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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.19 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2014

 

ANALISIS E INVESTIGACION

La narrativa revolucionaria del Chavismo

 

por Miguel Ángel Martínez Meucci* y Rebeca Vaisberg de Lustgarten**

* Profesor Asociado y Coordinador de Postgrados en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela. Doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense de Madrid. E-mail: martinez.meucci@gmail.com.
** Magister en Ciencia Política por la Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela. Arquitecta, Universidad Central de Venezuela. E-mail: rebecalustgarten1@mac.com.


Resumen

El concepto de "narrativa revolucionaria" tiene el propósito de indagar en la fuerte pero sutil relación que existe entre la cultura y creencias de una nación y el profundo significado social que un proceso revolucionario es capaz de desplegar. Tal como ha señalado Noel Parker, la narrativa revolucionaria es un impulso fuertemente arraigado en el entendimiento humano del cambio histórico del mundo moderno, considerando que la revolución es un fenómeno político esencialmente moderno. Este artículo es un intento de identificar varios de los principales elementos discursivos/simbólicos que pudieran constituir una narrativa revolucionaria del chavismo. La investigación está basada en el trabajo previo de muchos científicos sociales venezolanos y extranjeros, pero sobre todo en los propios hallazgos de los autores. Luego del análisis cuantitativo/ cualitativo de varios cientos de discursos de Hugo Chávez, es posible concluir que de hecho existe una narrativa revolucionaria chavista (y no sólo una de carácter populista), fuertemente orientada hacia la polarización social de la población venezolana y profundamente marcada por elementos premodernos.

Palabras clave Venezuela – chavismo – populimo – revolución - narrativa

Abstract

The concept of "revolutionary narrative" aims to reveal the strong but subtle relation between the culture and beliefs of a nation and the deep social meaning that a revolutionary process is able to display. As Noel Parker said, the revolutionary narrative is a firmly rooted impulse in the human understanding of historical change in the modern world, as long as revolution is an essentially modern political phenomenon. This article represents an attempt to identify some among the main discursive/symbolic elements that would constitute the revolutionary narrative of Chavismo. The research is based upon the work previously made by many Venezuelan and foreign social scientists, but especially upon the findings of the authors. After the quantitative/qualitative analysis of several hundreds of Hugo Chávez's speeches, it is possible to conclude that there is indeed a Chavista revolutionary narrative (not only a populist one), strongly orientated toward the social polarization of the Venezuelan population and deeply marked by pre-modern elements.

Key words Venezuela – Chavism – populism – revolution - narrative


 

I. Introducción

Cuando Hugo Chávez ganó la presidencia de Venezuela en 1999 a través de unas elecciones abiertas y competitivas, la palabra "revolución" no formaba parte esencial de su discurso. En esa oportunidad, y por bastante tiempo, se le consideró como un líder típicamente populista, en tanto su discurso incorporaba los elementos más tradicionales de la retórica populista latinoamericana: la exaltación del "pueblo", la acusación y denuncia de las "élites", una gran dosis de nacionalismo y la promesa de hacer justicia. Pero pasarían pocos años para que, luego de haberse aprobado una nueva Constitución, el líder venezolano comenzara a usar de forma cada vez más frecuente el término "revolución", insistiendo en denominar a su movimiento político, así como al gobierno que encabezaba, como "Revolución Bolivariana". Quince años después, y con Chávez ya fallecido, tal denominación ha quedado oficializada, y es empleada con frecuencia para referirse no sólo al gobierno y al proceso político que tienen lugar en la Venezuela de hoy, sino también al régimen político que ambos han logrado constituir.

Sin embargo, desde la academia no termina de haber un claro consenso acerca del carácter específicamente "revolucionario" de dicho movimiento. Algunos autores siguen empleando el término "populismo" como denominación principal, mientras que muchos otros hacen énfasis en el carácter "híbrido" de dicho régimen político (Corrales y Penfold 2012). En nuestra opinión, hay elementos importantes y suficientes para considerar que el proceso político y social que ha venido teniendo lugar en Venezuela durante los últimos quince años ha sido efectivamente revolucionario. Con tal propósito, en el presente trabajo se realiza, por un lado, una breve síntesis de lo que, en términos formales, y siguiendo a varios autores, puede entenderse por "revolución"; por otro, nos concentramos en un aspecto específico de las revoluciones, como lo es su narrativa característica, y en qué medida es posible identificar este tipo de narrativa en el discurso oficial de la "Revolución Bolivariana". En otras palabras, y a modo de hipótesis, si es posible afirmar que el gobierno de Chávez es más característicamente un proceso revolucionario que una dinámica populista (lo cual no es mutuamente excluyente, pero entraña una diferencia que es preciso advertir, tal como se explicará más adelante), entonces esa peculiaridad se verá reflejada en una serie de acciones políticas típicas de una revolución, siendo una de ellas (y esto es lo que nos interesa aquí) el despliegue de un retórica característica, marcada por los rasgos que, con base en la teoría de Noel Parker (1999), adjudicamos a una "narrativa revolucionaria".

El estudio de tal "narrativa revolucionaria" tiene el propósito de indagar en la fuerte pero sutil relación que existe entre, por un lado, la cultura y creencias de una nación, y por otro, el profundo significado social que un proceso revolucionario es capaz de desplegar. Según Parker (1999), es la forma característica a través de la cual el mundo moderno comprehende el cambio histórico. En el caso que nos ocupa, se pretende identificar varios de los principales elementos discursivos/simbólicos que pudieran constituir una narrativa revolucionaria en el chavismo, a partir del trabajo previo de diversos científicos sociales venezolanos y extranjeros, pero sobre todo de los hallazgos realizados por los propios autores. Luego del análisis cuantitativo/cualitativo de una muestra representativa de discursos de Hugo Chávez, es posible concluir que, de hecho, existe una narrativa revolucionaria chavista (y no sólo una de carácter populista), fuertemente orientada hacia la polarización social de la población venezolana, y profundamente marcada, si se quiere, por elementos premodernos.

II. La revolución: un concepto moderno

El término "revolución" es empleado en este ensayo desde una perspectiva que combina los aportes de la teoría política y de la ciencia política.

Nos interesa, por un lado, entender los procesos y resultados políticos más característicos de una revolución, pero también comprender el sentido y el significado político y social de este tipo de procesos.

El término griego "stasis" (st£sij) es, posiblemente, la primera voz por la cual el pensamiento político occidental hace algún tipo de referencia a los acontecimientos políticos que luego serán conocidos como revoluciones. Sin embargo, el significado de la stasis distaba bastante de lo que la Modernidad política denominará "revolución". Cuando Aristóteles habla en su Política de las "stáseis" (st£seij), se refiere a aquellas situaciones de tensión o lucha civil dentro de la polis por las cuales el pacífico discurrir de los asuntos ciudadanos se veía interrumpido por la confrontación de fuerzas opuestas que se hacían difícilmente conciliables. Se trataba, por lo general, de períodos conflictivos que recurrentemente sobrevenían en el seno de las comunidades políticas, de acontecimientos cuya probabilidad de ocurrencia estaba siempre en relación con la capacidad de los ciudadanos de conciliar o no sus intereses divergentes.

Con la consolidación del pensamiento político moderno, la voz latina revolutio, originalmente empleada para describir el movimiento circular de los cuerpos celestes en torno a un eje imaginario, comenzará a ser aplicada también a los asuntos políticos. Pero este origen y sentido metafórico contribuirá a imprimir también en la idea política de "revolución" (así como a tantos otras nociones de las ciencias sociales que se consolidaron a partir de conceptos prestados de las ciencias naturales) un cierto sentido de "irresistibilidad", o la idea del carácter "históricamente necesario" de tales hechos políticos.

De este modo, la filosofía moderna de la historia, con la consolidación de las teorías de Hegel, Darwin y Marx, se alejará cada vez más de los griegos clásicos, quienes comprendían los asuntos políticos como sucesión contingente (no necesaria) de acontecimientos debidos a las decisiones humanas. Igualmente, la noción del papel jugado por la divinidad en el destino de los asuntos humanos sería reducida a su mínima expresión; la revolución en su sentido moderno daría pie a la concepción de una relación totalmente novedosa entre el ser humano y el mundo, a la idea de un hombre prometeico capaz de desentrañar científicamente los misterios de la naturaleza e incluso de domeñar la historia en la medida que la protagonizaba, una vez deducidas sus leyes inmanentes.

La idea de "emancipación", significado y objetivo necesario de la revolución, introdujo un optimismo nunca antes conocido en la actitud existencial que el ser humano mantenía con respecto al mundo, un ideal que interactuaba constantemente con (y que alimentaba en buena medida) la idea de la historia como "progreso". A partir de entonces, el futuro comenzó a ser comprendido como una promesa de bienestar, contribuyendo a potenciar todas las actitudes proclives al cambio en general. Y a su vez, lo anterior conllevó a la reinterpretación del pasado, que progresivamente dejaría de ser comprendido como modelo a seguir y pasaría más bien a ser considerado, a lo sumo, como fuente de inspiración.

Así, la moderna idea de revolución dio pie a una interpretación teleológica de la historia, profundamente polarizadora de la sociedad, que en no poca medida contribuiría, durante todo el siglo XX, al surgimiento de los movimientos y regímenes totalitarios. No extraña entonces que, después de experimentarse los horrores de la Segunda Guerra Mundial, emergieran múltiples visiones críticas con respecto a los excesos y errores que venía acarreando esa visión de historia y de la política. La misma noción de "sujeto revolucionario", tan manida en el marxismo-leninismo de la primera mitad del siglo XX, fue puesta en entredicho. Tal como ha señalado recientemente Juan Carlos Monedero (2008: s.p): "La Declaración Universal del Hombre y el Ciudadano de 1948, como correlato de las victorias de la clase obrera organizada, dinamitó la fuerza de ese sujeto revolucionario". Por su parte, Marcuse (1970) se planteaba el problema ético de la revolución, argumentando que la violencia que generalmente acompaña estos procesos sólo puede ser considerada como legítima si quienes propugnan la revolución son capaces de demostrar, racionalmente, las ostensibles mejoras que su modelo político será capaz de implementar en la vida política y social, para avanzar así en la emancipación del ser humano y superar las falencias de los regímenes vigentes en la actualidad.

En la medida en que se fueron constatando los absurdos y desmanes que acarreaban las visiones teleológicas de la historia y de la lucha civil, se hizo necesario revisar el sentido del concepto de revolución. Nos limitaremos aquí a mencionar, esencialmente, el influyente trabajo de Hannah Arendt, On Revolution (2004), donde la autora judeoalemana señala que el sentido de revolución, una vez deslastrado de ensoñaciones teleológicas, no puede ser otro que el de la recuperación de la libertad política, o bien el de la fundación de un nuevo régimen que siente las bases para ella (la constitutio libertatis). Dicha interpretación, muy cuestionada en su momento, establecería sin embargo cierta vinculación con hechos relevantes de su tiempo (la lucha por los derechos civiles y políticos de las minorías raciales en Estados Unidos, el rechazo a la guerra de Vietnam, etc.) y serviría de marco de comprensión para acontecimientos de gran trascendencia en las décadas venideras, como la caída del mundo soviético y el desarrollo de las llamadas "revoluciones de colores".

Por su parte, la ciencia política y social de la segunda mitad del siglo XX, de clara inspiración weberiana, proseguiría sus intentos de producir un conocimiento "libre de valores" (Wehrfreiheií). Hasta cuatro generaciones de estudios sobre la revolución serían reconocidas por la ciencia política del siglo XX, denominadas respectivamente por Jack A. Goldstone (2003) como "la historia natural de las revoluciones", las "teorías generales de la violencia política", las "teorías estructurales de la revolución" y, finalmente, las teorías que se vienen desarrollando en la actualidad sobre actores, ideologías y procesos revolucionarios. Crane Brinton, Charles Tilly Theda Skocpol y el propio Jack Goldstone son autores emblemáticos para cada una de esas cuatro "generaciones".

Por lo general, los estudios sobre la revolución que han tenido lugar en la ciencia política han comprendido: 1) la necesidad de elaborar "definiciones operacionales" de las mismas; 2) el examen de los actores sociopolíticos principales, sus intereses y capacidad de movilización de recursos; y 3) el seguimiento de variables estructurales altamente vinculadas con el estallido de crisis políticas que incorporan movilizaciones masivas y potenciales cambios de régimen político. Ahora bien, especial atención parece estarse brindando en los últimos tiempos (etapa con frecuencia considerada como postideológica) a dos aspectos en particular: a) el peso específico de las tecnologías de comunicación e información en las movilizaciones masivas, y b) los discursos y narrativas que parecen orientar y dar sentido a la acción colectiva potencialmente revolucionaria.

III. La narrativa revolucionaria

La combinación de, por un lado, la tradición teórica del estudio de las revoluciones (brevemente enunciada en las páginas anteriores), y por otro, las teorías y métodos provenientes del análisis del discurso y los estudios culturales, han propiciado el surgimiento de enfoques como el de Noel Parker (1999), quien acuña el concepto de "narrativas revolucionarias", en torno al cual se articula el presente ensayo. La propuesta teórica de Parker se centra en la comprensión de las revoluciones como "fenómenos históricos", tratando de indagar no sólo la manera en que las revoluciones han cambiado la historia, sino también cómo las propias revoluciones son comprendidas (o terminan siendo comprendidas) por la historia, e incluso, cómo la construcción misma de la memoria histórica es, a su vez, moldeada por los procesos revolucionarios y sus discursos característicos. Se trata, como él mismo dice, de un enfoque que deliberadamente combina una aproximación analítica/ nomotética con otra de carácter interpretativo/hermenéutico.

Parker (1999: 4) toma como definición amplia de revolución la siguiente: "A sudden, profound, deliberately provoked crisis about legitimate power over a society, tending to produce an upheaval and change in both the political and the social spheres". Sin embargo, el autor deja claro que, en su opinión, tales elementos no son los que definen per se una revolución; "It is their combination with a more or less successful attempt at a profound structural change which makes events into a revolution" (Parker 1999: 4). Sería, pues, la búsqueda deliberada de un cambio radical, de grandes proporciones y que finalmente se hace más o menos efectivo, lo que permitiría hablar de una verdadera revolución.

Conviene recalcar que esta idea de revolución a la cual hace referencia Parker es característica de la Modernidad política; quedan por fuera las nociones anteriores (como la "stasis") porque lo que precisamente interesa a nuestro autor es el estudio de ese fenómeno, moderno por antonomasia, por el cual la revolución y sus discursos constituyen el marco conceptual e ideológico que permite la búsqueda del cambio radical, así como una manera particular de entender y "construir" la historia. Nos dice Parker (1999: 6) que:

Belief in irreversible change in the sociopolitical world is a specific feature of the era of modern history (.) a central modern belief is that one-way change, apparently in some direction or other, is normal, necessary or even good. This is a source of power, interest and difficulty for us in the idea of revolution.

Ahora bien, como es natural en todo hecho político y social, el fenómeno esencialmente moderno que es la revolución (al menos cuando es entendida de esta manera) va irremisiblemente unido e imbricado en su discurso político, al punto de que su sentido y significado más profundos no pueden ser aprehendidos sin la comprensión de las premisas y silogismos que componen dicho discurso.

De este modo, parece útil recordar en primera instancia lo que Frances D. de Erlich (2007) señala en torno al discurso argumentativo en general, y sobre el discurso político en particular. Puntualiza esta autora que, desde Aristóteles, "tradicionalmente se ha relacionado la argumentación con el campo de la dialéctica, la lógica y la retórica" (Erlich 2007: 229). En la argumentación dialéctica, dos interlocutores defienden su posición sobre la base de reglas y premisas admitidas por ambos. Por su parte, la argumentación lógica "se relaciona con razonamientos a nivel cognitivo acerca de conceptos y objetos de la realidad; se preocupa por examinar cómo se derivan las conclusiones de determinadas premisas y su objetivo es la demostración de universal aceptación" (Erlich 2007: 229). En cuanto a la argumentación retórica, ésta "plantea el problema de los objetos, los hechos y las evidencias en el marco de un conflicto y de una negociación; se erige sobre ideas y creencias aceptadas culturalmente, sobre las cuales construye los argumentos concretos en cada situación" (Erlich 2007: 229).

Es importante recalcar que el discurso político suele distinguirse de las interacciones orales y escritas del habla cotidiana por su carácter fuertemente argumentativo, netamente orientado a la persuasión (Erlich 2007), pero que también se distancia igualmente del lenguaje formal de los científicos y expertos. Tal como nos dice la autora,

Los emisores de los textos producidos en la esfera política tienen en común el propósito ulterior de imponer una determinada racionalidad. Por ello, ponen en práctica discursos argumentativos de tipo persuasivo, muy distintos de los discursos argumentativos de tipo universal cuyo propósito es el de probar o mostrar la validez de un razonamiento en términos lógicos. El discurso argumentativo de tipo persuasivo se relaciona con normas o consensos o principios y valores específicos de una cultura. Se sitúa en relación a otro discurso argumentativo, implícito o explícito, en torno a una cuestión particular (Erlich 2007: 230).

¿Cómo se vincula lo anterior con el fenómeno de la revolución? Retomando a Parker (1999), vemos que su enfoque teórico intenta la comprensión de este problema mediante el estudio del discurso político característico de la revolución moderna, y más específicamente, de su narrativa. El concepto de narrativa es, en efecto, crucial dentro de la propuesta teórica que este autor plantea para la comprensión de los fenómenos revolucionarios. Por considerarlo totalmente pertinente para el propósito de este ensayo, citamos in extenso la definición que dicho autor nos ofrece al respecto, así como su resumen de la importancia que dicho concepto tiene para la comprensión de fenómenos políticos. Según Parker (1999:113), la narrativa es:

An ordered sequence of events and actions located in its own time-span. Narrative, that is to say, stretches events and actions out across time, linking one state with other, later ones. A narrative possesses an internal coherence which lends a certain kind of necessity to the sequence of states it organizes. The sequence is so embedded in time by the narrative that it seems the events and actions it embraces could not have happened otherwise. While a narrative may embrace causal relations and regularities, by virtue of its nature as narrative it has two assets in the interpretation of human experience which causality lacks. Because a narrative does not require that situations are repeated, it does not require evidence of causality, or the possibility of repetition, in order to lend coherence to events. Secondly, narrative readily includes human roles, hopes and experiences.

Dicho en otras palabras, por un lado hay un tipo de discurso que se orienta en mayor o menor medida hacia la búsqueda de algún tipo de relaciones de causalidad, o que, como mínimo, se propone la enunciación de formulaciones lógicas de alcance pretendidamente universal, capaces (por esa misma razón) de prescindir de una constante referencia a lo concreto y particular. Por otro lado, hay un tipo de discurso distinto, orientado a la persuasión de grandes grupos (aunque concentrados en un ámbito cultural específico), discurso que no requiere probar relaciones de causalidad y que sí atiende a realidades concretas, incluyendo los roles de los seres humanos, sus expectativas, esperanzas y experiencias. Si vinculamos lo anterior con las puntualizaciones de Erlich, veremos que la narrativa a la cual hace referencia Parker se corresponde en buena medida con lo que tradicionalmente se ha denominado como argumentación retórica. Ta l como señala la autora (Erlich 2007: 229):

A diferencia de la argumentación lógica, el objetivo de la argumentación retórica es la persuasión de auditorios específicos, no universales. Desde el punto de vista lingüístico, las dos perspectivas pueden hacer uso de las mismas estrategias, pero una diferencia esencial está en que la argumentación lógica se desarrolla sin tomar en cuenta al interlocutor mientras que éste es muy importante en la argumentación retórica por el efecto que se trata de provocar en él.

Podemos así establecer cierta relación entre argumentación retórica y narrativa, por un lado, y entre argumentación lógica y lo que pudiéramos denominar como "discurso científico" (desde una perspectiva amplia de lo que hemos de entender por "ciencia" -episteme-), por otro lado. La diferencia entre ambos modos discursivo/argumentativos es crucial para comprender el enorme poder que subyace en el discurso político que se sustenta sobre una narrativa, y que primordialmente se comunica con el público a través de ella.

Podría objetarse a la afirmación anterior señalando que todo discurso político es o se compone de una argumentación retórica, y asegurando que ningún discurso político se constituye sustancialmente como argumentación lógica. Sin embargo, lo cierto es que entre los diversos discursos políticos existentes, por más que todos ellos sean de carácter sustancialmente retórico, hay algunos que muestran una mayor inclinación hacia el desarrollo de un carácter más lógico/"científico" que otros. En cierto sentido, pudiera especularse con la hipótesis de que, en la medida en que una sociedad sea culturalmente más moderna, sus ciudadanos demandarán de su liderazgo un discurso de mayor consistencia lógica, menos afianzado en una narrativa; sin embargo, la realización de semejante afirmación requeriría evidencia que sobrepasa los límites de este artículo.

Para el caso concreto que nos compete, que es el del discurso de la revolución moderna, Parker insiste en hacer particular énfasis en la pertinencia del estudio de su componente retórico/narrativo, precisamente porque alberga la intuición de que es allí (y no en el componente lógico de la argumentación) en donde descansa su enorme poder de persuasión, capaz de movilizar a grandes colectivos hacia la acción colectiva radical e incluso violenta, así como también de reinterpretar la historia en términos globales. Parker (1999: 8) acuña así el concepto de "narrativa revolucionaria", entendiendo por tal:

The form within which the events and actions that constitute one revolution or another are interpreted and acted upon. It consists of ideas that determine and interpret any given revolution, and also its relationship with other historical events (.) the revolutionary narrative has a deep, "phenomenological" force for the modern perception of time and change.

De acuerdo con el autor, la narrativa revolucionaria enmarca los elementos que determinan la comprensión de un proceso revolucionario, incluyendo su relación con otros eventos históricos. Tales elementos son:

The potential for irreversible change in the direction of some end-state profoundly different from the given present; the possibility of power to initiate or control such change; the expectation that one or more agents exist with power and intentions as to the future; and an overarching frame of historical time which provides both normative and predictive indicators for the anticipated future (Parker 1999: 113)

La revolución moderna representa, al decir de Bobbio (1990), un "forzamiento de la historia", la promesa de un futuro mejor a costa de grandes luchas y sacrificios en el presente, así como una gran expectativa de victoria que compense los inmediatos riesgos de la violencia. Por ende, siendo la revolución tan riesgosa, requiere un soporte cognitivo y discursivo que le permita ser aceptada y emprendida por mucha gente. Sin ese nivel de convicción, rayano en la fe, los costos inherentes a la revolución difícilmente pueden ser asumidos de forma colectiva.

Recordemos que la revolución moderna ha sido, al mismo tiempo, causa y consecuencia de la progresiva pérdida de la fe cristiana. Arendt (2004), siguiendo a Tocqueville (2004), explica cómo resultó casi imposible para los hombres de las revoluciones prescindir de un principio absoluto sin intentar sustituirlo con otro, mientras que teóricos políticos como Voegelin (2006) y Walzer (2008) han tratado de encontrar el origen de la moderna política radical en sectas religiosas que fungieron como emprendedores políticos entre los siglos XV y XVII. Parker (1999: 115) se hace eco de todo lo anterior, y basándose en Dunn (1972), insiste en:

This idea of revolution as the struggle of the virtuous in the face of forced change. For the power of the revolutionary narrative is, in my view, enhanced by its capacity to encompass the hope that change can be channeled by the combined power of the "virtuous" or their equivalent

La narrativa revolucionaria parece facilitar así el desarrollo de ciertas actitudes sociales que permiten afrontar los traumas de los procesos de modernización, proporcionando un sentido trascendente a períodos de tiempo marcados por profundos cambios y (aludiendo a esta necesidad moderna de responder al declive de una fe antigua con otra de nuevo cuño) buscando dar respuesta a ese "Modernity's horror vacu" del cual habla Zygmunt Bauman (citado por Parker 1999: 120). Según Parker (1999: 114):

Three major narrations appear together in this instance: the nineteenth-century national-republican one that invented European nation-statehood; the internationalist, nineteenth-century socialist riposte to that; and liberal "modernizing" twentieth-century rationalism, centred on the USA. Each exhibits the same revolutionary narrative form -the prospect or threat of irreversible change, the power of certain agents to advance or prevent such change, and notions of the irreversible end-state to which such change was directed.

Es importante señalar que la noción de ideología, afín en cierto sentido a la de "narrativa", nace también como un fenómeno netamente moderno, consecuencia común de la pérdida del absoluto en torno al cual se estructuraba el ancien régime. Por lo tanto, conviene preguntarse: ¿en qué medida la ideología y la narrativa no son equivalentes? ¿Acaso no cumplen ambas con el mismo propósito? ¿No están orientadas hacia una función similar (la de convencer a grandes colectivos de la necesidad de ciertas políticas)?

Desde nuestro punto de vista, la estructura de la ideología se aproxima más a un nivel de argumentación lógica que la narrativa; suele nacer de un conjunto de ideas lógicas en torno a la política. Por su parte, la narrativa es menos impersonal, y como está más ligada a una interpretación de los hechos visibles que se suceden en el tiempo, mantiene un mayor nivel de concreción y empatía con los potenciales destinatarios del discurso político. En cierto sentido, podría afirmarse que, al ordenar los hechos, generar esperanzas y asignar valores y roles a los distintos actores políticos y sociales, la narrativa perfila el terreno temporal y emocional sin el cual la ideología, más racional(ista), difícilmente tendría asidero.

I V. Narrativa revolucionaria y dinámica de la polarización

Tal como se señaló anteriormente, la narrativa en general, y la revolucionaria en particular, tiene el poder de asignar "roles espirituales" y "funciones históricas" a los diversos protagonistas de la vida política, en un proceso de interpretación/construcción de la historia que (casi necesariamente, y sobre todo cuando propende a una visión teleológica) tiende a establecer, en términos discursivos, un "ellos" y un "nosotros", una división existencial que parece prolongar y legitimar, en el nuevo contexto cognitivo de la Modernidad, la idea ancestral de la eterna lucha del bien contra el mal.

El hecho de alcanzar este objetivo mediante el uso de una argumentación retórica (a diferencia de lo que pasa con la ideología, que tiende a apoyarse un poco más en la argumentación lógica) puede convertir la construcción más o menos deliberada de narrativas en una herramienta particularmente insidiosa y eficaz en el intento de implantar una determinada visión de la política. Por otro lado, si además se da la circunstancia de que dicha visión justifica o propugna la necesidad de algún tipo de violencia, las narrativas se convierten en un tema de particular interés para comprender cómo se desencadenan ciertas dinámicas de violencia política y social.

Ejemplo concreto de lo anterior, para el caso específico de la historia de Venezuela, lo proporciona Ángel Bernardo Viso, quien se dedicó a estudiar el "trauma fundacional" que la guerra de independencia (particularmente violenta en el caso venezolano) y la dramática ruptura con el viejo orden español habrían ocasionado en el proceso de construcción de la problemática identidad nacional venezolana. La enorme dificultad que enfrentaron los republicanos criollos para que el conflicto fuera comprendido por la sociedad venezolana de acuerdo con sus nuevos términos y categorías inclinó a Bolívar a promulgar su famoso "Decreto de Guerra a Muerte", por el cual dictaminaba la aniquilación de todos los españoles no alineados con la causa independentista. El Decreto quedaría impreso en la memoria colectiva de los venezolanos, persistiendo en alimentar una visión de la historia recurrentemente afectada por el maniqueísmo, el culto a los héroes y la imposibilidad de estar a la altura de un momento fundacional que se concibe como particularmente épico y glorioso (ver también Carrera Damas 2003, 2005; y Torres 2009)

Viso hace así referencia a lo que Parker (1999) bien denominaría como el desarrollo de una "narrativa revolucionaria", la cual no sólo contribuyó a escalar de forma atroz los desmanes de la guerra, sino que incidió trágicamente en la construcción de una identidad nacional traumada por la ruptura total con un pasado al que, desde entonces, se desconoce, denigra y rechaza. Viso (2011: 121) insiste en:

Comprender la importancia legitimante del lenguaje (y su vinculación con el maniqueísmo) desde el punto de vista revolucionario, y la menor importancia del mismo para quienes combaten las revoluciones, acaso por estar más seguros interiormente de las tesis que defienden y menos necesitados de deformar la realidad, por lo que, a la larga, están en desventaja frente a los revolucionarios, al privarse así de la más importante de las armas de guerra.

Sobre las bases teóricas asentadas por Arendt, Viso distingue entre "revoluciones moderadas" y "revoluciones terribles"; mientras que a las primeras "puede aplicarse (a condición de pensar que libertad es una palabra unívoca), la afirmación de Hanna [sic] Arendt de que significan 'el establecimiento del espacio donde la libertad puede aparecer y constituir una visible, tangible realidad'" (Viso 2011: 6), a las revoluciones terribles se las distingue por un radicalismo esencial, por el planteamiento de una ruptura existencial que se aleja de lo concreto para generar profundas rupturas en la memoria y conciencia históricas de una nación, todo ello en pos de una utopía. Especialmente a estas últimas se aplica lo que Viso (2011: 119) adjudica al discurso revolucionario, el cual:

En su sentido amplio, tiene por objeto personificar lo nefasto, como dice François Furet al referirse a la obra de Augustin Cochin, y en ese sentido tiene un carácter fundacional, en cuanto suscita un enemigo a quien sataniza, con la esperanza de cohesionar las fuerzas revolucionarias.

Ya se mencionó cómo la Segunda Guerra Mundial y la Declaración Universal de los Derechos Humanos tendieron a ir sumiendo en un cierto descrédito la idea de revolución, la cual históricamente fue, después de todo, justificación de múltiples masacres y origen de diversos movimientos totalitarios. El progresivo interés en el estudio y prevención de dinámicas de violencia política masiva se extendió a partir de entonces en los estudios sociales, desde la filosofía moral hasta la psicología social, llegándose en muchas ocasiones a la conclusión de que las construcciones discursivas (y entre ellas, las narrativas) ejercen un peso fundamental en el progresivo desarrollo de dinámicas sociopolíticas violentas.

Los diversos estudios del conflicto coinciden hoy a la hora de señalar la manera en que, más allá de las cosas concretas por las que se lucha (recursos, rentas, bienes, territorios, derechos, leyes, etc.), casi todos los grandes conflictos políticos, y especialmente los que generan violencia sobre ciertos grupos humanos específicos, vienen precedidos de procesos psicosociales que pasan por la construcción de endogrupos y exogrupos, la identificación grupal, la deshumanización del otro, la construcción de identidades contrapuestas, la racionalización, el desplazamiento, la proyección, la elaboración de estereotipos y la polarización (Mitchell 1989, Heidenrich 2001, Hamburg 2010).

Todas estas dinámicas orientadas o proclives a la generación de violencias colectivas están necesariamente sustentadas y materializadas en actos del habla, a través de modalidades que, en conjunto, han llegado a ser recientemente conocidas o tipificadas bajo la denominación de discurso de odio y discurso incitador a la violencia (Parekh 2006, Hirsch 2009, Samuli Peltonen 2010). Jiménez Moliner (2005:129), por su parte, sostiene que el discurso incitador a la violencia:

Designa una categoría, un tipo particular de lenguaje, dirigido a degradar, intimidar o incitar a la violencia o cualquier clase de acción lesiva, contra un grupo de personas por razón de su raza, género, etnia, origen nacional, religión, etc. Además de incitar a la violencia étnica, racial o religiosa, este tipo de discurso se dirige también a descalificar y denigrar los estándares internacionales de protección de los derechos humanos, justificando todo tipo de violaciones contra las libertades fundamentales.

Por su parte, Feierstein (2008) explica cómo estos procesos pasan por una etapa de construcción de la "otredad negativa", en la cual se rompe la concepción del "otro universal" y se acepta la existencia de un "otro negativo": "El poder retoma símbolos y características existentes en el imaginario colectivo, construye nuevos símbolos y mitos, refuerza los prejuicios latentes a fin de construir un sujeto social como negativamente diferente" (Feierstein 2008:33). Las narrativas revolucionarias suelen incurrir en tales aspectos, señalados por estas nuevas definiciones que surgen para prevenir violencias colectivas.

V. Populismo y narrativa revolucionaria: conceptos solapados

Hasta aquí se ha descrito brevemente lo que significa la idea de revolución para el mundo moderno, y cómo su puesta en escena ha venido a materializarse de la mano de un discurso característico que Noel Parker (1999) denomina "narrativa revolucionaria", identificado aquí con el nivel de la argumentación retórica, antes que con el de la argumentación lógica (a la cual se aproxima más la noción de ideología). Asimismo, se ha hecho énfasis en el carácter profundamente polarizador y potencialmente incitador a la violencia de dicha narrativa. Ahora bien, ¿en qué medida se puede afirmar que esta retórica -así como el proceso político que desencadena- no es similar a la del populismo? La pregunta es pertinente de cara al caso concreto que nos ocupa (la "Revolución Bolivariana"), ya que una distinción entre ambos fenómenos es crucial para argumentar porqué el proceso venezolano es más característicamente revolucionario, y no solamente populista.

Lo primero que cabe señalar al respecto es que existen múltiples similitudes entre ambos fenómenos, en tanto los dos se relacionan con el requerimiento -surgido en la Modernidad política- de movilizar políticamente a las grandes mayorías y de convertirlas en sujeto político primordial. Ambos operan sobre la base de la polarización, de la identificación/construcción de un "ellos" y un "nosotros", y no lo hacen desde la aceptación de las diferencias y de la pluralidad intrínseca a toda sociedad, sino desde la profundización de un antagonismo que interpreta al "otro" como obstáculo para la emancipación de la mayoría. Ambos representan un momento de articulación política de grandes proporciones, capaz de introducir cambios muy radicales en el sistema político de turno. Sin embargo, a partir de ahí, es factible identificar diferencias importantes.

De acuerdo con Ludovico Incisa (1990), el discurso populista no plantea diferencias de clase, sino que tiene una cierta pretensión homogeneizadora; la distinción retórica se hace entre el "pueblo" y el "no pueblo", entre el pueblo "virtuoso" y unas élites pretendidamente corrompidas y apátridas. Por lo general, el populismo es esencialmente particularista y nacionalista (nunca universalista o internacionalista), surge en momentos de crisis aguda y de falta de representación política, emplea una retórica patriótica como recurso de movilización de masas, y suele ostentar el carácter de una cruzada moral. Por lo general, al populismo se lo identifica con una dinámica o momento esencialmente retórico que se materializa en las calles, y que por ende, como ha dicho Laclau (2005), se diferencia del "momento de la institucionalización", de la consolidación de un régimen u orden estable.

Asimismo, y de acuerdo con autores como Moscoso Perea (1990), el propio Laclau (2005) y Delsol (2007), el populismo suele ser identificado con un sentido o deseo original y genuino de renovación de la política, mientras que el jefe populista, que constituye la "teoría viviente" del movimiento, sólo estaría en condiciones de lograr el éxito cuando la impericia de las élites ya ha dividido efectivamente a la población. La interpretación funcionalista y teleológica del populismo, según la cual éste se debe a contradicciones inherentes a los procesos de modernización, parece hoy en día claramente superada, en tanto se evidencia que los "momentos populistas" pueden surgir allí donde se produzca algún tipo de desconexión y deslegitimación progresiva de la relación entre la clase dirigente y la mayoría de la población, y en la medida en que aceptemos que los procesos de modernización no se producen sobre la base de un continuum predeterminado.

La revolución, por su parte, ha tendido a interpretarse como conflicto de clases y potencialmente predestinado a internacionalizarse en la medida en que la ideología marxista-leninista tendió a monopolizar el ideal revolucionario. Otras concepciones alternativas (Arendt 2004) entienden la revolución como un fenómeno consustancial a la comunidad política como un todo, que no viene predeterminado por "clases sociales" ni por la situación particular de las personas con respecto al modo de producción imperante. Según la autora judeoalemana, la revolución es, por antonomasia, una lucha por la (re)fundación de un espacio de igualdad y libertad política (la constitutio libertatis).

En todo caso, lo característico de la idea moderna de revolución (y esto lo reconoce Arendt) ha sido su profunda consustanciación con una concepción lineal y teleológica de la historia, en donde el ser humano está prácticamente predestinado al progreso, la emancipación y la felicidad. Es en estas circunstancias donde la idea de "narrativa revolucionaria" adquiere su pleno sentido y su relevancia práctica, en tanto permite a las grandes mayorías concebir el proceso de cambios radicales que pregonan los revolucionarios como el advenimiento de una nueva era, de una fase históricamente necesaria y, por lo tanto, predestinada a ocurrir y a establecer un nuevo orden, nuevas instituciones políticas que pueden "cambiar el mundo".

Por su parte, Ernesto Laclau (1978) permite comprender la potencial orientación revolucionaria del populismo, pero también las bases para distinguirlo de los fenómenos propiamente revolucionarios. De acuerdo con el filósofo argentino, el populismo encarna ese momento en el que se hace factible, para las clases dominadas, la generación de un discurso capaz de integrar (a través del sujeto "pueblo") las contradicciones que hasta entonces habían sido interpretadas, asumidas y manejadas desde la ideología de la clase dominante o "bloque de poder", permitiendo así su ejercicio de la dominación. El "pueblo" es entonces una figura necesaria y suficientemente ambigua como para a) dar continuidad a las tradiciones populares que venían expresando su resistencia frente a la clase dominante y b) concitar la adhesión y movilización de los sectores mayoritarios de la población. Para Laclau, el populismo no es siempre revolucionario; la construcción retórica del "pueblo" puede servir también a propósitos de carácter conservador y represivo, orientados al mantenimiento del statu quo. El populismo será revolucionario, sobre todo, cuando se oriente al socialismo, ya que "sólo el socialismo representa la posibilidad de pleno desarrollo y superación de la contradicción pueblo/bloque de poder" (Laclau 1978:199).

En función de todo lo anterior, se concluye que la retórica propia del "momento populista" es un común denominador a muchos procesos políticos de ruptura, antagonismo y cambio, pero que no todos ellos culminan en el desarrollo de fenómenos revolucionarios. Por lo tanto, caracterizar un determinado proceso político (o a su narrativa) de "revolucionario" no implica negar su carácter original y esencialmente populista, sino más bien precisar su carácter específicamente revolucionario dentro las múltiples orientaciones que (desde las abiertamente revolucionarias hasta las más reaccionarias) pueden asumir las retóricas y los momentos populistas. Ese carácter específico viene dado por la presencia, en el nivel narrativo (y tal como indica Parker), de continuas alusiones al advenimiento de una nueva era, a la irrupción de procesos y fenómenos políticos (potencialmente violentos) que son descritos como históricamente necesarios, y la implantación de un nuevo orden político, económico y social. En el nivel de la política práctica, además, el carácter revolucionario se verifica en la efectiva implantación de ese nuevo orden, dentro y potencialmente fuera del país. Todo ello estaría presente en el caso de la "Revolución Bolivariana", como veremos.

VI. El discurso político del chavismo: del populismo a la revolución

Nos interesa a continuación mostrar cómo, de acuerdo con nuestros estudios, en el discurso político del chavismo se ha ido consolidando la presencia de 1) una narrativa propia, 2) la cual ostenta un carácter que no es solamente populista, sino también específicamente revolucionario, 3) con énfasis particular en la generación de una dinámica profundamente polarizadora. Es muy importante señalar que (tal como se ha indicado en trabajos anteriores; ver Martínez Meucci 2012) la retórica del chavismo no se ha mantenido homogénea en el tiempo, sino que ha atravesado por diversas fases, y que el carácter específicamente revolucionario de su narrativa es característico de la tercera fase.

La primera etapa revistió un carácter netamente militarista-nacionalista, y comenzó con la constitución de la logia militar conspirativa que lideró Hugo Chávez. Dado que este período se desarrolló en la clandestinidad, su discurso no se caracterizó por alocuciones públicas, sino que quedó plasmado en documentos conspirativos de escasa difusión (ver Garrido 2002a, 2002b). A la segunda etapa, que abarca el período comprendido entre los golpes de Estado "clásicos" que la logia militar chavista protagonizó en 1992 y el más heterodoxo que en abril de 2002 se desarrolló contra Chávez, se la considera aquí como típicamente populista, en tanto incorporó todos los elementos discursivos que la literatura especializada suele adjudicar a la retórica populista (ver páginas anteriores). Durante dicha etapa, el proyecto político de Hugo Chávez pasó de la clandestinidad a la vida pública, y sustituyó la conspiración golpista por un movimiento político de amplia base que aceptó las elecciones como vía para acceder al Estado, lo cual logró en las elecciones de 1998. Con respecto a la tercera fase, que caracterizamos aquí como propiamente revolucionaria, podría sostenerse que presenta evidencias de surgimiento desde antes de abril de 2002, pues la radicalización del discurso polarizador del presidente Chávez (así como su profuso empleo del término "revolución") comenzó a ser muy evidente desde casi un año antes, mientras el país se deslizaba hacia una conflictividad política y social muy acusada. A principios de 2005, además, comenzará a hablarse también de "socialismo", configurándose desde entonces con gran claridad lo que aquí consideramos como una "narrativa revolucionaria".

Con respecto a esta evolución narrativa, Margarita López Maya (citada en Carrillo 2010, s.p) sostiene que:

La polarización política [en Venezuela] fue causada por una social, que se dio durante los años de la crisis económica, social y política, en los años 80. El hoy presidente Hugo Chávez entró en esa campaña [1998] con un discurso polarizado, dicotómico, muy característico del populismo latinoamericano de las oligarquías contra el pueblo.

Pero esa polarización de carácter populista se va a hacer mucho más profunda con Chávez en el poder. De acuerdo con López Maya (cit. en Carrillo 2010, s.p), se hace:

Extrema, radical, utilizada en el discurso oficial que usa la polarización social para excluir al otro. Es un discurso excluyente, intolerante. El otro no es un adversario político sino un enemigo que hay que liquidar y aniquilar (...) Es un fenómeno nacional porque el principal protagonista de la polarización es el Presidente que mantiene eso en su estrategia política porque considera que le da sus dividendos (ídem).

Desde la perspectiva de María del Pilar García Guadilla (2003: 33), en Venezuela:

a) Las diferencias de clase han tendido a transformarse en diferencias políticas haciendo que la demarcación entre los actores sociales, económicos y políticos sea cada vez más tenue y que constantemente los diferentes actores traspasen sus líneas identitarias; b) los conflictos de carácter político se han impregnado con contenidos de clase derivando en conflictos sociopolíticos que enfrentan a las clases sociales de forma polarizada lo que hace más difícil su solución dentro de un contexto democrático.

Esta polarización creciente, alimentada e instigada desde el discurso político, va adquiriendo así el carácter de narrativa revolucionaria. Se constata que el sujeto "pueblo", presente en la retórica política del chavismo durante el período 1992-2002 (construcción habitual dentro del populismo), comenzó a ser discursivamente reinterpretado a partir de 2002 como "sujeto o endogrupo revolucionario", mientras que las élites, representadas siempre como extranjerizantes, fueron construidas como "no sujeto/exogrupo contrarevolucionario". De forma cada vez más explícita, mientras que el primero estaría vinculado al proyecto chavista de un futuro promisorio, el segundo es discursivamente asociado al "pasado", a una etapa decadente y corrupta. El desarrollo de tal construcción discursiva, que tiende a dividir a la población en dos grupos con identidades contrapuestas, ha sido identificado por diversos investigadores. A modo de resumen, en el siguiente Cuadro 1 podemos resumir las caracterizaciones elaboradas por varios de ellos.

Las categorías semánticas utilizadas en el discurso de Hugo Chávez revelan numerosas "descripciones autoidentitarias" (Van Dijk, citado en Erlich 2005b), las cuales comprenden la propia identidad, proveniencia, historia, virtudes y atributos del endogrupo. Según Erlich (2005b: 9) tales descripciones son "estrategias de autodefinición con respecto a los otros, muchas veces elaboradas con base en características personales como la raza, el grupo étnico, los orígenes sociales y geográficos", describen también aquellas normas y valores que el emisor considera correctas o justas, siempre en oposición a todas las características negativas que se achacan a los adversarios. Los especialistas consultados coinciden en presentar las palabras pueblo, Bolívar/ bolivariano, socialismo y revolución como los principales referentes de autorrepresentación positiva del endogrupo que constituye el movimiento/ gobierno, de acuerdo con el discurso político empleado por el chavismo (ver Cuadro 2).

Maritza Montero (2005) señala que la retórica chavista presenta a la oposición como un grupo homogéneo y único, cuando en realidad no lo es: "Cuando se habla de la oposición bajo tal denominación se agrupa una pluralidad de organizaciones, grupos y movimientos entre los cuales algunos tienen profundas diferencias". De la misma manera, Yolanda Salas (2004) indica que la oposición, que es cada vez más "policlasista" y de composición social heterogénea, es uniformemente considerada por el oficialismo como "oligarquía". De este modo, las personas que adversan al gobierno revolucionario quedan esencialmente englobadas dentro de las categorías de "oligarquía" nacional, representantes de la "Cuarta República", el "capitalismo mundial" y los agentes del "imperialismo norteamericano", constituyendo todos en general los "contrarrevolucionarios" o "enemigos de la Revolución" (Álvarez y Chumaceiro 2010). De acuerdo con Cortés, Méndez y Materán (2008), la oposición y sus líderes son expuestos como los responsables de los problemas sociales y económicos del país. Las imágenes negativas presentadas sobre la oposición permiten al presidente emerger como una figura salvadora que ha llegado, a través del proceso revolucionario, a romper con la continuidad histórica de la nación para implantar un nuevo proyecto (ver Cuadro 3).

VII.La narrativa revolucionaria del chavismo y su carácter polarizador

A partir de las referencias anteriores, y sobre la base de los resultados ofrecidos por un estudio inicial, orientado a la identificación de elementos discursivos incitadores al odio y la violencia (Lustgarten 2013), los autores del presente artículo revisaron la presencia de elementos característicos de una retórica y narrativa revolucionaria en el discurso del presidente Hugo Chávez, incorporando no sólo los indicados por Parker (1999)1, sino también aquellos que apuntan directamente a la generación o profundización de una intensa polarización política y social, en el entendido de que las revoluciones suelen plantearse dicha división como evidente y necesaria para producir el cambio revolucionario.

La revisión de textos producidos por Hugo Chávez durante el período 2004-2010 (antes del mismo, sus referencias al carácter "socialista" de la "revolución bolivariana" fueron prácticamente inexistentes) condujo a la recopilación de un universo muestral que, a la postre, ascendió a 371 piezas discursivas. Entre éstas se encontraban los textos oficiales de los programas televisivos de "Aló Presidente", alocuciones directas ante multitudes, piezas oratorias formales, mensajes a la Nación, los artículos conocidos como "Líneas de Chávez", diversas conversaciones y entrevistas. Es importante recalcar que, tal como se aprecia en el Cuadro 4, el grueso del texto quedó concentrado en los "Aló Presidente". A partir de ahí, se determinó la frecuencia de 157 palabras clave, seleccionadas a partir de las referencias y conclusiones de otros autores ya mencionados. Esencialmente se seleccionaron aquellas palabras con las cuales se construyen discursivamente las identidades del endogrupo revolucionario y del exogrupo contrarrevolucionario, así como también aquellas con las cuales se construye discursivamente una relación "hostil" entre ambos. El agrupamiento de esa lista de palabras en estos tres ejes ofrece el número total de frecuencias de todas las palabras registradas, tal como aparece en el Cuadro 5.

Lo primero que llama la atención en estas cifras (con todas las deficiencias y sesgos que esta aproximación pudiera acarrear) es la relación de 4 a 1 que, grosso modo, se evidencia entre las palabras que definen al endogrupo con respecto a las que definen al exogrupo, tal como puede apreciarse en las Figuras 1 y 2. Se deduce así la enorme energía destinada a la construcción discursiva del "sujeto revolucionario", definido esencialmente por las palabras "pueblo", "revolución", "socialismo/social", "Bolívar/bolivariano", "patria/patriotas" y "militares/soldados". Las referencias a Fidel Castro, Cuba, los indígenas, los pobres y diversos héroes de la independencia también abundan, aunque en menor medida. Por su parte, las referencias al exogrupo se caracterizan por los términos "capitalismo/capitalistas", "Estados Unidos / norteamericanos / imperialismo", "burguesía / oligarquía / ricos / latifundistas / oposición", seguida de numerosos improperios y epítetos descalificativos. Y con respecto a las palabras que marcan la relación entre endogrupo y exogrupo, se observa la notable presencia de términos que aluden a una confrontación bélica ("batalla/batallón" aparece 4.931 veces; "lucha", 3.535; "estrategia", 2.042; "guerra/guerrero", 3.046; "ejército", 1.781; "muerte", 1.214; etc.).

Este primer paso, por el cual se procedió a determinar la mayor frecuencia de aquellos vocablos que pudieran definirse como "palabras clave" en una muestra suficientemente extensa, facilitó una posterior aproximación de carácter cualitativo al discurso presidencial, permitiendo no sólo comprenderlo mejor en su naturaleza, sino también obtener una idea más completa de su impacto masivo. Como rasgo importante de la estructura general de lo que consideramos como la "narrativa revolucionaria del chavismo" se aprecia lo siguiente: tanto en el endogrupo como el exogrupo están asociados a 1) un principio, orientación o ideología general (socialismo en el endogrupo vs. capitalismo en el exogrupo), 2) unos sujetos sociopolíticos trascendentales (pueblo vs. burguesía/imperio) y 3) unos personajes arquetípicos que fungen como representaciones del bien y del mal (héroes vs. villanos). Así, la construcción discursiva inherente a esta narrativa nos presenta y encuadra la lucha política en Venezuela, no sólo desde una concepción típicamente revolucionaria en su conjunto (de acuerdo con lo que al respecto sostiene Parker y en el sentido de establecer con claridad un "sujeto revolucionario" que se opone a otro "contrarrevolucionario"), sino que incluso se llega a representar la relación entre ambos grupos/sujetos como la de la eterna lucha del bien contra el mal, en un sentido de revancha y de victoria épica sobre los opresores. Se aprecia la presencia discursiva de conceptos modernos, entremezclada con elementos y referencias culturales que indudablemente presentan un carácter más bien local y, en ocasiones, de corte tradicional y premoderno. A continuación, se ofrece una síntesis o caracterización de dicha "narrativa revolucionaria".

El endogrupo revolucionario

Socialismo/social/humanismo: Chávez habla de "socialismo" con mucha frecuencia (10.634 veces), pero sólo a partir de 2005. El término "social" (7.206) es más ambiguo; aparece como referencia a lo social, al gasto social, etc. Para el mandatario venezolano, el socialismo es un proyecto humanista, cristiano, bolivariano, democrático y republicano; representa la igualdad, la justicia, la libertad y lo humano en procura de un hombre/mujer nuevos, con valores éticos, políticos y económicos que son verdaderamente positivos y cristianos. Se habla de los socialistas como discípulos de Cristo, a quien se presenta como el primer y más grande promotor del socialismo de la historia. El socialismo, al promover el valor del sacrificio por los más débiles, sería el verdadero camino hacia Jesús en la tierra.

El arquetipo del socialismo también está encarnado en Bolívar. Venezuela está transitando del capitalismo hacia un nuevo tipo de socialismo, el del siglo XXI, que es inédito y autóctono. Cuba ayuda en la tarea, pero el socialismo venezolano tiene características propias y se basa en el pensamiento "socialista" de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora. El socialismo bolivariano ha llegado para romper la continuidad histórica de un supuesto fracaso que es responsabilidad de la oligarquía y el imperialismo. Chávez afirma que el revolucionario es el modelo de ser humano superior o más evolucionado; "pertenece al escalón más alto de la especie humana" (25 veces), frase adjudicada al Che Guevara. El revolucionario es como Cristo, como el Che, como Bolívar, como José Martí, una suerte de superhombres todos ellos. Si para el capitalista lo primordial es lo animal, para el socialista se trata del ser humano y los "valores" (2.929 veces), del verdadero humanismo o sentimiento humanista. El hombre y la mujer nuevos que propugna el socialismo están reconciliados con su verdadera esencia primigenia.

Pueblo: es el sujeto revolucionario, arquetipo del patriotismo y las virtudes originarias. Cuando Chávez se refiere al pueblo, habla de sus seguidores, y cuando habla de éstos, se refiere al pueblo. Numerosas veces utiliza el pronombre personal "nosotros", recurso que le permite identificarse con el endogrupo y representarlo (las consignas "Chávez es el pueblo" y "todos somos Chávez", empleadas en 2012 -período fuera de nuestro análisis-, sintetizan esta idea). "Pueblo" es la palabra clave que aparece con mayor frecuencia en la muestra estudiada (15.096 veces), y engloba la clase obrera y trabajadora, la clase media revolucionaria, la inmensa mayoría de los jóvenes, la patria y los patriotas, los soldados revolucionarios, los pobres y los indígenas, así como también a los integrantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y de las Fuerzas Armadas Bolivarianas (FAB), sin dejar por fuera a los héroes e ídolos de la revolución en el pasado y en el presente.

Los seguidores del presidente, convocados como compatriotas, compañeros o hermanos, siempre presentados como víctimas del exogrupo en una lucha histórica, están colmados de valores y rasgos positivos. El pueblo es un sujeto uniforme que personifica el amor, la paz, la alegría, la esperanza, la libertad, la justicia y la igualdad. Todos son patriotas, dignos, moralmente sólidos, desprendidos y sacrificados hasta la muerte por el prójimo, valientes, guerreros, soldados, héroes, libertadores, bolivarianos, zamoranos y militares que históricamente han sido traicionados, exterminados y despojados. La Revolución Bolivariana ha permitido reivindicar la historia del pueblo venezolano, falsificada durante siglos por las clases dominantes. Se establecen referentes históricos que permiten la legitimación y la cohesión grupal de sus partidarios, contexto en el que la identificación con el ideario y el proyecto de Bolívar, y de su sucesor Chávez, ocupan un lugar fundamental.

Al principio estuvieron los indígenas, núcleo originario del pueblo venezolano que protagonizó una gran resistencia. Después llegaron los esclavos negros, forzados a venir del África, para completar el verdadero "pueblo" -campesinos, esclavos y pobres- que luchó junto a Bolívar, Sucre y Zamora por ganar la libertad y la igualdad (se incluye a Cipriano Castro, famoso por sus consignas antiimperialistas). Finalmente ese pueblo, traicionado desde la independencia por la oligarquía y castigado por los sucesivos imperios, gracias a la Revolución Bolivariana y al presidente-comandante al cual ha ratificado en su función mediante luchas y procesos electorales, logra recuperar su dignidad, gobernar el país y crear leyes que atiendan sus necesidades, saliendo así del estado de desmoralización y depresión en el que había sido sumido por la oligarquía venezolana, desde siempre.

Héroes: se plantea una continuidad histórica en las luchas de las figuras heroicas del pueblo, que incluyen a Guaicaipuro, Miranda, Bolívar, Sucre, Páez, Simón Rodríguez, y finalmente al propio Chávez; todos ellos lucharon por satisfacer las necesidades y aspiraciones del pueblo, por su libertad e igualdad. Aunque no son venezolanos, el Che Guevara y Fidel Castro también son presentados como ídolos contemporáneos y ejemplos a seguir. Los más mencionados en la muestra estudiada son Cristo, Bolívar y Zamora.

Cristo (3.212 veces) es un verdadero revolucionario socialista, en tanto representa el paradigma del sacrificio por los más débiles, de la lucha por la igualdad, la libertad y la paz; fue un ser íntegro y digno, rebelde, antiimperialista y liberador. Se le presenta como el más grande revolucionario y pensador socialista de la historia, como inspiración del presidente, del pueblo y de la patria, y como ejemplo a seguir por haber entregado bienes y ambiciones personales por su causa (esencia de una economía socialista igualitaria). Cristo -y Dios- protegen al presidente y al pueblo en contra del diablo. Chávez declara que el verdadero Jesús es el de los pobres, no el de la oligarquía ni la jerarquía eclesiástica. Cristo enfrentó a las élites religiosas y económicas de su tiempo y al imperialismo romano, y éstos lo asesinaron por ser un revolucionario que promovía las ideas de igualdad y justicia. Se hace mucho énfasis en precisar que la mayor traición fue recibida de Judas (106 veces). De acuerdo con Chávez, Cristo fue un superhombre que alcanzó el escalón más alto de la especie humana, anunciando la necesidad de crear hombres y mujeres nuevos.

Por su parte, Simón Bolívar (8.045 veces) es el gran superhombre, venezolano y revolucionario, un "socialista" de talla universal que encabezó una lucha a muerte, junto al pueblo, por la libertad y la igualdad de Hispanoamérica; se le considera como uno de los primeros y más grandes pensadores y actores antiimperialistas, previendo el peligro que representarían los estadounidenses. Bolívar nació oligarca y rico, aunque "más negro que blanco" según Chávez (Aló Presidente, 25/9/2005), pero murió pobre. Su lucha comienza al mando de un ejército de oligarcas cobardes que después reemplazó con esclavos proporcionados por su hermana María Antonia. Combatió junto al pueblo, los campesinos y los esclavos. Bolívar, desprendido como Cristo hasta el máximo sacrificio, entregó sus bienes a la causa libertadora, y como él, murió pobre y traicionado. La alianza entre Francisco de Paula Santander (primer presidente de la actual Colombia), José Antonio Páez y el gobierno de Washington, oligárquica e imperialista, logró liquidar políticamente a Bolívar (quien siempre estuvo rodeado de enemigos que intentaron eliminarlo físicamente) y desvirtuar su legado durante siglos.

No obstante, el legado de Bolívar sería finalmente recuperado por Chávez y las logias militares conspirativas del Ejército Bolivariano Revolucionario (EBR) y Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200). Chávez se habría erigido así como el mayor y más fiel seguidor y heredero de Bolívar, en el continuador de sus ideas y luchas revolucionarias y socialistas. Tanto el EBR (6.289 veces) como el MBR-200 se fundan ideológicamente en el llamado "árbol de las tres raíces", la conjunción del pensamiento de Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora. Mediante esta figura retórica, el "bolivarianismo" queda transmutado y vinculado indisolublemente con el socialismo, conectando así la principal referencia icónica de las fuerzas armadas venezolanas con el proyecto socialista de inspiración castrista. Por extensión, a los planes e intentos habidos para liberar los pueblos de la América Latina se les denomina proyectos bolivarianos y esencialmente socialistas.

La tercera figura más mentada es Ezequiel Zamora (1280 veces), líder de la Guerra Federal (1859-1863) y supuesto revolucionario socialista. Zamora representa las aspiraciones del pueblo y los campesinos, y se recuerda que todos unidos lucharon en contra de la oligarquía criolla y los terratenientes de su época. La gran victoria de Zamora contra las fuerzas conservadoras en la batalla de Santa Inés es resaltada como ejemplo de valentía, astucia y táctica militar. Al igual que Cristo, Bolívar y Antonio José de Sucre (mariscal fiel a Bolívar), Zamora murió traicionado, habiendo sacrificado todo por el pueblo. Zamora representa la lucha contra la propiedad y el latifundio, por la repartición justa de las tierras; al igual que la figura legendaria de "Florentino" (ver más adelante) y el propio Chávez, era un llanero espontáneo y noble que provenía de la Venezuela profunda y del pueblo llano.

El exogrupo contrarrevolucionario

Capitalismo: el término "capitalismo" o "capitalista" (4.346 veces) era empleado por Chávez para hacer referencia a todos los actores políticos, sociales y económicos que se le oponían. Está asociado a personas ricas y poderosas: los poderosos son capitalistas y los capitalistas son poderosos. Representa un poder históricamente encarnado y controlado por la "oligarquía"/ "burguesía", habiendo una relación de cuasisinonimia entre estos términos. El modelo capitalista sólo ambiciona y busca la ganancia económica; fue "inyectado" en el país desde Europa en el siglo XIX, y a pesar de los esfuerzos y luchas de Bolívar y Zamora, finalmente terminó imponiéndose en el país. El capitalismo y el libre mercado conducen a la guerra interna y a la muerte de los pueblos latinoamericanos, ya que genera explotación, pobreza, desigualdad e inestabilidad. Es imperioso luchar contra el capitalismo, y es tarea de la revolución transformar o erradicar la ideología y las costumbres del capitalismo.

Imperialismo: Estados Unidos es el arquetipo principal del imperialismo (1.300 veces), sistema que nos domina e impone su modelo de vida extranjerizante a través del capitalismo. El "imperio" representa explotación, corrupción e inmoralidad. Sus socios internos son traidores; constantemente defienden y pactan con los que se oponen al proyecto patriota. Desde siempre, el imperio de turno ha perseguido a los revolucionarios humanistas; ya en época de los romanos se persiguió a un verdadero humanista y socialista como Cristo. En Latinoamérica ("Patria Grande" o "Nuestramérica"), desde la llegada del imperio español, se han acumulado 500 años de lucha y resistencia ante el imperialismo. El "imperio yanqui" es responsable de que Latinoamérica en general, y Venezuela en particular, no hayan logrado concretar su proyecto bolivariano, autóctono y revolucionario; en su lugar favoreció la hegemonía una élite oligarca e imperialista, en perjuicio de la libertad e igualdad de los pueblos y del desarrollo de su propia cultura e identidad.

Oligarquía/Burguesía: es la antítesis del pueblo, de los pobres, del verdadero cristianismo y de la Revolución Bolivariana socialista. Se utilizan indistintamente las palabras "oligarquía" (1.203 veces) y "burguesía" (1340) para referirse a la élite hegemónica, criolla, que en teoría mantuvo el poder en el país durante siglos, estableciendo relaciones de interés con los intereses mezquinos del capitalismo transnacional. Está integrada por los "ricos y ricachones", "capitalistas", "imperialistas", las grandes empresas y empresarios, "latifundistas" y los llamados "escuálidos" (partidarios de la oposición política). A menudo se utiliza el pronombre personal "ellos" para designar a todos los opositores en conjunto.

A la oligarquía se le acusa de haber traicionado y asesinado a personajes clave de la historia patria, como Bolívar, Sucre, Zamora y Delgado Chalbaud, y de haber depuesto a Cipriano Castro. Se adueñó del país, relevando a la corona española y usurpando los derechos del pueblo, los campesinos y los esclavos defendidos por Bolívar. Ya en el siglo XX, operó como agente de una nueva explotación colonial extranjera, fundada en el petróleo, implantando ideas culturales, políticas y económicas exógenas, provenientes de Estados Unidos. Está subordinada al imperio estadounidense y conforma una quinta columna que, junto a los yanquis y el colombiano Álvaro Uribe, constituye una constante amenaza para el país. Los oligarcas venezolanos serían culpables de la gran depresión que sufriera el pueblo venezolano en los años 70, 80 y comienzos de los 90 (creciente crisis económica), de la gran desmoralización del venezolano. Acapararon todas las riquezas de la nación, que deben ser entregadas nuevamente al pueblo. Obstaculizan la paz, el amor, la alegría, y la esperanza del pueblo. No volverán a gobernar el país; si lo hicieran, derogarían las leyes de la revolución. Sus jóvenes (presentados como una minoría que se apropió de las universidades existentes) son inconscientes, manipulados por el capitalismo.

Villanos: hay una serie de personajes, a los que se les adjudica una connotación negativa, con los que frecuentemente se equipara a los miembros del exogrupo contrarrevolucionario. Los principales son Judas, José Antonio Páez y George Bush. A Judas (antítesis de Cristo) el hecho de haber vendido a su maestro por 40 monedas le convierte en el eterno arquetipo del capitalismo y la traición. Por su parte, José Antonio Páez (antítesis de Bolívar), personaje importante en la guerra y postguerra de Independencia en Venezuela, es el arquetipo del guerrero, latifundista y traidor a Bolívar, a la patria y al pueblo. Se le menciona (1.065 veces) entre las grandes figuras guerreras de la historia venezolana, pero se le rechaza como político, por ser un supuesto traidor insaciable de riquezas; no merece ser considerado como uno de los héroes fundacionales. Al contrario de Bolívar, nació pobre y murió rico, siendo así el arquetipo del revolucionario que traiciona a la revolución.

George Bush (507 veces) es, a su vez, el arquetipo de la actual maldad imperial. Antítesis de Chávez, el presidente estadounidense personifica el neoliberalismo, el capitalismo y el imperialismo. No hay posible diálogo con Bush, y toda referencia sobre él se realiza siempre en un lenguaje beligerante. El imperialismo impulsado por Bush (a quien se califica de asesino, genocida, burro y loco) agrede y viola la legalidad internacional para satisfacer grandes intereses capitalistas. Su propuesta de libre mercado (ALCA) conduciría a la guerra interna y sometimiento de los pueblos latinoamericanos. Constituye una amenaza para el mundo y para su propio pueblo. Bush es calificado como "Mister Danger", personaje de la novela "Doña Bárbara" del escritor venezolano Rómulo Gallegos.

Revolución Bolivariana e historia como victoria/revancha del bien sobre el mal

La batalla entre el bien y el mal: Chávez emplea la leyenda popular venezolana y llanera de "Florentino y el Diablo", arquetipo de la lucha entre el bien y el mal, como sinónimo de la lucha entre el pueblo patriota y la oligarquía proimperial. Florentino (329 veces) es el modelo del bien y personifica a un romántico e inocente llanero, que viene a ser retado por el Diablo (623) en un contrapunteo de coplas muy típico en el interior de Venezuela. Finalmente Florentino (similar a Zamora y Chávez) gana el duelo, gracias a su mayor bondad e ingenio. Los partidarios de Chávez son Florentinos y Florentinas, y se les convoca a la batalla (cada uno de los procesos electorales) como si fueran soldados de Zamora, victoriosos héroes de la gran batalla de Santa Inés y predestinados a la victoria.

Se afirma que el proyecto Revolucionario Socialista Bolivariano, protegido por Dios y Cristo, puede salvaguardar al endogrupo de los ataques del capitalismo, de la oligarquía, del imperialismo y del diablo. La oligarquía, los ricos, la burguesía venezolana y sus leyes, el capitalismo y sus prácticas económicas, su inmoralidad y su corrupción, son todos un "veneno" (234 veces) y están "envenenados" (258), son unos "parásitos" que han logrado enquistarse en la República, de la misma manera en que lo hace un veneno, un cáncer o un tumor, inoculando sus perniciosos valores e ideología.

Revolución y representación de la historia: es clara la presencia de un discurso épico que resalta la doble condición de víctimas y héroes de los personajes históricos identificados con la "revolución" o proceso "revolucionario" (13.177 veces) actual, y de los revolucionarios en general. Según este discurso, el germen originario y patriota del pueblo venezolano ha intentado varias veces construir un proyecto autónomo e independiente, enfrentando siempre la oposición de los imperios y sus lacayos internos. La tentativa originaria de la Guerra de Independencia fue una revolución que se frustró con la muerte (asesinato, según Chávez) de Bolívar, y que se vio nuevamente truncada con la traición (en la que habría participado el imperio estadounidense) a la Revolución Restauradora de Cipriano Castro (iniciada en 1899). De ahí que Chávez mencionase recurrentemente la frase de Pablo Neruda según la cual "Bolívar despierta cada cien años cuando despiertan los pueblos" (Chávez, citado por Chumaceiro 2003: 37).

Así, la Revolución Bolivariana surge con el despuntar del siglo XXI como gran revancha, definitivamente victoriosa e irreversible, en el marco de esa lucha histórica y trascendental. La revolución comandada por el "comandante-presidente Chávez" es una continuación de todas las batallas libradas por los pueblos en las revoluciones de la historia, y es la reedición del sueño de Bolívar para Nuestramérica. Sólo la revolución aspira a que todo el pueblo tenga salud, educación, felicidad y viviendas dignas; sólo la revolución vela por los pobres, los dignifica y les da preferencia. Los oligarcas apátridas "no volverán" jamás a controlar esta tierra, ya que la Revolución Bolivariana se ha convertido en la garantía de progreso para el pueblo y en la consolidación de la patria (también a partir de 2012 la frase ".pero tenemos patria" es empleada para sellar cualquier objeción a los problemas de la gestión de gobierno). Existe la imperiosa necesidad de consolidar en la sociedad las virtudes y nuevas costumbres genuinamente revolucionarias, así como de generar al hombre/mujer nuevos; de lo contrario, si las ideas y costumbres del capitalismo neoliberal no son erradicadas, persistirá el peligro de degeneración o muerte de la patria.

VIII. Conclusiones

El análisis cuantitativo y cualitativo realizado con el propósito de comprender la retórica política del chavismo, con particular énfasis en el período 2004-2010, permite identificar rasgos que presentan un claro paralelismo con lo que Parker (1999) ha denominado "narrativa revolucionaria". Dicha narrativa (que incorpora pero también excede ampliamente el alcance de la clásica retórica populista) se evidencia en rasgos tales como la clara distinción que se pretende establecer entre un pasado de oprobio y un presente/futuro de dignidad, así como en la nítida voluntad de construir discursivamente un "sujeto o endogrupo revolucionario" y un "no sujeto o exogrupo contrarrevolucionario". Mientras que el primero está claramente conformado por el "pueblo" (virtuoso, originario, autóctono, sufrido y maltratado), el segundo se encarna en la "oligarquía/burguesía" (egoísta, codiciosa, apátrida, traidora, extranjerizante), aliada a su vez con "el imperio" y los "Estados Unidos". El endogrupo sólo puede trascender en la medida en que encarne el "socialismo"; el exogrupo existe en el "capitalismo".

Figuras tales como Cristo, Bolívar y Zamora, además de Fidel y el Che (y, a día de hoy, el propio Chávez), son los "héroes" del endogrupo, que no es sólo venezolano, sino también "nuestroamericano", mientras que el exogrupo es extranjerizante y sigue el ejemplo de personajes construidos como "villanos": Judas, José Antonio Páez y George Bush. La descripción del exogrupo va acompañada de una notable cantidad de epítetos de connotación negativa ("fascistas": 207 veces, "escuálidos": 381, "asesinos": 328, "traidores": 272, "golpistas": 341, "lacayos": 141, "pitiyanquis": 126, "apátridas": 98, etc.). La fábula popular venezolana de "Florentino y el Diablo" resume toda esto en una construcción discursiva que plantea la política y la historia como eterna confrontación del bien contra el mal, noción que a su vez se sustenta en la reinterpretación de la historia de Venezuela como la de sucesivas revoluciones truncadas (luchas populares que se ven frustradas por las arremetidas de la oligarquía) y que alude a una nueva etapa de la historia, que se ve finalmente sellada con la victoria (aún en proceso) de la Revolución Bolivariana. La frase de Neruda, "Bolívar resucita cada cien años, cuando despiertan los pueblos", es empleada como una profecía que convierte a Chávez en una suerte de Bolívar resucitado.

Así pues, se considera que la típica narrativa revolucionaria (moderna en tanto incorpora las nociones de emancipación, progreso, técnica y cierta teleología de la historia) se combina en el caso del chavismo con referencias de carácter local y premoderno, o con lo que Laclau denominaría "tradiciones populares" (Cristo, Judas, Florentino y el Diablo, etc.). Se trata de un sincretismo que ya ha sido apuntado por Forrest Colburn en el estudio de otros casos2 y al cual, probablemente, es posible adjudicar buena parte del notable impacto y arraigo que esta narrativa ha tenido en el sociedad venezolana, con todas las consecuencias del caso. La "revolución" de Chávez es así representada no sólo como una promesa de progreso, sino que también, al decirse "bolivariana", pretende reivindicar la dignidad del pueblo, de la patria y de un supuesto mejor pasado, un origen mítico, glorioso y heroico que en Venezuela siempre es asociado a la figura de Bolívar. No se trata de un proyecto exclusivamente venezolano, sino "nuestroamericano" en general, y por ende, con pretensiones de extenderse por toda la región. Lo moderno y lo premoderno se combinan así para configurar una narrativa con un potencial tremendamente polarizador, que a día de hoy se perpetúa y acentúa con la identificación del propio Hugo Chávez como figura central e ícono fundacional de la revolución, verdadero tótem en torno al cual sigue girando el movimiento político que aún lleva su nombre.

Por último, cabe señalar que los aspectos aquí reseñados, relativos al plano del discurso, han encontrado posteriormente su correlato y confirmación en la práctica política. La "praxis del chavismo" ha, como diría Laclau (Muñoz 2009), superado el "momento populista" para dar paso al "momento institucionalizador", plasmado en múltiples disposiciones legales y de gobierno que reflejan la voluntad de instaurar un nuevo orden, pretendidamente socialista, en buena medida antiliberal y a todas luces cen-tralizador de la economía. Tales disposiciones son a veces tan extremas que entran en conflicto con la Constitución que el mismo chavismo impulsó en 1999, llegando al punto de encarnar la aspiración (más típicamente revolucionaria, y poco populista) de ser exportadas a toda la región.

CUADRO 1
Elaboración del Endogrupo y del Exogrupo en la Retórica del Chavismo

AUTOR

OBSERVACIONES DE LOS AUTORES

ENDOGRUPO

EXOGRUPO

(Chumaceiro 2003: 35)

"Chávez contrasta abiertamente a sus opositores"

Patriotas, pueblo, bolivariano y continuadores del sueño de Bolívar

Oligarcas, golpistas, fascistas, saboteadores, conspiradores y escuálidos.

(Romero 2006)

Presenta un lenguaje de confrontación, "nosotros" contra el "otro".

Pueblo

Oligarquía

(Erlich 2005)

Se promueve la relación antagónica con la oposición y empática con los partidarios.

La gente seria

Los ilegales, los ilegítimos,

Empatia con un sector mayoritario de la población, el pueblo. Antagonismo con diferentes sectores de la oposición.

El pueblo

Los grupos dominantes, oligarcas (que tuvieron poder político /económico)"

(Salas 2004: 96-97)

"Discurso provocador que divide a la sociedad en dicotomías"

Pueblo, soberano,

bolivarianos,

patriotas.

Oligarcas corruptos, traidores, golpistas -terroristas

(Chumaceiro 2010: s.p)

"Tendencia a la confrontación y a la descortesía verbal es el permanente deslinde" entre partidarios y opositores.

Bolivarianos,

patriotas,

revolucionarios,

hijos de Bolívar,

hermano,

cantaradas

Oligarcas, escuálidos, golpistas, fascistas terroristas, pitiyanquis, vendepatrias, traidores conspiradores, burgueses apatridas, lacayos del imperio

(D'Aubeterre 2009)

Identidades sociales dicotómicas irreconciliables

Chavistas,

revolucionarios,

patriotas

Antichavistas, contrarevolucionarios, antipatriotas, oligarcas

Fuente: Elaboración propia.

 

CUADRO 2
Palabras, frases o sintagmas usados por Hugo Chávez para categorizar endogrupo

AUTOR

PALABRAS, FRASES O SINTAGMAS

(Chumaceiro 2003)

Bolívar y bollvarlanos, patriotas, héroes, revolucionarios y revolución

(Salas 2004)

pueblo soberano, bolivaríanos, patriotas y chavistas

(Lozada2004)

Bolívar, Zamora, Sucre

(Montero 2005)

Soldados, militares, victoriosos, excluidos, marginados, desposeídos, clase trabajadora, defender, disciplina, vigilante, pueblo

(Salas 2004)

Bolivaríanos, chavistas, patriotas, revolucionarios, Revolución Bolivaríana, nación revolucionaría

(Molero de Cabeza y Fernández 2004)

Bolívar, pueblo, chavismo, patria

(Adrián 2010a)

Pueblo resucitado, Revolución Bolivaríana, Zamora

Cabeza y Molero de Cabeza 2005)

Pueblo = Dios; pueblo = Cristo; Revolución = volcán; pueblo = bolivaríano y bolivarianismo; pueblo = zamorano (por Ezequlel Zamora)

(Erlich 2005)

Pueblo, obreros, verdaderos trabajadores, gente seria

(Alvarez 2006)

Simón Bolívar, Zamora, Cristo, Democracia revolucionaria, Sucre

(Aponte 2008)

El proceso, la nación, el pueblo, Revolución Bolivaríana, socialismo del s. XXI

(D'Aubeterre 2009)

Socialismo, patriotas, patria

(Molero de Cabeza, Rincón y Romero 2010)

Cristiano-cristianismo, indígenas, humanismo, social ismo (humano y del siglo XXI), a sambleas y ciudades socialistas, morales, patria, social, socialistas y socialismo, valores socialistas, Revolución socialista, s ocialismo zamorano, Chávez, PSUy amor, solidar idad

(Chumaceiro 2010)

Bolivaríanos, bravo pueblo de Bolívar (él), Cristo, el Libertador, hermano, h ijos de Bolívar, patriotas, pobre, pueblo (venezolano)

(Adrián 2010b)

Bravo pueblo unlf ormado, pueblo (cons dente, en r evolución, engañado, feliz, excluido, guerrero, de Venezuela, heroico, debilitado, bolivaríano de Venezuela, noble), mártires, sometido a las oligarquías, fuerza moral, soldado de la patria, humillados, militares, compañeros de arma s, patria (d igna, de Bolívar), n ación, Simón Bolívar, Revolución (venezolana, bolivaríana, democrática, en paz o pacífica), revolucionarios, Jesús (revolucionario auténtico), Cristo

Fuente: Elaboración propia.

 

CUADRO 3
Palabras, frases o sintagmas usados por Hugo Chávez para categorizar exogrupo

AUTOR

PALABRAS, FRASES O SINTAGMAS

(Montero 2005)

Asesinos, golpistas, conspiradores, saboteadores, traidores, fascistas, serpientes, traicioneros, irrespetuosos.

(Salas 2004)

Corruptos, traidores, parcializados, enemigos, imperialismo.

(Fernández y Molero de Cabeza 2004; Cabeza L y Molero de Cabeza 2005)

Adequismo (por el partido AD), adversarios, cáncer, copeyanismo (por el partido COPEI), corrupción y corruptos, crisis moral, enfermedad, gangrena, golpismo, madriguera, marionetero, minorías, neoliberalismo (salvaje), poderosos, podredumbre, podrido, puntofijismo (pacto Puntofijo), traidores, vende patria.

(Aponte 2008)

1999-2001: escuálidos. 2002-2004: asesinos, fascistas, golpistas, irresponsables, ladrón, mercenarios, oligarquía lacaya del imperio, saboteadores, terroristas, traidor, usurpador. 2005 -2007: oligarquía cipaya, imperialismo norteamericano, capitalismo.

(Alvarez 2006)

Antivalores, asesinos, chantaje, capitalismo, dardos venenosos, dictadura, gringos, iglesia, manipuladores y manipulación, monseñor Lückert, mentiras y mentirosos, oligarquía, OEA, Punto Fijo, traidores.

(Montero 2009)

Burguesito(s) y pelagatos.

(Ayala, Licheri, Torres y Vázquez 2010)

Apatridas, burgueses de pacotilla, burguesitos, burguesotes, fascistas, carroña, héroes, indignos, intereses del imperio, manitos blancas, peones del imperio, protestan, pitiyanquis y prtiyanquitos, rícachoncitos, victoria de mierda.

(Molero de Cabeza, Rincón y Romero 2010)

Burguesía, capitalismo, clase dominante (social y económica), diablo, feudalismo, imperialismo, imperio norteamericano, individualismo, infierno, injusticia, latifundio, malo, monopolio, neoliberalismo, oligarquía, oposición, salvajismo, tecnocracia, viejo partidismo venezolano, viejos paradigmas sociales, económicos y políticos.

(Chirinos, Molero y León 2010)

Anarquía, infelicidad, casta, opresión, dictadura, dardos venenosos, pacto de Punto Fijo, capitalista.

(Bolívar 2008)

Bastardo, Bush, cachorro del imperio, cipayo (s), entreguista, escuálidos, fascistas, Fox, golpistas, oligarcas, neoliberales.

(Chumaceiro 2010)

Casta que mató a Bolívar, enemigos, imperio, imperialistas, impudicia de la oligarquía, Páez (héroe de la Independencia que discrepó de Bolívar).

Fuente: Elaboración propia.

CUADRO 4
Primer universo muestral

Año

"Aló Presidente"

Piezas

oratorias

formales

Alocuciones directas ante multitudes

Mensajes

ala

Nación

"Líneas

de

Chávez"

Conversaciones y entrevistas

Total general

2004

I03

12

4

0

0

0

26

2005

33

25

9

0

0

68

2006

20

22

9

2

0

54

2007

35

5

4

0

46

2008

20

0

0

0

22

2009

24

0

54

0

80

2010

22

3

0

48

75

Total de discursos

168

60

32

7

103

2

371

Total de Palabras

6.809.564

505.854

287.460

180.758

169.121

73.225

8.025.982

Fuente: Elaboración propia.

CUADRO 5
Léxico

Ejes de significado

Frecuencia total de las palabras claves registradas

Endogrupo

1 14.045

Lenguaje confrontador

51.095

Exogrupo

27.844

Fuente: Elaboración propia.

El primer "Aló Presidente" incluido data del primero de agosto, último antes del Referéndum Revocatorio Presidencial llevado a cabo el 15 de agosto de 2004.

Notas

1 Recordamos los elementos señalados por Parker como característicos de una narrativa revolucionaria: 1) el potencial para un cambio irreversible hacia un estado final profundamente distinto al presente, 2) la posibilidad y el poder para iniciar o controlar seme-jante cambio, 2) la expectativa de que existen uno o más actores con el poder y las intenciones para ello, y 4) una estructura global de cambio histórico que provee indicadores normativos y predictivos para ese futuro anticipado (Parker 1999: 113; traducción propia).

2 Según John Foran (1997: 207), Forrest Colburn "has argued that socialism (or, more precisely, marxism-leninism) has served as a blueprint for the cultural construction of postrevolutionary regimes in such seemingly diverse settings as Cuba, Angola, Ethiopia, China and Afghanistan; in a sense, one international political culture overriding the effect of another, local, one".

 

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