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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.15 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul./dic. 2010

 

RESEÑAS

El político y el científico. ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero
Claudia Hilb (compiladora), Siglo XXI/UBA, Buenos Aires, 2009, 262 páginas.

Inés M. Pousadela

Este poco convencional libro de homenaje a Juan Carlos Portantiero, compilado por Claudia Hilb, reúne escritos de destacados intelectuales de varias generaciones cuyos derroteros -conceptuales, políticos, académicos, personales- se cruzaron, en algún momento y de modos diversos, con los del homenajeado, fallecido tres años atrás.
Lejos de la alabanza acrítica y acartonada de las efemérides escolares, la obra persigue y alcanza un objetivo mucho más ambicioso que el (ciertamente nada desdeñable) de preservar del tiempo la figura del maestro, el camarada, el compañero de ruta o el respetado adversario: produce un objeto con entidad propia, que puede ser leído con interés por cualquiera que se interese por los temas centrales de la sociología y por los vericuetos de la historia argentina reciente, y que sería capaz de azuzar la curiosidad, excitar la imaginación sociológica y activar las destrezas argumentativas del propio Portantiero. Podría hacerlo precisamente porque, mechado con recuerdos personales de amistades y camaraderías políticas, cátedras compartidas y padrinazgos intelectuales, desarrolla con rigor un conjunto de temas vinculados con las obsesiones de Portantiero: la comprensión del fenómeno peronista, la revalorización de la tradición socialista, el replanteo de las relaciones entre socialismo y democracia, así como entre socialismo y liberalismo, la actualización y la puesta a punto del andamiaje conceptual de la sociología, las transformaciones del mundo contemporáneo a las cuales dicho andamiaje conceptual debe dar cabida.
La figura de Portantiero es evocada doblemente desde la portada: por un lado, la foto de una pipa como la que lo acompañó durante años, posada sobre un desorden de papeles, aporta el tono del recuerdo intimista; por el otro, el encabezado del título -el mismo con que se conocieron en Argentina las dos más famosas conferencias de Max Weber- alude en clave de admiración a la curiosidad y la agudeza sociológicas del científico Portantiero, así como a la vocación transformadora de Portantiero el hombre público, entrelazado con la política en una relación ambigua que él mismo sintetizó en una frase que es referida por más de uno de los autores que colaboran en este volumen: "no puedo vivir sin la política, no puedo pensar sin la política, pero no me puedo dedicar a la política".
El libro se abre con una presentación firmada por Federico Schuster, ocupante al momento de la aparición del libro del mismo cargo de decano universitario que Juan Carlos Portantiero ejerció entre 1990 y 1998, y autor intelectual de este homenaje. Y se cierra con la breve conferencia pronunciada por Oscar Terán -fallecido poco después- en un acto realizado en memoria de Portantiero en abril de 2007. En ella rememora con una serie de anécdotas personales la "ligazón visceral con la sociología" y el "magisterio intelectual" de aquel amigo que tuvo "las mismas ilusiones, parecidas pasiones, análogos desencantos y semejantes errores".
Claudia Hilb, por su parte, traza en su introducción la trayectoria intelectual, las apuestas políticas, la experiencia militante, los replanteos ideológicos, las incursiones en la vida pública y la presencia editorial de Portantiero. El abanico de temas que recorre Hilb es luego retomado desde diversas perspectivas en varios de los textos compilados. Así, por ejemplo, Horacio Crespo se adentra minuciosamente en la reconstrucción del extraordinario proyecto editorial que, con Portantiero como uno de sus principales protagonistas, fue la revista Pasado y Presente, "una de las más influyentes aventuras político-intelectuales de la izquierda argentina en la segunda mitad del siglo XX", en palabras de Hilb.
El eje de la referida experiencia de Pasado y Presente -la renovación de la tradición marxista- estructura también otros varios textos, que lo presentan en estrecha vinculación con la revalorización de la democracia política. En una trayectoria que acabó siendo la de buena parte de su generación, en efecto, Portantiero se abocó a la tarea de articulación de un marxismo heterodoxo, de inspiración gramsciana, ya en los inicios de su exilio mexicano. Parte de esta reelaboración conceptual es referida por Emilio de Ípola en el marco de una crítica de la teoría del populismo de Ernesto Laclau, cuya revisión de las opciones teóricas y políticas de los sesenta y setenta -revisión que, al igual que las de Portantiero y el propio de Ípola, pasó por la relectura de Antonio Gramsci- desembocó, a diferencia de las de aquellos, en una reivindicación del populismo.
Hilb destaca, asimismo, que dicha revisión conceptual supuso la renuncia a -en palabras del propio Portantiero- la "peligrosa comodidad" del marxismo economicista y sus "respuestas simples y tranquilizadoras para preguntas acuciantes y dolorosas". Es precisamente en renuncias como esa donde Oscar Terán detecta una inusual honestidad intelectual, expresada en la disposición a "modificar sus ideas cuando consideró que se habían estrellado contra las tenaces resistencias de lo Real" en un tiempo en que muchos otros "[hacían] del pensar siempre lo mismo una extraña virtud". Este es también un punto destacado por Hugo Quiroga en su análisis del rol público de los intelectuales. En su caracterización de la "especie de intelectual digna de imitación" a la cual perteneció Portantiero, que asimila a la del "intelectual responsable" de Todorov, Quiroga destaca la relación crítica con la política, la capacidad de pensamiento comprometido pero sin ataduras partidarias o provenientes del ejercicio de la función pública y, sobre todo, la coherencia consigo mismo y la disposición a cambiar para preservar esa fidelidad. Al igual que Hilb, Quiroga evoca el "vínculo ambiguo" de Portantiero con la política y su participación en el Grupo Esmeralda, junto a uno de los dos únicos presidentes argentinos que mantuvieron una relación fluida con los intelectuales. Cosa que hizo tras el temprano aprendizaje de que la democracia, lejos de ser una formalidad burguesa, era -en palabras del propio Portantiero- "una especie de límite entre la vida y la muerte". No por casualidad, subraya Quiroga, sus textos sobre la transición democrática fueron contemporáneos de los hechos que analizaba. Pero además se adelantó en otro punto: no necesitó esperar a que pasara el encandilamiento institucionalista para darse cuenta de que una democracia que no encarara la resolución de los problemas de la justicia social no era más que una democracia renga.
En el marco de esa revalorización de la democracia se inscribe el texto de Ludolfo Paramio, que explica el "cambio de ideas" que condujo a la izquierda latinoamericana de la revolución a la democracia como algo mucho más profundo que una simple mutación de conveniencia resultante de la admisión de una derrota: un verdadero cambio de paradigma en términos kuhnianos. Desde otra perspectiva, la relación entre la izquierda y la democracia es analizada por Giuseppe Vaca en el marco de un relato de las transformaciones atravesadas por la izquierda italiana desde 1989 hasta el nacimiento del Partido Democrático en el año 2007.
El exilio primero, y luego la transición democrática, condujeron a Portantiero y a otros de su generación a -en palabras de Hilb- una "reapropiación de la tradición liberal". Es en consonancia con ese derrotero político-intelectual que Roberto Gargarella reafirma su visión del modelo ideal socialista a partir de la fórmula -enunciada por Gerald Cohen- de "liberalismo igualitario más comunidad". A continuación, el autor explora las dificultades encontradas por el radicalismo político en América Latina, pese a las cuales, sostiene, acabó legándonos una serie de valiosos principios: la libertad entendida como no dependencia; el compromiso con una relativa igualdad material que es la base de la libertad política; y la confianza en las asociaciones, las organizaciones colectivas y la voluntad de las mayorías.
Ricardo Martínez Mazzola, por su parte, se aboca a la recuperación de la vieja tradición socialista argentina que, contrariamente a lo sucedido en otras latitudes, no recibió gran atención de la sociología política como no fuera en tono de apología acrítica o de rechazo ciego. En este y otros textos incluidos en este volumen, los interrogantes acerca de la viabilidad del socialismo en Argentina van indisolublemente ligados a la indagación sobre las relaciones entre socialismo y peronismo. En la propia biografía de Portantiero el acercamiento al socialismo en los años setenta -operado tras un frustrado intento juvenil de ingreso al partido socialista que él mismo relata en tono de comedia, y de un breve y accidentado pasaje por el partido comunista- estuvo mediado por el peronismo, entendido como el sustrato ineludible de la experiencia política popular. Fue el desastroso final de esta experiencia peronista el que abrió paso, a la par de la recuperación de la democracia, a una revalorización de la tradición socialista a la que Portantiero acabó dedicándose de lleno en los años noventa -acompañado en la empresa por Martínez Mazzola, que actualmente se apresta a concluirla-.
El análisis del peronismo y de la dinámica del populismo, así como de las relaciones entre peronismo y socialismo -exploradas por Portantiero una y otra vez desde que, en 1971, publicara junto con Miguel Murmis el clásico instantáneo que fue Estudios sobre los orígenes del peronismo- son reeditados de modos diferentes tanto por Juan Carlos Torre como por Pablo Gerchunoff. El primero intenta responder a una pregunta -¿por qué no existió un fuerte movimiento obrero socialista en la Argentina?- que fue en más de una ocasión objeto de sus conversaciones con Portantiero. Repasa entonces las respuestas clásicas a ese interrogante para el caso de los Estados Unidos, para luego adentrarse, a partir de las reflexiones de Aricó, en el caso argentino. El segundo, en cambio, describe el funcionamiento del ciclo del stop and go en Argentina, al que presenta como la contracara económica del análisis político de Portantiero y O'Donnell -condensado, en el caso del primero, en el concepto de "empate hegemónico" -, para luego proponer una nueva versión del modelo aplicable al período posterior a los escritos de dichos autores, datados entre comienzos y mediados de los años setenta.
En otro registro, Giacomo Marramao -en conversación con Débora Spini- enfatiza las transformaciones de largo aliento que atraviesa el mundo en la actualidad, especialmente en lo que se refiere a su creciente pluralismo, tanto intercultural como intracultural. En ese punto reconoce en Portantiero, así como en muchos otros intelectuales latinoamericanos, una visión sobre América Latina que es la perfecta ilustración del carácter plural de Occidente. Su propia mirada se coloca en línea de continuidad con la de Portantiero, para quien, afirma Terán en su conferencia-homenaje, la sociología del nuevo siglo no podía ser sino un pensamiento de la crisis.
El libro, en suma, es un homenaje al pensamiento sin ataduras encarnado en la figura de un intelectual que no sólo entrevió con gran lucidez los cambios que se estaban operando en la sociedad argentina, sino que también se adelantó a ellos para alentarlos activamente, en ejercicio del rol del intelectual capaz de contribuir -parafraseando a Goldfarb en cita de Quiroga- a que las sociedades hablen sobre sus problemas.

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