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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.17 no.1 Mendoza jun. 2015

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Carlos Rojas Osorio. Filosofía de la Educación. De los griegos a la tardomodernidad.
Colombia, Editorial Universidad de Antioquia, 2010. (404 p.) ISBN 978-958-714-390-4

Mariana Alvarado

CONICET

 

En ciertas ocasiones, cuando el ejercicio docente, en la enseñanza de la filosofía, logra separarse de la reproducción del saber para dar lugar a un espacio de producción deviene el docente-escritor y, en alguna oportunidad el docente-investigador. Cuando estos devenires se cruzan, el trabajo docente se actualiza y profesionaliza desde el aula, hacia la práctica y con los alumnos puesto que el docente es a la vez profesor, filósofo  y didacta. Quizás, algo del orden de esa cruza haya tenido lugar en la producción del texto de Carlos Rojas Osorio puesto que, tal como él lo presenta, aúna esfuerzos con estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo para la revisión y el desarrollo de contenidos, en el marco de su participación en "las actividades del movimiento de la educación como desarrollo del pensamiento", encabezado por Ángel Villarini en el Caribe con el apoyo de la Universidad de Puerto Rico.

La Filosofía de la Educación aparece discursivamente en una "red de saber educacional" -propone Rojas Osorio este término metafórico para aludir a la complejidad de la educación y la necesaria complementación de saberes para realizar sus logros- conformada por ramas diferentes que contribuyen al estudio de un mismo objeto desde aristas distintas. Si "la educación es un proceso y una institución social ligada a la cultura que se transforma históricamente; pero es también un proceso individual en el que la persona se socializa y tiene la oportunidad de desarrollar potencialidades humanas" (XXIII) una Sociología de la Educación encarará a la educación en cuanto proceso social y desde sus instituciones mientras que la Historia de la Educación se detendrá en los cambios y transformaciones históricas en cuanto preservación, transmisión y/o declive de la tradición como base de una civilización. Los procesos del aprendizaje serán objeto de la Psicología de la educación; la Pedagogía se centrará en la enseñanza en tanto que la Didáctica propondrá técnicas para situar cierto saber en el aula. La Política Educativa programará una educación en miras de un Estado que se vale de expertos en esta red de saberes educacionales y especialistas que instrumentalizan conocimientos provenientes del campo educativo para proyectar e implementar sus políticas. La Filosofía y la Educación se dan la mano cuando aparece la necesidad de pensar los fundamentos epistemológicos, antropológicos, éticos y estéticos de la educación. En este sentido, la Filosofía de la Educacion analiza en qué consiste el conocimiento, cuál es el criterio de verdad del conocimiento y cuáles son las mejores formas de comunicar ese conocimiento a los demás.

Lejos de la disputa a la que daría lugar el orden de los saberes que constituyen una Ciencia de la Educación a contrapelo de una Filosofía de la Educación, Rojas Osorio propone por un lado, un recorrido por las filosofías de la educación de los "grandes filósofos" concebidas como  aplicaciones cuasi-deductivas de los princios filosóficos que ellos sustentan -tal es el caso de Platón, Aristóteles, Agustín, Tomás de Aquino, Kant o Hegel- y, por otro, y atento a los programas de Herbart o Dewey, por las filosofías gestadas en función de la pedagogía.

Pero si bien es factible hacer la distinción respecto de quienes "hacen" filosofía y son concebidos por el canon como filosófos  y  aquellos otros que enseñan filosofía y son concebidos como reproductores de lo producido por otros, vale desmontar la creencia que estima como posible la distinción clara entre los ámbitos de producción y reproducción del saber como disociables en la práctica tal y como de aquellos que teorizan sobre ciertos problemas didácticos y aplican ciertos dispositivos o bien de aquellos que enseñan filosofía y producen una filosofía de la enseñanza.

En este sentido, entiende Rojas Osorio que, no todos los problemas que en uno u otro momento de la Historia de la Filosofía de la Educación, se consideraron pertinentes son un problema para la Filosofía en la actualidad. Muchos temas han pasado a formar parte de una determinada rama del saber en la que la Filosofía tiene sino poco, ningún lugar. En este sentido, que sea posible hablar de una Filosofía de la Educación es decir, que quepa la posibilidad de producir un saber crítico que se anime a preguntar otra vez, respecto de los supuestos sobre los que se monta la tarea de educar es, por lo menos, intempestivo, aunque urgente. 

La exploración abarca en forma histórica el pensamiento occidental. La paideia griega -los sofistas, los epicureos y los escépticos-; el humanismo entre los romanos; la educación de la mujer en Roma y Grecia; la edad media, el renacimiento y la ilustración; el idealismo alemán y el krausismo español; la pedagogía científica en la figura de Johann Heinrich Pestalozzi; el pragmatismo de Charles S. Peirce, John Dewey y Richard Rorty, el pensamiento tardo-moderno H. Habermas, Niklas Luhmann, Michel Foucault, Edgar Morin, Pierre Bourdieu, Jacques Derrida; el materialismo histórico, la pedagogía crítica y el constructivismo social; los pensadores latinoamericanos como los venezolanos Simón Rodríguez, Andrés Bello, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el cubano José Martí y el brasilero Paulo Freire; los nuevos desarrollos de la educación liberadora desde la ética y la estética del puerto riqueño Ángel Villarini Jusino y la pedagogía latinoamericana del guatemalteco Jacinto Ordóñez Peñalozo.

Pensar en América Latina, pensarla desde sus comienzos, es decir desde un comienzo preciso, desde los pueblos indígenas e integrar las aportaciones de las pedagogías producidas en otras latitudes en perspectiva latinoamericana son los ejes desde donde Ordóñez Peñalozo articula su propuesta para una educación latinoamericana. Rojas Osorio asume, en la perspectiva de Henry Giroux, Stanley Atronowitz y Jean Baudrillard, la crítica que desde la tardomodernidad se dirige a la modernidad. El cuestionamiento a las totalizaciones que supone la crítica a la racionalidad instrumental y que lleva al rechazo de las grandes narrativas, pretende no sólo de una nueva cartografía del espacio social sino además de una crítica descentralizadora del sujeto que pone en evidencia sujetos plurales. Ese posicionamiento, en la mirada de Rojas Osorio estaría sostenido por: una ética de la alteridad; la crítica desde la diferencia; el rescate de la contra-memoria; la decodificación de las prácticas; cuestionar la voz; maestro como intelectual público comprometido; un currículo pluriculturalista concéntrico.

Es destacable el planteo de la cuestión en este último punto. El currículo educativo, sostiene Rojas Osorio, responde a parámetros occidentales que han permitido mantener cierto lenguaje, cierto conocimiento, ciertos valores "propios" de la cultura occidental. En este sentido, la pedagogía ha excluido las historias y las experiencias de grupos subordinados, oprimidos, marginados y, sobre la autoridad del texto ha mantenido relaciones de dominación. De lo que se trata es de "decodificar las prácticas" y "deconstruir los textos" para no ya echar ojos al canon sino abrir la escucha a otras voces que reclaman sus propias contra-memorias (obreros, mujeres, culturas tercermundistas, afroamericanos, latinoamericanos, etc.) para descubrir nuevas posibilidades en el texto desde el contexto de las luchas sociales y permitir un lenguaje que rompa con la tiranía y las asimetrías sociales. "Es necesario desterritorializar las culturas maestras, dominantes y sus grandes textualidades (…) transgredir las fronteras, situarse en los bordes, descentrar y volver a diagramar en forma diferente son prácticas de resistencia" (339). La propuesta pluriculturalista podría ser una opción desde una perspectiva concéntrica. Resignifica, Rojas Osorio, el consejo de José Martí, iniciar el estudio de la propia cultura, "nuestra Grecia, es preferible a la Grecia que no es nuestra". Tal sería el caso de la puertorriqueña para luego avanzar sobre la caribeña y desde ahí hacia la latinoamericana y, luego, la continental. Partir de la propia cultura para ir en "ondas concéntricas" hacia las otras culturas.

Instala la inquietud de pensar cómo sería posible una (des)occidentalización del currículo para escuchar otras voces que hablan desde sí y no por otros, para invertir el mapa, para mirar el Sur desde y en el Sur. "El occidentalismo ha tenido efectos nefastos sobre grupos culturales marginados o no-occidentales. ¿Se les enseña o se les permite a los muchos grupos sociales negros el estudio de la cultura de la negritud? ¿Permite la enseñanza oficial dicho aprendizaje? ¿No quiere más bien esta enseñanza asimilarlos a los patrones supuestamente superiores de la llamada civilización occidental? Lo mismo puede preguntarse con relación a grupos sociales latinoamericanos en otras partes del mundo, como Europa o Norteamérica".

 

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