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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.16 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./June 2011

 

RESEÑAS

Fascismo trasatlántico. Ideología, violencia y sacralidad en Argentina y en Italia, 1919-1945
Federico Finchelstein, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, 372 páginas.

 

El fascismo como ideología, movimiento, estética y régimen político ha sido abordado desde una multiplicidad de perspectivas y enfoques, pero con un marcado predominio de los análisis comparativos; estos estudios refieren normalmente a los diferentes casos nacionales. En este sentido, el trabajo de Finchestein posibilita un nuevo recorrido intelectual, a partir de un análisis contextual comparativo sobre el fascismo. Su objetivo nuclear consiste en identificar las conexiones globales que fueron determinantes en la configuración del itinerario del fascismo trasnacional (centralidad de la doctrina e ideología fascistas). Finchestein inicia el debate primero con gran parte de la historiografía tradicional, tanto por sus críticas a la historia trasnacional como por la concepción del fascismo en América Latina. Para el autor, los cambios que se dieron entre el fascismo italiano y el nacionalismo argentino -el fascismo es una de sus expresiones-permiten profundizar el modo en que ambas ideologías produjeron reformulaciones e influencias recíprocas. Las relaciones vinculares entre la Italia del Duce y las diferentes administraciones argentinas, con sus respectivas orientaciones políticas, determinan el espacio geográfico fundamental para la comprensión general del fascismo como ideología de alcance global. El marco teórico y conceptual está basado en los estudios de Emilio Gentile. Los análisis teóricos en la reinterpretación de la historia del fascismo, así como la lectura de los esquemas fascistas de construcción de significado, son imprescindibles para alcanzar la autocomprensión del  fascismo trasnacional. Esta nueva interpretación del "fascismo en movimiento" implica el reconocimiento de "elementos vinculares" que exceden los límites territoriales de la ideología fascista italiana y son pasibles de apropiaciones y readaptaciones conforme a los diferentes contextos socioculturales e histórico-políticos cambiantes. El fascismo italiano representa la matriz original de un movimiento extremista de alcances mundiales, pero en su decurso fueron plasmados regímenes fascistas que mantuvieron el sustrato ideológico fundamental o estructura, alterando las formas de institucionalización a partir de realidades divergentes. Dichos cambios describen la expansión de las ideas fascistas, tanto en Europa como en América Latina y especialmente en el Cono Sur. La  Argentina que describía Mussolini, compartida por los fascistas italianos, representaba el ámbito natural para el imperialismo fascista en América Latina. En este contexto Argentina, un pueblo sin nación y con un número de italianos que se aproximaba a la mitad de la población existente, estaba llamada a seguir el camino de Roma y de la latinidad, conforme al tutelaje paternalista del Duce -concepción neocolonialista no compartida por la mayoría de los nacionalistas argentinos-.
Es interesante el debate que Finchelstein plantea a la historiografía tradicional que analiza los aspectos más significativos del fascismo; en primer lugar por la crítica a la "historia trasnacional", y en segundo término por no concebir el fascismo latinoamericano como una realidad objetiva, cuyas implicancias en los procesos socio-políticos pueden ser rastreadas en el pasado reciente. El texto profundiza diferentes niveles de significado, nacionales y trasnacionales, estableciendo un diálogo crítico con diferentes interlocutores -sin enunciarlos taxativamente, éstos serían las historias del fascismo, de la violencia política, del antisemitismo, de la historiografía tradicional latinoamericana acerca del autoritarismo, el nacionalismo y la religión- incluyendo las consecuencias de la violencia política a partir de 1976, así como también los aspectos relativos a la secularización y sus interpretaciones, y a los postulados tradicionales respecto de los procesos intelectuales y culturales en Europa y América Latina. La empresa que acomete el autor es sumamente compleja y está abierta a la discusión en gran parte de sus formulaciones. Sin embargo, el criterio en la selección de fuentes primarias y secundarias pone de relieve que asistimos a un texto necesario para el análisis del fascismo y del nacionalismo trasnacional. Finchelstein considera a sus fuentes como un "conjunto de hablas" que construyen y reconstruyen discursos y prácticas textuales y contextuales. Dicho de otro modo, las fuentes no funcionan como herramientas instrumentales tendientes a corroborar las hipótesis preconcebidas. 
El libro consta de cinco capítulos que desarrollan y describen las características del fascismo trasnacional, su recepción en Argentina, la propaganda fascista y la reformulación nacionalista en términos de apropiación interpretativa, los orígenes del nacionalismo con la Iglesia Católica y las discusiones doctrinarias y programáticas que incluyen el nazismo, la Guerra Civil Española, el imperialismo, el antiimperialismo y la creación nacionalista del enemigo, respectivamente. Las diferencias existentes entre el nacionalismo argentino y el fascismo italiano, profundizadas en el Epílogo, no niegan la existencia del fascismo argentino sino que constituyen una prueba fehaciente del potencial multiplicador del fascismo como ideología global.
Existen entre los intelectuales consensos mínimos con respecto a la historia y a la ideología  fascista. La primera parte del libro reseña los antecedentes ideológicos del fascismo y sintetiza los procesos que le dieron origen al fascismo: la reacción contra el liberalismo político, la Revolución Rusa y el contexto de la guerra total. La segunda parte del texto describe el recorrido de la extrema derecha en Argentina, las relaciones que mantiene con el fascismo transatlántico y local, y las diferentes apropiaciones e intercambios conflictivos que se producen en el campo de la ideología.
El nacionalismo, al igual que el fascismo, fue un fenómeno moderno. Entre sus elementos constitutivos encontramos a las ideologías premodernas y tradicionales como el catolicismo y la recuperación de las raíces hispánicas y latinas. Fascismo, antisemitismo y antiimperialismo proletario serán las diferentes expresiones ideológicas en las que se dividirá la familia nacionalista. En las décadas del 30 y del 40, el nacionalismo es un movimiento de masas que mantendrá ciertos vínculos con las tendencias nacionalistas liberales y laicas que proponían un proyecto nacional "inclusivo". El fascismo argentino fue un movimiento menos numeroso pero significativo en términos ideológicos. La evolución del nacionalismo local combinó la admiración por el fascismo italiano pero renunciando a la implantación de un modelo sin mediaciones, tal como lo hubiesen deseado Mussolini, los fascistas italianos y los fascistas argentinos. Ambos movimientos eran antiliberales y negaban ese legado de la Argentina moderna, rechazando además la hegemonía del liberalismo y del cosmopolitismo -crítica al "crisol de razas" no blancas-, que sentaron las bases ideológicas de la nación. Por otro lado, Finchelstein demuestra la estrecha asociación entre conservadores y grupos nacionalistas en lo que concierne a las políticas yrigoyenistas y su contexto social: la sindicalización, las huelgas generales, el "obrerismo de Yrigoyen", el aumento del caudal inmigratorio y el impacto de la crisis económica fortalecieron a los grupos de la extrema derecha y a la proliferación de sus organizaciones. Cabe destacar la temprana identificación de estos sectores con un catolicismo social que permitiera abordar la "cuestión social" irresuelta por la "democracia electoral". En la evolución del nacionalismo y del fascismo, con sus respectivos intercambios trasatlánticos, se fue delineando en algunos sectores de la sociedad argentina una concepción del mundo y la centralidad que tendría nuestro país en la construcción de "un modelo cristiano de vida colectiva". El lector advertirá que los posicionamientos mencionados supusieron desacuerdos e intensos debates en los principales periódicos nacionalistas y antifascistas que alimentaron el empleo de una violencia política preexistente con su consecuente institucionalización. El "mito de Uriburu" aparece como una necesidad para sostener un movimiento y un andamiaje ideológico que permitiese instalar un régimen fascista. Cabe recordar que Uriburu pretendió emular el fascismo a partir de la creación de un régimen corporativo, pero su desplazamiento interno y falta de consenso en la aplicación del modelo,  relegaron a los fascistas en beneficio de los nacionalistas. Sin embargo, el legado ideológico y las prácticas violentas de "un fascismo en acción" son evidentes.
Si pudiésemos establecer algunas de las conclusiones del texto a modo de síntesis, diríamos que a) el fascismo terminó fusionándose con el nacionalismo, interpretando que el primero era una expresión del movimiento nacionalista internacional; b) la importancia del "enemigo interno" explica la necesidad de la aparición en la escena política de un nacionalismo chauvinista que pretendía crear un Estado corporativo a partir de las particularidades nacionales aunque vinculado a las diferentes experiencias de los fascismos trasnacionales; c) el nacionalismo tuvo éxito al fusionar el fascismo y el catolicismo -Finchelstein establece una génesis simbiótica entre ambos grupos a partir de los Cursos de Cultura Católica (antecedente de la UCA) y las publicaciones de derecha-; d) la breve existencia del Partido Fascista Argentino (PFA) y el fracaso de la propaganda fascista italiana en nuestro país -financiamiento de periódicos, sobornos y difusión de las hazañas tecnológicas del régimen- demostraron que los italianos estaban siendo asimilados, a pesar de los intentos de Mussolini; y e) algunos miembros nacionalistas del clero sostenían que el aparato teórico nacionalista debía definirse a partir del ejercicio de "pensar la Patria" para dotarlo de una doctrina católica. Estas y otras afirmaciones extraídas de las propias fuentes sugieren la existencia de una pluralidad de concepciones ideológicas que atraviesan y se inscriben en las ideas de Lugones, Matías Sánchez Sorondo, Ibarguren, los hermanos Irazusta, Meinvielle, etc. Un abanico ideológico en el que encontramos diferentes cepas de un vino complejo cuya maduración quedó definida por entramados conceptuales trasnacionales, promovidos por la experiencia de intelectuales, poetas (como D'Annunzio) y hombres de acción (sacerdotes y laicos). Quedaba pendiente la tarea de "recristianizar el mundo" y configurar un nuevo orden cristiano, pero los grandes trazos de la matriz fascista habían sido delineados.
Los nacionalistas seleccionaron a su gusto algunos elementos de la matriz original del fascismo italiano, y la apropiación y reconfiguración ideológica de la ideología local sobrevivió al ideal mussoliniano de crear un "imperialismo fascista transregional". A pesar de la muerte del Duce, el experimento nacionalista de adaptación del fascismo resurgió en la visión integralista que propondría el peronismo. Acordamos con Finchelstein en que Perón plantea una ideología posfascista para el "Nuevo Orden Mundial" de posguerra: Perón no inaugura un Estado fascista; de hecho, se aleja radicalmente de la ideología fascista y del experimento de Mussolini.  Pero su doctrina recibe entre otras influencias y aportes los del fascismo italiano, el socialismo no marxista, el nacionalismo, el sindicalismo de Estado y el pensamiento cristiano -aunque para el autor el populismo peronista implica una forma mentis fascista-.
Tal vez el aporte más sustantivo que aporta Finchelstein sea las conexiones subterráneas entre los aportes ideológicos del fascismo y el terrorismo de Estado implementado por la última dictadura. Detrás de los intentos por destruir las ideas, la ciencia, el psicoanálisis y toda narrativa sustitutiva del pensamiento autoritario, subyace lo instintivo y lo reprimido que se sublima en la violencia como ritual, en esa relación particular con el enemigo abyecto. Es precisamente en esta ecuación a veces latente, a veces manifiesta, en la que creo que falta la consolidación del desarrollo de las conclusiones. Se percibe una gran asimetría entre la utilización de las fuentes y profundización temática con respecto al análisis del peronismo y la última dictadura. De todos modos, la envergadura de la empresa de Finchelstein no se ve mitigada por ello.                                       

Fabián Sarubbi

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