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Prohistoria

On-line version ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.24  Rosario Dec. 2015

 

RESEÑAS

CAROZZI, María Julia Aquí se baila el tango: una etnografía de las milongas porteñas, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, 2015, 396 pp. - ISBN 978-987-629-550-5

Julieta Ressia

Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina juliressia.91@hotmail.com

Aquí se baila el tango es un valioso trabajo etnográfico sobre las milongas porteñas desarrollado a lo largo de un poco más de una década, que surge a partir del aprendizaje de la autora como bailarina. Carozzi se anima a cuestionar ciertas versiones canónicas sobre el origen del tango que, según ella, invisibilizan muchos de los contextos en los que a lo largo del siglo xx se bailó el tango en Buenos Aires. A la vez, describe con agudeza las distintas sociabilidades tangueras desde sus inicios hasta la actualidad.

Carozzi hace hincapié en cómo surgió este género y cómo se fue desarrollando en la literatura argentina el mito que justamente ella se propone criticar. Este sostiene que el evento más importante en la historia del tango es su viaje a Europa en tanto desencadenó posteriormente su éxito local. La autora logra dialogar con esa historia del tango, pensada como un viaje ultramarino transformador que comienza en los hipersexuados márgenes porteños y se consagra, más tarde y ya transformado luego de su "exportación", en los salones de las clases altas como uno de los principales bailes nacionales. Desde las ciencias sociales se refuerza y continúa esta narrativa que tiene a París como el principal motor transformador del baile a través de su re-figuración burguesa. Carozzi enfatiza el concepto de "ruta" –que retoma de Judith Butler, quien lo concibe como una materialización de prácticas que se repiten en su desplazamiento en el espacio y logran solidificarse a través de la reiteración–. La autora recurre a esta idea para explicar la manera en que ese "derrotero" de ida y vuelta del tango a Europa se cristalizó como el relato dominante sobre el género musical. Esa "ruta", vuelve a recorrerse con el renacer de la música porteña en los años noventa, momento en el que se relaciona ese revival con las abundantes referencias del género musical en películas de Hollywood. Aquí se baila el tango es una etnografía en los barrios céntricos de la ciudad de Buenos Aires que traza otra "ruta", con la que Carozzi intenta repensar el éxito del tango en la ciudad, desde los noventa hasta la actualidad.

En diálogo con su propósito de construir una mirada alternativa del tango, Carozzi relata con detalle su presencia en las milongas céntricas de Buenos Aires entre el 2000 y 2011. Desde mediados de los noventa fue notable el aumento de lugares para aprender a bailar tango y, consecuentemente, la milonga porteña se pobló de nuevas generaciones. Para Carozzi, en la danza y en la música se presentaron tensiones entre los antiguos y los nuevos milongueros a la hora de bailar y convivir en la pista. Aquí es donde la dimensión etaria desempeña un rol central como articulador de la oposición múltiple entre estos bailarines. Así, a partir de ciertos interlocutores, la autora destaca la figura de los milongueros experimentados que se configuran como el corazón de la milonga. Llama su atención la asociación de la edad avanzada con el buen bailar que, según plantea, se establece como un dato interesante que desafía el sentido común. Según analiza, para los antiguos milongueros lo central era saber "caminar" el tango y conducirse en el sentido contrario de las agujas del reloj, sin generar roces con el resto de las parejas; mientras que la mayoría de los bailarines jóvenes que concurrían a las milongas a partir del 2000, se dedicaban a hacer figuras complejas y conectarse con la pareja desentendiéndose del resto de los bailarines de la pista. La competencia entre ambos grupos se extendía a la música por el hecho de que los antiguos bailarines consideraban que la única que se podía bailar en las milongas era la de las orquestas de las décadas de 1940 y 1950. Estos últimos contaban con ventajas con respecto a los nuevos bailarines por el simple motivo de que conocían de memoria los arreglos de las canciones. Estas tensiones que se centraban principalmente en las diferencias en el modo de desplazamiento de cada grupo, desembocaron en un proceso de segmentación de circuito de baile en uno de milongas "ortodoxas" o "tradicionales" y otro de "prácticas" y "milongas relajadas". La autora caracteriza a las primeras como estrictas observadoras de los códigos de antaño; mientras que las segundas eran permeables a nuevos modos de hacer, bailar y relacionarse. A pesar de los cambios introducidos en el mundo del tango en Buenos Aires, los antiguos milongueros continuaron con su fama de buenos bailarines, ya que contaban con varios aliados. Entre los más importantes, se destacaba la figura de las profesoras de baile quienes difundieron sus métodos y los pusieron en palabras a la hora de enseñar.

El estudio de las pedagogías es central para Carozzi, ya que destaca a las clases colectivas mixtas como un factor significativo en el proceso de crecimiento y expansión del tango. Estas se desarrollaron como producto de un progreso lento que se inicia con el retorno a la democracia. Así, la autora estudia las relaciones entre las posiciones generizadas y la manera en que se distribuye el movimiento en el mundo del tango. Describe las pedagogías de movimiento desempeñadas por las profesoras para transmitir sus saberes en las clases. Además, analiza las diferencias entre la antigua y la nueva pedagogía. En la antigua, era fundamental la observación del baile de los mayores en los clubes de barrio para poder aprender. La autora recoge a partir de relatos de milongueros la vinculación del placer del bailar mediante la improvisación coreográfica con el rol de parte del varón, es decir, la asociación entre el saber bailar y la ejecución del rol masculino. Al describir la nueva pedagogía, Carozzi observa una nueva forma de enseñar el tango a la que distingue como "Revolución pedagógica", a partir de la cual se construye un vocabulario para trasmitir lo que antes se aprendía observando. Carozzi vislumbra que estos cambios traen como consecuencia la deserotización de la pedagogía. A su vez, la autora muestra que el aprendizaje de la danza tanto como el de otras prácticas móviles, a pesar del imaginario cartesiano que domina entre los investigadores, no consiste en la incorporación de saberes no dichos o que tampoco pueden ser expresados por los investigadores y docentes. Así, su exploración la conduce a una reconceptualización del modo de pensar la danza en ciencias sociales y describe los aspectos motrices en articulación con los verbales.

"Aflojarse y dejarse llevar" se configura como la consigna generalizada al bailar el tango milonguero. Así, Carozzi aborda la distribución de la ignorancia entre géneros, la que condicionó la enseñanza de dicho baile social. El "no saber" de la mujer se configuró como la condición necesaria de la buena calidad de su baile y al varón se le atribuía una supercompetencia casi sobrenatural. Discutiendo estos puntos, Carozzi se anima a generar algunas reflexiones que cuestionan inteligentemente esas consideraciones desde su experiencia como alumna en las clases de tango milonguero. Considera que las mujeres al bailar debían decodificar la acción con la que tenían que responder ante un gesto de su pareja teniendo en cuenta varios detalles al mismo tiempo. Sin embargo, afirma que dicha pretensión de ignorancia femenina se generalizó, por lo que la autora se enfoca en realizar una descripción minuciosa de las clases de tango milonguero y de las milongas ortodoxas del centro de Buenos Aires que justamente sostenían este argumento. Una de las características que articulan este análisis y en las cuales la autora se detiene es la consideración nativa de mujeres "livianas" y "pesadas" en relación con la velocidad y la adecuación de la respuesta de la mujer ante los gestos de su pareja en el baile. En este sentido, centra su atención en la caracterización de la mujer no como buena bailarina sino como mujer liviana que se destacaba por no poner trabas a la libertad del varón para bailar a su ritmo y desplegar la coreografía que él pretendía improvisar. Según analiza Carozzi, la mujer era llevada y en los momentos en que se movía de forma independiente, no bailaba, sino que se decía que introducía "adornos". Esto era valorado por los antiguos como por muchos de los nuevos milongueros.

Carozzi analiza la liviandad como una característica muy valorada en la mujer tanto en el baile como en los vínculos que se generaban, lo que conforma su imagen como una alegoría. Esta cuestión la explica a partir de que la figura de la mujer liviana es la que posibilitaba a los varones improvisar en el baile y a la vez mantener la informalidad de las relaciones heterosexuales en las milongas. La autora realiza una exploración de las "historias" que se generaban allí y se interesa por lo que estas ocultaban. Así, aborda la construcción de estos vínculos y los códigos que estaban implícitos cuando aquello ocurría. Este secreto promovía la libre circulación sexual y les permitía a los milongueros mantener en simultáneo varias historias y elegir cada día con quiénes concretarían sus encuentros dejando de lado la imposición de obligaciones de frecuencia y continuidad. Carozzi se centra en el análisis de dichas relaciones y estudia la forma en que se definen estos vínculos teniendo en cuenta los sentimientos que conllevan. En este sentido, el desapego afectivo y la falta de compromiso promueven el libre desenvolvimiento de los participantes en un ámbito reglado por las leyes de la pura seducción.

Aquí se baila el tango es una obra que realiza un aporte teórico, lúcido y original al estudio de dicho género en Buenos Aires. Logra exitosamente discutir con las teorías generalizadas que ocultan cuestiones importantes vinculadas con el desarrollo local del tango. En este sentido, se configura como un análisis innovador al proponer un camino alternativo que visibiliza el universo amplio y heterogéneo de contextos en los que se bailó tango en Buenos Aires. De esta forma, consigue mostrar ciertos procesos locales que permitieron su expansión y su desarrollo, que estaban ocultos por el velo del mito intelectual.

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