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versão On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.18 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2013

 

RESEÑAS

 

Democracia y estado de excepción. Argentina, 1983-2008
Santiago C. Leiras (compilador), Prometeo, Buenos Aires, 2012, 292 páginas.

 

El debate en torno al funcionamiento, las potencialidades y los peligros del presidencialismo en América Latina aún está lejos de haber finalizado. La difícil combinación entre un poder ejecutivo fuerte, una democracia necesitada de consolidarse y un sistema institucional deseoso de encontrar pesos y contrapesos entre actores que compiten por todo (o nada) ha sido, tal vez, el laboratorio de experimentos que más ha atraído la atención de los especialistas en la materia. Un caso testigo que siempre despertó el interés de los politólogos ha sido la Argentina, y Santiago Leiras no lo ha dejado de lado.

El autor reúne a jóvenes politólogos en una compilación que busca, desde sus primeras páginas, reflexionar sobre las potencialidades y posibilidades del desarrollo de una sólida democracia en nuestro país. Este interés choca con una extraña paradoja: la extrema dependencia de la figura presidencial que tiene el conjunto del sistema político argentino. Esta dinámica de acción política se caracteriza, según los autores, por un fuerte componente decisionista de la figura presidencial en un marco institucional democrático y republicano. De allí el interrogante central: ¿cómo lograr que una democracia pueda consolidarse gracias a (pero a pesar de) una figura institucional que busca constantemente reforzar su centralidad en el sistema político?

Para contribuir a este debate, los autores analizan el camino recorrido por los presidentes que ocuparon el sillón de Rivadavia desde el retorno a la democracia en 1983 hasta los últimos años. En el primer capítulo Fabián Bosoer y Juan Cruz Vazquez analizan en qué medida Raúl Alfonsín logró (o no) imprimirle a la presidencia un estilo propio de consenso y autolimitación de su poder institucional bajo la convicción de que era el camino necesario para proteger un régimen democrático que estaba renaciendo. Ambos autores consideran que el estilo de liderazgo desarrollado por Alfonsín imprimió ciertos cambios a la dinámica política a la que estaban acostumbrados los actores partidarios argentinos pero que, sin embargo, no logró institucionalizarse ni consolidarse para los próximos períodos presidenciales.

Estos desaciertos pueden comenzar a apreciarse en el segundo capítulo (desarrollado por Hernán Fair) el cual analiza la primera presidencia de Carlos Saúl Menem desde una triple dimensión analítica: político-institucional, político-militar y socioeconómica. El autor plantea que la extrema necesidad de resolver situaciones de emergencia y crisis en esas tres esferas llevó a que se adoptara un modelo "neo-decisionista" que combinaba una fuerte capacidad de iniciativa política con la extrema centralización de los procesos de toma de decisiones gubernamentales en la figura presidencial. Aquí se produce un claro contrapunto con el estilo presidencial de Alfonsín: mientras este último buscaba descomprimir la extrema dependencia que existía sobre el titular del poder ejecutivo nacional, Menem viró en una dirección completamente opuesta y contraria, imprimiendo un ¿nuevo? estilo de liderazgo presidencial. Estilo que, sin embargo, no fue homogéneo ni constante durante sus dos mandatos presidenciales, sino que encontró ciertos frenos y reparos institucionales, especialmente a partir de 1995. Aquí es donde Agustín Vallejo y Robertino Spinetta buscan resaltar el rol que tuvo el Congreso Nacional como contrapeso para frenar el decisionismo característico de la etapa menemista. Estos intentos por (re)balancear el sistema institucional argentino se materializaron en una serie de disputas, como fue el intento de Menem de alcanzar un nuevo mandato presidencial en 1999, la consecuente disputa intrapartidaria en el Partido Justicialista y el proceso de privatizaciones que continuó durante su segundo mandato. Los autores analizan estas tres situaciones, destacando la difícil relación entre los poderes ejecutivo y legislativo, y cómo (y cuánto) afectó ello a la consolidación de la democracia en Argentina.

Las conclusiones a las que llegan ambos autores dan pie para inmiscuirse en una de las experiencias más interesantes pero también más difíciles de analizar cómo fueron los 24 meses que duró el gobierno de Fernando De La Rúa. Florencia Incarnato y Victoria Vaccaro estudian cómo el primer presidente "de coalición" en Argentina no logró convertir su posición de líder político en una relación de liderazgo efectiva. Producto de las limitaciones propias del sistema de partidos argentino, de las dificultades para que la coalición de gobierno funcionara como tal y de las difíciles relaciones entre las esferas ejecutiva y legislativa, podría decirse que De la Rúa representó un caso anómalo de ejercicio del poder presidencial. De allí resulta interesante su planteo central: gobernar por decreto no garantiza (siempre) la construcción de liderazgo.

Con la caída de la Alianza y la compleja crisis que estalló a finales de 2001, las instituciones democráticas supieron reaccionar para alcanzar, en algún punto, un acuerdo entre los actores partidarios que les permitiera "timonear el barco en plena tormenta". Allí es donde emerge la figura de Eduardo Duhalde como líder presidencial, como garante de un orden institucional que había aprendido a resolver las disputas sin afectar al régimen democrático, y como motor de una estabilidad requerida y exigida con extrema necesidad. Es este breve período el que analizan Alberto Baldioli y Santiago Leiras, centrándose en la historia personal de Duhalde y en el destacado rol que tuvo participando de la elección de dos presidentes argentinos: Carlos Menem y Néstor Kirchner. Es este capítulo, tal vez, el más "personalista" de la obra, donde continuamente se entrecruzan el cálculo racional-estratégico de actores partidarios de peso y la extrema dependencia de ello que (aparentemente) tenía todo el sistema político argentino.

El último capítulo del libro, también desarrollado por Baldioli y Leiras, analiza la presidencia de Néstor Kirchner y el primer año de mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Ambos autores destacan que, si bien discursivamente el "kirchnerismo" planteaba una ruptura con el "menemismo" y con los años 90, en el fondo se mantuvieron dos elementos. Por un lado, un estilo decisionista de gobierno y una fuerte capacidad de iniciativa política con un marcado predominio de la figura presidencial sobre los demás ámbitos institucionales. Por otro lado, el mantenimiento de los presupuestos ideológicos, jurídico-políticos, programáticos y organizacionales que caracterizaron la matriz ideológica de la década de los 90. Lo cual, en cierta medida, plantea la duda si hubo efectivamente una ruptura con el "menemismo" o, más bien, una continuidad. A modo de cierre, los autores analizan el primer año de mandato de la sucesora de Néstor Kirchner planteando en qué medida el recambio presidencial podía llevar a futuro a un nuevo tiempo político, caracterizado por el diálogo entre actores e instituciones y una mejora en la calidad institucional en la adopción de decisiones de gobierno.

La obra, en su conjunto, abre los ojos y genera interrogantes que hasta el momento no habían sido planteados en clave sistemática ni comparada. Resulta más que interesante para comprender cómo el primer presidente del retorno a la democracia quiso cambiar las bases políticas sobre las que históricamente se había apoyado el hiperpresidencialismo argentino, pero que, sin embargo, la coyuntura política frenó y generó las condiciones para que sus sucesores adoptaran estilos opuestos. En cierta medida, estos virajes ayudan a reflexionar sobre qué tipo de presidencialismo se puede construir, cuáles son los incentivos institucionales y políticos de los que se nutre, y qué efectos tiene esta dinámica sobre la calidad de la democracia. Como bien plantea Aníbal Pérez-Liñán en la presentación de la obra, si es la crisis cotidiana la que incentiva el decisionismo político y es éste, a su vez, el que refuerza la situación de crisis, entonces deberíamos pensar que el presidencialismo argentino no tiene en sus cimientos una "tragedia de naturaleza inescapable". Sino que, más bien, depende de los ciclos históricos. Y de los líderes y liderazgos que nacen, crecen y se (re)producen.

Facundo Cruz

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