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Prohistoria

versão On-line ISSN 1851-9504

Prohistoria vol.27  Rosario jun. 2017

 

RESEÑAS

EUJANIAN, Alejandro El pasado en el péndulo de la política. Rosas, la provincia y la nación en el debate político de Buenos Aires, 1852-1861, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Bernal, 2015, 308 pp. ISBN 978-987-558-369-6

Ignacio Zubizarreta

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Instituto de Estudios Socio-Históricos (IESH) / Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam), Argentina
ignzubizarreta@gmail.com

Si bien algunos estudios históricos comienzan a relativizar la eficacia explicativa de las periodizaciones “clásicas” de nuestro pasado, la caída del régimen de Juan Manuel de Rosas, sin dudas, representa un verdadero parteaguas; un mojón inevitable que nos indica un momento de profunda ruptura entre los eslabones que unen el paso del tiempo. Las consecuencias inmediatas de la batalla de Caseros (1852) no han sido fecundamente estudiadas, al menos desde que el campo historiográfico fue renovado y profesionalizado en la década de 1980. Y eso, en parte, porque el periodo en cuestión se enmarca en un contexto inaprensible: la secesión de Buenos Aires del resto de las provincias confederadas derivó en una evidente complejidad para lograr un análisis que lograra trascender miradas particulares sobre el fenómeno. Pero, la paleta temática desde donde se pueden seguir estudiando las trascendentales consecuencias de la caída del rosismo es evidentemente muy amplia, y en muchos casos, inédita. La obra que aquí se reseña sondea una veta rica e inexplorada de ese proceso. Alejandro Eujanian, doctor en Humanidades y Artes y docente a cargo de la cátedra Corrientes Historiográficas Latinoamericanas y Argentinas en la Universidad Nacional de Rosario, ha logrado retratar cómo la interpretación del pasado no sólo sirvió de pasatiempo u oficio de historiadores, sino –y particularmente en la inmediata coyuntura post-Caseros- de instrumento en la lucha política desatada entre los grupos dirigentes porteños. De esta forma, la problemática principal para la generación que ocupó el poder a partir de 1852 radicó en cómo procesar tanto el fenómeno del rosismo como la herencia viva y presente de ese régimen político en una sociedad enmarcada por la tensa y siempre latente conflictividad entre Buenos Aires y la Confederación urquicista. El principal punto de mira desde donde se analiza esa lucha discursiva lo constituyen los debates legislativos en el foro porteño durante la década bisagra que se desplegó entre Caseros y Pavón. El autor no busca contrastar las interpretaciones históricas que se elaboraron en ese momento con lo que efectivamente sucedió, sino más bien de qué forma esa construcción del pasado sirvió para legitimar y fortalecer posturas políticas al seno de una frágil dirigencia porteña compuesta por una alianza de ex proscriptos (unitarios mayoritariamente) y viejos integrantes del bando rosista. Los entrecruzados enfoques tomados de la historia política, la historia de la historiografía y la historia intelectual le permiten a Eujanian elaborar su principal hipótesis, la que estriba en plantear la gradual construcción de la nacionalidad argentina como un proceso en donde los antecedentes históricos localistas porteños jugaron un rol preponderante. Así, el discurso del pasado que se elaboró en la Buenos Aires de 1850, de algún modo –y con transformaciones sin duda remarcables- sirvió de basamento para la gestación y expansión de una identidad nacional difundida y legitimada al calor del triunfo de los liberales porteños en Pavón. Pero antes de la consolidación de ese momento, la exhaustiva investigación del autor nos demuestra que la gestación de esa interpretación del pasado, lejos de haber sido elaborada apaciblemente en el ámbito académico –aún muy incipiente-, fue producto de una reñida disputa dialéctico-política entre los sectores dirigentes de una Buenos Aires autonómica y en estado de beligerancia permanente.

La obra se divide en tres partes. En la primera se analiza la importancia que tuvo la revolución del 11 de septiembre de 1852 (por medio de la cual Buenos Aires se despojó de la tutela de Urquiza) para la reconstrucción de una identidad porteña en la nueva era post-rosista. Entre la execración a la figura de Rosas y la animadversión por Urquiza, las urgencias del momento amalgamaron coaliciones políticas impensadas previamente. La tradición de Mayo se consolidó como un hito localista que mientras se posicionaba por encima de los partidos, también facilitaba la posibilidad de readecuarse a un proyecto político que considerase la congregación con el resto de las provincias. La segunda parte de la obra, en cambio, se focaliza en todo lo que atañe al enjuiciamiento del régimen de Rosas. La cuestión central de esa coyuntura radicó en alcanzar el cuasi imposible equilibrio entre castigar a los responsables del mismo y mantener la armonía al interior del heterogéneo grupo gobernante, integrado, como se dijo, por múltiples y conspicuos ex partidarios del Restaurador. Mientras que el olvido no pareció una alternativa viable, la opción más “quirúrgica” y pragmática –la que finalmente terminó por primar- consistió en exculpar a la mayor parte de los sostenedores del régimen caído y enjuiciar y condenar a un reducido pero socialmente visible grupo de responsables. Entre estos últimos, destaca la propia figura de Rosas y los cabecillas de la célebre Mazorca.

La tercera parte del libro se detiene en la reconstrucción del contexto sobre el debate histórico y político en que se generó la tesis de la preexistencia de la nación; temática profusamente revisadaa partir de los trabajos pioneros de José Carlos Chiaramonte. En base a esta idea, comúnmente asociada por la historiografía a la inspiración de Bartolomé Mitre y para un periodo algo posterior, Eujanian analiza su origen y desarrollo en el entramado político de la década de 1850. Plasmada de manera madura en Historia de Belgrano y de la independencia argentina (publicada entre 1876 y 1877), no obstante el mito de la preexistencia de la nación se inscribe y opera previamente entre necesidades legislativas y álgidos debates políticos. Durante las sesiones por el acuerdo de San Nicolás (1852) ya se utilizaban los recursos del conocimiento del pasado para esgrimir ideas y sostener posiciones. Verbigracia, la disyuntiva sobre si los diputados provinciales debían actuar como representantes celosos de sus jurisdicciones o en calidad de ciudadanos argentinos (controversia recurrente y nunca del todo resuelta en las anteriores asambleas constituyentes desde 1810 en adelante) planteaba un claro interrogante: ¿habían nacido primero las provincias o la nación? A mitad de camino entre una explicación pactista (la nación como resultado de un acuerdo entre individuos-ciudadanos) y romántica (la nación como fruto de una historia común, un territorio medianamente delimitado y una experiencia compartida), Mitre iría madurando sus interpretaciones historiográficas. Mientras que la flexibilidad del pactismo predominó en la década de 1850 pues abría las puertas a una tentativa negociación con la Confederación para reintegrar a Buenos Aires, años más tarde y en las ediciones posteriores de la biografía belgraniana, el contexto de escritura y recepción habían mutado notablemente y el giro romántico se hizo más evidente; el sentimiento de nacionalidad se podía asociar ya a una tierra y a una sociedad algo más definida y unificada.

En conclusión, si la memoria, la historia, el estado y la política se vinculan de forma íntima, el libro El pasado en el péndulo de la política analiza con gran solvencia esas relaciones durante la década de 1850 en el efímero estado de Buenos Aires. El análisis sobre los debates de la Legislatura porteña demuestra la capacidad del argumento histórico para influir en el presente y modificar el futuro. Los recursos del recuerdo, del olvido, de la justicia y del castigo, formaron parte de las estrategias para armonizar los contrastantes intereses de una sociedad que, dividida por la política, debía convivir ante adversidades comunes. La transacción y la necesidad del acuerdo generaron un pasado incompleto y maniqueo, pero los usos políticos de ese pasado se mostraron exitosos. Mientras que Rosas y la Mazorca terminarían siendo criminalizados y juzgados, las elites –y amplias capas de la sociedad- fueron exoneradas para garantizar la gobernabilidad necesaria en un escenario harto complejo. La conflictiva relación con el pasado reciente y la creación de la concepción de una nación preexistente originaron y promovieron valores y causas que, inicialmente de raigambre local, serían luego proyectadas y reformuladas al resto del país gracias al triunfo de Pavón.

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