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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.19 no.1 Mendoza jun. 2017

 

DOSIER

Entre identificación y subjetivación. Notas sobre la construcción de subjetividades políticas en movimientos populares1

In between identification and subjectivation. Notes on the construction of political subjectivities in popular movements

 

María Mercedes Palumbo

Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE) UBA – CONICET

 

 

Recibido: 22/03/2017
Aceptado: 07/07/2017

 


Resumen

Este artículo aborda la construcción de subjetividades políticas como dimensión específica de los ensayos prefigurativos inscriptos en las pedagogías de(s)coloniales. Las reflexiones aquí esbozadas surgen del trabajo de campo realizado en talleres de formación política en movimientos populares, concebidos como parte de las pedagogías de(s)coloniales, en tanto allí se alientan y potencian procesos de subjetivación política. Se parte del supuesto epistemológico-conceptual según el cual las subjetividades políticas se encuentran “entre” la identificación y la subjetivación en estas experiencias situadas en los “bordes” del sistema educativo. En clave de subjetivación, interesa señalar tres aspectos observados en los talleres de formación: la apropiación de la palabra, la emergencia del cuerpo presente y la conformación de un nosotros. Empero, los elementos anteriores se tensionan con las identificaciones propias de la política y la pedagogía modernas que producen subjetividades identificadas de tipo individual y caracterizadas por la relativa ausencia de voz y cuerpo en lo político-pedagógico.

Palabras clave: Subjetividades políticas; Identificación; Subjetivación; Movimientos populares.

Abstract

This article addresses the construction of political subjectivities as a specific dimension of the prefigurative practices enrolled in de(s)colonial pedagogies. The reflections here outlined come up from the fieldwork carried out within political formation workshops in popular movements which are considered part of the de(s)colonial pedagogies as far as political subjectivation processes are encouraged and reinforced there. The starting epistemological-conceptual premise is that political subjectivities are “in between” identification and subjectivation in this experiences located in the “edges” of the school system. In terms of subjectivation, three issues were observed in the political formation workshops: taking the floor, the emergence of a present body and the constitution of a collective. However, the previous elements are tensioned by the identifications from modern politics and pedagogy that create identified individual subjectivities characterized by a relative absence of voice and body in the political-pedagogical field.

Keywords: Political Subjectivities; Subjectivation; Identification; Popular Movements.


 

Introducción

La inquietud por las pedagogías de(s)coloniales2 se ha comenzado a instalar en el campo académico latinoamericano en los últimos años. No obstante, continúa siendo un tópico débilmente explorado en los estudios inscriptos en el pensamiento de(s)colonial. Entre los rasgos tematizados se encuentran referencias a la vinculación de las pedagogías de(s)coloniales con la comprensión crítica de la historia, la recuperación y reposicionamiento de los legados de prácticas y saberes pedagógicos de naturaleza emancipatoria y el descentramiento respecto a la perspectiva epistémica moderno-colonial para reivindicar la articulación de distintos saberes y modos de conocer (Díaz, C. 2010; Walsh, C. 2009), el cuestionamiento a la falsa pretensión de inclusión multicultural de los “oprimidos” y “condenados” en las instituciones y los discursos neoliberales en pos de asumir una interculturalidad crítica (Walsh, C. 2009), la revisitación de una serie de pedagogos latinoamericanos entre los cuales se destacan Frantz Fanon y Paulo Freire3 (Fernández Mouján, I. 2013; Walsh, C. 2009, 2013) y la configuración de horizontes utópicos en lucha contra el eurocentrismo (Cabaluz Ducasse, F. 2015).

Asumiendo los aportes de los autores citados, este artículo se propone aproximarse a una dimensión particular de las pedagogías de(s)coloniales referida a la construcción de subjetividades políticas. Las reflexiones aquí compartidas surgen del análisis del material empírico colectado en el trabajo de campo en el marco de talleres de formación política en movimientos populares, concebidos como parte de los ensayos prefigurativos de las pedagogías de(s)coloniales. De allí que se afirme junto con Kriger (2010) que la formación política constituye una práctica político-pedagógica de alta densidad.

El supuesto de partida sostiene que estos talleres pueden ser abordados como ámbitos facilitadores y potenciadores de procesos de subjetivación política que cuestionan las identificaciones producidas por el sistema escolar tradicional y la política representativa liberal. La premisa epistemológico-conceptual que recorre este artículo apunta a que las subjetividades políticas se construyen “entre” la identificación y la subjetivación, presentadas como las dos posibilidades de la subjetividad. Mientras las identificaciones propias de la política y la pedagogía modernas producen subjetividades individuales caracterizadas por la relativa ausencia de voz y cuerpo, las subjetivaciones habilitan la apertura hacia subjetividades políticas que toman la palabra y ponen el cuerpo a partir de la inclusión en y la afirmación de un “nosotros” (subjetividades políticas colectivas).

En este sentido, el espacio para las prácticas político-pedagógicas queda delimitado entre la reproducción de las lógicas sociales imperantes encarnadas en las figuras de la política y la pedagogía y lo instituyente en las remisiones a lo político y lo pedagógico (Palumbo, M. 2014). Cabe plantearse algunos interrogantes a los que se espera responder en las próximas páginas: ¿Cuáles son los aportes de los talleres de formación política a la producción de subjetividades políticas en movimientos populares? ¿Qué procesos de reversión de la racionalidad dominante de circulación y apropiación de la palabra y los cuerpos se vinculan con la subjetivación política? ¿Cuáles son las implicancias de recorrer el tránsito de subjetividades políticas individuales a la construcción de un nosotros colectivo? 

El presente artículo se estructura en tres partes: el abordaje epistemológico-conceptual en torno al concepto de subjetividades políticas, las consideraciones sobre la formación política como práctica político-pedagógica de alta densidad; y, finalmente, tres notas surgidas del trabajo de campo en talleres de formación política en movimientos populares en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en clave de subjetivación.

1- Elogio epistemológico-conceptual de los “entres”: entre la identificación  y la subjetivación política

Las subjetividades políticas se construyen en los entres; esto es, en las intersecciones, los entremedios, la impureza. La potencialidad del “entre” como perspectiva epistemológica reenvía a los aportes del pensamiento posfundacional (Marchart, O. 2009) en un gesto de permanencia en las paradojas y tensiones, contrario a la absolutización de categorías y la fijación de binarismos. Retomar este recaudo para el análisis de la construcción de subjetividades políticas implica asumir que los sujetos no están dados (no tienen un cartel de finalización de obra) en pos de indagar sus complejos procesos de constitución en los cuales se presentan emergencias y potencialidades condicionadas y limitadas, a su vez, por las reproducciones del orden establecido.

Por lo tanto, el proceso de construcción de subjetividades políticas se encuentra surcado por una duplicidad en tanto se inscribe en un espacio doble de identificación y subjetivación. En esta línea, Rancière (2012) propone diferenciar las identificaciones de las subjetivaciones: las subjetividades pueden ser constituidas heterónomamente por relaciones de saber-poder con efectos de sujeción y fijación identitaria (identificaciones) o bien pueden construirse con mayores grados de autonomía por medio de desplazamientos, problematizaciones y reconfiguraciones de esas formas de sujeción a partir de novedosas experiencias singulares y colectivas que postulan un conflicto en el campo de lo común (subjetivaciones) (Fjeld, A., Quintana, L. y Tassin, E. 2016). La identificación o la subjetivación se erige en las posibilidades de la subjetividad en coincidencia con el momento de la política y la pedagogía y lo político y lo pedagógico respectivamente4.

Las subjetividades identificadas de la política y la pedagogía apuntan a la producción de “buenos” ciudadanos y “buenos” alumnos. Como sostiene Cerletti (2008), los sujetos se constituyen desde la identificación con los modelos dominantes, siendo esencialmente –aunque no únicamente– espectadores incorporados a la secuencia de “lo que hay” y planteándose los problemas que los saberes dominantes autorizan y las respuestas que estos anticipan. Empero, aun en las identificaciones, la subjetividad es producida también por los propios sujetos que responden y aceptan la interpelación de una narrativa y una relación que los posiciona y los narra en tanto sujetos subalternos y que, incluso, intervienen en la forma en la que quieren ser gobernados (Chatterjee, P. 2008).

Por su parte, la subjetivación política remite a un proceso complejo de construcción de sí como sujeto de una enunciación inesperada “soy capaz de pensar y actuar (igual que los demás)” y la concurrente desidentificación y desclasificación respecto a la partición de lo sensible en vistas a una reclasificación contraria al orden policial (Rancière, J. 2012). De este modo, la subjetivación se ubica en un “entre” el orden, el litigio y una potencial reconfiguración inscripta en la paradoja del descubrimiento de “dos mundos en uno y el mismo mundo”. Un estar en el mundo policial en el que se irrumpe y un no estar en ese mundo al que (ya) no se pertenece. Y es una subjetivación profundamente democrática – en el sentido sustantivo adjudicado por Rancière a la noción de democracia – dado que perturba la normalidad de ciertos lugares, nombres y sujetos (el “buen” ciudadano y “buen” alumno). Siguiendo a Rancière:

La política es asunto de sujetos, o más bien de modos de subjetivación. Por subjetivación se entenderá la producción mediante una serie de actos de una instancia y una capacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuya identificación, por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de la experiencia (Rancière, J. 2012, 52).

Tal como indica la cita anterior, la subjetivación política refiere a un agenciamiento que requiere desplazamientos y andares exploratorios en relación a las formas de identificación previamente establecidas, (re)vinculaciones con otros, aperturas a nuevas configuraciones de la experiencia, inscripciones situadas en tiempos y espacios singulares, apropiación de la historia, actualizaciones del futuro y elaboración de proyectos y resignificaciones de las prácticas políticas (Vommaro, P. 2014).

Cuando estos procesos de subjetivación política se presentan en los tiempos y espacios inhabituales de lo político y lo pedagógico –como es el caso de los talleres de formación política en movimientos populares– la reflexión no solo se sitúa en los “entres” sino también en los “bordes”. Los talleres de formación política se hallan en los márgenes del sistema escolar y, asimismo, los movimientos populares en los que se emplazan se ubican en las periferias de la política representativa de corte liberal. Este gesto intelectual y también de la propia praxis de “pensar y estar en los bordes” es recuperado por el pensamiento de(s)colonial en su propuesta por un pensamiento desde, en y para América Latina. Como sostiene Fernández Mouján (2013), el borde es la delimitación de un espacio y una diferencia que conlleva un estatuto problematizador y una actitud de sospecha hacia conceptos y realidades impuestos. De allí la posibilidad de que las propuestas de educación en movimientos populares se erijan como portadoras de lo novedoso –lo instituyente– en un doble descentramiento en relación a la pedagogía y la política. Nuevamente retomando a Fernández Mouján, “hay en alguna medida un estrecho vínculo entre educación y militancia política cuando de lo que se trata es de subvertir las estructuras, los discursos y las prácticas impuestas” (Fernández Mouján, I. y Yedaide, M. 2014, 36).

Si el movimiento epistemológico-conceptual más habitual de las pedagogías de(s)coloniales reside en la problematización y la actitud de sospecha expresada en el “borde”, el pensamiento posfundacional advierte acerca de volver esa pregunta sobre los propios bordes a partir de sostener el “entre” incluso en los espacios-momentos político-pedagógicos catalogados a priori como instituyentes. La afirmación anterior no anula la consideración respecto de que los bordes proponen condiciones de posibilidad distintas para las pedagogías de(s)coloniales, pero evita el peligro de la ontologización de los bordes como linealmente emergentes para sumergirse en los claroscuros de estas prácticas político-pedagógicas que están siendo. A este respecto, plantear el problema en términos de subjetividades políticas –y no directamente de subjetivaciones que sellan un estatuto de novedad consumada– pretende dar cuenta de una realidad en construcción situada entre aprendizajes y desaprendizajes, entre lo instituyente y lo instituido, entre subjetivación e identificación.

2- La formación política como práctica político-pedagógica de alta densidad

A riesgo de cierto esquematismo, una topología de la formación política reenvía a la escuela como lugar clásico – presente ya en su mandato fundacional (Kriger, M. 2010) – y a otro conjunto diversos de espacios-momentos de formación política que abarcan desde la práctica militante misma como formativa, las escuelas construidas en los bordes del sistema escolar y los talleres de formación política en movimientos populares.

La formación política escolar produce identificaciones políticas en torno a ciertas figuras paradigmáticas de la forma política liberal: el ciudadano, la representación, la política y el Estado. Los alumnos de una formación política “exitosa” se convierten en orgullosos ciudadanos que delegan en el Estado el cumplimiento de los quehaceres políticos cotidianos y se arrogan una participación limitada en los asuntos comúnmente llamados políticos. Al mismo tiempo, la formación política como parte del sistema escolar también fija identificaciones pedagógicas en la repetición performativa de un repertorio de identidades disponibles con la delimitación concomitante de tareas y funciones. A saber, la identidad del alumno a quien se le asigna un conjunto de “todavía no” (Biesta, G. 2011): todavía no son entendidos en el tema, todavía no son capaces, todavía no son competentes, todavía no son autónomos, todavía no pueden hablar; y la identidad del maestro que conduce necesariamente la trayectoria de sus alumnos desde la ignorancia hacia el conocimiento valiéndose del aparato de la “explicación” basado en su saber experto. Se observa así la afinidad entre el modelo pedagógico del ciudadano en la formación política escolar y el devenir concreto de la política representativa de corte liberal.

En los talleres de formación política en movimientos populares se registra una formación política otra en términos de los modelos de sujeto político deseable y las formas políticas legitimadas. En estos talleres tienen lugar la socialización de idearios, esquemas, contenidos, vocabularios y proyectos estratégicos de los movimientos populares, la consolidación de preferencias político-ideológicas y la deconstrucción de universos políticos incorporados (Morán, M.L. 2003) en una búsqueda por otorgar mayor organicidad, coherencia e integralidad a las prácticas políticas de la militancia. Así, el ciudadano es desplazado por el político, el vínculo representativo deja lugar a las prácticas políticas de intervención directa  en los asuntos comunes en tanto agentes constructores del mundo y de la historia, el compromiso individual muta en un nosotros y en un proyecto común; y la aceptación de la política es reemplazada por la inquietud de lo político. Por lo tanto, en estos talleres se habilita la pregunta por lo común, la división y distribución de las partes, los “competentes” para tomar las decisiones u orientaciones sobre la población; en fin, y con resonancias rancerianas, por quiénes quedan por fuera de lo audible, lo decible y lo visible.

La formación política fue caracterizada como una práctica político-pedagógica de alta densidad en tanto realiza una contribución específica para alentar y reforzar dos tránsitos subjetivos en los militantes participantes. El primero reside en el reconocimiento de la dimensión de politicidad de las prácticas de los movimientos (acciones de lucha, construcción de espacios prefigurativos, militancia barrial) y, en consecuencia, la asunción de sí mismos como sujetos políticos. Este movimiento subjetivo implica abrazar la política del movimiento y compartir un cierto relato del mundo –del pasado, el presente y el futuro– en función del cual orientar las prácticas. Este tránsito es significado por los militantes como un antes y un después que combate el previo desinterés y apatía por la cuestión política5.

El segundo movimiento subjetivo –estrechamente vinculado al anterior– radica en el camino de las identificaciones hacia las subjetivaciones políticas, generando nuevos posicionamientos subjetivos que desandan las concepciones de la política y la pedagogía vinculadas a una imposición desde afuera y desde arriba en relación a las figuras del “buen” ciudadano y el “buen” alumno. Esto es, pasar de una mediación como “acto de despojo” sustentado en la delegación, la pasividad, la dependencia, la heteronomía, la “minoría de edad”, el extrañamiento político y la jerarquización subordinante hacia una mediación basada en un proceso creciente de participación-apropiación protagónica de los actores intervinientes (Rauber, I. 2003) con remisiones a lo político y lo pedagógico.

Si la subjetivación política designa un proceso y no un estado, no existen sujetos inherentemente políticos sino devenidos políticos. Siguiendo a Kriger (2010), “son sujetos políticos quienes logran tomar conciencia de su densidad histórica y se autocalifican como tomadores de decisiones a futuro, siendo responsables de la dimensión política de acciones, aunque no puedan calcular ni controlar todas las consecuencias, resonancias o alcances de las mismas” (Kriger, M. 2010, 30). De allí la potencialidad de la contribución de los talleres de formación política, como prácticas político-pedagógicas de alta densidad, a los procesos de subjetivación política.

3- Notas sobre el trabajo de campo

A continuación se presentan tres aspectos de la construcción de subjetividades políticas observados en talleres de formación política en movimientos populares en el AMBA que disrumpen los términos de la política representativa de corte liberal (la política) y el sistema educativo tradicional (la pedagogía): a) la apropiación de la palabra como acto inherente de tomar parte en el mundo común que quiebra con las voces ausentes; b) la emergencia del cuerpo presente como interrupción de la relativa ausencia de los cuerpos; y, c) la construcción de subjetividades políticas colectivas –de un nosotros– que cuestiona las subjetividades producidas desde la estricta individualidad. No obstante esta aproximación desde las emergencias, y acorde con el abordaje epistemológico-conceptual esbozado, los procesos de subjetivación se encuentran tensionados por la virtualidad de la reproducción de las clasificaciones hegemónicas al interior de los movimientos populares.

Nota 1: La construcción de subjetividades políticas que “pueden y saben hablar” 

Si la ausencia de inscripción en el campo de lo decible – el ser hablado por otros y sus sucedáneos como el “miedo a hablar” y el silencio relatados por los militantes – caracteriza a las subjetividades identificadas, los procesos de subjetivación política reenvían a los tránsitos de ser hablados a “poder y saber hablar”6 propio de subjetividades parlantes que alzan una voz legítima. Como sostienen Said y Kriger (2016), valiéndose de los aparatos conceptuales de Freire y Rancière, el espacio simbólico en el que sucede la subjetivación no solo está mediado por la palabra sino que la enunciación es el lugar mismo en donde ocurre la subjetivación. En efecto, si se recupera la huella de la pedagogía de la liberación freireana, la noción de sujetos pronunciantes del mundo resulta central dado que nombra el “dar voz efectiva a los que no tienen voz, establecer el diálogo con el «otro», punto de partida para la lucha del oprimido por su libertad efectiva, la de su humanización, la de su liberación con otros para la transformación del mundo” (Fernández Mouján, I. 2011, 67).

Desde esta perspectiva, los talleres de formación política admiten su interpretación como lugares de habla donde “poder y saber hablar” se practican y refuerzan, contribuyendo potencialmente a la asunción de posiciones subjetivas diferentes a las “normales” (el ser hablado, el miedo a hablar, el silencio) en un movimiento del ruido a la voz, de la incapacidad de contacto con la palabra legítima a la autorización para la intervención enunciativa en los asuntos comunes (Greco, B. 2007).

Retornando a las coordenadas empíricas, las coordinaciones de los talleres de formación política en análisis refirieron explícitamente a una demanda por parte de los militantes de formarse para “poder tener más chamullo” en las prácticas políticas. Por su parte, estos últimos valoraron el saber hablar como un aporte destacado de la formación para su militancia cotidiana, al identificar una necesidad –comprendida como falta– de encarar su militancia con más herramientas. Así, el saber hablar fue definido como “mayor libertad para poder expresarse”, “hablar con más preparación, con más palabras, como para llegar con más formas, con más maneras”, “potencial de poder decir, de poder discutir, de poder pararse”, “facilidad de palabra, de poder explicar”; “para que se me entienda”7. Desde estas categorías, la demanda de saber hablar implica un saber-decir que engloba las dimensiones discursivas concernientes al contenido enunciado y las formas con las que se enuncia en vistas a poder explicar, discutir y pararse frente a un amplio conjunto de actores externos e internos a los movimientos. Por lo tanto, el saber hablar se presenta como demanda de formación y como aprendizaje transitado en los dispositivos de formación.

El saber hablar se torna fundamental para participar de las dinámicas propuestas en los talleres de formación política, replicar lo aprendido, dar cuenta de la militancia a la familia, amigos y vecinos, negociar con los funcionarios, “defenderse” en la militancia barrial, denunciar un estado de cosas así como “dar el debate” en los órganos deliberativos de los movimientos como vía de fortalecimiento de su democracia interna.

Ahora bien, también se hallaron menciones recurrentes al “poder hablar” como prerrequisito del saber hablar, remitiendo a las condiciones de producción y posibilitación subjetiva de la enunciación que requiere romper con los lugares de habla asociados a las subjetividades políticas identificadas. La categoría nativa “poder hablar” coloca la inquietud por los tránsitos recorridos por las voces-militantes destinatarias de la formación y, particularmente, los obstáculos subjetivos que debían ser sorteados –o lo habían sido– para saber hablar, ahora entendido como la expresión manifiesta y perceptible resultante del proceso más interno de poder hablar. En este sentido, las alusiones a este poder hablar integraron una constelación más amplia de términos, que se multiplicaron en las entrevistas, tales como el “miedo a hablar”, el “animarse a hablar” y el hecho de que “cuesta arrancar” (a hablar).

Interpelando la asunción acrítica del silencio como forma de expresividad de los sectores populares que los sitúa en una explicación idiosincrática, el silencio –como contracara del poder hablar– requiere ser abordado desde su manifestación de relaciones de saber-poder que habilitan y obturan las condiciones para la apropiación del habla en un mundo popular atravesado por la “cultura del silencio” (Freire, P. 2007). Si la política es una política de voz ausente, los talleres de formación política en movimientos populares surgen con la intención de crear una nueva cultura política de voz presente para combatir a los detractores de la democratización del logos (el miedo al error, la vergüenza, la cultura del silencio) y evitar la arrogación de la representación de las voces populares. Resulta interesante preguntarse por la reproducción y fijación de estos lugares de habla y silencio en los talleres de formación política dado que éstos se emplazan en un espacio paradojal: se constituyen como lugares de habla donde se alientan tránsitos subjetivos concernientes al poder y saber hablar y, paralelamente, allí se refuerza la internalización –no lineal, pero internalización al fin– del discurso de cada movimiento pudiendo fijarse así (nuevas) posiciones de silencio.

Nota 2: La construcción de subjetividades políticas que “ponen el cuerpo”

La noción de “poner el cuerpo” da cuenta de otro de los elementos intervinientes en la subjetivación política junto a la enunciación, colocando a los talleres de formación ya no solo en la apuesta por configurar voces-militantes sino también cuerpos-militantes8. En este sentido, buscan reforzar la construcción de subjetividades que “pongan el cuerpo” en lo político-pedagógico, cuestionando su fijación exclusiva en la esfera privada –en repliegue y ausencia de lo público– para participar activamente de las acciones directas, los espacios prefigurativos y también los talleres de formación política. El cuerpo convertido en un campo de inscripción y de expresión de lógicas políticas resulta un territorio de disputa material y simbólica entre identificaciones y subjetivaciones.

Una línea interesante de análisis reside en la categoría de “política de cuerpo presente”, también denominada “política con el cuerpo” (Vommaro, P. 2012). Siguiendo esta perspectiva, las subjetividades políticas identificadas se producen en la clausura de la presencia de los cuerpos en la política, deviniendo una política de cuerpos ausentes con excepción de los espacios-momentos electorales. Una ausencia necesaria y legitimante de la representación de dichos cuerpos ausentes por parte de los representantes únicos cuerpos presentes. A contramano, los procesos de subjetivación política implican una disrupción respecto a la re-presentación de estos cuerpos ausentes a partir del aliento al “poner el cuerpo” en la formación y en las prácticas políticas, conformando una contemporaneidad y espacialidad común de la presencia.

El aprender a “poner el cuerpo” no remite a la mera asistencia a los talleres para “sostener” la formación –cuestión no menor para garantizar la continuidad de los encuentros– sino principalmente a la inscripción en el marco de pedagogías que den cuenta de la intervención del cuerpo en la construcción de conocimiento y que sigan una perspectiva integral de los sujetos destinatarios desde las múltiples dimensiones intervinientes. Frente a las concepciones descontextualizadas –incorpóreas– del conocimiento, Freire plantea una imbricación entre mente y cuerpo en tanto concibe al ser humano como un “cuerpo consciente” (Freire, P. 2006), una conciencia encarnada en la especificidad de un espacio, un tiempo, un mundo, un diálogo con otros.

Adicionalmente, la inquietud por el cuerpo convoca una reflexión en cuanto a las afectaciones políticas que atraviesan las instancias de formación política donde el cuerpo emerge como constructo en torno al cual se tejen relaciones de afecto y afectación, sentimientos de identidad y pertenencia y convicciones en el presente y el futuro de lucha. Particularmente interesantes a este respecto resultaron las místicas planificadas registradas en uno de los talleres. La potencialidad de las místicas reside en su condición de ceremonias donde conviven un “polo ideológico”, ligado a la predisposición y el refuerzo para el aprendizaje de los contenidos de la formación así como los valores, sentidos y tradiciones necesarias para la comprensión de la realidad, y un “polo sensorial” articulado en torno a la música, los gritos de guerra y los símbolos con una clara función motivadora y de interpelación directa a los cuerpos-militantes (Michi, N. 2010). Este polo sensorial le otorga singularidad a los procesos formativos, distinguiéndolos de la clásica apelación al polo ideológico característica de las concepciones clásicas de concientización (esto es, la apelación a la mente sobre el cuerpo, a lo cognitivo sobre los elementos emocionales, afectivos y rituales).

Analizado desde las pedagogías de(s)coloniales, la pregunta por el cuerpo y las afectaciones políticas asume la razón junto a la emocionalidad de los sujetos en formación. En consecuencia, se quiebra la concepción del aprendizaje como un proceso unidimensional y centralmente cognitivo que remite al binarismo moderno entre mente y cuerpo, paralelo al abismo entre razón y emoción. Esta recomposición reunifica lo que la modernidad y el capitalismo dividieron en los sujetos, instalado en la pedagogía vía el epistemocentrismo en torno a la cultura y el conocimiento euro-occidental y al logocentrismo vinculado a la centralidad otorgada a la razón (Solano Alpízar, J. 2015). En este sentido, se considera que la apertura al cuerpo opera como una salida de la exclusividad del ego cogito cartesiano9, habilitando que los sujetos militantes “piensen” y “hablen” pero también “sientan” y “hagan” el mundo, la realidad y la historia. De lo anterior no se desprende una nueva separación entre mente y cuerpo de sentido contrario –esta vez el cuerpo por sobre la mente– sino que de lo que se trata es de (re)conectar el cuerpo y las afectaciones con la racionalidad.

Nota 3: La construcción de subjetividades políticas colectivas

En conjunto, el saber hablar y el poner el cuerpo pueden interpretarse como contribuciones de los talleres de formación política a la reversión de cierta presunción de “incompetencia política” manifestada por los militantes. Cabe notar que esta reversión se encuentra mediada por la pertenencia a un colectivo mayor – el colectivo de formación y también el colectivo militante – y, al mismo tiempo, es posibilitada por estar en colectivo. En un movimiento popular devenido sujeto político colectivo, un militante no es un mero “yo” sino también un “nosotros” basado en un “sentirse parte” de un registro intersubjetivo común de interpretación y de acción en la realidad. Una acción política requiere, entonces, la organización de un colectivo, la presencia de lo común y la conformación de un nosotros (Vommaro, P. 2012). 

En esta línea, los talleres de formación política conforman un ámbito de construcción de subjetividades políticas individuales y también colectivas. En este sentido, se registró la intencionalidad manifiesta de intervenir en la tematización y reafirmación de un “nosotros”. Pensar en términos de subjetividades políticas colectivas trastoca la asociación entre la política y la concepción moderna de sujeto, anclada en una identidad de carácter individual que se expresa en los modos de participación política de los ciudadanos. La ya citada frase rancieriana “soy capaz de pensar y actuar (igual que los demás)” expresada en términos de un sujeto individual puede retraducirse en los términos de “nosotros somos capaces de pensar y actuar (igual a los demás)”, atendiendo al gesto presente en los talleres. Desde esta aproximación, los talleres de formación política se erigen en espacios-momentos que forman en la dimensión colectiva de las subjetividades militantes, deviniendo dispositivos  formadores de colectivo.

Retamozo propone una definición acotada de subjetividad colectiva como “proceso de articulación de significados que se vincula con las formas de dar sentido y desarrollar acciones” (2009b, 104). Este “nosotros” comprende una serie de normas, valores, lenguajes, sentidos y formas de aprehender el mundo donde intervienen elementos cognitivos, éticos y emocionales desde los cuales los sujetos elaboran sus interpretaciones, asignan sentido y disponen sus prácticas en relación a un colectivo de pertenencia. En torno a la subjetividad política colectiva, se esbozan tres elementos que resultan de utilidad para la inteligibilidad de la empiria en estudio: la construcción y socialización de un proyecto que condense los significantes aglutinantes, las promesas de plenitud y el espacio mítico instalando la construcción de alternativas desde lo potencial que opera como horizonte temporal y causa que motoriza la acción; la recuperación de los modos de construcción de una memoria colectiva; y, finalmente, la apelación a la historicidad tanto del orden social como de las mismas subjetividades involucradas en su construcción (Retamozo, M. 2009a).

Siguiendo estas consideraciones, la reafirmación de la pertenencia al colectivo político mayor, resumida en la categoría nativa “sentirse parte”, es promovida en los talleres de formación. Por un lado, el énfasis puesto en la socialización de los idearios político-pedagógicos –vinculados a ciertos conceptos y cierto vocabulario militante– apunta al objetivo de apropiación de un proyecto colectivo para que los militantes-destinatarios “puedan y sepan hablar” para dar cuenta y defender ese proyecto militante y le “pongan el cuerpo” a un proyecto del que se “sienten parte”. Por otro lado, la importancia de la historia como contenido y perspectiva en la formación operó en la revitalización de una memoria histórica nucleada en torno a la particular inclusión de cada movimiento en el acervo de luchas populares pretéritas; y, adicionalmente, en la postulación de un registro intersubjetivo de interpretación de la realidad y la historia que colocaba a los sujetos involucrados en la formación en posición de agentes pensadores-enunciadores-hacedores de su presente y su futuro y a los movimientos como agentes colectivos con capacidad de construir un futuro y un presente común, no individual. Un último elemento a considerar residió en la presencia de estrategias sensibilizadoras –como las místicas– en la apropiación del proyecto, la memoria colectiva y el sentido de historicidad que afianzaban una autoestima colectiva, reforzaban solidaridades, reponían los contenidos del proyecto colectivo, recuperaban una memoria colectiva y emplazaban la historicidad en el territorio material y simbólico de la corporalidad de los militantes.

Reflexiones finales: apuntes para las pedagogías de(s)coloniales

El presente artículo presentó algunos de los hallazgos del trabajo de investigación en curso en talleres de formación política en movimientos populares en el AMBA en los cuales se analiza la construcción de subjetividades políticas. La formación política fue definida como una práctica político-pedagógica de alta densidad en tanto allí es posible rastrear concepciones en torno a los sujetos político-pedagógicos y a las formas de la política y la pedagogía deseables. La formación política otra inscripta en los movimientos populares evidencia un abordaje disímil respecto del modelo clásico de formación política escolarizada que amerita su estudio.

A nivel epistemológico se indagó acerca de la potencialidad de dos figuras que operan como clave de bóveda de acceso a los procesos de subjetivación política: los “entres” propuestos por el pensamiento posfundacional y los “bordes” planteados por el pensamiento de(s)colonial. Mientras que los bordes aportan la delimitación de un espacio y una diferencia que conlleva un estatuto problematizador y de sospecha hacia conceptos y realidades impuestos, los entres advierten acerca de la necesidad de sostener ese estatuto incluso en los espacios-momentos pedagógicos catalogados a priori como instituyentes de modo de considerar los claroscuros de prácticas que están siendo.

De estas consideraciones epistemológicas se derivó el supuesto de partida según el cual las subjetividades políticas se encuentran “entre” la identificación y la subjetivación. A este respecto, se sostuvo que tanto la pedagogía moderna como la política representativa de corte liberal producen subjetividades identificadas. Por un lado, situar el problema en talleres de formación política en movimientos populares habilitó la indagación de los “bordes” de la pedagogía y la política en clave de subjetivación. Por otro lado, plantear el problema en términos de subjetividades políticas evitó la tentación de asumir directamente la existencia de subjetivaciones que refieren a un estatuto de novedad consumada (olvidando el recaudo de los “entres”). Desde estas coordenadas deben leerse las notas provisorias del trabajo de campo en tanto demarcan gestos presentes con intensidad disímil más que resultados de procesos lineales y concluidos.

En el devenir del trabajo de campo, se registraron tres aspectos de interés en la construcción de subjetividades políticas en clave de subjetivación: el aliento a “poder y saber hablar” como condición de sujetos pronunciantes pasibles de alzar una voz legítima; el fomento del “poner el cuerpo” y, en consecuencia, de la dimensión de las afectaciones políticas; y la construcción de subjetividades políticas colectivas – de un nosotros – que se “sienten parte” desde la movilización de un registro intersubjetivo reforzado por la socialización de un proyecto, la reposición de una historia de luchas y la presencia de estrategias sensibilizadoras. Mediante el poder y saber hablar, el poner el cuerpo y el sentirse parte se recorre el tránsito complejo desde subjetividades identificadas hacia subjetividades protagonistas con potencialidad política y pedagógica.

Finalmente, en relación a la inquietud inicial por las pedagogías de(s)coloniales objeto de este dossier, resulta relevante retomar estas tres notas de campo como aportes al debate sobre los elementos definitorios de las pedagogías de(s)coloniales. En primer lugar, la construcción de sujetos pronunciantes se presenta como una apuesta de estas pedagogías en tanto el espacio simbólico y material en el que suceden los procesos de reconfiguración de sí (subjetivación) y del mundo no solo está mediado por la palabra sino que la enunciación misma es un lugar de transformación en donde ocurre la subjetivación. En segundo lugar, la apertura de las pedagogías de(s)coloniales a la dimensión de lo corporal y lo afectivo implica la ruptura con una perspectiva pedagógica epistemocéntrica y logocéntrica exclusivamente atenta a la dimensión cognitiva y al conocimiento científico que reproduce la escisión cartesiana entre cuerpo y mente. En tercer lugar, rescatar el marco colectivo como componente integrante de las pedagogías de(s)coloniales señala la centralidad de la conformación de un colectivo pedagógico a los fines de la formación tanto como la inscripción de los espacios-momentos formativos en proyectos político-pedagógicos más amplios de colectivos, movimientos y organizaciones de distinto tipo. Así, el marco colectivo como característica de las pedagogías de(s)coloniales rompe con la configuración meramente individual –e individualista– del sujeto moderno que se expresa tanto en la pedagogía moderna como en la política representativa de corte liberal.

Notas

1 Este artículo se nutre de la investigación realizada en el marco de la tesis de Maestría Las prácticas político-pedagógicas de los movimientos populares: el caso del Movimiento Popular La Dignidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y de la tesis Doctoral en curso Las dinámicas de construcción de subjetividades políticas y epistémicas en dispositivos pedagógicos de formación política. Un estudio en movimientos populares multisectoriales del Área Metropolitana de Buenos Aires (2011-2015).

2 El uso del concepto de(s)colonial plantea una aproximación amplia a la temática incluyendo las perspectivas que adjetivan a las pedagogías como decoloniales (Díaz, C. 2010; Walsh, C. 2009; 2013; Cabaluz Ducasse, F. 2015), descoloniales (Fernández Mouján, I. y Yedaide, M. 2014) y descolonizadoras (Guelman, A. y Palumbo, M. 2015).

3 Esta revisitación no es uniforme en tanto Walsh  (2009) realiza una opción por lo pedagógico fanoniano, mientras que Fernández Mouján (2012) y Fernández Mouján. y Yedaide (2014) plantean que la pedagogía del oprimido freireana es también una crítica a la educación colonial y que incluso es posible rastrear las huellas fanonianas en su obra.

4 En este artículo se retoma la diferencia política – es decir, la diferencia entre la política y lo político – sostenida por la filosofía política posfundacional que retoma y politiza la diferencia óntico-ontológica heideggeriana. A pesar de sus diferencias internas, la política se reserva para designar las prácticas ónticas de la política convencional, la administración de lo instituido, los asuntos comúnmente llamados políticos; y lo político denota la dimensión ontológica, el momento de la contingencia, el momento acontecimental de institución de la sociedad que siempre escapa a todo intento de domesticación política o social (Marchart, O. 2009).

5 Resulta pertinente señalar que este antes y después no coincide necesariamente con el ingreso de los militantes a los movimientos en tanto, tal como se expresó en el trabajo de campo, «cuesta reconocer que en el movimiento se hace política».

6 Poder y saber hablar responden a categorías nativas surgidas del trabajo de campo.

7 Todas las expresiones entrecomilladas responden a categorías nativas colectadas en el trabajo de campo.

8 Cabe señalar que en los discursos de las entrevistas las referencias al cuerpo fueron menores en relación a las reflexiones sobre la enunciación (el saber y poder hablar). Si se retoma la concepción de los talleres de formación política como parte de las pedagogías de(s)coloniales, resulta interesante considerar este aspecto que podría indicar una reconfiguración aún no saldada de la división cuerpo y mente propia de la racionalidad ilustrada moderna/colonial.

9 El ego cogito cartesiano se encuentra profundamente imbricado con la ruptura ontológica fundamental de la modernidad/colonialidad: la separación sujeto-objeto, o en otros términos, mente-cuerpo (Lander, E. 2003). Sobre esta ruptura se construye y sostiene la posibilidad de un conocimiento descorporizado.

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