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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.18 no.1 Mendoza jun. 2016

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Noya, Elsa. Canibalizar la biblioteca. Debates del campo literario y cultural puertorriqueño (1990-2002).

1 ed. San Juan de Puerto Rico, Ediciones Callejón, 2015. ISBN:978-1-615051-75-5

Sofía Criach y María Eugenia Aguirre

INCIHUSA/CONICET

 

Este libro aborda los debates en torno del campo cultural y literario puertorriqueño de fines del siglo XX, tratando de dar cuenta de la diversidad de tensiones que lo atravesaron y su significación. Dos cosas podemos señalar a modo de breves apostillas iniciales: en primer lugar, que la obra nos sitúa en un anclaje espacio-temporal poco explorado por académicos, tanto nacionales como extranjeros. En segundo lugar y como contrapartida de aquello, destacamos que la autora del estudio, Elsa Noya, lleva más de veinticinco años dedicada a la materia, por lo que podemos decir que quien escribe es una especialista. Justamente esto último despunta la génesis del libro, ya que el conocimiento de autores y textos le permitió a la investigadora advertir que las líneas temáticas que había ido registrando hasta el momento (oralidad y escritura, canon y contracanon, vanguardia y poesía negrista, insularidad, modernización literaria, etc.) podían, o más bien demandaban, una mirada atenta sobre el campo cultural puertorriqueño y la densidad de relaciones que este establece con las fuerzas que lo conforman. Más allá del aliciente (y del desafío) que lo poco explorado puede despertar en un investigador, el campo cultural y literario de Puerto Rico es un caso especialmente singular, tanto por su situación de neocolonialidad como por el aislamiento que supone su carácter insular.

En la introducción, Noya aclara el sentido y extensión del concepto de campo cultural: lo emplea según las investigaciones sobre sociología de la cultura de Pierre Bourdieu, considerando las obras literarias como parte de un sistema de relaciones en tensión y sometidas a las fuerzas que operan en una sociedad determinada, con sus prácticas culturales y su dinámica de funcionamiento. Sin embargo, el empleo de este basamento teórico no significa adscripción acabada, por parte de la estudiosa, a todo el desarrollo que Bourdieu hace del tema. Otra aclaración de Noya es que, si bien el corpus se halla anclado en los debates modernidad/posmodernidad, su investigación no constituye un estudio de la posmodernidad, puesto que las escrituras puertorriqueñas que analiza fueron estimuladas por lecturas que no se agotan en el pensamiento conocido como posmoderno.

En cuanto a la estructura general, la obra está dividida en dos partes.

Primera parte: "Transfixionando debates"

Esta sección, que abarca más de la mitad del libro, consta de cuatro capítulos en los cuales Noya se aboca a analizar distintas producciones discursivas que surgen en determinados momentos de la historia intelectual puertorriqueña, a raíz de coyunturas o bien de hechos históricos puntuales.

En el primer capítulo, titulado "Canibalizar la biblioteca", la investigadora se detiene en cuatro momentos que considera significativos en los debates intelectuales que se dan en el campo cultural puertorriqueño a partir del año 1991. Estos son: la publicación de La memoria rota de Arcadio Díaz Quiñones (1993); las reacciones a una presentación de la cantante Madonna; los cuestionamientos a la escritora Rosario Ferré por las reescrituras que hace al traducir ella misma algunos de sus textos al inglés; y las reflexiones del artista plástico Elizam Escobar, preso político en cárceles norteamericanas. A partir de estos textos, Noya abre la discusión a numerosos debates del campo cultural puertorriqueño de fin de siglo, presentando tanto voces coincidentes como voces encontradas, señalando continuidades, polémicas y tensiones.

El texto de Quiñones le permite discutir, entre otros temas, el asunto de la memoria colectiva y el olvido, la colonización del imaginario, el lugar de la diáspora puertorriqueña, el cuestionamiento de la figura del intelectual como conciencia crítica de la modernidad y el sensible tema de la estadidad radical. La actuación de la cantante estadounidense Madonna en 1993 y la cadena de reacciones y producciones discursivas que generaron sus movimientos "poco decentes" con la bandera de Puerto Rico, franquean el diálogo en torno a lo nacional en un país en situación de neocolonialidad, los objetos simbólicos y su rentabilidad capitalista, las identidades múltiples y el esencialismo hispanista en el que cayeron muchos intelectuales que, en su afán por separarse de Estados Unidos, reivindicaron la colonización originaria por parte de España. Con respecto a Rosario Ferré, Noya refiere las críticas que la consagrada escritora ha recibido a raíz de sus reescrituras y traducciones al inglés, en las que se la acusa de un pentimento estético e ideológico por el cual elimina los rasgos setentistas, suaviza las críticas al Imperio, aplana la lengua y borra las huellas autobiográficas de su pasado montaraz. La investigadora compara esta actitud de Ferré con el gesto de los cronistas de Indias, que llevaban al imperio una escritura tal que los convirtiera en sujetos dignos de reconocimiento, así como señala el viso de traición que parece tener toda traducción. Finalmente se refiere a las reflexiones escritas desde la cárcel por el artista plástico, poeta y teórico Elizam Escobar, preso político acusado de conspiración como miembro del movimiento independentista Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Entre otras cosas, Escobar defiende el poder de la obra de arte y del artista en las prácticas culturales. Considera que este último debe trabajar con la fuerza subversiva de la imaginación a fin de construir su papel social, sin doctrinas o ideologías previas prescriptivas, de modo que la obra de arte hable más fuerte que la crítica y la reflexión teórica.

En el capítulo siguiente, "Recepciones", Noya analiza el impacto que las nuevas teorías –fundamentalmente el pensamiento posmoderno– tuvieron en el campo cultural puertorriqueño que, hacia fines de los años ochenta, había llegado a una suerte de consenso implícito acerca de lo que era o podía ser ese campo en situación neocolonial. El arribo de lo posmoderno significa la aparición de nuevos paradigmas de interpretación, con los cuestionamientos y debates que ello supone: la falta de claridad o ambigüedad de la teoría, la despolitización que por momentos parece aparejar, lo posmoderno como posible "invasión" teórica, los sujetos culturales emergentes y los vínculos con ciertas problemáticas propias del país (la nación, el idioma y la cuestión colonial).

En el tercer capítulo, denominado "A partir de América Latina y el Caribe", se exploran las relaciones que Puerto Rico establece con ese campo cultural más amplio que es el continente latinoamericano. Noya aborda el tema desde dos perspectivas. Por un lado, desde la asociación de la patria como madre, imagen configurada por Martí y otros ensayistas. Por el otro, desde la noción de lo local en un mundo globalizado propuesta por el intelectual indio Arjun Appadurai. Además, se refiere a la posición integradora que a partir de los sesenta establece Puerto Rico con el pensamiento latinoamericano, favorecida por la eclosión literaria; disposición que será criticada en los noventa por quienes consideran que fue construida a partir de una "autominusvalorización" de Puerto Rico como hermano menor con respecto a ese hermano mayor latinoamericano.

En el último capítulo de la primera parte, "Narrativa puertorriqueña: algunas emergencias de cambios", la investigadora dirige su atención hacia la literatura, para explorar de qué manera los escritores se relacionan discursivamente con el campo cultural del país. Las propuestas narrativas emergentes en los noventa son diversas y en general, establecen una distancia, un cambio con respecto a las estéticas preponderantes desde los años sesenta. Autores como Juan López Bauzá, Juan Carlos Quiñones, Pedro Cabiya, Mayra Santos Febres y Eduardo Lalo, entre otros, parecen no sentir la carga del reciente "pasado glorioso" de la literatura latinoamericana, aunque sí sufren las dificultades de acceso al campo editorial y participan, asimismo, de los debates acerca del nuevo canon contemporáneo. Noya habla de una estética del extrañamiento en estos escritores, pero no en el sentido brechtiano de la palabra, sino con un matiz más cortazariano: escrituras que incorporan lo extraño, lo insólito, lo fantástico, como manifestación de lo lúdico, y que buscan construir perplejidades que conlleven una renovación del campo literario.

Segunda parte: "El latido del papel. Las revistas culturales. Génesis, recorridos, decires"

En la segunda parte del libro, la autora se ocupa de analizar una serie de revistas culturales cuya emergencia es crucial para la comprensión de ciertas tensiones en el campo cultural y literario puertorriqueño de los años '90. Se trata de las revistas Postdata, Nómada y Bordes, reconocidas como posmodernas y como hitos de la renovación de la crítica. Son publicaciones hechas por académicos universitarios, pero por fuera de dicho ámbito. Sus autores, muchos de ellos con formación en el exterior, se ubican en la línea de los estudios culturales y/o poscoloniales y le critican a la academia (y a sus revistas) su inaccesibilidad, su desactualización y su fuerte tendencia a la especialización que las hace cerrarse a la inter y transdisciplinariedad.

Postdata surge a partir de la iniciativa de un grupo de profesores que habían publicado una serie de artículos en el periódico Claridad en el año 1990. Los primeros números fueron simplemente mecanografiados y engrampados, respondiendo a la necesidad propia de las revistas de promover un intercambio ágil e intervenir en la coyuntura. El grupo editor de la revista se denominó Colectivo Armagedón y estaba integrado, en principio, por Carlos Gil, Irma Rivera Nieves, Juan Duchesne Winter, Áurea María Sotomayor y Silvia Álvarez Curbelo. El nombre del colectivo hace alusión a la lectura que realizaron del momento histórico que estaban presenciando; el cual, a su juicio, remitía a un cambio de época radical, signado por la caída del muro de Berlín y su significación metafórica en relación al socialismo real y, en general, por el derrumbe de los principales valores y presupuestos de la Modernidad.

Atendiendo al aspecto metodológico, el estudio de las revistas supone analizar no solo diversidad de formatos (artículos, entrevistas, ensayos) y temáticas, sino también cambios de elenco y diferencias personales entre sus miembros. Noya sigue dichos desplazamientos, como la separación en 1995 de Sotomayor y Duchesne Winter de la revista Postdata, que seguirá publicándose hasta 2001. Las divergencias, a veces agudizadas por factores elementos personales, muestran posicionamientos políticos, culturales, académico/disciplinarios y editoriales, que la autora estudia con detenimiento.

Noya realiza un recorrido personal por las revistas, recuperando los artículos y las entrevistas que llaman su atención y le resultan clave o sintomáticas para dar cuenta del campo literario, cultural y político puertorriqueño en su conjunto. Una problemática en particular parece atravesar las publicaciones: la de la posmodernidad, no como moda, etiqueta o consigna, sino como la constancia de estar ante un cambio de época radical, lo cual implica la negativa a caer en esencialismos y la búsqueda de nuevos horizontes teóricos –una actualización teórica–, participando de los debates globales. Otra constante tiene que ver con el tema de la identidad puertorriqueña y lo nacional. En Bordes (1995-2002), específicamente, la polémica entre Héctor Meléndez y Carlos Pabón remite a la discusión sobre los límites del nacionalismo, el lugar del intelectual y la construcción de la memoria. La carga negativa del nacionalismo desaparece cuando se lo piensa en términos de "demanda de autonomía", como sugiere la entrevista a Homi K. Bhabha, o bien como "sentimiento nacional" en palabras de Geert Lovink, otro entrevistado en la publicación.

La autora hilvana los distintos temas que son abordados en las revistas poniendo de manifiesto las problemáticas que subyacen a los tópicos, siempre variados, que tienen lugar en sus páginas. Un caso interesante es el del artículo de Luis Alberto Pérez que aborda la cuestión de la posmodernidad y de la figura del intelectual con el objetivo de argumentar lo problemático de las lecturas realizadas sobre autores como Foucault, Deleuze y Derrida, entre otros. El tamiz del posmodernismo norteamericano ha legado una visión apolítica de pensadores que pueden y deben, a juicio del autor, ser mejor leídos, recuperando en ellos las preocupaciones críticas y políticas.

Nómada. Creación, teoría y crítica literaria se publicó entre 1995 y 2000. Con su nombre la revista busca destacar la permeabilidad y la interdisciplinariedad empleados en el análisis de los textos. El objeto de estudio, más identificable que en las otras revistas, es el género literario y la práctica de la escritura. Sin embargo, el primer número de la revista se abre con un artículo político de la antropóloga mexicana Rossana Reguillo sobre Chiapas. Resulta curioso que el último número de la revista también alude al levantamiento zapatista, pero con un cambio de perspectiva: en el primer número Reguillo hace hincapié en la demanda democrática que encerraba el movimiento, mientras que en el último número, la entrevistada Carmen Boullosa busca separarse de la guerrilla y apuntar a la necesidad de otra forma de lucha democrática.

El hilo conductor que Noya elige para analizar la publicación Nómada son las entrevistas que trazan un recorrido por distintas tradiciones literarias latinoamericanas: la cubana, la chilena, la mexicana y la puertorriqueña. Uno de los ejes en los que pivotea la entrevista al cubano Senel Paz, por ejemplo, es la relación entre la autonomía del escritor y su responsabilidad como intelectual. Paz considera que se ha agotado el lenguaje de la literatura ligado a la Revolución y que se ha dado lugar a la emergencia de nuevos lenguajes y prácticas artísticas en la isla, antes consideradas irresponsables o evasivas. Una mención separada merece la distinción entre el adentro y el afuera: esto es, escribir desde dentro de la isla o desde fuera, lo cual supone toda una discusión acerca de qué entender por literatura nacional. A propósito de ello se cita a la escritora cubana-puertorriqueña Mayra Montero. La problemática de estos límites difusos es tomada como engarce para discutir sobre la obra de Diamela Eltit, escritora chilena, que produjo alguna de sus obras más importantes desde el "exilio interno" en los años de la dictadura de Pinochet. La entrevista a Eltit atraviesa distintos tópicos, algunos transversales a las revistas que analiza Noya, como el tema de la posmodernidad y de la identidad latinoamericana. Rescatamos algunas cuestiones que consideramos en sintonía con distintos discursos que releva la autora: la importancia de salir de rígidos cánones clasificatorios (de lo que da cuenta tras la incansable búsqueda por parte de los críticos de parámetros en los cuales encajar su novela Lumpérica), la advertencia sobre la despolitización producida por el mercado, y la exhortación a ocupar políticamente las teorías (poder decir esto de la posmodernidad sí y esto no, de acuerdo con la propia realidad).

Para concluir la autora retoma las posibilidades que encierra la polémica como género discursivo. Las polémicas suponen un grupo de textos, una efervescencia literaria que es generada especialmente en algunas coyunturas. Las mismas suponen un público, que es instado a tomar posición, ya que su objeto no es analizado desde una distancia pretendidamente objetiva, sino que supone un posicionamiento. Las polémicas son a su vez un género propiamente moderno que, incluso en el caso del debate modernidad-posmodernidad, vienen a mostrar la persistencia de algunas formaciones modernas. Las polémicas y los debates de la literatura y cultura puertorriqueña se dan en el marco de una discusión por la autonomización de dicho campo. La palabra no pasa desapercibida para la autora, quien explica que se trata de un neologismo creado para dar cuenta de la acción, de un proceso. En el marco de un contexto de dependencia, los puertorriqueños buscan reinventarse, autodevorándose, para lograr dicha autonomización literaria y cultural, lo cual sirve de explicación del título. Llama nuestra atención que, a pesar de la relación directa con el título de la obra, en ningún momento la autora haga mención al movimiento antropofágico, en cuyo sentido parece ser usada la metáfora.

En síntesis, Elsa Noya, con este libro, se enfrenta al desafío de estudiar el campo cultural y literario de un país que presenta no pocas dificultades de abordaje: la situación de neocolonialidad en que se halla, el problema de la lengua, la relación triangular de colonización España-Puerto Rico-Estados Unidos, entre otras situaciones problemáticas que la investigadora enfrenta con el afán de dar cuenta de un mundo intelectual que, asediado por la polémica, las tensiones, las disputas, canibaliza su propia biblioteca: los puertorriqueños se leen, se discuten, se cuestionan y se autodevoran para reafirmar y seguir construyendo un campo cultural propio. Noya logra transfixionar los debates que tienen lugar hacia fines del siglo XX; es decir, los traspasa como con una aguja desde su práctica crítica para acercarnos a una mejor comprensión de los fenómenos intensos y complejos que tienen lugar en aquellos años.

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