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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.18 no.1 Mendoza June 2016

 

DOSSIER

Existencia e interculturalidad

Existence and Interculturality

 

Dina Picotti

Universidad de General Sarmiento

 

Recibido: 23/09/2015
Aceptado: 24/04/2016


Resumen

En medio del constante replanteo que la filosofía y las ciencias humanas en general han venido haciendo de nociones básicas como la de 'existencia', un horizonte de planteo intercultural permitirá acoger mejor las demandas de las sociedades contemporáneas cruzadas por diferentes centros histórico-culturales y por el fenómeno común de los movimientos sociales exigiendo cada uno reconocimiento de sus propios derechos. Se concibe tal planteo como una 'odisea de la libertad' (en la acertada expresión de P. Ricoeur, 1993: 70), ya que intenta perseguir el difícil camino de la libertad –en tanto poder ser- hacia la realización de sí mismo, en relación al reconocimiento de sí y de los otros, en el ámbito comunitario y político. Sin olvidar la buena relación con la naturaleza y el cosmos (las exigencias ecológicas) y con lo que trasciende a cada realidad, en tanto abrigo de infinitud en el ámbito artístico y religioso. Se advierte entonces que el camino a la libertad atraviesa todo tipo de dificultades.

Palabras clave: Existencia; Interculturalidad; Diversidad; Pensar interlógico; Comunidad.

Abstract

Amid the constant reconsideration of basic notions such as "existence" by philosophy and human sciences, an intercultural proposal will give a better response to the demands of contemporary societies, which are crossed by different historical-cultural centers and by the common phenomenon of social movements claiming for their own rights. Such proposal is conceived as "an odyssey of freedom" (as P. Ricoeur accurately expresses, 1993: 70), since it pursues the hard path of freedom—as possibility to be—towards his own realization and regarding his own and others' acknowledgement in the community and political sphere, not forgetting the good relationship with nature and the cosmos (ecological requirements) and with what transcends each reality, as a shelter of infinity in the artistic and religious field. It is then noticed that the path to freedom undergoes all kinds of difficulties.

Keywords: Existence; Interculturality; Diversity; Inter-logic thought; Community.


 

Los problemas básicos que afectan las concretas condiciones de vida, así como los relativos a la diversidad cultural que atraviesa a las sociedades contemporáneas y la exigencia de un adecuado planteo teórico–práctico que les corresponda, es una experiencia que desafía a las sociedades contemporáneas en general en el sistema globalizado vigente. Esta cuestión no es nueva, dado que la historia concreta de la humanidad se desplegó siempre a través de una diversidad de sujetos, de identidades sociales, pueblos y culturas, de centros históricos, paradigmas y estilos forjadores de sus respectivas experiencias y articulaciones de lo humano, de sus identidades y de sus formas diversas de vida que fueron interrelacionándose de modo pacífico o conflictivo. Aun cuando no haya novedad en la diversidad, esta parece finalmente preocupar tanto en el aspecto teórico– sobre todo para las ciencias humanas– como en el aspecto práctico orientado a la generación de una política de estado si se tiene en cuenta su actual y frecuente presencia en la agenda pública. En el caso de América, cruce fecundo y a la vez dificultoso de pueblos originarios y otros advenidos, cabe pensar desde su compleja historia, dejándola explicitarse, permitiendo que surja a su propia luz y lenguaje. Desde estos ejercicios se ofrecen, ciertamente, sendas renovadoras para la civilización global y el pensamiento en particular.

Por lo que la tarea del pensar no puede ser sino en diálogo entre los diferentes constitutivos y paradigmas, es decir, se trata de una tarea interdisciplinaria e intercultural

¿Qué entendemos, en primer lugar, por pensamiento crítico?

En la filosofía, desde Kant se llama criticismo al procedimiento que pretende establecer la posibilidad, el origen, la validez, la legalidad y los límites humanos del conocimiento y acción; no se trata sólo de una fundamentación del conocimiento sino de una actitud que afecta a todos los actos de la vida humana. La época moderna, considerada como una época crítica, revela el carácter de ese criticismo que pretende averiguar el fundamento racional de las creencias últimas, no sólo de las explícitamente reconocidas como tales, sino de todos los supuestos y pretende así iluminar toda la existencia humana. De modo tal que el pensamiento crítico, del verbo griego διακρίνει, distinguir, separar, juzgar, pretende analizar y evaluar la consistencia de los razonamientos, en especial aquellas afirmaciones que la sociedad  acepta como verdaderas en el contexto de la vida cotidiana, a través de la observación, la experiencia, el razonamiento o el método científico. Exige claridad, precisión, equidad y evidencias, ya que intenta evitar las impresiones particulares y detectar las falacias.

En el proceso que implica, utiliza el conocimiento y la inteligencia  para alcanzar una posición razonable y justificada sobre un tema, reconocer y evitar los prejuicios cognitivos, identificar y evaluar los argumentos y las fuentes de información. Para ello requiere una serie de habilidades fundamentales, por ejemplo, la capacidad de interpretar tanto ideas como situaciones o datos de diversa índole, de analizar lo que tiene ante sí, de evaluar diversos parámetros, entre los que se encuentran las intenciones del autor o fuente, pues sólo de esa manera sabrá si otorgarle o restarle credibilidad. Asimismo implica evaluar y analizar las interferencias que se puedan producir y la habilidad para explicar los argumentos que son fundamentales en sus conclusiones, todo ello sin dejar de autoanalizarse y examinar los propios pensamientos. Por consiguiente, un pensamiento crítico no implica pensar de forma negativa o con predisposición a encontrar defectos y fallas, ni intenta cambiar la forma de pensar de las personas o reemplazar los sentimientos y emociones; su objetivo es evitar las presiones sociales que llevan a la estandarización y al conformismo, entender cómo reconocer y mitigar o evitar los distintos engaños a los que se está sometido en la cotidianeidad, por lo que desconfía de ciertas fuentes de información como los medios de comunicación, ya que tienden a distorsionar la realidad, duda de todo lo que se lee o escucha, para acercarse con mayor precisión a la objetivación de los datos.

En relación con estas intenciones y objetivos se ha desplegado toda una historia en el seno mismo de la filosofía occidental, que cabe recordar al menos a través de una sintética referencia. Veamos algunos tramos ineludibles.

La fenomenología, ante el hecho que Husserl (1936) caracterizaba como de 'crisis de las ciencias', encaró una tarea de fundamentación de los dos polos del conocimiento, el de la subjetividad y de la objetividad, reconociendo más allá del planteo trascendental de Kant en torno a las condiciones subjetivas de la posibilidad del conocimiento, que el sujeto no sólo se constituye a través de sus actos, sino también a través de los demás sujetos y del mundo de la vida. Heidegger (1963) dirá que el Dasein está arrojado en ella y que es en su propio ser comprensión de ser, por lo que antes de toda teoría del conocimiento se requiere una ontología de la comprensión, y el conocimiento se convierte entonces necesariamente en interpretación.

La disputa de los años 60 entre comprensión y explicación, representada sobre todo por Gadamer (1965) y Habermas (1968) evidenció la exigencia de complementación en lugar de oposición entre ambas orientaciones ya clásicas, dado que toda explicación supone y conduce a una interpretación y ésta difícilmente pueda lograrse de modo inmediato sino que se requiere de las explicaciones que puedan serle conducentes. Al respecto P. Ricoeur (1969; 1985) concluye que la hermenéutica, además de ser crítica, exige una 'vía larga' que pase por las diferentes interpretaciones que produce la cultura respondiendo a las exigencias de los tiempos e instruyéndose en ellas.

Por nuestra parte, desde las márgenes del centro que despliega tal racionalidad filosófico–científico–técnica hoy globalmente vigente y desde un continente que fuera colonizado y hoy en actitud decolonial de reconocimiento de los propios constitutivos histórico–culturales, no podemos sino continuar tal vía larga pasando por todos ellos. Mas esto exige, en tanto crecidos en la 'colonialidad del saber y del poder', en primer lugar una tarea de autodescubrimiento, recorriendo tales constitutivos, dejándonos instruir por ellos, lo que implica seguir construyendo la inteligibilidad o modo de comprensión y la racionalidad o modo de articulación como respuesta. Ello equivale a una tarea 'interdisciplinaria', dado que por su carácter complejo requiere el concurso de las diferentes disciplinas y saberes para atender a la pluralidad de perspectivas posibles, así como también implica una tarea 'intercultural' dado el cruce de culturas que nos conforma.

Un pensar interlógico

Se trata, en fin, de un pensar que configura su inteligibilidad y racionalidad en la medida de su experiencia, o sea, atravesando lo que acaece –identidades, disciplinas, culturas– en calidad de "interlógico", al mismo tiempo que debe enfrentar las posibilidades y dificultades propias de las relaciones vivientes.

Atravesar lo que acaece implica reconocer aquí la importancia tanto básica como poco comprendida y valorada del planteo heideggeriano de 'el otro comienzo del pensar', no ya en el 'yo pienso' que siempre involucra un determinado modo, sino en el ser como acaecer. Se separa de la idea de una lógica normativa, que desde sí pretenda comprender y ponderar las diferencias, pero también se distingue de un planteo paralógico (1987)1 y multiculturalista, que se limite al registro de la pluralidad y diversidad, por cuanto entiende que debe conformarse con y a través de ellas, dejándose informar y transformar en relación de sujeto a sujeto, construyendo en esa convivencia su inteligibilidad y racionalidad. También se diferencia de los meros estudios culturales, en tanto, a pesar del innegable valor de haber puesto a las culturas en el foco de atención y de los estudios realizados acerca de ellas en los más diferentes aspectos, corren el riesgo de mantenerse en la relación sujeto–objeto, de no partir de ellas mismas y su interrelación y reconocimiento como sujetos históricos y políticos, lo cual tanto en el terreno teórico como práctico significa prolongar el statu quo de una posición centrista y/o interesada y por lo tanto desconocedora. Se tiene conciencia también de las dificultades de la tarea, por cuanto las posibilidades de comprensión y asunción de las diferencias dependen de la capacidad de apertura para acoger otra propuesta de mundo y articularla con la propia.

Los modos y recursos del lenguaje

Si siempre el pensar ha tenido que ver esencialmente con el lenguaje y ello se ha manifestado a través de todas las tradiciones culturales, en el pensar occidental contemporáneo se evidenció una preocupación expresa por orientarse hacia una reflexión lingüística, sea en relación con las grandes cuestiones del lenguaje como con las vías concretas del mismo en calidad de diferentes accesos e interpretaciones, al punto de que se ha hablado de "giro lingüístico". Ante la experiencia de todos los pueblos el lenguaje aparece como originario, es decir, perteneciente a la misma esencia humana y a sus comunidades históricas concretas, en las cuales se despliega. Ser hombre equivale aλόγος, en la denominación griega, ratio y lingua, en la traducción latina; para todas las culturas significa inteligir lo que es y aquello en medio de lo cual se está, nombrarlos y articularlos, con lo que el lenguaje viene a ser el mismo modo de vida, de habitar un mundo. Es así como todo lenguaje despliega una determinada experiencia y articulación de las cosas y del hombre en el espacio de juego que el acaecer libera, y a través de ello se articula a sí mismo. De allí que equivalga a la construcción de la identidad personal y comunitaria, a la identidad de un pueblo. Pero aunque todo lenguaje sea y pertenezca a una cultura, siendo ésta un modo humano de concreción, pertenece también a toda la humanidad, desde su singularidad alcanza un valor universal. Todo lenguaje configura un determinado horizonte de comprensión que un pueblo va esbozando a través de su historia conforme a cierta experiencia de realidad; dicho horizonte aparece indicado a través de símbolos y mitos que como "operadores seminales" (Kusch, 2000)2 ejercen la función de distribuidores de sentido. Las diversas culturas han ido trazando diferentes horizontes de inteligibilidad, no reducibles entre sí, en cuanto significan caminos diferentes de vida humana. De allí que surja la necesidad no de simple traducción o equivalencia entre lenguajes, sino más bien de interrelación, convivencia, diálogo posible dada la apertura infinita del espíritu humano, que puede asimilar otras concreciones además de la propia. Si por ejemplo se desea comprender al brujo de una tribu, al curandero de una comunidad criolla, a las danzas de un grupo afro, a un caudillo, a un modelo científico o a un estilo artístico, será preciso dejarse informar por su horizonte de inteligibilidad, su proyecto de vida, sin quererlos juzgar desde una inteligibilidad previa, que suele llevar inconscientemente como medida el cientista social desprevenido o cualquiera de nosotros.

Y si bien los estudios comparativos aportan luces al observar estructuras semejantes, también pueden confundir cuando el tema en cuestión no es visto desde su propio contexto histórico; en todo caso se descubrirán, aun en estructuras semejantes, sentidos, articulaciones, modos diferentes. El horizonte de comprensión desde el que se habla y se articula todo tipo de lenguaje –pensamientos, gestos, habla, silencio, acciones– tiene que ver con el existir mismo; toda articulación concreta adquiere sentido o carece de él desde allí, indica un modo de experiencia y por lo tanto es también limitada. Todo discurso dice algo o calla desde un horizonte que hace al mismo existente y que abre la posibilidad de un antidiscurso; por ello por ejemplo, las variantes de la literatura oral se comprenden desde el horizonte o totalidad indeterminada en la que se encuentra el existente, que hace que todo lo que se pueda decir pueda ser trascendido y apele a una verdad más profunda que la simple correspondencia a una realidad determinada. Un ámbito no extraño pero sí olvidado por un pensar objetivador, que se inclinó a favor de lo tético, factual, lo que explica su dificultad para acoger otros modos.

El lenguaje humano se ha diversificado al desplegar históricamente sus posibilidades, pero también al mismo tiempo se ha dispersado y desentendido, como ya lo indicara el relato bíblico de la Torre de Babel. Se hace preciso reunirlo en el recíproco aprovechamiento de sus diferentes modos y recursos, entre ellos los plasmados por la así llamada "civilización" y las diferentes "culturas", porque cada uno significa una respuesta irreemplazable a una realidad que siempre nos excede y un tramo ineludible de la historia de la humanidad. Por ejemplo, en el contexto intercultural de América Latina, en el que estamos insertos, se impone el diálogo entre sus múltiples vertientes, tan ricas como no suficientemente exploradas ni aprovechadas. De ello habría de surgir un pensar y un lenguaje cuyo modo y categorías reflejaran la convivencia de las mismas y el despliegue de sus posibilidades. La constitución histórico–cultural del continente a través de un complejo proceso, en el que confluyeron y se entrecruzaron grupos humanos ya existentes con otros advenidos a partir de la conquista y colonización, se traduce, como uno de los signos más sensibles y mejor rastreables, en la presencia de toda una diversidad de lenguas. Si bien muchas desaparecieron en los avatares del proceso muchas otras persistieron y se recrearon testimoniando, a pesar de conflictos, marginaciones y destrucciones, la pluralidad y diversidad de los protagonistas de tal historia y de la configuración de nuestra identidad. Sin embargo, la vigencia de una lógica que se impuso como normativa a través del proceso "civilizatorio", hoy globalizado, y la falta de propias decisiones en nuestros países, hace que la diversidad de lenguas permanezca poco menos que desconocida en tanto ellas no son integradas a la educación ni están presentes en general institucionalmente en nuestros países, cuya organización política, no obstante, debería corresponder al modo de vida y a todas las exigencias del cuerpo comunitario, para poder orientarse a su pervivencia y despliegue adecuados. Aunque también es dable observar que surgen algunas iniciativas que apuntan a ir transformando esta situación, como los programas de enseñanza intercultural implementados en algunos países, que Unesco promociona3.

Los Congresos nacionales, interamericanos e internacionales de lingüística revelan un progresivo despliegue de estudios del lenguaje, en todos los aspectos y también en el de las singulares lenguas del continente a través del registro del léxico, la fonética, la estructura gramatical y sintáctica, entre otros aspectos. Pero tal vez no han avanzado en la consideración de lo que tal estructura misma y los modos de habla significan en cuanto portadores de una determinada experiencia de realidad y por lo tanto de un modo de ser, de una identidad; tampoco lo que significa en este sentido su influencia en las lenguas oficiales. M. Heidegger (1959) observaba con clarividencia que a pesar de los múltiples y significativos conocimientos aportados por las ciencias del lenguaje, aún no se pregunta por el lenguaje mismo y no varía la representación gramática–lógica–filosófico–científica desde hace dos siglos y medio; consideraba que superando la actitud objetivadora se ha de ingresar en el propio lenguaje para permitirle hablar de sí. Tan sólo en una relación de sujeto a sujeto será posible un adecuado reconocimiento de nuestra diversidad lingüística. Dada la importancia de las lenguas con respecto a la identidad como manifestación esencial de ella a lo largo de su construcción histórica, cabe pensar en una política lingüística otorgando a las propias lenguas posición central en un proyecto de país que incluya como punto neurálgico la política cultural y educativa.

A pesar de la "Declaración universal de los derechos lingüísticos", promulgada por organizaciones no gubernamentales en Barcelona en 1996, que explicita entre otros aspectos el derecho al empleo equitativo de la propia lengua y a ser educado en ella, y de la legislación argentina actual que prevé derechos consecuentes para las culturas aborígenes, tanto en la Constitución como en la Ley federal de Educación, sin embargo se constata que gran parte de nuestra ciudadanía adolece de la falta de información y educación necesarias para reconocer y valorar la diversidad lingüística, sosteniendo más bien prejuicios al respecto. Por otra parte, no se cuenta todavía con los materiales didácticos necesarios ni con la formación docente adecuada para poner en práctica una educación intercultural para todos, además de bilingüe en las zonas que la requieren. Tampoco se cuenta con investigaciones suficientes dirigidas a la efectiva incorporación de las lenguas indígenas, a pesar de algunos avances en este sentido. Estas observaciones se extienden mucho más a la situación que se ofrece con respecto a las lenguas africanas y su influencia. Por lo cual, si queremos modificar este panorama, que atenta contra nuestra integridad cultural y por lo tanto contra los mismos recursos de los que el país podría disponer, deberán tomarse algunas decisiones en diversos niveles, de las que somos todos responsables.

La exigencia de otro orden práctico

Un pensar y un lenguaje interlógicos significan también, como se advierte, una actitud práctica, mejor aún, la involucra, y supone una configuración consecuente en cada uno de los ámbitos de la vida. Exige una actitud ética, entendida en el sentido más originario de la "buena relación" del ser humano consigo mismo, con sus semejantes y con las cosas, puesto que lo humano se constituye en el difícil ejercicio de la libertad, en su sentido más originario de poder–ser, que atraviesa toda suerte de dificultades y negaciones. No tratándose de una libertad absoluta creadora, sino condicionada, en tanto procede en un determinado ámbito de juego dado, y recreadora en el sentido de despliegue de posibilidades de los hombres y las cosas, sólo puede erigirse legítima y productivamente sobre la base del "reconocimiento" de todo lo que de alguna manera es, en su propia identidad y potencialidades, lo que equivale, si bien se observa, a la propia interrelación viviente entre los seres, a la interacción.

En el contexto del sistema global en el que nos hallamos inmersos, con sus logros y sus límites, se da también en las sociedades contemporáneas, como se ha mencionado, el fenómeno de emergencia de diferentes identidades sociales que reclaman sus propios derechos, a menudo desde situaciones extremas. La respuesta adecuada a tales reclamos exige desde el pensar un replanteo, que permita a través de una construcción "interlógica" la acogida de modos y dimensiones diferentes de inteligibilidad y racionalidad, de formas de vida que se manifiestan y demandan acogida y respuesta adecuada. Es necesario tenerlo en cuenta para no limitarse a una situación o aspecto puntual, ni dejarse atrapar por una determinada realidad por más contundentes que sean o parezcan los "hechos", sino saber descubrir la inefabilidad e infinita potencialidad de las cosas, y en las diferentes voces de la sociedad otras tantas realizaciones y posibilidades de lo humano.

Si algo lograron los planteos e intentos pacifistas es sobre todo apelar a una lógica más profunda que la de dominio y violencia, la del amor, propia de la vida misma y de todo tipo de realidad en tanto intercomunicación de los individuos, comunión exigida para su subsistencia y despliegue en la unidad y diversidad del cosmos.

Entre otros aspectos, ello implica repensar la noción y el ejercicio del poder, a partir de los vigentes de dominio hacia una dimensión más originaria, asentada en la fuerza y las posibilidades que despliega todo lo que es. De este modo, el progreso hacia la no violencia parece definir el sentido de la historia para la política, como afirmaba Eric Weil (1996) teniendo en cuenta la ambivalencia del Estado en su carácter de forma y fuerza. Esto se traduciría, por ejemplo, en la resolución y no negación de conflictos, así como en la escucha a y la reunión de las fuerzas sociales desde el diálogo no como mero instrumento sino como el modo propio de interrelación de la vida comunitaria, de la construcción de lo público por aporte y consenso de las diferentes voces promoviendo la participación y la responsabilidad tanto estatal como ciudadana.

Conforme observan los cientistas sociales, los profundos cambios afectan el orden global y han producido la reestructuración de las relaciones sociales y el desencastramiento de los marcos de regulación colectiva desarrollados en época anterior. Sus efectos perversos se advierten sobre todo en las sociedades así llamadas periféricas, en las que los dispositivos de control público y los mecanismos de regulación social son indigentes y menores los márgenes de acción política. Los sujetos se encuentran entonces en un contexto de imprevisibilidad, contingencia e incertidumbre crecientes, que por una parte induce a una progresiva emancipación con respecto a las estructuras y por otra pone en relieve el déficit de los antiguos soportes colectivos, lo que obliga a redefinir el mundo exterior para poder establecer una nueva relación con él. En gran parte del mundo contemporáneo, como lo señalan diversos autores (por ejemplo Svampa, 2000) se da un proceso de polarización social, con una alta concentración de la riqueza y de las oportunidades de vida en los sectores altos, una fragmentación cada vez mayor en las clases medias y un notorio empobrecimiento y reducción cualitativa de las condiciones de vida de las clases trabajadoras con el consecuente incremento de excluidos.

En muchos casos los marcos sociales que orientaban las conductas y las prácticas de los actores han desaparecido casi por completo y los sujetos se han visto obligados a redefinir la nueva experiencia para afrontar la situación de empobrecimiento o de exclusión. En otros, los marcos emergentes van configurando nuevas identidades sociales, más frágiles y volátiles. Otros, anclados en vivencias religiosas quizá constituyan la base4 de experiencias más unificadoras. Por otra parte, las transformaciones se operan también en aquellos contextos en los cuales se cristalizan procesos de larga duración, como sucede en el clientelismo y ciertas formas autoritarias de representación política que terminan por refuncionalizar valores tradicionales y estilos políticos jerárquicos dentro de una matriz política democrática.

La buena convivencia que es preciso ganar requiere– además de un modo de pensar y una actitud adecuadas– del respaldo de los órganos a través de los cuales las comunidades históricas responden a sus exigencias, es decir, de las instituciones en tanto "obra común"5. Ello significa su permanente reconfiguración. En el caso contemporáneo, es evidente que ya no satisface a las demandas actuales la figura de la ciudadanía universal, surgida con la Revolución Francesa, para salvaguardar la libertad de todos frente a la aristocracia, porque abstrae de las particularidades; ni el Estado moderno que representó las libertades burguesas; ni la mera tolerancia anglosajona para defender los derechos privados y su forma de vida, porque los deja librados al aislamiento; ni la mera asimilación de lo diverso –autóctono, mestizo, criollo, inmigrante–, practicada, por ejemplo, en nuestros países, porque significa fagocitarlo en un determinado modelo considerado normativo; ni la mera negociación entre fuerzas a que casi se han reducido los gobiernos actuales, porque las abandona a sí mismas. Por el contrario, habría que poder ser protagonistas del nosotros social, a través de una convivencia "interlógica" en la que el patrimonio de cada una esté disponible para todos y a su vez se reconfigure en relación con los otros.

La historia de nuestros países en América Latina desde las declaraciones de sus independencias hasta el presente se ha caracterizado, por una parte por figuras y movimientos libertarios que plantearon claramente la necesidad de hacer surgir la organización política desde la índole y exigencias de sus pueblos, a través de instituciones originadas en ellos, que canalizaran sus propias necesidades, mas por otra parte predominó la asunción de los modelos políticos vigentes en la Modernidad europea y en la América del Norte, que más bien los sometieron a intereses ajenos y a los juegos internacionales de poder. Ello significó prolongar la colonización bajo una aparente faz independiente, un dar las espaldas al sentido de la propia historia, con cierto beneficio o ventaja de las clases gobernantes y exclusión de la mayoría de la población a través de la violencia de formas institucionales impuestas, de una legalidad que no tuvo que ver con la justicia y del siniestrismo de una lógica normativa en todos los ámbitos, que ignora los propios recursos y obstaculiza el propio despliegue.

No obstante, las transformaciones que están verificándose en algunos de nuestros países van mostrando una capacidad innovadora en materia de alternativas políticas y sociales, en variados enfoques que responden a la posibilidad de refundación del Estado, visibles en configuraciones diversas tales como el planteo de un Estado plurinacional en Bolivia; la posibilidad de radicalización del poder popular a través de las formas de democracia participativa como en Venezuela; el análisis de la política gubernamental en clave neodesarrollista como en Ecuador; la apertura de reales posibilidades para toda la población como en Paraguay con la victoria del ex obispo Lugo. En estas transformaciones se muestran los diferentes contornos que asume una transición muchas veces ambivalente, llena de complejidades y matices nacionales, en la lucha por instalar una agenda posneoliberal que intenta asumir las propias exigencias.

La prolongada situación crítica de nuestros países, sometidos a la contradicción de pobreza y exclusión de grandes mayorías, a pesar de la riqueza de sus recursos naturales y humanos, y la ineficacia de sucesivos gobiernos hasta el presente llevó al surgimiento de movimientos desde las bases: los movimientos sociales, de indígenas, negros, campesinos.

Después de las dictaduras de los años 70 se manifiestan diversos fenómenos de cambio, nuevos procesos y liderazgos en la región, tales como articulación de esfuerzos y construcción de alianzas y redes; el surgimiento de nuevos líderes provenientes de la academia, los sindicatos, las milicias, los movimientos sociales; una orientación general hacia el centro–izquierda; el reclamo y avance femenino hacia posiciones de poder político; activa participación y fiscalización ciudadana; la aparición de nuevos actores del drama latinoamericano en los presidentes electos. Seda asimismo el hecho de fundamental importancia del surgimiento de la sociedad civil como actor político y social a través de movimientos en las luchas por la democratización, la participación destacada de las mujeres y el apoyo de las corrientes progresistas de las Iglesias y de la cooperación internacional. Así como también el reconocimiento por parte del sistema de Naciones Unidas y de las Cumbres de las Américas a las ONG de desarrollo, la utilización de la informática para el trabajo en red, la capacidad demostrada por éstas de organizarse a fin de construir representatividad, definiendo ejes principales de trabajo –pobreza, medio ambiente, deuda externa, derechos humanos– y logrando mayor aptitud de negociación con los Estados, por ejemplo en políticas sociales, en la lucha contra la corrupción, la renovación de algunos partidos tradicionales y su incidencia en nuevas políticas públicas.

Es así como muchos analistas consideran que la sociedad civil ha madurado más que el grueso de los dirigentes políticos de la región; los temas más sustantivos los están colocando en la agenda pública las OSC y se ha avanzado significativamente en construir legitimidad y representatividad, están lográndose acuerdos multipartidistas en asuntos claves a partir de las acciones de ellas. En el nuevo marco producido por el largo ciclo electoral se presentan otras perspectivas para el continente: se fortalece el proceso de integración regional con la incorporación de Venezuela como miembro pleno, Bolivia y Ecuador, además de la aproximación de Cuba y posiblemente de Nicaragua. La reelección de algunos presidentes de signo progresista puede consolidar y ampliar el proceso de integración. Por otra parte, el proceso boliviano apunta hacia una vía que adaptada a cada situación nacional, articula por primera vez una estrategia que reúne el fortalecimiento de la ciudadanía y la capacidad de regulación estatal, refundación del Estado y nuevo modelo económico. Esos dos factores afectan directamente dos de los tres ejes fundamentales de poder en el mundo, el monopolio de las armas y del dinero, para que la lucha de América Latina y el Caribe pueda instaurar una estrategia global de construcción de mundo posneoliberal, de necesaria autonomía en relación con la hegemonía imperial, con políticas centradas en la esfera pública y no en la mercantil y con profunda democratización de los procesos de comunicación.

Estos criterios servirán para medir los grados de avance que podrá concretar a partir de resultados electorales positivos. Todas estas transformaciones llevan necesariamente a una idea consecuente de Estado, que un buen observador de la región, Boaventura de Souza Santos (2007) califica de plurinacional, intercultural y poscolonial, expresándose en un constitucionalismo que intenta erigirse sobre el reconocimiento recíproco, la continuidad histórica y el consenso y formas propias de democracia, es decir, de participación y deliberación, derechos colectivos, diversas formas de identidad, territorialidad y autonomías, aunque sobre la idea de una solidaridad nacional. Lo cual implica, teniendo en cuenta la situación presente y las dificultades que entraña, un largo proceso, que me gustaría caracterizar al modo zapatista, "marchando juntos, desde abajo, hacia la izquierda (el lugar del corazón)".

Notas

1. Proponía ante el registro de la pluralidad de paradigmas una legitimación paralógica del saber, que los valoriza y emplea en el espacio de sus posibilidades.

2. Como Rodolfo Kusch atinadamente los denominaba en su reflexión acerca de las culturas.

3. Es una señal favorable que IESALC, el Instituto Internacional de Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, esté promoviendo un planteo intercultural y de este modo también preste acogida institucional a los muchos proyectos concretos que existen en diversos países, pero sin lograr ser integrados a una política educativa y cultural que les brinde suficiente apoyo y les preste inserción y extensión nacional. Es así como, según informa en su Boletín N° 165 de agosto del presente año, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, entrevistando al Dr. Daniel Mato, coordinador del proyecto y de la publicación Diversidad cultural e interculturalidad en la educación superior desarrollado por el Instituto, éste explicita que en el marco de esta investigación se realizaron 36 estudios en 11 países de la región. Cada uno de estos estudios examina al menos un programa o institución de educación superior dedicada a atender las necesidades y demandas de comunidades indígenas y/o afrodescendientes, además de realizarse un estudio abarcador de carácter regional. Destaca que no se trata de una investigación sobre inclusión de personas indígenas o afrodescendientes en instituciones de educación superior "convencionales" sino de experiencias que consideran especialmente las visiones de mundo, necesidades y propuestas de estos grupos humanos. Esta investigación produjo cuantiosos y significativos datos cuantitativos y cualitativos y condujo a la elaboración de 22 conclusiones y 15 recomendaciones. Las recomendaciones fueron presentadas ante la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES, Cartagena, junio, 2008) para su consideración y los estudios, conclusiones y recomendaciones fueron publicados en el volumen Diversidad cultural e interculturalidad en educación superior. Experiencias en América Latina.

4. En tanto tienen que ver con el imaginario social.

5. Tal como las definía Hegel (Lecciones de Filosofía del Derecho) en medio de la discusión moderna en torno al origen del Estado, en tanto mediadoras entre los individuos y éste.

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