SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.20 issue1Identidades políticas en el marco de la acción colectiva: Enfoques sobre la emergencia e institucionalización de la protesta piquetera en ArgentinaEl control parlamentario en Argentina author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Postdata

On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.20 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires June 2015

 

TEORIA

La teoría del partisano de Carl Scdmitt y el conflicto armado en Colombia.

 

por Harold Valencia López* y Luis A. Zúñiga Herazo**

* Filósofo, Magíster y Doctor en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en arbitraje, conciliación y resolución de conflictos de la Universidad de Cartagena. Profesor titular del Programa de Filosofía de la Universidad de Cartagena, Colombia. E-mail: hvalencial@unicartagena.edu.co
** Profesional en Filosofía de la Universidad de Cartagena. Magíster en Filosofía de la Universidad de los Andes, Colombia. E-mail: lzunigah@unicartagena.edu.co


Resumen

En el siguiente trabajo intentamos mostrar el aporte de la teoría del partisano de Carl Schmitt en la comprensión y análisis del conflicto armado que ha vivido Colombia. El análisis busca incorporar elementos sin los cuales una comprensión integral del fenómeno del conflicto colombiano quedaría incompleta. Entre esos elementos se encuentran: el papel que cumplen en la degradación del conflicto la presencia de los grupos paramilitares como un actor armado irregular, la descomposición del elemento político en los grupos insurgentes, la ilegalidad e ilegitimidad que genera para un Estado el incorporar métodos ilegales para combatir una confrontación irregular, la precariedad del Estado no sólo para ofrecer seguridad y monopolizar el uso de la fuerza sino para cumplir con los presupuestos del denominado "Estado social de derecho" y el papel que están jugando terceros interesados en el conflicto colombiano.

Palabras claves Colombia - conflicto armado - Carl Schmitt - guerrillas - democracia

This article shows the contribution ofCarl Schmitt's partisan theory to the understanding and analysis of the armed conflict in Colombia. The analysis seeks to incorporate elements without which a comprehensive understanding of the phenomenon of the Colombian conflict would be incomplete. These elements are: the important role in the degradation of the conflict ofthe presence of paramilitary groups as an irregular armed group, the breakdown of the political element in the insurgents, the illegal methods used to combat irregular confrontation, the precariousness of the state, not only to provide security and monopolize the use of force but also to meet the budgets of so-called "social state law", and the role that third parties are playing in the Colombian conflict.

Key words Colombia - armed conflict - Carl Schmitt-guerrilla - democracy


 

El presente ensayo intenta analizar la relación existente entre la " Teoría del partisano" de Carl Schmitt y la forma en que se ha dado en Colombia la guerra de guerrillas, buscamos con esto mostrar el aporte que la teoría de Carl Schmitt podría darnos en la comprensión de un fenómeno tan complejo como el del conflicto social y armado en Colombia, y analizar además las implicaciones que tiene para la sociedad colombiana, la existencia de un conflicto con las particularidades como las que se presentan en el país.

Ahora bien, como una comprensión integral del fenómeno de las guerrillas en Colombia implica determinar las causas de su surgimiento y desarrollo, y sus implicaciones en la realidad política y social del país a través del aporte de diversas ciencias sociales, nuestra perspectiva se circunscribirá1 sólo a matizar y ampliar la posible relación entre la guerra de guerrillas y la teoría mencionada. Para ese fin nos apoyaremos en algunos estudios históricos y sociológicos que serán complementados con el aporte filosófico que la teoría del partisano de Schmitt ofrece para la comprensión de las llamadas guerras irregulares. Como hipótesis señalamos que si bien existen ciertas particularidades del conflicto colombiano que lo hacen diferente a las confrontaciones entre en otros países de América Latina entre el Estado y la insurgencia2, consideramos que este conflicto puede ser considerado estrictamente como una guerra irregular. En ese sentido como marco de la reflexión que estamos proponiendo y como desarrollo de la misma, vamos a intentar tematizar los siguientes puntos:

1. Carácter de irregularidad de la guerra partisana
2. El componente político del party spirit
3. La movilidad en la guerra partisana
4. Carácter telúrico del party spirit
5. Relación amigo-enemigo en la lucha partisana
6. Destrucción de estructuras sociales
7. El tercero interesado
8. Espacialidad y desarrollo científico-técnico

I. Carácter de irregularidad de la guerra partisana

El ejército moderno (cuyo punto de partida lo constituye el ejército napoleónico) surgió bajo la idea de utilizar métodos de combate regular contemplados en el derecho público de guerra europeo. En cambio, uno de los rasgos más definitorios en la lucha partisana, lo constituyó precisamente su carácter irregular3, esto es, que aquellos que identificaba como sus enemigos, los combatía transgrediendo todas las normas y las convenciones de guerra. De esa forma los métodos de guerra empleados estaban por fuera de los mínimos de cualquier legislación. Esos métodos se caracterizaban entre otros aspectos, por la utilización de la sorpresa, la emboscada, el golpe repentino y la acción de retirada. La estrategia consistía en aprovechar al máximo el "descuido" del enemigo. Como lo expresó Mao Tse Tung, en su momento, "la guerra revolucionaría es en nueve décimos guerra no abierta, no regular y solamente en un décimo guerra militar abierta".

Estos métodos irregulares de combate que emplea el partisano, ponen muchas veces a los ejércitos regulares y a la institucionalidad ante la situación de emplear también métodos irregulares. Napoleón ya era consciente que al partisano resultaba necesario combatirlo con otros métodos distintos a los de una guerra "convencional", su expresión: "... con partisanos hay que luchar a la manera de los partisanos, ilfaut opérer en partisan partout ou il y a des partisans" (Schmitt 1966: 23), es la manifestación de dicha conciencia. Consideramos que allí es donde se encuentra el problema para un ejército regular y la institucionalidad que representa (el caso del general francés Raoul Salan, ilustra paradigmáticamente tal situación) pues, usualmente, se encuentran éstos ante la situación de emplear métodos irregulares aparentemente más eficaces, pero que en su aplicación desbordan los marcos jurídicos legales, lo cual implica altos riesgos para las fuerzas regulares de cometer abusos, extralimitarse en su funciones, e irrespetar los mínimos principios que regulan las actuaciones de quienes participan en una confrontación de carácter militar, con todo el costo social, político y de legitimidad que ello conlleva.

El rasgo de irregularidad es entonces, a nuestro juicio, no sólo aplicable al operar de las guerrillas colombianas y al actor armado ilegal que pretende combatirla "calcando"4 en buena parte sus métodos: el paramilitarismo, sino también a muchas de las formas como ha operado la lucha contrainsurgente por parte del Estado colombiano.

Como es conocido, las guerrillas colombianas han confrontado al denominado "Estado burgués", bajo parámetros propios de acciones con carácter de combate irregular5, puestos de manifiesto en sus métodos: actuar clandestino y sorpresivo, el uso de ropas que confunden al enemigo, el no mostrar abiertamente sus armas, el camuflarse en algunos casos con la población civil y la utilización de armas no convencionales como el uso de minas, pipetas de gas, carros bombas, dinamitar oleoductos, secuestro, extorsión, entre otros. Algunos de esos métodos fueron puestos en acción desde el surgimiento de las FARC, el ELN y el EPL, a mediados de la década de los sesentas, y en los años setenta por el M-19, y en los ochenta por el Quintín Lame (Pecaut 2003: 4574), otros más indiscriminados y que atentan especialmente contra la población civil fueron surgiendo con la degradación de la confrontación, y la prioridad del escenario militar al escenario político. En general los métodos de guerra de guerrillas han evolucionado hacía la utilización de nuevos medios técnicos6, constituyéndose en estrategias táctico militares, más eficaces y letales, y cuyo empleo no requiere del empleo de muchos hombres.

Ahora bien, en una guerra tan prolongada como la que atraviesa Colombia, se han generado formas de reacción o de contrainsurgencia que en su afán y desesperación por combatir al enemigo desencadenan formas de violencia, similares a las generadas por los denominados grupos paramilitares, que transgreden los principios mínimos del DIH o de cualquier normatividad. En estas expresiones de violencia de grupos de extrema derecha, se han vistos implicados no sólo sectores del crimen organizado (narcotraficantes) sino también amplios sectores de la sociedad colombiana (ganaderos, latifundistas, políticos) y de la institucionalidad (fuerzas armadas), cuyo comportamiento ha ido desde la indiferencia cómplice, omisión, simpatía y justificación de su existencia, hasta el respaldo explícito por medio de la financiación, acompañamiento y apoyo logístico, entre otros aspectos. En general ha operado la lógica de que el "enemigo de mi enemigo es mi amigo".

La conjunción y mezcla de los actores armados han formado, en realidad, una especie de "cóctel" de violencia que por momentos nos parece sumergir en una situación "aqueróntica", infernal7, como la que señalara8 Schmitt (1966: 58) refiriéndose a la situación que estuvo dispuesto a desencadenar Bismarck para combatir la monarquía de los Habsburgo y contra la Francia bonapartista de 1866, que, en nuestro caso, ha llevado a un escalamiento, descomposición y degradación del conflicto que nos ha sumergido en una barbarie generalizada en la cual la población civil es la que pone la mayor parte de víctimas y sufre las consecuencias de un conflicto cada vez más deshumanizado, que ha puesto, sobre todo, a la población rural colombiana en una tragedia humanitaria en la que su número ya resulta de por sí escandaloso: más de 4.000.000 de desplazados9.

II. El componente político del party spirit

La vinculación o adhesión del partisano, de ahí en gran parte su denominación, a un partido político que promueve un proyecto político, un proyecto de transformación de las estructuras sociales, es un rasgo esencial del party spirit. Este rasgo diferencia, claramente, el objetivo del partisano, del bandolero, del criminal, del delincuente común, que lo que busca, en su delinquir, es el beneficio personal o particular del grupo en el cual actúa. Como lo expresa Schmitt:

Hay que mantener el carácter intensamente político del partisano para no confundirlo con el vil ladrón y atracador que piensan exclusivamente en su provecho particular, sin tener otros motivos. Este criterio teórico del carácter político tiene la misma estructura, pero exactamente a la inversa, que el pirata, que solo tiene interés por el robo y la ganancia personal (Schmitt 1966: 25).

Precisamente una de las formas recurrentes cuando se quiere desvirtuar, deslegitimar, la lucha del partisano, su no reconocimiento como un "enemigo justo" o enemigo político, es vincularlo por todos los medios con el delincuente común, con el bandido, o ahora en nuestro medio, con todo los elementos que haya que incorporar para diferenciar y matizar, con el denominado narcoterrorismo.

En Colombia, algunos grupos guerrilleros están relacionados en sus orígenes con partidos políticos. Esta relación se da inicialmente entre el partido liberal y las guerrillas liberales durante la época de la violencia de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Pero en la medida en que dichas guerrillas radicalizan sus objetivos, apartándose de la dirigencia liberal, a través de la intensificación de su hostilidad hacia el Estado y a la política bipartidista liberal-conservadora del "frente nacional" mutaron a guerrillas comunistas. Este el caso de las FARC que nació10 en directa relación con el Partido Comunista Colombiano, el EPL en relación con el Partido Comunista Marxista Leninista11 y el M-19 con la ANAPO12, aunque apartándose de las vacilaciones políticas de la ANAPO. Aunque los grupos guerrilleros que se han dado desde la década de los sesenta en Colombia tienen motivación política, no a todos se les podría establecer una vinculación directa con un partido político.

Distinta es la situación de los llamados grupos paramilitares que en sus orígenes nacen como unas formas reactivas13 de sectores sociales (narcotraficantes, ganaderos, latifundistas, sectores de las fuerzas armadas) que utilizan métodos irregulares (guerra sucia) para combatir la insurgencia. Una insurgencia que les afecta sus intereses y frente a la cual un "Estado débil" no ha mostrado, a juicio de dichos sectores, resultados para combatirla y ofrecer seguridad. Desde tal perspectiva, el "proyecto político" paramilitar no va más allá de su oposición y combate a la subversión.

Como señalábamos, más arriba, la mayoría de los gobiernos, dependiendo de los avatares de las circunstancias14 han intentado desconocer la motivación política de las guerrillas como un elemento de deslegitimación a su actuar15. En el gobierno de Alvaro Uribe, esa estrategia de negación de los motivos políticos de los grupos insurgentes, se puso en práctica fundamentalmente a través de la negación del conflicto social y armado. Una estrategia que junto a otras muestran precisamente que los escenarios de la guerra no son sólo los del campo de batalla, y que por tanto, los espacios de la guerra irregular tampoco se reducen a éstos, es decir, el carácter irregular de la guerra, sus estrategias y mecanismos, se adapta también a las nuevas tecnologías, a los medios de comunicación, a las sociedades de masas, lo cual significa no la negación de la guerra del partisano y lo que ella representa, sino el perfeccionamiento de sus métodos. Fernando Cubides expresa:

Una guerra en que según la proporción clásica, las nueve décimas partes de su estrategia permanecen en principio ocultas, aún al observador más perspicaz. Las variantes de la guerra de guerrillas que aquí prevalecen, han conllevado un aprendizaje continuo entre los guerreros en cuanto al manejo de la información. Tácticas y maniobras distractoras o dilatorias, desinformación sistemática, y un creciente virtuosismo en el manejo de los recursos de la guerra psicológica, una mediatización creciente, han sido las pautas. Y para quien tenga pretensiones de analista, todo ello implica otros tantos obstáculos, si la información es profusa, diversa y contradictoria, quien pretenda analizarla, orientarse en medio de tal diversidad ha de alardear de sutil, mantener una actitud de vigilancia constante acerca de la consistencia de la información que recaba, de sus fuentes, ha de proceder siempre en sus balances, según el consejo clásico: "con beneficio de inventario" (Cubides 2008: 3).

El desconocimiento del conflicto social y armado por parte del gobierno Uribe, entra a formar parte de esa combinación de políticas legales con las ilegales, políticas no exentas ciertamente de contradicciones, en las que debemos destacar, por ejemplo, las negociaciones con los grupos paramilitares, negociaciones en las que implícitamente se reconoce a éstas el papel de ser un actor armado, una organización militar con pretensiones de control territorial que suplantó al Estado en muchas de sus funciones, que envileció los métodos de guerra, y que fue capaz, como se infiere de todo el proceso de la parapolítica, de permear a las altas instancias de las estructuras del Estado, fueran ellas de carácter legislativo, judicial o ejecutivo.

La ley de alternatividad penal, más conocida como el proyecto de "justicia y paz", confirió a los paramilitares un status muy distinto al que se le otorga a organizaciones delincuenciales, las cuales son juzgadas sin ningún tipo de beneficio especial distinto a los que están ya contemplados en el sistema de justicia y en particular en el derecho penal. Esta misma ley era contemplada por el gobierno de Alvaro Uribe, como adecuada para ser aplicada en eventual proceso de paz con las organizaciones guerrilleras.

Es cierto (como lo reconocen los grandes teóricos y ejecutores de la guerra de guerrillas como Mao Tse Tung) que una lucha guerrillera tan prolongada, como la que vive Colombia, tiende a descomponer el elemento político que está presente en el party spirit, más cuando los medios comienzan a sobrepasar los fines. En la situación colombiana, como lo señala Eduardo Pizarro Leon-Gomez, una confrontación de más de cuarenta años de una insurgencia que no ha logrado la revolución, en donde los medios económicos ingentes que han logrado acumular los grupos armados ilegales(incluyendo los paramilitares), sobre todo, en su participación con el negocio del narcotráfico16, distorsiona sus objetivos políticos, contribuyendo a su degradación a grupos delincuenciales, terroristas, más todavía cuando como en el caso de las FARC hay una desestimación, por no decir desprecio, por la opinión pública, y cuando los efectos colaterales de sus incursiones afectan tan ampliamente a la población civil, generando como uno de sus efectos la perdida creciente de apoyo de la población o poblaciones en las cuales opera.

III. La movilidad en la guerra partisana

Un tercer rasgo que, para Schmitt, caracteriza el party spirit y que se puede establecer claramente en la situación colombiana, atañe al aspecto de movilidad constante de los grupos guerrilleros, su carácter trashumante. La supervivencia de los grupos guerrilleros en gran parte está determinada por su difícil ubicación en un sitio determinado. "Movilidad, rapidez y cambios bruscos de ataque y retirada, en una palabra, movilidad acentuada sigue siendo, aún hoy, una característica del partisano. Tecnización y motorización incluso intensifican la movilidad" (Schmitt 1966: 27). El no combatir en un espacio y momento predeterminado, de frente, abierto, sino el "golpear y retirarse", el ataque sorpresivo, inesperado, dificulta enormemente su neutralización y combate. En ese sentido, una geografía abrupta, escarpada, como la que tenemos en gran parte del territorio colombiano, se convierte en una condición que favorece el accionar guerrillero, mientras que a las fuerzas contrainsurgentes les dificulta el combate.

Como lo señala Alfredo Rangel, en el caso de las FARC:

.la concreción sobre el terreno del principio del manejo del espacio que ilumina la guerra de guerrillas: la libertad de movimiento, que es el contenido esencial de toda estrategia militar, se logra extendiendo la confrontación a todo el territorio del país donde se desarrolla la guerra irregular. Al convertir todo el país en zona de operaciones, la guerrilla logra fragmentar las fuerzas del enemigo, dispersa su potencial bélico y, al mismo tiempo, lo ata al territorio, lo convierte, casi, en una fuerza de ocupación esclava del espacio, y le permite a la guerrilla, utilizando la sorpresa, lograr la superioridad táctica y desmoralizar al adversario, compensando así su inferioridad estratégica que está determinada hoy en día por una relación de combatientes de 10 a 1 en contra (Rangel Suárez 1999: 19).

Sin pretender ser categóricos podríamos decir que una de las ventajas que tuvo el accionar guerrillero antes de la política de seguridad democrática del gobierno Uribe, consistió en su mayor conocimiento del medio rural, espacio que permitía además cierta ventaja para la movilidad, el mimetizarse, el ataque y la retirada.

Aunque, según los analistas17, en algunos momentos hubo intentos sobre todo de parte de las FARC de pasar de una "clásica guerra de guerrillas" a una guerra de posiciones, hasta el momento se sigue imponiendo la táctica de "golpear" y "retirarse" y en ese sentido la movilidad continua siendo un elemento sustancial de su operar.

Desde luego lo dicho de los grupos guerrilleros, también podríamos decirlo de los paramilitares, han tenido zonas donde por el conocimiento del terreno y una mayor relación con la población, relación "ganada" cada vez más, a través de métodos intimidatorios y violentos, se mueven y operan con más "facilidad".

IV. Carácter telúrico del party spirit

Un rasgo fundamental del party spirit es su carácter telúrico, esto es, su profunda vinculación con un territorio y una población determinada. A diferencia de las fuerzas regulares, que en cierta forma son "importadas" a un territorio para combatir un grupo guerrillero, el partisano, conoce "milimétricamente", como "la palma de su mano", el territorio en el cual se mueve. De la compenetración, del conocimiento, que tenga del territorio y sus habitantes, depende en gran parte el éxito o fracaso de su accionar. La población es para la guerrilla, para utilizar la tantas veces citada metáfora de Mao Tse Tung, como "el agua al pez" y precisamente lo que hacen los grupos denominados paramilitares, en sus acciones violentas para erosionar el apoyo de la población a un grupo insurgente, es, para continuar con la metáfora de Mao, "ensuciarle el agua al pez". En la situación colombiana, a nuestro juicio, este elemento se puede constatar claramente. Una de las ventajas que sacaron durante muchos años los grupos insurgentes a las fuerzas de combate del Estado estaba determinada por la propiedad y "facilidad" con que se movilizaban en determinado territorio, esa facilidad le permitió a las FARC y al ELN, alcanzar no sólo una notoria presencia e influencia en la organización social, económica y política de determinadas zonas geográficas18, sino también obtener ciertos niveles de complicidad y simpatía dentro de la población civil.

Los golpes militares (posibles a través de la ayuda económica del gobierno norteamericano para el fortalecimiento en tecnología y equipo logístico) recibidos durante el gobierno de Alvaro Uribe y el actual de Juan Manuel Santos, pusieron fin en gran medida a la tendencia vertiginosa de los grupos insurgentes de expandirse a lo largo y ancho de la geografía nacional, y los ha llevado a un permanente repliegue a sus más antiguas zonas de influencia.

Ahora bien, las relaciones que han tenido los grupos guerrilleros colombianos con la población civil, tienen facetas en las cuales debemos tener en cuenta las particularidades de cada grupo y su compenetración con la población donde "usualmente operan", análisis que necesita ser puntual y que no vamos a desarrollar en los marcos del presente trabajo. Lo cierto es que, en la medida en que una comunidad es presionada por métodos violentos a "colaborar" con información, alimentos, reclutamiento e insumos de distinto tipo, esa relación termina por erosionarse. Este el caso de lo sucedido en la región de Puerto Boyacá, zona donde el Partido comunista de Colombia y las FARC tenían, hasta finales de los años setenta, gran influencia y apoyo de la población, pero en el que los excesos de la llamada combinación de todas las formas de lucha de parte de las FARC, se convirtió en factor determinante no sólo en la pérdida de simpatía y apoyo de los habitantes del municipio, sino también del giro de éstos a apoyar tácita y explícitamente a quienes eran considerados los enemigos de la guerrilla, esto es, los grupos de extrema derecha, o paramilitares19.

V. Relación amigo-enemigo

Es desde las categorías de amigo-enemigo que Schmitt va a conceptualizar lo político, ya que, a su juicio, "la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo. Lo que ésta proporciona no es una definición exhaustiva de lo político, ni una descripción de su contenido, pero sí una determinación de su concepto en el sentido de un criterio" (Schmitt 1991: 56). La distinción establecida entre amigo-enemigo; enemigo justo; enemigo verdadero; enemigo absoluto, nos provee de elementos para analizar la intensidad en la hostilidad y los grados de enemistades presentados en la confrontación guerrillera en Colombia con el Estado y sus "fuerzas del orden".

Ahora bien, si el presupuesto de la política es la guerra, el conflicto, resulta decisivo poder diferenciar quiénes realmente constituyen los enemigos y por supuesto los amigos. El derecho de guerra europeo, el cual constituyó un logro20 para Schmitt, había señalado claramente tanto las reglas que regulaban los conflictos interestatales, como las distinciones fundamentales entre combatientes y no combatientes, población civil, tratamiento a heridos y prisioneros. En cierta forma había reconocido igualmente, las pretensiones de validez de un Estado en conflicto con respecto a otro Estado, y cómo su grado de enemistad no sería absoluto en tanto se reconocieran mutuamente en sus pretensiones. Por lo contrario, y es lo que deseamos subrayar, en la guerra partisana, las disposiciones del derecho de guerra europeo van a ser totalmente transgredidas y el grado de enemistad adquiere por ende, niveles considerados absolutos. En una relación de enemistad absoluta no hay posibilidad ni de conciliación, ni de arreglo entre las partes, sino lo que se busca es su aniquilamiento total o su doblegamiento y derrota incondicional. Como lo expresa Schmitt: "El partisano moderno no espera ni gracia ni justicia del enemigo. El dio la espalda a la enemistad convencional con sus guerras domesticadas y acotadas, y se fue al ámbito de otra enemistad verdadera, que se enreda en un círculo de terror y contraterror hasta la aniquilación total" (Schmitt 1966: 20). Al rival, en una "relación" de enemistad absoluta, se le niega todo valor moral, así como la propia condición humana, se transforma en un enemigo que hay que acabar.

La actualización de la enemistad absoluta se manifiesta en un conflicto de gran intensidad, las guerras contra el enemigo absoluto son consideradas como un acto en el cual se defiende la causa justa, objetivo que no admite términos medios o diferenciaciones, pues son conflictos de la forma todo o nada21.

Y esta clase de guerras son necesariamente de intensidad e inhumanidad insólitas, ya que van más allá de lo político y degradan al enemigo al mismo tiempo por medio de categorías morales y de otros tipos, convirtiéndolo así en el horror inhumano que no sólo hay que rechazar, sino que hay que aniquilar definitivamente; el enemigo ya no es aquel que debe ser rechazado al interior de sus propias fronteras
(Schmitt 1991: 66).

En la confrontación partisana con su enemigo lo que se busca es su destrucción total, es así como Schmitt considera que, a diferencia de Clausewitz, a partir de Lenin y llegando en Mao TseTung a sus últimas consecuencias, el enemigo, ya no es planteado como enemigo justo o verdadero, sino como un enemigo total:

.la distinción de amigo y enemigo es lo primario en una época de revolución y decisivo tanto para la guerra como para la política. Sólo la guerra revolucionaria es guerra auténtica para Lenin, porque tiene su origen en una enemistad absoluta. Todo lo demás es juego convencional (.) La guerra de enemistad absoluta no conoce ningún acotamiento (Schmitt 1966: 73-74).

En el caso colombiano22, se podrían emplear, en tal sentido, las categorías de Schmitt para dilucidar el grado de enemistad, al menos antes de la propuesta de diálogo nacional por parte del M-19, que plantearon los distintos grupos insurgentes (FARC; ELN; EPL) con relación al Estado "burgués", al "orden" constituido por el mismo, así como a sus representantes y defensores. Estos fueron percibidos como enemigos absolutos que había que aniquilar. En contraparte, el Estado y las Fuerzas Armadas en la medida en que iban percibiendo -en el marco de la Guerra Fría, la Revolución Cubana, el anticomunismo de Estados Unidos, la denominada Doctrina de Seguridad Nacional, las dictaduras que invaden Latinoamérica- a la insurgencia como un enemigo interior absoluto, también lo que buscan es su derrota total.

En cuanto estos grupos guerrilleros buscaban el derrumbe del Estado y la transformación "radical"23 de las estructuras económicas, políticas y sociales, y el Estado el aniquilamiento total de aquellos, tal grado de enemistad, de parte y parte, se puede considerar como absoluta24. De ahí, en gran parte, la dificultad para encontrar salidas distintas, a la confrontación militar, al conflicto, pues la distinción entre enemigos relativos o absolutos al tiempo que permite diferenciar entre guerras acotadas o absolutas encierra la posibilidad de soluciones distintas a la aniquilación total del adversario.

Consideramos, que el grado de enemistad que hubo entre el gobierno presidido por Alvaro Uribe y el grupo insurgente FARC, fue de carácter absoluto. No obstante, entre los orígenes de los grupos guerrilleros en Colombia en los años sesenta del siglo XX y lo acaecido hasta el momento en ciertas circunstancias (diálogos de paz) el grado de enemistad ha variado. Pensamos que, en nuestra situación, tendría pertinencia plantear si podemos lograr acotar y reglarla enemistad (negociación) de manera que haya enemistad relativa. En el gobierno que preside Juan Manuel Santos Calderón (2010-2014), el péndulo vuelve a oscilar a favor de una salida política negociada al conflicto armado en Colombia, luego que la promesa de una derrota total y por la vía militar no la logrará el gobierno de Alvaro Uribe, no sólo en cuatro años como prometió, sino tampoco en ocho años que gobernó a partir de una reforma constitucional muy cuestionada que le permitió reelegirse para el período 2006-2010.

VI. Destrucción de estructuras sociales

La guerra partisana revolucionaria lo que busca es acabar con las estructuras sociales del "orden" que se pretende derrumbar. "Cualquier soldado de un ejército regular, cualquiera que lleve uniforme sirve como rehén para el partisano (...) Bastan unos pocos terroristas para ejercer presión sobre grandes masas. A la esfera más o menos limitada del terror abierto se añaden las zonas de la inseguridad, del miedo y de la desconfianza general" (Pizarro LeonGomez 1996: 102). Las actuaciones del grupo guerrillero FARC, por ejemplo, en cuanto a toma de rehenes, poblaciones y ataques, muchas veces indiscriminados, por momentos parecen sumergirnos, sobre todo a las poblaciones directamente afectadas, en esa lógica del terror y contra terror de la cual habla Schmitt y que lleva a una degradación humanitaria del conflicto y a una descomposición de los bandos enfrentados. Como ya lo expresaba RolfSchroers en el año 1962, con respecto a la recurrencia al terror:

Este es también el medio más complicado y constituye la más peligrosa arma de dos filos. Sólo en cuanto sabotaje, se encamina tácticamente a un objetivo de lucha. En su forma pura el terror es una demostración brutal. Supone la existencia de cuadros de mando convenientemente adiestrados, pero una vez que ha llegado a implantarse, puede enviar metástasis arbitrarias que luego se achacan a la deliberada planeación de los partisanos. La incorporación de los actos terroristas desempeña a su vez un papel en la estrategia psicológica, por lo cual se inventan y hasta se imputan actos de esa clase (Schroers 1962: 52, negritas nuestras).

Por supuesto la "lógica de terror contra terror" sumerge a las fuerzas regulares contrainsurgentes y con mayor razón a las irregulares contrainsurgentes (paramilitares) en una dimensión que conduce al escalamiento del conflicto, a su descomposición y además a la quiebra de estructuras sociales que ponen las vidas de las personas y las poblaciones en situaciones desespe-radas25. El sufrimiento social26 padecido por la población que se encuentra entre el fuego cruzado de los actores armados, en el modus operandi, intimidatorio y violento, en el enfrentar a la población a tomar partido y si no sufrir las consecuencias, ha fragmentado el tejido social de las comunidades, sus formas de cohesión, de solidaridad, su arraigo, la confianza en los otros, su identidad, imaginarios, anhelos y esperanzas. La quiebra violenta de todas esas formas de vinculación, cohesión e identidades es lo que vivencia los desplazados en particular, más cuando llegan a las ciudades y lo que encuentran es exclusión y marginamiento.

VII. El tercero interesado

En la guerra partisana, a juicio de Schmitt, siempre hay un tercero interesado que apoya al grupo irregular y que si es un Estado (como la extinta Unión Soviética), le confiere un cierto carácter de legitimidad al grupo insurgente. "El tercero poderoso no solamente suministra las armas y municiones, el dinero, la ayuda material y los medicamentos necesarios, sino que también procura una especie de reconocimiento político, necesario al partisano que lucha de manera irregular para no descalificarse como el atracador o el pirata y para no caer en lo apolítico, que es idéntico en este caso a lo criminal" (Schmitt 1966: 105). Como lo señala Andrés Peñate, por ejemplo, los orígenes del ELN están estrechamente vinculados con la Revolución Cubana y con el apoyo que dio el gobierno de Fidel Castro al naciente grupo insurgente que en sus inicios quiso trasladar a Colombia la estrategia guevarista del foco insurrecional como punto de partida de la revolución, como la "chispa que iba a comenzar a encender el fuego". Es así, que:

Durante la confrontación Este-Oeste, el ELN, como casi todas las organizaciones guerrilleras del continente, consideraba que contar con el respaldo de algún país de la esfera socialista era un "asunto crítico vital". No sólo -como se cree normalmente- para tener una fuente externa de apoyo logístico y financiamiento, que en el caso de los elenos tal vez nunca fue considerable, sino para obtener dos cosas aún más importantes para toda guerrilla que comienza: a.) Ganar legitimidad internacional, es decir, status de "freedom fighters", como llamaba Reagan a sus contras en Nicaragua, en lugar de la odiosa y temible etiqueta de "terrorista"; b.) Conseguir una escuela que enseñe cómo organizarse, pues crear un grupo organizado (es decir gobernado) de hombres con armas requiere mucho esfuerzo, y mucho más si éste es clandestino (Peñate 1999: 32).

Desde luego la terminación de la Guerra Fría ha incidido en la posición de los antiguos terceros interesados (sobre todo Estados Unidos y Rusia), pero eso no significa que no aparezcan unos "nuevos terceros interesados", o que uno antiguo como los Estados Unidos haya sufrido mutaciones, pero que continué incidiendo, como de hecho lo viene haciendo con el denominado "Plan Colombia" en el conflicto colombiano.

Así también, las situaciones y roces que de tiempo en tiempo, por causas del conflicto interno, ha vivido el gobierno colombiano con sus vecinos como el caso del "secuestro" en territorio venezolano de un guerrillero de las FARC denominado "el canciller", las acusaciones del gobierno de Alvaro Uribe en el sentido de que los dos últimos gobiernos de Venezuela han dado refugio y protección a líderes guerrilleros de las FARC y del ELN, las incursiones de la guerrilla a territorio venezolano, la compra de armas de Venezuela y el "temor" que parte vaya a parar a los grupos armados ilegales colombianos. La ruptura de relaciones diplomáticas del gobierno ecuatoriano de Rafael Correa en el año 2008 a causa de la incursión del ejército colombiano en territorio ecuatoriano y la aniquilación, con colaboración de inteligencia y tecnología norteamericana, de un comandante guerrillero de primer orden de las FARC (Raúl Reyes). En la primera década del siglo XXI tampoco se puede desconocer, por ejemplo, la gran presión que ha ejercido Estados Unidos (principalmente la administración de George Bush) sobre el gobierno colombiano, como una especie de "tercero interesado", que de su confrontación con el comunismo, paso después a su guerra contra drogas ilícitas, y más recientemente, a su lucha global contra el terrorismo.

VIII. Espacialidad y desarrollo técnico

El desarrollo técnico-industrial no solamente ha provisto a los combatientes, y a las máquinas de guerras contemporáneas, de nuevos, eficaces, y letales artefactos bélicos, sino que también modifica las estructuras del espacio y sus ordenamientos. Como lo expresa Schmitt en El Nomos de la Tierra:

No es lo mismo si el andamio de un mundo industrializado y mecanizado que el hombre erige sobre la tierra con ayuda de la técnica tiene como base una existencia terrestre o una existencia marítima. Sin embargo, hoy día ya parece imaginable que el espacio aéreo devore el mar y quizá la tierra, y que los hombres transformen a su planeta en una combinación de depósito de materias primas y portaaviones. Entonces serán trazadas nuevas líneas de amistad, más allá de las cuales caerán las bombas atómicas y de hidrógeno. A pesar de ello, aún mantenemos la esperanza de que se consiga descubrir el reino de los sentidos y que serán los pacíficos los que poseerán la tierra (Schmitt 2001: 470).

Pero, la pregunta a plantearnos es: ¿cómo inciden los nuevos desarrollos de un mundo determinado por la tecnología en las guerras partisanas? Aunque no tenemos la respuesta inequívoca, consideramos, que si bien el desarrollo científico-técnico introduce maneras más sofisticadas, "racionalizadas", sistemáticas, y eficaces de aniquilamiento del enemigo, también, en la medida en que los bandos enfrentados acceden a los nuevos instrumentos bélicos que aporta la tecnología, también se abren nuevos espacios de confrontación inimaginados en épocas pretéritas. El desarrollo técnico y los medios que ha aportado en la creación de armas atómicas, bioquímicas de destrucción masiva, el desarrollo de sofisticados instrumentos y armas para combate, localización (en todos los espacios) y destrucción del enemigo, parecería que tornarían obsoletas las guerras partisanas, no obstante, la guerra de Vietnam, constituyó en su momento una prueba de lo contrario, y la mayoría de conflictos internos que vive hoy el mundo muestran que tales guerras están más presentes que nunca. La guerra que se libró en Irak, entre un ejército regular, el más poderoso y mejor dotado en el mundo, frente a los "guerrilleros" iraquíes (con las diferencias que podamos señalar con relación al partisano "clásico") en vez de desvirtuar la teoría de Schmitt tendería a nuestro juicio a confirmarla.

La guerra partisana, en si misma considerada, abrió una dimensión de profundidad que no tenían las guerras regulares, pues en la guerra partisana "surge un nuevo espacio de acción de estructura muy complicada, porque el partisano no lucha en un campo de batalla abierto ni en el mismo plano de una guerra de frentes declarados. Más bien le impone a su enemigo otro espacio distinto. Al plano evidente del escenario de guerra regular y tradicional se añade otra dimensión poco clara, la dimensión de la profundidad (Schmitt 1966: 97). Y aunque, hasta ahora el partisano no se puede separar de la tierra y es, en términos de Schmitt, "uno de los últimos guardas de la tierra como elemento histórico-universal, el nuevo ambiente técnico-industrial es posible que forje una nueva especie de partisano esto es, el partisano industrial.

En la situación de Colombia, el crecimiento y expansión, por ejemplo de las FARC en la década de los noventa, debido entre otros factores, como lo señaló Alfredo Rangel, a:

.. .una metodología eficiente de creación de nuevos frentes y la imposición de su ley en sus relaciones con la población han sido factores que explican los altos índices de crecimiento de las FARC-EP en los años recientes, no lo son menos una férrea disciplina, un constante entrenamiento y unas abundantes y crecientes finanzas. Sin embargo, el control de todos estos factores ha sido posible mediante un gran desarrollo de las comunicaciones que, además, les posibilita una gran movilidad, la cual, en una guerra irregular, significa fuerza (2004: 32, negritas nuestras).

El uso de las nuevas tecnologías de la comunicación, el Internet, potentes radios, teléfonos satelitales, teléfonos celulares, sofistica y posibilita nuevos espacios de confrontación. No es sino pensar en el papel que están jugando, consciente o inconscientemente, los medios masivos de comunicación y el uso que hacen de los mismos los actores armados legales e ilegales con sus acciones para crear o forzar opinión, para hacer valer puntos de vista cuando no "imponerlos" a fuerza de repetición.

En el plano estrictamente militar los nuevos instrumentos de guerra inciden en los espacios de confrontación y en la balanza del poder bélico. Dicha balanza, no obstante, los éxitos militares, en la década de los noventa, de las FARC en El Billar, Las Delicias, Patascoy, etc, se ha inclinado a favor de las Fuerzas Armadas estatales después de su "revolución estratégica"27 dada a partir de la administración Pastrana. En este momento, uno de los mayores elementos de la superioridad táctica, a juicio de los analistas, que tienen las Fuerzas Armadas, ese control por parte de la aviación y sus desarrollos tecnológicos, con la incidencia que tiene para operaciones terrestres, del espacio aéreo.

Los defensores, a ultranza, de la racionalidad científico-técnica, del industrialismo, son optimistas en que a partir del progreso dado por los ingentes medios desarrollados, acumulados, y su forma de ordenar el mundo, se resolverán todo tipo de problemas, pero lo que muestra Schmitt es que los conflictos, las guerras, no encuentran superación sólo desde dicha racionalidad, sino más bien lo que se ha generado son medios más eficaces y potentes para la aniquilación. El progreso técnico provocara una nueva intensidad en el nuevo tomar, repartir y apacentar, y agrandará las preguntas antiguas.

A manera de conclusión

Los aspectos tematizados permiten determinar los aportes conceptuales, históricos y analíticos que la obra de Schmitt tiene para analizar, dilucidar y comprender (teniendo en cuenta nuestras propias mediaciones históricas y particularidades) la situación de conflicto que estamos viviendo en Colombia. En ese sentido, queremos destacar que el análisis involucra otros elementos sin los cuales una comprensión integral del fenómeno del conflicto colombiano quedaría incompleta, entre estos tenemos el papel jugado, por ejemplo, por la participación de los grupos paramilitares como un actor armado irregular del conflicto, los recursos que aporta el narcotráfico, a los actores armados irregulares, como "combustible" del mismo, la debilidad del Estado no sólo para ofrecer seguridad y exigir obediencia sino para cumplir con los presupuestos del denominado "Estado social de derecho", así como el papel que están jugando "terceros interesados" en el conflicto colombiano.

En dicho marco señalamos cómo en una guerra insurgente tan prolongada como la que atraviesa Colombia y en la recurrencia a métodos cada vez más intimidatorios y violentos, ha venido descomponiéndose y distorsionándose el elemento político que ha motivado la lucha guerrillera, más cuando los medios comienzan a sobrepasar los fines, y en donde los medios económicos ingentes que han logrado acumular y poner a su disposición los grupos armados ilegales, sobre todo, en su participación con el negocio del narcotráfico y el secuestro, tergiversan los objetivos políticos y tienden a su degradación a grupos delincuenciales y terroristas. Con mayor razón cuando hay una desestimación de la opinión pública e insensibilidad frente al sufrimiento de la población, generando, como uno de sus efectos, la pérdida creciente de apoyo de la población o poblaciones en las cuales operan y por las cuales dicen luchar.

El análisis nos condujo igualmente a problematizar cómo se han generado formas de reacción o de contrainsurgencia que en su afán y desesperación por combatir al enemigo, han desencadenado formas de violencia, las empleadas por los denominados grupos paramilitares, que transgreden los principios mínimos del DIH o de cualquier normatividad y que han llevado a un escalamiento, descomposición y degradación del conflicto, sumergiendo a la sociedad colombiana en un océano de barbarie y sufrimiento social, en la cual la población civil es la que pone la mayor parte de víctimas y padece las consecuencias de un conflicto que ha desintegrado en buena parte el tejido social de las comunidades, sus formas de cohesión, de solidaridad, su arraigo, la confianza en los otros, su identidad, imaginarios, anhelos y esperanzas. La quiebra violenta de todas esas formas de vinculación, cohesión e identidades, es lo que patentizan en sus vivencias los desplazados en particular.

Con los grupos paramilitares, como lo expresa Eduardo Pizarro (2004: 130), "... las élites colombianas crearon un Frankenstein" y, como ocurre en la historia clásica en torno a este personaje de ficción, va a ser enormemente complejo devolverlo al laboratorio, máxime con todas las dificultades que implica una "negociación política" con grupos de unas amalgamas tan heterogéneas y antitéticas cuyo "proyecto político", al menos en sus inicios, no parecía ir más allá de la lucha contra la subversión.

Ahora bien, pensamos que en nuestra situación tendría pertinencia plantear y explorar la posibilidad de acotar y reglarla enemistad (negociación) de manera que haya enemistad relativa con los grupos insurgentes, de tal forma que se busque una salida política negociada al conflicto. En los ocho años del gobierno de Alvaro Uribe la confrontación alcanzó grados de escalamiento y descomposición que profundizó la crisis humanitaria y de derechos humanos en la que ha estado inmersa Colombia.

No obstante, por las circunstancias que estamos viviendo actualmente en el gobierno de Juan Manuel Santos, el péndulo ha vuelvo a oscilar hacia la enemistad relativa y se han abierto posibilidades de negociación, pero por la intransigencia de sectores de poder de la sociedad colombiana que históricamente han sido reacios a una paz negociada y a agenciar cambios sustantivos en su concepción de Estado, sociedad, modelo económico, así como en el dogmatismo de la insurgencia, lo que suceda con las negociaciones entra en una penumbra de incertidumbre.

Hoy, ante las negociaciones que se adelantan con la insurgencia, por supuesto que resulta de imperiosa necesidad la búsqueda de desmovilización de todos los grupos armados irregulares, pero no al precio del olvido de sus crímenes, de la impunidad, del desconocimiento y la falta de reparación para con las víctimas, pues nos asalta la convicción que una "paz" construida de esa manera será muy frágil y un territorio listo para la continuación e intensificación de la guerra.

Notas

1 Sin dejar, claro está, de hacer las referencias que consideremos necesarias y pertinentes en relación con los orígenes y desarrollo de las guerrillas colombianas. En ese sentido, las referencias y alusiones que hacemos, a las guerrillas colombianas, son con base en las lecturas realizadas de los libros que aparecen relacionados en la bibliografía adjunta al final del artículo.

Se aduce por parte de analistas que niegan la existencia de una guerra en Colombia que, en el país no hay propiamente una guerra como el que existió en la década de los ochenta del siglo XX en los países de Centroamérica, porque a diferencia de aquellos en Colombia ha existido durante los últimos cincuenta años regímenes democráticos elegidos por voto popular, en la que ha prevalecido una división de poderes, en la cual no ha habido dictaduras como el Centroamérica y los países del Cono Sur, y además las guerrillas colombianas tampoco han alcanzado el apoyo de parte de población civil como lo tuvo por ejemplo, el sandinismo en Nicaragua.

3 El carácter de irregularidad del partisano se pone de manifiesto, por ejemplo, en el porte de armas camuflado y en su recurrencia, dependiendo de las circunstancias, a una vestimenta de "paisano" en contraste con la del soldado del ejército regular, el cual, entre otros rasgos, porta un uniforme claramente distinguible, con insignias identificables y armas de dotación a la vista.

4 El "calcar", los denominados paramilitares, los métodos de la guerrilla ha llegado hasta tal punto que como señala el profesor Fernando Cubides: " Tras dieciocho años de evolución del fenómeno paramilitar, puede rastrearse esa mimesis, esa intención consciente de imitar orientaciones estratégicas y estructuras organizativas del enemigo, una mimesis que podría considerarse caricaturesca si no tuviera como resultado aumentar la eficacia para producir víctimas, si el principal de sus saldos no se estimara en el incremento de muertes violentas en las regiones donde se ha logrado implantar". Ver Cubides (2001: 42).

Es fundamental no perder de vista, como lo señala Schmitt, que "para la teoría del partisano en general, hay que tener en cuenta que la fuerza y trascendencia de la irregularidad está determinada por la fuerza e importancia de lo regular que está puesto en trance existencial". Véase: Schmitt (1966: 11).

Para el año 1998 señalaba Alfredo Rangel Suárez (1999: 49): "La artillería liviana que está adquiriendo la guerrilla eventualmente les posibilitaría atacar y copar con éxito bases militares y defender territorios por tiempos más o menos prolongados. Es el paso a la guerra de movimientos y posiciones que acelera en gran medida la confrontación y podría precipitar un desenlace, con efectos políticos muy grandes y decisivos a la hora de la negociación".

7 En ese sentido faltaría una reflexión filosófica del problema de la violencia en Colombia desde la perspectiva del mal radical, como intento sólo especulativo o hipotético del fenómeno.

8 El tema del impacto del conflicto armado en Colombia y sus repercusiones en fenómenos como el desplazamiento forzado, se expresa también en la confrontación de las cifras y estadísticas oficiales con las que manejan instituciones no oficiales. Así mientras para Codhes el número de desplazados entre 1996 y 2002 era aproximadamente de un millón ochocientos mil desplazados, el gobierno daba cuenta de cifras muy menores a la misma.

9 "Las FARC tienen su origen lejano en los grupos de autodefensa campesina que impulsó el Partido Comunista a fines de la década de los años cuarenta, como respuesta a la brutalidad oficial en el período de la violencia" (Pizarro Leon-Gomez 2004: 85).

Véase: Pecaut (2003: 45-74)

Como lo expresa Pecaut (2003), dicho surgimiento es impulsado por un radicalismo de los sectores urbanos que hacen un llamado al destrucción de un régimen que les parece entrabar el advenimiento a la modernidad en todos los campos, políticos, económicos y culturales.

12 Al respecto señala el profesor Fernando Cubides (1999: 158-159): "...el surgimiento del MAS constituye una experiencia-piloto, en tanto reúne los principales componentes de lo que después sería el paramilitarismo como estricta reacción ante amenazas específicas provenientes de la guerrilla, y en cuanto a confluencia de intereses particulares con aporte de recursos, conformación de una organización ad hoc, compra o acceso a información clasificada proveniente de organismos de inteligencia del Estado para seleccionar sus objetivos, imitación de métodos guerrilleros de violencia, y en menor grado, estilo de sus comunicados".

Salvo contadas excepciones o en circunstancias especiales, por ejemplo, durante el proceso de paz adelantado por el gobierno de Belisario Betancourt, o en el proceso de paz del gobierno de Virgilio Barco con el M-19, o en el proceso de paz adelantado en el gobierno de Andrés Pastrana con la guerrilla de las FARC en el que se les reconoció status político

En la guerra la política marca los fines, el para qué y dota a la guerra de su razón de ser, a fin de cuentas, es uno de sus instrumentos; sin política la guerra se torna en absurda, en irracional. La guerra como dialéctica de voluntades hostiles queda consignada como un debate sangriento y netamente político; de hecho, al decir Clausewitz y como todo acto político, incorpora su propio lenguaje y es siempre un ámbito de elección. Desconocer el carácter político de la acción enemiga es un su misma esencia una acción política, pues busca quitarle toda reserva moral y motivación que justifique su existencia misma, la violencia practicada por una organización de hombres que no esté sustentada por una motivación política, muestra su acción como carente de sentido, sin objetivo, sin fin ninguno. Para mayor desarrollo de esta idea ver Aznar (2013).

Como lo anota Alfredo Rangel Suárez (1999: 46), al menos para la década de los noventa, "Las finanzas de las FARC-EP tienen dos rubros que juntos representan cerca del 90% del total de sus ingresos: los recursos sustraídos al narcotráfico aportan aproximadamente el 54% de ese total, mientras que el secuestro cerca del 36%. El resto está constituido por extorsión, la vacuna, el abigeato y el desvío de recursos fiscales".

16 Como lo señala Eduardo Pizarro Leon-Gomez (2004: 47): "Aun cuando las FARC intentaron hacer el tránsito de la guerra de guerrillas hacia el empleo de unidades militares regulares (en particular, durante la administración de Ernesto Samper), fueron obligadas a regresar a la guerra de guerrillas a partir de 1998 y, a la utilización sin antecedentes de actos terroristas, ante la superioridad aérea y fluvial de las Fuerzas Armadas".

17 En términos generales podemos anotar que en el caso de las FARC en zonas de los departamentos del Caquetá, Meta, Huila, Tolima y Cauca. El ELN, en los departamentos de Santander, el sur de Bolívar y el Nordeste Antioqueño. En el caso de los paramilitares, aunque también se expandieron, sus primeras regiones están en Puerto Boyacá, Córdoba y Urabá.

"Lo que allí se gestó, y la forma en que se gestó, ayuda a comprender la extensión que ha adquirido el fenómeno del paramilitarismo (...) Queda bien delineada allí la exasperación que produce el dominio de la guerrilla cuando se apuntala en la ambigüedad, en el uso indistinto de los recursos de la legalidad y de la fuerza militar del grupo insurgente (.) pues fue una campaña sistemática de secuestros que los comandantes guerrilleros del frente que allí actuaba denominaron, uniendo al sufrimiento el sarcasmo, la 'Teletón' del Magdalena Medio. Y ello en una región en la que poseían tal cantidad de adhesiones y apoyos que tenían una clara hegemonía en el órgano de representación popular a esa escala: el consejo municipal de Puerto Boyacá. Ello indujo la exasperación a favor de la cual se organizaron los primeros grupos paramilitares" Cubides (2001: 30-31).

19 En palabras de Schmitt (1966: 18-19): "...el Derecho de guerra clásico (...) Conoce distinciones inequívocas, en especial, la diferencia de guerra y paz, de combatientes y no combatientes, de enemigo y criminal. La guerra se hace de Estado a Estado, como una guerra de ejércitos regulares estatales, soberanos portadores de un ius belli, que se respetan, incluso en la guerra, como enemigos, y que no se discriminan mutuamente como criminales, de tal manera que una conclusión de paz queda siempre posible, e incluso suele ser el fin normal y supuesto de una guerra".

La noción de guerra total se expresa igualmente en la valoración que adquiere la vida y la muerte para el guerrillero revolucionario. Éste está dispuesto a defender sus ideales y fines, incluso a costa de perder su vida. Al respecto el filósofo español Gregorio Saravia (2012: 166) afirma: La muerte heroica de un líder guerrillero como Ernesto Guevara ayudó a implantar en el imaginario de las izquierdas radicales de los años sesenta y setenta del siglo XX la sacralización del combatiente revolucionario caído en el campo de batalla. Consignas tales como hasta la victoria siempre, vencer o morir, patria o muerte, exigen el sacrificio de los mejores, de los más valientes e instauran una suerte de escato-logía revolucionaria.

Se puede rastrear una intención universalista, una progresiva superación de la idea de la excepcionalidad del caso colombiano y el consiguiente intento de hacer una comparación metódica con otros casos conocidos. En la misma medida en que el conflicto se ha agravado y se deteriora a ojos vistas, la necesidad de dicha comparación es más consciente, más apremiante, y mal que bien, por esa vía, se ha propiciado el intercambio de referentes (Cubides 2008).

Al margen de que, como señala Alejo Vargas (2002: 255-256), "...casi todos los programas y propuestas de las organizaciones guerrilleras (por lo menos en sus inicios) podrían ser catalogados claramente como reformistas, en el sentido de que pretendían el cambio de las relaciones sociales de los modos de producción subordinados, dejando intocables las relaciones sociales del modo de producción dominante. Pero es altamente probable que en situaciones como la colombiana, la introducción de reformas sustanciales pueda considerarse una verdadera revolución".

Como lo anota Eduardo Pizarro Leon-Gomez (1996: 73): "Los distintos grupos insurgentes colombianos percibieron de muy diversa manera el carácter de su 'enemigo' y, por tanto, las características de la propia confrontación armada. Si el adversario era percibido como un 'enemigo relativo', la guerra podía terminar siendo un instrumento para negociar. Tal era el caso de la noción acuñada por el fundador del M-19, Jaime Bateman, de la 'oposición armada'. Si el enemigo era, por el contrario, absolutizado, la guerra sólo podía culminar con su derrota total. Los grupos marxistas fueron los portadores de esta última visión (...) Esta fue la concepción predominante en el EPL, en particular en su etapamaoísta (1967-1980), en el ELN a medida que fue transitando de un confuso nacionalismo radical a un marxismo-leninismo muy ortodoxo, y en las FARC, debido a su tránsito de una guerrilla campesina de influencia local a un aparato de guerra ligado a una clara estrategia de guerra global, en particular a partir de su VII Congreso celebrado en 1982".

24 Las variantes de la guerra de guerrillas que aquí prevalecen, han conllevado un aprendizaje continuo entre los guerreros en cuanto al manejo de la información. Tácticas y maniobras distractoras o dilatorias, desinformación sistemática, y un creciente virtuosismo en el manejo de los recursos de la guerra psicológica, una mediatización creciente, han sido las pautas. Y para quien tenga pretensiones de analista, todo ello implica otros tantos obstáculos, si la información es profusa, diversa y contradictoria, quien pretenda analizarla, orientarse en medio de tal diversidad ha de alardear de sutil, mantener una actitud de vigilancia constante acerca de la consistencia de la información que recaba, de sus fuentes, ha de proceder siempre en sus balances, según el consejo clásico: "con beneficio de inventario" (Cubides 2008).

25 Para el empleo de esta categoría he tomado en cuenta el artículo del profesor e investigador Fernando Cubides (2001: 27-47).

26 En términos de Eduardo Pizarro Leon-Gomez (2004: 99): "Esta "revolución estratégica tuvo los siguientes ejes: soldados profesionales, brigadas móviles con tropas aerotransportadas, el paso de unidades militares dispersas hacia grandes unidades militares invulnerables, el fortalecimiento de la infantería de marina y la aviación, la capacidad para el combate nocturno y la modernización de las comunicaciones".

 

Bibliografía

  1. Alape, Arturo (2004) Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, Bogotá, Planeta.         [ Links ]
  2. Aznar, Federico (2013) "Sobre la guerra justa. Una visión politológica", en Documento de análisis. Instituto Español de Asuntos Estratégicos, N° 26.         [ Links ]
  3. Cubides, Fernando (1999) "Los paramilitares y su estrategia", en Deas, Malcolm y María Victoria Llorente (comps.), Reconocerlaguerraparaconstruirlapaz, Bogotá, Norma.         [ Links ]
  4. Cubides, Fernando (2001) "En rojo y gris: La dialéctica de la confrontación armada en Colombia y sus costos sociales", en COLOMBIA. Conflicto armado, perspectivas de paz y democracia, Miami, Latin American and Caribbean Center, International University.         [ Links ]
  5. Cubides, Fernando (2008) "Colombia: Las lógicas de la guerra irregular y la resistencia civil", en Revista Polis, N° 19.         [ Links ]
  6. Molano, Alfredo (1994) Trochas y fusiles, Bogotá, Ancora.         [ Links ]
  7. Pécaut, Daniel (2003) Violencia y política en Colombia, Medellín, Hombre nuevo.         [ Links ]
  8. Peñate, Andrés (1999) "El sendero estratégico del ELN", en Deas, Malcolm y María Victoria Llorente (comps.), Reconocer la guerra para construir la paz, Bogotá, Norma.         [ Links ]
  9. Pizarro Leon-Gomez, Eduardo (1996) Insurgencia sin revolución. La guerrilla en Colombia en una perspectiva comparada, Bogotá, Tercer Mundo-IEPRI.         [ Links ]
  10. Pizarro Leon-Gomez, Eduardo (2004) Una democracia asediada. Balance y perspectivas del conflicto armado en Colombia, Bogotá, Norma.         [ Links ]
  11. Saravia, Gregorio (2012) "Variaciones sobre el concepto de enemigo", en Universitas: Revista de Filosofía, Derecho y Política, N° 15, disponible en http://ezproxy.unicartagena.edu.com.         [ Links ]
  12. Schmitt, Carl (1966) Teoría del partisano. Acotación al concepto de lo político. Madrid, Instituto de estudios políticos.         [ Links ]
  13. Schmitt, Carl (1991) El concepto de lo político, Madrid, Alianza.         [ Links ]
  14. Schmitt, Carl (2001) "El nomos de la tierra. En el derecho de gentes del 'jus publicum europaeum", en Orestes Aguilar, Héctor, CarlSchmitt teólogo de la política, México D.F., Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]
  15. Serrano Gómez, Enrique (2002a) Consenso y conflicto. Schmitt y Arendt, Medellín, Universidad de Antioquia.         [ Links ]
  16. Serrano Gómez, Enrique (2002b) Filosofía del conflicto político. Necesidad y contingencia del orden social, México, Universidad Autónoma Metropolitana.         [ Links ]
  17. Rangel Suárez, Alfredo (1999) "Las FARC-EP: una mirada actual", en Deas, Malcolm y María Victoria Llorente (comps.), Reconocer la guerra para construir la paz, Bogotá, Norma.         [ Links ]
  18. Schroers, Rolf(1962) "La legítima ilegalidad - Sobre la situación del partisano", en ECO. Revista de la cultura de occidente, N° 25.         [ Links ]
  19. Vargas, Alejo (2002). Las fuerzas armadas en el conflicto colombiano, Bogotá, Intermedio.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License