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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.17 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2012

 

ANALISIS E INVESTIGACIÓN

Consideraciones sobre el alcance y los límites del proceso sustitutivo en Argentina en el ciclo 1930-1975

 

Juan Barri*

* Profesor y Licenciado en Filosofía, Doctor en Estudios Sociales Agrarios (Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba). Becario posdoctoral del CONICET. E-mail: juancitobarri@yahoo.com.ar

 


Resumen

El presente trabajo busca volver sobre los debates acerca del período sustitutivo en la Argentina, en la medida que consideramos que buena parte de la propuesta en materia de política económica de los dos últimos gobiernos en Argentina tiene como horizonte de referencia algunas propuestas del programa desarrollista y redistribucionista de J. D. Perón en sus dos primeros gobiernos. Dado que consideramos existe bastante debate sobre los límites y alcances de ciclo sustitutivo, nos parce oportuno realizar un diagnóstico sobre las condiciones objetivas de desarrollo de la economía para, a partir de allí, repensar la política económica y la disputa interburguesa, así como el lugar de los trabajadores en las alianzas de clases. Fijaremos nuestra atención sobre el proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones, en sus dos ciclos, y de allí trataremos de ver analogías y posibles coincidencias en algunas de las propuestas en materia de política económica entre los gobiernos indicados.

Palabras clave

Desarrollo; Sustitución de importaciones; Economía política; Política económica; Lucha de clases.

Abstract

The article seeks a return to discussions about the substitute period in Argentina, in as so much as we consider a good deal in economical policies proposal during the last two governments in Argentina are referred to some proposals of J. D. Peron's development and redistribution program during his first two governments. Since we consider there is quite a debate about the borders and extent of the substitutive cycle, we consider it wise to elaborate a diagnosis on the objective conditions of the economic development, and hither to reformulate economicpoliticsandinterbourgeoisdiscussions, as well as the place of the labor class in alliances. Let us concentrate on the industrialization process due to substitution of import, in both its cycles, and hitherto we'll strive to identify analogies and possible coincidences in some proposals in the economic politics of the aforesaid governments.

Key words

Development; Substitution of imports; Political economy; Economic politics; Class struggle


 

Introducción

En este artículo nos interesa acercarnos al análisis del proceso de desarrollo del capitalismo en Argentina entre los años 1930-1975, al que se describió como un proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Muy amplia es la bibliografía sobre el tema y muy rica la discusión que se dio alrededor de este proceso durante las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado, y que en la actualidad sigue dando lugar a polémicas científicas en el campo de las ciencias sociales y la historia económica. Lo que nos interesa aquí es recuperar una parte de ese debate y asumir una posición teórica acerca de las características más relevantes de ese proceso. Creemos que es oportuno volver sobre este debate ya que desde mediados de la presente década la economía argentina viene desarrollando un crecimiento sostenido de su Producto Bruto Interno y expandiendo su mercado interno, mientras que de forma paralela desde la gestión oficial del gobierno nacional se apela a recuperar parte del imaginario construido en relación a dicho período, lo que pareciera tener como objeto contribuir a construir un consenso público hacia el macro-programa de política económica que se viene implementando en el país durante los últimos dos gobiernos democráticos.
Este trabajo adquiere la forma de un artículo teórico-crítico, en la medida en que el eje está puesto en analizar las características generales de las determinaciones económicas del período sustitutivo, a partir de un análisis
detallado de los argumentos de algunos de los principales referentes teóricos de la economía latinoamericana, y recuperando la información estadística que utilizan para fundamentar sus tesis. El artículo busca acercarse al debate iniciado por los enfoques histórico-críticos de la historia económica latinoamericana, en la medida en que consideramos que ese debate científico nos permite echar luz sobre el presente. Es importante señalar que este no es un trabajo realizado desde la teoría económica, sino que busca recuperar y contrastar parte de los argumentos e información estadística que desde distintos enfoques del campo de la teoría económica se presentaron en relación a la ISI.
Vale decir que este proceso de expansión de las relaciones capitalistas ha sido analizado desde distintas disciplinas, siendo un objeto de estudio que es enfocado de forma transdiciplinar. Nuestra posición teórica busca en particular retomar y dar visibilidad a las tesis sostenidas, principalmente, por los autores que utilizan las herramientas provistas por la crítica de la economía política, esto es, las categorías eje del marco teórico marxista. Desde un punto de vista gramsciano quisiéramos detener nuestra reflexión en el estudio de las determinaciones materiales que —en última instancia y en forma dialéctica— condicionan los procesos políticos superestructurales en el ciclo señalado. Consideramos que como paso previo a la polémica abierta sobre la "compleja esfera superestructural" es recomendable detenerse unos momentos en la relativa mayor "homogeneidad" de las condiciones estructurales (Portelli 2007: 43); en nuestro caso el horizonte espacio-temporal de las determinaciones materiales es la economía argentina durante la ISI.
Sin ánimo de establecer un análisis comparativo del período sustitutivo con el ciclo de expansión actual del capitalismo en Argentina, lo que nos interesa es volver la mirada sobre aquel ciclo para analizar algunos tópicos en debate: los defensores de la política distribucionista describieron a este ciclo económico como un período de crecimiento integral de la economía nacional en base a la ampliación de las industrias nacionales, la expansión del mercado interno y al desarrollo de una política redistributiva. Sobre estos temas girará nuestro análisis, al tiempo que intentaremos explicitar las determinaciones objetivas que permiten comprender ese proceso de expansión de las relaciones capitalistas en Argentina. Para ello haremos referencia a algunos indicadores objetivos sobre las condiciones materiales de desarrollo del capitalismo en Argentina durante las décadas de 1930 y comienzos de los 70, acompañando el criterio de periodización de Schvarzer (2006). Diferenciaremos, además, dos ciclos claramente distintos en el interior del proceso
sustitutivo: un primer período de expansión del mercado interno y desarrollo de las industrias productoras de bienes de consumo, y un segundo ciclo que surge en plena crisis del sector industrial productor de bienes salarios, y en el que se desarrollan las industrias capital intensivas, al tiempo que se produce una retracción del mercado interno.
La estructura de este artículo busca respetar el orden temático y lógico arriba planteado, por lo que comenzaremos estudiando los primeros años de expansión de la economía nacional, situándonos en la década de 1930, y tomando como punto de partida la crisis estructural internacional y la reestructuración del orden económico global. Revisaremos también los efectos de estas transformaciones estructurales sobre la división internacional del trabajo, en particular las vinculadas al quiebre del modelo agroexportador en la Argentina y la transición hacia un modelo de industrialización endógeno. Luego analizaremos la crisis estructural en el sector de las industrias productoras de bienes de consumo, y el período de consolidación del sector industrial capital intensivo, conocido localmente como los monopolios industriales. La referencia a las diferencias estructurales entre los dos subciclos nos permitirá dirigir nuestra atención, además, hacia los límites y el alcance histórico del proyecto político económico del gobierno distribucionista del general Juan Domingo Perón, y a la alianza de clase que este sector representaba.

La expansión del mercado interno y la Industrialización por Sustitución de Importaciones

El inicio de la Primera Guerra Mundial provocará significativos cambios a escala internacional que transformarán el orden económico mundial y desembocarán, entre otras cosas, en el reemplazo de la hegemonía inglesa por parte del capital norteamericano. Sin embargo, la Primera Guerra es sólo el comienzo de un proceso de transformaciones estructurales en el desarrollo del capitalismo a escala global, que en América Latina darán lugar a lo que se conoce como el período de desarrollo Industrial por Sustitución de Importaciones (ISI), que se inicia a comienzos de la década de 1930 y del cual Argentina formará parte. Muchos autores se han dedicado al estudio de este período histórico y de los complejos procesos económicos y políticos que desencadenó en América Latina, de entre los cuales destacamos a Furtado (1969), Hinkelammert (1970), Gunder Frank (1973), Cueva (1977), Gonzáles Casanova (1978), Teubal y Rodríguez (2002), Rubio (2003), Peralta Ramos (1973, 2007), Rapoport (2009) y Basualdo (2010). El concepto de desarrollo Industrial por Sustitución de Importaciones es fundamental para entender el significativo impacto de las transformaciones en la coyuntura internacional1 sobre las economías latinoamericanas y su desarrollo posterior. Esta reestructuración del orden económico internacional puede ser observada en tres indicadores: a) la caída del coeficiente de comercio exterior de los países industrializados a mediados de la década de 1910 (coeficiente que sólo se recuperará finalizada la segunda guerra mundial), b) el deterioro de los precios relativos de los productos primarios en los mercados intencionales, c) un aumento en el comercio mundial de la participación de los productos primarios por sobre los manufacturados2 (Furtado 1969). Esta desestructuración del orden comercial vigente, y con ello de la división internacional del trabajo a la que este orden dio lugar, implicará para Latinoamérica la crisis de los modelos agroexportadores, consolidados a inicios del siglo XX.
Con la crisis del modelo agroexportador, influenciada por la caída de las exportaciones en el ámbito mundial, se iniciará un nuevo ciclo de desarrollo del capital en las economías regionales, las cuales sufrirán fuertemente el impacto de este deterioro de las relaciones comerciales internacionales (cae alrededor de un 25 por ciento). En este sentido, la Primera Guerra y la crisis del '29 no sólo limitarán la capacidad exportadora de bienes primarios de las economías latinoamericanas sino que también impactarán sobre su capacidad importadora de bienes manufacturados3. Sin embrago, es necesario señalar que no todas las economías regionales sentirán de la misma manera el impacto de esta crisis comercial, siendo la Argentina uno de los países que verá menos deteriorada su economía por este factor, en tanto que sus exportaciones caen menos que en el resto de los países a comienzos de la década de 1930.
La transición de una economía volcada fundamentalmente a la exportación de productos primarios hacia un modelo de desarrollo industrial adquiere las siguientes características en la Argentina: a comienzos del siglo XX la economía nacional adopta una matriz agroexportadora4, concentrando el
capital en la producción agropecuaria, lo que da como resultado un aumento de la productividad y un crecimiento del volumen de la mano de obra asalariada y del salario real, posibilitando el desarrollo del mercado interno y el aumento de la capacidad de absorción de las manufacturas provenientes de los países centrales. En este modelo los capitales extranjeros tenían una participación decisiva en la economía nacional y son éstos los que darán impulso a un proceso de industrialización de la producción primaria, iniciado a mediados de la década de 1910, destinada en parte a satisfacer la demanda alimenticia y de otros bienes de consumo del creciente mercado interno, y en parte a la exportación5. En el caso argentino es necesario enfatizar el vínculo inicial del proceso de industrialización y la expansión de las relaciones plenamente capitalistas con el crecimiento de las exportaciones, en el marco de la división internacional del trabajo bajo la hegemonía del capital inglés. Para observar esto podemos recuperar los indicadores presentados por Furtado (1969: 107-108) que señalan que en el período 1910- 1929 la participación del sector industrial en el PBI se mantuvo siempre alrededor del 20 por ciento, a pesar de que para el mismo período se observa un crecimiento del sector industrial del 120 por ciento, apenas inferior al crecimiento de las exportaciones del 140 por ciento en igual período. Las empresas que mayoritariamente explican este crecimiento industrial en Argentina pertenecían al sector de los productores de bienes de consumo, esto es, alimentos, textiles, etc. El sector industrial en este período se comporta como un multiplicador del empleo del sector exportador, y se manifiesta una fuerte dependencia tecnológica y financiera de los productores agropecuarios, procesadores y empresas vinculadas al sector hacia el capital extranjero. Esto representa un indicador de la importante participación del capital extranjero en los distintos niveles de la producción, la comercialización y el crédito.
Señalamos ya que el impacto de la crisis económica y financiera de 1929 sobre el orden económico mundial será muy significativo, entre otras cosas porque implica la constitución de un escenario de difícil acceso al cré
dito internacional y una retracción de la demanda de los países centrales. En esta coyuntura, la Argentina reestructuró su economía mediante la expansión industrial destinada a satisfacer fundamentalmente al mercado interno, buscando cubrir la demanda de productos manufacturados que dejarán vacantes los capitales externos durante el período de entreguerras y crisis internacional. Los indicadores a los que ya hiciéramos referencia muestran la caída de las exportaciones a nivel mundial y en particular el retroceso de las importaciones argentinas6. Esta caída de las exportaciones y de las importaciones a partir de fines de la década de 1920 es acompañada por un crecimiento de la participación del sector industrial en el PBI, que pasa de representar el 22,8 por ciento en 1929 a un 32,4 por ciento para el año 1957. El crecimiento porcentual en términos absolutos del sector industrial argentino en este período es de un 220 por ciento (Furtado 1969). Lo que nos interesa remarcar con estos datos es la importancia del sector productor de bienes de consumo en la primera etapa del ciclo de desarrollo industrial. Con esto queremos mostrar que la participación del sector productor de bienes de consumo es lo que permite explicar el impulso al desarrollo de las relaciones capitalistas en Argentina y que, además, éste representa al sector industrial mayoritario que encabeza el proceso de industrialización en la primera etapa del proceso de sustitución de importaciones.
Esta última tesis se acerca al planteo de otros autores (Rubio 2003, Peralta Ramos 2007, Basualdo 2010) que distinguen dos fases en el interior de este ciclo de desarrollo industrial sustitutivo en Argentina. Estos trabajos nos permiten entender los procesos que se desarrollan en el período dentro de cuyos márgenes ubicamos al proceso de desarrollo industrial por sustitución de importaciones. Es decir, coincidimos con estos autores tanto en lo que refiere a ubicar el comienzo de la primera fase del ciclo sustitutivo en la década de 1930, como en la tesis que señala que el sector industrial acompañó, hasta iniciada la década señalada, el proceso de crecimiento de la economía agroexportadora, sin llegar a constituir el centro dinámico de la economía. Iniciados los años treinta, la participación del sector productor de bienes de consumo no durables era superior al 50 por ciento de la producción industrial y se iría consolidando como el sector económico hegemónico por al menos dos décadas. Este es el período que Blanca Rubio (2003) describe
como de "desarrollo articulado" del mercado interno en las economías latinoamericanas, con una alta participación del sector de los trabajadores asalariados como consumidores de la producción industrial local, que en algunos de los países latinoamericanos se subsidia mediante la producción barata de alimentos de los productores campesinos.
Es necesario traer a cuenta que la crisis internacional provoca una depreciación de los productos agrícolas que afectará notablemente al sector agropecuario y que —sumado a los factores ya señalados7— terminará transformando la matriz agroexportadora y dando lugar a un nuevo ciclo económico. Este nuevo ciclo de expansión industrial será acompañado por una serie de políticas proteccionistas que buscarán potenciar las tendencias nacientes a partir de la reestructuración de la economía global. Se estima que el 90 por ciento del crecimiento de la manufactura entre comienzos de la década de 1930 y principios de la década de 1960 se debió a la reducción del coeficiente de importación en la oferta total de productos manufacturados. En los años 1925-1929, la importación de mercaderías representaba cerca del 25 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI); hacia 1957-1961 representaba apenas el 8 por ciento del mismo (Peralta Ramos 2007). La caída progresiva del coeficiente de participación de las mercaderías importadas en el PBI permite identificar un cambio estructural en los patrones de producción en la economía argentina.
Si bien se puede constatar una transformación estructural de la matriz productiva argentina a partir de los primeros años de la década de 1930 y hasta mediados de 1970, que implicó el abandono progresivo de estructura agroexportadora como actividad motorizadora de la economía nacional, es importante distinguir —coincidiendo con Rubio (2003), Peralta Ramos (2007) y Basualdo (2010)— entre dos subperíodos del ciclo económico de desarrollo industrial por sustitución de importaciones: un primer período comprendido entre los años 1925-1929 y 1948-1950, en el que hay un claro predominio del sector de productores de bienes de consumo no durables, esto es, las ramas textiles, alimentos y bebidas, que explica el 45 por ciento de la expansión de producción manufacturera, muy superior al 22 por ciento que representaba la industria metalúrgica. Mientras que en la década comprendida por el período 1950-1960 esta relación se invertirá y en este segundo subciclo el sector metalúrgico será el que más se expanda, explican
do el 57 por ciento del crecimiento industrial8. Si bien la periodización de este primer sub-ciclo puede variar de un autor a otro en relación al año de su comienzo y final, encontramos que la identificación de las determinaciones generales, al menos en sus puntos fundamentales, es homogénea a la mayoría de los teóricos estudiados.
Más allá de la caracterización histórica general, nos interesa analizar estos procesos de desarrollo industrial y expansión del capital desde una perspectiva que permita explicar la acumulación de capital y la reproducción global del sistema capitalista, buscando indicadores que nos habiliten a referirnos al desarrollo de las relaciones capitalistas en Argentina. En este sentido vemos que Peralta Ramos (2007) toma los incrementos de stoks de capital como indicadores parciales del aumento del capital constante, y los aumentos de la ocupación de los trabajadores asalariados como incremento del capital variable. A partir de estos datos mostrará que para el período comprendido entre los años 1935-45 y 1945-55 la composición orgánica del capital permaneció relativamente estable, y que en este primer ciclo la industrialización se consolidó a partir de la incorporación creciente de mano de obra al proceso productivo, en un régimen de explotación del trabajo asalariado por el capital fundado en la extracción de "plusvalía absoluta". Al mismo tiempo reúne indicadores que le permitirán afirmar que en el segundo subperíodo, particularmente entre los años 1956 y 1961, ocurre lo contrario, ya que la expansión industrial en este ciclo se produce a partir de un aumento considerable de la composición orgánica del capital, lo que significa un mayor aumento de la participación del capital constante que del variable en la producción, y un aumento de la productividad del trabajo bajo un régimen de extracción de "plusvalía relativa", como forma socialmente dominante de la explotación del trabajo asalariado por el capital. Tenemos, entonces, un subperíodo de hegemonía del capital industrial productor de bienes de consumo no durables, con una utilización extensiva de mano de obra9, y un segundo subperíodo en el que el predominio está en el
sector metalúrgico, motor del crecimiento industrial, con mayor capital intensivo y una mayor composición orgánica del capital.
En el segundo subperíodo de la ISI se produce un aumento de la composición orgánica del capital en la rama industrial que implica, a la vez, un cambio en los sectores productivos que comandarán el proceso de expansión, que no serán ya los productores de bienes de consumo no durables sino los productores de bienes de consumo durables, intermedios y de capital. Estos sectores industriales se constituirán en los sectores económicos más dinámicos durante la última fase del proceso de industrialización, mientras que las industrias vinculadas estrechamente a la producción primaria, los textiles y alimentos, registrarán en este último período un estancamiento de su producción. Este cambio significativo en la estructura productiva y en las relaciones capitalistas en la Argentina estaría indicando una transformación en el sistema de la organización social del trabajo con el pasaje de la manufactura a la gran industria, y un cambio en la composición orgánica del capital en el sector industrial (Teubal y Rodríguez 2002, Peralta Ramos 2007, Basualdo 2010). Este cambio del predominio en el plano de las fuerzas productivas se reflejará en la disputa por la hegemonía en el plano político que los sectores concentrados del capital intensivo buscarán resolver apelando a la utilización del aparato represivo —ante la incapacidad de constituirse en sector hegemónico por la vía del consenso— como mecanismo para desplazar a los sectores representados por J. Domingo Perón en la escena política.
Otro punto a destacar en relación con el proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones tiene que ver con la influencia de la inversión extranjera directa en el proceso. Y este es un punto importante en el imaginario relacionado al desarrollo del capital nacional durante el período sustitutivo. En el marco del desarrollo a gran escala del capital internacional, y de la integración del capital financiero con el industrial, la exportación de capital tomará formas distintas, siendo hegemónica en este período la exportación de capital destinada a crear plusvalía en las regiones de la periferia. En este ciclo, a diferencia del anterior en el que la inversión del capital extranjero estaba destinada fundamentalmente a las industrias extractivas, a la producción agrícola primaria y a la comercialización de la misma, el capital extranjero invertido en el sector industrial toma la forma de exportación de tecnología orientada a la explotación del sector manufacturero, subordinando a las formas de capital invertidas en el sector primario, fundamentalmente a los
sectores ligados a la comercialización agrícola. Es importante observar que la llegada de capital externo bajo la forma de bienes de capital se corresponde a un nuevo ciclo de acumulación, concentración y centralización de los capitales a escala global, bajo el predominio del capital norteamericano en la economía mundial, y que en el caso argentino estimulará el proceso de industrialización en la medida de que la inversión extranjera directa de las potencias imperiales toma la forma de exportación de tecnología hacia el sector industrial (Dos Santos 1982, Peralta Ramos 2007, Basualdo 2010). En la primera fase del ciclo sustitutivo la inversión de capital se destina hacia las industrias de bienes de consumo, mientras que en el sub-ciclo posterior se dirige hacia los sectores productores de bienes de capital e intermedios.
Nuestra intención es mostrar que la disminución del volumen invertido por el capital extranjero fue seguida por una reorientación de los capitales externos que impulsó y acompañó10 el desarrollo del proceso de industrialización en Argentina, y que sólo fue parcialmente obstruida por las políticas nacionalistas y redistribucionistas del gobierno de Perón. Si tomamos en cuenta la subdivisión entre los dos subciclos económicos en el marco de un proceso de industrialización sostenido, podemos indicar entonces que la participación del capital externo en el primer ciclo estuvo destinada a las industrias productoras de bienes de consumo no durables, que parecen responder a la integración vertical del capital invertido en la producción primaria y en la comercialización, mientras que en el período posterior, que coincide con el derrocamiento y proscripción del peronismo, la inversión extranjera directa es hegemonizada por el capital norteamericano11 y dirigida hacia los sectores productivos más capital intensivos —con una composición orgánica del capital más alta— productores de bienes de consumo durables, intermedios y bienes de capital. Decimos que acompañó e impulsó una tendencia ya iniciada en la economía argentina que, como vimos, tiene dos etapas dentro del proceso industrializador: una en la que regía un tipo de
explotación del trabajo asalariado de forma extensiva, con una baja composición orgánica del capital y bajo una forma de explotación centrada en la extracción de plusvalía absoluta. En esta etapa el capital extranjero invierte en el sector industrial productor de los bienes salario destinados a cubrir la demanda del mercado interno. En la segunda etapa de industrialización más capital intensiva, el capital extranjero —mayoritariamente de origen norteamericano— va a acompañar e impulsar una serie de transformaciones estructurales que, a entender de Peralta Ramos (2007), se correspondían con la necesidad del capital industrial de restituir una tasa de ganancia que alcance un nivel adecuado como para estimular la acumulación. Es sobre esta segunda etapa centraremos nuestra atención en el próximo apartado.

La "era" de los monopolios

Es este apartado vamos a remitirnos principalmente al análisis de las condiciones estructurales de la economía Argentina desde mediados de la década del cincuenta, y vamos a referirnos a las relaciones de fuerza en el plano político sólo marginalmente, en virtud de que lo que nos interesa aquí es analizar las bases objetivas de los procesos económicos, para recién a partir de allí tener elementos para evaluar y profundizar en la discusión teóricopolítica. Por ello no profundizaremos en el análisis del complejo escenario que se abre con la consolidación de los grupos monopólicos a nivel de la estructura económica, y las dificultades que encontraron los mismos para ejercer la hegemonía en el plano político. Diversos trabajos se refieren a esta problemática, entre los cuales destacamos los de Juan Carlos Portantiero (1973 y 1977), por la profundidad y claridad que presentan. También vale advertir que sólo ocasionalmente haremos una breve referencia a la coyuntura internacional con el fin de resaltar la cuestión de la exportación de capital, pero no nos detendremos en el tema en virtud de que su tratamiento ameritaría, para ser analizado con suficiencia, un estudio particular mucho más profundo y detallado.
Los estudios históricos y económicos sobre el segundo período de desarrollo sustitutivo señalan que el golpe militar de 1955 tiene como objeto reestablecer las condiciones estructurales que posibiliten a las distintas fracciones de capital industrial conseguir una tasa de ganancia que les permitiera introducirse en un proceso de acumulación ampliada, revirtiendo con
ello la caída en la tasa de ganancia ocurrida a partir de la política redistribucionista de Perón (Braun y Gambarotta 1973, Peralta Ramos 2007 y Basualdo 201012). Para ello, las fracciones más concentradas buscarán reemplazar la mano de obra por bienes de capital. Se abre así una disputa de intereses entre las distintas fracciones de capital industrial —que será muy intensa en todo el período— poniendo los intereses particulares del sector industrial por encima de los de las corporaciones agrarias13. Serán las fracciones más capital intensivas del sector industrial las que impulsarán el desarrollo
de un modelo económico de altos subsidios y fuerte protección arancelaria, que se caracterizará por la incorporación de tecnología en reemplazo de la mano de obra y por la penetración del capital extranjero en el sector concentrado de la industria. La expansión del sector industrial generó una dependencia hacia las divisas producidas por el sector agropecuario, lo que profundizó la disputa entre la burguesía agraria y el sector concentrado de los industriales. La disputa giraba en torno cuál sería el sector productivo que conseguiría la hegemonía política y un consenso social suficiente que permitiera legitimar la instrumentación de una serie de políticas económicas destinadas a favorecer al sector vencedor mediante una traslación de ingresos. Pese al poder estratégico del agro como generador de divisas, sería el sector industrial el que conseguiría destinar parte de este valor a financiar su expansión.
Lo que queremos remarcar es que más allá de las fluctuaciones en las traslaciones de ingresos del sector agropecuario al industrial, y viceversa, será el capital concentrado de la industria la fracción "predominante" (Portantiero 1973) en el orden económico y logrará instrumentar una serie de medidas que potenciarán su hegemonía a nivel de la producción. Estas medidas implicaron desde fuertes subsidios financieros, exenciones impositivas, protec
ción arancelaria y el impulso a la ampliación de las inversiones del capital extranjero en el sector. Esta reorientación de la política económica provocará alteraciones en las relaciones económicas a nivel nacional y en las condiciones de vida de los trabajadores, ya que si bien en un primer momento el desarrollo industrial continúa orientado hacia el mercado interno, las ramas más capital intensivas destinarán su producción a los estratos de mayores ingresos y a las empresas, dejando al margen a los sectores populares. Esto significa que, a diferencia de lo que venía ocurriendo en el ciclo anterior, el proceso de acumulación ampliada iniciado en 1956, y al que caracterizamos como el segundo sub-ciclo del proceso sustitutivo, dejará afuera a importantes sectores de la población de la actividad económica.
Una diferencia significativa del proceso de desarrollo industrial iniciado a mediados de la década de 1950 con el que lo precedió es el considerable crecimiento de la participación relativa de las ramas más desarrolladas desde el punto de vista de la composición orgánica del capital en el sector industrial14, por sobre las ramas productoras de bienes salarios, que disminuyen su participación en el volumen de valor producido por el sector industrial. En este período se produce la desaparición de un número significativo de pequeñas y medianas empresas industriales, lo que tendrá como efecto un alto grado de concentración de capital en el sector industrial15. Serán así las ramas más capital intensivas del sector industrial, concentradas horizontal y verticalmente (y con una participación importante del capital extranjero), las que conducirán el nuevo proceso de desarrollo industrial y dirigirán la política económica en función de sus intereses corporativos.
Al crecimiento significativo de la participación del capital externo en las ramas más capital intensivas del sector industrial se lo debe enmarcar dentro del ciclo de expansión del capital norteamericano. Este nuevo orden mundial de posguerra se da bajo predominio de los Estados Unidos en la economía, cuyos intereses estratégicos a escala global se inscribían dentro de la planificación geo-estratégica conocida como "Plan Marshall" (Grimko
1986). Theotonio Dos Santos (1969) es uno de los autores que da cuenta de la manera en que el proceso de industrialización en América Latina, acentuado a fines de la Segunda Guerra Mundial, se enmarca en el proceso de integración capitalista mundial bajo el dominio del capital monopólico norteamericano, en una nueva fase de la división internacional del trabajo. En este nuevo escenario de posguerra, a diferencia del ciclo anterior donde el capital externo se invertía en el sector primario y en los ferrocarriles, el capital externo norteamericano aumenta su participación en el sector productor de manufacturas y petróleo, integrándose a los sectores de capital industrial latinoamericanos. El sector industrial aparece entonces como el principal receptor de la inversión externa norteamericana en este período. Dentro de este sector en expansión encontramos a las industrias productoras de bienes intermedios y de capital, así como los productores de bienes de consumo durables.
Nos interesa señalar que la situación de predomino económico de las ramas más capital intensivas en el período estudiado, dará lugar a un modelo de desarrollo que presentará cambios significativos en relación al ciclo anterior, impactando particularmente sobre la distribución de la riqueza y las condiciones salariales de la clase obrera. Si en el período anterior la explotación del trabajo asalariado se daba, mayoritariamente, bajo la forma de extracción de plusvalía absoluta, en este nuevo ciclo la necesidad de recuperar una tasa de ganancia que permita la reproducción del capital de los grupos concentrados requerirá de la incorporación de capital fijio en la producción, dando lugar a un proceso de explotación del trabajo asalariado bajo la extracción de plusvalía relativa. Esto implicó el comienzo de una política salarial cada vez más restrictiva que tendrá como correlato la caída sostenida de la participación de los salarios en el PBI, y una estratificación de la clase obrera fundada en las distintas condiciones de producción al interior del sector industrial. Los sectores concentrados de la industria se encontraban fundamentalmente entre las ramas productoras de bienes de capital, intermedios y de consumo durables, y era allí donde se registraban los salarios más altos. Esta coexistencia de sectores productivos con distintas composición orgánica del capital y desiguales niveles de concentración, dio lugar a un mercado de trabajo diversificado y estratificado (Braun y Gambarotta 1973, Peralta Ramos 2007, Basualdo 2010).
En este punto nos parece significativo recuperar la tesis enunciada por Peralta Ramos (2007) en relación a que los sectores industriales de composición orgánica más baja, fundamentalmente las pequeñas y medianas
empresas de capital nacional de las ramas productoras de bienes salarios, debieron recurrir al recurso de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo para mantener los márgenes de rentabilidad ante la imposibilidad de incorporar capital fijo y aumentar la productividad, cosa que sí hicieron las ramas más capital intensivas vinculadas al capital extranjero16. Esto implicó el deterioro del salario real de un contingente significativo de obreros, en particular de aquellos pertenecientes a las industrias livianas, y una caída en el volumen de mano de obra incorporada al sector industrial que tendría efectos sobre la demanda de bienes salarios en el mercado interno (Peralta Ramos 2007, Basualdo 2010). Al mismo tiempo, esta reestructuración económica provocará fracturas en la alianza de clases que en el período anterior se había producido entre los asalariados y ciertas fracciones de la burguesía industrial, y la disputa central se dará ahora entre las fracciones más concentrada del capital por apropiarse de una parte mayor de la ganancia social17.
El golpe de Estado de 1966 consolidaría el poder político y económico de la fracción concentrada del capital industrial, en detrimento de otras fracciones de la burguesía, en particular de la agraria. El gobierno militar de Juan Carlos Onganía se propuso profundizar el modelo de desarrollo subsidiado de la ramas industriales más capital intensivas con una serie de medidas de distinta índole (subsidio a las exportaciones industriales, retenciones a las exportaciones agrícolas, impuestos a la propiedad de la tierra, etc.). A estas medidas se sumó una política de protección arancelaria a la producción de las ramas industriales de mayor productividad. Esta política económica destinada a fortalecer la hegemonía de las corporaciones industriales, muchas de ellas de capital extranjero, sería complementada por una política destinada a restringir el salario real del conjunto de los trabajadores industriales, tanto de las ramas líderes como de las productoras de bienes salario. Braun y Gambarotta (1973) señalan que el programa económico
que se aplica en 1967 tiene como objetivo manifiesto introducir cambios en la estructura económica que permitiesen una fluida y rápida acumulación de los sectores monopólicos del país. Toda esa batería de medidas generaría fuertes resistencias en el sector de los trabajadores, desataría un agudo conflicto político y provocaría fracturas en las alianzas de clase. Rapoport (2009) dirá que el golpe de Onganía, y el nombramiento de Kieger Vasena —un intelectual orgánico del capital monopolista— buscará completar el proceso industrialización comandado por el capital extranjero.
Frente a un escenario convulsionado y un Estado en crisis, los capitales industriales concentrados intentarán a través de la corporación militar buscar a comienzos de la década de 1970 una salida política a la crisis de hegemonía iniciada con el derrocamiento de Perón. Para ello se planteó un acuerdo con el peronismo con el objeto de devolver la institucionalidad al país. Esta estrategia se plasmaría en el llamado a un Gran Acuerdo Nacional (GAN), que en la práctica era una invitación a la participación política del peronismo, en tanto que el gobierno de facto evaluaba que su integración podía arbitrar en los conflictos estructurales, y en la medida en que no se cuestionasen las bases del modelo económico vigente. Desde nuestro punto de vista, los cambios estructurales en la economía argentina hacían inviable
la vuelta al modelo distribucionista —al menos sobre los fundamentos objetivos en los que se sostuvo en el ciclo anterior—, por lo que los sectores concentrados no temían una política regresiva desde el punto de vista de la expansión del capital.
Como señala Peralta Ramos (2007) uno de los rasgos fundamentales de este período es que los distintos gobiernos, a pesar de sus múltiples diferencias, impulsarían un modelo de desarrollo basado en la hegemonía de las ramas más capital intensivas, esto es, las grandes corporaciones industriales. En tal sentido, el último gobierno peronista previo al golpe de 1976 no modificaría las tendencias vigentes, aunque instrumentará un conjunto de medidas en materia de política económica que se diferenciarán de las aplicadas por la corporación militar en los años anteriores. El modelo de desarrollo existente en la etapa iniciada con el golpe de 1955 poco tendría que ver con el del gobierno distribucionista de Perón. Hasta el inicio de la década del sesenta los sectores industriales predominantes orientarán su producción hacia el sector empresarial, y hacia los estratos más altos de la población. Luego, con el correr de ésta década, las ramas más capital intensivas destinarán su producción al mercado externo (Basualdo 2010). A ello se suma, como ya señalamos, una política
salarial agresiva que en la práctica implicaría la caída del salario real y el crecimiento de la tasa de explotación, acompañado por un aumento de la productividad en las ramas líderes del sector industrial. Todo este proceso de desarrollo del capitalismo sería posible gracias a una decidida participación estatal en el plano económico favoreciendo al capital concentrado. Subsidiando mediante múltiples mecanismos cambiarios y financieros, eximiendo de cargas impositivas y protegiendo arancelariamente a los sectores concentrados, el Estado financiaría la expansión de las corporaciones industriales y distribuiría esta carga sobre sus propias finanzas, sobre la burguesía agraria, las industrias tradicionales y el sector de los trabajadores asalariados.
Este modelo productivo sostenido en una acción estatal organizada para financiar el desarrollo de las ramas de mayor composición orgánica del capital, implicaba un redireccionamiento de una parte de la ganancia social hacia un sector particular de la producción. Pero esta expansión del capital en las ramas más capital intensivas no puede reducirse sólo a una explicación en términos de un desarrollo endógeno de las fuerzas productivas. Buena parte de las políticas de subsidios estaban destinadas a abaratar el costo de la importación de tecnología de bienes intermedios y de capital. Hay que tener en cuenta, como señalamos, la activa participación del capital extranjero en los sectores líderes de la producción para visualizar las condiciones y los límites estructurales de este proceso de expansión y desarrollo de la economía capitalista argentina, así como para comprender las posibilidades de desarrollo de la estructura productiva nacional en el marco de la nueva división internacional del trabajo, conducida hegemónicamente por el capital norteamericano. Si bien no es objeto de este artículo, queremos destacar el profundo y valioso debate que en su momento realizaron —desde distintos marcos interpretativos— autores como Matus (1970), Vuskovíc (1970), Dos Santos (1971, 1982), Cueva (1977) y Gonzáles Casanova (1978), entre otros, acerca de la compleja y difícil relación entre la expansión del capital extranjero y el desarrollo de las economías latinoamericanas.
A lo ya señalado habría que agregar que las corporaciones consolidadas en la estructura económica, las ramas industriales más desarrolladas, no operaban sólo en función de sus intereses productivos, sino que utilizaron su poder político-económico para diversificar sus estrategias de apropiación de la ganancia social, y en tal sentido pusieron a operar mecanismos especulativos, ya sea a partir de estrategias de desabastecimiento o de comercialización en el mercado negro, que acrecentaban aún más su poder económico. Peralta
Ramos (2007) considera que estos mecanismos fueron los principales a la hora de explicar la traslación de ingresos hacia la fracción más poderosa de la burguesía industrial. Sostiene que este alto grado de concentración de capital existente en las ramas líderes, el carácter monopólico u oligopsónico de la oferta de esos productos y su importancia estratégica para el desarrollo industrial, explican el peso fundamental de estos sectores en la economía argentina.
Hay que señalar también que aquella política económica de subsidio a la concentración de capital repercutirá sobre las finanzas del Estado y en el endeudamiento externo de la Argentina (Braun y Gambarotta 1973). Peralta Ramos (2007) identifica a la financiación estatal de la expansión del capital en Argentina como un rasgo típico del capitalismo argentino, en el marco de una política económica en la que se sustituye la inversión productiva por subsidios. Será esta traslación de ingresos, mediada por el Estado, hacia un sector de la estructura productiva (los capitales concentrados) el principal medio para impulsar el desarrollo del capital en el proceso de industrialización y expansión del capitalismo en Argentina. El costo de esta traslación afectará al resto de los sectores productivos de manera diferencial, aumentará el endeudamiento público e impactará negativamente sobre los trabajadores y el conjunto de los sectores populares. En esta coyuntura, las fracciones de la burguesía desplazada —tanto la agrícola como los industriales "tradicionales"— buscarán, con éxitos desiguales, instrumentar mecanismos que permitan revertir la tendencia vigente. En el caso de la burguesía agraria su peso relativo en la estructura económica le permitirá conseguir éxitos coyunturales, como las devaluaciones temporales que aumentan los precios relativos de los productos agropecuarios.
En el otro eje de disputa nacido con el desarrollo del capital concentrado, que representa la contradicción fundamental del capitalismo, las clases obreras harán sentir su descontento contra estas políticas regresivas, siendo los sectores más combativos de la clase obrera víctimas de la represión sistemática del aparato estatal. Las tendencias regresivas en materia salarial se agudizarán a partir de mediados de la década del sesenta, asociadas a un crecimiento significativo de la productividad liderado por las ramas que incorporaron tecnología en la producción (Braun y Gambarotta 1973, Basualdo 2010). Peralta Ramos (2007) señala que una característica distintiva de este período fue que mientras el salario real se mantuvo relativamente estancado desde 1966, en las ramas más capital intensivas la productividad creció
significativamente y el costo de la mano de obra ocupada en estas ramas disminuyó notablemente. Es necesario destacar, entonces, que en este segundo sub-ciclo se produce una traslación de ingresos de la clase trabajadora al capital, en algunos casos mediante la extracción de plusvalía relativa y en otros, como en el caso de las industrias productoras de bienes salarios, mediante el recurso a la sobreexplotación de los trabajadores.

Conclusiones

Habiendo analizado con cierto detenimiento parte de los argumentos e indicadores que permitirían sostener la tesis de la existencia de dos procesos claramente diferenciados en el interior del proceso de ISI en la Argentina, podemos ver que la periodización encuentra un primer ciclo al que podemos situar con Basualdo (2010) entre 1930 y 1955, y un segundo sub-ciclo comprendido entre los años 1955-1975. Podemos, entonces, elaborar a partir de la caracterización realizada en este artículo una serie de consideraciones:

a. El proyecto desarrollista impulsado por los gobiernos distribucionistas, en particular el de Juan D. Perón, estaba estrechamente vinculado a las transformaciones ocurridas en el orden capitalista internacional y a la caída de las importaciones y exportaciones hacia los países capitalistas centrales. En el caso particular de la Argentina el proceso de desarrollo de las industrias productoras de bienes de consumo profundiza la tendencia de expansión del sector elaborador de productos primarios, pero implica un cambio en la matriz productiva, con un predominio del sector productivo por encima del agroexportador, y con ello de los capitales industriales por sobre los vinculados a la producción agropecuaria y la comercialización. Esto es, la política económica refleja los cambios producidos en el orden internacional e impulsa el desarrollo del sector industrial liviano y del mercado interno.

b. Si bien se observa en los indicadores un marcado desarrollo del mercado interno, este fenómeno se inicia con anterioridad a la fase de predominio de los capitales industriales en la economía argentina; sin embargo es durante la primera fase del ciclo sustitutivo que se consolidan las ramas industriales como motor de la economía, y es este régimen de explotación del trabajo, basado en la extracción de plusvalía absoluta, el que favorece la incorporación al mercado de sectores importantes de la población, a partir de la generalización del trabajo asalariado.

c. Este último proceso dinamiza, además, la producción y reproducción en las industrias productoras de bienes salarios, al menos hasta mediados de la década de 1950, cuando comienza a revertirse en la economía argentina la tendencia de crecimiento del sector industrial liviano, dando lugar a un ciclo en el que el predominio económico quedará en manos de los sectores capital intensivos.

d. Por lo general, el imaginario político desarrollista no distingue entre ambos ciclos, lo que dificulta una comprensión más acabada de los procesos estructurales y políticos vinculados al ciclo sustitutivo. Por lo que consideramos que la oportuna recuperación de los programas políticos de la fase desarrollista debería tomar la precaución de situar la política económica —y las políticas públicas en un sentido integral— en cada coyuntura histórico-económica.

e. En este sentido, la identificación del capital industrial nacional con el sector dinámico de la economía es sólo parcialmente cierta: no sólo porque fue un sector con una participación significativa fundamentalmente en el primer ciclo, sino porque aún en el período de hegemonía del sector industrial productor de bienes de consumo había una participación para nada desdeñable del capital extranjero, que consiguió entrar en un proceso de acumulación, como lo muestran los estudios citados en este artículo.

f. En relación a este último punto, lo que se puede observar es un cambio en los sectores en los que invierte el capital extranjero —relacionado a los modos de valorizar el capital de la potencias hegemónicas en cada período—; durante el segundo ciclo la inversión extranjera promueve y estimula el desarrollo de las industrias capital intensivas y el surgimiento de los monopolios industriales en la escena local. Al mismo tiempo se consolidan capitales nacionales con estrechos vínculos con el capital externo. En este punto, consideramos imprescindible volver sobre el debate iniciado en las décadas del '60 y '70, para ampliar el horizonte científico y político de la discusión.
g. El programa distribucionista del gobierno de J. D. Perón se encuentra tanto con dificultades propias del desarrollo del capital y de la competencia capitalista —como la necesidad de aumentar la composición orgánica del capital—, como con una política planificada por los grupos concentrados—que buscarán mediante la coerción lo que no logran conseguir por la vía del consenso— que tiene como objeto deteriorar el salario real y aumentar la tasa de explotación y, particularmente, apropiarse de una parte de la ganancia social que vendrá a reemplazar en años posteriores a la inversión de capital en el sector industrial.

h. Son estas nuevas condiciones de reproducción del capital concentrado en escala ampliada, durante el auge de las industrias capital intensivas, las que provocan una regresión en los indicadores relativos al consumo de mano de obra asalariada, y las que dan lugar a un período en el que coexisten una población obrera superexplotada en las industrias livianas, que sufren además el impacto de la caída de la demanda interna, y un sector de trabajadores asalariado sometidos a un régimen de explotación basado en la extracción de plusvalía relativa, en polo dinámico de las industrias de bienes intermedios y de capital, sector que cuenta con una mayor composición orgánica del capital.
Tendiendo en cuenta estos puntos arriba señalados nos parece oportuno indicar que es imprescindible relacionar los macro-proyectos de política económica con las condiciones económicas existentes en un período determinado, porque de lo contrario se puede sobre enfatizar la importancia de un programa "modelo" de desarrollo y subestimar las condiciones objetivas tanto en el escenario internacional como en el local. Con esto sólo queremos señalar que si bien puede resultar positivo recuperar algunas de las propuestas llevadas adelante durante el período sustitutivo —sobre todo aquellas vinculadas a las mejora en las condiciones de vida de la clase trabajadora— la eficacia de las propuestas debe ser siempre medida en función de los procesos concretos a los que están asociados en una coyuntura económica y política determinada. La posibilidad de institucionalizar algunas de estas políticas progresivas está en un vínculo estrecho con un contexto económico en el que se puedan viabilizar; con esto queremos destacar el vínculo orgánico entre la economía política y la política económica.
Cualquier analogía sobre el estado de desarrollo de las fuerzas productivas en el ciclo sustitutivo y el período actual sería, al menos, irresponsable de no estar correctamente fundamentada. Sin embargo, no resulta arriesgado señalar que más de medio siglo después de desarrollo del programa distribucionista, las condiciones de desarrollo del capital a nivel internacional son significativamente distintas. Y en particular, el "megadesarrollo" del sector financiero trasnacional y su conducción hegemónica en la política económica argentina desde mediados de los setenta hasta el comienzo del nuevo milenio, con la especulación y la usura como forma manifiesta de"desposesión" (Harvey 2009). Ello nos lleva a repensar el alcance y la magnitud de la disputa que efectivamente se está desarrollando en nuestro país entre las distintas fracciones del capital, y los efectos que esta disputa por la conducción hegemónica de los procesos económicos y políticos tiene sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora.
Dado que esa disputa económico-política tiene efectos directos sobre las condiciones de vida de millones de trabajadores y trabajadoras, nos parece oportuno evitar las analogías espontáneas con procesos por demás complejos—como lo fue el período sustitutivo en Argentina— e invitar a un estudio detallado y preciso de las condiciones objetivas de desarrollo del capital en la Argentina para, a partir de allí, poder evaluar con rigor todo lo referido a la política económica y a la lucha de clases en nuestro país, evitando los análisis dogmáticos y carentes de dialéctica. Distintos trabajos realizados desde la teoría económica permiten presentar elementos que iluminan esta discusión y avanzar en una caracterización rigurosa del proceso actual, evitando caer en lugares comunes que poco aportan al debate político. Entre los diagnósticos realizados sobre la coyuntura actual sumamos a los ya citados de Peralta Ramos (2007), Rapoport (2009) y Basualdo (2010), los de Arceo (2011), Azpiazu (2011) y Basualdo (2011). La tarea que hemos realizado en este artículo tiene como objeto retroceder analíticamente en el tiempo para empezar a evaluar algunas de las tesis que suelen recuperarse en el debate político actual y que, al menos, consideramos deben ser precisadas y rediscutidas con objeto de aproximarnos a una comprensión más acabada de los procesos socio-económicos y políticos actuales.

Notas

1 Particularmente de la Primera Guerra Mundial y de la crisis internacional de 1929.

2 Tendencia que cambiará finalizada la Segunda Guerra Mundial.

3 La declinación en la capacidad de importar fue del 37 por ciento en 1930-1934 y del 27 por ciento en el quinquenio subsiguiente (Furtado 1969).

4 Que se describe como resultado de la expansión de la frontera económica europea, y que implica importación de capital y trabajo.

5 La expansión del mercado interno acompaña un crecimiento demográfico significativo que implica la incorporación al mercado de un contingente importante de asalariados, y uno relativamente menor de pequeños y medianos productores, que motorizarán la demanda de estos bienes manufacturados localmente y de las manufacturas de origen extranjero.

6 Furtado (1969) habla de una caída del coeficiente de importación en la Argentina que pasa del 17,8 por ciento en 1929 al 5,9 por ciento en 1957.

7 Esto es, caída de las exportaciones e importaciones, obstrucción del crédito, etc

8 Mientras que en las ramas productoras de bienes de consumo no durables se produce una drástica caída en su participación porcentual en el crecimiento de la economía, ya que sólo llega a explicar el 9 por ciento del crecimiento industrial en esta década (Peralta Ramos 2007).

9 Lo que permite explicar la ampliación del mercado interno y el crecimiento de de la demanda interna de productos agropecuarios.

10 Entre 1955-1963 el 90 por ciento de la inversión externa estaba dirigido a las ramas más dinámicas de la producción, dispersándose el 10 por ciento restante a la agricultura, la infraestructura y las industrias vegetativas. Se estima que el 50 por ciento y el 55 por ciento del total de las inversiones realizadas se orientó hacia la producción de bienes de capital (Peralta Ramos 2007).

11 Los capitales estadounidenses representaron el 56% por ciento del total invertido en todo este período. En 1963, más del 60 por ciento de las inversiones estadounidenses en la Argentina se concentraban en la industria manufacturera (Peralta Ramos 2007).

12 Este último remarca que se produce una caída de la tasa de ganancia respecto del"período de oro" del capital industrial y relativiza el efecto redistributivo de la política económica de Perón sobre la tasa de ganancia del sector industrial en tanto que muestra los altos niveles de rentabilidad de todos los sectores manufactureros en el primer período sustitutivo.

13 Sin embrago, esto no niega la existencia en el período de traslaciones de ingresos hacia el sector agropecuario, como las provocadas por la devaluación de 1959 que se estima implicó una transferencia de 2.5000 millones de dólares del resto de la sociedad hacia el sector agropecuario, a partir de la gran devaluación de la moneda en ese año (Peralta Ramos 2007).

14 Que se observa en el aumento de la participación del sector concentrado en el PBI durante la década de 1960.

15 "Hacia 1963 la concentración del capital había alcanzado un nivel muy significativo: el 69% del total del valor de la industria era generado por ramas altamente concentradas. Más aún, la concentración de capital tendió a producirse en las ramas más capital intensivas y el mayor grado de concentración de capital se dio en las ramas con mayor grado de participación del capital extranjero" (Peralta Ramos 2007: 113)

16 Se inicia en este período un proceso en el que la burguesía industrial nacional, sobre todo en los sectores más capital intensivos, comienza a estrechar vínculos con el capital extranjero, mientras que en las ramas productoras de bienes salarios la participación del capital externo es menor.

17 Basualdo (2010) señalará que serán tres las fracciones que se disputarán la conducción del proceso económico: el capital extranjero predominante en el nivel estructural, la oligarquía diversificada nacional con estrechos vínculos con el capital extranjero y la burguesía nacional de la llamada industria liviana. Este último sector habría sido uno de los sectores económicos fundamentales en el primer ciclo de desarrollo sustitutivo.

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