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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.18 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2013

 

DOSSIER
El comportamiento de los votantes del Cono Sur y Brasil: competencia política, preferencias electorales y voto transnacional

 

Dictacturas y generaciones en chile y uruguay. Un análisis de las preferencias políticas de los ciudadanos nacidos entre 1930 y 1991

 

por Manuel Flores* y Lucía Selios**

*    Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. E-mail: manuel.flores@cienciassociales.edu.uy.
**   Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. E-mail: lucia.selios@cienciassociales.edu.uy.

 


Resumen

Las preferencias y actitudes políticas de los ciudadanos se modifican en el correr de la vida, tanto por el envejecimiento como por las circunstancias sociales que se atraviesan. Pero cada generación puede tener rasgos distintivos en esa evolución, probablemente marcados por los acontecimientos transcurridos en el período de socialización. Este trabajo analiza la existencia   de   efectos   generacionales distinguibles en las preferencias políticas de los ciudadanos en Uruguay y Chile, dos países que atravesaron dictaduras militares en el período reciente. Utilizando datos de encuestas de opinión pública de Latinobarómetro (1995-2010) se aplica el enfoque APC para analizar los perfiles en la autoidentificación ideológica y la intención de voto de los chilenos y los uruguayos. Se concluye que existen variaciones significativas en las preferencias políticas en "conjuntos de cohortes" o generaciones marcadas por el período autoritario en los dos países estudiados.

Palabras clave: Generaciones; Dictaduras; Voto; Opinión Pública; Metodología APC

Abstract

Citizens' political attitudes and preferences evolve in the life course, because of ageing as well as situations that each society experiences. Nonetheless, each generation can have distinctive characteristics in such evolution, probably as a result of events that happened when their socialization was being processed. This paper analyzes the existence of distinguishable generational effects in the political preferences in Uruguay and Chile, two countries that went through military dictatorships in the recent past. Using public opinion polls from Latinobarómetro (1995-2010), we apply the APC approach to analyze ideological auto identification and vote intention profiles of Chileans and Uruguayans. We conclude that in both countries significant variations in political preferences exist for different groups of cohorts (or generations) that were marked by the authoritarian regime.

Key words: Generations; Dictatorships; Vote; Public Opinion; APC approach


 

La evolución de las opiniones y actitudes de los individuos encierra una tensión entre la continuidad y el cambio que ha sido analizada desde muy distintos ángulos en las ciencias sociales. Cada persona tiende a modificar su visión en el correr de la vida, respondiendo tanto a un proceso individual de envejecimiento, como a los acontecimientos sociales de la época que le toca vivir. Ciertas experiencias compartidas pueden producir cambios en las opiniones y actitudes en toda la población, en especial entre aquellos que las atraviesan durante su juventud.

Así, cuando se observa la evolución temporal de opiniones y actitudes en un determinado país, pueden diferenciarse los cambios que alcanzan al conjunto de la población (alterando en cada período la distribución poblacional de opiniones para todas las edades), de aquellos que resultan del proceso de envejecimiento de cada individuo (asociados a la edad de la persona), y de un tercer componente que surge de la combinación de los anteriores: la edad en la que cada persona ha atravesado los distintos períodos del acontecer social, coincidente para todos aquellos que han nacido en un mismo período o -lo que es lo mismo- pertenecen a una misma cohorte. Así, la cohorte se define como el conjunto de individuos que ingresan al sistema en un mismo momento, y que se supone que tendrán similaridades debido a experiencias compartidas que los diferencian de otras cohortes (Mason y Wolfinger 2001a) 1.

Desde distintas disciplinas, como sociología, demografía, economía, ciencia política, bioestadística o epidemiología, se ha recurrido crecientemente a modelos y métodos específicos para identificar los efectos de cada uno de los componentes señalados, en lo que se conoce como modelos Edad-Perío­do-Cohorte (APC, por su sigla en inglés). En el análisis de las actitudes políticas de los ciudadanos, la identificación de los componentes APC permite una comprensión más profunda de los procesos de cambio, aportando nuevos elementos para la interpretación de su evolución.

Toda la literatura sobre el fenómeno generacional parte de la constatación de que en algunos fenómenos existen diferencias significativas en la forma en que cada cohorte o grupo de cohortes atraviesa cada una de las etapas del ciclo vital. En lo que respecta a las actitudes políticas de los ciudadanos, es aceptado que éstas se construyen a lo largo de la vida (Rose y McAllister 1990). Siguiendo a Oskamp (1991), se puede asumir que las opiniones políticas de cada ciudadano se sustentan en un conjunto de valores y creencias adquiridos en las primeras etapas de la vida y primeros años de la vida adulta (Converse 1969, Alwin y Krosnick 1987, Alwin y McCammon 2007). En esta última etapa, también llamada socialización tardía, se materializa una matriz afectiva y cognitiva muy persistente, que sustenta los componentes evaluativos de cada individuo respecto al sistema político en cada coyuntura. Las características de dicha matriz pueden dar cuenta de marcas generacionales, donde dejan su rastro los eventos históricos de la etapa en que se conforma la identidad política (Mannheim 1990).

Este trabajo busca indagar si existen diferencias en las actitudes y comportamientos políticos de distintas generaciones en Chile y Uruguay, e interpretar estas posibles diferencias a la luz de los principales acontecimientos históricos. En ambos países, las tendencias más recientes de cambio político son frecuentemente interpretadas en clave generacional. Sin embargo, mientras que los trabajos existentes analizan el comportamiento de generaciones predefinidas, aquí se recorre el camino inverso, identificando las generaciones en base a diferencias en sus comportamientos. Una hipótesis de especial interés es si las dictaduras, como circunstancia histórica, han dejado su huella en las generaciones que se socializaron políticamente en aquellos años.

En las secciones II y III se repasan las principales contribuciones a la cuestión generacional en los procesos de cambio y en la formación de actitudes y comportamientos políticos. En la cuarta sección se presentan brevemente los casos de estudio, para pasar en la sección V a la presentación de la estrategia empírica. Los principales resultados se presentan en la sección VI, donde se estiman efectos de edad, período y cohorte en la evolución reciente de la autoidentificación ideológica en ambos países, el voto al Frente Amplio en Uruguay y el no voto por partidos políticos en Chile. La sección VII concluye planteando algunas interpretaciones de los resultados obtenidos y sugiriendo nuevas interrogantes.

I. Generaciones, actitudes y cambio político

El concepto de "generación" es utilizado con significados diferentes, y como sostiene Pilcher (1994: 481), "la noción de generación se utiliza ampliamente en el mundo cotidiano para dar sentido a las diferencias entre los grupos de edad y para localizar seres individuales y otras personas dentro de un tiempo histórico". La confusión terminológica lleva a varios autores a descartar el uso del término para referir a grupos de cohortes, cediendo su uso para la literatura que lo asocia a grupos de edad (ciclo de vida, conflicto generacional, etc.). En esta rama, el centro de atención radica en la variación en las actitudes debido al envejecimiento y a los distintos roles sociales asumidos a lo largo de la vida.

En este trabajo se considera que una generación es un grupo de cohortes que en algún sentido presentan rasgos similares, lo que podría explicarse por el hecho que han atravesado cada etapa histórica a edades similares (Mannheim 1990, Pilcher 1994, Alwin y McCammon 2007).

La identidad generacional puede apreciarse -en general simultáneamente- en diversas dimensiones, asociadas a gustos particulares en el plano cultural (desde la literatura, las artes plásticas, o la música, hasta el lenguaje o la forma de vestir), al protagonismo en eventos particulares del acontecer social (políticos o demográficos, tanto globales como locales), o a la adopción de nuevas tecnologías de información y comunicación, entre otras.

En este sentido, una generación no resulta simplemente de una conjunción arbitraria de cohortes de nacimiento, sino que su existencia requiere que los miembros presenten características comunes que los distingan de otros grupos de cohortes. En particular, cuando una cohorte de edad presenta características diferenciables en sus actitudes respecto a los partidos y el sistema político se podrá hablar de una generación política, y dichas características pueden ser interpretadas a la luz de las circunstancias políticas e históricas atravesadas, sobre todo en los primeros años de la vida adulta.

Un aspecto relevante de descubrir y describir variaciones de las actitudes y preferencias políticas de las diversas generaciones, es que permite detectar cambios que se han producido o que podrían producirse en el futuro. En la ciencia política, dos grandes vertientes analíticas han trabajado con esta idea. El estudio de Ronald Inglehart (1991) lo hace de una manera directa, por medio de diferencias escalonadas en las actitudes de los diferentes tramos etarios. En su trabajo, sostiene que los valores son dependientes de los períodos de socialización y las crisis económicas, y que en este marco los valores posmaterialistas sustituyen a los materialistas e incorporan nuevas demandas al sistema político (Abramson e Inglehart 1992, Inglehart y Baker 2000, Inglehart y Norris 2003, Inglehart y Welzel 2005). La teoría de los clivajes sociales puede ser tomada como una aproximación indirecta, y sostiene que el voto a los partidos de clase se fundamentaba en el aumento de la clase obrera europea. Recientemente, en Europa, la aparición de ciertos valores entre los jóvenes de las generaciones más recientes genera clivajes basados ya no en el interés de clase sino nuevos intereses, como los ambientales (Kriesi 1998). Ahora bien, estos clivajes no son operativos sin una "activación" de los mismos, esto es, cuando los partidos los incorporan a las arenas de disputa electoral (Paramio 1998, Lijphart 2000).

Dicho de otra manera, si una generación presenta actitudes definidas y diferenciadas puede, a través del reemplazo generacional, permitir un cambio en el sistema de partidos, en las correlaciones de fuerzas, o en las bases de la legitimidad del sistema político. Siguiendo a Ryder (1965: 843), "afirmar que la causa del cambio social es el reemplazo demográfico sería equivalente a explicar una variable por una constante, sin embargo, cada nueva cohorte es un intermediario posible del proceso de transformación, un vehículo para la introducción de nuevas posturas. Las nuevas cohortes ofrecen la oportunidad para que el cambio social se produzca".

En este trabajo se muestra que existen variaciones significativas en las preferencias políticas de los uruguayos y los chilenos según las generaciones a las que pertenecen. Además de describir las características más salientes de cada grupo de cohortes, resulta natural ensayar algunas hipótesis que podrían explicarlas y discutir sus implicaciones.

II. Opiniones y formación de las preferencias políticas

En el estudio de actitudes políticas, que nace con el desarrollo de las encuestas modernas, éstas son concebidas como orientaciones individuales hacia objetos políticos (Allport 1935, Almond y Verba 1992). Las actitudes u opiniones individuales pueden ser manifiestas (declaradas) o latentes cuando por diversos motivos no se expresan directamente en una encuesta. Su complejidad ha impulsado la constante mejora de las técnicas de recolección y análisis de la información, perfeccionando las preguntas y la construcción de índices y escalas a efectos de incrementar la capacidad de explicar y predecir los comportamientos políticos de los ciudadanos (Dalton 2000).

En cuanto a los marcos interpretativos de las variaciones en las preferencias políticas se pueden distinguir varios enfoques. Una vertiente recurre a los elementos variables de la coyuntura (oferta partidaria, evolución de la economía, impacto de las campañas, por ejemplo), en lo que es la interpretación racionalista del comportamiento electoral (Downs 1957, Fiorina 1981, Popkin 1994). Otras corrientes recurren a elementos explicativos de carácter más estructural o de largo plazo, vinculados a características de los individuos como el nivel educativo, el nivel socio-económico, el lugar de residencia, la pertenencia a un partido político, o la edad en determinado momento (Rosema y de Vries 2011). En esta última línea destacan los enfoques estructuralistas y funcionalistas de las escuelas de Michigan y Columbia (Lazarsfeld et al. 1948, Campbell et al. 1960).

Dando un paso adicional, es relevante comprender los mecanismos por los cuales los grupos de edad, el lugar de residencia, o determinada coyuntura producen variaciones en las preferencias políticas, haciendo necesario profundizar en la teoría de formación de actitudes. Según Oskamp (1991), éstas se basan en valores y creencias de los individuos, que se forman a lo largo de la vida y se refuerzan ante coyunturas políticas, económicas o sociales específicas. Así, la pertenencia a determinados grupos, las tradiciones familiares, la asunción de roles sociales, la reciente pérdida/ganancia de poder adquisitivo, sustentan los aspectos cognitivos y evaluativos de los individuos hacia las instituciones y actores políticos. En otras palabras, las distintas vivencias a lo largo de la vida forman, refuerzan o erosionan esas creencias y valores que sustentan sus opiniones y preferencias políticas, haciéndolas más o menos estables en el tiempo. Vistas de esta manera, las vivencias que el individuo procesa a lo largo de la vida tendrán efectos permanentes en sus actitudes políticas (Rose y McAllister 1990).

Aquellas creencias y valores que se adquieren tempranamente son más difíciles de revertir, por lo que las etapas de socialización resultan cruciales en el análisis. La socialización primaria abarca la etapa de la niñez y parte de la adolescencia, donde intervienen la familia y el sistema educativo como actores destacados en la formación de los valores y creencias individuales. En la socialización tardía intervienen mayormente los grupos de pares y la propia experiencia como ciudadano, que se procesa durante los primeros años de la vida adulta. Más allá de la importancia de la primera socialización, sus efectos pueden ser revertidos con rapidez si en la socialización tardía el individuo no encuentra herramientas para desenvolverse el mundo real (Hojman 1999).

Por otra parte, a medida que las personas se vuelven mayores asumen nuevos roles en la sociedad, cambian física y psicológicamente, lo que provoca la tendencia a adoptar valores y creencias más conservadores (Alwin y McCammon 2007). Finalmente, también es cierto que existen coyunturas críticas en la vida de las personas, que derriban o erosionan sus creencias y valores previos, provocando lo que se ha denominado una "disonancia cognoscitiva".

Los elementos mencionados fundamentan la necesidad de indagar tres aspectos por separado: descubrir si alguna cohorte comparte características que puedan interpretarse por su etapa de socialización política, si interviene el efecto de envejecimiento en las actitudes políticas, y cuál es el impacto de las coyunturas (económicas, sociales y políticas) en las preferencias políticas.

Durante los años 80 y 90 algunos investigadores identificaron el eje izquierda-derecha como un concepto multidimensional que tiene, como referencia orientadora, las posiciones más igualitaristas para la izquierda y más liberales para la derecha (Bobbio 1996). Más específicamente, puede involucrar una postura respecto al rol que se entiende que debe asumir el Estado como generador de esa igualdad/libertad social y económica (Aberbach y Putnam 1981).

Las investigaciones actuales muestran que la dicotomía distingue actitudes y comportamientos políticos en las preferencias políticas, los discursos y las estrategias de los ciudadanos, la ciudadanía y los partidos. Sostienen, asimismo, que la dimensión ideológica no ha desaparecido como interpretación de las arenas de conflicto, aunque sus contenidos cambian y se adaptan a cada realidad (Williams 1994, Lijphart 2000, Altman 2002, Warwick 2002, Alcántara y Luna 2004, Zoco 2006). Sin embargo, las propias críticas muestran una gran virtud de la distinción ideológica en el eje izquierda-derecha: ha sido capaz de adaptarse y re-interpretar las dicotomías políticas en cada época y cada país. Resulta así una herramienta relevante a la hora de observar a los partidos y a los votantes en un espacio de competencia política (Sani y Sartori 1983).

III. Generaciones y preferencias políticas en Uruguay y Chile

Los casos de Uruguay y Chile tienen especial interés tanto por sus características comunes como por sus diferencias. Si bien son sistemas institucionalizados, con larga trayectoria democrática, una dictadura militar en la década del 70, y características económicas y poblacionales similares, también se diferencian en varios aspectos.

La literatura ha señalado las diferencias en sus transiciones a la democracia, desde la forma en que se pactó la transición, hasta la capacidad de movilización que tuvieron los partidos (Fernández 1998, Ruiz 2005, Romero 2009). A grandes rasgos, la transición a la democracia en Chile fue capitalizada en mayor medida por el régimen autoritario, que ocho años antes del plebiscito de 1988 había impuesto una nueva constitución con signos excluyentes para la representación, entre ellos los de un sistema de elección binominal, método D'Hondt, y listas abiertas (Siavelis 2005) así como la inexistencia de elecciones partidarias primarias competitivas2. Mientras tanto, en Uruguay la transición negociada fortaleció a los partidos políticos (Alcántara y Luna 2004).

Algunos de los aspectos más problematizados por la literatura han sido el sistema de partidos, la estructuración ideológica y la polarización en un caso y otro (Alcántara y Luna 2004). Antes del quiebre institucional, el sistema político chileno era polarizado, mientras que en el uruguayo la polarización era moderada. Luego de la dictadura, el sistema de partidos resurge sin cambios mayores en el caso uruguayo; mientras en Chile resurge con nuevos actores, que sustituyen a algunos de los viejos partidos políticos en cuanto a los espacios políticos que ocuparon.

En Chile surgen dos partidos posicionados en la derecha del espectro político, que se estructuran en torno a la defensa del régimen en el plebiscito de 1988, la Unión Democrática Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN)3. En la izquierda se mantienen los integrantes de la "Unión Popular" (Partido Socialista, Partido Comunista Chileno y Unión Radical) y aparecen el Partido por la Democracia y el Partido Humanista o Verde. En el centro, permanece la Democracia Cristiana.

Puesto que existe un sistema de distritos binominal, la lógica de competencia en el Chile post-dictatorial se articula en torno a dos coaliciones que no sólo son de gobierno, sino también electorales. A partir de la elección de 1989 la Concertación aglutina los partidos de centro izquierda4 y Alianza por Chile los de derecha, dividiéndose por mitades el apoyo electoral. La Concertación obtiene la presidencia en todas las elecciones hasta el año 2010.

Entre partidos el eje de competencia sigue estando estructurado ideológicamente en torno a la dicotomía izquierda y derecha. Los soportes de esta división luego de la dictadura pasaron a incluir, además de los viejos conflictos de clase y religiosos, una división en torno al apoyo o repudio al régimen militar. En todo el período la competencia entre ellos es crecientemente moderada, convergiendo en el centro del espectro ideológico (Mainwaring y Torcal 2003, Ruiz 2005). Si bien los partidos se estructuran en esta dimensión, en la opinión pública la identificación de izquierda y derecha ha perdido relevancia, cobrando fuerza la dicotomía liberal-conservador, especialmente entre los jóvenes5.

Un rasgo característico del sistema chileno en estos años ha sido el importante aumento del número de personas que no votan y están alejadas de la política (Altman y Luna 2007). La literatura ha apuntado que esta desafección se ha debido, en parte, a que en Chile la inscripción al registro cívico no era obligatoria, mientras que el voto sí (una vez inscripto en el registro se estaba sujeto a multas por no ejercer el voto)6. De esta manera se generaba un desincentivo a la inscripción y, por ende, a la participación electoral (Valenzuela 2004, Navia 2004). Este fenómeno, no se da en Uruguay, donde la inscripción es obligatoria y la participación electoral se ubica en torno al 90 por ciento.

En Uruguay, desde la reapertura democrática y la elección de 1984 el Frente Amplio (FA) ha ganado un caudal electoral creciente, desplazando a los partidos tradicionales del país: el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC). Este proceso ha transformado el sistema de partidos uruguayo, que pasó de un pluralismo moderado a un bipartidismo conformado por dos bloques o familias políticas: desafiante y tradicional (De Armas 2009). Esa transformación fue acompañada por un cambio en las reglas electorales plebiscitado en 1996, que entre otras cosas incluyó el mecanismo de balotaje. Todos estos cambios desembocaron en el triunfo del FA en 2004 y en su permanencia en el gobierno en la elección de 2009. Este fenómeno se ha explicado al menos mediante tres grandes postulados: el factor demográfico, los posicionamientos ideológicos de los partidos y el electorado, y los aspectos coyunturales y de liderazgos (Queirolo 2006).

En cuanto las actitudes políticas y los problemas generacionales la literatura muestra preocupaciones bien diferentes para cada país. Las actitudes políticas de los uruguayos se han estudiado desde los trabajos sobre comportamiento electoral e intención de voto por partidos, analizando en especial el crecimiento del FA. En Chile, por su parte, se ha indagado especialmente la ola creciente de desafección política de los jóvenes (Altman y Luna 2007, Toro 2008).

En Uruguay la hipótesis del efecto demográfico plantea que el FA crece electoralmente por una suerte de inercia: los nuevos votantes son mayoritariamente frenteamplistas y sustituyen a los votantes de mayor edad, que muestran una propensión más alta al voto a los partidos tradicionales (Aguiar 2000, González y Queirolo 2000, Canzani 2005). Ello sucede porque el FA habría sido capaz de producir una identificación joven, acompañada de una fuerte trasmisión familiar de la pertenencia partidaria (Mieres 1997, Queirolo 1999 y 2006, Monestier 2001, Zuasnabar 2004). Vinculada a estos procesos familiares y de socialización política aparece una lectura que asume la existencia de un reemplazo generacional en el crecimiento electoral del FA. Siguiendo a González y Queirolo (2000: 303) "... ese carácter generacional le confiere una vigorosa inercia al proceso de cambio del sistema de partidos, porque estos 'aprendizajes generacionales' cristalizados en los años formativos pueden luego modificarse, pero normalmente las modificaciones son lentas y difíciles".

Sin embargo, la interpretación demográfica del crecimiento electoral de la izquierda fue relativizada al observarse que este efecto no es suficiente para explicar todo el crecimiento del FA en los períodos interelectorales, existiendo un crecimiento de su capital político (Buquet y De Armas 2004, Canzani 2005, De Armas 2009). Este aumento del capital político se produce por las acciones y omisiones de los partidos políticos uruguayos, y la no consideración del mismo es la principal crítica que se le ha formulado al planteo del efecto demográfico, que "deja escaso margen a la coyuntura política, la competencia electoral e incluso, a variables extra-políticas" (De Armas 2009: 47).

En el caso de Chile existen numerosos estudios sobre la juventud y la política, así como otros enfocados cualitativamente al estudio de las generaciones (Grimaldi 2009). En especial el artículo de Toro (2008) es clave para el enfoque que se adopta en este trabajo. El autor repasa la discusión sobre opinión pública en Chile, centra el análisis en los cambios generacionales y propone una nueva perspectiva. Señala que en términos de participación electoral existieron tres momentos, el primero de ellos de auge o "momento épico", en torno al plebiscito de 1988, en el que se registró un 96,6 por ciento de los chilenos en edad de votar y un 89,1 por ciento efectivamente lo hizo. La etapa siguiente se representa como un momento de "normalización", cuando la inscripción y la participación electoral retornaron a los niveles previos al golpe militar. A partir del año 2000 se produce un marcado aumento de la no inscripción, y aún después de la elección municipal de octubre de 2012 (primera con voto voluntario y sin inscripción previa), la participación electoral no superó el 40 por ciento.

A pesar de las características juveniles de este comportamiento, Toro (2008: 144) sugiere que "Hoy, es cierto que los niveles de participación de los jóvenes son marcadamente decrecientes, pero también es cierto que este fenómeno está traspasando las barreras etarias y transformándose en un problema de carácter transversal". De esta manera, plantea un estudio de generaciones diferenciadas en torno a que hayan participado o no del plebiscito de 1989. De este modo, plantea que más allá de la característica juvenil de la no participación, hay adultos que no llegaron a votar en el plebiscito y tienen un perfil generacional similar al de los jóvenes chilenos.

En su trabajo, a partir de diferencias escalonadas para las generaciones, encuentra que "a 20 años del plebiscito, es posible ver cómo se entrelazan estos momentos, y cómo, a su vez, estos momentos van conformando una división de generaciones políticas que es muy consistente con cualquier análisis de la política chilena, y que va más allá de las divisiones etarias tradicionales. A saber: los jóvenes, los adultos post-plebiscito y los adultos preplebiscito" (Toro 2008: 147-148). Finalmente, descubre que esta definición generacional es consistente para el voto y la confianza institucional, aunque no para la identificación ideológica.

El presente trabajo ahonda en la problemática de las generaciones políticas en Uruguay y Chile, las que se han mencionado para interpretar el efecto demográfico pero no se han detectado aislando el efecto de edad o período. Para ello, se utiliza el modelo APC sobre dos variables que reflejan las preferencias políticas: la autoidentificación ideológica y la intención de voto. En el análisis de la intención de voto, se centra la atención en los fenómenos que han sido objeto de estudio en cada país: el no-voto en Chile y el voto al Frente Amplio en Uruguay.

I V. Metodología y datos

La separación de los efectos de edad, período y cohorte en la evolución de una variable ha representado un desafío metodológico para diversos campos académicos. Para lograr esta discriminación es necesario obtener coeficientes que capturen el impacto sobre la variable de interés producido por cada una de esas tres dimensiones, una vez que se han eliminado los efectos de las dos restantes. Se trata, por ejemplo, de obtener coeficientes que reflejen el efecto de las sucesivas cohortes una vez que se ha controlado por edad y período. Cuando se dispone de información para varios períodos, cada cohorte es observada año tras año, y en tal sentido controlar por período y edad implica que en la estimación de los efectos de cohorte se aíslan los efectos asociados a las particularidades de cada año (cuyos efectos sobre la variable de interés se recogen en la variable "período") y los efectos asociados a que los miembros de cada cohorte van incrementando su edad en los sucesivos períodos (recogidos en la variable "edad"). Esto significa que los coeficientes por cohorte pueden ser interpretados "como si" los miembros de esa cohorte tuvieran una edad constante y fueran observados en una coyuntura neutra.

Sin embargo, la relación lineal existente entre las variables APC genera un problema de multicolinealidad exacta que hace imposible la estimación por los métodos habituales, ya que implica que para cada individuo en cada momento se verifica la relación siguiente:

cohortejt = períodojt - edadjt

Esta dificultad, que se conoce como "problema de identificación", es el punto de partida de toda la discusión moderna sobre las técnicas para el análisis de cohortes (Mason y Wolfinger 2001b).

Las soluciones al problema de identificación han sido diversas. Una primera respuesta consiste en rigor en eludirlo, y pasa por la utilización de modelos de dos factores (edad y período, edad y cohorte, o período y cohorte). Si bien puede tratarse de un ejercicio útil para iniciar cualquier análisis APC, sólo podría ser satisfactorio si la teoría y los datos indicaran que uno de los factores es superfluo (Mason y Wolfinger 2001b). La incorporación de restricciones al sistema ha sido otra forma tradicional de enfrentar el problema de identificación, propuesta por Mason et al. (1973). En la tradición de Fienberg y Mason (1978, 1985) y de Mason y Smith (1985), esta estrategia se ha basado en la estimación de modelos lineales generalizados restringidos (CGLIM, por su sigla en inglés) incorporando una restricción adicional arbitraria. Sin embargo, los resultados alcanzados muestran variaciones significativas al utilizar distintas restricciones (Glenn 1976).

Un enfoque novedoso para resolver el problema de identificación es el método del Estimador Intrínseco (IE, por su sigla en inglés), presentado por Fu (2000a, 2000b)7. En rigor, el IE introduce una restricción para hacer viable la estimación, pero se trata de una restricción no impuesta por el investigador sino derivada de las dimensiones de la matriz de regresores. Smith (2004) señala que el IE puede ser pensado como un promedio sobre múltiples estimaciones realizadas con diferentes restricciones en el enfoque convencional. Diferentes trabajos han mostrado que el IE posee propiedades deseables en comparación con los estimadores CGLIM, puesto que es asintóticamente eficiente y consistente, e insesgado en muestras finitas, presentando un mejor ajuste a los valores predichos (Fu et al. 2004; Yang et al. 2004, Fu 2008).

Si bien la estimación por medio del IE puede realizarse utilizando datos a nivel individual, en este trabajo se realiza la estimación en base a una matriz datos en forma de tablas de porcentajes de ocurrencia por edad y período (modelo "accounting tables" o "multiple classification").

Dado que los regresores son binarios, el modelo puede expresarse como:

Yit=µ +αitt-iit

donde µ es un término constante y εjt es un término de error con E(εjt) = 0 y matriz de covarianzas diagonal escalar. Los coeficientes αi de cada edad i aportan una medida del efecto sobre la variable Y específico las observaciones que poseen la edad i, controlando por período y cohorte. Análogamente, los coeficientes βt de cada período t y γk de cada cohorte k recogen los efectos de las respectivas variables, controlando en cada caso por las otras que conforman la tríada APC.

Completando la definición del modelo estadístico, lo habitual en el marco de enfoques APC es la utilización de los modelos lineales generalizados (GLIM, por su sigla en inglés), presentados por Nelder y Wedderburn (1972) y McCullagh y Nelder (1989). En este trabajo se sigue ese camino, suponiendo una distribución de Poisson y una función de vinculación logarítmica (vínculo canónico para distribuciones de Poisson).

En cuanto a los métodos de estimación, ésta se realiza por máxima verosimilitud8. El procesamiento estadístico se ha efectuado utilizando el paquete Stata 12, y en particular el comando apc_ie presentado por Schulhofer-Wohl y Yang (2006).

Para el trabajo empírico se han utilizado las bases de encuestas anuales de Latinobarómetro para el período 1995-2010 (exceptuando 1999, año en que no se realizó la encuesta). La encuesta ha sido implementada por la consultora Equipos MORI en Uruguay y MORI Chile en Chile, en ambos casos con un tamaño de muestra de 1.200 casos (con muy leves variaciones para algunos años). Se trata de muestras probabilísticas de hogares, en dos etapas y por cuotas de edad y sexo en la etapa final, que poseen un error muestral constante en todos los períodos de 2,8% para un nivel de confianza del 95%, y cuya representatividad ha ido incrementándose en el tiempo hasta alcanzar el 100% de la población para los últimos años. De este modo, la información utilizada proviene de encuestas de sección cruzada repetidas, donde a diferencia del caso de datos de panel se observan individuos diferentes en cada período.

Como puede observarse en el Gráfico 1, el número de casos en cada edad desciende marcadamente a partir de los 75 años respondiendo a la distribución etaria de la población. Con la información disponible es posible obtener estimaciones para todas las edades desde los 18 años, para todos los períodos entre 1995 y 2010 (exceptuando 1999) y para las cohortes que van desde los nacidos en los años 30 hasta 1992. En el caso de contar con muy pocos individuos el análisis se ve afectado, ya sea por una mayor variabilidad de los resultados o directamente impidiendo la estimación, por lo que al estimar se ha optado por descartar los casos para las edades mayores, a partir de una edad específica en cada modelo (entre 68 y 73 años).


GRÁFICO 1 Número de observaciones por edad y período, Uruguay y Chile,1995-2010

La mayoría de las cohortes es observada en 16 períodos, pero ello no sucede con las cohortes de ambos extremos de la muestra. Tanto las cohortes de los nacidos en los primeros y últimos años se observan en menos oportunidades, y en los casos extremos de la primer y última cohorte se cuenta con una sola observación. Esto hace que en los casos de las cohortes extremas la posibilidad de discriminar entre efectos de edad y de cohorte sea muy limitada, y que por ende las estimaciones obtenidas para los efectos de cohorte sean menos confiables al acercarse a los extremos del rango considerado. Asimismo, en los casos en que sí se cuenta con 16 observaciones, debe señalarse que también se presenta alguna limitación, puesto que se está muy lejos de observar a algunas cohortes atravesar todo el rango de edades, lo que haría mucho más precisas las estimaciones.

Esta metodología permite una aproximación al impacto de fenómenos sucedidos en un pasado remoto, a partir de datos de un período corto hacia atrás. Así, lo que se puede apreciar son los rastros de esos episodios del pasado en las opiniones actuales de los individuos (1995-2008). Es decir, no se recoge la opinión en el pasado lejano ni tampoco una opinión retrospectiva (recogida en el presente pero referida a lo que se opinaba en el pasado).

En cuanto a las variables analizadas, éstas serán detalladas en la sección siguiente. Debe señalarse que si bien la formulación de las preguntas utilizadas y las opciones propuestas se mantienen año a año en la encuesta, el formulario en su conjunto cambia, así como la posición de cada pregunta dentro del mismo.

En la sección siguiente se presentan los resultados obtenidos. Debe advertirse que éstos podrían verse afectados por cambios en la población que alteran la composición de las cohortes y que no se originan en nacimientos y decesos, sino por ejemplo en movimientos migratorios. En el caso de Uruguay este hecho puede ser especialmente importante en el período considerado.

V. Resultados: perfiles generacionales de autoidentificación y voto

A continuación se presentan resultados del análisis APC de la autoidentificación ideológica en Uruguay y Chile, con el objetivo principal de identificar y describir a las generaciones que conviven actualmente en cada país. El interés de esta descripción es doble. Se trata por un lado de aportar elementos para interpretar el modo en que el acontecer político, económico y social de cada época imprime trazos permanentes sobre las cohortes que están en etapas de conformación su identidad política. Los golpes militares casi simultáneos en Uruguay y Chile crean condiciones que permiten analizar el impacto de este trauma sobre las definiciones ideológicas de los ciudadanos en dos sistemas políticos diferentes. Por otro lado, la información sobre los perfiles de las cohortes en cada etapa permite afinar la noción sobre lo que podría verse como el lado de la demanda, que contrastado con los aspectos de oferta dados por las características del sistema de partidos, alimenta la interpretación de los principales acontecimientos políticos recientes en Uruguay y Chile. Esta sección se inicia con el análisis APC de la autoidentificación ideológica en ambos países, para luego centrar la atención en las tendencias recientes más sobresalientes, como el proceso de crecimiento sostenido del Frente Amplio en Uruguay y la creciente tendencia a la no participación electoral en Chile.

Autoidentificación ideológica en Uruguay y Chile

El Gráfico 2 muestra la evolución de las respuestas a la pregunta de autoidentificación ideológica en Uruguay y Chile, tomando 5 tramos de la escala original de 11 valores9. Se aprecian dos historias diferentes en la evolución de la autoidentificación. Una primera diferencia importante se observa en la no respuesta, que mientras en Chile es siempre alta y en particular muy alta desde 2002, en Uruguay es casi siempre el resultado menos frecuente.


GRÁFICO 2 Evolución de la autoidentificación ideológica, Uruguay y Chile, años 1995 a 2000, cinco tramos.

Por otra parte, se observa que la respuesta de centro es la más importante en los dos países, pero mientras en Uruguay es seguida por la rama izquierda de la distribución (izquierda y centro-izquierda) desde 2003, en Chile es seguida por la centro-izquierda y la centro-derecha. En consecuencia, las respuestas menos frecuentes son los extremos de la escala en Chile y la rama derecha en Uruguay.

La evolución descrita es el resultado de la conjunción de los diversos factores explicativos revistados en secciones anteriores, pero la composición etaria de las respuestas puede permitir discriminar los factores puramente asociables a cada período de los que tienen que ver con la edad de los votantes y las generaciones a las que pertenecen. De esa forma el análisis arroja un perfil de autoidentificación ideológica por edades y otro por cohortes, brindando elementos relevantes para la comprensión de los fenómenos de base que explican los cambios observados.

Con el objetivo de identificar rasgos generacionales en la autoidentificación ideológica se conduce un análisis APC sobre las tablas de ocurrencia de casos en cada uno de los tramos en que se divide la escala de autoidentificación. En el caso de Uruguay se toman tres tramos en la variable debido a que, como se vio, la rama izquierda de la distribución (ii+ic) evoluciona de un modo similar, mientras que en el caso de Chile se toman cinco tramos para poder distinguir los movimientos de los extremos (ii y dd) de los correspondientes a los distintos tipos de centro (ic y cd).

Los resultados para Uruguay se muestran en el Gráfico 3. El panel superior izquierdo presenta los coeficientes para las variables de edad, dando cuenta de un tramo inicial muy favorable a la autoidentificación con la izquierda, que desde los 30 años da lugar a una progresiva identificación con el centro. En las etapas de la vejez, especialmente a partir de los 60 años de edad, existe una prevalencia muy clara de la autoidentificación con la derecha. Puede notarse también, como aspecto interesante, que la no respuesta a la pregunta de autoidentificación muestra picos espaciados en distintas edades, y éstas coinciden llamativamente con los momentos de cambio en el perfil predominante (alrededor de los 30, de los 50 y de los 70 años de edad).



GRÁFICO 3 Coeficientes del modelo APC para autoidentificación en Uruguay, 1995-2010, tres tramos

El panel superior derecho recoge los coeficientes asociados a las variables de período. El gráfico muestra un cambio que se procesa en los primeros años 2000, ya que antes de esa fecha las respuestas se ordenaban favoreciendo a la derecha, luego al centro y por último a la izquierda, y ese patrón se revierte para llevar, al final de la década, a un orden inverso, con predominancia de la izquierda y con la derecha como última opción. Debe consignarse asimismo el crecimiento que tuvo la no respuesta, que en años recientes parece haber adquirido un nivel alto y estable.

El panel inferior lleva al centro del interés de este trabajo, la identificación de generaciones con rasgos distintivos y significativamente diferentes a las demás generaciones contemporáneas.

Si bien las primeras cohortes analizadas (hasta 1928) podrían estar mostrando un perfil más propenso a posturas de centro y con dificultades para ubicarse en el eje izquierda derecha, se observa con claridad una primera generación, que incluye desde los nacidos en los últimos años 20 hasta los nacidos en la década del 40 y que se caracteriza por una autoidentificación de derecha. Una segunda generación es muy claramente de izquierda (nacidos en los años 50, 60 y primeros 70) y una tercera generación donde ambos extremos tienen baja presencia y son sustituidos por respuestas de centro y especialmente por la opción de no respuesta (nacidos a partir de 1980).

El análisis de la pregunta de autoidentificación para el caso de Chile es más revelador si se segmenta en 5 tramos la escala original, ya que, como se vio, los patrones evolutivos no son comunes para toda la rama izquierda y para toda la rama derecha, sino que pueden apreciarse movimientos interesantes entre los distintos centros y los extremos de la escala.

Los resultados se pueden observar en el Gráfico 4. En el panel de coeficientes de edad se reitera lo apreciado en el caso uruguayo, con prevalencia de la izquierda en las edades más tempranas, y luego varios picos, primero de centro-izquierda (centrado en los 40 años), luego de la centro-derecha (centrado en los 50 años) y finalmente de la derecha (a partir de los 60). Puede apreciarse sin embargo un pico de la izquierda para edades muy altas, así como un comportamiento en forma de U invertida para la no respuesta (alcanzando los puntos más altos para las edades entre 33 y 43 años).



GRÁFICO 4 Coeficientes del modelo APC para autoidentificación en Chile, 1995-2010, 5 tramos

Los coeficientes de período, por su parte, no revelan un panorama claro, con alternancias muy frecuentes entre los distintos tipos de autoidentificación. Sí es de notar el crecimiento de la no respuesta, que se mantiene muy alta en todos los períodos posteriores a 2002. Este aumento podría ser explicado por un gran escándalo de corrupción ocurrido durante el mandato del presidente Lagos, y que implicaba a varios jerarcas de esa y de la pasada administración.

Por último, analizando los coeficientes por cohorte, también aquí pueden identificarse tres generaciones, de las cuales la primera y la última se parecen a las generaciones uruguayas. La primera incluye a los nacidos en los años 30 y se trata de un grupo con altos porcentajes de no respuesta y opciones de centro-izquierda y centro-derecha, con muy bajo peso del centro y de los extremos. La segunda generación podría incluir a los nacidos en los años 40, 50, 60 y primeros 70, y se caracteriza por una alta tendencia a posiciones extremas y de centro, con baja incidencia de centro-derecha y centro-izquierda y una notoriamente baja frecuencia de no respuesta. En una primera mitad de esta generación tiene predominancia la derecha, mientras que en la segunda la izquierda es el extremo preponderante10. En definitiva, este conjunto de cohortes puede ser visto como una generación de posturas extremas, protagonista de la movilización de cara al plebiscito de 1988. Finalmente la tercera generación que surge de este análisis abarca a los nacidos con posterioridad a 1975, y nuevamente al igual que en el caso uruguayo pero aquí con más énfasis, destaca la importancia de la no respuesta, así como también en alguna medida y en forma creciente la autoidentificación con la centro derecha.

Si se observa detenidamente, se podría afirmar que existe un pequeño repunte de la izquierda para las cohortes más recientes, que podría estar capturando el movimiento de las juventudes chilenas más de izquierda, que ha logrado instalar un conflicto desde un movimiento social protagonizado por estudiantes nacidos en años posteriores a los que la muestra temporal permite capturar. En atención a lo que se aborda en secciones siguientes, conviene apuntar que este movimiento se dio en forma independiente del sistema de partidos dando cuenta incluso de cierta falta de interés por el sistema de partidos (más allá de una identificación de varios de sus líderes con el Partido Comunista).

Voto por partido en Uruguay

En cuanto al voto por partido en Uruguay se retoma el análisis de Flores y Selios (2011) en este caso con datos actualizados, incluyendo los años 2009 y 2010. Los resultados se presentan en el Gráfico 5 y muestran que las conclusiones centrales se mantienen y adquieren mayor nitidez, confirmando que en los distintos componentes el voto al FA muestra comportamientos similares a los de la autoidentificación de izquierda, y el voto a los partidos tradicionales se asemeja a la autoidentificación de derecha.



GRÁFICO 5 Coeficientes del modelo APC para voto por familia de partidos en Uruguay, 1995-2010, Frente Amplio, Partidos Tradicionales y No voto

En los coeficientes de período se puede apreciar la ya mencionada tendencia temporal al crecimiento de la izquierda y la caída de la derecha en la primera década de este siglo una vez que se controla por la edad y la cohorte a la que pertenecen los votantes. El voto al FA, en particular, parece seguir un ciclo político que le es favorable, incrementándose notoriamente esa intención de voto en los años electorales (la no respuesta y el no voto, por su parte, muestran un ciclo político inverso también muy marcado11).

Los coeficientes de edad muestran perfiles que acentúan los detectados para la autoidentificación ideológica, con un decrecimiento sostenido del FA y un crecimiento gradual de los partidos tradicionales a medida que se envejece. Debe señalarse que en las edades más tempranas existe un debilitamiento del patrón detectado en la variable autoidentificación, ya que en las primeras edades de la muestra se observan coeficientes más bajos de voto al FA y más altos para el voto a los partidos tradicionales. Esto podría obedecer a la dificultad de los métodos de estimación para identificar un fenómeno generacional en las primeras y últimas cohortes.

Finalmente, el perfil de cohortes del voto por partido muestra en Uruguay una historia también muy nítida de tres generaciones. La primera de ellas puede ubicarse abarcando a los nacidos desde los años 20 hasta 1945, y es la generación votante de los partidos tradicionales, cuyos integrantes tenían más de 26 años cuando se funda el FA en 1971.

La segunda generación es la de los nacidos entre 1950 y 1984, con rasgos más marcados para los nacidos hasta 1965 y más débiles para los nacidos entre el 65 y el 84. La primera parte de esta generación es la de quienes fueron jóvenes a fines de los años 60 y principios de los años 70, y fue la generación más activa a la hora de la fundación del FA. Su socialización transcurrió en una época marcada por la crisis económica y la alta conflictividad social. Mientras tanto, la segunda mitad de esta generación atravesó su socialización tardía durante la última dictadura militar e incluye por ejemplo a todos aquellos que iniciaron la escuela bajo el régimen dictatorial.

La tercera generación identificada integra a las cohortes de los nacidos a partir de 1985, socializados en los años 90, y se caracteriza por una caída simultánea del voto al FA y a los partidos tradicionales (más acentuada en el segundo caso) y una tendencia a opciones de no voto a ninguna de las familias ideológicas uruguayas. Este resultado cuestiona severamente la sostenibilidad del llamado "efecto demográfico" del crecimiento del Frente Amplio en Uruguay, que sigue siendo votado por los jóvenes (aunque con rasgos no tan marcados para los más jóvenes) pero no integra el perfil de autoidentificación de las nuevas generaciones. Por este motivo, puede esperarse que a medida que envejezca esta generación presente una caída de la identificación frenteamplista más marcada que lo que ha sido habitual en las generaciones previas.

Participación electoral en Chile

La información sobre participación electoral en Chile, como en Uruguay, se obtiene de la pregunta "Si este domingo hubiera elecciones, ¿por qué partido votaría?"12. Las categorías utilizadas para recoger la no adhesión a un partido fueron cambiando en el período analizado, y sólo desde 2001 se cuenta con la categoría de no inscriptos, particularmente relevante en el caso chileno. En el Gráfico 6 se presenta la composición de esta variable en 2010, desglosando los diferentes tipos de no adhesión partidaria, que como se aprecia representa el 51% de las respuestas y entre ellas las categorías que reflejan indecisión o no declaración en la encuesta tienen un peso menor (17% del total).


GRÁFICO 6 Intención de voto en Chile, 2010

En el Gráfico 7 se muestra la evolución desde 2001 de estas mismas categorías, observándose un crecimiento sostenido de los indecisos y los no inscriptos, que pasan de ser poco más del 5% en 2001 al 14% y 10% respectivamente al final de la década. Las categorías "No responde" y "Blanco/Nulo" se mantienen en torno a un 5% a lo largo del período, mientras que "No vota/Ninguno" podría registrar un muy gradual descenso.


GRÁFICO 7 Evolución de la intención de voto en Chile, 2001-2010, % del total de respuestas

El análisis desde el enfoque APC ha debido realizarse con una mayor agregación de categorías a los efectos de poder utilizar la información para el período 1995-2000. En el conjunto del período muestral pueden analizarse las categorías "No sabe", "No responde", y un agregado de los no inscriptos y de quienes no votan y de aquellos que votan pero no lo hacen por un partido. A este agregado se le denomina "No vota partidos" (nvp) en adelante.

Para el análisis APC se obtuvieron en primera instancia las tablas de ocurrencia por edad y período para las tres respuestas mencionadas. El resumen de los coeficientes obtenidos en los tres modelos se presenta en el Gráfico 8. Los coeficientes de período muestran que no ha existido un cambio sustancial en la composición de las respuestas de no adhesión una vez depurados los efectos explicados por la edad y las cohortes a las que pertenecen los votantes de cada período. Los coeficientes de edad, por otra parte, describen un comportamiento con diferencias marcadas. La no respuesta y la indecisión se presentan como un fenómeno propio de las edades más avanzadas (con un leve pico para edades muy tempranas), mientras que el no voto a partidos tiene especial incidencia en los jóvenes y decrece gradualmente con el envejecimiento.

Los coeficientes de cohortes también revelan un panorama muy nítido, en el que "ns" y "nr" describen una U invertida, con alto peso en las cohortes 1943-1975 y muy escasa influencia en las cohortes de los años 80. El no voto y no voto a partidos tiene un comportamiento inverso, en forma de U, con alta presencia en las cohortes más antiguas (nacidos en los años 20) y sobre todo un crecimiento muy marcado y gradual para todas las generaciones de la segunda mitad del siglo, siendo especialmente alto en las personas nacidas a partir de los años 70.

Se definen así también tres generaciones. La primera corresponde a los nacidos en los años 20 y 30, con cierta tendencia al no voto a partidos y una aparentemente baja incidencia de no respuesta. La segunda coincide con la generación de extremos ideológicos de los nacidos entre la mitad de la década del 40 y la mitad de los 70, que se caracterizan por ser votantes de partidos, pero entre ellos es especialmente importante la no respuesta. Esta generación vivió, como en el caso uruguayo, el período dictatorial durante su socialización y su socialización tardía. Específicamente gran parte de esta generación se inscribió y vivió la movilización en torno al plebiscito de 1988. Finalmente, aparece también aquí la tercera generación, que no participó en el plebiscito y se ha socializado en democracia, éstos suelen expresar su opción pero es significativamente mayor el no voto a partidos.

VII. Recapitulación y conclusiones

El trabajo ha repasado las principales variables que tanto para Uruguay como para Chile han sido analizadas como parte del "problema generacional". Para ello, con el modelo APC se han podido aislar efectos de edad, período y cohorte. Si se considera el período, se mostró cómo ciertos acontecimientos afectan momentáneamente las opiniones y predisposiciones de la población. Específicamente se registraron importantes fluctuaciones en los países estudiados debido al ciclo político o las crisis económicas.

Según la edad, se ha podido ver que el efecto de envejecimiento opera en los dos países. Los jóvenes son de izquierda por ser jóvenes, y los mayores de derecha, mientras que en torno de los 40 años se sitúa el punto de quiebre (en Chile se da en edades más avanzadas). Es notable observar que en el caso chileno, los mayores son más de izquierda que lo que lo son en Uruguay. Esto podría ser producto del viejo sistema de partidos chilenos (1964-1973), polarizado y tendiente a crear identidades partidarias fuertes.

La identificación de efectos de cohorte es la contribución principal de este trabajo, y lleva a que en ambos países pueda constatarse la existencia de perfiles generacionales en las preferencias políticas de los ciudadanos. Un abordaje explicativo excede lo que la metodología aquí empleada permite obtener, siendo necesario el recurso a técnicas que permitan considerar la complejidad de los fenómenos aquí descritos. No obstante, la sincronía entre los quiebres generacionales y los eventos políticos más traumáticos de la historia reciente en Chile y Uruguay hace ineludible una hipótesis causal. En particular, en la década del 70 y primeros años 80 se verifica un cambio marcado en las preferencias políticas, y junto con diversos elementos contextuales del período, las dictaduras militares en ambos países son un elemento de primera relevancia para explicar el sentido en que se dieron dichos cambios.

En ambos países aparecen tres generaciones claramente distinguibles: la primera es la de aquellos que eran adultos cuando comenzaron las dictaduras militares, la segunda reúne las cohortes de adultos jóvenes, jóvenes y niños durante la dictadura, y por último se aprecia una tercera generación correspondiente a los ciudadanos que se han socializado en democracia, los adultos jóvenes y jóvenes de hoy día. Esto indica que las dictaduras tuvieron efectos sobre aquellas personas que se socializaron en ese período y participaron de los movimientos de la reapertura democrática. Lo que Toro llama la generación "Pre-Plebiscito" surge no sólo en el caso chileno, sino también en el uruguayo.

A pesar de las similitudes, las generaciones son algo diferentes en Chile y Uruguay, sobre todo en la generación intermedia. Mientras que en Uruguay es el sustento electoral del Frente Amplio, y está identificada con la centro-izquierda, en Chile se presenta como la de mayor participación en voto a los partidos, pero es a su vez la más extremista en sus posicionamientos políticos. Esto podría corresponder a que fueron ciudadanos que se inscribieron en el período de "auge" cuando el plebiscito de 1988 (Toro 2008).

En la primera generación también hay diferencias, ya que en Chile suelen responder a la pregunta sobre intención de voto y se muestran con un perfil de centro izquierda, mientras que en Uruguay están fuertemente identificados con los partidos tradicionales. En ambos casos se puede interpretar una incidencia de las identidades políticas creadas en el pasado, ya que en el caso chileno estos partidos fueron desapareciendo mientras que en Uruguay aún permanecen.

Por último, la tercera generación muestra dos realidades similares entre ambos países, pero diferenciadas en su magnitud. Las nuevas generaciones, tanto en Chile como en Uruguay, son más centristas y votan menos a partidos establecidos que sus antecesoras, pero en el caso chileno es realmente llamativa la presencia del no voto a partidos. O sea, las generaciones más jóvenes parecen más refractarias a la oferta establecida, sin embargo no son necesariamente más apáticas. En este sentido Soto (2013: 37) encuentra que en Chile "las nuevas generaciones, nacidas a partir del año 1985 y socializadas en los escenarios de protagonismo juvenil de los últimos años, presentan coeficientes de apoyo al sistema democrático positivos", más que las restantes generaciones.

Es relevante interpretar los resultados anteriores en cuanto a las razones que pueden explicar estas diferencias sobre la tercera generación entre Uruguay y Chile. Una primera explicación se centra en el diseño electoral chileno, las circunscripciones binominales, el voto preferencial13, y el viejo mecanismo del registro voluntario de electores combinado con la obligatoriedad del sufragio. La combinación de los últimos dos factores mencionados provocaba que las nuevas generaciones no participaran electoralmente, pues una vez inscripto se tenía que votar siempre, lo que hacía alto el costo de inscripción. Otra tesis es que a partir del formato binominal y el voto preferencial se generaba una importante desproporcionalidad en el sistema chileno, fortaleciendo lógica de bloques políticos y lógica de "cúpula", que no sólo no contemplarían el amplio espectro de las preferencias ideológicas de los ciudadanos de las nuevas generaciones, sino que los alejaría de la política. Tal vez este fenómeno de apatía se transforme con las modificaciones del sistema de registro y voto.

Cuando se intenta analizar la izquierda y derecha como bloques, se encuentra que la evolución observada en Uruguay admite la agregación de toda la rama izquierda y toda la rama derecha, mientras que en Chile es relevante distinguir los distintos centros respecto a los distintos extremos. Esto implica que a nivel de opinión pública no existe una lógica de bloques tan marcada como entre los partidos políticos, sino que existe más diversidad.

En Uruguay, sin embargo, existen primarias abiertas que generan movilización y fortalecen las identidades partidarias, y además el sistema se caracteriza por su proporcionalidad, lo que podría mejorar los vínculos de representación. El triunfo del Frente Amplio, alcanzado con crecimientos elección tras elección, contribuyó a que los partidos políticos consiguieran encantar a varias generaciones. Sin embargo, ésta parece haber dejado de ser la situación en lo que respecta a la nueva generación, que se presenta un poco más alejada de la política.

Una clave para entender la forma en que las generaciones conforman su identidad política y a la vez inciden en el sistema, está en contemplar las características del sistema de partidos y las instituciones. Traumas sociales y políticos como las dictaduras dejan marcas diferentes en cada cohorte, y considerar estas diferencias es relevante para interpretar dinámicamente el modo en que cada generación se constituye como un vehículo de cambio. Las características del sistema político y electoral pueden ser determinantes para que el cambio se produzca con mayor o menor facilidad, dentro del sistema o contra él.

Estos indicios sugieren una ambiciosa agenda de investigación, que profundice el análisis sobre la forma en que los sucesos históricos, mediados por diseños institucionales determinados, imprimen rasgos generacionales permanentes en la ciudadanía. Si bien las generaciones políticas son un vehículo por el cual los eventos del pasado se materializan en el presente, también son el mecanismo por el cual cada sociedad se adapta a su época emprendiendo procesos de cambio político y social. En este sentido, seguir de cerca los cambios que caracterizan a las sucesivas generaciones, y analizar la forma en que cada una da cuenta del pasado y se posiciona hacia el futuro, son tareas necesarias para lograr una mejor comprensión de las dinámicas de cambio social.



GRÁFICO 8 Coeficientes del modelo APC para no identificación partidaria en Chile, 1995-2010, No Responde, No Sabe, No vota partidos

Notas

1 Es frecuente la confusión entre los conceptos de edad y cohorte, ya que ambos identifican a un mismo grupo de personas cuando son observados en un año determinado. Por ejemplo, en 2010 se pueden observar las opiniones de los nacidos en 1990 a sus veinte años, pero si en 2015 se reitera la observación, se tendrá la opinión de esa misma cohorte a los veinticinco años de edad, y del mismo modo la opinión a los veinte años de aquellos nacidos en 1995. Cuando se observa un número mayor de períodos se pueden apreciar las características específicas de cada cohorte (observada a diferentes edades) y de cada edad (atravesada por diferentes cohortes).

2 Agradecemos esta observación a Pierre Ostiguy.

3 Ocupan el lugar del viejo Partido Nacional, que en 1969 agrupaba los partidos decimonónicos Liberal y Conservador.

4 Excepto el Partido Comunista Chileno y el Partido Humanista o Verde.

5 Agradecemos el comentario de Pierre Ostiguy y Juan Pablo Luna sobre este punto.

6 A partir de enero de 2012 rige la Ley Nº 20568 que elimina el registro de electores y el carácter voluntario el sufragio.

7 Complementado en Knight y Fu (2000) y Fu y Hall (2006). El método consiste en la descomposición del espacio de parámetros a partir de los valores propios de la matriz de diseño. Cada uno de los estimadores del modelo puede ser descompuesto como b =B+tB0, donde B es el complemento ortogonal al espacio nulo (núcleo) de la matriz de diseño, y B0 es un vector del espacio nulo, el vector propio normalizado correspondiente al único valor propio cero. En este caso B será el estimador intrínseco, y se obtiene a través de una regresión sobre los componentes principales (vectores propios asociados a los valores propios no nulos) (Yang et al. 2008).

8 Si bien es frecuente trabajar con el método de Newton-Raphson, aquí se han obtenido mejores resultados por medio del algoritmo iterativo de mínimos cuadrados reponderados (IRLS, por su sigla en inglés).

9 Las respuestas 0, 1 y 2 son la categoría izquierda (ii), 3 y 4 son centroizquierda (ci), 5 es centro (cc), 6 y 7 son centro-derecha (cd) y 8, 9 y 10 son derecha (dd).

10 Esto es así para los nacidos en los 60, que eran los electores más jóvenes en el plebiscito de 1988 y la elección del año siguiente.

11 Debe tenerse presente que en Uruguay la incidencia de las distintas opciones que implican no voto a los partidos señalados (no respuesta, no sabe, no vota, vota a otros partidos) tiene un peso muy menor.

12 La pregunta tuvo leves variaciones en algunos años, en que se preguntó la intención de voto si las elecciones fueran "mañana".

13 El voto preferencial hace que el elector deba elegir uno de dos candidatos por coalición, lo que sustituye otras formas de dirimir internas y movilizar electorado como pueden ser las primarias abiertas.

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