SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.23 número2EL GOBIERNO SUBLIME Y EL GOBIERNO AMABLE. UN CRUCE ENTRE LA TEORÍA ESTÉTICA Y POLÍTICA EN LA OBRA DE EDMUND BURKEINCENTIVOS ECONÓMICOS Y CONFLICTIVIDAD SOCIAL. TRAYECTORIAS DISÍMILES DEL FRACK1NG EN LAS PROVINCIAS ARGENTINAS (ENTRE RÍOS Y NEUQUÉN, 2010-2017) índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Postdata

versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.23 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2018

 

 

CONCEPTUALIZACIÓN E HISTORIA DE LOS CACEROLAZOS EN LA ARGENTINA RECIENTE (1982-2013)

 

por Tomás Gold *

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y Universidad de Buenos Aires (UBA). E-mail: tomasgoldd@gmail.com. Agradezco los comentarios realizados por Sebastián Pereyra, Marina Farinetti, Federico M. Rossi y Gabriel Vommaro a una versión previa de este artículo.

Algunos autores han notado previamente la falta de estudios en ambos campos, Vommaro y Salomone (2017), Gold (2015). Excepciones parciales pueden encontrarse en los estudios de Telechea (2006) y Piva (2014)

 

Resumen

El presente artículo se propone conceptualizar el repertorio denominado "cacerolazo", así como también reconstruir su evolución en la

Argentina reciente a través de fuentes primarias, bibliografía secundaria, y los resultados de un estudio de caso propio sobre los cacerolazos durante el período kirchnerista.     un trabajo de conceptualización para poder De esta manera, el trabajo busca revertir dos     distinguir a los cacerolazos de otras modali-vacíos existentes en la literatura sobre movili-     dades de acción colectiva. Identificando sus zación social en Argentina: el rastreo de pro-     cuatro características centrales, la segunda cesos de movilización de clases medias, y el     parte presenta una revisión histórica de la estudio de los cacerolazos en tanto formato     emergencia de los cacerolazos en torno a tres particular. Discutiendo la adecuación de la     períodos de la historia argentina reciente don-noción de "repertorio de acción" de Charles     de presentaron similitudes: 1982-2000, Tilly, en la primera parte del trabajo se realiza     2001-2003, y 2004-2013.

Palabras clave

Cacerolazos - Argentina - repertorio - protesta - movilización

Abstract

The aim of this paper is to conceptualize     repertoire with specific features. By the "pot-banging" repertoire of contention,     discussing Charles Tilly's concept of as well as to reconstruct its historical     "repertoire of collective action", the first evolution within recent Argentinean     section of the work carries on an effort to history through primary sources,     conceptualize and distinguish "pot-bibliographical references, and the main     banging" from other available formats in results of a case study. By doing this, the     Argentina. By identifying the four key main goal of the article is to fill two specific     historical features of the repertoire, the gaps in the vast literature on social     second part of the article is devoted to trace mobilization in Argentina: the history of     its emergence within three periods in recent middle-class repertoires of contention, and     Argentinean history: 1982-2000, 2001-the conceptualization of "pot-banging" as a     2003, and 2004-2013.

Key words

Pot-Banging - Argentina - repertoire - protest - collective action

 

A lo largo de las últimas décadas numerosos estudios han reconstruido las principales tendencias de la movilización social, la trayectoria de los actores colectivos que la impulsaron, y sus importantes consecuencias en la dinámica política argentina. Sin embargo, como argumentaré en este trabajo, la misma evolución de este campo de estudio y las dificultades metodológicas vinculadas a la exploración de formatos más efímeros de acción colectiva llevaron a un vacío disciplinar relativo a dos temáticas estrechamente relacionadas: las modalidades de protesta de sectores medios, y el repertorio usualmente denominado "cacerolazo"1. El presente artículo se propone revertir esta tendencia reconstruyendo la evolución del repertorio de los cacerolazos en Argentina desde la transición democrática, así como también aportando a su distinción conceptual respecto de otras formas de acción colectiva. A través de fuentes primarias, bibliografía secundaria, y los resultados de un estudio de caso propio sobre los cacerolazos durante el período kirchnerista, el argumento del texto se desplegará en tres apartados con distintos objetivos.

En primer lugar, se identificará la dificultad del concepto tradicional de "repertorio" para definir este tipo de movilización, debido principalmente a dos factores: la falta de un actor colectivo identificable a lo largo del tiempo, y el carácter espontáneo y fugaz de su aparición pública. Analizando las principales vertientes teóricas que intentaron resolver esta problemática, argumentaré que ciertas características del formato2 se mantuvieron estables, siendo útiles para explicar su reemergencia fragmentaria pero persistente a lo largo de las últimas décadas.

En segundo lugar, el artículo reconstruirá históricamente la emergencia de los cacerolazos en Argentina durante tres períodos consecutivos: 1982-2000, 2001-2003 y 2004-2013. Dicha periodización está basada en la evolución misma del repertorio y sus alteraciones, que serán identificadas en base a tres variables principales: las demandas y repertorios expresivos movilizados, los actores y su adscripción político-pública, y el contexto tanto político como económico de su emergencia.

Con este objetivo en mente, realicé un relevamiento de la edición impresa de los periódicos La Nación, Clarín y Página/12 en base a los ciclos contenciosos identificados por la literatura secundaria existente. El relevamiento de eventos de protesta a través de medios gráficos es una técnica consolidada en la literatura de movimientos sociales que permite identificar de manera exploratoria la duración de ciclos contenciosos, los principales actores involucrados, los discursos públicos de autoridades y políticos, el propio posi-cionamiento de los medios gráficos, la cantidad de manifestantes movilizados, entre otras variables (Earl et al. 2004). Sin embargo, este tipo de metodología puede presentar tanto sesgos de selección -debido al tipo de eventos que los medios tradicionales deciden cubrir- como de descripción -debido a las preferencias políticas de los mismos medios sobre la protesta en curso- (Beyerlein et al. 2016). Respecto al sesgo de selección, si bien esta estrategia podría conllevar una relativa falta de cobertura de eventos que no fueron explorados por la investigación existente sobre los cacerolazos, dicho problema se relativiza al considerar que este formato representa solamente el 1 por ciento anual de las protestas durante el período estudiado (Schuster et al. 2006, Centro de Estudios Nueva Mayoría 2014). En este sentido, si bien este trabajo no presenta un registro de todos y cada uno de los cacerolazos acontecidos durante el período 1982 y 2013, el poco peso cuantitativo de dicho formato en el total de protestas anuales disminuye la probabilidad de haber pasado por alto un evento cualitativamente relevante para el objetivo del artículo. Respecto al sesgo de descripción, la triangulación con bibliografía secundaria me

2 Se utilizarán indistintamente los vocablos "formato" y "repertorio" de acción, a menos que se realice una distinción conceptual explícita sobre alguno de los términos en el cuerpo del texto.

permitió contar con datos empíricos provenientes de investigaciones académicas sobre los eventos analizados, así como también problematizar ciertas descripciones mediáticas sobre las características de los cacerolazos mismos (especialmente su carácter clasista y su espontaneidad).

Finalmente, la conclusión del texto presentará un resumen de las modificaciones más importantes en el repertorio de los cacerolazos durante las últimas décadas, así como también un análisis de la reemergencia y vitalidad de los mismos durante los últimos años.

I. ¿De qué hablamos cuando hablamos de "cacerolazos"?

La pregunta acerca de porqué un grupo de personas actúa colectivamente de determinada manera -y no de otras- reenvía inmediatamente al concepto de "repertorio de acción", definido por Charles Tilly como "el conjunto de performances colectivas que son conocidas y disponibles dentro de un conjunto de actores políticos históricamente situados"3 (1978: 5-14; Tilly 2000; Tarrow y Tilly 2007: 11-22). Basado en sus trabajos sobre los procesos contenciosos en Inglaterra y Francia entre los siglos XVII y XIX, el concepto pretendía originalmente iluminar la manera en la cual los actores intervienen políticamente a través de un "set limitado" de opciones, construido y transmitido a lo largo del tiempo con pequeñas variaciones. Como aclaraba su autor, los repertorios son "creaciones culturales aprendidas, pero no descienden de filosofías abstractas o son moldeadas como resultado de la propaganda política; emergen de la lucha"; en este sentido, son puestos en acto una y otra vez "a través de un relativamente deliberado proceso de elección" por parte de los actores, que sin embargo se limita a un número pequeño de formas alternativas de actuar colectivamente (Tilly 1993: 264).

En resumen, a pesar de existir un sinnúmero de formas por medio de las cuales un grupo de individuos puede expresar conflictivamente un descontento, en general en cada sociedad existen ciertos patrones "culturalmente encauzados" a través de los cuales recurren al espacio público (McAdam, Tarrow y Tilly 2004: 16), y que descansan sobre la sedimentación de experiencias, conflictos y aprendizajes respecto de su propio pasado.

3 Todas los citas provenientes de textos en idioma inglés son de traducción propia, y se corresponden con la edición de la obra incluida en la bibliografía.

Si partimos de esta definición, los llamados "cacerolazos" en Argentina presentan dificultades para ser enmarcados como un repertorio de acción. Ciertamente, el concepto de repertorio hace hincapié en el rastreo de una herencia cultural transmitida que permea constantemente nuestra forma de actuar, lo cual -como intentaré mostrar a continuación- es palpable y comprobable en el caso de los cacerolazos durante la historia argentina reciente. Sin embargo, el concepto presenta simultáneamente un sesgo estructuralista al presentar la herencia cultural como un set latente de alternativas de acción a disposición de los actores. Al acercar la lupa a los procesos de movilización donde los cacerolazos se hicieron presentes, no es clara la forma en la cual dicho repertorio ha sido "transmitido" o "canalizado" a lo largo de las últimas décadas.

Como han argumentado diversos autores, el foco de Charles Tilly en el estudio de largos procesos históricos contribuyó a generar un concepto poco útil para abordar las dinámicas micro y meso de procesos de movilización, así como también las causas de la emergencia y las modificaciones en los repertorios mismos (Sewell 1996, Jansen 2016, Rossi 2016). Dicho de otra manera, el concepto de repertorio es útil para ilustrar cambios históricos de largo aliento, pero no para explicar las pequeñas modificaciones que impulsan esos cambios día a día, año a año, e incluso década a década.

En el caso específico de los cacerolazos, dicha encrucijada conceptual converge también con algunas características específicas en las que el formato se desenvolvió en Argentina durante las últimas décadas. En efecto, el cacerolazo en tanto forma de protesta brotó constantemente en los últimos treinta años de manera esporádica, fragmentaria y difícil de hilar en una trama colectiva común. Si tomamos el concepto tradicional de movimiento social, entendido como una "red de interacción informal entre una pluralidad de individuos, grupos y/u organizaciones, involucrada en conflictos políticos y/o culturales, sobre la base de una identidad colectiva compartida" (Diani 1992, 2015; Della Porta y Diani 2006: 20; Tilly 2004: 3-4), pocos fenómenos contenciosos parecieran estar más lejanos que el cacerolazo mismo. No hay evidencias que den cuenta de la existencia de un actor colectivo que utilice este repertorio como modo privilegiado de manifestación pública -como en el caso de los "piqueteros" y el formato del piquete4-, así como

4 Una profundización y problematización del concepto de "repertorio" en torno al movimiento piquetero puede encontrarse en Rossi (2016).

456

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

tampoco existe una identidad colectiva compartida entre sujetos identificados como "caceroleros". En definitiva, no existe un actor colectivo capaz de utilizar, transmitir, y modificar estratégicamente un set definido de acciones "caceroleras", y al cual podamos atribuirle dicho repertorio (o al menos reconstruirlo ex post en base a su acción colectiva).

Por todas estas razones, la evolución del cacerolazo en tanto formato se acerca a la definición de "repertorio modular", es decir, a un repertorio caracterizado por su flexibilidad, empleado en situaciones notablemente variadas por parte de actores diversos, y movilizado contra un amplio abanico de adversarios posibles (Tarrow 1993, 1997). Manteniendo sólo ciertas características distintivas a lo largo del tiempo, los cacerolazos resurgen en cada acontecimiento y ciclo de movilización de manera históricamente diferenciada. Cada cacerolazo irrumpe en una arena de conflicto particular, que no tiene relación estructural con aquellas previas, y cuya conexión puede ser establecida por el investigador más bien por la carga cultural del repertorio mismo que por los actores que la componen. En este sentido, la definición de repertorio modular retoma el costado menos estructuralista del concepto de Tilly y permite estudiar la emergencia de acciones colectivas con características similares a pesar de la inexistencia de un actor común a todas ellas.

Ahora bien, ¿cuáles son las características que transforman a dicho formato de acción en un repertorio históricamente delimitable? ¿Qué distingue conceptualmente a un cacerolazo de otros repertorios? A partir de la revisión histórica realizada para este artículo, propongo comprender a los cacerolazos como un formato que presenta en la actualidad cuatro características íntimamente relacionadas: la utilización percusiva de utensilios del ámbito doméstico -principalmente cacerolas y ollas, pero no únicamente- en el espacio público, la espontaneidad, la construcción identitaria negativa y el vocabulario crítico hacia la política partidaria. Veamos cada una de ellas.

La primera característica identificable de un cacerolazo es aquella que le da su nombre: la percusión de cacerolas. Como mostraré en la segunda sección del artículo, las primeras evidencias sobre los cacerolazos en el período estudiado apuntan a colectivos de mujeres directamente relacionados con demandas por vulneración de derechos. Golpear cacerolas simbolizaba en un principio la falta de alimento en los hogares, especialmente en el contexto de la inflación acelerada de la década del 80, y el consecuente empobrecimiento de vastos sectores de la población. Sin embargo, las cacerolas mutarían

457

Tomás Gold

su significación con el correr de las décadas. Especialmente a partir de la década del 90, la percusión de elementos metálicos pasaría a simbolizar la falta de escucha de la política partidaria a los reclamos de la ciudadanía, y se concentraría más bien en sectores medios urbanos. Como intentaré mostrar a lo largo del artículo, ambas significaciones estarán presentes y serán inescindibles a partir de las jornadas de fines de 2001.

La segunda característica estable del repertorio es la espontaneidad de las acciones colectivas que lo conforman. Raramente definido, el concepto de espontaneidad refiere a aquellas acciones que no son premeditadas o parte de un plan sistemático de acción. Como remarcan Snow y Moss en un trabajo reciente, la espontaneidad comprende "eventos, happenings y líneas de acción, tanto verbales como no verbales, que no fueron planeados, pre-arreglados u organizados de manera previa a su acontecer" (2014: 1123). Siguiendo esta definición, las acciones espontáneas son inescindibles de su contexto de surgimiento debido a la falta de planeamiento en su aparición y devenir, y muestran de manera radical la contingencia del orden social5.

En este mismo sentido, la definición de espontaneidad asume dos supuestos que es importante remarcar y distinguir conceptualmente. El primero de ellos implica que una acción espontánea puede involucrar a organizaciones formales e informales, pero no es organizada por ellas. Es decir, si una acción contenciosa contra un gobierno involucra a militantes y activistas del partido opositor, esta acción puede ser caracterizada como espontánea en el caso de que no haya miembros de dichas organizaciones o redes informales que hayan formado parte del surgimiento de la misma. Sin embargo, esto no quiere decir que, por ejemplo, militantes del partido opositor no puedan sumarse al evento una vez constituido en el espacio público. El segundo supuesto refiere al carácter ambiguo y polémico del término, ya que en el contexto argentino y particularmente en la cobertura mediática de los cacerolazos, se suele utilizar la espontaneidad como antónimo despectivo de repertorios más estables de acción colectiva, generalmente encabezados por organizaciones peronistas (Orsi y Fernandes 2017, Vommaro 2010). Sin

La concepción de un evento de protesta entendido como un acontecimiento -y no como una respuesta de los actores a factores estructurales- reenvía a una temporalidad que no es de orden causal ni teleológico, sino que se basa en la asunción de la variabilidad de factores estructurales y causales por parte de eventos contingentes, frágiles y poco predecibles. Para una discusión amplia entre la temporalidad acontecimental y la temporalidad "larga" de los estudios de Charles Tilly, ver Sewell (1996, 2005).

458

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

incurrir en dicho juicio valorativo sobre la espontaneidad misma, en este trabajo intentaré mostrar que pese al sesgo de los periódicos argentinos, los cacerolazos presentan grados altos de espontaneidad respecto de otras formas de acción colectiva.

La tercera característica distintiva de los cacerolazos es la dinámica de construcción identitaria negativa en los eventos de protesta. Al carecer de organizaciones y/o redes informales que preexistan al surgimiento de la acción, la identidad de los participantes en los cacerolazos es generalmente construida en el devenir de los eventos mismos. Sin embargo, esta no se basa en la confianza o la afinidad ideológica -propia de los movimientos sociales consolidados-, sino más bien en el rechazo inmediato de otra identidad, de una política puntual o incluso de una figura pública. Por esta razón, la definición de los manifestantes -por parte de ellos mismos y también de sus observadores- suele estar centrada "no tanto en quiénes son (...) (más allá de algunas características demográficas), sino en quiénes no son, o con quienes no desean ser asociados"; es decir, es "afirmada en términos negativos más que afirmativos" (Flesher Fominaya 2015: 65-67). Esta característica dota a los cacerolazos de una ventaja compartida con otras expresiones de negatividad: al estar construidos en base al rechazo, son más bien indiferentes a su heterogeneidad y coherencia interna (Rosanvallon 2007: 183).

Finalmente, estas tres características se suman a una cuarta, que adquiriría un lugar central durante la década de 1990 y se haría persistente en las décadas subsiguientes: el vocabulario expresivo crítico de la política partidaria. Al construirse en torno al rechazo y ser movilizados por sectores de clase media desencantados con la política partidaria durante los 90, los cacerolazos pasarían rápidamente a ser una de las ilustraciones más notorias de la divergencia entre ciudadanía y clase política que llevaría a la crisis de representación de fines de 2001. El vocabulario antipolítico se consolidaría y continuaría siendo una característica distintiva al calor de la polarización de los últimos años de gobierno kirchnerista (2008-2015), como mostraré en el siguiente apartado.

La revisión histórica que presentaré a continuación se propone tanto rastrear la evolución del repertorio como mostrar el proceso de consolidación de las cuatro características recién mencionadas. Sin embargo, al constituirse los cacerolazos como un formato modular, y por ende presentar una lógica fragmentaria y episódica, este objetivo presenta ciertos desafíos. En vez de responder a procesos macro sociológicos conocidos en la bibliografía especia-

459

Tomás Gold

lizada como "estructuras de oportunidades políticas"6, este formato parece surgir más bien en torno a campos relacionales de conflicto fruto de la interrelación de múltiples actores en contextos disímiles. Por esta razón, en el siguiente apartado tomaré un camino alternativo al que suele utilizarse en el campo de estudio de movimientos sociales: en vez de dar por sentado que el cacerolazo es un repertorio de acción colectiva sin mayor problematización, intentaré reponer los procesos de movilización en contexto, dando cuenta de la conformación de las distintas arenas de conflicto y la multiplicidad de actores y discursos circulantes que conformaron sus campos relacionales específicos (Goldstone 2004, Fligstein y McAdam 2011, Jasper y Duyvendak 2015).

II. Genealogía de los cacerolazos en Argentina (1982-2013)

Los investigadores que han dedicado su trabajo al seguimiento de eventos de protesta en la Argentina pos dictadura han marcado un claro viraje entre formatos "viejos" y "nuevos" de acción colectiva, distinción que responde al rol central que tenía el sindicalismo en la vida asociativa luego de los gobiernos peronistas de mediados de siglo. En efecto, si hasta 1989 los "viejos" formatos ligados al accionar sindical -concentraciones, marchas, paros generales, tomas de fábricas- representaban un 74 por ciento del total anual de protestas, en 1997 dicho número descendió a 38 por ciento y en 2003 fue de tan solo 23 por ciento (Schuster et al. 2006). Por lo general,

El concepto de "estructura de oportunidades políticas" ha sido acuñado dentro de la corriente conocida como "escuela de los procesos políticos" (McAdam, McCarthy y Zald 1999, McAdam, Tarrow y Tilly 2004) para definir las características contextuales macro que dan surgimiento y agotamiento a los procesos de movilización, entendiendo a estos como dependientes de las instituciones políticas, configuraciones de poder y otros factores externos a los movimientos mismos (Rossi 2005). A pesar de su masiva difusión y utilización a nivel global, éste y otros términos han sido criticados debido a sus sesgos estructuralistas. Como resumieron en un artículo famosamente crítico Goodwin y Jasper (1999), las categorías acuñadas por los teóricos ligados a dicha escuela fueron diseñadas para funcionar analíticamente en los contextos más dispares, lo cual tuvo como consecuencia cierto estiramiento conceptual que llevó a quitar todo rasgo de contingencia a los procesos de movilización, al mismo tiempo que se transformaban en "esponjas" conceptuales capaces de absorber explicativamente cualquier aspecto relacionado con un movimiento social (Gamson y Meyer 1999).

6

460

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

se ha atribuido esta decadencia de los "viejos" formatos sindicales a la metamorfosis del propio sindicalismo frente al advenimiento del neoliberalismo en los años 90 (Pereyra 2008). La subordinación y adaptación organizativa de las centrales sindicales al proceso de ajuste efectuado por el gobierno de Carlos Menem conllevó una notable pérdida tanto económica como de legitimidad política (Murillo 1997), fracturando de manera amplia el mundo del trabajo. En efecto, el descentramiento del mundo del trabajo supuso un declive de la fábrica y el sindicato como ámbitos de socialización, dejando un espacio fértil para el surgimiento de nuevas identidades y formatos de acción colectiva. Tal es así que, hacia el año 2003, los "nuevos" formatos ya abarcaban casi un 80 por ciento del promedio anual de protestas a nivel nacional (Pérez y Pereyra 2013) y la figura tradicional del "trabajador" en tanto actor privilegiado de las demandas colectivas e identidades políticas tradicionales del siglo XX sufría una erosión simbólica notable (Farinetti 2002).

Si bien estos "nuevos" formatos fueron heterogéneos y representaron una trama social compleja con diversas aristas, la literatura ha señalado consistentemente su estructuración a nivel local, en un proceso de "inscripción territorial" o "territorialización" que tuvo a los barrios como epicentro de acción (Auyero 2002, 2007; Delamata 2002, 2004; Merklen 2010, Rossi 2017, Svampa y Pereyra 2003, Svampa 2009, Vommaro 2001). La inseguridad y la fragilidad económica que produjeron las políticas de ajuste en los sectores populares y parte de los sectores medios fueron paliadas por una "multiplicación de afiliaciones" sociales a nivel local, que funcionaron como un "seguro de múltiples dimensiones" frente a la destrucción de la sociedad salarial (Merklen 2010: 77).

Ahora bien, la amplia mayoría de los trabajos mencionados estuvieron exclusivamente enfocados en mapear las estrategias de los sectores populares frente a la pérdida y el descentramiento del mundo sindical. Con una gran riqueza analítica y empírica producto del "giro etnográfico" de la sociología y la antropología en los años 907, avanzaron de manera notable sobre la problemática de la "nueva cuestión social" y las diversas formas de lucha que emergieron de lazos sociales en descomposición. Este foco contrasta con el vacío existente en la literatura en torno a dinámicas y actores que excedieron a los sectores populares, dándose por sentado que los nuevos formatos emergieron únicamente de los "pobres ciudadanos" en torno a la lucha por la

Sobre esta división metodológica y disciplinar, ver Vommaro (2014).

461

Tomás Gold

supervivencia8. En efecto, una mirada macro sobre el período otorga una imagen efectivamente más compleja.

En un sentido inverso a la protesta sindical -que presentó una tendencia decreciente- hubo un aumento exponencial de las manifestaciones "civiles", que lograron llegar a picos de casi 60 por ciento del total de protestas anuales en 1996 y 1998, y que promediaban hacia el 2002 un 38 por ciento del total de las manifestaciones del período 1989-2002 (en contraste con un 6 por ciento de promedio anual de manifestaciones piqueteras, que llegaron a su pico del 20 por ciento en el año 1997) (Schuster et al. 2006). A pesar de haber sido numéricamente relevantes, este conjunto de manifestaciones civiles no fueron homogéneas sino más bien lo contrario, ya que los actores civiles considerados en el estudio reseñado incluyeron a vecinos, estudiantes, organizaciones de Derechos Humanos, colectivos de familiares de víctimas, presos, jubilados, profesionales, ahorristas, colectivos ambientalistas, indígenas y minorías sexuales, entre otros (Schuster et al. 2006). Es decir, un espectro heterogéneo de actores que, independientemente de su adscripción clasista, presentaba demandas sumamente heterogéneas, concentradas particularmente en los derechos humanos, los servicios sociales y la representación política.

En este sentido, más que una "inscripción territorial" o "territorialización" de la acción colectiva en Argentina, el período 1989-2002 nos presenta una

Quizás el trabajo pionero de Denis Merklen (2010) sea el más paradigmático en este sentido, ya que si bien este punto es común a múltiples estudios sobre sectores populares, es el único autor que se propuso realizar un estudio macro sociológico sobre la movilización de "las clases populares en la era democrática". Sin detenerme demasiado en la cuestión por razones de espacio, me gustaría apuntar dos problemas irresueltos en el argumento y tesis central de Pobres ciudadanos. En primer lugar, Merklen circunscribe ciertas prácticas y dinámicas a un (¿solo?) sector social -las clases populares-, localizando prácticas -por ejemplo la territorialización- sin problematizar el hecho de que quizás pudieran ser más extendidas de lo que se asume inicialmente. En efecto, el autor atribuye ciertas dinámicas únicamente al grupo social al que dedica su estudio de caso, sin mediar ninguna definición sobre "clases populares" y sin aclarar tampoco sus fronteras sociodemográficas. En segundo lugar, en el texto también se afirma que los asentamientos, piquetes, estallidos y saqueos constituyeron los cuatro nuevos "repertorios" de acción colectiva de las clases populares argentinas frente al avance del neoliberalismo, lo cual presenta problemas empíricos no abordados: mientras los saqueos y asentamientos podrían atribuirse a los sectores populares, los "estallidos" provinciales y piquetes presentaron rasgos multiclasistas, lo cual es incluso admitido por el mismo autor sin avanzar en dicha contradicción.

8

462

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

fragmentación importante de actores, demandas y formatos que conforman un mosaico heterogéneo y multidireccional. Como argumenta Sebastián Pereyra (2008: 103):

Durante los años '90 se fue conformando un amplio espectro de actores afectados por las transformaciones neoliberales, que implicaron que los procesos de movilización se orientaran de forma creciente a confrontar con el modelo económico. En ese proceso se hicieron cada vez más visibles los problemas de los actores tradicionales de la política argentina -sindicatos y partidos políticos- para canalizar las demandas sociales. Ante el declive de esos actores tradicionales, el panorama de la movilización social aparece cada vez más fragmentado, debido a las dificultades que se le presentan a los movimientos u organizaciones que intentan constituirse en formas de representación o de mediación política".

Frente a este panorama fragmentado de la movilización en Argentina, entonces, resulta sugerente la falta de estudios sobre protestas ligadas a las clases medias, y específicamente sobre el formato cacerolazo. A pesar de tener características similares a los llamados "estallidos provinciales" y de haber sido relevantes en el curso de los acontecimientos de fines de 2001, han sido escasos los intentos por relevar de manera sistemática cacerolazos entendidos como un formato específico, más allá de caracterizaciones impresionistas o interpretaciones ensayísticas. En efecto, aunque en la memoria colectiva pareciera que tuvieron su origen en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, existen algunos indicios que indican que su origen responde a un proceso más largo e incierto.

a. De la cacerola vacía a la crítica de la política partidaria (1982-2000)

Como señala el trabajo de revisión periodística realizado por Roxana Telechea (2006), desde los últimos años de la dictadura militar se han registrado en los medios apariciones fugaces de este formato, tanto en Capital Federal como en diversos distritos del Gran Buenos Aires, Mendoza, Neuquén

463

Tomás Gold

y Córdoba. Estos primeros cacerolazos estarían marcados por una participación importante de organizaciones de mujeres, partidos políticos, y nucleamientos políticos locales, que confrontarían especialmente contra las políticas de ajuste del período.

En efecto, durante el año 1982 los primeros cacerolazos estuvieron encabezados por amas de casa y mujeres nucleadas en la UMA (Unión de Mujeres de la Argentina) y la ACP (Amas de Casa del País), habiéndose forjado en dichas manifestaciones el símbolo de la cacerola vacía como demostración de la carencia de cumplimiento de derechos básicos. La UMA, creada en 1947 durante el gobierno de Juan Domingo Perón, estaba conformada por mujeres ligadas al partido comunista y diversas corrientes de la izquierda nacional, lo cual resulta contrastante frente a su par chileno "Poder Femenino", organización que encabezó la famosa "marcha de las cacerolas vacías" contra el gobierno de Salvador Allende en 1972 (Power 2008)9. Por su lado, la ACP fue fundada en la localidad de San Martín en 1982 bajo estrechos lazos con el PCR (Partido Comunista Revolucionario), y tenía como principal objetivo la lucha contra el aumento de tasas municipales (Telechea 2006).

En 1986, sucesivos cacerolazos fueron protagonizados por amas de casa en apoyo a huelgas generales de la CGT (Confederación General del Trabajo) contra el gobierno de Raúl Alfonsín; en el '87, también se golpearon cacerolas en repudio a las "actitudes golpistas" en el contexto de los levantamientos carapintadas; y en el '88, el Consejo Vecinal Asesor de Neuquén protagonizó cacerolazos en repudio a los primeros aumentos de tarifas de servicios básicos y transporte de aquél período. Encabezados por organizaciones de mujeres y consejos vecinales, los cacerolazos del período '82-'89 se concentraron contra las políticas tarifarias del gobierno radical. Asociados a la CGT y también a redes partidarias cercanas al Partido Justicialista (PJ), el Partido Comunista (PC) y otras organizaciones de izquierda (Biagini y Roig 2008), en numerosas ocasiones fueron acompañados de formas de expresión como "bocinazos" o "apagones" (Telechea 2008: 148-158).

Este acercamiento a la política partidaria, propio del contexto de la postransición, se vería notablemente modificada durante la década de 1990. En efecto, como muestra de manera ejemplar un cacerolazo acontecido durante el año '88 contra el aumento de tarifas de servicios públicos, la signifi-

9 En este caso, la olla vacía -al igual que veremos en Argentina algunos años después- intentaba reflejar el fracaso económico del gobierno de la Unidad Popular (Power 2008).

464

P O S T D a t a 2 3 , N°2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

cación original de las cacerolas comenzaría a mutar. Anunciado como un cacerolazo "contra el tarifazo" llevado a cabo por amas de casa y jubilados "de extracción humilde", muchos de los testimonios recogidos por los periódicos hicieron hincapié en su espontaneidad y supuesto a-politicismo: "Acá no hay metidos partidos políticos, somos gente que está cansada, que está quemada, no queremos más que nos metan la mano en el bolsillo", "Pongan, escriban que no tenemos nada que ver con partidos políticos, ni queremos desestabilizar al gobierno, lo que pasa es no nos alcanza la guita", "No es una protesta política, sino una protesta contra la política... tarifaria" (Telechea 2008: 154-155).

Lo sugerente del caso, que contó con amplia cobertura mediática, es que comenzaba a dejarse de lado el registro y lenguaje de los derechos, propio del contexto posdictatorial10, y la cacerola pasaba a encarnar un símbolo centrado en la autonomía ciudadana. De manera coincidente con trabajos que han explorado los procesos de movilización durante la década de 1990, comienza a vislumbrarse en el vocabulario de la protesta un fuerte proceso de distanciamiento entre los sujetos movilizados y la clase política, donde "esta es vista, progresivamente, como un cuerpo profesional y autonomizado de los intereses sociales, y por ende, como una elite con prerrogativas y orientada al logro del propio beneficio y de sus objetivos específicos" (Pereyra 2014: 97). Tal como mencionaba uno de los vecinos durante el cacerolazo del '88, las demandas eran percibidas como legítimas únicamente si no existían partidos políticos que las impulsaran, es decir, si éstas eran sostenidas por ciudadanos auto-convocados y carentes de interés partidario.

En esta dirección, el término "politizar" comenzaba a ser comprendido en un sentido moralmente negativo, y los intereses partidarios percibidos como privados y no político-públicos (Pereyra 2014, Fréderic 2004). Esta transformación no debe ser comprendida únicamente como un cambio en las formas de expresión, sino como una modificación en "las diferentes nociones de lo que constituyen prácticas políticas legítimas e ilegítimas, de lo que políticos y funcionarios locales deben y no deben hacer" (Auyero 2004:

Me refiero aquí a las "luchas cívicas" en el contexto posdictatorial, es decir al "proceso de activación de los derechos en la sociedad argentina que se verifica por medio de variadas formas participativas", que "buscan el reconocimiento del Poder Judicial y la visibilidad que otorgan los medios de comunicación" para lograr justicia en términos de derechos civiles: igualdad ante la ley, derecho a un proceso justo, garantía de libertades personales, etc. (Landi y González Bombal 1995: 176-177). Ver también Peruzzotti y Smulovitz (2002).

10

465

Tomás Gold

322). Numerosas protestas de la década del 90 mostrarían que la relación entre la política partidaria y la movilización pasaba a ser de desconfianza, alejamiento e incluso resentimiento con las élites políticas11, y los cacerolazos no serían la excepción.

Durante la escalada general de movilización del período 1996-2002, numerosas jornadas de protesta tuvieron a las cacerolas como protagonistas, aunque los actores y el sentido de la manifestación comenzaron a ser distintos de aquellos de la década del 80. Ahora las calles eran copadas por vecinos "auto-convocados", comerciantes, y dependiendo de la ocasión, sindicatos disidentes como la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) o el MTA (Movimiento de los Trabajadores Argentinos). Los cacerolazos se concentraron en los centros urbanos y capitales del país con un predominio de sectores urbanos entre sus filas, abarcando una amplia franja de clases medias refractarias al peronismo. En este sentido, no debería llamar la atención que el cacerolazo más masivo de la década haya tenido lugar durante una jornada de protesta el 13 de septiembre de 1996, liderada por el Frepaso (Frente País Solidario) y la UCR (Unión Cívica Radical), encabezadas respectivamente por Carlos "Chacho" Álvarez y Rodolfo Terragno. Estas dos fuerzas, que en 1997 tendrían un éxito electoral considerable bajo el sello coalicional de la Alianza (Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación), constituyeron un eje de diferenciación con el oficialismo a partir de la tematización de la corrupción, acompañada por otros ejes como el desempleo y la calidad educativa.

Con repercusiones en la mayoría de las provincias y sin el apoyo del PJ, el cacerolazo se pautó junto con un "apagón" general y con "bocinazos" y "ruidazos", que pretendían "generar todas las formas de ruido posible" en reclamo por recortes de servicios públicos y contra las políticas económicas del gobierno menemista (Andrada 2012: 134-141; Telechea 2008: 162-165). Como denota una encuesta realizada por CEOP para el diario Clarín el día de la movilización12, lejos de constituir una movilización a favor de líderes o políticas opositoras, los movilizados concebían su participación en términos negativos: "Porque estoy en contra de todo lo que hace el gobierno"

Los ejemplos más notorios son los "estallidos" y "puebladas" provinciales (Farinetti 2002, 2010; Delamata 2002), si bien algunas protestas piqueteras o de colectivos de víctimas de la inseguridad tuvieron características similares (Pereyra 2014, Auyero 2002, 2004). Clarín, "El apagón opositor sirvió para mostrar el malestar de la gente", 15/09/1996.

11

12

466

P O S T D a t a 2 3 , N°2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

(48,1%), "En contra del modelo económico" (37%), "Para oponerse a las nuevas medidas de ajuste" (32, 3%). La protesta fue desestimada por el oficialismo, que difundió cifras sobre la caída del consumo eléctrico, y el presidente Menem repudió discursivamente la jornada de protesta calificándola como "un fracaso y una fantochada"13. No fue el único cacerolazo: en febrero del '97 y del '99 se repetiría la combinación de formatos de protesta en contra de las políticas energéticas del gobierno (Telechea 2008), sin quedar registrados en investigaciones de la época.

b. El 2001: clases medias, espontaneidad y crítica de la representación

El vocabulario crítico de la política partidaria de fines de siglo denotaba una desafección partidaria que se haría evidente en el crecimiento del caudal de votos blancos e impugnados durante las elecciones nacionales de 1999 y 2001. Sin embargo, como han mostrado diversos trabajos, dicha desafección se concentró esencialmente en los votantes del polo no peronista del espectro político argentino (Torre 2003; Escolar, Calvo, Calcagno y Minvielle 2002). El fracaso del gobierno de la Alianza aceleró un largo proceso de fragmentación del radicalismo, que hacia 2003 sufriría un colapso importante en términos electorales y de identificación partidaria (Lupu 2014). Como ha sostenido Juan Carlos Torre (2003) en un texto ya clásico, este proceso ilustró la desilusión de un amplio sector de votantes no peronistas con la performance del partido, sector concentrado en la centro-izquierda y centro-derecha del espectro partidario, y constituido por sectores urbanos, de clase media, y con altos niveles educativos14. Esta amplia franja de votantes desafectos del radicalismo, los "huérfanos de la política de partidos", serían fundamentales en la masificación del repertorio del cacerolazo a partir de 2001.

Las jornadas de protesta de fines del año 2001 cristalizaron dinámicas presentes a lo largo de la década del 90, y tejieron puentes precarios dentro del heterogéneo universo de la acción colectiva. En el contexto del agitado bienio de inicios de siglo hubo numerosos factores que llevaron a una protes-

13 14

Clarín, "El apagón logró una amplia adhesión en casi todo el país", 13/09/1996. Como han mostrado Lupu y Stokes (2009), las bases sociales del voto radical se concentraron históricamente en los sectores medios y altos del país, rasgo notablemente acentuado a partir de la última dictadura militar.

467

Tomás Gold

ta realmente masiva en el contexto del derrumbe de la convertibilidad, que incluyó actores y formatos diversos, como piquetes, saqueos, marchas, ocupación de edificios públicos, entre otros. Sin embargo, aunque la mayoría de los analistas coinciden en que las "condiciones estructurales" -tanto económicas como políticas- para el surgimiento del estallido del 19 y 20 de diciembre estaban dadas, se hace difícil derivar el cacerolazo de ellas sin caer en una mirada excesivamente historicista y teleológica del pasado. Podríamos preguntarnos, ¿por qué aconteció el 19 de diciembre, y no antes o después?

La respuesta a la pregunta parece coyuntural, pero no lo es. En efecto, el verdadero estallido surgió cuando dicho contexto se cristalizó simbólicamente en la proclamación del estado de sitio por el entonces presidente Fernando De la Rúa, hecho que generó una salida masiva de gente a las calles (Peruzzotti 2002). Durante la transmisión televisiva del discurso comenzó a escucharse instantáneamente en la mayoría de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires el tintineo de las cacerolas, acompañado de bocinazos y repi-queteos de cualquier elemento metálico que produjera ruido (Schuster et al. 2002). La espontaneidad era visible en la vestimenta improvisada de los participantes, que evidenciaba el tránsito inmediato de lo privado a lo público, así como también su rumbo poco fijado, "sumándose sin saber adónde se dirigían" (Schuster et al. 2002). Congregándose en algunos edificios públicos y esquinas importantes de la Ciudad de Buenos Aires (Plaza de Mayo, Plaza del Congreso, el Obelisco, el monumento al Cid Campeador, Independencia y Entre Ríos, Pueyrredón y Córdoba, etc.), la protesta también se extendió a otras ciudades como Rosario, La Plata, Mendoza y Neuquén, y a diversos partidos del Gran Buenos Aires.

Como muestran trabajos que exploraron los testimonios de los propios protagonistas a través de entrevistas en profundidad, encuestas y focus group, la inmediatez de la salida de miles de manifestantes a la calle estuvo íntimamente relacionada con una sensación de injusticia activada por el discurso del Presidente, el cual vulneraba una idea de país y de democracia que se resquebrajaba en el imaginario colectivo (Falleti 2012, Pousadela 2010, Onuch 2014). El discurso presidencial, que aludía a "grupos enemigos del orden y de la República" y proclamaba el estado de sitio, fue interpretado por la ciudadanía como "la gota que rebalsó el vaso", como una muestra más de falta de escucha de los gobernantes que se tornaba inaceptable en el contexto acalorado del momento. Como resumieron algunos manifestantes, "De

468

P O S T D a t a 2 3 , N°2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

la Rúa estaba tratando de castigarnos como niños y nos quitó los últimos derechos que teníamos", habiendo ido "demasiado lejos" con una medida que solo entraba en el imaginario político de la mano del pasado dictatorial de la represión (Onuch 2016: 144-145, Falletti 2012: 73).

El discurso presidencial constituyó el acto que desencadenó la masiva participación en el cacerolazo, presentando las características de lo que James Jasper ha llamado un "shock moral", es decir, un evento público tan inesperado que resulta causante de una fuerte sensación de indignación personal, inclinando a los individuos hacia la acción política ya sea con o sin una red previa de contactos personales con activistas u organizaciones (Jasper 1997, Jasper y Poulsen 1995). Este shock activó la participación de miles de manifestantes, la cual fue descripta tanto mediática como académicamente como "espontánea". En efecto, la movilización del 19 de diciembre fue espontánea en el sentido de que la gran mayoría de participantes no se conocía entre sí, es decir, no presentaba lazos intersubjetivos que conformaran "redes sociales" estables previas, fenómeno propio de los movimientos sociales (Diani y McAdam 2003)15. La temporalidad del cacerolazo daba cuenta de una movilización basada en la respuesta inmediata a la reproducción televisiva del discurso presidencial, sin liderazgos ni afiliaciones colectivas que dieran cuenta de la misma, y por lo tanto sin ninguna "organización" en el sentido tradicional del término.

Ahora bien, cabe remarcar que los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001 unificaron los dos sentidos divergentes que portaba el repertorio desde el retorno a la democracia: las cacerolas vacías como símbolo de carencia de derechos básicos -específicamente relacionados con el hogar: la alimentación, la salud, etc.- y las cacerolas como elemento disruptivo, asociado al "hacer ruido" como forma de expresión frente a la falta de escucha por parte de los gobiernos de turno16. La crisis económica era parte de esa trama de injusticias construida a posteriori por los manifestantes, pero esta se encadenaba y resignificaba en un rechazo a la clase política que no respondía a la distinción que el sentido común impone entre "economía" y "políti-

A pesar de que algunos participantes pudieran haber formado parte de asambleas barriales, movimientos piqueteros o centrales sindicales, no hay -aún hoy- indicio alguno de que el cacerolazo estuviera mínimamente planeado o fuera inminente. Como bien ha notado Isidoro Cheresky (2008: 132), el símbolo de la cacerola "indicaba la proximidad del ámbito doméstico, un continuo entre el hogar y el espacio público", que hacía que se alternaran las condiciones de "vecino" y de "ciudadano".

15

16

469

Tomás Gold

ca". A pesar de que los cacerolazos emergieron en espacios urbanos de la mano de manifestantes predominantemente de clase media, dicha emergencia no puede ser explicada meramente en clave de estructura social. Esto se debe, principalmente, a que los mismos actores no la vivenciaron como una crisis económica, sino una crisis integral que adquiría sentido a partir de la injusticia del estado de sitio proclamado por De la Rúa (Onuch 2016).

En este sentido, el dilema conceptual presentado por estos acontecimientos reside en que no se puede dar por sentado que "economía" y "política" son dos categorías disociadas a priori, cuando en la experiencia de los propios actores rara vez sucede de tal manera (Quirós 2008). Este salto implicaría obviar todas las mediaciones entre clase y acción, y por lo tanto despolitizar a los sujetos movilizados considerando su acción como una traducción mecánica de su posición de clase. Si bien es imposible negar que los cacerolazos se concentraron en ámbitos urbanos mayormente poblados por individuos pertenecientes a sectores de clase media -especialmente la Ciudad de Buenos Aires-, la idea de los cacerolazos como un repertorio o formato "de clase media" poco nos dice sobre la morfología y el devenir de los acontecimientos. La clasificación del actor movilizado como sectores "de clase media" responde más bien a un gesto académico frente a la falta de un sujeto claro que encarne y reivindique el proceso, gesto que se oculta infiriendo de atributos individuales -los individuos que protestan- propiedades colectivas -una unidad de clase que explicaría la protesta- (Pereyra 2016). De la misma manera, la imagen del 2001 como una confluencia entre "piquetes y cacerolas" adquiere sentido al simplificar la complejidad de los acontecimientos a través de una confluencia clasista -las "clases medias" y los "sectores populares"-.

Si partimos de esta premisa, los cacerolazos de fines del 2001 cobran sentido al comprenderlos -y conceptualizarlos- como una forma de rechazo a los representantes, a la prontamente llamada "clase política", y su proceso de autonomización de los intereses de la ciudadanía. La famosa expresión "¡Que se vayan todos!", formulada durante las jornadas siguientes, cristalizó demandas y motivaciones sumamente distintas que construyeron un lazo equivalencial a partir de la negatividad, es decir, a través de identidades políticas unificadas en torno al rechazo (Falletti 2012). Más que un proyecto claro, el cacerolazo expresó el "shock moral" frente a la situación de desesperanza de sectores urbanos que se encontraban huérfanos de representación, retomando una tradición de crítica a la política partidaria ya recurrente durante los años 90.

470

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

Este fenómeno de impugnación a la representación se evidenciaría con claridad en las asambleas barriales que decantaron y fueron fruto de las movilizaciones urbanas, aunque con intensidad variable. En efecto, los participantes de las asambleas atestiguaron la multiplicidad de sentidos que la situación acarreaba para cada uno de ellos, dificultando las dinámicas deliberativas por el rechazo evidente a cualquier tipo de representación que intentara unificar reclamos, procedimientos o liderazgos (Pérez, Armelino y Rossi 2005). En ese sentido, si bien las asambleas fueron muchas veces impulsadas y sostenidas por organizaciones políticas o militantes de dichas organizaciones, cualquier intento por impulsar una agenda propia era causa de escisiones, rupturas, fuga de "vecinos", y consecuentemente criticada por ciudadanos que se autodefinían como "apolíticos", "apartidarios" o "indiferentes a las ideologías" (Pousadela 2010: 43-45).

El bienio 2001-2002 constituyó el período de mayor presencia de cacerolazos en las calles de toda la historia argentina reciente: mientras que el promedio anual tanto de la década previa como de la posterior fue inferior a los 100 eventos de protesta, durante 2001 y 2002 superó con creces los 1000 casos (Centro de Estudios Nueva Mayoría 2014). Este dato no solo es ilustrativo del proceso de acumulación histórica del repertorio durante la década del 90, sino también de la consolidación de su sentido público en torno a la crítica de la representación política. Los cacerolazos del 19 y 20 de diciembre de 2001 operaron en este sentido como una "protesta-acontecimiento" (eventful protest), es decir, como un acontecimiento contingente, discontinuo y sin objetivos predeterminados, que sin embargo tiene efectos transformadores de largo plazo (Della Porta 2008). A pesar de su carácter aparentemente frágil y efímero, la potencia del 2001 como acontecimiento terminaría causando transformaciones que perduran hoy en día; la evolución del repertorio durante la década siguiente ilustraría a la perfección dicho fenómeno.

c. La era K: polarización política

y retorno de las cacerolas (2003-2013)

Contra todos los pronósticos, la recomposición económica y la estabilización política que tuvieron lugar con la llegada de Néstor Kirchner al poder no afectaron las tendencias de largo plazo en el panorama de la movilización. A pesar de que la puesta en marcha de la economía nacional y el

471

Tomás Gold

mejoramiento en los índices de empleo fueron considerables, este proceso no fue acompañado de un alza sustantiva en los índices de movilización sindical y de protestas de actores con demandas ligadas al mundo del trabajo. Más bien todo lo contrario. Si bien existió una tendencia al crecimiento de la participación en organizaciones sindicales y su consecuente movilización debido a la expansión económica de los primeros años (Pereyra 2016), las manifestaciones civiles mantuvieron a lo largo de la década un nivel notoriamente alto. Además, el tipo de demandas de la ciudadanía movilizada se fracturó de manera pronunciada, aumentando notablemente aquellas relacionadas con la seguridad social (educación, previsión y salud), política asistencial, derechos humanos y justicia, así como también las referidas al modelo económico y al funcionamiento de las instituciones representativas (Pérez y Pereyra 2013). En resumen, el incipiente proceso de heterogeneización y fragmentación de actores y demandas que tuvo lugar entre la década del 80 y el 2001 se tornó aún mayor, en un contexto que pronto se reveló fértil en términos de niveles de participación, llevando a que el recurso de la protesta se volviese "un modo de acción disponible para quienes logr(as)en sostener un grado mínimo relativamente bajo de organización" (Pereyra 2016: 236).

Este fenómeno también fue consistente con la estructura de oportunidades abierta que presentó el kirchnerismo en el gobierno, especialmente a lo largo de sus primeros años. La defensa de la transversalidad durante la presidencia de Néstor Kirchner -luego del agitado proceso de movilización de 2001-2002 y en un contexto de pugna interna por el control del PJ bonaerense frente a Eduardo Duhalde- fue acompañada de una relativa apertura frente a la calle, que combinaba estratégicamente la no represión física de manifestantes, la cooptación o incorporación de algunas organizaciones, y posteriormente la judicialización de muchas otras (Mauro y Rossi 2012). Optando por una estrategia de ruptura frente a la lógica de exclusión de la década menemista, la coalición kirchnerista incorporó en sus inicios a tres actores enraizados en las luchas de décadas precedentes, que lo dotaban de una base social de apoyo inédita y transversal: los organismos de Derechos Humanos, gran parte del movimiento piquetero, y el movimiento sindical organizado (Zelaznik 2012).

Esta estrategia de incorporación de demandas provenientes de un amplio espectro de actores sociales sufriría un giro importante durante los dos gobiernos de Cristina Fernández (2007-2011 y 2011-2015). En lugar de fomentar la coalición transversal encabezada por Néstor Kirchner, el go-472

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

bierno viró hacia una estrategia de legitimación de la autoridad presidencial a través de la confrontación con actores y demandas emergentes, fomentando la polarización política con una operación discursiva basada en la distinción "pueblo vs. corporaciones" (Mauro 2014). Esta estrategia gubernamental, que se intensificaría a lo largo de los años, forjó su dinámica durante el largo e intenso conflicto con un grupo heterogéneo de actores durante el año 2008, luego conocido como el "conflicto con el campo". Iniciado por la promulgación de la resolución ministerial nº 125/08 de aumento a las retenciones a las exportaciones agrícolas -que incrementaba dicho impuesto de manera móvil a las exportaciones de productos agrarios en un contexto de ascenso en el precio de los commodities-, la medida gatilló un ciclo de protesta imprevisto que pronto se transformaría en el mayor escenario de rechazo a la gestión oficialista desde el año 2003.

d. Del campo a la ciudad:

los cacerolazos durante el conflicto agrario (2008)

La dinámica del conflicto agrario estuvo marcada por altos picos de movilización extendidos durante varios meses -desde marzo hasta julio-, durante los cuales un actor tan poderoso como heterogéneo -"el campo"- logró transformarse en interlocutor del Gobierno nacional a través de una mesa de enlace que representaba a sus principales organizaciones asociadas. A través de un lockout comercial que desabastecía intermitentemente a las ciudades de alimentos y productos relacionados con la cadena productiva agropecuaria, el conflicto sectorial pronto se transformó en omnipresente incluso para sectores y poblaciones poco afectadas por el aumento impositivo en cuestión; la protesta movilizó un amplio repertorio de formas de acción colectiva forjadas durante décadas previas -cortes de ruta, "tractorazos", marchas, etc.- que, retransmitidas constantemente por los principales medios de comunicación, pronto demostraron que el conflicto "había dejado de ser una medida de fuerza empresarial y se estaba convirtiendo en un 'conflicto del campo' mucho más amplio" (Hora 2010: 87), excediendo las arenas institucionales y las argumentaciones técnicas sobre la medida.

En este contexto, los cacerolazos surgieron nuevamente en numerosas ciudades del país, íntimamente relacionados con la respuesta gubernamental a la movilización. En efecto, miles de cacerolas comenzaron a tintinear luego de un discurso de la Presidenta el día 25 de marzo de 2008, en el cual calificó a las protestas como "piquetes de la abundancia", criticó a los actores movilizados, y realizó un paralelismo entre las manifestaciones agrarias y los levantamientos carapintadas de Semana Santa de 1987. De manifiesta virulencia, el discurso representaba una estrategia de polarización discursiva frente a la mesa de enlace, posicionando al gobierno como víctima de presiones corporativas, rasgo que se acentuaría a lo largo del conflicto hasta cristalizarse en la concepción de la movilización como "destituyente" y fruto de una "nueva derecha" -presente en el documento publicado por el colectivo intelectual Carta Abierta en el mes de junio de 200817-.

Con amplia cobertura mediática y caracterizados por la prensa como "espontáneos" y "auto-convocados" (Vommaro 2010), los cacerolazos comenzaron a sonar inmediatamente luego del discurso presidencial en la Ciudad de Buenos Aires y principales capitales provinciales del resto del país, acompañados también en este caso por pueblos situados en zonas rurales y también zonas del Gran Buenos Aires, que sumaban en total algunas decenas de miles de manifestantes. Las razones de la participación en el cacerolazo eran variadas y no respondían únicamente al apoyo del sector movilizado, sino más bien a un rechazo hacia el gobierno, percibido como injusto, autoritario y corrupto (Andrada 2012). Para el sector agropecuario, el pago de retenciones estaba dirigido a "subvencionar a las grandes ciudades en lugar de retornar como bienes públicos a las zonas productoras" (Mangonnet y Murillo 2017: 176); para las clases medias urbanas, el discurso presidencial simbolizaba "un modo intolerante de administrar el conflicto que se sumaría a muchos otros (...) en el mismo registro" (Giarraca 2010: 313-14).

De manera similar al proceso que siguió al discurso de Fernando De la Rúa el 19 de diciembre de 2001, el gesto confrontativo del Ejecutivo servía como punto confluyente de rechazo a partir del cual se construía la precaria identidad de los manifestantes. De hecho, la polarización no tardó en llegar a las calles, generándose durante la misma noche del 25 de marzo un altercado violento entre manifestantes opositores y agrupaciones afines al kirchnerismo, altercado que no hacía sino retroalimentar la sensación de una "batalla" en ciernes, como tituló el periódico Página/12 posteriormente18. El

Documento completo disponible en la página web de Carta Abierta (www.cartaabierta.org.ar). Página/12, "La segunda batalla de las cacerolas", 27/03/2008. Cerca de la medianoche, grupos piqueteros, movimientos sociales y agrupaciones oficialistas liderados por Luis D'Elía (Movimiento Evita, Movimiento Libres del Sur, Federación de Tierra, Vivienda discurso de la Presidente, quien comenzaría a disminuir abruptamente su imagen positiva en los principales centros urbanos del país19, sería también el detonante de cacerolazos el 27 de marzo, 11 de mayo, y 16 de junio del mismo año20, con menor cantidad de participantes que el cacerolazo inicial.

La combinación del piquete y las cacerolas, que remitía simbólicamente al 2001, favoreció la construcción del conflicto en términos ajenos al vocabulario clasista y centró la dinámica en torno a la relación gobierno-oposición, polarizando los discursos públicos y opacando las argumentaciones técnicas sobre la medida. En este sentido, los cacerolazos representaron un importante apoyo urbano a una protesta que hasta aquél momento era construida públicamente como sectorial, ampliando la coalición anti-oficialista y acelerando la desviación de la resolución en forma de proyecto de ley al Congreso Nacional. La ley fue aprobada con enmiendas en Diputados, y culminó empatada en Senadores, por lo cual el vice-presidente radical Julio Cobos tuvo que pronunciarse sobre la medida. Con su voto "no positivo", el primer gran conflicto del kirchnerismo se cerró con una derrota que tendría consecuencias evidentes a un año de la asunción del nuevo gobierno: un debilitamiento importante de la imagen presidencial, reestructuraciones dentro del gabinete, defección de legisladores hacia la oposición, y pérdida de ingresos potenciales provenientes de las retenciones proyectadas (Leiras y Cruzalegui 2009).

Los cacerolazos acontecidos durante el conflicto abierto en 2008 mantuvieron características similares a aquellos del 2001, aunque también algunas diferencias. Efectivamente, la espontaneidad y la carencia de liderazgos se hicieron presentes, surgiendo la movilización inmediatamente luego del discurso presidencial y sin partidos políticos o agrupaciones que la encauzaran. Sin embargo, a diferencia del 2001 donde el rechazo a la representación

y Hábitat, entre otras) se manifestaron en el obelisco en defensa del gobierno nacional.

Con un tono confrontativo y reviviendo etiquetas del pasado, D'Elía se presentaba

como líder del pueblo contra la oligarquía "blanca", mientras que los manifestantes

vociferaban insultos contra el gobierno, y vocablos racistas contra "los negros" que

servían como su base de apoyo (Adamovsky 2012, Vommaro 2010).

La imagen de Cristina Fernández de Kirchner caería al porcentaje más bajo de sus dos

presidencias (20%) durante el mes de junio, lo cual representaba una caída de 35%

respecto a la imagen durante su asunción a fines del año 2007. Ver La Nación, "El

subibaja de la imagen de Néstor y Cristina", 24/05/2013.

Eventos de protesta extraídos de la detallada cronología del conflicto, reconstruida en

Giarraca y Teubal (2010).

 

era absoluto -simbolizado en el "que se vayan todos"-, en 2008 comenzó a vislumbrarse la potencia del eje oficialismo-oposición como reorganizador del campo político. Como se hará evidente sucesivamente a partir de dicho año, el gobierno tendrá problemas para mejorar su imagen en algunos centros urbanos (Ciudad de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza, etc.) y en parte del Gran Buenos Aires, demostrando una performance declinante en la mayoría de las elecciones legislativas de allí en más, especialmente aquellas cruzadas con las presidenciales.

A pesar de esta debilidad, la polarización sería fomentada discursivamente por una multiplicidad de actores, incluyendo al oficialismo. Tanto el vocabulario de la protesta y de los medios masivos de comunicación como las respuestas de la Presidente y su gabinete, mostrarían durante estos meses la reactivación de discursos binarios que asumían la distinción entre lo "alto" y lo "bajo" (Ostiguy 2009), entre un discurso reivindicativo de la institucionalidad y un discurso plebeyo de reivindicación de lo popular, marcando el futuro de la dinámica política. Es en este registro que resurgirían las cacerolas nuevamente tres años después, en un contexto menos auspicioso para el oficialismo y que indicaría el rumbo declinante hacia el fin de la era kirchnerista.

III. Fragmentación opositora y vacío representativo: el ciclo de movilización anti-K (2012-2013)

A pesar de su derrota en el conflicto agrario y la consecuente pérdida de mayoría legislativa en las elecciones del año 2009, el oficialismo mantuvo el control de la agenda a través de un abanico importante de proyectos y políticas públicas. En efecto, durante los meses posteriores -y previamente al recambio legislativo-, se lograron aprobar la reforma de estatización de los fondos de pensión y la creación del Sistema Integrado Previsional Argentino, la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y la ley de Reforma Política. Además, la Presidenta decretó a fines de 2009 la "Asignación Universal por Hijo para Protección Social", que se convertiría en un emblema de las políticas universales de transferencia de ingresos en los años posteriores. Este conjunto de medidas, sumadas a la repentina muerte de Néstor Kirchner a fines del 2010, sacudieron la escena política e impulsaron la candidatura de Cristina Fernández, quien logró la reelección en 2011 con un contundente 54,11 por ciento de los votos (Gené 2017).

El avance de la estrategia oficialista fue acompañado por una continua debilidad de la oposición, fruto principalmente de su fragmentación. A pesar de haber vencido por primera vez al kirchnerismo en 2009, esta se mantenía dividida a nivel nacional en dos coaliciones: una liderada por la Unión Cívica Radical -que incluía a la Coalición Cívica, el Partido Socialista y diversos partidos provinciales- y otra por el PRO -aliado al peronismo disidente y pequeños partidos provinciales- (Cheresky y Annunziata 2012). Los problemas de coordinación de la oposición le habían impedido "funcionar como un actor efectivo para sancionar legislación alternativa", lo cual derivó en un control continuo del congreso por parte del kirchnerismo, que mantuvo una lógica de alianzas con pequeños partidos a la hora de imponer proyectos importantes como los ya mencionados (Jones y Micozzi 2012: 52-53). Si sumamos a este panorama la falta de liderazgos opositores que pudieran contrapesar el carismático liderazgo de Cristina Fernández, efectivamente el kirchnerismo aparecía frente a los ojos de la ciudadanía como un partido sin oposición: mientras que entre 2011 y 2012 la imagen positiva de Cristina Fernández rozaba el 50 por ciento, la de la oposición no lograba nunca superar los 20 puntos porcentuales, con niveles de rechazo de entre 35 y 45 por ciento (Tagina y Varetto 2013).

El vacío representativo generado por la oposición y los constantes rumores de una reforma constitucional que habilitaría a la Presidente a postularse para un tercer mandato consecutivo -negada por varios políticos del oficialismo- fueron los detonantes de un masivo ciclo de movilización contra el gobierno, articulado a través de las redes sociales digitales por un pequeño grupo de ciber activistas opositores (Gold 2017). Movilizando a millones de argentinos contra el gobierno nacional, las protestas se concentrarían en los principales centros urbanos del país e irían progresivamente expandiéndose tanto subnacionalmente como internacionalmente, exponiendo un descontento creciente con el rumbo de la gestión kirchnerista. Difundidos a través de Facebook y Twitter, los principales cacerolazos tendrían lugar el 13 de septiembre de 2012, 8 de noviembre de 2012, 18 de abril de 2013 y 8 de agosto de 2013, cerrándose el ciclo con el triunfo parcial de la oposición en las elecciones legislativas de ese mismo año.

Al igual que en el caso de 2008, la tensión en torno al simbolismo de la cacerola se hizo evidente en cada una de las manifestaciones. La variedad de elementos percusivos presentes durante el ciclo de movilización acentuó la tradición que unía la cacerola al "ruido" como modo de crítica de la política partidaria; el "¡Que se vayan todos!" se tradujo en un "¡Que se vayan ellos!", y la "clase política" devino "clase gubernamental", revelando la dicotomización del espacio político luego de 2008 (Ferrero 2016). En efecto, las demandas de la ciudadanía movilizada incluyeron componentes discursivos y simbólicos provenientes del republicanismo, el liberalismo e incluso el autonomismo, aunque todas ellas confluyeron en un master frame que hacía inteligible el ciclo de movilización como una lucha republicana contra un gobierno denunciado como "autoritario", "dictatorial" o incluso "totalitario" (Gold 2017: 64-72). El pánico moral a la "chavización" de la Argentina que comenzaba a permear a las élites opositoras (Vommaro 2017: 108-130) se evidenciaba también en las calles, y la identificación de las acciones del gobierno con aquellas del gobierno de Hugo Chávez fueron un elemento expresivo central. Concentrándose especialmente en demandas relacionadas con la corrupción, el autoritarismo, la inseguridad y la inflación, la mayoría de los movilizados comprendía su participación como un modo de "ponerle límites" a la deriva "autoritaria" del gobierno de turno, percepción reforzada aún con mayor fuerza luego de la propuesta legislativa de reforma del poder judicial introducida por el oficialismo en abril de 2013. Este rechazo absoluto de los manifestantes hacia la gestión oficialista acentuó también la construcción identitaria negativa, la cual fue causante de desconcierto en el gobierno e incluso en la prensa que cubrió los cacerolazos mismos (Gold 2015). Los altos grados de espontaneidad en el surgimiento de las manifestaciones y la falta de organizaciones que encausaran las demandas, dos características propias del repertorio, se combinaron en este caso con la dinámica que le otorgaron las redes sociales digitales a la acción colectiva. Los ciber activistas que sirvieron como liderazgos fluidos y líquidos durante los eventos de protesta construyeron una red débil de difusión de flyers que condensaba simbólicamente el descontento pero dejaba gran margen a la personalización de las demandas, fenómeno propio de las acciones colectivas digitales (Bennett y Segerberg 2012, Gerbaudo 2015). Dicha personalización podía percibirse tanto de manera online como offline en la heterogeneidad de las expresiones y la hibridez de los frames, dotando a los eventos de cierta ambigüedad en términos de representación partidaria. Como mostraron algunas encuestas, menos del 5 por ciento de los ciudadanos movilizados había votado a Cristina Fernández de Kirchner en 2011, pero al mismo tiempo más del 75 por ciento no se sentía representado por ningún partido (Gold 2017).

478

P O S T D a t a 2 3 , N"2 , Conceptualización e historia de los cacerolazos...

A pesar de esta marcada ambigüedad, la respuesta del gobierno a la movilización fue profundamente crítica, polarizando la escena y por ende facilitando una dinámica centrífuga de acercamiento entre los manifestantes y la oposición partidaria (Peña y Davies 2016). De hecho, el núcleo de ciber activistas celebró numerosas reuniones privadas con políticos del arco opositor durante 2012 y 2013, promoviendo su participación en la manifestación del 18 de abril, e instándolos a conformar una coalición capaz de disputar el poder al kirchnerismo (Gold 2017). La narrativa política construida progresivamente durante el ciclo de movilización, cuyo núcleo oponía república y populismo, acercaría a los votantes a los dos polos opositores que luego constituirían la coalición Cambiemos: el Frente Amplio UNEN y el PRO. De hecho, numerosos políticos participantes de la movilización del 18 de abril pasarían a formar parte del primer gabinete de Mauricio Macri en 201521, y muchos otros contarían como importantes aliados dentro y fuera del Congreso Nacional22.

Con notables similitudes con los cacerolazos del 2008 y su impacto en las elecciones de 2009, el ciclo de movilización de 2012-2013 erosionó la imagen pública de Cristina Fernández y contribuyó a la unificación y posterior triunfo de la oposición en 2013. Mostrando la persistencia de los "huérfanos de la política de partidos" y el rechazo al peronismo en los principales centros urbanos del país, el ciclo fue coincidente con una aceleración de la estrategia electoral de PRO a nivel subnacional para sumar votos de cara a las presidenciales de 2015. En efecto, las élites de Cambiemos compartían las principales demandas de la ciudadanía y el frame republicano resultante de la movilización, y fue precisamente dicha percepción socialmente generalizada de que el país se encaminaba hacia su ruina lo que permitió la amplia movilización de cuadros dentro del partido luego de 2013 (Vommaro 2017).

De esta manera, el período 2012-2015 se revelaría como clave para la derrota del kirchnerismo: la movilización "desde arriba" y "desde abajo" compartía una narrativa política y cultural que oponía populismo autoritario y república, narrativa que serviría de marco para la campaña de Cambiemos, y que marcaría el consecuente ascenso de Mauricio Macri a la presidencia.

21    Entre ellos Gabriela Michetti, Marcos Peña, Ricardo Buryaile, Alfonso Prat-Gay, Sergio Bergman, y Patricia Bullrich.

22    Entre los más prominentes pueden mencionarse a Elisa Carrió, Ernesto Sanz y Martín Lousteau.

 

I V. Conclusiones finales

El presente artículo se propuso realizar una conceptualización e historización del repertorio denominado "cacerolazo" en la Argentina reciente (1982-2013). A lo largo del texto se identificaron las cuatro principales características de los cacerolazos, y su evolución durante tres períodos conceptualmente delimitados: 1982-2000, 2001-2003, y 2004-2013. Como habrá identificado el lector, la demarcación de dichos períodos estuvo íntimamente ligada a los cambios en el repertorio, respondiendo tanto a patrones estructurales (el rumbo macroeconómico, la evolución del sistema partidario, etc.) como a la percepción de los propios actores respecto de dichos patrones. En este sentido, una de las principales conclusiones del presente estudio es que el cacerolazo en tanto formato ha ido atenuando su modularidad; es decir, a lo largo de las tres décadas exploradas en este artículo, puede percibirse una consolidación de ciertas características centrales del repertorio que responden a un lento proceso de acumulación histórica.

En primer lugar, el vocabulario crítico hacia la política partidaria reemerge de manera notoria en cada uno de los escenarios de protesta. Las expresiones de desafección ciudadana hacia los partidos no se encuentran solamente en la década del 90 y en el 2001, sino que se extienden durante la década kirchnerista. Como revelan los cacerolazos del 2008 y 2012-2013, las críticas ligadas a la representación política y al desempeño tanto de los partidos como del Poder Ejecutivo Nacional son una de las constantes del repertorio. Esta característica se relaciona, en segundo lugar, con una continuidad en el tipo de actor movilizado a partir de los últimos años de la década de 1990: las clases medias urbanas. Transformadas en "huérfanas" de la política partidaria a principios de siglo, a fines de la década kirchnerista estas seguían concentrando los mayores grados de desafección a nivel nacional, especialmente dentro del polo no peronista del espectro partidario (Heredia y Lorenc Valcarce 2017). La combinación de estas dos características separa notablemente los cacerolazos recientes de aquellos de la década del 80, en tanto ya no se verifica la presencia de organizaciones políticas ni tampoco una participación considerable de clases populares dentro de las arenas de conflicto.

Estos dos cambios fueron de la mano de alteraciones notorias en la misma significación cultural del acto de golpear cacerolas. Durante los primeros años 80 la cacerola estaba íntimamente relacionada al ámbito doméstico, y por ende el acto de golpearlas en el espacio público -especialmente por parte de colectivos de mujeres- implicaba la politización de una vieja demanda del ámbito doméstico -la alimentación- en un contexto de crisis. Los primeros cacerolazos reseñados estaban insertos en el contexto del nacimiento de una nueva "cuestión social" durante los 80, aún poco reconocida por el Estado argentino. Sin embargo, ya en la década del 90 el acto de golpear públicamente cacerolas comenzaría a relacionarse estrechamente con una demanda que podríamos llamar de "escucha representativa"; el incipiente proceso de desafección partidaria de amplias franjas de la población se hacía presente en cacerolazos movilizados contra decisiones del gobierno nacional, y el batir cacerolas tenía como objetivo generar "ruido" frente a la falta de escucha de los representantes. El 2001 unificaría ambos significados en un contexto de crisis tanto económica como político-representativa de amplia magnitud, y de allí en más primaría más bien el cacerolazo como manifestación frente al Poder Ejecutivo Nacional.

Ahora bien, ¿podemos afirmar que el repertorio continuará consolidando las mismas características, o -por el contrario- acentuará su modularidad en los próximos años? Al haberse transformado en un formato estrechamente ligado a demandas de régimen político y y al desempeño de los partidos políticos, probablemente un gobierno de signo contrario al anterior acarreará una modificación importante en sus características. Un primer atisbo a la movilización durante el actual gobierno de Mauricio Macri nos brinda un panorama incierto. En efecto, dos grandes cacerolazos multitudinarios coparon las calles el 14 de julio de 2016 y el 19 de diciembre de 2017, el primero contra el ajuste tarifario, y el segundo contra la reforma previsional y la represión de manifestantes durante esa misma tarde frente al Congreso nacional. Mientras el primer episodio contó con una participación importante de partidos políticos opositores (principalmente del arco kirchnerista) y estuvo centrado en la oposición a la política tarifaria -de manera similar a algunos cacerolazos de los años 90-, el segundo estuvo caracterizado por su espontaneidad y por un rechazo generalizado al gobierno basado tanto en demandas económicas -la reforma jubilatoria- como político-representativas -la represión-. La única conclusión provisoria de estos dos eventos es que los cacerolazos siguen vigentes, y probablemente lo sigan estando en la década por venir.

 

Bibliografía

Adamovsky, Ezequiel (2012) "Esperando otro 17 de Octubre: la identidad de clase media y la experiencia de la crisis de 2001 en Argentina", Sociohistórica, N° 29.         [ Links ]

Andrada, Damián (2012) "Radiografía del cacerolazo del 25 de marzo de 2008 y análisis de contenido cuali-cuantitativo de la cobertura y el posicionamiento político de los medios de prensa: Clarín, La Nación, Página/12 y Crítica", Tesis monográfica para optar por el título de Licenciado en Periodismo, Universidad del Salvador, Buenos Aires.         [ Links ]

Auyero, Javier (2002) La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la argentina demo-crática, Buenos Aires, Libros del Rojas-UBA.         [ Links ]

Auyero, Javier (2004) "The Moral Politics of Argentinean Crowds", Mobilization, Vol. 9, Nº 3.         [ Links ]

Auyero, Javier (2007) La zona gris. Violencia colectiva y política partidaria en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Siglo XXI.         [ Links ]

Bennett, Lance y Alexandra Segerberg (2013) The Logic of Connective Action. Digital Media and the Personalization of Contentious Politics, Nueva York, Cambridge University Press.

Beyerlein, Kraig, Peter Barwis, Bryant Crubaugh y Cole Carnesecca (2016) "A New Picture of Protest: The National Study of Protest Events", en Sociological Methods & Research, Vol 47, Nº 3.

Biagini, Hugo y Arturo Roig (dir.) (2008) Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos Aires, Biblos.

Centro de Estudios Nueva Mayoría (2014) "Indicadores de conflictividad social durante 2013", disponible en www.nuevamayoria.com.

Cheresky, Isidoro (2008) Poder presidencial, opinión pública y exclusión social, Buenos Aires, Manantial-CLACSO.

Cheresky, Isidoro y Rocío Annunziata (2012) "Introducción: los desafíos de la democracia argentina. La primera presidencia de Cristina Kirchner", en Cheresky, Isidoro y Rocío Annunziata (comps.) Sin programa, sin promesa. Liderazgos y procesos electorales en Argentina, Buenos Aires, Prometeo.

Delamata, Gabriela (2002) "De los estallidos provinciales a la generalización de las protestas en Argentina. Perspectiva y contexto en la significación de las nuevas protestas", en Nueva Sociedad, Nº 182.

Delamata, Gabriela (2004) Los barrios desbordados. Las organizaciones de desocupados del Gran Buenos Aires, Buenos Aires, Eudeba.

Della Porta, Donatella (2008) "Eventful Protest, Global Conflicts", en Distinktion: Journal of Social Theory, Vol. 9, N° 2.

Della Porta, Donatella y Mario Diani (2006) Social Movements. An Introduction,

Oxford, Blackwell Publishing. Diani, Mario (1992) "The Concept of Social Movement", en The Sociological Review, Vol.

40, Nº 1. Diani, Mario (2015) "Revisando el concepto de movimiento social", en Encrucijadas.

Revista crítica de Ciencia Social, N° 9. Diani, Mario y Doug McAdam (2003) Social Movements and Networks. Relational

Approaches to Collective Action, Oxford, Oxford University Press. Earl, Jennifer, Andrew Martin, John D. McCarthy y Sarah A. Soule (2004) "The Use of

Newspaper Data in the Study of Collective Action", en Annual Review of Sociolog y,

N° 30. Escolar, Marcelo, Ernesto Calvo, Natalia Calcagno y Sandra Minvielle (2002) "Últimas

imágenes antes del naufragio: las elecciones del 2001 en la Argentina", en Desarrollo

Económico, Vol. 42, Nº 165. Falletti, Valeria (2012) Movilización y protesta de las clases medias argentinas: cacerolazos y

asambleas barriales, México D.F., Clacso. Farinetti, Marina (2002) "La conflictividad social después del movimiento obrero", en

Nueva Sociedad, Nº 182. Farinetti, Marina (2010) "New Forms of Social Mobilization in Democratic Argentina",

en Laboratorium, Vol. 2, Nº 3. Ferrero, Juan P. (2016) "Post-Neoliberal Protest in Latin America as a Struggle over the

Name of 'the People'", en Journal of Political Ideologies, Vol. 22, Nº 1. Flesher Fominaya, Cristina (2015) "Autonomous Social Movements and the Paradox of

Anti-Identitarian Collective Identity", en McGarry, Aidan y James Jasper (eds.) The

Identity Dilemma. Social Movements and Collective Identity, Philadelphia, Temple

University Press. Fligstein, Neil y Doug McAdam (2011) "Towards a General Theory of Strategic Action

Fields", en Sociological Theory, Vol. 29, Nº 1. Fréderic, Sabrina (2004) Buenos vecinos, malos políticos: moralidad y política en el Gran

Buenos Aires, Quilmes, Universidad de Quilmes. Gamson, William A. y David S. Meyer (1999) "Marcos interpretativos de la oportunidad

política", en McAdam, Doug, John McCarthy y Mayer Zald (eds.) Movimientos

sociales: perspectivas comparadas, Madrid, Akal. Gené, Mariana (2017) "Alianzas y decisiones en el primer gobierno de Cristina Fernández

de Kirchner. Sobre apuestas políticas y reconfiguraciones", en Pucciarelli, Alfredo y

Ana Castellani (comps.) Los años del kirchnerismo. La disputa hegemónica tras la crisis del orden neoliberal, Buenos Aires, Siglo XXI.

Gerbaudo, Paolo (2015) "Protest Avatars as Memetic Signifiers: Political Profile Pictures and the Construction of Collective Identity on Social Media in the 2011 Protest Wave", en Information, Communication & Society, Vol. 18, N° 8.

Giarraca, Norma (2010) "El conflicto agrario 2008-2009: los debates necesarios", en Giarraca, Norma y Miguel Teubal (coords.) Del paro agrario a las elecciones de 2009. Temas, reflexiones y debates, Buenos Aires, Antropofagia.

Giarraca, Norma y Miguel Teubal (coords.) (2010) Del paro agrario a las elecciones de 2009. Temas, reflexiones y debates, Buenos Aires, Antropofagia.

Gold, Tomás (2015) "Cacerolazos y legitimidad política en la Argentina reciente: del '13-S' al '8-A'", en Annunziata, Rocío (comp.) Pensar las elecciones. Democracia, líderes y ciudadanos, Buenos Aires, Clacso.

Gold, Tomás (2017) "De redes y cacerolas. El ciclo de movilización anti-gubernamental en Argentina (2012-2013)", Tesis para optar por el título de Magíster en Ciencia Política, Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín.

Gold, Tomás (en prensa) "Tracing the Left Turn Crisis Through Argentine Protests: The Anti-Kirchnerist Cycle of Mobilization (2012-2013)", en Ferrero, Juan Pablo, Luciana Tatagiba y Ana Natalucci (eds.) The Socio-Political Dynamics within the Crisis of the Left Turn: Argentina and Brazil, Londres, Rowman & Littlefield.

Goldstone, Jack (2004) "More Social Movements or Fewer? Beyond Political Opportunity Structures to Relational Fields", Theory and Society, Vol. 33.

Goodwin, Jeff y James M. Jasper (1999) "Caught in a Winding, Snarling Vine: The Structural Bias of Political Process Theory", en Sociological Forum, Vol. 14, Nº 1.

Heredia, Mariana y Federico Lorenc Valcarce (2017) "Malaise in Political Representation: Citizen Attitudes and Sociocultural Tensions in Argentine Democracy", en Joignant, Alfredo, Mauricio Morales y Claudio Fuentes (eds.) Malaise in Representation in Latin American Countries, Londres, Palgrave Macmillan.

Hora, Roy (2010) "La crisis del campo del otoño de 2008", en Desarrollo Económico, Vol. 50, Nº 197.

Jansen, Robert (2016) "Situated Political Innovation: Explaining the Historical Emergence of New Modes of Political Practice", en Theory and Society, Vol. 45, N° 4.

Jasper, James M. (1997) The Art of Moral Protest. Culture, Biography, and Creativity in Social Movements, Chicago, The University of Chicago Press.

Jasper, James M. y Jane D. Poulsen (1993) "Recruiting Strangers and Friends: Moral Shocks and Social Networks in Animal Rights and Anti-Nuclear Protests", en Social Problems, Vol. 42, Nº 4.

Jasper, James M. y Jan W. Duyvendak (2015) Players and Arenas. The Interactive Dynamics of Protest, Amsterdam, Amsterdam University Press.

Jones, Mark P. y Juan P. Micozzi (2012) "Control, concertación, crisis y cambio: cuatro C para dos K en el Congreso Nacional", en Malamud, Andrés y Miguel De Luca (coords.) La política en tiempos de los Kirchner, Buenos Aires, Eudeba.

Landi, Oscar e Inés González Bombal (1995) "Los derechos en la cultura política", en Acuña, Carlos et al., Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Buenos Aires, Nueva Visión.

Leiras, Marcelo e Inés Cruzalegui (2009) "Argentina: problemas macroeconómicos, conflicto social y debilitamiento de la coalición de gobierno", en Revista de Ciencia Política, Vol. 29, Nº 2.

Lupu, Noam (2014) "Brand Dilution and the Breakdown of Political Parties in Latin America", en World Politics, Vol. 66, Nº 4.

Lupu, Noam y Susan Stokes (2009) "The Social Bases of Political Parties in Argentina, 1912-2003", en Latin American Research Review, Vol. 44, Nº 1.

Mauro, Sebastián (2014) "Representación política y movilización social en la Argentina postneoliberal (2003-2013)", en Política/Revista de Ciencia Política, Vol. 52, Nº 1.

Mauro, Sebastián y Federico M.Rossi (2012) "Entre la Plaza y la Casa Rosada: diálogo y confrontación entre los movimientos sociales y el gobierno nacional", en Malamud, Andrés y Miguel De Luca (coords.) La política en tiempos de los Kirchner, Buenos Aires, Eudeba.

Mangonnet, Jorge y María Victoria Murillo (2017) "El boom sojero y la protesta fiscal de los productores rurales", en Desarrollo Económico, Vol. 57, Nº 221.

McAdam, Doug, John McCarthy y Mayer Zald (eds.) (1999) Movimientos sociales: perspectivas comparadas, Madrid, Akal.

McAdam, Doug, Sidney Tarrow y Charles Tilly (2004) Dynamics of Contention, Cambridge, Cambridge University Press.

Merklen, Denis (2010) Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática [Argentina 1983-2003], Buenos Aires, Gorla.

Murillo, María Victoria (1997) "La adaptación del sindicalismo argentino a las reformas de mercado en la primera presidencia de Menem", en Desarrollo Económico, Vol. 37, Nº 147.

Onuch, Olga (2014) Mapping Mass Mobilization. Understanding Revolutionary Moments in Argentina and Ukraine, Londres, Palgrave Macmillan.

Onuch, Olga (2016) "'Es la economía boludo' o ¿no es así? El rol de la crisis política en la movilización masiva: el caso de Argentina en el 2001", en Levey, Cara, Daniel Ozarow y Christopher Wylde (comps.) De la crisis de 2001 al kirchnerismo. Cambios y continuidades, Buenos Aires, Prometeo.

Orsi, Guillermo y Eduardo Fernandes (2017) "Making Spontaneity: a construçao midiática da espontaneidade", en Entropia, Vol. 2, Nº 2.

Ostiguy, Pierre (2009) "Argentina's Double Political Spectrum: Party System, Political Identities, and Strategies, 1944-2007", Kellogg Institute, University of Notre Dame, Working Paper #361.

Peña, Alejandro M. y Thomas Davies (2016) "Responding to the Street: Government Responses to Mass Protests in Democracies", en Mobilization, Vol. 4, Nº 21.

Pereyra, Sebastián (2008) ¿La lucha es una sola? La movilización social entre la democratización y el neoliberalismo, Los Polvorines, UNGS-Biblioteca Nacional.

Pereyra, Sebastián (2014) "La corrupción como crítica moral de la política. El vocabulario de la protesta social durante la década de los noventa", en Papeles de Trabajo, Vol. 8, N° 13.

Pereyra, Sebastián (2016) "La estructura social y la movilización. Conflictos políticos y demandas sociales", en Kessler, Gabriel (comp.) La sociedad argentina hoy. Radiografía de una nueva estructura, Buenos Aires, Siglo XXI.

Pérez, Germán y Sebastián Pereyra (2013) "La protesta social entre las crisis de la democracia argentina", en Revista SAAP, Vol. 7, Nº 2.

Pérez, Germán, Martín Armelino y Federico M. Rossi (2005) "Entre el autogobierno y la representación. La experiencia de las asambleas en Argentina", en Schuster, Federico L., Francisco S.Naishtat, Gabriel Nardacchione y Sebastián Pereyra (comps.) Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Prometeo.

Peruzzotti, Enrique (2002) "Civic Engagement in Argentina. From the Human Rights Movement to the Cacerolazos", Working paper for the Woodrow Wilson International Center for Scholars.

Peruzzotti, Enrique y Catalina Smulovitz (eds.) (2002) Controlando la política. Ciudadanos y medios en las nuevas democracias latinoamericanas, Buenos Aires, Temas.

Piva, Adrián (2014) "La movilización antikirchnerista de 'clase media'. Entre la crisis de representación y la recomposición neo populista del consenso", en Astrolabio, Nº 12.

Pousadela, María Inés (2010) Entre la deliberación política y la terapia de grupo. La experiencia de las asambleas barriales-populares en la Argentina de la crisis, Buenos Aires, Clacso.

Power, Margaret (2008) La mujer de derecha. El poder femenino y la lucha contra Salvador Allende, 1964-1973, Santiago de Chile, Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos.

Quirós, Julieta (2008) "Politics and Economics in Collective Action: An Etnographic Critique of Dichotic Premisses", en Maná, Vol. 4.

Rosanvallon, Pierre (2007) La contrademocracia. La política en la era de la desconfianza,

Buenos Aires, Manantial. Rossi, Federico (2005) "Movimientos sociales", en De Luca, Miguel y Luis Aznar (coordz.)

Política. Cuestiones y problemas, Buenos Aires, Ariel. Rossi, Federico (2016) "Conceptualizing Strategy Making in a Historical and Collective

Perspective", en Federico Rossi y Marisa Von Bu• low (eds.) Social Movement

Dynamics: New Perspectives on Theory and Research from Latin America, Farnham,

Ashgate. Rossi, Federico (2017) The Poor's Struggle for Political Incorporation. The Piquetero Movement

in Argentina, Cambridge, Cambridge University Press. Schuster, Federico L. et al. (2003) "La trama de la crisis. Modos y formas de protesta social

a partir de los acontecimientos de diciembre de 2001", Documento de trabajo Nº

3, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Schuster, Federico L. et al. (2006) "Transformaciones de la protesta social en Argentina.

1989-2003", Documento de trabajo Nº 48, Instituto de Investigaciones Gino

Germani, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires. Sewell, William H. (1996) "Historical Events as Transformations of Structures: Inventing

Revolution at the Bastille", en Theory and Society, Nº 25. Sewell, William H. (2005) "Three Temporalities: Toward an Eventful Sociology", en

Logics of History. Social Theory and Social Transformation, Chicago, The University

of Chicago Press. Snow, David y Dana A.Moss (2014) "Protest on the Fly: Toward a Theory of Spontaneity

in the Dynamics of Protest and Social Movements", en American Sociological Review,

Vol. 79, N° 6. Svampa, Maristella (ed.) (2009) Desde abajo. La transformación de las identidades sociales,

Buenos Aires, Biblos. Svampa, Maristella y Sebastián Pereyra (2003) Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las

organizaciones piqueteras, Buenos Aires, Biblos. Tagina, María Laura y Carlos A. Varetto (2013) "Argentina: del apogeo electoral a la

inminencia de la crisis sucesoria", en Revista de Ciencia Política, Vol. 33, Nº 1. Tarrow, Sidney y Tilly Charles (2007) Contentious Politics, Oxford, Oxford University

Press. Tarrow, Sidney (1993) "Modular Collective Action and the Rise of the Social Movement:

Why the French Revolution Was Not Enough", en Politics & Society, Vol. 21, Nº 1. Tarrow, Sidney (1997) El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, Madrid, Alianza.

Telechea, Roxana (2006) "Historia de los cacerolazos: 1982-2001", en Razón y Revolución, N° 16.

Tilly, Charles (1978) From Mobilization to Revolution, Working Paper #156, University of Michigan.

Tilly, Charles (1993) "Contentious Repertoires in Great Britain", en Social Science History, Vol. 17, Nº 2.

Tilly, Charles (2000) "Acción Colectiva", Apuntes del CECyP, Nº 6.

Tilly, Charles (2004) Social Movements, 1768-2004, Londres, Paradigm Publishers.

Torre, Juan Carlos (2003) "Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la naturaleza de la crisis de representación partidaria", en Desarrollo Económico, Vol. 42, Nº 168.

Vommaro, Gabriel (2010) "'Acá el choripán se paga': Movilización política y grupos sociales en el reciente conflicto en torno a las retenciones a las exportaciones de granos", en Aronskind, Ricardo y Gabriel Vommaro (2010) Campos de batalla. Las rutas, los medios y las plazas en el nuevo conflicto agrario, Buenos Aires, Prometeo-UNGS.

Vommaro, Gabriel (2014) "Interés, identidad, arreglos morales: notas para pensar la participación política popular en Argentina", en Forni, Pablo y Luciana Castronuovo (comps.) Ni piqueteros ni punteros: organizaciones populares durante el kirchnerismo, La Plata, EDULP.

Vommaro, Gabriel (2017) La larga marcha de Cambiemos, Buenos Aires, Siglo XXI.

Vommaro, Gabriel y Mariano Salomone (2017) "En el cielo y en la tierra. La producción de las ciencias sociales sobre ciudadanía, participación política e instituciones democrática en la Argentina", en Collado, Patricia A., José Luis Bonifacio y Gabriel Vommaro (coords.) Estudios sobre ciudadanía, movilización y conflicto social en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Clacso.

Vommaro, Pablo (2012) "2001 antes y después. La consolidación de la territorialidad", en Revista Forjando, Nº 1.

Zelaznik, Javier (2012) "Las coaliciones kirchneristas", en Malamud, Andrés y Miguel De Luca (coords.) La política en tiempos de los Kirchner, Buenos Aires, Eudeba.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons