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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.19 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2014

 

ANALISIS E INVESTIGACION

El (no) debate político e ideológico en torno al núcleo nodal de la hegemonía menemista. El caso del significante estabilidad durante la etapa de sedimentación del orden neoliberal

 

por Hernán Fair*

* Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet-Universidad Nacional de Quilmes), Argentina. Docente en la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Quilmes. E-mail: herfair@hotmail.com.


Resumen

Durante el gobierno de Carlos Menem se llevó a cabo un drástico proceso de cambio estructural. A pesar de la magnitud de estas transformaciones, el menemismo logró modificar con éxito al menos una parte de las identidades y tradiciones existentes, conformando una hegemonía cultural en torno a los valores neoliberales. Numerosos estudios analizaron la construcción de la hegemonía menemista. Sin embargo, escasean las investigaciones que, partiendo desde la teoría del discurso de Laclau, examinen el impacto hegemónico en los sujetos interpelados. El presente estudio se propone contribuir a cubrir este hueco en la bibliografía especializada, en base a un detallado análisis de las construcciones y disputas público mediáticas en torno al significante Amo estabilidad, en la etapa de sedimentación del orden neoliberal. Colocando el eje en los discursos interpelados, se apunta a un proceso más amplio, que busca dilucidar algunos aspectos concernientes a la eficacia interpelativa de la hegemonía menemista.

Palabras clave menemismo - hegemonía - estabilidad - neoliberalismo - análisis del discurso

Abstract

Menem's government held a drastic process of structural change. Despite the magnitude of these changes, Menemism managed to modify successfully at least a portion of existent identities and traditions, building a cultural hegemony around neoliberal values. Numerous studies examined the construction of the Menemist hegemony. However, scarce research that starting from the discourse theory of Laclau, consider the hegemonic impact on interpellative subjects. The present study aims to contribute to fill this gap in the literature, based on a detailed analysis of the constructions and public media disputes over master significant stability, in the sedimentation stage of the neoliberal order. Focusing on interpellative discourses is aimed at a broader process that seeks to elucidate some aspects concerning to the interpellative efficacy of menemist hegemony.

Keywords menemism - hegemony - stability - neoliberalism - discourse analysis


 

I. Introducción

Durante el gobierno de Carlos Menem se llevó a cabo un drástico proceso de cambio estructural. A pesar de la magnitud de estas transformaciones, el menemismo logró modificar con éxito al menos una porción de las identidades y tradiciones existentes, conformando una hegemonía cultural en torno a los valores neoliberales. Numerosos estudios analizaron las transformaciones en la dinámica de funcionamiento institucional (Levitsky 2005), los cambios en el modelo de acumulación (Castellani y Gaggero 2011) y en la estructura social (Beccaria 2003) y las nuevas formas de participación política (Schuster et al. 2005). También se han examinado profusamente los vinculaciones políticas del menemismo con los principales actores de poder, incluyendo a los grandes empresarios (Acuña 1995, Thwaites Rey 2003), los sindicalistas (Murillo 1997, Etchemendy 2001) y las fuerzas político-partidarias (Novaro y Palermo 1998, Palermo 1999), así como los aspectos culturales vinculados a la edificación de una nueva hegemonía en torno a los valores neoliberales (García Delgado 1994, Sidicaro y Mayer 1995, Palermo y Novaro 1996, Gambina y Campione 2002, Sidicaro 2003, Grassi 2004, Bonnet 2008, Pucciarelli 2011). No obstante, la gran mayoría de estos trabajos se han concentrado en el plano de la construcción de la hegemonía

En ese marco, escasean las investigaciones que analicen el impacto hegemó-nico en los sectores interpelados1. Este déficit resulta particularmente notable en los estudios que parten desde una metodología de análisis del discurso, quienes han aportado valiosos elementos para analizar las interpelaciones y estrategias enunciativas del discurso de Menem (Aboy Carlés 2001, Bonetto, Martínez y Piñero 2001, Barros 2002, Canelo 2002, 2011), aunque sin examinar su impacto en las discursividades de los sujetos interpelados. En ese contexto, no se ha examinado, hasta el momento, la eficacia interpelativa del discurso menemista para transformar las identidades y tradiciones sedimentadas y construir un nuevo sentido común y un nuevo orden político y social.

El presente trabajo, inscripto en el marco de una investigación de más largo aliento, se propone contribuir a cubrir este hueco en la bibliografía especializada, a partir de un pormenorizado análisis de las discursividades en torno a lo que hemos definido como el núcleo nodal o núcleo orgánico de la hegemonía menemista. Específicamente, nos concentraremos en el análisis de los debates públicos sobre el significante "estabilidad", que contextualmente se posicionaría como el significante "Amo" (Lacan 2006: 93), al ser el más replicado cuantitativamente, y el que más significaciones diferenciales asumiría en los discursos públicos mediáticos, durante la etapa de sedimentación del orden neoliberal. Colocando el eje en las discursividades interpeladas, se apunta a un proceso más amplio, que busca dilucidar algunos aspectos concernientes a la eficacia interpelativa de la hegemonía menemista. En ese marco, buscamos responder a las siguientes preguntas-problema. En primer lugar, ¿qué debates públicos se suscitaban en torno al tema de la estabilidad en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista? En segundo término, ¿qué articulaciones equivalenciales edificaban los actores políticos clave? En tercer lugar, ¿en qué medida los actores clave cuestionaban este significante, y en qué medida lo apoyaban como legítimo? En todo caso, ¿qué actores respaldaban y criticaban a la estabilidad, y en base a qué argumentos? Finalmente, ¿en qué medida se traducía el respaldo a la estabilidad en un apoyo político al liderazgo de Menem

A. Marco teórico-metodológico

La presente investigación parte desde un marco teórico-metodológico basado en la perspectiva de Ernesto Laclau (en parte, junto a Mouffe). En ese contexto, se asume una concepción epistemológica de construccionismo social, que entiende al discurso, en un sentido amplio, como una "práctica social" que construye intersubjetivamente el sentido legítimo del orden, articula el lazo social y permite reformular y transformar las identidades políticas (parcialmente) sedimentadas. Lo social, a su vez, es entendido como producto de una disputa discursiva por la hegemonía cultural, que adquiere una "fijación parcial" de sentido, a través de la presencia de "significantes vacíos" que actúan como "puntos nodales", permitiendo encarnar simbólicamente el "orden comunitario". El orden social, sin embargo, está penetrado por múltiples antagonismos constitutivos y por un elemento de "dislocación" estructural, que muestra el carácter "histórico", "contingente" y "precario" de toda construcción hegemónica (Laclau y Mouffe 1987, Laclau 1993, 1996, 2005).

Como señala Balsa (2011), la teoría del discurso de Laclau carece de una operacionalización de sus principales categorías. Sin pretender resolver este déficit, el presente trabajo se concentra en el análisis empírico de las "cadenas equivalenciales" enunciadas públicamente (lo que se dice), de manera tal de colocar el eje en las múltiples significaciones a las que se asocian los significantes. Se incorporan, además, algunas referencias más específicas al abordaje de las cadenas "modales", entendidas como aquellas cadenas de equivalencias que se repiten con mucha frecuencia en el análisis de los discursos enunciados. Ello incluye a las cadenas modales breves, concerniente a la articulación de dos o tres significantes, y las cadenas extendidas, que corresponden a un encadenamiento de más de tres significantes en un mismo esquema.

La estrategia metodológica se concentra en el análisis del plano lingüístico o textual del discurso, relegando el estudio específico de los condicionantes extralingüísticos2. Se destaca, a su vez, la dimensión "dialógica" (Bajtín 1982) del orden social, que sostiene que la edificación de hegemonías es producto de la interacción intersubjetiva entre una multiplicidad de actores políticos que disputan el sentido legítimo del orden. En ese marco, lo social se estructura mediante un "juego de discursos" que actúan de forma "interdiscursiva" (Fairclough 2003, Sigal y Verón 2003) y en "interacción" (Volóshinov 1992).

En base a la dimensión dialógica de lo social, que asume la capacidad activa de los sujetos de construir discursos y realizar interpelaciones con relativa autonomía de los condicionantes estructurales (económicos, sociales, identitarios, institucionales, físicos), se identifica un conjunto de actores sociopolíticos clave (empresariales, sindicales, político-partidarios, mediáticos, eclesiásticos, economistas), siendo considerados clave, debido a que sus discursos son replicados con mayor frecuencia en los enunciados relevados. Los discursos de estos actores clave son analizados tanto en términos de sujetos individuales, como por actores pertenecientes a colectivos organizados. Se asume, en ese sentido, la creciente individualización y fragmentación identitaria y estructural de los sujetos en el capitalismo contemporáneo. Sin embargo, lejos de adoptar una concepción pluralista, se reconocen también las formas de organización institucional y de canalización corporativa de las demandas de los actores políticos3. El análisis de los actores clave mediante la doble lógica individualizada y organizada permite, además, examinar posibles divergencias entre los discursos corporativos y aquellos que presentan los actores como seres relativamente autónomos de las organizaciones4.

El recorte del corpus se basa en un conjunto de declaraciones, notas y solicitadas en torno al significante estabilidad, en la medida en que estas alocuciones son reproducidas en los principales medios de prensa gráfica de circulación nacional (Clarín, La Nación y Página/12), durante el período comprendido entre enero y julio de 19935. Esta delimitación temporal, que busca trascender el positivismo de las cronologías históricas, es escogida como una hipótesis para examinar el "momento de sedimentación" y presunta consolidación de la hegemonía menemista6. En lo que concierne a la selección de los tres principales diarios nacionales, su elección se debe a que abre la posibilidad de analizar los discursos de una multiplicidad de actores políticos provenientes de diferentes posiciones ideológicas. En ese marco, conscientes de que los medios masivos realizan siempre un "recorte" de la información (ya sea atribuido como intencional o no), se privilegia la intensidad y profundidad en el análisis, por sobre la extensión temporal. En cuanto al soporte material, se escogió a la prensa gráfica debido a su mayor accesibilidad para el análisis textual. Además, la prensa escrita constituye un espacio privilegiado en donde se escenifican las disputas por la hegemonía y se construye la denominada opinión pública. Su posicionamiento estratégico como plataforma, sin embargo, no implica desconsiderar a los medios masivos como actores políticos clave, análisis que se efectúa incorporando el abordaje de sus discursos desde la voz de las editoriales y una selección de notas de sus principales periodistas.

Finalmente, el motivo de la elección del significante estabilidad radica en que, desde los discursos relevados7, representa un significante clave, al ser aquel que se replica en mayor cantidad de ocasiones, y en una extensión de actores provenientes de diversas organizaciones. A su vez, en 1993 la estabilidad constituía el significante que mayor cantidad de significaciones diferenciales asumía, presentándose en variadas posiciones discursivas. Por último, la estabilidad asumiría una función nodal en la dinámica política en la que se asienta todo texto, lo que nos condujo a definirlo como un "significante estructurador clave"8. Partimos de la premisa que, analizand de forma pormenorizada las discursividades públicas en torno a este significante clave en los actores políticos ubicados en el plano de la recepción social, se pueden hallar algunos indicios explicativos de la eficacia interpelativa del discurso menemista para transformar las identidades y tradiciones existentes y construir un nuevo y exitoso sentido común9.

II. La eficacia interpelativa de la hegemonía menemista

Mayúscula fue nuestra sorpresa al observar la presencia de una serie heterogénea de discursividades que, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, rechazaban, en distinto grado, las interpelaciones presidenciales. El discurso de Menem, básicamente, instaba a realizar una "modernización" y "actualización" cultural, que debía abandonar las ideas vinculadas al nacionalismo popular de posguerra y adoptar los valores centrales del neoliberalismo globalizado. El Presidente, en ese marco, buscaba convencer a los sectores de tradición nacional popular y peronista que debían "adaptarse" a los "nuevos tiempos", abandonando la concepción movimentista-populista, mercadointernista y de nacionalismo anti-imperialista, que estructuraba sus identidades políticas desde la segunda posguerra, para adoptar los valores de la democracia en su concepción formal liberal, la inserción acrítica al orden internacional globalizado y las políticas de reforma del Estado. Sin embargo, en los discursos públicos de 1993, observamos que se hacían presentes una pluralidad de discursos refractarios, que criticaban los proyectos de "flexibilización" laboral y los efectos regresivos de las privatizaciones sobre los trabajadores (Central de Trabajadores Argentinos, Unión Obrera Metalúrgica, algunos gremios marginales de la CGT, periodistas de Página/12, dirigentes políticos como Fernando "Pino" Solanas y Antonio Cafiero). En otros casos, se criticaban los efectos regresivos de la apertura comercial, en defensa de la producción y la industria nacional (periodistas y editoriales de Clarín, empresarios industriales). Las apelaciones a la "actualización" doctrinaria del peronismo también obtenían una eficacia variable. En ese contexto, diferentes contra-discursos criticaban las alianzas del menemismo con los sectores liberales y anti-peronistas, las políticas promercado y los efectos regresivos del modelo a nivel social (en particular, desde los discursos de la UOM y en algunos referentes políticos del justicialismo). Al mismo tiempo, sin embargo, estos discursos se estructuraban bajo una forma predominantemente "defensiva", con críticas ponderadas que no incluían al modelo económico como totalidad, y que no se referían al concepto de "traición" de Menem, habitual entre 1989 y 1991. Como consecuencia de este modo de estructuración de las identidades, más "defensivo" que "ofensivo", los contra-discursos no lograban plantear alternativas antagónicas al orden neoliberal.

Frente a ese panorama, que muestra los límites fácticos de toda práctica interpelativa, decidimos analizar las significaciones públicas de los actores clave en torno a la Convertibilidad, un significante que asumiría un papel central en la dinámica política. Como es sabido, el 1º de abril de 1991 el gobierno de Menem implementó, por la vía legal, una paridad cambiaria fija con la moneda estadounidense. A partir de entonces, el menemismo logró un rápido éxito para controlar los aumentos de precios y favorecer las expectativas positivas en los agentes del mercado, promoviendo un fuerte crecimiento del consumo, la inversión y el crédito, que se tradujo en la extensión temporal de la estabilización. En el contexto del éxito atribuido a la Convertibilidad para estabilizar la economía, este significante quedaría adosado a la estabilidad, conformando una de las principales cadenas breves modales del período. No obstante, se trataba de dos significantes diferentes, siendo el primero más "técnico" y el segundo más "político", en el sentido de que la estabilidad posee una valencia positiva, sedimentada en textos previos, para disponer de una mayor capacidad potencial de flotación tendencial10.

Nos referimos al aspecto de la connotación sedimentada que se atribuye al concepto de estabilidad, que, según los diccionarios, denota lo estable, lo fijo y lo permanente, frente a un concepto de Convertibilidad que disponía de una escasa sedimentación en el lenguaje de uso común y en los textos (entre ellos, los discursos de los organismos multilaterales y el propio diccionario). Ello no supone un apriorismo, sino el planteo de una hipótesis, materializada, además, en el análisis de los discursos públicos que hemos realizado del año 1988, que muestran la instalación del discurso de la estabilidad como un significante "técnico" y la no mención al concepto de Convertibilidad (Fair 2013).

Al examinar en detalle las significaciones en torno a la Convertibilidad, observamos que algunos discursos presentaban críticas puntuales a la paridad cambiaria. Sin embargo, al analizar su reverso, es decir, la idea de devaluación, hallamos que en ninguno de estos discursos se expresaba públicamente la necesidad de devaluar la moneda o salir del esquema de Convertibilidad, una posibilidad que era considerada como una "locura". En efecto, la devaluación se había convertido en un significante "tabú", siendo reprimido del "orden del discurso" (Foucault 1973), y expresándose sólo de forma solapada e indirecta. En ese marco, íntimamente vinculado a la dinámica política11, decidimos investigar las disputas ideológicas en torno al significante más replicado, y que mayor cantidad de significaciones diferenciales adquiría, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista: la estabilidad.

III. Las construcciones discursivas en torno a la estabilidad durante la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista

¿Qué construcciones y disputas discursivas sobre la estabilidad se hacían presentes en la escena mediática, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista? A diferencia de 1988, cuando la estabilidad era mencionada con frecuencia desde sectores tecnocráticos (economistas ortodoxos, funcionarios de la cartera económica, empresarios del sector financiero y organismos multilaterales de crédito), siendo asociada de forma hegemónica a una concepción monetarista, en 1993 este significante se había extendido a una multiplicidad heterogénea de discursividades, adquiriendo nuevas significaciones. Una segunda particularidad es que el conjunto de los actores clave buscaban posicionar a este significante dentro de su frontera de inclusión, adquiriendo, por lo tanto, una connotación positiva y deseable per se. En ese marco, potenciado por la estabilización efectiva de los precios y del déficit fiscal, la estabilidad incrementará notablemente su grado de extensión y sus significaciones adosadas, constituyéndose, tanto en términos cualitativos como cuantitativos, en el significante "flotante" (Laclau 2005) de mayor relevancia.

A partir de un exhaustivo análisis de la prensa gráfica nacional, hallamos en 1993 una serie de discursividades diferenciales. En ese marco, se destacaba la cadena modal breve estabilidad = estabilidad de precios-estabilidad monetaria y estabilidad-equilibrio fiscal, con frecuencia asociado al crecimiento, y contrapuesto a la inflación o hiperinflación y al déficit fiscal. En otros casos, la estabilidad se articulaba a significantes más "políticos", como la honestidad o la división de poderes. Otros, articulaban la estabilidad a las reformas ortodoxas, vinculadas a valores positivizados como la "seguridad jurídica" o la "confianza" para el sector privado. Finalmente, un último paquete de discursos encadenaba la estabilidad a significantes como la producción, el trabajo y la industria nacional, incluyendo, en algunos casos, una extensión hacia significantes sociales, como la defensa del empleo o la "justicia social", o bien económicos, como el crecimiento con desarrollo.

I V. Las construcciones discursivas en torno

a la estabilidad entre los actores políticos clave

Como señalamos, la estabilidad se había convertido, en 1993, en el significante flotante más replicado y con mayores significaciones adosadas. A continuación, examinaremos estas construcciones y debates desde un análisis en términos de actores políticos, a partir de su estructuración organizacional.

A. Los significados de la estabilidad en los actores político-partidarios

1. Los discursos de los dirigentes posmenemistas del justicialismo

Desde fines de 1992, una serie de referentes clave del peronismo, liderados por José Octavio Bordón y Antonio Cafiero, habían comenzado a referirse a la necesidad de establecer un "posmenemismo"12. A diferencia de la oposición anti-menemista que había conformado, entre 1989 y 1991, el denominado Grupo de los 8, quienes defendían un discurso de peronismo anti-menemista, con una crítica radicalizada al modelo neoliberal, estos dirigentes planteaban una crítica moderada y parcial al plan económico, sin oponerse a sus políticas públicas centrales. ¿Qué significados construían estos dirigentes posmenemistas frente a la estabilidad, durante 1993?

El discurso de José Bordón

En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, el Gobernador de Mendoza mixturaba elementos neoliberales, con otros "sensibilistas" en lo social. En el plano político-institucional, criticaba centralmente la ausencia de "sobriedad" y "eficiencia ética" en la función pública, así como la falta de "independencia" del Poder Judicial. A nivel económico, incluía una crítica al "déficit de la balanza comercial", destacando la necesidad de promover el "desarrollo del mercado de capitales". Además, criticaba el modo de instrumentación de las privatizaciones, que "dio excesivas ganancias y no suficientes compromisos", pero aclarando, frente a posibles nacionalizaciones, que "a mí no se me ocurre retornar a la Argentina previa a 1989"13.

Pero lo más destacable es que, pese a las críticas parciales al modelo económico, el gobernador mendocino se expresaba "satisfecho por la estabilidad", ya que permitió "dejar atrás esa dramática situación de 1989". De hecho, Bordón pretendía arrogarse la defensa de la "estabilidad", a la que contraponía a la "hiperinflación", y a la que relacionaba con el "futuro del país". No obstante, destacaba que "no se puede estar gobernando solamente con la estabilidad", sino que había que "buscar otros valores importantes". En ese marco, aceptando el valor positivo de la estabilidad, Bordón extendía el respaldo general a las "reformas del Estado", pero reclamaba complementarlo con las "inquietudes sociales", de modo tal de evitar la propagación de un "modelo de ajuste indiscriminado". De lo que se trataba, entonces, era de "emprolijar" al modelo, incorporando un principio de "equidad" social, ya que "la estabilidad por sí sola no va a asegurarnos el crecimiento y la justicia social"14. De esta manera, Bordón expresaba un "cambio" en la "continuidad" de la hegemonía menemista, asociado a "una propuesta superadora", que debía colocar el eje en los aspectos sociales ausentes o defectuosos del orden vigente.

El discurso de Eduardo Duhalde

A partir de la estabilización monetaria de 1991, Duhalde se posicionaría como un garante de la "estabilidad", siendo electo ese mismo año como gobernador de Buenos Aires. En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, Duhalde apoyaba los "cambios estructurales", destacando que el Presidente había realizado un "fenomenal proceso de transformación", siguiendo "un fenómeno mundial". En ese contexto, respaldaba la "preservación" de la estabilidad. No obstante, debía ser complementada con significantes adicionales. En ese sentido, debía iniciarse "una nueva etapa, luego de la estabilidad económica", signada por la creación de "más trabajo" y la necesidad de "priorizar la posibilidad de ser un país industrial"15. De este modo, aunque la discursividad duhaldista mantenía ciertas regularidades temporales, reafirmaba el respaldo incuestionado a la estabilidad monetaria.

El discurso de Antonio Cafiero

A finales de los años 80, Antonio Cafiero constituía uno de los exponentes centrales del ala renovadora del peronismo, que buscaba institucionalizar y democratizar al partido-movimiento (Palermo y Novaro 1996, Aboy Carlés 2001). En ese entonces, el Gobernador de Buenos Aires (electo en 1987) defendía un discurso nacional popular, si bien mixturado con algunos elementos desarrollistas. En los discursos de 1993, Cafiero presentaba una crítica a las reformas laborales del menemismo, señalando que se alejaban de la tradición peronista. En ocasiones, además, defendía genéricamente a las "empresas nacionales", e incluso a las "pymes". También vinculaba al menemismo con las "exigencias" de los "acreedores", promoviendo un "Estado firme", que debía actuar a favor del "desarrollo" y el "crecimiento desde adentro y hacia adentro". Esta cadena modal se extendía, en algunos casos, a la defensa de la "competitividad", la "productividad", la "inversión" y el "progreso tecnológico". En el plano social, Cafiero criticaba el "fetichismo del mercado" y el "sesgo desigual" del modelo, vinculado a una "sociedad elitista" y "extranjerizada", que era "patrimonio de minorías cada vez más concentradas de poder". Aunque el modelo no era "insensible", debía implantar "políticas públicas más activas". En ocasiones, la crítica incluía también un rechazo a la "hegemonía" del menemismo y a su habitual "frivolidad"16.

Ahora bien, como rasgo más sobresaliente, Cafiero adosaba a todo este esquema disidente la defensa incuestionable de la "estabilidad", a la que encadenaba con una demanda de mayor "crecimiento" y "competitividad". Incluso, promovía la inclusión de una "cláusula expresa" en el texto constitucional, que debía destacar la importancia de la "estabilidad monetaria" y de "un crecimiento sostenible y no inflacionista". De modo tal que la estabilidad no sólo era apoyada políticamente, sino que debía ser institucionalizada, transformándose en una política pública permanente. En otra oportunidad, el histórico dirigente peronista destacará, en el mismo sentido, que, junto a las "funciones reguladoras del Estado, derechos humanos y los nuevos derechos sociales", el proyecto menemista para reformar la Constitución (que prohibía la reelección de Menem), debía incorporar un núcleo adicional que permitiera "garantizar la estabilidad de la moneda y la libre empresa". En efecto, para el dirigente bonaerense, tanto la "defensa del medio ambiente", como "la estabilidad de la moneda", debían adquirir "jerarquía institucional"17. De modo tal que, pese a las críticas radicalizadas al modelo económico, Cafiero buscaba perpetuar la vigencia de la estabilidad, posicionada como una medida claramente positiva para el país.

El discurso de los gobernadores Ramón "Palito" Ortega y Adolfo Rodríguez Saá

Dentro del peronismo, algunos gobernadores se referirán también a la estabilidad, aunque a partir de una modulación más "sensibilista" en el maspecto social. Así, para el gobernador tucumano Ramón "Palito" Ortega, la estabilidad era un "logro compartido", asociado al "crecimiento" y la "modernización" del país. Sin embargo, en el contexto de los crecientes "costos sociales" del ajuste, este "logro" debía asegurarse con la incorporación de una "economía sensible"18. En el caso del gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, la estabilidad también era incuestionada como tal, pero debía ser complementada con la inclusión del "tema social", a lo que el puntano agregaba una mayor "división de poderes"19.

2. Los discursos de los dirigentes políticos del radicalismo

¿Qué construcciones sobre la estabilidad realizaban los principales referentes de la UCR? Entre los dirigentes centrales del radicalismo, el retorno del régimen democrático había generado una división entre dos discursividades. Por un lado, se hallaba la vertiente neoliberal-neoconservadora, liderada por Eduardo Angeloz y Fernando De la Rúa. Por el otro, la visión más "progresista", vinculada a la concepción "socialdemócrata" del entonces presidente Alfonsín. A fines de los años ´80, sin embargo, las divergencias se habían estrechado notablemente.

Con la asunción de Menem, nuevamente se escenificarían las diferencias entre las dos vertientes, con un discurso alfonsinista que retornará a sus aspectos más "progresistas", mientras que Angeloz mantenía un discurso neoliberal. En 1993, ambas modulaciones coincidían en realizar una fuerte crítica al estilo de liderazgo y a las prácticas institucionales del menemismo, asociadas al "hegemonismo" y el "autoritarismo". Sin embargo, el ala neoliberal criticaba "por derecha" al gobierno, buscando una mayor "austeridad" y control instrumental de las reformas, mientras que el ala alfonsinista mostraba más ambigüedades, reivindicando a la democracia con "participación social" y criticando moderadamente a las políticas neoliberales.

El discurso de Fernando De la Rúa

Fernando De la Rúa formaba parte de la histórica vertiente balbinista del radicalismo. Desde finales de los años 80, se posicionaba dentro de un discurso con fuertes reminiscencias neoliberales. Con la asunción de Menem, su discursividad ortodoxa se combinaría con los clásicos latiguillos liberales y republicanos del radicalismo, colocando el eje de la crítica en la "corrupción" y el estilo de liderazgo iliberal del Presidente. En 1993, De la Rúa constituía uno de los principales defensores del modelo económico, al que sólo se debía "emprolijar". En ese contexto, las privatizaciones eran aceptadas como positivas, pero el gobierno debía incorporar un mayor "control" del mercado, favoreciendo la protección de los "derechos del consumidor" y la "seguridad jurídica", de modo tal de atraer las "inversiones" privadas20.

En cuanto al tema de la estabilidad, De la Rúa se había convertido en uno de sus más entusiastas defensores. No sólo destacaba que la estabilidad "no está en cuestión", sino que reafirmaba que "nosotros somos sostenedores de la estabilidad". No obstante, para asegurar su perpetuación, era necesario "consolidarla" con elementos adicionales, que remitían a un mayor "crecimiento" y una lucha efectiva contra la "corrupción", que "termina por atentar contra esta estabilidad". En ese sentido, el electo senador porteño (1992) insistía en que no se debía "mezclar la estabilidad con la corrupción", por lo que el antagonismo central se ubicaba en relación a este último significante21. En contraposición, De la Rúa se posicionaba como un gestor "honesto"22. En otros casos, apelando al colectivo de identificación (Verón 1987) la "gente", afirmaba que la estabilidad era "valiosa", pero que "subsiste la corrupción", a lo que sumaba la existencia de un "déficit de las políticas sociales". Ello implicaba la necesidad de prestar mayor atención a la "educación", la "cuestión de los jubilados" y el "trabajo". No obstante, lo más relevante es que la estabilidad era posicionada como un valor indiscutido. De hecho, para De la Rúa la estabilidad representaba un "derecho" de los "países modernos", que debía "cuidarse". En ese marco, "lejos de cuestionarla", se trataba de "defenderla", para convertir a la estabilidad en un hecho "persistente" y "estructural":

Los países modernos tienen el derecho a tener estabilidad económica y poder votar libremente en contra o a favor de sus gobiernos por otros motivos. Hoy tenemos estabilidad monetaria, que es valiosa, pero no es todo. (…). Vamos a poner las cosas en su lugar: a la estabilidad la estamos cuidando todos. Y para que pase de ser monetaria a económica, hace falta que sea persistente, estructural, basada en la producción, en el trabajo, en la oferta y la demanda. El día en que eso suceda, no habrá temor de hablar del dólar pensando que así estamos poniéndonos otra vez a las puertas de la inflación. La estabilidad es un aspecto positivo, pero no es todo en la vida del país. Además, como ya le he dicho, nosotros, lejos de cuestionarla, la defendemos (entrevista en Clarín, 16-05-93).

En otros casos, la estabilidad debía ser complementada con mayor "producción" y "trabajo", pero también con más "crecimiento", "disciplina fiscal y monetaria" y "solidaridad", vinculado a la "protección" frente a los que "más necesitan". En ese marco, el modelo debía incorporar una veta de "sensibilidad" social, aunque el objetivo, nuevamente, consistía en transformar a la estabilidad en "estructural" y "permanente":

Valorizo la estabilidad, pero esta es monetaria y debemos ir a la conquista de la estabilidad económica, estructural, permanente, basada en la producción, el crecimiento y el trabajo, la disciplina fiscal y monetaria, que son principios de una economía sana, son valores permanentes que no han sido inventados ahora. Una economía más humanizada y solidaria. La protección individualista y el olvido de la solidaridad social, le quitan sentido de una acción al servicio de los que más necesitan (Fernando De la Rúa, entrevista en Clarín, 07-05-93).

En otra ocasión, la estabilidad se adicionaba a las privatizaciones y ambas eran situadas como "incuestionables" para la "gente", aunque la estabilidad debía ser "consolidada" con mayor "crecimiento", "producción" y "rentabilidad para el agro", y con más "solidaridad" y "equidad social". Además, junto a la oposición a la "corrupción", se adicionaban elementos institucionales, como una mayor "independencia de la justicia" y un menor "control a la prensa", en tanto equivalente a "confiabilidad institucional" y "seguridad jurídica" (La Nación, 15-07-93). Por último, en otros casos, la cadena se reducía a aspectos económicos, vinculados a la profundización de la ortodoxia neoliberal. En ese marco, se debía profundizar la reducción del gasto público para evitar el "relajamiento" de la disciplina fiscal y monetaria. De este modo, se debía pasar a una "segunda etapa" del proceso de reformas, asegurando la permanencia de la estabilidad con un endurecimiento de la "disciplina fiscal" y la "austeridad monetaria", de modo tal de promover un mayor "crecimiento" (Clarín, 11-06-93).

El discurso de Eduardo Angeloz

En los discursos de Angeloz de finales de los años 80, los significantes "modernización" y "eficiencia" ocupaban un lugar central, desde una discursividad que colocaba el eje en la "liberalización" y el ajuste ortodoxo. Con el ascenso al poder de Menem, el discurso modernizador mutaría hacia una crítica a los modos de instrumentalización de las reformas. En ese marco, en los discursos de 1993 Angeloz criticaba las "desprolijidades" de las privatizaciones realizadas, que no garantizaban "seguridad jurídica", "previsibilidad" y "reglas de juego" para el sector privado, aunque las apoyaba en general23. En relación a la estabilidad, la vinculaba a las "privatizaciones" y a la "reducción de la inflación", considerados "dos logros importantes", aunque luego agregaba que "no actuaron como palanca del crecimiento". En otras ocasiones, se refería a "un pueblo que reclama estabilidad, previsibilidad, seguridad jurídica, crecimiento, justicia social y actitudes éticas de sus dirigentes"24. En ambos casos, la estabilidad actuaba como un dato de la realidad, constituyendo un elemento atribuido como positivo y, por lo tanto, no cuestionado como tal.

El discurso de Raúl Alfonsín

A finales de los años 80, Alfonsín iba incorporando crecientes elementos pro-mercado, aunque se mantenía en una posición equidistante del discurso nacional popular y de la ortodoxia neoliberal. A partir de la asunción de Menem, sus discursos retornarían a sus aspectos más "progresistas", cercanos a una concepción socialdemócrata. En las discursividades de 1993, junto a las típicas críticas institucionales de su partido, Alfonsín mantenía una relativa crítica al modelo económico y a sus efectos sociales. En ese marco, se refería a la existencia de un "capitalismo salvaje", vinculado a la "concentración del ingreso". Además, a diferencia de la vertiente neoliberal del partido, criticaba lo que caracterizaba como un "Estado mínimo", y hasta se animaba a reclamar la "reconstrucción del Estado de Bienestar", lo que implicaba promover una "política industrial y exportadora", basada en el incremento de la "producción" y la defensa de la "soberanía nacional". No obstante, este aspecto "progre", que reclamaba una mayor "regulación" del "mercado", se conjugaba con el reclamo por una mayor "eficiencia" en el "gasto social"25. Aunque en una ocasión Alfonsín presentará la única crítica explícita a la estabilidad en el conjunto de los actores políticos clave, al referirse a "una estabilidad que es precaria, porque se basa en salarios reales bajos, en los egresos de capitales y en la falta de emisión por uso de los recursos de la venta de los activos públicos"26, en la mayoría de sus discursos el ex Presidente defendía el papel positivo que asumía la "estabilidad", que debía ser "garantizada" por el Estado. En ese contexto, la estabilidad debía asegurarse con mayor "crecimiento" y "equidad social", junto a la presencia de "empresas modernas y competitivas", mayor desarrollo "científico" y el establecimiento de una "democracia social", con mayor "participación" y menor "individualismo":

Dentro de mi proyecto de democracia social no existe la estabilidad sin crecimiento, el mercado sin equidad social, empresas modernas y competitivas, sin Estado que garantice la estabilidad y promueva la movilidad de bases científicas y el potencial de la economía (Clarín, 09-07-93).

El discurso de Federico Storani

Durante 1993, Storani se había opuesto a la privatización previsional, acusada de generar "una inmensa legión de desamparados y olvidados". Además, criticaba los "efectos sociales" regresivos del modelo económico27. Sin embargo, al mismo tiempo, el diputado radical se expresaba "a favor de la estabilidad económica", aunque "el salario no puede seguir siendo la variable de ajuste, como tampoco los sectores agropecuarios y la industria" En otros casos, aceptando como válida a la estabilidad, Storani afirmaba que "no es suficiente", o que "con la estabilidad no basta". En ese marco, se debía iniciar una "segunda parte", que debía "mejorar" la estabilización con mayor "crecimiento" y "desarrollo"28.

El discurso de Rodolfo Terragno

A finales de los años 80, Rodolfo Terragno presentaba un discurso cercano a posiciones ortodoxas, pero sin asumir plenamente las ideas neoliberales. Con la asunción de Menem al poder, criticaría los efectos regresivos del modelo a nivel industrial. En ese marco, Terragno se transformaría en uno de los máximos críticos del 1 a 1, al punto tal que en 1993 se enfrentaría con Cavallo en un importante debate televisivo, reclamando algún tipo de mejora en el "yeso" que representaba el tipo de cambio fijo. También criticaba el modo de instrumentación de las privatizaciones, los efectos de la apertura comercial en el erario público y el desempleo, defendiendo el papel activo del Estado. Sin embargo, al mismo tiempo que la Convertibilidad era criticada, la estabilidad era aceptada como legítima. En ese contexto, Terragno señalaba que "el Gobierno cree que si se mantiene la estabilidad, el Estado no tiene nada más que hacer". En ese panorama, de lo que se trataba era de incorporar una serie de "correcciones" puntuales, que debían promover un nuevo "modelo industrial agroexportador", en el que se dedicaran más recursos hacia la "salud" y la "educación"29. De este modo, al no problematizar el valor positivo de la estabilidad, Terragno no mencionaba la posibilidad de devaluar la moneda y salir del esquema convertible.

El discurso de Melchor Posse

A partir de 1993, la figura de Melchor Posse asumiría una posición relevante en la escena pública, al llevar a cabo una alianza política con el alfonsinismo. Junto a la crítica al "autoritarismo" y el rechazo a la "frivolidad" y la "falta de transparencia" del menemismo, Posse defendía un "programa de crecimiento industrial", que se basaba en la creación de un "proyecto nacional", asociado a un mayor "crecimiento", ligado a la "producción". Sin embargo, no planteaba un antagonismo irrestricto, sino que incorporaba elementos adicionales tendientes a "mejorar al modelo", a partir de una mayor industrialización y un mayor énfasis en la "cuestión social". En dicho contexto, no buscaba "destruir la estabilidad", sino que la aceptaba como un dato de la estructura. De lo que se trataba, en cambio, era de otorgar una mayor "protección a los productores del campo y la industria"30, de modo tal que el "proyecto alternativo" en realidad expresaba una "oposición constructiva", que sólo buscaba complementar la cadena menemista con elementos típicos del productivismo nacional:

Nuestro proyecto completa esta etapa de estabilización, que por supuesto no alcanza. El objetivo inmediato es la industrialización y la recuperación, para el Estado, de sus funciones esenciales (…) Asumiendo una posición nacional de fuerte oposición constructiva (Melchor Posse, entrevista en Clarín, 21-03-93).

En efecto, desde el discurso de Posse, había que "terminar con esta etapa de insensibilidad social y de desindustrialización", pero "mejorando" la estabilidad monetaria. Ello conducía al dirigente radical a criticar el menemismo, pero por "haberse dormido en la estabilidad, sin asegurar el crecimiento, además de descargar la crisis en casi cuatro millones de desocupados que tiene el país"31.

El discurso de la Convención Nacional de la UCR

En 1993, los documentos de la Convención Nacional de la UCR expresaban un discurso heterodoxo, en el que, junto a las tradicionales críticas institucionales y republicanas al menemismo, se rechazaba la reforma previsional y la privatización de YPF, reclamando un mayor énfasis en el "crecimiento", el "desarrollo nacional" y la "producción". En el plano social, se criticaban los "ajustes" económicos por sus efectos sobre el "salario" y la "desprotección del trabajador". Además, se vinculaban las privatizaciones a la "desocupación", reclamando la creación de mayor "empleo"32. Sin embargo, lejos de referirse a la renacionalización de empresas, el objetivo consistía en incorporar una mayor "seguridad jurídica", contra los "ilícitos" y la "impunidad" del proceso privatizador, que había promovido la existencia de "monopolios privados", carentes de "control" público. La estabilidad, por su parte, no sólo no era criticada, sino que se la vinculaba a una "responsabilidad del Estado"33.

El discurso de la UCeDé

La Unión de Centro Democrático (UCeDé) se conformó desde su nacimiento como un discurso típicamente neoliberal, sin hacer concesiones a otras discursividades. Con la llegada al poder de Menem, una porción importante del partido se aliaría políticamente con el gobierno, ocupando cargos partidarios, apoyando explícitamente al modelo de país, y presentando sólo algunas críticas específicas en el campo institucional. El titular y principal exponente del partido, Álvaro Alsogaray, no se refería en 1993 a la estabilidad, aunque tampoco criticaba los aspectos básicos del plan económico. Sus diputados, en cambio, expresaban un apoyo general a la "estabilidad económica", vinculada a la "transformación" del país, el funcionamiento de los mercados, la "inserción internacional", la "modernización" y la defensa de la "libertad económica". Esta amplia cadena se oponía al "estatismo", asociado al poder sindical y los esquemas "rígidos" y "asfixiantes". En ocasiones, algunos exponentes del partido se referían a la necesidad de fortalecer la lucha contra la "corrupción" y el "respeto a las instituciones"34, aunque la estabilidad monetaria y las reformas neoliberales eran asumidas como positivas.

Otros actores político-partidarios que se refieren a la estabilidad

En otros referentes de menor relevancia política y electoral, la estabilidad también era apoyada como legítima. Entre los exponentes del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), se asumía un discurso crítico del "cierre de fábricas" y la "desocupación", aunque aceptando el valor positivo de la estabilidad monetaria. El histórico dirigente del partido, Rogelio Frigerio, aceptaba la "disciplina fiscal", pero rechazaba el "ajuste puramente monetario", destacando la necesidad de promover el "desarrollo", la "producción" y la "integración nacional". Sin embargo, al mismo tiempo reclamaba mantener fija la estabilidad, que, en todo caso, debía complementarse con una mayor inversión en industria e infraestructura y la capitalización del agro, de modo tal de promover una simultánea estabilización con "desarrollo" y "modernización"35 36.

Entre los dirigentes del Partido Demócrata Progresista (PDP), la estabilidad era vinculada a la "transformación", reclamando una "estabilidad sin corrupción" y con mayor "ética" y "controles"37. Por último, para el Presidente del Partido Federal, y ex presidente de la Sociedad Rural, Guillermo Alchourón, la estabilidad era equivalente a una "democratización" política, pero debía "consolidarse" con mayores niveles de "crecimiento" y "producción"38.

B. Las discursividades de los actores sindicales

Los discursos organizacionales de la CGT

La CGT asumía a finales de los años 80 un discurso organizacional de tradición nacional popular. Bajo el liderazgo de Saúl Ubaldini, la central sindical era uno de las principales exponentes críticos del liberalismo económico, aunque varios de sus gremios más importantes incorporaban una discursividad más ambigua, al compás de la crisis del Estado social. La llegada al poder de Menem generó fuertes divisiones ideológicas frente al modelo económico. La Convertibilidad, sin embargo, fue considerada, en general, como valiosa, en el marco de índices de inflación controlados. En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, son escasos los testimonios de sindicalistas, en el corpus de notas publicadas en los diarios Clarín, La Nación y Página/12, que hicieran mención pública a la paridad cambiaria. La estabilidad tampoco constituía un significante replicado con frecuencia, aunque, en ocasiones, la central sindical resaltaba "la estabilidad económica alcanzada", a la que consideraba un "logro", que "sólo fue posible" por el "apoyo de la clase trabajadora". A partir de este respaldo explícito del valor de la estabilidad, se sostenía la necesidad de que la estabilización fuera complementada con mayor "justicia social" y "trabajo"39.

Entre los gremios de la CGT, la estabilidad era replicada positivamente por aquellos sindicatos más cercanos al Gobierno, como los gremios de la construcción y de encargados de edificios. En consonancia con el discurso de Menem, estos gremios vinculaban la estabilidad al "mantenimiento de los precios", el logro de un "crecimiento sostenido" y la presencia de un modelo de "transformación nacional". Sin embargo, los "éxitos" del modelo debían complementarse con mayores "salarios", encadenados a la defensa de la "justicia social" y la "dignidad" para los "trabajadores"40.

El discurso de Naldo Brunelli

Naldo Brunelli era un histórico dirigente metalúrgico de la UOM. En abril de 1993, su figura asumiría un papel central, al ser electo como titular de la CGT, en reemplazo de Oscar Lescano, uno de los principales exponentes del sindicalismo menemista. Brunelli, fiel a la tradición histórica de su gremio, defendía un discurso de base productivista nacional, en una lógica mucho más radicalizada que la del titular de Luz y Fuerza41. El dirigente metalúrgico centraba las críticas en los proyectos de flexibilización laboral y en los efectos regresivos del modelo sobre la industria y el empleo. No obstante, lo hacía mediante una estrategia de negatividad contra la "ofensiva neoliberal", el aumento de los niveles de "desempleo", la "concentración económica" y el "industricidio". En ese marco, los aspectos de "positividad" eran escasos, limitados a la defensa genérica de la "producción" nacional. Además, lejos de cuestionar la estabilidad, Brunelli la defendía explícitamente, al punto tal que se refería a "la estabilidad lograda por nuestro pueblo", resaltando que "ha sido positiva". En otros casos, la estabilidad era posicionada como un logro equivalente a la continuidad de la "democracia" durante el gobierno de Alfonsín. En ese marco, bajo el control del "impuesto inflacionario", se reafirmaba el valor positivo de la estabilidad. Sin embargo, luego de señalar que "obtuvimos la democracia y la estabilidad", advertía que "ahora queremos el crecimiento". Además, frente a los efectos regresivos del modelo, debía incorporarse un mayor énfasis en la "producción", el "trabajo", la defensa de la "industria nacional" y los "salarios". En ocasiones, la lista de significantes complementarios se extendía a la "distribución real de la riqueza" y el énfasis en las "necesidades básicas de vivienda, alimentación, salud y educación". Estos valores eran situados como equivalentes a una "humanización" del modelo, y vinculados a la "equidad" y la "justicia social". Sin embargo, el listado no incluía la posibilidad de salir del esquema de paridad fija, en el momento en que la estabilidad era caracterizada como un "logro" para los trabajadores42.

C. Las discursividades sobre la estabilidad de los actores empresariales

En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, los empresarios vinculaban a la estabilidad con la "estabilidad en los precios", y ambas al "éxito del Plan de Convertibilidad". Desde los sectores financieros, se hacía hincapié, además, en los aspectos político-institucionales de la estabilización, de modo tal de destacar la existencia de un "mercado plenamente competitivo", con mayor "eficiencia", pero también con "seguridad colectiva", "previsibilidad", "nuevas reglas de juego" y capacidad de "planificación" para el sector privado. En otros casos, se lo encadenaba al aumento del "consumo" y el retorno del "crédito", o bien al proceso de "privatizaciones"43. La Asociación de Bancos (Adeba), por su parte, la vinculaba a la apertura económica, la "globalización del mercado", el aumento de las "inversiones" en el sector financiero y el "crecimiento sostenido"44.

En los discursos de la Unión Industrial Argentina (UIA) y de sus principales referentes, se presentaba un apoyo general a las políticas de apertura "administrada" del gobierno y un respaldo global a la estabilidad y al modelo económico45, sobre todo a partir de la elección de Jorge Blanco Villegas al frente de la entidad46. Blanco Villegas respaldaba en general la apertura comercial, con reclamos particulares de "protección" estatal, pero que rechazaban toda posibilidad de "devaluar". En ese marco, la estabilidad era valorada como positiva, al punto tal que Villegas apoyaba al Gobierno para asegurar una "estabilidad por largo rato". Los documentos oficiales de la entidad, en la misma línea, reclamaban "una política industrial clara y coherente", pero con el objeto de "evitar males mayores en el futuro, como tocar el tipo de cambio". De este modo, el 1 a 1 y la estabilidad eran encadenados entre sí y posicionados como objetivos valorables per se47.

D. Las discursividades sobre la estabilidad en los actores mediáticos

Los discursos del diario Clarín

¿Qué construcciones sobre la estabilidad realizaban los actores mediáticos? En los discursos de 1993, el matutino presentaba una fuerte crítica a la apertura comercial, que afectaba a la "producción" y la "industria" nacional. Sin embargo, el eje se ubicaba en la necesidad de favorecer la "exportación" y restringir la "importación", para conservar el "equilibrio comercial". En lo que refiere a la estabilidad, las editoriales de Clarín la consideraban una medida "imprescindible" en el control inflacionario. En ese marco, el "logro" de la estabilidad debía asegurarse haciendo frente a los efectos negativos de la "competencia" externa, a partir de una "política de crecimiento" basada en el fomento a la "producción", para ganar en "productividad" y "competitividad":

En momentos de alta inflación la preservación de la estabilidad era, lógicamente, una de las principales preocupaciones de la población. Pero una vez alcanzado ese objetivo, se percibe, cada vez con más fuerza, que esa condición, ciertamente imprescindible, no es suficiente para cumplir con las necesidades inmediatas y mediatas de la economía. La importancia de una política de crecimiento se agudiza por el deterioro de las actividades productivas, el aumento de la competencia externa y del desempleo y, fundamentalmente, por la falta de respuestas oficiales adecuadas para revertir estos problemas. La opinión pública refleja, en suma, el deseo de avanzar sobre lo logrado y construir bases solidas para mejorar la vida de la población y ganar productividad y competitividad ("Prioridad al crecimiento", editorial de Clarín, 05-02-93).

En otros casos, la "estabilización de los precios" era valorada en términos más radicales, destacando que era un "requisito indispensable para el reordenamiento de la economía". En ese contexto, la estabilidad se encadenaba a la Convertibilidad y ambos significantes al "aumento en la oferta de crédito" y el "incremento en el consumo", lo que "estimuló la producción" y "movilizó inversiones productivas". A su vez, se vinculaba la estabilidad al "equilibrio fiscal", considerado también como un aspecto exitoso del Plan de Convertibilidad. No obstante, el objetivo central consistía en "perpetuar" la estabilidad monetaria. En ese sentido, frente al problema de la brecha comercial, se debía fomentar el ingreso de "inversiones" externas y el "desarrollo industrial" en bienes de capital, de manera tal de promover un mayor "crecimiento", más "producción" y más "seguridad jurídica", asegurando la "estabilización duradera" del plan:

Como consecuencia de la estabilización de los precios y el consiguiente aumento en la oferta de crédito, en los primeros dieciocho meses del plan se registró un incremento en el consumo, que estimuló la producción y movilizó inversiones productivas (…) La evolución del sector externo plantea inquietudes en lo inmediato, pero también en el largo plazo. En las condiciones actuales de tipo de cambio, y costos relativos con el exterior, la economía reforzará su especializa-ción en la exportación de bienes de menor valor agregado, cuya demanda y precios tienden a decrecer en los mercados mundiales, lo que condena a la economía local a sufrir continuas restricciones en el sector externo, bajo crecimiento y reducida generación de empleos en los sectores más dinámicos. De allí que la estabilización de los precios, objetivo del plan de convertibilidad y requisito indispensable para el reordenamiento de la economía, no puede sustituir la formulación de una política que propenda al fortalecimiento de las industrias y a la búsqueda de una inserción más rentable en los intercambios internacionales ("Dos años de Convertibilidad", editorial de Clarín, 04-04-93).

Si las políticas económicas promueven la inversión productiva y la seguridad jurídica, el ingreso de capitales, lejos de desestabilizar los sistemas monetarios o el esquema de precios, contribuirá a la creación de riqueza, a la estabilización real y duradera de los sistemas de precios y al crecimiento económico ("Los capitales necesarios", editorial de Clarín, 13-06-93).

De este modo, pese a las críticas puntuales a la apertura comercial y a la sobrevaluación cambiaria, se buscaba como objeto último el mantenimiento de la estabilización fija.

Los discursos del diario La Nación

Las editoriales de La Nación de 1993 apoyaban la estabilidad económica, a la que asociaban a la Convertibilidad, el equilibrio de los precios, el ordenamiento fiscal y el logro de una "moneda estable", factor de "crecimiento" y de "transformaciones", frente a los "afanes distribucionistas". No obstante, la estabilidad debía "consolidarse" y "prolongarse" con políticas complementarias. En ese marco, se debían sancionar las privatizaciones pendientes (reforma previsional, flexibilización laboral, desregulación de las Obras Sociales), de manera tal de promover mayor "confianza" y "previsibilidad" y, de este modo, "perpetuar" la estabilidad48:

El programa de Convertibilidad, puesto en práctica dos años atrás por el Gobierno Nacional, ha dado a la moneda argentina una notable estabilidad por un lapso tan prolongado, como no se ha conocido en la mayoría de los argentinos: hay que remontarse casi un cuarto de siglo en el pasado para encontrar un período de estabilidad comparable, con el añadido de que, en este caso, sigue a una etapa de hiperinflación como nunca había padecido el país. Queda a la vista, sin embargo, que el proceso que ha impulsado el retroceso de la inflación hasta muy cerca de los niveles prevalecientes en las economías más sólidas, no está concluido. En tanto consecuencia de una serie de transformaciones profundas de la estructura económica, la estabilización hasta aquí alcanzada requiere, para consolidarse y prolongarse en un ciclo de expansión sostenido, profundizar las reformas en curso y completar el círculo de los cambios estructurales, procurando las soluciones más eficientes. Pocas dudas caben que las modificaciones esenciales que todavía faltan para asegurar la estabilidad y liberar de trabas a la vida económica, son las que se vinculan con el sistema previsional, con las relaciones entre empleados y empleadores y con las deficientes prestaciones de las obras sociales (…) En la medida en que las soluciones acordadas se aparten de los criterios que promueven la óptima asignación de los recursos, impidiendo que las reformas alcancen toda la profundidad posible, se producirá una subutilización del capital, el esfuerzo y el tiempo de la comunidad y una postergación de sus aspiraciones de desarrollo (…) A través de estos dos años, en tanto se han ido corrigiendo muchas deformaciones de largo arraigo en las relaciones económicas, se han producido algunas otras, como las que muy diversos sectores señalan en los saldos del comercio exterior. En la capacidad de la política económica para responder a estas nuevas debilidades reposa, en buena medida, la posibilidad de perpetuar la estabilidad de la moneda. Pero las amenazas más importantes a la solidez del peso convertible son las que provendrían de no completar a tiempo el conjunto de las reformas estructurales y, sobre todo, de las perceptibles presiones e impaciencias, políticas y sectoriales, que tienden a demorar los cambios y modificar el rumbo. Por eso, consolidar la estabilidad alcanzada y prolongarla en una etapa de inversión productiva y de firme expansión económica, requiere redoblar el paso para obtener las transformaciones pendientes y seguir emitiendo señales claras de que la política de estabilidad y liberalización de la economía no está en juego en ninguna interna partidaria, ni es prenda de los afanes electorales (Editorial "Que dos años no es nada", La Nación, 02-04-93).

Para el matutino, el objetivo trascendental consistía en mantener la "estabilidad del peso" por sobre todas las cosas. Ello lo conducía a asumir una postura ortodoxa en defensa de una "moneda de valor estable", lo que era asociado a la metáfora de la "salud de la economía", y atribuido como un "bien que pertenece a toda la comunidad"49.

En las notas de los periodistas del diario, se presentaba también una valoración netamente positiva de la estabilidad. En ese marco, se defendía el "horizonte de estabilidad", que era equivalente a una "moneda estable", al fortalecimiento de la "democracia" y al "equilibrio político". En otros casos, la estabilidad promovía la recuperación del "ahorro", frente a las habituales "corridas" contra la "inflación". Los más entusiastas defensores lo posicionaban como un "bien de propiedad pública", que dejaba de ser "cuestionado". Otras voces, planteaban elementos complementarios, como la necesidad de una mayor "honestidad" y "moral", un ajuste monetario más radical para lograr "confianza" o "seguridad jurídica", o bien profundizar las reformas pendientes, asociadas a mayor "previsibilidad", "confianza", "certezas" y "continuidad jurídica", o a una mayor "competitividad" y "productividad". En todos los casos, el objetivo central consistía en asegurar la "moneda estable", evitando toda posibilidad de salida del esquema50.

Los discursos de los periodistas de Página/12

Los periodistas de Página/12, un diario de tendencia centro-izquierdista, presentaban en 1993 una fuerte crítica a las políticas neoliberales. Las privatizaciones eran relacionadas a la "concentración del ingreso", el aumento de la "pobreza", el "desempleo" y la "desigualdad" social y se rechazaba la "destrucción del Estado" del menemismo51. No obstante, no se expresaban críticas a la estabilidad, ni tampoco a la convertibilidad. Algunos de sus periodistas, incluso, la aceptaban como valiosa. En el caso de Horacio Verbitsky, señalaba su oposición a la "venta indiscriminada" de las empresas públicas y a un "enfoque liberal extremo", que fomentaba la "desintegración social" y favorecía a los "concesionarios privados". Sin embargo, defendía a la "estabilidad", ya que había permitido el "control de la inflación" y "cierta reactivación económica", aunque requería ahora más "inversiones" que la hicieran "sostenible en el tiempo". José Pasquini Durán, por su parte, criticaba el "plan de ajuste" del menemismo, que era equivalente a un "remate" de las empresas del Estado, "bajos salarios", "desempleo", "hambre", "pobreza", pero también "corrupción" y "concentración de poder" en el Ejecutivo. No obstante, al mismo tiempo defendía a la "estabilidad económica", relacionada a la recuperación de la "confianza" en la moneda52.

E. Las discursividades sobre la estabilidad de los economistas

A partir de los datos relevados en los diarios de mayor circulación nacional, la mayor parte de los economistas locales asumía un discurso típicamente neoliberal, en una lógica que venía sedimentándose desde finales de los años 80. En 1993, algunos de sus referentes asociaban acríticamente la estabilidad con la Convertibilidad, en tanto equivalente a la estabilidad de los precios y el crecimiento económico53. Entre los economistas internacionales, la estabilidad era vinculada a la "reactivación", el incremento de la "demanda" y a una economía "eficiente" y "productiva", que promovía la "modernización". Aunque en ocasiones se hacía referencia al "costo social" del modelo en términos de "desempleo" y "pobreza", la "solución" consistía en profundizar las reformas pendientes en el "sistema de seguridad social", para continuar con los "éxitos" del modelo. En otros casos, se destacaba el papel central de la "estabilidad económica", aunque reclamando una mayor "moralización" de la política, de modo tal de otorgar "certezas" y "seguridad jurídica" al sector privado54.

Los economistas más heterodoxos presentaban algunas críticas al modelo, aunque respaldaban a la estabilidad, asociada al fin del "impuesto inflacionario", un desvalor que restringía el "crecimiento" y afectaba a los "sectores de menores recursos". Además, se lo vinculaba a una "estabilización del tipo de cambio", que generó mayores "reservas internacionales". En segundo lugar, se lo asociaba al equilibrio o "disciplina" fiscal". Finalmente, se lo relacionaba a la disciplina "monetaria", garante de la "credibilidad" y la "confianza". Con frecuencia, la estabilidad era articulada, a su vez, al objetivo del "crecimiento". No obstante, para "mantener", "prolongar" y "consolidar" la estabilidad, se debía hacer frente a los problemas de déficit comercial, los menores ingresos fiscales y los "costos sociales", para lo cual debía hacerse hincapié en la "distribución del ingreso", para fomentar el "desarrollo nacional". Ello implicaba elevar los "importes destinados a finalidades sociales", la "eficiencia" del gasto y la "productividad", pero también promover la "equidad", combatiendo la "pobreza". En otros casos, se reclamaban mayores "inversiones", "productividad", "producción" y "exportación", equivalente a la "seguridad jurídica" o la "confianza", o bien mayores "salarios", para fomentar el "crecimiento" y reducir el "déficit". Además, algunas voces destacaban que debía combatirse el desempleo, por lo que la incuestionada estabilidad debía asegurarse con la creación de "fuentes de trabajo"55.

F. Las discursividades sobre la estabilidad en los referentes del establishment internacional

Desde el establishment internacional, el respaldo al modelo económico era prácticamente unánime, con la particularidad de que se extendía hacia un apoyo acrítico a la estabilidad y sus significados adosados, sin reclamar una complementación de sus "déficits"56. En el marco de relaciones "carnales" con los Estados Unidos, el presidente estadounidense Bill Clinton relacionaba a la estabilidad con "una moneda estable" que había logrado frenar la inflación y promover el "crecimiento", y de un modo similar se expresaban el vicepresidente del Bundesbank y otros actores de poder57. En otros casos, la estabilidad era vinculada a las "reformas estructurales impresionantes" de "desregulación" y "apertura", que promovían la "transformación" económica y fomentaban el ingreso de "inversiones" y el "crecimiento" del sector priva-do58.

G.  Las discursividades sobre la estabilidad de los referentes eclesiásticos

En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, una parte de la Iglesia Católica presentaba un discurso "sensibilista". En ese marco, algunos obispos críticos señalaban la "brecha" entre "los pocos que más tienen y los muchos que tienen menos", la "pobreza", "marginación" y el "costo social" del "plan de ajuste". Al mismo tiempo, sin embargo, apoyaban explícitamente a la "estabilidad"59. Monseñor Justo Laguna, por ejemplo, criticaba el aumento de la "pobreza" y el "costo social" del modelo, aunque la autonomizaba del valor positivo de la estabilidad60.

V. La estabilidad como eje estructurador de la hegemonía menemista

Hemos visto los múltiples significados adosados a la estabilidad entre los actores políticos clave, observando que todos ellos daban por supuesto el valor positivo y deseable de este significante. Ello nos permite reafirmar su función de significante "Amo", al ser un significante que no era cuestionado como tal, y que cada actor, incluso, buscaba incorporar dentro de su frontera de inclusión. Pero además, en otro lugar analizamos de qué modo, pese a las críticas esporádicas a la Convertibilidad, existía un consenso solapado sobre la no devaluación de la moneda. Este consenso general puede ser explicado por el éxito hegemónico del menemismo en encadenar a la estabilidad con la Convertibilidad, a partir de la cuádruple estabilización monetaria, fiscal, social y de precios. A su vez, el menemismo obtuvo eficacia interpelativa para articular la estabilidad con las reformas neoliberales, asociadas a valores positivizados como el crecimiento, la modernización y el progreso. Como consecuencia de esta doble ligazón, se podía criticar al 1 a 1 o a las reformas estructurales de manera puntual, pero ningún actor clave reclamaba una devaluación, al aceptar cómo un valor indiscutido a la estabilidad.

VI. Indicadores adicionales del éxito de la hegemonía menemista en torno al núcleo medular

Destacamos que la sedimentación y consolidación de la hegemonía menemista se materializaba en la aceptación, o no cuestionamiento público, del núcleo medular, y el eje del debate en torno al "emprolijamiento", ya sea institucional, social o económico, del modelo. En ese marco, el debate se concentraba en cómo asegurar la estabilidad, sin devaluar la moneda ni limitar el crecimiento, y "mejorando" los efectos sociales e institucionales regresivos. Ahora bien, una forma adicional de analizar este éxito hegemónico consiste en examinar su eficacia indirecta. Para ello, resulta pertinente incorporar elementos de análisis comparado de los discursos, de modo tal de observar las transformaciones en las articulaciones discursivas de los actores clave, durante la etapa previa y posterior a la emergencia y construcción de la hegemonía menemista. A continuación, mencionaremos algunos indicadores de este éxito hegemónico.

A. Las transformaciones diacrónicas en los discursos de los actores políticos clave (1988-1993)

1. La adición de la "estabilidad" a las cadenas equivalenciales internas de los referentes de tradición nacional-popular

Analizando los discursos de manera comparada, podemos observar que, en algunos referentes de tradición nacional popular, durante 1993 se producirá la incorporación del significante estabilidad a la cadena modal crecimiento-justicia social. En ese marco, mientras que en los discursos de finales de los años 80, Bordón articulaba la cadena breve democracia-crecimiento-justicia social, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, la democracia era reemplazada por el significante estabilidad, estructurando una nueva articulación modal estabilidad-crecimiento-justicia social61. De esta manera, se efectuaba una transformación ideológica significativa, que incorporaba el papel de la estabilidad como un significante clave.

2. La estabilidad como un significante Amo elevado al valor del régimen democrático

En el marco de la valorización como indiscutida de la estabilidad, en 1993 se hacían presentes una serie de discursos en los que el significante Amo se articulaba de forma equivalencial a la democracia, actuando en conjunción con la "democracia" del gobierno de Alfonsín y edificando una fuerte encadenamiento entre ambos elementos. En ese contexto, algunos discursos partían de constatar la "recuperación definitiva de la democracia y la estabilidad económica", complementándolo con la necesidad de incorporar una "tercera etapa de consolidación", que debía estar basada en un mayor "crecimiento"62. Esta cadena se observaba también en algunos discursos de la CGT, que señalaban que "obtuvimos la democracia, la estabilidad y ahora queremos el crecimiento"63.

No obstante, lo interesante es que la estabilidad no sólo se encadenaba positivamente a la democracia, sino que, en ocasiones, ocupaba directamente el valor posicional de la democracia como régimen político, durante el gobierno de Alfonsín. En ese marco, la estabilidad, asociada al logro de una "moneda estable", era caracterizada como un "bien público", que "la gente considera ya conseguida", similar a la valencia positiva de la "democracia política" de los años ´80. El modelo, entonces, ahora podía "caminar sin andadores":

¿Alguien se levanta hoy públicamente para decir que tal o cual persona resulta imprescindible para el mantenimiento de las instituciones democráticas republicanas, determinadas por la Constitución? (...) Una democracia que la gente considera ya conseguida y, al mismo tiempo, compatible con otro bien público ansiado largamente: la estabilidad monetaria, alcanzada por Menem. ¿Hasta qué punto una curatela prolongada de la estabilidad no resultará, dentro de algún tiempo, tan infructuosa políticamente como la tutela de la democracia recién renacida, que, en definitiva, desempeñó Alfonsín? En suma, Alfonsín hizo lo suyo para mantener en pie la democracia política y trasladarla a su sucesor, que a su vez logró adosar al sistema político una prenda indispensable para el criterio internacional: la estabilidad de la moneda. Conseguir una conjunción perdurable de esos dos factores (democracia política más moneda estable) equivale a haber alcanzado un status básico, el grado de normalidad requerido por cánones bastante explícitos. Cavallo (…), al decir que la democracia económica estable tiene viabilidad sin necesidad de Menem, ni de él mismo, declaró que el sistema local puede caminar sin andadores. Cualquier dirigente tendría que entender que esto es así ("El ocaso de las conducciones tutelares", Oscar Lescano, nota en La Nación, "Economía", 12-05-93).

En algunos discursos de periodistas de Página/12, también se apoyaba "la estabilidad conseguida", asociándola al proceso de democratización institucional del gobierno de Alfonsín. En ese marco, el valor positivo de la estabilidad "político-institucional" se encadenaba con el valor de la estabilidad "económica", al tiempo que se adoptaba la tesis neoliberal del fin de las ideologías:

El menemismo nunca aceptó que su gestión pudiera ser calificada de transición democrática, del mismo modo que Alfonsín tampoco se resignó a ser el jefe de la transición política. Fue en esas condiciones de transitoriedad, sin embargo, en las que la sociedad pudo recuperar sendas sensaciones de estabilidad, una político-institucional y otra económica, que habían sido destruidas por medio de golpes de Estado y por dos golpes hiperinflacionarios de mercado. La mayoría de la sociedad le costó mucho recuperar confianzas que había perdido para que esté dispuesta a renunciar a ellas con fácil desaprensión. Si el Gobierno no les pone condiciones que las hagan peligrar, todavía le queda resto para hacer una buena elección en octubre. No sólo la izquierda ya no tiene modelos para ofrecer, tampoco la derecha ni el centro. La dama de hierro inglesa es chatarra oxidada. Los socialistas pragmáticos ya no son, fueron ("Por los servicios prestados", nota de José Pasquini Durán, Página/12, 15-05-93).

No obstante, en el caso del periodista de Página/12, se oponía con fuerza al "programa de ajuste" del gobierno, generador de "pobreza", "desprotección del empleo", "distribución regresiva de la riqueza" y a favor de un "nuevo bloque de poder", basado en la "subordinación del Estado" a los "planes privados de expansión"64. En otro discurso, el periodista vinculaba nuevamente a la estabilidad con el valor de la democracia durante el gobierno de Alfonsín, rechazando, al mismo tiempo, a la figura de Menem, debido a la "corrupción" y la "concentración de poder". En ese marco, se refería a las continuidades en el proceso de "estabilización", aunque desligaba a la figura de "Menem" de los "éxitos" del modelo. En palabras de Pasquini: "Menem se mira a sí mismo como garante de la estabilidad económica, tal cual repitió ayer, del mismo modo que Raúl Alfonsín creía que sólo él garantizaba la democracia"65. De este modo, como se puede apreciar, el apoyo central se concentraba en el significante estructurador de la hegemonía menemista, y no necesariamente en la figura política de Menem.

3. La aceptación de la estabilidad como un dato incuestionado y las disputas en torno de los significados extensivos

Una de las cadenas breves modales, durante 1993, articulaba a la estabilidad con el objetivo del crecimiento de la economía. En ese marco, en consonancia con el discurso menemista, desde las alocuciones de los actores clave, la estabilidad y el crecimiento sólo podían conservarse o potenciarse extendiendo la cadena de equivalencias hacia significados adicionales, pero que no debatían sobre su valencia66. A partir de este consenso general, que no problematizaba el valor de la estabilidad como tal, se presentaban disputas en torno a otros significantes extensivos, ya sea ligados al "trabajo"67, la "justa distribución de la riqueza"68, la "equidad" y el mayor "gasto social"69, el "desarrollo"70 y la "competitividad"71, el "trabajo" y la "distribución del ingreso"72, la "equidad social" y la "competitividad"73, o la "producción" y el "trabajo"74. En algunos casos, a la estabilidad y el crecimiento se le adosaban significantes típicamente peronistas, como la "justicia social", o la "justicia social" junto con una mayor "equidad"75, en una disputa con los propios discursos menemistas, que intentaban apropiarse de aquel significante central del peronismo76.

En otros casos, la estabilidad y el crecimiento se ligaban a significados adicionales que potenciaban las mixturas ideológicas, como la "transformación nacional", la "modernidad" y el "protagonismo sindical", la "justicia social", la "solidaridad" y el "humanismo", junto a la "productividad" y la "eficiencia", o la estabilidad monetaria y los "derechos" de los "trabajado-res"77. También se articulaban mixturas de la estabilidad y el crecimiento con la "distribución del ingreso" y el "equilibrio fiscal"78, "previsibilidad", "seguridad jurídica", "actitudes éticas" y "justicia social"79, "control del gasto público"80, o "producción", "exportaciones", "incorporación de tecnología", "rentabilidad para el agro" y "equidad social"81.

VII. El no cuestionamiento público de la estabilidad y la consolidación de la hegemonía menemista

En la etapa de sedimentación del orden neoliberal, el eje estructurador de la hegemonía menemista se condensaba en la estabilidad monetaria. Este consenso compartido se extendía a la necesidad de mantener la convertibilidad fija, evitando devaluar la moneda y toda posibilidad de retornar al modelo nacional popular y mercado-internista de posguerra, asociado a un pasado ya "superado" por la "historia". En ese marco, tampoco se criticaban los valores positivizados de la modernización y la inserción al orden internacional, ni la validez de los índices de crecimiento. Debido a que no se cuestionaba públicamente la legitimidad de la estabilidad, los contra-discursos no lograban edificar una hegemonía alternativa al neoliberalismo, manteniendo una lógica "defensiva" de estructuración de las identidades, en el que predominaba una "estrategia de negatividad" (Laclau y Mouffe 1987) frente al orden vigente. Bajo la aceptación del "mínimo común denominador", la construcción alternativa de "positivación" sólo se concentraba en "emprolijar" los déficits del menemismo, ya sea a nivel político-institucional, económico y/o social. En ese sentido, la cuestión radicaba en cómo mantener la estabilidad con mayor disciplina fiscal y monetaria (discursos neoliberales), con más desarrollo de la industria nacional y creación de puestos de trabajo (discursos productivistas), o con mayor honestidad, ética pública y división de poderes (discursos liberal-republicanos). En todos los casos, el eje estructurador no era problematizado como tal en la agenda público-mediática. La consolidación hegemónica se expresaba, en ese sentido, en la imposibilidad de elaborar propuestas alternativas al modelo económico y social, al compartirse el valor positivo de la estabilidad monetaria y el consenso general sobre la no devaluación.

A. La independencia del modelo sobre sus gestores

En los discursos de 1993 existía un consenso general en torno al núcleo nodal de la hegemonía menemista. Domingo Cavallo destacaría, en ese marco, que el modelo podía actuar con "piloto automático", al señalar que la estabilidad era independiente de los hombres que la administraran. Así, frente a una pregunta sobre el destino tipo de cambio, el Ministro afirmaría que "no habrá devaluación". No obstante, luego agregaría que "es posible imaginar la continuidad del Plan de Convertibilidad sin Menem como Presidente y sin Cavallo como Ministro", citando a los ejemplos Adolfo Sturzenegger y Ricardo López Murphy (ambos economistas de Angeloz), como posibles reemplazantes suyos, y señalando que "la convertibilidad puede perdurar, aunque no se apruebe la reelección" (de Menem)82.

A partir de las declaraciones de Cavallo, diversos actores políticos comenzarían a referirse a la posibilidad de que la estabilidad, aquel "imperativo de carácter absoluto", se mantuviera incólume, modificándose sus puntos débiles o profundizándose sus faltantes, pero manteniendo el programa "más allá" del menemismo, en una prueba fáctica de que los fundamentos del modelo dejaban de estar en debate. En efecto, la estabilidad se había convertido en un "bien de propiedad pública", que era "aceptado como requisito elemental por la sociedad" y por el conjunto de los "elencos partidarios", sin la necesidad de "protecciones" o "tutelas especiales":

El Ministro de Economía ha hecho un inesperado voto de confianza en la capacidad de que el programa de estabilización en curso continúe más allá del Gobierno y de su propia gestión (…) (En ese sentido) ha sustituido un imperativo de carácter absoluto, la continuidad es el único aval, por una recomendación de valor menos concluyente (…) Esto quiere decir, sencillamente, que la estabilidad monetaria ha sido ya aceptada como requisito elemental por la sociedad local y, sobre todo, por las fuerzas o elencos partidarios, con posibilidades de conducirla política y económicamente. En otros términos, quiere decir, sencillamente, que la estabilidad es un bien de propiedad pública, de valor aceptado y sobreentendido, que no requiere de protecciones ni de tutelas especiales ("El ocaso de las conducciones tutelares", Oscar Lescano, nota en La Nación, "Economía", 12-05-93).

En ese marco, el objetivo incuestionable consistía en "perpetuar la estabilidad de la moneda", garantizando la "solidez del peso convertible". Ello requería "seguir emitiendo señales claras de que la política de estabilidad y liberalización de la economía no está en juego en ninguna interna partidaria, ni es prenda de los afanes electorales". Como lo resumía uno de los periodistas del diario, el gran objetivo era que "el día de los comicios el peso siga siendo, por lo menos, tan estable como es hoy, y esto exige sostener sin declinaciones el programa que está próximo a entrar en su tercer año de vida, con centro en la convertibilidad monetaria". Se trataba, en ese sentido, de "mantener invariable la relación peso-dólar" y de "preservar la estabilidad", para "asegurar la continuidad de las actuales concesiones y propuestas económicas más allá de 1995". En ese contexto, la "estabilidad del peso" no podía situarse como "argumento electoral", ni ser motivo de "afanes distribucionistas", frente a "un bien que pertenece a toda la comunidad, como es una moneda de valor estable". En ese marco, "la actitud del Presidente de poner la salud de la moneda por encima de las tácticas partidistas", era equivalente a "colocar lo principal delante de lo accesorio y volver al orden lógico de las cosas"83.

En los discursos de los grupos económicos, el eje del apoyo político radicaba, del mismo modo, en la estabilidad y las reformas estructurales. En las circunstancias de un "modelo" que estaba "mayoritariamente comprado", el titular de la Confederación Económica Argentina (CEA), que nuclea a las más grandes empresas del país, destacaba la necesidad de que el plan "supere a las personas":

La única manera de darle confiabilidad a largo plazo, es que el plan supere a las personas. Quiere decir que en la Argentina tiene que aparecer equipos de reemplazo en todos los niveles (…) (pero) más que a las personas, nuestro apoyo es al modelo. Porque la Argentina de pantalón largo es la que supera los personalismos (...) El modelo está mayoritariamente comprado. Ha mostrado bondades, pese a las dificultades. Quien mejor lo interprete, será quien mayores chances tiene de ganar (Enrique Ruete Aguirre, Presidente de CEA, entrevista en La Nación, 25-07-93).

De un modo similar, el titular de la Asociación de Bancos de la República Argentina (ABRA) afirmaba que "nuestro sector apoya explícitamente el plan económico en curso, del cual ya se observan muchos y excelentes resultados". En ese marco, se refería a la necesidad de brindar "continuidad" al Plan de Convertibilidad, destacando el objetivo de que "esta transformación no sólo no sea interrumpida, sino que cuente con el tiempo necesario para su total y definitiva consolidación". Además, afirmaba que "hasta ahora no se ha propuesto una alternativa mejor para terminar con la inflación, la ineficacia del Estado, la especulación constante, el mercado negro y el déficit fiscal". Por último, señalaba que "el programa económico se ha ido consolidando, en la misma medida en que lo ha hecho el sistema político"84. No obstante, su respaldo político no se extendía a la figura de Menem, sino a la "continuidad" del "modelo económico":

Mi apoyo es al modelo político que garantice la continuidad del modelo económico. Menem es el autor, pero no creo que tenga la exclusividad del modelo económico. Los hombres de negocios decimos que continúe el plan. Pero yo no opino sobre reelección (Julio Gómez, ABRA, Clarín, 07-07-93).

El Vicepresidente de la misma entidad, frente a la posibilidad de reelección de Menem, también destacaba el posicionamiento político del sector, expresando que "en el discurso no hay ningún apoyo a la reelección. Quiero que quede claro. En el discurso apoyamos la continuidad de la política económica"85.

VIII. La hegemonía menemista más allá de Menem

Aunque en 1993 existía una creciente sedimentación de la hegemonía menemista en torno al núcleo orgánico, el discurso de Menem no había logrado adosar estos valores positivados a su propia figura política86. En ese marco, junto a la disputa por la paternidad del núcleo nodal, un segundo debate giraba en torno a cómo garantizar mejor y, sobre todo, quién podía garantizar mejor, la permanencia del modelo, manteniendo la estabilidad con la presencia de Menem, o bien "emprolijándolo", sin su presencia. En ese contexto, el principal debate político se ubicaba en el campo de las fuerzas político- partidarias.

A. La disputa político-partidaria sobre la apropiación de los "éxitos" del modelo

Una vez aceptado el núcleo nodal, el debate comenzaba a girar sobre cómo garantizar mejor los éxitos de la nueva hegemonía. En ese marco, el debate político e ideológico se centraba en torno a la "paternidad" del modelo, en una disputa que enfrentaba a Menem y al resto de los dirigentes partidarios, quienes apoyaban al gobierno, o bien buscaban excluir al Presidente de los éxitos asociados al esquema monetario. Entre los discursos menemistas, se destacaban los integrantes de su gabinete y su "delfín", Erman González, quien le atribuía a Menem la "paternidad" del modelo y los éxitos de la estabilidad. También desde los referentes de la UceDé y del establish-ment internacional, se apoyaba al "liderazgo" de Menem y su proceso de "transformación". Para los grandes empresarios, como hemos visto, el modelo estaba "comprado", pero la disputa por "emprolijarlo" se hallaba en plena ebullición, y no se descartaba continuar la hegemonía menemista sin la presencia de Menem87, en una lógica que se presentaba con fuerza desde los discursos eficientistas de La Nación.

Promediando 1993, había varios candidatos posibles para liderar el proceso político a partir de la segunda mitad de los años 90. A nivel institucional, los principales exponentes eran posmenemistas, quienes buscaban asegurar la estabilidad, excluyendo todo lo negativo y "desprolijo" que representaba la figura de Menem. En esas circunstancias, se presentaban tres discursividades: la neoliberal, la productivista nacional y la liberal-republicana, si bien en los discursos de los actores político-institucionales, estas formaciones se expresaban de forma mixturada.

Por un lado, se hallaban los candidatos del posmenemismo ultraliberal, que buscaban mantener los éxitos de la estabilidad y las privatizaciones, pero con una mayor ortodoxia monetaria, de manera tal de "consolidar" y hacer más "perdurable" o "estructural" la estabilidad, excluyendo, a su vez, a la figura política de Menem. En el plano político-institucional, el principal exponente de esta visión era De la Rúa, quien reclamaba un mayor ajuste ortodoxo para generar "austeridad" y controles institucionales para promover un mayor "crecimiento", garantizar la "seguridad jurídica" y responder a las demandas de la "gente" de la "calle". No obstante, a diferencia de los otros referentes neoliberales, combinaba su discurso ortodoxo con una crítica a la "corrupción" y las "desprolijidades" institucionales del menemismo, reclamando mayor "honestidad", para lo cual podía presentar una imagen que lo asemejaba a un hombre austero y honesto. En ese sentido, por motivo de las elecciones legislativas a realizarse en octubre de 1993, planteaba que:

El 3 de octubre los argentinos deberán decidir, o empezar a decidir, acerca del país que quieren, a partir de una estabilidad monetaria que todos deseamos que se consolide, en una estabilidad económica estructural y persistente. A ella debe agregarse el crecimiento económico, la confiabilidad institucional, la solidaridad social y la independencia de la justicia. En la nueva etapa, los ciudadanos votarán por quienes sepan conducir mejor la lucha contra la corrupción, la frivolidad y la injusticia. Ya no aceptarán el gesto desaforado u omnipotente, ni el autoelogio, ni las amenazas a la prensa o a la oposición. El crecimiento lo construiremos con seriedad, responsabilidad y capacidad de diálogo. Esto se vincula con una intensa demanda por más seguridad jurídica frente al deterioro del Estado de Derecho y el vaciamiento de contenido de los principios y valores del sistema republicano, causado por las tendencias hegemónicas del gobierno y la politización de la Justicia y la sensación de que pierde consistencia la vigencia de la ley ("La dirigencia cuestionada", nota de Fernando De la Rúa, La Nación, 15-07-93).

El otro exponente de esta concepción era Angeloz, quien apoyaba al modelo económico y sólo reclamaba un mayor emprolijamiento en la instrumentación de las reformas. En ambos casos, los candidatos parecían potables para los sectores de centro-derecha que rechazaban la corrupción y el hegemonismo menemista y pretendían profundizar las reformas pendientes y "emprolijar" la gestión del modelo, a partir de 1995.

En el caso de Bordón, presentaba un discurso eficientista, que buscaba asegurar la estabilidad mediante la reducción del gasto público, aunque con la incorporación de un mayor énfasis en la cuestión social. A diferencia de De la Rúa, se presentaba como una "continuidad" no sólo de la "estabilidad", sino del propio Menem88, en un posmenemismo más moderado:

Hay dos errores que crispan la realidad política argentina. Por un lado, el planteo incorrecto de que la estabilidad y el futuro del país dependen de él (Menem) y del partido. Por el otro, mi discrepancia con quienes desde la oposición dicen que con este Presidente corren peligro el presente y el futuro del país (…) Si trabajamos bien, quizás podamos ser la continuidad del Doctor Menem (José Bordón, entrevista en La Nación, 07-04-93).

En ese marco, Bordón prometía un gobierno de "transición", que iba a continuar con el proceso iniciado por Menem, sumándole un mayor "crecimiento" y "justicia social":

Hemos tenido dos gobiernos de transición: el de Raúl Alfonsín, dominado por la organización política, y el de Menem, dominado por la necesidad de una estabilidad económica y de algunas transformaciones urgentes. Se viene otro gobierno de transición, que a lo mejor presido yo, cuyas características deben implicar la obligación de instalar un proceso de crecimiento con justicia social (Clarín, 28-03-93).

Duhalde también apoyaba a la estabilidad como un valor deseable, porque "la gente sabe lo que le ha costado la estabilidad, y lo que quiere es preservarla en primer término". Al igual que Bordón, señalaba que el "éxito" de la estabilidad no era exclusividad de Menem, sino del "partido de gobierno". En el contexto de la disputa de poder con el Presidente, para Duhalde la estabilidad constituía un "logro" colectivo, al ser "un esfuerzo de todos". Sin embargo, sus alocuciones giraban hacia un discurso productivista nacional, en el que la estabilidad debía "fructificar y transformarse en otra cosa, en más trabajo", y fomentar la producción industrial. De este modo, aunque afirmaba "yo no soy menemista, soy peronista", el Gobernador de Buenos Aires buscaba apropiarse de los éxitos atribuidos a su modelo, sin despegarse plenamente de la figura presidencial89. Este posicionamiento no podía descartarlo como un buen candidato para los sectores metalúrgicos de la UOM y del peronismo territorial, descontentos con los efectos regresivos del modelo.

En el caso de Alfonsín, el énfasis productivista se combinaba con elementos liberales y republicanos en lo político y sensibilistas en lo social. En ese marco, el ex Presidente era la esperanza "blanca" de los sectores "progresistas" del radicalismo, con un discurso favorable a una mayor intervención del Estado en la economía, pero sin el estilo "autoritario" del menemismo. Su nueva alianza con Posse en el Gran Buenos Aires lo orientaba a disputar con Duhalde el electorado productivista no peronista, a partir de un discurso que debía consolidar la estabilidad con una mayor producción, crecimiento y desarrollo industrial.

Una segunda opción "potable" para los sectores más críticos del modelo económico y social era Terragno, quien presentaba un discurso no muy alejado de las editoriales y notas del diario Clarín, aunque con un énfasis más pronunciadamente tecnocrático que el de Alfonsín.

Carlos "Chacho" Álvarez, en cambio, colocaba el eje en un discurso republicano contra la corrupción menemista, desde el mandato ético de "no robarás". Sin embargo, no presentaba el énfasis tecnocrático de De la Rúa, orientándose más firmemente hacia una modulación sensibilista en lo social.

Por último, quedaban otras opciones relegadas, que parecían sin chances para competir electoralmente, como Jesús Rodríguez y Leopoldo Moreau, desde el ala "progresista" del radicalismo, y Casella, desde el ala más neoliberal. En estos casos, no había muchas diferencias, en el sentido de que la estabilidad y el crecimiento resultaban cruciales, al igual que el emprolijamiento institucional al menemato. La diferencia se hallaba en el tono sensibilista de los primeros, relegado en el caso de Casella, quien defendía un discurso monetarista contra el "populismo" menemista, rememorando su viejo discurso de fines de los 80 contra la figura "distribucionista" que entonces representaba el dirigente riojano. Storani, por su parte, reclamaba una estabilidad con más "crecimiento" y "desarrollo", pero no dudaba en elogiar la labor "técnica" de Cavallo, algo en lo que coincidían también Angeloz, Alfonsín, De la Rúa y el dirigente justicialista Oraldo Britos.

Finalmente, un núcleo cada vez más reducido de dirigentes políticos, ajenos al bipartidismo, se ubicaba dentro del anti-menemismo soft. Para estos representantes de una porción minoritaria del electorado que conservaba las ideas de tradición nacional-popular, las opciones quedaban reducidas a las figuras marginales del Modin de Aldo Rico y del Partido Intransigente (no así su líder, Oscar Alende, quien se articularía con el posmenemismo de Duhalde en la Provincia de Buenos Aires), mientras se acrecentaba la presencia pública de figuras críticas del bipartidismo y de las reformas neoliberales, como Fernando "Pino" Solanas y el socialista Héctor Polino, que presentaban discursos radicalizados contra el modelo económico, orientándose al electorado centro-izquierdista del CTA y a los lectores de Página/12. La izquierda dura profundizaba el rechazo al neoliberalismo, aunque conservando sus clásicas divisiones internas. En todos estos casos, sin embargo, lo más relevante es que se aceptaba explícitamente, o bien no se cuestionaba públicamente, a la estabilidad monetaria, por lo que no se construía una contra-hegemonía efectiva al neoliberalismo, ni se reclamaba una salida devaluatoria del modelo.

IX. Conclusiones

La hegemonía menemista se estructuró en torno al significante Amo estabilidad, que logró adosarse a la paridad cambiaria fija, extendiéndose al no cuestionamiento general a las reformas estructurales y al consenso generalizado sobre la no devaluación. En ese marco, el menemato realizó una exitosa articulación orgánica entre la estabilidad y el 1 a 1, a partir del cuádruple proceso de estabilización fiscal, monetaria, institucional y de precios, encadenándose a un imaginario social de modernización, progreso y crecimiento económico. Bajo una serie de restricciones extra-lingüísticas que condicionaron la estructuración y la eficacia de la hegemonía menemista, en la etapa de sedimentación del orden neoliberal se podía criticar a la Convertibilidad, pero no se reclamaba públicamente la devaluación, al ser aceptada la estabilidad como valiosa.

Entre los actores políticos clave, la estabilidad adquiría una valencia positiva y deseable per se. En ese marco, algunos referentes políticos lo vinculaban a un "logro" (Laguna), a un "reclamo del pueblo" (Angeloz), a un "logro compartido" ("Palito" Ortega), un "logro" de "todos" (Duhalde), un "logro de la clase trabajadora" (CGT) o un "logro de nuestro pueblo" (Brunelli), que invariablemente se debía "preservar" (Duhalde) o "mantener" (Rodríguez Saá), "por largo rato" (Blanco Villegas), ya que era "favorable" (Storani). Desde una valoración más positiva, la estabilidad constituía una "necesidad" (Bordón), por lo que se trataba de un "logro" que era "imprescindible preservar" y "hacer duradera", al ser un "requisito indispensable para el reordenamiento de la economía" (editoriales de Clarín). Desde estos argumentos, la estabilidad monetaria debía "prolongarse" y "perpetuarse", como signo de un "bien que pertenece a toda la comunidad" (editoriales de La Nación), y a la que la sociedad "no está dispuesta a renunciar" (Pasquini Durán). Finalmente, para los más fanáticos, la estabilidad era un significante que no sólo "no se cuestiona", ya que constituye un "valor" que "todos deseamos", sino que representaba un "derecho", que debía "cuidarse y defenderse", para transformarse en "permanente" y "estructural" (De la Rúa). En ese sentido, algunos discursos reclamaban que la estabilidad, entendida como una "responsabilidad del Estado" (Convención Nacional de la UCR), fuera tipificada en la reforma constitucional, de modo tal de adquirir "jerarquía institucional" y, de este modo, "perpetuarse" en el tiempo (Cafiero). Como consecuencia de esta no problematización pública del valor positivo y deseable de la estabilidad, los debates ideológicos giraban en torno a cómo asegurar ese "bien de propiedad pública", que todos defendían y protegían como un cofre de oro. Las ramificaciones, en ese sentido, buscaban conservar como fuera la estabilidad, ya sea con un mayor incentivo a la producción, el trabajo y la industria nacional, con una mayor honestidad y división de poderes, o bien con una profundización de las reformas estructurales pendientes y una mayor disciplina fiscal y monetaria. Pese a las divergencias entre estas discursividades, que se encadenaban a valores positivizados como el crecimiento, el desarrollo, la justicia social, la honestidad, la moral, la eficiencia o la seguridad jurídica, el objetivo último consistía en garantizar la perpetuación de la estabilidad.

En la segunda parte del trabajo, incorporando un abordaje de análisis comparado del discurso, nos referimos a una serie de indicadores indirectos del éxito del núcleo medular. Entre ellos, mencionamos la adición de la estabilidad a las cadenas breves modales de los discursos de dirigentes clave de tradición nacional popular, el no cuestionamiento a las articulaciones modales en torno a la estabilidad y su elevación, en algunos discursos, al papel positivizado de la democracia política durante el gobierno de Alfonsín. Estas articulaciones, materializadas en la ausencia de alternativas efectivas al modelo económico y social, reafirman el rol de la estabilidad como un significante Amo que actuaba políticamente como eje estructurador del orden social.

Finalmente, en la última etapa, examinamos si el consenso generalizado en torno a la estabilidad se extendía a la figura de Menem. Al observar un predominio de contra-discursos críticos del menemismo y, particularmente, de la figura del Presidente, pero que respaldaban fervientemente al significante estructurador, destacamos que la estabilidad había logrado independizarse de sus gestores. Se producía, en ese contexto, un debate político e ideológico más amplio sobre la paternidad del modelo, en el que la mayoría de los referentes institucionales eran posmenemistas y unos pocos actores marginales se posicionaban como anti-menemistas. En 1993, este debate por apropiarse de los éxitos atribuidos al modelo se hallaba en ebullición, y Menem era uno de los múltiples contendientes de la batalla. Sin embargo, en los meses subsiguientes, con el fracaso de los discursos anti-menemistas en las elecciones legislativas (octubre de 1993), la firma del Pacto de Olivos (diciembre de 1993), y la Crisis del Tequila (diciembre de 1994), el discurso de Menem (en un sentido amplio que incluye a las prácticas extralingüísticas, que resaltaban su capacidad de liderazgo político) lograría consolidar su papel como único padre legítimo y garante máximo de la permanencia del núcleo orgánico, al tiempo que relegaba a sus opositores. En ese marco, el resultado de las elecciones presidenciales de mayo de 1995 mostraría que la paternidad del modelo había logrado sellarse a la figura personalista de Menem, articulando con éxito su figura al núcleo medular de la hegemonía menemista.

Notas

1 Entre las excepciones, debemos destacar los trabajos de Isla, Lacarrieu y Selby (1997), Martuccelli y Svampa (1997) y Svampa (2009), que parten desde un análisis del plano de la recepción, en base a entrevistas y el uso de un método etnográfico. Sin embargo, estos trabajos no analizan los discursos de forma sistemática, ni se concentran en el impacto interpelativo del discurso menemista.

2 Diferenciándonos de Laclau, efectuamos una distinción analítica entre el plano lingüístico del discurso (discurso "en sentido estricto") y el plano extra-lingüístico (discurso "en sentido amplio"). Ello no implica rechazar la sobredeterminación simbólica de la realidad social, sino diferenciar niveles de análisis. Esta distinción, además, permite analizar las formas de interacción compleja entre lo textual y lo extra-textual, incluyendo posibles contradicciones ónticas entre ambos planos.

3     En esta línea, se destacan los trabajos de Viguera (2000) y Beltrán (2011), quienes complejizan y trascienden los límites de los tradicionales enfoques estado-céntricos y socio-céntricos y de la dicotomía entre las vertientes pluralistas y corporativistas.

4     Ello no implica asumir la presencia de individuos atomizados, en el clásico sentido liberal, sino pensar la individualización de los discursos, sin olvidar que se trata de sujetos eminentemente sociales y con una relativa capacidad racional.

5     Los discursos no reproducidos en estos medios no son analizados en este trabajo. Ello no implica negar la existencia de otras voces no mediatizadas o no institucionalizadas.

En base a los aportes fenomenológicos de Laclau (1993: 177, 2005: 194), definimos al momento de "sedimentación" como "el momento histórico en el que determinado discurso dominante logra construir con éxito un nuevo sentido común en torno a ciertos significantes, cadenas equivalenciales y tópicos, que dejan de ser debatidos y cuestionados públicamente, reprimiendo la construcción de discursos antagónicos a sus ejes nodales y convirtiendo al discurso dominante en un discurso objetivo y transparente, que parece ser aceptado y compartido como válido y legítimo por el conjunto de la sociedad".

Recopilamos y analizamos más de un millar de discursos, pertenecientes al año 1993.

El concepto de significante clave corresponde al significante que, contextualmente, asume un papel político central, al ser replicado en mayor cantidad de discursos y en mayor cantidad de agentes políticos y al vincularse a una multiplicidad heterogénea de significados en diversas discursividades. En cuanto al concepto de significante estructurador social, corresponde a aquel significante clave que logra encarnar imaginariamente el lugar vacío del orden, siendo crucial para la construcción de toda formación hegemónica.

9 Aunque se coloca el eje en las interpelaciones del discurso menemista, ello no implica negar el papel activo del conjunto de los actores políticos. De lo que se trata, en ese sentido, es de realizar un juego que posiciona a ciertos discursos clave en el plano de la construcción de la hegemonía, situando a otros en el plano de la recepción. Seguimos, en ese sentido, los aportes metodológicos de Verón (1995) sobre las dimensiones de la "producción" y el "reconocimiento", materializados en su análisis textual del discurso peronista (Sigal y Verón 2003).

11 No es motivo de análisis del presente texto este plano extra-lingüístico del discurso. Sólo debemos considerar que entre 1989 y comienzos de 1991 se produjeron tres episodios hiperinflacionarios, que el 1º de abril de 1991 entró en vigencia la Ley de Convertibilidad y que, desde mediados de 1991, se logró una efectiva estabilidad de los precios, un aumento del crédito y una relativa expansión económica. Además, desde entonces, una porción importante del sector privado comenzó a endeudarse masivamente en dólares, acrecentando el razonable temor a una devaluación monetaria.

12    Véase "Peronistas que no están con Menem", nota de Carlos Eichelbaum (Clarín, 28-03-93).

13    Entrevista a José Bordón (La Nación, 07-04-93).

14 José Bordón (Clarín, 28-03-93, 12-05-93, 27-05-93, 28-05-93 y 11-06-93; Página/12, 18-05-93).

15 Eduardo Duhalde (Página/12, 09-05-93, Clarín, 12-05-93, 13-05-93 y 08-06-93; La Nación, 12-05-93).

16   Antonio Cafiero (Clarín, 11-05-93 y 19-05-93).

17   Antonio Cafiero (Clarín, 10-03-93 y 11-05-93; Página/12, 31-03-93).

18    Ramón "Palito" Ortega ("El tren de la historia", nota en La Nación, 20-05-93).

19    "El Gobierno debería mantener la estabilidad. Pero además, hay que dar respuesta al tema social, frente a un capitalismo crudo que comenzó a aparecer a partir de la reforma del Estado y de la eliminación de los subsidios. La Argentina tiene uno de los índices más altos de marginación social. Pero hay que resolver también la crisis de representatividad y consolidar el sistema republicano, esto es, respetar la división de poderes" (entrevista a Adolfo Rodríguez Saá, La Nación, 19-07-93).

20 Fernando De la Rúa (Clarín, 11-06-93). Ya desde 1992, De la Rúa asociaba a la privatización petrolera con una mayor "seguridad jurídica" (Página/12, 26-09-92), criticando aspectos instrumentales vinculados a la inexistencia de "marcos regulatorios" y "protecciones" al "usuario". Si bien en alguna ocasión pedirá "revisar" las privatizaciones, luego rechazará su propia propuesta, en nombre de la defensa de la "seguridad jurídica".

21    Las menciones de De la Rúa a la corrupción eran abundantes. Según el dirigente radical, este elemento representaba "uno de los reclamos constantes" de la "gente", que "siente estafada su confianza por su existencia", y su enfrentamiento era "una causa profundamente popular", relacionada a la "alteración" de las "bases éticas" de la República y el "sentido moral" del "pueblo". Un discurso similar era asumido por la dirigente delarruista Martha Mercader.

22    Sobre la frontera modal estabilidad vs. corrupción en el discurso de De la Rúa, véase Clarín, 10-06-92 y 12-06-92 y entrevista a De la Rúa, Clarín, 16-05-93.

23   Eduardo Angeloz (Clarín, 10-02-93 y 20-05-93).

24   Eduardo Angeloz (Clarín, 04-02-93, 20-05-93 y 24-06-93).

Raúl Alfonsín (Clarín, 21-04-93; "La segunda transición", nota en Clarín, 02-03-93, entrevista en Clarín, 07-05-93).

Raúl Alfonsín (entrevista en Clarín, 07-05-93).

27   Federico Storani (Clarín, 09-03-93 y 12-05-93, Página/12, 20-02-93).

28   Federico Storani (entrevista en Clarín, 12-05-93; Clarín, 14-06-93 y 22-06-93, La Nación, 20-02-93 y 28-03-93).

Rodolfo Terragno (Clarín, 21-07-93, 22-07-93 y 25-07-93).

Melchor Posse (Clarín, 21-03-93, 17-04-93, 20-04-93, 09-07-93 y entrevista en Clarín, 08-05-93).

31   Melchor Posse (Clarín, 21-03-93).

32   Convención Nacional de la UCR ("¿Qué busca el Gobierno con el nuevo sistema previsional?", solicitada en Clarín, 24-02-93, Clarín, 08-05-93, 14-05-93; "La otra cara de la privatización de YPF", solicitada en Clarín, 03-07-93; La Nación, 02-04-93; Página/12, 14-05-93).

33   Convención Nacional de la UCR (Clarín, 13-02-93; Página/12, 09-04-93; La Nación, 01-06-93).

34   Diputado Francisco Duradoña y Vedia (Clarín, 05-04-93 y 04-07-93).

35   MID (La Nación, 10-06-93); Rogelio Frigerio, MID (La Nación, 02-05-93; Clarín, 04-07-93).

36   "Para tener éxito en la estructuración de una economía nacional, la estabilización y el desarrollo tienen que ser procesos simultáneos y no sucesivos (…) Es moderno el desarrollo, aunque incorpora la modernización en una forma integradora de la condición nacional. Este último es, a mi juicio, el camino que deberíamos emprender, la integración del mercado interno y la inserción en el mercado mundial" (nota de Rogelio Frigerio, Clarín, "Económico", 09-05-93).

"Necesidad de contar con un gobierno serio, responsable y no frívolo. Defensa de una estabilidad sin corrupción. Una economía que no deje afuera la ética, privatizaciones con control y un desarrollo, pero con justicia, y no al servicio del Poder Ejecutivo" (Rafael Martínez Raymonda, La Nación, 03-07-93). Véase también Alberto Natale (Página/12 de Rosario, 18-06-93).

Marta Mercader (La Nación, "Económico", 22-07-93); Guillermo Alchourón (Clarín, 19-05-93). Documento de la CGT (Clarín, 27-05-93 y 11-06-93; La Nación, 02-04-93).

40 Smata ("Los trabajadores organizados y el acuerdo automotriz", solicitada firmada por José Rodríguez, Clarín, 03-06-93); Suterh ("No detengamos la historia", solicitada firmada por Víctor Santa María, Clarín, 09-07-93); Asociación Bancaria (solicitada en Clarín, 26-07-93).

41   Al asumir su cargo, el nuevo Secretario prometía, en ese sentido, "una CGT más militante" (Clarín, 21-04-93).

42   Naldo Brunelli ("Cambio de estilo", entrevista en Página/12, 31-03-93 y 04-04-93, Clarín, 31-03-93, 04-05-93, 12-06-93, 15-06-93 y 05-07-93).

43   José Gutiérrez, Federación de Comercios de Artefactos del Hogar (Clarín, 04-04-93, p. 23); Propaganda de Ángel Estrada y Cía S.A. (Clarín, 01-03-93), Cimara y Ademp ("Porqué se informa mal al Dr. Menem y al Dr. Cavallo", solicitada en La Nación, 01-02-93; Clarín, 12-02-93), Siemens ("Cuanto más dura es la competencia, más gratificante la victoria", propaganda en Página/12, 26-05-93); Ejecutivo bancario anónimo (La Nación, "Económico", 28-03-93), Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) (La Nación, 29-03-93), Juan José Lloret, Ibope (Clarín, 29-03-93); José Luis Pardo, Directivo de Banco Mariva (entrevista en Clarín, 05-07-93).

44   Eduardo Escasany, Vicepresidente de Adeba (La Nación, "Económico", 28-03-93).

45    UIA (La Nación, "Económico", 03-07-93 y 09-07-93; "Señal positiva", Clarín, 03-05-93, 08-07-93 y 31-07-93; Página/12, 01-06-93), Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel (La Nación, "Económico", 09-07-93); Jorge Blanco Villegas, UIA (Clarín, 12-05-93 y nota en Clarín, "Económico", 25-07-93); Hugo Carcavallo, Presidente de la Comisión de política laboral de la UIA (Clarín, 28-05-93); Daniel Fúnes de Rioja, asesor de la UIA (Clarín, 04-05-93 y 09-06-93); Murat Eurnekián, UIA (Clarín, 09-06-93); Rolando Petrantrueno, Presidente de CAI (Clarín, 28-05-93); Franco Macri (Clarín, "Económico", 25-07-93).

46    Cabe señalar que el presidente saliente, Israel Mahler, presentaba un discurso más crítico, que destacaba que "hay mucho todavía por hacer para dotar a las empresas de competitividad; en particular, para mejorar la situación de las empresas que, en estos últimos tiempos, fueron expuestas a una apertura despiadada", destacando que "los temas más acuciantes son el financiamiento a las pequeñas y medianas empresas y el costo laboral" (Página/12, 27-04-93). Sobre las diferencias internas en la entidad industrial, véase Viguera (2000).

47    Jorge Blanco Villegas (entrevista en Clarín, 09-07-93); UIA (La Nación, "Económico", 05-06-93).

"El Presidente en Suiza", editorial de La Nación, 04-02-93, "Es bueno gobernar sin electoralismo", editorial de La Nación, 20-05-93, "Después del debate", editorial de La Nación, 23-07-93, "Que dos años no es nada", editorial de La Nación, 02-04-93.

49    "Es bueno gobernar sin electoralismo", editorial de La Nación, 20-05-93.

50    "Los precios y las reformas pendientes", nota de Fernando Lescano, La Nación, "Económico", 09-06-93; "La privatización de YPF: ¿una solución o un problema?", nota de Eduardo Bonelli, "¿Política económica vs. Política electoral?", La Nación, "Económico", 28-02-93, 15-06-93 y "La pelea del siglo", nota en La Nación, 21-06-93); "El ocaso de las conducciones tutelares", Oscar Lescano, nota en La Nación, "Economía", 12-05-93; "Algo más que la estabilidad", nota de Silvia Pisani, La Nación, "Económico", 28-03-93; "Un nuevo partido político", nota de Félix Loñ, La Nación, 11-05-93.

51    Eduardo Aliverti ("El desbocau", nota en Página/12, 13-03-93); Daniel Sosa ("Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago", nota en Página/12, 27-04-93).

52    Horacio Verbitsky ("Cámpora al gobierno", nota en Página/12, 11-03-93; "¿Mercado o Nación?, nota en Página/12, 14-03-93, "El año que trabajamos", nota en Página/12, 09-05-93 y "La insoportable levedad del jefe", nota en Página/12, 06-06-93); José Pasquini Durán ("Arena de un puño", nota en Página/12, 20-02-93; "Suerte que fue corto", nota en Página/12, 02-05-93 y "Por los servicios prestados", nota en Página/12, 15-05-93).

53    Carlos Melconián (entrevista en Clarín, 26-07-93); Hernán Haines (nota en La Nación, "Económico", 26-06-93).

54    "Así como se estabilizó la economía, hay que estabilizar el derecho y la seguridad jurídica para brindar todas las certezas de una evolución irreversible (…) Creo que en Argentina hace falta mucho por hacer en beneficio de una moralización de la política" (Guy Sorman, La Nación, 20-05-93).

55    Enrique García Vázquez (nota en Clarín, "Económico", 07-02-93, "Cómo lograr mayor justicia distributiva", nota en Clarín, "Económico", 23-05-93 y "Las inversiones que faltan", nota en La Nación, "Económico", 28-03-93); Enrique Martínez (Página/12, "Cash", 07-02-93); Carlos Ábalo (Clarín, 06-05-93).

57   Bill Clinton (La Nación, 30-06-93); Hans Tietmeyer (Clarín, 23-03-93); Informe de la ONU sobre Desarrollos Humanos, 1993 (Página/12, 18-05-93), Embajador de Alemania, Carl Limmer (La Nación, 03-07-93), Patrick Adam ("Dos años: diagnóstico de situación", nota en La Nación, "Económico", 28-03-93).

58   Gerardo León, Lehman Brothers (entrevista en Clarín, 15-02-93).

59   Monseñor Manuel Guirao, diócesis de Santiago del Estero (La Nación, 26-07-93); Monseñor Justo Laguna (Página/12, 26-03-93 y 04-04-93).

56 La mayoría de estos apoyos se hacía en términos económicos. No obstante, en una oportunidad, el respaldo a la estabilidad se realizará en términos más "políticos", cuando el Director de Comercio Exterior de España destaque que en el país "se vive un cierto clima de estabilidad política y de convivencia pacífica y sana" (Eduardo Euba, Clarín, 10-07-93).

60 "Yo jamás he dicho que la estabilidad genera pobreza, sino todo lo contrario. Otra cosa es cómo se llega a la estabilidad, y si eso produce costo social o no" (Página/12, 04-04-93). En otra oportunidad, Laguna matizará su respaldo al eje del modelo, al señalar que "la estabilidad monetaria es un logro, pero nadie va a adquirir la felicidad definitiva y total por ese tema", aunque las críticas se concentrarán en la falta de "independencia" de la Justicia y el "peligro" del "poder hegemónico", afirmando que "el gran peligro es el tema ético jurídico y su relación con el poder" (Clarín, 17-06-93 y 18-06-93).

61 La articulación modal estabilidad-crecimiento-justicia social se hará presente en tres discursos de Bordón de 1993 (Clarín, 10-04-93, 28-05-93 y 11-06-93).

Guillermo Alchourón (Clarín, 19-05-93, p. 17).

Naldo Brunelli ("Cambio de estilo", entrevista en Página 12, 04-04-93, pp. 12-13).

64 José Pasquini Durán ("El país del séptimo cielo", nota en Página/12, 06-02-93; "Olas que pasarán", nota en Página/12, 13-02-93; "Frentes de tormenta", nota en Página/ 12, 13-03-93; "Por los servicios prestados", nota en Página/12, 15-05-93).

José Pasquini Durán ("Y van tres", nota en Página/12, 21-05-93 y nota del 02-05-93). En otras palabras, no se presentaban discursos que cuestionaran el valor positivo de la estabilidad y del crecimiento como tales, señalando, por ejemplo, que la estabilidad era ficcional, que el modelo económico generaba inestabilidad, o que, en lugar de crecimiento, se debía promover el desarrollo social.

"En lo económico, yo le critico el haberse dormido en la estabilidad, sin asegurar el crecimiento, además de descargar la crisis en casi cuatro millones de desocupados que tiene el país" (entrevista a Melchor Posse, Clarín, 21-03-93).

"Además de estabilidad, hacen falta crecimiento económico y justa distribución de la riqueza" (Monseñor Justo Laguna, Página/12, 04-04-93).

"La estabilidad por sí sola no va a asegurarnos el crecimiento y la justicia social (…) Estamos trabajando por un programa de gobierno con equidad y, para ello, uno de los ítems es una mayor asignación para gastos sociales" ( José Bordón, Clarín, 11-06-93).

70    "Apoyo a la estabilidad, pero es sólo monetaria. Ya es hora de pasar a una segunda parte para encarar una política de crecimiento y desarrollo" (Federico Storani, Clarín, 22-06-93).

71    Antonio Cafiero (La Nación, 19-05-93).

72    "La estabilidad alcanzada por mi pueblo ha sido positiva. Pero la estabilidad sola no alcanza. Los trabajadores somos los grandes inversores anónimos que, sin ningún tipo de dividendo, estamos solventando en su conjunto el costo del ajuste. Se hace imprescindible la puesta en práctica de políticas de crecimiento que posibiliten la creación de empleo y una distribución real y justa del ingreso nacional" (Naldo Brunelli, Clarín, 15-06-93).

73    Raúl Alfonsín, Clarín, 09-07-93).

74    "Valorizo la estabilidad, pero esta es monetaria y debemos ir a la conquista de la estabilidad económica, estructural, permanente basada en la producción, el crecimiento y el trabajo, la disciplina fiscal y monetaria, que son principios de una economía sana, son valores permanentes que no han sido inventados ahora" (Fernando De la Rúa, entrevista en Clarín, 07-05-93).

75    José Bordón (Clarín, 28-03-93 y 28-05-93).

76    Erman González (Página/12, 04-05-93).

77    Víctor Santa María, Suterh (solicitada en Clarín, 30-04-93 y 09-07-93); Club de Amigos ("Nueva propuesta del sindicalismo para el crecimiento con justicia social", solicitada en Clarín, 08-07-93 y La Nación, 19-07-93); Smata ("Los trabajadores organizados y el acuerdo automotriz", solicitada en Clarín, 03-06-93); Uocra ("Seguimos construyendo el futuro", solicitada por el 1º de mayo, en Clarín, 30-04-93); CGT (solicitada por el Día del trabajador, en Página/12, 30-04-93); UOM (solicitada por el Día Internacional del Trabajo, en Página/12, 30-04-93).

78    "El logro de una mejor distribución del ingreso exige que se cumplan dos condiciones: estabilidad monetaria y un crecimiento sostenido de la economía. A su vez, la estabilidad indispensable para evitar el impuesto inflacionario, requiere un presupuesto equilibrado en los gastos y recursos" (Enrique García, "Cómo lograr mayor justicia distributiva", nota en Clarín, "Económico", 23-05-93).

79    "Un pueblo que reclama estabilidad, previsibilidad, seguridad jurídica, crecimiento, justicia social y actitudes éticas de sus dirigentes" (Eduardo Angeloz, Clarín, 20-05-93).

80    "El seguimiento de la evolución de la recaudación y de los gastos efectuados por el sector público, debe observarse siempre con atención. Esta condición es necesaria, pero no suficiente, si se pide del modelo que, además de la estabilidad, garantice el crecimiento" (Héctor Fernández Saavedra, Presidente del Banco de Valores, entrevista en La Nación, 05-07-93).

81    "La cuestión económica está en el centro de la ciudadanía. Valora la estabilidad, pero reclama crecimiento, desarrollo de actividades productivas, aumento de las exportaciones, rentabilidad para el agro, incorporación de tecnología, fortalecimiento de los mercados, que hagan de esa estabilidad monetaria una estabilidad económica apoyada por un crecimiento sostenido, con equidad social" ("La dirigencia cuestionada", Fernando De la Rúa, nota en La Nación, 15-07-93).

82 Domingo Cavallo (La Nación, 12-05-93). 622

83 La Nación (Editorial "Que dos años no es nada", 02-04-93 y "Es bueno gobernar sin electoralismo", 20-05-93; Eduardo Bonelli ("¿Política económica vs. Política electoral?", nota en La Nación, "Económico", 28-02-93).

Julio Gómez (Clarín, 07-07-93; La Nación, "Económico", 07-07-93).

85   Manuel Sacerdote, Vicepresidente de ABRA (Clarín, 16-07-93). Incluso, un periodista del diario La Nación afirmaba que "resulta impostergable e imprescindible la formación de una fuerza política nueva estructurada sobre bases diferentes", aunque con el objetivo de "afianzar la estabilidad y generar confianza" ("Un nuevo partido político", nota de Félix Loñ, La Nación, 11-05-93).

86   Ello se expresaba también en la opinión pública, en el momento en que la imagen positiva del plan económico era sensiblemente superior al respaldo hacia el Gobierno y el Presidente (véanse las encuestas de Mora y Araujo, en La Nación, "Económico", 28-03-93). De hecho, según encuestas de Muraro, a comienzos de 1993 la imagen positiva de Menem era de tan solo un 34%, frente al 60% de De la Rúa, el 57% de Angeloz, el 48% de Bordón y el 42% de Duhalde (Página/12, 17-02-93).

87 Así, en la reunión del sector financiero de ABRA, un dirigente afirmaba que "para ganarle a Menem en el peronismo hay que diferenciarse en serio". En ese marco, Bordón tenía "que aprovechar más la imagen de honestidad que le falta al otro", mientras que otro empresario afirmaba que "estas elecciones van a demostrar si un candidato puede ganar con un discurso racional. Porque todos recordamos que Menem ganó con falsas promesas y luego eligió el buen camino. Angeloz, Bordón y De la Rúa hablan, en cambio, claramente sobre lo que van a hacer" (La Nación, 24-03-93).

88 De hecho, en algunos discursos de 1993, Bordón expresaba su apoyo a la reelección (Clarín, 24-02-93, 15-03-93 y 18-06-93), aunque luego el dirigente mendocino presentaría una lista alternativa al menemismo para competir en las elecciones legislativas de 1993 y las presidenciales de 1995.

89 Eduardo Duhalde (Clarín, 13-05-93 y 08-06-93; Página/12, 06-04-93).

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Fuentes

Diarios Clarín, La Nación, Página/12

 

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