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Prohistoria

versão On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.14  Rosario jul./dez. 2010

 

RESEÑAS

Ollier, María Matilde De la Revolución a la Democracia: cambios privados, públicos y políticos de la izquierda revolucionaria, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009, 304 pp. ISBN 978-987-629-059-3.

María Matilde Ollier es Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Notre Dame (USA). El presente libro tiene como objetivo general evaluar cuáles fueron y por qué se produjeron las transformaciones sufridas en la identidad política de los ex integrantes de la izquierda revolucionaria. La referencia temporal utilizada comprende el período entre 1973 y los primeros años de la década de 1990, analizándolo a través de diferentes variables: lo privado, lo público y lo político. La primera corresponde a lo personal e íntimo de la persona, la segunda a los espacios culturales y en la tercera están incluidas todas las formas de participación en organizaciones políticas. Asimismo, la autora analiza el lugar de la violencia y cómo este posicionamiento es reconfigurado con el paso del tiempo. A partir de la llegada de la democracia estas transformaciones aceleraron un proceso de cambio dentro de los militantes. Sin embargo, establece que se puede observar una continuidad en sus pensamientos y en su identidad. Las fuentes utilizadas recogen algunos testimonios analizados previamente en otros de sus textos: El fenómeno insurreccional y la cultura política. Argentina 1969-1973 (1986), La creencia y la pasión. Privado, público y político en la izquierda revolucionaria, 1966-1976 (1998).
A partir de esas entrevistas a ex militantes de diversas agrupaciones, Ollier reconstruye la historia de esos años a través de los cuestionamientos a su propia subjetividad para poder detectar el alejamiento de su identidad política revolucionaria y los aprendizajes que llevaron a configurar una nueva identidad cercana a los valores democráticos. Lo particular/individual y lo colectivo, entendiendo por éste al conjunto de la organización, se entrelazan en este libro con mucha suspicacia, atendiendo principalmente a la influencia que el segundo realiza sobre el primero y cómo este último imprime una cuota de originalidad. La autora destaca las voces disidentes dentro de un colectivo que parece a simple vista homogéneo.
El libro está compuesto por una introducción, siete capítulos y una conclusión muy acotada. En el primer capítulo, Ollier describe los componentes originarios de la identidad revolucionaria, que se configuran a través de un proceso de sociabilización primaria (infancia y adolescencia) donde se desarrollan diversos aprendizajes en las tres esferas/variables: lo privado, lo público y lo político. Estos componentes provienen de una identidad liberal-populista, donde la libertad individual, la justicia social y la verdad son los tres elementos constitutivos. El paradigma amigo/enemigo desarrolla el modo de hacer política, en cuya concepción la negociación es observada como una traición y la violencia es la vía para la transformación social. La autora marca una diferencia entre la radicalización ideológica y la política, en la cual la primera correspondería a la creencia en la revolución social y la segunda estaría marcada por el ingreso y participación política en las organizaciones de izquierda revolucionaria.
En la obra se destaca que si bien los ex-militantes aceptan la teoría que encierra su ideología revolucionaria y la concepción del mundo a través de binomios (capitalismo vs. socialismo; burguesía vs. proletariado, etc.) en la práctica esto se distorsiona, provocando dos tensiones: por un lado la disyuntiva de armonizar lo privado/individual y lo político/colectivo y, por otro lado, la dificultad de subordinar lo político a lo militar; en este sentido, el ejercicio de la violencia personal es rechazado por alguno de sus integrantes. Estas resistencias están marcadas por los valores/elementos de los militantes, previos al ingreso en la izquierda revolucionaria.
En el segundo capítulo, la intención es destacar las voces disidentes dentro de las organizaciones, especialmente a partir de la llegada de la dictadura militar de 1976. Las estrategias militaristas y los planes de lucha utilizados por las diversas agrupaciones persisten al momento de la asunción de los militares al poder. La situación de la militancia comienza a empeorar hacia 1974, cuando la derecha peronista se posicionó con mayor fuerza dentro del gobierno, agravándose a partir de 1976. El fenómeno que se destaca es el de los niveles de intervención del dispositivo represivo de las FFAA y sus consecuencias: el desmantelamiento en el interior de la izquierda revolucionaria. Es aquí donde las voces disidentes comienzan a tener más protagonismo, ya que el colectivo desaparece y lentamente comienza una crisis en la identidad de los militantes.
A partir del tercer capítulo y hasta el quinto Ollier hace un recorrido de los nuevos aprendizajes en las diferentes esferas privada, pública y política, que conllevaron a renunciar a la identidad revolucionaria. La cultura entendida como espacio público sufre modificaciones severas a partir de 1976. La censura y la autocensura, producto de la propagación del miedo, fueron los recursos que las FFAA desarrollaron ampliamente. Sin embargo, se organiza un campo cultural permitido, ya que la dictadura necesita crear consenso, desarrollando así una trama cultural ambigua. Es a partir de allí y a través de las nuevas zonas de contacto que los ex-militantes participan, donde por un lado la palabra, como acto cultural y político, se vuelve fundamental y, por otro lado, se producen nuevos entrelazamientos, es decir, nuevos contactos entre personas de diversas experiencias políticas incluidos los ex-militantes, que evita el aislamiento que intenta provocar el régimen y forma una nueva "identidad de diferenciación". Estos nuevos espacios generan y hacen posible, según Ollier, el comienzo de una autocrítica de su pasado en los ex- revolucionarios y un acercamiento a la valoración del liberalismo político
Continuando con la exploración de los nuevos aprendizajes, la autora comienza un recorrido en la esfera privada/individual, indagando especialmente de qué manera y a través de qué mecanismos se desarrolla esta autocrítica. La asistencia psicológica y psicoterapéutica ayuda a que éstos desarrollen nuevas configuraciones subjetivas que repercuten en la manera de comprender la acción política, a través de la indagación de su propia experiencia política. El rechazo y crítica al autoritarismo y la homogeneización que intentan implementar las FFAA genera que los militantes se cuestionan sus propias experiencias y emerge una valoración hacia la identidad propia y el sentido de lo particular, el cual había permanecido oculto en las organizaciones. Otro ámbito donde se desarrollan estos aprendizajes es la cárcel, ya que es una instancia de autoconocimiento, especialmente para cuestionar la violencia y comenzar a valorar la negociación. Junto con esta última y gracias a estos dos ámbitos, se profundiza la valoración de las libertades de la "democracia burguesa" que habían criticado en su pasado revolucionario.
Por último, en la esfera política también se realizan nuevos aprendizajes. Los ex-militantes comienzan a insertarse en un microespacio democrático integrado por la fracción política opositora al gobierno militar, un ala sindical y los movimientos de Derechos Humanos (DDHH). Ellos mismos se convierten en sujeto de DDHH, a través de las acciones de estos movimientos alejándose de la figura subversiva que les imponían las FFAA. En este sentido, la guerra de Malvinas no significa el comienzo de la transición a la democracia sino una profundización, asevera la autora. Como también se agudizó la autocrítica a la radicalización política e ideológica de los ex-militantes aunque, según afirma la autora, esta última tarda en alejarse, ya que en sus primeros cuestionamientos persisten los viejos instrumentos de lectura de la realidad, el marxismo especialmente. Asimismo, la antinomia democracia-autoritarismo comienza a estar en el discurso los ex-revolucionarios y se refleja en su alejamiento del marxismo como clave interpretativa, ya que este no brinda elementos para pensar el autoritarismo.
Los capítulos seis y siete dan un cierre a los diferentes planteos de la autora. En primer lugar, se presenta la transición de una identidad, cuando son abandonados los componentes centrales de la radicalización ideológica y se concreta un cambio en la identidad política y su relación con la guerra/violencia, donde el valor del retorno a la democracia es fundamental para garantizar la libertad individual. Esta desradicalización ideológica conlleva a pensar diferente a la clase obrera y al pueblo, como actores principales de la revolución social. Entra en tensión el eje liberación o dependencia, ya que nada justifica la permanencia del autoritarismo, además la guerra de Malvinas no se visualiza como un hecho tendiente a lograr independencia/liberación, sino como un medio para lograr mayor hegemonía de las FFAA. Se enfatiza la pérdida de la verdad revelada y se profundiza la virtud del pensamiento plural y la libertad individual.
Finalmente se indagan cuáles son las problemáticas que enfrentan los ex-militantes en esta nueva coyuntura. Los cuestionamientos a la democracia sostienen las limitaciones y posibilidades que este sistema político tiene para mejorar la calidad de vida de la sociedad. De allí plantean que en los países periféricos existe una incompatibilidad entre capitalismo y democracia, ya que ésta no posee instrumentos que contengan la justicia social como meta. Se modifican las formas de hacer política, hay un corrimiento del paradigma amigo/enemigo, se aceptan las formas partidarias aunque algunos rechazan la política partidaria y la negociación es fundamental para las soluciones. Si bien la violencia continúa siendo un eje problemático, posible de observar en los diferentes niveles de la nueva coyuntura, no está asociada con el cambio social y se produce una crítica a lucha armada.
De la Revolución a la Democracia encierra un proceso de trasformación de la identidad política de los ex-militantes, que se alejan de la idea revolucionaria y se acercan a los valores democráticos, un proceso marcado por continuidades y rupturas.

Por María Florencia Servetti (UNMdP)

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