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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.19 no.1 Mendoza June 2017

 

COMENTARIOS DE LIBROS

La universidad en disputa. Sujeto, educación, y formación universitaria en la concepción neoliberal, de Cristóbal Friz Echeverría.
Santiago: Ceibo Ediciones, 2016.

Laura Aldana Contardi

 UNCuyo – CONICET

 

Cristóbal Friz Echeverría (Santiago, 1983) es licenciado en Filosofía por la Universidad Alberto Hurtado, y doctor en Estudios Americanos Especialidad Pensamiento y Cultura por la Universidad de Santiago de Chile (USACH). Sus intereses de investigación se vinculan con la filosofía y el pensamiento contemporáneo, la educación, la política y la ética, especialmente en el pensamiento chileno y latinoamericano. “La universidad en disputa. Sujeto, educación, y formación universitaria en la concepción neoliberal” (Ceibo Ediciones 2016) es su primer libro.

Es posible explicitar una pregunta que insiste, que en cierto sentido se impone y asola cuando nos acercamos al libro de Cristóbal Friz ¿Por qué un libro, una investigación, sobre la concepción neoliberal en la universidad?  ¿Y por qué circunscribir la crítica a los términos en que se desarrolla desde América Latina?

Una de las claves del libro son los epígrafes de Platón y de Arturo Roig: “Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la educación y a su ausencia, según el cuadro que te voy a trazar” Platón; “Ningún orden social dominante y, por lo tanto, ninguna cultura dominante agotan toda la práctica humana, toda la energía humana y toda la intención humana” Arturo Andrés Roig.

La inquietud de Cristóbal Friz por la educación superior en Chile es previa a las movilizaciones del 2011. Antes que los estudiantes chilenos salieran a las calles a protestar y a exigir un cambio en la educación universitaria en Chile, Friz ya estaba decidido a centrar su atención en un tema que se mostró después como uno de los destacados de la agenda pública en Chile. Su punto de partida ha sido una inquietud, un disgusto, un desconcierto ante la situación que define el funcionamiento de las universidades chilenas. Ahora bien, la mirada y el análisis no se limitaron a la situación chilena, sino que se centró en la circunstancia latinoamericana, atendiendo a la dimensión regional del problema en cuestión.

El supuesto de la obra es que la educación es siempre una cuestión disputada, cuya disputa se relaciona con la normatividad antropológico política. Esto es: hay una posición de lo que deben ser los sujetos y la convivencia social.   La apuesta del trabajo es, precisamente,  mostrar la disputa que se presenta en torno a la universidad. En otras palabras, el trabajo tiene por supuesto la afirmación de la conflictividad que se advierte entre discursos y concepciones diversas de la educación universitaria. Es sabido que las relaciones de oposición, y las conflictivas en particular, han sido puestas de relieve desde los comienzos del pensamiento filosófico griego (Heráclito, por ejemplo). Hay, sin embargo, en la reflexión filosófica una tendencia a conciliar los opuestos en alguna forma de unidad. Friz advierte la conflictividad sin pretender disolverla, resolverla ni superarla. Tampoco se posiciona frente a la disputa en torno a la universidad con un tono celebratorio. Ante la constatación de la disputa que enfrenta a posiciones diversas asume una posición que es teórica, política, pedagógica. Aborda las tensiones, oscilaciones, puntos de fuga del proceso de conformación de los discursos sobre la universidad, atendiendo a la marca que el neoliberalismo deja en la constitución de subjetividades.

La primera parte de la obra aborda la formulación clásica del pensamiento neoliberal en los desarrollos de Hayek y Friedman. Se analizan las ideas del intelectual austríaco sobre la educación y la investigación científica, consonantes con la matriz antropológica neoliberal y sus implicancias políticas. Las propuestas de Friedman permiten mostrar el modo en que la antropología neoliberal y su normatividad fundan una determinada comprensión de la educación, particularmente la superior, entendida como una inversión económica individual. El proyecto del estadounidense consiste en instaurar el mercado como agente regulador del sector educativo.

La segunda parte del libro se centra en la apropiación y reelaboración del pensamiento y proyecto neoliberal en y para América Latina, atendiendo a las recomendaciones que se han hecho para la reforma de la enseñanza superior en la región. De este modo, se analiza el libro del peruano Hernando de Soto El otro sendero (1986) a partir del cual es posible mostrar cómo se traducen los principios y categorías del pensamiento y proyecto neoliberales para la sociedad peruana de mediados de los 80. Complementariamente, se muestra la reapropiación de las categorías y normatividad neoliberal presente en El ladrillo, obra escrita por un conjunto de intelectuales chilenos a comienzos de los 70, que operó como antecedente de la modernización neoliberal acontecida en la dictadura militar chilena. En tercer lugar, se revisan las recomendaciones de los organismos internacionales para la reforma de la educación superior a nivel internacional, particularmente en lo concerniente a los países en vías de desarrollo, entre los que los organismos ubican a los latinoamericanos. Se abordan rigurosamente dos documentos de la década del 90, pertenecientes al Banco Mundial, UNESCO y CEPAL. Los organismos, como Friedman y los autores de El ladrillo confían en el mercado como solución a los problemas de educación superior. Hay, además, una revisión del pensamiento y las propuestas de José Joaquín Brunner. Se trata de una propuesta de un sistema de educación superior orientado hacia el mercado, en donde los límites entre lo público y lo privado se tornan difusos en un sistema universitario regulado por la competencia. En este modelo la universidad forma o ha de formar a un sujeto competitivo, que recurre a ella en busca de un título que lo habilite profesionalmente.

Luego el autor, en la tercera parte, se ocupa de la posición de los críticos latinoamericanos a la implementación de las políticas neoliberales en la educación superior. La normatividad antropológico política que anima la crítica se conforma en torno a los núcleos del sujeto, la formación universitaria y la misma universidad en tanto institución educativa.

El interés por la tarea crítica latinoamericana supone y evidencia una toma de posición teórica y política de Friz. Hay una intención de performatividad que moviliza la reflexión en relación con lo que es y lo que debe ser la educación universitaria, con lo que es y puede llegar a ser el sujeto que transita por las instituciones universitarias.

Lo decisivo en relación con las posiciones críticas, tal como lo muestra el autor, es la denuncia de la comprensión economicista de la educación en los modelos neoliberales, de la concepción reduccionista del sujeto y de los riesgos que implica para la universidad misma. Cristóbal Friz recorre las posiciones críticas acentuando tres aspectos: el diagnóstico, el sujeto y las consecuencias.

El recorrido trazado por Friz en relación con el diagnóstico que sustenta la crítica lo elabora a partir de las posiciones de José Luis Coraggio , Jorge Millas, Jorge Lora y María Recéndez, Rosa María Torres, Jaime Ornelas, Adriana Puiggrós, Francisco Delich, Miguel Rojas Mix. Si bien concuerdan precisamente en el diagnóstico de que el economicismo neoliberal al confundir los planos de la cultura ”en el que piensan debe inscribirse lo educativo” y el del funcionamiento de la economía desregulada, pervierte la educación, no siempre coinciden en su valoración del sistema de libre mercado. En efecto, aun cuando la mayoría de estos intelectuales rechaza de plano y en todos los ámbitos las reformas neoliberales –en cuyo caso la censura a las políticas educativas forma parte de un rechazo generalizado al neoliberalismo–, hay quienes (pocos) que con una actitud más moderada, procuran delimitar con la mayor exactitud posible los ámbitos del mercado y de la cultura para salvaguardar el funcionamiento autónomo de la cultura. La confusión de ámbitos que define al economicismo neoliberal no sólo ha dado pie a un conjunto de medidas y de exigencias para el ámbito educativo, sino que ha configurado toda una forma de entender e interpretar la educación, la que se pretende establecer, además, como la única legítima y contra la cual es imperioso visibilizar otra distinta.

Las políticas universitarias neoliberales interpretan parcialmente al sujeto, lo que tiene por efecto la promoción de una formación limitada y unilateral. La apuesta de Friz en este caso es atender a las interpretaciones antropológicas como clave analítica para abordar los discursos sobre la educación universitaria. Esta mirada posibilita mostrar los alcances de las políticas educativas de mercado en la formación de los sujetos, sobre la construcción de subjetividad y sus consecuencias en términos de disciplinamiento social.

La crítica a la noción de “capital humano” y a la compresión de la educación superior universitaria como “inversión en capital humano”, clave del proyecto de modernización educacional del neoliberalismo, la reconstruye a partir de la reflexión de Franz Hinkelammert, Jorge Martínez, Carlos Ruiz, Cesar Germaná.

Jorge Martinez, por ejemplo, cuando analiza la genealogía de las reformas neoliberales en la educación superior colombiana (a partir de 1991) muestra que el sujeto, reducido a “capital humano” se constituye como un “gestor del mercado”, es decir, como alguien que tiene una relación competitiva no sólo con los otros, sino incluso consigo mismo y su propia vida. Así, la vida, como una empresa, debe ser pensada como un “proyecto de vida” y pensar para ella un “plan estratégico”. Esta subjetividad como “empresario de sí mismo” es el soporte ontológico del enunciado del “capital humano”. Se promueve un sujeto que en cuanto empresario de sí mismo sea en todos los aspectos de su vida un administrador de empresas.

Entre las múltiples consecuencias que esto tiene en el plano de la subjetividad se destaca la “captura de la vida misma para la producción del capital”, lo que para el caso de la educación colombiana ha significado “la subordinación de las posibilidades ontológicas de creación a las exigencias innovadoras y empresariales del capital global”.

Cuando la educación universitaria opera bajo la demanda de formar capital humano la educación universitaria se vuelve instrumental, promotora del individualismo y de la competitividad. En este contexto de análisis Friz resignifica, además, la concepción antropológica de Arturo Roig al afirmar que “el sujeto y la vida humana exceden el sentido estrechamente económico de la interpretación neoliberal”.

Otro aspecto en el que se focaliza es la crítica a las relaciones entre profesores o académicos y estudiantes bajo las directrices economicistas, ya que se tiende a desarticular el carácter comunitario de la universidad. Así, los docentes son “productores” o “vendedores” de un “servicio” de enseñanza y los estudiantes se constituyen en “clientes”, “consumidores” o “compradores” de ese servicio. No es casual que, como afirma el autor retomando a Carlos Ruiz, las remuneraciones docentes “queden libres y sujetas al mercado” y que el disciplinamiento de los estudiantes sea uno de los modos en que se manifiesta la “racionalidad económica costo-beneficio”.

Las políticas de evaluación diseñadas durante la década del 80 del siglo XX e impuestas en las instituciones latinoamericanas sobre todo en la década del 90 constituyen uno de los mecanismos destacados mediante los cuales los organismos internacionales y los gobiernos instauran el modelo de mercado. Estas políticas de evaluación tienen como resultado, hace ver Friz junto con Lora y Recéndez, la promoción de un “habitus” inédito entre quienes se dedican a actividades de docencia, investigación y extensión, al tiempo que se impulsa la “excelencia” de los recursos humanos centrada en la producción y profesionalización, se fomenta la competencia y el individualismo. Además, las políticas de evaluación se imponen de un modo vertical y homogéneo, lo que obliga a los académicos a ajustarse a ellas. Así, los docentes/investigadores deben adaptarse para competir entre ellos por recursos, para alcanzarlos, claro está, deben ser emprendedores, gestores, buscadores de oportunidades, tomadores de decisiones, todas estas acciones les garantizarán vía evaluación/estímulos el incremento de su salario. La crítica se dirige al supuesto de que la competencia entre académicos emprendedores mejorará el trabajo universitario en general.

Estos mecanismos de evaluación a la vez que precarizan el trabajo de los docentes, en tanto parte de sus remuneraciones queda sujeta al cumplimiento de estándares de productividad, entorpecen su contribución a la sociedad. Según Lora y Recéndez estas prácticas de evaluación contribuyen en la alienación de los intelectuales y alientan la tendencia a la “acriticidad” de los docentes.

Una de las consecuencias destacadas de la implementación de las políticas de evaluación se hace visible en el área de la enseñanza, que es descuidada por las exigencias burocráticas que las evaluaciones demandan. Se buscan “rendimientos mensurables”, y la enseñanza es una labor que excede toda medición.

La adopción de la lógica del mercado habilita a una redefinición de los roles de estudiantes y profesores. Los estudiantes se configuran como consumidores de un servicio que como tal debe ser pagado y que se relacionan con la institución de un modo instrumental a corto plazo. Los profesores ocupan el rol de prestadores o vendedores, en condiciones laborales precarias, se encuentran bajo normativas que tienden a homogeneizar sus tareas, haciéndolas responder a criterios de mensurabilidad, quedan subordinados a la conducción de administradores o gerentes que hacen funcionar a la institución competitivamente, cual empresa privada.

En pocas palabras, la concepción economicista subyacente a las reformas educativas neoliberales posibilita que la educación universitaria sea sumamente estrecha y unilateral, obstaculizando la capacidad crítica y la disidencia. Se trata de una “educación para la sumisión”. En los términos de Lora y Reséndez, la universidad se funcionaliza en torno a la formación de un “nuevo sujeto universitario”: “homo economicus”, “hombre máquina” y “comprador de diplomas”. Estas modulaciones de la subjetividad más que a la educación corresponden a una “domesticación mecánica” en la que los estudiantes no son tanto sujetos como objetos. Marcela Mollis explica esta dinámica en relación a un “cambio de ethos”, se trata de un tránsito desde una formación profesional de orientación pública hacia la configuración de un ethos corporativo, delineado por los requisitos del mercado y por la necesidad de formar en la racionalidad instrumental y eficiente para el desempeño de las profesiones en las corporaciones privadas.

Ahora bien, frente lo dicho cabe hacerse una pregunta ¿para qué la crítica? O ¿por qué retoma estas críticas Cristóbal Friz? Se trata de una apuesta por el rescate de una educación emancipadora. La educación universitaria debe emancipar y dignificar al sujeto, esto implica una comprensión opuesta a la neoliberal, respecto de lo que el sujeto es y debe ser, y de lo que lo dignifica y libera. Para resaltar el carácter emancipador de la educación universitaria Cristóbal resignifica las posiciones de César Germaná, Jaime Ornelas, Luis Scherz, Jorge Martínez, Roque Carrión, Arturo Roig, Franz Hinkelammert y Jorge Secada, por nombrar sólo a algunos.

La consecuencia evidente desde la posición de los críticos es que la implementación de las lógicas del mercado en el campo de la educación superior conduce a una situación de riesgo, el riesgo de su inminente destrucción, en relación con lo la universidad es y debe ser. En este punto Friz desarrolla una lectura crítica de los críticos ya que advierte los límites de plantear las consecuencias en los términos esencialistas en que se han desarrollado. En definitiva, Friz lleva a cabo una reflexión cuidadosa sobre los problemas educativos en tanto problemas políticos, de ahí su énfasis en la normatividad antropológico política de los discursos analizados.

Se trata de la mirada de un filósofo, Cristóbal Friz, que no desatiende la conflictividad de base de los discursos en torno a la educación universitaria, antes bien, tiene en cuenta la historicidad y contingencia de esos discursos. Tal vez sean dos las claves de lectura que podrían rastrearse a lo largo del libro, que se identifican con dos operaciones filosóficas. La denuncia y la función utópica. Una denuncia de lo normativo, de lo axiológico y de lo performativo de todos los discursos sobre la educación, aún de aquellos que se muestran como “ideológicamente neutros”. Un ejercicio de la función utópica como un modo de crítica a lo establecido y apertura a modos distintos de configuración, en este caso de la educación universitaria.

Tal vez los epígrafes dan la clave de las preocupaciones que asedian desde hace años a Friz: la educación, la emergencia de lo alternativo, el sujeto o los sujetos que están implicados en la educación. Tal vez, el epígrafe eludido por Cristóbal Friz pero rastreable en su modo de trabajo es el de Humberto Giannini, un filósofo que nos ha llamado a involucrarnos en lo que pensamos, a incorporarnos en los problemas que analizamos. La filosofía, entendía Giannini, no exilia de su reflexión el modo en que el filósofo está implicado en lo que busca explicar, que no es ajeno a lo cotidiano. “Pretendo ”dice Giannini” no llegar tarde a comprender las cosas de mi mundo y de mi tiempo, proyecto que jamás un pensador deberá perder de vista”. Cristóbal Friz emprende una tarea de comprensión de las cosas de su tiempo, de nuestro tiempo.

Friz actualiza en su trabajo un modo de afirmarnos y valorarnos a nosotros mismos, como latinoamericanos. Si nos es valioso el pensarnos tiene sentido pensar lo nuestro para mirar cuidadosamente la realidad, para mostrar sus escorzos, sus contornos, sus puntos de fuga, sus márgenes, para describir lo cotidiano y a partir de ahí intentar una respuesta a las preguntas qué somos, qué hemos sido, qué queremos ser.

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