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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2018

 

Reseñas

POPULISM. AN INTRODUCTION

Manuel Anselmi, Routledge, Londres y Nueva York, 2018, 110 páginas.

 

El libro del italovenezolano Manuel Anselmi, profesor de sociología política la Universidad de Perugia, está dividido en tres partes. La primera recorre algunos teóricos que han realizado grandes contribuciones para el conocimiento del populismo: desde Gino Ger-mani, Edward Shils, Ghita Ionescu, Er-nest Gellner y Margaret Canovan hasta Mény y Surel, Ernesto Laclau y el debate actual. La segunda parte analiza ágilmente casos típicos del populismo. Finalmente, introduce otras tipologías existentes que no han sido desarrolladas en los capítulos anteriores y aborda algunos desafíos que existen en la agenda de investigación del populismo.

Tras el Brexit y la elección de Do-nald Trump, 2016 podría ser recordado como el año del populismo. La re-currencia del fenómeno en todo el mundo refuta que sea un escenario extremo o una degeneración de la democracia. Por eso, sería correcto hablar del advenimiento de fases populistas en los regímenes democráticos.

El populismo, como expresión social, se manifiesta de diferentes maneras en distintas sociedades, por lo que existe una gran variedad de populismos. Se revela necesario contextualizarlo en estrecha ligazón con su respectivo proceso social de democratización. Por ello Anselmi insiste que debe evitarse cualquier explicación causal reduccionista. Concretamente, el populismo es una configuración social específica del poder político basada en la expresión

directa de la soberanía popular y, en consecuencia, una posibilidad de cambio social radical de las posiciones de los que mandan y los mandados. Te -niendo esto presente, la crisis de intermediación política es una de las razones detrás de su emergencia.

En términos conceptuales es altamente polisémico y por eso ha despertado debates respecto de qué es. Distintas tradiciones han realizado diferentes abordajes. Algunos sociológicos y otros que identifican al populismo como una estrategia, ideología o un estilo de comunicación particular. Anselmi coincide con Canovan en pensar el término como una familia de conceptos donde se puedan contener varios casos y, a su vez, lograr diferenciación analítica entre ellos. Así, enfatiza la necesidad de una definición minimalista del populismo político como aquel que necesariamente posee: a) una comunidad homogénea autopercibida como detentadora absoluta de la soberanía popular y como alternativa a las elites privilegiadas, b) un líder que propone una desintermediación social de los mecanismos de poder, institucionales o no, que vinculan el gobierno con los ciudadanos y c) un discurso dicotómico: el populismo construye un pueblo “los excluidos” y un antipueblo, persiguiendo el objetivo de exaltar la polarización política, pudiendo variar su intensidad entre los casos. También puede encontrarse presente alta movilización en los populismos. Esta es utilizada, a partir de reclamos no contestados, como una forma de resocializar ciudadanos desencantados. Por eso, el líder convoca a sujetos antes excluidos a inmiscuirse en la participación política, produciendo un nuevo proceso de socialización política. Crea en ellos la esperanza de revertir dramáticamente el statu quo para reparar las injusticias que se han cometido contra el pueblo.

Anselmi busca identificar estas características en la segunda parte del libro, desarrollando algunos casos típicos. La palabra “populista” se remonta a la voz rusa narodnik, que proviene de Nardos que significa “pueblo”. Apareció con claridad en 1879 “hasta la revolución bolchevique” bajo el nombre de “voluntad del pueblo”. Proponía eliminar el poder autocrático, elevar al campesinado como el centro de una nueva sociedad revolucionaria, instaurar un socialismo, rechazar la anarquía y el constitucionalismo. Finalmente, confiaban que la gran madre Rusia iba a resistir sus valores tradicionales frente a la invasión del modernismo cultural europeo. Por eso para Anselmi el caso ruso refleja con claridad que el populismo tiene su caldo de cultivo en la yuxtaposición entre la tradición y la Modernidad.

El peronismo también se cultivó durante un régimen no democrático. Antes del ascenso de Perón se venía produciendo un progresivo declive de las doctrinas liberales y seculares de la eli-te política clásica. En contrapartida, un ascenso de los valores populares ligados a las tradiciones y a las creencias católicas. La falta de representación de estos sectores extendió una profunda molestia en la sociedad argentina y contribuyó al surgimiento del peronismo. En el populismo peronista el rol del líder carismático es central. Su imagen mesiánica y redentora es un potente aglutinador del “pueblo”. Al principio, Perón tuvo una retórica católica marcada pero pronto entró en contradic-

ción y se enfrentó con la Iglesia, comenzando la polarización radical que agravó la división entre peronismo y antiperonismo.

América Latina es una región donde abundó y abunda el populismo. Por esto Anselmi desarrolla algunos países que formaron parte de lo que se denominó “el giro a la izquierda”. El autor entiende como neopopulistas las presidencias de Hugo Chávez (1999) en Venezuela, Lula (2002) y Rousseff (2010) en Brasil, Kirchner (2003) en Argentina, Morales (2005) en Bolivia y Correa (2006) en Ecuador.

El autor destaca dos puntos de análisis. El geopolítico incide porque todos los gobiernos emergen en un contexto Posguerra Fría, donde todas las nuevas fuerzas políticas tienen una retórica anti estadounidense. Segundo, estos nuevos populistas fueron el emergente de la transformación mayúscula de las sociedades latinoamericanas producto de las medidas de flexibilización de los mercados laborales, privatizaciones y exposición global de la economía nacional. El recorte del gasto público y las recurrentes crisis aumentaron el número de pobres y excluidos. Entonces, surgen los populistas denunciado el abandono del pueblo por parte de los partidos tradicionales que aplicaron el ajuste.

Basado en los procesos de Venezuela y Bolivia, categoriza al primero como “telepopulismo” por la forma de difusión característica de Hugo Chávez a través de su programa televisivo Aló Presidente y al segundo como un “etno-populismo”. Para Anselmi, Evo Morales es un populista de la nueva escuela con un discurso que interpela a un nuevo sujeto político: el pueblo indígena. Además, fue exitoso en institucionalizar el movimiento de los pueblos originarios en la constitución.

En Italia el neopopulismo se aceleró entre 1992 y 1993, durante la transición de la “Primera República” a la “Segunda República”. Esto significó el fin de un sistema de partidos definidos ideológicamente y con redes de comunicación con sindicatos y organizaciones de la sociedad civil. La primera experiencia neopopulista estuvo geográficamente concentrada con el ascenso de la Liga Norte, liderada por Umber-to Bossi. Pero el populismo se afianzó a nivel nacional con Silvio Berlusconi en 1994, cuando conquistó la escena pública a través de los medios de comunicación de su propiedad, convirtiéndose en otro caso de “telepopulismo”. Forza Italia, su asociación política, es altamente jerárquica y dependiente del líder. Más tarde, en 2005, emerge el Movimiento 5 Estrellas (M5S) liderado por Beppe Grillo, otro outsider de la política italiana. Para An-selmi este es el primer caso de “popu-lismoweb” por cuanto depende de internet para difundir sus mensajes, seleccionar candidatos, organizar acciones conjuntas y someter decisiones a consideración de los activistas. Por eso su modelo participativo es considerablemente distinto al del telepopulismo, mucho más vertical y unidireccional. Así, Italia tal vez sea “el único caso del mundo donde varias fuerzas populistas compiten entre sí” (66).

El autor también describe otras tipologías que no son estrictamente políticas, como el “populismo penal” “polarización en cuanto al rol de la justicia y el imperio de la ley” y el “populismo cultural” “yuxtaposición entre baja y alta cultura”. También menciona el “populismo mediático” “uso de la tecnología y del efecto mediático para influenciar la participación política” y el “populismo constitucionalista” “transformación del constitucionalismo liberal clásico por uno plebiscitario de comunicación directa y construcción constante de consenso entre el líder y la base”.

El libro finaliza preguntándose sobre la relación del populismo con la democracia, y sobre el impacto de la glo-balización en el proceso de cambio de los regímenes democráticos, para concluir en que el populismo es un fenómeno global cada vez más recurrente que se observa en cualquier tipo de democracia.

 

Gabriel Díaz Zolorzalo

 

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