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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa v.28 n.28 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ene./dic. 2007

 

ANTROPOLOGÍA SOCIAL

Disciplina fabril y estrategias de dominación corporal en una corporación automotriz transnacional

Darío Soich *

* Licenciado en Ciencias Antropológicas. Becario Doctoral del CONICET. Sección de Etnología y Etnografía, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
Correo electrónico: dsoich@dspickups.com.ar

RESUMEN

La investigación etnográfica propone problematizar la relación entre disciplina capitalista y resistencia obrera a través de la dimensión corporal. En los talleres productivos de PSA Peugeot-Citroën Argentina, constatamos una miríada de estrategias de dominación corporal sobre la experiencia de cada trabajador en la plataforma de trabajo (reglamentos de conducta, normas y sanciones disciplinarias), una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, un mecanismo de poder que lo explota, lo desarticula y lo recompone provechosamente. Pero al mismo tiempo en que la disciplina de fábrica inscribe en la corporalidad las marcas de la dominación, es necesario analizar cómo los trabajadores resisten ser reducidos a ella. Surgen las tácticas oposicionales de carácter circunstancial, disperso y fragmentario. Tales experiencias prácticas cotidianas advierten una activa lucha cultural dispuesta en las cambiantes relaciones de dominación, subordinación e insubordinación dentro del proceso de trabajo automotriz.

Palabras clave: Disciplina capitalista; Procesos de trabajo; Control del cuerpo; Creatividad cotidiana; Antidisciplina

ABSTRACT

This ethnographic research relates capitalist discipline and labour resistance through body dimension. On the shopfloors of PSA Peugeot-Citröen Argentina, we discover a variety of dominant strategies bodily situated which constrain the experience of each worker (factory codes, rules, disciplinary suspensions), a direct confrontation, a mechanism of power that exploit, dislocate and reconstruct the body profitably. Even though the factory discipline inscribes forms of dominance through the body, it is necessary to understand how workers resist being reduced to them. Oppositional tactics appear, incidental ways of protest inside the automotive labour process. Those practices of everyday life show an active cultural struggle in contexts of domination, subordination and insubordination.

Key words: Capitalist discipline; Labor processes; Body control; Everyday creativity; Antidiscipline

INTRODUCCIÓN

"Todos piensan de que estas fábricas son algo lindo, hasta que vienen a laburar y se dan cuenta de lo que es. Una cosa es ver la fábrica desde fuera y otra muy distinta es estar aquí dentro" (monitor del taller de chapistería)

El objetivo general de este trabajo es problematizar la relación entre disciplina capitalista, resistencia obrera y corporalidad en una industria automotriz transnacional ubicada en la localidad bonaerense de El Palomar, Partido de 3 de Febrero, Provincia de Buenos Aires, Argentina. La corporación PSA Peugeot-Citroën Argentina está situada en un municipio donde reside una clase obrera estructuralmente desocupada fundamentalmente como consecuencia de políticas de desindustrialización planificadas por sucesivos gobiernos (dictatoriales y democráticos) entre 1976-2001. Es necesario aclarar que este trabajo se inscribe dentro de una investigación más amplia en antropología social que aborda cuestiones relacionadas con: a) procesos de transnacionalización de la producción automotriz; b) disciplina capitalista y procesos de trabajo; y c) procedimientos obreros que componen la red de la "antidisciplina" (Soich, 2003)

El trabajo de campo se llevó a cabo entre abril y diciembre de 2001, registrándose durante el transcurso de las incursiones etnográficas, la cadencia del proceso de producción entre los mil cuatrocientos trabajadores metalmecánicos que allí trabajan. Es importante mencionar que PSA Peugeot-Citroën Argentina está conformada por cuatro talleres de producción -estampado, chapistería, pintura y montaje- situados en espacios planificados que abarcan unas dos hectáreas de superficie. Específicamente y por cuestiones de extensión, aquí nos ocuparemos únicamente de aspectos relacionados con la disciplina fabril y las estrategias de dominación corporal dentro del taller de chapistería, soslayando algunas de las implicancias político-culturales para los trabajadores aplicados al ensamblado de las carrocerías metálicas. En ese contexto productivo, veremos cómo la organización científica del trabajo impone no sólo crear unas relaciones mutuas entre los diversos talleres de producción, sino también un estricto ordenamiento y criterios de sucesión específicos que están reglamentados por la misma producción de automóviles. La cadencia del trabajo hace necesario administrar los saberes obreros y tecnológicos (cintas de montaje, robots, dispositivos de sujeción de piezas, autoelevadores, etc.) capaces de vincular unos talleres con otros, unos puestos de trabajo con otros y, en téminos de la capilaridad del poder, disciplinar la miríada de gestos corporales constantes y acelerados de cientos de trabajadores aplicados a la producción de carrocerías. Es indudable que aquí aparecen criterios de adecuación específicos no sólo a un tipo de racionalidad productiva, sino también a las modalidades de admisión formales-administrativas de acceso al campo de estudio. Iniciar una investigación antropológica dentro de una corporación automotriz transnacional, hizo necesaria una modalidad de acceso al campo que transitó por requisitos y solicitudes institucionales, compromisos asumidos por el investigador en términos de prudencia y responsabilidad, la presentación de un proyecto de investigación conciso-ordenado y varias cartas de recomendación selladas y firmadas por autoridades universitarias competentes. Desde un comienzo, las entrevistas consumadas con diversas autoridades de la filial automotriz generaron en el propio cuerpo del investigador las prácticas de adecuación a la matriz disciplinante. Vestirse de manera prolija e impecable, aparecía como una necesidad autoimpartida de llevar en sí unos signos adecuados, la vigilancia impuesta que corrige y reprime cualquier desviación respecto al cuerpo "ideal" del entrevistador. Era imperioso generar una "positiva" percepción social del cuerpo (Bourdieu, 1986) al menos durante el transcurso de la entrevista personalizada en las oficinas jerárquicas del área administrativa, condición necesaria de acceso efectivo a la planta industrial.

Desde el punto de vista teórico, la disciplina fabril y el control social del cuerpo político (Scheper-Hughes y Lock, 1987) han constituido instancias analíticas indispensables para el abordaje de la corporalidad y sus implicancias en la vida social. Asistimos a las estrategias de dominación corporal sobre las experiencias de cada sujeto en la plataforma de trabajo, una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, un mecanismo de poder que lo explota, lo desarticula y lo recompone provechosamente. La creación de cuerpos dóciles (Foucault, 1989) se presenta como un elemento esencial del control del trabajo (Harvey, 1998) expresado como lucha contra la insubordinación y la indisciplina de los trabajadores, una economía política de dominación del cuerpo en tanto objeto y blanco de poder disciplinado hacia un tipo de acumulación. En ese sentido, la corporalidad ha sido conceptualizada no sólo como potencia de movimientos físicos y posturas corporales impuestas para desplegar unos gestos productivos rutinarios, sino como un cuerpo que media todas las reflexiones y acciones sobre el mundo (Merleau-Ponty, 1975; Lock, 1993), un cuerpo con significado social que deviene tanto un significante de pertenencia como un activo forum para la expresión de disenso. En tanto categorías conceptuales, sostenemos que la corporalidad y el embodiment (Csordas, 1994) constituyen el terreno más próximo donde las certezas y las contradicciones sociales son jugadas así como el espacio de dominación, resistencia, creatividad y lucha cultural (Scheper- Hughes y Lock, 1987). A partir de estas instancias analíticas, emerge inevitablemente el juego de las prácticas cotidianas y la historicidad de los esquemas de acción obrera (de Certeau, 1988: 23) y, como veremos más adelante, un conjunto de escenas político-culturales que son la contracara de las estructuras tecnocráticas instituidas por el proceso de trabajo automotriz. En efecto, nos interesa rescatar la perspectiva téorica de Michel de Certeau sobre el conjunto de tácticas no verbales (gestualidades, corporalidades) que proliferan en los intersticios de los sistemas de dominación (de Certeau, 1979; 1988). Esas experiencias cotidianas se manifiestan por medio de una conciencia práctica que no necesita esperar un ordenamiento teórico sistemático o ideológico para ejercer su influencia efectiva sobre la experiencia y acción cotidianas. Veremos cómo esa conciencia práctica constituye tanto un locus de incorporación de diversas modalidades de dominación capitalista, como un terreno permanente de resistencia ante el orden fabril establecido. Pues los trabajadores descubren el arte de la manipulación y la circunstancia oportunas a través del cálculo de las relaciones de fuerza que marcan las posibilidades de juego, resistencia y desplazamiento en el seno de un espacio controlado. Y más aún, estos procesos operan en ausencia de un lugar "propio" desde el cual articular no sólo una política de la resistencia sino una política de la transformación estructural. Es decir, la inexistencia de un lugar representativo -sindicatos, partidos políticos, organizaciones obreras, etc.- desde el cual iniciar el cálculo de las directas confrontaciones entre trabajo y capital, produce la emergencia de maniobras singulares y simulaciones creativas por parte de los asalariados, esto es, modos de interceptar el juego ajeno dentro del espacio analítico instituido por "otros". Aquí aparecen tácticas de "combate" desplegadas dentro de una red disciplinaria preexistente, resistencias corporales individuales o colectivas que, desde la perspectiva de un espacio subordinado, logran imprimir las marcas del disenso y los deseos obreros incorporados (Ong, 1987)

El método etnográfico conducido en este trabajo ha sido entendido como el proceso de documentar lo no documentado, es decir, "el avance del trabajo de campo nos convenció cada vez más que las respuestas a muchas de las preguntas técnicas sobre la etnografía no son técnicas. (...) Dependen, en parte, de lo que ponen los otros sujetos con quienes se interactúa" (Rockwell, 1987: 7). De tal forma, siendo que el problema de investigación y la mirada del investigador van de la teoría a los hechos (Bourdieu y Wacquant, 1995), las técnicas de registro desplegadas en el lugar de trabajo han sido conducidas no sólo en base a lo observado y lo dicho verbalmente, sino también en relación a las sensaciones captadas por medio de otros sentidos: el olor de las partículas de hierro quemado; el ruido de las soldadoras, los dispositivos de ensamble, el traslado de las carrocerías, los robots automáticos, etc. Cada uno de los registros de campo ha respetado las secuencias de los hechos observados, preservando el orden de los acontecimientos tanto en términos temporales como espaciales, haciendo la descripción de los múltiples gestos, los movimientos corporales y las secuencias productivas lo más fiel posible a sus contextos de producción.

Fuera del perímetro del establecimiento fabril se han conducido entrevistas a docenas de trabajadores metalmecánicos optando por las entrevistas semiestructuradas, siendo que ellas constituyen "una de las técnicas más apropiadas para acceder al universo de significaciones de los actores" (Guber, 1991: 205) A partir de esta estrategia de triangulación de entrevistas y observaciones etnográficas, intentamos que los trabajadores nos introduzcan en su universo socio-cultural y nos permitan acceder a prioridades temáticas que emanan de sus propios intereses. Así, rescatando las voces y los gestos contenidos tanto en las prácticas de disciplinamiento como de resistencia corporal, intentaremos a continuación mostrar algunas de las escenas político-culturales que moldean los contornos de la producción automotriz en PSA Peugeot-Citroën Argentina.

LA FÁBRICA POR DENTRO: DISCIPLINA Y DOMINACIÓN CORPORAL

Dentro del taller de chapistería, los operarios reciben una innumerable cantidad de piezas metálicas que van soldando entre sí hasta formar la carrocería del automóvil. El lugar de trabajo está formado por un complejo entramado de soldadoras, transformadores, mangueras suspendidas, dispositivos de sujeción de piezas, cadenas de traslado de carrocerías, robots programados y centenares de hombres aplicados a la asignación de sus tareas de ejecución. El taller ya "no es como antes", suelen decir con resignación los trabajadores del sector ante el retroceso del poder sindical y los despidos masivos de trabajadores. Adecuadamente vestido con antelación al inicio de las tareas productivas, conducido eficazmente al puesto de trabajo, fragmentado en innumerables gestos y prácticas corporales, limitado para crear tiempos de descanso recelosamente custodiados por la organización científica del trabajo, obligado a descansar y comer sólo durante horarios regulares y fijos, forzado a abandonar el dispositivo de trabajo una vez finalizada la jornada laboral, etc., cada trabajador es sumergido dentro de prácticas cotidianas impuestas como naturales e inmutables. En el fondo, se trata de convertir la experiencia pasada de los operarios en una modalidad de procedimiento que construye totalidades formadas y limitadas antes que procesos formadores y formativos (Williams, 1980). Así, los mecanisnos de construcción de un trabajador a-histórico desprovisto de conexión con las experiencias pretéritas de organización y lucha sindical, constituyen una tendencia actual de los procesos de acumulación flexible. De forma complementaria, es notorio cómo los cambios introducidos en la disciplina del taller son incorporados como necesidades instituidas al proceso mismo de trabajo por medio de una conciencia práctica de lo que efectivamente se está viviendo y no sólo de lo que se piensa que se vive. Es necesario aclarar que dicha conciencia práctica supone un sistema de potencias motrices y perceptivas cargadas de intencionadidad -capacidad pre-objetiva o pre-reflexiva del cuerpo- que elude el pensamiento conciente tantas veces como sea necesario (Merleau Ponty, 1975). En consecuencia, esas experiencias corporales no necesitan esperar un efectivo ordenamiento teórico -cursos de capacitación o instrucción de cualquier índole- para que los mecanismos disciplinarios sean efectivos y productivos. Es dentro de ese locus de la dimensión corporal, a su vez inscripto en la historicidad cotidiana de las prácticas (de Certeau, 1988), donde el conjunto de operarios, monitores y supervisores incorporan una parte importante de los criterios y modalidades de la dominación de fábrica. Por tanto, alrededor de la corporalidad como terreno existencial de la cultura, emerge el control institucional sobre las experiencias de cada sujeto en la plataforma de trabajo. Se trata de un entramado de estrategias corporativas tendientes al mantenimiento de la hegemonía capitalista en el taller, unos mecanismos de control que debilitan a un sujeto de querer o poder que ya no puede calcular con precisión las relaciones de fuerza con su "exterior". Así, las categorías laborales más descalificadas dentro del taller como operarios y monitores, atraviesan la dificultad de no contar con un lugar "propio" (de Certeau, 1979) desde el cual poder observar en su totalidad la organización del proceso de producción y las estrategias de acumulación como un todo, es decir, carecen de un tipo de poder que permita "ponerlo en distancia". En ese contexto, la corporación automotriz en connivencia con los elevados cuadros sindicales y la comisión interna de fábrica, reduce continuamente el horizonte de resistencia política de los trabajadores. El pasado de las luchas y protestas obreras consistentes en el logro de relaciones contractuales duraderas, una seguridad social respaldada por las luchas y compromisos gremiales, aparecen actualmente para muchos operarios como inútiles, carentes de sentido y hasta extrañas a su condición de asalariados. La precarización laboral genera incertidumbre cotidiana por la potencial pérdida del empleo, abriendo el terreno para una frontal política de las coerciones sobre el cuerpo, una manipulación calculada de sus elementos, de sus gestos y de sus atributos. Y los cambios ya están en marcha:

" A las ocho que paramos suena la 'chicharra', ocho y diez suena la 'chicharra' que tenés que arrancar, a las doce suena la 'chicharra' que vas al comedor.... ¡Y antes no! Antes vos entrabas a trabajar tranquilo, ¡arrancabas seis y cinco! Y es la 'psicosis' del miedo de perder el puesto de trabajo, que es lo que aprovecha la empresa" (operario calificado-múltiple del área de subgrupos)

Las estrategias disciplinarias para componer y desplegar una verdadera anatomía productiva se constituyen no sólo en un "arte" de distribuir los cuerpos singulares en el espacio y el tiempo analítico del taller, sino que además requiere de la mediación de un preciso sistema de mando que encause eficazmente los cuerpos dóciles. La disciplina laboral vino a instaurar un conjunto de reglamentos, normas de conducta y sanciones punitivas en el seno mismo de los talleres automotrices. La génesis de un código de disciplina de fábrica sobre la base de aplicación de unas sanciones individualizantes más o menos estandarizadas, es un proceso histórico complejo que no podemos abordar aquí con la debida profundidad. Sin embargo, es necesario señalar el carácter progresivo y las continuidades de un ordenamiento social desplegado con el objeto de controlar la fuerza de trabajo en beneficio del capital. La disciplina fabril inscribe en la corporalidad de los operarios un reglamento de conducta que codifica las normas de convivencia adecuadas, las prohibiciones a ciertos hábitos "argentinizados", los vicios que se interponen al desarrollo óptimo del proceso de trabajo, la necesidad de limpieza y orden en cada espacio del taller, las severas sanciones por robo, interrupciones del trabajo por rebeldías singulares o agitaciones colectivas. Ingresamos en los procedimientos que construyen unos cuerpos sumidos en la legitimidad del sistema de mando, procesos de encauzamiento que dan reconocimiento activo a aquellos trabajadores que nunca llegan tarde, son tranquilos y laboriosos, aceptan trabajar horas extras cualquiera sea la circunstancia, no se quejan ante las tareas para las cuales son asignados, etc. Y es más, los mecanismos disciplinarios prohíben -idealmente, sin nunca conseguirlo por completo- ingresar bebidas alcohólicas, fumar, tomar mate, hacer asados en hornos eléctricos construidos por los mismos operarios, abandonar el puesto de trabajo sin la autorización del supervisor, conversar más de la cuenta retrasando la cadencia laboral, entregarse a cualquier juego sea el que fuere, "fichar" la entrada al taller sin la ropa de trabajo, registrar la salida antes de hora, ir al baño sin autorización después de transcurrido el receso del almuerzo o demorar el inicio de las tareas productivas cuando el tiempo de descanso se ha agotado (ni un minuto más, ni un minuto menos). "El reglamento es algo que vos mismo lo vas llevando", expresa un operario mientras continúa reciclando electrodos en una pequeña sala próxima a la línea robotizada. Y lo hace refiriéndose a unas sanciones disciplinarias que se incorporan en la práctica cotidiana de los operarios a través de una jerarquía de mando que las pone en funcionamiento:

"Porque tenemos una tecnología que nos dice 'con tanto tiempo debemos hacer tal producto', y bueno, tenemos que cumplirla. Y si no la cumplimos, habrá que exigir, exigir, lleva un tiempo para que los 'muchachos' tomen conciencia. Y si no toman conciencia bueno, habrá sanciones disciplinarias" (supervisor chapistería)

Es posible aquí advertir el ordenamiento de una disciplina de fábrica formalmente cimentada sobre una serie de instancias punitivas de distinto grado y rango de acción. La aplicación del tipo de sanción individualizante comprende desde la simple "carta de reflexión" hasta el definitivo despido del trabajador. Cuando un operario abandona el puesto de trabajo sin previa autorización del rango superior, "escurriéndose" de los ritmos de producción e iniciando prácticas de vagabundeo que consumen el tiempo pago de la empresa, el aparato disciplinario rápidamente alertará sobre su desaparición. Hay que establecer las presencias y las ausencias en cada cuadrilla del espacio, de forma de saber dónde encontrar a los operarios sin demora ni vacilación. Es necesario que cada operario o grupo de operarios aplicados al trabajo, se mantengan la mayor parte del tiempo dentro de los límites simbólicos del espacio laboral. Siendo que la disciplina organiza un espacio analítico (Foucault, 1989), está absolutamente prohibida la circulación aleatoria y sin autorización de operarios por otros talleres que no sean el propio. Así, un operario de chapistería no puede caminar huidizamente por las instalaciones del taller de montaje, aún cuando las demarcaciones territoriales entre uno y otro espacio productivo no sean más que las marcas de una calle interna o un conjunto apilado de cajones con autopartes. Los límites de la disciplina fabril convertirán al operario transgresor en un fugitivo circunstancial recorriendo una trayectoria vigilada que le está vedada.

También los mecanismos de dominación corporal se articulan en una estricta burocracia singular-disciplinaria compuesta de legajos laborales para cada uno de los operarios. Dichos legajos inscriben los antecedentes de cada trabajador, las transgresiones al orden instituido, las deserciones anticipadas durante el desarrollo de la jornada laboral, las inasistencias por enfermedad o problemas familiares, el ausentismo sin previo aviso ni justificativo alguno:

"Cuando el operario va acumulando faltas, si vos no escribís los antecedentes, no son antecedentes. (...) Puedo decir: '¡aquel siempre me rompe los huevos!', '¡siempre se me va a bañar antes!', '¡nunca me hace la producción!'. Si yo no lo escribo, no son antecedentes " (supervisor)

Se trata de fijar lo hecho y conducirlo a la oficina de personal, es decir, subsumir un acontecimiento práctico y cotidiano en un documento de validez disciplinaria. Así, el supervisor debe aclarar el horario, lugar, tipo de incumplimiento que se ha cometido, quiénes intervinieron, cómo ocurrió y bajo qué secuencia cronológica. Debe ser lo más exhaustivo posible en la descripción de los hechos, a fin de que la oficina de personal elabore una sanción disciplinaria conforme a la información disponible. Y dicha declaración tiene además efectos acumulativos, pues el procedimiento de castigo incurre en sanciones más severas sobre aquellos trabajadores que tienen antecedentes laborales desfavorables. A fin de año, la performance productiva de cada operario será evaluada en relación a su desempeño y comportamiento productivo. A partir de ese informe, la corporación podrá apuntalar entre los rasgos "negativos" del operario una determinada cantidad de horas improductivas no destinadas a la producción de valor. Así, en aquellas condiciones de expulsión masiva de trabajadores, la corporación automotriz procederá al despido de los trabajadores más rebeldes y problemáticos. El rigor de la disciplina industrial ajustará cada uno de los cuerpos a unos imperativos temporales de producción y accionará los mecanismos de un espacio analítico controlado por la organización jerárquica del trabajo.

Estos imperativos temporales nos introducen en otro de los elementos esenciales de la red disciplinaria en el taller de chapistería. Los tiempos fabriles ajustados a los niveles de producción de carrocerías son unos instrumentos que rigen los procedimientos para establecer la obligatoriedad de determinadas tareas y la regulación de los ciclos gestuales. Pero en la asignación a unas tareas definidas, el cuerpo es presa de un nuevo conjunto de coacciones que, a la manera de una estela de efectos, prolonga la disciplina de fábrica más allá de los tiempos y movimientos de la producción. Pues no sólo se trata de instituir unos mecanismos de disciplinamiento en la práctica concreta del trabajo -imposición de ejercicios corporales que garanticen la composición de fuerzas en cada puesto de trabajo-, sino de prolongar dicho ejercicio del poder a los tiempos de descanso de los operarios. Es precisamente en los intervalos de trabajo rígidamente instituidos por la organización de la producción, que los trabajadores no consiguen apartarse completamente del tiempo asignado a los gestos productivos. Así, una de las prácticas cotidianas en momentos de ocio y distracción, consiste en consultar asiduamente el reloj pulsera que indica el momento de retornar al puesto para reanudar las tareas. Sea que el operario consuma el tiempo de descanso almorzando en el comedor, sentado en las inmediaciones del taller o en algún lugar dentro de las instalaciones productivas, siempre permanecerá atento al tiempo de retorno. Y aún en momentos de gran diversión con sus compañeros de trabajo, no olvidará que es condición de continuidad laboral asistir en tiempo y forma a sus tareas de ejecución. El tiempo cotidiano de la conversación, los chismes, las noticias deportivas, los juegos de azar y las bromas sexuales, va cediendo lugar al tiempo regido por el fraccionamiento centesimal de los equilibrajes productivos.

Sin embargo, algunos operarios incurren en trayectorias singulares que los desvían momentáneamente de la dirección establecida para conversar unos segundos con aquellos compañeros que difícilmente vuelvan a ver hasta finalizada la jornada laboral. Y más aun, los modos operatorios fijados en las planillas del ente de métodos -oficina encargada de la planificación de tiempos y movimientos productivos- durante el trabajo pueden ser subvertidos momentáneamente en la práctica cotidiana de los operarios a través de deslices premeditados en los movimientos de traslación corporal y las modalidades de uso del herramental de trabajo. El efecto producido por la intervención activa del trabajador es la alteración parcial de las secuencias de trabajo concebidas por los técnicos de la corporación que, sin embargo, no tienen intenciones explícitas de subvertir el orden productivo. Ahora bien, dichas prácticas creativas y saberes obreros que trascienden la normativa de los modos operatorios administrados por el ente de métodos -unas secuencias de trabajo reglamentadas en códigos que fijan las disposiciones corporales del operario-, necesitan ser transferidas y apropiadas a través de un refinado sistema de apropiación institucional llamado "sistema de sugerencias". El sistema prevee incentivos y premios materiales para el taller tecnológico que aporte la mayor cantidad de sugerencias en el transcurso de cada mes. Pero resulta llamativo cómo dicha "sugerencia o colaboración" que aporta el trabajador no constituye un aporte indiferenciado de origen colectivo, sino que posee una naturaleza singular (una sugerencia = un trabajador) que actúa como fiel reflejo de la matriz disciplinaria que desarticula y luego recompone las relaciones de poder en el lugar de trabajo. Como puede apreciarse, no son admisibles las sugerencias colectivas que promuevan aglomeraciones indivisibles sino que la disciplina fabril hace corresponder la sugerencia propuesta a una autoría singular y su correspondiente número de legajo y área de trabajo específica.

Otro elemento que compone centralmente la disciplina de fábrica es la limpieza y el orden, instancias de dominación instituidas como una necesidad al "bienestar" dentro del proceso de producción de carrocerías. Los supervisores destinan una parte considerable de su tiempo a inscribir unos tipos de comportamientos de orden, limpieza y bienestar deseados por la corporación. Por ejemplo, cuando los operarios se olvidan implícita o explícitamente de depositar los residuos dentro de los cestos apropiados, algunos supervisores se "hacen ver" juntando ellos mismos los desperdicios y tirándolos donde corresponde. Aquí, los supervisores hacen recaer la efectividad de su autoridad en un procedimiento que señala con el cuerpo la ejemplariedad de sus movimientos disciplinarios. Dichos gestos corporales, las expresiones faciales e insignias propias de la jerarquía, constituyen unos productos sociales (Bourdieu, 1986) simultáneamente percibidos como indicadores de la fisonomía moral de la autoridad en el seno del taller.

En lo que respecta a su relación con el exterior, la disciplina fabril necesita del direccionamiento efectivo de las fuerzas productivas por medio de un itinerario que conduzca a cada operario a su puesto de trabajo: aparece la senda planificada del "control de acceso" y el "control de ausentismo", dos modalidades de un mismo procedimiento disciplinario que regula -descomponiéndola- la fuerza de trabajo que diariamente concurre al establecimiento productivo. El conjunto de los operarios y monitores del taller de chapistería ingresan por una única gran puerta ubicada en la parte posterior del predio fabril y opuesta a la entrada gerencial-administrativa. Cada trabajador inicia su recorrido habitual de acceso por un espacio diseñado para administrar lo más ordenadamente posible el ingreso y egreso de los asalariados a los talleres productivos. La regulación del flujo de trabajadores entre un "afuera" y un "adentro" de las instalaciones productivas, se consuma en el control individualizante de los cuerpos por unas mediaciones físicas y técnicas - disciplinares- que se interponen entre el trabajador y su puesto de trabajo. De tal manera, el operario se encuentra con unos pequeños pasamanos longitudinales asociados a lectores magnéticos de tarjetas personales, los cuales impiden el desplazamiento desordenado de los trabajadores. No obstante, estas tecnologías del poder sólo constituyen una preliminar y rudimentaria advertencia para los cientos de operarios que ingresan al taller, siendo que las oficinas de control de acceso poseen computadoras conectadas a redes de comunicación, bases informáticas con los datos de cada trabajador, relojes internos, teléfonos e intercomunicadores manuales, etc. Cuando los operarios inserten su tarjeta de identificación personal y atraviesen el pasillo en dirección a los vestuarios, todavía un segundo portón metálico deberá ser abierto para permitir el acceso final a las instalaciones productivas. Para los trabajadores del sector de chapistería, este recorrido de los cuerpos en el espacio y el tiempo fabril no constituye más que un hábito cotidiano y normal. Para nosotros, en cambio, es el descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder disciplinado hacia un tipo de acumulación que explota hasta los gestos corporales más simples.

A estos procedimientos de dominación diarios y cotidianos, le sucede un control médico anual obligatorio que recae sobre cada uno de los trabajadores. El saber médico elabora historias clínicas individuales que registran el deterioro de la salud por lesiones, dolores crónicos en columna y vértebras cervicales, problemas visuales asociados al uso de las soldadoras de argón, etc. Estos procedimientos médicos están estrechamente ligados al control del ausentismo que se restringe significativamente ante la elevada tasa de desempleo estructural, multiplicándose los miedos, las angustias y la desesperanza en la fuerza de trabajo:

"Te puedo asegurar que el ausentismo hoy en día, hoy, a comparación de diciembre del año pasado, ¡está en cero por ciento! Hoy entrás al 'servicio médico', ¡no hay nadie! Cuando tiempo atrás: '¡ehhhhhh!, tengo que esperar afuera porque el hall del servicio médico estaba lleno'. Hay miedo laboral, por miedo laboral" (operario calificado-múltiple del área de subgrupos)

También durante el receso del almuerzo o la cena, la fuerza productiva del conjunto de los talleres es fraccionada, dividida y debilitada para su asistencia al comedor de la planta. La disciplina del tiempo reglamenta dos turnos de comida cuya duración es de treinta minutos cada uno y al que sólo pueden concurrir los trabajadores permanentes -las categorías de contratados quedan excluidas-. Así, mientras que para los operarios del taller de montaje el receso del mediodía transcurre entre las 11:00 y las 11:30hs, para los trabajadores de chapistería se desarrolla entre las 12:00 y las 12:30hs. Ya no sólo la disciplina de fábrica impide la sociabilidad entre los trabajadores durante la jornada normal de trabajo -tal como hemos visto-, sino que ahora viene a distribuir el tiempo de descanso en dos momentos disímiles que impiden cualquier intento de vinculación entre los trabajadores de las distintas tecnologías:

"Antiguamente iban todos mezclados. Ahora cambió esto. Antes había tres horarios, pero siempre estaban algunos mezclados. (...) Por ejemplo, al mediodía a las doce iban los de chapistería más montaje. Había más cantidad de gente, todo. Era todo distinto (operario calificado-múltiple del área de subgrupos)

De forma complentaria a las reglamentaciones mencionadas, la implementación de los crecientes niveles de producción o saturación de las tareas, intensifican la práctica corporal de los operarios en una escala sin precedentes. El aumento progresivo de los volúmenes de carrocerías demanda de cada turno de trabajo más gestos productivos y menos tiempo de descanso. Una verdadera estrategia del miedo se apodera de los operarios, monitores y supervisores temerosos de ser sancionados por no cumplimentar el número de carrocerías exigidas. "El jefe de chapistería le dijo a nuestro supervisor que si no sale la producción, nos despiden", comenta un operario mientras trabaja atemorizado sin detenerse. El miedo forma parte del engranaje fabril y, sus efectos disciplinarios, crean la sombra del supervisor en las inmediaciones del puesto de trabajo en ausencia de su vigilancia efectiva. Se trata de una aflicción muy sutil y profunda, un miedo motivado por la disciplina de fábrica y consumado en sus efectos positivos-privativos. Precisamente, la habituación paulatina del trabajador a las exigencias crecientes del proceso de trabajo, el encauzamiento del comportamiento a través de los cursos de capacitación normalizadores y la potencialidad de los despidos masivos, constituyen unas estrategias de dominación que reconfiguran la composición de la fuerza de trabajo y debilitan su cohesión cultural y política. Asistimos al progresivo aniquilamiento no sólo de los tiempos "muertos" que surgen entre los intersticios del trabajo planificado, sino también de un tiempo de organización, chistes, "jodas" y anécdotas socializadas y compartidas por los propios obreros. En el fondo, se trata de una relación de dominación corporal que incrementa la eficacia de los gestos productivos y la fragmentación de la fuerza de trabajo, y cuyo efecto primario disocia el poder del cuerpo como herramienta de lucha política. El horizonte de las directas confrontaciones entre trabajo y capital es distanciado progresivamente de lo "posible", "viable" o "realizable" en la práctica cotidiana de los trabajadores del sector. Entre los elementos culturales y político-económicos que condicionan de manera general el sistema de dominación de fábrica, el proceso de producción de carrocerías instituye la resignación política como freno a la emergencia de posibles estrategias obreras que puedan subvertir el orden impuesto. Así, ningún operario desconoce la paulatina y constante intensificación de sus gestos corporales destinados a la producción creciente de carrocerías. Sin embargo, las estrategias de dominación del capital promueven la creación de unos cuerpos dóciles cuya sumisión principal reside en el convencimiento político de la imposibilidad del cambio en las relaciones del poder fabril. "Si nos dicen que el día de mañana tenemos que hacer cien unidades, vamos a agachar la cabeza y hacerlas", se cuestiona un operario de chapistería. "El problema no es el cuerpo, porque siempre se acostumbra a los aumentos de la producción", dice otro trabajador recalcando el carácter maleable del rendimiento corporal pero legitimando, al mismo tiempo, los incrementos en los niveles de producción de carrocerías. En suma, la multiplicidad de los procedimientos disciplinarios dentro del establecimiento productivo -ampliados y perfeccionados por las presiones acuciantes del desempleo estructural, la falta de representatividad sindical y la ausencia de políticas estatales en favor de los trabajadores-, producen la fragmentación de la fuerza de trabajo sobre bases muy sólidas y duraderas. Desde entonces, se construyen totalidades formadas y cerradas en sí mismas que moldean la vida social de los trabajadores y que limitan considerablemente el horizonte de lucha política en el seno del taller.

ASPECTOS DE LA ANTIDISCIPLINA EN EL TALLER DE CHAPISTERÍA

Resulta aquí necesario al menos señalar algunas de las disrupciones y fuerzas contradictorias dentro del proceso de producción automotriz que trasciendan cualquier condicionamiento estructural o enfoque determinista. En ese sentido, parece imprescindible problematizar la relación entre corporalidad y trabajo capitalista a partir del conjunto de las experiencias cotidianas surgidas de la dialéctica entre la dominación y la resistencia en el seno de la vida fabril. Pues al mismo tiempo en que la disciplina de fábrica inscribe en los cuerpos las marcas de la dominación, también es necesario analizar cómo los trabajadores resisten ser reducidos a ella. Asistimos a los procedimientos que componen la red de la antidisciplina (Soich, 2004), la emergencia de creativas prácticas cotidianas de los operarios como contrapartida y adecuación a las estructuras tecnocráticas instituidas por el proceso de trabajo. Dichas actividades de resistencia sobre los márgenes de un sistema articulado -aquí, una corporación automotriz transnacional- que en sí mismo permanece indemne, organizan la multiplicidad de situaciones que producen un cambio repentino, un desvío de los comportamientos y las trayectorias corporales, aunque sin abandonar los elementos esenciales del orden fabril. En el fondo, los operarios de chapistería crean el arte de las prácticas cotidianas localizables entre las estrategias hegemónicas de producción y unas adormecidas confrontaciones entre trabajo y capital. Mientras las estrategias corporativas producen, tabulan e imponen un determinado espacio analítico dentro de la fábrica, las tácticas de resistencia dependen de las posibilidades ofrecidas por la circunstancia, desobedeciendo los códigos disciplinarios del lugar de trabajo y creando un virtual espacio "propio" allí donde no existe más que momentáneamente. Usando, bifurcando y bloqueando circunstancialmente algunos de los componentes del proceso de trabajo, las prácticas heterogéneas tales como fabricar bombas caseras, comer asados, tomar alcohol o emborracharse durante el desarrollo de la jornada de trabajo, constituyen un críptico y cuasi-invisible lenguaje de protesta caracterizado por una particular naturaleza clandestina y una incorruptible actividad de resistencia. Otras tácticas obreras de carácter creativo, incluyen armar guaridas extremadamente poco visibles para compartir almuerzos o cenas con compañeros de trabajo, practicar juegos de azar, dibujar imágenes corporales-sexuales sobre diversos dispositivos de producción, baños y paredes, pegar fotos de mujeres desnudas sobre las puertas de los armarios personales, escribir mensajes de protesta y alusiones irónicas contra los crecientes niveles de producción, abandonar el puesto de trabajo sin autorización expresa del supervisor, retrasar los ritmos de producción de carrocerías, simular ante el servicio médico enfermedades que nunca han existido, provocar autolesiones corporales en respuesta a las presiones del proceso de trabajo, iniciar tácticas de bloqueo o disrupción funcional de ciertas máquinas que paralizan la cadencia productiva, incurrir en errores "fortuitos" o destrozos intencionales de piezas metálicas, engañar a los cronometradores como forma de resistencia contra el uso metódico del tiempo dentro del taller, etc. Estas descripciones permiten apreciar de qué manera las prácticas del subordinado pueden inaugurar acciones individuales o colectivas defendiendo tangencialmente -a veces confrontando directamente- valores culturales contrarios a los dictámenes de la producción automotriz. Se trata de un tipo de resistencia político-cultural contenida en los hábitos corporales y verbales que, sin embargo, no constituyen una inevitable confrontación con las relaciones capitalistas de producción. Tales experiencias prácticas advierten una activa lucha cultural (Williams, 1989) dispuesta en las cambiantes relaciones de dominación, subordinación e insubordinación dentro del proceso de trabajo automotriz. En última instancia se trata de un juego de relaciones que, como veremos, marcan los estrechos límites de la lucha de clases en el taller de chapistería.

CONSIDERACIONES FINALES

Hemos descripto algunas de las implicancias político-culturales de la disciplina fabril y las estrategias de dominación corporal en PSA Peugeot-Citroën Argentina, analizando instancias punitivas y jerárquicas, criterios de ordenamiento de las tareas y parcialización del tiempo productivo, apropiación institucional de los saberes obreros, normas de orden-limpieza como condición necesaria al proceso de trabajo, modalidades de ingreso de los asalariados al predio fabril, etc. A partir de esas modalidades de control social, descubrimos las resistencias obreras en sus tácticas oposicionales, interpretaciones alternativas y acciones colectivas indefinidas, en solución (Williams, 1980; Ong, 1987) Particularmente, el trabajo etnográfico ha mostrado que las prácticas antidisciplinarias mencionadas no necesariamente implican directas confrontaciones entre trabajo y capital. Al carecer de un lugar "propio" desde el cual articular no sólo una política de la resistencia sino una política de la transformación estructural, los operarios descubren el arte de las maniobras singulares, las simulaciones creativas, los modos de interceptar el juego "ajeno" desplegado dentro de la trama de las estrategias de dominación fabril. En suma, puede decirse que aún cuando las diversas voces y prácticas de resistencia del dominado introduzcan modificaciones circunstanciales en las actitudes de la fuerza de trabajo logrando trascender los mecanismos disciplinarios, ello no necesariamente supone criterios de confrontación directa con las relaciones de producción capitalista. Por el contrario, nuestro trabajo de campo advierte cómo los sujetos sociales pueden reproducir su propia dominación dentro de estructuras disciplinarias al mismo tiempo definidas y cambiantes, duraderas y permeables.

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Fecha de entrega: 3/8/2007.
Fecha de aprobación: 14/11/2007.

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