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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.33 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2012

 

ARTÍCULOS

La historia que construimos. Reflexiones a propósito de una investigación sobre la historia de la antropología en la Argentina

María Julia Name*

* Profesora de Antropología (FFyL, UBA). Becaria doctoral CONICET en el proyecto UBACyT F-058 del Programa de Antropología y Salud, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Dirección electrónica: julianame79@yahoo.com.ar.

 

Fecha de realización: noviembre 2010. Fecha de recepción: febrero 2011. Fecha de aprobación: noviembre 2011.

 


Resumen

En este artículo se desarrollan algunas reflexiones teórico-conceptuales sobre el quehacer de los antropólogos que investigan sobre la historia de la propia disciplina. En particular, se analizan aspectos relativos a los diferentes "lugares" desde los que se construye la historia y a las categorías analíticas a las que se recurre para ello, tomando las propuestas de un conjunto de autores adscriptos a este campo. El trabajo forma parte de una investigación en curso sobre la historia de la antropología médica en la Argentina.

Palabras clave: Presentismo/Historicismo; Historia Externa/Interna; Genealogías; Linajes; Analistas/Practicantes.

The history we construct. Reflections from a research on the history of anthropology in Argentina

Abstract

In this paper we develop some theoretical and conceptual reflections on the work of anthropologists who investigate the history of their own discipline. Particularly, we analyze aspects related to the different "places" from which history is constructed and to the analytical categories used for this purpose, on the basis of proposals from a group of authors ascribed to this field. The article is part of an ongoing investigation about the history of medical anthropology in Argentina.

Key words: Presentism/Historicism; External/Internal History; Genealogies; Lineages; Analysts/Practitioners.

A história que construímos. Reflexões a partir de pesquisa sobre a história da antropologia na Argentina

Resumo

Neste artigo apresenta-se algumas reflexões teóricas e conceituais sobre o trabalho dos antropólogos que pesquisam a história da disciplina. Em particular, analisa-se aspectos relativos aos diferentes "lugares" de onde se constrói a história e as categorias de análise utilizadas para isso, levando as propostas de um grupo de autores adscritos a este campo. O trabalho faz parte de uma investigação em curso sobre a história da antropologia médica na Argentina.

Palavras-chave: Presentismo/Historicismo; História Externa/Interna; Genealogias; Linhagens; Analistas/Praticantes.


 

Introducción: un campo de estudios en crecimiento

En la Argentina, la historia de la antropología como campo de estudios posee una trayectoria relativamente breve. Pese a que hubo intentos de sistematización y periodización del pasado disciplinar desde mediados del siglo XX,1 el impulso más significativo de este campo se produjo durante las últimas dos décadas. Esto se refleja en la creciente producción bibliográfica, en la generación de espacios de discusión e intercambio y en la conformación de grupos y proyectos de investigación específicos.

En términos generales, el material bibliográfico disponible podría organizarse en al menos dos grupos. Por un lado, aquellos trabajos elaborados por los propios actores que, sin adscribirse estrictamente a este campo de estudios, ofrecen análisis y periodizaciones que resultan valiosos por la información histórico-disciplinar e institucional que contienen.2 Por otro lado, trabajos desarrollados en el marco de investigaciones formalmente adscriptas a la historia de la antropología en los que se analiza el desarrollo de la disciplina en general,3 de la antropología social en particular,4 así como las trayectorias de figuras destacadas5 y de instituciones o espacios clave6 de la disciplina en el país.

En cuanto a los ámbitos de discusión e intercambio, el número creciente de actividades (simposios, paneles y grupos de trabajo) llevadas a cabo en las últimas décadas resulta significativo y probablemente esté indicando que este campo de estudios se ha instalado paulatinamente en la agenda de debates de la antropología argentina. A nivel nacional, las actividades llevadas a cabo en las sucesivas versiones del Congreso Argentino de Antropología Social (CAAS) dan cuenta de ello. Una revisión de las actas desde 1990 en adelante nos muestra que, salvo dos excepciones, en la mayoría de los casos se realizó al menos una actividad sobre historia de la antropología argentina. En el III CAAS (Rosario, 1990) funcionaron un simposio y un taller específicos, y varios de los trabajos allí presentados se publicaron al año siguiente en un número especial de la revista RUNA de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA); en el IV CAAS (Olavarría, 1994) y en el V CAAS (La Plata, 1997) sólo registramos trabajos aislados, sin que haya funcionado una mesa o panel sobre estos temas; en cambio, tanto en el caso del VI CAAS (Mar del Plata, 2000) como en el del VII CAAS (Villa Giardino, 2004) registramos el funcionamiento de un simposio; de igual modo, en el VIII CAAS (Salta, 2006) funcionó un simposio, que a su vez estuvo conformado por cuatro subsimposios, uno de los cuales fue desgrabado y publicado por la FFyL-UBA (ver Raggio, 2007); por último, en el IX CAAS (Posadas, 2008) registramos el funcionamiento de dos paneles y una mesa de trabajo sobre estas temáticas.

El incremento de espacios de discusión también puede verse en una escala más "local" (en este caso, porteña). En primer lugar, en la FFyL-UBA hay que mencionar las diversas actividades que se realizaron durante 2008 a propósito del 50º aniversario de la creación de la carrera de Ciencias Antropológicas en esa institución; asimismo, registramos el funcionamiento de un Grupo de Trabajo sobre la historia de la disciplina en las últimas dos ediciones de las Jornadas de Investigación en Antropología Social: las de 2008 y 2010. En segundo lugar, cabe mencionar una Mesa de Trabajo sobre la historia de la disciplina que funcionó durante las últimas Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas realizadas por el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) en 2009. Por último, también en el Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social (CAS-IDES) se llevaron a cabo diversas actividades sobre estos temas, en su mayoría organizadas por el grupo de estudio y trabajo "Historias de la antropología: perspectivas comparadas desde la trayectoria argentina".

En lo referido a los equipos de investigación, el impulso de este campo de estudios puede verse en la formación de algunos grupos que funcionan -o funcionaron en la última década- en los principales espacios institucionales en que se produce antropología en la Argentina. En primer lugar, podemos mencionar el taller que coordinaba Edgardo Garbulsky en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (FHyA-UNR) hasta su fallecimiento en 2007. Por otra parte, en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM-UNLP) funciona, actualmente, un equipo de trabajo sobre historia de la ciencia dirigido por Irina Podgorny, algunos de cuyos miembros investigan sobre temas vinculados con la historia de la antropología argentina. Asimismo, el CAS-IDES en conjunto con cuatro instituciones universitarias del país7 desarrolla el proyecto PICT "Antropología social e histórica del campo antropológico en la Argentina, 1940-1980", que está compuesto por "nodos" y funciona bajo la dirección de Rosana Guber, quien además integra un proyecto sobre la enseñanza de la antropología social en diferentes países de América Latina. Por último, en la FFyL-UBA se desarrollan actualmente dos proyectos de "reconocimiento institucional": uno sobre la historia de la disciplina en Buenos Aires (a cargo de Pablo Perazzi) y otro sobre la enseñanza de la historia de la disciplina en la Licenciatura en Ciencias Antropológicas de esa facultad (a cargo de Alejandra Roca). Asimismo, desde 2009 se dicta el seminario de grado "Historia de la antropología en Argentina: herramientas para su estudio", también a cargo de Pablo Perazzi. También en ese espacio institucional registramos la elaboración de algunas tesis de grado y posgrado en el marco de diferentes proyectos de investigación que funcionan en el Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA) de esta facultad, y el desarrollo de un proyecto UBACyT (Programación Científica 1995-1997) sobre la historia de la antropología argentina bajo la dirección de Rosana Guber.

Este repaso nos muestra un escenario creciente y complejo en el que comienzan a delimitarse algunos debates entre quienes investigamos en este campo y que nos permiten complejizar nuestra mirada sobre las problemáticas actuales de la disciplina. Varios trabajos recientes se han distanciado del esquema de periodizaciones organizadas en etapas sucesivas (ver nota 1) para incorporar un universo más amplio de temas y problemas, abriendo de este modo nuevos núcleos de discusión y debate. Algunos de los tópicos abordados con mayor frecuencia giran en torno de cuestiones tales como: la posibilidad de identificar figuras "fundadoras" de la disciplina (padres o madres); las influencias o la "recepción" de ciertas "corrientes" antropológicas extranjeras en la antropología local; las trayectorias y la labor de figuras consideradas "malditas" u "olvidadas"; las tensiones y la heterogeneidad de perspectivas al interior de una misma institución.8

No obstante, hasta el momento esos debates parecen haber privilegiado más los contenidos históricos que las reflexiones teórico-conceptuales y las discusiones sobre las categorías de análisis que ponemos en juego para construir nuestras historias. Abundan las disputas por definir cuál y cómo fue la "verdadera" historia de la disciplina, pero sólo en contadas ocasiones se acompañan de reflexiones sobre los "lugares" desde los que nosotros mismos, en tanto antropólogos/as, estamos construyendo esas historias en las que nos encontramos implicados de diversas maneras, o sobre las categorías a las que recurrimos para ello.

Así, y sin pretender restar importancia a los debates existentes, en las páginas que siguen desarrollo algunas reflexiones de índole teórico-conceptual que fueron surgiendo como parte del proceso de trabajo de mi actual investigación doctoral, inscripta en el campo de la historia de la antropología. Retomo las propuestas de un conjunto de autores adscriptos a ese campo y reconstruyo algunos aspectos que contribuyeron a aclarar parte de mis interrogantes. Consciente de que se trata, en su mayoría, de autores de origen extranjero y que los contextos en que producen difieren de los nuestros, me arriesgo a tomar algunos de sus planteos como puntos de partida para formular mis reflexiones.

 

El contexto de surgimiento de las preguntas

La investigación en la que surgieron las reflexiones que desarrollo en este artículo se inició en 2008 y aborda el estudio de la historia de la antropología médica en la Argentina, centrándose en particular en dos de los universos geográfico-académicos más significativos del país: los de Buenos Aires y La Plata. Su propósito es analizar los procesos mediante los que ese campo de investigación y práctica profesional fue constituyéndose y delimitando su especificidad a lo largo de varias décadas en el país. Para ello recurro a información proveniente de fuentes -en su mayoría, textos bibliográficos que considero se inscriben en el campo de la antropología médica- y de entrevistas en profundidad que efectúo a investigadores y profesores antropólogos que están o estuvieron vinculados con el desarrollo de este campo en la Argentina.

Uno de los objetivos específicos de la investigación es reconstruir y analizar la trayectoria de aquello que actualmente denomino las principales "líneas de trabajo" en antropología médica, a partir de la identificación de los principales autores, temas, abordajes conceptuales y metodológicos, adscripciones institucionales, etc.

Ahora bien, en tanto "practicante" de la disciplina y además integrante de uno de los equipos de investigación en antropología médica que funcionan en mi país, en varias ocasiones me interrogué sobre mi propio lugar en los procesos que estudio y sobre las estrategias analíticas posibles. A continuación desarrollo algunas de mis reflexiones en torno de esos interrogantes.

 

Los "lugares" desde los que construimos la historia

¿Quién -o quiénes- construye(n) la historia de la antropología? ¿En qué medida los diferentes "lugares" desde donde lo hacemos condicionan esa tarea? ¿De qué manera la propia formación disciplinar, las adscripciones institucionales o la pertenencia a una u otra "generación" deben ser tenidas en cuenta a la hora de investigar sobre estos temas?

Entre los estudiosos de la historia de nuestra disciplina a nivel internacional existe cierto consenso respecto de que la "profesionalización" de este campo data de la década de 1960 (Darnell, 2001; Peirano, 2006; Llobera, 1976). Varios identifican como punto de inflexión una conferencia realizada en Nueva York en el año 1962, patrocinada por el Social Science Research Council, que reunió a un grupo de intelectuales interesados en el tema, y sitúan allí el surgimiento de un "dilema" respecto de quiénes deberían encargarse de escribir esa historia: si los historiadores o los antropólogos (Darnell, 1977; Kuper, 1991).

La importancia atribuida a ese dilema parece deberse al hecho de que hasta ese entonces "(.) la historia de la antropología sólo era escrita por los propios etnólogos, y únicamente al final de sus carreras" (Peirano, 2006: 90, nuestra traducción). En un contexto como ése, la emergencia de la historia de la antropología como una "especialización" dentro de la disciplina (Darnell, 2001) significaba cuando menos una novedad frente a las historias que proliferaban y que, según algunos estudiosos, tenían como único objetivo "(.) presentar una genealogía 'aceptable' de la disciplina vista desde la perspectiva de un experto o de una escuela en particular" (Llobera,1976: 20, nuestra traducción).

Fue en ese contexto que el historiador estadounidense George Stocking (1982)9 publicó su ensayo sobre los abordajes historicista y presentista de la historia, aclarando que se trataba de tipos ideales que nunca se daban en forma pura. Pese a que abogaba claramente por el historicismo, señalaba la necesidad de combinar ambas miradas.

Según Stocking, la perspectiva presentista era aquella que estudiaba el pasado "en los términos del presente" ( for the sake of the present ). Resultaba limitada dado que operaba resaltando los hechos del pasado que se consideraba habían ido marcando el camino hacia el presente desde el cual se escribía. Tomando prestados algunos argumentos que el filósofo e historiador Herbert Butterfield había desarrollado para criticar a la denominada historiografía whig,10 Stocking sostenía que el presentismo abstraía los procesos de sus contextos históricos concretos y los organizaba a partir de una referencia directa al presente, recurriendo de ese modo a una operación analítica que terminaba "abreviando" toda la historia que había entre medio. La mirada historicista, por su parte, era aquella que estudiaba el pasado "en sus propios términos" ( for the sake of the past ). Para ello, procuraba situar y entender los fenómenos en su contexto histórico, político e institucional específico: los eventos, los personajes y las obras precisaban situarse siempre contextualmente. Una perspectiva como ésa -decía Stocking- permitiría comprender la "plausibilidad" de los procesos en vez de buscar una "racionalidad" desde el presente. Era la historia de los autores pensando más que la de su pensamiento ( thinking vs. thought ), que permitía comprender en lugar de juzgar ( understanding vs. judgment ). Posibilitaba, por lo tanto, una comprensión de los cambios históricos como procesos emergentes complejos y no como secuencias lineales de acontecimientos.

La distinción historicismo/presentismo así como algunas de sus posteriores reformulaciones contribuyeron a mi reflexión sobre los "lugares" desde los que construimos la historia y desde los que nosotros mismos, en tanto "practicantes" de la disciplina, nos pensamos como parte de los procesos que investigamos.

I

Un primer aspecto a considerar tiene que ver con los posicionamientos teórico-epistemológicos que adoptamos. Los propósitos de mi investigación habían surgido de preguntas acerca del presente de la antropología médica: si bien pretendía estudiar y comprender el pasado "en sus propios términos", mi principal interés estaba orientado a desenmarañar algunos "nudos" de debate teórico-conceptuales y político-ideológicos que observaba en las discusiones del presente de ese campo disciplinar. Ahora bien, ¿cómo posicionarse críticamente desde ese lugar para evitar aquello que Stocking había denominado una lectura whig de la historia? ¿Qué "alertas" era preciso incorporar?

La antropóloga canadiense Regna Darnell (2001) recuperó la distinción historicismo/presentismo sugiriendo que lejos de tratarse de puntos de vista inconmensurables, debían entenderse como complementarios. La historia se construye siempre desde preocupaciones del presente, y en ese sentido es presentista. Pero una mirada desde el presente no tendría por qué convertirnos en "miopes" distorsionando nuestra percepción del pasado; por el contrario, es preciso apostar a un "presentismo reflexivo" que nos permita construir nuestras actuales identidades profesionales en diálogo con el pasado y comprender mejor "de dónde venimos". La clave -sostuvo- está en hacer hincapié en las continuidades antes que en las rupturas. Dicho de otro modo, se trata de recuperar los aspectos del pasado que continúan vigentes hoy, identificando continuidades en el uso de conceptos, en los enfoques teóricos, en los abordajes metodológicos, etc.

Me resultó muy esclarecedor el uso metafórico que esta autora hace del término "miopía". Según entiendo, alguien que padece de miopía puede ver con claridad los objetos cercanos mientras que los más distantes se le presentan borrosos o desdibujados. De modo que seríamos miopes si, posicionados desde el presente, distorsionáramos el pasado por considerarlo algo lejano. Pero si, en vez de "abreviar" -para utilizar la expresión de Stocking- todo lo que media entre el pasado y el presente mediante rupturas absolutas, buscáramos posibles puntos de continuidad, el pasado no se presentaría tan lejano ante nuestros ojos y muy probablemente no lo veríamos tan distorsionado.

II

Otro aspecto a considerar tiene que ver con el tipo de preguntas que le hacemos al pasado cuando estudiamos la historia de nuestra disciplina. ¿Es posible pensar teóricamente cuando pensamos históricamente? ¿Desde qué lugar "recuperar" a los autores y trabajos del pasado?

La distinción efectuada por Stocking también fue retomada por la antropóloga brasileña Mariza Peirano, quien introdujo una nueva dimensión a considerar: la teoría. Describió "(.) dos tipos de historias de la disciplina" (Peirano, 2006: 91, nuestra traducción) que si bien se encuentran interrelacionados, tienen objetivos diferenciados. Por un lado, aquello que denominó historiografía o historia de la disciplina , que se correspondería con la perspectiva historicista descripta por Stocking. Por el otro, lo que llamó historia teórica y que constituiría una combinación sui generis entre historia y teoría, cuyos objetivos y estrategias específicas para recuperar a un autor del pasado se diferencian pero a la vez se complementan con la primera.

Según Peirano, mientras que la historiografía concentra su atención en los procesos histórico-políticos e institucionales y prioriza el análisis de los autores y las obras "en su contexto", el foco de la historia teórica está puesto en los desarrollos conceptuales y teóricos. La mirada historiográfica no pretende establecer diálogos o discusiones con el pasado sino, en cambio, reconstruir lo más fehacientemente posible los contextos histórico-políticos, las relaciones y los entornos institucionales en los que se inscriben los procesos estudiados. La historia teórica, por su parte, dialoga con -e interpela a- los autores estudiados a partir de preocupaciones conceptuales y teóricas del presente. Retoma conceptos y abordajes teóricos del pasado y les formula nuevas preguntas, de modo tal que "(.) las cuestiones previas adquieren nueva vida" (Peirano, 2006: 94) . Posibilita, así, la creación de "nuevos vínculos" con el pasado, generando un "movimiento espiralado y dinámico" antes que una historia lineal o progresiva. Así, dirá Peirano, la historia teórica constituye una práctica "interna" a la disciplina, en el sentido de que nos permite, a la vez que hacemos historia, hacer antropología. En vez de "condenar al pasado a partir de valores contemporáneos", un abordaje de este tipo contribuye al "(.) refinamiento del conocimiento antropológico y su permanente renovación" (Peirano, 2006: 10) .

Siguiendo, entonces, la propuesta de esta autora, entiendo que otra de las estrategias clave para alejarnos de interpretaciones whig y posicionarnos desde el "presentismo reflexivo" al que apuesta Darnell, consiste en interrogar al pasado no sólo histórica sino también teóricamente.

III

Una última reflexión tiene que ver con el modo en que nos pensamos a nosotros mismos dentro de los procesos que estudiamos. Stocking se definía a sí mismo como "(.) un poco ' outsider' en relación con la 'tribu' antropológica" (Stocking, 1982:1, nuestra traducción), lo que en cierto modo se vinculaba con su adopción de una perspectiva historicista. En lo que respecta a mi investigación, varias veces me pregunté sobre el "lugar" desde el que construyo -y elijo construir- la historia. Si bien es cierto que al pertenecer a una generación más joven que la de los "actores" de los procesos que estudio, me encuentro de algún modo en un lugar relativamente "externo", es claro que el rótulo de " outsider " no describe mi lugar. Primeramente, porque me formé en antropología y comparto cierto universo de conocimientos e intereses en común con las personas que entrevisto o cuyos textos analizo: lecturas, vocabulario, ámbitos de discusión, espacios de publicación, etc. Por otra parte, porque recibí mi formación en una de las instituciones sobre las que hoy investigo y en la que, además, está radicado mi proyecto. Por último, porque integro un equipo en el que varios de sus miembros forman o formaron parte de los procesos sobre los que investigo.

También es cierto que el universo de mi investigación es mucho más amplio que la institución a la que pertenezco. No incluyo sólo los desarrollos en antropología médica de la UBA sino también de otros espacios de las ciudades de Buenos Aires y La Plata, que no son exclusivamente instituciones de enseñanza universitaria. Pero incluso considerando esto, mi lugar sigue siendo mucho más "interno" que "externo", ya que la separación entre los diferentes espacios geográfico-institucionales que conforman mi universo proviene más de una distinción "nativa" que de lo que puedo observar cuando investigo. En la práctica, ninguno de esos espacios es homogéneo ni las personas se adscriben en forma exclusiva a una u otra institución sino que se trata de un proceso mucho más amplio en el que se dan múltiples interrelaciones e intercambios.

¿Qué historia es posible -y deseable- construir desde ese lugar? Es indudable que investigar desde "dentro" nos posibilita un contacto permanente con los datos y un mayor acercamiento a algunas cuestiones que probablemente no tendríamos si investigáramos sobre otros temas. Es cierto también que estar "dentro" puede facilitarnos el acceso a información o simplificarnos los procedimientos para conseguir determinada entrevista.

Sin embargo, esos mismos aspectos podrían funcionar como obstáculos y colocarnos "anteojeras" en nuestra lectura y análisis de la historia que construimos. Podrían, por ejemplo, conducirnos a una lectura demasiado condicionada por las "versiones" de la historia que escuchamos con mayor frecuencia (en un pasillo, en una clase, en una conversación informal) y con las que -¿por qué negarlo?- tal vez nos sintamos identificados. Podrían también generar reacciones diversas entre los individuos de quienes hablamos o cuyas obras analizamos.11 Finalmente, por la misma razón por la que podrían facilitarnos el acceso a una entrevista o a determinada información también podrían obstaculizárnoslo.

¿Qué "alertas" deberíamos incorporar? Más allá de una posible diferencia de grado, estos obstáculos no parecen ser tan distintos de los que cualquier otra investigación antropológica podría conllevar. El alerta, por lo tanto, parecería ser precisamente la adopción de una perspectiva antropológica para el estudio de la historia de la disciplina. Esa perspectiva debería implicar, en primer término, un ejercicio constante de reflexividad respecto de nuestro propio lugar en los procesos que estudiamos, de los datos con los que trabajamos y del modo en que los interpretamos. Y, en segundo término, un esfuerzo por distanciarnos analíticamente de las versiones "literales" de nuestros informantes y ser capaces de construir categorías que den cuenta de la complejidad de los procesos. Como sostiene Regna Darnell retomando un viejo planteo de Hymes, cuando los antropólogos son informantes, muchas veces se disgustan si sus palabras no se toman literalmente o si uno "(.) va a consultar a otras fogatas" (Darnell, 2001: 5, nuestra traducción). Sin embargo, consultar en "otras fogatas", no hay que olvidarlo, es precisamente parte de lo que llamamos el ejercicio antropológico.

 

Sobre la utilización de las categorías

El segundo eje de reflexión de este artículo tiene que ver con las categorías que utilizamos cuando investigamos sobre la historia de la disciplina. Es frecuente toparse con términos provenientes de las teorías del parentesco tales como "genealogía", "linaje", "filiación", "ancestros", etc. Son expresiones que resultan atractivas en tanto forman parte de lo que podría considerarse un vocabulario antropológico. No obstante, pese a que pueden ser muy útiles como conceptos operacionales que ayudan a organizar la información que obtenemos, es preciso tomar algunos recaudos para que no terminen simplificando u obstaculizando nuestra lectura del pasado disciplinar.

Durante la primera etapa de mi investigación estudié la trayectoria de lo que denomino una "línea de trabajo" en antropología médica, que fue dominante durante varias décadas en la Argentina.12 Circunscripta institucionalmente a la FCNyM-UNLP, sus principales referentes fueron Armando Vivante y Néstor Palma. Analicé la mayor parte de su producción e identifiqué los principales temas que abordaron, las posibles influencias teórico-conceptuales, el modo en que utilizaron determinadas categorías, los abordajes metodológicos y las transformaciones que fueron atravesando sus trabajos a lo largo de distintos momentos. Entrevisté a uno de sus representantes (Palma) y también a otros antropólogos que en diferentes circunstancias trabajaron o estudiaron cerca de ellos. Analicé los programas de asignaturas en las que Vivante se desempeñó como docente y también otros documentos, como expedientes universitarios, que me sirvieron para identificar algunas disputas y debates que empezaron a producirse hacia comienzos de la década de 1980 con relación a otros desarrollos de la antropología en la Argentina.

Dos términos que aparecen con frecuencia y en forma interrelacionada en la bibliografía sobre la historia disciplinar llamaron mi atención en esa primera etapa: "linaje" y "genealogía". Pese a que el significado que se les otorga en este campo específico de estudios se encuentra escasamente desarrollado, pude inferir algunas características a partir de sus usos más frecuentes. En los párrafos que siguen sintetizo esas características y doy cuenta de algunos interrogantes que se me presentaron al querer utilizarlos para mi investigación.

I

El término "linaje" suele utilizarse para describir relaciones entre personas y/o grupos de personas. Comúnmente vincula a miembros de distintas "generaciones" de antropólogos que son establecidas según criterios diversos: etarios, histórico-temporales, político-institucionales, etc.

Cuando se construyen linajes, se identifica a alguien de la generación mayor como la "cabeza", el "jefe" o el "maestro" y a los de las generaciones siguientes como sus "seguidores", "discípulos" o "herederos". Se reconocen ciertas continuidades entre unos y otros: el maestro aparece como el que introduce a los discípulos en determinadas lecturas y en determinadas prácticas, el que les enseña el "oficio" y a quien los discípulos deben reconocimiento académico y lealtad. Ése es el uso que le da Rosana Guber cuando diferencia dos linajes en los orígenes de la antropología social porteña que estuvieron representados por "(.) dos orientaciones antropológicas" distintas (Guber, 2005:41). Allí describe a sus cabezas como figuras capaces de ejercer el "padrinazgo académico" en la medida en que contaban con "(.) recursos, acceso al aula, y a los jóvenes como posibles continuadores, a las publicaciones, las colecciones y los documentos" (Guber, 2005:43). También Germán Soprano menciona el término cuando analiza la conformación de "liderazgos" y "grupos académicos" en la FCNyM-UNLP y parece entenderlo en un sentido similar cuando sostiene que algunos individuos "(.) se erigieron como referentes intelectuales o institucionales de otros antropólogos que formaban parte de las generaciones subsiguientes; o, en términos de Rosana Guber (.) fueron cabezas de linajes antropológicos" (Soprano, 2007: 3).

El término "genealogía" suele aparecer cuando se reflexiona sobre los modos en que se recurre al pasado y se lo vincula con el presente para la construcción de la historia disciplinar. Generalmente refiere a una modalidad específica de "historización" que pone énfasis en las continuidades o persistencias, antes que en las rupturas o disyunciones.

Regna Darnell lo utiliza cuando se propone deconstruir la "retórica de discontinuidad" que en su opinión caracteriza a buena parte de la memoria disciplinar en la antropología estadounidense. Sostiene que los historiadores de la disciplina deben "(.) recuperar aquellas genealogías que fueron invisibilizadas" (Darnell, 2001: XVII, nuestra traducción) y analizar sus influencias y persistencias en las identidades disciplinares actuales. Ello requiere de un "redescubrimiento" de las continuidades con el pasado a partir de la identificación de aspectos teóricos, metodológicos y etnográficos de las tradiciones previas que resultan significativos en tanto continúan teniendo vigencia en el presente.13 Estudiar la historia de ese modo es, según la autora, la clave para distanciarse de las lecturas más frecuentes del pasado disciplinar y evitar aquello que denomina "miopía histórica".

Un uso similar le dan Rosana Guber y Sergio Visacovsky, aunque en este caso para analizar las construcciones efectuadas por los propios actores de la historia disciplinar. A partir del análisis de las "memorias" de un conjunto de antropólogos argentinos desarrolladas en el marco de un evento conmemorativo de la antropología porteña, se proponen dar cuenta de "(.) las formas en que sus cultores historizan la disciplina" (Guber y Visacovsky, 1998: 26) en función de cómo eligen narrarla. Distinguen un "patrón de historización" que denominan "genealógico" de otro que llaman "generacional". El primero supone ubicarse en una "secuencia" estableciendo "líneas de filiación" a partir de la identificación de los miembros de generaciones anteriores como "ancestros" o "antepasados". Quien narra la historia se visualiza a sí mismo como parte de un linaje y reconoce en los antepasados las cabezas o "padres fundadores" del mismo. En el patrón generacional, en cambio, la historia "(.) no se narra como una progresión desde la era de los padres hasta la consolidación en las primeras promociones profesionales sino como una resistencia en la discontinuidad" (Guber y Visacovsky, 1998: 27). Quienes construyen la historia se consideran integrantes de una generación que no reconoce influencias y/o lazos de parentesco significativos con figuras de generaciones previas sino que su identidad disciplinar está asociada, según los autores, a "(.) una opción más política que académica" (Guber y Visacovsky, 1998: 42).

II

Ambos conceptos me resultaron de interés en la medida en que sugerían cierta idea de continuidad o de conexión entre los procesos, y en ese sentido parecían útiles para abordar la historia desde el "presentismo reflexivo" al que me referí en la primera parte de este artículo. Asimismo, siendo que se trataba de términos que aparentemente daban cuenta de construcciones efectuadas conjuntamente por "analistas" y "practicantes", supuse que podían adecuarse a los propósitos de mi investigación.14

¿Podía describir la "línea de trabajo" que había estudiado durante la primera etapa en términos de un linaje en el campo de la antropología médica argentina? En principio, no parecía haber inconvenientes en hacerlo: Vivante sería el maestro o padre fundador y Palma su principal discípulo y heredero. Era sencillo reconocer las influencias del primero en los trabajos del segundo: en los temas abordados, en las referencias teórico-conceptuales y en algunas interpretaciones de los fenómenos estudiados. Por ejemplo, el interés por el estudio de la llamada "medicina tradicional", la descripción exhaustiva de los saberes y prácticas terapéuticos asociados a ésta, la búsqueda de los "orígenes" de determinadas prácticas, etc., eran aspectos característicos tanto de los trabajos elaborados en forma individual como de aquellos que habían escrito en coautoría. Asimismo, también eran recurrentes algunas interpretaciones acerca del modo en que esta medicina se articulaba -o podía articularse- con las prácticas y saberes de medicina científica. Por otra parte, el propio Palma, durante la entrevista, había reconocido en la figura de Vivante a su maestro, a aquel que había contribuido a despertar su interés por la antropología médica y de quien había recibido enseñanzas que continuaban influyendo en lo que describía como su "enfoque".

Pero a medida que fui avanzando en el análisis de las fuentes y las entrevistas comencé a dudar sobre la utilidad de ese término para dar cuenta de aquello que estaba analizando. En primer lugar, porque la labor de Vivante, como pude advertir en su extensa bibliografía, no se redujo a la investigación en antropología médica. Si bien fue en este campo que desarrolló la mayor cantidad de trabajos, lo cierto es que a lo largo de su carrera investigó sobre un abanico muy amplio de temas (el canibalismo, las deformaciones craneanas, las condiciones habitacionales entre grupos aborígenes, la utilización de sustancias de origen animal en la producción de armas indígenas, los juegos infantiles, etc.) y dirigió tesis en muchas otras áreas disciplinares. Más aun, entre los antropólogos que entrevisté, hubo quienes lo asociaron con la antropología médica pero también quienes circunscribieron sus estudios sobre medicina tradicional al campo del folklore o de la etnología en general.

En segundo lugar, porque si bien identifiqué importantes influencias en la obra de Palma e incluso relevé varios artículos que escribieron en coautoría, también pude registrar algunas diferencias significativas entre los trabajos de uno y otro. Por ejemplo, como mostré en otra oportunidad (Name, 2008), en el tipo de fuentes que utilizaron y en los objetivos mismos de sus trabajos. Respecto del primer punto, mientras que en los textos de autoría exclusiva de Vivante publicados durante las décadas de 1940 y 1950 no se utilizaban datos etnográficos de primera mano y abundaban, en cambio, otros tipos de fuentes (pasajes bíblicos, narraciones míticas, textos literarios, relatos de viajeros y cronistas, información etnográfica, etc.), en los de Palma el trabajo de campo intensivo constituía la principal fuente de información. En cuanto al segundo punto, mientras que Vivante hacía estudios mayormente descriptivos y orientados a rastrear los orígenes de determinadas prácticas y saberes, en los trabajos de Palma se podía observar un modo de entender y de hacer antropología (médica) orientado a la resolución de problemas prácticos y a la planificación en Salud Pública.15

En tercer lugar, porque a pesar de que el mismo Palma se había referido a Vivante como un maestro, también había aclarado que lo era en cuanto a los aportes filosóficos y teóricos que había recibido de él. En cambio, sus inicios en la práctica del trabajo de campo se habían dado de la mano de otra persona: el arqueólogo Eduardo Cigliano, con quien había comenzado a trabajar luego de graduarse y a través de quien había entablado relación con Vivante.

Así, si bien el término linaje podía resultar útil como un concepto operacional que facilitaría la organización de la información, comenzaba a resultarme un tanto "homogeneizante" dado que no permitía que desplegase toda la complejidad de lo que veía en mi investigación. ¿Podía circunscribir los desarrollos y la labor de estas figuras al campo específico de la antropología médica? ¿Podía, por otra parte, pensar en términos de un maestro que transmite el "oficio" y un discípulo que resulta un continuador? ¿Podía hablar de un "padrinazgo académico" en el sentido que comúnmente se otorga a esa expresión?

Finalmente, estas preguntas me condujeron a otras, vinculadas con un supuesto al que había adherido inicialmente a partir de lecturas bibliográficas pero que fui complejizando en el transcurso de la investigación: el de las continuidades en los procesos histórico-disciplinares. Este supuesto está presente tanto en la noción de linaje como en la de genealogía y, como sostuve más arriba, parecería ser la clave para distanciarse de las tan criticadas interpretaciones whig de la historia.

Sin embargo, pese a que lo comparto y lo considero útil, me pregunto también si no podría llegar a convertirse en un obstáculo a la hora de recabar información. ¿Qué hacer, por ejemplo, cuando algunas de las continuidades que pretendemos encontrar no se hacen evidentes o no resultan tan transparentes en las fuentes, como acabo de mostrar para el caso de los trabajos de Vivante y Palma? O, más aun, ¿qué hacer en los casos en que los propios entrevistados desconocen influencias o conexiones que nosotros, como "analistas", creemos ver a partir del análisis de las fuentes? ¿Cómo analizar esa información en las historias que construimos?

Lejos de pretender dar respuestas, mi interés aquí es dejar planteados los interrogantes. Sospecho que del mismo modo en que debemos tomar recaudos para evitar construir historias organizadas meramente en función de rupturas, debemos hacerlo con los supuestos sobre los que apoyamos nuestras investigaciones. Incluso cuando pueden resultar útiles y atractivos -como es el de las continuidades en la historia disciplinar-, no hay que olvidarse que también pueden condicionar nuestra búsqueda y conducirnos a forzar la información que vamos obteniendo.

 

Consideraciones finales

A lo largo de estas páginas procuré poner de relieve algunas preguntas que atravesaron el proceso de mi propia investigación y que, sospecho, se presentan de una u otra forma a todos aquellos que investigan en el campo de la historia de la antropología. No fue mi interés dar respuestas acabadas a estas preguntas sino ensayar algunas reflexiones sobre aspectos poco explorados en el campo de la historia de la antropología argentina.

La información histórica se presenta ante nuestros ojos de forma desordenada y fragmentaria. Para darle algún tipo de "orden" es preciso elaborar herramientas que nos permitan dar cuenta de la complejidad de los procesos que estudiamos, de modo de evitar las lecturas "lineales" o simplificadoras de las que muchas veces -y con razón- renegamos. Si pretendemos, siguiendo a Darnell (2001), encarar el estudio de la historia disciplinar como una "empresa teórica crítica", debemos, ante todo, tomarnos en serio esa expresión y desarrollar nuestras investigaciones en el marco de una permanente reflexión teórica.

Asimismo, si bien ciertas categorías y supuestos pueden resultar útiles e incluso atractivos para la investigación sobre la historia de nuestra disciplina, resulta importante estar alertas a sus limitaciones y evaluar su utilidad en función de los objetivos con los que estamos trabajando. Y poder, en caso de que comiencen a funcionar como obstáculos, ser capaces de reformularlos o incluso de deshacernos de éstos.

 

Notas

1 Uno de los primeros trabajos que identificamos es Imbelloni (1950), en el que se determinan sucesivas "etapas" que, en opinión del autor, había atravesado la antropología argentina entre fines del siglo XIX y mediados del XX: los "pioneros", los "sistemáticos", los "iniciados" y la época "nuestra". Esta modalidad consistente en la delimitación de períodos organizados generalmente en función de los acontecimientos histórico-políticos caracterizó a buena parte de los escritos posteriores (remito al lector a trabajos como Lafón, 1976; Madrazo, 1985; Ratier y Ringuelet, 1997) y continúa vigente en algunos trabajos más recientes (por ejemplo, Garbulsky, 2000; Fígoli, 2004; Ratier, 2010). Asimismo, algunas actividades de discusión sobre la historia de la antropología argentina han sido organizadas siguiendo un criterio de etapas, tal como pudimos registrar en las jornadas realizadas a propósito del 30° y del 50° aniversario de la creación de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires.

2 Ejemplos de este tipo de trabajos son, entre muchos otros, los artículos de Herrán (1990), las periodizaciones de Madrazo (1985), Ratier (2010), Ratier y Ringuelet (1997) mencionadas en la nota anterior, y la publicación del Colegio de Graduados en Antropología a propósito del 30° aniversario de la creación de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Universidad de Buenos Aires (CGA, 2008 [1989]).

3 Por ejemplo, Garbulsky (2000) y Perazzi (2003).

4 Entre otros, Guber (2005, 2008) y Guber y Visacovsky (1998).

5 Guber (2008) analiza las trayectorias de Eduardo Menéndez y Esther Hermitte en relación con el desarrollo de la antropología social; Perazzi (2009) realiza un recorrido por parte de la trayectoria de Robert Lehmann-Nitsche; Podgorny (1997) discute algunos aspectos recurrentes de las diferentes biografías de Florentino Ameghino y propone una lectura más compleja; Soprano (2006) reconstruye la trayectoria de un grupo de antropólogos adscriptos a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata y (2010) analiza lo que denomina el "liderazgo académico" de las figuras de Alberto Rex González y Eduardo Cigliano en dicha institución.

6 Por ejemplo, Farro (2009) estudia la historia de las colecciones del Museo de La Plata cuando la institución estaba dirigida por Francisco Moreno; Gil (2006) analiza parte del desarrollo de la carrera de Antropología en la Universidad de Mar del Plata; Lazzari (2004) estudia la trayectoria del Instituto Étnico Nacional y (2002) de las dependencias estatales que se orientaron a los estudios sobre la tradición, el folklore y la "cultura nacional" partiendo de la creación del Instituto Nacional de la Tradición en 1943 y analizando las transformaciones institucionales y políticas que se produjeron en las décadas sucesivas.

7 La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes, el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Departamento de Antropología Social de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

8 En cuanto a los artículos que abordan este tipo de temáticas podemos mencionar, entre otros, los trabajos de Gil (2006, 2010), Guber (2005, 2008), Guber y Visacovsky (1998), Lazzari (2002, 2004), Soprano (2006, 2010). También algunas publicaciones resultantes de reuniones científicas, como por ejemplo Menéndez (2008) y Raggio (2007). Asimismo, cabe mencionar que varios de esos temas se abordaron en espacios de discusión e intercambio en los que efectuamos observaciones, entre los que podemos mencionar: los Paneles "Antropologías Argentinas: ¿reproducción o refundación?" y "La antropología en Argentina: historias, temas y autores 'malditos' y 'olvidados'", que funcionaron en el CAAS 2008; los Grupos de Trabajo "Historia de la antropología: formación universitaria y práctica profesional" e "Historia de la antropología: trayectorias, fronteras y abordajes en los procesos de producción de conocimiento", que funcionaron en las Jornadas de Antropología Social de la UBA en 2008 y 2010 respectivamente; las Jornadas "50 años de antropología en Buenos Aires, 1958-2008" y el Coloquio "50 años en la formación de antropólogos. Articulaciones entre docencia e investigación", que se llevaron a cabo en la UBA en 2008; la conferencia "¿Qué aprendemos cuando aprendemos antropología?" y el seminario "'No todos éramos históricos culturales' Tensiones político-académicas en el campo de la arqueología patagónica durante la última dictadura" que organizó el CAS-IDES en 2009 y 2010 respectivamente.

9 El ensayo fue publicado por primera vez en 1965 en el Journal of the History of the Behavioral Sciences , y tres años más tarde el autor lo incluyó en su compilación Race, culture and evolution . La versión con la que trabajo aquí corresponde a una reedición de esa segunda publicación, del año 1982.

10 El término whig suele traducirse como "liberal". Butterfield lo utilizó para caracterizar la perspectiva que habían adoptado varios historiadores que solían tomar partido por los whig o protestantes.

11 Al respecto véase Kuper (2000), donde el autor narra su experiencia en relación con sus trabajos sobre la historia de la antropología británica.

12 Como sostuve en un trabajo anterior (Name, 2008), puedo afirmar que fue dominante al menos en cuanto a la cantidad de publicaciones: de los trabajos sobre antropología médica que relevé, la mayor parte de los que se publicaron entre las décadas de 1940 y 1970 pertenece a estos autores.

13 La autora se refiere a lo que denomina la "tradición americanista" en la antropología estadounidense, que estuvo representada por Franz Boas y su primera generación de discípulos. En su opinión, la misma ha sido "eclipsada" o "invisibilizada" en la memoria disciplinar pese a que de allí provienen algunas de las ideas y nociones que actualmente están naturalizadas en la antropología estadounidense, "(.) como el relativismo cultural, el concepto plural de cultura y el antirracismo" (Darnell, 2001: XVI, nuestra traducción).

14 Tomo estas expresiones del trabajo ya citado de Regna Darnell, quien utiliza el término "analistas" para referirse a los historiadores de la disciplina aunque reconociendo que el analista "(.) es también un practicante" (Darnell, 2001: XIV, nuestra traducción). Entiendo, por lo tanto, que se trata de una distinción efectuada únicamente a los fines analíticos, y es en ese sentido que la utilizo aquí.

15 Es cierto, por otra parte, que estas diferencias no son necesariamente excluyentes entre sí y que incluso pueden combinarse, tal como pude observar en algunos de los trabajos que escribieron en coautoría. No obstante, incluso en los casos en que aparecen combinadas, parece posible distinguir los aportes de cada uno de los autores.

 

Agradecimientos

Quiero agradecer a la Dra. Susana Margulies por sus enseñanzas y por las infinitas y pacientes correcciones que dieron forma a este artículo. También al Dr. Pablo Perazzi por su generoso aporte bibliográfico y a la Lic. María Guadalupe García por sus oportunos comentarios sobre una versión previa del trabajo. Finalmente, mi agradecimiento hacia los/as evaluadores/as anónimos de este artículo por sus comentarios y aportes.

 

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