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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata  no.12 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Aug. 2007

 

RESEÑAS

Ensayos sobre el fascismo. Norberto Bobbio, Prometeo, Buenos Aires, 2006, 176 páginas.

Hernán Flom

Esta obra reúne ocho ensayos escritos entre 1964 y 1975 por el filósofo italiano fallecido en 2004. El autor se limita a abordar exclusivamente la expresión fascista de su propio país, es decir, el movimiento que instaló y mantuvo a Mussolini en el poder durante más de dos décadas hasta su caída en 1944. Por lo tanto, no extiende el análisis a movimientos de semejantes características que surgieron en Europa en forma posterior a la Primera Guerra Mundial y ciertamente no propone incluirlo dentro del conjunto de regímenes totalitarios que generalmente suele cerrarse con la Alemania nacional-socialista y la Unión Soviética estalinista. Esta selección, realizada por Luis Rossi (a cargo además de la traducción e introducción), permite vislumbrar dos grandes cuestiones a las que Bobbio pretende dar respuesta: en primer lugar, cuál es la naturaleza o esencia del fascismo su ideología, su doctrina, su ubicación dentro de la historia italiana ; y en segundo lugar, si existió o no una cultura propia del fascismo. El primer debate se inserta en, y reaviva, un complejo debate historiográfico respecto de la "excepcionalidad" del fascismo: ¿es, como sostuvo Croce (y convalida Bobbio), un paréntesis, una experiencia nefasta que no puede ser remontada a las falencias de la expresión particularmente italiana†del liberalismo que lo antecedió, consagrada en el estatuto albertiano, o es más bien una consecuencia de largo plazo de tales acontecimientos? Otro abanico de debates que propone, en términos del balance entre continuidad y cambio presente en cualquier estudio institucional, es ¿cuáles son las facetas de la vida italiana que cambiaron con el fascismo, y cuáles aquellas que se mantuvieron inafectadas?
Como suele suceder cuando se reúnen textos de un mismo autor sobre un tema específico escritos en un período considerable, hay frases recurrentes que atraviesan más de un capítulo y, como es de esperar de un pensador coherente, sus argumentos por lo general están conectados, lo cual induce su reiteración. De todos modos, eso no hace que la lectura de todos ellos no sea relevante: además de ser amena, brinda el análisis de una experiencia anti­democrática relatada, con su característica lucidez, por un intelectual que ha vivido y participado activamente de ella aunque, por supuesto, no en su defensa .
El primer ensayo, "El régimen fascista", revela algunos de los antecedentes literarios y académicos que prepararon el terreno para la arremetida política del fascismo, aunque ciertamente no fueron condición suficiente para el surgimiento del mismo. Tal ascendencia se percibe en discursos e ideologías como el nacionalismo o el futurismo, ambos manifestantes de un rasgo determinante del fascismo: el irracionalismo. La segunda parte del ensayo destaca a Gentile como el mayor contribuyente doctrinario del fascismo tornado régimen aunque con las debilidades filosóficas que Bobbio posteriormente remarca , y a Alfredo Rocco, como el jurista encargado de varias de las reformas concretas que siguieron a la llegada del fascismo al poder. Claramente, señala Bobbio, el fascismo marcó la transición del
régimen liberal, parlamentario y democrático (aunque con sufragio limitado) creado por el estatuto albertiano en el siglo XIX a uno anti-liberal, anti-parlamentario y anti-democrático, que instaura el corporativismo como mecanismo de resolución de conflictos sociales, y en el que sólo permanecen, como larvas sin trascendencia alguna , dos instituciones originales: el rey y el Senado.
El segundo ensayo, "La ideología del fascismo", distingue entre la ideología negativa y positiva de este movimiento, descartando la opción de considerarlo antiideológico. Respecto a lo primero, Bobbio destaca al fascismo como una ideología primordialmente anti-democrática, pues esta negación se manifiesta de modo directo, mientras que la oposición al socialismo es indirecta y deriva de la posibilidad de que esta corriente política llegue al poder por vía electoral. Según el autor, el fascismo articuló un ataque a la democracia en cinco planos diferentes: filosófico, ético, científico, sociológico y político. Todos estos embates tienen como vector común el anti-igualitarismo, sea por medio de un ordenamiento cualitativo y no cuantitativo de la sociedad, o calificando a la democracia como la moral de los esclavos; asimismo, la internacionalización de este orden jerárquico es justificativo del imperialismo. Por otra parte, también recrimina a la democracia ser forjadora de un espíritu materialista dando margen a las posteriores agresiones contra los judíos , racional y pacifista (por ende, débil y flácida), en contraposición a un fascismo vital, potente y espiritual. Ya en este apartado se perciben las diferentes versiones del fascismo, que Bobbio denomi
na "moderado" y "radical", y que se vinculan no sólo con un período temporal determinado el primero al primer decenio (1925-1935) y el segundo a la década final (1935-1945), sino también con las posiciones a partir de las cuales se articula la ideología positiva del régimen: la primera, promovida por "los conservadores asustados" (65), que ve al fascismo como la forma de restaurar el orden; la segunda, un fascismo imperial y revolucionario, que primero comparte un enemigo con el bolchevismo para luego enfrentarlo en la batalla final; finalmente, existe una versión intermedia, del fascismo como tercera vía síntesis del liberalismo y el socialismo , expresado en el Estado Corporativo y al servicio de un interés superior: la Nación.
El tercer ensayo, "Fascismo y antifascismo", demuestra cómo las diferentes caras del fascismo se reproducen en sus detractores y, por consiguiente, en el lugar que se le asigna dentro de la historia política italiana. La crítica desde la derecha percibe al fascismo como un movimiento extraño a la historia de Italia, justificando por qué varios de sus miembros lo apoyaron en su momento al describirlo como una enfermedad "pasajera y benéfica", pero oponiéndose a su ataque contra las libertades individuales. Por el contrario, la izquierda lo considera un epifenómeno de la lucha de clases y una reacción de la burguesía frente al creciente peligro socialista, de modo que no lo percibe meramente como una dictadura sino como una dictadura de clase. Entre los críticos que buscaron una síntesis de ambos enfoques liberal y socialista†se ubicó el grupo al que perteneció el propio
Bobbio: el Partido de Acción. Sin embargo, ante el imperativo implícito que pesa sobre él de dar un juicio sobre el fascismo en su conjunto, el autor se abstiene, reconociendo no sólo que no es la función del historiador formular juicios sino que además no le corresponde por haber sido parte, y como tal uno de los responsables, del proceso que describe.
En el cuarto ensayo, "La caída del fascismo", el autor intenta mostrar que ésta no se debió sólo a una conjura palaciega ideada por el Consejo y el monarca sino que hubo una genuina participación, o al menos aceptación, popular en la destitución de Mussolini y el final del régimen. Bobbio, que no esconde su compromiso político y emotivo con el antifascismo, compara la caída del dictador italiano con la de Hitler, atribuyéndole a ésta última la semblanza de una tragedia wagneriana y a la primera un final propio de una burda comedia grotesca (un derrocamiento que hubiera sido impensable para el caso alemán). Se debe destacar además el análisis respecto de la capacidad que tiene un régimen dictatorial de generar consenso. Según el autor, "se puede hablar de consenso sólo cuando el consenso es la consecuencia de una libre elección entre consenso y disenso" (93) lo cual no existía en este caso , afirmación que sin duda puede suscitar complejas discusiones.
A partir del quinto ensayo, "Giovanni Gentile", comienza la discusión sobre la cultura o inexistencia de la misma†del fascismo. Si bien no critica a Gentile desde una posición moral, el autor no se abstiene en decir que considera la suya simplemente una mala filosofía. Las razones que aduce se basan en la falta de interés de Gentile por los
filósofos políticos clásicos, su carencia de originalidad, y la poca solidez lógica de sus argumentos. Indudablemente, Gentile representa la primera línea de apoyo del fascismo, su expresión moderada, que incluso creyó que el fascismo era la máxima expresión del liberalismo. Sin embargo, su experiencia no sólo muestra los escasos fundamentos que poseen quienes reclaman que existió una cultura propia del fascismo (pues las mejores obras de Gentile fueron escritas antes de su ascenso al poder), sino que son un ejemplo de las consecuencias deplorables al menos en un sentido intelectual que tiene para la calidad de la obra de un académico una participación demasiado activa en la política y el poder. Los dos ensayos siguientes, "Cultura y fascismo" y "Existió una cultura fascista", brindan diferentes argumentos para sustentar su respuesta negativa a la pregunta que constituye este último título. La marcada convergencia de estos ensayos hace más apropiada su referencia conjunta. Bobbio entiende la "cultura fascista" tanto porque hubiese sido producida por fascistas como por tener contenido específicamente fascista; además, se restringe a ciertas (y no todas) las expresiones de la denominada "alta cultura", principalmente, a la producción académica en libros y revistas. Aduce que, culturalmente, existió una continuidad entre lo que precedió y lo que sucedió al fascismo, sobre todo por la persistencia de cierta tradición liberal previa, tanto a favor como en contra del régimen. A la vez, señala que la inutilidad del fascismo en generar una cultura propia se manifiesta en la facilidad con que se acuñaron nuevas corrientes de pensamiento desde otros países de Europa en sus últimos años; particularmente, el neopositivismo y el existencialismo. Su veredicto se apoya, además, en el pobre nivel de producción de los intelectuales que se sumaron al fascismo y, como sugiere en el último ensayo ("Filosofía italiana durante el fascismo"), en cierta impermeabilidad de varios círculos académicos al control estatal. En referencia a la revista La Critica, por ejemplo, señala que "continuó imperturbable durante todo el fascismo, como si el fascismo no existiera" (169). Finalmente, pese a que se intentó convertir a Gentile en el filósofo oficial del régimen, Bobbio aclara que nunca se puede lograr una completa identificación entre ideología y filosofía (afirmación a la que no escapa el idealismo gentilliano), lo cual no deja de revelar la frecuente manipulación que se efectúa desde la última en pro del sustento de la primera.
De estos últimos tres ensayos puede inferirse cierta desidia por parte de Bobbio respecto del régimen, como si más allá de todo lo detestable del mismo†hubiese sido una experiencia intrascendente en la historia italiana; peligroso punto de vista si es que se aspira a que dichos sucesos no se reiteren. De todos modos, esto se restringe principalmente a la incapacidad del fascismo de generar una cultura propia, en el sentido de una obra que perdurara más allá de su existencia como régimen político, lo que no implica en absoluto que Bobbio quiera restarle seriedad a un fenómeno que tuvo consecuencias nefastas, demasiado conocidas, con las que él mismo estuvo familiarizado. Esta proximidad, sin embargo, no le ha impedido desmenuzarlo con extenso rigor histórico-analítico y concretar una obra reflexiva y valiosa.

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