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Prohistoria

versão On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.16  Rosario jul./dez. 2011

 

RESEÑAS

Carman, María Las trampas de la naturaleza. Medio ambiente y segregación en Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica/CLACSO, Buenos Aires, 2011, 285 pp. -  ISBN 978-950-557-863-4.

 

"¿Lo creen? ¿Aceptan el festival, la ciudad, la alegría? ¿No? Entonces, permítanme que lo describa una vez más."
   Ursula K. Le Guin

La miseria degradante, contracara de la prosperidad y la felicidad, golpea las conciencias de un puñado de habitantes que abandona la ciudad de Omelas. Ursula K. Le Guin con perspicacia construye en este corto relato la imagen de una ciudad feliz, apoyada sobre la condición pauperizada, secreta e inmodificable de un niño abandonado en un sótano. María Carman evoca y explora en Las trampas de la naturaleza esas metáforas montadas por Le Guin a partir de una idea de William James. Su tarea es deconstruir, explicar y narrar las aporías del "festival" de la planificación urbana que mantiene a un sector importante de la sociedad en la pauperización. El Estado funciona mayoritariamente como garante de la inversión privada, estratégica y cultural antes que como garantía de las necesidades de sus ciudadanos.
Los espacios de segregación espacial, material y simbólica en las ciudades capitalistas constituyen uno de los nudos problemáticos más discutidos en los últimos tiempos. Las condiciones de vulnerabilidad detectadas en los pobladores de estos espacios son examinadas por múltiples estudios. Fundamentalmente sociólogos y antropólogos abordaron estos temas desde perspectivas diferentes. María Carman escoge una entrada problemática a estos procesos privilegiando un análisis de la configuración simbólica de discursos y prácticas. Éstos participan en la etiquetación y consolidación de creencias o consideraciones sobre los habitantes de unos bordes concretos o simbólicos.
La desindustrialización y los procesos de pauperización social agudizaron el vínculo material y simbólico entre los pobres y las actividades insalubres. Los "pobres", en tanto habitantes de esos bordes urbanos, fueron asimilados en los esquemas de percepción y de producción de sentido a la putrefacción atribuida a las periferias. La construcción de sentido sobre el desposeído, desde un supuesto afuera, encuentra sus bases en la disposición y construcción simbólica previa de las periferias de las ciudades. Explorando algunos de estos sentidos, Carman visualiza las ideas vinculadas a la naturaleza existentes en discursos de diferentes agentes inmersos en el proceso de desalojo de dos villas por parte del gobierno local de la ciudad de Buenos Aires.
A través de una etnografía localizada, la autora busca, además de mostrar las condiciones de vida de sus habitantes, poner de manifiesto las expropiaciones que padecen sobre su condición humana por parte de agentes vinculados a los proyectos urbanísticos, políticos y culturales en la ciudad.1 Esta expropiación o resignificación de las nociones de naturaleza y humanidad operan como vehículos funcionales en la producción de un espacio urbano ajeno a los problemas de exclusión contemporánea. Estas operaciones simbólicas de deshumanización de los habitantes de estas villas en particular y de los pobladores de los "bordes" urbanos en general habilitan, según Carman, los caminos para el ejercicio de la violencia pública ligada a una "política de lugares" restrictiva.
El libro construye una narrativa abierta, alimentada por una labor de campo localizada pero, como Carman señala evocando a James Clifford, plagada de las itinerancias propias de unas trayectorias múltiples y a veces irreconstruibles. El texto de Carman emerge como una orquestación de intercambios multívocos que despliegan una operación políticamente cargada.2
En los primeros dos capítulos presenta las coyunturas que involucran a su muestra más contundente: La villa Rodrigo Bueno y La Aldea Gay. En el capítulo tres, La máxima intrusión socialmente aceptable explora la cristalización de discursos que vulneran la permanencia de los sectores populares en espacios destinados a otros fines. Allí se muestran esos discursos funcionando en el interior de otro más amplio que es políticamente instrumentado. En el último capítulo, Los barrios con candado en el jardín de Epicuro Carman bordea, como ella misma señala, la contracara de los procesos de segregación de los sectores pobres. La autosegregación de los favorecidos es estudiada también como parte de discursos que vinculan a la naturaleza y la humanidad como ejes organizadores de la idea de habitar. Un habitar que se amalgama con la noción de una calidad de vida diferenciada, y con un estatus de humanidad cercano a la belleza y alejado del miedo, de lo oscuro y "horrible".
Los habitantes de la villa Rodrigo Bueno son interpelados junto a otros actores para entender las categorías de inclusión y exclusión utilizadas para, por un lado, justificar su expulsión de espacios habitados "ilegalmente" y, por el otro, apuntalar los argumentos de permanencia en ese mismo lugar. El discurso del ambientalismo escogido por la autora es el más connotado y reiterado en el repertorio activado por los agentes interesados en la expulsión. A escasos metros de uno de los barrios más exclusivos de Capital Federal y en terrenos pertenecientes a una reserva ecológica se asentaron alrededor de dos mil personas. El proceso involucra relocalizaciones gracias a conflictos desatados entre el Estado local, los habitantes y otros agentes. El Estado garantizó la precariedad a través de la construcción de casillas de madera sin baño. Las condiciones de vulnerabilidad se acentuaron ostensiblemente por los procesos de crisis socioeconómica desarrollados en la Argentina menemista y del estallido de 2001 y sus correlatos. La ubicación define una situación de ilegalidad por tratarse de terrenos ganados al río, donde las jurisdicciones de servicios de salud, por ejemplo, no alcanzan a los habitantes de esta villa. Para los promotores del ambientalismo, este espacio sería el último reducto original del paisaje de la ciudad. El asentamiento de la villa y el desarrollo de una cultura humana signarían a este espacio de atributos negativos relacionados con la impureza, la ilegalidad y el peligro. Carman señala que la villa obtiene así un status inanimado o de una criatura informe que avanza ciegamente sobre la reserva destinada a resguardar un pasado incontaminado. La configuración de ese espacio de segregación socio espacial en el corazón de la ciudad deviene en la conjunción "universos de desechos" interrelacionados en el espacio físico. Casas precarias, residuos contaminantes, baterías oxidadas, un cementerio de autos son asimilados conceptualmente a la corporeidad de sus habitantes y trocados en atributos esenciales de su existencia. Estos habitantes son concebidos como destructores de la naturaleza, contaminadores provistos de una cultura del desecho.
La autora plantea aquí que la agencia estatal toma una serie de posiciones esquizofrénicas con respecto a los habitantes y a sus atributos. Por un lado, provee de servicios asistenciales y educativos fragmentarios y por otro, motoriza desalojos sin contrapartida habitacional. El discurso hegemónico que armoniza casi todos los discursos analizados es el de la superfluidad de todos esos habitantes, es decir su constante condición de ilegalidad. Con su accionar el Estado reproduce esas condiciones de superfluidad proveyéndoles una precariedad estructural.3 Carman concluye que las discursividades del ecologismo se combinan en las voces de los habitantes que ahora reclaman por el sufrimiento ambiental al que están sometidos debido a la acción o inacción estatal. En esta compleja trama, las configuraciones son cambiantes, heterogéneas y disputan lugares diferentes de acuerdo a coyunturas específicas.
En el análisis sobre la Aldea Gay,los discursos de infrahumanidad son enfatizados en la relación entre género y clase social dentro de espacios de segregación. La autora examina los discursos fundacionales de la aldea donde emerge la idea del control de un espacio inhóspito como área de pertenencia en una ciudad que expulsa a habitantes con ciertas características. Carman muestra de que manera influyen una serie de estigmas y dotaciones de sentidos sobre la homosexualidad de los sectores más desfavorecidos. Además, observa cómo el factor de la clase social refuerza los tabúes y los prejuicios sobre la homosexualidad y de allí se exportan a la espacialidad como es el caso de la Aldea. La evocación de un tiempo primordial participa en las disputas por la permanencia en el lugar y por el merecimiento de habitar en ella. Este merecimiento también esgrime una relación simbiótica con lo natural. Los habitantes de la Aldea detentan esta relación en una especie de comunidad con la naturaleza para defender su permanencia y evitar el desalojo.
Posteriormente, las cuestiones que muestra su trabajo etnográfico son analizadas a la luz de las prácticas llevadas adelante por el Estado. El padecimiento de los habitantes de las villas fue profundizado por las políticas erráticas de Estado. Esos habitantes son definidos como intrusos que obstaculizan la materialización de corredores turísticos o recreativos. Esta definición es correlato de un modelo de ciudad hipermoderna asentada sobre los parámetros de exclusión del otro tipificado como no merecedor de habitar o vivir en ese espacio. La capacidad de agencia que posee el Estado es suficientemente poderosa como para exportar estos parámetros hacia otros sectores de la sociedad. Así este cúmulo de metáforas sobre el pobre circula alimentando la lógica de exclusión y "naturalización". Discursiva y prácticamente se establecen umbrales de intromisión y de espacialización que segregan, segmentan y marginan a los sujetos "desafiliados" del orden socioeconómico y del mundo cultural generado por agentes productores de una ciudadanía restrictiva y diferenciada.
Finalmente, la autora plantea la paradoja que significa la convivencia de una ciudad "hedonista" representada por la dinámica de los barrios cerrados y la ciudad con políticas de desinversión total para los espacios habitados por los "inútiles para el mundo". El barrio cerrado como problema sociológico y antropológico de envergadura es desplegado inicialmente como conjunto de discursos. Allí, asocia la discursividad sobre el mundo verde del barrio cerrado con el epicureísmo que exaltaba el goce constante de la vida ordinaria libre de peligros y miedos. Estos enclaves garantizan que los mundos sociales diferentes no se encuentren frecuentemente, allí se recortan la diferencia y el azar. Aquí también emerge una serie de metáforas que ponderan positivamente una naturaleza domesticada, bella e incontaminada en contraposición con la naturaleza silvestre, despojada y salvaje donde en los imaginarios habitan los sectores desfavorecidos. Se propende a una naturaleza como decía Epicuro que habilite la incorruptibilidad. El barrio cerrado es un fenómeno complejo que busca enmascarar condiciones de desigualdad social profundas a través de alambrados y murallas que albergan lo "bello" de una sociedad asimétrica y heterogénea.
Citando a Descola,4 Carman observa que se concibe a la naturaleza como un objeto transcendental y un dominio ontológico exterior a los seres humanos. A lo largo del libro define que lo ambiental es un campo en constante construcción y atravesado por disputas permanentes. Cada grupo intenta erigirse como portador de una idea de naturaleza legítima esgrimiendo sus razones y justificaciones. Su propósito fue desarmar las cadenas de razonamientos biologicistas y resimbolizar el mundo con un lenguaje expurgado de los conceptos acuñados por las ciencias naturales decimonónicas. Además intenta quebrar la homogeneidad discursiva de ciertos sectores ampliando su estrecha concepción respecto a la vida en la ciudad.
Las trampas de la naturaleza aborda problemáticas estructurales desde una mirada fresca que decosntruye y comprende los lenguajes de lo diferente. Explora y visibiliza las grietas de una construcción de ciudad y de ciudadanía profundamente segmentada y segregativa.
Las representaciones de impureza que subyacen a las prácticas de separación física en las ciudades es un camino que Carman delinea con claridad. Es necesario conocer cuáles son estas representaciones, cómo están configuradas para poder responder porqué fueron producidas y porqué son activadas en determinadas coyunturas. Los procesos de configuración socio-espacial de las periferias en los centros urbanos y las representaciones generadas a su alrededor están definidas históricamente. Es preciso conocer esos movimientos que sedimentan en prácticas concretas que se reproducen constantemente, junto con las imágenes y dotaciones de sentido vinculadas a dichas prácticas que progresivamente son naturalizadas.

Por Cecilia M. Pascual. (UNR / ISHiR-CONICET)

Notas

1. Para encontrar un análisis de estos procesos de recualificación cultural (a partir del caso del Abasto) en la ciudad de de Buenos Aires ver CARMAN, María Las trampas de la cultura. Los "intrusos" y los nuevos usos del barrio de Gardel, Paidós, Buenos Aires, 2006.         [ Links ]

2. CLIFFORD, James Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna, Gedisa, Barcelona, 2001, p 24.         [ Links ]

3. WACQUANT, Loïc Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y Estado, Manantial, Buenos Aires, 2007.p, 269.         [ Links ]

4. DESCOLA, Philippe y PÁLSON, Gíslí (Eds.) Nature and society. Anthropological perspectives, Routledge, Londres,1996.         [ Links ]

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