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On-line version ISSN 1851-9601

Postdata vol.25 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Oct. 2020

 

Artículo

EL NEOLIBERALISMO COMO RELIGIÓN

Francisco Darviles Bollini* 

Keila Rojas Plant** 

* UBA-IIGG, Argentina. E-mail: fran_bollini@hotmail.com.

** UBA-IIGG, Argentina. E-mail: krojasplant@hotmail.com.

Resumen

Este trabajo se propone estudiar y problematizar al neoliberalismo contemporáneo, trazando un paralelismo entre éste y algunas lógicas y preceptos de las religiones en general. Inspirado en “El capitalismo como religión” de Walter Benjamin, se busca hacer una reinterpretación teológica de la Modernidad y demostrar por qué se puede pensar al neoliberalismo como el momento más religioso del capitalismo. Para esto retomaremos los aportes que realiza Byung-Chul Han en “La sociedad del Cansancio” y a Maurizio Lazzaratto, más específicamente en su trabajo “La fábrica del hombre endeudado”. Analizaremos el papel que cumplen la culpa y la deuda en el neoliberalismo e intentaremos señalar las continuidades entre el capitalismo que observa Benjamin y el contexto actual. De esta manera propondremos puntos de análisis para reflexionar en torno al neoliberalismo como momento religioso, en el cual algunos de estos puntos se ven intensificados.

Palabras clave: neoliberalismo; Benjamin; religión; deuda; culpa

Abstract

The aim of this paper is to study contemporary neoliberalism by making a parallelism between it and some logics of religions in general. Inspired by Walter Benjamin’s “Capitalism as religion” we interpret our modernity and we demonstrate why we can think about neoliberalism as the most religious moment of capitalism. With this in mind, we analyze the theories held by Byung - Chul Han in “The Burnout Society” and, as well, Maurizio Lazzaratto’s in “The making of the indebted man”. We examine the role played by guilt and debt in neoliberalism and try to show the continuities between the capitalism that Benjamin studied and our nowadays.

Keywords: neoliberalism; Benjamin; religion; debt; guilt

El capitalismo como religión

Para comenzar a hablar del neoliberalismo, consideramos pertinente presentar, aunque sea brevemente, los principales conceptos desarrollados por Walter Benjamin en “El capitalismo como religión”. Al ser un boceto inconcluso intentaremos resaltar y tomar aquellas ideas que parecen más apropiadas para la elaboración de este trabajo. El texto fue publicado por primera vez en 1985. No se conoce con exactitud la fecha de elaboración del mismo, pero se presume que fue escrito alrededor de 1921 y, a pesar de tener casi cien años de antigüedad, continúa siendo una herramienta útil para analizar y reflexionar acerca del contexto actual, donde el neoliberalismo toma cada vez más lugar en el escenario de debate. Para dar cuenta de la actualidad de este texto, Enrique Foffani y Juan Antonio Ennis (2016: 182) señalan que “el capitalismo, en su fase neoliberal actual, todavía mantiene un Espíritu, y el texto de Benjamin parece no perder su propia actualidad aun cuando ni se imaginara el modo de devenir del Capitalismo”.

En la obra en cuestión se establece una imbricación entre el capitalismo y la religión, en la que el autor comienza por afirmar que “en el capitalismo puede reconocerse una religión” teniendo en cuenta que éste da respuesta a las preocupaciones que antes solían ubicarse en el campo de la religión (Benjamin 2016: 187). Hay fundamentalmente cuatro rasgos que le permiten hacer esa afirmación. En primer lugar, menciona que el capitalismo es una religión de puro culto, sin dogma ni teología. Como segundo rasgo, detecta que este culto es permanente, constante, “sin tregua ni misericordia” (2016: 10) porque en la religión capitalista, todos los días son festivos, todos los días son de veneración. Esto implica que el culto es improfanable, ya que al ser permanente, no hay salida alguna de él. En tercer lugar, afirma que este culto es gravoso, porque a diferencia de la mayoría de las religiones, no expía culpa, sino que la genera y la vuelve universal entre todos los creyentes. Esta última característica es la que consideramos central para el trabajo y nos detendremos en este punto en las próximas secciones.

Es importante destacar que, en su boceto póstumo, Benjamin, cuando hace referencia a la culpa, utiliza el término Schuld, que en alemán tiene una doble connotación, significando tanto culpa como deuda. El capitalismo es entonces una religión que genera Schuld (culpa y deuda al mismo tiempo) de manera universal y endémica. El Dios aparece como una figura que forma parte de la culpa y que está dentro del destino humano, resulta imposible pensarse por fuera del mismo. El Dios de esta religión debe mantenerse oculto ya que es una deidad no madurada, esto es lo que Benjamin señala como cuarto rasgo. Los billetes con sus imágenes hacen las veces de las estampitas con los santos del cristianismo, se valoran, se buscan, se conservan. Esto lleva a afirmar que el sistema capitalista se ha desarrollado como parásito del cristianismo, siendo el primero quién emula las lógicas y formas de este último. No hay secularización, hay veneración. Ya sea a través del pecado original, de la carencia o de la deuda, ambos suponen un sistema formado en torno déficit (Foffani y Ennis 2016).

Deuda y culpa en el neoliberalismo

Como se ha mencionado previamente, en el capitalismo actual el neoliberalismo se hace presente y definirlo no es una tarea sencilla. Por ello, creemos que lo más apropiado es dar algunas características acerca de este fenómeno para clarificar y evidenciar algunos puntos del trabajo. Se ponderarán aquellas que son de mayor relevancia para poder determinar si se puede hablar del neoliberalismo como momento religioso. En este caso nos interesa estudiar el rol de uno de sus principales mecanismos de poder y control: la deuda. El sistema capitalista, como ya se dijo, es una religión de puro culto, que no expía Schuld (culpa y deuda), sino que la genera. En el neoliberalismo la culpa y la deuda, crecen y se multiplican exponencialmente. Para referirnos a esta cuestión retomaremos algunas características de la deuda que desarrolla Lazzaratto (2013). El autor señala que la deuda carece de fronteras, en la medida en que atraviesa poblaciones y posee una escala planetaria, en este sentido es desterritorializada y no tiene distinción de clase ya que todos somos deudores del sistema en alguna medida. La deuda es presentada por el autor como una relación de fuerzas del capital, en donde el acreedor y el deudor refuerzan los mecanismos de explotación y dominación ya presentes en la sociedad capitalista.

Consideramos necesario pensar en la deuda también como Schuld, es decir ligada a la culpa. Si tenemos esto en cuenta podemos reflexionar en torno a cómo la deuda económica subjetiva al individuo, por lo cual deja de ser un mero asunto económico para pasar a ser un condicionante, moldeando y, configurando una cierta forma de ser y estar ante el mundo, por ende, ambos términos resultan inseparables. Como ya se dijo, la deuda en la etapa neoliberal se multiplica y se agrava, sigue siendo endémica e impagable. Por lo tanto, la culpa que genera estar endeudado nos lleva a hacer sacrificios para intentar saldarla, en este punto coincidimos con Cuauhtémoc Hernández Martínez (2018: 384) cuando menciona que:

La deuda establece un férreo vínculo entre vida y sacrificio, en el sentido de que la vida endeudada es una vida culpable que está condenada al sacrificio. Castor Bartolomé sostiene que la culpa generada por la deuda justifica la necesidad del sacrificio como dispositivo compensador (Bartolomé 2017). La deuda, en otras palabras, es un dispositivo que exige el sacrificio de las personas.

Los sujetos, como los Estados, se ven en una situación en la que la culpa por estar endeudados los lleva a hacer y ofrecer estos sacrificios -en especial al individuo- para paliar una deuda que nunca cesa de aumentar y que será eternamente insaldable. Incluso a nivel nacional, aquellos gobiernos neoliberales que llevan adelante medidas de, por ejemplo, ajuste, desempleo, discursivamente suelen presentarlas como un sacrificio que se debe hacer para “atraer las inversiones”. Tanto para el individuo como para cualquier Estado, el hecho de contraer una deuda implica una sujeción a un otro que no se identifica con facilidad. Por lo tanto, ¿a quién se le ofrece el sacrificio? En este punto sería interesante retomar el cuarto rasgo que nos ofrece Benjamin: el Dios del capitalismo debe mantenerse oculto. Del mismo modo, el acreedor se mantiene oculto bajo la figura del “mercado”. Así, tanto la deuda individual como social se paga sacrificando(se) hacia un otro difuso, no totalmente cognoscible con el que no se tiene una relación directa (Hernández Martínez, 2018).

Como ya se mencionó, la deuda es un mecanismo de poder neoliberal. A nivel individual esto trae aparejado la formación de una nueva subjetividad y ética: la del “hombre endeudado”. Este hombre desarrolló una nueva forma de verse a sí mismo, de relacionarse con otros y de entender al mundo. Esto se traduce en el hecho de que en el neoliberalismo los sujetos se consideran “empresarios de sí”. A raíz de esto, comienzan a adoptar una moral, formas, valores y actitudes empresariales, viéndose a sí mismos como capital humano y, por lo tanto, generando una formación y buscando un crecimiento constante, una valorización de sí para poder competir en el mercado. Adoptan un estilo de vida que emula a una empresa moderna, es un nuevo sujeto colonizado por las lógicas empresariales y económicas. Por otro lado, se instala la idea de que “uno es su propio patrón” o que “es su propio jefe” y, por consiguiente, debe hacerse cargo de los costos y riesgos como lo hace cualquier empresa. Incluso, ante la derrota, la culpa siempre será propia. No responsabiliza ni cuestiona a ningún otro más que a sí mismo por los fracasos. Este hombre endeudado es el nuevo sujeto del neoliberalismo (Lazzaratto 2013).

A nivel estatal también se puede ver reflejada la relación de poder en torno a la deuda. Este es un tema con actualidad, que afecta a casi todos los países del mundo. Se puede observar que se ha configurado un nuevo bloque de poder alrededor de la economía de la deuda-la economía financiera. Los Estados ven su soberanía menguada al emitir deuda y pedir crédito a los organismos internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, entre otros, que imponen medidas económicas de corte neoliberal, contraponiéndose al estado benefactor y los ‘gastos’ sociales (Lazzaratto 2013).

Además de configurar una nueva subjetividad, la deuda tiene la capacidad de condicionar el futuro del deudor, mientras que el acreedor se apropia de él. Es un mecanismo que le permite al capital gestionar y controlar el tiempo, clausurando el futuro. No hacemos referencia a la cronología, sino a la neutralización del futuro, a la repetición y al eterno presente. Al estar todos sujetados a una deuda endémica, nos encontramos disciplinados por ésta, obligados a honrarla, así, el acreedor dispone anticipadamente, expropia, se adueña del futuro. La deuda permanente “es un instrumento de control del tiempo, en este sentido, de neutralización de lo posible y de subordinación de toda posible decisión (...) a la reproducción de las relaciones de producción y de poder existentes” (Hernández Martínez 2018: 411).

Schuld como culpa en el neoliberalismo

Benjamin plantea pensar al capitalismo como una religión que genera culpa y deuda universalmente, a todos por igual. Ya hemos analizado la deuda como mecanismo de poder pero resulta necesario analizar por separado la culpa. Ahora bien, en el neoliberalismo ¿qué lugar tiene la culpa en el sujeto? Para poder responder a esta pregunta es pertinente seguir analizando de qué manera se configura al sujeto neoliberal de nuestra época. Con ese objetivo se desarrollarán los aportes más significativos de Byung-Chul Han en torno a esta cuestión.

El autor para hablar de la sociedad del cansancio comienza por explicar el antiguo paradigma inmunológico que reacciona frente a la negatividad, lo otro, lo extraño. Para de esta manera presentar la idea de que las enfermedades neuronales que abundan en las sociedades contemporáneas se generan a partir de un exceso de positividad, de lo idéntico, que puede ser causado por supercomunicación, superrendimiento o superproducción. Se dice, entonces, que la violencia de la positividad es sistémica porque es inmanente al sistema. Esta violencia positiva es un mal que aqueja al sujeto neoliberal, es una consecuencia del exceso y de la “sobreabundancia” que desencadena en la fatiga, el cansancio y en enfermedades neuronales. Lo que queremos introducir con este punto es el papel que cumplen la deuda, pero sobre todo la culpa en este fenómeno (2012).

Han define a la sociedad actual como una sociedad de rendimiento, no ya disciplinaria, en la que los sujetos son vistos y se autoperciben como emprendedores de sí mismos. Estos son responsables de su bienestar, su éxito y también de su fracaso. Se encuentran envueltos en una dinámica de autoexplotación donde el ocio es confundido con el trabajo y la presión por alcanzar el éxito se relaciona con la presencia de la sociedad del “todo es posible”, en la que con tan solo esforzarse al máximo se puede alcanzar la prosperidad. Con este fin, se violentan a sí mismos. La sociedad del rendimiento se le presenta de esta forma al individuo. ¿Y si este mandato de progreso, de que nada es imposible y de constante autoexplotación, al hacer frente al fracaso, y a la culpa, por no haber hecho lo suficiente, lleva a las enfermedades neuronales? Consideramos que la culpa aparece como un momento intermedio entre este exceso de positividad y sus consecuencias violentas sobre la psiquis y la corporeidad del sujeto.

Entonces, en la sociedad de rendimiento el sujeto al no poder-poder, se culpabiliza a sí mismo. La constante sensación de fracaso y la falta de éxito, en una sociedad que le presenta y le sugiere que impossible is nothing genera culpa en el individuo por no haber conseguido el objetivo, por no haberse esforzado o autoexplotado lo suficiente. No se cuestionan los preceptos del sistema, sino que se responsabiliza al individuo por sus condiciones de vida. Para evidenciar este punto consideramos pertinente señalar la siguiente afirmación que Han (2014: 21) realiza:

El régimen neoliberal esconde una estructura coactiva tras la aparente libertad del individuo, que ya no se entiende como sujeto sometido (subjectto), sino como desarrollo de un proyecto. Ahí está su ardid. Quien fracasa es, además, culpable y lleva consigo esta culpa dondequiera que vaya. No hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso.

La meritocracia, una vez más, está presente en este estilo de vida moderno. Volviendo sobre lo dicho, la sensación de culpa y de deuda para con uno mismo que genera esta sociedad de rendimiento, conduce a enfermedades neuronales según Han (2012). La depresión es la principal consecuencia y se produce a partir de la reiterada presencia de la sensación de fracaso, de la tendencia a la fragmentación y atomización del individuo - punto en el cual nos detendremos a continuación- y, por la constante presencia de la presión por el rendimiento. En palabras del autor (Han 2012: 29):

Según Ehrenberg, la depresión se despliega allí donde el mandato y la prohibición de la sociedad disciplinaria ceden ante la responsabilidad propia y las iniciativas. En realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo de rendimiento como nuevo mandato de la sociedad de trabajo tardomoderna (…) la depresión es la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad.

La sociedad del cansancio trae consigo mandatos de hiperrendimiento, multitasking y estar constantemente conectados, también, podemos visualizar un exceso de información, entretenimientos y actividades. Los sujetos de esta sociedad se encuentran en constante movimiento: de trabajar, a hacer actividad física, de estudiar, a ver series, etc. Esta situación trae dos consecuencias sobre los mismos. Por un lado, hay una aceleración del tiempo, una percepción de que los días, los meses y los años duran cada vez menos, pero esto se debe simplemente al sin cesar de la sociedad de rendimiento y a la sobredosis de estímulos. A raíz de esto, se puede identificar una segunda consecuencia que es la clausura de todo espacio de contemplación. Los sujetos, al estar continuamente ocupados con alguna actividad, no se aburren, al no aburrirse no experimentan ningún momento de reflexión, lo cual implica que no haya lugar a cuestionamientos, ni debates, ni preguntas acerca del futuro o la posibilidad de cambiar aquello que aparece como dado y natural. Por otra parte, el aburrimiento contribuye al efecto de culpa en la medida en que es un espacio en donde el sujeto no es productivo y, por ende, no rinde. En este punto acordamos con lo que Miguel Ángel Forte (2018) observa, así como Benjamin lo vio en el capitalismo de su época, también en la actual religión neoliberal, “no hay tregua ni misericordia”, no hay descanso.

Teniendo en cuenta lo desarrollado, cuando nos referimos a la atomización del individuo, hacemos referencia a la falta de vínculos producto de la constante preocupación acerca de uno mismo, el sentido de responsabilidad para con la propia vida, la búsqueda del cuidado y conservación de la vida. El mandato del bienestar que se contrapone a la depresión causada por tanta presión y autoexplotación sin condicionamientos externos. Cabe destacar la presencia de fármacos y químicos que se encuentran a disposición con el objetivo de contrarrestar los efectos del fracaso y alcanzar un equilibrio que permita continuar cumpliendo con el mandato de rendimiento.

La sociedad del rendimiento entonces descuida los vínculos interpersonales, dándole prioridad al vínculo con uno mismo desde un punto de vista utilitario. El individuo se aísla en una esfera, vive en una isla en la que sus únicos vínculos intersubjetivos se limitan al ámbito familiar o personal. Por ello, pensar en posibilidades de articulación de formas de sociabilidad que busquen superar la lógica individualista, resulta sumamente valioso cuando tratamos de buscar opciones que se ubiquen por fuera del estilo de vida que nos propone esta forma de capitalismo. Encontrar una salida colectiva, que refuerce los lazos sociales comunitarios, poniendo el foco en la importancia de llevar una vida que reconozca a la vez que trascienda la individualidad, reconociendo la existencia y relevancia de vivir con otros.

Es aquí cuando los movimientos sociales cobran fuerza. Ya sean de género, redistributivas, o de derechos humanos, estas consignas desafían la hegemonía neoliberal y alzan su voz en medio del ruido individualista. Reafirmando la diferencia en un sistema que celebra lo igual, donde abunda lo idéntico. La reunión de los sujetos a través de la acción colectiva genera nuevos lazos e identidades, habilitando y formulando relaciones sociales basadas en experiencias comunes. Teniendo en cuenta lo mencionado, podemos identificar dos aspectos que definen y diferencian estas luchas. En primer lugar, oponiéndose a las injusticias que los interpelan dentro de un modelo patriarcal, desigual y excluyente. Y segundo, contra la atomización del sujeto. Vemos en los movimientos sociales la oportunidad de recuperar el sentido de comunidad, un espacio donde los sujetos puedan verse reflejados, siendo parte de una totalidad más grande que sí mismos y simultáneamente, combatir las injusticias presentes en el orden social.

Esto nos invita a reflexionar en torno a la relación del individuo con la comunidad y el compromiso político y social que pueda o no asumir. En ese sentido, nos permitimos abordar el impacto de los movimientos sociales como el feminismo, que se presentan como un fenómeno disruptivo ante la lógica neoliberal teniendo en cuenta que viene a discutir las bases del orden patriarcal -que aparece como natural-, a cuestionar la sustancia del ordenamiento social y a debatir. De esta manera da lugar a un espacio de contemplación y reflexión acerca de lo que pareciera ser incuestionable. Hemos visto recientemente cómo el movimiento de mujeres en la Argentina, a partir de la fuerte irrupción que ha generado en 2015, ha tomado fuerza en el campo político y en el debate público, ocupando los espacios de circulación, generando lazos y alianzas que trascienden las cuestiones ideológicas tradicionales presentes en la política partidaria, generando así un nuevo sentido de comunidad. Así, el feminismo resulta ser una fuente de cuestionamientos y reflexiones que plantean una nueva configuración de las relaciones sociales, revalorizando también el campo popular. Un espacio en el que surgen consignas tales como ‘Libres y desendeudadas nos queremos’, planteando un debate y una confrontación a distintas políticas que podríamos ubicar como neoliberales y que están visibles en la arena política actual. Y, por otra parte, oponiéndose a nociones presentes en el sentido común y en la opinión pública. Por otra parte, no podemos dejar de aludir al concepto de ‘sororidad’ y los efectos reales que este genera. Proponiendo una nueva manera de vinculación consciente y reflexiva entre las mujeres e identidades no binarias, reconociéndose mutuamente como partes de un sistema que históricamente apostó por la competencia y la naturalización de relaciones jerárquicas y de desigualdad entre los sexos.

Neoliberalismo como religión

Habiendo ya desarrollado las ideas de Benjamin (2016) sobre el capitalismo como religión, y las interpretaciones de la sociedad contemporánea por parte de Lazzaratto (2013) y Han (2012), en este apartado nos interesa analizar en qué medida se puede pensar al neoliberalismo como religión, tratando de establecer un paralelismo con algunas características y conceptos de las religiones en general y del cristianismo en particular.

Tal como lo hemos mencionado anteriormente, se puede reconocer una religión en el capitalismo, la cual no posee dogma ni teología, de puro culto gravoso, que no expía Schuld sino que la genera. Habiendo considerado esto, habría que preguntarse cómo se manifiestan estas variables que nos presenta Benjamin (2016) en el periodo actual del capitalismo. Partiendo desde una primera mirada sobre estas ideas, ya podemos identificar que el culto gravoso está presente. Tanto la deuda como la culpa juegan un rol central en el capitalismo actual, y hasta se multiplican exponencialmente. Todos los sujetos contemporáneos se encuentran, en un primer momento, endeudados económicamente. Esto trae aparejado, como ya vimos, una vida culposa, una expropiación del futuro, una nueva subjetividad y relación de poder. Por otro lado, se hallan bajo una gran culpa generada por los fracasos y derrotas que son propios de la sociedad de rendimiento, lidiando con un exceso de positividad que les presenta la idea de que todo es posible con esfuerzo. Con todo esto, se puede evidenciar que en la sociedad neoliberal actual el culto gravoso y constante, sin tregua ni misericordia, se intensifica, siendo esta etapa del capitalismo, en consonancia con los términos que utiliza Benjamin, un poco más religiosa.

Al presentar al capitalismo como una religión, el filósofo alemán, la considera únicamente de culto, sin dogma ni teología. Ahora bien, si intentamos reflexionar en este punto desde un aspecto teórico, ¿qué sucede con estos dos elementos en el neoliberalismo?, ¿se puede seguir afirmando, en esta etapa, que no hay dogma ni teología? Está claro que no se debe reducir al neoliberalismo a un fenómeno meramente económico, sino que, a través de esta lógica de acumulación se ha transformado a la sociedad, configurando y moldeando subjetividades, relaciones sociales y de poder. Tanto el hombre endeudado de Lazzaratto (2013), como el sujeto autoexplotado de Han (2012) son propios del neoliberalismo y de la sociedad de rendimiento.

Teniendo esto presente, podemos intentar tomar alguno de estos principios, valores e ideas para pensar si se encuentra presente un dogma en este estilo de vida. En primer lugar, como ya remarcamos que señala Han (2012), el sistema neoliberal le presenta a los sujetos la idea del yes, you can, de que todo es posible con esfuerzo, no hay imposibles y que todo impedimento se puede sortear. Estas premisas no pueden ponerse en duda, aparecen como verdades incuestionables. Sientan las bases para una forma de ser y actuar en sociedad. De esta manera, el sujeto deposita su Fe en los paradigmas, en el dogma, porque los cree verdaderos, no los pone en tela de juicio e incluso los divulga por redes sociales, los comparte con todo al que conoce y se los inculca a sus familiares.

No debemos pasar por alto la existencia de los denominados técnicos del saber experto -o continuando con el léxico religioso: profetas o predicadores-, que se presentan y aparecen como eruditos, dueños de la verdad. Son los medios de comunicación quienes les suelen otorgar el espacio de difusión y el lugar de palabra autorizada respecto de temas como economía, política, autocuidado, entre otros. Estos predicadores brindan un discurso respaldado por sus estudios, antecedentes, experiencias y aunque podrían ser cuestionados, difícilmente lo son y su palabra tiene autoridad per se. Podemos observar en sus repertorios, la responsabilidad de una vasta colección de libros que nos prometen el éxito económico, presentando lo que parecerían ser “recetas actitudinales” que nos garantizan una vida de abundancia acorde con las promesas del éxito capitalista. Descansando en conceptos como voluntad, abundancia, perseverancia, persuasión, éxito, negocio, actitud positiva y comprometida, valoración de la propiedad individual -sea material, espiritual o relacional-, disciplina y, como punto esencial, el fracaso como parte del éxito. Estos libros suelen tener presentaciones y conferencias. Los predicadores, entonces, reproducen los argumentos y razonamientos neoliberales. Y así como el cristianismo nos promete el paraíso si obramos según las escrituras sagradas, el neoliberalismo nos asegura el éxito si cumplimos con el modelo, con los mandamientos del esfuerzo, la competencia y la autoexplotación. A pesar de que se exhibe como laico, el neoliberalismo adopta las formas religiosas del cristianismo. La Fe, la esperanza, el dogma, son algunos de los principales puntos de contacto entre estos fenómenos. Como mencionamos más arriba, no hay secularización, hay veneración.

Si bien Benjamin en su boceto no define al dios del capitalismo, queremos presentar una línea de investigación en desarrollo en la que podríamos identificar como dios del neoliberalismo al dinero. En esta línea, podemos reflexionar sobre la forma que adquiere el dinero en la actualidad, que incluso le dan mayor sustento a la teoría benjaminiana. Como en el cristianismo, en la religión neoliberal también podemos pensar en un dios al cual rendirle culto. En efecto, en el mundo contemporáneo el dinero adquiere capacidades que pueden considerarse divinas. En primer lugar, es omnipresente. Podemos hallarlo en todos y cualquier lado o momento, en todas las transacciones, tanto de forma física como virtual, mercantilizando cuestiones que en otras etapas del capitalismo eran impensadas como pueden ser la belleza y, literalmente el tiempo1. Resulta dificultoso concebir o imaginar momentos o escenarios, en los que no esté presente el dinero. En segundo lugar, es omnipotente. Para referirnos a este aspecto aludimos las palabras de Micaela Cuesta: “Todo lo que los hombres no pueden por sí mismos, lo puede el dinero. Por su mediación el impotente deviene potente; el cobarde, valiente; el feo, lindo” (2014:10). Asimismo, la cuestión del dios en el neoliberalismo es un asunto que merece un análisis y desarrollo más profundo que podrían realizarse en futuros trabajos, sin pasar por alto el debate que se encuentra abierto en torno a la forma que adquiere este dios, si dinero, mercado o capital2. En este sentido, se podría analizar en qué medida el cuarto rasgo que identifica Benjamin, el dios no madurado que se mantiene oculto, se sostiene en estos tiempos.

Teniendo en cuenta estas dos variables, el culto gravoso intensificado por la multiplicación de la deuda -tanto individual como nacional- y la culpa, y la divulgación de un dogma con los principales preceptos neoliberales, no sería precipitado afirmar que estamos atravesando la etapa más religiosa del capitalismo hasta el momento.

Conclusión

Hasta aquí se ha desarrollado el hilo argumental del presente trabajo. Hemos señalado la pertinencia de la preocupación acerca del neoliberalismo en nuestros tiempos, como así también presentado los puntos más relevantes de la obra de Benjamin (2016), poniendo especial énfasis en la cuestión de la culpa y la deuda (Schuld). Partiendo de la deuda, retomamos a Lazzaratto (2013) para ahondar en las características del hombre endeudado, señalando que el neoliberalismo no se reduce únicamente a cuestiones económicas o de planificación política, sino que trae consigo una forma de organización social que influye en la conformación del sujeto, transformando así las relaciones sociales y de poder. Para referirnos a la culpa, utilizamos la caracterización que propone Han (2012) en la cual se habla de la sociedad de rendimiento y el estilo de vida que se conforma a partir de este superhombre que lidia constantemente con la presión del rendimiento. Se ha evidenciado de esta manera la presencia continua de la figura de la culpa y su relación con el fracaso que desencadena en desequilibrios y depresión. Continuamos por analizar la atomización del individuo, tratando de explicar a raíz de donde se gesta este fenómeno. Finalmente nos hemos referido al feminismo como un ejemplo que sirve para pensar una forma de poner en cuestión al neoliberalismo, para así volver a una preocupación acerca de lo colectivo.

Podemos afirmar entonces que el capitalismo, tanto como el cristianismo, tiene una lógica que gira en torno al déficit. En el neoliberalismo se intensifica la carencia, la deuda y la culpa. A partir de aquí, surge un nuevo sujeto, endeudado, deprimido, farmacodependiente y autoexplotado. Este sujeto, al no tener condicionamientos externos, se piensa a sí mismo como sujeto libre. Por consiguiente, pudimos observar que el individuo neoliberal se encuentra sujeto al mandato del rendimiento, asumiendo un comportamiento empresarial y emprendedor para consigo mismo, haciéndose cargo de su destino. Afirmamos que este es ‘creyente’ y ‘pastor’ porque predica y aplica los preceptos del esfuerzo, de que todo se puede y que nada es imposible. Todo esto en búsqueda de alcanzar un objetivo en pos del cual se explota a sí mismo. Es lector de libros y consumidor de materiales que se presentan como neutrales, que lo instruyen para ser su propio jefe, para ser libre y no depender de nadie, para liderar y tener éxito en un entorno competitivo, para ser eficaz. En definitiva, la religión capitalista de corte neoliberal ha conformado a un nuevo sujeto con tendencias individualistas y preocupado por su entorno.

Siguiendo esta lógica, el rol remanente que le queda al Estado bajo el mandato de la subjetividad neoliberal, es un rol mínimo, el rol de un servicio para con sus clientes. La voz de la comunidad se calla y permanecen reivindicaciones individuales aisladas que reducen y constriñen la posibilidad de generar proyectos populares que puedan anexar acciones comunes. Por eso, nos resulta menester recordar la importancia que tienen los movimientos sociales que logren conquistas efectivas con vistas a la articulación de un proyecto hegemónico que trascienda el plano de lo individual.

Bibliografía

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1 Ver Hervás, L. “Una web inicia la venta de tiempo... y la gente lo compra”, recuperado de https://cincodias.elpais.com/cincodias/2015/03/20/emprendedores/ 1426852939_081593.html.

2Ver Marx (2002), cap I, Cuesta (2014) y Agamben, Giorgio (16 de febrero de 2012) disponible en ://ricerca.repubblica.it/repubblica/archivio/repubblica/2012/02/16/sela-feroce-religione-del-denaro-divora.html.

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