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Prohistoria

versão On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.11  Rosario jan./dez. 2007

 

HISTORIA

La espontaneidad regulada: Fútbol, autoritarismo y nación en Argentina '78. Una mirada desde los márgenes*

 

Diego P. Roldán

Profesor e investigador de la Universidad Nacional de Rosario, CONICET y CESOR
diegrol@hotmail.com

 


Resumen

El presente artículo intenta complejizar la comprensión de las relaciones entre fútbol, nación y autoritarismo a través del Mundial de Fútbol Argentina 1978. Las estrategias de lectura del objeto se concentran en la producción histórica de sentido de la relación fútbol-nación y fútbol-autoritarismo. Luego se indaga en torno a las relaciones fútbol y sociedad durante la dictadura, estableciendo vinculaciones entre estilos futbolísticos y proyectos políticos, para culminar ocupándose de los festejos de las victorias futbolísticas asociadas a los estadios y a los centros cívico-monumentales.

Palabras clave: Fútbol; Dictadura; Nacionalismo; Política; Sociedad

Abstract The present article tries to do an approach but complex to the comprehension of the relations among soccer, nation and authoritarianism through the World Cup Soccer Argentina 1978. The strategies of reading of the object are focused on the historic production of sense of the relation soccer-nation and soccer-authoritarianism. Then it is investigated around the relations soccer and society during the dictatorship, establishing linkings between soccer styles and political projects, to culminate being in charge of the feasts of the victories soccer associates to the stadiums and to the monumental community centers.

Key Words: Soccer; Dictatorship; Nationalism; Political; Society


 

"En deportes como en política, manchas de sangre nos estigmatizan aún como pueblo inculto, agresivo e intolerante que no ha talado del todo la espesa selva ancestral."
La Capital,10 de octubre de 1928

Introducción: deporte, política y sociedad

La autonomía del deporte (especialmente del fútbol) respecto a otras actividades sociales, políticas, culturales y hasta religiosas parece ser un dato dado, un elemento constitutivo de todas las justas deportivas secularizadas. Esta independencia cuasi absoluta es reclamada, particularmente, en deportes extensamente regulados, estandarizados e internacionalizados, cuya capacidad para generar identidades entre participantes y espectadores resulta indiscutible. Analistas y protagonistas de variado signo político e ideológico han recalcado el carácter autónomo de la práctica deportiva frente a la sociedad y a la política. 1 Quizá este elemento, aunado a la connotación pueril atribuida al tiempo libre en general, entendido como simple excrecencia respecto al tiempo de trabajo, y al deporte en particular, como práctica meramente recreativa y distendida, hayan incidido negativamente en la constitución de ambos en objetos de estudio con plenos derechos dentro del campo de las ciencias sociales.2 Se trataría de fenómenos en los que los agentes sociales se involucran emocionalmente y, en consecuencia, no habilitarían una perspectiva apta para recorrer el puente entre el compromiso y el distanciamiento analítico.3 Si bien estos argumentos han sido discutidos, desde los años 1960s., por la sociología del deporte propuesta por Norbert Elias en la Universidad de Leicester, su vitalidad en el sentido común periodístico y académico es todavía abrumadora.4
Ciertamente, la supuesta autonomía del deporte y, en especial, del fútbol sigue poderosamente arraigada en las formas en que las sociedades representan sus prácticas cotidianas y recuperan su memoria colectiva. Un ejemplo de ello es la ambigua valoración pública y deportiva que desencadenó el Mundial de Fútbol celebrado en la Argentina durante la última dictadura militar. Aquel campeonato internacional, como los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 por colocar otro caso extremo, ofrecen una configuración poco complaciente para los defensores acérrimos de la autonomía deportiva. Quienes, con todo, sostienen esta posición urden un argumento que configura al fútbol, reglamentado internacionalmente y dotado de un capital técnico específico, fuera del seno de la sociedad, escindido de la interacción de las agencias que lo promueven y moldean.
En el otro extremo, existen interpretaciones que plantean la disolución absoluta del deporte en la política y la sociedad. Se trata, también, de una banalización de la problemática, ya que la identificación mecánica, por caso, entre deporte y manipulación (autoritarismo-consumismo) descarta toda especificidad de la cuestión.5 En esta lógica quedan fuera de foco problemas tan importantes como los límites de la utilización política del deporte y la endeblez de estos usos interesados de la práctica deportiva, que necesariamente dependen de otros componentes de la configuración social.
Sea como fuere, el maniqueísmo de un fútbol connotado "positiva" o "negativamente" mantiene una dicotomía poco fructífera para la reflexión, dado que en ambos casos se trata de una perspectiva que substancializa la práctica deportiva, colocándola fuera de la historia y de las relaciones sociales que la producen. En un caso tendríamos un deporte que sería algo así como un cascarón vacío, como el Estado en las interpretaciones instrumentalistas, dispuesto para ser capturado y contaminarse con las propiedades de sus ocupantes. En el otro extremo, un ocio futbolero entendido como dispositivo hábil para utilizar a las masas, orientado a amortiguar conflictos sociales y a encubrir intereses políticos. Ambos puntos de vista dotan al deporte de atributos reificados, informando de una supuesta naturaleza a la práctica y excluyendo la posibilidad de pensarla históricamente.
En aras de equidad, en sociedades como la argentina, la primera versión parece prevalecer sobre la segunda, o, al menos, resulta menos revulsiva al juicio de la opinión pública. De modo que en ámbitos donde el fútbol posee un arraigo popular muy extendido, difícilmente pueda concebírselo exclusivamente en los términos del "ocio represivo".6 Entonces, si "la pelota no se mancha",7 los campeonatos son disputados y sus resultados sólo pueden adjudicarse a los jugadores que configuran un campo de disputa civilizado sobre el terreno de juego, ajenos a toda incidencia externas. Las relaciones "extra-futbolísticas" no tienen relevancia alguna, pues se sabe: los de afuera son de palo.

"El siempre inocente deporte, el fútbol, fue nuevamente utilizado por el poder [en referencia al Mundial '78]. Pero no fue el ambiente del fútbol el único que se dejó utilizar para que muchos confundieran gol con patria, partido ganado con esfuerzo de la gente y Copa alzada con imagen nacional."8

El problema quizá no sea denunciar que un dispositivo inocente fue utilizado interesadamente por un poder que, por lo demás, siempre aparece fuera de la trama de las relaciones sociales. La cuestión, antes bien, radica en comprender cómo esto fue posible. Episodios históricos excepcionales, como el Mundial '78, resultan relevantes para reflexionar en torno a la incidencia de la sociedad y la política sobre la orquestación del deporte. Para replantear el interrogante de la influencia de la configuración socio-política en la práctica deportiva y de la práctica deportiva en la configuración socio-política. Para analizar las relaciones y las interacciones entre deporte, sociedad y política, deteniéndose en la capacidad del deporte para producir identidades nacionales y patrióticas, unánimes, excluyentes y frecuentemente agresivas. A delimitar algunas de estas cuestiones, históricamente circunscriptas al Mundial '78, se aboca el presente artículo. El observatorio elegido no es precisamente central, el núcleo del análisis se recuesta sobre los encuentros disputados en la subsede de Rosario. En el estadio de Rosario Central, un seleccionado argentino, obligado a trasladarse en razón de resultados poco satisfactorios, hizo de necesidad virtud, ganando fechas decisivas que lo colocaron en la final del campeonato contribuyendo, así, a forjar una pieza clave de la épica nacional autoritaria del gobierno militar.

La nacionalización del fútbol: tensiones entre el estilo y los resultados

Fue durante el peronismo, con el proyecto de una Nueva Argentina,cuando se propuso un sentido innovador para las nociones de Estado, nación, ciudadanía y derecho. Fue ese movimiento político el que, también, promovió de manera decisiva la identificación entre deporte y patria.9 Es destacable que el nacimiento de la Patria Deportiva, cuya deriva hacia la patria futbolera fue casi instantánea, se produjo, como era previsible, a partir de algunos actos fundacionales. En la zaga del fútbol nacional, los enfrentamientos con la selección británica marcaron la pauta y construyeron el arquetipo.
Durante el primer peronismo, se registraron dos encuentros con el seleccionado inglés, ambos celebrados a instancias del poder político argentino. El primero, en Wembley durante 1950. Allí la selección nacional fue doblegada por Inglaterra, pero el resultado no fue aplastante y el equipo nacional demostró estar a la altura del juego de los "inventores del fútbol". Pero Perón comprendía bien que en los deportes de creciente profesionalización y alta competencia era imposible conformarse con una "participación digna" o "meritoria"; la victoria era necesaria. De modo que se organizó un segundo encuentro, esta vez, en el estadio de River Plate. La esperada revancha reivindicó los valores del fútbol criollo que se alzó con el triunfo, tras derrotar a la coordinada frialdad del juego europeo. La preparación física y organización de los ingleses resultaron infructuosas a la hora de enfrentar las dotes y la habilidad criolla.10
La victoria se configuró en un triunfo nacional, la patria independiente, que poco tiempo atrás nacionalizaba los ferrocarriles, había vencido al imperialismo británico, también, en el campo deportivo. En definitiva se trataba de un galardón obtenido merced a la abnegada gestión peronista, a ese Estado Nuevo que patrocinaba activamente los deportes y conquistaba la gloria internacional,11 derrotando a los creadores del deporte y a la potencia que, desde fines del siglo XIX, había sojuzgado la independencia económica argentina. En medio de la euforia de los hinchas y del propio General, nació de modo no planificado y por ello mismo tan perdurable la patria deportiva.12
Los años 1950s. fueron oscuros para el deporte más popular de la Argentina. Los reveses internacionales dieron por tierra con la mítica superioridad del estilo criollo.13 Años después, en medio de marchas y contramarchas, emergió Estudiantes de La Plata, bajo la coordinación de Osvaldo Zubeldía, atento a proponer una alternativa.14 El sistema de juego del club platense estaba muy lejos de congraciarse con los amantes del buen juego, sin embargo era innegable que obtenía resultados favorables con escaso talento. Pese a las declaraciones de Zubeldía sobre la importancia complementaria del sistema de juego frente al inestimable factor humano (capacidad técnica del jugador) en la cancha, sus equipos estaban lejos de reflejar esas ponderaciones. Zubeldía basaba la superioridad de su juego en el control del mediocampo, la destrucción de la producción de juego del adversario y el paso a la ofensiva mediante el contragolpe. El eslogan de defensa total expresaba la oposición radical del sistema de juego del técnico argentino respecto al abierto y creativo esquema brasileño del 4-2-4, que había regido al seleccionado campeón de 1958, integrado por el entonces jovencísimo Pelé.15 Cuando Zubeldía regía a Estudiantes de la Plata sobraba tanta fuerza como faltaba creatividad, pero un armazón rígido y un juego muchas veces ajeno al fair play, que hasta fue calificado como anti-fútbol, oficiaban como compensaciones hábiles.
No obstante, pocos años después, los campos de juegos parecían dispuestos a dar revancha a la identidad del deporte nacional, al famoso estilo criollo, cuando el técnico campeón con Huracán en 1973, Cesar Luis Menotti asumió, al año siguiente, el comando del seleccionado nacional. Toda la propuesta futbolística del conjunto de Parque Patricios, apuntaba sus argumentos deportivos y políticos contra la implantación de lo que entendían como modelos extranjerizantes, basados en la fuerza física y la disciplina mecánica y procurados en aras de una modernización del fútbol nacional. Menotti y sus dirigidos entendían que esta forma de juego, extraña a la esencia nacional, agotaría el alma del juego incubada en el país, extraviando para siempre la originalidad al estilo criollo.16

Autoritarismo y Fútbol

Las décadas de 1960 y 1970 en América Latina estuvieron marcadas por los gobiernos militares. Luego de la Revolución cubana el contexto internacional había mudado notablemente, la Guerra Fría recrudeció y las experiencias de adiestramiento de los militares argentinos en la Escuela de las Américas procuraron un giro en las jerarquías militares. Los líderes de las fuerzas castrenses, prendados de la persuasión estadounidense, se autorrepresentaron como los guardianes de la civilización occidental y cristiana, jaqueada por la alternativa comunista, atea e inhumana, que medraba en el mundo subdesarrollado. Una revolución a escala latinoamericana era la amenaza más temible para los cuadros militares.
Se sabe que el gobierno de Onganía cultivó un nacionalismo conservador fronteras adentro y la sumisión a los intereses del capital transnacional en el plano internacional. Esta ambivalencia permitía establecer las directrices de un proceso nacionalizador en el nivel ideológico político y extrajerizante en el de las relaciones económicas internacionales. Modernizar y desarrollar la Argentina, en tres tiempos, sólo sería posible, según el gobierno, mediante la "interesada colaboración" de los países del capitalismo avanzado. Tal el programa del modernismo conservador argentino de los años 1960s.
En este contexto, Onganía trazó y explotó una fuerte ligazón entre deporte y nación, una relación que había sido relativamente desactivada por la "Revolución Libertadora", tras el derrocamiento de Perón.17 Esta articulación fue fomentada por la combinación moderno-reaccionaria que rotuló al pensamiento conservador argentino en los años 1960s. y 1970s. Al mismo tiempo que se ensayaba recuperar una esencia nacional, vinculada al territorio y a los valores autóctonos y tradicionales, se pretendía encarar una cruzada modernizadora, en la cual la disciplina y la eficiencia europea y estadounidense jugaban un papel cardinal. En el campo futbolístico, el estilo criollo debía subordinarse a la sincronización europea a fin de actualizar y tornar competitivos valores ganados por un nimbo precámbrico. Los expertos irrumpieron en la escena del fútbol, el entrenamiento físico (sin pelota) y la ascesis de las concentraciones cobraron un rol superlativo. El talento era menospreciado, la claridad de juego no era valorada positivamente si comportaba lentitud de maniobra, el ataque coordinado carecía de valor si desarticulaba las líneas defensivas, la creatividad nada podía contra el automatismo y la fuerza. Los medios masivos de comunicación y las operaciones de prensa realizadas sobre el significado de las copa de Inglaterra 1966 colaboraron con la difusión social de este ideario, cuyos logros fueron más imaginarios que reales.18
Antes y durante el tercer peronismo, las lides políticas se militarizaron. La violencia de las armas y el escaso valor de la vida se adueñaron de un campo político radicalizado. La crisis política, económica y social, que se agudizó al promediar la década de 1970, fue el caldo de cultivo para la agitación de las izquierdas y de los grupos paramilitares de derecha. Con el correr del año 1975, la situación se tornó extremadamente crítica e inestable.
El golpe militar de 1976 y la más sanguinaria dictadura de la historia argentina construyeron su escenario, montaron ficciones orientadas a proponer al poder militar como único árbitro por encima de las partes en conflicto. Las fuerzas armadas debían recubrirse de las propiedades que le permitieran alcanzar un extenso consenso social. A tales fines, era menester exagerar las condiciones "caóticas" de la coyuntura, establecer al "desorden" como enemigo de la "paz social" y hacer emerger al poder militar como único encargado de enderezar los destinos de la nación.19 La novedad del golpe de 1976 fue su proyección más allá de una tutela transitoria de las instituciones democráticas del país, los militares concebían su tarea en la larga duración. El control del Estado debía continuar en sus manos durante un holgado lapso y si alguna vez la política de Estado volvía a ser asunto de civiles, los mandos castrenses tendrían una injerencia definitoria en las negociaciones.20
La Junta Militar que asumió a fines de marzo de 1976 pergeñó un proyecto orientado a reprimir y disciplinar a la sociedad argentina, condición ineludible para la transformación del modelo de acumulación y para desterrar de la cultura política al justicialismo y a la izquierda. La dictadura desactivó los espacios públicos, enajenó las calles a la población y destruyó, con una violencia inusitada, las redes sociales en las que podían medrar proyectos alternativos.21 La intimidación y subordinación fueron constitutivos de un régimen parcialmente sustentado en el terror, dado que la dictadura, también, se benefició del apoyo de la voluble clase media y fragmentos de los sectores populares.
En este contexto autoritario, las atribuciones de sentido sobre las prácticas futbolísticas fueron una arena de disputa. La amalgama fútbol-patria-nación-Estado revistió una importancia cardinal para fijar ciertas valoraciones alrededor de un nuevo modelo social, que se imponía sobre la muerte y la desaparición de miles de ciudadanos. Controlar el sentido común era una de las aspiraciones de la dictadura, la espeluznante lógica del terrorismo de Estado organizó una estrategia para fijar el sentido y para infundir temor, encaminada a disciplinar tanto a los sectores sociales disidentes como a los apáticos. Sobre un "desierto político" se intentaba establecer una cierta unanimidad, cuyo núcleo de significación era la conquista de la "reorganización nacional". El Mundial '78, entonces, se constituía en un pieza clave en el rompecabezas de las relaciones de poder. Un acontecimiento propicio para anunciar y difundir los valores que la dictadura aspiraba insuflar en la sociedad argentina, apelando al atractivo brindado por la contemplación pasiva de una práctica deportiva, utilizando un dispositivo sólo indirectamente represivo.
Los fascinantes narcóticos del consenso comenzaron a ser distribuidos a través de las redes de poder. Mientras los miembros del equipo económico apelaban a una rígida austeridad económica, la organización del campeonato exigió gastos excepcionales. No obstante todos los costos eran cubiertos sin mayor demora ni inconveniente. Para la Junta Militar la proyección del Mundial trasvasaba a las crudas cifras y los desembolsos económicos; Argentina '78 era una empresa de adoctrinamiento político a gran escala, probablemente más sofisticada y eficiente que la puesta en marcha por el nazismo en los Juegos Olímpicos de 1936.22

La programación represiva del ocio. Controlar el sentido

La Junta Militar comprendió cabalmente las capacidades del fútbol, en tanto deporte popular de masas, para alimentar identidades nacionales rígidas. Basándose en esta constatación, tomó en sus manos la organización del Undécimo Campeonato Mundial de Fútbol, Argentina '78, una realización que el peronismo no alcanzó a cristalizar durante sus gobiernos. El campeonato implicaba obras de infraestructura de largo alcance y alto costo; igualmente ampuloso era el dispositivo publicitario que acompañaba a las construcciones. Los gastos fueron de varios millones de dólares, en un país que por entonces contaba con pocos estadios acondicionados para un campeonato internacional y con una red de infraestructura que si bien se había modernizado durante el peronismo y el desarrollismo no alcanzaba un estado óptimo.23 En este sentido, el proyecto del Mundial '78 se eslabonó con la modernización de algunas ciudades, imperativo que emergió con fuerza durante los años del desarrollismo. El gobierno militar se sirvió de aquellos proyectos, aunque no se privó de modificar su sentido. La inversión alcanzó cifras mayúsculas: oficialmente se declararon más de 520 millones en erogaciones, de los que apenas se recuperaron 9,6.24
Pero los costos eran una cuestión aleatoria, la organización del Mundial estaba orientada a legitimar y a monumentalizar la gestión de la cúpula militar entre propios y extraños. Lograr la adhesión interna y acallar las críticas generadas en el extranjero se impusieron como los blancos principales del campeonato. Éste fue concebido con el objetivo de "limpiar" la negativa imagen que la dictadura había cosechado en el exterior, debido a las acusaciones de permanentes violaciones a los derechos humanos y a la omisión de los acuerdos internacionales de Helsinki (1975).25
Cuando principiaba el Mundial, el semanario deportivo de la oficialista editorial Atlántida, El Gráfico, imprimía sin ambages el sentido de la organización "[q]ue la verdadera realidad argentina, tan maliciosamente distorsionada en algunos países, sea bien conocida y comprendida."26
Si bien importaba reforzar el consenso interno, el problema cardinal era la percepción extranjera de la realidad política argentina. En el país, la oposición había sido asolada mediante el secuestro, la tortura y el asesinato, amparados y alentados por el poder político. Los espacios para desarrollar actividades críticas eran muy restringidos, cuando no inexistentes, y la persecución política empujaba a los disidentes hacia el exilio. Sin embargo, las ambiciones de la dictadura excedían a la mera represión, su objetivo final era el consenso. La Junta pretendía imponer al resto de la sociedad un sentido estable del momento político argentino, se trataba de ocultar las desapariciones, la tortura y los asesinatos y, en los casos en que esto no fuera posible, atribuir a estos hechos un sentido banal. En la retórica castrense, las flagrantes violaciones a los derechos humanos eran prácticas excepcionales y temporales, aplicadas sobre grupos restringidos y hábilmente seleccionados por los servicios de inteligencia. Por lo tanto, la dictadura intentó convencer a un conjunto de ciudadanos minorizados en sus derechos políticos de que la desaparición física de otros ciudadanos no era un problema alarmante. En varios discursos se argumentó que dichos incidentes eran parte necesaria y constitutiva de la denominada lucha contra la subversión y que pronto todo quedaría en el pasado, constituyendo un mal recuerdo para un "pueblo feliz".27
La Dictadura se arrogó el derecho de transformar al Estado en un monstruo bíblico (Leviatán), capaz de aplastar las iniciativas de la sociedad que lo había engendrado. En esta trama, el Mundial prestaba el escenario apropiado para la teatralización de las relaciones de poder inclinadas hacia el autoritarismo. Una prueba de ello fue la ceremonia inaugural en River Plate, donde una sociedad jerárquica, simbolizada por los movimientos marciales y mecánicos de la representación argentina, perseguía una paz interior forzada celebrándose a sí misma a través de una estética heredera de los regímenes autoritarios de entreguerras.28

"Pese a todo y contra muchos, Argentina puso en marcha ayer la tradicional contienda de fútbol y -como si de el [sic] piso del Estadio Monumental la presencia soberbia de su juventud. Y saludó a través de ella, a todos los hombres de todos los pueblo. Fue una fiesta perfecta [...] el gran triunfo argentino en la apertura del Mundial."29

Precisamente, esas justas internacionales, donde el deporte aparece afectando un aura neutral, se transformaron en la piedra de toque para el simulacro de legitimación y para la búsqueda de consenso emprendida por la dictadura. El campeonato Argentina '78 constituyó un dispositivo no violento, pero, también, útil para refrendar el proyecto de disciplinamiento político, social, cultural y económico que pesaba sobre la sociedad argentina.
Así, el Mundial debía exhibir en presencia de la sociedad argentina y del mundo los logros y las bondades del gobierno autoritario. El potencial éxito deportivo podría capitalizarse a través de una operación metonímica, propiciada por la red de medios de comunicación masivos, en un laudo indiscutible de la gestión castrense.

Proyectos políticos y estilos futbolísticos. ¿Convergencias inesperadas?

Desde 1974, la dirección del seleccionado argentino fue confiada a César Luis Menotti, quien se desempeñó al frente del plantel durante todo el gobierno dictatorial. Menotti, a diferencia de sus predecesores, escogió una estrategia de trabajo de largo plazo y alta sistematicidad. La participación argentina en la copa del mundo de 1978 fue preparada con sacrificio y tesón por un equipo cuyas piezas, particularmente las ofensivas, parecían estar perfectamente ajustadas para el inicio de la competencia.

"El equipo argentino llega bien estructurado, física y mentalmente 'a punto', luego de una prolija preparación sin precedentes en el país. Respetando los rasgos básicos de nuestras características (toque-habilidad). Menotti consiguió dotar al equipo de velocidad, potencia y una dinámica general que lo convierte en temible para cualquiera."30

En numerosas intervenciones públicas, descollaron las magnéticas cualidades de la personalidad del técnico. Menotti, un hombre de inteligencia notable, reverenciaba hábilmente la tradición del estilo criollo, compuesta por el toque, la gambeta, la destreza y la voluntad ofensiva de los equipos argentinos. Sin embargo, al mismo tiempo, no escatimaba críticas a los defectos que, en el pasado, había ocasionado esta forma de juego: pereza, escasa movilidad y acendrado individualismo. 31
Al colocar en diálogo los discursos del seleccionador argentino y de los encargados del nuevo plan económico, se observa que la fatigada figura de los jugadores metaforizaba con éxito la no menos haragana predisposición de los trabajadores argentinos, ambas presuntamente incubadas durante el peronismo. Si la caída de los índices del crecimiento económico, según el vocero de los sectores dominantes y a la sazón ministro de economía, Martínez de Hoz, respondía a la falta de productividad del trabajo, al proteccionismo de las "industrias artificiales" y al sostenimiento de un pleno empleo basado en una "desmedida" intervención estatal, las derrotas del equipo nacional a manos de los seleccionados extranjeros poseía causas análogas: ausencia de rigor, de sistema y sacrificio. Tanto en el plano económico como en el futbolístico era menester embarcarse en un proceso de modernización que implicaba altas cuotas de disciplinamiento. El resultado final sería la aproximación de los estándares económicos argentinos a los de los países del capitalismo avanzado y un rendimiento futbolístico, que sin traicionar los fundamentos del estilo autóctono, se aproximara a la altura del europeo. La diagnosis era similar a la que efectuara Zubeldía en los años 1960s., sobre la decadencia inevitable del estilo criollo y del jogo bonito frente al rigor europeo, pero la solución de Menotti tentaba mirar a través de la ventana aunque sin renunciar al espejo.
Así, el modelo de desarrollo se tornaba el equivalente del sistema de juego y la figura del trabajador se intercambiaba con la del jugador de fútbol. La producción económica y el deporte nacionales debían "evolucionar" por obra de un poderoso impulso modernizador, capaz de suprimir para siempre el "atraso" dominante. El disciplinamiento del capital humano, el reconocimiento de las jerarquías y la tolerancia de fuertes privaciones, en aras de un "futuro glorioso", eran las consignas al orden del día. La dictadura ansiaba aparecer como la única forma de gobierno capaz de conducir el crecimiento.
Por su parte, Menotti consideró que las formas del juego criollo estaban inscriptas en la propia naturaleza de sus jugadores, el potrero había dejado marcas indelebles en sus movimientos y en su relación con la pelota. No obstante esta posición en pro del fútbol espectáculo, siempre radicalizada en los enunciados del técnico, distaba de una apoyo igualmente profundo en los hechos; en parte esto explica la exclusión del seleccionado argentino del osado arquero Hugo Gatti y del virtuoso juvenil Diego Maradona. Estos mismos recaudos orientaron el estricto régimen de concentración que se estableció Menotti sobre el seleccionado.32 La reclusión de los jugadores se extendió formalmente durante cuarenta y seis días, desde el 9 de mayo hasta el 25 de junio, aunque se inició, con cierta flexibilidad, meses antes del torneo. El técnico nacional no temía el contacto sexual de los jugadores con sus esposas, práctica tolerada en otras selecciones, sino que pretendía sostener, a cualquier costo, "el clima de trabajo". En conceptos de Menotti el contacto con la vida familiar disipaba la atención de los jugadores de su tarea, por lo tanto ellos y el cuerpo técnico debían comprender que "...la única familia que tenían era el plantel."33
No obstante la disciplina en sí misma era insuficiente, se precisaba también el aporte innato de la destreza argentina. El discurso espiritualista que Menotti dirigió a sus jugadores, antes del partido final contra Holanda, ofrece algunos de los rasgos más sobresalientes de las antinomias a las que se enfrentaba el deporte nacional, a la vez que hace gala de la pulida retórica del técnico. En la ocasión, Menotti consignaba las peculiaridades esenciales del juego argentino, que en esa jornada enfrentaba al más destacado exponente de la coordinación europea: "la naranja mecánica".34 Las oposiciones irreductibles entre la posteriormente llamada "Era Menotti" y el esquema de Estudiantes bajo Zubeldía, que años después hizo suyo Carlos Salvador Bilardo, no podían expresarse de modo más diáfano. Además, el discurso era un clarín de guerra, pero la batalla a librarse en el estadio de River Plate, que anticipaba el tono militarista del discurso futbolístico en los años siguientes, no podía traicionar los ideales del estilo nacional, aunque en ello se fuera la vida de los jugadores.

"...respeten sus convicciones. Nuestra obligación es hacer lo imposible por darle a la gente, a nuestra gente un espectáculo inolvidable [...] Jueguen siempre. La lucha es un ingrediente más del fútbol. El que da batalla no debe olvidarse de jugar nunca [...] Que nos ganan, que muramos con la verdad entre las manos. Ganemos, si se puede, de la misma manera."35

Cuando el seleccionado juvenil, que integraban Diego Maradona y Ramón Díaz, levantó la copa en Japón 1979, tuvo lugar la apoteosis final del orden disciplinario deportivo. Entonces, la Dictadura consiguió atribuir un sentido marcial y siderúrgico a las competencias futbolísticas, apoyándose en las seguridades que brindaba la plataforma del campeonato conquistado un año antes. La victoria del seleccionado juvenil fue leída por el régimen como el premio al esfuerzo y al trabajo, una muestra de la modernización autoritaria representada por el binomio deporte y sociedad. En el discurso de Jorge Videla quedaban excluidos los talentos individuales (a pesar de Maradona): cualquiera podía servir a la patria siempre que estuviera dispuesto a cumplir órdenes. El primer mandatario recibió a los juveniles alabando la disciplina del equipo y su condición de posibilidad: la interiorización de la autoridad.

"...han dado una prueba inequívoca de disciplina, de orden, que significa sin más reconocer el principio de autoridad. Había alguien que mandaba, imponía horarios, imponía exigencias y ustedes cumplieron."36

En esta frase se evidencia una nueva homologación entre el fútbol y otras actividades sociales. Si durante el Campeonato Mundial de 1978 imperó la idea de un sistema de juego asimilable al modelo productivo y un jugador pensado en los términos del trabajador fabril, ya sobre el final del campeonato, y con mayor fuerza al año siguiente, los jugadores pudieron ser imaginados como soldados que cumplían en el campo de juego un deber patriótico. Sin dudas, a la Dictadura la comparación le pareció muy precisa, dado que tanto los jugadores como los soldados, a su modo, han jurado defender el honor de la patria. Los deportes constituyen una simulación regulada, y por tanto no violenta, de la guerra. Así, los campos de juego lo son también de batalla y la victoria de los equipos nacionales lo es de las naciones que confrontan.37
Orden, autoridad, jerarquía, obediencia y sistema fueron los nuevos atributos el entrenamiento futbolístico. El espectáculo debía basarse en la combinación estable de disciplina y belleza, para Menotti la creatividad y el juego no especulativo precisaban fundirse con la sincronización y el acople mecánico. En la selección dirigida por el técnico rosarino, también, el esquema imperaba sobre los talentos individuales.38
A pesar de sus declaraciones críticas sobre las actividades represivas de la Junta Militar, el paradigma de juego de Menotti representaba adecuadamente algunos valores de la dictadura. El técnico del seleccionado planteaba la necesidad de apropiarse de la herencia de talento que aportaban las modalidades de juego de los años 1920s.-1940s. afirmando, así, una esencia nacional encarnada por el "estilo criollo". Pero, al mismo tiempo, Menotti supo colocar ese legado en justa proporción, afirmando que el fútbol argentino necesitaba modernizarse para no perecer. El entrenamiento sistemático, el trabajo riguroso, el orden, la disciplina y sus frutos -la fuerza, la velocidad y la resistencia- debían fundirse con el toque y la gambeta. En su retórica, la preparación europea se amalgamaba con la habilidad propiamente argentina y rioplatense. El modelo de desarrollo económico argentino y el modelo de juego de su selección nacional de fútbol compartían una inspiración común y perseguían objetivos análogos: modernizarse sin perder la identidad. Por su parte la Junta Militar expresó un proyecto económico extranjerizante, compensado por ensayos culturales y políticos fenomenológicamente renacionalizadores.

Partidos, lugares y festejos. Fútbol, nación y dictadura

Durante la década de 1970 los equipos rosarinos se alzaron con la victoria en los campeonatos nacionales. Los hinchas de Rosario Central y Newell's Old Boys eligieron el Monumento a la Bandera para dar rienda suelta a su algarabía y festejar las conquistas deportivas de sus clubes. Las antiguas seguridades de Ángel Guido, el diseñador del monumento, eran relativamente desmentidas. El ingeniero y arquitecto rosarino sostuvo que convenía emplazar el mástil fuera de la escalinata cívica, a fin de dar mayor comodidad a las multitudes patriotas, durante el izado y arrío diario de la enseña nacional. No obstante, las pasiones futbolísticas incentivan otro tipo de rituales, quizá más espontáneos pero, a pesar de ese aparente desenfreno, los festejos de los hinchas también se expresan bajo cierto orden, ciñéndose a pautas tácitas.39
El "Altar de la Patria" servía, en la ocasión, para celebrar la identidad local, para escenificar el triunfo de Rosario sobre (los equipos de) Buenos Aires. Las concentraciones en el Monumento la Bandera demostraban por qué Rosario, el segundo puerto del país, debía tener un lugar de relevancia en el concierto nacional. El fútbol alentaba el reconocimiento de valores e identidades locales, pero también era capaz de coligar comunidades más amplias. Sentimientos de pertenencia que trascendían el pago chico y comunicaban a la parte con el todo. El espacio local y el nacional se inficionaban a partir de una experiencia compartida: la victoria. Las celebraciones alrededor de la torre del Monumento a la Bandera ya habían ocurrido en otros centros cívicos: el Obelisco y la Plaza de Mayo. Buenos Aires, pese a los enfrentamientos, marcaba el camino. Celebrar el deporte, en términos de uso no planificado de lugares, era y es celebrar la nación; así lo acredita la pertinaz elección de los monumentos más allá de los gobiernos de turno. Por lo demás, no en vano durante la primera mitad del siglo XX fomentar el deporte fue considerado, aunque por otras razones, una obra patriótica. Como se ha indicado, estas aptitudes del deporte para representar a la patria y alimentar la identidad nacional, inscriptas en su trayectoria histórica, fueron percibidas y utilizadas por la Junta Militar que asumió el gobierno en marzo de 1976.
El 1° de junio de 1978, en el estadio de River Plate, comenzó el Mundial de Fútbol en Argentina; desde el mediodía se decretó asueto. Un texto publicitario sobreimpreso a un mapa del territorio nacional -que incluía las Islas Malvinas y una porción de la Antártida- señalaba las implicancias de este hecho inédito y fijaba la corrección con que debían desenvolverse los habitantes. Se anunciaba un acontecimiento capaz de despertar la expectativa mundial, los ojos del mundo escudriñaban los estadios, pero desde su ceremonia inaugural el campeonato se mostraba traspasando las tribunas, sus significados alcanzaban a la sociedad toda.
Argentina '78 planteaba una nueva y definitiva nacionalización del fútbol; obviamente, los ensayos previos -básicamente, peronistas- fueron prolijamente obviados en la retórica de los medios de comunicación. La narración sobre la obra de la dictadura en materia de deportes era, cuanto menos, inverosímil: el deporte más popular de la argentina desde, al menos, la década de 1920, abandonaba los círculos aristocráticos ingleses, logrando su consagración como entretenimiento de masas recién en 1978. Aunque ciertamente el alcance territorial de la infraestructura dispuesta para los cotejos internacionales era inédito en el país.

"Será, pues, el fortalecimiento y la manifestación de una particular manera del ser argentino -su inclinación competitiva plasmada esta vez en monumentales estadios pero que nace en cualquier baldío [...] el fútbol ya no es para nosotros importado esparcimiento de unos pocos sino de una multitudinaria emoción democráticamente sentida."40

Las reiteradas y aparentemente paradójicas alusiones a una democracia, combinada con el ser argentino, remedaban las viejas pasiones de la democracia orgánica, un expediente común de la valoración castrense en torno a la práctica del tiro al blanco y la conscripción obligatoria.41 Se trataba de soldar una comunidad nacional en la que se integrasen de manera armónica elementos diversos, componentes sociales a simple vista antagónicos. Si bien el campeonato se disputaría en monumentales estadios, la emoción de un juego entornado por miles de espectadores y protagonizado por un restringido número de profesionales sería análoga a la sentida por los niños de los sectores populares que jugaban en baldíos improvisando efímeras canchas y que, a su vez, estaban llamados a ser en su mayoría apasionados hinchas de la selección y quizá unos pocos soñarían con vestir su camiseta.
La Dictadura ensayaba construir una identidad nacional a través de un proceso de identificación que borrara en el plano imaginario lugares, espacios y aptitudes. Ansiaba que todos, cualquiera fuera su situación, pudieran compartir las disputas del equipo nacional y ser parte de las representaciones en torno a la zaga del seleccionado, aunque en la realidad los espacios, los límites y las restricciones redoblaran su intensidad represiva.
En términos identitarios la prensa rosarina, como el matutino La Capital, se afanaba en reponer la imagen federalista, que se desprendía de la red de estadios ubicados como subsedes del evento, apelando a los orígenes no capitalinos de los jugadores del seleccionado nacional. Estos argumentos eran sustentados en la presencia de algunos santafesinos, rosarinos y cordobeses: Leopoldo Luque, Daniel Killer, Américo Gallego, Miguel Ángel Oviedo, Osvaldo Ardiles y Mario Kempes.42
En la provincia de Santa Fe, el flamante estadio del Club Atlético Rosario Central ofició como subsede del torneo. El Ente Autárquico Mundial '78 (EAM) bajo la dirección formal del capitán de navío Carlos A. Lacoste, confirmó las sumas necesarias para emprender la remodelación y sofisticación del estadio. El "Gigante de Arroyito" y el edificio del Centro de Prensa Mundial '78 formaron parte de varios proyectos de modernización-reaccionaria urbana propiciados por la dictadura, entre los que se contaban las viviendas colectivas FONAVI de Rueda y Ovidio Lagos, sobre terrenos que fueran propiedad del Club Atlético Newell's Old Boys y el Centro Universitario Rosario que ampliaba y utilizaba las viejas instalaciones de la estación del ferrocarril a Puerto General Belgrano.43
El nuevo estadio de Rosario Central contaba con una capacidad que superaba los cuarenta mil espectadores y una iluminación artificial que alcanzaba los 1800 Lux promedio, apenas por debajo del potente sistema de Velez Sarsfield. La Capitalexpuso una maqueta del estadio titulándola "Rosario Central es Símbolo de Titánico Esfuerzo".44 En las páginas de aquella edición podían leerse sendas entrevistas a los dirigentes más caracterizados del club: Víctor Vesco y Osvaldo Rodenas, este último sospechado de efectuar transacciones inmobiliarias con los círculos militares. Ambos realizaron un balance de la rutilante actualidad del club y se explayaron sobre su promisorio futuro. Si bien las obras se ejecutaron bajo el patrocinio del EAM '78 y estaban orientadas a servir durante el campeonato mundial de fútbol, una vez concluidas engrosarían el patrimonio del club y prestarían nuevas comodidades a su afición.
El 2 de julio de 1978 fue inaugurado el Estadio Mundialista de Rosario; para la ocasión tuvo lugar el olvidable encuentro entre México y Túnez. Si bien la ceremonia inaugural resultó menos ampulosa que la de River Plate, según los cronistas estuvo a la altura del evento:

"Más de 680 jóvenes que integraron las bandas musicales y juveniles del Sur de nuestra provincia, jerarquizaron la ceremonia inaugural de esta subsede del Campeonato de fútbol. Las formaciones de niños y jóvenes impecablemente ataviados ingresaron al campo de juego con sus abanderados y portaestandartes...".45

Tras algunos resultados poco oficiosos y la derrota ante la escuadra italiana, el conjunto argentino llegó a Rosario para disputar tres partidos. El primero contra Polonia, donde la selección nacional se alzó con la victoria. Luego alcanzó un discreto y sacrificado empate ante Brasil y finalmente su actuación fue coronada por la sospechada goleada a Perú. La expectativa previa a los partidos y la euforia, que siguió el crescendo de los resultados, fueron difundidas con detalles por la prensa. Ésta no pudo mantenerse al margen de la presencia de los mandatarios de la Junta Militar, a quienes no cesó de rendir cierta pleitesía y sumisión. En un gesto de innecesaria obsecuencia, La Capital publicó el 15 de julio de 1978, en un recuadro de la primera plana, un autógrafo que Videla dedicara al diario.
Los triunfos del equipo argentino en Rosario, sobre Polonia y Perú, absorbieron por completo la actividad de la ciudad. La Cuna de la Bandera festejó, también, el 20 de junio entre los cotejos frente a Brasil y Perú. En todos los casos los titulares de La Capital instaban a la configuración de una identidad unánime: "Triunfo de TODOS los argentinos".46
En el partido contra Polonia la ciudad vivió un día festivo, palpitando las horas previas al encuentro casi como un feriado. Rosario amaneció embanderada y por la tarde sus calles quedaron desiertas, todos estaban pendientes del partido, sólo algunos despistados podían continuar en sus ocupaciones sin mayor éxito. Pero, cuando el árbitro solicitó el balón, sancionando el triunfo nacional, la ciudad volvió a animarse. Inmediatamente las calles se poblaron de hinchas y de autos embanderados, la excitación de los simpatizantes brindaba un clima carnavalesco que repelía al crudo invierno. Nada, ninguna condición exterior adversa, podía evitar que la celebración se expresara con todos sus tonos de magnificencia.

"Cuando terminó el partido, o un poco antes, la ciudad entera se pobló de bocinas, autos, gente que iba y venía, de miles y miles de banderas azul y blanco. Hubo una explosión de optimismo."47

Cesar Luis Menotti advertía que se aproximaba la culminación de un largo proceso, del que se desprendían serias posibilidades de llegar a la final. Para el técnico, si todo salía bien, la victoria sería un premio para el pueblo que tanto había acompañado a un equipo pletórico de sacrificio y esfuerzos. El seleccionador argentino aseguró que el equipo nacional había sido el más ofensivo del campeonato y el que había mostrado un mayor número de variantes en ataque. No conforme con esto, sentenció que la selección argentina era la que con mayor gallardía había defendido los colores nacionales. Un análisis de las contradicciones entre vocablos y sentido se ofrece interesante.

"...es el equipo que más se preocupó por la defensa permanente del espectáculo, porque nunca salió a especular, porque siempre salió a defender a todo un país ansioso de ver a una selección con deseos de triunfo."48

Se sabe, aunque los periodistas deportivos parezcan jamás comprenderlo del todo bien, que en fútbol no conviene teorizar ni deslizar pronósticos. Frente a Brasil, Argentina se afianzó en un juego colectivo de esquema, que dejó traslucir poca creatividad y demasiada lucha. De resultas de los ataques cariocas, el correcto arquero Fillol fue la figura del encuentro. La repetición del verbo defender, llamativamente invocado por un técnico cuyo juego ha sido autoproclamado ofensivo, evidenciaba las antinomias del fútbol argentino en el periodo. Estas oposiciones podían ser saldadas por un insípido empate, seguido de una tan abultada como sospechada victoria. Menotti rotulaba las contradicciones del fútbol argentino a través de un oxímoron: defender la ofensiva. "La mejor defensa es un buen ataque"; incluso cuando se tiene ansias y deseos de gloria hay que saber regular los impulsos, si de deporte se trata.49
La recordada victoria frente a Perú marginó de la competencia a los brasileños. Los medios de comunicación señalaron que la fraternidad había reinado entre los simpatizantes de la selección.

"Hubo una gran unión. Esa misma unión que ayer fue símbolo de este país; la misma unión que se transmitió a todo el mundo. Eso tampoco nadie puede dudarlo. Ni los más indiferentes."50

La fragua de estas identidades permitía sentenciar a garganta batiente, como lo hacía José María Muñoz, que los argentinos (todos) eran (éramos) "derechos y humanos". Ese nosotros absolutista suponía también a otros, cuya exclusión era resuelta mediante la eliminación física, el posterior ocultamiento y negación de la identidad.
La sociedad estaba predestinada a una integración total, nadie podía permanecer extraño a las conquistas de esa brillante selección, que en el discurso se metamorfoseaba en patria. Sus esplendores quedarían expresados de manera indeleble en la placa de las victorias del deporte nacional por antonomasia. Las sombras de la represión y la exclusión se proyectaban sobre los incrédulos. La totalidad eliminaba performativamente al individuo. Luego de la goleada a Perú, El Gráfico publicó una editorial que resulta esclarecedora:

"Llegamos a la final. No solamente los jugadores, sino todos. Se acabaron los YO refugiados atrás de aislados gritos. Ahora somos NOSOTROS sin distinción de colores, como debimos ser siempre. Goleamos al destino y derrotamos a las sombras."51

En este discurso rotulado por los enunciados percutores de un nosotros inclusivo y un todos indiviso, por momentos bastante obscenos, había siempre una pareja de palabras finales dedicadas a los indiferentes, apáticos, pesimistas. La inclusión nacionalista y conservadora pretendía ser total, pero aun en el plano discursivo podían detectarse fisuras, intersticios por los que se filtraban elementos indomesticables o inadmisibles. La presencia de la Junta Militar y de Henry Kissinger, en el Estado de Rosario Central, esa noche que Argentina "goleó" a Perú y la bomba detonada en la casa de Alemann, en el instante en que el equipo clasificaba a la final, calladamente alertan sobre las implicancias políticas del evento.
En la mañana del 25 de junio de 1978 un largo editorial de La Capitalestablecía un balance del Mundial '78, haciendo a un lado posibles valoraciones sobre el resultado del cotejo consagratorio. Incluso si en la final el equipo nacional no lograba hacerse con la copa, lo realizado hasta entonces hubiera sido también un triunfo nacional sin precedentes en el campo del deporte.

"...el Mundial '78 habrá de dejar a los argentinos una rara sensación. La de haber obtenido por mérito del esfuerzo, un logro común del que nadie se sintió excluido. Ha sido una lección de comunitarismo, de solidaridad y alegría compartida. La fiesta inaugural emocionó a todos por igual. Los medios de comunicación nunca estuvieron tan bien empleados como en este caso. Esa pasión, en Rosario, alcanzó los mayores grados dentro del monumental estadio de Rosario Central, pero lo desbordó, y puede decirse que la caldera fue luego toda la ciudad, y finalmente todo el país. Es tan sin precedentes el suceso, que por cierto es mucho más que los resultados de una justa deportiva; va más allá de los límites que puedan darle las autoridades deportivas [aunque no las militares], es un saludable exceso, con el que el pueblo argentino se reencontró."52

Finalmente, el campeonato logrado por la selección Argentina fue comentado largo tiempo por los medios de comunicación. El discurso oficial estableció la victoria como una inmejorable lección para el pueblo argentino. La selección, al igual que sus hinchas, conquistó la cima del torneo gracias a un esfuerzo comunitario y solidario, que estalló en algarabía fuera de las canchas. El tradicional diario La Nacióndejaba claro que ese logro internacional tenía un artífice: Menotti.

"Fue la culminación de un largo proceso vivido con más de una vicisitud, con más de una angustia, pero sobrellevado con coherencia con una constancia increíble, a despecho de muchos errores que se fueron subsanando, hasta plasmar en este seleccionado ejemplo de vocación ofensiva, de fútbol ambicioso desprovisto de medias tintas, enemigo de todo lo que fuese especulación. [...] había una base una firme convicción impuesta por un hombre tenaz, que pretendía devolverle al fútbol argentino su esencia, esa que había perdido en la confusión aportada por quienes pretendían sacar provecho de la confusión: Cesar Luis Menotti [...] nuestro fútbol recibió un fortificante que lo sacó de su letargo que el devolvió la alegría de la que carecía...".53

En el campo de juego los jugadores alzaban la copa, rodeados de simpatizantes que ingresaron a la cancha. Las medidas de seguridad se distendieron dando paso a la celebración que mancomunaba a los héroes deportivos y a las masas del público, en una composición plagada de elementos alegóricos y épicos. El grueso de los espectadores abandonaba los estadios y continuaban festejando sobre el pavimento de las calles. La identidad se transfería en un proceso de contaminación del estadio a la ciudad y de esta a la nación. El Obelisco, la Plaza de Mayo, el Monumento a la Bandera, el Cerro de la Gloria y otros centros cívicos monumentales nacionalistas, expropiados de todo sentido democrático, fueron las plazas dilectas de las multitudes y los fotógrafos. Desde el balcón de la casa de gobierno, Videla, un hombre que poco comprendía de fútbol, saludó exultante. Nada importó que los "Dale campeón, dale campeón" remedaran los ritmos de la marcha peronista, proscrita, al igual que toda expresión política democrática, por la Junta Militar.
Jorge Rafael Videla, en una entrevista concedida a El Gráfico, que apareció con una tipografía de dimensiones aberrantes, elogió el desempeño de la selección nacional y elaboró un balance de la significación del Campeonato Mundial, ubicándolo entre las mayores conquistas de la Argentina, fraguada a partir de la unidad.

"...señalar el contenido emocional y patriótico de esa comunión que se vivió en los hogares y en las calles, al grito de ¡Argentina! Lo deportivo fue, en esta oportunidad, el camino para expresar, como nunca se había visto antes, el sentimiento de unión nacional y comunes esperanzas de paz, unión y fraternidad. Estas esperanzas abren un gran futuro para la realización de toda la comunidad."54

Detrás del éxito deportivo y de la supuesta unanimidad política que el Mundial había granjeado a la Junta Militar, seguía creciendo el número de detenidos-desparecidos y de muertos que la dictadura ocultaba celosamente. Los estadios de fútbol y la algarabía de las masas eran sólo una de las caras de un régimen monstruoso, que enmascaraba, bajo el velo de la fiesta, cuanto podía de su retrato putrefacto. La dictadura presumía que este pacto con la alegría popular le brindaría perdurable impulso, allende las atrocidades del terrorismo de Estado.
Sergio Renán, en su film La Fiesta de Todos (1979), una película destinada a fijar el significado político del Mundial '78, enfatizaba la celebración comunitaria de la dictadura, encubriendo la represión y la muerte. Félix Luna enunció sobre el cierre de ese documental una frase tan inolvidable como execrable:

"Estas multitudes delirantes, limpias, unánimes, es lo más parecido que he visto en mi vida a un pueblo maduro, realizado, vibrando con un sentimiento común, sin que nadie se sienta derrotado o marginado. Y tal vez por primera vez en este país sin que la alegría de algunos signifique la pena de otros...".55

El afamado historiador argentino parece contentarse con la indiferencia que dispensa a esos otros, embargados por la pena y las miserias, mutilados por la tortura, el dolor y la muerte.
El ciclo triunfal del nacionalismo deportivo y del fútbol espectáculo, esto es ofensivo, sólo duró cuatro años. El Mundial España 1982, con Diego Maradona en las canchas, resultó un fracaso para la Selección Argentina. Aquel año fue difícil mantener en alto los ideales del nacionalismo orgánico, la guerra de Malvinas había herido de muerte a la dictadura y las fisuras de un consenso social, obtenido mediante una parafernalia espasmódica y el asesinato sistemático, sólo tras ocho años de funcionamiento exhibía síntomas de ineficacia y agotamiento.

Conclusiones

En el presente artículo se han intentado establecer algunas pistas sobre los alcances de la programación político-social del deporte y comprender las formas en que éste puede representar, en el marco de competencias internacionales, identidades amplias y compactas. El caso escogido es particularmente fructífero en la producción de relaciones sociales, discursos, instituciones y prácticas que pretenden estabilizar el sentido de lo que la mayor parte de los espectadores consideraba una actividad neutral.
En particular, se han revisado las relaciones entre fútbol y patria desde un punto de vista histórico, procurando señalar a grandes rasgos los hitos que jalonan la segunda mitad del siglo XX.56 Asimismo, se establecieron las nuevas dimensiones que las gestiones autoritarias de los años 1960s. dieron al deporte más popular del país, hasta llegar a las convicciones que empujaron a la Junta Militar a organizar el campeonato mundial de 1978. Se exploró la relación fútbol-nación buscando articular festejos y lugares, atendiendo al proceso de metonímico que de los estadios se transfería a los espacios cívico-monumentales y de allí a la nación entera.
De igual forma se han rastreado las cuestiones vinculadas con el estilo futbolístico, que poseen una ligazón inestable entre la idea de una esencia criolla y la más pragmática vinculada al resultado. En este ámbito, se demostró cómo el estilo futbolístico del seleccionado argentino, dirigido por Cesar Menotti, combinaba fragmentos del estilo criollo y del europeo. Esta mixtura, amparada por la lógica de despliegue del deporte internacional, colocaba en diálogo al fútbol con otras actividades sociales: particularmente, el desarrollo de la economía, la militarización de la política y el disciplinamiento social.
Durante Argentina '78 la Dictadura pretendió programar la espontaneidad popular y alcanzó un indudable éxito. Si bien probablemente no obtuvo a través del campeonato un consenso activo, consiguió nutrirse de una cierta adhesión pasiva o indiferencia momentánea frente a actos aberrantes. El trabajo polemiza con ciertas interpretaciones que imaginan a estas masas compactas como "hábiles artesanos de ocultas resistencias",57 que supuestamente recuperan con destreza las calles como espacio de reunión vedado por la dictadura, reconstruyendo, así, el espacio público par excellence de la política argentina.58 La interpretación que aquí presentamos se sostiene en la idea de que la dictadura consiguió infundir en la mayoría el sentido de la fiesta, del mismo modo que, cuatro años más tarde, dotó de una connotación incluso antiimperialista a la cruzada por la recuperación de Malvinas. Esta guerra, que también despertó encendidos y sinceros arrobamientos patrióticos entre la sociedad, demostró que en los campos de batalla las resoluciones de los conflictos suelen ser más complejas que en los campos de juego.
De cualquier modo, la mayoría de las actividades miméticas que procuran poderosas emociones entre los espectadores, por la simulación de las alternancias de la batalla (deporte) o de la vida (teatro),59 no resultan totalmente planificables.60 En tal caso, la actividad futbolística, si bien puede ser controlada por ciertos grupos que montan su escenario y establecen un contexto rígido para su desarrollo y para la decodificación de su significado, necesariamente debe guardar algunos quantums de incertidumbre. De otro modo, si la variabilidad de la situación deportiva es abolida, ya sea por arreglos bajo cuerdas o por reglamentaciones que resienten el régimen emotivo del espectáculo, la afición deserta de las gradas.
Era obvio que a ojos de la Junta Militar la selección argentina debía ganar el Mundial de 1978, pero esto no podía hacerse de cualquier forma, privando de expectativa al certamen. Más allá de los intereses de la cúpula castrense y las loas al fútbol ofensivo y coordinado de Menotti, el equipo dio pocas muestras de esas aptitudes en los diversos encuentros. Las dificultades de las primeras fechas evidenciaron una batalla reñida, siempre necesaria para lograr la victoria, e indispensable para que ésta sea valorada positivamente. Probablemente esta tensión fue momentánea y obligatoriamente desbaratada en el encuentro frente a Perú, pero retornó para la final contra Holanda cuando, faltando segundos para el final del tiempo reglamentario, Resenbrink estrelló un tiro en el palo. Sólo después de esa breve pero profunda zozobra, en los treinta minutos suplementarios, los tantos de Kempes y Bertoni aseguraron en manos argentinas la copa del mundo.

Rosario, 26 de junio de 2006

Notas

* Quisiera agradecer la inestimable colaboración y asistencia que para la producción de este trabajo han significado las colecciones documentales atesoradas por el celo de Claudio E. Pascual.

1 En referencia al caso que interesa analizar aquí, pueden verse los puntos de vista de Pablo Llonto en su libro La vergüenza de todos. El dedo en la llaga del Mundial '78, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires, 2005; las intervenciones de Daniel Alberto Passarella en el documental producido por Cuatro Cabezas El Mundial '78 (1998) o, incluso, con algunos matices importantes, los enunciados que sobre el mencionado mundial de fútbol vierte el magnifico documental Fútbol Argentino (Dinenzon, 1989), guionado por Osvaldo Bayer. Ver también BAYER, Osvaldo Fútbol argentino, Sudamericana, Buenos Aires, 1990.         [ Links ] Probablemente esta autonomía es menos invocada cuando se ingresa en el campo económico, dada la evidencia que aporta la actual hiperprofesionalización y las cifras siderales manejadas por el mercado internacional de pases.

2 ALABARCES, Pablo "Los estudios sobre el deporte y la sociedad: objetos, miradas, agendas", en ALABARCES, Pablo -compilador- Estudios sobre el deporte y la sociedad en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp. 11-30.         [ Links ]

3 Sobre el problema del distanciamiento Cfr. ELIAS, Norbert Compromiso y distanciamiento, Península, Barcelona, 1994.         [ Links ]

4 Los aportes de Elias han sido compilados en ELIAS, Norbert y DUNNING, Eric El Deporte y el ocio en el proceso de civilización, FCE, México, 1995 [1ra. edición Quest for excitement. Sport and Leisure in the civilizing Process, Basil Blackwell Publishing Ltd., Oxford-Nueva York, 1986].         [ Links ]

5 SEBRELLI, Juan José Fútbol y masas, Galerna, Buenos Aires, 1981.         [ Links ]

6 La ridiculización de la que ha sido presa, más allá de todos sus fallos y mezquindades analíticas, la obra y los puntos de vista que Juan José Sebrelli expone en La era del Fútbol (Sudamericana, Buenos Aires, 1998) sobre la relación fútbol y alienación, son una prueba innegable del profundo rechazo que este tipo de interpretaciones generan tanto en el ambiente académico como extra-académico.

7 Frase pronunciada por Diego Maradona en el estadio de Boca Juniors el 10 de noviembre de 2001, en ocasión de su partido despedida.

8 LLONTO, Pablo La vergüenza..., cit. La cursiva me pertenece.

9 Cfr. ALABARCES, Pablo Fútbol y patria. El fútbol y las narrativas de la nación en la Argentina, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2002, especialmente pp. 65-82.         [ Links ]

10 Sobre las raíces híbridas del deporte argentino y en especial del estilo criollo son fundamentales los aportes de la obra de ARCHETTI, Eduardo P. "Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino", en Desarrollo Económico, Vol. 35, núm. 139, Buenos Aires, 1995, pp. 419-442;         [ Links ] ARCHETTI, Eduardo P.El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino, FCE, Buenos Aires, 2001;         [ Links ] ARCHETTI, Eduardo P.Masculinidades. Fútbol, tango y polo en la Argentina, Antropofagia, Buenos Aires, 2003.         [ Links ]

11 PERÓN, Juan Domingo Nosotros tenemos que contar con 5 millones de deportistas, Presidencia de la Nación, Secretaría de Prensa y Difusión, Buenos Aires, 1954.         [ Links ]

12 DI GIANO, Roberto "Peronismo y fútbol. El triunfo sobre Inglaterra en 1953" [en línea] http://www.efdeportes.com/efd17/peronism.htm [consulta: 19 de octubre de 2005];         [ Links ] DI GIANO, Roberto El fútbol y las transformaciones del peronismo, Leviatán, Buenos Aires, 2006.         [ Links ]

13 En 1958 durante la copa mundial de Suecia, el seleccionado argentino coordinado por Guillermo Stábile afrontó una abultada derrota frente a Checoslovaquia (6-1). La modernización del juego en los mundiales de 1962 (Chile) y 1966 (Inglaterra), tampoco logró asentarse, cosechando sendos fracasos para el equipo nacional. Cfr. DI GIANO, Roberto "Avatares de la modernización del fútbol argentino", en ALABARCES, Pablo; DI GIANO, Roberto; FRYDEMBERG, Julio -compiladores- Deporte y sociedad, Eudeba, Buenos Aires, 1998.         [ Links ]

14 El proceso de modernización del fútbol argentino, que puso en jaque al estilo nacional producido durante las primeras décadas del siglo, basado en el toque, la gambeta y la picardía, inició su marcha luego del derrocamiento del peronismo en 1955. DI GIANO, Roberto Fútbol y cultura política en la Argentina. Identidades en crisis, Leviatán, Buenos Aires, 2005.         [ Links ]

15 ZUBELDÍA, Oslvaldo J. y GERONAZZO, Argentino Táctica y Estrategia del fútbol, Jorge Álvarez Editor, Buenos Aires, 1965, p. 12.         [ Links ]

16 DI GIANO, Roberto El fútbol y las transformaciones..., cit.

17 Luego de 1955, el Estado participó activamente en una política de desinversión de los rubros vinculados al fomento y fortalecimiento de la práctica deportiva. Cfr. ALABARCES, Pablo Fútbol y patria..., cit.

18 En 1966 tras la derrota a manos del equipo local. Antonio Rattín, quien fuera expulsado del campo de juego, a su juicio sin motivos, se sentó en la alfombra del palco destinado a las autoridades británicas expresando su protesta ante el fallo. Pese al pobre papel de la selección, los jugadores fueron recibidos como héroes, acuñándose la disparatada divisa de campeones morales. DI GIANO, Roberto Fútbol y cultura política..., cit., p. 35.

19 Para una reflexión antropológica sobre el orden, el caos y el poder político ver BALANDIER, George El desorden, Gedisa, Barcelona, 1996.         [ Links ]

20 QUIROGA, Hugo El tiempo del "Proceso". Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983, Ed. Fundación Ross, Rosario, 1994.         [ Links ]

21 ÁGUILA, Gabriela "El terrorismo de Estado sobre Rosario (1976/83)", en PLA, Alberto J. -coordinador- Rosario en la Historia. De 1930 a nuestros días,UNR-Editora, Rosario, 2000, Vol. 2.         [ Links ]

22 Las olimpíadas de Berlín 1936, cuyo dispositivo publicitario estuvo a cargo de Leni Rifenstahl, Richard Strauss y Albert Speer, evidenció la nueva forma de espectáculo de masas internacional que sustituyó definitivamente a las exposiciones universales. En Berlín 1936 los cuerpos de los atletas, tamizados por la belleza clásica, sustituyeron a la pujanza de las máquinas, no sin asimilar algunos elementos de su mecánico funcionamiento. El estadio olímpico de Berlín, facturado por Werner March entre 1934-1936, contaba con la extraordinaria capacidad de 85 mil espectadores. La película Olimpia de la Rifenstahl es una pieza estética prendada de un innovador sistema de montaje cinematográfico, completada por las románticas puestas lumínicas de Speer y el soberbio himno que Richard Strauss compuso para la ocasión. Este espectáculo instituyó, junto al Mundial de Italia 1934, disputado bajo los auspicios del fascismo y que coronó campeón al equipo local, un repertorio de formas básicas para la reproducción de las grandilocuentes escenificaciones deportivas del siglo XX. Deporte internacional y política de masas no habían nacido en cunas tan diferentes.

23 Tres estadios fueron construidos especialmente para la undécima edición de la Copa del Mundo: Mar del Plata, Mendoza, y Córdoba, mientras que River Plate, Rosario Central y Vélez Sársfield fueron remodelados.

24 ALABARCES, Pablo Fútbol y patria..., cit.

25 Conferencia sobre la seguridad y la cooperación en Europa. Acta Final, Helsinki, 1° de agosto de 1975.

26 El Gráfico, 30 de mayo de 1978.         [ Links ]

27 BLAUSTEIN, Eduardo y ZUBIETA, Martín Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el proceso, Colihue, Buenos Aires, 1999.         [ Links ]

28 BALANDIER, Georges El poder en escenas. De la representación del poder al poder de la representación, Paidós, Barcelona, 1994.         [ Links ]

29 La Tribuna, 2 de junio de 1978.         [ Links ] La cursiva pertenece al original.

30 El Gráfico, 30 de mayo de 1978.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

31 Esta tradición había sido enfatizada por el técnico cuando condujo los destinos del Huracán campeón de 1973. Sin embargo, pocos años después, cuando sus servicios fueron prestados al seleccionado nacional, los contenidos políticos próximos a las ideas de liberación nacional fueron paulatinamente acallados, hibridándose, cuando no subordinándose, a las consignas propias de la modernización futbolística que anteriormente eran extrañas a la retórica de Menotti. Para mayores precisiones sobre el particular ver DI GIANO, Roberto El fútbol y las transformaciones..., cit. pp. 26-34.

32 Cabe recordar que, en 1973, Menotti denunciaba el sistema de concentraciones del seleccionado nacional por ser económicamente dispendioso, deportivamente ineficaz y por sustraer del fútbol local a sus mayores talentos.

33 El Gráfico, 16 de mayo de 1978. Si bien este presupuesto pude generar tensiones en el interior de los equipos, debido a la privación prolongada de los contactos cotidianos, también resulta útil para infundir en el deportista la idea de que se está ante una situación excepcional (importante) y generar una identidad grupal menos inestable, en ese salto fuera del cotidiano. Cfr. WACQUANT, Loïc Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006.         [ Links ]

34 Si bien el subcampeón mundial de Alemania '74, Holanda, no contaba en sus filas con los grandes exponentes de su fútbol (Johan Cruyff) se mantenía fiel la sustancia coordinada de su juego.

35 El Gráfico, 27 de junio de 1978. Oficialmente el tono marcial del fútbol ya había sido impuesto por Videla, cuando saludó a los jugadores en los días previos al inicio de la competencia despidiéndolos con esta reveladora frase: "Señores: así como el comandante arenga a su tropa antes del combate [...] así he querido hoy frente a ustedes y a través de esta visita exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores...". Clarín, 27 de mayo de 1978.

36 Clarín, 11 de septiembre de 1979, p. 40.         [ Links ] Citado en DI GIANO, Roberto Fútbol y cultura política..., cit., p. 38. La cursiva me pertenece.

37 MANGAN, J. A. -editor- Sport Europe. War without Weapons, en The European Sport Review, V. 5, monographic number, July 2003.         [ Links ]

38 Frente a la pregunta sobre el carácter irremplazable de Mario Kempes, Menotti respondió sin atisbo de duda "...en la selección argentina no hay ningún jugador que sea imprescindible." El Grafico,16 de mayo de 1978.         [ Links ]

39 BROMBERGER, Christian "Las multitudes deportivas: analogías entre rituales deportivos y religiosos" [en línea] http://www.efdeportescom/efd29/ritual.htm [consulta: 16 de octubre de 2005].         [ Links ]

40 La Capital, 1° de junio de 1978.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

41 Cfr. MUNILLA, Eduardo (General de Brigada) La Defensa Nacional, Librería "La Facultad", Buenos Aires, 1916.         [ Links ] Me permito aludir, en este plano, a mi trabajo ROLDÁN, Diego P. "Ocio y Patriotismo. Configuraciones de sentido a través de la práctica del tiro. Rosario 1890-1930", en BONAUDO, Marta S. -directora- Imaginarios y prácticas de un orden burgués Rosario, 1850-1930. Los actores entre las palabras y las cosas, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2005, pp. 173-198.         [ Links ]

42 "En el plantel formado por Menotti no actuará ningún jugador porteño", en La Capital,2 de junio de 1978.         [ Links ]

43 Sobre el particular son destacables los avances de la tesis doctoral de VAN POEPELEN, Cristian "Estrategias arquitectónico-urbanísticas y su relación con modelos ideológicos de control y disciplinamiento social durante el proceso de reorganización nacional en Rosario", mimeo.         [ Links ]

44 La Capital, 2 de junio de 1978.         [ Links ]

45 La Capital, 2 de junio de 1978.         [ Links ]

46 La Capital,15 de junio de 1976.         [ Links ]

47 La Capital,15 de junio de 1976.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

48 La Capital,17 de junio de 1976.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

49 Cfr. PAREDES ORTÍZ, Jesús El deporte como juego: un análisis cultural, Tesis Doctoral, Universidad de Alicante, 2002.         [ Links ]

50 La Capital, 21 de junio de 1978.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

51 El Gráfico, 23 de junio de 1978.         [ Links ]

52 La Capital, 25 de junio de 1978.         [ Links ] La cursiva me pertenece.

53 La Nación,26 de junio de 1978.         [ Links ]

54 El Gráfico, 4 de julio de 1978.         [ Links ]

55 LUNA, Félix en La Fiesta de Todos (Renán, 1979).

56 En este sentido debe reconocerse que el citado trabajo de Pablo Alabarces (Fútbol y patria..., cit.) constituyó una guía de valor inestimable.

57 La frase pertenece a AUYERO, Javier La política de los pobres. Las prácticas clientelísticas del peronismo, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 29.         [ Links ]

58 Este planteo pertenece a Osvaldo Bayer en su citado Fútbol Argentino. Ver también al respecto la interpretación de ALABARCES, Pablo Fútbol y patria..., cit., p. 134.

59 ARISTÓTELES La poética, Gredos, Barcelona, 2000.         [ Links ]

60 ELIAS, Norbert y DUNNING, Eric El deporte..., cit.

Recibido con pedido de publicación el 17/07/2006
Aceptado para su publicación el 05/12/2006
Versión definitiva recibida el 12/10/2007

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