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Runa

On-line version ISSN 1851-9628

Runa vol.32 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Jan./June 2011

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Acción colectiva, vida cotidiana y trayectorias. El caso de las asambleas de la Ciudad de Buenos Aires (2001-2007)1

Matías Triguboff*

 

* Doctor de la Universidad de Buenos Aires, con orientación en Antropología Social. Sección de Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. Dirección electrónica: mtriguboff@yahoo.com.ar.

Fecha de realización: noviembre de 2010.
Fecha de entrega: febrero de 2011.
Fecha de aprobación:
abril de 2011.

 


Resumen

En este artículo propongo analizar las asambleas de la Ciudad de Buenos Aires surgidas en el marco del aumento de la movilización social de 2001 en Argentina. Planteo complementar los estudios que analizaron a las asambleas como un movimiento social. En lugar de centrar el análisis en los incentivos que movilizaron a los individuos a la acción, el impacto en el sistema político y el contexto que pudo facilitar la conformación de una acción colectiva, propongo profundizar en los sujetos y los procesos de interacción, sus prácticas, significaciones y trayectorias. Desde un enfoque antropológico relacional, planteo indagar en las prácticas cotidianas, las relaciones sociales y los sentidos que cotidianamente ponen en juego los sujetos. Analizo cómo las trayectorias de los sujetos fueron plasmándose en el ámbito colectivo e interactuando con la vida cotidiana, al tiempo que la experiencia asamblearia repercutió y redefinió la vida de sus integrantes.

Palabras Claves: Acción Colectiva; Asambleas; Trayectorias; Vida Cotidiana; Ciudad de Buenos Aires

Collective action, daily life and trajectories. The case of assemblies in Buenos Aires City (2001-2007)

Abstract

This article analyzes the assemblies that arose in the city of Buenos Aires amidst the increase of social mobilization in Argentina in 2001. I aim to complement studies that explore assemblies as a social movement.  Instead of analyzing incentives that mobilized individuals toward action, the impact on the political system and the context that might have facilitated collective action, I suggest delving into individuals and interaction processes, their practices, meanings and trajectories.  From  a relational anthropological approach,  I explore everyday practices, social relations  and  the daily interplay of individual's meanings. I analyze how people's trajectories became embodied in the collective sphere and interacted with everyday life, while the assembly experience reverberated in and redefined the lives of their participants.

Key words: Collective Action; Assemblies; Trajectories; Everyday Life; City of Buenos Aires

Ação coletiva, vida quotidiana e trajetórias. O caso das assembléias da Cidade de Buenos Aires (2001-2007)

Resumo

Neste artigo analiso as assembléias da Cidade de Buenos Aires que surgiram no contexto do aumento da mobilização social na Argentina em 2001.  Proponho complementar aqueles estudos que refletiram sobre as assembléias como um movimento social. Em vez de focalizar a análise sobre os incentivos que mobilizaram os indivíduos para à ação, sobre o impacto no sistema político e nos contextos que possam facilitar a formação da ação coletiva, a minha proposta é me aprofundar nos sujeitos e os processos de interação, nas práticas, nos significados e nas trajetórias. Desde um abordagem antropológico relacional, tenho como objetivo explorar as práticas cotidianas, as relações sociais e nos sentidos que, de maneira cotidiana, os sujeitos põem em jogo. Analiso, também, como as trajetórias dos sujeitos foram incorporados na esfera coletiva interagindo com a vida cotidiana, sendo que, ao mesmo tempo, a experiência das assembléias redefiniu e repercutiu na vida dos seus membros.

Palavras-chave: Ação Coletiva; Assembléias; Trajetórias; Vida Quotidiana; Cidade de Buenos Aires


 

Introducción

Argentina ingresó al nuevo siglo inmersa en una profunda crisis política, económica y social, con crecientes índices de pobreza y desocupación. A la crisis económica se sumaban un ajuste presupuestario y salarial cada vez mayor, combinados con un aumento de la movilización y la protesta social y un cuestionamiento al sistema de representación política.2

En ese contexto, a fines de 2001 y principios de 2002, mientras los niveles de conflictividad y movilización continuaban en aumento, vecinos de diferentes barrios comenzaron a reunirse con regularidad y a funcionar bajo la denominación de asambleas3 en la Ciudad de Buenos Aires y otras ciudades de la Argentina. Así, una de las características distintivas de los primeros días fue la recuperación de un formato común utilizado en distintas organizaciones políticas: la reunión en asamblea. Esta permitía, según sus protagonistas, una forma de intercambio y discusión abierta en las esquinas de los barrios de la Ciudad de Buenos Aires.

Este formato fue central en todo el desarrollo de las asambleas, convirtiéndose en fuente de legitimidad para su funcionamiento y desarrollo. Al mismo tiempo, esta forma constituyó un espacio para el desarrollo de acciones e iniciativas políticas, de instancias de coordinación con otras organizaciones y sectores sociales, así como para la organización de demandas hacia el Estado y proyectos para el barrio.4

A partir de 2002 comenzaron a realizarse investigaciones sobre asambleas . Una serie de trabajos propusieron brindar herramientas teóricas y políticas para reflexionar sobre los problemas y potencialidades de "este nuevo actor". Producidos "al calor de aquellos momentos", realizaron análisis de la situación política y elaboraron propuestas para superar obstáculos y ampliar el "movimiento asambleario" (Abal Medina, Gorbán y Battistini, 2002; Bielsa, Bonasso y Calloni, 2002; Cafassi, 2002; Galafassi, 2002; Almeyra, 2004; Dri, 2006; Fernández, 2006). Estos estudios expresaron los principales interrogantes y preocupaciones de un sector de los circuitos académicos, a la vez que sintetizaron varios de los debates de las asambleas . Algunas de las preguntas que recorrían estos trabajos estaban vinculadas con la posibilidad de continuidad o no de las asambleas : "después de tres semanas de constitución, el propio movimiento se sorprendió de ver que su cuerpo crecía más que su pensamiento. Ahí comienza el segundo desafío del actual proceso asambleísta. ¿Tendrá la capacidad de superarse a sí mismo?" (Guerrero, 2002: 48).

Desde otro punto de vista, los estudios basados en un enfoque institucional sostuvieron que las asambleas fueron una expresión coyuntural de la crisis de los canales tradicionales de representación y participación política, y del sistema político en general (Cheresky, 2006; Pousadela, 2006). Por eso, luego del "disruptivo origen" que dio forma a las asambleas , una vez reequilibrado el sistema político, el "movimiento" no habría podido mantener su existencia (Rossi, 2005).

La mayor producción de estudios sobre asambleas fue realizada por investigadores que venían estudiando movimientos sociales, acción colectiva y protesta. Estos trabajos definieron a las asambleas como un ámbito novedoso, que se estaba constituyendo como un movimiento social (Schuster, Pérez y Pereyra, 2002). Evaluaron la capacidad de impacto de las demandas de las asambleas en el sistema político (Di Marco et. al, 2003) así como destacaron algunos aspectos organizativos e identitarios del "movimiento" (Pérez, Armelino y Rossi, 2005). Desde estas lecturas, las asambleas eran un lugar de reconstitución de la identidad política de las clases medias, un espacio de organización, deliberación, creación de solidaridad y de confianza (Svampa, 2008). No obstante, estos estudios tendieron a homogeneizar el proceso y las múltiples relaciones y contradicciones que fueron parte del mismo. Dejaron de lado el análisis de las tensiones entre los aspectos discursivos y las prácticas, así como también las trayectorias de los sujetos, sus resignificaciones y experiencias.

Estas investigaciones recuperaron, por un lado, las teorías de los movimientos sociales orientadas a la identidad de los trabajos de la sociología europea (Touraine, 1990; Melucci, 1994; Castells, 1998; entre otros); por otro lado, las investigaciones de la sociología política norteamericana que se focalizan en la acción y su impacto sobre el sistema político, como las teorías de la movilización de recursos y de los proceso políticos (Tilly, 1978; Tarrow, 1997; entre otros). A la vez, se apoyaron en las propuestas de síntesis elaboradas más recientemente en trabajos como el de McAdam, McCarthy y Zald (1999). Estos últimos propusieron tres niveles de análisis, intentando representar un sumario: 1) la estructura de oportunidades políticas; 2) las formas de organización; 3) los procesos enmarcadores.

En este caso, propongo complementar los estudios que analizaron a las asambleas como un movimiento social. En lugar de centrar el análisis en los incentivos que movilizaron a los individuos a la acción, el impacto en el sistema político y el contexto que pudo facilitar la conformación de una acción colectiva, planteo profundizar en los sujetos y los procesos de interacción, sus prácticas, significaciones y trayectorias. Muestro cómo las asambleas se inscribieron e influyeron en las trayectorias y vida cotidiana de los asambleístas. Analizo cómo las trayectorias de los sujetos fueron plasmándose en el ámbito colectivo e interactuando con la vida cotidiana, al tiempo que la experiencia asamblearia repercutió y redefinió la vida de sus integrantes.

Desde un enfoque antropológico relacional, que permite recuperar la unidad entre representación y práctica, y entre saber y acción, planteo indagar en las prácticas cotidianas, las relaciones sociales y los sentidos que cotidianamente ponen en juego los sujetos (Gledhill, 2000; Grimberg, 2009). Abordo el estudio de las asambleas en su doble carácter, como proceso político y como experiencia de vida que involucra a sujetos y colectivos. De esta manera, propongo poner mayor énfasis en el análisis de las experiencias, los procesos de vida cotidiana y los sentidos que los sujetos dan a sus prácticas. La categoría de vida cotidiana entendida como "un conjunto de prácticas, relaciones, significaciones diversas y heterogéneas que constituyen sujetos concretos al interior de una realidad concreta" (Achilli, 1993: 11) me permite captar las mediaciones entre las relaciones cotidianas de los sujetos y sus significaciones y otros procesos institucionales y estructurales.

Como parte de este campo de análisis cabe mencionar una serie de estudios etnográficos que han recuperado el estudio de la vida cotidiana en formas organizadas de acción colectiva o en movimientos sociales. Ejemplos significativos son el estudio del proceso revolucionario mexicano (Joseph y Nugent, 2002; Knight, 2002), el análisis sobre el acceso directo de los campesinos a la tierra como un proceso que "los hacía vulnerables a nuevas formas de explotación y dominación" en el momento revolucionario de 1952 en Cochabamba, Bolivia (Lagos, 1997), así como los trabajos sobre la relación entre ritual y acción política y las modalidades que adquiere la resistencia en las protestas mineras en Bolivia (Nash, 1979). Asimismo, una serie de trabajos sobre el problema de la propiedad de la tierra en Brasil propusieron analizar algunos aspectos que no son tenidos en cuenta en los estudios sobre movimientos sociales, tales como las relaciones recíprocas, las trayectorias, los conflictos entre los patrones de los ingenios, la actuación del Movimiento Sin Tierra y el rol de los sindicatos (Sigaud, Rosa y Macedo, 2008).

En consonancia con esta perspectiva, en Argentina, Fernández Álvarez (2006) indagó cómo los procesos de recuperación de fábricas en la Ciudad de Buenos Aires son una modalidad de acción colectiva y una forma de significar el trabajo y la acción. Del mismo modo, una serie de trabajos sobre agrupamientos de desocupados han analizado la vida cotidiana respecto de las tensiones incluidas en la gestión de programas sociales y las categorías utilizadas por las personas para legitimar sus posturas frente a un conflicto (Ferraudi Curto, 2005) así como respecto de las relaciones entre las familias y las organizaciones de desocupados en la gestión de las políticas sociales (Quirós, 2006; Manzano, 2007).

En el primer apartado de este trabajo sostengo que para los integrantes de las asambleas "ser parte" de las mismas no implicó solamente concurrir a las reuniones y actividades. Además, supuso la modificación de sus vidas cotidianas, en tanto sus expectativas y significaciones sufrieron diversas transformaciones. Así muestro cómo, a diferencia de otros trabajos sobre movimientos sociales en general y asambleas en particular, no es posible analizar de manera escindida acción colectiva y vida privada, ya que la asamblea pasó a ser parte de la cotidianeidad de los asambleístas .

En el segundo apartado, partiendo de la base de que no es posible separar en el análisis vida cotidiana y acción colectiva, profundizo sobre las trayectorias de los sujetos para dar cuenta del amplio proceso en el que se inscribieron las asambleas. Un proceso basado en experiencias políticas anteriores, vínculos, expectativas y proyectos personales y políticos que no sólo imprimieron su carácter a las asambleas sino que fueron, a su vez, influidas por ellas. A partir de la selección de los relatos de tres asambleístas, describo cómo esas experiencias previas supusieron un acercamiento político inicial o bien una resignificación de las mismas y un reforzamiento de valores y prácticas. Este seguimiento permite mostrar cómo las asambleas modificaron la vida cotidiana de sus integrantes, influyeron en sus trayectorias, al tiempo que generaron una red de relaciones en la Ciudad de Buenos Aires.

Este trabajo forma parte de los resultados de una tesis de doctorado ya finalizada sobre asambleas en la Ciudad de Buenos Aires. En términos empíricos, la investigación está basada en un trabajo de campo intensivo entre 2002 y 2007 en la Ciudad de Buenos Aires, compuesto por observación participante, treinta y cinco entrevistas en profundidad, análisis de narrativas, reconstrucción de trayectorias de vida en base a dichas narrativas y análisis de fuentes secundarias.

El trabajo de campo se dividió en dos etapas. En una primera etapa, desde un nivel intermedio de análisis, entre 2002 y 2003, examiné la dinámica de funcionamiento de las reuniones de distintas asambleas de la Ciudad de Buenos Aires, algunas de sus actividades y el funcionamiento cotidiano del espacio colectivo. Luego de un acercamiento general, seleccioné dos asambleas para estudiar en profundidad, focalizando en aspectos de la vida cotidiana y la trayectoria de vida de algunos de sus integrantes. Para escoger ambos casos, tuve en cuenta su ubicación territorial, composición y principales características, al considerar que debían ser ejemplos significativos para analizar las asambleas . También presté especial atención sobre el tipo de actividades que realizaban, si habían seguido funcionando o no, su relación con el Estado y los partidos políticos, y si tenían o no un local. Entre fines de 2005 y principios de 2007, realicé la última serie de entrevistas. En esta etapa gran parte de las personas que entrevisté ya no formaban parte de ninguna asamblea . Así pude trabajar sobre las percepciones y balances que ellos mismos efectuaban.

 

Acción colectiva y vida cotidiana

Las asambleas fueron conformándose a partir de conversaciones informales de vecinos que se encontraban en las calles durante los cacerolazos.5 En algunos casos, fueron promovidas por centros de estudiantes u otras organizaciones políticas y sociales que ya estaban funcionando en el barrio. Sin embargo, su propia dinámica sobrepasó las intenciones, objetivos y propuestas de los fundadores.

Durante la primera mitad de 2002, mientras las asambleas organizaban distintas manifestaciones y participaban en protestas convocadas por otras organizaciones sociales y políticas, se multiplicaron las actividades en los barrios. Conformaron comisiones temáticas de trabajo de prensa, salud, cultura y finanzas, entre otras.

Las asambleas recuperaron e hicieron propios algunos reclamos históricos de las organizaciones sociales y políticas. Acompañaron las demandas y protestas de los organismos de derechos humanos y de otros sectores, al tiempo que construyeron reivindicaciones propias vinculadas, sobre todo, a la renovación del sistema político, a la baja de las tarifas y al aumento de la calidad del funcionamiento de los servicios públicos, y al mejoramiento de los servicios de salud y educación. Llevaron adelante actividades tales como revistas semanales, festivales, huertas, ferias de productos alimenticios, mini emprendimientos y trabajos conjuntos con los cartoneros.6

Formaban parte de ellas mujeres y varones de distintas edades y trayectorias: desde personas que promediaban los 70 años hasta adolescentes, estudiantes secundarios y universitarios, desocupados, ocupados, jubilados, comerciantes, entre otros. Algunos llevaban años de activismo político; otros tenían pocas experiencias de tipo colectivo; había grupos a los que jamás les había interesado la política. Algunos habían tenido intervención política importante durante los años ‘70 y en ese momento, después de más de veinte años, volvían a involucrarse en una acción colectiva.

Con el paso de los días las instancias de reunión plenaria de las asambleas comenzaron a tener una dinámica propia. En este proceso, cada integrante fue aportando los conocimientos que había adquirido en otras ocasiones y que consideraba útiles para "la necesidad que tenían de juntarse". Las personas llegaban y elegían a uno o varios coordinadores. Hacían la lista de oradores y comenzaban sus discursos. Algunos asambleístas intervenían siempre, otros no hablaban frente al plenario pero concurrían a todas las reuniones. Las reuniones semanales plenarias no consistían solamente en la toma conjunta de decisiones sino que implicaban un lugar de encuentro e intercambio esencial para sus integrantes. Los asambleístas comenzaron a conocerse, escucharse y organizarse en la calle. "Ser parte" pasó a ser un valor importante y esta situación generó nuevas expectativas y conocimientos. Este proceso estuvo atravesado por historias previas y expectativas individuales, así como por una coyuntura política de amplia movilización que tuvo como referencia el cacerolazo del 19 de diciembre y la manifestación del 20.

Según los diferentes relatos de los asambleístas , la crisis económica y política se percibía cada vez con más fuerza y la falta de perspectiva de futuro se convertía en un denominador común. Algunas de las personas que se acercaron a las asambleas habían intervenido en actividades políticas o sociales durante los meses previos o ya eran activistas; otras, si bien estaban preocupadas por la situación que estaban viviendo, tuvieron su primer momento de participación durante los cacerolazos y/o las primeras reuniones de las asambleas. Para todos, las asambleas ofrecían la posibilidad de hablar con desconocidos de diferentes edades, realizar una "catarsis colectiva", conocer otras realidades del barrio y compartir preocupaciones, propuestas y expectativas. En ese marco comenzaron a llevar a cabo las primeras actividades.

Las asambleas se fueron constituyendo a través de un proceso veloz pero progresivo en donde acción colectiva y vida cotidiana fueron conjugándose cada vez con más fuerza. Rápidamente, comenzaron a ocupar más tiempo en la actividad semanal de sus integrantes. La reunión plenaria y las múltiples iniciativas iban coordinándose o entrando en tensión con las obligaciones laborales y la vida en familia. Según los relatos de los asambleístas entrevistados, los primeros momentos estuvieron caracterizados por un gran entusiasmo. Los lugares de encuentro e intercambio se multiplicaban, concertándose en un mismo espacio charlas informales y actividades recreativas con proyectos para nuevas actividades. En algunos casos se veían todos los días, combinando actividades recreativas con diálogos sobre las asambleas , la situación política y los nuevos proyectos e iniciativas.

La presencia cotidiana en las múltiples actividades y reuniones de la asamblea comenzó a ser fuertemente valorada y generó nuevas expectativas en sus protagonistas, quienes destacaban la importancia de compartir momentos y espacios con otras personas del barrio.

Había algo que para todos era significativo que era estar con el otro, estar con el otro que está en tu barrio. [...] Por eso el cambio para los que estábamos en la asamblea fue muy fuerte y tenía un toque esperanzador. Yo llegué a decir hablando de cambio social en la asamblea [...] yo llegué a decir: "yo no quiero cambio social, quiero esto y desde acá vamos"; desde la fantasía del momento (Humberto, 45 años, músico y psicólogo social, activista social, asamblea de San Lorenzo).7

Un momento de significativo impacto en los asambleístas fue realizar reuniones y actividades en sus propias casas. En muchos casos, la calle resultaba poco operativa para llevar adelante las reuniones de las comisiones, por lo cual se reunían en bares del barrio o en las propias casas.

Pero la posibilidad de hacer reuniones en sus casas no fue un proceso que se dio de la misma manera para todos. Un día en que Josefina debía reunirse con un grupo de asambleístas, los invitó a su departamento, que compartía con Humberto, su pareja. Cuando vivía en Luján, ella y su familia preferían hacer reuniones sociales en su casa antes que en un bar. Por ello, estaba acostumbrada a ese tipo de encuentros. Sin embargo, Humberto no estuvo de acuerdo en invitar "extraños". En ese sentido Josefina reflexionaba:

Un cambio grande en las relaciones fue abrir las puertas de las casas. Cualquiera podía visitar al otro y eso fue, por lo menos para la gente de acá de capital, fue movilizante en su vida, porque todos estaban acostumbrados a que en su casa, su familia nada más. Y eso permitió profundizar mucho las relaciones también, porque vos no sólo conocías a esa persona que gritaba en la asamblea, sino que conocías cómo esa persona tenía puesta la cortina en su casa, los baños; se hablaba si estaba limpio el baño (Josefina, estudiante universitaria, ex integrante de una agrupación universitaria trotskista, 30 años, asamblea de San Lorenzo)

La instancia de la casa abrió una dimensión distinta en la dinámica de las asambleas . Sus integrantes se conocieron en los encuentros, que se llevaban a cabo en la calle, y plantearon mantener un trato entre iguales. Conocer la vivienda del otro implicaba una ruptura con esa condición. Concurrir a las casas fue una forma de conocer las trayectorias, los niveles adquisitivos, costumbres y vínculos familiares.

Al mismo tiempo, la rutina de los asambleístas se fue modificando. Este fue el caso de Rubén, que vivía a una cuadra de la estación del tren. Generalmente demoraba entre cuatro y cinco minutos en hacer ese recorrido. Durante el tiempo que duró la asamblea, para realizar el mismo trayecto tardaba más de media hora. En el camino se encontraba con vecinos y otros asambleístas con los que se detenía a conversar.

Collazo, en la entrevista que realizó a un integrante de la asamblea de Liniers, señaló una situación similar.

Anoche lo veníamos charlando al regresar de la Plaza de Mayo. Éramos seis o siete personas y decíamos: "¿No les pasa ahora que cuando venimos caminando desde Rivadavia, lo que antes hacíamos en cinco minutos, diez minutos, ahora tardamos dos horas?" "Sí. ¿Por qué?" Porque cada dos pasos, nos para una vecina, un vecino. Se hacen charlas en las esquinas. Por ahí estamos apurados y no podemos llegar. Antes uno iba, pasaba por ahí y era uno más entre medio de la indiferencia del barrio. Ahora, en la medida que nos empezamos a ver y reconocer: "sí, yo te vi en la asamblea el sábado y no pude ir a la última, en qué quedó, qué votaron" (Collazo, 2002:123).

Finalmente, integrar la asamblea afectó la vida privada y la relación con la familia. Se produjeron nuevos conflictos, percepciones y expectativas.

Osvaldo, tenía un trabajo de tiempo completo, estaba casado y tenía un hijo pequeño. Concurrir a las actividades de la asamblea significaba para él compartir menos tiempo con su familia. Desde su punto de vista, fue necesario hacer un equilibrio para compatibilizar la familia, el trabajo y la asamblea .

Con mi mujer estuvimos al borde del divorcio, porque llegó un momento en que yo dejaba el laburo, pasaba por casa, hacía las cuatro o cinco cosas que tenía que hacer y el resto del tiempo era ocuparme de hablar con el compañero tal, de ir a buscar tal cosa porque había que organizar tal actividad o ir a tal reunión en los lugares más insólitos y en los horarios más insólitos que a uno se le pudiera ocurrir [...] y bueno, eso impactó en la calidad de la relación con mi esposa y con el único hijo que tenía en ese momento, al punto de que el matrimonio caminó por una cornisa y estuvimos haciendo un equilibrio bastante precario. [...] de golpe y porrazo fue disponer de todo el tiempo para nosotros, y de un día para el otro ya no (Osvaldo, Técnico informático, sin experiencia política, 38 años, asamblea Parque Díaz).

Rubén, en cambio, asistió a la asamblea con su familia . Estaba separado de su esposa y sus hijas, de cinco y seis años, en ese momento estaban viviendo con él. Juntos concurrieron a la mayoría de las actividades, marchas y reuniones. Desde su punto de vista, compartir su participación en la asamblea con sus hijas le permitió conocer otros vecinos y hacer nuevos amigos.

En el caso de Humberto y Josefina, a raíz del nuevo contexto, donde percibían una perspectiva de futuro que no recordaban haber tenido antes, tuvieron el deseo de ser padres. Desde su punto de vista, era un momento donde "se percibía esperanza". Según Humberto a pesar de que en ese momento tenía 42 años, nunca antes había pensado en ser padre.

La asamblea fue parte de la vida cotidiana de sus integrantes, originando cambios en las prácticas y en las concepciones políticas, pero especialmente en aspectos de la vida personal como la familia y el trabajo. Como desarrollaremos en el punto siguiente, la reconstrucción de las trayectorias de vida permite observar este proceso desde una mirada más amplia que combina vida cotidiana, pasado y presente, a la vez que ilumina algunos aspectos de la acción colectiva que permiten analizar este proceso más allá del momento "visible" como movimiento social y forma de protesta.

 

Asambleas y asambleístas

Diversas investigaciones sobre movimientos sociales, protesta y acción colectiva estudiaron las trayectorias de los participantes de estas acciones. Algunos trabajos analizaron la relación de las protestas no sólo con las condiciones materiales de vida sino con la búsqueda individual y colectiva de reconocimiento y respeto (Goodwin, Jasper y Polleta, 2001; Auyero, 2004). Recuperando, entre otros, el trabajo de Axel Honneth (2006) sobre la "lucha por el reconocimiento", Auyero (2004: 27) examinó las historias de vida de dos mujeres para describir cómo en las "puebladas" del interior de la Argentina las biografías de "personas comunes" modelaron las protestas.

En el campo de la antropología social, Fernández Álvarez (2006) incorporó el análisis de la significación del trabajo en las trayectorias de vida de los trabajadores de una fábrica recuperada para mostrar cómo sus historias personales y sus experiencias previas confluyeron en la acción colectiva. En ese marco abordó la categoría nativa de "dignidad", no como motivación de la acción colectiva, sino como un contexto de significación del trabajo en el proceso de recuperación .

En su trabajo sobre agrupamientos de desocupados de La Matanza, Manzano (2007) retomó la relación entre la acción colectiva y las trayectorias de vida. En este caso, su preocupación fue analizar cómo el piquete y los programas de empleo se insertaron en trayectorias y modos de vida. De esta manera, analizó cómo la formación de grupos dentro de las organizaciones de desocupados y sus pautas de interacción estaban vinculadas con una trama de relaciones sociales más amplia, que entretejía trayectorias de vida, políticas estatales y tradiciones de organización política.

Retomando lo analizado en el apartado anterior, recupero parte de los relatos de tres asambleístas para mostrar cómo algunos aspectos de las trayectorias de los asambleístas fueron plasmándose en el ámbito colectivo e interactuando con la vida cotidiana, al tiempo que la experiencia asamblearia repercutió y redefinió la vida cotidiana de sus integrantes.

Me aproximo a las trayectorias de vida como una herramienta analítica que permite "captar hitos significativos de la vida de un sujeto, relacionados con áreas estratégicas de la práctica social" (Grimberg et al., 1998: 226). Este trabajo supone identificar los hitos significativos desde la perspectiva de los propios sujetos de estudio, a la vez que articular pasado y presente desde la definición del problema y los objetivos de estudio. Por consiguiente, el investigador reconstruye las trayectorias para comprender las prácticas de los sujetos, los significados asignados a sus condiciones de vida y el sentido de sus interacciones cotidianas. De esta manera pueden observarse no sólo los acontecimientos sufridos, sino las respuestas y estrategias elaboradas por los sujetos. Estudiar algunos aspectos de las trayectorias de los asambleístas permite entonces comprender cómo interactuaron las historias de activismo anteriores y los modos de vida con la práctica asamblearia .

Josefina: distintas visiones sobre la política

Hasta el año 2000, Josefina vivía con su familia en la ciudad de Luján. En 1998 ingresó a la carrera de Historia en la Universidad Nacional de esa ciudad, donde se incorporó a una agrupación estudiantil. Sus integrantes se definían como "marxistas" y su referente había sido activista en la década del ‘70 del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Tras alejarse de ese espacio, para Josefina esa agrupación representaba la "vieja política" y la "ortodoxia de la izquierda", que se expresaba en su forma de organización autoritaria y en sus modos de análisis político. Desde su punto de vista, los miembros de aquel grupo pretendían "construir una teoría revolucionaria, pero terminaban desconociendo lo que sucedía realmente".

En el año 2000 había dejado la agrupación y la carrera de Historia. Durante un año no tuvo actividad política y en enero de 2001 viajó al primer Foro Social Mundial, realizado en Puerto Alegre, Brasil. Ese viaje le permitió entrar en contacto con otras perspectivas sobre la práctica política.

En el Foro conoció a Humberto, quien luego sería su pareja. Poco tiempo después de regresar, se mudó con él a Buenos Aires. Durante ese año, Josefina, Humberto y un grupo de personas que habían conocido en Puerto Alegre comenzaron a realizar distintas actividades. El 19 de diciembre participaron en el cacerolazo de su barrio y el 20 a la mañana, en la protesta de Plaza de Mayo.

Tras los cacerolazos de diciembre de 2001 , Josefina se involucró en la asamblea de San Lorenzo. Tenía 22 años y trabajaba como cadeta en una pizzería. En Buenos Aires sólo conocía a Humberto, a su madrina y a las personas que había contactado en el Foro Social Mundial. Ser parte de la asamblea le facilitó conocer otras personas, entablar nuevos vínculos y construir amistades. Así, además de las iniciativas y reuniones programadas, se encontraba con algunos compañeros para ir a cenar o realizar una actividad recreativa.

Josefina se integró a diversas iniciativas de la asamblea donde fue poniendo en común su conocimiento como ex integrante de una agrupación universitaria, revisando algunas concepciones políticas y conociendo nuevas perspectivas y pensamientos. Una de las primeras iniciativas a las que se sumó fue la creación del boletín de la asamblea.

Ya había integrado el comité de redacción de una revista que editaban en la agrupación universitaria. Sin embargo, esta propuesta resultaba diferente. Desde su perspectiva, la publicación que editaban en la universidad era similar a las de otros partidos políticos. Según Josefina, el objetivo de estas publicaciones era divulgar "recetas para salvar al mundo": proyectos políticos cerrados, sin lugar a cuestionamientos, que se proponían como la mejor alternativa a las políticas predominantes. En cambio, en este boletín se difundían las actividades que estaban en marcha y sus principales preguntas y preocupaciones.

De la misma manera se incorporó a la organización de la huerta y fue una de las personas que promovió la feria llamada "La recuperada". Tenía asignado uno de los puestos, donde vendía fideos caseros. En poco tiempo, la producción de fideos se convirtió en su fuente de trabajo. A pesar de que la asamblea dejó de reunirse en mayo de 2003, la feria siguió trabajando.

A diferencia de su experiencia anterior, que describía como un agrupamiento con tendencia al análisis teórico de los problemas, las prácticas llevadas a cabo en el marco de la asamblea modificaron su visión sobre la política. De allí en adelante, para ella la política se relacionó además con distintas dimensiones de la vida cotidiana, como la alimentación, el consumo y el trabajo.

Integrar la asamblea abrió para Josefina un nuevo marco valorativo sobre la práctica política, basado en la libertad para expresar ideas, cuestionador de cualquier poder centralizado. Según ella, la política, por consiguiente, pasaba por la vida cotidiana, donde "uno modifica, modificándose a sí mismo" . A diferencia de su experiencia política anterior, Josefina entendía que a través de su participación en la asamblea llevaba adelante una práctica política que recuperaba algunos aspectos vinculados a lo lúdico y a la posibilidad de manifestar sentimientos.

La asamblea fue para ella un espacio donde podía reformular su práctica política, comenzar un nuevo proyecto de trabajo y modificar su alimentación.

Luisa: "militancia de los ‘70", resignificaciones y sentidos

Luisa fue integrante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) desde los 16 años. En 1975, cuando tenía 25 años, fue detenida por razones políticas. Permaneció en prisión hasta el 19 de septiembre de 1983, pocos días antes de las elecciones nacionales organizadas para reestablecer el régimen democrático. En ese entonces tenía 33 años y su hijo de 12 años había quedado bajo el cuidado de su madre. Después de ocho años de cárcel debió reorganizar su vida en un contexto que se había modificado: su padre había fallecido y muchos de sus seres queridos estaban desaparecidos . Para ello, intentó dejar atrás sus años en prisión y focalizarse en el presente. Aunque seguía valorando su historia como activista política, no había vuelto a formar parte de ningún espacio político. Solamente, en algunas ocasiones, concurría a alguna manifestación o protesta. Formó pareja con Fernando, con quien tiene una imprenta. Fernando se ocupa del trabajo de impresión y Luisa, de la parte administrativa.

El 19 de diciembre, Luisa y su compañero formaron parte del cacerolazo. En esos días, asistieron a distintas movilizaciones y protestas. De este modo se enteraron de la convocatoria a la asamblea de San Lorenzo, fueron a la primera reunión y se integraron a las actividades. Para Luisa, ese momento la ayudó a "amigarse" con la ciudad, a estar en la calle, a encontrarse con los vecinos, dialogar con ellos y descubrir que sus preocupaciones e intereses eran similares . Pudo establecer nuevos vínculos con quienes no conocía y gran parte de ellos se convirtieron en sus amigos. Resaltó que después de veinticinco años veía que la calle tenía otro sentido, "como lugar de encuentro, no como lugar donde te asomas y te mata un auto o te asaltan".

Después de muchos años sin participar en ningún tipo de actividad política, Luisa encontró en la asamblea un lugar al cual integrarse. Destacó que compartió esa sensación de "ser parte" con otros asambleístas . "Había como una cuestión de asombro, porque vecinos que vivimos cerca podíamos hablar y compartir, aún en la diferencia más notoria y de toda índole: económica, etaria, de posturas."

Luisa se integró activamente al trabajo en conjunto con un grupo de cartoneros . Poco tiempo antes, había realizado una investigación sobre el rol social de los recicladores para una materia de la carrera de Geografía que estudiaba en aquel momento.

Recién ahí empecé a tomar conciencia de toda la problemática de la basura [...] yo me daba cuenta que para toda esta gente que había quedado fuera del circuito laboral, el hecho de convertirse en juntadores de material reciclable no sólo es una posibilidad de trabajo, sino que cumplen un rol social muy importante.

Gracias a la actividad desarrollada con los cartoneros, pudo reflexionar sobre la política y el significado de ser militante. Luisa sostenía que no querían hacer asistencialismo desde una posición de desigualdad sino que proponían ser solidarios con los cartoneros . Buscaban entablar una relación entre iguales , valorando su trabajo y colaborando con ellos para que les resultara más sencillo seleccionar los desperdicios.

Actualmente, Luisa no toma parte en ninguna actividad política. Cree que ahora, a diferencia de lo que ocurría en 2002, no tiene tiempo suficiente. A lo largo de su relato aparecen con énfasis dos temas. En primera instancia, una autocrítica y una resignificación de su actividad política anterior. Durante su experiencia en los ‘70, los valores predominantes eran la disciplina partidaria y la elaboración de un enfoque político ideológico común. En cambio, en la asamblea encontró una diversidad de visiones y la posibilidad de vincular su vida personal y sus propias preferencias a las acciones y decisiones políticas, en lugar de responder a lineamientos partidarios. En segunda instancia, la conformación de nuevos vínculos a partir de su paso por la asamblea. Luisa sintió que gracias a la asamblea pasó a ser una persona del barrio, a pesar de que vivía allí desde 1990. Actualmente conoce a la mayoría de sus vecinos, se detiene a conversar con ellos y su vida social es más amplia.

Osvaldo: familia y activismo político

Osvaldo fue parte del centro de estudiantes de su escuela secundaria en sus últimos dos años de estudios, 1984 y 1985. Durante dos años estudió Física en la universidad, luego Química, hasta que finalmente se graduó como Ingeniero en Sistemas, profesión que ejerce actualmente como jefe de tecnología en una empresa multinacional. Durante sus estudios en la facultad asistía a algunas actividades que organizaba el centro de estudiantes, al tiempo que realizaba tareas de alfabetización y de distribución de comida y ropa, entre otras acciones comunitarias en barrios carenciados.

En 2001, Osvaldo tenía 33 años, estaba casado y tenía un hijo de seis meses. Fue uno de los fundadores de la asamblea Parque Díaz . Tomó parte en la mayoría de las actividades y debates: reuniones, clases de apoyo escolares, talleres, recitales, charlas y otras actividades culturales. En su relato, rescató la experiencia de la solidaridad de la gente demostrada en una actividad que consideraba que no le brindaba ningún rédito personal. Según sus propias palabras, integrar la asamblea fue una posibilidad de "comprometer un esfuerzo para beneficio de otro y hacerlo con un nivel de compromiso, de responsabilidad y de alegría sobretodo, una experiencia de un valor único".

A diferencia de otros asambleístas que concurrían a las reuniones con su familia, Osvaldo y su pareja resolvieron que iría solo. Esta decisión se vio reforzada cuando Osvaldo comenzó a recibir amenazas anónimas que le hicieron pensar que su asistencia a la asamblea ponía en riesgo a sus seres queridos. Para él, las amenazas fueron una forma de advertirle que las consecuencias de sus acciones tenían mayor alcance de lo que creía.

A principios de 2003, Osvaldo y su pareja estaban buscando una casa más amplia donde vivir y decidieron cambiar de barrio. Si bien Osvaldo continuaba asistiendo a la asamblea, una vez que se mudó, fue poco a poco dejando de concurrir. Las amenazas anónimas influyeron en su decisión. De todas maneras, siguió en contacto con los asambleístas y en algunas ocasiones asiste a las actividades de Parque Díaz .

Actualmente no integra ningún espacio de acción política. Sin embargo, está en la búsqueda de un ámbito en el barrio que mantenga el "método asambleario". "Una vez que uno prueba el método asambleario, después es muy difícil aceptar otro tipo de dinámica. Yo no sé si uno se puede bancar una estructura más vertical, por ejemplo. O sea, hoy por hoy yo creo que no puedo".

Osvaldo considera que su vida no es igual a lo que era antes de 2001. Junto a los vecinos de su nuevo barrio, se ocupó de reunir firmas para solicitar al Gobierno de la Ciudad la instalación de nuevos jardines maternales. Previo a la experiencia asamblearia cree que no hubiera sido parte de una iniciativa de esas características. Del mismo modo, incorporó ciertas prácticas gracias a las que tiene más diálogo e interacción con sus vecinos. A la mañana, en lugar de recibir el periódico en su casa como lo hacía anteriormente, se levanta más temprano y va a comprarlo al quiosco de diarios y revistas. Esto le da la oportunidad de conversar con algunos vecinos antes de ir al trabajo.

Para los asambleístas, relatar su historia y reflexionar al respecto resignificó su paso por la asamblea y sus acciones actuales. La reconstrucción de las trayectorias a partir de los relatos de los propios sujetos no es solamente una reconstrucción de hechos. Tal como señaló De Certeau (1996: 87-90) el "arte de decir" es un "arte de hacer y un arte de pensar". La narrativización de las prácticas es por consiguiente una "manera de hacer textual", con sus procedimientos y sus tácticas propias. Entonces, el relato no es una descripción, no se limita a expresar un movimiento, sino que "lo hace". Estas personas no fueron las mismas que antes de 2001. Los efectos de su paso por las asambleas pueden detectarse en distintos aspectos de su vida.

Como puede observarse, las asambleas fueron para sus integrantes un ámbito de resignificación de experiencias políticas anteriores, de reforzamiento de valores y prácticas, o una posibilidad de retomar la práctica política. A su vez, fue una instancia en donde pudieron poner en juego conocimientos propios, al tiempo que modificar algunos aspectos de su vida cotidiana vinculados al trabajo, el hogar, la alimentación y el establecimiento de nuevos vínculos afectivos.

 

A modo de cierre

En el marco de los procesos de movilización social en Argentina entre 2001 y 2002, las asambleas han sido uno de las acciones colectivas más destacadas por los propios protagonistas así como por gran parte de la literatura que analizó ese período. En este sentido, a diferencia de los trabajos que hicieron hincapié en el análisis de las asambleas como movimiento social, mostré cómo indagar en las prácticas cotidianas, las relaciones sociales y los sentidos que cotidianamente ponen en juego los sujetos permite desplegar otra dimensión de la acción colectiva, no sólo como proceso político, sino como experiencia de vida que involucra a los sujetos. A partir de un enfoque antropológico relacional, analicé cómo las asambleas se inscribieron e influyeron en las trayectorias y vida cotidiana de los asambleístas. Ser parte de la asamblea no significó para sus integrantes solamente concurrir a las reuniones y actividades, sino que implicó cambios en su vida cotidiana, privada y familiar. Entre otros, aumentó la duración del trayecto diario para ir al trabajo por las conversaciones con los vecinos, el acceso de otras personas a sus casas se amplió, la relación con el barrio, los comerciantes y los vecinos se modificó, y el tiempo y las actividades en familia se transformaron.

Igualmente, participar en la asamblea brindó a sus integrantes una perspectiva positiva de futuro que no tenían previamente. Les permitió conocer otras realidades, vecinos, organizaciones y particularidades de sus barrios. Semanas después de haber conformado la asamblea , personas que nunca habían tenido contacto entre sí constituían vínculos y relaciones que les permitían llevar adelante gran número de acciones. De este modo, la asamblea se constituyó en un espacio de referencia del barrio, de los propios asambleístas y de los vecinos en general.

A su vez, las asambleas se inscribieron en una serie de trayectorias y vínculos previos que influyeron en su conformación y desarrollo. En el transcurso de la acción se pusieron en juego relaciones de poder, concepciones de la política y procesos de identificación que permearon las características que fueron teniendo las asambleas, así como la vida cotidiana de los sujetos.

Si bien marcar un antes y un después es un recorte arbitrario del investigador mientras el proceso político sigue abierto, profundizando en los sujetos y los procesos de interacción, sus prácticas y significaciones, reconstruí la trama de significaciones que se conformó en el cruce de trayectorias, acción colectiva y vida cotidiana durante el desarrollo de las asambleas . De esta manera, pude rastrear cómo un fenómeno de movilización social forma parte de un proceso político y social de largo plazo que trasciende el momento más visible de la protesta. Asambleístas con experiencias políticas anteriores pudieron reflexionar sobre sus concepciones previas, al tiempo que quienes nunca habían formado parte de una organización política o social pudieron compartir la experiencia de la construcción colectiva y de la solidaridad de la gente. Al mismo tiempo, su vida cotidiana y sus expectativas personales y políticas se fueron transformando. En esa diversidad, algunos siguen formando parte de actividades, mientras que otro grupo continúa buscando su lugar.

Notas

1 Algunos resultados parciales de este artículo fueron presentados en la Quinta Jornada de Investigación en Antropología Social , Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 19 al 21 de noviembre de 2008.

3 Sintetizo algunos datos de la coyuntura. En 2002, el nivel de necesidades básicas insatisfechas ascendía a un 23,8%; la pobreza se había duplicado desde 1995, llegando al 53,3% de la población; la desigualdad de la distribución del ingreso experimentaba un constante aumento. El PBI en dólares había caído 11 puntos de 1995 a 2002, lo cual se expresaba en un descenso de un 20% en el ingreso per cápita de la población. El porcentaje de desempleo se había incrementado del 6,1% en 1985 al 17,4% en 2001 (PNUD, 2002).
Respecto de las instituciones políticas, el 49% de la población opinaba que no importaba el tipo de régimen político si un gobierno no democrático lograba brindar soluciones a los problemas económicos del país. Asimismo, hacia febrero de 2002, el 74% de la población tenía poca o ninguna confianza en el Presidente, el 93% desconfiaba del Congreso y el 94% descreía de los partidos políticos. Sólo un 23% promedio de la población confiaba en las instituciones políticas democráticas (Zovatto et al., 2003).
En relación a las elecciones, en la elección parlamentaria de 2001 el voto en blanco y nulo había alcanzado el 21,1% y el abstencionismo el 27,1%. La participación electoral se había reducido del 86,04% en 1983 al 78,22% en 2003 (Abal Medina, 2006).

3 Entre las asambleas podía observarse una amplia diversidad en sus denominaciones, que variaban entre "barriales", "populares", "vecinales", "vecinos autoconvocados", según las estrategias desarrolladas en sus comienzos en relación al barrio y a otras organizaciones sociales y políticas (Pérez, Armelino, Rossi 2005; Triguboff, 2008). Por ello, utilizo el concepto asamblea para poder contener estas diferentes denominaciones. A lo largo del trabajo desarrollaré las principales características de estos agrupamientos.

4 Uno de los principales resultados de mi tesis fue mostrar, siguiendo a Simmel (2002), cómo las prácticas políticas llevadas adelante por los asambleístas constituyeron a las reuniones plenarias como una forma social que a su vez permitió conformar nuevas relaciones. La composición heterogénea de las asambleas hizo de esta acción colectiva su singularidad. La diversidad de historias políticas y personales y la confluencia de saberes y tecnologías brindaron características particulares a su dinámica de funcionamiento (Triguboff, 2008).

5 Cientos de vecinos se movilizaban desde diferentes sectores de la ciudad hacia la casa de gobierno haciendo sonar cacerolas, bajo la consigna "que se vayan todos". El primer cacerolazo se produjo el 19 de diciembre de 2001, luego de que el presidente de la Argentina, Fernando de la Rúa, anunciara en cadena nacional el Estado de Sitio para todo el país. Esa noche miles de vecinos marcharon para oponerse a esta medida hacia el Congreso de la Nación, Plaza de Mayo, la residencia presidencial y la casa del Ministro de Economía, Domingo Cavallo. Además de las asambleas eran parte de la movilización y organización de estas manifestaciones personas y organizaciones de otros sectores.

6 A fines de la década del noventa, con el avance de la crisis, en la Ciudad de Buenos Aires personas desocupadas del Gran Buenos Aires comenzaron a buscar entre la basura material reciclable. Recibieron el nombre de "cartoneros". Durante las noches recolectan materiales reciclables de la basura doméstica depositada en la calle, antes de ser recogida por el camión de la empresa de limpieza. Luego venden lo recolectado a empresas acopiadoras de los materiales que se dedican a procesarlo para su reutilización.

7 Cito con nombre, edad, ocupación y experiencia política. Utilizo nombres ficticios para las asambleas y para sus integrantes.

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