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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.16 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./jun. 2011

 

RESEÑAS

Marx y las encrucijadas de la politica (Latinoamericana)
José Aricó, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, 299 páginas

 

La reedición de Marx y América Latina ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre algunos de los principales dilemas político-culturales de la izquierda latinoamericana. El tema del libro de Aricó es muy conocido: las dificultades de la teoría -y la práctica- marxista para comprender la especificidad de los procesos de emancipación latinoamericanos. En un sentido más preciso, el texto de Aricó da cuenta de estas dificultades en el marco de la crisis de la filosofía de la historia que le había servido al marxismo para circunscribir el devenir de la historia moderna (incluyendo aquí, obviamente, la conquista de América)  en el interior de una teoría de la génesis y el desarrollo del modo de producción capitalista. Al interior de esta crisis, el libro de Aricó pretende demostrar que esa filosofía de la historia se había transformado en un obstáculo epistemológico y político que exigía múltiples replanteos.
Como es sabido, el modo de enfrentar estos obstáculos detectados por Aricó tiene dos derivaciones teórico-políticas posibles. Por un lado, la opción que decide "olvidar a Marx" en vistas de las transformaciones del capitalismo tardío y, sobre todo, del incumplimiento de la profecía revolucionaria. En el otro extremo, la elección consiste en "olvidar los síntomas" de la inadecuación y la crisis de un discurso teórico que descansaba en una serie de premisas sobre el cambio y la evolución social que la realidad se había encargado de desmentir (y complejizar). Lo interesante del planteo de Aricó es que consigue "superar" esas alternativas y abordar los síntomas de la crisis del marxismo a partir del horizonte teórico abierto por el propio Marx. En sus términos, se trataba de "trabajar en Marx" las dificultades y las ausencias del marxismo. Frente a este desafío, lo primero que encuentra Aricó, oculto y descuidado, es un detalle, una insignificancia dentro del edificio teórico marxista: el texto de Marx sobre Bolívar.
Poco conocido, el texto de Marx sobre Bolívar vuelve a mostrar al escritor desafiante, poseedor de una retórica mordaz y de una genialidad inusual al momento de construir metáforas políticas. Pero en este caso, las metáforas y el sarcasmo están puestos al servicio de un enorme desatino, de una elucubración prejuiciosa plagada de soluciones falsas y análisis banales. ¿Cómo -se pregunta Aricó- pudo Marx acompañar a los cronistas que caracterizaban a Bolívar como un "general de las retiradas", absolutamente "incapaz de organizar un ejército y dirigir una política emancipatoria"? ¿Qué fue lo que lo llevó al despropósito de afirmar que "si Bolívar hubiese avanzado con resolución, sus solas tropas europeas habrían bastado para aniquilar a los españoles, pero prefirió -por cobardía e ignorancia, se entiende- prolongar la guerra cinco años más"? Sobre el detalle de este desatino construye Aricó su análisis de la crisis del marxismo.
Si se pudieran organizar los múltiples problemas que encuentra Aricó en el texto de Marx (como síntomas de conflictos políticos en la teoría y de insuficiencias teóricas en la política) se podría formular la siguiente constelación: en primer lugar, la apelación irónica pero constante a la contingencia para explicar lo que aparece como inexplicable teóricamente; luego, la sobreabundante insistencia -que contradice la propia teoría de quien escribe- en análisis psicológicos y caracterológicos de los personajes; finalmente, el complejo que sanciona la insignificancia de los acontecimientos históricos latinoamericanos. En la perspectiva del Bolívar de Marx, si las fuerzas sudamericanas triunfan en una batalla decisiva, todo es consecuencia del azar, de una fortuna extraordinaria que empujó momentáneamente al destino. Por el contrario, si se produce una derrota coyuntural, todo se explica clara y distintamente como consecuencia del delirio de una "personalidad arrogante", cuya signo característico sería el narcisismo y la pusilanimidad. Ambos temas aparecen reunidos en el diagnóstico que sentencia la insignificancia, en el marco de la historia universal, de América Latina. La falta de bases sólidas (léase materiales) para los procesos emancipatorios encarnados en una figura como la de Bolívar "explica" que aquí, en este territorio geográfico y narrativo, todo esté librado a la contingencia y al personalismo, determinaciones absolutamente incapaces de producir un "verdadero acontecimiento histórico". 
Frente a estas "consecuencias desafortunadas" de la teoría, Aricó pasa al ataque e interroga sin concesiones las causas profundas de estos "malos usos" de la filosofía de la historia. En este caso, sin concesiones significa: evitando las respuestas fáciles, las soluciones de compromiso que se esconden en lo que Aricó llamará el mito del eurocentrismo. La pregunta teórica y política de Aricó es más profunda: ¿por qué el eurocentrismo adquiere esa forma en esa coyuntura? O, lo que es lo mismo: ¿por qué un teórico crítico de las formas de dominación imperantes en su tiempo como Marx recurrió a los argumentos del personalismo, la contingencia y la existencia de pueblos sin historia para actualizar -consciente o inconscientemente- los prejuicios eurocéntricos contra los esfuerzos emancipadores de Bolívar? La respuesta que le da Aricó a este interrogante define la inteligencia y la fecundidad de todo su libro. Según Aricó, lo que debemos analizar en primer lugar no es el muy evidente predominio del eurocentrismo cultural en la mirada de Marx sobre los acontecimientos latinoamericanos. Tampoco habría que destacar como última clave de interpretación al eurocentrismo -y evolucionismo- teórico. Para Aricó, el eurocentrismo cultural y teórico están sobredeterminados por una interpretación política de la política latinoamericana, que es la que debe ser analizada para comprender los vacíos del texto de Marx.
Cuando en el discurso marxiano sobre Bolívar constatamos la presencia desmedida que le asigna al papel de los individuos y a la contingencia en los acontecimientos históricos lo que tenemos que leer es -según Aricó- la aparición del fantasma del bonapartismo. No es entonces el "eurocentrismo" el primero y el único que habla en los pasajes desatinados del Bolívar de Marx, sino que allí también se expresan sus temores (y sus limitaciones) frente a un determinado tipo de práctica política: una política construida sobre los límites de las particularidades nacionales, desde el Estado hacia la sociedad y que se despliega según ritmos diferentes a los tiempos lineales y abstractos de la modernización de las fuerzas productivas. Lo que Aricó demuestra es que en el texto sobre Bolívar no se trata del uso desafortunado de una analogía en sus tesis particulares sobre la historia latinoamericana, sino que allí se ponen de manifiesto las limitaciones de su teoría para pensar en general la política. Al ridiculizar el proceso de la lucha de emancipación de Bolívar, al subsumirlo en la figura del imitador-farsante del gran Napoleón, lo que Marx revela -si se lo lee como un síntoma de su teoría- es el espacio de lo que no puede pensar, que es precisamente el espacio vacío de la política, cuando ésta se hace efectiva como espacio de ruptura y apertura de los procesos de "evolución natural".
¿Qué sería, entonces, desplegar en términos marxistas los fracasos de Marx para "comprender a Bolívar"? Aricó responde: desarmar y analizar políticamente la construcción que el propio Marx hizo del "bonapartismo". En ese espacio teórico Marx había reunido: el problema de la contingencia en la historia, la autonomía relativa del Estado, la posibilidad de realizar transformaciones sociales "desde arriba" y la presencia de una multiplicidad irreductible de conflictos sociales. Todo eso que el marxismo evolucionista había lanzado por la borda, es precisamente el contenido que la propia obra de Marx estaba solicitando: asumir dialécticamente sus "impensables" como parte del propio pensamiento crítico de Marx. En ese caso, afrontar el desencuentro de Marx con América Latina implica algo mucho más importante que efectuar una crítica del eurocentrismo cultural. Trabajar ese desencuentro implica ser capaz de sustituir la filosofía de la historia que organiza buena parte de su teoría de la sociedad, por una teoría que sepa articular, con todas sus complejidades y heterogeneidades, la teoría crítica de la economía capitalista y la crítica política de las coyunturas históricas.
En esta última dirección avanzan las conclusiones del libro de Aricó. Podría objetársele, retrospectivamente, la reducción que opera en la constelación de problemas que el mismo había analizado al des-construir con cuidado todo lo que Marx había amontonado bajo la sigla "bonapartismo". Por cuestiones muy diversas, Aricó tiende a destacar unilateralmente la afirmación de la autonomía relativa del Estado y, por esa vía, privilegia de modo excluyente el trabajo de reintroducir una teoría de las instituciones democráticas dentro del horizonte del pensamiento socialista. Con esto, deja a un lado o pospone el resto de los problemas pendientes: el análisis del valor de la contingencia en la historia, el examen de las transformaciones sociales reales que pueden llegar a ser movilizadas "desde arriba" y la existencia en el cuerpo social de una multiplicidad irreductible de conflictos que pugnan por su politización. Esta mirada más amplia sobre la complejidad política de toda coyuntura histórica parece, por momentos, quedar relegada en una serie de conclusiones que abrazan demasiado rápido el modelo que la socialdemocracia europea estaba proponiendo en esa época para interpretar la "autonomía relativa de la política". Dicho esto, cabe aclarar lo fundamental: esta mirada retrospectiva no le hace justicia ni al libro ni al esfuerzo teórico de Aricó. Su trabajo "en Marx" consistió en señalar los síntomas del malestar dentro de la teoría, en realizar análisis muy originales de sus causas y proponer una renovación del pensamiento sobre la política dentro del marxismo. Sus conclusiones particulares, nunca taxativas ni definitorias, son parte de un debate político-cultural que permanece abierto.

Ezequiel Ipar

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