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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.14 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./July 2009

 

RESEÑAS

La nueva izquierda. Triunfos y derrotas de los Gobiernos de Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Uruguay y Ecuador
José Natanson, Debate, Buenos Aires, 2008, 288 páginas.

"La cuestión de la izquierda ha sido largamente debatida por políticos, intelectuales y analistas. ¿Tiene sentido seguir hablando de la izquierda como de una entidad única y enfrentada a una supuesta derecha? Creo que sí, y la respuesta está en un pequeño librito de Norberto Bobbio, el gran politólogo italiano que en 1995 zanjó milagrosamente el debate acerca de la utilidad o no de la clásica distinción (...) la clave reside en la posición frente a la desigualdad. De acuerdo con este punto de vista, mientras que la izquierda identifica a aquellas corrientes políticas que ponen a la desigualdad en el centro de su acción y que desarrollan diferentes estrategias para reducirla, la derecha la considera inherente a la condición humana, un hecho natural que no sólo tiene sentido combatir sino que incluso puede ser positivo, sobre todo si es resultado del esfuerzo individual, pues funciona como un motor del progreso" (269). Esta cita hacia el final del libro refleja la difícil apuesta de Natanson, decidido a desentrañar en qué han contribuido los gobiernos de izquierda en América Latina durante el último lustro. La nueva izquierda representa una pieza de actualidad para conocer la situación de algunos países de América Latina. La consolidación de la presencia de gobiernos de izquierda en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela motiva al autor a buscar las líneas de políticas comunes y divergentes en estos países. En una atractiva amalgama de reseña periodística con aportes de teoría e ilustrativos datos de coyuntura, el periodista y politólogo, jefe de redacción de la revista latinoamericana de ciencias sociales Nueva Sociedad, nos trae, con casi trescientas páginas, una pieza fundamental de divulgación para conocer los escenarios de la región y poder realizar aportes a un debate más robusto y necesario para una perspectiva desde el sur.
"¿Por qué Venezuela eligió a un militar de pasado golpista y discurso anti-statu quo, Argentina a un matrimonio político que proponía recuperar los valores del viejo peronismo, Ecuador a un economista joven que criticaba al FMI, Brasil a un ex obrero metalúrgico que no terminó el quinto grado, Uruguay a un oncólogo prestigioso que prometía un cambio sin sorpresas, Chile a un sobrio académico socialista y después a una mujer divorciada y torturada por la dictadura, y Bolivia a un indígena perdido tras cinco siglos de explotación colonial y neocolonial?" (26). Buscando el recorrido de cada uno de los actuales mandatarios, el autor muestra cómo las experiencias en Brasil, Uruguay y Chile son resultado de graduales construcciones partidarias, a diferencia de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Lula construye una paciente carrera como líder sindical en el cordón industrial de San Pablo, cuando es presidente del sindicato de metalúrgicos en 1975. Por ese entonces emergía el nuevo sindicalismo brasilero, más combativo, independiente del Estado, abierto y democrático, que fue la base de un nuevo partido político, el Partido de los Trabajadores, fundado en febrero de 1980. La paciente carrera de Lula por la presidencia le hace entender la necesidad de ofrecer desde el PT una opción moderada, enviando la Carta al Pueblo brasilero donde firma su compromiso de no cambiar el rumbo económico, sacudiéndose su fama de dirigente combativo por sugerencia de su asesor de imagen, Duda Mendonça. Gana en octubre de 2002 con el 62% de los votos.
Uruguay tiene una historia de movimientos amortiguados. En 1971, todas las familias de la izquierda, desde los partidos Comunista y Socialista hasta la Democracia Cristiana, fundan el Frente Amplio bajo el liderazgo de Seregni. Hacia los noventa resurge una izquierda que de nueva tiene poco a juzgar por el promedio etario de los dirigentes del partido. Ahí estará Tabaré. "Médico en lugar de abogado, dirigente de fútbol en vez de sindicalista, mucho más joven que el promedio de los militantes de izquierda, era un hombre relativamente desideologizado, que había pasado casi toda su vida alejado de la política y que justamente por eso aparecía como una figura fresca y renovadora" (63).
Por otro lado, Argentina, Bolivia y Ecuador experimentan procesos mucho más convulsionados. En 2002, Argentina vio simultáneamente derrumbados sus sistemas económico y político. A diferencia de Venezuela, donde el modelo neoliberal vuela por los aires, no se produce una transformación radical del orden institucional ni un reemplazo masivo de elites sino "un sacudón que se procesó constitucionalmente" y llevó al poder al matrimonio Kirchner. Este matrimonio había vivido con alegría el revival peronista de la primavera camporista, habían tenido contactos con los militantes universitarios peronistas que articulaban con las organizaciones armadas. Estos años "resultarían claves para la formación política de los Kirchner y dejarían en ellos una huella que perdura hasta hoy, detectable no sólo en el desprecio a los militares y en la voluntad de hurgar en el pasado para investigar los crímenes de la dictadura, sino en algunos tics generacionales menos tangibles, pero definen a fuego su estilo político: una sobreestimación de lo que es posible hacer en base a la mera voluntad política y una visión de la realidad en lógica permanente de amigo-enemigo" (36).
Ecuador es el reino de los outsiders. Cuando el presidente Lucio Gutiérrez, militar de origen popular que había seducido al movimiento indígena, es reemplazado por su vice Alfredo Palacio en 2005, designa un gabinete de tecnócratas y académicos entre los que sobresale su joven ministro de economía Rafael Correa. Intelectual de los círculos de los economistas heterodoxos, intenta una reorientación económica, suspende las negociaciones del libre comercio con Estados Unidos, elimina el fondo especial destinado al pago de los intereses de la deuda para asuntos sociales más urgentes, y propone la rescisión del contrato con la norteamericana Occidental Petroleum.
En Bolivia transcurre una revolución simbólica. Los booms de la coca hacen emerger progresivamente el carácter combativo del movimiento indígena y los cocaleros ganan peso dentro del movimiento campesino. En 1992 forman un partido político, el Movimiento al Socialismo. Evo Morales es diputado nacional y a partir de septiembre de 2003 lidera el movimiento indígena que despliega bloqueos intermitentes. En medio de la inestabilidad institucional el presidente de la Corte Suprema llama a elecciones en 2005, cuando gana Morales. Indígena antes que indigenista, sin hablar bien el aymara ni habiendo militado en el katarismo, conquista un vasto electorado urbano, mestizos, aymaras y quechuas que miran televisión, usan celular y trabajan en el comercio.
Venezuela es el caso más emblemático del surgimiento de la izquierda en la región. Después de la masiva protesta social conocida como el Caracazo en 1989, dentro del ejército Hugo Chávez funda una organización clandestina, semilla del Movimiento Revolucionario Bolivariano con liderazgo conspirador. En 1992 este grupo fracasa en el intento por golpear al gobierno de Pérez. El presidente es acusado de corrupción mientras Chávez llama a triunfar en las presidenciales de 1998 y a convocar a una asamblea constituyente para refundar Venezuela. Chávez percibe que la polarización social puede convertirse en política y que los ingresos del petróleo no alcanzan para cerrar las brechas sociales, y los sectores desprotegidos están listos para apoyar a un candidato antisistema que obtiene el 56% de los votos.
Así se inicia el proceso de retorno de la izquierda latinoamericana. Este libro fáctico describe lo sucedido en la mayoría de los países de América Latina luego de los convulsionados finales de la era neoliberal, cuando "en menos de una década, diez presidentes sudamericanos tuvieron que dejar el gobierno antes de tiempo, jaqueados por manifestaciones populares o tras duras represiones que ocasionaron muchísimos muertos" (83). Si bien las experiencias de cada país no son similares, Natanson encuentra respuestas equivalentes luego de las experiencias frustradas del neoliberalismo: los problemas para desarrollar políticas económicas determinantes y las poco zanjadas discusiones sobre los males y bienes del populismo como forma autóctona de gobierno. Los rasgos comunes se centran en un retorno a programas económicos más heterodoxos, con un rol protagónico del Estado, con mayor preocupación por bajar los niveles de pobreza y desigualdad. Asimismo, hay coincidentemente una voluntad discursiva por parte de casi todos los mandatarios de avanzar en mayores niveles de integración regional. Sin embargo, no todo conduce a la armonía regional. El libro documenta las intenciones de Brasil por generar su propio lugar como potencia en el mundo, y no sólo como un actor regional. Venezuela y su petrodiplomacia compiten con Brasil. En el medio, los países más pequeños buscan sus propios caminos coqueteando con Estados Unidos en un contexto favorable por el precio internacional de las materias primas y la supuesta reversión en los términos del intercambio.
Lo fáctico y las corrientes teóricas latinoamericanas-la única verdaderamente latinoamericana es la teoría de la dependencia- se van combinando con entrevistas directas a los protagonistas de la historia de la última década. Para aquellos interesados en la actualidad de América Latina, este es un libro útil, de fácil lectura, que constituye una práctica referencia bibliográfica que cualquier periodista, politólogo y especialista en relaciones internacionales debe tener a su alcance.

Carola Lustig

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