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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.17 no.2 Mendoza dic. 2015

 

COMENTARIOS DE LIBROS

POLÍTICA Y FENOMENOLOGÍA. Comentario del libro de Belvedere, Carlos. Semejanza y comunidad. Hacia una politización de la  fenomenología.
Buenos Aires, Editorial Biblos,  2006, 131 páginas.

Jerónimo Ariño Leyden

FFyL, UNCuyo

 

La fenomenología es a menudo criticada por su aparente apoliticidad. Frecuentemente se la califica de ser una filosofía encubridora del status quo que, dirigiendo su mirada casi exclusivamente a cuestiones de índole gnoseológica, no llega a problematizar en su verdadera dimensión la conflictividad presente en el ámbito social. Por esta razón, Carlos Belvedere, investigador de CONICET y docente en Universidades de Buenos Aires, intenta en su libro sacar a la luz algunas propuestas de abordaje de lo político por parte de Husserl y de los filósofos que de algún modo estuvieron vinculados a la fenomenología, para poder vislumbrar en ellas los verdaderos alcances de esta "corriente" en el ámbito de las ideas políticas. Sin embargo, esta tarea se enfrenta con algunas dificultades: por una parte, la brevedad del texto ofrecido no logra desarrollar las argumentaciones que deberían ser desplegadas en torno a los temas citados y por otra parte, como sostiene el propio autor en el prólogo a su obra, la tematización de lo político se produce en la fenomenología de un modo indirecto, casi implícito. En este sentido, en la búsqueda de mostrar el vínculo de fenomenología y política, el problema de la intersubjetividad adquiere para el autor una importancia capital, ya que es en el mismo en donde se encuentra el nudo de la politicidad latente en la fenomenología.

La politicidad latente, a la que alude Belvedere está emparentada con una tradición emancipatoria  que se remontaría a la Antigüedad con los cínicos, epicúreos y sofistas, hasta llegar a la recuperación de la herencia kantiana de la ética discursiva, pasando por las posiciones contractualistas de Hobbes, Locke y Rousseau. Esta tradición emancipatoria en la cual es enmarcada la fenomenología estaría caracterizada por sostener un "igualitarismo apriorístico"entre todos los seres humanos en pos de dejar de lado las diferencias sociales, económicas o religiosas entre los miembros de una comunidad, que permita alcanzar una armonía que englobe a todos sus miembros. El pasaje de la apoliticidad señalada como lugar común para analizar la fenomenología a la de inscribirla en el marco de una filosofía de la emancipación es un tanto apresurado. Belvedere sostiene que la fenomenología no representa una filosofía encubridora de los intereses dominantes, en la medida que hace hincapié en nuestras semejanzas antes que en nuestras diferencias, y contribuye en este sentido, a romper con el plano de las desigualdades en el campo social.

De este modo, los principales vínculos de la fenomenología con la tradición emancipatoria en la cual se la puede enmarcar, se encuentran, principalmente, en la filosofía contractualista de Locke y la postulación del estado de naturaleza. Dicho estado, dista de ser la "guerra de todos contra todos" propuesta por Hobbes, sino que se asemeja a la "comunidad trascendental de intersubjetividades" postulada por Husserl en la quinta de sus célebres Meditaciones Cartesianas, en la cual el vínculo intersubjetivo es fundamentado en la subjetividad trascendental. En ella el semejante se presenta como una parte ineludible y constitutiva de nuestra experiencia del mundo, razón por lo cual no es posible pasarlo por alto al momento de problematizar el vínculo sociopolítico.

En la primera parte del libro, realiza un repaso por los distintos representantes de lo que a grandes rasgos se puede llamar tradición fenomenológica. En el mismo se exponen de manera somera las posiciones de Husserl, Scheler, Heidegger, Sartre, Merleau-Ponty, Schutz, Levinas y Henry, para ser vinculadas con alguna de las posiciones contractualistas de Locke y de Hobbes.  Con la excepción de Heidegger, en el cual Belvedere cree hallar una antropología negativa similar a la de Hobbes, en todas las otras posiciones revisadas predomina la afinidad con Locke y se  sostiene que la comunidad es el estado natural del hombre. Así como también se afirma que antes que haya guerra, ha sido necesario que haya habido una comunidad.

En la segunda parte del libro son revisados rápidamente algunos de los exponentes de la tradición emancipatoria esbozada por Belvedere, para observar en ellos una "proto-fenomenología" del vínculo intersubjetivo, que aun permaneciendo en lo que Husserl llama actitud natural, logran vislumbrar ciertas características de lo comunitario que posteriormente serán tematizados en las distintas posiciones de la fenomenología. Aquí se repasan los tópicos contractualistas de la fenomenología, la posición de Rousseau, y la recuperación kantiana del contractualismo. Cabe preguntarse, frente a esta reconstrucción llevada adelante por el autor, si esta colección de posiciones es legítima, ya que en la misma tradición emancipatoria también es incluido Marx y las distintas posiciones marxistas posteriores. Más allá del valor de la teoría marxiana como crítica al status quo, puede resultar un tanto osado colocarla en la misma senda que la fenomenología, o por lo menos su justificación necesitaría de una explicitación que no alcanza a realizarse en el libro.

La tercera parte de la obra es propiamente fenomenológica, a diferencia de las dos primeras en las cuales realiza repasos históricos por distintas posiciones tanto de la fenomenología como de la tradición emancipatoria mencionada anteriormente. En esta última parte Belvedere lleva a cabo un ejercicio fenomenológico con el fin de mostrar en el ámbito práctico como pueden ser aplicadas las prescripciones de la fenomenología. Para ello toma como punto de partida la percepción de un semejante que tenemos en nuestra experiencia cotidiana. Dicha percepción se produce aún antes que tengamos un conocimiento del mismo, antes que lo hayamos representado. En esta experiencia, antes que tener una imagen del semejante, contamos con su presencia, y la importancia que reviste es que ella da comienzo al trato intersubjetivo. Es a partir de la percepción del semejante, a la cual Belvedere califica como apodíctica, donde se origina la vida comunitaria. Tomando como punto de partida al semejante, se puede llegar a la experiencia del Otro, que sería una construcción especulativa elaborada sobre la base de la experiencia primera del semejante. En este planteo se deja entrever el "comunitarismo apriorístico" postulado por la fenomenología, ya que en la experiencia del semejante no existiría el conflicto, sino que este se incorporaría en un segundo momento. Asimismo, la percepción del semejante incluiría en sí misma dos determinaciones, la diferencia y la igualdad, ya que en el semejante percibo a alguien distinto de mí, pero que sin embargo es igual a mí. Luego de describir la experiencia perceptiva del semejante, propone Belvedere que restableciéndole el lugar prioritario que le corresponde,  sirva también de fundamento para el trato intersubjetivo, es decir, para la comunidad.

Más allá del intento del autor por hacer explícita la politicidad implícita en la fenomenología, se sigue manteniendo una visión idílica del ser humano, que ubica a la conflictividad del trato social como un momento derivado y posterior a la armonía imperante entre los miembros de una comunidad. Esta visión, que podría ser caracterizada como ingenua, choca con la percepción que tenemos de la historia y de los procesos sociales, los cuales en su propia dinámica interna presentan un nivel de conflictividad que a nuestro entender no es tematizado de manera satisfactoria en la propuesta fenomenológica tal como la presenta el autor. Si bien es cierto que algunos autores como Levinas toman al conflicto como algo presente en el campo social, este se originaría en un segundo momento, cuando desconocemos las implicancias éticas presentes en la percepción del "rostro" del otro; por lo cual el planteo seguiría manteniendo una antropología positiva que aleja al conflicto como propio del ser humano. El único caso relevado por Belvedere, en el cual se presentarían en pie de igualdad tanto la relación armoniosa entre miembros de una comunidad, como los conflictos existentes en ella, es en la filosofía de Heidegger, especialmente en Ser y Tiempo. Aquí cuando son descriptos los distintos modos en que se presenta la solicitud (estructura existencial del dasein que se relaciona con su vida comunitaria), se enumeran sin emitir un juicio de valor ni de prioridad, distintos tipos de relaciones entre miembros de una comunidad, que van desde el anticipativo-liberador al sustitutivo-dominante. El primero de estos modos, podría ser valorado de manera positiva, ya que implicaría tomar al otro como un fin, en tanto que el segundo reduce al otro a ser un medio para determinados fines. Es por esta razón que Belvedere califica a Heidegger como "el más hobbesiano" de los deudores de la fenomenología, juicio que también merecería un desarrollo.

Lo interesante de este texto es su intento por integrar a la fenomenología al ámbito de la filosofía política. Sin embargo, en la lectura propuesta, no se deja de presentar al trato intersubjetivo como una relación armoniosa entre miembros de una comunidad, lo cual presenta a nuestro entender cierta ingenuidad, ya que en los hechos el trato social se presenta de maneras más complejas, y donde la lucha de intereses permite advertir que los avances conseguidos por las distintas minorías sean  el resultado de arduas luchas prolongadas en el tiempo. A pesar de ello, resulta destacable la propuesta de Belvedere.

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