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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata vol.26 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2021  Epub 11-Nov-2022

 

Artículos

Procesos de politización e involucramiento político de militantes en partidos opositores durante el kirchnerismo. Los casos de la militancia juvenil del PRO y la UCR en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Juan R. Grandinetti1 

1 Doctor en Ciencias Sociales (UBA), Magister en Ciencia Política (UNSAM) y Licenciado en Sociología (UBA). Becario post-doctoral (CONICET-UNGS) y docente (UBA y UNGS), Argentina. E-mail: jgrandinetti@sociales.uba.ar.

Resumen

Este artículo analiza los procesos de politización e involucramiento político de militantes juveniles que ingresan a dos partidos opositores durante el kirchnerismo: la Unión Cívica Radical (UCR) y Propuesta Republicana (PRO). A partir de las narrativas de 41 militantes juveniles entrevistados en profundidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre 2013 y 2018, se indaga en sus primeros vínculos con la política, sus entradas a la militancia y los acontecimientos que marcaron sus inicios en estos partidos. Se muestra que los militantes radicales establecen vínculos más tempranos con el mundo de la política y con el partido al que ingresan. Por ello, en sus involucramientos tiene un mayor peso la socialización familiar y los acontecimientos de la vida interna del partido que la coyuntura del período. Los militantes del PRO, en cambio, establecen vínculos más tardíos con la política y su partido. El anti-kirchnerismo ocupa, para estos últimos, un lugar central en la configuración de sus involucramientos y en sus entradas a la militancia partidaria.

Palabras clave: Militancia; involucramiento político; partidos políticos; juventudes; oposición

Abstract

This article analyzes the processes of politicization and political engagement of youth activist who have joined two opposition parties during the Kirchner’s years in Argentina: Unión Cívica Radical (UCR) and Propuesta Republicana (PRO). Based on the narratives of 41 youth activists interviewed in depth, between 2013 and 2018 in the City of Buenos Aires, it examines their early ties to politics, the ways of entering into party activism, and the socio-political events that marked their first steps in these political parties. The article shows that UCR’s activists establish early ties to the political world and to their party. For this reason, family socialization and events of the party’s internal life have a greater weight in their engagement than socio-political context. PRO’s activists, on the other hand, establish later ties to politics and to their party. For them, anti-Kirchnerism plays a central role in their engagement and in their decision of joining the party.

Keywords: Activism; Political Engagement; Political Parties; Youth; Opposition

I. Introducción

El escenario que se abre luego de la crisis de 2001 en Argentina da inicio a un nuevo ciclo de involucramiento político que, a diferencia de la década anterior, tiene como característica distintiva la centralidad que ocupan el Estado y las organizaciones partidarias (Borobia et. al 2013, Krieger y Bruno 2013, Natanson 2013, Natalucci 2014, Vommaro y Larrondo 2013, Vommaro 2015; Vázquez, Rocca Rivarola y Cozachcow 2018).

El kirchnerismo, heredero del escenario post-2001, dio el puntapié inicial en este nuevo ciclo. Durante su presidencia, Néstor Kirchner (2003-2007) se valió de una retórica de reivindicación de la actividad política -fuertemente desprestigiada luego de la década del noventa y de la crisis- y atrajo, además, tanto a la gestión pública como a su espacio político, a organizaciones y dirigentes vinculados a la militancia social territorial que, hasta ese entonces, habían actuado por fuera de la política institucional (Perelmiter 2012, Natalucci 2012, Pagliarone 2012, Schuttenberg 2012, Cura 2014, Gradin 2017, Longa 2019). Coyunturas iniciadas durante el primer año de gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), como el lockout agrario y el debate sobre las retenciones a las exportaciones de granos, el conflicto público con el principal grupo de telecomunicaciones del país, y la estatización de los fondos jubilatorios, entre otras, contribuyeron a un estado de alta movilización y polarización política que favoreció los involucramientos partidarios en el período. La muerte de Néstor Kirchner, en 2010, supuso para la presidenta la necesidad de reorganizar sus bases de sustentación política, dándole un fuerte impulso a una organización presentada como juvenil, La Cámpora, que se convertirá en su principal base militante (Vázquez y Vommaro 2012) y cuyos dirigentes integrarán su círculo de confianza en los años siguientes. Así, durante los últimos años de su presidencia, la militancia partidaria juvenil ocupará un lugar protagónico en sus discursos y movilizaciones, ganando visibilidad en los medios de comunicación y en los debates públicos (Vázquez 2013, Flax 2013, 2014, Larrondo 2013).

Mientras la literatura ha indagado, en mayor medida, en la configuración de los involucramientos oficialistas dentro del kirchnerismo (Vázquez y Vommaro 2012, Vázquez 2013, Rocca Rivarola 2015; Chaves, Galimberti y Mutuverría 2016, Longa 2018), sabemos menos sobre las formas de politización juvenil y de entrada a la militancia en partidos opositores entre 2003 y 2015, especialmente en aquellos que confluirán a nivel nacional en la coalición de centro-derecha Cambiemos, que gobernará el país entre 2015 y 2019.

Adoptando una perspectiva generacional (Sirinelli 1989, Mannheim 1993, Brunet y Pizzi 2013, Aboim y Vasconcelos 2014, Longa 2017), en este artículo nos interesamos por los modos en los que se ha configurado el acercamiento a la política partidaria en militancias juveniles de dos partidos opositores durante el kirchnerismo: la Unión Cívica Radical (UCR) y Propuesta Republicana (PRO). Nos preguntamos por cómo estos militantes narran sus involucramientos, a qué acontecimientos o coyunturas atribuyen los inicios de su interés por la política y qué lugar ocupa su relación con el kirchnerismo (y con el anti-kirchnerismo) en su entrada a la militancia partidaria. Una lectura de la politización de estos militantes partidarios en clave generacional nos permitirá considerar simultáneamente la experiencia singular y los procesos colectivos, partiendo de las narrativas (Richardson 1990, Kohler Riessman 2012) que los mismos agentes producen sobre el desarrollo de su interés por la política y su entrada a la militancia, para ponerlas en relación con el contexto sociopolítico y las trayectorias recientes de estos partidos1.

Como parte de una investigación realizada entre 2013 y 2018 -que incluyó, además, observaciones de campo, análisis de documentos escritos y páginas web, y uso de fuente secundarias- realizamos 41 entrevistas en profundidad semi-estructuradas a militantes de la Juventud Radical (JR) -21 entrevistas- y Jóvenes PRO (JPRO) -20 entrevistas- de la CABA, en las que se basan los resultados del presente artículo. Nuestros entrevistados y entrevistadas ingresaron a sus partidos entre 2003 y 2015. Procuramos entrevistar a militantes de los diversos espacios internos y ámbitos de inserción de cada juventud partidaria, que estuvieran, a su vez, altamente involucrados en la vida de sus organizaciones. Por ello, seleccionamos entrevistadas y entrevistados que ocupaban o habían ocupado algún cargo interno en estas organizaciones juveniles o un cargo electivo en el distrito, o que eran referentes de alguna agrupación interna o de militancia universitaria de sus partidos. El enfoque cualitativo adoptado, basado en entrevistas en profundidad, nos permitió estudiar estas militancias en su carácter procesual (Fillieule 2001, Sawicki y Siméant 2009) y desde un abordaje interpretativo, atendiendo a sus trayectorias, así como a los sentidos atribuidos a ellas por los mismos agentes.

Mostraremos que los efectos del contexto sociopolítico del período serán diferentes en ambos grupos de militantes. Así, argumentaremos que sus politizaciones e involucramientos partidarios estarán más o menos ligados al contexto sociopolítico y a sus posicionamientos frente al kirchnerismo en función del tipo de vínculo previo que establecieron con el mundo político y con el partido al que pertenecen. La evidencia que nos proporcionan sus narrativas muestra que las y los militantes juveniles radicales tienen, en general, vínculos precoces con la política e identificaciones tempranas con el radicalismo, resultado de su socialización en familias de militantes radicales, mientras que los vínculos con la política entre la militancia juvenil del PRO son más tardíos y están más fuertemente asociados a la coyuntura sociopolítica, ocupando la oposición al kirchnerismo un papel más significativo en sus entradas a la militancia partidaria que entre la juventud de la UCR.

El artículo se organiza de la siguiente manera. En una primera sección, reconstruiremos algunos de los efectos de la crisis de 2001 sobre el campo político argentino y porteño, las condiciones que se abren para la emergencia del PRO, así como las consecuencias sobre el radicalismo. A continuación, analizaremos el lugar que ocupa la crisis y los primeros años de la década en las narrativas de las y los militantes de JPRO y de la JR acerca de los inicios de su interés por la política. Veremos que, de modos muy distintos, la crisis constituye un hito fundamental en las narrativas de esta generación de militantes. En una segunda sección nos ocuparemos de examinar la configuración de un compromiso opositor durante estos años y el papel que juega la relación con el kirchnerismo y con el anti-kirchnerismo en las entradas a la militancia dentro de cada uno de estos partidos. En una tercera sección, finalmente, examinaremos los acontecimientos, movilizaciones y coyunturas a las que estas militancias otorgan relevancia para dar cuenta de sus entradas a la política y del desarrollo de un compromiso político durante el período 2003-2015.

I.I. La crisis de 2001: colapso partidario, oportunidades políticas y nuevos jugadores en la CABA

Epicentro de las movilizaciones sociales que forzaron la renuncia del presidente radical Fernando De La Rúa (1999-2001), la CABA fue, a su vez, el distrito en el que la crisis política de 2001 impactó con mayor fuerza (Mauro 2012). En primer lugar, el escenario post-2001 en la CABA conllevó la disolución del FREPASO2 y el desmembramiento de la UCR, junto con la desaparición de la escena política de sus principales dirigentes en el distrito: Fernando De la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez. En segundo lugar, si bien Aníbal Ibarra, el jefe de gobierno hasta entonces frepasista, lograría sobrevivir políticamente luego de la caída del gobierno nacional y de su espacio político, se quedaría sin estructura partidaria (Mauro 2007), en un contexto de fuerte fragmentación política que se vería reflejado en la composición de los bloques de la Legislatura porteña y en la dispersa oferta electoral de 2003 (Mauro 2005). En tercer lugar, mientras que en el resto de las provincias el Partido Justicialista (PJ) y, en menor medida, la UCR lograrán recomponer su poder en los años subsiguientes (Malamud 2008), en la CABA ninguna de estas fuerzas volverá a ganar elecciones locales. Así, emergerá un campo político caracterizado por su fragmentación y volatilidad, en el que proliferarán partidos débilmente institucionalizados (Mattina 2012, Mauro 2012).

Es en este contexto que el proyecto político del empresario Mauricio Macri, por entonces presidente del club Boca Juniors, comienza a conformarse. El surgimiento del PRO en este escenario (primero como la Fundación Creer y Crecer, luego como el partido Compromiso para el Cambio) no es una mera coincidencia cronológica. El colapso del sistema de partidos en la CABA, tanto de los partidos tradicionales como del FREPASO, abría oportunidades para la creación de nuevos emprendimientos políticos en el nivel local (Morresi y Vommaro 2013, Vommaro y Morresi 2014, 2015). Por un lado, la crisis de legitimidad de los partidos y del personal político, cristalizada en la emblemática consigna de las movilizaciones de 2001 (“que se vayan todos”), favorecía que un outsider de la política como Macri pudiera movilizar capitales vinculados a la notoriedad pública adquiridos en otros campos (el empresarial y deportivo), haciendo de su condición de no político y de “recién llegado” un recurso estratégico para posicionarse electoralmente (Mattina 2015). Por el otro, la condición de nuevo partido podía ser utilizada por el PRO como una forma de legitimación en contraste con el fracaso de los partidos tradicionales, en un contrapunto entre una “vieja” y una “nueva” política.

A su vez, la crisis política iniciada en 2001 facilitó para el PRO el reclutamiento de dirigentes experimentados que abandonaban sus partidos de origen. En este sentido, la crisis interna del PJ y la UCR en la CABA implicó la ausencia de liderazgos y candidaturas con posibilidad de éxito electoral, lo que dejó a una capa intermedia de dirigentes partidarios con experiencia y, en algunos casos, con redes territoriales, en condiciones de ser reclutados por este nuevo partido (Vommaro 2015). Asimismo, la exterioridad respecto al campo político, que dio origen a esta fuerza bajo la forma de un think tank (Creer y Crecer), permitió reclutar agentes provenientes del mundo de la expertise y las ONGs, y la pertenencia de Macri y su círculo más cercano al mundo empresarial favoreció el reclutamiento de empresarios y ejecutivos que, al igual que aquellos que provenían del mundo de las ONGs, eran renuentes a la participación partidaria (Vommaro 2017). Así, en el marco abierto por la crisis de 2001, el PRO se constituyó en un canal para el ingreso a la actividad política tanto de agentes hasta entonces involucrados en otros campos, como para la continuidad de políticos profesionales cuyas carreras se habían visto truncadas por la crisis en sus partidos de origen.

La crisis no sólo generó las condiciones objetivas que hicieron posible el surgimiento e implantación del PRO en la CABA, sino que se convirtió en una suerte de “mito de origen” del partido y de la vocación pública de muchos de sus dirigentes. Así, en la presentación pública de Macri (y otros dirigentes del partido provenientes del mundo empresarial y de las ONGs) la decisión de “meterse en política” luego de la crisis de 2001, es mostrada como una prueba de su vocación de servicio3. La llegada de “gente nueva”, no contaminada con el lastre de las prácticas de la “vieja” política partidaria, es uno de los lugares comunes de la presentación de sí de los dirigentes y militantes del PRO (Grandinetti 2015). En sintonía con los orígenes del partido, tal como mostraremos en la próxima sección, la crisis de 2001 es aquel momento histórico y biográfico al que la militancia juvenil del PRO refiere, retrospectivamente, los inicios de un interés por la política que terminaría por consolidarse con la entrada a la militancia partidaria durante los años del kirchnerismo a partir del desarrollo de un compromiso opositor.

En contraste, la crisis de 2001 fue para la UCR el tiro de gracia de un largo proceso de decadencia. Luego de dejar el gobierno en 1989, la UCR transita una década marcada, tanto a nivel nacional como local en la CABA, por la pérdida de apoyo electoral y el debilitamiento de su organización (Torre 2003, Malamud 2008, Zelaznik 2013, Lupu 2016, Obradovich 2016, Prats 2019). Las causas de este largo proceso de decadencia son múltiples. En primer lugar, el partido pierde consistencia programática desde finales de la década del ochenta. Como argumentan Lupu (2016) y Obradovich (2016), el electorado radical comienza a desvincularse de un partido cuyas propuestas son inconsistentes respecto a su legado programático e identitario, y tienden a solaparse con las del gobierno de Carlos Menem (1989-1999). Las propuestas de reformas de mercado y privatizaciones del candidato presidencial Eduardo Angeloz durante la campaña de 1989 y su apoyo a las políticas neoliberales implementadas por el menemismo en los años siguientes, el “Pacto de Olivos” entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem en 1993 para reformar la Constitución y hacer posible la reelección del presidente, así como la adopción de políticas de ajuste presupuestario, subas de impuestos a los sectores medios y recortes salariales implementadas durante el gobierno de Fernando De la Rúa por el ex ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo, generarían un constante deterioro de la “marca” partidaria, produciendo una desvinculación creciente de su electorado. En segundo lugar, el partido se verá atravesado durante toda la década del noventa por un conflicto interno de liderazgo (entre Alfonsín y Angeloz, primero, luego entre ambos y otras líneas minoritarias del partido) que no alcanzará a ser saldado y producirá el desmembramiento de sus líneas históricas así como la caída de la participación de los afiliados en las elecciones internas (Obradovich 2016). La falta de unidad en el partido redundaría, además, en una inconsistencia discursiva y programática interna, generando la imagen de un partido incapaz de ejercer una oposición sólida ni de proponer una alternativa clara de gobierno. En tercer lugar, el electorado radical -especialmente el de la CABA- sufrirá una serie de transformaciones socio-estructurales durante la década, resultado de la tercerización de la economía y los cambios en los estilos de vida de las clases medias que influirá en sus expectativas y en su vínculo con lo público, punto nodal del repertorio ideológico del radicalismo (Obradovich 2016). En cuarto lugar, ante esta serie de dificultades, a partir de mediados de los noventa, la oferta partidaria, especialmente en la CABA, se amplía dando lugar a terceras fuerzas (el Frente Grande, primero, y el FREPASO, después) que sabrán interpelar con mayor eficacia a los sectores medios otrora afines al radicalismo (Novaro y Palermo 1998, Torre 2003, Abal Medina 2009). A comienzos de los 2000 se gestarían fracturas internas que, luego de 2001, se traducirían en nuevos partidos (ARI y Recrear) que se quedarían con gran parte del caudal electoral histórico del partido. La aparición, años después, del PRO en la CABA y del kirchnerismo a nivel nacional implicarían una nueva “fuga” de dirigentes y votantes. Las elecciones de 2003 presentarán para el radicalismo su peor resultado histórico, con un 0,8% en la CABA en la elección presidencial y 1,9% para la jefatura de gobierno4.

Mientras el partido sobrevivió a nivel local en cientos de municipios del país y supo retener o ganar algunas gobernaciones provinciales, manteniendo, a su vez, su relevancia parlamentaria nacional, la crisis en la CABA fue de mayor gravedad. La UCR perdió toda competitividad en el distrito y su estructura se debilitó dramáticamente. Sus líneas internas (la delarruísta “Participación Radical”, la alfonsinista “Ateneo Centenario” liderada por Jesús Rodríguez, y la línea “Renovación” de Marcelo Stubrin) prácticamente se extinguieron. El partido vio reducida fuertemente su participación en la Legislatura por estos años, logrando que ingresaran unos pocos legisladores a través de diversas estrategias aliancistas. La crisis tuvo también su impacto en uno de sus principales bastiones, la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde su agrupación Franja Morada dominaba desde hacía décadas la política de la universidad (Beltrán, 2013).

Con la pérdida de gravitación política de sus principales referentes locales, la UCR porteña se vio reducida a su mínima expresión, sobreviviendo en la UBA, en unos pocos despachos de la Legislatura porteña, en organismos descentralizados y de control, y en espacios vinculados al mundo judicial como el Colegio de Abogados o el Consejo de la Magistratura. Será desde el refugio de la UBA que la organización partidaria comenzará a revitalizarse con la creación de una línea interna ligada al radicalismo universitario5. El 25to. aniversario del regreso de la democracia en 2008, la muerte de Raúl Alfonsín en 2009, y la llegada al partido de Martín Lousteau en 2013, un extra-partidario que supo cosechar buenos resultados electorales dentro de la coalición de centro-izquierda UNEN, marcarían una recuperación del radicalismo en la CABA en los primeros años de una nueva década. Las consecuencias de 2001 en UCR porteña implicaron el colapso de la organización y una drástica pérdida de relevancia electoral. Sin embargo, dieron lugar, varios años después, a un recambio generacional que, ante una coyuntura más propicia, dinamizó la vida interna del partido y de su militancia juvenil.

En la sección siguiente veremos cómo la crisis de 2001 y la coyuntura que se abre con ella ocupa un lugar central, aunque sumamente diferente, en las narrativas de las militancias juveniles del PRO y la UCR acerca del despertar de su interés por la política y su entrada en la militancia partidaria durante los años del kirchnerismo.

I.II. En el principio fue 2001. La crisis en las narrativas de la militancia de JPRO y la JR

Si el escenario surgido a partir de 2001 nos permite comprender las condiciones en las que nació y se conformó el PRO en la CABA, tanto como aquel “mito de origen” movilizado por muchos de sus dirigentes para legitimar su entrada a la política, en las narrativas que las y los militantes de JPRO elaboran para explicar el desarrollo de su interés por la política el contexto de la crisis suele ocupar un lugar central. Es la explosión política, económica y social de aquel año la que, en sus narrativas, posibilita un quiebre en su relación con la política, marcando un pasaje del desinterés, el desconocimiento y el apoliticismo a un “despertar” por la política. Sin embargo, los primeros años de la década no son reconstruidos por la militancia juvenil del PRO como años de involucramiento y participación, sino como de profunda confusión, descreimiento, frustración e indignación, en los que la relación con la política es todavía distante, en términos prácticos y cognitivos. La crisis aparece como un disparador del interés por el mundo de la política, pero de un interés aún reactivo, basado en principios morales de apreciación como la indignación y en sentimientos como la frustración y el cansancio. A su vez, se trata de un interés pasivo que, en general, experimentan desde los medios de comunicación y en un marco de confusión que los paraliza y atemoriza. Así lo relatan algunas entrevistadas de JPRO:

En 2001, yo estaba en primer año del secundario y lo veía a través de la televisión y ahí fue la primera vez que sentí un interés fuerte por decir ‘acá hay que meterse, acá hay que hacer algo’, al revés de lo que quizás sentía la gente en su momento (...) yo sentí que si acá no te metés, pasan esas cosas (Milagros6, JPRO7). El 2001 fue también como un quiebre. No me interesaba mucho la política, lo que sí siempre tuve es mucha conciencia de país (…) En 2001 yo estaba en tercer año, no fui a los cacerolazos, solamente fui a los de Blumberg, fue después… lo veía por la tele, pasaron cinco presidentes, que Puerta, que Rodríguez Saá, que el uno a uno, que la convertibilidad… yo no cazaba una, ahí fueron como momentos en los que de a poquito, yo me doy cuenta, me fui como orientando para ese lado (Agustina, JPRO8).

Así, aun cuando por aquellos años su relación con la política fuera todavía distante y reactiva, la crisis habilitó el desarrollo de una atención creciente por la vida política, que resultó en la adquisición de competencias e intereses a los que las y los entrevistados refieren, desde su actual posición de militantes del PRO, el “despertar” de su interés.

En el caso de la militancia juvenil radical, la crisis de 2001 también ocupa un lugar central en sus narrativas, pero, a diferencia de la juventud del PRO, no se trata de una coyuntura a la que refieran el inicio de su interés por la política. El vínculo con la política, en una porción significativa de las y los militantes con quienes conversamos, es mucho más precoz y se relaciona con su socialización familiar temprana. Se trata, generalmente, de militantes que provienen de familias politizadas, muchas veces con padres o abuelos que militaron, militan o se identifican con el radicalismo. Por lo tanto, la coyuntura de 2001 aparece imbricada con la historia de sus familias y con el vínculo de sus padres o abuelos con el radicalismo. La coyuntura de 2001 se presenta como el final de un ciclo para aquellos militantes que, como sus padres, ingresaron al partido durante los años ochenta, y como el inicio de un período de grandes dificultades para el radicalismo y su militancia, que dará lugar a la etapa en la que le tocará participar a esta generación. Así, más que un contexto que provoca confusión o miedo, que es experimentado individualmente y a la distancia, la crisis de 2001 es narrada como un episodio de tristeza, decepción o bronca, que impacta directamente en sus entornos familiares. No se trata de un momento bisagra en su interés por la política, sino de un antes y un después en la historia del radicalismo y de la relación de sus familias con el partido, que signará los años siguientes, en los que muchos de ellos comenzarán a participar activamente como militantes juveniles.

A diferencia de las y los militantes de la juventud del PRO, que suelen recordar la crisis como un episodio que vieron por televisión, algunos militantes de la JR dicen haber participado de los cacerolazos y movilizaciones de diciembre de 2001. La presentación de sí de la militancia juvenil radical se sostiene, en gran parte, en la exaltación de su capacidad crítica ante la dirigencia partidaria y de la defensa de los “valores” del radicalismo (Grandinetti 2020). Así, especialmente aquellos militantes que ya participaban en alguna agrupación estudiantil ligada al radicalismo en su colegio secundario, narran su participación en las movilizaciones de 2001 -identificándose con el radicalismo pero contra un gobierno radical- como una continuidad de la “resistencia” que le atribuyen a la Franja Morada y a la JR en los años noventa frente a las políticas neoliberales de Carlos Menem. Así relatan su experiencia de la crisis uno de nuestros entrevistados de la JR:

Mis viejos llorando: ‘yo no milité nunca para esto’. La militancia, ya habrás hablado con otra gente, te reclama un montón de tiempo, de postergar cosas personales, y uno a veces invierte tanta energía en esto que cuando las cosas no salen... y no me quiero imaginar lo que habrán sentido mis viejos, primero con la caída del gobierno de Alfonsín y después lo de la De la Rúa que fue la debacle de la debacle del radicalismo, es muy fuerte. Yo recuerdo cuando era más chiquito íbamos a los cacerolazos contra Menem, y en [el gobierno de] De la Rúa cuando empezaron a aparecer los cacerolazos y los movimientos, mis viejos realmente, como mucha de la gente que tenía alrededor, por más que eran radicales, ya no bancaban al gobierno porque era un desastre, ya quedaba poco del contenido radical dentro de los programas de gobierno. Entonces las primeras reacciones fueron de esto es lo mismo, a agarrar la cacerola y seguir golpeando (Lisandro, JR9).

En las narrativas de la militancia de la JR, el escenario post-2001, caracterizado por el colapso electoral de la UCR en el distrito y el desprestigio del radicalismo ante la ciudadanía, marcará sus primeros años en el partido. Será durante estos largos años que reafirmarán su identidad radical, en una suerte de épica del ostracismo y de la defensa del radicalismo aún contra su propio interés personal y ante las hostilidades del entorno. En otros casos, el escenario post-2001, ante la disolución de muchas de las agrupaciones estudiantiles del radicalismo y el debilitamiento de la organización partidaria y de su juventud, implicará un tiempo de espera hasta encontrar espacios y pares con quienes militar:

A mí me tocó justamente entrar en las malas, estaba muy cercana todavía la caída del gobierno de la Alianza, eso también tuvo mucha repercusión en la Universidad de Buenos Aires. Entonces, me tocó entrar con una agrupación que no era ganadora, ni tampoco competitiva, pero de alguna manera nos tocó defender las banderas en los momentos más difíciles (Gastón, JR10). Cuando yo me intereso por la política y me empiezo a sentir más radical, sentía como que no había lo que había antes, la gente no se animaba a decir que era radical en ese momento, era una mala palabra, era difícil ser radical en ese momento después de De la Rúa, por todo lo que ya sabemos, todos los errores graves que tuvo políticamente ese gobierno, y no encontraba un espacio, en el colegio no había nadie que diga que era radical, los que eran radicales de a poquito fueron dejando de serlo. Entonces yo para adentro mío estaba leyendo de política, leyendo de radicalismo, pero no tenía una posibilidad (Fermín, JR11).

El ingreso y la permanencia en el radicalismo durante estos años de decadencia y desprestigio son presentados por la militancia juvenil como una prueba de su compromiso con ciertos valores, aún contra la posibilidad de acceso a cargos u otros beneficios para sus carreras. La idea de una juventud que milita “desde el llano” será uno de los modos de legitimarse y, al mismo tiempo, de deslegitimar a otras militancias juveniles ligadas a fuerzas emergentes del período como el PRO o el kirchnerismo.

II. Kirchnerismo y anti-kirchnerismo en el involucramiento de la militancia juvenil del PRO y la UCR

Si bien la militancia de JPRO sitúa el comienzo de su interés por la política en los procesos de 2001 y 2002, el involucramiento político y la posterior entrada al PRO ocurre durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, especialmente a partir de la primera presidencia de esta última. Es durante estos años que la “indignación” se convierte en oposición, esto es, que se produce una politización que se traduce en un interés concreto por participar en un partido, como un modo de “hacer algo” ante el descontento que les produce el kirchnerismo. Así nos contaron ese pasaje algunas entrevistadas del PRO:

Yo me empecé a cansar de mí, me cansaba de estar todo el tiempo quejándome, hace no mucho, desde 2009 (…) En ese momento por ahí no se hablaba tanto de política, o yo no recuerdo que se hablara tanto como hoy. Yo voy a comer con mis amigas y siempre hablamos de política, y ninguna trabaja o está dentro del mundo de la política. En ese entonces, no. Como que vi que me picaba el bichito de empezar a meterme un poco más, o a entender un poco más por qué pasaban algunas cosas o qué era lo que estaba pasando (…) Fue un periodo en el que me torturaba viendo [el programa periodístico] Después de Hora, y con ver cosas que no me gustaban, y dije ‘bueno, basta, ¿qué puedo hacer?’ (Mariela, JPRO12). Mis profesores [de la facultad] eran todos, todos, absolutamente todos, kirchneristas, todos, y era constantemente que te bardeen (…) La bajada de línea era totalmente kirchnerista, y yo estaba todo el tiempo en desacuerdo, porque no compartía nada de lo que me decían y me generaba bronca tener que bancarme las clases así, entonces, dije: ‘algo tengo que hacer, si no lo puedo hacer acá en la facultad porque no me quiero poner en contra de ningún profesor para tener que después rendir quinientas veces, algo tengo que hacer’ (…) y bueno, googleando encontré el partido… (Sandra, JPRO13).

La llegada al PRO de estos jóvenes puede ser atribuida a distintos factores: el desarrollo de un interés por participar políticamente a partir del rechazo a los gobiernos kirchneristas; la valoración positiva de los partidos políticos como canales de participación; la visualización del PRO como el principal exponente partidario del anti-kirchnerismo; y la existencia de redes de sociabilidad que facilitan su acercamiento al partido14. Por otra parte, la llegada del PRO al gobierno porteño en 2007 será un incentivo para la participación en el partido que favorecerá el reclutamiento y la retención de militantes, que en algunos casos ingresan a JPRO luego de su entrada a trabajar en la administración pública local15.

Los militantes juveniles del PRO explican este rechazo al kirchnerismo que los llevó a involucrarse partidariamente mediante argumentos políticos y morales. En cuanto a los primeros, rechazan el estilo de liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, a quien suelen considerar “autoritaria”; atribuyen al kirchnerismo una incapacidad para el “diálogo”, una mirada excesivamente centrada en el pasado e “ideologizada”; discrepan respecto al rol del Estado durante sus gobiernos por considerarlo, en palabras de un entrevistado, “un rol paternalista, de controlar todo, de intervención constante”; consideran al kirchnerismo parte de la misma “vieja política” que gobernó Argentina durante las últimas décadas; y cuestionan lo que consideran un desapego respecto a las instituciones republicanas, especialmente en relación a la división de poderes y la autonomía del Poder Judicial. En cuanto a las impugnaciones morales, el gobierno kirchnerista es percibido como “corrupto” y “mentiroso”. Al respecto, suelen mencionar la manipulación de las estadísticas públicas y la construcción de un falso “relato” progresista a partir del cual enmascaran motivaciones espurias, ligadas al enriquecimiento personal desde la función pública.

La militancia juvenil radical, por su parte, no atribuye su entrada a la militancia en el partido a su oposición al kirchnerismo. La narrativa de las y los jóvenes radicales respecto a su politización y elección del partido aparece menos conectada a las coyunturas sociopolíticas del período que en el caso de la juventud del PRO. Si bien comienzan a militar durante los gobiernos kirchneristas y lo hacen en un partido opositor, se ocupan de resaltar que su politización no se dio por oposición al kirchnerismo, sino a partir de una identificación previa con el radicalismo y un interés por la política que, muchas veces, se remonta a su infancia, y remite a la militancia radical de sus familiares más cercanos, a su temprana sociabilidad en los comités barriales y a su interés por la historia argentina durante el colegio secundario.

De este modo, la pertenencia al radicalismo es concebida, en palabras de varios entrevistados y entrevistadas, como un “mandato natural”, como una “herencia” ligada al mundo de los afectos. El ingreso a la militancia partidaria, sin embargo, es atribuido a un proceso de búsqueda personal, en el que la lectura de libros canónicos de la cultura radical, encontrados en las bibliotecas de su casas o facilitados por algún familiar, como “Yrigoyen” de Félix Luna o “Pensamiento y acción” de Moisés Lebensohn, es mencionada con frecuencia como determinante en el pasaje de una identificación familiar irreflexiva a la determinación de militar en la UCR, como ilustran estos fragmentos de entrevistas:

Medio que lo llevo en la cuna, porque mi casa era muy politizada, familia radical y militante también, entonces, como que se dio, de alguna manera, de modo natural. No es que conocí a alguien que me pudo insertar en el partido sino que yo ya estaba esperando a cumplir los 18 para poder ir a afiliarme o empezar la facultad y acercarme a la mesa de la Franja para militar en la Universidad. Fue por pertenecer y estar cercano toda la vida al radicalismo, pero además por convicción propia, yo decidí acercarme (Gastón, JR). Siempre era en mi casa discutir con mi papá y charlar con mi mamá sobre política, lo que pasaba y lo que había pasado. Mi mamá tiene muchos libros de historia del radicalismo, todos exhibidos en mi casa de una manera muy prolija, entonces más allá de que nunca me interesó mucho ponerme a leer, me daba mucha intriga, o sea, yo había empezado porque mis papás eran radicales, no tenía ninguna justificación de por qué yo era radical y me senté a leer hasta que entendí el por qué, qué hacía ahí (Lucrecia, JR16).

La militancia juvenil del radicalismo, si bien coincide con muchas de las críticas de las y los militantes de JPRO al kirchnerismo, se ocupa también de dar cuenta de algunas de sus coincidencias programáticas con estos gobiernos, intentando desvincularse del anti-kirchnerismo. La idea de que son una militancia, en palabras de una militante, “en el medio de la grieta”, que no abona ningún fanatismo y se ubica en una posición crítica y reflexiva respecto a ambos polos del campo político argentino, es uno de los pilares a partir de los cuales construyen su presentación de sí y buscan legitimarse como militantes partidarios. Así como reconocen coincidencias con el kirchnerismo respecto a cuestiones como la agenda de derechos humanos, el matrimonio igualitario o la estatización de empresas privatizadas en los años noventa, ponen en cuestión la autenticidad de sus motivaciones políticas, denunciando un uso interesado de ciertas banderas para encubrir intereses particularistas. Por otra parte, más que un rechazo en clave moral, nos encontramos entre la militancia juvenil del radicalismo con un rechazo de lo que consideran una “degradación de las instituciones republicanas”. Así describen su relación con el kirchnerismo y con el anti-kirchnerismo algunos entrevistados de la JR:

Yo nunca fui, como algunos correligionarios sí, o como un militante del PRO podría ser, un antikirchnerista ferviente, yo creo en un montón de las banderas que el kirchnerismo llevó adelante: matrimonio igualitario, YPF, Aerolíneas [Argentinas], las AFJP. Yo estaba en contra de que el bloque radical en el Congreso votara en contra de [la estatización de] las AFJP. Obviamente, ¿qué hizo el kirchnerismo con esa plata? Un desastre ¿Qué hizo el kirchnerismo con Aerolíneas? Un desastre (Lautaro, JR17). Muchas veces, en 2007, se te sumaban pibes que eran anti-kirchneristas y que vos le tenías que decir: ‘bueno, hay muchos puntos de encuentro con el kirchnerismo, en el tema de derechos humanos, en lo social, en la visión de la sociedad, en la visión del aparato como regulador de la sociedad’, entonces vos le tenías que sacar el discurso del anti-kirchnerismo para bajarles una línea radical (Sergio, JR18).

Posiblemente, uno de los rasgos comunes de esta generación de militantes que se involucra en diversos espacios políticos durante el período analizado es el valor que le asignan a las organizaciones partidarias como espacios legítimos y efectivos de acción política y al Estado como institución en disputa19. Esto debe ser interpretado en el marco de una transformación más amplia en los modos legítimos de hacer política en la Argentina posterior a la salida de la crisis de 2001. Si consideramos que este proceso ocurre durante los gobiernos kirchneristas y es impulsado y reivindicado desde aquel espacio, la politización de estas militancias opositoras reviste un carácter paradojal: por un lado, es el resultado de una politización generacional fuertemente ligada a la “rehabilitación” de la política y del Estado, producida e impulsada por los gobiernos kirchneristas; por el otro, uno de sus rasgos distintivos es justamente su oposición al kirchnerismo, aunque esa oposición tenga mayor o menor relevancia en sus involucramientos políticos y esté dotada de distintos sentidos en ambos grupos de militantes.

En consecuencia, la militancia de JPRO establece una relación ambivalente con este proceso que la ha politizado. Al mismo tiempo que atribuyen al kirchnerismo -aunque también a Mauricio Macri- una “motivación de la militancia” y la “vuelta de la política”, es justamente a partir de su oposición al kirchnerismo que se ha producido su ingreso al PRO. Así, reconocen la importancia de militar en un partido político durante el período -en lugar de hacerlo en una ONG, por ejemplo- justamente porque es necesario que el Estado deje de estar en manos “corruptas”:

Si hay algo que hay que reconocerle al kirchnerismo es que ha motivado la militancia política nuevamente. En eso Néstor Kirchner es un emblema y hay que reconocerlo. Yo soy muy crítico del kirchnerismo, pero creo que Néstor Kirchner ha motivado la participación política de los jóvenes, como así también Mauricio Macri. Mauricio Macri es un tipo que motiva la participación en política: la motivación, los acuerdos, el consenso, la disidencia, pero pacífica, que es lo que no motivó Kirchner o Cristina [Fernández de Kirchner] hoy. Tienen un punto en común, que es que ambos motivaron la participación juvenil (Martín, JPRO20). Hay que reconocer que el kirchnerismo de alguna manera introdujo la política otra vez en la mesa familiar (…) No quiere decir que ellos sean los únicos que militan, pero sí se empezó a dar una discusión (Agustina, JPRO).

La militancia juvenil radical reconoce en el kirchnerismo haber favorecido un clima de época que contribuyó a la participación partidaria y a la recuperación de cierto prestigio perdido de la actividad política. En sintonía con la militancia de JPRO, sin embargo, discute la idea de que este proceso haya tenido como protagonistas exclusivos a los militantes kirchneristas y endilga al kirchnerismo la exacerbación del conflicto y el debilitamiento institucional de los partidos:

Creo que le reconozco al kirchnerismo esto de que no era mala palabra hablar de política de vuelta, de discutir de política, de participar en política, eso creo que se instaló durante el gobierno de Néstor [Kirchner] y que fue bueno, no sé si contribuyó o no… contribuyó en la manera en la que la sociedad entera empezó a hablar un poco más de política, y bueno, eso sí contribuyó a que me acerque más a la política y demás, además de que ya venía con las ganas de la historia del partido (Lisandro, JR). Yo creo que el kirchnerismo vino a revitalizar la militancia, que es el trabajo del día a día, que es la transformación de la realidad a través de la política, después lo que hicieron, lo que no hicieron, estamos de acuerdo o no, pero en términos de militancia política me parece que hicieron bien los tipos, a veces se pasaron de rosca, y a veces discutir con un kirchnerista es muy difícil, porque está subido a un caballo del que no lo podés bajar (Maximiliano, JR21).

III. Hitos del involucramiento juvenil opositor durante el kirchnerismo: acciones colectivas, movilizaciones y acontecimientos políticos (2003-2015)

Las experiencias de participación en acciones colectivas y movilizaciones de la militancia de JPRO, previas y posteriores al ingreso al partido, son todas de oposición a los gobiernos kirchneristas. En algunos casos, los militantes de JPRO recuerdan como primera experiencia las movilizaciones organizadas entre 2004 y 2006 por Juan Carlos Blumberg22, empresario y padre de una persona secuestrada y asesinada en 2004, para exigirle al gobierno de Néstor Kirchner y al Congreso una serie de modificaciones en las leyes penales (suba de penas, baja en la edad de imputabilidad, entre otras). Otros militantes, por su parte, mencionan haber participado, durante 2008, de las movilizaciones organizadas por las patronales agropecuarias durante el lockout iniciado a causa de la resolución ministerial 125 que establecía retenciones móviles para la exportación de soja y girasol23. Es el “conflicto del campo”, que desató una serie de movilizaciones masivas a favor y en contra del gobierno que excedieron lo sectorial, uno de los acontecimientos a los que algunos de los militantes entrevistados refieren su decisión de participar en el PRO. Sin embargo, otro grupo dice no haber participado de ninguna movilización colectiva hasta finales de 2012, cuando concurrieron, ya como militantes de JPRO, a las manifestaciones opositoras de noviembre de 2012 y abril 2013, que se conocieron como “8-N” y “18-A”24. Las concentraciones organizadas por fuerzas opositoras contra la reforma judicial impulsada por el gobierno en 2013, así como la marcha por la muerte del fiscal federal Alberto Nisman en 2015, son otras de las movilizaciones en la que la juventud del PRO participó formalmente como organización o a la que asistieron sus militantes. Así lo relatan algunas de nuestras entrevistadas y entrevistados del PRO:

Nunca había pensado en participar en política. Mi despertar, de decir ‘yo tengo que participar también’, fue después de la [resolución] 125, donde vi una fragmentación entre la política y los ciudadanos comunes como yo (…) Me había visto en un lugar donde decía: ‘algo me falta’, y ahí dije: ‘yo tengo que participar’. Siempre me gustó Mauricio Macri, me parecía un tipo que había sido exitoso en su vida privada, empresarial, y me había gustado lo que habían empezado a hacer en la gestión [en la CABA] (…) Lo pienso ahora y es algo loco, la transición de un acto cívico, netamente cívico, porque no había nada partidario, no te identificabas ni con la Mesa de Enlace [de las organizaciones patronales agropecuarias], no te identificabas con nadie, era ir a apoyar una causa… a esto [militar en el PRO] que es otra causa mucho más interesante y mucho más divertida (Matías, JPRO25). Cuando no estaba en política, la marcha de Blumberg me pareció algo bueno, donde te sentías parte (…) Quizás ahora no esté a favor ni en contra de las marchas (…) Yo siento que a partir de participar en política es como que no tiene tanto sentido participar de una marcha (…) Las marchas, sobre todo cuando son opositoras (porque las oficialistas, sea este oficialismo u otro, sabemos que están un poquito más armadas) creo que todas las personas que están ahí, creo que eso es lo más triste de una marcha, es que no encuentran el modo de canalizar su demanda o de participar (Milagros, JPRO).

Como puede notarse en el relato de nuestros entrevistados y entrevistadas de JPRO, la experiencia de haber participado de movilizaciones contra los gobiernos kirchneristas constituye tanto una instancia de politización evaluada positivamente, como, al mismo tiempo, una forma de expresión política que, leída desde su actual militancia partidaria, resulta insatisfactoria e incompleta, en tanto es el producto de una ausencia de identificación con un proyecto político, y más concretamente, en tanto ocurre por fuera de las organizaciones partidarias y por lo tanto, por fuera de la competencia por el Estado. Asimismo, la importancia de las marchas opositoras más recientes, a las que concurrieron ya como militantes del PRO, es minimizada, puesto que no es en las movilizaciones allí donde se dirime legítimamente la vida pública sino en las contiendas electorales entre organizaciones partidarias.

En el caso de la militancia radical las experiencias de participación en movilizaciones están menos ligadas a lo coyuntural y a las manifestaciones contra los gobiernos kirchneristas. Por un lado, a diferencia de JPRO, que solo en contadas oportunidades participó formalmente como organización en movilizaciones, la JR participa oficialmente de ciertas movilizaciones y encuentros como las marchas contra la violencia de género “Ni una menos”, las marchas por la legalización de la marihuana y los Encuentros nacionales de mujeres que se realizan anualmente en distintas localidades del país. Las marchas de los 24 de marzo para exigir memoria, verdad y justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar son otras de las movilizaciones a las que la JR asiste, aunque, según cuentan nuestras entrevistadas y entrevistados, desde 2001 las tensiones con otras agrupaciones hacen que no siempre participen con su identificación partidaria.

Mientras para la militancia de JPRO las movilizaciones a favor de las patronales agropecuarias en el marco de la disputa por las retenciones a la exportación de granos ocuparon un lugar de relevancia en su involucramiento partidario y marcaron un hito en su politización, las menciones al “conflicto del campo” entre la militancia juvenil radical tienen menor importancia. La mayoría de las entrevistadas y entrevistados con quienes conversamos no participaron de esas movilizaciones y, en algunos casos, se posicionaron a favor de la medida gubernamental pero en contra de las formas o los intereses de fondo imputados al kirchnerismo. Quienes asistieron a las movilizaciones contra el gobierno, por su parte, refieren incomodidad por los otros actores que participaron en estas acciones y no le atribuyen mayor relevancia en su politización o en los inicios de su trayectoria militante. Algo similar ocurre con las movilizaciones anti-kirchneristas ocurridas entre 2012 y 2015, a las que pocos hacen referencia, exceptuando las movilizaciones contra la reforma judicial de 2013, cuando un conjunto de partidos de la oposición, entre ellos la UCR, armaron una carpa blanca frente al Congreso Nacional para oponerse al proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo. Así relatan sus participaciones en movilizaciones contra el gobierno algunos entrevistados de la JR:

No era muy adepto [a las marchas anti-kirchneristas], porque me parecía que ahí confluían muchos que sí pensaban como yo, que tenían algunas diferencias, que veíamos que se ponían en riesgo algunas [cosas]… pero me parece que era una mezcla rara, había gente con la que no compartíamos nada, pero sí estuve en algunas (...) creo que 8-N, ¿puede ser? Creo que esa fue la más grande. (...) Apenas llegué a la [concentración de los productores agropecuarios] del Monumento a los Españoles seguí de largo (…) Si bien creo que la reforma que proponía el gobierno era regresiva [porque], en realidad, terminaba favoreciendo a los grandes pooles de siembra, me parece que se hizo una utilización política de ese conflicto (Gastón, JR).

Estaba contento con que un sector de la sociedad se le parara al kirchnerismo, que usaba ciertas banderas que eran una fachada para encubrir otras cosas (…) Lo que representaba el campo le ganó la calle al peronismo, lo cual es complicado. Yo creo que Alfonsín en el ‘83 con los actos que hacía y el tema este del 2008 fueron las únicas dos veces que el peronismo perdió la calle (...) Por otro lado, mi costado progre veía que hay ciertos personajes de la Sociedad Rural, del campo, que no son muy agradables (Alberto, JR26).

En cambio, son acontecimientos ligados al radicalismo los que, más o menos para la misma época del “conflicto del campo”, suelen señalar como determinantes en su entrada a la militancia. Por un lado, para algunos, el 25º aniversario de la recuperación de la democracia en 2008, para el que el radicalismo organizó un acto en el estadio Luna Park, fue un hito que terminó de cristalizar su identidad radical y convencerlos de empezar a militar en el partido. Por otro lado, principalmente, muchos militantes hacen referencia a la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín en 2009 como un quiebre en sus trayectorias que los llevó a decidirse por militar en el radicalismo:

En 2008, Juan [Nosiglia] hace el acto como presidente de la Juventud Radical Nacional por los 25 años de la democracia, fue una locura, me acuerdo de haber ido con mis viejos (...) Esa experiencia de ver el Luna Park repleto, las banderas, los cánticos, la mística de ese acto fue impresionante, fue una cosa que te erizaba la piel, increíble (…) Ya ahí estaba hablando [para empezar a militar] y después del acto ese fue: ‘yo tengo que estar acá’. Y concretamos una entrevista con Juan [Nosiglia], lo fui a ver al Comité Nacional y ahí fue donde empecé a militar (Lisandro, JR).

Cuando fallece [Raúl] Alfonsín, en 2009, una gran conmoción en mi familia, si bien había una pertenencia radical, nunca hubo participación ni militancia en mis viejos, me acuerdo volví del secundario y sentí la necesidad de ser parte de eso y me vine al centro en bondi, y ahí como que despuntó porque era un pibe muy chico y estaba solo en esa movida, y un sector de la Juventud Radical me vieron en esa situación, se acercaron, empezamos a hablar y ahí me incorporé (Pedro, JR27).

La muerte y el masivo funeral de Raúl Alfonsín, que despertó una gran repercusión en los medios de comunicación y en la opinión pública, implicó para la militancia radical cierre de una larga etapa de sinsabores y retraimiento iniciada en 2001. Quienes ya militaban en el partido o en alguna de sus agrupaciones estudiantiles, relatan este episodio como un momento de desagravio público del radicalismo y de recuperación de su autoestima como militantes, que conectan con cierto reverdecer electoral del partido a partir de la candidatura presidencial de su hijo, Ricardo Alfonsín, en 2011, los buenos resultados de Martín Lousteau en las elecciones a jefe de gobierno porteño de 2015 y la conformación de la coalición nacional con el PRO, Cambiemos, ganadora de las elecciones presidenciales de ese mismo año:

Bueno, pasó lo de [Fernando] De la Rúa, pasó agua bajo el puente, y pasaron de putearnos a no decirnos nada, y bueno, llegamos al día de hoy que la gente vuelve a reconocernos como partido centenario, como una historia, una tradición. En el medio pasó la muerte de [Raúl] Alfonsín, donde muchos de los que lo puteaban a Alfonsín se dieron cuenta, en realidad, después de la muerte, de que era uno de los próceres más grandes de la Argentina, y eso creo que ayudó al proceso de vista de la sociedad para con el radicalismo (Maximiliano, JR). En el momento de la muerte de [Raúl] Alfonsín volvimos a sacar la cabeza sin ninguna vergüenza cuando hubo esa movilización grande, de decir: 'miren, nosotros somos radicales, nos mandamos un montón de macanas en 2001, nos mandamos un montón de macanas, seguramente hagamos un montón de cosas mal, pero pensamos esto, somos esto y queremos esto para el país, y creemos que por la estructura que tenemos nacional somos una herramienta para lograrlo (Fermín, JR).

En este sentido, si en las narrativas de las y los militantes de JPRO acerca de sus procesos de involucramiento político y entrada a la militancia partidaria durante el período 2003-2015 ocupan un lugar de relevancia las movilizaciones contra los gobiernos kirchneristas, especialmente las acciones llevadas a cabo por las patronales agropecuarias durante el lockout de 2008 y, en menor medida, la serie de “cacerolazos” realizados en los últimos años del gobierno de Fernández de Kirchner, la militancia juvenil radical atribuye poca importancia a este tipo de acontecimientos y, en general, a los hitos de las movilizaciones opositoras durante estos años. En cambio, hacen referencia a sus propios hitos, dándole un lugar central a acontecimientos estrechamente ligados a la cultura y la historia del partido en el que militan actualmente y al que los vincula, en muchos casos, una larga historia familiar.

IV. Palabras finales

En este artículo hemos analizado los procesos de politización y movilización de esta generación de militantes juveniles que ingresa a la política durante el kirchnerismo en el PRO y la UCR, dos partidos opositores. Así, a través del análisis de las narrativas de las y los militantes sobre su politización e ingreso a la militancia, y de las trayectorias de ambos partidos luego de 2001 en la CABA, hemos echado luz sobre la configuración de sus compromisos entre 2003 y 2015, atendiendo al contexto sociopolítico del período.

Otros aspectos igualmente relevantes, sin embargo, quedaron fuera del análisis del presente trabajo. Vale señalar que estos partidos emprenden esfuerzos organizativos orientados a reclutar militantes juveniles. En el caso del PRO, las redes de sociabilidad del mundo católico, principalmente los voluntariados y los centros de estudiantes de las universidades privadas confesionales, proveen al partido de ámbitos para la socialización política y el reclutamiento de sus militantes. La administración pública del gobierno local, en manos del PRO desde 2007, ha servido también para el reclutamiento y el desarrollo de su militancia, así como para la construcción del partido y su organización juvenil. En el caso de la UCR, las agrupaciones universitarias continúan siendo uno de sus principales canales de reclutamiento juvenil. Junto con una estructura territorial de comités barriales, brindan a este partido recursos para la reproducción de su militancia juvenil (Grandinetti 2020).

En las páginas precedentes hemos argumentado que la coyuntura crítica de 2001, clave para entender las trayectorias de estos partidos en las últimas décadas, constituye un hito generacional para ambos grupos de militantes. Las narrativas de las y los militantes sobre ese período, sin embargo, evidencian modos de relacionarse con el mundo político muy disímiles. Hemos mostrado que mientras la militancia juvenil radical suele tener vínculos tempranos con la política y con el radicalismo, resultantes de su socialización en familias politizadas y con antecedentes de pertenencia al partido, la relación de la militancia juvenil del PRO con la política y con su partido es más tardía y se encuentra asociada a su rechazo al kirchnerismo.

Las y los militantes de la JR entran a su partido en una etapa de declive electoral, desprestigio y debilitamiento interno. Si bien ingresan a un partido opositor, sus narrativas evidencian una identificación con el radicalismo y un interés por la política no asociado a sus posicionamientos opositores al kirchnerismo. Quienes provienen de familias radicales, conciben su pertenencia al partido como ligada al mundo de los afectos y articulan la historia reciente del radicalismo con la de su propia familia. La lectura de libros canónicos de la cultura radical, y los intercambios con padres y abuelos ocupan un lugar central en sus vínculos tempranos con el partido. Al momento de reconstruir los acontecimientos del período que marcaron sus ingresos y primeros años en la militancia, las y los militantes de la JR mencionan eventos ligados a la vida partidaria, como el 25to. aniversario de la democracia y la muerte de Raúl Alfonsín. Al contrario, las movilizaciones anti-kirchneristas y, entre ellas, el “conflicto del campo” de 2008, marcaron las entradas a la militancia de la juventud del PRO. Es el rechazo a los gobiernos kirchneristas el que, en sus narrativas, dispara la decisión de participar políticamente. La valoración del PRO como fuerza opositora al kirchnerismo es uno de los factores que contribuye a la elección del partido como espacio para hacerlo. Su identificación con el PRO, entonces, está estrechamente ligada al anti-kirchnerismo y a la coyuntura del período.

En suma, la fortaleza de una identidad partidaria arraigada que se transmite inter-generacionalmente y con la cual sus militantes establecen un vínculo afectivo le permite al radicalismo movilizar y reclutar militantes en un contexto de debilidad electoral. En cambio, ante la ausencia de una identidad y una cultura política sedimentada, el PRO recluta y moviliza a sus militantes apelando al rechazo al kirchnerismo. El posicionamiento del partido como una de las principales fuerzas opositoras a partir de 2008 le permitió formar una militancia principalmente movilizada por el anti-kirchnerismo. Ambos partidos cuentan, entonces, con recursos simbólicos a partir de los cuales movilizan y producen identificaciones partidarias. Mientras la UCR apela a una cultura partidaria sedimentada y transmitida inter-generacionalmente, el PRO se vale de la coyuntura para producir identificaciones partidarias fuertes en un contexto de alta polarización.

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1 Las formas de entrada en la política han sido un foco de interés, desde diversas perspectivas teóricas y metodológicas, en los estudios sobre elites y militancias partidarias. Pueden consultarse, por ejemplo, los trabajos de Lévêque (1996), Offerlé (1996); Marijnen (1996) sobre las entradas a la política profesional en Francia durante el siglo XX; Gené (2017) sobre las entradas en la política de las elites del Ministerio del Interior en la Argentina reciente; Vommaro (2017) sobre la entrada a la política de managers en el gobierno de Cambiemos; Boumaza (2004); Bargel (2011), Recchi (2001), Cross y Young (2008) sobre las entradas a la militancia de jóvenes en partidos de Francia, Italia y Canadá.

2La década del noventa mostró, en la CABA, un paulatino declive de los partidos históricos (PJ y UCR) y la emergencia de nuevas fuerzas competitivas, en lo que algunos analistas han denominado un “descongelamiento” del sistema local de partidos (Mauro 2011). En las elecciones para convencionales constituyentes de 1994, la lista del Frente Grande (sobre esta fuerza puede consultarse: Abal Medina 2009) sería la más votada en la Ciudad de Buenos Aires. Un año después, en las elecciones nacionales de 1995, el Frente Grande conformaría un nuevo frente llamado Frente País Solidario (FREPASO) que le arrebataría el segundo puesto a la UCR a nivel nacional y nuevamente obtendría el primer puesto en la Ciudad. Con un discurso crítico del gobierno de Carlos Menem (1989-1999), especialmente en torno a las sospechas de corrupción, la falta de apego a los procedimientos institucionales y las consecuencias sociales de su política económica, el FREPASO -compuesto de peronistas disidentes y progresistas no peronistas- lograría, en pocos años, constituirse en una fuerza competitiva a nivel nacional, con un importante éxito electoral en los grandes centros urbanos, especialmente en la capital del país (Novaro y Palermo 1998). En las elecciones legislativas de 1997 y, luego, en las presidenciales de 1999, el FREPASO conformaría una coalición electoral con la UCR denominada Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación (conocida como la Alianza), que llevaría a Fernando De La Rúa (UCR) a la presidencia, y a Carlos “Chacho” Álvarez (FREPASO) a la vicepresidencia, cargo al que renunciaría en octubre de 2000.

3El contexto de 2001 ocupa un lugar central en muchas de las narrativas de los dirigentes sobre su “salto” a la política o su llegada al PRO desde otros partidos, como puede verse en los testimonios del libro “Estamos. Una invitación abierta” (Peña y Rozitchner 2013).

4Datos obtenidos de las páginas web de la Dirección Nacional Electoral y del Supremo Tribunal de Justicia de la CABA, respectivamente.

5La línea interna “Cantera Popular”, referenciada en Emilano Yacobitti y Juan Nosiglia, se hará de la conducción de la JR Nacional en 2004 y la JR porteña en 2005 y, en 2013, de la conducción del partido de la CABA.

6Para preservar el anonimato de nuestras entrevistadas y entrevistados, les hemos asignado nombres ficticios. Cuando los citemos por primera vez incluiremos a pie de página una breve reseña de sus trayectorias.

7Milagros cursó su secundaria en un colegio católico de mujeres en el barrio porteño de Recoleta. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina (UCA), donde presidió el Centro de Estudiantes. Ingresó al PRO en 2009, a partir de la invitación de un amigo. Desempeña un cargo electivo en la CABA.

8Agustina hizo su secundaria en un colegio católico del barrio porteño de Belgrano, donde participó de voluntariados solidarios. Estudió Ciencias Políticas en la UCA e ingresó al PRO en 2007 a través de contactos familiares. Desempeña un cargo electivo en la CABA.

9Lisandro hizo la secundaria en el colegio católico San Francisco de Asís de Saavedra. Sus padres y abuelos militaron en el radicalismo. Se afilió al partido a los 20 años en 2007 y luego de un acto por los 25 años de la democracia, en 2008, se decidió a militar en la JR, en un comité de Núñez. Actualmente, milita en Palermo. Trabaja como empleado administrativo en la UBA.

10Gastón fue al colegio privado Bayard en Palermo. Empezó a militar en la Franja Morada en 2006 cuando ingresó a la Facultad de Derecho de la UBA, en la que se graduó de abogado. Actualmente participa del espacio radical de graduados en su facultad. Cuenta entre los integrantes de su familia con importantes dirigentes del partido. Junto a compañeros de la Franja abrieron un comité en la Comuna 2. Tiene un cargo político en la Facultad de Derecho de la UBA.

11Fermín hizo la secundaria en el ILSE, un colegio porteño dependiente de la UBA. Es hijo y nieto de militantes radicales. En 2007 empezó a estudiar Derecho en la UBA y entró a militar en la Franja Morada. Con compañeros de la militancia universitaria abrieron dos comités, en Recoleta y San Cristóbal. Trabaja en un estudio jurídico y como asesor de un consejero radical en el Consejo de la Magistratura.

12Mariela estudió en un colegio católico de Recoleta, en la CABA. Cursó la carrera de Publicidad en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y algunos años de Medicina en la UBA. Antes de llegar al PRO en 2009 a través de una amiga, participaba activamente en misiones organizadas por la Iglesia del Pilar de Recoleta. Desempeña un cargo electivo en la CABA.

13Sandra hizo su secundaria en un colegio católico del barrio porteño de Belgrano. Estudió producción de Radio y TV en un instituto privado. Participó fugazmente en Acción Católica antes de escribir, en 2008, al Facebook de Jóvenes PRO para empezar a militar. Trabaja como asesora de prensa de PRO en una Junta Comunal de la CABA.

14Principalmente, la sociabilidad en universidades y voluntariados del mundo católico (Grandinetti 2019ª, 2019b).

15La llegada del PRO al gobierno local dio lugar a la conformación de diversas agrupaciones juveniles internas ligadas a dirigentes del partido a cargo de dependencias estatales. Estas agrupaciones -en las que se articula el trabajo en la gestión pública y la militancia, las relaciones laborales y las lealtades políticas- dieron impulso a JPRO en la CABA y se constituyeron en un importante ámbito de reclutamiento, retribución y socialización de sus militantes (Grandinetti 2020). Estudios como los de Vázquez (2014) y Rocca Rivarola (2019) muestran un fenómeno similar en las militancias del kirchnerismo y la administración pública nacional.

16Lucrecia empezó a militar a los 13 años en una agrupación de radicales e independientes del Colegio Nacional de Buenos Aires. Sus padres son radicales. En 2012 entró a militar en el comité de la agrupación radical “Los Irrompibles”, en Caballito. Dejó de militar allí y abrió un comité con su madre en Palermo. Estudia Arquitectura en la UBA y milita en la Franja Morada de su Facultad.

17Lautaro estudió en el colegio del Club Vélez Sarsfield. En 2009, a los 15 años, se afilió al radicalismo conmocionado por la muerte de Raúl Alfonsín. Sus padres también son radicales, aunque no militantes. En 2011 participó de la apertura del comité donde milita actualmente, en el barrio de Villa del Parque. Estudia Derecho en la UBA y milita en la Franja Morada de su facultad. Trabaja como asesor de un legislador radical en la Legislatura porteña.

18Sergio hizo la secundaria en el colegio Carlos Pellegrini de la UBA, donde comenzó a militar en una agrupación vinculada a la Franja Morada. Estudió Derecho en la UBA y militó un año en la Franja, para luego comenzar a participar en un comité barrial de Balvanera en 2008. Trabaja como asesor de un auditor radical de la Auditoría General de la Nación (AGN).

19La centralidad que adquiere el Estado —y, en consecuencia, la política partidaria— para esta generación de militantes juveniles ha sido estudiada, entre otros, por Vázquez (2014); Chaves, Galimberti y Mutuverría (2016); Vázquez y Cozachcow (2017); Longa (2018), y Rocca Rivarola (2019), en espacios de militancia oficialistas durante 2003-2015.

20Martín fue a un colegio religioso de la colectividad armenia y estudia Administración en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Participó en las campañas de Macri de 2003 y 2005, colaborando con su padre, un miembro del partido que luego ocupó cargos jerárquicos en el gobierno porteño. Comenzó a militar activamente en el PRO a partir de 2007. Se desempeña en un cargo electivo en la CABA y tiene su propio local partidario al sur de la Ciudad.

21Maximiliano participó del centro de estudiantes del secundario público Julio Argentino Roca. Sus padres también militaron en el radicalismo. Desde su adolescencia forma parte de un comité en Villa Crespo. Se graduó de abogado en la UBA, pero no militó en la Franja Morada. Participa en una agrupación radical del Colegio de Abogados y trabaja como docente universitario y asesor de un consejero radical en el Consejo de la Magistratura.

22Sobre las movilizaciones organizadas por Juan Carlos Blumberg y sus efectos en la política nacional, puede consultarse Annunziata, Mauro y Slipak (2006)

23Para un análisis del “conflicto del campo” en sus múltiples dimensiones, véase Aronskind y Vommaro (2010).

24Sobre este ciclo de movilizaciones anti-kirchneristas, puede leerse Gold (2015).

25Matías hizo su secundaria en un colegio católico de la ciudad de Trenque Lauquen, Provincia de Buenos Aires. Estudió Derecho en la UCA, donde presidió el Centro de Estudiantes. Empezó a militar en el PRO durante 2009, luego de contactarse a través de la página de Facebook de Jóvenes PRO.

26Alberto hizo la secundaria en el colegio público Liceo 9 de Belgrano. Había centro de estudiantes, pero no participó. Cuando, en 2009, empezó a estudiar Ciencia Política en la UBA se acercó a la Franja Morada (luego Nuevo Sociales) de su Facultad. Tiempo después comenzó a militar en un comité de Balvanera. Es empleado en el Gobierno de la CABA.

27Pedro estudió en el colegio parroquial Elisa Harilaos de Flores. Empezó a militar en el Comité de la Provincia de Buenos Aires en 2009, luego de asistir al velorio de Raúl Alfonsín, a los 16 años. Tiempo después entró a militar en un comité del barrio de Flores. Estudió Derecho en la UBA, pero no participó de la Franja Morada. Forma parte de la agrupación radical Abogados Pluralistas y actualmente milita en un comité de Palermo. Trabaja en el Ministerio Público de la Defensa.

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