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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.22 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2017

 

EL “OTRO” MILITANTE. CONCEPCIONES Y PRÁCTICAS MILITANTES AL INTERIOR DEL KIRCHNERISMO Y EL MACRISMO

 

por Dolores Rocca Rivarola* y Mariana Bonazzi**

* Conicet-UBA. E-mail: doloresrocca@gmail.com.
** UBA. E-mail: marubonazzi@hotmail.com.

Abstract

Arguing that it is possible to find grassroots activism within PRO and kirchnerismo, this paper proposes to study the meanings that activism has in these two political forces, comparing them around two questions: a) how they conceive activism and what it implies; b) how activist engagement is articulated with a participation in the State. Based on the accounts of militants, we will seek to outline an approach on these two activist profiles in the recent years, claiming that mutual differentiation is explicitly present in the way they define themselves. The interpretation will nurture from the analysis of semi-structured interviews with activists, leaders and law makers from PRO and the Frente para la Victoria, and it will be supplemented with field notes of political rallies.

Key words
activism – engagement – kirchnerismo – PRO – State

I. Introducción

La militancia política ha suscitado durante los últimos años especial interés académico debido al protagonismo ganado aun en el marco de transformaciones de los partidos políticos y el lazo representativo1, conduciendo a interrogantes respecto a cómo los actores conciben su compromiso militante, qué atributos y qué implicancias le asignan, qué significados se ponen en juego. El presente trabajo abordará los sentidos y prácticas que atraviesan a la militancia en dos espacios políticos: el kirchnerismo —cuyo sello electoral ha sido el Frente para la Victoria (FPV)— y el macrismo —organizado en el partido Propuesta Republicana (PRO)—. Tratando de desmontar presupuestos que ligarían a la militancia con un conjunto de características preestablecidas, la comparación procurará mostrar que el modo en que ésta es presentada por los propios actores reviste atributos específicos en cada espacio.

La negación de un carácter militante a las bases de sustentación organizada del PRO se ha convertido en un señalamiento frecuente, no solo desde ciertos actores políticos por fuera del macrismo (y en las redes sociales), sino también en algunas instancias de debate académico sobre el activismo partidario. Esa afirmación parecería basarse, antes que en la creencia de que no hay personas que se involucren activamente en el macrismo, en la atribución de una serie de características supuestamente inherentes a la militancia de las que el PRO carecería. Del otro lado, la militancia kirchnerista —identificada desde una parte de la opinión pública como equivalente meramente a La Cámpora— ha sido representada o tildada por distintas voces con calificativos estigmatizantes que la reducen, por ejemplo, a un supuesto vínculo estrictamente instrumental con los recursos estatales.

Parte de la literatura especializada reciente sobre el tema ha procurado desarmar ambos reduccionismos a partir de intentar dar cuenta de las tensiones y particularidades invisibilizadas por tal homogeneización. Varios trabajos se han dedicado al estudio de la militancia en el PRO (Vommaro, Morresi y Belloti 2015; Arriondo 2015, Cozachcow 2014, Grandinetti 2015, Bonazzi 2015) para examinar su composición, sus prácticas y las de su rama juvenil, tanto en la ciudad de Buenos Aires (CABA) como fuera de ella. La militancia kirchnerista también ha sido objeto de atención de numerosas investigaciones (Pereyra, Pérez y Schuster 2008; Pérez y Natalucci 2012, Forni y Castronuovo 2014, Vázquez 2014, Rocca Rivarola 2016a, entre otros) que han procurado dar cuenta de los sentidos, identidades y lógicas al interior de las diversas organizaciones que la conforman.

El material empírico para este trabajo fue producido y obtenido a partir de la realización, entre 2013 y 2015, de doce entrevistas semiestructuradas a militantes del PRO y trece a miembros activos de distintas organizaciones del kirchnerismo (agrupaciones locales del Partido Justicialista, La Cámpora, Movimiento Evita, Kolina, Peronismo Militante, Movimiento de Unidad Popular, Corriente Nacional de la Militancia, entre otras)2, en la ciudad de Buenos Aires y distintos distritos del conurbano

La decisión de entrevistar, en el caso del kirchnerismo, a distintas organizaciones que se identificaban como tales y no escoger solo a una de ellas, como La Cámpora bonaerense3. Sobre la base de esa localización, los argumentos vertidos aquí se circunscriben a las características de la militancia kirchnerista y macrista en la ciudad y la provincia de Buenos Aires y no pretenden dar cuenta de las mismas, por ejemplo, para distritos del interior del país. Asimismo, el trabajo de campo se nutrió de la observación participante de 18 actos públicos y actividades de ambos espacios políticos, que nos permitió acceder a prácticas, conductas y modos de acción (Guber 2011) y reflexionar sobre las identidades confluyentes en cada espacio y símbolos movilizados, así como sobre el lugar concedido a la militancia.

Partimos aquí de una noción dinámica de la formación de identidades, tal como aparecen concebidas en Mische (1998), como vehículos que dan dirección a la acción y definición de los grupos. La autora considera el proceso desde tres dimensiones: la identidad como reconocimiento, como experiencia y como orientación. En primer lugar, las identidades se vuelven efectivas y relativamente “fijas” cuando son reconocidas de modo público; en segundo lugar, la experiencia de la incursión en el escenario público —a través del activismo político— da lugar al desarrollo de formas de identificación y participación: es desde esos espacios de pertenencia que los individuos establecen compromisos, lazos sociales y significados colectivos. Y, en tercer lugar, las identidades devienen dispositivos orientadores para dar dirección y forma a las acciones futuras. Finalmente, las identidades pueden proporcionar suficiente polivalencia para vincular experiencias y orientaciones divero como el PJ, se relaciona con el modo en que el oficialismo kirchnerista se fue configurando desde 2003 hasta 2015. Éste se caracterizó por una dinámica movimientista y radial entre una heterogeneidad de organizaciones y los liderazgos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner y sin un formato partidario unificado o de coalición formal. 3 El trabajo de campo en relación con el PRO fue desarrollado por Mariana Bonazzi en el marco de una beca de estímulo a las vocaciones científicas del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). En el caso del kirchnerismo, el trabajo de campo fue realizado a partir de 2013 por Dolores Rocca Rivarola en el marco de su investigación posdoctoral, financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) sobre la militancia oficialista en Argentina y Brasil, y complementado con las entrevistas y observación participante llevadas a cabo previamente para su tesis doctoral entre 2005 y 2010. Ambas investigaciones se articulan en el marco común de la participación en el proyecto UBACyT (2016-2017) “La transformación del vínculo militante. Fenómenos de nostalgia, adaptación y militancia desde el Estado en organizaciones oficialistas en Argentina y Brasil desde 2003”.

sas. Esos argumentos son especialmente sugerentes a la hora de pensar tanto la militancia kirchnerista como la macrista, que aglutinan activistas provenientes, en varios casos, de distintas tradiciones políticas y organizativas.

Para el análisis de las narrativas militantes, nos proponemos tomar a los procesos de interpretación que los entrevistados hacen de sus propias experiencias como mediados por creencias, actitudes y valores, constituyendo sus testimonios no una mera descripción de eventos, sino una selección y evaluación de los mismos (Sautu 1999, Navarro 2007). La visión que el testimonio oral nos proporciona “no es el mero reflejo transparente de los pensamientos y sentimientos tal como realmente fueron o son. Como mínimo, la imagen está refractada y el cristal de la ventana es poco claro” (James 2004: 128). Pero, aún desde esos reparos, “la calidad subjetiva y textual del testimonio oral” debe tratarse “como una oportunidad única y no como el obstáculo a la objetividad histórica y el rigor empírico” (James 2004: 127). Asumimos entonces una perspectiva que “implica lógicamente la conclusión de que es preciso tomar seriamente las afirmaciones de los actores sobre sus propias acciones” (Balbi 2007: 37), y teniendo, también, presente el hecho de que los entrevistados, al ser militantes, actúan en el marco de espacios orgánicos (partidos, corrientes, movimientos, agrupaciones, etc.) en los cuales también se produce un procesamiento colectivo y se forjan narrativas “oficiales” que coexisten y se retroalimentan con las concepciones que esos actores pudieran construir individualmente.

El trabajo se dedicará a analizar la militancia kirchnerista y macrista a partir de dos ejes. En la siguiente sección, el primer apartado empírico, se aborda la cuestión de cómo es concebida la militancia y sus implicancias, argumentando que la diferenciación mutua aparece ubicada en un lugar central de las definiciones, especialmente en el PRO, y que las descripciones respecto del compromiso, la dedicación horaria y la frontera con la ciudadanía no organizada revisten contrastes significativos. A su vez, sin embargo, ambos espacios aparecen identificados por sus miembros como emergentes de la crisis de representación de 2001 y como polos de afluencia de nuevos compromisos militantes. El segundo apartado analiza las modalidades en que, de acuerdo con las narrativas de los entrevistados, el compromiso militante se articula con la inserción estatal de las organizaciones y sus miembros, advirtiéndose connotaciones diferenciadas en torno a cómo se anudan estas lógicas en cada espacio.

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II. Militancias diversas: nociones de militancia y articulación con el Estado

Concepción sobre la militancia

Partiendo del argumento de que tanto en el caso del kirchnerismo como del macrismo estamos frente a fenómenos de militancia política y compromiso activo, también es cierto que el modo en que miembros de ambos espacios conciben su propia actividad y vínculo político exhibe contrastes sustantivos. Siguiendo a Willemez (2004), no se milita de la misma manera en los distintos grupos y causas, sino que existen “estilos militantes” reconocibles. En el caso de la militancia kirchnerista y la macrista, esos estilos no solo cobran forma en las divergencias observadas al momento de definir su propia actividad, sino que aparecen explicitados en un esfuerzo de diferenciación mutua advertido en los testimonios. Ello es aún más notorio entre los entrevistados del PRO, reforzándose así la afirmación de que ese partido habría consolidado su identidad en un vínculo de exterioridad constitutiva con el kirchnerismo (Vommaro, Morresi y Bellotti 2015).

Los entrevistados del PRO, especialmente los más jóvenes (y que, en muchos casos, han iniciado su compromiso político allí), aunque no introducen por su cuenta el término militante para referirse a sí mismos, tampoco discuten con esa categoría o identificación, la cual en el kirchnerismo es proclamada, por otro lado, como un rótulo generalizado (incluso dirigentes y funcionarios jerárquicos del Estado se autodefinen, antes que otra cosa, como militantes).

Las alusiones de los entrevistados macristas a su propia actividad y compromiso aparecen moldeadas por recurrentes oposiciones a lo que ellos consideran que implica la militancia kirchnerista. Ese esfuerzo manifiesto de diferenciación aparece revestido, en algunas ocasiones, de ciertos preconceptos, o incluso de imágenes de fenómenos (clientelismo4, militancia exclusiva-4 Casualmente (o no, si suponemos que ello formaría parte de una socialización intrapartidaria), hay una alusión recurrente en los testimonios del PRO a una misma metáfora para describir su modo de “hacer política”: el “dar la caña de pescar pero no el pescado” emerge como un mandato de “cortar con el paradigma de asistencialismo” (Nicolás, 28 años, militante de Jóvenes PRO, San Martín, 19/11/ 2014), y alude, por oposición a un supuesto manejo y reparto de planes sociales por parte del kirchnerismo a su base electoral.

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mente rentada, etc.) que, aunque puedan existir, se vuelven, en esas definiciones, totalizadores de la experiencia militante del otro espacio político, y que son esbozados por los entrevistados macristas para delimitarse de ese modo de “hacer política”5. En otros casos, la frontera con la militancia kirchnerista aparece demarcada por esos entrevistados jóvenes del PRO en torno a elementos que históricamente podrían ser asociados a la militancia política de modo general (disciplina partidaria, una línea ideológica compartida, formación doctrinaria o teórica, etc.).

Aunque con un menor peso, esa autodefinición mediada por el supuesto contraste con el espacio antagonista también se observa en algunos testimonios kirchneristas al referirse al PRO. Lo despojan, por ejemplo, de un colectivo militante propio, tildando a sus fiscales de empleados municipales pagos (nuevamente, un fenómeno existente, pero que es presentado como explicativo de una supuesta esencia del otro espacio), e incluso negando la posibilidad de que el PRO pueda generar adhesiones militantes —con la implicancia de que la verdadera militancia, leal, apasionada y comprometida, sería la kirchnerista—. Veamos algunos ejemplos del fenómeno descripto para uno y otro espacio:

Sergio: En nuestra época [militando en el PJ] subíamos a un micro con bombos, era un carnaval. A muchos los subían “de prepo” [a la fuerza], esto hay que decirlo, por el choripán y la Coca. Hoy no es así. El PRO no hace actos multitudinarios, la gente viene por sí sola, no se obliga a nadie. Es la participación de la gente lo que hace el cambio. Si no vamos a seguir en lo mismo que te decía antes de los planes sociales, que vayamos a los actos por el choripán y la Coca, con los punteros políticos, con esto de que lo que son de La Cámpora están ganando de 30 a 40 mil pesos por mes. Una nación no se construye así (Sergio, 55 años, militante de espacio PRO San Martín, 21/ 04/2015).

5 Cabría aclarar que en los testimonios del PRO también predomina una operación de metonimia, en la que la totalidad de la militancia kirchnerista, que en la práctica incluye a una diversidad de organizaciones, aparece reducida a la agrupación La Cámpora. Esa sustitución del todo por la parte ha sido común también en varias coberturas periodísticas sobre la militancia kirchnerista, llegando a identificar a La Cámpora como actor de un suceso o noticia cuando en realidad se trataba de otras organizaciones del espectro kirchnerista.

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Carlos: Yo he tenido muchos chicos que conozco de acá de toda la vida que me dicen que les pagan por ir a las reuniones [kirchneristas]. Y yo les digo que vayan, pero que también vengan y se capaciten, porque les digo que si el día de mañana eso se termina no van a tener cómo hacer. Eso es bien de la política histórica, y por eso creo que en este partido que es nuevo se pueden cambiar las cosas. [Hay] Muchos amigos que tengo del PJ que no son así, tampoco es que son todos así. Tampoco es meter a todos en la misma bolsa porque hay buenos y malos. Pero hay una lógica que es así de que se usa todo para la remera, para la militancia (Carlos, 26 años, dirigente de jóvenes PRO de Vicente López y funcionario del municipio, 19/11/ 2014).

Federico: A las esquinas más concurridas era cuestión de llegar primero [para poner la mesa de campaña] porque hubo mucho del PRO, hubo mucho de la izquierda. No tanto de UNEN [Frente electoral que incluyó a la UCR y al Partido Socialista], que uno vio poca militancia. Puede ser que la tengan pero… y no sé si a la del PRO le podemos llamar militancia, pero…

Dolores: ¿Por qué?

Federico: Empleados.

Dolores: ¿Y cómo te dabas cuenta?

Federico: En el momento de las elecciones, porque me lo dijeron. Los fiscales. Igualmente, yo no dudo que haya gente convencida del proyecto que encarna Mauricio Macri, pero de ahí a asociarlo con algún estilo de la militancia que uno entiende por lo que es un militante, apasionado y demás… ¡no! Estarán convencidos de las ideas que tienen y querrán llevarlas adelante y defenderlas, pero a eso llamarlo un militante…

(Federico, 38 años, militante del movimiento Evita en la ciudad de Buenos Aires y funcionario del Ministerio de Desarrollo Social, 22/11/13).

Mientras que en los testimonios del PRO se resalta y reivindica la noción de que allí los militantes no son “obligados a hacer nada” ni que les “dicen qué pensar” o “creer”, en las entrevistas del kirchnerismo, por otro lado, se perfila una valoración de la disciplina como elemento inherente a la

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militancia. Ello se observa en la terminología utilizada para referirse al vínculo con los liderazgos del espacio —tanto de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (CFK), como de los líderes y referentes de la organización específica de pertenencia—, como “la jefa”, “conducción” y sobre los cuales se deposita cierta convicción de infalibilidad y “una fe comprobada” (Rufino, 32 años. Dirigente local de Peronismo Militante, ciudad de Buenos Aires, 01/10/15).

Pero también esa valoración de la disciplina emerge, sobre todo, en las referencias a las implicancias asociadas al compromiso militante. Como en el caso de Ruth y el haber ido a trabajar a áreas del Estado que la propia agrupación fue definiendo para ella, a partir de las necesidades organizativas (Ruth, 34 años. Militante de La Cámpora y legisladora en la provincia de Buenos Aires, 09/11/15) o como las expectativas de disciplina cotidiana colocadas en los militantes de las organizaciones:

Camila: Ya vamos por la tercera escuela [de formación] que se hace acá. Estamos promoviendo que desde el territorio se promuevan a los compañeros que tienen que venir. Lo que se trata también es de formar la parte disciplinaria de los militantes, si te vas a comprometer a hacer una actividad, hacela de principio a fin, etc. Si estás en la escuela de formación, no vas a volantear a la esquina. Que cumpla la escuela con disciplina, que venga a horario, la escuela dura seis horas, se le dan materiales, se discuten, hay plenario de apertura y cierre. Duran dos meses (Camila, 36 años, dirigente del Movimiento de Unidad Popular-MUP y funcionaria en el área de desarrollo social de la provincia de Buenos Aires, 13/11/2013).

Dada la modalidad en la que la diferenciación respecto de la militancia kirchnerista se presenta en los testimonios del PRO, no deberíamos descartar la posibilidad de que esa lectura y esfuerzo por delimitarse de aquella se asocien con una particular recepción por parte de estos actores de la imagen crecientemente negativa que las organizaciones militantes kirchneristas fueron adquiriendo en una parte de la opinión pública. Desde el kirchnerismo, ese mismo fenómeno fue configurando, por otra parte, en los últimos años de gobierno de CFK, la noción de ser una militancia asediada —por los medios de comunicación masiva, la oposición al gobierno, etc—. La denuncia de una especial estigmatización aparecía así en los discursos presidenciales6, pero también en los de otros dirigentes oficialistas en actos políticos de las organizaciones —como la referencia de Máximo Kirchner, hijo de la presidenta, a “compañeros que día a día se bancaron la satanización de los medios sin chistar” (Acto “Irreversible” de La Cámpora, estadio de fútbol del club Argentinos Juniors, ciudad de Buenos Aires, 13/09/2014)7—. Y también pesaba en los testimonios de los entrevistados, que se lamentaban por una demonización y “propaganda negativa” sobre la militancia (centrada en La Cámpora, pero que afectaría al resto de la militancia kirchnerista).

En los testimonios del PRO, entonces, la constante diferenciación podría estar asociada a la conciencia sobre ese descontento presente en una porción de la sociedad respecto de la militancia kirchnerista. Pero la delimitación acaba por insinuar, en algunos testimonios, cierta impugnación de la militancia en sí misma. Y a ello se suma una insistencia en desdibujar las fronteras entre el votante (“la gente”) y el militante (el militante PRO) e incluso cierta invisibilización de éste último por parte del espacio, que contrasta visiblemente con el lugar medular que le fue asignado a la militancia por parte del kirchnerismo, sobre todo desde 2010. Especialmente los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, no solo apelaron recurrentemente a la movilización de sus bases organizadas en distintas coyunturas, sino que adjudicaron a la militancia afín un lugar preponderante, ostentándola como sustento intenso, consciente y a la vez emocional, vehemente y, sobre todo, distintivo. La centralidad de la imagen del militante en la campaña audiovisual para las elecciones presidenciales de 20118; las numerosas convocatorias a la Plaza de Mayo (en ocasiones diversas, como los aniversarios de la asunción de Néstor Kirchner, por ejemplo) y a la Plaza de los dos Congresos (en las aperturas de sesiones legislativas y durante el “conflicto del campo”); y los denominados “patios militantes” (doce ocasiones durante 2014 y 2015 en las que, al terminar actos políticos televisados desde la Casa Rosada, la presidente interpeló, de modo directo, a aglomeraciones de militantes, allí reunidos, dedicándoles discursos como interlocutores privilegiados)9 son ejemplos de cómo, mientras que en la discursividad del PRO se prioriza un diálogo con la población no organizada —que llega incluso a cierta invisibilización de sus bases de sustentación—, en el kirchnerismo, en cambio, se privilegia mostrar la imagen de una intermediación militante.

Un ejemplo de ello es el discurso de CFK el 20/11/13, ante una multitud de jóvenes activistas en el patio de la casa de gobierno, haciendo una analogía del tratamiento que la prensa argentina dispensaba a la militancia kirchnerista con el que los medios —en ese caso, uno de España— le dedicaban a una militante del Partido Comunista de Chile: “El otro día una cosa me impresionó (…) Leí un diario extranjero. ¿Se acuerdan de Camila Vallejo, la joven estudiante que es candidata acompañando a Michelle Bachelet? Bueno, no leí la nota, pero con el título me bastaba: ‘De rebelde a diputada’. ¿Les suena la crítica? (…) ¿Qué la querían, tirando tiros, para después tener el justificativo de matar jóvenes que luchan por el cambio y la transformación? No, nunca más eso. Nunca más” (Discurso televisado de Cristina Fernández de Kirchner, 20/11/13).

En la misma línea apuntaba el video proyectado en las pantallas gigantes en ese mismo acto político en el que se denunciaba, con una recopilación de declaraciones críticas de líderes de la oposición, periodistas y conductores de televisión, la estigmatización de la agrupación por parte de los medios de comunicación. Las imágenes eran mechadas, a modo de contraste y desagravio, con imágenes de militantes de base desarrollando tareas en el territorio: pintando escuelas, dando apoyo escolar, distribuyendo donaciones luego de las inundaciones, cocinando en comedores comunitarios, etc. Para ver online el video trasmitido en el acto, entrar al siguiente link (acceso el 8/10/2014): www.youtube.com/watch?v=K2UIFhScCgo.

Desde la militancia PRO, por tanto, se alude repetidamente al objetivo de “estar cerca” de la gente, en línea con la estrategia de campaña del PRO en 2015, en la que los candidatos y referentes nacionales apelaban recurrentemente a supuestas conversaciones (no públicas) mantenidas con personas comunes, citando sus nombres de pila. El desvelo por la cercanía refiere a cómo el propio carácter del PRO promovería que esas personas

La campaña de 2011, que se centraba en la noción de “fuerza”, estuvo revestida de ese foco en la militancia de un modo muy notorio. En uno de los spots, la presidente y candidata a reelección decía “me gusta ver que los jóvenes se hagan respetar”. La imagen que acompañaba ese audio en off era la de jóvenes que eran claramente militantes agitando y cantando. Más adelante, cuando CFK mencionaba a las “amas de casa”, las imágenes mostraban no a mujeres que eran amas de casa en sus hogares (haciendo alguna tarea estereotípicamente asociada a su rol como amas de casa), sino a mujeres movilizadas con sus hijos, en un acto o manifestación política, aclamando, celebrando, e incluso “agitando”. El spot mostraba en varias oportunidades a seguidores activos del kirchnerismo e imágenes de banderas de organizaciones en actos proselitistas (mientras que se describía esa escena, en off, como “la fuerza de un país”).

Un entrevistado de Peronismo Militante caracterizaba el momento de los “patios militantes” después de las cadenas nacionales como una “bajada de línea” de CFK a los militantes, como una guía política, directa y televisada, de pautas de cómo seguir (Rufino, 32 años, dirigente local de Peronismo Militante, ciudad de Buenos Aires, 01/10/15).

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comunes se involucren o “se sumen” de algún modo, lo cual no equivale a la noción kirchnerista de un fenómeno de proliferación de nuevos militantes activos en los últimos años. Una ilustración de ello son las palabras de María Eugenia Vidal (candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, por el macrismo) al referirse a “Edith”, madre que había perdido un hijo y que “ahora quiere cambiar” y por eso iba a ser fiscal del PRO en las próximas elecciones (Acto de cierre de la campaña seccional, Centro Asturiano, Vicente López, 06/08/2015)10.

Así, la frontera o demarcación entre el militante activo y la “gente” se difumina, algo difícil de concebir, por el contrario, al analizar la militancia kirchnerista11. Aunque en ésta aparezca también la convocatoria a un involucramiento de los votantes y la apelación a que los militantes dialoguen con éstos, los contornos no dejan de estar delineados. Un ejemplo intenso de esa frontera asoma en la narración de Rufino:

Dolores: ¿Qué otras primeras impresiones te llevaste de la organización cuando empezaste a militar ahí?

Rufino: Eh… al principio, que estaban todos locos [risas]. Porque la política… la militancia política… la política en general tiene una dinámica propia, tiene un léxico propio. Para alguien que… por eso a veces termina siendo tan expulsiva para el que nunca militó (…) Para el que no conoce…por eso usualmente los que se incorporan a la política son hijos de militantes, tienen familiares militantes, ¿no? (…) Si no tenés a nadie que aunque sea conozca a alguien por referencia, es muy difícil que ese tipo se vuelque a la política. Es muy difícil, porque es repulsiva hacia el que no conoce. A mí me pasaba eso (…) La primera vez que fui a un plenario no sabía lo que quería decir “plena-rio”. Quien sabe qué quiere decir plenario, si le preguntás a los tipos

En el período electoral 2015, los dirigentes esbozaron una presentación del compromiso activo en el PRO como algo que podía ser coyuntural (actuar como fiscales en una elección para “cuidar el voto”), no necesariamente como una adherencia, sostenida en el tiempo, a un proyecto político específico, sino para ese momento específico y en defensa de la república. En esos términos planteaba Jorge Macri, intendente de Vicente López, su arenga a potenciales fiscales del PRO en su discurso en un acto de campaña (Registros de campo, mismo acto). Vommaro, Morresi y Bellotti (2015) marcan la autodefinición del PRO como un espacio que traería valores no políticos y formas no políticas a la política.

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de acá [confitería], no tienen ni idea (Rufino, 32 años, dirigente de Peronismo Militante, ciudad de Buenos Aires, 01/10/15).

Volviendo al PRO, el énfasis encontrado en cierto mimetismo entre la gente común y el militante no equivale a afirmar que los activistas organizados estén ausentes en los actos del partido. De hecho, tanto la propia observación participante como otros trabajos previos (Nuñez y Cozachcow 2016) sugieren una presencia significativa de militantes en los actos macristas. Pero el lugar público que se procura asignarle a esa figura del activista reviste un carácter subsidiario o marginal en comparación con “la gente”, siendo ésta la audiencia valorada en un acto político o de campaña, y no “los militantes” (en torno a cuya presencia masiva se expresa cierta suspicacia, sea ésta o no genuina):

Nicolás: Sí, hace muy poco estuvo Jorge Macri con una gran convocatoria la verdad del vecino, el vecino…Como siempre, nos dicen a nosotros, y bue, vamos. Pero no les gusta ver mucho militante sino que les gusta ver al vecino y el vecino espontáneamente (…) Los que estábamos ahí nos dimos cuenta que estaba muy bueno porque veíamos nosotros mismos… sabemos quiénes son militantes y el vecino era el que prevalecía y eso está muy bueno. Vemos eso de que la gente hoy le gusta, se acerca (…) Muchos piensan “bueno, hacer política es la militancia, repartir globos” y ves que el PRO tiene un gran abanico de cosas que vos podés participar y resolver problemas de la gente desde un lugar un poquito más pasivo, desde lo técnico. Y después están los que sí, los que les gusta un poquito más el trabajo más activo, mostrarse, debatir, salir (Nicolás, 28 años, militante de jóvenes PRO, San Martín, 19/11/2014).

El testimonio citado no solo exhibe un contraste entre la estrategia partidaria de cierto camuflaje público de sus propias bases de sustentación activa y la apelación, en la práctica, a su núcleo de militancia a que se movilice a la actividad (los convocan para ir al acto pero después no quieren ver muchos militantes). También introduce un elemento adicional en torno a las concepciones de la militancia en el PRO y el kirchnerismo, que es la cuestión de la dedicación.

La militancia en el kirchnerismo aparece generalmente concebida en clave épica, resaltando el sacrificio personal involucrado en ese compromiso

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(aunque no con hartazgo, sino con orgullo), así como una dedicación horaria de carácter total (en términos de los entrevistados, “los siete días de la semana, las 24 horas”), que, en alguna medida, acabaría fagocitando otras esferas de la vida del activista:

Rufino: Trabajar, militar y estudiar es una combinación letal. Letal, muy nociva. (…) la militancia exige, cuanto más te involucrás políticamente, te exige más tiempo. Y la dinámica política hace que vos pongas la política por sobre todas las demás cosas (…) Te morfa todo, los estudios y todo. Si tenés familia, te morfa la familia. Y no existe ni domingo, ni sábado, ni feriado, ni vacaciones, ni nada. No existe nada. Hay una actividad, te dicen que es importante, y tenés que estar (…) El “militante militante”, son pocos los que llegan a ese grado pero, el “militante militante”, todo está sujeto a lo que decida la política (Rufino, dirigente local de Peronismo Militante, ciudad de Buenos Aires, 01/10/15).

En la militancia al interior del PRO, especialmente en los casos de activismo juvenil, el tiempo y el compromiso son contemplados de modo más flexible, como en el caso de Florencia (21 años, militante de Jóvenes PRO en Vicente López, 11/11/2014), que “milita cuando puede”, y que los demás “la entienden” porque está estudiando. O como con Luciano, que introduce una comparación explicita sobre este punto con la militancia en las organizaciones del arco kirchnerista, asociándola a características ya descriptas como un supuesto carácter rentado, y destacando, en cambio, la flexibilidad que adquiere el vínculo en el PRO como rasgo positivo:

Luciano: Hace 2 años que estoy con el PRO. Anteriormente, fueron tiempos más cortos los que estuve pero no me era… he estado en el Evita, en la Juventud Peronista. Era “tengo que ir al colegio” y “no, pero hay una marcha o un acto, tenés que estar y son $100 que te vamos a dar, no te la pierdas”. Sí, pero yo primero tengo que priorizar el estudio por sobre la política, que en algún momento lo podré hacer. Para ellos no, para ellos tenía que estar cada vez que me necesitaban para un acto y esas cosas, tenía que estar. Y bueno, en ellos [el PRO] no. Es “che, hay una reunión, ¿podés? ¿Sí? Bueno, buenísimo. No podés, no importa, la próxima serᔠpero nunca me insistieron tanto. Ellos me avisan cada vez que hay una reunión, un acto o lo que

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sea, y está en mí decidir si voy o no voy (Luciano, 24 años, militante de Jóvenes PRO, Vicente López, 12/11/2014).

Como si se tratara de una donación de caridad, esta concepción de la militancia implica que uno aporta lo que puede, cuando puede y según su propia disposición y deseo, lo que nos remite a la imagen de militancia como voluntariado, que ya ha sido trabajada por Vommaro, Morresi y Bellotti (2014) y por Vommaro (2015).

La cuestión de la dedicación horaria, por su parte ha sido analizada comparativamente para militantes jóvenes del PRO y del kirchnerista Movimiento Evita, a través de una metodología de encuestas, por Vázquez, Rocca Rivarola y Cozachcow (2016), señalándose un contraste significativo. Mientras que más de la mitad de los militantes juveniles dicen que dedican 15 horas semanales a la militancia o más, entre los activistas del PRO el 84 por ciento indica que milita menos de 15 horas, esbozándose con ello un perfil de militancia part-time en el PRO y full-time en el Evita. Como señalan los autores, esos datos están ligados a diferentes valoraciones del quehacer militante así como a modos específicos en que se articula la militancia con el desempeño laboral en el ámbito público, siendo posible que para algunos encuestados las tareas de gestión en el Estado sean interpretadas como una extensión de sus compromisos militantes, algo que, de todos modos, como veremos más adelante, presenta algunas similitudes para ambos casos.

Para pensar la militancia en el kirchnerismo, entonces, se vuelve suge-rente el argumento general de Willemez (2004) que postula que, además de los beneficios materiales que pudieran obtenerse del compromiso, la fidelidad aporta beneficios simbólicos igual de importantes: permite al militante convertir al involucramiento en un elemento central de su identidad, pensar y presentar su existencia en la linealidad y continuidad de ese compromiso, y concebir la perseverancia del mismo como condición de posibilidad de su propia estima.

En el caso del PRO, los distintos elementos mencionados sugieren que, para comprender el activismo allí, tal vez sea necesario pensar o definir la militancia de un modo más amplio al tradicional. Allí, la cuestión de la dedicación horaria, combinada con cómo es concebido el compromiso cotidiano en varios testimonios macristas (sin demasiada particularidad o atributos especiales), con el carácter intencionalmente difuminado de las fronteras entre la militancia PRO y “la gente”, y con la escasa enunciación de

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referencias históricas (salvo la crisis de 2001) para delinear los contornos identitarios12, estaría dando cuenta de un activismo diferente al compromiso militante tradicional.

Los círculos concéntricos con los que Duverger (1957) desagregaba la comunidad partidaria presentaban un círculo más externo de “simpatizantes” (con cierta inclinación hacia el partido, al que defendían y hasta a veces apoyaban financieramente, y, en algunos casos, con participación en las organizaciones subsidiarias del partido), un segundo círculo menor de “afiliados”, miembros formales del partido, y, finalmente, el círculo nuclear y más limitado de “militantes”, afiliados activos e involucrados en las actividades partidarias. Esa imagen, sin embargo, ha sufrido diversas mutaciones. Han sido planteados aquí algunos elementos atribuibles a la forma de concebir la militancia en el PRO que sugerirían la necesidad de una reformulación o adaptación de esa clasificación clásica. Y, en el caso del kirchnerismo, incluso, si bien en términos de tradiciones políticas, los anclajes y referencias desde donde construir su historia y su propia identidad eran más abundantes y gravitantes, otros elementos también exhiben transformaciones respecto del modo tradicional de estructurar la militancia política. Por ejemplo, una porción significativa del activismo de las organizaciones relevadas no se ha afiliado formalmente a un partido político como resultado de ese compromiso y adhesión.

Aclarando que, en Argentina, el vocablo “militante” ha sufrido distintas transformaciones en su uso, significado y valor, Quirós (2014) menciona dos acepciones actuales posibles del término militante. Una que designa a aquel que “integra y participa, de forma orgánica y activa, en una organización política, partidaria o de otro tipo” (Quirós 2014: 251). Otra que alude a “una condición o conducta personal orientada a la realización de una cau-

Esa carencia de referencias es contrarrestada a través de la conversión de preceptos morales de acción (valores como el emprendedorismo y el voluntariado) en principios políticos (Vommaro y Morresi 2014). En palabras de Nicolás: “en líneas generales el PRO hoy no es ni de derecha ni de izquierda, no hay peronistas ni radicales. El PRO, como objetivo final, es resolverle los problemas a la gente. Hoy yo creo que el vecino no le interesa si es radical o es peronista sino que le resuelva los problemas” (Nicolás, 28 años, militante de Jóvenes PRO, San Martín, 19/11/ 2014). Sin embargo, el partido también reconoce en su composición la afluencia (desde el inicio) de militantes, referentes y dirigentes que provienen de otras experiencias partidarias diversas, como la UCR, el PJ y partidos liberal-conservadores.

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sa” (Quirós 2014: 251). Una combinación y superposición de estas dos representaciones del término nos permite contemplar la militancia macrista y la kirchnerista. Ello, desde intensidades, tradiciones y, como dijimos, “estilos” diferentes, y estableciendo contrastes pero también algunos puntos de contacto.

Una de esas similitudes es una noción que se perfila común a ambos espacios y que está presente, sobre todo, en los militantes macristas mayores, que antes del PRO tuvieron un paso por otros partidos, así como en los militantes kirchneristas mayores que pertenecieron al PJ, dejaron de militar en los años ochenta o noventa y volvieron a hacerlo, esta vez por fuera del justicialismo, en alguna de las nuevas organizaciones nacidas al calor del ciclo de gobiernos kirchneristas. Ese relato similar refiere a un desencanto o desengaños sufridos en el pasado como militantes político-partidarios y ubica al PRO y al kirchnerismo como polos atrayentes para haber vuelto a involucrarse políticamente. Cabe destacar que esos testimonios coinciden con la propia interpretación orgánica elaborada desde ambos espacios, auto-concebidos, por ejemplo, como emergentes de la crisis de 2001 (Slipak 2005, Vommaro y Morresi 2014).

Articulaciones entre militancia y Estado

La relación con el Estado aparece como una dimensión imprescindible a la hora de comprender las prácticas y sentidos atribuidos a la actividad militante en espacios políticos que constituyen oficialismos, es decir, que ocupan gestiones de gobierno (nacional, en el caso del kirchnerismo, y local, en el caso del PRO hasta 2015, es decir, hasta la finalización del trabajo de campo). La Cámpora, por ejemplo, se ha construido como el caso paradigmático de una organización nucleada desde y en torno al Estado, asumiéndolo como un terreno de disputa que es necesario ocupar (Vommaro 2014). Otras organizaciones también han nacido en el seno de las propias dependencias estatales (Kolina, La graN maKro, la Juventud de Obras Públicas-JOP13). Por su parte, el PRO entiende a la gestión como el punto nodal desde el cual articula su relato alrededor de la importancia del hacer.

Para un análisis de esas tres organizaciones en su articulación del compromiso militante y la gestión pública, ver Vázquez (2014).

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Se formularán a continuación algunas comparaciones en torno a cómo eran presentados por los actores aspectos como la profesionalización militante, las modalidades prácticas de articulación de la militancia y el espacio estatal, la conjugación de la identidad política y trayectoria militante con el ejercicio de la función pública, el rol de la gestión en la formación política del militante y la difusión de la gestión en la vía pública.

En primer lugar, la profesionalización de la militancia se manifiesta como un fenómeno extensivo a ambos espacios políticos14. Siguiendo a Ribeiro (2008), definimos la profesionalización como la dedicación completa (o casi completa) del tiempo del militante a la política, obteniendo de ahí su sustento o ingreso. Y, tratándose aquí de espacios políticos que al momento del trabajo de campo eran oficialistas, nos referimos a la profesionalización en un sentido estatalizado. Es decir, no una profesionalización sustentada por el partido, sindicatos u otras organizaciones militantes, sino en la función pública, con cargos electivos, cargos de funcionarios o como empleados estatales.

Cabe, en este punto, hacer una distinción respecto a cómo fue variando la percepción que las propias organizaciones kirchneristas tenían en relación a la incorporación al Estado. En un primer período de los gobiernos kirchneristas (coincidente con el mandato de Néstor Kirchner, y poco después de finalizado éste), si bien la profesionalización de la militancia aparecía indefectiblemente como una situación que consolidaba el crecimiento de la organización, ese crecimiento traía aparejada cierta aprensión, especialmente entre algunas de las denominadas “organizaciones sociales” kirchneristas, ante la posible dilución del perfil, identidad y composición militante de sus propias organizaciones cuando “todos quieren ser parte” (Jesús, FTV, 23/06/ 08), así como una preocupación por la posible mutación de sus activistas al incorporarse a la maquinaria estatal15. Sin embargo, para el caso de los entre-

Aunque no contemplamos la “profesionalización” en este trabajo en términos de élites políticas (aquellos que ocupan cargos de importancia en el poder estatal), sino de militantes con un ingreso proveniente de algún cargo o empleo en el Estado, cabe recuperar la perspectiva de una historia larga de la profesionalización política que hace Offerlé (2011), remontándose a la aparición concomitante del sufragio universal (primero masculino) en Europa occidental y de una categoría de agentes especializados y profesionalizados en la conquista y el ejercicio del poder político. Es ilustrativo al respecto también el testimonio de Lorenzo, de la misma organización: Lorenzo: Crecimos cualitativa y cuantitativamente (…) Y tenemos nuevos problemas, por ejemplo, cuando estábamos en la ruta y nadie tenía un cargo éramos todos

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vistados pertenecientes a organizaciones que fueron ascendiendo dentro del oficialismo kirchnnerista después del 2008/2009, o a aquellas que incluso nacieron al interior de las dependencias estatales, no se manifiesta tal recaudo referido a la profesionalización. Lejos de revelarse como una preocupación, el fenómeno queda manifiesto en muchas entrevistas como un elemento naturalizado e inherente a la trayectoria militante, anudándolo en un devenir esperable16.

Es pertinente en este punto señalar que, de todos modos, al interior mismo del arco kirchnerista, una modalidad común de enunciación de las críticas o descalificaciones hacia otras organizaciones también integrantes del espacio se configura acusándolas de llevar a cabo una militancia “demasiado estatal”, crítica que encontró en La Cámpora su principal receptor17.

felices, hoy que tenemos directores, subsecretarios, legisladores, concejales, se complejiza mucha más la relación entre nosotros. Dolores: ¿Por qué se complejiza?

Lorenzo: Porque hay mucha derrota cultural y porque nosotros no estamos exentos de esa derrota cultural, somos parte de esta sociedad. Es un compañero que no tenía nada y ahora tiene un espacio de poder político. (Lorenzo, 51 años, dirigente nacional de la FTV, 12/03/08).

Si, como sostiene Perelmiter (2012), la narrativa de los militantes de organizaciones sociales que accedían a ocupar cargos en el Estado entre 2003 y 2008 les exigía continuidad, que no devinieran otra cosa de lo que eran dentro de la organización, es entendible que la transformación individual que mencionaba Lorenzo deviniera una preocupación para la organización.

Este fenómeno dista de ser una novedad exclusiva del período de gobiernos kirchneristas. Para la década del ’90, Levitsky (2003) ya analizaba, al interior de las redes locales del PJ en distintos distritos de la provincia de Buenos Aires (como La Matanza y Quilmes), la proliferación de unidades básicas y agrupaciones (sedes del partido en los barrios) que asumían características distintas a la militancia peronista tradicional, funcionaban casi exclusivamente en períodos de campaña electoral, y exhibían considerables niveles de inserción de sus militantes en empleos o cargos en el Estado municipal. Es decir, un fenómeno de profesionalización y de expectativas en torno a la misma. El autor las denominaba unidades básicas clientelares o machine UBs.

Cabría agregar que, aunque La Cámpora haya sido el foco más recurrente de esas críticas, las mismas también surgían antes, durante el gobierno de Néstor Kirchner, entre militantes de redes locales del PJ al referirse a las organizaciones sociales kirchneristas —tildando a sus dirigentes de “piqueteros” que “bajaban” como funcionarios desde el Ministerio de Desarrollo Social a los municipios y pretendían desarrollarse en el territorio mientras que “nosotros recorremos los barrios todos los

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Ello podría evidenciar que, aunque en el kirchnerismo el Estado aparece explícitamente como un destino de llegada deseable (no solo en términos individuales sino orgánicos), habría, de todos modos, cierta incomodidad o ruido existente en relación con la articulación cotidiana entre la militancia y el Estado, asomando una concepción de militancia que valora el anclaje territorial y lo asocia a cierto desarrollo político por fuera de la inserción estatal.

Los testimonios de los militantes del PRO también dan cuenta de una cierta naturalización, en la que ejercer algún cargo público aparece como una opción viable propia derivada de formar parte de ese espacio político —que incluso puede ser rechazada por ya tener un buen trabajo relacionado con lo que estudian (Luciano, 24 años. Militante de Jóvenes PRO, Vicente López, 12/11/2014)—. Sin embargo, en este aspecto, cabe hacer una distinción entre ambos espacios políticos. Si desde el kirchnerismo se hace ostensible una valoración de saberes militantes —como los derivados de la experiencia de activismo territorial, capacidades organizativas, contacto directo con la población, etc.— (Perelmiter 2012, Vázquez, 2014, Rocca Rivarola 2016b) como aportes complementarios para ejercer la función pú-blica18, ello está ausente en el PRO, apareciendo, por el contrario, un esfuerzo por negar o soterrar en alguna medida el carácter militante propio, o de otros miembros del espacio dentro de la gestión y por imputarle esa articulación militancia-gestión, en cambio, al modo de hacer política del kirchnerismo:

Carlos: A mí me parece que una cosa es lo que uno hace desde la política porque cree que el partido que uno apoya es el que tiene

días” (Gonzalo, 27/09/07, y otros militantes del PJ de La Matanza)—. Y también era esgrimida por dirigentes y militantes de algunas organizaciones sociales para referirse a otras organizaciones similares (por ejemplo, desde la FTV y dirigidas al Movimiento Evita). Es decir, era una modalidad de crítica bien reiterada. 18 Algunos de esos trabajos también sostienen, de todos modos, que es el primer período, con el gobierno de Néstor Kirchner, el que se caracteriza más paradigmáticamente por esa valoración de los saberes militantes, mientras que en el período posterior, en algunos casos, el “militante legítimo” aparece construido, en organizaciones como Kolina, por ejemplo, en relación con las tareas cumplidas dentro del ministerio, ungiéndose una valoración de saberes profesionales y técnicos que impactan sobre la estimación hacia ese militante (Vázquez 2014; Vázquez, Rocca Rivarola y Cozachcow 2016). Algo similar podemos ver en torno a algunos funcionarios de La Cámpora.

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que gobernar, porque uno cree en esas políticas públicas. Otra cosa es interferir en la gestión desde la política. La Cámpora lo que me mostró a mi es que si yo no estoy con ellos no puedo hacer gestión. Porque a mí me sacaron eso, me sacaron lo que era empleo del ministerio, que tenía un programa que se llamaba “Jóvenes con más y mejor empleo”. Que es buenísimo, pero lo aplican mal porque es para darle a los militantes, que no los capacitan para que consigan trabajo. Cuando se pierde eso de que el Estado está para toda la gente y no para los que están con uno... Por eso lo del río [una actividad de limpieza organizada desde el municipio] yo lo hice sin remera política, porque lo hice como vecino. Y quizás hay muchos vecinos que no quieren ir con la remera del PRO a limpiar, lo quieren hacer porque son vecinos. En La Plata, por ejemplo, en las inundaciones si no te ponías la remera de La Cámpora no te dejaban ayudar. (Carlos, 26 años, dirigente de Jóvenes PRO, Vicente López).

Los dichos de Carlos ilustran la narrativa que prevalece en los militantes del PRO respecto a que una vez que pasan a ocupar un cargo público dejarían atrás, o en otra esfera, la actividad propia de la militancia. Ta l compartimentación de roles en la práctica difícilmente se respeta, dada la porosidad de estas esferas, y esa superposición incluso acaba emergiendo en varios de los propios testimonios, aunque se haga el esfuerzo constante de pensarlas separadamente —como rasgo de diferenciación respecto del kirchnerismo—.

El tejido que se establece entre las organizaciones partidarias y el Estado adquiere, entonces, una densidad que arroja diferentes combinaciones posibles para el amalgamiento de las esferas. Si bien discursivamente, como aflora en el testimonio anterior, desde el PRO se presenta a La Cámpora —condensando todas las experiencias militantes kirchneristas— como paradigma de una indebida ocupación del Estado, los componentes y las formas de desenvolvimiento de ambos espacios en relación con la militancia y la gestión se descubren similares en más de un aspecto19.

Al momento de realizadas las entrevistas (entre noviembre de 2014 y mayo de 2015) el PRO se desempeñaba como oficialismo solo en CABA y en Vicente López y los contrastes respecto de las entrevistas del distrito de San Martín, donde el macrismo era oposición, eran notorios.

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Para las dos militancias estudiadas, hay puntos de convergencia en algunas de las modalidades que adopta el enlazamiento cotidiano entre militancia y participación en el Estado.

Desde el kirchnerismo, algunos testimonios, sin reconocer una amalgama de su organización de pertenencia y el Estado, aluden a inserciones políticas partidarias en los barrios directamente ligadas o derivadas del desarrollo de tareas de gestión —municipal, provincial o nacional—:

Javier: Yo trabajo, principalmente con las instituciones: los centros de jubilados, con las sociedades de fomento, con las cooperadoras de las escuelas, con los dirigentes barriales naturales (…) Trato de ser el nexo, entre el municipio y esas instituciones, que son las que conocen bien el problema. Y bueno, si hay que poner una luz, la ponemos, si hay que conseguir un subsidio, lo conseguimos (…) Entonces, esas instituciones hoy en día dicen “antes para hacer un trámite en el municipio teníamos que hacer colas, no sabíamos dónde acudir, ahora te llamábamos por teléfono a vos, y vos nos solucionás los problemas” (…) Y no es nuestra voluntad hacer penetración partidaria dentro de la institución, inclusive, es mi opinión de que no vale la pena. Porque de hecho, las comisiones, en el momento en que trabajamos así directamente y solucionamos problemas, apoyan. Ni lo piensan (Segunda entrevista con Javier, militante de una agrupación del PJ de La Matanza y funcionario municipal, 7/03/2008).

Dolores: ¿Y vos tuviste alguna vez algún cargo de gestión acá en el municipio?

Héctor: Eh, con [actual intendente]. Cuando gana, me nombra director de Articulación Comunitaria y Participación popular (…) Un año y medio de gestión, con lo que hicimos algo en cuanto a la referencia de la agrupación, y personal, porque teníamos la camiseta del municipio (Héctor, militante de Kolina en zona norte del conurbano bonaerense, ex funcionario del gobierno municipal, 14/ 11/2013).

Pero esa amalgama también se advierte en el PRO, donde la distinción que enfáticamente se explicita en los testimonios contrasta con los hechos cotidianos y con algunas referencias casuales de los propios entrevista-

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dos. Así, se alude a una dirección estatal, la Dirección General de Juventud del municipio de Vicente López como un lugar de reunión de militancia, ante una pregunta sobre cuáles son los locales partidarios del distrito (Florencia, 21 años. Militante de Jóvenes PRO, Vicente López, 11/11/2014). Y, de hecho, la gestión misma oficia allí como escuela de formación de militantes: la Dirección General de Juventud, que fue creada con la llegada del PRO al Estado municipal20, es considerada en los testimonios como escalón y escenario de formación para militantes, no necesariamente locales, con voluntad de ascender políticamente.

En otros términos, la experiencia estatal se perfila como una forma de construcción o consolidación de la propia organización en algunos relatos del FPV y también del PRO.

Las narrativas militantes del PRO y del kirchnerismo, por otro lado, se apartan en lo que respecta a la conjugación de la propia identidad político-ideológica y de la trayectoria militante con el ejercicio de la función pública. Mientras que en los militantes del PRO se evidencia un especial hincapié —más allá de si éste se refleja luego en la práctica política cotidiana— en que “la gestión no tiene que llevar la bandera política” (Omar, 34 años, legislador del PRO a nivel local, 28/11/2014), desmarcándose así de lo que consideran que sería la forma de hacer política del kirchnerismo, en este último, por su parte, los testimonios reconocen una interacción cotidiana de aquellos elementos, como ya ha sido analizado por Vázquez (2014) con el concepto de “gestión militante” y como también muestra el ejemplo de Federico:

Federico: Quizás por mi forma de ser algo obsesiva y porque soy consciente del lugar que estoy ocupando, y que soy un empleado público y que la gente me está pagando el sueldo, trataba de ser consciente de esto y hacer el laburo técnico profesional, que correspondía a la tarea. Por supuesto, uno no se saca la ideología…pero bueno, y en este sentido, es interesante acá, si bien este espacio, de alguna manera, le pertenece al Movimiento Evita, los compañeros… tenemos de todo (Federico, 38 años, militante del Movimiento Evita en la ciudad de Buenos Aires y funcionario del Ministerio de Desarrollo Social, 22/11/13).

20 Antes de la asunción de Jorge Macri como intendente del distrito en 2011, había una coordinación de actividades juveniles.

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Este relato resalta tanto la conciencia del entrevistado respecto de la labor profesional que lleva a cabo y de su obligación de cumplir con las tareas que esa función pública demanda, como una afirmación de cómo ello inevitablemente se articula con su identidad política y su compromiso militante, que no se pulverizan al ingresar al Estado. Asimismo, deja planteado un elemento significativo: una suerte de asignación (aunque no inmutable en el tiempo) de ciertas dependencias estatales en tanto tales a ciertas organizaciones militantes oficialistas (las cuales luego definen la incorporación de militantes propios como empleados de aquellas), algo advertido también en otros testimonios (Camila, Ruth, etc.) así como en trabajos ya citados acerca de la relación gestión-militancia (Vázquez 2014).

La propia cuestión de la formación política de los militantes es entendida, desde el PRO, en torno privilegiadamente a la gestión. A modo de ejemplo, los entrevistados citan, en respuesta a la pregunta sobre la formación política al interior del partido, las excursiones o visitas que miembros del partido organizaban a las sedes de los gobiernos municipales de Vicente López y de la ciudad de Buenos Aires, donde el PRO era oficialismo al momento del trabajo de campo. En esos eventos, la transferencia de conocimiento y de la experiencia adquirida en la gestión a la militancia PRO de otros distritos donde éste no era gobierno era concebida como una instancia fundamental de formación militante:

Mariana: Y… ¿Cuándo fue que empezaste a… la primera vez que participaste en militancia en el PRO?

Nicolás: En 2012 agarré y mandé, estuve averiguando, mandé un mail a la Dirección de Juventud, me respondieron y tuvimos una reunión. Y empecé acompañando en lo que eran las actividades de voluntariado, que todavía se siguen haciendo. El fin de semana pasado se hizo una en el río… una de limpieza. Y bueno, acompañando, acompañando y bueno empezando a escuchar, empezando a aprender, empezando a opinar. Eso es lo bueno que tienen los chicos de Vicente López [militantes del PRO en el distrito], que se van nutriendo, o sea, les gusta aprender, les gusta enseñar y ese ida y vuelta hizo que yo me vaya capacitando y demás y bueno hoy ya con un poquito más de experiencia y demás ya me volqué a hacer el trabajo directo en San Martín obviamente con todo el apoyo de Vicente López y demás (Nicolás, 28 años, militante de Jóvenes PRO, San Martín, 19/11/2014).

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Desde el enaltecimiento del hacer visible en el PRO, que Vommaro y Morresi han conceptualizado como un “énfasis en la ideología de la gestión” (Vommaro y Morresi 2014: 394), el respaldo de las experiencias concretas de administración macrista, con sus programas e iniciativas, a la militancia de otros distritos donde son oposición, deviene, en ocasiones, una suerte de reemplazo más que un complemento del activismo típicamente político-partidario.

En el kirchnerismo, por su parte, la formación política de los militantes también es entendida frecuentemente desde alguna asociación con la inserción institucional en la gestión, como en las reiteradas referencias a la inclusión, en los cursos y talleres, de materiales que explican las principales políticas públicas implementadas por el gobierno nacional (“los logros del modelo”) y cómo justificarlas21, o como en el énfasis en la formación de cuadros para ir al Estado22. Pero, el aprendizaje en el marco de la militancia es percibido en los testimonios como una formación política, tanto teórica e histórica, y no como una mera capacitación para la administración. Ello, por supuesto, no debería llevarnos a asumir que esa formación sea en la práctica llevada a cabo de modo sistemático, generalizado y sin déficits23. Pero el

Mencionemos dos ejemplos en ese sentido. En primer lugar, Rufino, que reflexiona sobre los militantes que se incorporan actualmente con los que “te ahorraste muchísimo camino a la hora de formar…por qué? Porque ya lo conocen. Ya lo conocen, ya lo saben, ya lo vivieron” (Rufino, 32 años, dirigente local de Peronismo Militante, ciudad de Buenos Aires, 01/10/15). Y en segundo lugar, Ruth, que recuerda cómo en el proceso de consolidación de su organización, uno de sus militantes, economista, les daba clases semanales para “entender las medidas” que el gobierno tomaba. Y agrega “O sea, hay montones de libros nuestros que vas a encontrar de formación política, sobre todo con las medidas que se iban tomando, y además en términos generales como para poder explicarle a la gente, llevarle a la gente las medidas” (Ruth, militante de La Cámpora, legisladora en la provincia de Buenos Aires, 09/11/15).

En ese énfasis podría inscribirse el discurso en el que Andrés Larroque, secretario general de La Cámpora, decía en 2010 que se necesitaba “formar cuadros técnicos nacional y populares” para no terminar apelando a “esos tecnócratas neoliberales” (Andrés Larroque, discurso en el estadio Luna Park, Acto “Néstor le habla a la juventud”, 14/09/2010).

De hecho, en las entrevistas a algunos militantes mayores puede hallarse cierta nostalgia respecto de la formación política que recibía el militante en el pasado y cómo habría habido un deterioro en este sentido en las últimas décadas. Para un análisis más detallado de esa nostalgia, ver Rocca Rivarola (2017).

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énfasis y los sentidos asignados a la formación militante en las narrativas son marcadamente diferentes a los advertidos en el PRO.

La difusión de la gestión en la vía pública, por otro lado, también asumía en el kirchnerismo un carácter central, aunque con una modalidad particular, que podríamos llamar, valiéndonos de un término de los propios actores, agitación de las políticas públicas. Dicha práctica específica de militancia no involucra una simple comunicación de lo hecho por el Estado, o una mediación entre éste y las bases por parte de funcionarios de determinada área que ejecutan un programa —tarea propia de la militancia oficialista en distintos contextos—. La agitación de las políticas públicas implica militantes de cualquier ámbito (y no necesariamente los que ocupan cargos en la función pública) difundiendo e incluso micro-administrando programas y servicios estatales de dependencias y niveles del Estado con los que no necesariamente tienen un vínculo directo como agrupación (otorgamiento del documento nacional de identidad, gestión del trámite para obtener la asignación universal por hijo, etc.). Un ejemplo elocuente de dicha práctica pudo observarse en torno al programa ‘precios cuidados’. Implementado en el año 2014 como paliativo ante niveles considerables de inflación (en parte luego de una devaluación del peso durante el verano de 2014), el programa consistía en un acuerdo de precios fijos con distintas cadenas de supermercados. Tras ser anunciado por la presidente, quien convocó explícitamente a la militancia a garantizar el efectivo cumplimiento del programa, muchos militantes se volcaron a los supermercados a constatar el mantenimiento de los precios acordados con el gobierno.

Esa práctica consolidada dentro del kirchnerismo podría asociarse a una concepción desde el propio gobierno de la importancia de que los militantes pudieran apropiarse y hacerse protagonistas (en tanto micro-gestores) de las políticas implementadas desde el Estado. Podríamos también enmarcarla en la reivindicación kirchnerista del colectivo militante como un sustento distintivo propio, ya referido en el apartado anterior. En la práctica, además, aquellos programas nacionales funcionaron como una herramienta que los militantes de distintas organizaciones podían llevar como propia al territorio en la competencia local con otros actores políticos dentro y fuera del kirchnerismo. Esta particular modalidad de militancia, sin embargo, era mirada con cierta reticencia por parte de algunas entrevistados, que identifican posibles derivaciones problemáticas de la misma, tanto para sus propias organizaciones como para el espacio político de pertenencia (el kirchnerismo),

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como el haberse convertido en meros “agentes de propaganda del Estado” (Santino, militante de agrupación local y funcionario de la municipalidad de Quilmes, 13/11/13).

Lo trabajado permite constatar la diversidad de maneras en las que se entrelazan la militancia partidaria y la participación en el Estado en ambos espacios políticos, permitiendo problematizar presupuestos en torno a la vinculación orgánica y de los propios militantes con la gestión pública.

III. Reflexiones finales

Abordar los testimonios de los actores de las bases de sustentación activa y organizada del macrismo y el kirchnerismo de manera comparativa nos ha permitido comprender la manera en que ambos espacios conciben la militancia política. En esas nociones, la diferenciación mutua se reconoce como un punto de partida frecuente, erigida, en ocasiones, sobre la base de generalizaciones o preconceptos respecto de los modos de hacer política y las prácticas militantes del espacio antagonista.

Si el kirchnerismo coloca al propio colectivo militante en una posición pública medular, intentando delinear de manera precisa las características que la militancia demanda o involucra en tanto forma de vida y compromiso, el PRO construye sus concepciones militantes desde otros énfasis y atributos. En este sentido, la disciplina, la dedicación, la formación política (teórica, histórica), manifiestas en militantes del kirchnerismo, se contraponen a la flexibilidad, la intermitencia de los vínculos, la ponderación de las “ganas de hacer” como único requisito y el desvelo por “estar cerca” del “vecino”, presentes en militantes del PRO.

En lo que refiere a la articulación con el Estado, en la manera en que ésta es pensada, la diferenciación, aparentemente ostensible en las formas de auto-presentación de los testimonios, queda matizada en las prácticas cotidianas de enlazamiento. La profesionalización de la militancia es un fenómeno que atraviesa a ambos espacios, así como la naturalización de la misma (a través de la noción de que la propia trayectoria militante en algún momento implicará probablemente ocupar un cargo estatal). Si bien la militancia kirchnerista es la que más frecuentemente es vinculada por sus detractores a mecanismos de inserción institucional del activismo, el fenómeno es común al PRO. Inclusive ha sido posible advertir que allí donde el partido no es

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oficialismo —y, entonces, no cuenta con instancias concretas de la gestión local en las cuales participar ni tampoco con la posibilidad de insertar a sus militantes laboralmente en el Estado municipal—, tanto el gobierno porteño como el de Vicente López hacen las veces de vidriera y escuela de formación para la actividad política e incluso militante.

En otros términos, aunque la articulación militancia-Estado es rastreable en ambos partidos, asume algunas características disímiles en cada uno, especialmente en los sentidos que la propia militancia le asigna al fenómeno.

Finalmente, los actos políticos observados reflejan estas actitudes de sus militantes, alimentados por los discursos, apelaciones y prácticas de sus líderes. En el kirchnerismo los actos se perfilan como escenarios paradigmáticos de despliegue de la capacidad propia de movilización, de mecanismos de reforzamiento de la pertenencia y ostentación de un sustento intenso y distintivo. En el caso del PRO, en cambio, los actos —de menores dimensiones y con notorios contrastes en torno a la organización y disposición del público, el folklore partidario y la iconografía— no solo constituyen un espacio especialmente valorado para escenificar un diálogo directo con el votante no organizado, sino también para acentuar la delimitación respecto de lo que representaría el kirchnerismo.

La conceptualización de Mische (1998) sobre la identidad como reconocimiento, experiencia y orientación nos abre la posibilidad de pensar las identidades de la militancia kirchnerista y macrista como vehículos dinámicos y en mutación a lo largo del tiempo. Los propios modos de vinculación con la tradición peronista han ido oscilando en el kirchnerismo, siendo posible identificar por lo menos tres momentos de esa relación (Rocca Rivarola 2015). El último de ellos (2009-2015) implicó una fuerte reactivación del clivaje peronismo-antiperonismo y del uso de la iconografía peronista al interior de las organizaciones militantes oficialistas, cuyos miembros —incluso los más jóvenes— privilegiaron el reconocimiento social mutuo como peronistas (identidad adquirida con anterioridad al kirchnerismo o bien como resultado de la pertenencia a éste). En el caso del PRO, especialmente desde 2011, la militancia fue construyendo —a partir de una estrategia nacional, de las apelaciones de la dirigencia, pero también de reelaboraciones desde las propias bases activistas—, una identidad cuyo núcleo ha sido la delimitación directa y explícita respecto de una supuesta esencia asociada al kirchnerismo. Esa identidad operó, en términos de Mische, como un dispositivo orientador, dando forma, en este caso, al proyecto de constituirse como polo opositor atrayente de otros espacios no kirchneristas, lo cual fue, en alguna medida, alcanzado con la formación de la alianza Cambiemos, que ganaría las elecciones presidenciales en 2015. En ese proceso de construcción identitaria, sin embargo, la militancia macrista acabó tomando distancia, a la hora de autodefinirse en los testimonios de los entrevistados, respecto de características y atributos que aparecen comúnmente asociadas a la militancia como actividad y compromiso no solo desde el kirchnerismo sino por parte de otras fuerzas políticas.

Partiendo de la afirmación de que ambos espacios expresan formas diferentes de militar, se trata, entonces, de pensar el activismo político desde límites más amplios, corrimiento necesario para lograr una mayor comprensión de la diversidad de formas de participación que han emergido en los últimos años.

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