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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.25 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2020

 

RESEÑAS

LA SOCIEDAD AUTÓFAGA. CAPITALISMO, DESMESURA Y AUTODESTRUCCIÓN. Ansel Jappe, Pepitas editora, La Rioja, 2019. 336 páginas.

Joaquín Alfieri1 

1CONICET

La sociedad autófaga podría definirse como un libro necesario e insuficiente a la vez. Necesario, tanto al interior de la teoría crítica del valor (donde los análisis estuvieron mayoritariamente centrados en redefinir las coordenadas teóricas del marxismo, sin ahondar demasiado en la noción de “sujeto”), como a nivel general, donde el pensamiento filosófico y la teoría crítica han renovado sus inquietudes alrededor de un mismo y persistente interrogante: ¿qué tipo de subjetividad produce el capitalismo actual? Insuficiente, ya que el recorrido y la derivación desde la forma-valor hacia la forma-sujeto propuesta en el libro nos resulta apresurada, carente de una serie de mediaciones que se imponen inmediatamente en el análisis.

Jappe intenta articular una respuesta que permita comprender los rasgos fundamentales de la forma-sujeto contemporánea a partir de dos categorías centrales: narcisismo y fetichismo de la mercancía. En este sentido, el análisis representa un carácter novedoso en la propuesta teórica del autor alemán: las hipótesis y los conceptos que recorren el libro son el resultado de un diálogo establecido entre el psicoanálisis y la teoría crítica del valor, con la intención de arrojar cifras de inteligibilidad que otorguen una lectura superadora en relación a todos los intentos precedentes por conjugar marxismo y psicoanálisis.

El libro se estructura en cuatro capítulos diversos: en el primero se aborda un recorrido histórico con la intención de observar la forma en que las principales figuras de la historia de la filosofía moderna anticiparon en sus teorizaciones los rasgos sobresalientes de la individualidad mercantil; el segundo se propone repasar el vínculo entre marxismo y psicoanálisis desde una perspectiva crítica que señale las falencias y los problemas surgidos a lo largo del siglo XX en las diferentes versiones del freudomarxismo; en el tercero, desde una perspectiva sociológica, se recuperan los rasgos sobresalientes de la forma-sujeto capitalista, para articular un diálogo crítico con el pensamiento contemporáneo; y por último el cuarto capítulo desarrolla una particular interpretación del concepto freu-diano de “pulsión de muerte” a partir de diversos rasgos autodestructivos presentes en la sociedad contemporánea.

La hipótesis que recorre la totalidad del libro es la siguiente: el capitalismo en su fase actual ha posibilitado el devenir-visible de los rasgos fundamentales (y previamente ocultos) de la forma-sujeto moderna. Es decir, ya en los orígenes mismos del sistema se anunciaba una constitución narcisista como uno de los caracteres esenciales de la subjetividad. El repaso por las filosofías de Descartes, Kant, Sade, Schopenhauer, Hobbes, Locke, etc., intenta demostrar la forma en que el pensamiento moderno, consustancial con el ascenso del capitalismo, constituye diversas maneras de articular (de modo indirecto) formulaciones precoces respecto a la forma-sujeto narcisista: “La mayor parte de las características del sujeto moderno ya están reunidas en Descartes: solitario y narcisista, incapaz de tener verdaderas ‘relaciones de objeto’ y en permanente antagonismo con el mundo exterior” (46). Jappe define al narcisismo en tanto sentimiento de omnipotencia e indiferencia frente al mundo y los objetos (considerados como proyecciones de la propia individualidad), alejándose de la concepción vulgar o popular del término que considera al narcisis-ta como un individuo que profesa un amor propio desmedido.

Los particulares se encuentran atravesados por una dialéctica de impotencia y omnipotencia, donde los imperativos sistémicos de valorización se encuentran en tensión contradictoria: los individuos deben asumir como proyecto identitario la realización de sí, la cual se encuentra frustrada por un marco social que cohíbe el mismo desarrollo que suscita. Sin lugar a dudas, uno de los elementos que posibilitan el desarrollo del paradigma fetichista-narcisista de la forma-sujeto se encuentra en la expansión y el alcance masivo de la tecnología en cada uno de los recovecos vitales de la existencia humana. Según Jappe, la extensión de los dispositivos electrónicos ha posibilitado un proceso de infantilización en los particulares (basta pensar en el carácter lúdico que comporta la utilización de celulares) donde la infancia ya no se representa como el reverso o la alteridad respecto a la producción y la vida adulta. Una de las hipótesis del autor alemán es que quizás el realismo capitalista expandido en la actualidad y la adhesión que profesan los particulares a los valores y las normas sistémicas resida en esta potencialidad que ofrece el marco social contemporáneo: la posibilidad de no realizar el pasaje doloroso y desgarrador hacia la adultez, permaneciendo en un refugio subjetivo-imaginario que reactualiza una y otra vez un consuelo arcaico.

El segundo concepto fundamental del libro reside en la existencia de un isomor-fismo entre la forma-sujeto y la forma-valor. Tanto la forma-sujeto, como el trabajo abstracto, el Estado y el fetichismo de la mercancía son para Jappe invenciones propias de la modernidad. Estas invenciones implican una ruptura con las relaciones feudales regidas por patrones de nacimiento y dependencia personal. La modernidad capitalista permite la democratización y universalización de la forma-sujeto, que comienza postulando como paradigma de subjetividad al individuo blanco, burgués y masculino para luego ir ampliando esta definición restringida.

Lo interesante del planteo de Jappe es que el isomorfismo no supone necesariamente un retorno a al estructuralismo, donde el sujeto aparecería como el mero residuo y reflejo de una serie de relaciones objetivas, sino que la forma-sujeto contiene, por un lado, modalidades de dominación provenientes de formaciones sociales precedentes que impiden considerar al isomorfismo desde una visión determinista; y por el otro, la forma-sujeto es susceptible de entrar en contradicción con la forma-valor, ya sea en términos económicos o fuera de los mismos. Recuperando la definición kantiana, Jappe considera a la forma-sujeto como un a priori social que articula y moviliza afectos, vínculos y deseos. Este a priori, a diferencia del kantiano, es un producto histórico que no responde a ninguna ontolo-gía o destino inevitable.

En el último capítulo de La sociedad autófaga, Jappe se propone establecer una conexión entre el paradigma fetichista-narcisista de la forma-sujeto con su propia reinterpretación de la pulsión de muerte freudiana. Para el autor alemán, el narcisismo se encuentra en franca conexión con la destructividad observada en diversos acontecimientos contemporáneos. Como ya hemos observado, la forma-sujeto implica el mismo vacío que la forma-valor, ambas categorías son a priori sociales que desarrollan su vinculación con la realidad desde la indiferencia y la abstracción, encontrándose en última instancia animadas por una pulsión de muerte que busca aniquilar todo aquello que se ha proyectado hacia afuera para poder realizarse en su propio movimiento tautológico. La pulsión de muerte es el resultado tanto del triunfo de la forma-sujeto y la forma-valor, como también de sus propias crisis.

Desde nuestra perspectiva encontramos dos aspectos problemáticos en la teorización de Jappe. En primer lugar, creemos que su utilización de la noción de inconsciente se encuentra atravesada por una concepción transhistórica. Una problemática que resulta paradójica ya que el autor realiza un análisis de rigurosidad histórica con las principales categorías que emergieron en la modernidad capitalista (valor, trabajo, sujeto, etc.), pero no logra establecer en profundidad el vínculo entre la emergencia del capitalismo como sistema de producción y la aparición de lo inconsciente como una categoría históricamente conformada. El segundo punto problemático que observamos consiste en la derivación apresurada que opera desde las categorías fundamentales del capitalismo hacia la forma-sujeto. Desde nuestra lectura, se evidencia la ausencia de una serie de mediaciones que permitan comprender en profundidad los modos en los que se constituiría el isomorfismo del cual habla el autor alemán. El salto argumentativo que supone llegar desde la forma-valor hacia el uso de las tecnologías y las patologías contemporáneas nos resulta, por lo menos, abrupto y revela la necesidad de pensar categorías y mediaciones que sean previas al análisis de la micro-física del poder.

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