulo_218_1387395158176.pdf        [ Links ]

19. Halperin Donghi, Tulio. 1992. Una nación para el desierto argentino. Buenos Aires: CEAL.         [ Links ]

20. Ingenieros, José. 1951. La evolución de las ideas argentinas. Buenos Aires: El Ateneo.         [ Links ]

21. Irazusta, Julio. 1968. Ensayos históricos. Buenos Aires: Eudeba.         [ Links ]

22. Jozami, Eduardo. 2012. Querellas historiográficas en torno a Juan Bautista Alberdi. En Juan Bautista Alberdi y la independencia argentina. La fuerza del pensamiento y de la escritura, compilado por Diana Quattrochi-Woisson, 215-228. Buenos Aires: UNQ.         [ Links ]

23. Korn, Alejandro. 1983. Influencias filosóficas en la evolución nacional. Buenos Aires: Hachette.         [ Links ]

24. Mignolo, Walter. 2007. La idea de América Latina. La herida colonial y la opción descolonial. Barcelona: Gedisa.         [ Links ]

25. Myers, Jorge. 1988. La revolución en las ideas: la Generación de 1837 en la cultura y en la política argentinas. En Nueva Historia Argentina. Revolución, república y confederación (1806-1852), editado por Noemí Goldman, 381-445. Buenos Aires: Sudamericana.         [ Links ]

26. Orgaz, Raúl. 1937. Alberdi y el historicismo. Córdoba: Imprenta Rossi.         [ Links ]

27. Palti, Elías José. 1989. Alberdi. Romanticismo y nación. Tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.         [ Links ]

28. Palti, Elías José. 2009. El momento romántico. Nación, historia y lenguajes políticos en la Argentina del siglo XIX. Buenos Aires: Eudeba.         [ Links ]

29. Pachón Soto, Damián. 2008. Nueva perspectiva filosófica en América Latina: el grupo Modernidad/Colonialidad. Ciencia Política, 5, http://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3663394.pdf        [ Links ]

30. Palermo, Zulma. 2010. Pensamiento argentino y opción descolonial. Buenos Aires: Ediciones del signo.         [ Links ]

31. Shumway, Nicolás. 2002. La invención de la argentina: historia de una idea. Buenos Aires: Emecé         [ Links ].

32. Tarcus, Horacio. 2012. La historia editorial como historia intelectual. Avatares de las ediciones de Juan Bautista Alberdi. En Juan Bautista Alberdi y la independencia argentina. La fuerza del pensamiento y de la escritura, compilado por Diana Quattrochi-Woisson. 153-176. Buenos Aires: UNQ.         [ Links ]

33. Terán, Oscar. 1988. Alberdi Póstumo. Buenos Aires: Puntosur.         [ Links ]

34. Terán, Oscar. 2008. Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.         [ Links ]

35. Quijano, Aníbal. 2000. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Lander, E. (ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, compilado por Edgardo Lander. 201-246. Buenos Aires: CLACSO.         [ Links ]

36. Quijano, Aníbal. 2001. Colonialidad del poder, globalización y democracia. s/d. Recuperado de http://www.urbared.ungs.edu.ar/pdf/debate1/art%20relacionados/aquijano2.pdf        [ Links ]

37. Quijano, Aníbal. 2003. Notas sobre "raza" y democracia en los países andinos. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 9: 1, http://www.redalyc.org/pdf/177/17709104.pdf        [ Links ]

38. Quijano, Aníbal. 2007. Colonialidad del poder y clasificación social. En Castro-Gómez, Santiago & Ramón Grosfoguel (eds.), Giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. 93-126. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.         [ Links ]

39. Quijano, Aníbal. 2010. Notas sobre la teoría de la colonialidad del poder y la estructuración de la sociedad en América Latina. Papeles de Trabajo - Centro de Estudios Interdisciplinarios en Etnolingüística y Antropología Socio-Cultural. 19, 1-15.         [ Links ]

40. Rodríguez, Gabriela. 2010. Exilio y comunidades intelectuales en los procesos de consolidación nacional. El impacto de la experiencia chilena en la trayectoria colectiva e individual de los hombres de la Generación argentina de 1837. Estudios Transandinos. 16, 1, 8-31.         [ Links ]

41. Roig, Arturo. 1981. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México D. F.: FCE.         [ Links ]

42. Roig, Arturo. 1995. Tres momentos en el uso de las categorías "civilización" y "barbarie" en Juan Bautista Alberdi. En Proceso civilizatorio y ejercicio utópico en nuestra América, compilado por Arturo Roig. 49-102. San Juan: Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan.         [ Links ]

43. Romero, José Luis. Las ideas políticas en la Argentina. Buenos Aires: FCE.         [ Links ]

44. Shumway, Nicolás. 2002. La invención de la Argentina. Historia de una idea. Buenos Aires: Emecé         [ Links ].

45. Wasserman, Fabio. 1996. Formas de identidad política y representaciones de la nación en el discurso de la Generación del 37. Tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.         [ Links ]

46. Wasserman, Fabio. 1997. La Generación del 37 y el proceso de construcción de la identidad nacional argentina. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani". 15, 7-34.         [ Links ]

47. Weinberg, Gregorio. 1958. El salón literario. Buenos Aires: Hachette.         [ Links ]

48. Zimmerman, Eduardo. 2012. Liberalismo y conservadurismo en el pensamiento de Alberdi. En Juan Bautista Alberdi y la independencia argentina. La fuerza del pensamiento y de la escritura, compilado por Diana Quattrochi-Woisson. 241-260. Buenos Aires: UNQ.         [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons