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Prohistoria

versión On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.20  Rosario dic. 2013

 

RESEÑAS

BALTAR, Rosalía Letrados en tiempos de Rosas, EUDEM, Mar del Plata, 2012, 248 pp. - ISBN 978-987-1371-93-8.                                                                                             

Valentina Ayrolo

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Centro de Estudios Históricos - Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina, e-mail: vayrolo@mdp.edu.ar

La existencia de un espacio imaginado donde "distintos grupos de letrados se disputaban los ámbitos de la escritura y la palabra" dibujando, a partir de sus intervenciones polifónicas, un "campo en ciernes por cuyo dominio y control se lucha, se debate, se pelea, y en el que se establecen alianzas, pactos y concesiones y que posibilita vislumbrar la época de Rosas no solo como una gran charca de sangre sino como un cuadro en el que prima la perspectiva, el rasgo, el punto de vista, la luz, la densidad y el matiz" (p. 15) es la fascinante invitación que realiza al lector, Letrados en tiempos de Rosas.

Quiénes eran esos letrados y cómo jugaban sus atributos y sus recursos al interior de ese campo delimitando su adentro y su afuera es el cometido de este inteligente texto.

Resultado de la tesis doctoral en letras de Rosalía Baltar, este libro presenta el juego de ese campo en ciernes al que la autora evita definir, observando detenida y analíticamente a los letrados rivadavianos y a los rosistas, mostrándolos como el contrapeso y contra-palabra de los letrados románticos.

La propuesta de Baltar es novedosa y constituye un aporte importante para el campo de las letras pero también para la historia, mirador donde me paro para realizar este comentario. Este libro da entidad a un grupo de letrados que la literatura y la historiografía había desdibujado e incluso invisibilizado, en calidad de tales; se trata de aquellos que la autora define como letrados rosistas.

Baltar estudia los letrados mirando sus trayectorias, observando sus carreras, sus producciones, el itinerario que hizo de algunos de ellos letrados rivadavianos y luego los transformó en letrados rosistas. Dentro de este grupo, muchos eran europeos en condición de exilio, constatación que permite realizar algunas comparaciones sugestivas. Además de notar entre estos hombres un modo de aproximación y lectura de la realidad diferente -hija de tradiciones distintas- señala puntos de contacto, modos de decir -estrategias discursivas- y de hacer que hacían de rosistas y románticos semejantes. Y como resalta Baltar al final de su introducción, estas figuraciones de letrados "dieron forma a una cultura y a una sensibilidad" (p. 17) que, agregamos nosotros, fue construida gracias a la intervención de todos.

El libro está dividido en tres capítulos. El primero "Del hombre de las bellas artes al letrado rivadaviano" analiza el aporte que hizo este grupo de hombres a la cultura y la sensibilidad rioplatense. El principal interpelado es el arquitecto italiano Carlo Zucchi quien dejó un vasto legado epistolar que aún falta terminar de explotar. El segundo capítulo "La figura del letrado rosista a través de la producción de Pedro de Angelis" se ocupa de otro italiano llegado al Río de la Plata en tiempos de Rivadavia. La figura de este hombre es analizada a partir de su interesante y rica biografía y de su enorme producción. Finalmente el tercer y último capítulo "Historia de dos ciudades. El discurso polémico en el Plata (Pedro de Angelis/Esteban Echeverría/Luis Pérez)" es el espacio que elige Baltar para desnudar a los letrados y sus prácticas y ponerlos en diálogo entre ellos pero también con la figura de Rosas. Los argumentos del libro de Baltar se construyen y se sostienen en un vastísimo corpus documental constituido por una parte de la gran correspondencia de Carlo Zucchi y una selección elegida de la obra de de Angelis, Echeverría y Luis Pérez.

Los temas que se abordan en el primer capítulo sirven de marco a los análisis posteriores ya que permiten pensar ese "campo en ciernes", un campo de saberes, artes, ideas y política, y sus actores. En primer lugar, Baltar advierte que el tipo de letrado que va a estudiar, que encarnará a los letrados rivadavianos, no pertenece al mundo de las letras estrictamente, varios provienen de las profesiones ligadas a la técnica y las mediciones: arquitectos, astrónomos, tipógrafos, hombres que se piensan a sí mismos como pertenecientes al mundo de las Belle arti, como nos dice la autora (p. 22).

El grupo de letrados que elige analizar, todos de origen italiano -refugiados, eruditos, sujetos ambivalentes- son reconocidos gracias a la frondosa y riquísima correspondencia que dejó uno de ellos: el arquitecto Carlo Zucchi. Estas cartas descubren a Ottaviano F. Massotti, consejero del departamento topográfico de Buenos Aires en calidad de ingeniero astrónomo; Giuseppe Venzano, tipógrafo-editor que trabajaría luego con Pedro de Angelis en el Archivo Americano; Giovanni Batista Cuneo, conocido participante de las publicaciones de Lamas y Alberdi en Montevideo y Giovanni Grilenzoni Fallopia, "político y activo participante de los acontecimientos de su patria" (p. 29). Los intercambios entre estos hombres y Zucchi, pero también de Angelis, revelan "el estrecho mundo de relaciones que los eruditos establecen con los protagonistas rioplatenses del período" y además muestran la riqueza y la lógica de este "campo" que interesa estudiar a Baltar, ya que como ella misma dice "completa e invierte muchos de los prejuicios extendidos" por la historia mitrista acerca de la aridez letrada durante el rosismo (p. 30).

El análisis del epistolario de Zucchi permite a la autora abordar varias aristas de este letrado rivadaviano que comparte el espacio, el "campo", con los románticos y antecede a los letrados rosistas. En este sentido interesa destacar el distanciamiento que se observa entre los emigrados italianos, como se los llama en este capítulo, y los románticos. Una distancia marcada, se nos informa, sobre todo por cuestiones fundamentalmente estéticas a lo que agregaríamos, también políticas o de diferencias acerca de la concepción del poder. No me detendré en el análisis fino que realiza la autora sobre la mirada de estos hombres de la vida política, su lectura del pasado y del presente, del lugar de la cultura y del yo, en fin solo me gustaría añadir que para cerrar la presentación de este capítulo Baltar vuelve sobre una de las cuestiones que hacen a la definición de un campo, la descripción de los propios agentes diríamos en términos de Bourdieu, esto es cómo ellos se perciben y se autodefinen y describen lo que implica su trabajo, la remuneración por el mismo y el propio destino de la obra.

El segundo capítulo dedicado a los letrados rosistas, se interesa en especial por la figura y la obra del más emblemático entre ellos: Pedro de Angelis. La producción de de Angelis es estudiada atendiendo a su interés deliberado por "catalogar, definir y formular preceptos" (p. 79), afán que no se entiende si no se toma en cuenta la formación intelectual del italiano. La autora elije estudiar especialmente su monumental empresa historiográfica, la Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata (1835-1838) así como también su correspondencia.

Luego de acercarnos a su biografía, Baltar dedica el resto del capítulo a "mirarlo". Lo hace a través de tres subtítulos que van marcado, de alguna forma, la imagen del letrado en esa tensión entre el legado y la construcción personal. "Erudito y ladrón" son imágenes que revisa. El mismo hecho de haber sido en su tiempo y de haber legado una imagen tan polémica "disuelve" dice la autora, "la idea de vacío en el que aparentemente se encontraban los unitarios y luego la generación romántica" (p. 88). Sobre todo, este vacío no era tal, ya que la erudición de de Angelis lo incluía en la poligrafía que compartió con la generación del ´37. En el análisis de la obra de de Angelis se descubre una matriz neoclásica que explica no solo su producción, su obra, sino su relación con Rosas. Vínculo marcado por rasgos cortesanos, que descubren que la mirada de de Angelis sobre Rosas estaba marcada por su "investidura posicional" y no por la persona del tirano que veían los románticos. La riqueza de este capítulo, que incluye la forma, el manejo y el propósito en el uso de la lengua, no termina aquí. Y para sostener el interés que la lectura de este libro despierta, diré que cerrando el capítulo se analiza a los lectores, a los destinatarios, de esta colección: el gobernante, el lector-discípulo, aprendiz de historiador, y el lector neófito. Para cada uno de ellos la colección ofrece un contenido diverso, pero imprescindible que legitima la función de este letrado del rosismo y al propio Rosas.

El tercer y último capítulo está dedicado al discurso polémico entablado por de Angelis, Esteban Echeverría y Luis Pérez. Su propósito es mostrar "cómo a través de las polémicas se configura la serie de lectores-destinatarios cuya ficción de interlocución es sólo eso, una ficción puesto que las posiciones de los participantes ignoran o reniegan de la capacidad del otro de discutir, de pensar" (p. 145).

En este capítulo se construye y deconstruye al "otro": el lector. Y aquí aparecen las facciones y con ellas las imágenes utilizadas por cada letrado para recrear a ese otro. Y las imágenes son similares en su tono y su composición, el de la violencia. "Los modos en que los federales y los románticos construyen la voz del otro" nos dice Baltar, descansan en esa "necesidad de constituirse a sí mismo" (p. 150).

Si bien el "otro", federal o unitario, es importante en el análisis de este capítulo porque parece marcar "posiciones", el estudio de las biografías de Rosas escritas por Pedro de Angelis y Luis Pérez nos introduce en otra lucha importante y paralela a la establecida entre unitarios y federales por el campo en ciernes. Me refiero a la lucha por el posicionamiento de estos autores en el campo federal. Aquí, Baltar señala su creencia de que la biografía de de Angelis que representa a Rosas como un líder político se adelanta a la manera mitrista de construir los héroes. Pérez, en cambio, construye su biografía de Rosas optando por mostrar al gobernador de Buenos Aires más como un padre, un próximo, que como un estadista. Y luego se incluye a Echeverría, que ingresa a esta lucha dentro del "campo en ciernes" no solo, ni tanto para criticar a de Angelis sino, sobre todo, para desmalezarlo. Convertido en un "mazorquero de la palabra", como lo define la autora, Echeverría está para despedazar al enemigo y a su voz. El último acto del tercer capítulo se detiene en los episodios de la crítica. Allí, de Angelis y Echeverría muestran sus marcas, su facción.

Letrados en Tiempos de Rosas, desmonta un mito que ubicaba la figura del letrado exclusivamente del otro lado del Río de la Plata y de la cordillera de la exclusiva mano de los Románticos, un mito que sin duda ellos mismos comenzaron a elaborar. Desanda los caminos de la literatura argentina fundacional, escrita en las páginas de Rojas, pero también las de la historiografía de Mitre porque es capaz de ver no solo a otros actores, los letrados rosistas, sino también porque observa y estudia los matices "del campo" identificando aquellas actitudes que hacen de los románticos pero también de los otros, letrados en tiempos de Rosas.

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