SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 issue2Ni piqueteros ni punteros: Procesos de organización comunitaria durante el kirchnerismo. El caso de la urbanización de Villa Palito, La MatanzaUna propuesta de clasificación de los dispositivos participativos en Argentina author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Postdata

On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.18 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2013

 

ANÁLISIS E INVESTIGACIÓN

 

El príncipe nuevo y la democracia. La vida de Castruccio Castracani de Nicolás Maquiavelo y sus implicancias para el concepto de gobierno popular

por Gabriela Rodríguez*

 

*UBA-CONICET-IIGG. E-mail: silphidis@hotmail.com.

 


Resumen

Este artículo toma como objeto de análisis una biografía que Nicolás Maquiavelo dedicó a un condotiero de la ciudad de Lucca que tiene por nombre La vita de Castruccio Castracani. A partir de allí se aborda el sentido de Castracani como exemplum del príncipe nuevo y sus virtudes para explorar hasta qué punto sus argumentos habilitan una lectura diferente de la relación entre el liderazgo personal y la democracia. Tomando como eje un texto de Maquiavelo generalmente ignorado por la crítica teórico política especializada, proponemos recuperar el concepto de gobierno popular. Esta noción no sólo habilita una alternativa a la dicotomía entre democracia liberal y populismo sino también opera como una forma política democrática legitimada en la novedad encarnada en una figura personal, siempre dentro de la matriz republicana maquiaveliana.

Palabras clave: Maquiavelo; República; Democracia; Gobierno popular; Liderazgo personal.

Abstract

This paper's object of analysis is a biography dedicated by Machiavelli to a condottieri of the city of Lucca, a book with the title La vita de Castruccio Castracani. Based on this work, the main objective of the paper is to study Castracani as an exemplum of the new prince and its virtù, and also to explore the possibility of making a different lecture of the relationship between personal leadership and democracy. Thus, out of this work of Machiavelli, generally ignored by specialists, we suggest to retrieve the concept of popular government. This notion is not only an alternative to the traditional dicotomy between liberal democracy and populism, but it also acts as form for a democracy that is legitimized in the novelty incarnated by a personal figure, always in the republican matrix of Machiavelli.

Key words: Machiavelli; Republic; Democracy; Popular government; Personal leadership.


 

Este artículo toma como objeto de análisis una biografía que Nicolás Maquiavelo dedicó a un condotiero de la ciudad de Lucca, La vita de Castruccio Castracani (Machiavelli 2005, Maquiavelo 2006). El objetivo no es sólo mostrar a Castracani como un exemplum del príncipe nuevo y sus virtudes sino también plantear una lectura diferente de la relación entre el liderazgo personal y la democracia. Entonces, un texto generalmente ignorado por la crítica especializada como La vida de Castruccio Castracani es el punto de partida para recuperar el concepto de gobierno popular en clave republicano maquiaveliana y realizar una crítica interna a las concepciones de la democracia liberal que predominan en el análisis politológico.

Para cumplir con este objetivo, se emplea una herramienta heurística, los momentos conceptuales, que venimos aplicando en otras investigaciones sobre las relaciones entre democracia y república y sus "usos" en los discursos de las elites políticas e intelectuales argentinas (Rodríguez 2011). Más allá de la referencia de los textos ya clásicos The Machiavellian Moment de J.G.A. Pocock (2008) o Le momento Guizot de Pierre Rosanvallon (1985), nuestra definición de momento conceptual se alinea con la de Gonzalo Capellán de Miguel:

Así cuando nos referimos a un momento conceptual de un concepto X (por ejemplo 'el momento sociológico de la opinión pública') estamos postulando un tipo ideal que nos permite comprender con más claridad un material empírico complejo al que asignamos perfiles definidos en la comparación con otras circunstancias anteriores o posteriores a la misma serie (...) En principio, parece que el momento conceptual define la clase de todos los momentos conceptuales que como herramientas hermenéuticas que se utilizarán en la historia de los conceptos (Capellán de Miguel 2011: 115).

Los momentos conceptuales vinculan la dimensión conceptual con una materialidad empírica que incluye no solamente corpus escritos sino también instituciones y actores políticos y sociales. Inspirados en la Historia Conceptual de R. Koselleck (2006) y en cierta medida los aportes de la Historia Intelectual del pensamiento político de Q. Skinner (2005) y P.G.A. Pocock ([1975] 2008), estos "tipos ideales" permiten iluminar las relaciones entre conceptos políticos desde una perspectiva diacrónica pero informada sincrónicamente. Esta herramienta heurística permite también proponer conceptualizaciones que sean interesantes no solamente para el trabajo hermenéutico sobre determinados textos y conceptos sino también la teoría política contemporánea y el análisis político de los problemas de nuestro tiempo (Lesgart 2005). La pertinencia y actualidad de este enfoque epistemológico que articula el análisis conceptual con la innovación institucional para la investigación en ciencia política queda ratificado por los trabajos más recientes de referentes internacionales de la disciplina como Terence Ball (1999), John McCormick (2003, 2007), Hanna Pitkin (1999), Paul Rahe (2006), Pierre Rosanvalon (1985), Kari Palonen (2003), Andreas Kalivas (2007) o Joao Feres Junior (2011).

El mismo tipo de ejercicio político-conceptual realizamos con Maquiavelo y su vida de Castracani. Más allá de la diferencia entre repúblicas y principados establecida en el capítulo II de El príncipe (Maquiavelo 1997, Machiavelli 2009), el republicanismo maquiaveliano reivindica tanto el poder popular como el liderazgo personal en su carácter de condición de posibilidad de la unidad italiana. La vita de Castruccio Castracani es no solamente un exemplum de esta tensión maquiaveliana entre república, institucionalidad, participación popular, novedad y liderazgo personal sino también de un tipo particular de republicanismo que no puede ser fácilmente asimilado con la concepción moderna de gobierno representativo.

En tal sentido, postulamos una categoría que, si bien aparece en Maquiavelo, es más rica si se la piensa con Maquiavelo: el gobierno popular. Esta noción se transforma no sólo en una herramienta conceptual para abordar el republicanismo maquiaveliano desde la díada novedad-institución sino en una noción que interpela a las teorías modernas y contemporáneas de la democracia desde sus tensiones y contradicciones.

En esta hipótesis de lectura sobre La vida de Castruccio Castracani y en esta apuesta conceptual por el gobierno popular han influido dos debates teóricos, distintos, pero en algún sentido, complementarios: el republicano y el populista.

Por un lado, si bien la hermenéutica conceptual de la Escuela de Cambridge es fundamental en nuestro planteo, disentimos con la interpretación predominante en muchos de los neorrepublicanos como P.G.A. Pocock, Philip Pettit (2010) o Maurizio Viroli (1999), de hacer de Maquiavelo un defensor del vivere civile y de una república institucionalmente estática y aristocrática. Esta concepción deriva, como bien puntualiza John McCormick (2003), en una visión conservadora de las instituciones maquiavelianas que activan el poder popular, y termina siendo funcional a la interpretación liberal representativa (madisoniana) de la democracia y la república1. Sin embargo, tampoco nos resulta convincente, como sostiene este último, reemplazar el Maquiavelo republicano elitista por uno "democrático-populista" sino que sostenemos que la república en el autor de los Discursos y otros republicanos clásicos y modernos no se reduce exclusivamente al gobierno representativo tal y como lo conoce la teoría liberal de la democracia. Pero para que este sentido de la república haga sentido, lo popular no puede solamente ser una dimensión pasiva de la política, sino que su actividad se articula con instituciones y liderazgos que no solamente contienen el poder popular y su voluntad innovadora sino que en determinadas circunstancias son su condición de posibilidad.

Por el otro, el populismo con su polisemia incluye desde el "participacionismo" rousseauniano-arendtiano criticado por Philip Pettit en su Republicanism2 hasta una caracterización sociológico-discursiva de las experiencias políticas latinoamericanas del siglo XX al XXI (Aboy Carlés 2012), representa teórica e institucionalmente un problema para la democracia liberal y republicana. Pero este problema no radica, como suele creerse, en el hecho de que liberalismo, por un lado, y populismo, por el otro, tensionen a la democracia contemporánea evitando que sea tan políticamente activa o institucionalmente consistente como pudiera ser. Por paradójico que suene, democracia liberal y democracia populista son menos diferentes de lo que suele creerse y lo que el republicanismo puede ofrecer no es ser, como parece sostener Pettit (2010: 80-109), el mejor justo medio entre ellas, sino mostrar una república en disputa conceptual y políticamente consigo misma. De este conflicto surgirá la audacia teórica para debatir los alcances y límites de las democracias contemporáneas, resignificando no sólo las relaciones entre liberalismo y populismo sino también reactualizando la noción de gobierno popular. Y en eso como en tantas otras cosas, Maquiavelo es un exemplum a seguir.

Este artículo está estructurado en cinco partes, además de esta introducción. En la primera se presenta la versión maquiaveliana de la vida de Castruccio, su uso político-literario de la crónica histórica. En la segunda se analiza qué tipo de virtudes políticas ejemplifica este "príncipe" de la república independiente de Lucca, cuál es su relación con la fortuna y la virtù. En la tercera sección se analiza el sentido político de los exempla maquiavelinos y la particularidad de Castracani entre ellos. En el cuarto apartado se relacionan los conceptos de innovación, institución, poder personal y popular. Y finalmente, se instala una discusión sobre las potencialidades de la categoría del gobierno popular en clave maquiaveliana en el debate democrático contemporáneo.

I. De la crónica al relato maquiaveliano: ¿quién es Castruccio Castracani?

La vida de Castruccio Castracani es un texto tardío en la producción de Nicolás Maquiavelo. Pero, sus temas, sus personajes e incluso alguno de los referentes para construir la semblanza del "príncipe", o más precisamente del condotiero, están presentes en su pluma hace casi una década. De hecho, al final de esta nouvelle biográfica, Maquiavelo sintetiza (y ficcionaliza, ya que, por empezar, hace morir a su personaje principal tres años antes del fallecimiento del Castruccio "real"), la vida de Castracani y explica por qué se trataba de una vida ejemplar, política y teóricamente hablando:

Vivió cuarenta y cuatro años y se comportó como un príncipe en cualquiera de los lances de la suerte. Y como eran muchos los recuerdos de su buena fortuna también quiso que hubiese algunos de su mala fortuna, por lo que las cadenas que sufrió en prisión todavía se ven colgadas en la torre que era su casa, puestas allí por él para recordatorio de su adversidad. Y porque en vida no fue ni inferior a Filipo de Macedonia, padre de Alejandro, ni a Escipión de Roma, murió a la edad de ambos; y sin duda los habría superado a ambos si en vez de Lucca hubiese tenido como patria a Macedonia o Roma" (Maquiavelo 2006: 78-79)3.

Pero para comprender el simbolismo de la figura de Castruccio para el pasado y el presente político que Maquiavelo interpreta es importante recuperar algo de historia. Y esta historia tiene dos sentidos complementarios. La primera refiere al contexto histórico (la Historia con mayúscula, o History) en el cual Maquiavelo se decide por escribir este relato, y la segunda a los acontecimientos que él hilvana dentro del relato mismo para narrar su versión de la vida de Castracani. Esa es la historia que los angloparlantes llaman story y Hannah Arendt (1996: 208) define y pone en acción en La condición humana del siguiente modo:

... Pero la razón de que toda vida humana cuente su narración y que en último término la historia se convierta en el libro de narraciones, con muchos actores y oradores y si autores tangibles, radica en que ambas son resultado de la acción.

Siguiendo esta caracterización nos detendremos primero en el daimon maquiaveliano cuando se decide por narrar la vida de Castracani para luego analizar cómo el relato de los hechos y palabras de Castruccio nos revelan un inesperado daimon4 que hace de un personaje histórico conocido pero no demasiado admirado o admirable (según el cronista de que se trate) en un exemplum que moderniza en un sentido clásico las vidas ejemplares de Suetonio y Plutarco. Este relato o story tiene un narrador pero su rol como "autor-productor" es diferente porque no se trata de un "producto salido de las manos humanas" (Arendt 1996: 208) sino una historia de un nuevo comienzo que ya se había puesto en acción en el momento que para "soportar sus penas"5 Maquiavelo decide contarla y empezar con ella a hacer rodar a la fortuna, de nuevo.

En ambos recorridos nos vamos apoyar, además de en el propio texto de Maquiavelo, en biógrafos de Maquiavelo como Maurizio Viroli, en cronistas de la época de Castracani como Giovanni Villani ([1363] 1991)6, y en dos comentaristas, que a diferencia de la mayoría de la crítica hicieron de este relato maquiaveliano objeto de análisis teórico político o literario como McFarland (1999) y Bondanella (1972).

Nicolás Maquiavelo llega a Lucca en julio de 1520 para resolver el caso del mercader de esa ciudad, Michele Guinigi cuya quiebra había perjudicado a varios mercaderes florentinos. No es ya el segundo secretario de la cancillería (el puesto lo perdió con la caída de la república de Pier Sonderini) sino un simple ciudadano. Maquiavelo se dirige a esta ciudad a resolver un problema entre particulares por un pedido de Julio de Medici, futuro Clemente VII. Finalmente nuestro autor no logrará recuperar su puesto diplomático, haber estado preso por ser partidario del régimen depuesto y su vínculo con los humanistas de Orti Oricellari7 que conspiraron contra la restauración de los Médici no lo ayudaron demasiado. Pero logrará el encargo de una obra sobre la historia de su ciudad con la que cerrará su producción y un caso más para poner a prueba su hipótesis interpretativa de la política, sus actores e instituciones. Durante su estancia en Lucca escribe un Sumario de los asuntos de la Ciudad de Lucca. Esa visita fue la excusa para que Maquiavelo les "regale" a sus amigos otro de sus "frutos de ingenio y fantasía", Vita di Castruccio Castacani que:

Más que de una historia o una biografía se trataba de un imaginativo relato de un hombre que desde una humildísima condición logró, gracias a su fuerza y resolución, su virtù, hacer cosas grandísimas y convertirse en príncipe (Viroli 2002: 234)8.

Presente que algunos de esos amigos "humanistas republicanos" supieron apreciar como tal, y otros, como Zanobi Buondelmonti, criticaron por su falta de rigor historiográfico al hacer uso y abuso de dichos inventados puestos en boca de Castruccio. Esta observación también se hará presente en las interpretaciones de los teóricos políticos y maquiavelistas de los siglos XX y XIX que tenderán en su mayoría a desestimar este texto dentro del corpus maquiaveliano, como Skinner (1998). Quizás ni unos ni otros terminaron de comprender el sentido conceptual y político de este exemplum maquiaveliano.

La Tabla 1 presenta un resumen que contiene una comparación entre los acontecimientos relatados en la crónica histórica y en el relato maquiaveliano. La misma reformula un esquema presentado por Joseph MacFarland (1999:143) en su artículo "Machiavelli's Imagination of Excellent Men: An Appraisal of Lives of Cosimo Medici and Castruccio Castracani" publicado en American Political Science Review. A diferencia de MacFarland nuestro objetivo no es mostrar las alteraciones cronológicas del relato maquiaveliano respecto de la vida histórica de Castracani sino su funcionalidad teórica y argumental para construir un exemplum político.

TABLA 1 La vida de Castruccio Castracani28

En lo que refiere a los hechos narrados por la crónica Maquiavelo produce dos alternaciones estructurales que tienen un sentido argumental y teórico.

La primera es adelantar el episodio imperial e incorporar otro encuentro con Ludovico, que en la versión maquiaveliana se llama Federico para colocar todos seguidos los triunfos de Castruccio sobre los florentinos. De esta manera, se permite avanzar sobre una hipótesis de lectura que había desarrollado en los Discursos y sobre la que volverá en las Historias de Florencia: la impericia político-militar de los gobernantes de esa ciudad. Desde el punto de vista del tiempo del relato esta modificación sirve para dar más dramaticidad a los acontecimientos que se narran y mostrar un in crescendo en los rasgos personales de Castracani que cada una de estas acciones revelan. Desde el punto de vista teórico-político, la narración de las acciones bélicas y el adjudicar a un muy joven Castruccio el triunfo es el medio que Maquiavelo encuentra para transmitir su sabiduría respecto de la conducción de ejércitos. En las contiendas bélicas de Castracani se replican los análisis del Arte de la Guerra (Maquiavelo 1989) pero ahora aplicados a un caso más cercano al tiempo histórico de Maquiavelo que las hazañas de los cónsules romanos y sus soldados. De esta manera, Maquiavelo logra, con más pericia que en su propia vida, poner en acción sus consejos militares, ya que cuando organizó las milicias florentinas bajo encargo de Pier Sonderini no consiguió más que "retrazar" la derrota de Prato en 1512, y poco le sirvieron sus conocimientos de las cosas antiguas con las experiencias modernas (Maquiavelo 1997, 2000).

La segunda alteración de la crónica tiene que ver con la conspiración de los Poggi, que como tal no existió, aunque otra familia, los Quartegiani, haya tratado de desplazar a Castruccio del gobierno de Lucca. Maquiavelo coloca esta escena en el momento en que Castracani se transforma, gracias a la acclamatio del pueblo primero y el apoyo imperial después, en algo más que un condottiero: es el príncipe de Lucca, que sigue siendo institucionalmente una república9. Ahora bien, la conspiración de los Poggi cristaliza una serie de consejos que Maquiavelo venía dando para la conservación de los stati10 sean éstos repúblicas o principados: las conspiraciones no suelen resultar porque si son pequeñas no tienen el poder suficiente y si son amplias terminan siendo descubiertas (Maquiavelo 2000).

Entonces podemos decir que los cambios en la cronología de Maquiavelo no fueron hechos solamente por el placer de la ficcionalización sino para transmitir una enseñanza política. La funcionalidad de la secuencia narrativa que alcanza el clímax con los triunfos de Servalle y Fucecchio es dar cuenta del arte de la guerra que Maquiavelo consideraba más efectivo (uso de la infantería, aplicación selectiva de la caballería, elección coyuntural entre la defensa y el ataque) pero también dar una lección de política. Castruccio muere antes de estabilizar el stato de Lucca cuando la estrella de su fortuna apaga y pierde la vida, como todo héroe trágico que se precie de tal, en un evento fortuito que demuestra que por virtuoso que se sea la ambición excesiva (hybris) es castigada y que todo lo que se haga por evitar el final no hace sino desencadenarlo. Sin embargo, a diferencia de Cesar Borgia sabe, gracias a la educación maquiaveliana a los príncipes, lo que le está pasando. Y al saberlo, aun sin haberlo evitado, deja un extraño legado: los derrotados por la fortuna pueden revertir su historia, si al escribir la Historia se nos permite algo más que la cronología.

Para cerrar este apartado, y recuperando la distinción arendtiana entre Historia e historia antes mencionada, se puede concluir que la adaptación ficcional de la crónica hecha por Maquiavelo revela un Castruccio cuyo daimon no se limita a un sagaz líder militar o un personaje colorido de la baja Edad Media "italiana", sino en la encarnación personal de un modo de concebir la política. Se trata claramente de un exemplum de un tipo de político y de un momento conceptual maquiaveliano. Pero esa historia es escrita dentro de una Historia que Maquiavelo construye a la vez que relata y en ella su propio daimon se revela de manera sorprendente. Por ello resulta interesante que su encuentro con la historia de Lucca y su príncipe se produzca gracias a su labor diplomática. Para Maquiavelo su teoría política es tan partícipe de su actividad como "funcionario" de su stato o mandatario de un príncipe como lo eran sus lecturas de los clásicos antiguos. Entonces podríamos preguntarnos, aun a riesgo de causar el encono de Leo Strauss (1984: 225), si Maquiavelo no es a su modo un ejemplo de un sabio que deviene por pasión y no por consecuencia de la escatología histórica de la modernidad judeo-cristiana y hegeliana en funcionario11, y en ese devenir, no sólo democratiza los secretos de la política clásica sino funda una praxis política que no deja de ser vital y lúcidamente teórica.

III. Virtudes y virtùde un condotiero: variaciones del momento maquiaveliano

El relato de las acciones de Castruccio Castracani culmina con su muerte. Y esa es la oportunidad para poner en sus propias palabras, ya que el moribundo emite su propia oración fúnebre, una síntesis de sus virtudes y las consecuencias de su virtù para el stato que deja como herencia:

Por eso deberías seguir mi consejo, encontrar la manera de sacar provecho de mis fatigas y peligros; lo que será más fácil si recapacitas sobre estos recuerdos míos. Y tendrás una doble deuda conmigo: te he dejado un reino y te he enseñado como mantenerlo (Maquiavelo 2006: 70)12.

Vale decir que en esta declaración Castracani muestra un autoconciencia mucho más maquiaveliana que la de otras figuras políticas, a partir de las cuales se han construido sólidas interpretaciones sobre la innovación conceptual maquiaveliana para la teoría y la praxis republicana. Por eso, proponemos recuperar esta matriz analítico conceptual neorrepublicana que tiene en Skinner (1998) y Pocock (2008) dos referentes13. Y lo haremos con la intención de mostrar cómo en los hechos y en los dichos de Castracani, por más estereotipados que éstos sean, se ponen en juego problemas políticos propios de un momento maquiaveliano.

Skinner (1998) y Pocock (2008) coinciden, a pesar de que uno destaque la influencia neo-románica y otro la aristotélica, en lo innovadoras de las concepciones maquiavelianas de fortuna y virtù y en el impacto que ambas tienen en el republicanismo atlántico. Y otra extraña convergencia es que para ejemplificar el uso de estos y otros conceptos (virtudes en plural, stato, conflicto, ordine) o figuras (príncipe, legislador, fundador) ninguno se refiere a La vida de Castruccio Castracani. Esta omisión resulta enigmática si se tiene en cuenta que en este relato se pone en juego muy ostensiblemente la relación entre virtudes y virtù y se encarna la antinomia convergente entre la innovación personal y la continuidad institucional, dos rasgos distintivos de los machiavellian moments a la Pocok y a la Skinner.

Respecto de la fortuna estos representantes de la Escuela de Cambridge resaltan hasta qué punto los humanistas, y dentro de ellos Maquiavelo, recuperan y resignifican la tradición antigua. Así se abandona, o al menos se matiza, la concepción cristianizada de Boecio donde la fortuna era sinónimo de la providencia o era una mitologización de la que se servían aquellos que pensaban que la historia era caótica y rechazaban su dimensión escatológica (Skinner 1998, Pocock 2008). La virtù maquiaveliana es entre otras cosas el timming o, mejor dicho, el sentido de la oportunidad que de la que se sirve el hombre político para seducir a esta voluble mujer, que como toda mujer que se precie de tal (al menos para el renacentista Maquiavelo) se deja ser amada con más placer por los jóvenes y audaces. O para decirlo en términos de Althusser (2007: 221) mientras la virtù es la figura de la conciencia, la fortuna es la espontaneidad insondable, imprevisible y negativa. Pero ese vir, que sabe atraer a su favor, al menos temporalmente, los vaivenes de la fortuna, no es el hombre ni el ciudadano clásicamente virtuoso. Tiene otras virtudes y tiene fundamentalmente otra virtù, mantener o conservar lo stato, aunque muchas veces para hacerlo deba expandirlo y termine condenado por su propia hybris como Castruccio o como los romanos por la dificultades intrínsecas de la forma política imperial que, a diferencia de Dante, Maquiavelo estaba lejos de admirar14.

Si no en la virtù y en la fortuna, en las virtudes hay una clara diferencia en estos dos intérpretes de Maquiavelo y su momento. Para Skinner (1998: 50-56) de las virtudes clásicas o más precisamente estoicas porque se las debemos a Cicerón y Séneca, Maquiavelo deja de lado o invierte básicamente tres: la liberalidad, la magnanimidad y la honestidad. Aunque no pareciera particularmente avaro en sus acciones y sus dichos, ninguno de ellos testimonia que Castruccio haya sido particularmente generoso con su dinero o con el de las arcas públicas. Incluso se atreve a criticar a quienes tienen casas grandes o comen de más (Machiavelli 2005, Maquiavelo 2006). Podría decirse que en términos arquitectónicos estaba más interesado en dar un ejemplo político (dejó en su casa la cadenas donde estuvo prisionero para recordar un momento en el que le fue adversa la fortuna), que en embellecer su ciudad. Respecto de la honestidad, sagaz generando divisiones en las ciudades que quería conquistar y hábil en desbaratar conspiraciones, Castruccio no estaba demasiado preocupado por mantener la palabra empeñada, si esto no era necesario (Machiavelli 2005, Maquiavelo 2006). Tampoco se muestra por demás piadoso, ya que no sólo es parte de la facción gibelina que apoyaba al emperador, sino que con un dejo neorromántico que Maquiavelo inventa o subraya, su amor a la patria precede su fe en la iglesia universal. Y finalmente, durante la conspiración de los Poggio, Castracani muestra a la Borgiacómo no es adecuado ser magnánimo cuando se quiere dar una lección a los enemigos actuales y advertir a los por venir (Machiavelli 2005, Maquiavelo 2006). Esta creencia se refuerza en sus propios dichos cuando frente a la pregunta de por qué había mandado matar un viejo amigo, dice que cuando decidió hacerlo, ya no lo era, era un enemigo nuevo (Machiavelli 2005, Maquiavelo 2006). Aunque Skinner no termine de afirmarlo explícitamente, cabe remarcar que Maquiavelo no predica el abandono de las virtudes cardinales platónicas (prudencia, justicia, templanza, fortaleza). Castruccio no se presenta como en exceso afecto a la concupiscencia, aunque es bastante liberal en lo que respecta a la conducta sexual de los ciudadanos de Lucca a quienes no condena ni por tener amantes sin casarse ni por frecuentar prostíbulos, aunque les recomienda que no entren en esos establecimientos cuando puedan ser vistos. Es prudente, en el sentido astutamente maquiaveliano, no es particularmente injusto y es valiente, en el más clásico de los sentidos. Quizás lo único que puede reprochársele en este último aspecto es que sus ansias de honor y gloria lo hacían emprender acciones por demás audaces, sin las cuales, vale decirlo, no hubiese sido un ejemplo de liderazgo militar ni tampoco hubiese ejercido su virtù de manera tal de doblegar, al menos en el momento final, a la diosa fortuna. Ciertamente Maquiavelo reconoce que no practicar algunas de ellas (especialmente la templanza) puede ser tolerable si no pone en riesgo la supervivencia del stato (Skinner 1998: 119). En esto, como tantas otras cosas Castruccio Castracani era un ejemplo a seguir.

Para Skinner este cambio de valorización de las virtudes es una revolución copernicana de Maquiavelo. Pero esa revolución no radica en que con el príncipe moderno aparezca un tipo de hombre excepcional sin precedentes. En su visión, si gracias a la fortuna y a cierta pericia de sus fundadores, Roma contaba con leyes y ciudadanos virtuosos, necesitaba de líderes con cualidades de mando militar y civil para expandirse y sobrevivir. Por ende, para Skinner no existe un hiato insondable entre el Maquiavelo de El príncipe y el de Los Discorsi, idea que por momentos en Pocock parece persistir (Skinner 1998). Y es esta línea skinneriana que Castruccio no es sólo un caso ejemplar del príncipe nuevo modernamente innovador sino también un líder cuya virtud puede servir para impedir la corrupción o el desastre de un stato que ni antes ni después de su paso por el poder abandonó la forma republicana15.

Para Pocock (2008) por su lado, la inversión moral maquiaveliana importa menos por su fidelidad al legado reorromántico y estoico sino por su impacto en la propia figura del vir, que deja de ser un ciudadano que vive con otros para transformarse en un hombre excepcional bastante próximo al tirano clásico. La muerte del vivire civile es para Maquiavelo, al menos en la versión de Pocock, lo peor que puede pasar en política (Pocock 2008). Y eso sólo le pasa a las repúblicas, ya que los príncipes cuanto mucho pueden perder su stato, aunque si este no es sólo el status del príncipe sino también una unidad política, Maquiavelo, en su versión proto-hobbesiana, no lo creería tan poco. De todas formas, la paradoja radica en que quien mata el vivir civile colectivo al pretender encarnar en uno lo que corresponde a muchos puede, dentro y fuera de las repúblicas, transformarse en su "salvador". Optando por el Maquiavelo "tradicionalmente" republicano, Pocock elude el problema político que sintetizó tan bien la frase de Aron: "la república teme tanto a los grandes líderes que siempre termina recurriendo a salvadores" (Novaro 2000: 271). Pero Pocock no puede dejar de reconocer que su propia concepción de la virtù "parcialmente no moral" termina hermanando a los hombres de los Discorsi con el "gran hombre" de El príncipe (Pocock 2008: 272). El príncipe impone una forma a la fortuna al alterar los acontecimientos con su propia intervención y rompe con la legitimidad tradicional mientras que los ciudadanos romanos lograron, mediante la institucionalización de la virtud cívica, dotar de estabilidad a las polis o stati humanas, cuya materia prima por su humanidad es tan voluble. Justamente los liderazgos en la república, sin ser nunca cesaristas16, tienen que estar ahí si se quiere garantizar una de las premisas centrales de Maquiavelo para explicar la grandeza de Roma: la continuidad en el cambio.

A pesar de sus virtudes y quizás por su virtù, el Castacani maquiaveliano muere repentinamente sin haber estabilizado su stato y sin haber consolidado ninguna alianza política duradera. Sus dichos finales más dignos de un filósofo socrático (Strauss 1984) que de un condotiero sanguinario no alcanzan para matizar su desafortunado final. ¿Es entonces Castruccio Castracani ejemplo de un momento conceptual fallido? Justamente para abordar ese punto abordaremos la cuestión de los exempla donde se pone en evidencia cómo Maquiavelo entiende y produce una innovación conceptual y política.

I V. Ejemplos de políticos y política de los exempla

La escritura de La vida de Castruccio Castracani surge de una misión "casi" diplomática a Lucca que Maquiavelo emprende a pedido de Julio de Medici, futuro papa Clemente VII. A su regreso, éste último encargará al autor de El príncipe una versión de la historia de su ciudad natal. Por ese motivo, y por el hecho de que La vida de Castruccio Castracani y la Historiade Florencia (Maquiavelo 1979) fueron escritas casi contemporáneamente, se las suele comparar cuando de relatos de príncipes se trata. Ciertamente puede decirse que Castruccio Castracani en un caso, Cosme Medici en el otro (Maquiavelo 1979), operan como figuras contrastantes. Pero, aunque Maquiavelo no lo diga, Castruccio y Cosme tenían algo en común: ambos se apoyaban en el pueblo, aunque el partido del Medici fuera más plebeyo que popular. Lo malo en el caso de Cosme es que la derrota de los grandes tenga por consecuencia la sujeción definitiva de Florencia a la autoridad papal, como antes, en los tiempos de Castracani, lo había estado al reino de Nápoles. Por cristiano, esteta, magnánimo, poco belicoso, Cosme no puede, a juicio de Maquiavelo, refundar el ordine republicano florentino y mucho menos constituir un tipo ideal de príncipe que revele la originali­dad del momento conceptual maquiaveliano de la república y de la teoría política. Por eso, Maquiavelo, y nosotros con él, vamos a recurrir a otros príncipes renacentistas que tienen mucho más que ver con el exemplum de Castruccio Castracani que Cosme pero también que el "favorito" de Maquiavelo, César Borgia.

En El príncipe no hay ninguna mención al condotiero de Lucca pero sí hay dos importantes referencias a otro gobernante que no es el hijo del papa Alejandro IV y que resulta, al final, mucho más exitoso que él en lo que la conservación de lo stato se refiere: Pandolfo Petrucci. Catalogado en algunas biografías como "tirano", epíteto también aplicado a Castruccio17, el príncipe de Siena es conocido por Maquiavelo en 1503, en ocasión de una larga entrevista que tiene con el duque Valentino al que había visto por vez primera dos años antes. Pandolfo es, entre los exempla modernos, es decir contemporáneos a Maquiavelo, el más parecido a Castruccio: entiende que la fortuna es variable y que el buen príncipe debe saber aceptar sus vaivenes. Y por ende ambos, si no suscribirían, comprenderían bien la siguiente sentencia del autor de El príncipe: "Concluyo pues, que puesto que la suerte cambia y los hombres se obstinan en sus actitudes tienen éxito mientras se muestran acordes, y fracasan cuando son discordes" (Maquiavelo 1997: 158)18 . Por ello, Petrucci gobernó su ciudad sirviéndose de quienes en principio se mostraron como sus enemigos y que necesitaban de su apoyo para mantener su condición (Maquiavelo 2000) Hay otro rasgo de Pandolfo, la capacidad de elegir buenos consejeros (testimoniada en su elección de Antonio da Venafro como ministro)19, que no queda tan claro que Castracani compartiese (en el relato de Maquiavelo parece decidir siempre solo) pero que la sagacidad de sus dichos finales y su sentido de la autocrítica es probable que su biógrafo también se la adjudicase.

En los Discorsi aparecen dos referencias a Castruccio. La primera se repite en el Libro II de la Historia de Florencia, y relata cómo Castracani vence en 1325 a los florentinos que debieron aceptar el vasallaje del rey de Nápoles, Roberto, para que los defendiera, infructuosamente, del asolamiento del condotiero a tierras toscanas (Maquiavelo 2000, Machiavelli 2005). La otra referencia amplía la cuestión para demostrar cómo los ciudadanos de Florencia, valientes en las guerras lejanas, no lo eran cuando atacaban su territorio y de allí deriva Maquiavelo en consejo general, que Castruccio aplica (en la toma del Castillo Serravale para organizar la defensa contra los florentinos como si fuese el desfiladero de las Termópilas), que a quien tenga bien organizado su pueblo le conviene esperar la guerra en su territorio, mientras que se encuentre en la situación contraria debe preferir combatir fuera de él. Todas estas menciones son complementarias a lo que Maquiavelo había escrito en El arte de la guerra ya que se encuentran en el libro II de los Discorsi, dedicado casi por entero al debate acerca de cuál es la mejor organización militar para que un república pueda ser estable internamente y expansiva, o cuando menos no fallidamente defensiva como Florencia, en su política exterior. Y reaparecen en la Vida de Castruccio que parece hacer todo bien como capitán militar mientras que los florentinos hacen todo mal (ver supra).

En este punto vale la pena detenerse en el sentido de los exempla maquiavelianos y en especial en el exemplum de Castracani como un caso donde Maquiavelo se sirve de un rasgo característico de la historiografía humanista que tiene importantes precedentes clásicos como medievales. Maquiavelo encuentra en Castruccio un arquetipo que encarna en persona los conceptos y observaciones analíticas centrales de su teoría política. Contrariamente a lo que sostiene uno de los analistas más reconocidos de la obra de Maquiavelo en el mundo anglosajón, el italianista John Humphreys Whitfield (1969), la vida de Castruccio Castracani no es un texto menor que nada aporta a la concepción maquiaveliana de la política. Ni tampoco como cree MacFarland (1999) un fallido contrapunto de un príncipe casi nada ejemplar como Cosme el viejo. Castruccio es un arquetipo, como afirma Bondanella (1972: 392):

Contrariamente a la visión de Whitfield, los ajustes y correcciones que Maquiavelo hace en la narración de la vida de Castruccio son aquellas que subrayan las cualidades ejemplares del hombre, y hacen de él un mito, un príncipe arquetípico. Lejos de ser una pieza de aprendizaje para la narración histórica, un pasatiempo de verano, este trabajo es la culminación de una tendencia estilística hacia la presentación de descripciones de caracteres que Maquiavelo había comenzado a practicar tan temprano como sus misiones diplomáticas y que continuó a lo largo de su obra20.

Desde el punto de vista narrativo se trata de un arquetipo porque como ya se pudo observar en la ficcionalización maquiaveliana de la crónica, comparte algunos rasgos ideal típicos de los exempla tan característicos de la Edad Media tardía y el Renacimiento: el personaje tiene un origen bajo u oscuro, un rito de pasaje a la adultez donde se muestran sus cualidades, el apogeo, el final y cierta forma póstuma de redención. Pero, al igual que en El príncipe con sus múltiples exempla este apego por el modelo clásico de narrar con finalidad pedagógica la trayectoria de políticos virtuosos al modo de Aristóteles o Jenofonte no deja de estar tensionado por otras cualidades que adjudica a los personajes con cuyas vidas ejemplifica sus enseñanzas. Y esa tensión no sólo radica en la relación entre las virtudes y la virtù o el cambio evaluativo respecto de los valores que necesita un orden político sino en su evaluación del carácter tiránico o no del mismo. En ese punto vale recordar que a diferencia de la tradición griega (del siglo V en adelante) y medieval, Maquiavelo no considera que la tiranía se defina por falta de legitimidad de origen, las características intrínsecas de la persona del tirano o algunos de sus modos, aun los "poco" cristianos de ejercer el poder. Su visión, más romana, si aceptamos la hipótesis de Kalivas (2007) de que fueron los historiadores griegos del siglo I Dionisio y Apio de Alejandría los primeros en asimilar dictadura con tiranía, admite la convivencia de instituciones populares con"dictadores legales" y comandancias político-militares. Tanto en los Discorsi como El príncipe se apela al poder personal para fundar un orden político o para reformar las costumbres o leyes corrompidas que impiden el vivere civile. Maquiavelo sabe las causas que hacen que las repúblicas se vuelvan tiranías (que la división, proactiva si se canaliza institucionalmente, se torne facciosa) e identifica como tiranos algunos políticos, a su juicio para nada ejemplares, como César. Pero eso no implica que renuncie a la idea de que las instituciones populares y los liderazgos políticos no son incompatibles21.Y Castracani sintetiza esa antinomia, y lo hace innovando en el sentido de la ejemplaridad política maquiaveliana.

Lo que distingue a Castracani no es el hecho de que ni su conducta personal ni su régimen son para Maquiavelo tiránicos, porque tampoco aplica ese epíteto a otros príncipes o condotieri que llegaron al poder con maneras iguales o peores a las de Castruccio y se mantuvieron en él usando armas tan o más crueles que él. Lo que diferencia a Castracani tampoco es su mayor éxito en la conservación de su stato porque su muerte devela su propia debilidad, como la de Alejandro IV y la elección de Julio II, la de César Borgia. La distinción del Castracani maquiaveliano radica en que tiene autoconciencia de las limitaciones de su legado. Y en eso, el daimon que revela no es tanto el del protagonista de los hechos narrados sino del narrador que descubre y nos descubre con irónica seriedad que no hay poder ni saber que puedan contra la contingencia de los asuntos humanos. Entonces puede decirse que Maquiavelo le suma a su Castracani otros rasgos que permiten contrastar a este condotiero con otros exempla principescos empleados por el mismo en otros momentos de su obra y cerrar con Castruccio un ciclo de relatos de vidas de políticos, asumiendo ahora con toda radicalidad el impacto de la fortuna en los asuntos humanos e innovando conceptualmente en el sentido de la prudencia política. Este arquetipo no sólo sintetiza los atributos esperables de un buen líder sino también con en la Oración Fúnebre de Pericles, como Tucídides, se expresa en boca de Castracani el legado político maquiaveliano.

Si hubiese creído, hijo mío, que la fortuna troncaría en medio del camino a la gloria que tantos sucesos felices me prometían, me habría fatigado menos y te habría dejado un Estado menor, menos enemigos, menos envidia (...) No debes poner esperanzas en nada que no sea tu esfuerzo y el recuerdo de mi virtud y la reputación que esta victoria te deja, la que te ayudará, si sabés usarla con prudencia, lograr un fácil acuerdo con los florentinos y desconcertarlos con la derrota (Maquiavelo 2006: 68-69)22.

En síntesis, el príncipe nuevo maquiaveliano forma parte de un momento conceptual donde fortuna y virtud, tantas veces en contradicción, se transforman a instancias de la virtù, en antinomias convergentes. Pero también el personaje conceptual del príncipe nuevo revela la necesidad de cambio que necesita todo orden político (entonces lo stato), especialmente republicano, para su preservación. Si la virtud política no se democratiza (es decir, de si la virtud de uno se convierte en virtud de muchos) y el carisma personal no se transforma en ley (en el sentido de institución históricamente legitimada y no formalista o instrumental), la herencia de los afortunados (real o aparentemente) no es otra que la decadencia.

Por esta ambivalencia que la hace necesaria y afortunada, pero también, desafortunada, y cuando es desvirtuada, peligrosa, el príncipe maquiaveliano es una figura del poder personal que sin ser antirepublicana ni mucho menos apolítica necesita de algo más para que la política y sus ordine puedan renovarse y sobrevivir: que el apoyo popular se transforme en poder popular.

V. El príncipe nuevo y la democracia: poder personal e instituciones populares en el republicanismo maquiaveliano

Si en La vida de Castruccio Castracani, como casi siempre en los asuntos humanos, la fortuna triunfa, este hecho no testimonia exclusivamente el creciente pesimismo antropológico maquiaveliano. Ese triunfo representa también la posibilidad si no de fundar, esa es tarea del legislador, cuya élan está en el futuro más que en el presente (Pocock 2008), de comprender cómo el "buen" político transforma la decisión ocasional en virtud. Y esa virtud no es otra que la institucionalización de un orden político que se estabilice y expanda no por neutralizar sino por cobijar el conflicto que le es co-constitutivo.

Maquiavelo no es un teórico de la democracia ni en el sentido clásico ni en el moderno. En sus textos se encuentran muy pocos usos del término, lo cual no sería más que anecdótico, pero tampoco hay una preocupación por la democracia como régimen político ni como fundamento de legitimidad del poder. Sin embargo, su republicanismo conflictivo e institucionalista y su decisión político-teórica de hacer visibles los secretos del poder y las acciones del saber tienen una potencia democratizadora tal que es inútil resistirse a ella. Lo más aconsejable, como prudentemente advertía Tocqueville (1996) frente a la revolución democrática moderna, es reconocer que el momento maquiaveliano está aquí para tensionar las relaciones conceptuales que damos por establecidas de una vez y para siempre y para poner en cuestión nuestra preferencia por un cierta institucionalidad cuya génesis histórica hemos olvidado. De hecho, su conceptualización de las instituciones po­pulares y de las relaciones de los liderazgos con el pueblo no se reduce a una idealización conservadora del modelo romano o a la aceptación realista de que un príncipe no odiado era lo único esperable de esa alianza política. Por el contrario, Maquiavelo aboga, dentro de la tradición republicana y sin negar algunas de las prácticas de lo que más tarde se denominará gobierno representativo, por un gobierno popular cuyas instituciones, estables por estar sujetas al cambio, protegen las libertades del pueblo de las ambiciones de los grandes y permite a los liderazgos innovar sin depender sólo de sus "virtudes" personales23.

En La vida de Castruccio Castracani el rol del pueblo se limita a reconocer en los momentos cruciales, cuando Castruccio asume el mando tras la muerte de Guinigi, tras la conjura de los Poggi y cuando convoca dos veces a su valor para vencer a los florentinos superiores en número, las cualidades de su liderazgo. Si en El príncipe Maquiavelo aconseja, especialmente a los hombres nuevos de la política, apoyarse antes en el pueblo que en los grandes por su fidelidad, también establece que antes que el amor (pero nunca el odio), lo que debe procurar el príncipe es ser temido para no ser desafiado. Que el pueblo, o más que nada los grandes heridos que pueden "organizar" con sus habilidades de zorros el poder popular leonino, lo teman es necesario para el príncipe, pero ni a uno (el príncipe) ni otro (il populo) ese vínculo suele bastarles. Esto se explica por dos razones. Primero, el pueblo debe ejercer, mucho más en una república que en un principado donde el acuerdo tácito proto-hobbesiano de protego ergo obligo puede funcionar sin ningún aditamento, su facultad de juzgar quién tiene mejores cualidades de mando. En eso y en la selección de los grandes lineamientos políticos, incluidos los cambios que un ordine necesita para persistir, es donde el pueblo es mucho más prudente que cualquier grande como se dice en los Discursos (Maquiavelo 2000). Segundo, el éxito, sobre todo en términos de política exterior y de defensa, de una comunidad política depende de la capacidad de conducción de un liderazgo confiable para una fuerza militar compuesta antes que por profesionales por ciudadanos-soldados. En su versión romana, más cívica y clásica, o en su versión moderna, más delegativa, estos son siempre parte del pueblo y no se conforman a obedecer si esto no significa luchar por una causa valiosa y ser reconocidos por ese liderazgo a quienes reconocen una capacidad de sacrificio igual o mayor a la propia que incluso puede, en el caso de las formas políticas más virtuosas estar institucionalizada, como la devotio consular romana24. En ese mundo, como en la New Model Army de Cromwell, las diferencias jerárquicas del mando no justifican las distinciones a la hora de hacer uso de la palabra pública y actuar a través de ella. Pero cabe preguntarse si esas virtudes del mando y el orden militar pueden trasladarse en la forma de gobierno civil que sea moderna, activa y popular.

Castruccio Castracani impone temor pero también admiración, sabe reconocer las diferencias que una república clásicamente antigua cobija sin servirse de las mismas de manera desigualitaria:

...era de una modestia inestimable, no se le veía realizar acto o decir palabra que no fuese conveniente, y era reverente con los superiores, humilde con los iguales, gentil con los inferiores. Estas cualidades hacían que no solamente toda la familia de los Guinigi, sino la ciudad entera de Lucca, lo amase (Maquiavelo 2006: 32)25.

En eso el príncipe nuevo en versión Castracani es muy distinto de aquellos que se imponen despóticamente, a partir de hacer de sus súbditos tan desiguales respecto de él como trágicamente iguales entre ellos. Pero ciertamente no hay en la descripción de Lucca que se presenta en La vida de Castruccio Castracani un análisis de aquellos ordini que posibilitaban una participación activa del populo raso más allá de la acclamatio al líder o la selección de aquellos que tengan las "mejores" cualidades para el ejercicio de las magistraturas. Sin embargo, como puntualiza McCormick (2007), la descripción de esas instituciones como el tribuno de la plebe, las acusaciones, el juicio popular, el veto o la revocatoria, y en algunos casos la dictadura, es central en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio para sostener la hipótesis de que lo que hizo fuerte a la Roma republicana fue el conflicto de clases y no su neutralización. Si bien en la semblanza de Lucca falta una sociología política que permita comprender el contexto institucional y la estructura de clases de esta república y su condotiero ejemplar, persiste la idea fuerza de que liderazgo y república no son contrarios asimétricos, y de allí puede deducirse la idea de que un gobierno popular institucionalizado pero no desacralizado de novedades singulares, pueda hacerlos complementarios.

Sin embargo, hay una cuestión que no puede eludirse. Si bien identificar aquellas instituciones maquiavelianas donde se expresa el gobierno popular en acto o mostrar cómo este último no es incompatible con los liderazgos en tanto y en cuanto estos no reduzcan la relación con el pueblo a la acclamatio, no hay ni en La vida de Castruccio Castracani ni mucho menos en los Discursos una apuesta clara de Maquiavelo por el populismo como forma política. Sin entrar aquí en detalles sobre las tensiones internas del populismo, entendida por la confianza en la clarividencia política del pueblo y la valorización estética de los modos de ser de las clases populares, en la obra de Maquiavelo, hay que decir la plebs, especialmente la urbana fácilmente movilizable por las consignas cesaristas, opera como límite26. Se trata de un límite político, social y hasta cultural de la versión más democrática de Maquiavelo que, como la virtuosamente aristocrática, es falsa, si se la postula como radical.

Castruccio tiene otros rasgos más que lo hacen un personaje singular: su sagaz ironía y su sentido de la autocrítica. Estos rasgos lo hacen más maquiaveliano que a cualquiera de los otros príncipes, cónsules o jefes militares que el florentino admiró. Gracias ello, Castruccio se revela como un hombre capaz de saber qué pudo haber hecho mejor para preservación de su stato una vez que concluya su vida biológica (no haberlo ampliado tanto) y qué debió hacer (y lamentablemente no hizo) para lograr una rutinización adecuada de su carisma. Pero sobre todo esa ironía aplicada a sí mismo se denota en el reconocimiento del príncipe Castracani de que cualquiera de los ciudadanos de Lucca, que aunque por momentos se comportaron como súbditos, no abandonaron nunca la actitud propia del vivire civile, podía darle una lección de vida y de política, que al menos para él eran lo mismo. Y en esas lecciones del pueblo "raso" al líder "popular" Castruccio se revela como prudente y Maquiavelo como "populista", si por eso se entiende alguien que cuestiona los criterios de gusto y distinción otorgados por la legitimidad cultural27. ¿Este "populismo" maquiaveliano implica que toda comunidad entre un príncipe y un pueblo conduce al buen camino de la estabilidad de la forma política? Para nada. Maquiavelo rechaza las versiones cesaristas del populismo (por su violencia destructora y su condescendencia) y mantiene una valoración positiva de los placeres, incluso más que de las virtudes, que un hombre clásico (vir) debía saber disfrutar. Estos placeres, sin una forma política relativamente estable, son quiméricos pero, sin una forma política algo cívica, son totalmente prescindibles.

Castruccio, quizás consciente que al serle la fortuna adversa al final y el tiempo, por casi moderno poco propicio, no pensó en la posibilidad de transformar el apoyo popular en un poder popular institucionalizado en gobierno que cada vez que la ocasión lo ameritara, supiera reconocer la novedad que condotieri del futuro vinieran a atraer. Su biógrafo ciertamente tampoco lo hizo en forma taxativa, pero nos legó conceptos y figuras conceptuales que permiten pensar virtuosamente (en el sentido de la virtù) si no llegó la ocasión de hacerlo.

VI. Hacia una conceptualización del gobierno popular

En esta instancia podemos afirmar que La vida de Castruccio Castracani es un exemplum del arquetípico príncipe maquiaveliano porque presenta un compendio de sus virtudes y un ejercicio pleno de su virtù. También el hecho de haber sucumbido, como el propio Maquiavelo según el relato de Viroli (2000, 2002), a los vaivenes de la fortuna lo transforma en un retrato de un pesimismo antropológico maquiaveliano que no hace sino crecer con los años. En este sentido no deja de resultar extraño que los neorrepublicanos atlánticos como Pocock y Skinner lo hayan excluido de su momento maquiaveliano. Sin embargo, en el marco de nuestra investigación nos interesan otras dimensiones de esa ejemplaridad de La vida de Castruccio Castracani que también ilustran un momento conceptual tanto o más innovador que the Machiavellian moment.

Primero, con esta versión de El príncipe , escrita después de los Discorsi, Maquiavelo deja en claro nuevamente que no hay una absoluta incompatibilidad entre la república como forma política y el liderazgo. Y esto sucede tanto en caso de Roma, modelo político por excelencia, como en el mucho menos ejemplar caso de Lucca, que a pesar de sus defectos está más cerca de la estima maquiaveliana que la aristocrática Venecia. Una buena república es una combinación entre la estabilidad y la expansión, y para que ello sea posible, tiene que haber lugar para el cambio. Y ese cambio, al menos en los tiempos modernos o tardo-medievales que a Maquiavelo y a Castruccio les tocaron vivir, suele venir encarnado en una figura personal singular. Entonces, en este punto, y en un texto casi ignorado por el propio historiador inglés, la hipótesis de Skinner (1998) sobre la continuidad conceptual entre El príncipe y los Discorsi no pierde vigor.

Segundo, el príncipe nuevo encarna la novedad política en su figura personal. Este elemento innovador y expansionista de la virtù maquiaveliana según Pocock (2008) encuentra en Castracani un caso singular que combina cosas antiguas como el origen oscuro con cosas modernas como el contexto tardo-medieval donde se sitúa su vida y los príncipes con los que se lo compara. Pero también en esta historia Maquiavelo dota al pueblo de un rol similar al de la fortuna en su capacidad de elegir a un príncipe y juzgar sus capacidades. Ciertamente a diferencia de los ordine romanos, con su constitución mixta, su sistema electoral y sus "instituciones antioligárquicas" (McCormick 2003, 2007), la participación popular en la vida política de Castracani se limitaba a la acclamatio o el reconocimiento de las cualidades del príncipe y a conformar las milicias ciudadanas que toda comunidad política que se precie de tal requiere para no perecer en manos de ejércitos sin compromiso patriótico. Así pues, más allá de ser una fuerza necesaria para la organización militar, no pareciera ser un demasiado activo poder activo. ¿Cómo transformar ese poder popular para que pueda en acción y de esa manera no mueran ni el vivere civile republicano ni la democracia que no es concebida exclusivamente como delegativa y representativa?

Y éste es el tercer punto que queremos destacar: el carácter popular del republicanismo maquiaveliano. Para que la república no termine, por liberal o por aristocrática, por formalista o por clasista, siendo despopularizada es necesario recordar que la forma de gobierno del pueblo que Maquiavelo reivindica es a la vez participativa e institucionalista y no rechaza la innovación política, incluso cuando ésta llegue a través de un personaje singular. Desde allí el gobierno popular es algo más que un sinónimo del gobierno representativo, la democracia liberal y la república moderna, pero no es refractario a la institucionalidad, si por esta se entiende algo más que un mecanismo de selección de liderazgos o un formalismo jurídico. En este sentido coincidimos con la crítica de McCormick (2003, 2007) al republicanismo que termina siendo funcional a una versión mínima de la democracia o el gobierno representativo pero preferimos, a diferencia de él, rescatar lo popular en Maquiavelo antes que el populismo por las derivaciones que ha tenido este concepto en el debate teórico y la práctica política de las democracias contemporáneas, especialmente en América Latina y por el rechazo maquiaveliano sino al tumulto al plebeyismo cesarista. Maquiavelo, como reconoce el propio McCormick (2007), favorece esta elección cuando hace de la siguiente frase donde compara el Gran Consejo de Florencia con la Guardia de los Ocho el núcleo argumental de su teoría del gobierno popular:

Pero después de cambiar este orden por mutación del Estado, crearon ocho ciudadanos para que ejercieran el oficio del antiguo enviado y así el procedimiento, de malo que era, se convirtió en pésimo, por lo que decíamos antes de que los pocos son partidarios de los pocos y los poderosos (Maquiavelo 2000: 156).

Y esto es posible porque para Maquiavelo la república no es el gobierno de los pequeños comités sino del pueblo entre cuyas virtudes está saber qué hacer para conservar lo stato, reconociendo cuándo y cómo debe confiar esa misión a una figura singular y cuándo retirarle institucionalmente esa confianza sin renunciar nunca al compromiso activo en la vida política y su gobierno. Y todo eso lo hace Maquiavelo sin dejar de ser un republicano sino siéndolo de una manera innovadoramente singular e institucionalmente popular.

En conclusión, desde la cosmovisión maquiaveliana presentada en este artículo no se considera incompatibles ni la república con el liderazgo, ni la novedad fundacional o el acontecimiento político singular con la institucionalización, ni la elección o el reconocimiento de la necesidad y el magnetismo del poder personal con la vida política activa. Sin embargo, no puede decirse que exista en la teoría política de Maquiavelo una conceptualización de esta alternativa, de estas antinomias que él hace converger, sino que el camino para encontrarla está en la reconstrucción de sus exempla. Reflexionando a partir de ellos, y tomando a Castracani como arquetipo, podemos concluir que es factible pensar una categoría de gobierno popular que recupere la dimensión institucionalista del republicanismo, desde una perspectiva no formalista sino histórica a la vez que se apropie del liderazgo personal del principado para innovar políticamente toda vez que sea necesario. El gran desafío es encontrar ordine que no operen como muros de contención de aquello que conservadoramente se quiere evitar sino sea la condición de posibilidad para los cambios conceptuales y políticos por venir.

Notas

1 McCormick identifica esta tradición con la concepción madisoniana de la república democrática moderna como forma superadora de la democracia clásica. Desde el punto de vista de este teórico político estadounidense la concepción madisoniana es heredera del pensamiento republicano renacentista, pero no del "democrático" Maquiavelo sino del "aristocrático" Guicciardini. Por eso, no sin ironía sostiene que por sus supuestos valorativos acerca de la república, el libro de Pocock debiera haberse llamado no The Machiavellian Moment sino The Guicciardini's Moment (McCormick 2003: 616).

2 Allí Pettit rechaza la identificación de la "república" con la "democracia" en su versión populista que identifica extrañamente con la concepción arendtiana de la polis, la soberanía popular rousseauniana o las formas clásicas de democracia directa (Pettit 2010).

3 El texto original en italiano es el siguiente: "Visse XXXXVII*, e fu in ogni fortuna principe. E come dalla sua buona fortuna ne appariscono assai memorie, cosí volle che ancora della cattiva apprisseno; perché le manette con le quali stette incatenato in prigione si veggono ancora oggi fitte nella torre della sua abitaziones, dove da lui furono messe acciò facerssino sempre fede della sua avversitá. E perché vivendo ei non fu inferiore né Fillippo di Macedoni, padre di Alessandro, né Scipione di Roma, e morí nella età dell'uno e dell' altro, ei sanza dubbio arebbe superato l'uno e l'altro se, in cambio di Lucca, egli avessi avuto per sua patria Macedinua o Roma." (Machiavelli 2005: 301).

4 Etimológicamente el daimon (Daivmwn) es la divinidad, el destino. Arendt (1996: 203) prefiere la versión socrática donde el daimon es lo divino presente en cada hombre que devela su verdadero ser. En el capítulo III de La vida del espíritu Arendt (2002:153) cita a Maquiavelo (2000:188) cuando afirma que la virtud humana se muestra en las gestas y permite establecer un paralelismo entre ambos en sus concepciones de la acción como reveladora del quién del agente.

5 Arendt (1996:199) comienza el capítulo 5 de La condición humana con un epígrafe de Isak Dinersen (seudónimo de la escritora Karen Blixen) que dice "Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas".

6 Tras la muerte de Villani en 1348 su Cronica Universale fue continuada por su hermano y su sobrino. Los episodios relativos a la vida de Castracani fueron escritos en vida del cronista original.

7 En ese grupo Maquiavelo había discutido los Discorsi y había dedicado sus reflexiones contrarias a la tiranía. También allí había estrenado su pieza teatral La Mandrágora. Algunos de ellos protagonizaron una conspiración contra los Medici en 1521 de la que Niccolò hizo todos los esfuerzos posibles por distanciarse.

8 La versión original en italiano versa: "Più che una storia e una biografia, è il ritratto immaginato di un uomo che da umildissima condizione riuscì grazie alla sua virtù a fare 'cosse grandissime' e diventare príncipe" (Viroli 2000: 194).

9 Maquiavelo afirma que en la Toscana hay tres repúblicas, Florencia, Siena y Lucca, y otras tantas ciudades que aspiraban recuperar su libertad. Ninguna de las tres dejó de ser considerada una república, que en este caso se usa como sinónimo de gobierno popular, aunque todas ellas estaban lo suficientemente corrompidas como para necesitar de un poder regio para poner freno a la ambición y la corruptela de los poderosos. Todavía no encontró la Toscana el hombre que pudiera hacerlo, aunque Castracani y Petrucci (ver infra), estuvieran más cerca del gran hombre providencial que los Medici (Maquiavelo 2000: 170).

10 Para Skinner (2003: 29-36, 68) lo stato en Maquiavelo preserva una ambivalencia conceptual ya que refiere tanto a la persona que gobierna (status del que gobierna), como el régimen político, y de a poco se asocia con una estructura institucional independiente del magistrado temporalmente a cargo de ella. Con Hobbes lo stato pasa a ser el Estado como persona artificial.

11 No puede decirse que el modelo de sabio funcionario maquiaveliano sea idéntico al de Kojève pero vale la pena recordar sus reflexiones al respecto que fueron parte de su polémica con el propio Strauss: "Adoro este trabajo. Para el intelectual, el éxito ocupa el lugar del logro. Si se escribe un libro, se obtiene éxito, es todo. Aquí es diferente [con aquí se refiere a su trabajo diplomático], porque hay logros. Le he dicho el placer que sentí cuando mi sistema aduanero fue aceptado. Es como una forma superior de juego. Se viaja, se pertenece a una elite internacional, que ha reemplazado a la aristocracia, y se conocen personas que no son novatos" (Kojève 2003: 56).

12 El texto original en italiano es el siguiente: "A che è bene, per il consiglio mio, che tu ti Volga, e t'ingegni per questa via di goderti le fetiche e pericoli miei, ricordi. Ed arai ad avere meco duoi obrighi; l'uno, che io t'ho lasciato questo regno; l'altro, che io te lo insegnato a mantenerse" (Machiavelli 2005: 297).

13 Sintéticamente puede decirse que el Maquiavelo de Pocock (2008), por más elitista que sea en términos de McCormick (2003: 619-626), abraza el republicanismo como causa y se transforma en su referente. Para Skinner (2003), la situación es más ambivalente porque Maquiavelo innova también en transición de una concepción clásica del stato hacia el Estado moderno, y entonces es un antecedente del desplazamiento que se produce en la teoría política moderna (especialmente en la contractualista) de la preocupación por el régimen político al interés por el fundamento de la legitimidad del orden político ahora estatal.

14 Sobre la relación teórica entre Maquiavelo y Dante, véase Peterman (1987). Los güelfos eran en las guerras religiosas de los siglos XII, XIII y XIV los partidarios del Papa y los gibelinos del emperador germánico.

15 Al menos hasta la llegada de Napoleón, que transformó a la ciudad en dominio regio de su hermana Elisa en 1805, Lucca siguió siendo república.

16 Maquiavelo es un anticesarista declarado, si por esto se entiende alguien que se opone al tiempo de movilización política que hizo Julio César, inspirado en el mal ejemplo de los Gracos, de la plebe urbana romana (Maquiavelo 2000). Eso no impidió que tuviera una versión, por momentos, idealizada de otros césares, pero sí devela la tensión que existe en su república popular entre el pueblo y la plebs. Ve r infra.

17 Queda para futuros trabajos el análisis del concepto antiguo de tiranía y la manera en que el mismo es apropiado en el Renacimiento. Vale mencionar a título ilustrativo que la tragedia Edipo Rey se denomina originalmente Edipo, Tirano, debido no tanto al modo en que Edipo ejercía su autoridad en Tebas sino a su legitimidad de origen: siendo el hijo del rey, al no saberlo, llega al poder como príncipe nuevo y se apoya en su ingenio al develar el enigma de la esfinge. En los Discorsi Maquiavelo se refiere a la tiranía como forma desviada de la política regia pero no hace referencia ni a Pandolfo ni a Castruccio (Maquiavelo 2000). Kalivas (2007) hace un aporte interesante en su análisis de la relación entre la figura republicana del dictador y su asimilación con la figura "antidemocrática" del tirano, no ya en la Modernidad sino en la Antigüedad. Sin embargo, su erudito trabajo diluye las ambigüedades en la Grecia clásica respecto de las tiranías del siglo VI que fueron en muchos casos condición de posibilidad de las democracias del siglo V que las transformaron conceptual y políticamente en su antinomia.

18 La versión original italiana de la presente cita es: "Concludo, adunque, che varindo la fortuna, e stando li homini ne' loro modi obstinati, sono felice mentre concordano insieme, come dicordano, infelice" (Machiavelli 2009: 132).

19 En el capítulo XXII de El príncipe, sostiene que hay tres tipos de inteligencia: la que distingue por sí misma, la que distingue la que otro comprende (una excelentísima y otra excelente), y la que no comprende ni por sí misma ni por otros (inútil). Castracani tendría las dos primeras, Pandolfo al menos la segunda, y el emperador Maximiliano de Austria, es un ejemplo de la tercera por su impericia para gobernar y por ser tan influenciable por cualquiera que lo aconsejara que era incapaz de decidir (Maquiavelo 1997).

20 La traducción es nuestra. El original es el siguiente: "Contrary to Whitfield's views, the adjustment and corrections Machiavelli makes in narration of Castruccio's life are those which underline the exemplarities qualities of the man and which make him a mythological figura, an archetypical prince. Far from being a 'prentice-piece of a historical narrative , a summer month's diversion', this work is the culmination of a stylistic tendency toward the presentation of character sketches which Machiavelli began to practice as early as his diplomatic dispatches and which he continued throughout his work".

21 En este punto seguimos la hipótesis de McCormick (2003, 2007) que admite una democracia maquiaveliana con liderazgos e instituciones populares que conviven sin subordinarse las segundas a los primeros como en el caso de la democracia representativa, y nos distinguimos de la postura de Kalivas (2007) que dice que la república puede asimilar figuras temporales de la tiranía (el dictador romano, por ejemplo, o los presidentes fuertes a la Washington) pero la democracia no. Sin embargo, hay un aporte de la lectura de este último que puede servir para complejizar la genealogía de las instituciones populares romano-maquiavelianas que tanto pondera McCormick: las leyes de Valerio Publicolae (primer cónsul de la república romana con Bruto) que consagraron los tribunales populares fueron acompañadas por la propuesta del senado de institucionalizar un dictador para evitar los tumultos del pueblo (Kalivas 2007).

22 El destacado es nuestro. Para la versión en italiano, véase Machiavelli (2005: 295-297).

23 Esta interpretación del gobierno popular está inspirada, especialmente en su dimensión antioligárquica, en el planteo de John McCormick y su lectura de los Discorsi. Nuestra diferencia central con este autor radica en que para nosotros el gobierno popular no es una alternativa "populista" al republicanismo maquiaveliano sino que es compatible con esta tradición. Sobre los usos del gobierno popular y su identificación con la estructura institucional de la Roma Antigua, el régimen de Girolamo Savonarola y en menor medida la república que tuvo a Pier Sonderini como gonfaloniero, ver Maquiavelo (2000).

24  Sobre la figura de la devotio consular, véase Agamben (2003).

25 Para la versión en italiano véase Machiavelli (2005: 282).

26 Este "populismo" maquiaveliano o, mejor dicho para evitar el deslizamiento conceptual, su preferencia por el gobierno popular antes que por la república aristocrática se observa en sus valoraciones de la república veneciana que mucho más estable que la florentina no es ejemplar ni modélica como es la "moderadamente plebeya" Roma anterior al siglo I antes de Cristo. Pero tampoco hay que olvidar que en su versión del sueño de Escipión Maquiavelo optaba pasar vida ultraterrana en el infierno con los sabios y figuras políticas del pasado que en el cielo con los pobres bienaventurados (Pires 2008). Es muy interesante remarcar que, a pesar de su "plebeyismo" encarnado en la frase del proemio de El príncipe sobre la importancia que tiene la perspectiva desde abajo para los de arriba pero sobre todo la mirada desde arriba (siempre oculta por el arcanum) para los de abajo en la política, Maquiavelo es muy crítico de varios de los referentes del partido popular romano. El príncipe (Maquiavelo 1997) en contraste con Discorsi (Maquiavelo 2000). Quizás Maquiavelo, podría aventurarse, tenía más como modelo del sujeto político activo al ciudadano soldado arraigado a la tierra del cordón agrícola que rodea a la cité antes que a las "clases populares" urbanas, sin tierra ni dioses tutelares. Sin embargo, en otros momentos, esa misma plebs muestra una extraña clarividencia política.

27 Seguimos aquí la caracterización sociológica-cultural de Grignon y Passeron (1991).

28 En la tabla figuran las páginas de referencia: tipografía normal para la edición en español (Maquiavelo 2006), itálica para la edición italiana (Machiavelli 2005). En la columna relativa a la crónica de Villani se ponen entre paréntesis los años correspondientes a cada etapa.

Bibliografía

1. Aboy Carlés, Gerardo (2012) "El populismo entre la ruptura y la integración", en Revista Argentina de Ciencia Política, Nº 15.         [ Links ]

2. Agamben, Giorgio (2003) HomoSacer: el poder soberano y la nuda vida, Madrid, Pretextos.         [ Links ]

3. Althusser, Louis (2007) Política e Historia. De Maquiavelo a Marx, Madrid, Katz.         [ Links ]

4. Arendt, Hannah (1996) La condición humana, Barcelona, Paidós.         [ Links ]

5. Arendt, Hannah (2002) La vida del espíritu, Barcelona, Paidós.         [ Links ]

6. Ball, Terence (1999) Political Innovation and Conceptual Change, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

7. Bondanella, Peter (1972) "Castracani: Machiavelli's Archetypal Prince", en Italica, Vol. 49.         [ Links ]

8. Capellán de Miguel, Gonzalo (2011) "Los momentos conceptuales. Una nueva herramienta para el estudio de la semántica histórica", en Fernández Sebastián, Javier y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.) Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual, Santiago de Chile, Globo Editores.         [ Links ]

9. Feres Junior, Joao (2011) "Los estratos teóricos de la historia conceptual y su actualidad de cara a futuras investigaciones" en Fernández Sebastián, Javier y Gonzalo Capellán de Miguel (eds.) Lenguaje, tiempo y modernidad. Ensayos de historia conceptual, Santiago de Chile, Globo Editores.         [ Links ]

10. Grignon, Claude y Passeron, Jean-Claude (1991) Lo culto y lo popular. Miserabilismo y populismo en sociología y en literatura, Buenos Aires, Nueva Visión.         [ Links ]

11. Guicciardini, Francesco (2006) Historia de Florencia, 1378-1509, México, FCE.         [ Links ]

12. Kalivas, Andreas (2007) "The Tyranny of Dictatorship. When Greek Tyrant Met the Roman Dicator", en Political Theory, Vol. 35, N° 4.         [ Links ]

13. Kojève, Alexandre (2003) "Los filósofos no me interesan, busco a los sabios", en Kojève, Alexandre, El emperador Juliano y su arte de escribir, Buenos Aires, Grama.         [ Links ]

14. Koselleck, Reinhart (2006) Begriffsgeschichten, Frankfurt, Suhrkamp.         [ Links ]

15. Lesgart, Cecilia (2005) "La dimensión histórica de los conceptos políticos. Un desafío para la práctica de la Teoría Política" en Pinto, Julio y Juan Carlos Corbetta (comps.) Reflexiones es sobre la teoría política del siglo XX, Buenos Aires, Prometeo.         [ Links ]

16. MacFarland Joseph C. (1999) "Machiavelli's Imagination of Excellent Men: An Appraisal of the Lives of Cosimo de' Medici and Castruccio Castracani", en American Political Science Review, Vol. 93, Nº 1.         [ Links ]

16. Machiavelli, Niccolò (1989) " The Art of War", en Gilbert, Allan (trad.), Machiavelli: The Chief Works and Others, Vol. III, Durham, Duke University Press.         [ Links ]

17. Machiavelli, Niccolò (2005) "La vita de Castruccio Castracani", en Vivanti,Corrado (ed.), Opere de Niccolò Machiavelli, Vol. III, Turín, Einaudi.         [ Links ]

18. Machiavelli, Niccolò (2009) Il Principe, Milán, Metalibri.         [ Links ]

19. Maquiavelo, Nicolás (1979) Historia de Florencia, Madrid, Alfaguara.         [ Links ]

20. Maquiavelo, Nicolás (1997) El príncipe, Madrid, Espasa.         [ Links ]

21. Maquiavelo, Nicolás (2000) Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Madrid, Alianza.         [ Links ]

22. Maquiavelo, Nicolás (2006) La vida de Castruccio Castracani, Buenos Aires, Editorial Quadrata.         [ Links ]

23. McCormick, John (2003) "Machiavelli against Republicanism. On the Cambridge School's 'Guicciardinian Moments'", en Political Theory, Vol. 31, Nº 5.         [ Links ]

24. McCormick, John (2007) "Machiavelli's Political Trials and The Free Wa y of Life", en Political Theory, Vol. 35, Nº 4.         [ Links ]

25. Novaro, Marcos (2000) Liderazgos y representación en las democracias contemporáneas, Rosario, Homo Sapiens.         [ Links ]

26. Palonen, Kari (2003) "Four Times of Politics: Policy, Polity, Politicking, and Politicization", en Alternatives, Vol. 28, N° 2.         [ Links ]

27. Peterman, Larry I. (1987) "Machiavelli's Dante & the sources of Machiavelism", en Polity, Vol. 20, Nº 2.         [ Links ]

28. Pettit, Philip (2010) Republicanism. A Theory of Freedom and Government, Nueva York, Oxford University Press.         [ Links ]

29. Pires, Francisco Murari (2008) "Machiavel, la cour des antiques et (le dialogue) avec Thucydide", en Dialogues d'histoire ancienne, Vol. 34, Nº 1.         [ Links ]

30. Pitkin, Hanna (1999) "Representation" en Ball, Terence, Political Innovation and Conceptual Change, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

31. Pocock, John Greville Agard (2008) [1975] El momento maquiavélico. El pensamiento florentino y la tradición republicana atlántica, Madrid, Tecnos.         [ Links ]

32. Rahe, Paul (2006) Against Throne and Altar: Machiavelli and Political Theor y, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

33. Rahe, Paul (2009) Machiavelli's Liberal Republican Legacy, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

34. Rodríguez, Gabriela (2011) "Una república en disputa contra sí misma: el legado político intelectual de nuestros antepasados para la Argentina del Bicentenario", en Revista Argentina de Ciencia Política, N°13-14.         [ Links ]

35. Rosanvallon, Pierre (1985) Le moment Guizot, París, Éditions Gallimard.         [ Links ]

36. Sintomer, Yves (2009) "De Leonardo Bruni à Francesco Guicciardini: actualité de l'humanisme civique", en Raisons Politiques, Nº 26.         [ Links ]

37. Skinner, Quentin (1998) Maquiavelo, Madrid, Alianza Editorial.         [ Links ]

38. Skinner, Quentin (1999) Liber ty before Liberalism, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

39. Skinner, Quentin (2003) El nacimiento del Estado, Buenos Aires, Gorla.         [ Links ]

40. Skinner, Quentin (2005) Vision of Politics, Volume I, Regarding Method, Cambridge, Cambridge University Press.         [ Links ]

41. Strauss, Leo (1984) Thoughts on Machiavelli, Chicago, Midway.         [ Links ]

42. Tocqueville, Alexis de (1996) La democracia en América, México, FCE.         [ Links ]

43. Villani, Giovanni (1991) [1363] Nuova Cronica, Parma, Ugo Guanda.         [ Links ]

44. Viroli, Maurizio (1999) Repubblicanesimo, Bari, Editori Laterza.         [ Links ]

45. Viroli, Maurizio (2000) Il sorriso di Niccolò. Storia di Machiavelli, Roma, Laterza.         [ Links ]

46. Viroli, Maurizio (2002) La sonrisa de Maquiavelo, Barcelona, Tusquets.         [ Links ]

47. White, Hayden (1992) El contenido de la forma, Barcelona, Paidós.         [ Links ]

48. Whitfield, John Humphreys (1969) "Machiavelli and Castruccio", en Whitfield, John Humphreys, Discourses on Machiavelli, Cambridge, Heffer.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License