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Prohistoria

On-line version ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.11  Rosario Jan./Dec. 2007

 

POLÍTICAS DE LA HISTORIA

Historias rojas: Los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años 1930s.

 

Alejandro Cattaruzza

Universidad Nacional de Rosario, la Universidad Nacional de Buenos Aires y en el CONICET
manuelcattaruzza@arnet.com.ar

 


Resumen

En este artículo estudiaremos las interpretaciones del pasado que los intelectuales comunistas plantearon en la Argentina entre 1930 y 1943. El cambio crucial en las mismas, que hizo posible una lectura comunista desplegada del pasado argentino, se explica por un proceso de incorporación del Partido Comunista al campo político nacional, más importante y profundo que los sucesivos cambios de línea tácticos decididos por la Internacional.

Palabras clave: Visiones del pasado; Historiografía; Partido Comunista Argentino; Historia y nación; Política e historia

Abstract

In this article we will analyse the interpretations of the past offered by the communist intellectuals in Argentina between 1930 and 1943. We argue that the most important change in those interpretations -which made a detailed communist vision of the national past possible- must be explained by the incorporation of the Communist Party to the national political field during this period: a more important and deeper process than the various tactical changes decided by the Communist International.

Key Words: Visions of the past; Historiography; Argentine Communist Party; History and nation; Politics and history 


 

1. Este artículo está dedicado al examen de algunas de las visiones del pasado que los intelectuales comunistas argentinos propusieron entre, aproximadamente, 1930 y 1943.1 Ellas se relacionan con la definición de la identidad de la agrupación que, entre otros elementos, se apoyaba en la exhibición de una lectura común de la historia del partido y de la sociedad. Como es corriente, esas representaciones entraron en disputa con las ofrecidas por el resto de los partidos, por varias agencias del Estado y por los historiadores profesionales; el pasado se tornaba, así, territorio y objeto de luchas políticas.2
De todas maneras, es necesario advertir los límites que este ejercicio exhibe, así como sus beneficios. En este sentido, se hace evidente que el mundo ideológico del comunismo y lo que puede entenderse como su cultura política no pueden reducirse a sus interpretaciones del pasado; sin embargo, el estudio de estas últimas hace visibles posiciones y matices que en otros registros no se perciben.
Por otra parte, debe señalarse que en estos años el Partido Comunista (PC) contaba en sus filas, o al menos en su constelación, con algunos intelectuales notorios. Aníbal Ponce y, hacia la segunda mitad de la década, Héctor Agosti, son dos ejemplos conocidos a los que deben sumarse Cayetano Córdova Iturburu, Raúl González Tuñón, María Rosa Oliver, Álvaro Yunque y varios más. Ellos fueron "camaradas de ruta", militantes tenaces o fugaces activistas que se distanciaron luego. A su lado, otros comunistas se esforzaron por promover la prensa partidaria, crear editoriales, organizar encuentros de intelectuales y, en fin, explicar la dimensión cultural de la batalla que decían estar librando, en la cual la disputa por la historia tenía un lugar. Aún sin el reconocimiento del que gozaron luego los más destacados, también ellos participaban en la empresa de dar forma a una visión comunista del mundo y del pasado en la Argentina de los años 1930s.; su producción, en consecuencia, es parte de nuestro objeto de estudio. A las historias rojas que propusieron, cuyas huellas han perdurado en periódicos, documentos internos, libros, discursos, nos referimos en el título de este artículo.3

2. La adhesión a las secciones de la Internacional Comunista significaba asumir algunas perspectivas amplias acerca del funcionamiento del capitalismo, de su futuro, de los medios eficaces para derrocar a la burguesía, de las tareas que concernían a los militantes de la revolución. De aquellas perspectivas, es posible reconstruir las que afectaban a las interpretaciones comunistas de la historia del país; puesto de otro modo, expondremos los puntos de partida desde los cuales los comunistas leían la historia nacional.
A partir de 1917 y a lo largo de los años 1920s., según es sabido los grupos de la izquierda se vieron sacudidos en todo el mundo por discusiones intensas. En el caso latinoamericano, dos de los temas en debate, claramente relacionados, eran el de la caracterización de la realidad económica y social latinoamericana y el del tipo de revolución que, en consecuencia, se debía -o se podía- encarar en la región.4 Los argumentos de la Tercera Internacional sobre América Latina, en principio, se ubicaban en el más vasto conjunto de proposiciones acerca del mundo colonial. Suele admitirse que en el Segundo Congreso de la Internacional, celebrado en 1920, la cuestión colonial fue traducida como cuestión oriental, en referencia al Oriente Medio; no parecía que la situación latinoamericana mereciera observaciones específicas. Algunos años antes, en 1917, Lenin había publicado en ruso El imperialismo, fase superior del capitalismo,que contenía unas observaciones breves acerca de Argentina. A su juicio, este país ejemplificaba una forma de dependencia que no era la de una semicolonia; la llamaba luego "colonia comercial" de Inglaterra.5
En 1924, durante el Quinto Congreso, para configurar la cuestión colonial "el Comintern derivó del Medio Oriente hacia China. La alianza con el Kuomintang comenzaba y este último partido era presentado como un modelo para el movimiento revolucionario de los países coloniales". La política del Frente Unido Antiimperialista, que significaba el apoyo comunista a los movimientos de liberación nacional para luchar contra el capital extranjero -como plantea Caballero- era propuesta para todo el mundo colonial.6 Poco más tarde, en Buenos Aires, las relaciones de aquellos diagnósticos con las imágenes del pasado y las dificultades de ajuste se revelaban en un documento interno firmado por Angélica Mendoza y Cayetano Oriolo, para quienes "desde la revolución burguesa de 1810 hasta el fin de la guerra mundial la historia de la República Argentina ha sido la historia de su producción agropecuaria". Ella se habría desarrollado en su "forma feudal desde la Revolución de Mayo hasta la organización nacional de 1853, y en su forma ya netamente capitalista y con la colaboración del imperialismo inglés" desde entonces y hasta la Gran Guerra.7 Algunos de los núcleos de discusión de las historias comunistas desplegadas entre 1930 y 1943 están anticipados en estas apreciaciones tan breves: el carácter de la Revolución de Mayo; la cuestión del modo de producción; el problema del imperialismo y su influencia.
El Sexto Congreso del Comintern, que sesionó entre julio y septiembre de 1928, fue el momento de lo que sus dirigentes llamaron el "descubrimiento de América", en una fórmula ya muy conocida.8 El ecuatoriano Ricardo Paredes recuperaba por entonces la observación de Lenin, que sumaba a las categorías "países coloniales" y "países semicoloniales" la de "países dependientes", aunque las dos primeras continuaron siendo más frecuentes en el lenguaje político comunista; mucho más dudoso es que esa preferencia se sustentara en alguna reflexión que pueda llamarse teórica. En noviembre de 1928, en su Octavo Congreso, el PC argentino asumía, por su parte, la línea fijada por la Internacional. En el informe preparado por J. Humbert-Droz para esa reunión del Comintern celebrada en 1928, en el Proyecto de Tesis para América Latina que el Comité Ejecutivo envió para ser discutido en la reunión de los comunistas latinoamericanos celebrada en Buenos Aires, en 1929, y también en el documento final de esa reunión, el movimiento revolucionario que habría de encararse en América Latina fue definido como "del tipo democrático-burgués", que estaba todavía pendiente dado que eran estos "países semicoloniales donde domina el problema agrario y antiimperialista".9 A ello se agregaba la idea de la inexistencia de una burguesía nacional en América Latina, que expuso en la reunión de 1929 Vittorio Codovilla.10
Simultáneamente, en aquel Congreso de 1928 se establecía que la política del Frente Unido Antiimperialista debía abandonarse a la luz de lo ocurrido en China, donde el PC había sido masacrado por el Kuomintang; se dejó, entonces, de impulsar la alianza con las burguesías nacionales -que en América Latina no existían, según se afirmaría luego- o incluso con otras franjas de esa misma clase. Para esta etapa del capitalismo, en la que se preveía que la lucha social se intensificaría, la estrategia sería la de "clase contra clase", adoptándose además la política llamada del Frente Único por la base, destinada a la captación de trabajadores de otras agrupaciones. Estas eran, claro está, decisiones tácticas y por ende más cambiantes que aquellas otras caracterizaciones que hemos evocado.11
De esta manera, entre 1928 y 1929 los comunistas estabilizaban, no sin matices y debates, la opinión que indicaba que los países latinoamericanos eran semicolonias. Esa concepción, al combinarse con lo que más adelante se llamó críticamente "etapismo", se convertía en la clave explicativa para el argumento que indicaba que debía cumplirse, todavía, la fase democrático-burguesa de la revolución que aquí asumiría una forma agraria y antiimperialista. Estas son piezas de aquella gran matriz interpretativa que no cambiaron a lo largo de todo el periodo analizado; parece innecesario insistir en que tal caracterización de la región y de los países que la integraban conllevaba una opinión breve pero firme acerca de la historia latinoamericana y de la argentina. En el pasado no se había producido una revolución democrático-burguesa y la economía nacional, "deformada" por el imperialismo, no se había desarrollado hacia formas capitalistas plenas.
Ahora bien: en 1929 se había "decidido" que la burguesía nacional no existía; se angostaba así la franja de sectores burgueses a los que convocar a tal transformación social -por otra parte, la única posible según el canon. Pero aún si hubiera existido, la táctica de clase contra clase impedía ese llamado. Se sumaba además al complejo la consigna del "frente único por la base" que, como indicamos, se hallaba dirigida hacia las demás organizaciones y partidos obreros en actitud de competencia abierta, cuando no de hostilidad.12
Restaba, desde ya, el recurso de plantear que las tareas de la revolución democrático-burguesa estarían a cargo, exclusivamente, de la alianza obrero-campesina; si bien antes de 1924 esa línea fue explorada, en el periodo de Frente Unido Antiimperialista (1924 a 1928) pasó a un segundo plano que el nuevo cambio a la etapa de clase contra clase de 1928 no quebró del todo. Debe agregarse a lo anterior la presencia de la Oposición de Izquierda, encabezada por Trotsky, ya en la segunda mitad de los años 1920s.; su líder publicaba hacia 1930 La revolución permanente y quien ejecutara en esos años una crítica a la distinción del Comintern entre tareas revolucionarias democrático-burguesas y socialistas podría fácilmente ser tomado por trotskista, hecho que tenía su precio.
No se trata, en este caso, de analizar la precisión de estos pareceres, ni los beneficios que podían esperarse de las tácticas asumidas, sino de señalar lo difícil de su articulación. Afirmados, entonces, en estas convicciones, que buscaban trabajosamente conciliar, los comunistas argentinos entraban en la década abierta en 1930.

3. Luego del fin de la dictadura uriburista, el PC impulsó varios emprendimientos editoriales. Uno de ellos devino en la fundación de la revista Actualidad, en enero de 1933; desde sus páginas se arremetía contra los "socialfascistas" que, en la mirada comunista, poblaban el Partido Socialista (PS). El rechazo a participar en un homenaje que el socialismo rendía a la memoria de Juan B. Justo era fundado por la redacción de la revista en el propósito, que atribuía al líder del PS, de "conciliar su nacionalismo con el internacionalismo obrero"; esa "fue otra máscara que cubría su patriotismo", actitud que se hacía visible en el hecho de que una de sus preocupaciones habría sido "dejar establecido en su testamento que su féretro fuera cubierto con la bandera argentina juntamente con la roja. De lo contrario, ninguna bandera". Esas prevenciones constituían para la revista comunista un indicio certero de traición.13
La cuestión de las banderas suscitaba discusiones, a veces asociadas a disposiciones legales; Pedro Echagüe, también desde Actualidad, encontraba en la renuencia a celebrar el 1º de mayo de 1933 con banderas rojas una de las pruebas de la deserción "socialpatriota". Las otras, decía Echagüe, las aportaban los propios dirigentes socialistas, que en un acto habían diseñado la tradición nacional en la que elegían inscribirse ya que en aquella manifestación Nicolás Repetto -según Actualidad- denunciaba que "pronto se castigará [...] como si fuera un delito citar los nombres de Moreno, Rivadavia, Alberdi, Sarmiento y Mitre".14
Ese linaje que se remontaba a la Revolución de Mayo e incluía a destacados miembros del liberalismo argentino del siglo XIX, era en sus líneas maestras uno de los admitidos en la cultura argentina y también en el aparato estatal; filiarse con él era un recurso que el PS venía ejecutando hacía tiempo. Casi un año después, el comunista Rodolfo Ghioldi perseveraba, ante la celebración de un congreso del socialismo, en denunciar actitudes semejantes, cuando señalaba que "el PS repudia el internacionalismo, quiere las Malvinas bajo pabellón argentino, se considera unido a Mayo, a Alberdi, a Mitre, rechaza la bandera roja".15 Parece, entonces, evidente que en la disputa por el uso de los símbolos y en la crítica al enlace con buena parte del procerato clásico del siglo XIX se estaban librando batallas de más significación desde el punto de vista ideológico, junto a las que alentaba la previsible competencia por el monopolio del reclutamiento obrero.
 Durante la primera mitad de 1933, varios dirigentes e intelectuales comunistas ofrecieron interpretaciones que explicaban la situación presente apelando a un examen de los rumbos que la historia argentina habría seguido desde comienzos del siglo XIX. La serie se iniciaba en marzo con el discurso de Aníbal Ponce en la apertura del Congreso Latinoamericano contra la Guerra Imperialista, celebrado en Montevideo. Indicaba Ponce:

"A principios del siglo XIX, las colonias españolas de América Latina, instigadas por Inglaterra que aspiraba a la expansión de su comercio y a la destrucción de sus viejas rivales, entraron por el camino de la liberación política sin haber alcanzado ni con mucho la madurez económica. Gajos mezquinos del único Estado europeo que se conservó feudal en pleno corazón de la Edad Moderna, las nacientes burguesías de América Latina, atrasadas, indolentes, sin ninguna de las capacidades que las nuevas formas de producción exigían en el mundo, se convirtieron a poco andar en pasivos instrumentos de Inglaterra, su nueva metrópolis económica".16

Sostenía a continuación que "la casi totalidad de la economía precapitalista de América Latina" quedó bajo control inglés; "el poderoso aliado" se hallaba "tan seguro en sus firmes posiciones de amo que todas las obras que emprendió en las semicolonias no consultaron para nada los intereses de éstas, sino las ventajas que pudieran reportar a la metrópolis". Las políticas inglesas habían llevado al "vasallaje cada vez más acentuado de las burguesías aborígenes"; a su vez, dado que convenía a Inglaterra "mantenerlas en la situación exclusiva de proveedoras de materias primas [...], se comprende que las tentativas industriales en América Latina que no se acordaran con la explotación inglesa, estuvieran condenadas de antemano a fracasar". Según Ponce, "el parasitismo inglés ha refrenado desde hace más de un siglo la evolución de las fuerzas económicas de América"; la nueva amenaza era la del imperialismo norteamericano, en competencia con el inglés desde la Gran Guerra.17
 Ese gran relato del siglo XIX, o fragmentos significativos de él, se alineaba con otros que, por las mismas fechas, aparecían en distintos medios comunistas. Estas cercanías hacen evidente la existencia de un clima en el partido que alentaba interpretaciones de este tipo del proceso histórico nacional, críticas del papel cumplido por el imperialismo británico y por las burguesías, existentes en esta versión pero atrasadas, indolentes y vasallas, rasgos que permitían dudar de su propia entidad. Las objeciones a estos dos actores pueden fácilmente derivarse de la aplicación de las firmes certidumbres iniciales que articulaban la visión comunista de la Argentina, tanto la que subrayaba la condición semicolonial como la que, en consecuencia, ponía el foco en el problema del imperialismo.
Continuando con la serie, Rodolfo Ghioldi dedicaba al análisis del pacto Roca-Runciman un trabajo, publicado en Soviet, que resulta de interés porque tal acuerdo fue una de las pruebas que el nacionalismo argentino exhibió para probar tanto la dependencia del imperialismo inglés como la histórica actitud claudicante de la dirigencia argentina. Ghioldi señalaba en junio de 1933 que a través del acuerdo "el gobierno argentino y las clases dirigentes de que es expresión, se someten servilmente al capital extranjero", otorgando "extraordinarias concesiones" al capital británico. Apuntaba luego:

"Desde la ruptura y separación de España [en 1810] hasta la guerra de 1914-1918, la posición del imperialismo inglés fue indiscutiblemente predominante en la Argentina y su influencia en el desarrollo económico y político del país, decisiva. Él obtuvo concesiones formidables, él invirtió capitales, él estableció los transportes y comunicaciones, él acaparó tierras, él levantó grandes empresas hipotecarias. ÉL ADAPTÓ EL DESENVOLVIMIENTO ECONÓMICO ARGENTINO A LAS NECESIDADES DEL MERCADO BRITÁNICO".18

Ghioldi continuaba razonando: "acostumbran los publicistas argentinos cantar loas a la ayuda inglesa al desarrollo argentino. Esa ayuda consistió en deformar el proceso de desarrollo de la economía argentina y en impedirle un desenvolvimiento propio y nacional" a través del establecimiento del siguiente modelo:

"Bajo el signo del capital inglés, Argentina dio las carnes y los cereales necesitados por Gran Bretaña. La construcción de los ferrocarriles se adaptó igualmente a esa dirección económica [...] [siendo las tarifas, por otra parte, las más caras del mundo]. Fuente de materias primas para su industria, fuente alimenticia, mercado para la colocación de sus capitales, de sus productos manufacturados y de sus maquinarias: esto fue Argentina durante ese tiempo, y sobre todo desde 1880 en adelante".19

El cuadro había sido trastocado por la Gran Guerra, opinaba, cuando comenzó a producirse el avance norteamericano, tal como había observado Ponce.
En línea parcialmente coincidente José Blogich, desde Actualidad,manifestaba poco después que "en ninguna parte del mundo las empresas ferroviarias consiguieron mayores privilegios".20 De todas maneras, tal como indicaron Anahí Ballent y Adrián Gorelik, "un amplísimo arco político" veía por entonces las tarifas y el trazado ferroviario como "sinónimo de los males del país, especialmente de la crisis de la producción rural y del crecimiento desacompasado de las diferentes regiones argentinas".21
Las objeciones severas a la política inglesa tampoco eran excepcionales en momentos de la firma del tratado Roca-Runciman y la denuncia de algo que se denominaba imperialismo -en muchos casos, sin más aclaración- se ejecutaba aún desde fuera de la prensa partidaria: se trataba de la coyuntura en que Lisandro de la Torre se convertiría en la figura pública más connotada de las que encararon esa acción. Sin embargo, la crítica de los términos del acuerdo sólo rara vez derivaba en una impugnación tan amplia al modo en que la Argentina se había vinculado al mercado externo durante el pasado y al papel de sus dirigentes. Naturalmente, el recorrido comunista partía de la certeza de la condición semicolonial presente y desde allí se organizaba la interpretación del pasado que venía a explicarla. Parece oportuno recordar, en este punto, que una de las "acusaciones" formuladas al PC por la izquierda nacional y por el revisionismo cercano al peronismo, durante los años posteriores al golpe de Estado de 1955, era no haber descubierto más que al imperialismo norteamericano, desconociendo al inglés, que era el que en verdad importaba; a la luz de los párrafos que citamos, aquellos cargos se transforman en una nueva prueba de cuánto dependían las interpretaciones de los fenómenos ocurridos en los años 1930s. del filtro constituido por la experiencia peronista.
Hacia agosto de 1934, Ghioldi insistía en el ejercicio de intervención historiográfica y simultáneamente política con un artículo sobre Juan Bautista Alberdi, al celebrarse el cincuentenario de su muerte. Asociaciones civiles, bibliotecas populares, ministerios y consejos de educación, miembros de los poderes ejecutivos nacionales y provinciales, el Congreso, otros partidos políticos, se dedicaron con fervor a aquella conmemoración. La campaña incluyó colectas populares y escolares para erigir un monumento; su animadora principal fue la Comisión Nacional de Homenaje, una institución civil, cuya Subcomisión del Monumento estaba presidida por el socialista Mario Bravo. La lista de las instituciones socialistas participantes en la colecta incluía a varias bibliotecas y centros culturales; el propio PS nacional así como su Federación Bonaerense participaron con aportes importantes. 22
 Contra los acuerdos tan vastos que parecían suscitar los homenajes a Alberdi en la cultura política argentina se dirige, presumiblemente, Ghioldi en su artículo de Soviet. Señalaba que la obra de Alberdi se vinculaba a la "llamada 'tradición de Mayo', que nadie define claramente". Para muchos, "esa tradición de Mayo sería la encarnación de la Democracia. El coloniaje era el feudalismo; Mayo, la democracia". Tomando distancia de esta interpretación, sostenía: "es esta una de las múltiples falsificaciones de la historia argentina. Antes y después de Mayo hubo el régimen feudal". Alberdi, como Echeverría, Sarmiento y Mitre, "temía fundamentalmente a las masas" pero, destacaba Ghioldi, "Alberdi tiene sus propios méritos, y son principalmente su desarrollo consecuente de una política de entrega al capital extranjero y su toma de partido por los caudillos feudales del litoral."23
Por su parte, la cuestión de Rosas, que sin ser nueva estaba reactivada, era incorporada a la agenda del dirigente comunista. Alberdi habría mirado con simpatía la obra de Rosas porque "supo contener los levantamientos de la masa campesina, en plena ebullición por la sumisión forzada y violenta al régimen del salario". Ghioldi entendía razonable que "ahora, bajo el régimen de la reacción, se organice la repatriación de los restos de Rosas", en alusión a la comisión que ese mismo año creaban quienes luego formarían en el revisionismo. "Faltaría, acaso, erigirle un monumento, en el cual el ornamento principal fuese la figura del presidente Justo prendido a las ubres del rosismo: Orden, Autoridad, Sumisión". Las afinidades de Justo con los sectores predominantes en la Junta de Historia y Numismática eran conocidas. Si bien en la Junta formaban también algunos historiadores con simpatías rosistas, ellos eran excepciones; Ghioldi intentaba, a todas luces, una provocación. Finalmente, advertía, tanto "los rosistas como los señorones de la Junta de Historia contribuían a mantener la espesa red de falsificación que aprisiona a la historia argentina".24
Los pasados comunistas que acabamos de examinar no sólo eran, como señalamos, funcionales al corazón de la interpretación que el PC ejecutaba de la realidad argentina, sino que, al mismo tiempo, resultaban útiles para la ratificación de lo radical de sus posiciones frente al sistema político y ante sus competidores en la izquierda, que la táctica de clase contra clase así como el frente único por la base reclamaban. Ante un San Martín reivindicado por el Ejército con el que disputaba la versión también favorable de Ricardo Rojas, un Alberdi homenajeado por el gobierno y los socialistas, un Rosas que, con lentitud, comenzaba a ser recuperado por sectores nacionalistas y por algunos radicales, los comunistas insistían en una visión del pasado argentino que privilegiaba la clave económico-social para la interpretación global: caudillos feudales y burgueses vasallos sometidos al imperialismo, que era la razón última del atraso. Ha observado José Aricó, aludiendo al mismo artículo de Ghioldi que aquí citamos, que el dirigente "colocaba al marxismo fuera de cualquier conciliación con la tradición liberal"; esto sin dudas estaba ocurriendo, pero el gesto era aún más amplio. La actitud de ruptura era hacia cualquier tradición política que, como la liberal, pudiera considerarse nacional.25

4. Aproximadamente un año después de la publicación de aquel escrito de Ghioldi, se celebró el Séptimo Congreso del Comintern, entre julio y agosto de 1935. Las decisiones tomadas allí fueron tradicional y correctamente interpretadas -y aplaudidas o condenadas- como las que indicaban que el abandono de la táctica de clase contra clase había tenido lugar, para ser reemplazada por la de frentes populares. Otros datos, en cambio, han merecido menos atención.
Uno de ellos es el que indica que las estrategias de colaboración con otras fuerzas habían comenzado en varios escenarios antes de la reunión del Congreso. Así ocurrió en Francia, donde las huellas de esos ensayos pueden rastrearse, tenues, desde 1933 y con claridad, en 1934; a comienzos de 1935, a su vez, el Partido Comunista de España promovía la organización de un Bloque Popular Antifascista.26 Por otra parte, y para el caso latinoamericano esto tiene importancia, la adopción de la nueva línea no significó el total abandono de certidumbres previas. En el caso español, por ejemplo, el Frente Popular era visto, nuevamente, como una herramienta para llevar adelante la etapa democrático-burguesa de la revolución, que también allí se estimaba pendiente. Palmiro Togliatti, de actuación importante en España, lo manifestaba explícitamente a poco de estallar el conflicto.27 Ya caída Madrid, el dirigente italiano aseguraba que uno de los errores centrales había sido que "no se trabajó ni luchó como hubiera debido hacerse en una guerra de independencia contra grandes países imperialistas".28 Quedaban en pie, entonces, los horizontes de la revolución democrático-burguesa y el antiimperialismo, una nota que, para el caso español -es necesario admitir- suena algo forzada.
 A su vez, en aquel Séptimo Congreso de la Internacional de 1935, la Alianza Nacional Libertadora (ANL), conducida en Brasil por Prestes, fue puesta como modelo de frente popular para los países coloniales y semicoloniales, de acuerdo con los precisos argumentos de Caballero. Ese Frente Popular que la ANL constituía era, por otra parte, definido en ese mismo ámbito como "bloque antiimperialista de clase", cuyo objetivo era la implantación de un "gobierno antiimperialista". Caballero continúa argumentando que las nuevas decisiones entrañaban la subordinación de los partidos proletarios a los grupos nacional-revolucionarios; así comenzaría una etapa de políticas de unión nacional, que eran el verdadero núcleo de las propuestas frentepopulistas.29 En cualquier caso, en los documentos de la Internacional el antiimperialismo no se perdía del todo con el paso a la etapa de frente popular.
 Finalmente, en un plano más próximo a los asuntos aquí asumidos, se registra que en el Informe que G. Dimitrov presentó el 2 de agosto al Séptimo Congreso se aludía a la necesidad de combatir las interpretaciones históricas propuestas por el fascismo, con el fin de anclar las luchas presentes en las tradiciones locales. De todos modos, debe ponderarse que se trataba de una observación marginal: un par de párrafos, que previsiblemente culminaban en observaciones sobre la cuestión nacional, en un largo texto.30
 Mientras tanto, en la Argentina, hacia agosto de 1934 -un año antes del mentado Séptimo Congreso-, la Federación Juvenil Comunista proponía acciones conjuntas al PS contra el fascismo y en diciembre del mismo año extendía la convocatoria a La Protesta.31 Iniciativas similares habían tenido lugar en años anteriores, pero el PC parecía utilizarlas para poner en evidencia que la renuencia socialista a emprender acciones unitarias era la prueba irrefutable de la "traición socialpatriota". Esta vez, en cambio, comenzaba un camino que paulatinamente llevaría al intento de constitución del Frente Popular, que de todos modos no prosperaría. En enero de 1935 se reiteraba la convocatoria a los socialistas y en abril se proponía una manifestación conjunta en ocasión del 1º de mayo. El movimiento tuvo una primera estación electoral en la colaboración de febrero de 1936 y, más adelante, dio aliento a los intentos de formación de un frente que incluyera al radicalismo.32
Los esfuerzos, aún vanos, por la organización del Frente Popular, al menos como lo proponía el PC, no abandonaban por completo el motivo antiimperialista tampoco en la Argentina. El 1º de mayo de 1935, sostenía en Buenos Aires el periódico La Internacional, sería la oportunidad para constituir un "Gran Frente Nacional y Popular Antirreaccionario y Antiimperialista", mientras que en las elecciones de febrero de 1936 se llamaba a no otorgar "ni un solo voto a los vendepatria", otra pieza discursiva que suele atribuirse al arsenal del nacionalismo de derechas. La manifestación del 1º de mayo de 1936 -a la que concurrieron radicales, socialistas, comunistas y la mayor de las dos CGT- a su vez era planteada en la prensa comunista como una del Frente Popular "por la liberación de nuestro país del asfixiante yugo extranjero".33 Hacia octubre del mismo año, en el periódico partidario Hoy, se promocionaba el folleto de Orestes Ghioldi titulado "La tercera invasión inglesa", dedicado a criticar la Ley de Coordinación de Transportes y se incluía una caricatura que mostraba al intendente izando una bandera inglesa en el obelisco, así como un recuadro que evocaba la observación de Lenin, "la Argentina es una 'colonia comercial' inglesa", que hemos citado en este artículo.34 En las elecciones presidenciales de 1937, el PC apoyaba a Alvear, en lo que entendía un aporte al Frente Popular.
El abandono de la táctica de clase contra clase permitía solucionar, es cierto, algunas cuestiones, pero otras quedaban pendientes. La apuesta por el Frente Popular reclamaba, por ejemplo, ajustes en algunas de las imágenes comunistas del pasado que, de todas maneras, todavía seguían en construcción. Así, a fines de 1936, Aníbal Ponce dirigía una carta abierta al ministro de la Torre a raíz de su destitución; allí, de acuerdo con Halperin Donghi, el autor ratificaba "su identificación con la tradición liberal argentina" a través de la apelación a la figura de Sarmiento, que también había sido homenajeado, en septiembre de ese año, por los periodistas de Hoy.35
Pero, demostrando que no todo eran coincidencias entre los intelectuales comunistas, en mayo de 1937 Álvaro Yunque, desde las páginas de Claridad, calificaba a Sarmiento de "civilizador", poniendo el término entre comillas con afanes de tomar distancia crítica; en el mismo artículo, el Martín Fierro era convertido en "biblia de la miseria gaucha", mientras José Hernández era apreciado como "el dueño de la voz más vigorosa que se levantó para protestar contra la explotación del gaucho" y el narrador de "hazañas de explotados que se resistían a ser explotados". Yunque observaba también que con motivo del homenaje a Echeverría "se moverán las péñolas de los historiadores a fin de presentarnos sólo la parte erudita del acontecimiento, y las de los social-fascistas, siempre empeñados en paralizar la labor renovadora de la actual juventud, presentándole como guías a [...] Rivadavia, Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Justo". Pero para Yunque hay otro Echeverría, crítico del orden social y "con atisbos hacia la lucha de clases", cuyo heredero no fue Alberdi y que vale la pena leer; no es "el que se hace conocer en las escuelas" ni aquel de quien hablan los "social-fascistas paralizantes". En la argumentación de Yunque, que parece más propia de la etapa anterior, Mayo habría sido "una revolución hecha por propietarios, con el fin de administrar para provecho propio la aduana de Buenos Aires"; para sus dirigentes, el progreso consistía en "seguir enriqueciéndose haciendo intervenir el capital extranjero, en este caso el inglés". Buenos Aires, "o sus burgueses habían hecho la Revolución de Mayo para [...] convertirse, a su vez, en metrópolis de las demás provincias". Los sectores que apoyaron a Rosas constituirían, con el andar del tiempo, "la clase dirigente que entregó el país al imperialismo inglés". Finalmente, se asombraba: "¡El estanciero Urquiza, libertador!". Quizás curiosamente, el mismo mes de mayo de 1937, en Orientación -otro periódico comunista- se expresaba que "como en Mayo de 1810 se impone la unidad del país contra la reacción", y se reproducía un documento del Comité Central en el que se indicaba que en Mayo había nacido la democracia. En abril de 1938, en las páginas de Orientación se conmemoraba el 85º aniversario de la sanción de la Constitución con retratos de Mitre, Urquiza y Alberdi.36
De este modo, algunos rasgos de las imágenes globales del pasado forjadas en los tempranos años 1930s. por el comunismo se prolongaban todavía hasta 1937, al menos en la versión de Yunque. Como vimos, estas notas convivían con otras que se enlazaban con interpretaciones más tradicionales y que, en el largo plazo, se demostrarían más duraderas.

5. Según se ha sostenido con frecuencia, los momentos que rodean el comienzo de la guerra en Europa señalaron la hora de realineamientos en el ambiente político y cultural argentino. El PC local asumió, con la Internacional, posiciones neutralistas luego de la firma del pacto germano-soviético; la primera "gran tarea" del "proletariado conciente" era ahora "no permitir que la Argentina sea arrastrada al conflicto".37 Tal actitud perduró hasta 1941, el momento de la invasión a la Unión Soviética.
Sin embargo, los cortes entre las sucesivas etapas no fueron tan precisos, como hemos venido sugiriendo, ni la cultura partidaria se reorientaba tan sencillamente. Atender a esos hechos permitiría volver a considerar ciertas posiciones que Ernesto Giudici asumía en Imperialismo inglés y liberación nacional,que Editorial Problemas, una de las vinculadas al partido, presentaba en 1940; Giudici había sido un miembro importante de la izquierda del PS, luego militó en el socialismo obrero y finalmente se integró al PC. No había grandes novedades en la convocatoria a trabajar por la liberación nacional, como tampoco en el planteo realizado por Giudici de que "el frente popular o la unión nacional, con una clase obrera fuerte, unida, diferenciada, es el único camino de la democracia argentina".38 Se observa, entonces, que así como la decisión de contribuir al Frente Popular no había obturado -cuando menos, no por completo- los afanes antiimperialistas, en el momento de opción por la neutralidad ante una guerra concebida como interimperialista, la vocación frentepopulista y democrática seguía en pie; Giudici, ha observado con acierto Leonardo Senkman, al tiempo de proclamar su neutralismo "reflexionó acerca de la naturaleza de la cuestión nacional argentina y su dependencia económica de los centros hegemónicos europeos, pero sin hacer concesiones a los grupos filofascistas criollos".39
 A su vez, Giudici señalaba:

"A la caída de Rosas, el país dio un salto. Vino la gran época de nuestro soberbio liberalismo económico y político, con el gran Sarmiento a la cabeza. Pero pronto sobre el latifundio omnipotente se asentó una oligarquía reaccionaria desarrollada y enriquecida alrededor de los ferrocarriles ingleses; el viejo y bárbaro caudillo de provincias compartió su sitial con el oligarca y el aristócrata de las ciudades; el federalismo murió -en realidad, nunca fue aplicado- para dar lugar al centralismo de Buenos Aires: todo ello detuvo la marcha ascendente del país...".40

 Pero, continuaba Giudici, en la "gran corriente de colonización capitalista" Inglaterra jugó un papel "destacado y progresista -progresista no según los deseos del capitalismo británico sino según las consecuencias inevitables de la colonización capitalista en el siglo pasado";41 esas últimas precisiones las realizaba el autor en el intento por diferenciarse de lo que denominaba antiimperialismo de estirpe antidemocrática, proclive a la reivindicación de Rosas. Si se ensaya un cotejo con las opiniones comunistas de comienzos de los años 1930s., la adjudicación de ese papel "progresista" a su pesar a la acción de Inglaterra y, por ende, al imperialismo, constituye una diferencia a tener en cuenta.
Así, aunque el comienzo de la guerra acarreó cambios de posiciones, algunas de las voces de los intelectuales del PC recogían fragmentos antiguos de la imagen comunista del pasado. Las citas permiten, además, insistir en que la posición antiimperialista en lo que hace a la interpretación de la historia argentina no estaba condenada, a fines de los años 1930s., a volverse rosista. Precisamente frente ante las consideraciones revisionistas había reaccionado Luis Sommi desde las páginas de Argumentos, emprendimiento que cobijó el intento de reunir a historiadores comunistas en un grupo y publicó trabajos que luego serían la base de algunos libros, en una práctica que era habitual en la prensa de izquierda; Rodolfo Puiggrós, Carlos Cabral y Eduardo Astesano, entre otros, fueron participantes de esta empresa.42
El intento de creación de un grupo orgánico de historiadores se relaciona con el despliegue de una práctica que tenía pocos años de antigüedad entre los cuadros intelectuales del PC, que exhibía sus propios ritmos y no se acompasaba con los cambios decididos por la dirección partidaria: la dedicación, con cierto grado de continuidad, a los estudios históricos. Quienes la desarrollaban no eran ya dirigentes letrados que intervenían ocasionalmente en discusiones sobre el pasado, como Ghioldi o Giudici, sino intelectuales que por fuera de los circuitos académicos se empeñaban con constancia en el ejercicio de alguna forma de indagación sobre el pasado, figura frecuente en los años 1930s.
Una primera expresión pública de ese impulso parece hallarse en algunas intervenciones atribuibles a la iniciativa de Rodolfo Puiggrós, a fines de 1936, donde quizás resuenen ecos de las palabras de Dimitrov. En Hoy,una columna llevaba por título "Historia argentina por proletarios" y culminaba en un recuadro que, bajo el encabezamiento "Historia argentina" indicaba: "Nuestra sección orientará en la difícil tarea de interpretar la historia del país con criterio marxista", para agregar:

"El estudio de la historia argentina, menospreciado injustamente hasta antes de ahora, comienza a ser motivo de preocupación para el movimiento obrero y revolucionario, que comprende la importancia que cobra el conocimiento del proceso histórico del país, a fines de precisar sus problemas...".43

El artículo invitaba, además, a formar círculos de estudio sobre estos temas. Es en esa misma tendencia donde debe instalarse también aquel llamado que Argumentos publicaba poco más de dos años después, en enero de 1939. Los resultados de cierta envergadura de este movimiento se hacen visibles a partir de 1940, aunque son más individuales que colectivos. Ellos sonla publicación del trabajo de Puiggrós titulado De la colonia a la Revolución y de Mariano Moreno y la revolución democrática argentina en 1941, el mismo año en que Astesano presentaba Contenido social de la Revolución de Mayo. Si bien estas obras aparecen luego del cambio a las posiciones neutralistas, ellas son el resultado de trabajos iniciados antes, al igual que los libros aparecidos luego de la entrada de la Unión Soviética en la guerra en 1941 y del nuevo cambio de línea del partido. Puiggrós continuó la serie con Los caudillos en la revolución de Mayo en 1942 y con Rosas, el pequeño de 1943, aparecido en Montevideo.44 Todas estas obras fueron publicadas por editoriales vinculadas al PC, como Problemas o AIAPE y, como señalamos, fueron el resultado de tareas que, por detrás de los cambios de táctica, los intelectuales comunistas comenzaron a desplegar en la segunda mitad de los años 1930s.
¿Es posible hallar una imagen de conjunto en estas obras? El intento de síntesis que realizó Jorge Myers sobre la producción de Puiggrós resulta atinado y útil para señalar algunas de las notas centrales de su lectura del pasado. La conquista había forjado una sociedad feudal pero, de todas maneras, en el interior predominaba una atrasada economía doméstica, mientras que el Litoral y Buenos Aires eran en cambio el sitio de la aparición de una incipiente burguesía comercial. La Revolución de Mayo no había constituido una revolución democrático-burguesa dado que los grupos sociales existentes en el seno de un modo de producción todavía feudal lo impedían; Moreno era un ejemplo de militante revolucionario, que encontraba en Artigas su heredero, y Rosas había intentado la restauración de un régimen condenado por la evolución de la economía mundial.45 Buena parte de las posiciones que Astesano adoptaba en esos años coincidían con las de Puiggrós, que por otra parte eran tributarias de las anticipadas por Cabral.
He aquí, entonces, el bosquejo de una interpretación comunista de la historia argentina, o al menos de algunos de sus tramos, tal como se formulaba a comienzos de la década abierta en 1940. En el caso de Puiggrós, esa interpretación era fruto de la convicción de que no se había producido aquí un movimiento revolucionario democrático-burgués y del anhelo de encontrar las causas de esa ausencia.46 Como es visible, esa certeza se alineaba -y, quizás, tuviera su origen- en aquellos diagnósticos que, desde fines de los años 1920s., el PC argentino había hecho suyos: país semicolonial, necesidad de transformación agraria y antiimperialista. La matriz interpretativa general, entonces, provenía de unos puntos de partida que, sin que los afectaran los vaivenes de coyuntura, seguían firmes en el comunismo local.
Junto a estas consideraciones pueden realizarse otras que también aluden a las relaciones entre la actividad historiográfica y la política. En el Prefacio de De la colonia a la Revolución, Rodolfo Puiggrós indicaba hacia 1940: "he escrito este libro teniendo presente a la clase obrera argentina, heredera y continuadora de la tradición progresista y libertadora que parte de los días iniciales de nuestra sociedad"; Astesano, a su vez, planeaba un último tomo de su obra que llevaría por título "La herencia progresista de Mayo", según manifestaba un año más tarde.47 Eran visiones por cierto muy alejadas de las que, en años anteriores, tomaban distancia de Mayo y del conjunto de la tradición política argentina.

6. Así, del PC que veía poco más que caudillos feudales y vasallos del imperialismo en el pasado argentino, que rechazaba toda herencia política nacional y entendía sacrílego homenajear a la bandera se había pasado a lo largo del periodo analizado a un PC que, imaginando que la clase obrera del siglo XX se ubicaba en la senda de una tradición progresista inaugurada con la Revolución de Mayo y reivindicando el himno, tentaba otras vías para alcanzar aquel horizonte que, él sí, permanecía inmutable desde fines de la década abierta en 1920: la revolución democrático-burguesa en su versión agraria y antiimperialista.48
Estos desplazamientos producidos en las lecturas del pasado de la nación y en las actitudes hacia sus símbolos clásicos pueden explicarse parcialmente recurriendo a los giros tácticos que realizó el partido. Sin embargo, ese argumento no logra dar cuenta de matices, desajustes, pervivencias argumentales, mediaciones que hemos destacado previamente. Tal vez convenga, entonces, explorar otra posibilidad, que tiene algún costado conjetural y que hasta puede sonar excesiva, pero que parece poseer mayor eficacia explicativa. Ella parte de la idea de que las mudanzas en las lecturas del pasado fueron resultado, y en consecuencia son testimonio, de una transformación que ocurrió por debajo de los cambios de línea, y fue menos zigzagueante, más pausada, más decisiva que ellos. Sin duda, ese movimiento fue alentado por el replanteo frentepopulista de 1935, pero no se redujo a él: se trata en cambio de la tendencia a la incorporación del PC a la vida política argentina, en el sentido de pensarse partícipe de un juego cuyas reglas aceptaba al menos por el momento, de imaginarse un partido más en el escenario nacional, y de actuar en consecuencia.
Para hacer visible la relación entre la tendencia a la integración y la organización de visiones del pasado puede recurrirse, con cautela, a un ejemplo europeo: en Italia, desde poco antes de terminar la guerra, "las preocupaciones estratégicas togliattianas", cifradas en la construcción de un partido "de nuevo tipo" que habría de ser nacional y ofrecer un programa para la sociedad italiana en conjunto, impulsaron la producción de "una historia de Italia desde el punto de vista de la clase obrera" y de una "revisión comunista de la historia de Italia".49 Las diferencias entre uno y otro partido son obvias y significativas, pero importa en este caso atender al sujeto de esa historia. No se trataba de una historia comunista del campesinado o del movimiento obrero, sino de una historia comunista de la nación. Para el caso argentino, que en este punto -sólo en este punto- parece semejante, la constitución de la nación como objeto posible de una historia comunista es el resultado de aquel proceso más lento y profundo que mencionamos. A medida que la agrupación ampliaba su capacidad de inserción en la clase obrera, de conducción de sindicatos, de organización de un sistema de prensa amplio de, en fin, despliegue de varias de las actividades propias de los partidos de masas, se obligaba a ofrecer su propia versión, detallada esta vez, del pasado nacional, de la historia de la sociedad en la que actuaba. Tal vez fuera esta una de las manifestaciones de los dilemas que aquí, como en otros ámbitos, afrontaron los comunistas cuando la revolución dejó de parecer, a mediados de los años 1930s., al alcance de la mano. Así vista, la organización de una lectura comunista desplegada de la historia argentina es indicio del proceso de incorporación a la política nacional; a su vez, este último fenómeno es el que explica aquella organización y los tonos que esa lectura adoptó. Y no hubo luego cambio de línea que pudiera modificar el dato de fondo: aunque los contenidos sustantivos pudieran cambiar y ser discutidos, los comunistas tenían ahora su propia historia de la Argentina.
Sin embargo, es necesario precaverse de la interpretación que ubica el comienzo de las "tendencias nacionales" en 1935, cuando el cambio a la táctica de frente popular.50 Desde ya, en los primeros años de la década ellas aparecían opacadas por las posiciones que exigía la táctica de clase contra clase y es posible que sólo se hicieran nítidas en tiempos de los frentes populares. Pero en varios sentidos, a pesar de los propios comunistas, aquellas inclinaciones estaban presentes ya desde fines de los años 1920s., cuando se asumió el diagnóstico del país semicolonial. Cruzado éste con el etapismo, cerrada la alternativa de concebir una revolución democrático-burguesa que, en su consumación, deviniera socialista, por la apropiación trotskista de ese razonamiento, era muy difícil que los comunistas hallaran algún sujeto colectivo capaz de llevar adelante aquella transformación sin tender a la constitución de un bloque inevitablemente nacional en tanto que antiimperialista, de acuerdo con su propios planteos. La exaltación de la figura de Sandino en plena etapa de clase contra clase parece un indicio que apuntaba en ese sentido y sólo puede explicarse por la existencia de esa tensión.51 Más adelante, Puiggrós realizaba algunas observaciones -ya citadas por Omar Acha- que pueden leerse quizás como prueba de que esos derroteros eran percibidos, y en este caso asumidos, por los propios intelectuales comunistas: "no lucharemos real y eficazmente contra el imperialismo extranjero [...] hasta que no nos apoyemos y nos identifiquemos con las fuerzas nacionales, con los factores nacionales, con la historia nacional", afirmaba en 1940.52
A su vez, conviene tener en cuenta que el partido era bastante menos "monolítico" de lo que se ha supuesto en ocasiones, como observaron Lvovich y Fonticelli atendiendo a las interpretaciones del pasado. También José Aricó señaló hace tiempo que poco más tarde del cierre de nuestra etapa algunos intelectuales comunistas, entre los que destacaba a Amaro Villanueva, exhibían "profundas diferencias con una visión de la historia nacional que despreciaba tradiciones que un modelo civilizatorio no popular pretendió extirpar, aún con la violencia estatal"; Villanueva se inclinaba a la apreciación de la tradición gauchesca, frente a una historia del partido que se habría hecho alberdiana. En su trabajo, Aricó cita un artículo de Villanueva quien hacia 1947 planteaba: "Es tiempo que todos sepan de una buena vez que el comunismo no puede ser ajeno a las tradiciones nacionales, porque es el pueblo mismo".53 Esa mirada no estaba totalmente huérfana de anticipos, que podrían hallarse, por ejemplo, en algunos artículos de Yunque citados aquí. No obstante, aquello que no era del todo evidente, aquello que había sido puesto en discusión en la segunda mitad de los años 1930s., era precisamente cuáles de esas tradiciones -una con eje político, que hallaba su centro simbólico en Mayo y empalmaba con el liberalismo de segunda mitad del siglo XIX, otra inclinada al rescate de supuestas culturas populares rurales, y no se agotaban allí las alternativas- eran "genuinamente nacionales".
El comunismo argentino, a lo largo de los años 1930s. y comienzos de los 1940s. se volvió un partido sólido, con importante presencia obrera en sus filas, que tenía lazos firmes con otros sectores políticos e intelectuales cuyo trazado fue favorecido por el cambio de 1935; un partido nacional integrado, puesto en otros términos, que también aquí aspiraba a asumir la que suponía era la "tradición progresista" local sin abandonar la pretensión de trabajar por la emancipación de los trabajadores.54 Transitando esos senderos, el Partido Comunista se convertía en un participante pleno de la cultura política argentina y construía, finalmente, un linaje para sí en la historia nacional.

Buenos Aires, 12 de octubre de 2007

Notas

2 Hemos analizado estos temas en "Por una historia de la historia", en CATTARUZZA, Alejandro y EUJANIAN, Alejandro Políticas de la historia. Argentina, 1860-1960, Alianza, Madrid-Buenos Aires, 2003 y en CATTARUZZA,         [ Links ] Alejandro Historia y política en los años treinta. Comentarios en torno al caso radical, Biblos, Buenos Aires, 1991.         [ Links ] Debe señalarse que la periodización propuesta viola la que suele aplicarse a los itinerarios de la Tercera Internacional y sus secciones, cuyos hitos se fijan habitualmente en 1928, momento del cambio a la táctica de clase contra clase, y en 1935, cuando se pasa a la de frentes populares. El periodo que aquí proponemos permite ver a los comunistas en discusión con otros actores, también impulsados a una relectura de la historia por los cambios sucedidos a partir de 1930. Trabajar con el periodo 1930-1943 hace además posible el registro de movimientos más lentos y de fondo en la cultura política del comunismo argentino que son de singular importancia para nuestro problema. Finalmente, anticipamos que los fenómenos de circulación y apropiación de la producción letrada referida al pasado en la base del partido, que revisten a nuestro juicio el mayor interés, no han sido incorporados a este estudio por razones de espacio.

3 No se ha trabajado en esta ocasión sobre la prensa de base, los boletines de localidades, barrios, fábricas o agrupaciones de ramas de actividad que se encuentran a disposición de los investigadores; excepcionalmente, se citarán algunos de ellos. La gran mayoría del material consultado en esta oportunidad fue producida en Buenos Aries, aunque su circulación era más amplia. No descartamos que estudios locales detecten matices, pero la propia estructura del partido permite suponer que los argumentos analizados estaban extendidos. Acerca del estado de los estudios sobre el PC argentino hacia fines de los años 1990s. puede verse CERNADAS, Jorge; PITTALUGA, Roberto y TARCUS, Horacio "La historiografía sobre el Partido Comunista de la Argentina. Un estado de la cuestión", en El Rodaballo, núm. 8, 1998.         [ Links ] En lo que hace a la producción referida al periodo aquí asumido, pueden consultarse, sobre los intelectuales comunistas, TERÁN, Oscar "Aníbal Ponce o el marxismo sin nación", en En busca de la ideología argentina, Catálogos, Buenos Aires, 1986;         [ Links ] HALPERIN DONGHI, Tulio Argentina y la tormenta del mundo, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003;         [ Links ] una evocación más fundada en recuerdos personales, en SCHNEIDER, Samuel Héctor P. Agosti. Creación y milicia, Grupo de Amigos de Héctor Agosti, Buenos Aires, 1994;         [ Links ] LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, Marcelo "Clase contra clase. Política e historia en el Partido Comunista argentino", en Desmemoria, núm. 23-24, Buenos Aires, 1999;         [ Links ] MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós, historiador marxista-leninista: el momento de Argumentos", en Prismas. Revista de historia intelectual, núm. 6, Universidad de Quilmes, 2002.         [ Links ] Sobre el propio Puiggrós, se halla en prensa el libro de ACHA, Omar La nación futura. Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX, Eudeba, Buenos Aires, 2006;         [ Links ] véase del mismo autor "Nación, peronismo y revolución en R. Puiggrós" (Primera Parte), en Periferias,núm. 9, Buenos Aires, 2001.         [ Links ] Sugerimos también la consulta de ARICÓ, José "La polémica Arlt-Ghioldi", en La ciudad futura, núm. 3, Buenos Aries, 1986;         [ Links ] y ARICÓ, José La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Puntosur, Buenos Aires, 1988;         [ Links ] SAÍTTA, Sylvia "Entre la cultura y la política: los escritores de izquierda", en CATTARUZZA, Alejandro -director- Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943), Sudamericana, Buenos Aires, 2001 y CAMPIONE,         [ Links ] Daniel Argentina. La escritura de su historia, Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 2002.         [ Links ] Para la situación latinoamericana, algunas observaciones sobre la relación con los intelectuales en CABALLERO, Manuel La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, Nueva Sociedad, Caracas, 1987.         [ Links ] Un examen de la situación en Centroamérica durante los años 1920s. en MELGAR BAO, Ricardo "Los intelectuales cominteristas en América Central. Redes, capital letrado y acción política", en Anuario 2006, Colegio de Estudios Latinoamericanos, Universidad Autónoma de México, en prensa.         [ Links ] Para otras zonas de la izquierda argentina, resulta imprescindible la consulta de la obra de TARCUS, Horacio El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1996.         [ Links ] Sobre las relaciones con los trabajadores y el movimiento obrero, sugerimos la consulta de CAMARERO, Hernán "La experiencia comunista en el mundo de los trabajadores 1925-1935" y de LOBATO, Mirta "Rojos. Algunas reflexiones sobre las relaciones entre los comunistas y el mundo del trabajo en la década de 1930", ambos en el citado número de Prismas. El papel del PC en el movimiento obrero es uno de los objeto de estudio de HOROWITZ, Joel "El movimiento obrero", en CATTARUZZA, Alejandro -director- Crisis económica...,cit.; IÑIGO CARRERA, Nicolás La estrategia de la clase obrera 1936, La Rosa Blindada-PIMSA, Buenos Aires, 2000.         [ Links ] Un análisis más general en SCHENKOLEWSKI-KROLL, Silvia "El Partido Comunista de la Argentina ante Moscú: deberes y realidades, 1930-1941", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Vol. 10, núm. 2, julio-diciembre, 1999.         [ Links ] Véase también RAPAPORT, Mario Política y diplomacia en la Argentina. Las relaciones con EE.UU. y la URSS, Buenos Aires, Tesis-Instituto Di Tella, 1987.         [ Links ] No resulta inoportuno advertir que muchos de los argumentos expuestos en los trabajos mencionados., y también en este mismo artículo, se hallan en discusión tanto con la producción oficial y autocelebratoria del propio partido como de aquella que la llamada izquierda nacional publicó desde, aproximadamente, la caída del peronismo. Algunas de esas discusiones aparecerán entramadas en nuestro texto. Una exposición crítica de varios argumentos de la izquierda nacional puede hallarse en LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, Marcelo "Clase contra clase...", cit., pp. 200 y ss.

4 Remitimos para estos temas y algunos de los que siguen a CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit.; CATTÁNEO, Liliana La izquierda argentina y América Latina en los años treinta: el caso de Claridad,Tesis de Posgrado, Instituto Di Tella, Buenos Aires, 1992 y LVOVICH,         [ Links ] Daniel y FONTICELLI, Marcelo "Clase contra clase...", cit.

5 Véase El imperialismo, fase superior del capitalismo, EL, Buenos Aires, 2000, apartado VI, p. 81         [ Links ]

6 Cfr. CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit., p. 45.

7 Se trata del "Despacho de los miembros en disidencia de la Comisión de Programa nombrada en el VI Congreso del Partido Comunista Argentino", encargada de la redacción del Proyecto de Programa de Reivindicaciones Inmediatas, en Informe del Comité Ejecutivo al VI Congreso a celebrarse en Buenos Aires los días 26, 27 y 28 de julio de 1924, Archivo General de la Nación (AGN), Sala VII, Fondo PCA, legajo 3363, 15.

8 Ver CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit., pp. 107 y ss.

9 Cfr. "Proyecto de tesis sobre el movimiento revolucionario de la América Latina", en La Correspondance Internationale, febrero de l930. Ha señalado Liliana Cattáneo que la propuesta elaborada por el bujarinista Jules Humbert-Droz para América Latina fue resistida porque sus consignas podían ser confundidas con las del APRA, una de las formaciones "nacional-revolucionarias". Este comentario se vincula con algunos argumentos que se expondrán más adelante. Sobre el punto, véase CABALLERO, Manuel La Internacional...,cit., p. 146 y acerca del Octavo Congreso del PCA véase LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, Marcelo "Clase contra clase...", cit., p. 204.

10 Ver CABALLERO, Manuel La Internacional...,cit., p. 118

11 Véase GABRIEL, Pere "Contexto internacional y Frente Popular", en Papeles,Fundación de Investigaciones Marxistas, núm. 24, Segunda Época, Madrid, 2006, pp. 21 y ss.         [ Links ]

12 Ejemplos de cómo concebía el PC el frente único por la base pueden hallarse en Actualidad, Año I, núm. 11, Buenos Aries, enero de 1933, p. 23 y en Soviet,         [ Links ]núm. 2, Buenos Aires, agosto de 1933, p. 33 y ss.         [ Links ]

13 Cfr. Actualidad, Año I, núm. 11, Buenos Aires, enero de 1933, p. 34.         [ Links ] Sobre esta revista y, en general, las vinculadas al PC en estos tiempos, remitimos a SAÍTTA, Sylvia "Entre la cultura y la política...", cit.

14 Cfr. Actualidad, Año II, núm. 1, Buenos Aires, julio de 1933, p. 22.         [ Links ] Insistimos en que el problema de las banderas, de fuertes vínculos con la identidad partidaria, no parece haber sido menor para los activistas comunistas; en el número de mayo de 1927 de El riel proletario, una publicación de base, los redactores sostenían que habían observado "un espectáculo vergonzoso" cuando buena parte de los asistentes a una conferencia por el 1º de mayo celebrada en una localidad suburbana, "temiendo sin duda que los caudillos burgueses los vieran formando en una manifestación obrera con banderas rojas y los retaran", eludió sumarse a la columna. Cfr. El riel proletario. Órgano de la célula comunista de Haedo, Año II, número 32, tapa, en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364; 20

15 Cfr. Soviet,Año II, núm. 5-6, Buenos Aires, 27 de junio de 1934, p. 6        [ Links ]

16 Cfr. PONCE, Aníbal El viento en el mundo, Buenos Aires, El Ateneo, 1939, p. 123.         [ Links ]

17 Cfr. PONCE, Aníbal El viento en el mundo, cit., pp. 124 y 125. Sobre las interpretaciones históricas de Ponce en estos años, véase HALPERIN DONGHI La Argentina y la tormenta del mundo,cit., p. 127 y ss., en particular, p. 130; TERÁN, Oscar "Aníbal Ponce...", cit.

18 Cfr. Soviet,Año I, núm. 1, Buenos Aires, 24 de junio de 1933, p 3;         [ Links ] mayúsculas en el original.

19 Cfr. Soviet, cit., p. 3.

20 Cfr. Actualidad, Año II, núm. 1, julio de 1933, p. 45.         [ Links ]

21 Cfr. BALLENT, Anahí y GORELIK, Adrián "País urbano y país rural: la modernización territorial y su crisis", en CATTARUZZA, Alejandro -director- Crisis económica..., cit., p. 157.

22 Véase COMISIÓN NACIONAL DE HOMENAJE Monumento a Alberdi,Buenos Aires, s/e, 1938, p. 6-7 y ss.; 121 y ss; pp. 106, 107, 108 y 112.         [ Links ] Hemos analizado asuntos cercanos en CATTARUZZA, Alejandro "Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional", en Crisis económica...,cit.

23 Cfr. Soviet,Año II, núm. 7, Buenos Aires, 1º de agosto de 1934, pp. 21 y 22.         [ Links ]

24 Cfr. Soviet,Año II, núm. 10, Buenos Aires, octubre de 1934, pp. 24 y 20 respectivamente.         [ Links ]

25 Ver ARICÓ, José La cola del diablo..., cit., p. 182.

26 Véase GABRIEL, Pere "Contexto...", cit., p. 24 y BLANCO, Juan "El Partido Comunista de España y el Frente Popular", en Papeles,Fundación de Investigaciones Marxistas, núm. 24, Segunda Época, Madrid, 2006, pp. 46 y ss.         [ Links ]

27 Cfr. TOGLIATTI, Palmiro "Sobre las particularidades de la Revolución Española", en Escritos sobre la guerra de España, Crítica, Barcelona, 1980 [octubre de 1936], pp. 85 y 84.         [ Links ]

28 Cfr. TOGLIATTI, Palmiro Escritos..., cit., pp. 299 y 297. Se trata de un largo informe a la Internacional del 21 de mayo de 1939.

29 Cfr. CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit., pp. 164 y 165; las citas de Caballero corresponden a la intervención de Wang Ming, delegado chino en el Comité Ejecutivo, publicada como The revolutionary movement in the colonial countries,pp. 23 y 26.

30 Véase MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós...", cit., p. 218 y 219; el texto completo del informe Dimitrov está disponible en http://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm

31 Cfr. La Internacional,11 de agosto de 1934, núm. 3441, diciembre de 1934, s/n, p. 3.

32 Los datos en Soviet, enero de 1935;         [ Links ] La Internacional, abril de 1935, p. 1,         [ Links ] diciembre de 1935, febrero de 1936, respectivamente, todas ellas aparecidas en Buenos Aires

33 Cfr. respectivamente La Internacional, abril de 1935, p. 2;         [ Links ] febrero de 1936, p. 4; abril de 1936, s/n.

34 Cfr. Hoy,número 4, Buenos Aires, 8 de octubre de 1936, pp. 2, 3 y 4 respectivamente. La publicación señala que, en el caso de la cita de Lenin, se trata de una traducción especial. En la página 6 del mismo diario se incluye una declaración del PC ante la Cámara Federal que lleva por subtítulo "El verdadero nacionalismo no está en contradicción con el espíritu de fraternidad y con el internacionalismo". La fórmula "verdadero nacionalismo" era muy corriente en esos momentos en el mundo político argentino.

35 Cfr. HALPERIN DONGHI, Tulio Argentina y la tormenta del mundo, cit., p. 134; Hoy,Año I, núm. 1, Buenos Aires, 17 de septiembre de 1936, p. 2.         [ Links ]

36 Cfr. YUNQUE, Álvaro "Echeverría en 1837. Contribución a la historia de la lucha de clases en la Argentina", en Claridad, XV, 313, Buenos Aires, mayo 1937,         [ Links ] s/n; y Orientación,núm. 44, Buenos Aires, 29 de abril de 1938,         [ Links ] tapa. ¿Podría explicarse la posición de Yunque, que por cierto resultaba algo fuera de tono, por una lejanía circunstancial del PC? No parece verosímil. Yunque citaba elogiosamente en su artículo el trabajo que Ghioldi publicara en Soviet sobre Rosas, que hemos evocado aquí, y más adelante, ya iniciada la guerra, continuó siendo identificado como un escritor del universo comunista; véase la cita 37.

37 Cfr. Orientación, Buenos Aires, 19 de octubre de 1939, p. 3        [ Links ]

38 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo inglés y liberación nacional, Problemas, Buenos Aires, 1940, p. 28.         [ Links ]

39 Tal como ha señalado el propio Senkman, no se cuenta con estudios detallados sobre las relaciones entre las formaciones del nacionalismo, también neutralista, y el PC, entre 1939 y 1941. El autor aporta, sin embargo, ciertos datos: algunos intelectuales comunistas, como Yunque y Raúl Larra, escribían en el diario Reconquista, dirigido por Raúl Scalabrini Ortiz, con el que colaboraban también Manuel Gálvez y Ernesto Palacio. Cfr. SENKMAN, Leonardo "El nacionalismo y el campo liberal argentinos ante el neutralismo: 1939-1943", en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe,6, 1995, nota 27.         [ Links ]

40 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo inglés..., cit., pp. 28 y 29.

41 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo inglés..., cit., p. 8.

42 Véase MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós...", cit., p. 222, y ACHA, Omar La nación futura..., cit., pp. 98 y ss. Un ejemplo de aquella operación de anticipo de textos luego recuperados, aún parcialmente, puede hallarse en Orientación, Buenos Aires, 23 de mayo de 1940, p. 5,         [ Links ] donde Astesano publica un trabajo titulado "Hombres y clases en la Revolución de Mayo". Claridad era una de las publicaciones a las que se recurría con frecuencia.

43 Cfr. Hoy,núm. 4, Buenos Aires, 8 de octubre de 1936, p. 7;         [ Links ] se hizo alusión a que en el número anterior la columna también había aparecido. El esfuerzo, con todo, no parece haberse sostenido.

44 Sobre Puiggrós, MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós...", cit. y ACHA, Omar La nación futura..., cit.

45 Véase el trabajo de MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós...", cit., para este punto y algunos de los que siguen, en particular pp. 226 a 228.

46 Este es el planteo de MYERS, Jorge "Rodolfo Puiggrós...", cit., p. 222, con el que coincidimos.

47 Cfr., respectivamente, PUIGGRÓS, Rodolfo De la colonia a la Revolución, AIAPE, Buenos Aires, 1940, p. 8 y ASTESANO,         [ Links ] Eduardo Contenido social de la Revolución de Mayo, Problemas, Buenos Aires, 1941, Tomo 1, "Plan de la obra".         [ Links ] Aunque no corresponde a nuestro periodo, el Esbozo de historia del Partido Comunista de la Argentina,Anteo, Buenos Aires, 1947, quizás, forme parte de este mismo movimiento: el partido ofrecía al resto del mundo político una imagen propia de su pasado.

48 Ejemplos de la actitud ante el himno a fines de los años 1920s. en las publicaciones de base puede hallarse en Justicia. Órgano de los obreros y campesinos de Chacabuco, donde se sostenía, en 1927, que "el himno pertenece a la burguesía"; ver el núm. 8 de la publicación, del 15 de julio de 1927, p. 3, en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364, 20. También en Organización gráfica. Órgano de la Agrupación Gráfica Comunista, núm. 1, de julio de 1928, p. 6, en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364; 20 bis. La apelación al himno durante la etapa de neutralismo puede verse, por ejemplo, en Orientación,Buenos Aires, 23 de mayo de 1940, p. 2.

49 Cfr. COLLI, Daniela "Idealismo e marxismo nella storiografia italiana degli anni 50 é 60", en ROSSI, Pietro La storiografia contemporanea. Indirizzi e problema,Il Saggiatore, Milán, 1987.         [ Links ]

50 El trabajo de Caballero que hemos mencionado en repetidas oportunidades plantea esta visión.

51 Ejemplos del apoyo a Sandino en La Internacional, 11 de mayo de 1929.         [ Links ] Ya se ha señalado que Sandino podía ser visto con facilidad como un combatiente nacional y antiimperialista, pero su transformación simbólica en un líder proletario en la Nicaragua de los años 1920s. no era sencilla.

52 La cita, que corresponde al trabajo A ciento treinta años de la Revolución de Mayo,AIAPE, Buenos Aires, 1940, citado en ACHA, Omar La nación futura..., cit., p. 101. Véase también la cita 52 de este artículo.

53 Véase LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, Marcelo "Clase contra clase...", cit., pp. 205 y ss. La cita de ARICÓ, José La cola del diablo..., cit., p. 183; la cita de Villanueva, que aparece en la página 184 del mismo libro, remite a Orientación, 5 de febrero de 1947, p. 7. Nos permitimos sugerir, para el tema del criollismo como interpretación del pasado nacional, a CATTARUZZA, Alejandro y EUJANIAN, Alejandro "Héroes patricios y gauchos rebeldes. Interpretaciones en pugna", en Políticas de la historia,cit.

54 María Calderari caracterizó algunos de estos cambios como el paso "de la secta a la política" en el artículo que, con ese título, publicó en La ciudad futura, núm. 4, Buenos Aires, 1987.         [ Links ] Evocamos en nuestra frase, recordando nuevamente la diferencia de contexto pero atendiendo a las zonas comunes de reflexión, los planteos que Togliatti realizara en Rinsacita, hacia octubre de 1944, en referencia al PCI. Allí sostenía que el PC debía transformarse en "un partido nacional italiano, es decir, un partido que plantee y resuelva el problema de la emancipación de los trabajadores en el cuadro de nuestra vida y libertad nacionales, haciendo suyas todas las tradiciones progresistas de la nación". LASO PRIETO, José María "El concepto de 'partido nuevo' en el pensamiento de Togliatti", en Papeles,Fundación de Investigaciones Marxistas, núm. 5-6, Madrid, 1981.         [ Links ] Resulta de interés revisar en conjunto las palabras de Dimitrov en el Séptimo Congreso, así como las de Puiggrós reproducidas en la cita 50, a la luz de los posteriores planteos de Togliatti.

Recibido con pedido de publicación el 29/12/2006
Aceptado para su publicación el 05/07/2006
Versión definitiva recibida el 12/10/2007

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