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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata  no.13 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2008

 

ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN

Internas abiertas simultáneas y obligatorias. La derogación de la ley 25.611 y el emblemático caso de Uruguay

por Adriana Gallo*

* Licenciada en Ciencia Política (UBA). Doctora en Ciencia Política (UB). Investigadora del CONICET/UNSAM. E-mail: doctoraag75@hotmail.com.

 


Resumen

En el presente trabajo se discute la conveniencia de regular de modo oficial los métodos que los partidos utilizan para la selección de las candidaturas presidenciales, particularmente a través de elecciones internas o primarias abiertas. Con ese propósito, se indaga acerca de los pretextos utilizados en 2002 con motivo de la sanción de la Ley 25.611 (inicialmente suspendida y posteriormente derogada), iniciativa inspirada en el modelo de Uruguay, donde se aplica una normativa que obliga a todos los partidos registrados oficialmente a celebrar internas abiertas simultáneas, reguladas por el organismo electoral del país. Consiguientemente, se examinan los casos de primarias abiertas presidenciales en los principales partidos uruguayos en 1999 y en 2004, y se comparan los resultados con el objeto de constatar la evolución de la implementación consecutiva de esta normativa y de sus efectos sobre el funcionamiento democrático.

Palabras clave: Internas abiertas; Selección de candidatos; Presidencialismo; Uruguay; América Latina

Abstract

The article discusses the convenience of an official regulation of the methods that parties use for presidential candidates selection, particularly through open primary elections. On this issue, it has been suggested that the existence of a regularly followed regulation may cause the beginning of a highly beneficial circular process for the reconstruction of party representativeness. With that aim, it inquires about the pretexts used in 2002 on the occasion of the enactment of Law 25,611 (first suspended and later countermanded), an initiative inspired by the model of Uruguay, where it has been applied a law that forces all officially registered parties to hold simultaneous open primary elections, regulated by the electoral organism of the country. The article examines the cases of open primary presidential elections in the main Uruguayan parties in 1999 and 2004, and compares the results with the intention of examining the evolution of the consecutive implementation of this law and its effects on democracy.

Key words: Open primary elections; Candidate selection; Presidentialism; Uruguay; Latin America


 

El presente trabajo surge a raíz de ciertos planteos suscitados a partir de la derogación de la Ley de Internas Abiertas Simultáneas y Obligatorias (Ley 25.611), muchos de los cuales coinciden con algunos cuestionamientos realizados a Gallo (2007b), donde se efectuó un estudio comparado de todos los casos pioneros en la utilización de elecciones internas abiertas presidenciales -ya fuera por medio de una regulación oficial o por decisión autónoma de las fuerzas involucradas- en partidos políticos o formaciones frentistas relevantes y competitivas de Latinoamérica1, y donde se concluyó que, a despecho de sus objetivos originarios, este método selectivo provoca consecuencias negativas respecto a las posibilidades de reconstruir la representatividad partidaria. Aquí serán abordadas las críticas hacia nuestras conclusiones de entonces. Estas críticas justifican la implementación de elecciones internas abiertas mientras se establezca la realización simultánea en todos los partidos por medio de una norma electoral oficial que torne compulsivo el sometimiento a este mecanismo de nominación de candidatos a todas las fuerzas políticas existentes. Esto se fundamenta aduciendo que la realización de las elecciones internas de todos los partidos el mismo día, con un único voto por persona, con los mismos padrones, urnas y autoridades de mesa de los comicios generales, sin distingos de ninguna naturaleza entre afiliados y no afiliados, podría contribuir a mitigar algunos de los efectos negativos registrados con el empleo de este procedimiento, que expondremos a continuación.
En nuestro país, la propuesta de modificar los métodos de selección de candidaturas fue alumbrada al calor de la crisis de 2001, y tuvo su cristalización
legal con la sanción de la Ley 25.611, aprobada en junio de 2002, suspendida en 2003 por una resolución judicial y, finalmente, derogada en diciembre de 2006 por el Senado, sobre tablas y sin debate, con el apoyo casi unánime de las fuerzas políticas con representación parlamentaria (Clarín 07/12/2006). Esta iniciativa había tenido inspiración en el modelo uruguayo, el único de los casos empíricos latinoamericanos estudiados en que la celebración de primarias abiertas se estableció normativamente y que, por ello, volvió a aplicarse luego de haberse concluido aquella investigación.
Así, este trabajo se organizará del siguiente modo: en primer lugar, se presentarán genéricamente las conclusiones del análisis originario; en segunda instancia, se exhibirán las críticas surgidas a partir del mismo; posteriormente, se desarrollará el caso de aplicación de internas abiertas presidenciales en Uruguay con un poco más de profundidad; luego se examinará la utilización de este mecanismo por segunda vez en ese país, empleando las mismas pautas de análisis que las implementadas con anterioridad; consiguientemente, se compararán los resultados; y por último, se mostrarán las conclusiones generales.

I. Objetivos de la incorporación de internas abiertas

En el comienzo de Gallo (2007b) se exponen los objetivos buscados por los patrocinadores de las internas abiertas, a partir de la incorporación de esta práctica, a saber:

  • Participación de la ciudadanía independiente en la vida interna de los partidos políticos. Se sostiene que este mecanismo otorga un mayor empowerment a los electores independientes, al brindarles mayor posibilidad de expresar la voluntad política y permitirles influir en el proceso político y en sus resultados. Se argumenta que, en la medida en que los ciudadanos perciben que las oportunidades de participación son reales (Billie 2001, Blanco Valdés 2001), esto promueve un proceso de afiliación y un reclutamiento más abierto.
  • Representación de sectores en términos ideológicos y partidarios. Se sostiene que como esta técnica contribuye a atraer nuevos miembros a la agrupación, coadyuva a que el partido se movilice en pos de nuevos intereses sociales hasta el momento no representados (Ware 1996).
  • Agregación de intereses y opiniones políticas de tal manera que de ellas resulten decisiones políticas y que la comunidad adquiera capacidad de acción política. Las internas (como en general todas las elecciones) se comprenden como un acto de formación de la voluntad política. Se aduce que es necesario replantearse la función mediadora de los partidos, desde las legítimas demandas de la sociedad, asegurando una mayor eficiencia en la relación dialéctica entre sociedad y partido (Haro 2003).
  • Transparencia de las vías de acceso a cargos de representación popular. Se arguye que las internas legitiman la mediación representativa de los partidos políticos, dándole la transparencia y credibilidad indispensables en un auténtico régimen democrático (Haro 2003). En efecto, la implantación de este sistema exige otra configuración de la coalición dominante, establece nuevos peajes democráticos y desapodera a las cúpulas de ciertas funciones (Blanco Valdés 1996).
  • Legitimidad de la candidatura partidaria, que es la facultad que permite que los representados acepten el mando y crean en la validez del poder del representante. En este caso, siguiendo los argumentos anteriores, como el recurso a la participación amplia del cuerpo representado sustituye la aplicación de mecanismos selectivos poco transparentes, las internas abiertas se convierten en la fuente correcta o adecuada de la que emana la legitimidad de los candidatos electos. Este razonamiento concluye con la idea de que todo esto favorece la recuperación de una dirigencia institucional, transparente, responsable, comprometida y eficiente en la promoción del bienestar general preambular (Haro 2003).

Luego de un profundo análisis comparativo entre la aplicación de internas abiertas en Argentina, Colombia, Chile, México y Uruguay, concluimos que con la implementación de esta metodología de escogencia no se cumple con ninguna de las finalidades anheladas.

a) No se consigue la meta de propiciar la participación amplia de los electores neutrales, ni una preeminencia de esta categoría de ciudadanos por sobre los adherentes y afiliados en los comicios internos. Establecimos que, a nuestro criterio, esa meta no sólo no era, de por sí, beneficiosa, sino que además era muy difícil de alcanzar, básicamente porque los votantes que se ufanan de ser independientes, al carecer de identificación partidaria, son los menos proclives a movilizarse en una elección optativa (Gallo 2006). A partir del análisis, obtuvimos que, en el mejor de los casos, se logra una asistencia mayoritaria de los miembros partidarios organizados-como en la Alianza, en Argentina, el Partido Liberal Colombiano (PCL), el Partido Blanco y el Frente Amplio en Uruguay- o a lo sumo de los simpatizantes -como en la Concertación chilena y el PRI (Partido Revolucionario Institucional) mexicano-. La supremacía de estos votantes origina resultados discrepantes de los pretendidos por los promotores de este mecanismo, ya que los candidatos son elegidos por grupos minoritarios, más activos e ideologizados que la media poblacional, que no son representativos del universo de electores incorporados con esta práctica (Gallo 2006). Pero, en el peor de los casos -y esto tiene lugar particularmente cuan­do los contendientes están parejos en intención de voto-, quienes participan mayoritariamente en una interna abierta y determinan el resultado de la misma -como en el Partido Colorado y en el Frepaso en 19952- son los miembros de los partidos antagónicos mediante lo que se denomina crossing over, que resulta cuando un elector sufraga en las internas de un partido ajeno a sus preferencias, optando por un candidato débil y/o impopular, con menores aptitudes de elegibilidad, con el objeto de adulterar el resultado de los comicios generales.

b) Por las razones antes expuestas, lo que se ha obtenido en muchas de las internas abiertas es el triunfo del candidato más extremo y menos exponencial de las expectativas ciudadanas3. Los postulantes que surgen de las internas no siempre son los más atractivos para las personas que no se molestaron en ir a votar (CIFRA/González, Raga y Asociados, 27/02/2004), cuyas preferencias suelen discrepar con las de los activistas partidarios (Paramio 1998a). Así, se conforma una oferta post-interna ideológicamente polarizada, que priva de candidatos representativos al electorado moderado e independiente (Gallo 2006).

c) Como regla general, en casi todas las internas analizadas, luego de su efectuación, se produjo una reducción del número de actores y/o sectores intervinientes. Al mismo tiempo, el haber tenido que someterse previamente a una medición de fuerzas endógena provocó desavenencias y tironeos entre los sectores subpartidarios (en la Alianza argentina, duró muy poco el pacto UCR-Frepaso; en Chile, muchos democristianos abandonaron la coalición con el triunfo socialista).

d) Sostuvimos que para considerar a las internas abiertas como fuente de provisión de transparencia y democratización de las estructuras internas partidarias, estas deberían, en primer lugar, sustituir a algún mé­todo menos democrático de nominación de candidaturas4, y en segundo lugar, producir una asistencia considerable y espontánea (no inducida) de los electores no partidarios. De los partidos analizados, sólo en el PRI y el PLC se realizaba una selección minoritaria. En los tres partidos uruguayos -aunque con variantes entre ellos- la nominación se efectuaba de manera centralizada; sin embargo, al incluir la opción de postular varios candidatos simultáneamente a través de cada sublema en la instancia subsiguiente, se garantizaba que, finalmente, quien se impusiera en los comicios generales fuera el candidato partidario predilecto de la población extrapartidaria. Por lo tanto nunca existió un procedimiento centralizado para elegir el postulante a la presidencia.

e) En consonancia con el punto c) pero con corolarios opuestos, habíamos inferido que en la mayoría de los casos, especialmente en los partidos en los cuales no se impuso el líder nato, potencialmente ganador, se consagraron los candidatos menos ilustrativos de la ideología partidaria (centroderechistas en fuerzas de centro a centroizquierda -Alianza, PLC, Partido Colorado-; o izquierdista moderado en coaliciones cuyo principal socio era de centroderecha -Concertación-). Simultáneamente, otra conclusión paradójica fue que aquellos partidos que habían estado durante más tiempo en el poder, luego de que se sometieron a internas, pasaron a estar terceros (PRI, PLC, Partido Colorado) en las preferencias ciudadanas.

II. Objeciones a nuestra investigación y argumentos a favor de las internas abiertas simultáneas y obligatorias

A raíz del trabajo inicial, dentro del cual se incluye el estudio del caso uruguayo que se desarrollará a continuación, han emergido ciertas críticas hacia las conclusiones vertidas, que buscaremos refutar, o al menos debilitar en su alcance inmediato. Estos son los argumentos expuestos por los críticos.
Para la extracción de las conclusiones anteriores se parte de la composición actual del electorado (con un 30 por ciento de miembros partidistas), pero no se tiene en cuenta lo que podría suceder en los próximos 20, 30 ó 50 años, con otra distribución del cuerpo de votantes, considerando las tendencias al desalineamiento5, la volatilidad electoral6 y la pérdida de la influencia de la identificación partidaria sobre el voto, que han ido rompiendo la tradicional permanencia en los resultados electorales. A juzgar por los efectos de las intensas transformaciones de las últimas décadas, no sería de extrañar que en un futuro no muy lejano la cantidad de electores independientes sobrepasara significativamente a los miembros partidistas. Además, como en la actualidad los votantes apartidarios son individuos "sofisticados" (Meseguer Yebra 1999), críticos e informados, cuyo principal motivo para la participación es la reafirmación de su eficacia como ciudadanos para influir en el curso de la política (Paramio 1998b), es plausible que algunos de ellos se interesen también por las vicisitudes de la política intrapartidaria. De ser así, la participación de una mínima cantidad de individuos de este tipo en primarias simultáneas alcanzaría para que este grupo se constituyera en el de mayor presencia y relevancia en la resolución interna. Por ejemplo, se podría llegar a una circunstancia en la cual el 85 por ciento de la población fuera independiente y el 15 por ciento restante estuviera compuesto por dirigentes, militantes, adherentes y simpatizantes políticos, con una distribución equitativa de las tres fuerzas principales. En tal situación, si tan sólo el 10 por ciento de los independientes votara en las primarias, ya serían el grupo mayoritario en al menos una de las internas.
Aun en el caso de que no se contara con un conjunto tan numeroso de votantes independientes, de todos modos puede aducirse que, con el paso del tiempo, podría producirse una culturización del valor político "participación ciudadana en la vida interna partidaria", y a partir de entonces podría contarse con una asistencia regular de los electores neutrales. Es decir, a medida que los valores políticos se internalizan y se transforman en percepciones intersubjetivas socialmente válidas, van dando lugar a códigos de comportamiento y devienen los principales instrumentos mentales que utilizan los ciudadanos para procesar la información política. Como ejemplo podemos tomar el caso paradigmático de la conquista del sufragio universal: tuvo que producirse la universalización del acceso al sufragio para que, a la larga, los ciudadanos consideraran como un valor el hecho de ser portadores de derechos políticos. Puede ser que hoy en día se vea a las internas abiertas como parte de componendas espurias de sectores partidarios
minoritarios que buscan perpetuarse en el poder, pero con el correr del tiempo, pueden ser consideradas un valioso instrumento de participación ciudadana. Consecuentemente, el comportamiento político se vería directamente influido por la adquisición y estabilización de estas nuevas orientaciones cívicas, y podría llegarse a otorgar a la participación interna el mismo estatus que a cualquier otra clase de intervención ciudadana en la vida institucional del país. Como último recurso, en caso de no lograrse ese objetivo, se argumenta que el "derecho a participar" en el desenvolvimiento del sistema político tiene su indispensable correlato en el "deber de participar" (Haro 2002); por tanto, la obligatoriedad del voto en las primarias abiertas se convertiría en un preciado elemento institucional, capaz de originar incentivos directos a la participación de la ciudadanía común.
En suma, en términos de sus defensores, los beneficios buscados con las primarias abiertas se disponen de un modo internamente concatenado: si se logra la participación deseada por parte del conjunto de los ciudadanos, predominantemente independientes, entonces surgirán los candidatos más representativos de la opinión de los votantes potenciales del partido y/o los más atractivos para el conjunto del electorado (CIFRA/González, Raga y Asociados, 27/ 02/2004), quienes por ello gozarán de una mayor legitimidad, de carácter dual (popular y partidaria) (Rahat y Hazan 2001). Es decir, al posibilitar que surjan los mejores candidatos, los partidos políticos también se posicionan mejor, y al ostentar prácticas democráticas y transparentes, también son más aceptados por la ciudadanía.
El argumento apunta a sostener que este círculo virtuoso impulsado por las internas abiertas debe comenzar con el incremento de la participación ciudadana en ellas, y que hasta ahora no se obtuvieron los efectos buscados dadas las fallas en este punto inicial. Por eso, se sugiere que la idea de que haya una norma que se cumpla con regularidad puede propiciar el inicio de un proceso circular altamente beneficioso para la reconstrucción de la representatividad partidaria.
Con el objeto de inquirir acerca de las posibilidades de que ese propósito se cumpla, veremos cómo se sucedieron las dos aplicaciones de la ley de internas abiertas simultáneas y obligatorias para seleccionar al candidato presidencial en las principales fuerzas partidarias de nuestro vecino rioplatense, Uruguay, pero no sin antes exponer ciertos aspectos históricos, institucionales y partidarios que nos permitan conocer el contexto en el cual se desarrolló cada uno de los dos eventos seleccionados. Incluso, antes de exhibir los resultados concernientes a este caso y establecer posibles parámetros de estandarización de comportamiento político, debemos mencionar que Uruguay es el país con mayor valoración hacia los partidos y mayor disposición a la participación política de América Latina.

III. Estudio de caso: Uruguay

III. 1. Los partidos políticos uruguayos

Los dos partidos políticos tradicionales, el Partido Blanco o Nacional y el Partido Colorado, emanaron de las corrientes antagónicas emergidas en las luchas emancipatorias del siglo XIX, y se configuraron como colectividades pluriclasistas, monopolizando el espectro partidario desde entonces hasta finales del siglo XX (Lissidini 2002). A la vez, lo característico de los partidos orientales es que, pese a exhibir una fragmentación interna, lograron subsistir como unidades políticas congruentes, conformando fuertes identidades políticas (Lissidini 2002). Durante gran parte del siglo pasado, además de estos dos partidos, existió un conjunto de pequeñas fuerzas políticas, denominadas "partidos de ideas": la Unión Cívica, de origen católico, el Partido Socialista y el Partido Comunista. Estos dos últimos, junto con el Partido Demócrata Cristiano, otras fuerzas menores y agrupaciones escindidas de los partidos tradicionales, conformaron en 1971 el Frente Amplio, un partido con una posición nítidamente izquierdista que en los años venideros vulneraría la disposición bipartidista predominante en este país.

El Partido Blanco o Nacional

Este partido está constituido por diversas corrientes que se estructuran de un modo dual en torno al sector herrerista y al no herrerista. El herrerismo (nombre adoptado a partir del histórico caudillo Luis Alberto de Herrera, quien ejerció una influencia notable desde principios del siglo XX), de arraigo rural y de ideología conservadora, sintetiza la postura ideológica predominante en el Nacionalismo.
La fracción herrerista puede ser vista como el agrupamiento históricamente más relevante dentro del Partido Blanco, aunque en virtud de la característica bipolaridad partidaria, siempre debió confrontarse internamente con algún otro subgrupo: en los 50 y 60 fue contra los ubedeístas (pertenecientes a la Unión Blanca Democrática), y posteriormente contra los wilsonistas, liderados por Wilson Ferreira Aldunate. Este dirigente, de ideología claramente izquierdista (paradójica en un partido abiertamente conservador), fue el candidato individual más votado en las elecciones nacionales de 19717, convirtiéndose en
el principal referente no herrerista dentro del partido. Por todo eso, luego de su fallecimiento en 1988, este sector no pudo recuperarse y quedó marcadamente debilitado. En ese año, la fracción no herrerista se escindió entre el Movimiento Nacional de Rocha (MNR), de Carlos Julio Pereyra; el Movimiento Renovación y Victoria (RENOVI), ambas sucesoras del wilsonismo izquierdista; el Movimiento Manos a la Obra; la Alianza Nacional, de Jorge Larrañaga; y el Movimiento por la Patria (PLP), entre otros (Martínez Barahona 2001).
Consiguientemente se produjo un fortalecimiento del herrerismo (se aliaron el Consejo Nacional Herrerista y el herrerismo de Ortiz), conducido por el entonces senador Luis Alberto "Cuqui" Lacalle (nieto de Luis Alberto Herrera), que permitió que el Patido Nacional (PN) recompusiera su identidad, se estructurara en torno a su liderazgo y luego triunfara en las elecciones presidenciales de 1989.

TABLA 1 Características del Partido Nacional

El Partido Colorado

Este partido está conformado, al igual que su congénere blanco, principalmente por dos sectores: el batllismo, y la corriente no batllista. La primera debe su nombre a los ex presidentes José Batlle y Ordóñez (1903-1907 y 1911-1915) y Luis Batlle Berres, su sobrino (1947-1951). Pese a que después de la muerte del primero se produjo una ruptura dentro del batllismo entre la denominada Lista 15 (de Luis Batlle) y la Lista 14 (de sus primos) -que posteriormente se diluiría- esta corriente fue el pilar del Partido Colorado (PC) a lo largo de toda su existencia. Los otros agrupamientos minoritarios han sido, primero, los riveristas (conservadores, seguidores de Fructuoso Rivera); y a partir de los 60, los pachequistas (derechistas cercanos al régimen dictatorial, prosélitos del ex presidente Jorge Pacheco), que conformaron la Unión Colorada y Batllista, que sería continuada a través de la Cruzada 94 como la opción colorada contemporánea de la derecha tradicional.
Desde la vuelta a la democracia en 1985, el batllismo había logrado mantenerse unificado en torno al liderazgo del entonces presidente Julio María Sanguinetti (de hecho, la fracción se llamaba Batllismo Unido). Esta unidad perduró hasta la finalización de su mandato, momento en el cual Jorge Batlle propuso la celebración de internas que terminarían ocasionando la escisión del batllismo entre el Foro Batllista, con la conducción de Sanguinetti, y el Batllismo Radical (posteriormente retomaría el histórico nombre de Lista 15), liderado por Batlle (Martínez Barahona 2001).
Tanto el Foro Batllista como la Lista 15 se disputaron el liderazgo del batllismo en su conjunto y del PC en general, el primero encarnado en la figura de Sanguinetti y la segunda en Batlle. Ambas facciones se diferencian por su grado de organización y cohesión interna: mientras que el Foro es mucho más sistematizado y estructurado, la 15 es más informal, desarraigada y personalista. A la vez, ambos presentan visiones contrapuestas sobre el rol del Estado y del partido: mientras que Sanguinetti propone una concepción socialdemócrata, con una idea del Estado regulador y arbitral, Batlle adhiere a la visión librecambista de reducción del Estado al mínimo. Atendiendo a los principios programáticos del PC, particularmente del batllismo, donde la idea de bienestar9 aparece como iconoclástica, la postura de Sanguinetti se revela como mucho más acorde con los postulados partidarios.

TABLA 2 Características del Partido Colorado

El Frente Amplio/Encuentro Progresista

Esta es la principal fuerza de la izquierda uruguaya y, como dijimos, está constituida por diversos grupos coaligados amalgamados formalmente desde 1971, cuando rubricaron una franca estrategia opositora respecto a los partidos tradicionales (Martínez Barahona 2001) y procuraron canalizar la insatisfacción ciudadana planteando como objetivo certero "la acción política permanente y no la contienda electoral" (Lissidini 2002). Luego de la dictadura militar que duraría hasta mediados de los 80 en la que se habían perseguido a militantes y simpatizantes de las fuerzas que componían el Frente, se optó por la moderación discursiva, y desde entonces, tal como sostuvo Tabaré Vázquez, el Frente Amplio (FA) pasó a ser "una fuerza progresista, pero no (…) una fuerza socialista, ni marxista…" (Lissidini 2002).
La evolución de esta alianza ha dado lugar, a lo largo del tiempo, al desmembramiento e integración de diversos grupos (Martínez Barahona 2001). En 1994, el FA incorporó algunos aliados entre los cuales estaba el Encuentro Progresista (EP), la Vertiente Artiguista (nacionalistas), el Movimiento de Participación Popular (expresión electoral de Tupamaros), el Movimiento 26 de Marzo (ala dura del FA, pero que no plantea la lucha armada), Asamblea Uruguay (ala moderada del FA), y Nuevo Espacio (grupo surgido como escisión del FA), entre otros.
Este partido, desde sus orígenes -cuando apenas era una confederación de pequeñas fuerzas- se presentó con un solo candidato a presidente. Esto se debe, entre otros factores, a que dado su carácter de frente, conformado por múltiples movimientos, se ha visto en la obligación de establecer una única organización de base, un programa común y una acción política unificada (Martínez Barahona 2001), concentrada en torno a sus dirigentes y líderes históricos. A la vez, como de acuerdo con la Constitución anterior sólo podía utilizar el DVS un lema que hubiera obtenido representación parlamentaria (Bottinelli 1998), el FA estaba excluido de la posibilidad de sumar los votos de sus sectores internos.

TABLA 3 Características del Frente Amplio/ Encuentro Progresista

III. 2. Las internas abiertas simultáneas y obligatorias (1999)

Durante la segunda presidencia de Sanguinetti en 1995, con el objeto de poner freno al crecimiento del FA (que en las últimas elecciones había prácticamente alcanzado en votos a sus contendientes, estableciendo un triple empate11), se formó una coalición entre el Partido Colorado y el Partido Nacional que impulsaba ciertas transformaciones estructurales y que daría envión a la reforma constitucional, en respuesta a la alteración sufrida en el sistema partidario. Así, en 1996 se sancionó la enmienda a la carta fundamental y con ella se sustituyó la Ley de Lemas y se puso en práctica un sistema de tres fases para los comicios presidenciales: la primera de ellas era la celebración de primarias de los partidos para postular a sus respectivos candidatos; la segunda eran los comicios nacionales para elegir al presidente; y finalmente, el balotaje, en caso de que ningún contendiente alcanzara la mitad más uno de los votos.

El desarrollo de las internas

De acuerdo a las nuevas reglas -Ley de Elecciones Internas de Partidos Políticos de 1998, Nº 17.063- cada partido presentaba un único candidato presidencial a las elecciones nacionales, ungido en internas abiertas12, a todos los ciudadanos registrados a nivel nacional (aunque cada elector podía votar en sólo un partido). Se pautó mediante una resolución que el 25 de abril de 1999, siete partidos celebrarían internas abiertas en forma simultánea13, siendo organizadas, reguladas y controladas por la Corte Electoral Nacional, la cual actuaría como juez, decidiendo con carácter inapelable en casos de controversias y peticiones.
Veamos el desarrollo de cada una de las tres internas principales:

TABLA 4 Interna del Partido Nacional


GRÁFICO 1 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna del PN, 1999


GRÁFICO 2 Intención de voto de todo el electorado nacional sobre los candidatos de la interna del PN, 1999

 

TABLA 5 Interna del Partido Colorado


GRÁFICO 3 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna del PC, 1999


GRÁFICO 4 Intención de voto de todo el electorado nacional sobre los candidatos de la interna del PC, 1999

 

TABLA 6 Interna del Frente Amplio


GRÁFICO 5 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna frentista, 1999

 


GRÁFICO 6 Intención de voto de todo el electorado nacional sobre los candidatos de la interna frentista, 1999

Resultado de las internas abiertas

El 25 de abril de 1999 concurrió a las urnas un total de 1.291.014 votantes, representando a un 58,2 por ciento de los habilitados (2.218.051); pero si contemplamos los asistentes a las internas de los tres partidos analizados, hablaremos de 1.254.243 sufragantes (los 36.771 restantes corresponden a los otros partidos y a los votos blancos y nulos17). Según el director de Interconsult, Juan Carlos Doyenart, el resultado de la votación, en términos de asistencia ciudadana fue "decoroso" pero no "maravilloso" (El Observador 27/04/1999), con una abstención superior entre los menores de 25 años (Butazzoni 1999).
De acuerdo con los gráficos 7, 8 y 9, en el PN hay una pequeña distancia ideológica entre el candidato y el partido y una semejanza entre el elegido y su fracción. En el PC la distancia ideológica entre el candidato electo y su partido es media, pero hay una oposición en la dirección; a la vez hay una
similitud entre el candidato y su sector. En el FA hay una discrepancia en intensidad casi imperceptible entre el postulante y la confederación partidaria; y hay una equiparación ideológica entre partido consocio y agrupación frentista. Vemos que eran tres líderes partidarios asociados a sectores subpartidarios.

TABLA 7 Resultados finales de las internas, por partido y por departamento (candidatos principales)

TABLA 8 Características de las internas abiertas, simultáneas y obligatorias del 25/04/1999


GRÁFICO 7 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (PN)


GRÁFICO 8 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (PC)


GRÁFICO 9 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (FA)

En el trabajo antes citado (Gallo 2007b) se sacaron las siguientes conclusiones, algunas de las cuales ya habíamos adelantado: en cuanto a la participación de los ciudadanos, en los tres partidos predominaron los miembros organizados, pero la asistencia de votantes extrapartidarios en el PC probablemente haya determinado el triunfo de Batlle. En el PC se impuso el candidato menos popular y menos representativo de la ideología partidaria; y en los otros dos triunfaron los candidatos natos, que hubiesen sido consagrados igualmente por cualquier otro mecanismo. La transparencia que proveen las internas abiertas y simultáneas es semejante al doble voto simultáneo y acumulativo. El primer gobierno después de las internas fue el que menos respaldo de sectores tuvo. De hecho, el primer presidente electo luego de una interna abierta se convirtió en el presidente políticamente más débil en más de medio siglo (Gallo 2007b).


GRÁFICO 10 Conformación del voto por partido, elecciones generales, 1999


GRÁFICO 11 Conformación del voto por candidato, elecciones generales, 1999

III. 3. Las internas abiertas simultáneas y obligatorias (2004)

El 27 de junio de 2004 volvió a ponerse en funcionamiento el sistema de internas abiertas, simultáneas y obligatorias, constituyendo el primer escalón del ciclo electoral trifásico de ese año. Desde el punto de vista político estas elecciones constituían una especie de reparto preliminar respecto de las elecciones parlamentarias, e influirían sobre las candidaturas para el 31 de octubre siguiente (Bottinelli 2004a). De modo tal que la elección interna serviría primariamente para medir fuerzas en el interior de los partidos23, en el contexto de una competencia en la que no había muchas otras cosas en juego. Observemos el desarrollo de estas primarias abiertas.

TABLA 9 Interna del Partido Nacional


GRÁFICO 12 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna del PN, 2004

TABLA 10Interna del Partido Colorado


GRÁFICO 13 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna del PC, 2004

TABLA 11 Interna del Frente Amplio


GRÁFICO 14 Intención de voto de quienes pensaban votar en la interna frentista, 2004


GRÁFICO 15 Intención de voto, todos los partidos, 2004

Resultado de las internas abiertas

El domingo 27 de junio, la Corte Electoral divulgó los datos finales de los comicios: votó el 43,1 por ciento de la ciudadanía, dando como total una concurrencia de 1.065.087 electores, en una elección interna signada por una baja asistencia a las urnas. Entre los tres partidos analizados votaron 1.057.444 ciudadanos, los 7.643 sufragios restantes corresponden a la Unión Cívica, el Partido Independiente, el Partido Liberal, el Partido Trabajadores, el Partido Intransigente, el Partido Humanista y el Partido GAC.

TABLA 12 Resultados finales de las internas, por partido y por departamento (candidatos principales)

Fuente: Elaboración propia sobre la base de www.fcs.edu.uy

En el Partido Nacional, lo más destacable fue la derrota de Lacalle, considerado hasta poco tiempo antes como prácticamente invencible. En el Partido Colorado, la interna arrojó una ventaja a favor del Foro Batllista que superó a la corriente oficialista Lista 15 (Franchini 2004). En el Frente Amplio, el Movimiento de Participación Popular (MPP) del ex tupamaro senador José Mujica resultó ser el más votado, dejando en un segundo lugar al sector liderado por Vázquez, el Partido Socialista (PS). Los sectores considerados más radicales de la coalición mantuvieron una participación cercana al 10 por ciento (Franchini 2004).

TABLA 13 Características de las internas abiertas, simultáneas y obligatorias del 27/06/2004


GRÁFICO 16 Conformación del voto por partido, elecciones generales, 2004


GRÁFICO 17 Conformación del voto por candidato, elecciones generales, 2004


GRÁFICO 18 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (PN)


GRÁFICO 19 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (PC)


GRÁFICO 20 Diferencia ideológica entre cada ganador de la interna, su partido y sector (FA)

En el PN, hay una diferencia de dirección entre el candidato y el partido, y una semejanza entre el elegido y su fracción. En el PC la distancia ideológica entre el candidato electo y su partido es media, y hay una pequeña oposición en la dirección; a la vez, al representar a varios sectores al mismo tiempo, no se puede establecer claramente de cuál estaba más cerca. En el FA existe una correlación igual a la de cinco años antes. Aquí, sólo Tabaré era líder nato partidario, lo cual refuerza la idea de que en estas primarias, primaron el sentimiento de rechazo a la clase política tradicional y la tendencia progresista26 a tono con el giro ideológico producido en los países de la región.

I V. Comparaciones

Ahora procederemos a realizar una comparación entre los datos correspondientes a las internas abiertas de 1999 y las de 2004:


GRÁFICO 21 Asistencia electoral en las internas abiertas por partido, 1999-2004


GRÁFICO 22 Asistencia electoral en las internas abiertas por departamento, diferencia porcentual entre 1999-2004

En los gráficos anteriores se puede observar la correlación entre la distribución del electorado con respecto a cada partido, y su participación en cada una de las internas abiertas.


GRÁFICO 23 Porcentaje total y composición del voto del PN


GRÁFICO 24 Porcentaje total y composición del voto del PC


GRÁFICO 25 Porcentaje total y composición del voto del FA

V. Conclusiones

En este trabajo nos hemos propuesto inquirir acerca de la aplicación de elecciones internas abiertas, simultáneas y obligatorias, reguladas normativamente, utilizadas para seleccionar al titular del órgano ejecutivo, en el único país de América Latina en el que esta metodología fue empleada en dos oportunidades consecutivas por todas las fuerzas políticas allí existentes.
En primer lugar, cuestionamos varios aspectos relativos a la existencia de una regulación normativa sobre las primarias: por un lado, de este modo se incrementan notablemente los costos. De hecho, significa "lisa y llanamente la duplicación del gasto político, y ello es así porque hay que hacer dos elecciones completas: el doble en publicidad, televisión, radio, carteles, propaganda, viajes, hoteles, mesas redondas, alquiler de locales, movilización de dirigentes..." (Vanossi 2002: 300). Por otro lado, como los partidos políticos deben ser los únicos con potestad para ejercer sus actividades de acuerdo con su conveniencia política, desarrollándolas en su seno y a su costo, con esta disposición legal, que implica que se rijan por directrices externas, se termina coartando la libertad de las instituciones partidarias.
Se ha tomado el ejemplo preciso de Uruguay, que pasó de un sistema de doble voto simultáneo y acumulativo en el que todos los contendientes participaban hasta el último tramo y competían entre sí al mismo tiempo que iban
concentrando sus fuerzas, a uno con tres rondas eliminatorias en el cual los sectores se excluyen mutuamente y carecen de oportunidades equitativas, en tanto la instancia en la que pueden presentarse todos los grupos existentes es la única que es opcional para los ciudadanos.
Aquí aparece una nueva encrucijada: si los ciudadanos no están obligados a votar en las internas, se estaría echando por tierra la representatividad que podría ser ganada con la derogación de la ley de lemas, porque entonces el ganador de la interna no será el más representativo sino el que más poder de convocatoria tenga; es decir, el que más votos acumule sin importar si son obtenidos legítimamente (Caena 2004). Pero, por otro lado, obligar a los ciudadanos a participar en un ámbito que no sólo no les concierne, sino que les provoca animadversión, lo único que podría acarrear es que éstos sufragaran tan sólo por motivaciones egocéntricas e instrumentalistas (Anduiza y Bosch 2004). Por todo esto, tornar compulsiva la intervención ciudadana en un evento relativo a las competencias internas de los partidos -asociaciones voluntarias por definición, cuya participación no puede lograrse por medios coercitivos- entraría en contradicción con la máxima inicial de incrementar la libertad política de los electores.
Por último, tomando los argumentos utilizados tanto en la Argentina como en el Uruguay para introducir esta normativa electoral, sostenemos que para obtener el efecto propuesto con la simultaneidad se requieren tres condiciones básicas: la primera es la competitividad, que refiere a la existencia de cierto grado de incertidumbre sobre el resultado de la interna y que debería generar un estímulo a la participación (Zuasnabar 2004b). La segunda es la paridad en el nivel de conflictividad en la contienda de cada partido, con el propósito de dotar de equivalentes estándares de interés a cada una de ellas. La tercera es el posicionamiento cercano de los principales partidos en términos de la intención de voto prevista para las elecciones subsiguientes. Es que la obligatoriedad de la postulación conlleva a algunos partidos a presentar, además del candidato natural, a otro periférico, incapaz de desafiar el liderazgo de aquél (Vázquez y Astori en 1999, o Stirling y sus contrincantes en 2004), o a consentir la exhibición de un candidato unitario, que puede ser el líder estructural de la fuerza (Vázquez en 2004, o Elisa Carrió en Argentina en 2003) o el producto de un acuerdo cupular (Stirling en 2004). En presencia de cualquiera de estas ocasiones, el foco de la disputa se traslada hacia algún partido significativo, que postule al menos dos candidatos desemejantes y competitivos (el Partido Colorado en 1999 -con Hierro y Batlle-, el Partido Nacional en 2004 -con Larrañaga y Lacalle- en Uruguay, o el PJ en 2003 -con Menem y Kirchner- en Argentina).
Por otro lado, se sostiene que la simultaneidad estimula que cada votante sufrague por el partido de su preferencia, con el objeto de posicionarlo mejor ante
sus oponentes. De cualquier modo, ese comportamiento es esperable de los seguidores de los partidos mayoritarios (Gallo 2006), porque los simpatizantes de partidos con vocación minoritaria persiguen otra clase de remuneraciones alternativas27, y no tienen como meta incrementar el propio caudal electoral. Así, en 1999, los electores frenteamplistas se encontraron en una posición similar a la de un votante opositor dispuesto a efectuar un crossing over frente a una interna monopartidaria celebrada de modo unilateral (Gallo 2006). Esto también es lo que probablemente hubiese sucedido en Argentina en 2003 de no haberse suspendido la ley 25.611, con los votantes del ARI, los de izquierda (cuyos partidos hubieran presentado un candidato único) y hasta los radicales28, para quienes los dividendos expresivos de participar en su interna eran inferiores que los de intervenir estratégicamente en la primaria justicialista y torcer la elección.
Retomando lo sucedido en Uruguay, diremos que se produjo un tránsito de un sistema de partidos con una operativa política matizada, en donde todos los contendientes participaban hasta el último tramo y competían entre sí al mismo tiempo que iban concentrando sus fuerzas, hacia uno más polarizado, con bloques más definidos, juegos más de tinte de blanco o negro (Bottinelli 2004b), y una carrera presidencial establecida en clave mayoritaria.
Esto provocó que la interna abierta de 2004, como parte de este dispositivo trifásico mencionado, se adecuara a aquella dinámica bipolar generada a partir de entonces, que había colocado, por un lado, a los dos históricos rivales, y por otro, a la izquierda en crecimiento que quedaba afuera en los gobiernos de los partidos tradicionales. En 1999, la fase más incierta y abierta de las tres había sido la de las primarias, en parte por la ausencia de antecedentes directamente comparables de algún tipo de comicio opcional; y en parte, precisamente, porque al ser un sufragio optativo, no se podía prever con antelación para qué lado se inclinaría el fiel de la balanza. Por eso fue en la segunda vuelta, circunstancia en la cual el panorama estaba más clarificado, que se selló el pacto entre el Partido Nacional y el Colorado. En 2004, ya se contaba con datos a los cuales recurrir, con lo cual para el momento de las internas abiertas ya se preveía que el Frente Amplio saldría primero en las elecciones nacionales, razón por la cual este partido necesitaba asegurarse la mitad más uno de los votos internos para presentarse cómodo en las instancias subsiguientes. Paralelamente, en las primarias de junio, los miembros del Partido Colorado, al avizorar un pobre resultado interno tras el desgaste del partido oficial, se inclinaron por Larrañaga en tanto representante del pacto entre el PN y el PC, por ser un candidato no tan característicamente nacionalista. Es decir, especulando con que tarde o temprano iban a tener que acompañar con el voto a un miembro de su histórico adversario, devolviendo gentilezas por lo acaecido en 1999, decidieron pronunciarse en contra de Lacalle quien, al ser el alegórico caudillo nacionalista de las últimas décadas, era mucho más resistido por quienes se autodefinían como colorados de toda la vida. En efecto, en la interna abierta, los alineamientos estuvieron cruzados por dos nítidas tendencias -el rechazo a la clase política tradicional29 y la propensión ideológica progresista imperante en la región- que dispusieron que Larrañaga fuera el candidato más identificado con el eje demandado.
De este modo, queda expuesto que el sistema triádico en su conjunto es el que promueve acuerdos entre los dos partidos históricos, induciendo a un juego predominantemente mayoritario (independientemente de la instancia en la que se produce el corrimiento intrabloque). Como con la Ley de Lemas el voto se acumulaba por partido, los candidatos procuraban confrontar con sus adversarios externos y no internos; a la inversa, la existencia de internas abiertas y de balotaje en un mismo sistema encierra un juego dialéctico que vira de subyugar al enemigo interno y seducir al externo.
Además es esencial recalcar que este caso replica la estratagema de los defensores de las internas abiertas, por la cual se aducía que la instauración y permanencia de este mecanismo provocarían una tendencia a la valorización de los ciudadanos hacia este tipo de eventos -condicionando positivamente su comportamiento político-, ya que en tan sólo cinco años la asistencia en las internas no sólo no se incrementó, sino por el contrario se redujo en un nada despreciable 13,76 por ciento. Frente a esta constatación, se podría argumentar que tal vez los candidatos presentados en 1999 hayan sido más atractivos que aquellos que compitieron en 2004, y que por eso la población estuvo más motivada por participar en un caso que en el otro. No obstante, lo cierto es que como uno de los propósitos iniciales de la instauración de internas abiertas es, precisamente, generar candidatos con mayores condiciones de elegibilidad, si los partidos no escogieran a sus miembros más competitivos y aceptables, se estaría malogrando el objetivo inicial de este método.
De hecho, no existen razones por las cuales se pueda inferir que el aumento del número de elecciones intermedias promueve la predisposición a la participación por parte de la ciudadanía; más bien al contrario, se genera confusión, al tiempo que, a la postre, se favorece el abstencionismo. La evidencia empírica arroja que con la incorporación de elecciones de segundo orden -aquellas que presentan un nivel de relevancia institucional secundaria (Anduiza y Boch 2004)- se han manifestado índices inferiores de concurrencia en los comicios principales. Por ejemplo, si se toma el caso de los países europeos, se puede constatar que el establecimiento de elecciones europeas, subnacionales y de referéndums tiende a disminuir el voto en las elecciones nacionales (Mujal León y Langenbacher 2002).
Efectivamente, con respecto al ejemplo antes citado del impulso participacionista generado a partir de la adquisición del sufragio universal, subrayamos que ésta fue la conquista de grupos políticos organizados cuyo nivel de movilización no se correspondía con el grado de incorporación que el sistema político institucional hacía de ellos. No fue que los individuos bregaron por participar en la política y posteriormente se organizaron en partidos políticos. Con lo cual, se puede inferir que la valorización de la participación electoral es variable dependiente de la valoración hacia las fuerzas que se presentan y compiten electoralmente, y no a la inversa.
Por último, debemos subrayar que en una democracia pluralista las opciones de la ciudadanía se organizan en un marco policéntrico, viabilizando la elección entre múltiples partidos y candidatos alternativos (Gallo 2006). Simultáneamente, cuando el partido político se lanza a la competencia electoral y se orienta hacia los votantes potenciales, prevalece su faz de organización electoral por sobre su faceta interna; por ello, si el sufragante dispone de la alternativa de escoger al partido que más lo representa ideológica y programáticamente, las actividades y estrategias selectivas que éste utilice le resultan indiferentes en el momento de establecer la transacción con el mismo. A la vez, si el ciudadano considera que el postulante señalado por el partido no es congruente con sus expectativas, siempre cuenta con la opción de acompañar a otra fuerza partidaria en los comicios subsiguientes. Empero, como la victoria en la arena electoral es un objetivo cardinal para el partido, la perspectiva de un revés en las urnas es lo que suele equilibrar interinamente las rivalidades endógenas, y proporcionar candidaturas competitivas y admisibles, toda vez que si el partido no consigue ni un lauro electoral ni una conquista de cuotas de poder, se extingue la razón de ser de la organización partidista.

Notas

1 Se trató del análisis de las elecciones internas abiertas presidenciales en la Alianza en Argentina (1998), el Partido Liberal de Colombia (1990), la Concertación en Chile (1999), el PRI de México (1999) y el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio en Uruguay (1999).

2 La interna entre José Octavio Bordón y Carlos «Chacho» Álvarez en 1995 no fue abordada en aquel trabajo. De todos modos, puede citarse como ejemplo de interna definida por miembros ajenos a los partidos que competían en ella.

3 Es decir, si quienes predominan en las internas son los más intensos e ideologizados, probablemente los postulantes que resulten electos sean los más extremos ideológicamente y no los más moderados y componedores (Colomer 2000).

4 Como la digitación de candidatos por parte de la cúpula partidaria, la elite o un líder que monopolizara la selección interna, o por delegados designados por alguno de estos sectores minoritarios.

5 Es decir, la erosión general de los lazos entre partidos y grupos sociales.

6 Indicador del grado de cambio en la orientación del voto que se produce entre elecciones consecutivas (Anduiza y Bosch 2004).

7 Por el efecto acumulativo de los lemas, el Partido Blanco obtuvo en total una cantidad inferior que el Partido Colorado en su conjunto, y dentro de este partido Juan María Bordaberry fue consagrado presidente (Martínez Barahona 2001). A la vez, se sostiene que existió un fraude en el conteo de las boletas, y las listas coloradas contaron el doble (Picarelli 2006).

8 Pregunta: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría a su partido? Y ¿dónde se ubicaría Ud.?», en Martínez Barahona (2001).

9 Batlle y Ordóñez fue el creador del Estado de Bienestar y promotor de un estrecho vínculo entre el Estado y los partidos políticos (Martínez Barahona 2001).

10 En las elecciones presidenciales de 1971 y 1989, el General Líber Seregni, líder histórico y candidato natural, fue quien se postuló para el cargo, y en los comicios de 1984 -con Seregni proscripto- se presentó el ex candidato a vicepresidente, Juan Crottoggini (Buquet y Chasquetti 2003). A partir de 1994, el intendente de Montevideo, Tabaré Vázquez, se convirtió en candidato natural y encabezó permanentemente los binomios presidenciales.

11 El PC obtuvo en su conjunto el 32, 35 por ciento de los votos, el PN el 31, 21 por ciento, y el FA, 30, 61 por ciento.

12 El candidato era electo directamente por los votantes si superaba el 50 por ciento de los votos internos de su partido o un 40 por ciento con una diferencia de 10 por ciento sobre su seguidor más cercano (González 1999a); de no ser así, la elección sería dispuesta por la convención nacional del partido elegida en la interna, con delegados electos proporcionalmente al resultado de la misma.

13 Además se aplicó en el Nuevo Espacio, la Unión Cívica, el Partido de los Trabajadores y el Partido de la Buena Voluntad.

14 La fracción del presidente Sanguinetti -quien tenía prohibida constitucionalmente su inmediata reelección- no pudo postular a su líder nato, por eso nombró a un sucesor de confianza (Buquet y Chasquetti 2003).

15 A raíz de la experiencia de la dura conflagración en la elección de 1989 (Hierro 2006), del timing dispuesto para la primaria y por la lección aprendida a costa del crudo enfrentamiento de los partidos rivales (González 1999a).

16 Esta es la contienda más tentadora para los electores oposicionistas, quienes considerarían que en este caso su voto constituye una unidad de influencia superior en la resolución interna (Gallo 2007a).

17 En el Nuevo Espacio, Michellini obtuvo 15.954 votos, el 100 por ciento de los sufragios; en Unión Cívica, entre sus dos candidatos, se impuso Pieri, con 986 votos, sobre Lamorte, con 312 votos; en el Partido de los Trabajadores ganó la candidatura unitaria de Fernández, con 241 sufragios, y en el Partido de la Buena Voluntad también se impuso el candidato único Pintos, con 138 sufragios.

18 Los adherentes frenteamplistas se trasladaron hacia el Partido Colorado en busca del opositor más conveniente para octubre. Esto quedó ilustrado en un volante repartido en Montevideo que decía: «Frenteamplista: este domingo podemos asegurar la victoria final... votando a Jorge Batlle!» «Se sabe que el Encuentro Progresista y el Partido Colora­do estarán definiendo en una segunda vuelta quien será el próximo presidente. Entonces. ¿Qué mejor que tener a Jorge Batlle como rival? Fuertemente resistido, hasta por su apellido, por los votantes blancos, Batlle no tendría posibilidad alguna de victoria». «En la interna frenteamplista los dados están echados. La relación de 3 a 1 a favor de Tabaré sobre Danilo aparece como inmodificable». «Donde nuestro voto puede realmente pesar y, sobre todo, hacer mucho daño, es en la interna colorada. Allí las cosas están muy parejas y unos pocos votos pueden cambiar la historia. Ayudemos al Frente 'ayudando' a Batlle» (El Observador, 26/04/1999). Posteriormente, Pepe Mujica y algunos sindicalistas reco­nocieron que habían instado a votar «contra Hierro» (Hierro 2006), lo cual fue tomado con desagrado por la dirigencia frenteamplista, incluido el propio Tabaré Vázquez.

19 Pregunta a miembros del partido, «Utilizando una escala ideológica donde -2,5 sea izquierda y 2,5 derecha, ¿dónde ubicaría a cada uno de los candidatos triunfadores?»

20 Al PN se lo ha colocado en esa posición, en la medida en que nuclea sectores de centro derecha y centro izquierda, y el herrerismo es el que se encuentra más a la derecha.

21 Pregunta a miembros del partido, «Utilizando una escala ideológica donde -2,5 sea izquierda y 2,5 derecha, ¿dónde ubicaría a cada uno de los candidatos triunfadores?»

22 Pregunta a miembros de cada partido, «Utilizando una escala ideológica donde -2,5 sea izquierda y 2,5 derecha, ¿dónde ubicaría a cada uno de los candidatos triunfadores?»

23 Esto era particularmente relevante en el FA-EP, que cuenta con una base muy heterogénea de representaciones políticas y que suelen tener diferendos a veces importantes sobre cuestiones fundamentales (Franchini 2004).

24 Había tres posturas: los que siempre estuvieron en contra de la coalición de gobierno (Larrañaga); los que pelearon hasta el final la permanencia en la coalición de gobierno (Gallinal, Abreu y Ramírez); y una posición intermedia (herrerismo y Lacalle), que apoyaron inicialmente la coalición de gobierno, la sostuvieron y en un momento resolvieron irse (Bottinelli 2004c).

25 Las encuestas nacionales de CIFRA comprenden a Montevideo y las localidades urbanas de 2000 y más habitantes. Estos datos provienen de una encuesta de 1507 casos, bastante más grande que las habituales, para disminuir el margen de error en las estimaciones dentro de cada partido. En encuestas de estas características el margen de error estadístico es de aproximadamente +/-2.5 puntos porcentuales.

26 Además, ambos aspectos estuvieron correlacionados, dado que los partidos tradicionales habían quedado en manos de los sectores más neoliberales, dejando un campo polarizado entre estas fuerzas y la coalición de centroizquierda.

27 En algunos casos se trata de partidos cuya movilización se materializa a partir de la acción de una vanguardia, sin tener preocupaciones electorales (Ramos Jiménez 2001), y en otros de movimientos asociados a alguna reivindicación de tipo social, ecologista, de género, etc. Estos militantes no suelen estar dispuestos a sacrificarlo todo por ganar una elección.

28 La interna radical entre Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno era muy poco motivante para los votantes partidarios.

29 Tanto los ex presidentes Sanguinetti y Lacalle, como el entonces mandatario Batlle, no fueron figuras centrales del escenario electoral uruguayo de ese año. Si uno se remonta algunos meses atrás, los principales nombres que se barajaban para enfrentar a Vázquez eran precisamente los de los ex presidentes. Sin embargo, primero Sanguinetti cedió su candidatura para postular a Stirling como candidato de acuerdo, y luego Lacalle perdió la nominación con Larrañaga (Franchini 2004).

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