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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versión On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.22 no.2 Mendoza jul. 2020

 

TRADUCCIONES

Mujeres en Negritud: Paulette Nardal y Suzanne Césaire

 

Tanella Boni1

Universidad de Abidjan, Costa de Marfil

 

Traducción de Florencia Ordoqui

Universidad de Buenos Aires

 

En los años treinta y cuarenta, la cartografía de la Negritud no era homogénea. Si bien las figuras destacadas son ampliamente conocidas –Césaire, Senghor y Damas– ¿qué decir de la conformación del movimiento? Pues que, como todo movimiento de pensamiento, es una dinámica en la cual múltiples conflictos –a veces familiares– entran en juego. En este punto cabe preguntarnos: ¿cuáles son los personajes eclipsados por la influencia y la omnipotencia de los “padres”? Mi pregunta se apoya sobre la genealogía de la Negritud, en el corazón de la cual la autoridad de los “padres fundadores” es central.

Algunos elementos de biografías, junto con testimonios recogidos aquí y allá2, pintan el retrato de las “Mujeres en Negritud”3: Paulette Nardal, pensadora de la “conciencia de raza”, y Suzanne Césaire, defensora de un surrealismo que explora la experiencia particular de integración y mestizaje en las Antillas. Aunque, ciertamente, podríamos manifestar sorpresa al advertir el silencio que le siguió a un período muy fecundo para sus dos revistas –La revue du monde noir (1931-1932) que Paulette Nardal co-fundó con otros autores, y Tropiques (1941-1945) donde Suzzane Césaire tuvo un rol central, publicando allí lo esencial de su obra– sin embargo, y a pesar de la supuesta debilidad de sus cuerpos, ellas han sido, durante toda su vida, tenaces luchadoras de la causa de las mujeres, así como también desde el punto de vista del pensamiento literario, artístico y filosófico. Tanto una como la otra, denunciaron la asimilación que, entre otras cosas, producía una literatura y una poesía de imitación, y concedieron un lugar destacado a la africanidad presente en la historia del Caribe. Esta memoria africana es, a la vez, biológica, cultural e histórica en Paulette Nardal; y, en Suzanne Césaire, influenciada por el pensamiento de Leo Frobenius, Alain y André Breton, se torna más geográfica, estética y cósmica. Los roles intelectual y social –como mediadoras, por ejemplo–, así como también sus escritos, construyen líneas de fuga, y, a la vez, puntos de encuentro entre negritudes que se oponen o se imbrican unas en las otras. Se trata de una dinámica que resulta de experiencias particulares, articuladas en diferentes planos, tanto prácticos como teóricos, en vistas a la construcción de un “nuevo humanismo”.

Una genealogía en masculino

Los “padres fundadores” son conocidos, pero nos preguntamos si la Negritud depende de una historia familiar, “racial”, amistosa, social, cultural, filosófica o política. ¿Es casual que tres estudiantes negros que llegan de horizontes diversos, se encuentren en París, en los años treinta, y se conviertan en “amigos”? Asimismo, la palabra “Negritud” tampoco ha sido inventada, en lengua francesa y de manera fortuita, por Aimé Césaire. En este sentido, hoy abundan los interrogantes en torno a estas situaciones específicas vividas por los negros, entre los cuales también se encuentran aquellos pensadores que expresaron, con sus palabras y su propia sensibilidad, la idea de que cada individuo, como parte, está ligado al todo.

El estudio de T. Denean Sharpley-Whiting, Negritud Women, intenta comprender la reflexión puesta bajo la sombra de las pioneras del pensamiento negro. La autora describe la historia del nacimiento del concepto de Negritud y la influencia del movimiento renacentista de Harlem, junto con el concepto de “new negro” de Alain Locke como centro de la reflexión. Sin embargo, en el mundo “francófono” la discriminación ya había comenzado: el romance de Suzzane Lacascade, Claire-Solange ame africaine, publicado en 1924, está lejos de haber sido acogido con entusiasmo, después de la gran admiración por Batouala, auténtico romance negro, de René Maran, premio Goncourt en 1921. En ese romance, la autora muestra también cómo el período de entreguerras fue favorable a la agitación cultural abierta a los excesos, a lo desconocido y a lo inesperado.

En París, ciudad artísticamente fecunda en esta época, tiene lugar el encuentro entre personajes influyentes: poetas surrealistas, artistas plásticos, filósofos, escritores y artistas afro-americanos que se presentan en el casino de París o en los Folies Bergères, así como también figuras del espectáculo y de la danza “exótica” como Joséphine Baker, “encarnación inédita e inimitable de la feminidad negra” (Achille, L. T. 1992, XII). De este modo, París es el lugar de encuentro de ideas que se propagan por los salones y los cafés, así como también en otros espacios de debate y entretenimiento, tales como los “bailes negros”. En estos sitios, los afro-americanos, los antillanos y los africanos, si bien al principio desconfiaban unos de otros, pronto descubrieron su común pertenencia a una “raza”, aunque también diferencias culturales notables.

Si a Paulette Nardal (1896-1985), nacida en Martinica, hija mayor de siete hermanas, algunas de las cuales (Jane y Andrée Nardal) tomaron una parte activa en los debates en torno a la Negritud incluso antes de los años treinta, principalmente en La Dépêche africaine, el “derecho de primogenitura” le ha jugado en su favor, por otro lado, sus esfuerzos intelectuales se vieron frustrados por la desaparición de La Revue du monde noir que ella había cofundado en 1931. Y tres años más tarde, la invención del concepto de Negritud por Aimé Césaire parece haber orientado las miradas hacia nuevas maneras de formular las preguntas y plantear los problemas.

Analizar la configuración de la Negritud, permite indicar hasta qué punto otras variables, sutiles y subterráneas, que no están ligadas ni a la “raza”, ni al género, ni a la clase –quizá en esta dominación aceptada y consentida que es la autoridad– entran en juego. Es Sharpley-Whiting quien muestra que es en el artículo de Jane Nardal sobre “el internacionalismo negro”, publicado en La Dépêche africaine en 1928, donde se forja el neologismo “afro-latin” para designar la doble experiencia vivida por aquellos francófonos conscientes de tener una identidad en el cruce de las lenguas y las culturas. No obstante, también poeta y artista, Jane Nardal no se convirtió en una figura célebre, debido a que subsumió bajo un vocablo lo esencial de su pensamiento. Este texto, fundador de la toma de conciencia del acercamiento entre identidades negras y “mestizas”, podría ser una de las fuentes que Césaire, Senghor y Paulette Nardal utilizaron para construir la idea de “conciencia de raza” (Sharpley-Whiting, T. D. 2002, 18). En este sentido, ensombrecer las reflexiones de Jane Nardal, no coincide con un sistema binario en el cual el dominio siempre se ejerce del lado de los hombres excluyendo a las mujeres. Desde este punto de vista, la bella sororidad de las hermanas Nardal no se percibe fácilmente.

No obstante, entre los autores que apoyan la idea de una genealogía masculina de la Negritud, se podría citar a Césaire mismo. En su discurso sobre la negritud pronunciado el 26 de febrero de 1987 en la Universidad Internacional de Florida, en Miami, él afirma: “Confieso que la palabra negritud no siempre es de mi agrado, incluso habiendo sido yo, con la complicidad de algunos otros, quien ha contribuido a inventarla y proyectarla” (Césaire, 2004, 80).

Como puede leerse, cuando él cita, entre paréntesis, los fundadores de la Negritud4 y quienes han continuado el movimiento, ningún nombre de mujer figura en la lista.

En relación a la “Negritud americana” que precedió a la negritud francófona, las palabras que utiliza Césaire son igualmente significativas en relación al olvido del género:

Hombres como Langston Hughes, Claude McKay, Countee Cullen, Sterling Brown, quienes han sumado a otros como Richard Wright, y así sucesivamente. Sabemos, o mejor dicho, les recordamos, que es aquí, en los Estados Unidos, entre ustedes, donde nació el concepto de Négritud (Ibíd., 88).

Hubiésemos esperado otros nombres, particularmente el de Paulette, Jane y Andrée Nardal, escritoras, traductoras y artistas martinicenses. Hubiésemos esperado, quizá, el nombre de Nancy Cunard, inglesa instalada en Francia desde 1920, quien había publicado en 1934 una famosa antología de escritores, poetas y pensadores negros: Negro: an Anthologie. Hubiésemos esperado, sobre todo, el nombre de Suzanne Roussi Césaire, con quien se casó Aimé Césaire en París, en julio de 1937 (S. Césaire, 2009, 9), quien de 1941 a 1945, publicaba lo esencial de su obra en la revista Tropiques.

Más tarde, próximo a Présence Africaine, las mujeres –como Christiane Yandé Diop– no han dejado de tomar una parte activa en la exaltante y difícil aventura de la Negritud, y de tomar el control de una empresa intelectual y familiar: una editorial y una revista.

Estas conductoras de ideas, creadoras de puentes y mediadoras, que social e intelectualmente han promovido el acercamiento entre tres o cuatro continentes, son mujeres que comparten un estatus. Paulette, Jane y Andrée Nardal, y luego Suzanne Césaire, escriben en estas revistas que son herramientas efectivas de difusión del pensamiento, herramientas frágiles ciertamente, ya que, por razones económicas o políticas, son en todo momento amenazadas de desaparición. Sin embargo, a pesar del trabajo de organización, de reflexión y de traducción5 que ellas efectuaban, la historia de las ideas sólo conserva la genealogía masculina de la Negritud. ¿Qué sucedió? Ellas escriben, ellas piensan, pero ¿son oídas? Por ser mujeres y negras o de color ¿están, desde el principio, fuera del juego? Una de las razones del ocultamiento planteado, con justa razón, por T. Denean Sharpley-Whiting, me parece particularmente filosófico6: la invención del concepto de “Negritud”, es “una palabra de uso y manipulación difícil” (Césaire, 2004, 82).

Si las revistas culturales7 que publican análisis comparativos, a veces surrealistas o marxistas, son los órganos de difusión del pensamiento, la función del concepto y su fabricación a partir de un terreno favorable faltaban a la cita. Ahora bien, según Deleuze y Felix Guattari:

Siguiendo el veredicto nietzscheano, no se puede conocer nada a través de conceptos si no se los ha creado primero, es decir, construido en una intuición que le es propia: un campo, un plano, un suelo, que no se confunde con ellos, pero que alberga sus gérmenes y los personajes que los cultivan (Deleuze, G. y Guattari, F. 2005, 12).

El momento propiamente filosófico en la genealogía de la Negritud es, en primer lugar, los nombres de los filósofos que aparecen en Césaire y, sobre todo, en los ensayos de Senghor. Después de la creación del concepto, los fundadores desarrollan proyectos literarios (poesía, cuentos, teatro, ensayos) y, sabemos, los primeros críticos que le abren el camino a estos textos, son los prologuistas: poetas, novelistas y filósofos franceses8.

Así, las condiciones de la invención y de la difusión del concepto eran favorables: las experiencias eran documentadas y debatidas, las ideas circulaban y las figuras intelectuales consideradas de autoridad en París se interesaron en las nuevas escrituras de l’être-au monde. De esta manera, Césaire, Damas y Senghor, encontraron su propio lugar en el juego del pensamiento, no solamente "francófono", sino también mundial, beneficiándose de las oportunidades ofrecidas, o las creadas, así como también dislocando el orden establecido en la Francia colonial. No nos olvidemos que la batalla de la Negritud fue también política9.

Paulette Nardal, pensadora de la “conciencia de Raza”

Desde un punto de vista práctico, y porque entre ellas eran solidarias, el nombre Nardal aparece unificado, aunque cada una de ellas ha desarrollado su propio pensamiento. No hay una sola organizadora del salón artístico y literario del domingo en Clamart, calle Hebert, donde vivían las hermanas Nardal:

Muy rápidamente, la vida familiar se reanudó bajo la atenta supervisión de la periodista Paulette, ayudada por eficaces empleadas domésticas del barrio. El domingo en el suburbio, retenía a estas antillanas cuyo refugio justificaba la lejanía de París (Achille, L. T. 1992, XV).

Este salón se caracterizaba, ante todo, como un lugar de reencuentros e intercambios. Louis Thomas Achille, quien frecuentó este salón “sencillo y amistoso”, y prologó, en 1992, la edición de un volumen de La revue du mionde noir, señala: “Las hermanas Nardal reunieron en Clamart, cerca de París, a los descendientes de africanos deportados al nuevo mundo y dispersados bajo media docena de banderas europeas; ellas presentaban a los verdaderos africanos, más recientemente colonizados”. (Achille, 1992, IX)

Lo esencial es dicho: el salón de las hermanas Nardal hizo el puente entre aquellos que no podían espontáneamente volver a sus "raíces" africanas, dándoles, así, la posibilidad de decirse “negros”. Asimismo, se trataba de fomentar la creatividad entre los estudiantes. Césaire afirma, hacia el final de su vida: “Dos martinicenses, las hemanas Nardal, tenían un gran salón. Senghor lo frecuentaba regularmente. En lo que respecta a mí, no me gustaban los salones –tampoco los despreciaba– y pasé sólo una o dos veces sin permanecer por mucho tiempo” (Césaire, 2005, 25).

Césaire no ignoraba lo que estaba en juego allí: ese salón organizado por las Martinicenses –conscientes de su herencia negra– y abierto a todos, era el receptáculo ideal en el cual se efectuaban la traducción y la transmisión. Se aprendía a estar cerca de personas que se sentían similares, pero a la vez muy diferentes, por la lengua, por la cultura y por la experiencia vivida. Sin embargo, Janet Vaillant, en la biografía consagrada a Senghor, coloca el departamento de Achille, situado en un barrio latino, como el lugar de todos los encuentros, y paso obligado de los afro-americanos. El salón de Clamart era visto como un lugar de “reuniones informales” (Vaillant, J. G. 2006, 124) y Paulette Nardal era presentada como la acompañante ideal, debido a que era bilingüe, de cualquiera de las grandes figuras literarias, artísticas o universitarias afro-americanas que estaban de visita en París. Afortunadamente, la continuación del pasaje recuerda la importancia de su reflexión sobre “El despertar de la conciencia de raza” publicado en el último número de La revue du monde noir, en 1932. De este modo, el salón de las hermanas Nardal fue la antesala donde después se prolongarían los debates de estas revistas10, cuya importancia, en la génesis de la Negritud, no es preciso demostrar11.

En “El despertar de la conciencia de raza” donde se comparan las situaciones de los afro-americanos y de los antillanos, Paulette Nardal da las razones de ese despertar que ella defiende y, después de exponer datos bibliográficos para apoyar su reflexión, su conclusión es clara: devolverle a los Negros el orgullo de ser Negros. Su argumentación pone en evidencia un sistema ternario que va de la asimilación a la conciencia de sí, pasando por una fase de rebelión. Hubo algo que cambió en la actitud de las antillanas en relación a las cuestiones de “raza”, dice ella: “Desgraciado quien se atrevía a referirse a eso: No podríamos hablar de esclavitud ni proclamar el orgullo de ser descendiente de africanos negros, sin representar su entusiasmo o bien su originalidad” (Nardal, 1992, 343).

Si el desarraigo sentido por algunos por el hecho de estar lejos de su “pequeña patria” tuvo algo que ver con este “despertar”, la Exposición colonial de 1931 parece haber sido un evento favorable para esta toma de “conciencia de raza”.

Pero ¿qué es el desarraigo? Este se manifiesta de diferentes maneras según la situación vivida. Así, la relación con el opresor cuya mirada asigna al negro un lugar diferente, inferior e insignificante, fue parte de la experiencia traumatizante del desarraigo de sí mismo- un sí mismo cultural. Dos comportamientos son posibles ahora: intentar volver al sí mismo, a pesar de la inhumanidad de las condiciones de vida, o vivir en el olvido de sí y asimilarse al opresor, reproducir todos sus hábitos, incluido su lenguaje, su vestimenta o sus “buenos modales”12. Aquí, Paulette Nardal insiste sobre las políticas de recibimiento de las "personas de color". En Francia, una política de asimilación tiende a hacer del negro “un verdadero francés” en poco tiempo. Por lo tanto, ¿hay que adaptarse a ello, o emprender la construcción de una historia cultural que ponga en relieve el aporte de África, incluso si, nacidos del encuentro entre dos “razas”, negra y blanca, los antillanos están “sumergidos en la cultura latina”? En los Estados Unidos, el “desprecio sistemático” que la América blanca evidencia con respecto a los negros, dice Paulette Nardal, “los empujó a buscar, desde un punto de vista histórico, cultural y social, motivos para sentirse orgullosos del pasado de la raza negra” (Nardal, P. 1992, 344).

Nardal recuerda los tres períodos literarios que corresponden a los tres momentos de la experiencia existencial que evoca. A la adaptación de los negros en América, corresponde una literatura de imitación de modelos blancos, excepto algunos relatos de esclavos producidos en “dialecto afroamericano”. El período de lucha antiesclavista ha dado nacimiento a una literatura de protesta que pone por delante el género oral. Luego, a partir de 1880, aparecen dos tendencias opuestas: una de ellas es el “realismo social”, representado por Dunbar, poeta y novelista, cuyo estilo se caracteriza por una mezcla de géneros, y la otra, pertenece a W.E.B Du Bois, quien continua, desde cierto punto de vista, la literatura de protesta, en la que incluye la reivindicación de los derechos civiles y morales de la población negra.

En cuanto a la literatura de la época, ésta comienza en 1912. Paulette Nardal menciona algunos poetas que contribuyeron, con sus poemas, en la vida de la revista, tales como Claude McKay o Langston Hughes. En lo que concierne a la literatura antillana, también se detectan tres períodos, y trae el recuerdo del interés de los antillanos, después de 1914, por la literatura de combate y, la influencia, en otras, de Marcus Garvey. Asimismo, el entusiasmo creado por Batouala de René Maran en 1921, y el rol que jugaron las revistas, son también recordados por Nardal.

Es interesante señalar que ella sitúa La revue du monde noir detrás de La Depeche africaine, donde su hermana Jane y ella publicaban sus textos. Antes de concluir su propósito, Paulette Nardal repasa su propio itinerario intelectual que, lejos de ser individual, se orienta hacia la comunidad, específicamente femenina:

Las mujeres de color que vivían solas en las ciudades, siendo menos favorecidas hasta la Exposición colonial que sus congéneres masculinos fácilmente exitosos, han sentido antes la necesidad de una solidaridad racial que no fuese solamente de orden material. Así es como ellas despertaron la conciencia de raza. (Nardal, P. 1992, 347)

Este pasaje, que dice mucho sobre las relaciones de género entre los intelectuales negros, expresa en otros términos lo que Paulette Nardal afirmó más tarde: “Césaire y Senghor han retomado las ideas que nosotras esgrimimos, y las han expresado con mayor vivacidad. ¡Nosotras sólo éramos mujeres! Y les hemos marcado el camino a los hombres”13.

Suzanne Césaire: ¿negritud y/o surrealismo?

Si Paulette Nardal organiza un salón con sus hermanas y se interesa en “el despertar de conciencia de raza” antes de la creación del concepto de Negritud en París, Suzanne Césaire entra en la escritura una decena de años más tarde, en la revista Tropiques, en Martinica, en plena guerra mundial, bajo el régimen de Vichy. Ella fue profesora en el Lycée Victor-Schoelcher de Fort-de-France, y algunos de los estudiantes, que luego se convirtieron en escritores y pensadores célebres, como Frantz Fanon y Edouard Glissant, la habrían encontrado en esa época.

En el hogar de Suzanne Césaire, el pensamiento y el compromiso con la cultura –que es también un acto político– se unían. Participar activamente en la revista, organizar el material, y contribuir periódicamente a pesar de la censura14, se convertía en un acto de resistencia. Esta circunstancia, la hizo entrar en “disidencia” tomando todos los riesgos. Sin embargo, nos preguntamos si su figura fue visible y si sus textos fueron leídos. Daniel Maximim, quien, en 2009 la reeditó en un volumen, afirma:

Como toda estrella fugaz, muy pocas personas han podido verla. Pero todos aquellos y aquellas que la han conocido bien, concuerdan en reconocer la importancia capital que tuvo para toda una generación, de la que ella era la impulsora, la mayor inspiración, y la mediadora de profundos e intensos intercambios (Maximin, D. 2009, 17).

Su estatus de madre de familia y esposa de Aimé Césaire, no pasaba desapercibido, tanto como su belleza física e interior, a pesar de que su espíritu independiente fuera mal visto, en virtud del vínculo con su ilustre esposo. ¿Será que el hecho de vivir uno junto al otro y dar a su compañero el coraje de continuar escribiendo perjudicó su propia escritura y pensamiento? Entre 1939 y 1945, ella es la testigo privilegiada de la escritura de las diferentes versiones del Cahier d’un retour au pays Natal.

Y es ella, sin duda alguna, impulsada por la fuerza del amor que compartían, quien, en esas dos grandes etapas de su vida poética, le hizo comprender que podía atreverse a dudar, sin jamás dudar en crear, que debía atreverse a crear el caníbal15 de su yo interior (Maximin, D. 2009, 21).

Cuando Suzanne y Aimé Césaire encontraron a André Breton en Martinica en 1941, ese encuentro la marcó para siempre, así como a Breton, quien devendrá prologuista de Aimé Césaire, mientras que ella se conformará con explorar en la escritura los problemas de su mundo. Suzzane Cesaire parecía haber encontrado aquellos autores con los que dialogaría infinitamente: el etnólogo y africanista Léo Frobenius y el filósofo Alain que fue sin dudas su maestro. Los siete artículos, publicados en Tropiques, dan cuenta de esos encuentros decisivos. ¿Cuáles son los trazos que dan forma a este pensamiento construido en el día a día, en plena guerra, lejos de la ciudad?

En “Leo Frobenius y el problema de la civilización” publicado en abril de 1941, Suzanne Césaire se interesó en la paideuma, fuerza imprevisible y profunda:

El hombre verdaderamente consciente de su elevada dignidad es capaz de aprehenderla, no directamente, porque su secreto es tan impenetrable como el secreto de la fuerza vital misma, sino indirectamente, en sus diversas manifestaciones, expresadas a través de lo humano (Césaire, S. 2009, 30).

El concepto de paideuma que remite a una realidad indeterminada, sentida más que pensada –la captura de lo esencial, que, como una fuerza, yace en lo más profundo de toda cosa viviente, como las civilizaciones y las culturas– ha marcado el matrimonio de Suzanne-Aimé Césaire, pero también a su amigo Senghor, quien frecuentemente citará a Frobenius, cuyo libro “Histoire de la civilisation africaine” se lo había ofrecido Aimé Césaire16.

¿Las culturas son el espíritu de las civilizaciones? podríamos juzgar, rápidamente, el mundo “esencialista” o “substancialista” al cual esta pregunta parece conducirnos, pero, al observar más de cerca, no solamente encontramos esta idea en el pensamiento de Frobenius, sino también en Bergson y, sin duda, en Teilhard de Chardin. Asimismo, Senghor, en sus ensayos, destacó su filiación a estas ideas. Porque el hombre como “instrumento” de la paideuma, debe aceptar el devenir de la humanidad, e “incorporar así, los saberes de los hombres de todos los tiempos” (Césaire, S. 2009, 31).

Nietzsche, sin duda, está a la base de este pensamiento que se opone al desarraigo de sí mismo, y al confinamiento producido por las violencias vividas a lo largo de los siglos; al igual que Rimbaud, el poeta visionario, y quizá algún alemán romántico que cree en el encanto del mundo. Así, son estas analogías, encuentros y remembranzas, aquellas cosas que compara y recuerda, o regresan al corazón de esta pensadora del mundo y de lo humano.

Concordando con el pensamiento de Frobenius, a Suzanne Césaire le parecía evidente que no existía una civilización conquistadora que dominase a todas las otras, sino una multiplicidad de civilizaciones que poseían, cada una, un alma, un espíritu, una vida. Pero, el núcleo de su pensamiento, que ella expresa de diversas maneras en los siete artículos que componen ese libro, parece afirmarse hacia el final del texto:

En este momento es urgente atreverse a conocerse a sí mismo, atreverse a admitir lo que somos, atreverse a preguntarse lo que queremos ser. Acá también, los hombres nacen, viven y mueren. Acá también se juega todo el drama de la historia (S. Césaire, S. 2009, 40).

Es en nombre de este “conocimiento de sí” que critica severamente el “doudouisme” de Jean-Antroine-Nau y toda la poesía imitativa “exótica”. (Ibid., 63-66) En ese sentido, el surrealismo de André Breton –quien ante sus ojos es “el auténtico poeta francés de hoy”– (Ibid., 61) es elegido como método, como máquina de guerra, para luchar contra las deficiencias de la sociedad martinicense. ¿Conocerse a sí mismo no es volverse “vidente”? Se trata, en efecto, de ver claro su mundo, la historia y la geografía, pero también el volcán y el ciclón, el mundo cósmico. Pero la claridad de ese mundo, lejos de ser la de la razón cartesiana, simplemente es un comienzo, es la intuición de una África trasplantada en tierras desconocidas, inesperadas, en el centro de una red donde todo parece conectarse en la noche tropical:

Su grito afónico e infinito clama que el África está ahí, presente, que ella está ahí esperando, inmensamente virgen, a pesar de la colonización y el desasosiego del devorador blanco. Y sobre sus rostros constantemente empapados de fluidos marinos cercanos a las islas, sobre esas tierras exiguas, pequeñas, rodeadas de agua como de grandes fosas intransitables, pasa un inmenso viento que viene de un continente. África-Antillas, gracias a los tambores, la añoranza de esas tierras vive en los corazones de los isleños. ¿Quién calmará esta nostalgia? (Ibid., 93)

Ese texto anticipó, sin duda, en su ritmo, la escritura de Edouard Glissant, en el último cuarto del siglo XX o a comienzos del siglo XXI. Así es como, Suzanne Césaire, escribe admirablemente Le grand Camouflage, texto poético en el cual oímos su voz por última vez, antes que se oculte en el silencio.

Conclusión

La negritud es más bien un ensamble de preguntas que un conjunto de respuestas relativas a “una suma de experiencias vividas que terminaron por definir y caracterizar uno de los aspectos de la naturaleza humana, tal como lo hizo la historia”, como solía decir Aimé Césaire (2004, 81) o, de acuerdo con Senghor, es “el conjunto de valores culturales del mundo negro, tal como ellos son experimentados en la vida, las instituciones y el arte de los negros” (Senghor, L. S. 1964, 9).

Después de haber mostrado que las revistas han sido, tanto para Paulette Nardal como para Suzanne Césaire, un medio de expresión y de resistencia a todas las formas de opresión, debo mencionar un detalle de suma importancia.

La belleza de estos cuerpos femeninos era objeto de admiración17 o de inspiración poética. En los discursos, incluido los poéticos, sobre los cuerpos femeninos y sobre la “feminidad”, siempre me ha impresionado la retórica sobre la belleza física o interior en contraste con la fragilidad del cuerpo femenino, sus enfermedades o aflicciones. Así, el cuerpo de Suzanne Césaire es visto como bello, “enfermo”18, y reproductivo –¡como si la maternidad fuese una salvación!– (S. Césaire, 2009, 8-9) así como también el de Paulette Nardal, quien se salvó de un ahogamiento que la dejó minusválida en 1939, en el retorno de un viaje a Martinica, en un momento de fuerte difusión y potencia del concepto de Negritud. Pronto sus voces se acallaron19, y sus escritos permanecen ignorados en los archivos, mientras que el pensamiento literario, filosófico y político de los "fundadores" brilla imponente.

De este modo, una cartografía de la Negritud, muestra, en sus inicios, la presencia de la coerción en el arte, sutil porque es silenciosa, casi inaudible, haciendo la “cuestión negra” todavía más compleja. Con todo, entre la sororidad –de las hermanas Nardal– y la solidaridad de “raza” entre pensadoras y pensadores, considero que los “olvidos” de la Negritud no son solamente debido a que ellas son mujeres, Negras o “de color”, sino también porque, en el territorio de los saberes, se despliega la lucha por obtener espacios de prestigio. Esta lucha, respecto de la “negritud”20, es una historia sin fin, puesto que ella se repite en cada nueva ocasión: los “filósofos africanos”21 cuando son tomados en cuenta22, aún son ampliamente analizados en masculino.

Notas

1. Tanella Boni es escritora, poeta y profesora de filosofía en la Universidad de Abidjan. Entre sus últimos ensayos, se encuentra: Que vivent les femmes d’Afrique, Paris, Éditions Panama, 2008; Réed. Éditions Karthala, 2011.

2. Tanto en París como en Martinica. París, ciudad de acogimiento de las hermanas Nardal y de Suzanne Césaire, y donde desarrollaron gran parte de su producción intelectual; Martinica, lugar de origen de estas mujeres, hogar que invocarán en sus textos, y al que siempre retornarán. (Nota de la T.).

3. El título de este artículo recuerda el ensayo de T. Denean Sharpley-Whiting, Negritude Women, University of Minnesota Press, 2002. Cité este ensayo en mi texto. Considero que la expresión “En Negritud” tiende a mostrar que las dos autoras de las que hablo son pilares olvidados del sistema de la Negritud.

4. “(En esa época, Léopold Senghor, Léon Damas, y yo mismo, más tarde Alioune Diop y nuestros compañeros de Présence Africaine)”, (Césaire, 2004, 80).

5. Paulette Nardal, primer antillense en haber estudiado inglés en la Soborna, traduciría los artículos de la Revue du monde noir. Asimismo, parece que las reuniones del salón de Clamart se desarrollaban en inglés.

6. Aunque, más tarde, Aimé Césaire dice: “La Negritud, a mi modo de ver, no es una filosofía. La negritud no es una metafísica. La negritud no es una pretenciosa concepción del universo” (Césaire, A. 2004, 82).

7. Avant l’Étudiant noir (1935) revista en la cual se encuentran los textos “fundadores” de Césaire y de Senghor, cita de Sharpley-Whiting (Negritude Women, Introduction, op. cit., p. 6): Deux romans (Batouala, Véritable roman nègre, de René Maran, prix Goncourt 1921 et Claire-Solange, âme africaine (1924) de Suzanne Lacascade) et les revues suivantes : La Dépêche coloniale (1922), Les Continents (1924- 1926), Le Paria (1926), Le Libéré (1923-1925), La Voix des nègres (1926-1927), La Race nègre (1927-1986), La Dépêche africaine (1928-1932), La Revue du monde noir (1931- 1932), Le Cri des nègres (1931-1935), Légitime Défense (1932).

8. La primera edición de Pigments, poemas de Léon-Gontran Damas, fue prologado por Robert Desnos. Breton prologuea a Césaire, Sartre la antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa de Senghor en 1948. El prefacio de Sartre tiene un título llamativo: “ Orphée noir ” que contribuyó a difundir la obra de Senghor y los poetas de la antología.

9. En ese sentido, se trata de una de las características de la actitud vital llamada lucha de espacios que se desarrolla entre “iguales” o “amigos”, cuya amistad e ideas se expanden para fines útiles. Si esta posición- este poder – es político, ella contribuye a aumentar el capital cultural científico o artístico. Esta posición permite salir del lugar común. Política en un segundo sentido, el más conocido: relativo a la gestión de quehaceres públicos. ¿Es una casualidad el hecho de que Senghor y Césaire fueran dos grandes hombres de la política del siglo XX?

10. Revista mensual bilingüe – français-anglais– la cual aparece en 1932 después de seis numéros. El comité editorial, “multiracial”, comprende: Paulette et Jane Nardal, Léo Sajous, Clara Shepard et Louis-Jean Finot. Paulette Nardal se encargaba de la administración, la traducción y la edición de los textos.

11. Ver, entre otros, Philippe Dewitte. Les Mouvements nègres en France, 1919-1939, Paris, Éditions l’Harmattan, 1985.

12. La asimilación es una cuestión que tiene varias aristas: políticas, morales, psicológicas y psicoanalíticas, literarias y sociales. El poema “ Hoquet” de Damas, publicado en 1937 en Pigments, evoca largamente a Aimé y a Suzanne Césaire dialogando, así como también Frantz Fanon, en Piel negra máscaras blancas, publicado en 1952.

13. Extracto de una carta de Paulette Nardal enviada en 1960 a Jacques Louis Hymans, biógrafo de Senghor. Citada por Sharpley-Whiting, Negritude Women, op. cit., p. 17.

14. En 1943, el orden político establecido, dio la orden de prohibir la revista que se editó hasta 1945.

15. El concepto de caníbal es recuperado por Suzanne Césaire a través de su vínculo con el surrealismo, y puede encontrarse en la frase “La poesía martiniquesa será caníbal o no será” publicada en “Misère d´une poésie. John-Antoine Nau”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009, p. 66. Primera publicación en la revista Tropiques, núm. 4, enero de 1942. (N. de la T.)

16. “(…) El ejemplar de Senghor lleva la fecha de diciembre 1936 escrita por Césaire. Estaban tan entusiamados que Frobenius contaba que se aprendían de memoria pasajes enteros”. (Vaillant, 2006, 160).

17. “En París, volvíamos sobre nuestros pasos, concientes de habernos cruzado con seres excepcionales […]” dice Louis Thomas Achille de las hermanas Nardal, en el prefacio a la edición completa de La Revue du monde noir, Paris, Éditions Jean-Michel Place, 1992, p. XVI. Y, a propósito de Suzanne Césaire, Daniel Maximin escribe: “Un cuerpo propicio a las erupciones fértiles, pero devorado por una enfermedad interna, la pleuresía grave de ese año, fue salvada por un cuarto embarazo regenerador, según su médico. […] “, Le Grand Camouflage, introduction, op. cit., p. 8.

18. Sobre la cuestión del cuerpo débil o enfermo, ver, entre otros, los trabajos de Elsa Dorlin Le Black feminism, y también La Matrice de la race, Généalogie sexuelle et coloniale de la Nation française, Paris, Éditions La Découverte, 2006.

19. Parece que ambos textos fueron perdidos o no editados.

20. Escribo con una N mayúscula la Negritud situada históricamente, y aquí escribo “negritud”, con una minúscula, para designar los discursos filosóficos y/o interdiciplianrios en los cuales se coloca, entre los cuales se encuentra la “cuestión negra”, cuyos límites aún restan por definir.

21. Como testimonia el ensayo de Séverine Kodjo-Grandvaux, Philosophies africaines, Paris, Éditions Présence Africaine, 2013; también el número 771-772 de la revista crítica Philosopher en Afrique bajo la dirección de Souleymane Bachir Diagne, 2011.

22. En Francia, ellas son clasificadas al margen de la filosofía, en alguna parte o en “otro lugar” hipotético

Bibliografía

1. Achille, Louis Thomas. 1992. “Préface”, en: La Revue du monde noir, 1931-1932, collection complète, n° 1 à 6, Paris, Jean-Michel Place. https://gallica.bnf.fr.ark:/12148/bpt6k32946v.image.

2. Césaire, Aimé. 2004. Discours sur le colonialisme suivi de Discours sur la Négritude, Paris, Éditions Présence Africaine.         [ Links ]

3. Césaire, Aimé. 2005. Nègre je suis, Nègre je resterai, Entretiens avec Françoise Vergès, Paris, Éditions Albin Michel.         [ Links ]

4. Césaire, Suzanne. 2009. Le Grand Camouflage, Écrits de dissidence, Prefacio de Daniel Maximin, Paris, Éditions du Seuil.         [ Links ]

5. Deleuze, Gilles y Félix Guattari. 2005. Qu’est-ce que la philosophie?, Paris, Éditions de Minuit, (Primera edición 1991).

6. Maximin, Daniel. 2009. Préface à Le Grand Camouflage de Suzanne Césaire, Paris, Éditions du Seuil.         [ Links ]

7. Nardal, Paulette. 1992. “Éveil de la conscience de race”, La Revue du monde noir, Édition Jean-Michel Place.

8. Senghor, Léopold Sédar. 1964. Liberté 1, Négritude et humanisme, Paris, Éditions du Seuil.         [ Links ]

9. Sharpley-Whiting, T. Denean. 2002. Negritude Women, University of Minnesota Press.         [ Links ]

10. Vaillant, Janet G. 2006. Vie de Léopold Sédar Senghor, Noir, Français et Africain, Paris, Éditions Karthala-Sephis.         [ Links ]

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