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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.24 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2019

 

ARTICULOS

LA UNIÓN CÍVICA RADICAL DE CÓRDOBA ENTRE 1998 Y 2003. LA PROFUNDIZACIÓN DE LA CRISIS

Juan Manuel Reynares1 

M. Virginia Tomassini1 

1 conicet

Resumen

En el siguiente artículo analizamos la dinámicapolítico-partidaria de la Unión Cívica Radical (UCR) de Córdoba entre su derrota electoral a fines de 1998 y los comicios provinciales de 2003. A partir de un corpus compuesto por entrevistas a dirigentes y artículos de prensa seleccionados, indagamos las condiciones organizacionales que incidieron en la incapacidad de la UCR cordobesa para ofrecer una alternativa electoral durante el período. El argumento se centra en los desplazamientos y las disputas en la conformación de la coalición dominante del partido, en el contexto de crisis socio-política de los primeros años del siglo XXI. Sostenemos que durante esta etapa se produjo una crisis de liderazgo del radicalismo a nivel provincial, en el marco más general de una transformación del formato representativo institucional conocida como “crisis de representatividad” y de un declive del apoyo de amplios sectores del electoradolocal.

Palabras clave: UCR; Argentina; Córdoba; partido político; crisis de lidera

Introducción

Este artículo constituye un primer avance dentro de un proyecto de investigación de más largo aliento, que indaga en las últimas dos décadas de la trayectoria organizacional e identitaria de la Unión Cívica Radical (UCR) de la provincia de Córdoba. En este trabajo en particular analizamos la dinámica interna de la UCR cordobesa inmediatamente después de su derrota ante una coalición liderada por el justicialista José Manuel De la Sota, denominada Unión por Córdoba (UpC), en las elecciones pro vinciales de 1998, hasta la presentación electoral en los comicios regiona les de junio de 2003. Realizamos este trabajo a partir de datos recabados en la prensa local y entrevistas con dirigentes partidarios de diversas líneas internas, bajo una doble clave de lectura, a la vez local e histórica. La cuestión local se relaciona con la territorialización de la vida política argen tina: los entornos municipales o provinciales establecen un marco institucional y simbólico que condiciona parcialmente a los actores políti cos locales, e impide considerar a lo local como mero reflejo de procesos políticos a nivel nacional, regional o mundial (Abal Medina 2011, Cheresky y Annunziata 2012, Cherny y Vommaro 2005, Mauro, Ortiz de Rosas y Paratz 2016). La dimensión histórica tiene que ver con la necesidad de contextualizar los procesos políticos contemporáneos, es decir, dar cuenta del carácter relativamente estructurado de los escenarios locales como re sultado parcial de la encarnación de ciertos discursos, de modo singular y conflictivo, por parte de actores socio-políticos puntuales. De este modo, aquí apuntamos a un análisis del radicalismo cordobés actual como parte de una trayectoria en construcción que podemos estudiar desde distintos niveles. Por un lado, teniendo en cuenta la competición interna por la concentración del control de los recursos organizacionales. Por el otro, aten diendo al juego conflictivo de rearticulaciones de sentido entre múltiples y a veces antagónicas tradiciones políticas y gramáticas sociales por la defini ción del mensaje electoral del partido (Reynares 2017, Tomassini 2018).

Nuestra hipótesis general sostiene que entre 1998 y 2011 el radicalis mo cordobés atraviesa un período de fragmentación y debilitamiento par tidario que pueden comprenderse por una serie de factores concurrentes en diversos niveles de análisis y con distinta temporalidad. En primer lu gar, las transformaciones, desde las últimas décadas del siglo XX, en el formato representativo más general dentro de los regímenes democrático- liberales volatilizaron los márgenes institucionales de acción de los diri gentes partidarios (Rosanvallon 2009). En segundo lugar, se registró la declinación del voto radical en el electorado cordobés, que confluyó hacia otras ofertas partidarias cuando éstas aparecieron (Varetto 2008), tanto a nivel municipal, en 2003 y 2007, como en 2007 y 2011 en la provincia. En tercer lugar, el aumento de la preexistente conflictividad interna, que recrudeció luego de la derrota de Ramón Mestre en 1998, hizo eclosión luego de la muerte de éste en marzo de 2003, dando lugar a una crisis de liderazgo que debilitó al partido.

Dentro de este planteo amplio, a lo largo de este artículo nos interesa analizar específicamente la dinámica organizacional de la UCR cordobesa entre 1998 y 2003, presumiendo que en este período podemos observar la profundización de la conflictividad interna del partido, tanto en el nivel local como en la relación con la dirigencia a nivel nacional. Desplegaremos algunos de los eventos políticos más significativos del radicalismo cordo bés de esta etapa, distinguiendo: a. las pautas de negociación y oposición entre las subcoaliciones que competían por el control partidario y b. la relación entre la dirigencia partidaria provincial y la nacional.

En función del desarrollo de la pesquisa alcanzado hasta aquí, sosten dremos que, luego de 1998 y hasta 2003, el radicalismo cordobés tuvo grandes dificultades para constituirse en una opción político-partidaria competitiva electoralmente. Por un lado, contó con amplios márgenes de autonomía de parte de la dirigencia nacional en la resolución de la disputa intrapartidaria. Por otro lado, se intensificó el alto grado de “internismo” característico de la UCR, que en el caso cordobés había comenzado a ser más fuerte desde, al menos, principios de la década de 1990. Como vere mos, luego de 1998 la derrota de Mestre, el temprano alejamiento de Rubén Martí de la competencia electoral, y las dificultades legales que afrontaba Eduardo Angeloz dieron lugar a una ausencia de referentes loca les que fuesen capaces de estabilizar la dinámica partidaria local. Así, en un contexto de crisis de liderazgo, se dificultó la constitución de una coalición dominante y se obstaculizó la cohesión necesaria para ejercer un rol repre sentativo eficaz en sus diversos ámbitos de actuación, la arena electoral y la legislativa.

El artículo estará estructurado en cuatro apartados. En primer lugar, apuntaremos algunas de las categorías de análisis que utilizamos, dentro del marco más general de la literatura sobre partidos políticos. En segundo lugar, desarrollaremos algunos rasgos de las transformaciones en el formato representativo de las democracias liberales contemporáneas, donde pue den comprenderse algunas de las características que asumió el radicalismo local hacia fines de la década de 1990. A partir de allí, en tercer lugar, analizaremos la dinámica política organizacional de la UCR cordobesa. Finalmente, plantearemos las conclusiones provisorias para indicar los puntos a desarrollar en etapas ulteriores de la investigación.

Algunas notas teóricas para el análisis

En esta indagación hacemos uso de un lenguaje analítico que articula las dimensiones estratégica, institucional y simbólica que intervienen, a menudo de manera solapada, en los fenómenos políticos a nivel local. Para dar cuenta de la trayectoria política del radicalismo entre 1998 y 2003, analizaremos la dinámica interna de esta fuerza partidaria, poniendo el acento en los modos de interacción y las relaciones de poder que se estable cen entre las sub coaliciones que compiten por su control. Allí adquiere relevancia el entramado de redes personales, de vínculos e intercambios de recursos materiales y simbólicos, que dan vida al partido, orientando su accionar (Tomassini 2018). Más allá de las clásicas disquisiciones sobre la definición misma de lo que es un partido político, consideramos que éste tiene tres aspectos centrales, en tanto es “. una organización identificada con un nombre y una serie de significados históricos, ideológicos, identitarios y programáticos asociados con él (...) un mecanismo de resolución de problemas de cooperación, y (...) un espacio de agregación de preferen cias” (Leiras 2007: 48). Al estudiar una dinámica intrapartidaria es posi ble dar cuenta de los procesos por los que los miembros de la organización, en sus diversos niveles de compromiso con ella, lidian con los problemas de cooperación producidos por la competencia intrapartidaria. Ello en el marco de una institución atravesada por disputas que aluden a la interpre tación de la tradición partidaria, por un lado, y a la posibilidad de formu lar propuestas representativas en contextos sociopolíticos determinados, por el otro.

Indagando sobre algunos de estos aspectos, Panebianco (2009) consi dera que toda organización partidaria posee dos dimensiones analítica mente divisibles, pero intrínsecamente entrelazadas. Por un lado, las di versas sub coaliciones que compiten por el dominio de la organización partidaria distribuyen a su interior, y de manera desigual y conflictiva, incentivos organizativos que promueven la participación de los individuos en ella. Estos estímulos, si bien siempre aparecen combinados, pueden distinguirse entre selectivos (materiales y de status) y colectivos (eminen temente simbólicos). Los primeros se despliegan entre las mismas coalicio nes dirigentes de modo horizontal y los segundos entre coaliciones y afilia dos de modo vertical.

Por el otro lado, el partido se ubica en la intersección de numerosos ambientes -en particular el electoral y el legislativo- entre los que fluc túa entre el predominio de las condiciones contextuales y la adaptación a ellas. En ese marco partidario de distribución de incentivos y vinculacio nes con diversos ambientes, se configuran las zonas de incertidumbre de la organización, es decir las áreas por cuya necesaria definición compiten las diversas sub coaliciones internas. Ellas son las referidas a la propia compe tencia, la gestión de las relaciones con el entorno, las comunicaciones in ternas, las reglas formales, la financiación de la organización y el recluta miento de afiliados y dirigentes (Panebianco 2009, 1994).

Los miembros que logran el control de éstas que es acumulativo, pero al mismo tiempo está abierto a la disputa internafintegran la coalición dominante del partido (Panebianco 2009: 91). Ésta, así, acumula “recur sos organizacionales”, que pueden ser considerados en función de las rela ciones que a un mismo tiempo asume la coalición dominante hacia aden tro de la institución, con otros dirigentes y militantes, y hacia fuera, con otros partidos y ámbitos institucionales. Así, el control de las áreas de incertidumbre y de los recursos organizacionales produce una mayor co hesión partidaria, que favorece su estabilidad y capacidad de competencia e intervención pública. Mientras mayor cohesión en el control de los re cursos, mayor capacidad del partido de orientar la acción y estrategia de sus miembros, especialmente los dirigentes que disputan la conformación de coaliciones dominantes.

En función de estas categorías, entendemos que la derrota de Mestre en los comicios provinciales de 1998 debilitó a su corriente interna, la más numerosa dentro del partido y con más amplia presencia territorial a tra vés de la dirección de comités partidarios. El alejamiento de los dirigentes más importantes de la UCR de ese núcleo supuso una fragmentación en el control de los recursos organizacionales. Aunque la mestrista Corriente de Integración siguió siendo la agrupación interna con mayor número de afiliados, la figura pública de Rubén Martí como último intendente radi cal de la ciudad de Córdoba lo colocaba como potencial candidato a go bernador en 2003 e instauraba un “doble comando” fáctico en la dirigencia radical. A ello, veremos con mayor profundidad, se agregaba la existencia de coaliciones en competencia lideradas por Mario Negri y Carlos Becerra. En síntesis, durante el período analizado aumentó la competencia interna por el control de recursos en el marco de las derrotas locales que alejaron al radicalismo de las oportunidades brindadas por control del aparato estatal.

Ante los posibles conflictos en el intercambio entre sub coaliciones en competencia interna, hay diversos mecanismos de resolución que van des de la solidaridad grupal a nivel local, hasta las reglas, ya sea formales o informales, con las que el partido resuelve las disputas (Leiras 2007). En este punto, como podremos observar a lo largo del artículo, las disputas entre sub coaliciones dentro del radicalismo alcanzaron tal grado de con flicto, que dificultaron la cohesión necesaria para la presentación electoral con un mensaje unificado y la movilización de la estructura partidaria. La definición de las candidaturas durante el período mediante elecciones in ternas fue una constante que se insertaba en la tradición radical, aunque ello marcó el escenario de una disminución de la participación de afilia dos, así como un debilitamiento general de la actividad partidaria.

Transformaciones partidarias en contextos subnacionales

Es una opinión extensamente compartida que los partidos han sufrido una mutación integral en su rol y funcionamiento, tanto como organiza ciones que regulan relaciones entre individuos y grupos en torno a ciertos objetivos (electorales, gubernamentales, legislativos), y como plataformas de producción de interpretaciones políticas con que imputar de sentido a los fenómenos sociales contemporáneos (Rosanvallon 2009, Panebianco 2009, Katz y Mair 1995, Abal Medina 2009, Cheresky 2006, Mustapic 2002). Personalización, debilitamiento ideológico, territorialización, frag mentación son algunos de los términos utilizados para dar cuenta de estos cambios, en contraste con un estereotipo de partido de masas típico de las democracias liberales europeas hasta aproximadamente la década de 1970. En este marco de transformaciones, los partidos proveen escasas referencias sólidas con que estructurar la competencia interna para resolver el control de los recursos organizacionales, lo que deviene en un aumento de la conflictividad intrapartidaria. Al mismo tiempo, se acentúa la volatilidad electoral como un rasgo contemporáneo de la ciudadanía. Los partidos han probado ser progresivamente menos capaces de conformar una narra tiva política persistente, relacionada con demandas sociales de ciertos sec tores del electorado. En términos generales, estos dos rasgos se condensa ron en lo que se denominó una “crisis de representatividad” (Rinesi y Vommaro 2007) donde se arriesga una de las funciones básicas que la literatura partidológica ha asignado a los partidos políticos: la capacidad de estas instituciones de agregar y canalizar intereses y reclamos de la ciu dadanía hacia las esferas gubernamentales o legislativas dentro del Estado.

Más allá de esta caracterización generalizada y compartida, nos interesa rescatar que este proceso de “crisis de representatividad” se arraiga en una dinámica global integral, que involucra transformaciones de más amplio alcance. La metamorfosis de los partidos está sobredeterminada1 por el advenimiento y consolidación de una gubernamentalidad neoliberal, donde los procesos de producción se deslindan progresivamente de los marcos territoriales del Estado moderno, se flexibiliza el flujo de capitales y se satura el espacio simbólico de información (Zizek 2005). La confluencia de estos procesos pulveriza el principio de soberanía a la base de la legiti mación del Estado moderno, lo que conlleva una disminución en la “la capacidad de integración social y representación política y funcional de las estructuras formales de los sistemas políticos nacionales: partidos y sindi catos” (Pérez y Natalucci 2012: 13).

La crisis de representatividad partidaria es un síntoma de las transfor maciones integrales en el escenario político mundial, lo que no supone la desaparición de los partidos sino su reconfiguración en búsqueda de nue vas prácticas de legitimación. Las categorías de “legitimidad por proximi dad” (Rosanvallon 2009), o de “representación por proximidad” (Annunziata 2013), son ejemplos de los desplazamientos en el formato representativo contemporáneo que conlleva implicancias dentro de los partidos. La definición de los candidatos depende menos de las dinámicas partidarias (por ejemplo, las trayectorias particulares dentro de la institu ción, la ocupación de cargos internos) que de la capacidad personal de los dirigentes para entablar vínculos empáticos con los afiliados y la ciudada nía en general. Como escribe Rosanvallon (2009: 255), en un mundo de la información continua, de la transparencia gene ralizada, el tiempo de la acción política tiende a licuarse, se vuelve cada vez más volátil, destruido por una exigencia social de inmedia tez que se fortalece tanto más en la medida en que se alimenta con una sensación de exasperación e impotencia ante un mundo que se siente como opaco.

Ante ello, la solución pasa por fortalecer la legitimidad-capital del pro cedimiento: “economía de la reputación, por el lado de los gobernantes, y la economía de la autoestima, por parte de los ciudadanos, conforman así positivamente un sistema” (Rosanvallon 2009: 256). Como veremos más adelante, estos rasgos de la metamorfosis partidaria remarcan la importan cia de los dirigentes con una imagen pública positiva entre el electorado, como era el caso de Martí en el radicalismo cordobés, aun cuando su con trol del resto de los recursos organizacionales sea escaso o fragmentario.

Estos cambios del formato representativo, a menudo comprendidos bajo las categorías de post-ideología y personalización de la política, evi dencian algunos de los modos novedosos de construcción subjetiva bajo el neoliberalismo (Alemán 2016). El desencanto con las instituciones tradi cionales de la política democrática-liberal se relaciona con la caída de los grandes relatos que ordenaron la experiencia subjetiva moderna, y con un debilitamiento generalizado de las figuras de autoridad como instancias de identificación y proyección. Así, los partidos han dejado progresivamente de ser referencias sólidas de adscripción electoral e instancias de produc ción simbólica que disputaba la interpretación de las principales proble máticas comunitarias.

En este marco de cambios generales, es posible comprender el debilita miento de los partidos tradicionales y un mayor nivel de fluctuación elec toral, con resultados ambivalentes para los partidos en competencia. Por un lado, esto dota de mayor autonomía a los niveles locales de las organi zaciones partidarias, aunque, por el otro, multiplica los ámbitos de com petencia y disputa entre coaliciones internas. Si bien esta nueva dinámica política afecta a todos los partidos tradicionales, la Unión Cívica Radical ha visto resentido, en términos nacionales, su número de votos durante los últimos años del siglo XX en mayor medida que el peronismo (Torre 2003, Levitsky 2005).

Entre 1983 y 1998, el gobierno provincial de Córdoba estuvo en ma nos de sus dos principales dirigentes, Eduardo Angeloz y Ramón B. Mestre (Closa 2010, Philp 2004, Carrizo 2000, La Serna 2001). La creciente conflictividad interna entre estos líderes y las coaliciones que los rodeaban fue el escenario de la erosión constante de su caudal de votos a nivel pro vincial desde el retorno democrático, hasta que en 1998 el radicalismo perdió la gobernación a manos de una alianza -Unión por Córdoba- encabezada por el Partido Justicialista (PJ) local (Panero y Varetto 2008)2. Teniendo en cuenta el período 1983-2003, además de la progresiva pérdi da de caudal electoral, la UCR de Córdoba se caracterizó por una menor capacidad para desarrollar alianzas con partidos menores locales y por una alta volatilidad en los resultados entre uno y otro comicio, especialmente en el caso de la capital cordobesa. Ello permite inferir que el electorado radical ha sido más propenso a “votar de acuerdo a lo que consideren en juego en cada elección y al candidato que presente en la misma” (Panero y Varetto 2008: 92). La debilidad de un voto clasista se arraigaría en la tradi ción radical de interpelar a un votante difuso, sin marcas sociales explícitas.

Algunas conclusiones similares se recogen en un estudio enfocado en el electorado de la Ciudad de Buenos Aires que ha analizado la desvincula ción de los votantes de clase media fieles al radicalismo a partir de una multiplicidad de factores (Obradovich 2016). Según este autor, los cam bios estructurales de la sociedad argentina iniciados en los 80 -globalización, apertura económica, y emergencia de nuevas profesiones- modificaron los modos de vida de esas clases medias. Ello dio lugar a una nueva cultura política en cuyo marco se transformaron los esquemas interpretativos de esos votantes, que aumentaron su crítica a la UCR y retiraron su apoyo recurrente. Los indicadores de ese cambio de esquema interpretativo se conjugan, según el autor, en el debilitamiento del vínculo que aquellos electores fieles de clase media establecían entre el apoyo al partido y las nociones de “progreso social” y “defensa de la presencia estatal”, así como en la disolución del enfrentamiento peronismo-antiperonismo que había estructurado el escenario político de las últimas décadas. Si bien no nos es posible retomar punto por punto las conclusiones de Obradovich al caso cordobés sin datos similares para este territorio, su análisis ofrece algunas pistas que, cotejadas con las conclusiones de Panero y Varetto (2008) re cién mencionadas, nos dan una noción general del contexto en que la UCR de Córdoba profundizó la conflictividad interna y debilitó su orga nización luego de 1998. En lo que sigue analizaremos la dinámica interna del radicalismo cordobés a la luz de los procesos concurrentes que hemos esbozado aquí.

La dinámica organizacional del radicalismo cordobés

El análisis que realizamos de la dinámica intrapartidaria del radicalis mo cordobés en el período crítico comprendido entre 1998 y 2003 puede ordenarse en función de dos regularidades, entrelazadas, que se compren den en un período más amplio de su trayectoria política. En primer lugar, la característica central que observamos en el período es la profundización de la disputa interna entre sub-coaliciones que competían por el control de los recursos organizacionales. Este fenómeno era conocido por los pro pios dirigentes y militantes del radicalismo como “internismo”, y se consi deraba como parte de la dinámica de la organización partidaria, aunque se había acentuado desde principios de los noventa, cuando Mestre disputó la candidatura a la gobernación con Angeloz en 1991. En segundo lugar, una marca de la UCR local ha sido la dificultad para conformar un esque ma de alianzas con otros actores partidarios, a nivel provincial y en línea con las estrategias electorales del radicalismo nacional, que lo configuren como un actor político-partidario competitivo.

IV.a. Las dificultades de la cohesión partidaria

Fracturas tras la derrota

La dinámica partidaria del radicalismo desde 1998 se inscribe en una trayectoria organizacional de larga data, marcada por el enfrentamiento de sus líneas internas por el control del partido y la definición de las principa les candidaturas. En líneas generales, un dirigente alfonsinista cordobés caracteriza su propio accionar a lo largo de la trayectoria del radicalismo provincial como signado por el “internismo”: “Nosotros vivimos de inter nas, hacemos un culto de las internas” (Entrevistado N° 2)3.

La temporalidad del enfrentamiento interno recibe diferentes interpre taciones. Algunos de los entrevistados datan el recrudecimiento del internismo hacia principios de los 90, cuando se enfrenta Angeloz y Mestre por la candidatura a gobernador provincial. Este rasgo parece haberse con tenido durante los gobiernos de Angeloz debido a su capacidad para arti cular y contener a las diferentes líneas partidarias: “Angeloz era un hombre del partido, los tenía a todos adentro por eso era invencible. Tal es así que no perdió nunca ninguna interna” (Entrevistado N° 1). No obstante, el ascenso del sector liderado por Mestre en la primera mitad de la década de los 90 implicó mayor disputa interna: “después del tercer gobierno de Angeloz y el gobierno de Mestre (...) el radicalismo ya estaba en una pro funda crisis, una grieta muy profunda internamente entre lo que fue el angelocismo y el mestrismo, y a partir de ahí, yo creo que no nos hemos recuperado.” (Entrevistado N° 1)4.

Esta confrontación se evidenció también a finales de 1998. Se celebró una interna en octubre de ese año, donde se enfrentaron la fórmula Mestre- Abella por el mestrismo y Grosso-Capdevila en una alianza entre el angelocismo y el alfonsinismo. La asistencia de afiliados fue escasa y los resultados fueron relativamente parejos, con un 60 % de los votos para el binomio oficialista (La Voz del Interior [LVI] 19/10/1998). Uno de los entrevistados recuerda que en los meses previos a la elección provincial de 1998 “... el partido tampoco estuvo a la altura de las circunstancias, plan teó cuarenta días antes de la elección una interna salvaje, sangrienta, agre siva. las internas son buenas cuando se discuten ideas, propuestas, no cuando se ensucia, se chicanea. y la verdad es que fue una interna des agradable.” (Entrevistado N° 5).

En este marco de creciente tensión interna, al momento de la derrota del entonces gobernador radical, Mestre, se contaban tres núcleos dirigenciales de importancia: el “Pacto de las M” (P-M), la Línea Federal (LF) liderada por Angeloz y el alfonsinista Movimiento para la Democra cia Social (MODESO). El primero era un acuerdo entre los dirigentes, y sus espacios de militancia, que ocupaban los principales cargos ejecutivos y legislativos: Ramón Mestre, Rubén Martí (intendente de Córdoba), Luis Molinari Romero (senador nacional) y Mario Negri (diputado nacional). El “Pacto” se realizó luego de la victoria de Mestre, en la segunda mitad de 1995, para consolidar su posición hacia dentro del partido (LVI 22/11/ 1999). En términos generales, la Corriente para la Integración encabezada por Mestre era el sector mayoritario.

La Línea Federal era dirigida por Angeloz y se había constituido en dominante durante sus gestiones provinciales. Era la continuidad de la Línea Córdoba, con una larga trayectoria desde mediados del siglo XX. Sus propios miembros la definen como la tendencia

... que toma la vertiente histórica del partido, la continuidad con algunos matices del pensamiento de Sabattini, de Arturo Illía, de Del Castillo, y después con las gestiones de Angeloz me parece que asume un perfil netamente popular (...) O sea, popular, social, y después. un radicalismo protagonista del quehacer político en Córdoba, con vocación de poder y que disputaba territorio y po der. (Entrevistado N° 1)5.

Sin embargo, un procesamiento judicial sobre Angeloz por enriqueci miento ilícito debilitó la estructura del sector. Aunque fue absuelto en octubre de 1998, su figura quedó marcada por la sospecha de corrupción y redujo notablemente su participación pública (LVI 10/01/1999). Otros dirigentes como Edgardo Grosso (ex vicegobernador en los períodos 1983 1987 y 1991-1995), Fernando Montoya y Eduardo Capdevila ocuparon puestos secundarios en la LF (LVI 28/05/1999).

Por su parte, el MODESO reunía a los dirigentes y afiliados cercanos a la figura de Alfonsín, que habían logrado gran visibilidad y participación juvenil durante su administración, en los ochenta, bajo la ascendencia local de Carlos Becerra, quien había sido diputado nacional y luego secre tario general de la Presidencia entre 1986 y 1989. Una autopercepción de estas disputas, puede observarse en un fragmento de una de las entrevistas:

“Los que le damos bola a la cuestión ideológica somos los alfonsinistas (...) El mestrismo y el angelocismo son más territoriales, sin dar mayor importancia a la discusión política: afiliar gente, juntar votos, ganar internas y crear poder desde la fricción política interna. Siempre nos chicanean los mestristas y los angelocistas ‘ustedes nos ganan en los debates, en los congresos, pero no nos ganan nunca una elección’. Algo de eso hay, mucho de eso hay” (Entrevistado N° 2).

Dentro del P-M, la Corriente para la Integración, agrupación liderada por Mestre, era mayoritaria en cantidad de dirigentes y militantes, tanto en número como en extensión territorial. Uno de los entrevistados subra yaba que, en la disputa contra la Línea Federal, la fuerza electoral del mestrismo se basaba en el mayor número de afiliados, expresado en la figura de la “quinta ficha”. Ésta señalaba la adscripción del afiliado a la Corriente de Integración:

“Nosotros, cuando fue candidato a gobernador Mestre inunda mos la Secretaría Electoral del partido, de la Casa Radical, con quintas fichas. ¿Qué es la quinta ficha? Para vos afiliarte, llenás cuatro fichas, la quinta ficha era roja. Esa nos la quedábamos nosotros, porque era afiliado al partido y al mestrismo (...) a nuestro movimiento. Cuando íbamos a hacer la interna [que definió a Mestre como candidato radical al gobierno provincial en 1995, N. de los A.], el angelocismo tenía el aparato y si no teníamos más fichas, más afiliados, era impo sible que doblegáramos todo el interior que era una masa compacta. Nosotros para ganarlo, teníamos que meter fichas, y eso es lo que hicimos, con las fichas ganamos la interna (Entrevistado N° 3).

Otro entrevistado consideraba que la expansión en afiliados y presencia territorial era una característica del mestrismo:

“El radicalismo en términos generales siempre buscó crecer, y dentro del radicalismo, el mestrismo siempre buscó crecer. Todo el tiempo, hasta el día de hoy, buscamos sumar, sumar, sumar (...) gente que no participa del partido, y dentro del partido, engrosar las filas de los que entendemos que la referencia tiene que ver con Ramón Mestre (...) a diferencia de otros que se proponen ser pocos, nosotros nos proponemos ser muchos, históricamente ha sido, con lo problemas que eso implica. cada vez más hombres, cada vez más mujeres...” (Entrevistado N°5)

Por su parte, Martí transitaba el final de su segundo período de admi nistración municipal capitalina y contaba con altos niveles de aceptación pública. Sin embargo, sólo manejaba un aparato partidario en la Capital y con escasa organización, centralizado en su persona: “Martí adquiere visi bilidad porque fue un muy buen intendente sucesor, pero tenía proyecto personal, no era Mestre, no era Angeloz, él decía que era el más peronista de los radicales” (Entrevistado N° 1). Otro dirigente lo caracterizaba en términos similares:

“... era muy popular, pero al mismo tiempo muy inorgánico (...) tenía mucho liderazgo popular, mucha dirigencia barrial, poco formada ideoló gicamente, pero sí juntavotos, traía gente de los evangélicos, de los peronistas, eran los ‘peronistas de Martí’, y en todos los actos de Martí estaba la bandera con la “V” del peronismo (...) era poco radical en ese sentido, y para la dirigencia del radicalismo, fundamentalmente la cuestión inorgánica le hacía ruido” (Entrevistado N° 2).

La alta imagen positiva de Martí sin un correlato territorial contrastaba con el decaído perfil electoral de Mestre, quien contaba con una densa red de dirigentes en todo el territorio que le aseguraba la mayoría en las internas partidarias. A ello se sumaba la complicada situación judicial de Angeloz, por lo que ausentes o debilitados los líderes que contenían a las diversas subcoaliciones, se evidenció una mayor disgregación. Ello implicó una dis persión del control de los recursos organizacionales que atentó contra la ca pacidad de definición del radicalismo en la etapa estudiada. En efecto, du rante los meses inmediatamente posteriores a la derrota general de 1998, la coalición dominante nucleada en el P-M se debilitó progresivamente6. Ante Uno de los efectos más rápidos y visibles de la derrota de Mestre en 1998 fue la renuncia del presidente del Comité Provincia, Javier Trettel Meyer, quien dejó su

la inminencia de las elecciones de la segunda mitad de 1999 (la municipal capitalina y las legislativas, tanto provinciales como nacionales), las autorida des partidarias convocaron a dos elecciones internas: el 1° de agosto para designar el candidato a Intendente de la Ciudad de Córdoba y el 15 de agosto para los competidores en las legislativas. La conformación de la lista de precandidatos parlamentarios en el P-M provocó un desprendimiento en la coalición dominante: Molinari Romero, que no fue incluido en la nómina para diputados nacionales, se retiró del P-M (LVI17/07/1999).

Sin embargo, esta coalición dominante aún fue capaz de imponerse en la nominación de las postulaciones. En las internas para definir el candida to a Intendente de la Ciudad de Córdoba, se enfrentaron Negri, por el P- M y Fernando Montoya por la LF (LVI23/05/1999). El abrumador triunfo de Negri, ante el que Montoya no llegó al 25 por ciento de los votos, agilizó el acuerdo entre todas las posiciones para una lista única de candi datos legislativos provinciales y nacionales, con predominio mestrista (LVI 02/08/1999). El primer candidato a diputado provincial fue ocupado por Oscar Aguad, ex ministro y hombre de confianza de Mestre. Y entre los primeros puestos para diputados nacionales (era factible que ingresen cua tro diputados por el radicalismo), se anotaron a dirigentes mestristas como Alejandro Balián y Teresa Foglia. Esta digitación de las candidaturas fue criticada por el sector de Martí (LVI 05/09/1999).

En los comicios para la intendencia de Córdoba, y tras largas discusio nes en torno a la posibilidad frentista, se definió una fórmula aliancista compuesta por el candidato radical, Negri, y el líder del Frente Grande local, principal componente del Frepaso, Horacio Viqueira. Esta fue la única elección ejecutiva en que el radicalismo local conformó la Alianza*7.

En dicha elección, la candidatura aliancista fue superada por 5 puntos por la fórmula de Unión por Córdoba, formada por el entonces vicegobernador y dirigente de la Ucedé, Germán Kammerath y el justicialista Adán Fernández Limia. La derrota se amplió a las legislativas provinciales en Diputados por el mismo margen, aunque los resultados en Senadores, en los 13 departamentos que se disputaban, le permitieron mantener la ma yoría en dicha Cámara. Las derrotas electorales intensificaron las disputas internas de la coalición dominante, hasta fracturarse a fines de 1999 me diante una alianza entre el sector “martíista” y la LF para que Alfredo Blanco, presidente del Concejo Deliberante durante la gestión de Martí, ocupe la jefatura del Bloque de Diputados de la Legislatura Provincial, relegando al legislador mestrista Aguad (LVI16/11/1999).

La disolución de la coalición dominante del P-M profundizó la frag mentación partidaria. Para contrarrestar esta situación, durante los prime ros meses del año 2000 Mestre firmó el conocido como “Pacto de las Tejas” con el gobernador De la Sota. Este acuerdo fue hecho a título personal hacia fines de febrero de ese año, y se comprometía a promover la reforma del Estado planteada por el gobierno provincial. Así, Mestre buscaba con solidar su liderazgo en el aparato partidario, emergiendo como el único interlocutor válido del radicalismo opositor en la provincia (Navarro 2001). Lejos de ello, Mestre fue duramente criticado por el resto de las líneas internas. Incluso, los legisladores no apoyaron en bloque la reforma esta tal, que debió ser modificada para su tratamiento legislativo (Navarro 2001, LVI 23/03/2000). El Pacto de las Tejas resultó infructuoso para reunir al radicalismo bajo la conducción del mestrismo, evidenciando subordina ción y fragilidad de la autoridad partidaria, ya que visibilizó la falta de iniciativa del presidente del Comité Provincial en tanto portavoz del parti do ante el gobierno provincial (LVI 28/02/2000). En este contexto se intensificaron las disputas internas.

Reconfiguraciones ante la crisis

Durante 2000, en paralelo a una sucesiva prórroga de las internas que designaría a las autoridades partidarias, que finalmente se dispuso para la primera mitad de 2001, se produjo un realineamiento de las posiciones intrapartidarias respecto del anterior enfrentamiento entre el P-M, la LF y el MODESO. En este caso, las subcoaliciones no dependían de enfrentamientos entre los tradicionales líderes, como Mestre, Martí, Bece rra o Angeloz. Estos cuatro dirigentes pretendieron componer una nueva coalición dominante al aliarse en la Comisión de Acción Política (CAP), que serviría de apoyo a la conducción partidaria de Conde (LVI 02/04, LVI 28/06, LVI 29/08). Se cristalizaba así el esquema de conducción del radicalismo cordobés, subordinando la autoridad partidaria a los líderes de las tradicionales líneas internas. Estos buscaban concentrar el control de la normativa y autoridad partidaria, además de integrar a la línea mayo- ritaria del mestrismo. Por su parte, el denominado Foro de Pensamiento Radical (FPR) reunió a dirigentes más jóvenes y segundas líneas de las huestes de los viejos jefes partidarios, como Negri y Molinari Romero (del P-M), Leyba de Martí y Blanco (cercanos al exintendente Martí) y Capdevila (proveniente de la LF) (LVI 10/08/2000). De este modo, el FPR aludía a la necesidad de renovar al partido y sus modos de conduc ción, introduciendo una nueva clave generacional en la disputa (LVI 25/ 02/2001).

La profundización del debate interno en el marco de esta reconfiguración continuó explícitamente en 2001. La resolución de las candidaturas para las elecciones legislativas de octubre de ese año, y la definición de las auto ridades partidarias (las vigentes tenían mandato vencido desde 1999) fue ron a través de internas celebradas el 25 de marzo. Luego de desarrolladas “asambleas primarias” en todas las circunscripciones para nominar a los candidatos (LVI 13/02/2001), se presentaron dos listas para disputar to dos los cargos, excepto el de Senador Nacional, donde tanto la CAP como el FPR apoyaron la candidatura de Martí (LVI 24/02/2001).

Lejos de consolidar la coalición dominante, la paridad de los resultados de las elecciones internas del 25 de marzo -56 por ciento a 44 por ciento a favor de la CAP- tensó aún más el reparto de los escasos cargos y posi ciones expectables (LVI28/03/2001). Ante lo parejo de los resultados, y la falta de acuerdo sobre el criterio para determinar el número de cargos para cada lista, los nombres de los candidatos terminaron siendo decidido en la Justicia Electoral Federal8. Por otro lado, la CAP monopolizó el control de las autoridades partidarias. Miguel Nicolás asumió como presidente del Comité Provincial (LVI 22/05/2001: 16). Este dirigente era legislador provincial por el mestrismo y contaba con una fuerte ascendencia entre los afiliados del distrito Capital9.

La creciente conflictividad entre las subcoaliciones se evidenció en el modo en que la UCR local enfrentó las elecciones de ese año. En la primera, reali zada para definir Convencionales Constituyentes10, la UCR presentó una sola lista de candidatos, ordenada por Mestre y Nicolás y encabezada por el senador provincial, Martín Ambort. No obstante, la mayoría de los sectores internos no contribuyeron al armado ni participaron de la campaña que estuvo dominada por la apatía de los afiliados y militantes (La Mañana de Córdoba [LMC] 10/08/2001: 28, LMC 31/08/2001: 2). Los resultados marcaron la peor derrota de la UCR local, sin alcanzar el 25 por ciento de los votos, y fue el escenario de nuevas críticas cruzadas entre el FPR y las autori dades partidarias (LVI 03/09/2001: 5A, LVI 09/09/2001: 4A).

La segunda derrota fue en las legislativas de octubre. Los principales candidatos fueron Martí y Montoya, para el Senado y la Cámara de Dipu tados, respectivamente. En este caso, los resultados negativos abarcaron toda la provincia, con excepción del Departamento Capital, lo que preser vó la figura del ex intendente Martí como el dirigente con mejor acepta ción en el radicalismo (LMC 15/10/2001: 2). En general, y ante la falta de cohesión partidaria, Martí y Mestre se mantuvieron como los referentes radicales, en el contexto de la profundización de la crisis en diciembre de 200111. El primero, además de su alta aceptación pública, cobró relevan cia por su llegada al Senado Nacional como representante por la minoría, mientras que el segundo ocupaba el Ministerio del Interior desde abril de ese año y todavía mantenía el control de la organización partidaria.

Los sucesos de diciembre de 2001 habían puesto en evidencia la inca pacidad de la dirigencia político-partidaria en general, y del radicalismo en particular, para constituir un lazo representativo eficaz. Los meses si guientes a la renuncia de De la Rúa al gobierno nacional estuvieron carac terizados por la profundización de la inestabilidad partidaria dentro de la UCR y expresiones de descontento por parte de militantes y, más en gene ral, del electorado (LMC 11/02/2002: 11; LMC 11/03/2002: 10). Martí, alegando problemas de salud, se retiró de la escena pública por algunas semanas y dilató la definición de su candidatura a la gobernación, condicionándola a la situación nacional o a la unificación partidaria (LVI 12/11/2002). Ante ese escenario, Mestre, en su calidad de líder de la aún mayoritaria Corriente de Integración, planteaba que pensaba postularse si Martí desistía. Para fines del año, se vislumbraba un escenario marcado por estas dos candidaturas: Martí poseía la más alta aceptación entre el electorado, mientras que Mestre mantenía el control partidario y territorial (LVI 05/10/2002: 2A).

Crisis de liderazgo y declive electoral

Esta situación cambió drásticamente a principios de 2003. A la profundización de las disputas entre las subcoaliciones partidarias y el des gaste generalizado del vínculo representativo entre el radicalismo y su elec torado, se sumó en 2003 una crisis de liderazgo provocada por el aleja miento o la desaparición de sus dos principales figuras. Luego de la renun cia de Martí a competir por la gobernación alegando razones de salud, Mestre lanzó su candidatura. Sin embargo, en el mes de marzo falleció luego de una breve internación con un grave cuadro de complicaciones hepáticas (LVI 06/06/2003). La muerte de Mestre y la decisión de Martí de dar un paso al costado generaron una crisis de liderazgo que profundizó los conflictos que atravesaba internamente la UCR provincial.

Esta crisis de liderazgo produjo además reconfiguraciones en la coali ción dominante del partido y el desafío de la estabilidad de las jerarquías internas. En ausencia del líder, el control de las principales zonas de incer tidumbre debió negociarse entre el resto de las líneas internas. Nicolás, en su carácter de presidente del Comité Provincia, convocó en este contexto a los principales referentes partidarios -entre ellos, Martí, Angeloz, Negri, Molinari Romero, Montoya y Becerra- con el objetivo de definir la estra tegia ante la cercanía de los comicios (LVI 16/03/2003).

A diferencia de Angeloz -quien se mostraba reacio a una estrategia coalicionista con otros espacios-, Negri mantenía una postura frentista compartida por el entonces titular del partido y el mestrismo. Nicolás proponía una ronda de diálogos con todos los partidos de la oposición para integrar un frente que se opusiera a la oficialista Unión por Córdoba. El dirigente declaraba en La Voz del Interior. “Hablaremos con todos los par tidos de la oposición, con Recrear, con la Ucedé, con el ARI, con los vecinalistas...” (LVI 17/03/2003).

Por su parte, Martí apuntaba a Aguad como posible candidato a la gobernación cordobesa, quien también contaba con apoyo de un sector del mestrismo que lo consideraba, en función de su estrecha cercanía con Mestre a lo largo de su trayectoria personal, como heredero del desapareci do líder radical. Con el Comité Provincia de UCR en estado de sesión permanente, la candidatura de Aguad sumó además el apoyo de algunos sectores angelocistas. Finalmente, la fórmula quedó secundada por Benig no Rins, dirigente radical riocuartense.

Finalmente, el entonces gobernador por Unión por Córdoba, De la Sota, ganó los comicios alcanzando el 51, 83 por ciento de los votos contra un 37, 24 por ciento obtenido por Aguad. Esta derrota agudizó la crisis interna del radicalismo con vistas a la elección municipal cordobesa y las legislativas nacionales, convocadas para el mes de agosto. Las diferentes líneas compitieron en este contexto por el dominio de la coalición domi nante que, ante la crisis de liderazgo, comenzaba a sufrir los impactos de una posible reconfiguración. Acentuando aún más la dinámica organizacional que venimos caracterizando, las disputas intrapartidarias minaron la cohesión de la organización en términos globales, y por ende sus perspectivas en la competencia electoral tanto a nivel ejecutivo como legislativo.

Respecto a la candidatura a intendente, a partir de un nuevo reordenamiento de las subcoaliciones partidarias, se perfilaron cuatro precandidatos: Montoya (en alianza con MODESO), Guillermo Irós (por el mestrismo, la LF y el sector de Negri), y a nivel personal, los dirigentes Miguel Ortiz Pellegrini y Francisco Delich. A partir de una serie de negociaciones, las primeras subcoaliciones acordaron una lista única con Montoya como can didato a Intendente. No obstante, y a pesar de la presión que ejerció la mesa del Congreso partidario para la definición de una lista de unidad, ello no impidió que se presenten los otros dos precandidatos, Ortiz Pellegrini y Delich. Sin embargo, en el día de la interna se suspendieron los comicios por una bajísima concurrencia fomentada por las propias au toridades partidarias. Ante ello, los postulantes denunciaron que el oficialismo partidario impidió una votación normal y retiraron sus listas. Finalmente, el Comité Provincia designó una lista de “consenso”, encabezada por Molinari Romero - Irós, con el apoyo de Martí (LVI 15/08/2003).

De esta manera, la UCR llegó a la elección municipal, celebrada en septiembre de 2003, con una lista de consenso, pero con un clima de tensión interna que fragmentó aún más al espacio político. Además de la debilidad interna, en esta elección el radicalismo enfrentó a un actor polí tico emergente, el Partido Nuevo liderado por Luis Juez, que se presentaba como una alternativa ante la crisis de los partidos tradicionales (Tomassini 2018). Si bien Juez no era nuevo en política -fue un dirigente de la Juventud Peronista y luego afiliado al PJ Capital desde mediados de los 80-, supo representar la fuerte demanda de renovación de la clase políti ca. Sus denuncias desde la Fiscalía Anticorrupción provincial hacia funcio narios de su propio partido (en ese momento, la gobernante Unión por Córdoba) y un discurso vinculado a la transparencia lo posicionaron frente a un proceso de descreimiento generalizado hacia la política y los partidos políticos. En un contexto de fragmentación, donde se presentaron 16 fór mulas para el ejecutivo municipal, Juez fue electo con el 62 por ciento de los votos. Por su parte, el reducido caudal de votos de la UCR, un magro 8,21 por ciento, dejó traslucir no sólo el proceso de desgaste que atravesa ba al centenario partido sino también la ausencia de un apoyo conjunto de las líneas internas en favor de su propio candidato.

En este contexto de emergencia de una nueva fuerza, Juez comenzó a profundizar un discurso opositor a los partidos tradicionales y hacia el sistema bipartidista que había caracterizado a la provincia de Córdoba. La aparición del juecismo implicó la transformación del sistema de partidos tanto de la capital como de la provincia, teniendo como principal conse cuencia el debilitamiento del radicalismo cordobés (Panero y Varetto 2008). En los años siguientes, el juecismo se convirtió en el principal adversario político del entonces gobernador De la Sota, desplazando el rol histórico del radicalismo como protagonista del sistema bipartidista en la provincia de Córdoba (Tomassini 2018)12. A la escasa representación obtenida en el Concejo Deliberante por el radicalismo, se sumaba el hecho de que Unión por Córdoba logró una victoria clave en la contienda parlamentaria, donde ganó en casi todo el interior provincial y mantuvo un piso importante en la Capital con lo cual logró el primer lugar en el tramo de legisladores provinciales (LVI 8/10/2003).

Los resultados de 2003 profundizaron la crisis de liderazgo del radica lismo cordobés, siendo oposición provincial y desplazada por una nueva expresión partidaria que había logrado, al menos transitoriamente, canali zar las demandas de renovación dirigencial y mayor transparencia pública. Uno de los entrevistados rememora aquellos momentos: “la crisis fue muy profunda y al estar en una fuerte interna con sus dos líderes muy fuertes: Angeloz por un lado, cuestionado en sede judicial y después Ramón Mestre con una gobernación muy rígida en algunos aspectos y después su enfer medad... nos dejaron, si se quiere, un poco huérfanos.” (Entrevistado N° 1).

Este debilitamiento en términos electorales, sumado a la crisis de liderazgo por desaparición física, judicialización, o decisión personal de los principales referentes, no logró articular y concentrar en una figura central que canalizara las tensiones dentro de la coalición dominante. Podemos afirmar entonces, que esta crisis de liderazgo se tradujo en el debilitamien to de la estructura partidaria en general que agudizó el internismo, como lo planteaba uno de los entrevistados: “La desaparición de los líderes hace también que se multipliquen los candidatos” (Entrevistado N° 3).

IV.b. El debate interno en torno a la estrategia aliancista

Las dificultades en la estabilidad organizativa durante todo el período, luego de la disolución del Pacto de las M y los diversos realineamientos, se acompañaron de grandes dificultades para entablar coaliciones con otros partidos, tanto a nivel local como en línea con las disposiciones en la Na ción. Lo primero puede observarse en las dificultades que conllevó la con formación de la Alianza en Córdoba. Lo segundo queda en evidencia en las tensiones que las estrategias a nivel provincial provocaron con las disputas a nivel nacional.

La profundización de la disputa y la fragmentación intrapartidaria lo cal ocurrió en el marco de la experiencia nacional de la Alianza. Esta coali ción se produjo entre la UCR y el Frente País Solidario (FREPASO)13, a partir, sobre todo, de las iniciativas de algunos de sus principales líderes partidarios, como Fernando De la Rúa, por la UCR y Carlos “Chacho” Álvarez y Graciela Fernández Meijide, por el Frepaso (Bonnet 2008,

Pucciarelli y Castellani 2014). No obstante, esta alianza no fue capaz de integrar los distintos niveles de la organización de cada uno de los partidos intervinientes, por lo que su grado de injerencia fuera del ámbito central fue escasa (Obradovich 2016). Como plantea Ollier, las principales resis tencias a la conformación de la Alianza en distritos provinciales, como Buenos Aires, Río Negro o Córdoba, provinieron de las expresiones locales del radicalismo, allí donde la fortaleza de la UCR restaba incentivos para producir una coalición con actores políticos locales de distinta tradición y poca relevancia electoral (Ollier 2006: 19) En el caso de Córdoba, la Corriente de Integración de ascendencia mestrista, la línea mayoritaria dentro de la UCR, había rechazado la opción aliancista. Si bien esta coali ción entre la UCR y el Frepaso venía funcionando a nivel nacional desde 1997, la corriente mestrista la había rechazado desde sus inicios. Apelan do a la tradición de la representación radical y a la escasa relevancia electo ral del Frepaso en la provincia de Córdoba, la UCR local había competido en los comicios del 20 de diciembre de 1998 sólo en alianza el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). A ello se había sumado la decisión de parte del Frepaso cordobés de competir por separado bajo la candidatura del dirigente rural Humberto Volando (LVI10/02/1999, LVI 03/05/1999).

En reacción a los efectos de la derrota de Mestre a fines de 1998, den tro del partido se generalizó la aceptación para conformar la Alianza en el distrito cordobés. Desde comienzos de 1999 todo el arco partidario radi cal planteó la necesidad de hacer la Alianza en Córdoba, aunque, al igual que en otras provincias, el proceso fue dificultoso. En términos estricta mente electorales, la exigua gravitación del Frepaso en los últimos comicios provinciales de 1998, donde había obtenido menos de 4 puntos, señalaba los límites de este proceso de integración. No existían incentivos para la incorporación de candidatos en posiciones expectables, en tanto era difícil que redundara en un aumento tangible de votos. Además, a las reticencias propias del radicalismo en su vertiente mayoritaria14 se sumaba la falta de un interlocutor válido de parte del Frepaso. Esta fuerza estaba dividida y no tenía una autoridad reconocida por todos sus integrantes. Si bien lideró las conversaciones Horacio Viqueira, portavoz del Frente Grande en Cór doba, no era capaz de trasladar los acuerdos alcanzados al resto de las fuerzas menores del Frepaso cordobés (LVI 07/02/1999).

En ese complejo escenario entre ambos partidos, las dificultades se multiplicaban para conformar la Alianza en cada uno de los distritos de partamentales. Finalmente se decidió conformar la Alianza a nivel provin cial y en la Ciudad de Córdoba, dejando en libertad de acción a los diri gentes locales para llevar adelante las negociaciones en cada distrito en la medida de sus posibilidades (LVI22/04/1999). Esta decisión demostraba las dificultades, ya señaladas, que tenía la Alianza para integrarse en las provincias y municipios donde el radicalismo ocupaba posiciones todavía gravitantes. En Córdoba Capital, como hemos visto más arriba, la fórmula aliancista fue Negri-Viqueira, pero tal combinación no se replicó en otras jurisdicciones, e incluso en las listas legislativas provinciales sólo uno de los 20 escaños que el radicalismo confiaba conseguir como primera minoría fue ocupado por el Frepaso (LVI 04/08/1999). En las nóminas para dipu tados nacionales, por su parte, el Frepaso accedió al cuarto lugar con la candidatura de Atilio Tazzioli, quien terminaba su mandato como diputa do provincial (LVI 04/09/1999).

La sucesión de derrotas en la provincia durante 1999, a la par de la victoria de la fórmula aliancista en las elecciones presidenciales, cambiaron el escenario para los principales dirigentes partidarios, quienes pasaron a ocupar cargos nacionales de relativa importancia. Mestre fue nombrado interventor de la provincia de Corrientes, donde movilizó al grueso de su círculo íntimo, que encabezaba Aguad15. Martí aceptó ser secretario de Asuntos Municipales. Sus antecedentes como intendente de Córdoba lo avalaban, y el cargo le permitía el acceso al territorio y el diálogo con jefes municipales más allá de las estructuras partidarias provinciales. Becerra, líder del alfonsinismo cordobés, fue nombrado vice-ministro del Interior. De esa manera, durante 2000 la interna radical en Córdoba convivió con las tensiones y oportunidades que ofrecía la gestión nacional de la Alianza. El continuo debilitamiento de esta experiencia de gobierno nacional minó aún más las escasas oportunidades que tenían los candidatos locales de la UCR en las elecciones subsiguientes.

Precisamente, durante el año 2001 la creciente fragilidad de la Alianza gobernante incidió de diversas maneras en el radicalismo cordobés. En abril de ese año, como reacción a las políticas de ajuste del gasto público que había tomado el recién nombrado ministro de Economía, Ricardo López Murphy, renunciaron los ministros radicales más cercanos a la Alianza, como Federico Storani en la cartera de Interior, y los últimos referentes frepasistas de ese gobierno (LVI 17/03/2001). Esto repercutió directa mente en la escena cordobesa, ya que Becerra fue desplazado y Mestre asumió como ministro del Interior, alejándose de la escena local16.

A ello se sumó la poca predisposición del sector mayoritario del radicalis mo local a continuar con la coalición y los pocos cargos disponibles para distribuir en los comicios legislativos de 2001. El radicalismo cordobés uti lizó como estrategia la sumatoria de votos, motorizada principalmente por el candidato a senador nacional, Martí. Así incluyó al Movimiento de Acción Vecinal (MAV), que presentó boleta propia en la lista de candidatos a dipu tados pero que se sumó a la del radicalismo en la lista de senadores. Los resultados de esos comicios pusieron en evidencia la ruptura local de la Alianza. Los principales socios aliancistas, el Partido Socialista Popular (PSP) y el Frente Grande, se presentaron por separado. El primero, nucleado en el recientemente creado Argentinos por una República de Iguales (ARI) llevó como primer candidato a diputado a Eduardo García, quien logró ingresar al Congreso ocupando el noveno lugar que se ponía en juego en la elección, dejando al radicalismo con sólo tres escaños (LMC 15/10/2001: 3).

A pesar de la continua erosión pública del gobierno de la Alianza, el radicalismo cordobés secundó, con muy ligeras variantes, sus diversas me didas de recorte, incluidas la incorporación de Cavallo en Economía luego del alejamiento de López Murphy o el recorte de sueldos y jubilaciones decidido en julio para alcanzar las metas de reducción del déficit fiscal comprometidas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con el co rrer del año, la continuidad de la crisis provocó diversas tensiones internas a nivel nacional y comenzaron a crecer posiciones críticas, como la de Leopoldo Moreau, en ese momento senador nacional por Buenos Aires e importante dirigente de la UCR bonaerense. No obstante, desde los diver sos sectores del radicalismo cordobés continuaron apoyando al gobierno aliancista. Días después de la aplicación del denominado “corralito” 17 en diciembre de 2001, Jorge Font, jefe del bloque radical en la Legislatura cordobesa, consideraba que “son medidas duras pero necesarias en un país de especulación; y además. son gestos de autoridad en un Gobierno al cual justamente se le critica la falta de autoridad.” (LVI 02/12/2001: 8A). Durante una reunión del Comité Nacional a mediados de diciembre, y luego de que varios dirigentes de Capital y Buenos Aires plantearan diferencias con el rumbo del gobierno nacional, los dirigentes cordobeses Luis Molinari Romero y Ramón Mestre se pronunciaban a favor del go bierno de De la Rúa, planteando que “sobre los escombros de la gestión del presidente De La Rúa nadie tendrá futuro en este partido” (LVI 16/12: 2A). Pocos días después, De la Rúa renunciaba a su cargo.

Con el final abrupto del gobierno aliancista y la llegada de Duhalde como presidente provisional de la Nación, la UCR cordobesa tendió a distanciarse de cualquier discusión nacional. Si bien las autoridades parti darias locales expresaron su apoyo inicial a esta administración, reprocha ron la falta de respaldo del justicialismo a la fallida gestión de la Alianza y, con el pasar de los meses, explicitaron las críticas al radicalismo bonaeren se, y más específicamente a la figura de Alfonsín, de quien consideraban que desarrollaba una postura demasiado connivente y que corría el riesgo de provocar una “fusión con el gobierno de Duhalde” (LVI 19/04/2002: 3A)18.

El alejamiento del radicalismo local de las autoridades y problemáticas del partido a nivel nacional se expresó en la escasa incidencia que tuvo durante la interna que designó a Moreau como candidato a presidente en las elecciones nacionales de 2003. En un encuentro del Congreso partida rio provincial de octubre de 2002, se cuestionó la posibilidad misma de esa interna, abogando por una negociación entre listas. Incluso referentes del mestrismo, como Balián y Aguad consideraron que era posible encon trar más coincidencias con el candidato ex radical Ricardo López Murphy -defensor de un mayor ajuste fiscal y de la apertura económica- que con los actuales competidores Rodolfo Terragno y Moreau (LVI 05/10/ 2002: 2A)19. Finalmente, ante la inminencia de las internas y la apatía generalizada con que se llevó adelante, la mayoría de los referentes locales dieron libertad de acción a sus afiliados. Sólo hubo pronunciamientos ais lados de apoyo a Moreau por parte de Angeloz y a Terragno por parte de Negri y Molinari Romero (LVI 15/12/2002).

Esta situación se prolongó en las elecciones provinciales por la goberna ción, celebradas el 8 de junio de 2003. Allí, el radicalismo fue en sumatoria de votos con otras fuerzas políticas en una alianza electoral denominada Juntos por Córdoba. De este modo, el candidato por la UCR, Aguad, aparecía en las boletas de pequeños partidos locales, de larga trayectoria como el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), o bien de re ciente organización, como la Unión Vecinal encabezada por el dirigente vecinalista Carlos Rossi, Córdoba en Acción liderada por el fundador de la Universidad Empresarial Siglo 21, Juan Carlos Rabbat, y Recrear, partido que a nivel nacional postulaba a López Murphy. La alianza provincial con este último dificultó cualquier manifestación pública de apoyo al candida to radical para las presidenciales, Leopoldo Moreau. Incluso Aguad no asistió al lanzamiento oficial de la fórmula en la Casa Radical (LVI 04/09/ 2003). Una vez más, la UCR cordobesa encontró en las alineaciones nacio nales otro punto de tensión interna, entre los sectores que apoyaban a Moreau y los que preferían apoyar al líder de Recrear, a quien los sectores mestristas consideraban “más radical que muchos” (LVI 04/09/2003).

Conclusiones

Este artículo ha pretendido ser un primer avance en el análisis sobre un actor político de Córdoba, en un período de la historia reciente de Córdoba, que ha sido escasamente estudiado. El radicalismo mediterráneo en 1998 fue desplazado del lugar de partido predominante que ocupó inmediatamente después del retorno democrático en 1983, para ser desde 2003 un tercero en discordia en la disputa provincial entre Unión por Córdoba y el Partido Nuevo. Abrevando en entrevistas con dirigentes y en prensa local seleccionada, intentamos indagar en la dinámica organizacional del radicalismo local que dificultó su constitución como alternativa electoral en un período de crisis y transformación profunda de la sociedad cordobe sa y argentina, relegándolo de su anterior protagonismo. Como un modo de contextualizar este proceso, presentamos, sucintamente, las coordena das más generales de cambio del formato representativo que atravesó a los actores políticos-partidarios en las últimas décadas. A partir de allí, nos detuvimos en la conflictiva situación intrapartidaria del radicalismo cor dobés haciendo hincapié en su dificultad para concentrar el control de los recursos de la organización en un conjunto cohesionado de dirigentes.

A lo largo del análisis observamos que, en el período inmediatamente posterior a la derrota ante Unión por Córdoba, el radicalismo profundizó el proceso de fragmentación interna que impactó en su cohesión partidaria y dificultó a su vez la coordinación con otros actores partidarios a nivel local y nacional. La disolución de la coalición dominante durante 1999 y la incapacidad de constituir otra que concentrase los principales recursos organizacionales del partido en los años subsiguientes se agravaron al mo rir el dirigente que encabezaba la corriente mayoritaria del partido, Ra món B. Mestre, a inicios de 2003. Sumado al alejamiento de Rubén Martí y la previa marginación pública de Eduardo Angeloz, los otros dirigentes con ascendencia partidaria, ello dio lugar a una crisis de liderazgo que agudizó el “internismo” que caracterizaba al radicalismo como organiza ción política. Si bien, esta tendencia puede visualizarse desde el origen del radicalismo, en su lógica personalismo-antipersonalismo, el fenómeno ad quiere sus especificidades en la provincia de Córdoba. Tal como se constata en las entrevistas realizadas, el internismo del radicalismo cordobés se ha bía acentuado en la última década del siglo XX. Hacia mediados y fines de los noventa las tensiones entre las tendencias internas se reflejaban en las disputas por los recursos organizacionales de referentes con fuertes liderazgos como Angeloz y Mestre. Luego, la crisis por la sucesión agudiza la frag mentación interna.

La desaparición o alejamiento de los principales dirigentes partidarios y la sucesión de derrotas locales enmarcaron la crisis del radicalismo, agudizada tras la caída del gobierno de la Alianza, que profundizó su debi litamiento como propuesta política. A ello se sumó la aparición de un partido provincial, como fue en Córdoba el caso del Partido Nuevo, que mediante expresiones identitarias más localistas y coyunturales desafío la estabilidad de los partidos tradicionales. En el caso que aquí estudiamos, la emergencia de este nuevo espacio político agudizó especialmente la frag mentación y desmembramiento del radicalismo. La pregnancia local de la propuesta del Partido Nuevo en la campaña de 2003, combinando la cer canía de su líder al electorado y una reivindicación generalizada de la de cencia pública contra la corrupción de “los políticos”, impactó específicamente sobre el electorado no peronista de Córdoba, relegando durante años al radicalismo a ser un actor expectante de la competencia entre Unión por Córdoba y el juecismo. En este punto, en nuestro trabajo quedan abiertas numerosas líneas de investigación sobre la trayectoria del radicalismo en los años siguientes, frente a un escenario marcado tanto por la emergencia de nuevos actores político-partidarios locales, como por las transformaciones a nivel nacional que supuso la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia en 2003.

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1 Aquí la idea de sobredeterminación sirve para propósitos epistemológicos, para dar cuenta de la relación de una dimensión de la realidad con otra, donde no hay una linealidad estricta y necesaria entre ellas, sino la contaminación de múltiples dinámi cas sociales, económicas, culturales y políticas que condensamos con el nombre de “neoliberalismo” (Larner 2000, Reynares 2017).

2Este actor político-partidario fue capaz de sumar el afluente electoral de partidos menores de la provincia, tradicionalmente defensores de valores pro-mercado, que hasta 1997 solían competir con candidatos propios. Unión por Córdoba reunió, a través del mecanismo electoral de la sumatoria de votos, a un nutrido grupo de partidos pequeños entre los que se destacaban la Unión de Centro Democrático (Ucedé), Acción para el Cambio (APEC). La progresiva identificación de la coalición dominante del PJ cordobés con una lógica social estructurada en torno a la figura del “empresario de sí” fue una de las condiciones de posibilidad de esa coalición (Reynares 2017).

3La disputa interna, aun perdiendo efectividad electoral en los comicios generales, ha sido un rasgo casi estructural en la UCR en sus diversos niveles. Desde finales de los 80 se intensificó en distintas jurisdicciones provinciales (Zelaznik 2013), como Bue nos Aires (Ollier 2006, Leiras 2007), o la Capital Federal durante los 90. En este último caso, y en términos similares a lo sucedido con la dinámica intrapartidaria del radicalismo cordobés, se profundizó el enfrentamiento interno a expensas de una mayor competitividad electoral. Entre 1989 y 2003, la UCR porteña acentuó sus disputas, perdió capacidad de movilización partidaria, se diluyeron las distinciones ideológicas y se debilitó la retención de dirigentes al interior del radicalismo (Obradovich 2016).

4Los conflictos intrapartidarios y el deterioro radical durante la década de los 90 abarcan a los diversos entrevistados. Hay interpretaciones que subrayan la situación provincial de 1995 como escenario del enfrentamiento, cuando Angeloz debió ade lantar la entrega del gobierno a Mestre en medio de una profunda crisis económica y graves conflictos sociales, que incluyeron un intento de incendio de la Casa Radical de la Ciudad de Córdoba: “ya en el 95 había sido el ataque a la Casa Radical, y el partido venía sentido. estábamos a la defensiva porque sabíamos que la gente ya no nos quería ni ver. te dabas cuenta porque la gente hablaba mal del radicalismo, se sentía en el aire. ” (Entrevistado N° 4).

5Amadeo Sabattini fue gobernador radical de la provincia entre 1936 y 1940 y Santiago Del Castillo entre 1940 y 1943. En un contexto nacional signado por el fraude electoral, se destacaron por el respeto a las instituciones democráticas. Sus administraciones, además, se caracterizaron por el desarrollo de obras públicas y una extensa política “que beneficiaba a las clases populares” (Tcach 2006: 34). Por su parte, Arturo Illía fue un dirigente del radicalismo cordobés que fue presidente de la Nación entre 1963 y 1966.

6argo a principios de febrero de 1999, criticando la subordinación del partido a las órdenes emanadas por Mestre desde el Ejecutivo Provincial: “hubiera preferido ser el presidente de un partido victorioso en las urnas pero la suerte del comicio se jugó en otros terrenos, al margen de la estructura partidaria” (LVI09/02/1999). El cargo fue ocupado por el vicepresidente primero de la UCR Córdoba, Eduardo Conde, sin otras modificaciones. Este dirigente, intendente de la ciudad de Carlos Paz entre 1991 y 1999, no contaba con un ascendiente partidario específico, por lo que su accionar se subordinó a los acuerdos que alcanzaron en diversos momentos los líderes de las principales coaliciones internas (LVI28/02/2000).

7En el próximo apartado profundizaremos el análisis sobre la dinámica de negociación y disputa que tuvo la versión local (entre el radicalismo local y los partidos menores integran tes del Frepaso) de la Alianza para la Justicia y el Trabajo conformada a nivel nacional.

8La Junta Electoral del partido, renovada semanas antes de las internas y dominada por el mestrismo, impuso un criterio de gobernabilidad que planteaba la mayoría de cargos para el ganador, sin importar proporciones. Así interpretó que los primeros lugares de la lista debían ocuparse mayoritariamente por los precandidatos de la CAP Esto fue apelado por los representantes del FPR, que sostenían el criterio de la proporcionalidad del sistema D’Hont, dando a cada fuerza dos de los primeros cuatro lugares. A ello se sumaba un tercer criterio a tener en cuenta, el cupo femenino que obligaba a ubicar a dos mujeres entre esas primeras candidaturas, teniendo que acordar el modo de hacerlo (LVI 19/04/2001). Finalmente, la lista de Diputados Nacionales dispuesta por la Justicia Electoral Federal siguió al sistema D’Hont (LVI 11/05/2001: 5A). Esta disputa por cargos deja ver la incertidumbre que rodeaba el control del recurso organizacional que hace a la interpretación de la normativa. La judicialización de estas candidaturas también acentuaba el declive de la actividad partidaria. Según el concejal capitalino Carlos Gatti “con este impasse judicial [la denuncia del FPR por la confección de las listas de Diputados Nacionales y Senado res provinciales], no hubo actividad en los comités” (LVI 13/05/2001:11A).

9Uno de los entrevistados, por ejemplo, lo describe como “un militante, que atiende militantes y soluciona cosas de los militantes. Y tiene un sentido práctico de la políti ca” (Entrevistado N° 3)

10La Convención Constituyente fue llamada para reformar la Constitución provincial y modificar la estructura del poder legislativo provincial en una sola Cámara de Legisladores.

11Ante la agudización de la crisis económica en el país, el 1° de diciembre de 2001, el Ministro de Economía Domingo F. Cavallo restringió por noventa días el retiro de los fondos depositados por particulares en los bancos del país, en lo que fue conocido como el “corralito”. Se intensificaron entonces las movilizaciones de amplios sectores de la población que ya se venían sucediendo durante este ciclo de protesta. Luego de la renuncia de Cavallo, el presidente De la Rúa declaró el estado de sitio por los saqueos ocurridos en varios lugares del país durante el 19 de diciembre. Ante el reclamo popular también renunció al día siguiente. Esta repercutió también en la provincia de Córdoba, de diversas maneras. Por ejemplo, entre 1999 y 2001, se produjeron alrededor de 2700 despidos (Gordillo 2010, Tomassini 2018).

12La fragmentación del voto no peronista y su impacto en la UCR después de la crisis de 2001 atravesó a cada una de las expresiones provinciales de este partido. Este fenómeno es referenciado por Zelaznik (2013: 428) cuando afirma que “la territorialización de la competencia, también ha tenido efectos importantes sobre la UCR alterando el balance en el desempeño del partido en diferentes regiones del país. El cambio en el balance se debe, entre otros motivos, a que la fragmentación partidaria no atravesó a las diferentes provincias de la misma manera, sino que dife rentes partidos concentran la mayoría de sus votos en distritos particulares,como el PS en Santa Fe, el PRO en CABA y grupos peronistas no alineados con el FPV en Córdoba y Buenos Aires”. Como vemos aquí, esos “grupos peronistas no alineados” con el Frente Para la Victoria pueden referirse tanto al Partido Nuevo liderado por Luis Juez, como también a Unión por Córdoba. En ambos casos hubo un inicial apoyo al partido gobernante a nivel nacional, que se revirtió luego, en 2008, en el marco del conflicto agrario, cuyo tratamiento excede el alcance de este artículo.

13El Frepaso provenía del Frente Grande conformado por expresiones menores y críticas del justicialismo bonaerense y de la Ciudad de Buenos Aires, representantes de organizaciones sociales, y dirigentes de partidos como Democracia Popular, el Partido Intransigente y el Partido Comunista. Había participado de las elecciones nacionales de 1995, quedando en segundo lugar detrás del PJ y desplazando a la UCR al tercer lugar.

14En términos generales, la dirigencia nacional del radicalismo tuvo débil incidencia en territorio cordobés respecto de la conformación de la Alianza. En los casos en que los candidatos de la fórmula aliancista quisieron presionar para lograrla, fueron rechaza dos por los dirigentes locales invocando la autonomía del partido en Córdoba para definir sus líneas de acción (LVI, 27/01/1999). Además de las expresiones vertidas, fueron pocas las oportunidades en que se visibilizó el apoyo de Mestre o Martí a la opción aliancista.

15Según entrevistados “En la intervención de Corrientes comenzaron a hacer sus pri meras experiencias políticas los actuales colaboradores más estrechos del [N. de los A.: actual, es decir, entre 2011 y 2019] intendente de la Ciudad de Córdoba Ramón Javier Mestre, y antiguos compañeros y amigos universitarios, como Javier Bee Sellares” (Entrevistado N° 2).

16Uno de los entrevistados incluso relaciona este traslado con una transformación dentro de la Corriente para la Integración: “y después la derrota... el núcleo del mestrismo estaba deshecho. y ya se veía venir que se tenía que renovar. cuando pasa eso, el partido queda en stand by, no sabían para dónde disparar, y se da una transformación dentro del mestrismo, porque él [Ramón B. Mestre] yéndose al Mi nisterio del Interior, acá en Córdoba queda como huérfano, y ahí es donde Miguel Nicolás toma, más o menos, la posta, y se empieza a generar otra movida para no caer en desgracia. fue muy difícil” (Entrevistado N° 4).

17Veáse nota al pie 11.

18Esta disputa entre el radicalismo cordobés y otras expresiones provinciales puede ser rastreado históricamente: “... lo que pasa es que en el resto de las provincias el alfonsinismo siempre ha sido mayoría. Lo que pasa en Córdoba, por el fenómeno Angeloz, y además que Córdoba históricamente, desde Sabattini en adelante, fue casi una línea interna nacional del radicalismo, la Línea Córdoba, que la fundó Sabattini, y después la tomó Illía, y la continuó Angeloz, fue una línea que siempre tuvo un equilibrio de fuerzas con el radicalismo porteño y el radicalismo bonaerense funda mentalmente” (Entrevistado N° 2).

19Esta predisposición a la coalición con actores partidarios minoritarios que expresaban posiciones económicas ortodoxas podía encontrarse también a principios de 2001. En esa ocasión, las nuevas autoridades de la UCR local, encabezadas por el mestrista Miguel Nicolás, plantearon la posibilidad de alianza con Acción por la República (AR), el partido político que encabezaba Domingo Cavallo, y promotor de una política de reforma y apertura económica (LVI03/04/2001).

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