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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata  no.11 Ciudad Autónoma de Buenos Aires abr. 2006

 

RESEÑAS

La argentina política. Una nación puesta a prueba. Carlos Floria y César A. García Belsunce, El Ateneo, Buenos Aires, 2005, 351 páginas.

Carlos Floria y César García Belsunce acaban de publicar un nuevo intento de síntesis de la historia argentina. No es este libro una mera reedición de su trabajo anterior (Historia política de la Argentina contemporánea), ya que se introducen correcciones y se incorporan nuevas discusiones, pero también porque el período abordado es distinto: el análisis se extienda ahora hasta 2004. El texto, ordenado en diez secciones cronológicamente organizadas, hace del devenir de "la política" argentina su materia principal. Comienza con una discusión de los albores de la nación y concluye en la actual presidencia de Néstor Kirchner. Se detiene en detalle en el examen del peronismo, y en particular en el conflicto maniqueo que siguió a su proscripción. Revisa los denominados años del "juego imposible", la escalada posterior de la violencia y aborda la experiencia democrática. Las páginas finales, las que con más fluidez se leen, constituyen un mesurado análisis de los desafíos que enfrenta la Argentina en el contexto de la globalización. Un postfacio incluye una reflexión de la tragedia de Cromagnon a través de la figura del escándalo. La inclusión no responde a un modismo sino que se relaciona con algunas de las preocupaciones centrales de los autores. Para Floria -quien firma esta sección- la forma de procesar el escándalo no es sólo un desafío a la clase política sino también "un indicador del nivel de calidad republicana y democrática" de un régimen político (323).
La reconstrucción de la historia argentina propuesta en el trabajo de García Belsunce y Floria se basa en el supuesto que es en la política donde se encuentran las claves para descifrar los acontecimientos que fueron convirtiendo al país de "una gran potencia" en "una sociedad con hambre" (12). En el texto, la política aparece imponiendo tiempos y humores a otras dimensiones de la realidad como la vida económica, cultural y social, que intencionalmente ocupan un lugar subordinado en el relato provisto. En sintonía con esta visión, las relaciones cívico-militares son una clave de lectura que sobresale. Es notorio además el deliberado y cuidado esfuerzo de los autores de vincular la situación local con el contexto internacional, aquello que denominan como "el vínculo necesario entre la dimensión internacional y la interior". Se traen además a colación procesos exteriores para dar luz a la situación argentina. Se citan análisis y opiniones provenientes de diversas perspectivas disciplinarias, aunque priman las miradas originadas por la ciencia política. En la reconstrucción, los sucesivos integrantes de la clase política y el partido militar son juzgados por su cinismo, faccionalismo, falta de grandeza y flexibilidad. La sociedad tampoco aparece como un actor pasivo exento de culpas, aunque el texto nos deja sospechar que hay culpables más culpables que otros. Por ejemplo, la voz de la Iglesia y de los sectores eclesiásticos -recurrentemente recogida en el texto- aparece en una reconstrucción de marcado signo positivo: de este sector surgen generalmente las advertencias mesuradas en medio del caos. La conclusión de los autores es que el país ha vivido desde hace más de medio siglo una degradación constante de sus instituciones, lo que ha hecho de la Argentina una "república incompleta" (322). El texto llama a "revertir la decadencia" a través de la "invención de una cultura política a partir de una mejor educación ciudadana" (315).
La Argentina política está escrito con una pluma estilizada, erudita, que tiene como modelo la tradición ensayística, sobre todo su vertiente francesa. Esto mismo es virtud y defecto: el estilo de ensayo a la vez que permite a los autores la licencia para presentar lúcidas conjeturas, aun cuando se puede disentir con ellas, vuelve en partes la lectura difícil. Párrafos penetrantes que estimulan la reflexión se suman a otros intrincados y crípticos. El texto está habitado por un interesante esfuerzo denominativo -procesos, momentos, e instituciones adquieren nombre propio- sin embargo el esfuerzo se opaca a veces cuando no se encuentran explicaciones más claras de aquello que se nombra. Algunos errores lamentablemente omitidos por el editor quitan fluidez al esfuerzo narrativo.
Es claro que el texto privilegia ciertas cuestiones y pasa por alto algunos debates historiográficos importantes de los últimos años, escoge ciertas lecturas y voces e ignora otras. Sin embargo, la "violencia de la síntesis" es inherente a una empresa como la que se proponen Floria y García Belsunce. Reclamarles aquello que no está en su libro es casi improcedente dada la naturaleza del mismo. ¿Cómo situarse entonces ante un trabajo que se propone condensar en 350 páginas la historia de la Argentina política? ¿Cómo evaluarlo? ¿Juzgarlo por la perspectiva ideológica y metodológica de quienes escriben? ¿Por su capacidad de decir cosas nuevas o por su habilidad de condensar los debates historiográficos más salientes de la disciplina y proveer a la vez un relato histórico articulado? Sin ánimo de desestimar la ardua labor de los autores, un libro como La Argentina política -exento casi en su totalidad de fuentes primarias- es mejor asirlo de acuerdo al último de dichos objetivos: el de construir un relato histórico articulado; incluso cuando los autores proveen análisis ciertamente originales. El mencionado propósito resulta sumamente oportuno en momentos en que la sociedad asiste atónita a una querella que sitúa de un lado a los historiadores profesionales y del otro a una serie de autores (entre los que despunta la figura de Felipe Pigna) que se han abocado a la tarea de la divulgación de la historia. Acusaciones mutuas alimentan una discusión en la que no abunda la reflexión desinteresada. Beatriz Sarlo lo resumió con admirable precisión al señalar la "oposición entre historias de circulación masiva e historias profesionales" como "inevitable", ya que "la historia masiva obtiene una repercusión pública que la disciplina histórica buscó y conoció en algunos momentos, pero a la vez aspira a una respetabilidad intelectual que la academia no va a concederle". A esto se suma el hecho que "la historia profesional percibe que sus esfuerzos de investigación son utilizados por las historias de circulación masiva sin reconocimiento". Lo que ha percibido la historia de circulación masiva -o mejor dicho, el mercado- es una demanda social de un gran relato. Por cuestiones de método y reglas de legitimación internas al campo, la historia académica ha dejado de lado los grandes relatos. ¿Está el texto de Floria y García Belsunce, dos autores pertenecientes al "mundo académico", llamado a cumplir ese doble rol que se revela tan urgente de divulgación pero de respeto por un método? Este objetivo, si estaba en el ánimo de los autores -y sospechamos que lo estaba por algunas acotaciones del prefacio, como aquella que justifica el texto en la necesidad de contribuir a esclarecer "el problema de identidad que vive hoy" (12) el país- es logrado a medias. Y eso es así porque el libro interpela a un "lector imaginado" con el cual se comparte la complicidad de conocimientos precedentes, de ideas visitadas y de un aparato conceptual común, específicamente el de la ciencia política. El texto se adapta mejor a la cátedra universitaria que a un público con intereses profanos. Por otro lado, se "lee mejor" como un ensayo de reflexión sobre la Argentina política que como un trabajo que informa sobre la historia nacional.

Flavia Fiorucci