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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.23 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2018

 

Reseñas

CHALLENGES OF PARTY-BUILDING IN LATIN AMERICA
Steven Levitsky, James Loxton, Brandon Van Dick y Jorge I. Domínguez (eds.) Cambridge University Press, Cambridge, 2016. 550 páginas.

 

La ciencia política coincide en general en que los partidos políticos fuertes (esto es, que están enraizados en la sociedad y son considerados legítimos) son esenciales para el funcionamiento de las democracias. En particular, son clave en la elección del poder legislativo y el gobierno, contribuyen a expresar las preferencias tanto de los ciudadanos como de sus electorados y son fundamentales en los procesos de toma de decisiones y resolución de conflictos. Sin embargo, las trayectorias de los partidos latinoamericanos a partir de la democratización además de los resultados de los recientes procesos electorales parecerían indicar otro camino. Puntualmente, "desde 1990 los principales partidos de la región se han debilitado o bien colapsado en Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Perú y Venezuela. Asimismo, la mayoría de los esfuerzos por construir nuevos partidos políticos fallaron" (1). Con esta contundente afirmación inicia la compilación que analiza los partidos políticos latinoamericanos nacidos tras las reaperturas democráticas. Ya desde la introducción (de Levitsky, Loxton y Van Dick) se muestra que de los 355 partidos que emergieron en la región entre 1978 y 2005 solo 11 lograron sobrevivir. Bajo este panorama, el interrogante que guía el libro cobra relevancia: ¿qué condiciones propiciaron la emergencia de partidos políticos estables luego de la tercera ola de democratización? El argumento central de los editores es que los partidos fuertes nacen en escenarios de "conflicto extraordinario" -períodos de intensa polarización política acompañados de movilizaciones a gran escala-. Dichos escenarios contribuirían a generar vínculos de identificación partidaria firmes, además de desarrollar la organización territorial y la cohesión interna necesarias para la exitosa construcción de partidos. A partir de este argumento, se estructuran los cuatro capítulos del libro.

El primero de ellos analiza desde tres perspectivas distintas (las de Ken-neth, Lupu y Luna) el desarrollo de las "marcas partidarias" y los vínculos partido-votante. Aquí llama la atención la importancia que mantiene para los investigadores (especialmente para Ken-neth y Lupu) los componentes programáticos y la coherencia partidaria. En esta dirección, Lupu muestra que la construcción de partidos exitosos se basa prioritariamente en el desarrollo de una "marca" programática -un nombre- que permita diferenciar al partido de la oposición, cuyo mensaje además sea consistente en el tiempo. Así evidencia que mientras el PT brasilero logró aumentar su base de votantes moderando su programa sin perder su identidad programática (sobre todo, sosteniendo el compromiso con políticas sociales igualitarias), el Fre-paso argentino debilitó su "marca" al integrarse a la coalición Alianza (cuyo mensaje fue poco consistente). Por su parte, el artículo de Luna complementa el argumento anterior: muestra que en contextos de alta desigualdad, los partidos logran ser exitosos apelando a diferentes grupos socioeconómicos y coordinando el comportamiento de sus candidatos en los distintos niveles electorales. Para ello implementan un abanico de recursos programáticos, clien-telísticos y simbólicos que están en estrecha vinculación con su momento de formación. Lo interesante de esta perspectiva es que permitiría echar luz, por ejemplo, sobre aquellos partidos exitosos que expresan medianos o bajos grados de consistencia programática (asunto sobre el que se detienen Samu-els y Zucco).

El segundo capítulo se centra en los desafíos para la construcción organizativa de los partidos latinoamericanos, haciendo foco en el rol del Estado y los regímenes políticos. Es interesante notar que en esta sección los hallazgos son discutidos entre los investigadores, además de contradecir algunas creencias preestablecidas. Por ejemplo, el trabajo de Van Dick da cuenta de que los partidos de izquierda exitosos que emergieron tras la tercera ola de democratización fueron aquellos que paradójicamente construyeron sus bases durante regímenes autoritarios. Los autoritarismos, al quitarles a estos partidos el acceso a los medios masivos y los recursos estatales, incentivaron la construcción de organizaciones partidarias territoriales fuertes y activistas comprometidos, tal como muestran caso del PT en Brasil y el PRD en México. Sin embargo, el trabajo de Green considera que el PRD se ha convertido en un "partido nicho" incapaz de aumentar (gracias a su rigidez ideológica y organizativa) sus bases electorales y su triunfo en las urnas. Dicha rigidez

obliga a los candidatos potencialmente exitosos a crear estructuras partidarias paralelas (como Morena de López Obrador) para ganar elecciones. En otro orden de cosas, el análisis de Muñoz y Dargent contradice la creencia de que las reformas de democratización contribuirían a fortalecer los partidos políticos. De hecho, encuentran que, al limitar el uso del patronazgo, erosionan los vínculos partidarios subnacionales e inhiben la construcción de nuevos. En especial en sistemas de partidos con clivajes y programas débiles (como Colombia y Perú). Una alternativa a estas reformas podría ser, como evidencia Bruhn, un sistema de financiación pública generoso. Este contribuiría a consolidar la estructura de los nuevos partidos.

El tercer capítulo examina el rol de la herencia organizacional de los partidos. En línea con Van Dick, Loxton evidencia que de los 11 nuevos partidos exitosos en América Latina tras 1978, 6 se sucedieron a autoritarismos. Así, a partir del estudio de los partidos conservadores de Chile (UDI) y El Salvador (ARENA) sostiene que los nuevos partidos pueden heredar diferentes recursos de los gobiernos autoritarios que contribuyen a su consolidación. En especial las redes clientelares y las fuentes de financiamiento que les permiten enfrentar el principal desafío de las nuevas derechas: la construcción de una coalición electoral multiclasista. Por otra parte, cabe mencionar el trabajo de Barndt (tanto por la novedad de la temática como por la referencia al PRO argentino). Analiza la emergencia de partidos que no se desprenden de contextos de intenso conflicto y que, no obstante, han logrado acceder a cargos públicos y captar amplias mayorías. Asimismo muestra que, dada la débil regularidad del financiamiento público en general en la región, dichos partidos se construyen en base a corporaciones empresariales. Estas se encuentran en una posición única (tanto por la variedad de capitales como por sus incentivos políticos) para aportar recursos organizativos. Sin embargo, señala que estos "partidos corporativos" enfrentan dificultades para sobrevivir en el tiempo. Por ejemplo, afirma que el triunfo del PRO en las elecciones presidenciales argentinas de 2015 lo obligó a ampliar su base de alianzas y apoyos sociales, contrariando los intereses de su base corporativa. Esto podría comprometer su unidad interna, coherencia organizacion-al y "marca" (que constituyen los atributos necesarios para la estabilización de los nuevos partidos). Aun así, sostiene que se podría esperar que estos partidos aumenten y se estabilicen a futuro. En especial, gracias a la expansión de las privatizaciones, la continuidad de ciertos conglomerados económicos y el boom económico post 2002. Estos elementos reforzaron los tipos de negocios más adecuados para la construcción de "partidos corporativos".

El capítulo cuatro indaga sobre los "casos de partidos fallidos". Aquí, cabe referir al artículo de Domínguez por su atención a un caso poco explorado: los partidos cubanos. El autor argumenta que en Cuba la falta de experiencia en la construcción de clivajes sociales politizantes obstruyó la construcción de partidos sustanciales tras la transición económica de 2008. En este sentido, el poder del PCC y su abuso de los recursos del Estado indicarían que seguirá siendo un "partido de poder". Seguidamente, Domínguez presenta la conclusión del libro. Sitúa a los capítulos del libro en perspectiva histórica y reexamina los recursos que contribuyeron al éxito y fracaso de los partidos antes de la tercera ola de democratización.

En suma, la compilación es en-riquecedora tanto por los hallazgos como por los análisis que suscita. Así, un interrogante emerge al finalizar la lectura: si la mayoría de los nuevos partidos latinoamericanos que han logrado ser exitosos deben su estabilidad al legado autoritario, ¿qué posibilidades de construir partidos políticos fuertes pueden desprenderse de contextos democráticos? Las respuestas a esta pregunta podrían ser sustanciales para la estabilidad y la calidad de nuestras democracias.

 

Lucía Caruncho

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