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Prohistoria

versión On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.21  Rosario jun. 2014

 

RESEÑAS

CAMPAGNE, Fabián (editor) Poder y religión en el mundo moderno: la cultura como escenario del conflicto en la Europa de los siglos XV a XVIII, Biblos, Buenos Aires, 2014, 422 pp. - ISBN 978-987-691-254-9.

Daniela Sosnowski

Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina.
dany_sos@hotmail.com

El conflicto religioso es, sin dudas, uno de los problemas clave en la historia cultural de la Edad Moderna. Esta compilación, a cargo del Dr. Fabián Campagne, y en la que colaboran investigadores miembros de la cátedra de Historia Moderna (FFyL-UBA), propone abordar diferentes manifestaciones de la tensión entre el universo de las creencias religiosas y la esfera de las relaciones de dominación política en el marco de la modernidad europea.

Si bien el hilo conductor que estructura y articula los diferentes trabajos dentro de este libro es la compleja relación entre poder político y religión, al mismo tiempo se pueden trazar relaciones entre los diferentes artículos, en torno a temáticas compartidas: la persecución de la disidencia religiosa, la represión de creencias populares, la disputa por imponer una doctrina por sobre otras en el marco de estados en vías de centralización, son algunos de los ejes que se tratan en Poder y religión en el mundo moderno: la cultura como escenario del conflicto en la Europa de los siglos XV a XVIII.

El estado moderno, como maquinaria implacable de dominación, frecuentemente entra en colisión con la esfera de las tradiciones y creencias populares. Entonces, se propone sancionar y perseguir cualquier movimiento religioso que se proyecte como su adversario. En este sentido, dos artículos se centran en la compleja y tensa relación entre la religión oficial-ligada al poder político– y la religiosidad popular, a través del problema del discernimiento de espíritus. En un caso, Fabián Campagne nos sitúa en el contexto del Cisma de Occidente, momento de crisis institucional en el que se provoca una verdadera "hiperinflación profético-visionaria". Esta ebullición de profetas carismáticos será atacada por diferentes intelectuales ligados a la Iglesia y al poder político, con el objetivo de institucionalizar el carisma.

En una misma sintonía, el último artículo de la colectánea, escrito por Gustavo Enrique González, retoma la cuestión del discernimiento de espíritus, pero enfocada especialmente en el rol de los saludadores en la época tardía del siglo XVIII. El autor toma la figura de Francisco Suárez de Rivera, un médico salmantino que ofició de discretor spiritum, para analizar los cambios por los que atravesaron aquellas figuras emblemáticas de la tradición popular en la España de los novatores.

En contraste, el trabajo a cargo de Carolina Losada propone el caso de Vicente Ferrer como un ejemplo de predicador carismático, pero funcional a la monarquía aragonesa. La autora nos muestra cómo, mediante la utilización de determinados elementos de la teoría apocalíptica cristiana-entendida como un género literario en sí mismo–, Ferrer logra su objetivo de disciplinamiento social.

Hegemonía política y homogeneización social fueron dos caras de una misma moneda durante la era moderna europea. Para ilustrar claramente este problema, dos artículos se dedican a la persecución de judíos y conversos como herramienta homogeneizadora de la sociedad, en la Castilla de los siglos XV y XVI. Constanza Cavallero analiza una obra clave en este sentido: el Fortalitium fidei, de Alonso de Espina. Su pormenorizado estudio nos muestra que el peligro, para este autor, no era tanto la herejía judaizante, sino la heterodoxia en el seno de la comunidad católica. En el discurso de Espina, de corte eminentemente político, los conversos son mostrados como agentes de mestizaje e hibridación entre la cultura cristiana y la judía y, por lo tanto, un peligro para el orden social.

Claudio Rizzuto, por su parte, se sumerge en el contexto sociocultural de la Revuelta Comunera de 1520 para indagar en las críticas que este movimiento realizó hacia la Inquisición. El autor repara en los usos políticos del Santo Oficio y en las críticas que recibió por parte de las elites urbanas, desde por lo menos, treinta años antes de iniciarse el movimiento.

Otro punto de abordaje que presenta el libro-y que también se esboza en los artículos arriba mencionados– está relacionado con el rol de los intelectuales orgánicos del poder político y religioso. En la mayoría de los capítulos observamos tratados y estudios que buscan enaltecer y legitimar la hegemonía social, religiosa y cultural de los grupos dirigentes. Por ejemplo, Ismael del Olmo nos muestra cómo la obra de Hobbes, tan estudiada a lo largo de los siglos, tiene un objetivo claro: la represión de cualquier forma de religiosidad que pudiera atentar contra el poder temporal del estado.

Santiago Peña estudia el enfrentamiento entre católicos y protestantes en el seno del humanismo francés a partir de una figura enigmática y polémica: P. de Ronsard. Y Fernando di Iorio, por su parte, deja de lado la tan estudiada rivalidad católico-protestante, para centrarse en la disputa entre calvinistas y luteranos en el contexto del primer Sínodo de Dordrecht (1618-1619), primer concilio protestante a nivel internacional.

Finalmente, Agustín Méndez analiza la obra de Reginald Scot-intelectual inglés del siglo XVI– como un discurso que busca crear hegemonía cultural mediante la construcción de una otredad católica en las islas británicas. En este sentido, el anglicanismo estaría ligado a la centralización del estado inglés, con su consecuente necesidad de fijar la ortodoxia política y religiosa. Gran Bretaña constituye un claro ejemplo de la estrecha relación entre homogeneización política y religiosa en el contexto de confesionalización de los estados. Este último artículo nos introduce, a su vez, en otra temática central de la obra y del período en cuestión: la relación entre disciplinamiento social y confesionalización religiosa. En definitiva, la construcción de la hegemonía política fue, en muchos casos, llevada a cabo con la ayuda de los poderes religiosos reformados, en el marco del denominado "paradigma de la confesionalización".

Confesionalización y disciplinamiento social, dos conceptos clave en la construcción de los grandes estados centralizados modernos, están implícitos a lo largo de la obra. ¿Qué rol jugaron las diferentes Iglesias confesionales? Los diferentes artículos dan respuesta, de diversas maneras, a esta pregunta: en una época todavía alejada del ethos secularizador de nuestros tiempos, la religión y la esfera de las creencias no podían escindirse del ámbito de la dominación política.

En conclusión, Poder y religión en el mundo moderno... constituye una obra interesante y estimulante, que avanza sobre las temáticas mencionadas desde el enfoque de la historia cultural, una perspectiva todavía poco trabajada en nuestra historiografía y en la que aún queda mucho terreno por explorar. Por lo tanto, el lector se encontrará con una obra que, sin dudas, dejará sus huellas para futuros estudios sobre religión y cultura en la era moderna.

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