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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

On-line version ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.20 no.2 Mendoza July 2018

 

COMENTARIOS DE LIBROS

Felix Valdés García. La in-disciplina de Caliban: Filosofía en el Caribe más allá de la academia.
La Habana, Editorial filosofi@.cu, 2017, 205 páginas. ISBN 978-959-7197-22-5

Carlos Sergio Aguirre Aguirre

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
 Universidad Nacional de San Juan

 

Entre finales de de los años ´80 y principios de los años ´90 distintas esferas de las ciencias sociales y las humanidades en Latinoamérica se ven obligadas a pensar la relación jerárquica que durante décadas han tenido las formas tradicionales del saber legitimadas por las academias occidentales con el pensamiento y las disciplinas de nuestra región. Sin necesidad de ser exhaustivos, podemos señalar algunas colectividades que encararon esta cuestión desde una pluralidad de enfoques y lugares académicos de enunciación muy específicos. Por ejemplo, los intelectuales reunidos en el Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos, tras la derrota del sandinismo en las elecciones nicaragüenses de 1990, propusieron re-articular los aportes conceptuales de los subalternistas asiáticos Ranajit Guha y Dipesh Chakravarty, entre otros, orientados por una reflexión sobre las limitaciones epistemológicas de un conocimiento identificado como occidental a la hora de estudiar las dinámicas culturales heterogéneas que se trazan en el espacio político latinoamericano. Por otro lado, los diversos trabajos de la crítica cultural latinoamericana, o crítica deconstructivista-neofrankfurtiana como la define arbitrariamente John Beverley, vislumbraron en los debates del posestructuralismo europeo un horizonte multidisciplinario capaz de habilitar nuevos modos de pensar las subjetividades insurgentes y las dinámicas del arte en Latinoamérica. Hay dos enfoques que merecen una atención especial. Dos recorridos teóricos que ven que el problema fundamental de la modernidad eurocéntrica es la razón colonial que le subyace: la idea de “colonialidad del poder” del sociólogo peruano Aníbal Quijano y la relectura poscolonial realizada por el semiólogo argentino Walter Mignolo durante los años ´90 a los principales postulados del pensamiento latinoamericano y caribeño.

Hemos querido comenzar mencionando estos debates ya que hasta cierto punto ilustran el interés que en décadas pasadas tuvieron algunos espacios del pensamiento crítico de nuestra región en trazar diversas rutas para desplazar los fundamentos epistemológicos, políticos y teóricos impuestos por modernidad occidental y el capitalismo colonial. Sin embargo, en menor o mayor medida, y por más fecundos que hayan sido los aportes conceptuales de estas discusiones, aún sigue siendo un problema la necesidad de hurgar formas filosóficas del saber que, en su expresiones conceptuales y esquemas, den cuenta de una comprensión adecuada del tiempo, la subjetividad, las esencias y la realidad actual de una de las regiones más azotadas por la colonialidad: el Caribe. Dar cuenta de esto, junto con avanzar en la dilucidación de un saber filosófico que se constituye como expresión teórica y conceptual de la realidad insular-caribeña, es lo que busca el profundo estudio del Doctor en Filosofía cubano Felix Valdés García en su libro La in-disciplina de Caliban: Filosofía en el Caribe más allá de la academia. Creemos que son cuatro los aspectos más relevantes con los que el autor comienza su estudio: mostrar cómo la perspectiva filosófica moderno-ilustrada fue un dispositivo fundamental para la constitución del dominio colonial en el espacio del Caribe; entender a la región caribeña como un todo, pese a su diversidad, para así ponderar su carácter de saber general y cosmovisivo, y, sea de paso, superar la fragmentación geopolítica desempeñada por los imperios coloniales; plantear la existencia filosófica de un ser caribeño como un ser en devenir, distante del universal abstracto trenzado por las academias de Occidente y la modernidad; y recuperar críticamente la figura del esclavo Caliban, a la manera de una expresión indisciplinada en continuo alegato contra el disciplinamiento fundado por las normas académicas tradicionales. Tomando estos aspectos, los distintos capítulos del libro Valdés García gravitan en torno a la peculiaridad de la filosofía caribeña, dejando en claro que ésta se hace notar desde una práctica discursiva intertextual que propone otra forma de acercamiento a la realidad, como así también una reformulación del pensamiento crítico y de las prácticas históricas insulares.

El primer acápite abre con un recorrido en torno a los diferentes puntos de vista y definiciones geopolíticas, económicas e históricas sobre la idea del Caribe: Caribe insular, Caribe francófono, Caribe anglófono, Caribe hispano, Gran Caribe, etc. Empero, el autor elige para su estudio la definición etnohistórica de Caribe insular, desarrollada por la larga tradición de autores como Lloyd Best, Manuel Moreno Fraginals y Fernando Ortiz, entre otros, pues consigue distinguir al desarrollo filosófico de las porciones y las islas continentales a-isladas -aquello que el martiniqueño Édouard Glissant caviló como un “pensamiento archipiélago”- de sus bordes (Venezuela, Colombia, Centroamérica y México, principalmente), en tanto que en estos últimos espacios la filosofía se limitó, mayormente, a las administraciones de los Estados nacionales y a la disciplina occidental. En este sentido, se considera la peculiaridad filosófica de un Caribe insular que en su fragmentada unidad cristaliza una realidad histórica divergente de la del resto del continente. Con esto, no es un elemento menor en el libro que su autor se valga de herramientas filosóficas hegeliano-marxistas y de distintas categorías producidas por la filosofía occidental para integrarlas en la reflexión crítica de una realidad intelectual e histórica donde se tejen otras formas de discernimiento y de trasformación de esos mismos recursos analíticos, pero también con el horizonte de delinear cuestiones relacionadas con el trabajo intelectual y la figura del filósofo, como así también entender la compleja y diversa trama cultural que cruza al espacio insular; problemas que se vinculan, necesariamente, con ampliar los modos en que se reconoce a la filosofía.

Dicho ejercicio procura, para el autor, considerar la “ontología” sobre la cual surge la filosofía caribeña y sobre la que se da su expresión conceptual, teórico-filosófica. Volver a las preguntas sobre el ser y la existencia, o sobre el estatus ontológico del Caribe insular, no implica, como se puede pensar, una construcción metafísica e ideológico-totalizadora del espacio estudiado. Y esto, quizás, es uno de los movimientos más notables del estudio, pues, si bien se hace a contrapelo del etnocentrismo europeo y de los sistemas modernos del saber, consigue una (des)lectura productiva de aquellas concepciones que tienen su génesis en la práctica histórica euroccidental, para así organizar un análisis sobre un ser caribeño que se configura en sus historias, en sus complejas interacciones, en trazos de identidades antagónicas, en su diversidad latente y en su heterogeneidad fenoménica. Un ser caribeño mestizo, conflictivamente híbrido, colectivo, y en curso, trazado ya en las lecturas cubanas de Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Nicolás Guillén y Jorge Mañach. Un onto que es un proceso en marcha y que, sea de paso, se traza en las poéticas de Frantz Fanon, Aimé Césaire, Édouard Glissant, entre otros.

En el segundo capítulo, Valdés García se dedica a sustentar su trabajo abordando la dialéctica conflictiva que acaece entre la realidad y el conocimiento. Para ello, recorre minuciosamente los sucesos de la historia del Caribe desde 1492, pasando por la Revolución Haitiana, el auge de la plantación, la Revolución Cubana, hasta llegar a las distintas redes de pensamiento periférico que consiguen alterar críticamente la geopolítica del conocimiento de la colonialidad. Son los trabajos de José Martí y Eugenio María de Hostos los que marcan la pauta de una crítica insular que con el correr de los decenios se irá trazando de variadas formas y con diversas inquietudes. Pero también, se reconocen los aportes que hacen las denuncias al sistema esclavista de Ottobah Cougano, Mary Prince y Olaudah Equiano en la articulación de un pensamiento que busca desmontar las identidades raciales instituidas por las metrópolis. En este sentido, resultan fundamentales las lecturas del líder jamaicano Marcus Garvey, las cuales enriquecen los trabajos del historiador W. E. B. Du Bois sobre la realidad del negro en las Américas. A su vez, las ideas del Caribe hispano, las cuales, influenciadas por el neopositivismo, el marxismo y la fenomenología, y que comenzaron a mirar durante el siglo XX de otro modo la realidad cultural, la dependencia metropolitana y la descolonización, entre otros temas, sostienen un pensamiento que se detiene en la experiencia singular de la región con el colonialismo moderno. Así, para Valdés García, autores como Emilio Ballagas y Juan Marinello, pasando por Raúl Cepero Bonilla y Ramón Vasconcelos, hasta Roberto Fernández Retamar y Zaira Rodriguez Ugidos, constituyen un núcleo de pensamiento crítico que en variadas ocasiones rompe con los moldes académicos hegemónicos del desarrollo filosófico. Mención aparte merecen los trabajos de autores del Caribe francófono, como los de Aimé Césaire, Frantz Fanon, Suzanne Césaire, Maryse Condé y Raphaël Confiant los cuales han hilvanado proyectos que se circunscriben en una política anticolonial, como así también en un análisis sobre los diversos clivajes culturales que configuran la imaginación insular. A su vez, los trabajos de C. L. R. James, Sylvia Wynter y Lewis Gordon, por sólo mencionar algunos, dan muestra del creciente interés filosófico del Caribe anglófono, y, por otra parte, los estudios de Anton de Kom y Terry Agerkop, como la poética de Lasana M. Sekou, exhiben el horizonte que tienen las cavilaciones críticas emergidas en el Caribe neerlandés de situarse más allá de las formas instituidas por los patrones occidentales de conocimiento. Como se puede ver, una multiplicad de enunciaciones donde se juega una de las cuestiones más decisivas del mundo moderno: la colonialidad que inundó (e inunda) a las islas del Caribe.

La densidad epistemológica y teórica de los principales conceptos de la filosofía caribeña es trabajada por Valdés García en el tercer acápite del libro. Para esto, el autor selecciona una triada que parece materializar el mapa tripartito diagramado por el Caribe francófono, el Caribe hispano y el Caribe anglófono: “negritud”, “choteo” y “creolización”. Categorías que no sólo materializan un modo peculiar de conocimiento, sino que son herramientas que durante la historia intelectual y política del Caribe se levantaron en función de una práctica transformadora. Valdés García las reflexiona como modelos teóricos que abarcan el contenido científico del universo caribeño, siendo elogiable el hecho de que los discute desde sus problemas gnoseológicos y vinculados con la realidad en la cual están insertos. Frente a esto, la noción de “negritud”, por ejemplo, cobra espesor tanto desde la lectura francocaribeña de Césaire sobre el problema del negro colonizado, como desde su contraste con el concepto de “blanquitud” que problematiza críticamente Bolívar Echeverría. La “negritud”, más que un fundamentalismo de la cultura negra o una vuelta al inconsciente africano de las poblaciones diasporizadas de las Américas, patentiza el problema de las identidades oprimidas por el inconsciente racial y biopolítico de la modernidad. A raíz de esto, una de las vías propuestas por Valdés García para pensarla es como un concepto que surge del imput antillano; esto es, entenderla como un lugar desde donde se descubre una perspectiva distinta de cavilar la cuestión de la colonialidad. Por otra parte, la noción de “choteo” traza una perspectiva intelectual que permite entender la vida cultural y política de inicios del siglo XX en Cuba. Como muestra Valdés García, es el filósofo y ensayista Jorge Mañach quien analiza con rigurosidad, tomando las investigaciones fenomenológicas husserlianas, la ligereza cultural y el relajo que se teje en la isla tras lograr la independencia política como Estado. El “choteo” se constituye, así, a la manera de una herramienta de análisis que goza de amplitud para captar los comportamientos cubanos en su especificidad. La importancia del carnaval, de la elusión, del humor criollo y del “azar de la vida” no radican tan sólo en el hecho de que son fenómenos que se articulan en la superficie cultural y subjetiva de la población cubana, sino también, y más enfáticamente, en el hecho de que ellos se diagraman como formas de resistencia ante el las estructuras sociales coloniales que se reactualizaban en las jerarquías de la joven nación. A partir de esto, que el “choteo” es el enemigo tropical del orden y del prestigio, y también un inédito punto de vista teórico-especulativo útil para entender la realidad de Cuba. Finalmente, la noción de “creolización” sobrevive como una clave de interpretación diagramada a contrapelo del modelo de historia europeo occidental. Valdés García detiene su reflexión en los aportes del poeta, ensayista y filósofo barbadense Kamau Brathwaite, para quien la “creolización” hace referencia a la cultura inacabada de la realidad insular. El carácter sincrético de las poblaciones diasporizadas del Caribe no sería cabalmente aprendido sin la presencia una categoría que dé cuenta de los fuertes entrecruzamientos e intercambios culturales de la región. Como muestra el Doctor en Filosofía, Brathwaite, al igual que Ortiz y Glissant, le presenta atención a las discontinuidades históricas y a las distintas matrices culturales que impactan recíprocamente en la lengua, la medicina, los hábitos y la religión. Por ejemplo, para el poeta barbadense, los códigos estéticos africanos se han mantenido en el Caribe como elementos importantes de un proceso de acriollamiento que no ha sido ni uniforme ni mucho menos lineal. Muestra de esto es que dan presencia a una complejidad intercultural que en su producción simbólica evita reproducir las taxonomías binarias de la modernidad occidental. Así, “negritud”, “choteo” y “creolización”, cada uno en su especificidad y contenido, promueven una preocupación general de la filosofía en el Caribe insular.

En el quinto y último capítulo del libro Valdés García examina algunos núcleos problemáticos del pensamiento crítico caribeño que no sólo consiguen subvertir los conceptos de la filosofía tradicional, sino que también logran cristalizar preocupaciones que perfectamente se pueden hacer extensivas a las realidades del Sur asediadas por la experiencia colonial. Frente a esto, cobran espesor los aportes del intelectual martiniqueño Frantz Fanon referidos principalmente a la alienación colonial y al problema de los hombres y las mujeres negros. La profunda crítica de la propuesta fanoniana a la dominación cultural, política y epistemológica de Europa cobra sentido en la realidad cultural caribeña y en las sociedades colonizadas cuando pone en entredicho las ontologías que han sobredeterminado a los cuerpos colonizados. Siguiendo la propuesta de Fanon, las representaciones blancas sobre al Caribe se han articulado tomando como base una jerarquización fenotípica de los cuerpos, donde el cuerpo blanco es sinónimo de virtud y belleza y el cuerpo negro equivale a lo salvaje y a lo no-racional. O sea, una separación racista entre cuerpos que existen y cuerpos que no existen. En este sentido, la teoría revolucionaria y epistemológica de Fanon ilustra la aguda coimplicancia hilvanada entre el mundo moderno y la racialización sistemática de las poblaciones; adelantando aquello que décadas más tarde desde la el giro decolonial latinoamericano se teorizará como la colonialidad. Por otra parte, el concepto “Caliban”, desarrollado desde la década de los ´70 hasta la actualidad por Roberto Fernández Retamar, y retomado más adelante por teóricos/as como Gayatri Spivak y Guilles Deleuze, se perfila a lo largo de la historia del siglo XX como uno de los elementos más significativos al momento de reflexionar sobre la realidad insular. La audacia de Fernández Retamar consistió ver en el complejo personaje de la pieza teatral La tempestad de Shakespeare el germen de una interrogación sobre la existencia o no de un pensamiento latinoamericano auténtico y útil para los procesos de liberación. “Caliban”- “Caníbal”- “Caribe”, anagrama creado por el imaginario colonizador, tomado por Shakespeare y retomado por el gran poeta cubano en clave martiana y caribeña para sostener uno de los principales debates de “Nuestra América” de la segunda mitad del siglo XX: ¿Cuál es la posibilidad de trascender los moldes conceptuales de Occidente para enraizarnos en nuestro mundo y así evaluar nuestra trágica historia cultural? “Caliban” encarna en el pensamiento nuestroamericano el rechazo al colonialismo, pero también funciona como metáfora del explotado por la razón instrumental del capitalismo, del ninguneado por la colonialidad, del pobre latinoamericano, de la diversa otredad caribeña, del “pobre de la tierra” de Martí, del “condenado de la tierra” de Fanon, como apunta lúcidamente Valdés García. Eso que en la década de los ´80 las ciencias sociales latinoamericanas entenderán como la condición subalterna.

La preocupación del pensamiento crítico caribeño por la realidad insular acontece también en los conceptos de “antillanidad” y “poética de la relación” de Édouard Glissant. Inventar lo real, poner en funcionamiento la Relación por fuera de un retorno a lo Uno inmóvil del Ser e indagar la necesidad del Desvío en las poblaciones culturalmente fracturadas del Caribe, son nudos de análisis que recorren gran parte de la obra del poeta martiniqueño. Bajo esta rúbrica, “antillanidad” posibilitan captar la particularidad de una realidad densa y que es derivada de imaginarios irreductibles e imposibles de modular bajo los márgenes epistemológicos del imaginario de Occidente. Por eso, los conceptos que circulan en la escritura de Glissant no se pueden reducir a una ciencia, sino que son sólo lo conocible. La devastación de la conquista, la trata de negros, el transbordo, la diáspora -todos fenómenos de la modernidad/colonialidad- dan como resultado una realidad rizomática, diversa, culturalmente conflictiva. En esto, la “antillanidad” es una realidad virtual, una aspiración. Una vivencia común que se apoya en la diversidad para encontrar el asidero de una posible unidad y, a su vez, una noción que cala profundo en el pensamiento insular. “Poética de la relación” es el vinculo de esos imaginarios irreductibles que traman nuevos locus de enunciación. Un concierto de voces diferentes que pasa inadvertido en el mundo de lo Uno. Por otra parte, la “transculturación” de Fernando Ortiz y la “frontera imperial” de Juan Bosch constituyen dos conceptos que se han destacado por su fertilidad en los estudios del Caribe hispano. Mientras noción de Ortiz -celebre en Latinoamericana a principios de los ´90 dentro la crítica cultural y la teoría poscolonial-  hace referencia a los sincretismos y tránsitos culturales acaecidos en la historia del Cuba, pero también en el conjunto de la región insular, el concepto de Bosch consiste en un recurso de análisis para pensar la configuración de una geopolítica en la que el Caribe ha ocupado el lugar de frontera sur del imperio del siglo XX.  Para Valdés García, otro concepto que goza de una trascendencia política que excede el espacio insular es “condenados de la tierra” de Fanon. La violencia en las periferias, las estructuras sociales del colonialismo y la psicología de los colonizados fueron problemas que movilizaron al pensador martiniqueño para construir un diagnóstico severo sobre la crisis del mundo contemporáneo. En sus textos, el colonialismo aparece como una cuestión en la que se ven involucrados los pilares más profundos de la política europea y del pensamiento que produce Occidente. Bajo este contexto, la descolonización aparece como una tarea urgente, donde la construcción de una nueva política subalterna va de la mano de una ruptura epistémica con los lineamientos filosóficos de la modernidad. Los “condenados de la tierra”, así, hablan desde otro lugar de enunciación. Desde lo que posteriormente Walter Mignolo entenderá como la “herida colonial”: un lugar que pone de cabeza la idea moderna del hombre europeo.

El capítulo cierra con un recorrido por los que el autor considera los principales conceptos del debate epistémico caribeño. José Martí es quien, para Valdés García, abre el cuestionamiento antillano a los saberes ajenos, a los conceptos de afuera. Una perspectiva clara que, como se ha visto en este comentario, circula por gran parte del pensamiento crítico insular del siglo XX. Empero, es en la década de los ´60 donde un grupo de intelectuales del Caribe anglófono reclaman a lo largo y ancho de sus trabajos cuestiones como la “caribeñización del saber” y la “decolonización epistémica”. El Grupo Nuevo Mundo (NWG), nombre con el que se dieron a conocer este conjunto de académicos compuesto por sociólogos, historiadores y antropólogos sociales, trazó un marco teórico para el conocimiento de las experiencias históricas del Caribe, tomando como elemento fundamental la teoría de la economía de plantación desarrollada por Lloyd Best y Kari Polanyi.

Podemos afirmar que la propuesta de Valdés García nos abre la posibilidad de registrar y estudiar la peculiaridad de la filosofía insular. Seguir pensado que la filosofía es un ejercicio que se arraiga casi de manera exclusiva en las lógicas académicas tradicionales sería cercenar la realidad y la experiencia de esos pueblos del Sur que iluminan profundamente las contradicciones más significativas del mundo contemporáneo. A partir de esto, el trabajo del Doctor en Filosofía es un estudio a contrapelo de la concepción moderna-occidental de la práctica filosófica. Un libro que trata de dar cuenta de las diferencias filosóficas activas -de esa ontología caribeña- que se ubican en esos intersticios epistemológicos capaces de desplazar las jerarquías del dominio colonial. La complejidad teórica y práctica de los diversos pensadores que se mencionan en el libro -Aimé Césaire, Juan Bosch, Frantz Fanon, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Édouard Glissant, por sólo mencionar una pequeña parte- dan cuenta de una filosofía que no se contenta simplemente con desarticular el discurso europeo y académico de Occidente, sino que intenta trazar nuevos imaginarios de relación y diferencia. Es la tarea de contrahegemónica de Caliban que continúa plenamente vigente en tiempos donde el lenguaje de Próspero aún se fija en nuestras prácticas académicas. La in-disciplina de Caliban: Filosofía en el Caribe más allá de la academia se convierte así en un trabajo fundamental para reflexionar ese ejercicio de Caliban al interior del pensamiento nuestroamericano.  

 

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