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Prohistoria

versión On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.19  Rosario ene./jun. 2013

 

ARTÍCULOS

Transitando rumbos paralelos. Radicales y católicos durante el primer peronismo en Tucumán

Lucía Santos Lepera(*); Leandro Lichtmajer(**)

(*) Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT). Tucumán, Argentina Integrante del Instituto de Investigaciones Históricas "Manuel Garcia Soriano" (UNSTA), e-mail: luciasantoslepera@gmail.com

(**) Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET-UNT), Tucumán, Argentina e-mail: leandrolichtmajer@gmail.com


Resumen

La dinámica de las relaciones entre la Iglesia católica y el radicalismo ocupó un lugar subsidiario en la historiografía sobre el primer peronismo. Desde una escala provincial dotada de matices divergentes respecto de los escenarios cordobés y metropolitano, el artículo rastrea los vaivenes de la relación entre radicales y católicos a lo largo del período y propone una interpretación sobre las características particulares que adoptó su participación en la coyuntura que culminó con el derrocamiento de Perón.

Palabras clave: Iglesia católica; Radicalismo; Peronismo; Golpe de Estado de 1955; Tucumán

Abstract

The dynamics of the relationship between the Catholic Church and the radicalism occupied a subsidiary place in the historiography of the first peronism. From a provincial scale characterized with divergent nuances in relation to Córdoba and metropolitan scenarios, the article traces the fluctuations of the relationship between radicals and Catholics throughout the period and proposes an interpretation of the particular characteristics adopted by its participation in the conjuncture that culminates in the overthrow of Perón.

Key words: Catholic Church; Radicalism; Peronism; 1955 coup d´etat; Tucumán


Explorar la dinámica de las relaciones entre la Unión Cívica Radical (UCR) y la Iglesia católica supone transitar un carril secundario en la historiografía sobre el siglo XX argentino.1 Este diagnóstico también se aplica a la producción referida al primer peronismo, la cual prestó escasa atención a los vínculos entre la Iglesia y el principal partido opositor, para privilegiar el estudio del conflictivo itinerario de aquélla y el gobierno.

Los estudios sobre la Iglesia que refirieron a este tema, centrados en la Capital Federal,2 partieron del supuesto que en el marco de su enfrentamiento con el peronismo la institución eclesiástica actuó como eje aglutinante de una oposición política debilitada, la cual encontró en el conflicto desatado a fines de 1954 una oportunidad inédita para socavar al gobierno. De acuerdo a esta perspectiva, la Iglesia se erigió en una suerte de partido opositor que articuló las demandas de un espectro antiperonista carente de respuestas y confinado a un lugar periférico de la escena política. De ese modo, el enfrentamiento entre el gobierno y la Iglesia logró fraguar una convergencia en base a lo que hasta entonces había sido una relación hostil o, cuanto menos, indiferente. Merced al inesperado frente de disputas recreado en 1954, la dirigencia política opositora encontró una aliada repentina en la institución eclesiástica. Este acercamiento circunstancial vino a desmentir una trayectoria previa cargada de tensiones, florecidas en coyunturas tales como la campaña electoral de 1946, en la que los sectores católicos mayoritarios se ubicaron en el bando oficialista, y la aprobación de la ley de enseñanza religiosa en 1947, tema sobre el que surgieron discrepancias con la oposición política.

Entre los análisis centrados en el radicalismo cabe resaltar la investigación de César Tcach sobre Córdoba, devenida en interpretación dominante en virtud del rol central que tuvo esa provincia en el golpe de Estado. Tcach subrayó el protagonismo del partido radical cordobés y su articulación con la Iglesia católica en la conspiración, alianza cuyos antecedentes se remontaban a 1951 cuando un sector de la UCR adoptó la estrategia golpista. Interpretó este proceso como un cambio de rumbo del radicalismo, teñido de una fuerte carga de oportunismo, que revirtió sus actitudes previas frente a la Iglesia con el fin de vincular al partido con los actores corporativos y alentar las posiciones disruptivas contra el gobierno. En la búsqueda de aliados para la consecución de dicho plan, los radicales cordobeses entablaron vínculos con los sectores antiperonistas de las fuerzas armadas y la Iglesia católica, corporaciones que, en el escenario cordobés, se mostraron receptivas frente a la posibilidad de desalojar a Perón mediante una conspiración armada. Puesta en escena a través de episodios tales como la procesión de Corpus Christi de junio de 1955, en la que radicales, socialistas y comunistas participaron palmo a palmo junto a los sectores católicos, y en la actuación conjunta en los comandos civiles, la articulación entre Iglesia y dirigencia política opositora resultó un signo distintivo de Córdoba.3 Si bien esta alianza tuvo menor solidez en Capital Federal, los trabajos centrados en ese espacio también señalaron el carácter oportunista de la estrategia radical de acercamiento a la Iglesia y la contradicción que planteó respecto a las posiciones previas del partido.4

En vista de las investigaciones referidas creemos pertinente realizar dos observaciones. En primer lugar, al abordar la relación en forma subsidiaria se centraron en las dos coyunturas en las que las tensiones o convergencias entre ambos actores emergieron claramente a la superficie: la comprendida entre la campaña electoral y la aprobación de la ley de enseñanza religiosa (1945-1947) y la que transcurrió entre el estallido del conflicto y el golpe de Estado (1954-1955). Esto no sólo dejó al resto del período en un cono de sombras sino que ocluyó la posibilidad de tejer interpretaciones generales sobre dicha vinculación. En segundo lugar, al centrarse en Córdoba y en la Capital Federal consideramos que sus conclusiones no pueden extrapolarse, sin evidencias mediante, a otros escenarios provinciales en los que radicales y católicos siguieron un derrotero diferente. En ese sentido, a la hora de trasladar este esquema a distritos menos consustanciados con la conspiración armada aparecen una serie de matices sobre los que vale la pena detenerse.

Tomando en cuenta estas consideraciones, el presente texto tiene como objetivo explorar la dinámica de las relaciones entabladas entre la Iglesia católica y el radicalismo durante el primer peronismo en Tucumán. Busca articular una mirada que rastree los vaivenes de dicho vínculo desde 1945 en adelante, con el fin de poner a prueba, en el escenario tucumano, las hipótesis previas sobre el tema. Sostiene que tras la contundente derrota electoral de 1946 la UCR formuló apelaciones recurrentes a los sectores católicos, las cuales naufragaron frente a las innumerables manifestaciones de colaboración sostenidas entre la institución eclesiástica y el peronismo. Los trazos de este campo de colaboración se mantuvieron una vez desatado el conflicto entre Perón y la Iglesia a fines de 1954, que culminó meses más tarde en el golpe de Estado. En ese contexto, radicales y católicos transitaron dos itinerarios paralelos que no se plasmaron en una articulación opositora, rasgo que obedeció a las resistencias de ambos a reproducir un conflicto definido como ajeno a la realidad provincial.

La impugnación radical a la alianza Iglesia-peronismo (1945-1953)

En el marco de la conflictiva campaña electoral de 1945 la Iglesia se instaló en el centro de las disputas políticas e ideológicas, lo que generó profundas divisiones al interior del campo católico a nivel nacional. A través de una carta pastoral el episcopado se pronunció a favor de la candidatura de Perón, a quien vislumbraron acertadamente como el continuador de los beneficios alcanzados durante el gobierno militar (decreto de enseñanza religiosa, acceso a cargos gubernativos de militantes católicos).5 En sintonía con tales directivas numerosos obispos, entre los que se contó el de la diócesis de Tucumán, Agustín Barrere (1930-1952), prohibieron a las huestes católicas votar por los partidos que defendieran la enseñanza laica, es decir, aquellos nucleados en la Unión Democrática. Esta adhesión al nivel de la jerarquía no impidió que un sector minoritario dentro de las estructuras eclesiásticas desobedeciera las directivas episcopales y apoyara a la alianza multipartidaria liderada por el radicalismo.6

El comportamiento de la jerarquía eclesiástica generó rispideces con la dirigencia radical provincial, adscripta en su gran mayoría a la religión católica pero reactiva a la imbricación entre el Estado y la Iglesia sustentada por los postulados integrales del catolicismo.7 En ese sentido, aunque resulta difícil encasillar a los planteles de la UCR tucumana de mediados de los años cuarenta en una visión única de la religión -ya que se trató de un aspecto que dividió aguas al interior de sus filas-, en líneas generales éstos suscribieron a un enfoque liberal, que la consideró como un aspecto inherente a la vida privada. A pesar de la cordial relación que mantuvieron a lo largo del período de gobiernos radicales iniciado en 1935 y culminado en 1943, particularmente durante el mandato de Miguel Critto (1939-1943), la identificación de la Iglesia con los gobiernos militares posteriores al golpe del 4 de junio, su apoyo abierto a la candidatura de Perón y la oposición de la Unión Democrática a la enseñanza religiosa en las escuelas ubicó a radicales y católicos en la vereda opuesta de cara a los comicios de 1946.

Los resultados electorales revelaron la contundencia con la que el proceso de transformaciones desarrollado a lo largo del gobierno militar permeó a las identidades políticas provinciales. El peronismo alcanzó en Tucumán el porcentaje de votos más alto del país, traccionado por el sólido pilar que configuraron los sindicatos azucareros nucleados en la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera), presencia que moldeó el perfil eminentemente obrerista del movimiento en la provincia.8 Los guarismos electorales se tradujeron en el control del Poder Ejecutivo y una holgada mayoría legislativa, que el peronismo mantuvo sin cortapisas hasta 1955. Como contrapartida, los radicales quedaron circunscriptos desde 1946 en adelante a un rol opositor minoritario, inédito en su trayectoria previa, que los forzó a ensayar diferentes estrategias para conseguir apoyos electorales y fraguar alianzas con las organizaciones de la sociedad civil.9 El escenario abierto por los comicios también obligó a la Iglesia a tomar postura frente a un peronismo robustecido por la legitimación derivada de las urnas.

En sintonía con la situación a nivel nacional, en el escenario tucumano la jerarquía eclesiástica acompañó las gestiones de C. Domínguez (1946-1950) y F. Riera (1950-1952) -dirigentes de reconocida filiación católica- caracterizadas por una fuerte política de redistribución del ingreso y un aumento del gasto público que se tradujo en una febril sucesión de obras de infraestructura e incremento de las políticas sociales hacia los sectores más desprotegidos de la sociedad. El estrecho vínculo que rigió las relaciones entre la Iglesia y el gobierno se manifestó a través de los discursos y exteriorizaciones de fe de los funcionarios, las celebraciones políticas y religiosas, el presupuesto destinado al culto y la sanción legislativa de la enseñanza religiosa. En palabras del obispo tucumano, la "cordial colaboración" fue el eje del vínculo entre los poderes político y religioso.10 Tal acercamiento, sin embargo, no convirtió a la Iglesia en una aliada incondicional del gobierno, como lo revelaron los resquemores de la jerarquía eclesiástica frente a la multiplicación de las huelgas obreras y la reforma a la ley de expropiaciones propiciada por los planteles legislativos peronistas en 1947.11

Los radicales manifestaron críticas recurrentes a la estrecha relación que forjaron la institución eclesiástica y el gobierno peronista. Desde su perspectiva, el sensible acercamiento plasmado desde 1946 en adelante llevó a la Iglesia a adoptar un compromiso político que desvirtuó su labor espiritual y corrompió sus filas. En ese marco se sucedieron impugnaciones recurrentes a los curas que defendieron desde sus púlpitos al gobierno, a la pérdida de la jerarquía moral de la Iglesia católica -como fruto de la penetración de la política en su seno- y a su complicidad con lo que definieron como una creciente "prepotencia estatal".12 Como veremos a continuación, subyacía en el discurso radical un esquema que diferenció a la comunidad de fieles católicos de una institución corrompida por los beneficios dispensados por el peronismo.

En ese sentido se manifestó C. Gelsi, presidente de la UCR y principal referente de la oposición política provincial, cuando en diciembre de 1948 señaló que el radicalismo debía levantarse contra "el clero servil que traiciona a Cristo enrolándose a favor de un gobierno que ensombrece el porvenir de la república".13 Por su parte, la delegación tucumana al Congreso de Mujeres Radicales (1949) expresó la necesidad de "eliminar la política de la Iglesia católica" con el fin de "mantener su jerarquía moral y espiritual ante el pueblo argentino".14 El tono anticlerical contenido en las críticas a la politización y a la corrupción de la Iglesia, junto a las conocidas posiciones laicistas sostenidas por la UCR en materia educativa15 no fueron impedimento para que su dirigencia mantuviera referencias constantes al ideario católico y a la doctrina social de la Iglesia en sus discursos. En efecto, a lo largo de los años iniciales del peronismo los radicales ensayaron crecientes apelaciones hacia los sectores católicos, que naufragaron entre las innumerables manifestaciones de colaboración entre la Iglesia y el gobierno.16

La vaga adhesión al lenguaje religioso visible durante los primeros años devino desde 1950 en adelante en un llamado recurrente a los fieles católicos, a los cuales convocaron a resistir contra un gobierno interpretado en clave autoritaria y a repudiar la actitud de los curas afines al peronismo. De ese modo buscaron abrir una grieta en la cordial colaboración entablada entre ambos actores. Mediante la apelación a un conjunto de pasajes de la doctrina religiosa favorables a la lucha por la libertad y el rechazo a la corrupción de la Iglesia, los católicos fueron concebidos como destinatarios naturales de los llamados de los radicales a oponerse al peronismo. Un ejemplo paradigmático de este proceso fue el cierre de la campaña electoral de 1951. Tras reivindicar a la religión católica como culto mayoritario de sus afiliados y de todo el pueblo argentino, Gelsi cerró su intervención con una "Oración al pueblo tucumano". Permeada por un lenguaje religioso, la misma configuró un claro gesto hacia el electorado católico provincial:

"Respetamos la religión católica, pero la queremos alejada de los intereses de la política, no siempre serena y bien intencionada. Respetamos la religión católica en el canto sonoro de las catedrales y en la plegaria devota de los creyentes; la respetamos en la plegaria inocente de los niños y en la de nuestras mujeres arrodilladas en los templos rindiendo culto al Creador [...] la respetamos en la plegaria emocionada de Fray Justo Santa María de Oro, defendiendo para nosotros, aquí cerca, en la Casa Histórica, la forma republicana de gobierno, impartiendo así la bendición católica a la cuna de la patria. La respetamos en la plegaria civil del Radicalismo argentino que hace vivir en sus filas la voz eterna de Galilea, proclamando la libertad de conciencia y la soberanía del espíritu y la respetamos en la plegaria civil, política, divina y humana de Cristo en el Sermón de la Montaña, una de cuyas bienaventuranzas sigue siendo el látigo con que se arroja a los fariseos de todos los templos de la libertad: BIENAVENTURADOS LOS QUE SUFREN PERSECUCION, PORQUE DE ELLOS SERÁ EL REINO DE LOS CIELOS."17

Condensada en la figura de Fray Justo Santa María de Oro, a quien señaló como defensor de la forma republicana de gobierno en el Congreso de 1816, y en el célebre Sermón de la Montaña, la cruzada que Gelsi llamó a concretar puede interpretarse como un llamado al abandono de la colaboración entre Iglesia y gobierno y la militancia de los católicos en contra del peronismo. En ese sentido, llevó implícita una condena a los sacerdotes que apoyaban al gobierno y a los sectores de la jerarquía eclesiástica que manifestaron su adhesión a Perón, buscando erigir a la dirigencia radical como vehículo de las demandas de los sectores católicos, a quienes planteó la obligación moral y religiosa de luchar por la libertad.18

El homenaje de los legisladores radicales a Barrere (fallecido en febrero de 1952) reafirmó los conceptos contenidos en la "Oración". Conscientes de las tensiones que el obispo había generado con el peronismo provincial, los radicales resaltaron los gestos de independencia que desplegó en los pocos momentos de rispidez que atravesaron a la relación Iglesia-Estado durante los primeros años. No fue, sin embargo, la reivindicación de la moderada figura del obispo fallecido el punto de partida para inspirar la resistencia de los sectores católicos, sino la más combativa de Miguel D´Andrea, referente por antonomasia del catolicismo antiperonista. Tras definir a éste como el "virtuoso sacerdote que nos señaló el camino de la verdad y la justicia", convocaron a la sociedad provincial a luchar por la "vigorización espiritual" y a defender la libertad, derecho que "los hombres no pueden conculcar jamás" ya que "solamente puede arrebatarlo quién lo dio, que es Dios". Finalmente, condenaron a los sacerdotes que "habían abandonado la función específica de la Iglesia para dedicarse a la política y acumular riquezas", proclamando la contradicción entre esta actitud y los principios católicos.19

Puesta en escena a través de los episodios de noviembre de 1951 y febrero de 1952, la acentuación de las apelaciones de los radicales hacia los sectores católicos obedeció a una confluencia de factores. Aunque las grietas en las lealtades de aquellos hacia el peronismo permanecían aún en estado embrionario, existían algunos signos que permitían vislumbrar la necesidad de prestar mayor atención al sustantivo electorado católico provincial. Como ha sido señalado en la historiografía sobre la Iglesia, desde comienzos de los años cincuenta se desarrolló un reencuentro entre catolicismo y liberalismo en el mundo religioso argentino, a tono con las orientaciones internacionales de la institución.20 Este reencuentro confluyó con las crecientes rispideces despertadas por el gobierno al interior de las clases medias y favoreció la reemergencia del catolicismo antiperonista desplazado a partir de las elecciones de febrero de 1946. En su doble carácter de dirigentes del principal partido opositor y fieles católicos, cabe suponer que los radicales tucumanos se hicieron eco de estas importantes transformaciones en el universo religioso. Dos episodios sustanciados en ese contexto abonan a esta hipótesis. Por un lado, la apelación de Gelsi al mensaje del Papa Pío XII sobre la libertad de prensa (marzo de 1950), expresión de la alianza estratégica de la Iglesia con la causa del "mundo libre" y con los países alineados con los valores liberales-democráticos.21 Por otro lado, los contactos que entablaron los representantes locales de la Juventud Obrera Católica (JOC) con las cúpulas radicales en marzo de 1951, que insinuaban potenciales apoyos a la UCR al interior del mundo católico.22

De lo antedicho se desprende que la encendida prédica de la UCR tucumana buscó encuadrar al electorado católico en torno a la lucha contra el autoritarismo, principal eje identitario del radicalismo durante los años peronistas. No fue éste, sin embargo, el carril por el que transitó la ofensiva católica desde 1952 en adelante. Como ha sido señalado por la historiografía sobre el tema, el discurso que aglutinó a los sectores católicos con el amplio espectro de actores enrolados en el antiperonismo fue la creciente objeción moral al gobierno.23 En consonancia con dicha tendencia, durante los años cincuenta las referencias de los radicales tucumanos se deslizaron gradualmente hacia tópicos receptivos de la noción católica de moral, tales como la defensa de la familia, el repudio a los actos contrarios a las "buenas costumbres" y la repulsión frente al "materialismo corruptor" que alejaba a los hombres de "las dimensiones espirituales".24

La defensa de la familia como célula de la sociedad que articularon los radicales tucumanos remitió en forma directa al denso ideario católico vinculado a este principio. Al debatirse en la legislatura un proyecto de colonización de tierras destinadas a agricultores del interior provincial el bloque radical centró su argumentación en la defensa de la familia propietaria como célula de la sociedad mediante citas a la encíclica Rerum Novarum, documento que planteó una abierta defensa de la propiedad privada con fines de mantenimiento del orden social.25 Si la defensa de la familia como célula de la sociedad ubicó a la UCR tucumana en una perspectiva tributaria del discurso católico, el diagnóstico que postuló una creciente "corrupción económica y moral" en la estructura política oficialista recuperó preocupaciones similares expresadas por la Iglesia.

En Tucumán, las denuncias de corrupción fueron una constante durante el gobierno de L. Cruz (1952-1955), fraguando fuertes impugnaciones del radicalismo y de sectores del peronismo opositores a su figura. En la fundamentación a favor de un proyecto de investigación de la situación patrimonial de los legisladores, el senador radical J. Juárez expresó con claridad la filiación de esta iniciativa con la objeción moral al gobierno proferida desde los sectores católicos. De acuerdo a Juárez, durante el peronismo la sociedad había transitado un progreso económico que no tuvo un correlato en el plano espiritual, generando una "fiebre por los bienes materiales" con descuido de lo moral. Esto hizo necesario retomar los principios cristianos de "inviolabilidad de las estructuras morales", que dignificarían a los individuos.26 Las críticas respecto a la "descomposición moral" del peronismo como fruto de la corrupción de los planteles gobernantes no se restringieron a los funcionarios de alto rango sino que también englobaron a las escalas menores de la administración. En octubre de 1953, el bloque de diputados de la UCR solicitó al ministro de gobierno que informara a la legislatura las causas de la "negligencia manifiesta" y la "despreocupación" del Departamento General de Policía para reprimir los "innumerables casos de atentados al pudor" y los "actos aberrantes" que se observaban en Tucumán.27 Las demandas del mundo católico provincial en torno a estos temas fueron recurrentes durante los años finales del gobierno peronista. En ese sentido interpretamos las notas dirigidas por el obispo y la Acción Católica al jefe de policía y al intendente municipal con el objeto de que garantizaran el orden moral en el pueblo tucumano.28 La incómoda situación en la que ubicaron a la policía las crecientes objeciones morales proferidas desde la oposición política y los sectores católicos llevó a aquella a organizar un ciclo de charlas sobre la "función social" de la entidad. En las mismas hizo un llamado a la colaboración de la sociedad para reprimir los "hechos amorales" que se venían observando, reconocimiento tácito de la difusión que habían cobrado las críticas.29

Implícitas en las expresiones de la dirigencia radical que detallamos desde 1951 en adelante, las apelaciones a los sectores católicos se explicitaron en coyunturas tales como la campaña electoral de 1954. En un panfleto difundido entre los comités provinciales, el Comité Nacional (CN) llamó a apoyar a la UCR para combatir la "ola bárbara de paganismo" emprendida por el gobierno, en una clara alusión a uno de los ejes de las rispideces con la Iglesia: el culto a Eva Perón.

"Católico: si Ud. ha reflexionado sobre la ola bárbara de paganismo que ha sido desatada por el régimen, si ha sufrido Ud. el dolor de ver como se agravia públicamente a Dios, prosternándose y haciendo la señal de la cruz ante falsos ídolos, en repudiables actitudes idolátricas, no debe limitarse a condenarlo. Asuma su responsabilidad a tiempo, extirpe de raíz el mal. Castigue al régimen votando por la UNIÓN CÍVICA RADICAL."30

De ese modo, lo que en los años iniciales del gobierno peronista fue una moderada referencia al ideario religioso en las intervenciones de los dirigentes radicales, desde 1950 en adelante se convirtió en una clara apelación a los sectores católicos. La misma pivoteó entre los llamados a resistir contra los gestos autoritarios que los radicales achacaron al peronismo y las impugnaciones morales a sus planteles políticos, tópico que tendió puentes con las nociones católicas relativas a este punto. Como observaremos a continuación, esta apelación sentó las bases de la toma abierta de partido en el enfrentamiento entre la Iglesia y el gobierno desatado hacia fines de 1954.

La alianza que no fue: radicales y católicos frente al conflicto entre la Iglesia y el gobierno (1954-1955)

Desde fines de 1954 el gobierno peronista y la Iglesia católica se vieron involucrados en un conflicto que alcanzó proporciones imprevisibles. El 10 de noviembre de ese año Perón dio un discurso en el que culpó a determinados curas y obispos de participar en actividades conspirativas. En su alocución el presidente localizó en Córdoba el epicentro de una "agitación católica" en contra del gobierno y acusó con nombre y apellido a los curas de esa y otras diócesis que estaban involucrados en la ofensiva antiperonista, intervención en la cual Tucumán no fue mencionada.31 En un primer momento este famoso discurso desconcertó a propios y ajenos. Sin embargo, en lo sucesivo la prensa peronista organizó una campaña anticlerical que volvió explícitas las tensiones con la Iglesia católica. Una vez que se dio rienda suelta al conflicto este adoptó una virulencia inusitada en la Capital Federal y en Córdoba, llegando a un punto de imposible retorno. A partir de entonces comenzaron a sucederse una escalada de medidas que avanzaron sobre los espacios obtenidos por la Iglesia católica en los años precedentes. Entre las más polémicas se encontraron la derogación de la ley de enseñanza religiosa en las escuelas públicas, la ley de divorcio y la propuesta de separación de la Iglesia y el Estado.

Si bien la relación entre la Iglesia y el gobierno provincial no estuvo exenta de tensiones cabe destacar que la crisis desatada entre ambos actores no siguió la misma dinámica, ni alcanzó las dimensiones que reflejaron los estudios sobre Córdoba y Capital Federal. Frente a la escalada de violencia y el enfrentamiento abierto que surgieron desde 1954 como una constante en otras zonas del país, las autoridades religiosas y políticas locales priorizaron una actitud expectante, resistiéndose a reproducir un conflicto al que aludieron como algo ajeno a la realidad tucumana. Luego del célebre discurso de Perón, el gobernador Cruz intentó despegarse de las acusaciones a la Iglesia declarando la ausencia de problemas entre su gobierno y la institución religiosa. Por el contrario, puso énfasis en destacar el campo de colaboración que ambas entidades habían trazado desde el comienzo de su mandato.32 El principal interés de las autoridades peronistas era evitar el clima de perturbación visible en otros distritos, tarea en la cual colaboró la jerarquía católica que también abogó por el mantenimiento del orden.

En sintonía con las declaraciones del gobernador, el obispo Juan Carlos Aramburu aclaró a la prensa que en Tucumán no existían "motivos de conflicto entre la Iglesia y el Estado", resaltando que su diócesis se vio exenta de las acusaciones del presidente.33 El prelado enfatizó este aspecto al destacar que el único lugar donde este problema se perfiló con claridad fue en Córdoba. A diferencia del arzobispo cordobés (Mons. Lafitte), Aramburu se mostró prudente en sus declaraciones e intentó mantener al clero y al laicado en la obediencia a la jerarquía, procurando de esta forma que la Iglesia provincial no asumiera la confrontación como una alternativa viable en el marco del conflicto con el gobierno. En efecto, el laicado católico tucumano no poseía las estructuras ni la organización necesarias para responder en forma consistente una vez que el gobierno avanzó sobre los privilegios de la Iglesia. Así lo expresó el presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica Tucumana (ACT) al reivindicar la estrategia de no confrontación que le permitió mantenerse al margen de las hostilidades visibles en otros distritos:

"No nos tocó, salvo el caso del presidente de la JAC [Juventud de Acción Católica], sufrir como nuestros hermanos de Buenos Aires y Córdoba, vejámenes, arrestos y cesantías [...] fue alentador cómo a pesar del lógico desconcierto causado por los golpes que se sucedían rápidamente unos a otros, todos se mantuvieron en sus puestos, fieles a la jerarquía, y prosiguieron desarrollando su actividad apostólica con toda la amplitud que las circunstancias permitieron. Concretamente relacionado con la Junta, cuyo presidente se mantuvo en permanente contacto con el obispo, es motivo de profunda satisfacción destacar que en ningún momento se interrumpieron las reuniones ni la actividad y que llegan al final del período la mayoría de los miembros que lo iniciaron, sin deserciones."34

La  naturaleza del liderazgo de Aramburu y su bajo perfil colaboraron en gran medida a preservar a la institución en el marco de una situación adversa, donde la Iglesia difícilmente podía verse favorecida.35 Frente a la abrumadora presencia del peronismo en el contexto provincial, el obispo diocesano privilegió una actitud prescindente y dirigió sus esfuerzos a mantener en la obediencia al laicado organizado en la Acción Católica y a los sacerdotes, a quienes pidió prudencia y unidad.

En línea con las estrategias detalladas en el apartado previo, la divisoria de aguas recreada por el enfrentamiento entre el peronismo y la Iglesia ubicó a los radicales tucumanos en defensa de los sectores católicos, lo que se tradujo en una sobreactuación de los gestos tendientes a ganar su apoyo. En ese contexto se abocaron, por un lado, a reproducir los sucesivos pronunciamientos del CN dedicados a los católicos. En noviembre de 1954, pocos días después de desatado el conflicto, el organismo ejecutivo nacional emitió una declaración de "solidaridad con los católicos perseguidos", en el que interpretaron el hostigamiento a los curas visible en algunos distritos como parte del "régimen totalitario" instaurado por Perón.36 Al mes siguiente, los radicales tucumanos se hicieron eco del manifiesto del CN en contra de la legalización de los prostíbulos, claro gesto hacia los amplios sectores provinciales descontentos con esta medida.

Conjuntamente a la reproducción de las declaraciones nacionales vinculadas a la agenda eclesiástica los radicales tucumanos desplegaron sucesivas estrategias para ganarse apoyos entre los sectores católicos provinciales. Así lo reveló el derrotero que siguieron sus cúpulas dirigentes frente a la ley de divorcio. A diferencia de la conducción nacional del partido, que expresó una posición ambivalente frente al tema, el radicalismo tucumano se manifestó abiertamente en contra de la controvertida ley aprobada por el gobierno en diciembre de 1954. Los diputados provinciales C. Gelsi y P. Tarulli presentaron un proyecto de resolución en el que se solicitó al Poder Ejecutivo Nacional que vetara la ley y apuntalaron la causa antidivorcio entre los distritos norteños con el fin de lograr apoyos para una declaración del CN en relación a este tema.37 Una situación similar se produjo frente al rechazo al proyecto de separación entre Iglesia y Estado, donde se observó un contundente pronunciamiento de las filas tucumanas, que se atribuyeron el hecho de haber sido "las primeras que se manifestaron en contra" de esta posibilidad.38 La sobreactuación de los gestos hacia el electorado católico provincial se reeditó en abril de 1955, con motivo de la suspensión de las actividades partidarias por la festividad de semana santa. Aunque se trataba de una práctica habitual en las filas radicales, durante el conflicto entre la Iglesia y el gobierno acompañaron la resolución partidaria con un manifiesto orientado hacia los sectores católicos.39 Estas estrategias ubicaron a los radicales tucumanos en una posición divergente a la de sus pares metropolitanos, mayormente receptivos de la tradición laicista de la UCR.

No obstante, las apelaciones de los radicales tucumanos no fructificaron en una articulación opositora ni en el despliegue de acciones conjuntas con la jerarquía eclesiástica, los curas párrocos o el laicado. Esto marcó un contraste con Córdoba y, en menor medida, la Capital Federal, donde grupos de radicales y católicos se unieron a la causa golpista. Mientras que en la provincia mediterránea el arzobispo y las asociaciones de laicos (Acción Católica, Ligas de Padres y Madres de Familia, Movimiento Católico de Juventudes) tuvieron un rol protagónico en las acciones conspirativas contra el gobierno, en Capital Federal hubo una participación significativa de militantes de Acción Católica en los comandos civiles, algunos de ellos organizados por curas. Estas faenas los ubicaron junto a los numerosos afiliados radicales embarcados en la lucha contra el peronismo.40

A contramano de dichos escenarios, la dirigencia radical se topó en Tucumán con una jerarquía y un laicado que revelaron un escaso entusiasmo para embarcarse en una estrategia de articulación política con la oposición. De ese modo, en 1955 pudo observarse cómo, a pesar de que compartieron algunos sustratos discursivos comunes y depositaron expectativas equivalentes en el inesperado frente de conflicto abierto por la disputa entre el peronismo y la Iglesia, radicales y católicos transitaron caminos paralelos durante los eventos que culminaron en el golpe de Estado. Esta alianza que no fue marcó el pulso del devenir político provincial, signado por el clima expectante que tiñó los últimos meses del gobierno peronista.

En este desenlace tuvo un peso relevante la identificación de la sociedad provincial con el movimiento que emergió a la escena en 1945, específicamente en la clase obrera tucumana. En ese sentido, a diferencia de la jerarquía cordobesa, su equivalente tucumana se resistió a organizar las filas en el marco del conflicto con el gobierno. Consideramos que esta opción estuvo directamente vinculada a su preocupación por el potencial alejamiento de la Iglesia de la población obrera. Era factible suponer que en las localidades del interior de la provincia, mayoritariamente peronistas, el rol golpista de la institución eclesiástica podía amplificar las aún incipientes expresiones anticlericales y de hostigamiento a los curas.41

Las notas discordantes frente al clima de especulación que caracterizó a la provincia durante el epílogo del primer peronismo fueron dadas por las movilizaciones y los "actos relámpago" organizados por la militancia estudiantil opositora -nucleada en la Federación Universitaria del Norte (FUN), de la que formaron parte miembros de la juventud radical- así como por las celebraciones católicas -que, carentes de la magnitud de Córdoba y Buenos Aires, asomaron tímidamente como un espacio donde abrevaron los sectores opositores-. El ejemplo más elocuente fue la celebración de Corpus Christi en la que, si bien no se llegaron a registrar situaciones de violencia evidentes en otros escenarios, pudo vislumbrarse un tono opositor. Así lo recordó, años más tarde, el entonces conscripto Tomás Eloy Martínez, quien señaló que "aunque la vida era sumamente apacible ciertos elementos preanunciaban que algo iba a ocurrir. Varios conscriptos fuimos de uniforme a la procesión de Corpus. Evidentemente era un acto contra el gobierno, pero nadie nos dijo nada".42

Como es sabido, paralelamente a las expresiones públicas del conflicto se desarrollaron contactos clandestinos entre la oficialidad antiperonista y los civiles que participaron en la conspiración. Aunque existieron algunos grupos que tendieron puentes con oficiales simpatizantes de la causa golpista, éstos no trascendieron de un conjunto de comandos aislados.43 A diferencia de Córdoba, epicentro de las acciones conspirativas contra el gobierno en el que los grupos civiles antiperonistas movilizaron una cantidad importante de individuos y organizaciones provenientes del mundo católico, los partidos opositores y las entidades estudiantiles,44 en Tucumán nuclearon un número escaso de miembros. La presencia de curas fue limitada,45 al igual que la de la dirigencia universitaria.46 En ese sentido, de acuerdo a los testimonios orales y a las escasas referencias que pudimos recabar en la prensa escrita podemos afirmar que los comandos civiles locales fueron hegemonizados por referentes del Partido Demócrata y por dirigentes nacionalistas católicos provenientes de familias tradicionales de la provincia, que protagonizaron lo que Caimari definió acertadamente como una reacción, dotada de un fuerte tono revanchista, contra un gobierno que desafió sus posiciones de clase.47

La participación de los radicales tampoco fue significativa al restringirse a algunos casos aislados de dirigentes sabattinistas y un grupo limitado de frondizistas.48 De manera similar a lo señalado respecto a las filas eclesiásticas, la actitud expectante del grueso de la militancia radical debe atribuirse tanto a la solidez del peronismo provincial como a la línea prescindente que mantuvo la jerarquía partidaria provincial. Ciertamente, a tono con la actitud adoptada por el CN, la junta de gobierno tucumana emitió a fines de agosto una declaración tendiente al mantenimiento de un rol prescindente y al acatamiento a las autoridades.49 En efecto, aunque las cúpulas radicales tucumanas conocieron y alentaron las iniciativas golpistas, no adoptaron un rol protagónico en las mismas.

De ese modo, la actitud expectante del grueso de la dirigencia política y eclesiástica local se plasmó en un clima sosegado, divergente al que, en grados diferentes, se observó en otros escenarios del país. El proceso que culminó en el derrocamiento de Perón se vivió en Tucumán como una disputa ajena a la dinámica política provincial y el arribo incesante de mensajes desde los focos de la sublevación se tradujo en una fuerte dosis de incertidumbre para sus clases dirigentes. Fue recién al confirmarse el desenlace favorable a la coalición antiperonista cuando el diverso espectro opositor ganó las calles.

Consideraciones finales

El acceso del peronismo al poder dio paso a una alianza inédita entre la Iglesia católica y el gobierno provincial, que reprodujo en líneas generales la política de entendimientos desarrollada a nivel nacional. La estrecha colaboración de la jerarquía eclesiástica con el oficialismo y el alto nivel de adhesión al gobierno visible entre los sectores católicos provocaron la reacción del radicalismo luego de una derrota electoral que los forzó a ensayar diferentes estrategias para conseguir apoyos electorales y fraguar alianzas con las organizaciones de la sociedad civil. Definidos globalmente por una adhesión al culto católico, los planteles radicales provinciales se mostraron reactivos a la imbricación entre el Estado y la Iglesia y apelaron de manera recurrente a los sectores católicos con el fin de revertirla. Fomentaron, por un lado, una impugnación al compromiso político oficialista de la institución eclesiástica, posición tributaria de una concepción liberal de la religión que ubicó a los radicales en las antípodas del imaginario integral del catolicismo en boga durante esos años. Por otro lado, tiñeron sus apelaciones a los sectores católicos con un llamado a resistir los gestos autoritarios del peronismo mediante una apelación a pasajes de la doctrina religiosa favorables a la lucha por la libertad. Finalmente, en consonancia con un eje identitario proveniente de la tradición católica, que ocupó un lugar central en el imaginario antiperonista desde comienzos de los años cincuenta, plantearon una fuerte objeción moral al oficialismo.

Aunque estas apelaciones naufragaron entre las innumerables manifestaciones de colaboración entre la Iglesia y el gobierno, impidiendo a los radicales lograr el doble objetivo de debilitar la sólida alianza forjada entre ambos y conseguir apoyos políticos al interior del mundo católico, lo que aquí nos interesa resaltar es la existencia de un volumen importante de referencias al ideario religioso en sus discursos. Estas nos permiten matizar una noción difundida en los trabajos previos sobre el tema, que interpretaron el acercamiento del radicalismo a la institución eclesiástica visible a partir de 1954 como un giro político que fue a contramano de sus posiciones pretéritas. En virtud del escenario provincial analizado puede afirmarse que los gestos ensayados por los radicales en el marco del conflicto reconocieron filiación en un derrotero previo cargado de guiños. Asimismo, abren un interrogante respecto a la influencia de la tradición laica en la UCR, aspecto que futuras investigaciones sobre el tema pueden contribuir a desentrañar.

Si bien las condiciones habían cambiado respecto a los años iniciales del gobierno peronista los resultados de las apelaciones de los radicales a los sectores católicos ensayadas a partir de 1954 tampoco arribaron a buen puerto. A diferencia de Córdoba y, en menor medida, Capital Federal, radicales y católicos tucumanos forjaron durante los meses previos al golpe dos itinerarios paralelos que no se plasmaron en una articulación opositora. Las estrategias de la UCR no encontraron eco ante una jerarquía y un laicado que se resistieron a reproducir un conflicto definido como ajeno a la realidad provincial. En ese sentido, aunque la relación entre la Iglesia y el gobierno provincial no estuvo exenta de tensiones, los sectores católicos evitaron recrear un clima de perturbación y priorizaron una actitud expectante por sobre la acción conspirativa. Ésta condicionó el clima político tucumano, donde no se observó la escalada de violencia visible en otros distritos. Por su parte, aunque tendieron puentes para una articulación opositora con los sectores eclesiásticos, las cúpulas radicales provinciales también adoptaron un rol prescindente ante los eventos que culminaron en el derrocamiento de Perón. Consideramos que este hecho puede abonar a explicar la escasa presencia de radicales y católicos en los comandos civiles y el sosegado devenir político provincial en los estertores del gobierno peronista.

De ese modo, en lugar de liderar una iniciativa con destino incierto y consecuencias imprevisibles para una sociedad fuertemente identificada con el peronismo, la dirigencia eclesiástica y los planteles del principal partido opositor esquivaron el rol protagónico ante el golpe. No obstante, en el conjunto de la población fue inevitable que tanto la Iglesia católica como el radicalismo quedaran asociados al derrocamiento de Perón, lo que generó importantes consecuencias en el derrotero político posterior. Signos crecientes de anticlericalismo y de alejamiento de la religión católica visibles entre la población obrera abrieron nuevos desafíos para la primera, mientras que tempranas manifestaciones de adhesión al peronismo revelaron al segundo que la búsqueda de construir una opción electoral viable para amplios sectores de la sociedad provincial era el punto central a resolver en el nuevo escenario.

San Miguel de Tucumán, 4 de febrero de 2013

Notas

1 Loris Zanatta y Roberto Di Stéfano llamaron la atención sobre el vacío historiográfico respecto a la relación entre la Iglesia y el radicalismo entre 1916 y 1930. DI STEFANO Roberto y ZANATTA, Loris Historia de la Iglesia Argentina: desde la conquista hasta fines del siglo XX, Grijalbo, Buenos Aires, 2000, p. 399.         [ Links ] Este panorama persiste respecto a las presidencias radicales desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX, cuadro que puede matizarse en lo relativo al gobierno de Raúl Alfonsín. ESQUIVEL, Juan Carlos Detrás de los muros. La Iglesia católica en tiempos de Alfonsín y Menem (1983-1999). Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2004;         [ Links ] FABRIS, Mariano Iglesia y democracia. Avatares de la jerarquía católica en la Argentina posautoritaria, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2012.         [ Links ] Sobre la influencia de los cuadros católicos a nivel de la dirigencia radical de principios del siglo XX véase VIDAL, Gardenia Radicalismo de Córdoba 1912-1930. Los grupos internos: alianzas, conflictos, ideas, actores, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 1995 y FERRARI,         [ Links ] Marcela Los políticos en la república radical: prácticas políticas y construcción de poder (1916-1930), Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.         [ Links ]

2 CAIMARI, Lila Perón y la Iglesia católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina 1943-1955, Ariel, Buenos Aires, 1995;         [ Links ] BIANCHI, Susana Catolicismo y peronismo: religión y política en la Argentina 1943-1955, IEHS, Tandil, 2001.         [ Links ] Aunque no refirieron al tema aquí abordado, cabe mencionar la existencia de investigaciones sobre la Iglesia y el peronismo en otros espacios provinciales. WALTER, Jane "Catolicismo, cultura y lealtad política: Córdoba, 1943-1955", en VIDAL, Gardenia y VAGLIENTE, Pablo (Comp.) Por la señal de la cruz. Estudios sobre Iglesia Católica y sociedad en Córdoba, Ferreyra Editor, Córdoba, 2002, pp. 265-309;         [ Links ] BLANCO, Jessica "1955, golpe de Estado en Córdoba (Argentina): las limitaciones intrínsecas de la estructura peronista local ante el fortalecimiento preventivo de la Iglesia", en Secuencia, núm. 89, México, en prensa;         [ Links ] BRUSCHI, Valeria y GALLO, Paola Iglesia, Estado y Sociedad Civil. Tandil 1945 ‐ 1955, Tesis de licenciatura, Universidad Nacional de Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2002;         [ Links ] CUCHETTI, Humberto Religión y política en Argentina y en Mendoza (1943-1955): lo religioso en el primer peronismo, Informe de investigación N° 16, Ceil-Piette, Buenos Aires, 2005.         [ Links ] Los autores agradecen a Jessica Blanco el envío del trabajo en prensa citado más arriba.

3 TCACH, César Sabattinismo y peronismo. Partidos políticos en Córdoba 1943-1955, Sudamericana, Buenos Aires, 1991, pp. 241-273).         [ Links ]

4 BABINI, Nicolás Frondizi. De la oposición al gobierno, Celtia, Buenos Aires, 1984, p. 128;         [ Links ] LUNA, Félix Perón y su tiempo. El régimen exhausto (1953-1955), Sudamericana, Buenos Aires, 1986, p. 264;         [ Links ] PERSELLO, Ana Virginia Historia del radicalismo, EDHASA, Buenos Aires, 2007, p. 157.         [ Links ]

5 "Carta pastoral colectiva del v. Episcopado argentino", Boletín Oficial de la Diócesis de Tucumán, 25/11/1945.         [ Links ]

6 Tributarios del pensamiento de Miguel D´Andrea, los autodenominados "católicos democráticos" se caracterizaron por su oposición al apoyo dispensado por la mayoría de los sectores católicos a la candidatura de Perón. BIANCHI, Susana "La conformación de la Iglesia católica como actor político-social. Los laicos en las institución eclesiástica: las organización de élite (1930-1950)", en Anuario IEHS, núm. 17, Tandil, 2002, p. 154.         [ Links ]

7 Sobre el catolicismo integral como corriente hegemónica durante la década de 1930 véase MALLIMACI, Fortunato El catolicismo integral en la Argentina (1930-1946), Biblos, Buenos Aires, 1988.         [ Links ]

8 RUBINSTEIN, Gustavo Los sindicatos azucareros en los orígenes del peronismo tucumano, Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2006.         [ Links ]

9 LICHTMAJER, Leandro Discursos, prácticas y estrategias políticas del radicalismo tucumano (1943-1956), Tesis Doctoral, Universidad Nacional de Tucumán, 2012.         [ Links ]

10 "Carta de Agustín Barrere a Atilio Bramuglia. 31 de diciembre de 1946". Archivo del Arzobispado de Tucumán, Caja correspondencia oficial con Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.

11 SANTOS LEPERA, Lucía "La Iglesia Católica y su relación con el gobierno peronista, 1943-1955", en GUTIÉRREZ, Florencia y RUBINSTEIN, Gustavo (Comps.) El primer peronismo en Tucumán. Avances y nuevas perspectivas, Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, pp. 171-216.         [ Links ]

12 "Acto de Unión Cívica Radical", La Gaceta, 3/3/1948.         [ Links ] 

13 "Proclamo sus candidatos el radicalismo",  La Gaceta, 3/12/1948.         [ Links ]

14 "Regresó la delegación al Congreso Femenino de la U.C.R en Córdoba", La Gaceta, 16/10/1949.         [ Links ]

15 En línea con la representación nacional de la UCR los radicales tucumanos rechazaron el decreto de enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas aprobado por el gobierno militar (31/12/1943) y la ley aprobada en tal sentido por el Congreso de la Nación (1947). Cabe señalar que la posición del partido sobre este tema no se planteó en contra de la enseñanza religiosa sino que repudió el carácter obligatorio allí establecido. En ese sentido, los dirigentes radicales de Tucumán defendieron una libertad de conciencia que no fuera en contra de "la ortodoxia cristiana y católica", a la que, invariablemente, plantearon su adhesión. BLOQUE PARLAMENTARIO RADICAL El debate sobre la enseñanza religiosa en la Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1947, p. 5.         [ Links ]

16 Las referencias a las encíclicas papales y a la doctrina social de la Iglesia fueron moneda corriente en las intervenciones públicas de los legisladores radicales. En su defensa del proyecto de aumento a las jubilaciones provinciales, el diputado M. Mendoza Padilla citó la encíclica Rerum Novarum yfundamentó su posición en la doctrina social de la Iglesia. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1947, p. 579.         [ Links ] Posiciones similares asumió el bloque radical frente a los debates sobre los despidos masivos de obreros azucareros visibles entre 1948 y 1949. Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1949, p. 167.         [ Links ]

17 UNIÓN CÍVICA RADICAL DE TUCUMÁN Respetamos la religión católica, Talleres gráficos Alfredo Baaclini, Tucumán, 1951, p. 1.         [ Links ]

18 Sobre las apelaciones del radicalismo al electorado católico en la campaña de 1951 véase UNIÓN CÍVICA RADICAL COMITÉ NACIONAL La Unión Cívica Radical y el catolicismo, Buenos Aires, 1951;         [ Links ] TCACH, César Sabattinismo..., cit., p. 184; GARCÍA SEBASTIANI, Marcela Los antiperonistas en la Argentina peronista. Radicales y socialistas en la política argentina entre 1943 y 1951.Buenos Aires: Prometeo, 2005, p. 248;         [ Links ] PERSELLO, Ana Virginia Historia..., cit., p. 157; BLANCO, Jessica "1955...", cit.

19 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1951, p. 750.         [ Links ]

20 CAIMARI, Lila Perón..., cit., BIANCHI, Susana Catolicismo..., cit.

21 Gelsi desafió al candidato a gobernador por el Partido Peronista (Fernando Riera) a que, en su carácter de reconocido fiel católico, siguiera las directivas del Papa en defensa de la libertad de prensa. "Mitin en plaza Independencia", La Gaceta, 10/3/1950. Sobre las repercusiones en la Argentina del mensaje papal sobre la libertad de prensa véase CAIMARI, Lila Perón..., cit., p. 270.

22 En marzo de 1951 los representantes tucumanos de la JOC se entrevistaron con las autoridades radicales para solicitarles que cesaran sus "ataques al clero". Acompañaron este pedido con el anuncio de que los "disconformes con la candidatura de la Sra. de Perón" votarían a la UCR en las elecciones presidenciales de ese año, afirmación que puede interpretarse como una búsqueda de tender puentes entre esa entidad y la UCR."Acta de la reunión del 22 de marzo de 1951", Libro de actas de la junta de gobierno de la Unión Cívica Radical de Tucumán (1945-1951), p. 190.         [ Links ]

23 De acuerdo a Caimari, desde 1952 en adelante las clases medias antiperonistas encontraron en la religión una referencia de moralidad reactualizada por la oposición a la Unión de Estudiantes Secundarios y las denuncias de corrupción contra el gobierno. Desde entonces hasta el derrocamiento de Perón, la objeción moral configuró un eje clave de la identidad antiperonista. CAIMARI, Lila Perón..., cit., p. 291. El peso de este elemento también fue resaltado en BIANCHI, Susana Catolicismo..., cit.; ACHA, Omar "El laicado católico pasa a la acción, Argentina 1952-1955", ponencia presentada en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, setiembre de 2007;         [ Links ] ADAMOVSKY, Ezequiel Historia de la clase media argentina. Apogeo y decadencia de una ilusión, 1919-2003, Planeta,Buenos Aires, 2009.         [ Links ]

24 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1953, p. 749;         [ Links ] Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1953, p. 79.         [ Links ]

25 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1951, p. 310.         [ Links ] Sobre la doctrina social de la Iglesia condensada en la encíclica véase MARTÍN, María Pía"Los católicos y la cuestión social", en Todo es Historia, núm. 401, Buenos Aires, diciembre de 2000, pp. 6-20.         [ Links ]

26 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1953, p. 535.         [ Links ]

27 "Legislativas", La Gaceta, 2/10/1953.         [ Links ]

28 "Carta de Juan Carlos Aramburu al Intendente Municipal. 8 de julio de 1952", Archivo del Arzobispado de Tucumán, Caja correspondencia oficial con Autoridades Provinciales. Al respecto ver también "Manifiesto de la Junta Diocesana de la Acción Católica Tucumana sobre la Inmoralidad y la Pornografía. 27 de agosto de 1955", Archivo de Acción Católica Tucumana, Carpeta Secretariado de Moralidad (1933-1966).

29 "Función social de la policía", La Gaceta, 27/12/1953.         [ Links ]

30 Doc. s/n, Biblioteca nacional, Archivos y colecciones particulares, Sección Arturo Frondizi, Fondo Centro de Estudios Nacionales, Caja nº 1354.

31 "Perón clausuró ayer la reunión de gobernadores", La Gaceta, 11/11/1954.         [ Links ]

32 "Promueve declaraciones un discurso de Perón", La Gaceta, 19/11/1954.         [ Links ]

33 "El obispo formuló declaraciones" La Gaceta, 24/11/1954.         [ Links ] 

34 "Memoria presentada por el Presidente de la Junta Diocesana Federico Aiquel en la Asamblea Diocesana de Acción Católica", Archivo de Acción Católica Tucumana, Carpeta Asambleas Diocesanas, 1956.

35 Aramburu tenía sólo 40 años cuando asumió como Ordinario de la diócesis en 1953, tras el fallecimiento de Agustín Barrere. A diferencia de este último, conocido como el obispo aristócrata, la personalidad de Aramburu remitió a la de un obispo más humilde en su comportamiento, joven y accesible a la población.

36 UNIÓN CÍVICA RADICAL COMITÉ NACIONAL Solidaridad con los católicos perseguidos,  Buenos Aires, 1954, p. 1.         [ Links ]

37 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de Tucumán, Imprenta de la Cárcel Penitenciaria, Tucumán, 1954, p. 418.         [ Links ] Esta estrategia fue subrayada por el dirigente metropolitano N. Babini, quién la atribuyó al peso de las tradiciones católicas en las provincias del norte y a las implicancias electorales que tendría tal pronunciamiento en esos distritos. BABINI, Nicolás  Frondizi..., cit., p. 128.

38 "Movimiento político", La Gaceta, 17/6/1955.         [ Links ]

39 Atribuyeron la decisión de la Junta a que la humanidad debía al catolicismo "los principios que han elevado la dignidad del hombre, de la familia y de la mujer". "Designó autoridades la UCR", La Gaceta, 4/4/1955.         [ Links ]

40 TCACH, César Sabattinismo..., cit.; CAIMARI, Lila Perón..., cit.; CAPELLUPO, Rafael 1955. "Revolución" en Córdoba. Crónica de una cruzada cívico-militar polémica, Emporio, Córdoba, 2005;         [ Links ] SAENZ QUESADA, María La Libertadora. De Perón a Frondizi 1955-1958, Sudamericana, Buenos Aires, 2011.         [ Links ]

41 El desenlace del conflicto, que ubicó irremediablemente a la Iglesia en el bando opuesto al del peronismo, confirmó las prevenciones del obispo. Así lo reflejó el informe elevado en 1956 por el cura párroco de Tafi Viejo, ciudad de importante presencia obrera, en el cual señaló el "preocupante" alejamiento de la religión católica y los signos crecientes de anticlericalismo visibles entre la población local. "Informe de la parroquia Tafi Viejo", Archivo del Arzobispado de Tucumán, Carpeta de Parroquia de Tafi Viejo, 1956.

42 "2 días leal, 1 rebelde", La Tarde, 26/9/1985.         [ Links ]

43 Los referentes de la oficialidad golpista en Tucumán fueron el Mayor J. E. Uriburu y el Teniente Coronel J. R. Alvarado. El epicentro de sus acciones fue el V distrito militar (Concepción), a cargo de Uriburu. Una vez iniciado el golpe, éste viajó Córdoba junto a un grupo de suboficiales para tomar parte de las operaciones en esa zona. De acuerdo al testimonio del ya mencionado Martínez, quien era por entonces un conscripto, el grueso de los suboficiales del Ejército radicados en Tucumán eran leales al gobierno peronista. "2 días leal, 1 rebelde", La Tarde, 26/9/1985.         [ Links ]

44 De acuerdo a Tcach, la participación civil de la sociedad cordobesa en el derrocamiento de Perón desbordó los límites de las Fuerzas Armadas. TCACH, César Sabattinismo..., cit., p. 270.

45 Las referencias a curas comprometidos en las acciones contra el gobierno de Perón son escasas. En los testimonios encontramos alusiones a D. Dip (parroquia de Marcos Paz), P. Wurschmidt (parroquia de San Pablo) y J. Ferreyra (parroquia de Concepción). En lo relativo al clero regular, las referencias se centraron en los curas franciscanos y los lourdistas. En ese sentido, el Convento de San Francisco (Tucumán) fue señalado como sede de algunas reuniones de los comandos civiles y lugar en el que se alojó clandestinamente el Gral. D. Videla Balaguer, perseguido por el gobierno debido a su compromiso con el intento de golpe frustrado de principios de setiembre. Por su parte, de acuerdo a quien por entonces era el rector del colegio Sagrado Corazón de Jesús (perteneciente a la orden Lourdista), los curas de ese establecimiento esperaron armados el desenlace de los acontecimientos y mantuvieron contactos con los comandos civiles. Entrevista oral a D. Jatip realizada por L. Lichtmajer, Tucumán, 8 de diciembre de 2008. "La caída del peronismo", La Tarde, 6/9/1985;         [ Links ] "Esos tensos días", La Tarde, 11/9/1985.         [ Links ]

46 Según un militante del ala reformista de la FUN, esta declinó tomar parte de los comandos provinciales debido al perfil conservador de los líderes: "salimos de una reunión con los miembros del comando civil desencantados, diciendo que no nos íbamos a aliar con la oligarquía porque nosotros teníamos un pensamiento popular". Entrevista oral a M. Isas realizada por L. Lichtmajer, Tucumán, 11 de febrero de 2011.

47 CAIMARI, Lila Perón..., cit., p. 280. Así se desprende de los testimonios de J. M. Avellaneda, dirigente del Partido Demócrata, y P. Soaje, líder de uno de los principales comandos civiles de la ciudad de Tucumán. "Noche violenta", La Tarde, 9/9/1985;         [ Links ] "La mirada de un joven del partido demócrata", La Tarde, 12/9/1985.         [ Links ]

48 El dirigente R. Moreno Campos lideró un comando civil en la ciudad de Tucumán. En Concepción, principal centro de irradiación de ese sector, los dirigentes tendieron puentes con el mayor Uriburu y con el sacerdote local. Entre los dirigentes frondizistas que participaron en los movimientos tendientes a derrocar a Perón identificamos casos aislados tales como los de L. Araujo y J. Ardiles Gray (este último junto a un grupo que custodió la Iglesia de La Merced, ubicada en la ciudad de Tucumán). Entrevista a J. A. Gray realizada por L. Santos Lepera y L. Lichtmajer, Buenos Aires, 25 de octubre de 2008.

49 "Movimiento político", La Gaceta, 28/8/1955.         [ Links ]

Recibido con pedido de publicación el 4 de marzo de 2013
Aceptado para su publicación el 6 de junio de 2013
Versión definitiva recibida el 24 de julio de 2013

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