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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.20 no.2 Mendoza July 2018

 

ARTÍCULOS

La nación en el pensamiento filosófico de Alejandro Serrano Caldera

The nation in the philosophical thought of Alexander Serrano Caldera

 

Juan Carlos Ramírez Sierra

Universidad de Sancti Spíritus José Martí

Recibido: 26-10-2017
Aceptado: 27-07-2018

 


Resumen

Este artículo aborda el pensamiento filosófico de Alejandro Serrano Caldera sobre la nación en el contexto de Nicaragua. Construir la nación en América Latina a partir de las particularidades hemisféricas, constituye una urgencia para nuestros países. El notable profesor, originario de Masaya, tiene una obra extensa y sustantiva que se enriquece de acuerdo con sus continuas contribuciones, y fundamentalmente ante el creciente interés que despierta en las universidades, los círculos de intelectuales y las fuerzas de izquierda comprometidas con la transformación social. El objetivo de este trabajo es analizar el pensamiento filosófico de Alejandro Serrano en torno a la nación, basado en las diversas valoraciones presentes en su trabajo. El teórico nicaragüense contribuye con una concepción descolonizada que permite juzgar a la nación y formular pautas para su reconstrucción en la América Nuestra.

Palabras clave: Alejandro Serrano Caldera; Nación; Unidad en la diversidad; Nicaragua posible.

Abstract

This article addresses the philosophical thinking of Alejandro Serrano Caldera about the nation in the Nicaragua context. To build the nation in Latin America starting of the hemispheric particularities it constitutes an urgency for our countries. The remarkable professor, originally from Masaya, has an extensive and substantive work that is enriched according to his continuous contributions, and fundamentally to the rising interest that awakens in universities, circles of intellectuals and leftist forces committed to social transformation. The aim of this work is to analyze philosophical thinking around the nation, based on the various valuations present in his work. Alejandro Serrano Caldera contributes a decolonized conception that allows to judge the nation and to formulate guidelines for its reconstruction in the Latin America Ours.

Key words: Alejandro Serrano Caldera; Nation; Unit in diversity; Possible Nicaragua.


 

(…) el hombre de estas tierras debe ser más exigente y más humano, debe querer la mejor realidad; la posible, la que madura y crece en sus manos.

Ermilio Abreu Gómez
Canek (1940)

La nación es siempre expresión y despliegue del ser en tanto voluntad colectiva por hacerse factualidad en la historia. Se vincula al conjunto de rasgos identitarios de una comunidad determinada con conciencia racional de sí. La capacidad de construir y reproducir síntesis que garanticen la posibilidad de diferenciarse de otros grupos humanos y permanecer en el tiempo se erige como principio necesario para la formación y existencia de las naciones. Constituye la nación el horizonte culturalmente creado en constante enriquecimiento y transformación, mediante el cual se sublima la corporeidad de un grupo humano, utilizada luego como amparo y sostén propios de aquel.

Aunque ha sido manejada -en beneficios propios y excluyentes- por la ideología de la modernidad greco-occidental, la nación no es un resultado exclusivamente moderno y sus orígenes se encuentran fuera de los propios contornos de lo que hoy se conoce como Europa. No obstante, es este espacio geográfico quien se encarga de universalizar e imponer su construcción moderna, particularizada en el Estado-nación. En su desenvolvimiento le imprime especificidades que, si bien se van a constituir en condiciones para la validación de su existencia, y para la descalificación de los grupos que no alcancen su status, se percibe más como un ideal a seguir que pauta ciertas aspiraciones en el orden organizacional y estratégico-cosmovisivo en constante reformulación, que como una realidad históricamente estable, madura y concluida.

Al Caribe y Latinoamérica llega una imagen relativamente lejana e inalcanzable de nación en cuanto a la posibilidad de realización para sí. Por un lado, las condiciones modernas –propias del occidente europeo- en las que se erige y ensancha son irrepetibles en términos históricos. Por otro, se impone una visión en la que estas regiones “de reciente pseudo-descubrimiento”, constituían apéndices de aquellas naciones –por cierto, no formadas del todo aún-, las que garantizaban en su relación colonial de explotación y vasallaje el acceso a una identidad ajena, asignada artificialmente como propia, que le abría las puertas a la modernidad, a la “existencia civilizada”.

El proceso de autorreconocimiento y autoformación nuestroamericana, a partir de códigos propios y auténticos (Guadarrama, P. 2012, 103), fue extenso y continua con vida hasta la actualidad. En su gradual constitución óntica-cultural no se hace un rechazo absoluto -que logre anular o descalificar la pesada y costosa herencia- del patrimonio colonizador. En el Caribe y América Latina la nación surge como negación del Estado, de ultramar, monárquico, despótico, injusto y autoritario, y por tanto de todo estado de cosas, que proporcione y engendre circunstancias deplorables altamente carenciales para sus habitantes de modo tal que logre frenar la realización plena de su condición humana.

Si hay naciones que han emergido sin las ventajas de tener un estado propio (Gellner, E. 2001, 20), las naciones americanas no solo nacieron relativamente huérfanas de esta institución, fueron consecuencias de la necesidad histórica de protección y refugio ante un Estado abusivo, desproporcionado y extranjero con poder ilimitado. La supresión casi absoluta de la libertad, la asfixia económica, el despojo social, la construcción de una alternativa insurreccional que viabilizara la independencia, la abolición de la esclavitud y la soberanía nacional y regional representaron, entre otras, las determinaciones causales que garantizaron el surgimiento, al menos en el sentido de posibilidad, de la nación en este hemisferio. Las naciones latinoamericanas van a formarse a partir del rechazo de toda expresión de ese Estado ajeno, importado e impuesto que menospreciaba y desnaturalizaba las expresiones particulares que identificaban a los sujetos nacidos en este entorno. La nación va a constituirse, proceso todavía en ciernes, en vía potencial para fundar un Estado diferente, atemperado a las condiciones naturales, políticas, culturales y económicas particulares de la región.  

Por su lado, la reflexión teórica relacionadas con el surgimiento y formación de las naciones latinoamericanas ha sido en la mayoría de los casos una consecuencia –reflejo- del movimiento en tanto adelantos y retrocesos de las realidades nacionales.  En sentido general, -como arguye Lombana Rodríguez- puede decirse que los movimientos y sentimientos nacionales no han sido explicados con la precisión necesaria como para aspirar a una teoría regional sobre las formaciones nacionales (Lombana, R. 2013, 500). Aunque podrían identificarse notables excepciones de agudos constructos fundacionales desde el siglo XVIII en adelante, no es hasta la segunda mitad del siglo XX (Cuéllar, Y. 2013, 533-534), sobre todo después de la segunda guerra mundial y principios del XXI que aparecen sistematizaciones críticas tanto de la realidad histórica nacional como de aquellas ideas contenidas en el filosofar latinoamericano precedente.

En este contexto emergen las concepciones de Alejandro Serrano Caldera, intelectual, rector y profesor universitario, diplomático y activista social consagrado nicaragüense. El objetivo de este trabajo consiste en analizar las particularidades de su pensamiento filosófico en torno a la nación, a partir de las diversas valoraciones presentes en su obra. No se pretende agotar el análisis que desarrolla en toda su producción, pues la extensión y riqueza expuestas en diferentes momentos, conforme a los derroteros de la propia evolución histórica nicaragüense de donde parte el intelectual, exceden las posibilidades teóricos-metodológicas de este artículo. Se desarrollará una aproximación a los aspectos que identifican su filosofar y al lugar que en este ocupa la nación como categoría fundamental de su praxis. En su desarrollo se presentan la realidad nicaragüense y la latinoamericana como dos expresiones de un mismo movimiento dialéctico. Se asumen en tanto niveles complementarios, estrechamente ligados en donde el contexto del país centroamericano es situado concretamente como particularidad de la región latinoamericana que adquiere la dimensión de generalidad histórica. En sus contradicciones y distensiones más significativas Nicaragua constituye un microcosmos representativo del universo latinoamericano.     

Breve aproximación a la obra de Alejandro Serrano Caldera

El notable catedrático de Masaya, cuenta con una obra amplia y substantiva que se enriquece conforme a sus continuas contribuciones, y fundamentalmente al interés ascendente que despierta en universidades, círculos de intelectuales y fuerzas de izquierda comprometidas con la transformación social. Sin un esquema preconcebido su propuesta teórica se estructura, desde múltiples perspectivas de análisis y disciplinas. Entre otras influencias evidenciadas en su producción intelectual, se destacan la presencia de la filosofía francesa y alemana contemporánea, a través del existencialismo de Jean-Paule Sartre, con mayor hondura las contribuciones filosóficas-literarias del argelino Albert Camus y la Escuela de Fráncfort a través de la teoría crítica de Herbert Marcuse. Una de las raíces más profundas, expresada como fuente teórica esencial de su quehacer se encuentra en el contractualismo, ubicado en la valiosa producción del ginebrino Jean-Jacques Rousseau. Como argumenta Andrés Pérez Baltodano, él forma parte de una vieja, pero desgraciadamente débil tradición política contractualista en Nicaragua (…) a la que le da forma filosófica y enriquece teórica y políticamente (Pérez, A. 2016, 8).

Entre las características más sobresalientes que identifican la construcción y desarrollo de su quehacer filosófico pueden encontrarse que: participa de las corrientes y tendencias de pensamiento progresistas del último tercio del siglo XX sin adherirse o autoidentificarse propiamente con alguna de ellas. El profesor universitario contribuye con los análisis y debates sobre la dependencia y el desarrollismo en el hemisferio; converge con ideas y concepciones de la filosofía de la liberación; evidencia el alcance de la teoría de Marx, sus posibles aplicaciones y desarrollos en torno a la enajenación, la libertad y la dialéctica en contextos periféricos; critica la filosofía postmoderna que se muestra indiferente ante el despojo del capitalismo de fin de siglo; enjuicia el neoliberalismo y advierte posibles alternativas ante las condiciones concretas nicaragüenses y latinoamericanas.

El filosofar de Serrano Caldera se resiste a ser encasillado o acomodado en una u otra corriente de pensamiento filosófico y social contemporáneo. Más que una intención explícita por pretender elaborar una propuesta original y llamativa, se encuentra movido por las carencias vitales no resueltas del hombre en estas tierras, que constituyen sus propias necesidades humanas. Sostiene en una entrevista realizada por Andrés Pérez Baltodano: leo y escribo sobre los temas que siento necesidad de desarrollar o simplemente de expresar, sin tener en cuenta otro tipo de consideraciones. La obra que hasta el día de hoy he escrito no ha obedecido a un plan sino a una necesidad interior (Pérez, A. 2014b, 357).

Por ese camino que dicta las exigencias de la realidad más que la preferencia e identificación con un sistema o corriente filosófica, partido o movimiento de ideas, encuentra y desarrolla una filosofía propia, fecunda y auténtica. Sin embargo, existe una causa más profunda que determina su no adhesión a programa metapolítico o filosófico moderno y contemporáneo. Alejandro Serrano se rebela contra los proyectos y programas totalizadores hegemónicos enfocados en soluciones que en su realización inmediata anulan o aplastan al ser humano y su capacidad de emanciparse como lo son el Estado-partido y el mercado, por citar las fundamentales del mundo contemporáneo. Se trata de una actitud personal que hace de su elaboración teórica un instrumento cosmovisivo liberador socializado a través de medios de comunicación, espacios de conferencias, publicaciones en artículos periodísticos y especializados.

El activista social rechaza todo cuanto en acto o en potencia puede aprisionar su libertad y sumergirlo en la enajenación o el ostracismo político en los que vive la mayor parte de la población mundial en la actualidad. Sitúa al ser humano, en su propia circunstancialidad viva e históricamente determinada, sin distinciones que puedan incorporar patrones de discriminación, exclusión o cosificación, como referente central de máxima densidad en su elaboración teórica. Su punto de partida consiste en el reconocimiento de las diferencias naturales, históricas y culturales entre los que conforman desde la individualidad, o la particularidad de grupos específicos, nuestra especie.

El universo humano es siempre heterogéneo y múltiple, nunca monolítico o unidimensional, no sólo por la disposición natural geo-climatológica o física, también se da en cierta medida por la voluntad –legítima y soberana- de comunidades y de sujetos específicos por mantener rasgos identitarios propios que los diferencien de otros, mediante los cuales se garanticen su plena realización individual y colectiva. La afirmación de esta pluralidad explícita y la conformidad identitaria con ser otro se convierte en condición sine qua non para la construcción de una libertad que no consagre los derechos de otros a ser, a hacerse como entes libres, plenos y reconocibles en su propia historia.

La diferencia no reconocida e incorporada al mundo institucional deja a grandes mayorías latinoamericanas en el desamparo de la marginación y exclusión social. El latinoamericano no es discriminado exclusivamente por su condición de ser pobre o vivir en una reproducción de la miseria que asfixia sus potencialidades. Su descalificación como ser humano es irreductible al sometimiento por la relación trabajo capital que determina el lugar que ocupa ante una distribución internacional de la riqueza que lo enajena de la posibilidad de humanizar su medio, sus energías naturales e impulsos más básicos. Su identidad fracturada e inconclusa por el atropello civilizatorio es contentiva de su condición de indígena, negra, blanca y mestiza, con lenguas propias o impuestas reconfiguradas a la luz de códigos propios y de la existencia de un universo mágico religioso en el que confluyen espíritus, tradiciones y prácticas de todo el mundo, constituidos como núcleos que nos definen devenidos en referentes de otredad excluida.

Esta riqueza cultural que se ensancha en todo el continente es inaprehensible por el rígido esquema en el que se configura el Estado-nación en el contexto europeo. Su fragilidad e incapacidad para materializarse o reproducirse a plenitud en estas tierras se hace cada vez más evidente en la medida en que crecientes grupos humanos adquieren conciencia de su ser como diferencia en el concierto de las múltiples identidades humanas, a partir de la asunción de sí en tanto existencia auténtica capaz de brindar distintos modos, también legítimos, de concebir el mundo, de relacionarse con él y de permanecer en él sin encarecerlo o agotarlo necesariamente.

La mayoría de los Estados latinoamericanos, aunque no se reconozcan de tal forma, manifiestan una plurinacionalidad más compleja y rica en expresiones artísticas y culturales irreductibles al modelo impuesto por el colonizador europeo como único posible. Por un lado, la realidad se resiste a ser institucionalmente organizada, hecho perceptible en la gigantesca mayoría de excluidos y desechados por el sistema, a partir de un orden importado que no responde al reconocimiento de las partes que conforman nuestras endebles repúblicas. Por otro, la imposición y fuerza que todavía ejercen las regulaciones económicas, financieras, militares y políticas internacionales, en estrecho vínculo con sectores nacionales privilegiados, obligan a la asimilación de un orden de cosas desfavorable que imposibilita la construcción de modelos propios que puedan brindar alternativas inmediatas a los desajustes históricos y estructurales.

Como resultado de esta confrontación, no solo no se ha podido replicar cabalmente –y enraizar- el Estado-nación de corte europeo en estas tierras; tampoco ha sido posible la conformación plena de un modelo de nación nueva e incluyente conforme a la racionalidad de la diferencia y la heterogeneidad aceptada y reproducida. La nación, entendida como amparo natural y cultural para el latinoamericano, frente a los huracanados vientos globalizadores que arrasan con los enclaves vernáculos, existe solo en potencia; como un conjunto de símbolos, tradiciones, prácticas y códigos que en la mayoría de los casos sirven o adquieren la función de ventanas de acceso al mercado que se agiganta cada vez más, convirtiendo todo lo que encuentra a su paso en una mercancía con precio negociable. Al no poder hacerse acto, un hecho de protección real, el latinoamericano se encuentra en una orfandad relativa. Carece del Estado-nación europeo, pues su existencia ontológica-cultural –no homogénea- no le permite adaptarse y acogerse a este modelo. Asimismo, la historia de despojo en la que ha sido sumergido no le ha posibilitado hacerse nación desde sí, ausencia que prefigura su identidad actual.

Alejandro Serrano Caldera, orienta su quehacer teórico hacia la búsqueda de referentes que viabilicen las condiciones de posibilidad para reconstruir la nación nicaragüense. Su fecunda obra, todavía por ser aprehendida en su totalidad, encuentra en las difíciles y precarias circunstancias vitales del ser latinoamericano su punto de partida y su objetivo final.

Ejes teóricos de un filosofar descolonizador en torno a la nación

Como respuesta a esta vicisitud histórica, Alejandro Serrano propone tres ejes teóricos-conceptuales vertebradores que sirven de fundamento y estrategia para reconstruir la nación nicaragüense. Los ejes o núcleos referenciales se constituyen en: unidad en la diversidad, plano de coincidencias mínimas y Nicaragua posible. Con estos conceptos no se pretende integrar un recetario unívoco, dogmático y prefijado por encima de las realidades específicas. Parten de las necesidades observadas a la luz de la reflexión del teórico nicaragüense para Nicaragua, en lo fundamental. La nación centroamericana se encuentra en un sistema de relaciones globales en el que se incorpora a la totalidad de Latinoamérica; comparte puntos comunes con el resto de los países del hemisferio, proceso que evidencia la posibilidad de que estas alternativas teóricas alcancen en cierta medida la realidad de otros pueblos y puedan adquirir vida y pertinencia fuera de las fronteras nicaragüenses.

El primero de estos ejes, unidad en la diversidad, se erige en un conjunto de concepciones fundamentadas en el cuestionamiento del ser humano entendido como un producto acabado, homogéneo histórica y culturalmente. Esta negación dialéctica lo conduce al reconocimiento y asunción de la heterogeneidad humana como rasgo esencial de su ser, la identidad es siempre la identidad de otros, se construye en y desde la diferencia, que pueden o no compartir comunidad de particularidades constitutivas, sin que estas se erijan en claves para la exclusión y la discriminación. Como bien argumenta Pablo Kraudy, la unidad en la diversidad es una categoría de carácter praxiológico y metodológico que da cuenta del sentido de universalidad, la que el autor –Alejandro Serrano- emplea para interpretar la realidad sociopolítica, en todo su espectro y dimensiones, así como para la interpretación de las creaciones y procesos culturales, considerados en la pluralidad de sus formas y géneros (Kraudy, P. 2013, IX).

Representa en si un espectro instrumental cosmovisivo que desafía al sistema de dominación múltiple (Valdés, G. 2009) al reconocer la diferencia como aspecto consustancial en la formación de particularidades identitarias. Este recurso teórico emerge de la propia experiencia en la realidad nicaragüense, integrada por una multiplicidad de actores sociales diversos que se superponen, en lo cultural, lo político y lo económico y que podrían –potencialmente pueden- encontrar en la nación un punto nodal de reconocimiento mutuo, entendimiento, respeto y consideración. La unidad en la diversidad sobreviene como una alternativa, teórica y práctica que busca reintegrar el sentido de comunidad desde la asunción de una conciencia de la necesidad de superar -sin negarse o anularse en el proceso- las contingencias y asperezas, con el fin de articularse en tanto totalidad.

Ubicada en los planos cosmovisivo, práctico, ético, humanista y lógico-metodológico, la unidad en la diversidad como abstracción categorial no pretende que los sujetos se desnuden de su devenir histórico, que dejen de ser lo que hasta entonces para poder concertar con otros sus intereses. Este proceso, devendría en catalizador de la homogeneización cultural y la enajenación política que sustraen al ser humano de su propia condición humana. Se trata de una conducta determinada por la posibilidad y necesidad de sobrevivir al estado de cosas que impone el sistema global del capital, sin que para ello sea una exigencia la desaparición de otros, sean seres humanos o especies vivas de otros animales o plantas.

El otro de los núcleos teóricos referenciales, presentes en el pensamiento filosófico de Alejandro Serrano Caldera, para construir y reanimar la nación radica –como se ha apuntado anteriormente- en lo que denomina como un plano de coincidencias mínimas. Para hacer coincidir los intereses de diferentes clases y grupos sociales tendencialmente antagónicos, los que reducen sus vínculos en la reafirmación categórica de sus inconexiones, o en la supremacía de unos ante otros, es imprescindible situar una base de confluencias elementales, que partirá inevitablemente del encuentro minucioso, gradual y proporcionado entre estos grupos humanos. Este complejo de confluencias básicas irá abordando, en primera instancia, problemas simples de necesaria resolución entre factores diferentes de la sociedad.

La propia actividad vinculada al ejercicio conjunto mediante la cual puedan distribuirse cuotas de responsabilidades, de poder y de control social devendrá en el reconocimiento de potencialidades contenidas, no conocidas por los actores sociales, para la solución posterior de dificultades de mayor complejidad. La satisfacción de necesidades de las partes, la reconfiguración de las relaciones en donde sectores inconexos y relativamente distantes se reencuentren, como resultado de la puesta en marcha de este plano de coincidencias mínimas, será tan importante como el proceso mismo de aprendizaje y formación multidireccional en donde los sujetos podrán enjuiciar tanto las limitaciones propias como las posibilidades para superar las deplorables condiciones en la que se sumerge la mayor parte del universo que conforma la nación nicaragüense. La determinación del plano de coincidencias mínimas que define a la nación no es el resultado natural o accidental de la simple agregación de hechos que ocurren dentro de un espacio político determinado, sino que requiere de la articulación de una racionalidad que dé sentido al paso del tiempo y a nuestra presencia dentro de éste (Pérez, A. 2014a, 520).

Esta nueva racionalidad, fundada en la estructuración de un filosofar que sitúa la experiencia, la intuición y la vida en el mismo nivel de importancia que la razón y sus usos posibles, aproxima a la nación como un lugar en el que La razón, vida y experiencia se funden, coinciden como momentos de una, multiforme y compleja totalidad. La nación, desde la perspectiva que ofrece la obra de Serrano Caldera, es una realidad histórica cuya construcción está guiada por un esfuerzo crítico reflexivo para absorber el sentido de la realidad y para transformarlo (Ibidem, 520). La puesta en marcha de un curso de acciones que se vinculen y sitúen como finalidad la formulación del plano de coincidencias mínimas, debe estructurarse desde una racionalidad que supere el carácter instrumental y utilitario de las relaciones sociales hegemónicas del presente.

Ello no debe significar la anulación o el hecho de descartar absolutamente lo instrumental, lo pragmático; se debe definir límites a esta racionalidad y utilizarla en el aprovechamiento de sus potencialidades sin afectar a sectores sociales vulnerables o las condiciones naturales que permiten la permanencia de la especie sobre la tierra. La construcción racional y práctica de un plano de convergencias mínimas entre clases sociales y sectores diferentes, que potencie la nación como espacio de encuentro y punto de contacto, ubica el centro gravitacional de mayor peso relacional y certidumbre en la cultura. La cultura como común denominador, es la condición para poder proyectar hacia el futuro la posibilidad de un ideal y de un programa de esperanzas solidarias (Serrano, A. 1993, 109).

La existencia incuestionable de la cultura nicaragüense propicia los fundamentos imprescindibles para trazar el mapa de puntos de contacto, de lugares comunes que ya se prefigura de por sí, sin que emerja o se evidencie una conciencia plena de sus alcances y límites, por tanto, de su existencia para sí. Es una especie de plataforma necesaria, de un plano de coincidencias mínimas –que brinda la cultura en palabras del propio autor- sobre el cual apoyarnos y desde el cual partir hacia la búsqueda de nuestros objetivos (Ibidem, 109). La propia cultura, no sólo es origen de partida, la génesis necesaria para establecer un marco de articulación estratégica, deviene constituida en mapa ya existente que determina los vínculos y conexiones para construir, en tanto producción y transición de la conciencia de sí a conciencia para sí, la comunidad centroamericana.

Entendido como espacio de encuentro, de contactos múltiples con el otro, mediante los cuales pueda revertirse la dispersión, fragmentación e incomunicación entre las partes que conforman la sociedad civil, el plano de coincidencias mínimas se orienta hacia la reconstrucción civilizatoria del sentido de comunidad en el que puedan ser integradas todas y cada una de las partes que conforman el mosaico informe de la cultura y la sociedad en Nicaragua. La Nación nicaragüense –apunta Alejandro Serrano- no debe ser la Nación intermitente que aparece y desaparece. La conciencia de ser nicaragüense y el sentido de identidad deben ser permanentes y no aparecer solo cuando sentimos las lesiones en la soberanía nacional. Desgraciadamente la historia nos enseña con lecciones amargas que los gobernantes y dirigentes políticos de Nicaragua han sido responsables de los cercenamientos de nuestro territorio. Entregas o abandonos señalan el trayecto de una historia para nada ejemplar en este aspecto (Serrano, A. 2001, 87).

La Nicaragua posible, en esta lógica, representa otro de los núcleos teóricos fundamentales que integran la concepción del filósofo nicaragüense como alternativa para edificar la nación en este hemisferio. La formación del ser nicaragüense, el proceso de su forja en todo el devenir histórico, ha tenido como singularidad un conjunto de factores inherentes que tienden hacia su negación existencial como un ente auténtico en sus diversas expresiones. Encauzado violentamente en itinerarios fragmentadores y atomizadores, por medios económicos, sociales, culturales, religiosos, tecnológicos, y de otras naturalezas, extranjeras o internas, cada momento nuevo ha significado el surgimiento inédito de nuevos contra sí, de fuerzas contrarias con estrategias bien definidas para su disolución en cuanto a ser en libertad con conciencia plena de su existencia y potencialidades1.

Si el devenir de Europa, reflejado en la relación de meta-categorías como el ser y la nada, que supone una relación de contradicción en donde la muerte adquiere el sentido de desaparición física y espiritual de la totalidad de la existencia en cuanto a nada; el ser nuestroamericano ha incorporado la nada en el ser, es parte inconfundible, indisociable de este y no su fin; no es un corte o separación definitoria que separa un estado de otro2, pues el ser en estas tierras siente la nada dentro de sí mismo en su desenfrenada lucha por la existencia cotidiana. El ser latinoamericano se encuentra ante una serie de circunstancias históricas interminables que lo sitúan al borde de su existencia, en un límite que desborda cotidiana y humanamente lo posible. Este fenómeno le ha obligado en cierta medida a sobrevivir en los márgenes de una permanencia precaria, que ha asumido y normalizado.

Su universo inmediato deformado por la violencia, el control y las carencias se constituye en nada profunda, pues el modo en el que se reproduce demanda un salto vital constante, de mantenerse en tal condición desaparecería. En este estado, el ser se encuentra aprisionado por la imposibilidad de llevar a acto sus potencialidades, que se ven en los constantes atropellos por parte de fuerzas superiores que no logra controlar y lo deshumanizan. Esta deshumanización, manifiesta en elevados grados de enajenación política y civilizatoria, constituye en sí su nada, su dejar de ser en el tiempo. De este modo, el ser deshumanizado está obligado a superarse ontológicamente así mismo, está abocado a hacerse ser para sí, camino que lo conduce a construir una identidad que ha sido negada y oprimida.

Sólo en libertad, este podrá alcanzar la identidad más plena. La liberación en términos contemporáneos –afirma Alejandro Serrano- es la condición histórica del ser latinoamericano. Liberación que se expresa en la posibilidad de reafirmar lo propio, en la capacidad de creación (Serrano, A. 1988, 43). El ser nuestroamericano sólo puede superar la nada que se le ha impuesto artificialmente como suya, la cual es parte sustancial del modo de producir la vida de las grandes mayorías, históricamente denigradas y condenadas, buscando la libertad. Tal proceso podrá en su desenvolvimiento romper con las estructuras de dominación y limpiar el marasmo existencial en el que ha sido sumergido. Este movimiento garantizará, no sin contradicciones históricas heredadas y creadas convencionalmente, que el nicaragüense pueda encontrar las vías y los instrumentos para su definitiva emancipación. En esta dialéctica del ser por existir y superar la violencia que pretende su anulación por medio de fuerzas que intervienen en el proceso de asimilación y reproducción de la nada a su ser en el mundo, adquiere máxima relevancia la alternativa de la Nicaragua posible, como voluntad de resistir, construir y defender al ser humano de aquellas fuerzas aparentemente incontrolables.

La Nicaragua posible advierte las condiciones de posibilidad y necesidad del nicaragüense para ser, para superar la imposibilidad de hacerse como un sujeto auténtico, soberano y relativamente independiente de los controles y las fuerzas que entorpecen su realización. Surge del fundamento de que nuestra América constituye un espacio que detenta potencialidades que permiten la producción de la vida sin la opresión y las desigualdades socioeconómicas que la han oprimido históricamente. A partir de éste, se constituye como un factor determinante la voluntad de erigirse, de auto-redefinirse en el cambio, proceso que en su realización reviste y adquiere naturaleza esencialmente política.

El sujeto nuestroamericano, y nicaragüense en particular, en tanto ser humano vivo responsable de su existencia y condición humana, está obligado a adquirir conciencia real de su lugar en el mundo ante un sistema global de explotación y dominación múltiple que lo margina y suprime. Desde la urgencia de buscar o retornar a la voluntad de ser, para ser en sí libre y construir en el movimiento hacia esta libertad una identidad contenida que no ha podido manifestarse a plenitud, el sujeto podrá apropiarse de sí, de sus potencialidades, en cuanto a decisión y capacidad política de transformar el mundo que lo aliena. Este derrotero de la emancipación sobre la base del diálogo a partir de la unidad en la diversidad y el despliegue de un plano de coincidencias mínimas deviene en proyecto de Nicaragua posible.

Asimismo, lo sostiene Alejandro Serrano Caldera cuando precisa este eje teórico-conceptual. Tierra habitable y deseable que todos y cada uno de nosotros podemos construir, cediendo un poco de lo que constituye nuestro desiderátum político o el paradigma de nuestro modelo integral de sociedad (Serrano, A. 1993, 68). La Nicaragua posible se vertebra propiamente desde el ámbito de lo político como un acto, o potencialidad política de conducta grupal, en el que se transfiere el poder soberano que cada sector posee, como actor vivo en la sociedad con deberes y derechos inalienables, no a una instancia supuestamente superior, dígase asamblea, monarca o Estado, sino a una instancia que exige ser creada para el diálogo; una instancia que viabilice el poder social para la solución de sus conflictos y que no se separe o sitúe por encima de esta.

Ciertamente el Estado podría instituirse como tal espacio de negociación, concertación y diálogo, pero no el Estado tal cual es en la actualidad nicaragüense. Tendrá que ser un Estado que vuelva a la sociedad civil y se responsabilice de sus padecimientos y vicisitudes. Alejandro Serrano en su cargo de Rector universitario intentó desde la Universidad Autónoma de Nicaragua mediar en la construcción de este espacio. Con el mismo nombre de Nicaragua posible. Foro de Política Nacional, en 1990, año de la transición del gobierno revolucionario hacia otro esencialmente neoliberal, se establecen coordenadas, desde el encuentro y la discusión entre las partes, con el fin de mantener los logros alcanzados con anterioridad y proyectar objetivos comunes al futuro3.

Este evento reunió a representantes de las fuerzas políticas fundamentales de Nicaragua, así como sectores de la sociedad civil y líderes sociales a partir del objetivo de construir una Nicaragua Posible desde la concertación entre todas las fuerzas que constituyen la nación. En el discurso inaugural Alejandro Serrano sostenía: Esta Nicaragua posible es la Nicaragua fruto de la concertación y la concertación es una forma de conducta política, un estilo de conducir la política y lo político con miras a la construcción de la sociedad del futuro; pero es también un instrumento preciso para dar respuesta perentoria a los problemas apremiantes que gravitan con dramatismo sobre nuestro pueblo (Serrano, A. 1990, 11).

Se trata de encontrar las posibilidades de transformación mediante acuerdos entre los sectores sociales que comprenden la nación, en la medida en que estos puedan satisfacer las demandas de cada uno y de la nación como una totalidad, hacia un futuro que parte inexorablemente del presente. La Nicaragua, posible supone la confianza en las fuerzas sociales nacionales para garantizar la vida de sus individuos y en consecuencia la vida y permanencia de la nación en su plena, soberana y libre realización. Se explicita en este proyecto la voluntad del ser nuestroamericano en la particularidad nicaragüense, erigida en categoría histórica-cosmovisiva, de superar el des-orden de cosas impuestas por mecanismos de regulación económica internacional que laceran en su cotidianidad al ser humano en estas tierras.     

Consideraciones últimas

Cada eje-teórico conceptual expuesto, es parte substantiva de los otros, por lo que el despliegue de uno de ellos, lleva implícito el desenvolvimiento de los otros en sus últimas consecuencias. Unidad en la diversidad, plano de coincidencias mínimas y Nicaragua posible constituyen partes inequívocas de una teoría que aspira a refundar la nación nicaragüense desde la autodeterminación, el respeto al derecho de existir en la diferencia y la negación de toda relación que implique o signifique en sus medios o fines la enajenación de los aspectos que identifican al ser en este hemisferio. Cada una de estas categorías pertenece al constructo que contiene, en tanto teoría y praxis, el pensamiento filosófico de Alejandro Serrano Caldera en torno a la nación.

Dispuestas orgánicamente se enfrentan a lo que el filósofo y diplomático nicaragüense identifica como una de las contradicciones fundamentales en la que se expresa el ser nuestroamericano: la relación de oposición ontológica entre la nación y el imperio. La contradicción entre la Nación e Imperio, -arguye el intelectual- que está en el núcleo de los movimientos revolucionarios contemporáneos, lo está también en la búsqueda de la compleja naturaleza del ser latinoamericano, como individuo, como pueblo y como historia (Serrano, A. 1988, 12). En la expansión del imperio, al establecer relaciones de control y explotación de recursos mediante las cuales expone a las culturas a una competencia por la vida para las que no están estructuralmente preparadas, subvierte el fin de la existencia humana como comunidad autónoma. Para ello utiliza en la actualidad entre otros instrumentos al mercado, el cual, desde monopolios y transnacionales invade las naciones latinoamericanas, las satura de mercancías que se recepcionan y asimilan acríticamente.

El mercadeo penetra y socava las culturas desde su mismo centro. Transforma el mundo periférico, emisor de materias primas, en consumidores voraces –nuevos siervos- dependientes de las modas y normas metropolitanas. El capital imperialista captura los mercados por dentro, haciendo suyos los sectores claves de la industria local: conquista o construye las fortalezas decisivas, desde las cuales domina el resto (Galeano, E. 2004, 352). La nación tiende a replegarse en sedimentos de resistencia cultural que no logran, por la violencia ejercida desde el reflujo invasivo del comercio globalizado, articularse como alternativa sólida y sostenible en el tiempo. Esto causa una fractura permanente que puede llegar a desfigurar identidades e incluso hacerlas desaparecer por completo. La intermitencia de la nación la sitúa en su no ser permanente de modo tal que no logra amparar, proteger a sus portadores.

La lucha por la supervivencia de una comunidad integrada, de una sociedad civil con sentido de su existencia y potencialidades, adquiere en la construcción y defensa de la nación su punto más elevado. Pues en esta se encuentran potencialmente las estructuras vitales que pueden, más que cualquier otra institución, funcionar como escudos contrahegemónicos ante los excesos de los monopolios económicos y políticos actuales que funcionan como tentáculos de los imperios por repartirse y ganar nuevos espacios de influencias donde puedan vender sus mercancías. En esta dialéctica entre la nación y el imperio4 los pueblos corren el riesgo de ser deformados hasta el límite de llegar a no reconocerse desde los aspectos que lo identifican. La dominación imperialista representa generalmente una violencia que destruye los símbolos locales y conlleva a la supresión de la soberanía (Bavaresco, A. 2003, 57). El imperialismo deviene en el máximo obstáculo de la nación, por tanto, de la realización del ser nicaragüense en tanto identidad y libertad propias.

Sin la conciencia de la identidad y de la libertad, términos que se disipan en medio de conflictos, carencias y desigualdades, traducidas en violencia extrema, los pueblos se deforman. Un pueblo al cual se le mistifica su lengua, -apunta Serrano Caldera- su cultura y sus formas de vida cotidiana, sea por imposición directa o por una dominación cultural más sutil, es un pueblo en fase de desnaturalización, pues se le adulteran los elementos en los cuales puede reconocerse (Serrano, A. 1988, 44-45). La mayor dificultad no consiste en el simple hecho de que desaparezca una cultura o la identidad de un grupo particular, pues la historia de la humanidad está saturada de culturas que aparecen y desaparecen por causas muy diversas, la cuestión radica en que su desaparición como un sujeto portador de una cultura propia es el preludio para su desaparición física y existencial.

Solo en su existencia cultural e identitaria puede encontrar los instrumentos para defenderse y superar la violencia generada en la actualidad por procesos políticos y económicos de alcances globales. La desaparición de una cultura en la actualidad representa la extinción gradual y ascendente del ser humano causado por la irracionalidad ecosistémica imperante de la misma especie humana. Sostener o reconstruir la nación, supone la aspiración a la vida, a la permanencia del ser humano en la tierra. Esta aspiración por perdurar, por trascender los estrechos límites vitales que se han trazado con la racionalidad del mercado y las revoluciones tecnológicas, constituye a la vez un fundamento imprescindible para la existencia y perdurabilidad de la nación.

En la medida en que el imperialismo se afianza y ensancha en la América nuestra, la nación se inhibe hasta el extremo de llegar a convertirse en islotes aislados casi irreconocibles. Si el colonialismo y el imperialismo constituyen la causa fundamental de negación de la nación, la lucha contra ellos es la reafirmación primaria de la nación y la expresión más fuerte de identidad (Ibidem, 44-45). Pensar y refundar la nación se torna un desafío ineludible para los pueblos que pretendan sobrevivir al desarme civilizatorio, la enajenación política y la homogeneización cultural que impone el neoliberalismo globalizado. Reafirmar y sostener la nación es una opción, no la única, que reafirma la resistencia cultural y política a los atropellos que los Estados, con sus respectivos poderes desmesurados, acometen contra el ser humano.

Notas

1. En el hemisferio nuestroamericano se encuentra parte significativa de recursos naturales, grandes reservas que compiten con el resto del mundo como: oro, plata, cobre, estaño, níquel, petróleo, gas natural, entre otros; así como materias primas producidas de alto valor destacándose los ejemplos de carne de ganado mayor y menor, azúcar, maíz, cacao, café, tabaco, plátanos, flores, etc. Sin embargo, la mayor parte de la región padece de miseria por estas potencialidades a causa de transnacionales y monopolios o de las oligarquías nacionales que se apropian y concentran la riqueza producida socialmente.

2. Así se puede apreciar en culturas como la mexicana o la haitiana la relación estrecha con los muertos a tal punto que la línea que separa un estado de otro se muestra en no pocos casos deleble y movedizo.  

3. Aunque no es objetivo de este trabajo analizar los alcances de este esfuerzo por sentar las bases para una Nicaragua posible, es preciso señalar que el alcance fue muy limitado puesto que el nuevo Gobierno encabezado por Violeta Barrios de Chamorro se mostró indiferente. En un año de nuevo mandato, se habían desarticulado los logros sociales y económicos que había alcanzado el sandinismo durante once años de gobierno.

4. Ciertamente se ha reconocido como el imperio en su versión más acabada y expedita a Estados Unidos de Norteamérica, sin embargo, la mayoría de las potencias capitalistas desarrollan políticas imperialistas de reproducción del coloniaje y el apoderamiento de recursos naturales y financieros hacia el sur, todavía bien repartidos. No es de extrañar que cada vez que aparece una crisis o un escándalo de naturaleza política o económica en Francia, como una polea de transmisión se desencadena una crisis de inestabilidad política o económica en Malí –que fue conocida en la primera mitad del siglo XX como el Sedán Francés- o en cualquier otro país africano que fue en tiempos precedentes su colonia abiertamente.    

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