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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.33 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2012

 

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

Hernández Aracena, Roberto y Pezo Orellana, Luis (eds). La Ruralidad Chilena Actual; Aproximaciones desde la Antropología. Santiago de Chile, CoLibris, 2010. ISBN 978-956-8993-00-9, pp. 388.

Hugo E. Ratier*

* Profesor Consulto UBA, Profesor Emérito UNICEN, Presidente del Núcleo Argentino de Antropología Rural. Correo electrónico: hugo.ratier@gmail.com

 

 

Este libro es bienvenido en el panorama de la antropología rural latinoamericana, especialidad que es cultivada con asiduidad en Chile, con mayor frecuencia que en nuestro país, y con un alto nivel de discusión teórica y epistemológica. Si bien desde el Núcleo Argentino de Antropología Rural (NADAR) venimos realizando sucesivos congresos (Congreso Latinoamericano y Argentino de Antropología Rural, CALAAR) no recuerdo que sus materiales hayan sido editados bajo el rótulo de antropología rural. Celebramos entonces el aporte de los colegas trasandinos.

En el marco de los profundos cambios acaecidos en el escenario rural chileno en las últimas décadas y abrevando en congresos nacionales de antropología, los editores encuadran su compilación en el marco de la llamada nueva ruralidad.

Abren su texto con consideraciones sobre la antropología rural chilena en las dos últimas décadas y consignan los trabajos producidos en el período, para lo cual fijan los criterios que entienden debe reunir un aporte que pueda considerarse antropológico-rural. Contextualizan el campo chileno de ese tiempo y los movimientos que se produjeron tanto en el área rural como en la urbana, con intercambios y aproximaciones. Analizan luego la producción académica temáticamente, mostrando como aspectos más trabajados los del desarrollo rural y de las comunidades indígenas del campo. Van reseñando la evolución de la especialidad en el vecino país, desde los tiempos del autoritarismo hasta la era democrática. Es interesante la inclusión del tema indígena -clásico, y en algún momento único en el terreno antropológico- dentro del área de la antropología rural. Se exploran otras inclusiones temáticas, para cerrar el panorama con reflexiones en torno al desarrollo teórico-conceptual de la antropología rural chilena entre 1990 y 2007, buscando nuevas bases al respecto. Discuten la nueva ruralidad, conceptos como el de capital social, el patrimonio cultural y el territorio, este último empleado para el análisis de los patrones de uso de los espacios rurales. También marcan cómo las fronteras entre lo rural y lo urbano se desdibujan, para ser reemplazadas por los enfoques de lo global y lo local.

Rodríguez Torrent y Salas Quintana abordan luego la nueva ruralidad a la luz de las transformaciones acaecidas en esta era global, remontándose a los clásicos de la antropología. A partir del concepto de espacio abordan las relaciones global-locales, así como la cambiante situación de lo rural-urbano en función de los avances de la globalización. Analizan los cambios en el proceso productivo y sus consecuencias, como la amenaza sobre la agricultura tradicional y el papel del capital especulativo y financiero. Conciben a la categoría nueva ruralidad como la exposición del proceso por el cual lo rural deja de entenderse exclusivamente como agrícola y se superan los límites con lo urbano. Se reseñan las consecuencias de tales procesos en sujetos rurales tradicionales, como el campesinado. Propician un acercamiento etnográfico desde los márgenes del sistema enfatizando las diferencias para conocer los significados profundos de todos esos cambios. También postulan la documentación antropológica de todos los movimientos de resistencia, para pensar antropológicamente el llamado desarrollo desde el subdesarrollo. Valorizan la aproximación desde la disciplina a las experiencias particulares y a sus correlatos teóricos.

Gonzalo Díaz Crovetto utiliza su experiencia en Chile y Brasil para abordar las localidades rurales como locus privilegiado donde aprehender los cambios operados en esos lugares. El autor critica el uso del término nueva ruralidad, tan en boga y lo cuestiona conceptualmente. Propicia la existencia de antropologías rurales, en plural. Desde ese marco discute la agroindustria o el autoconsumo e ilustra tal debate con base en los casos etnográficos, en la región chilena de Valdivia y en las proximidades de Brasilia, con los juegos de identidad que allí se suscitan. El estudio de localidades, postula, puede ayudar a repensar no solo la rama rural, sino toda la antropología.

La identidad y la ciudadanía rural dentro del marco neo-rural ocupan a Sergio González Rodríguez. Propicia la convergencia de la Antropología con la Psicología Cultural para interpretar el fuerte proceso de cambio actual. Analiza el impacto de la modernización acaecida en las últimas décadas en el medio rural. Destaca y describe la Ciudadanía Rural, utilizando como referentes a varias comunas de la región metropolitana de Chile, a cuyas problemáticas accede mediante un cuestionario y el uso de entrevistas en profundidad y grupales. Aborda así un tipo de identidad rural compleja que lo lleva a delimitar la especificidad de la identidad rural de la región estudiada. Accede de tal forma a la fenomenología de la nueva ruralidad en ella, a las arterias de la modernidad -o sea a su conectividad-, el reposicionamiento de los actores locales y la caracterización de lo rural como un estilo de vida abierto. Concluye relacionando la ciudadanía rural como complemento de la ciudadanía integral del país.

Hernández Aracena y Winter abordan la educación rural en Chile, cuyo desarrollo frente a los desafíos de este mundo global deja bastante que desear. No se contemplan los cambios en cuanto a la tecnología de punta, y su alcance en relación con los diversos agentes sociales que pueblan el campo chileno. No siempre se toma en cuenta el panorama migratorio que amenaza a la agricultura familiar frente al éxodo de la mano de obra. El sistema educativo no plantea modificaciones en base al aporte invalorable de los profesores. Tampoco avances neurocientificos en los procesos cognitivos. A la hora de imaginar propuestas innovadoras, se constata la rigidez de los sistemas educativos latinoamericanos y su verticalismo. Se revisan y analizan los aplicados en Chile, y se propicia una reforma que exigiría debates, discusiones y consensos para su puesta en marcha. Se toman en cuenta, también, los mecanismos relacionados específicamente con la educación rural. Lejos de propiciar la importación apresurada de modelos pensados para el primer mundo y su realidad urbana, los autores auspician una profunda discusión nacional para la cual el aporte antropológico es indispensable.

Luís Pezo Orellana se ocupa de la situación de los jóvenes rurales en Chile, basándose en sus propios estudios y en consultas bibliográficas. Focaliza la situación de los jóvenes en el seno de la familia, y su inserción en el sistema educativo, con sus consecuencias en términos migratorios. Señala el importante papel de los grupos de pares y el actuar juvenil dentro de ellos. Lamenta la falta de conocimientos sistemáticos sobre las formas de organización y movilización de la juventud, lo que podría llevar al diseño de formas de trabajo y nuevas perspectivas para ese grupo etario.

Yanko González Cangas aborda también a los jóvenes, centrado más en aspectos identitarios de lo que llama "juventudes juvenilizadas", en base a sus estudios en comunas del sur de su país. Analiza la constitución de grupos identitarios en torno a diversos géneros musicales de origen foráneo. Detalla los cambios acaecidos a partir del neoliberalismo y de la llamada "contrarreforma agraria" con el trabajo temporero en la agroindustria, o en la industria ligada a la pesca. Desconfía del rótulo de "nueva ruralidad".

Estudia las que denomina protoculturas juveniles en el distrito rural de Chaihuin. Marca las construcciones identitarias vinculadas a los gustos musicales y sus vínculos tanto rurales como urbanos. La música, afirma, aparece como el primer territorio liberado de la presión adulta. A partir de los años 90 esas protoculturas juveniles cuestionan el mundo adulto reacomodando las interconexiones rurales y urbanas del sur de Chile.

Vanesa Rojas Castro enfoca las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) en la localidad de Paine. En la región metropolitana del país trasandino las localidades se modernizaron y accedieron a las TICs. Los grandes cambios atribuidos a la nueva ruralidad no implican necesariamente un mayor dinamismo sociocultural, y la no inclusión es muy marcada con relación a los jóvenes, a quienes no alcanzan políticas de inclusión social. Los cambios parecen provenir de las TICs más populares, como la televisión, la radio y en particular Internet, integradora del consumo cultural. En el pasado, con la Reforma Agraria, surgió la identidad campesina chilena. Aún se aprecian las ventajas de este mundo campestre, aunque para los jóvenes, la zona tiene menos posibilidades. La apertura de Internet facilita conectividades y la construcción de una comunidad juvenil virtual. Las TICs implican, también, una verdadera brecha cultural en la medida en que pueden transformar una cultura y ser el camino hacia nuevas tecnologías. También posibilitan una mayor proximidad con el mundo urbano, y se constituyen en un nuevo lugar de la vida social. Esos elementos tan fuertes podrían ser la base de un desarrollo local real que posibilite el empoderamiento de las localidades.

Marcelo González Gálvez aborda el tema del liderazgo en las comunidades rurales mapuche. Remarca, recurriendo a testimonios históricos, la ausencia de autoridad, los conflictos derivados de la representación y la distinción mapuche-winka en relación con ese grupo étnico. Analiza las relaciones entre las supuestas jefaturas y la comunidad. De esos referentes y de otros actuales, surge el aminoramiento del poder en las comunidades tradicionales. El surgimiento de representantes parece deberse más a exigencias de la legislación nacional que a sus propias instituciones. El papel del representante tiene que ver con la deuda que la sociedad tendría con el grupo, cuyas tierras ha usurpado. Opera como si fuera un funcionario que canaliza los beneficios que la sociedad mayor otorga a los mapuche. Esa situación se refleja en el dicho nativo de que habría mapuches en todo el mundo, entendiendo por tales a los sectores explotados de distintos pueblos. Los explotadores se identifican con los políticos y sus conductas impropias, por lo tanto, con lo que se considera accionar de winkas. El líder mapuche no debe recibir ningún beneficio directo, y se lo visualiza como sujeto a su comunidad, que es concebida como completamente igualitaria.

En base a su experiencia etnográfica en Peralillo, en la VI Región chilena, Andrés Donoso Romo reflexiona sobre organizaciones sociales y neoliberalismo. En la localidad citada se puso en marcha un proyecto cuyo objetivo era aumentar el capital social de los líderes a través de cursos-talleres. En ellos confluyeron agentes municipales de desarrollo con 13 líderes o dirigentes comunitarios. Se propiciaba una alianza entre ambos sectores, público y privado, alentando la tercerización de funciones antes ejercidas por el Estado, suponiendo que con ello se aseguraba eficiencia. Pese a que la experiencia mereció un juicio positivo por los beneficiarios, quedó marcada la superioridad del sector que "sabía" sobre los que recibían las políticas. El papel de las organizaciones era pasivo.

La sociedad civil en Chile, y más en el sector rural, enfrenta dificultades para direccionar las acciones políticas al margen de los planes elaborados por organismos internacionales y aplicados por el sector público. La violencia instaurada por la dictadura militar pinochetista (1973-1990) aún persiste. Predominan las organizaciones funcionales sobre las territoriales, y en general el neoliberalismo propicia el individualismo. Pensar lo local no es positivo para el sistema. Falta democracia en las organizaciones, no hay redes de cooperación, y se tiende solo hacia la exigencia de favores a las autoridades de turno. El autor propicia medidas para superar ese estancamiento, con un papel activo y dirigente de los liderazgos locales. Todo ello debería ser objeto de una política de Estado que fortalezca estos sectores.

La pobreza y fragilidad socioambiental ejemplificada por el estudio de Río Hurtado, en la región de Coquimbo, es el tema del trabajo siguiente, llevado a cabo por Andrea Chamorro Pérez, Juan Pablo Donoso Alliende y Rafael Contreras Mühlenbrock. Todas las intervenciones que propiciarían el desarrollo, al parecer, desconocen las condiciones de la economía campesina. Se practica en esas áreas la agricultura, la pequeña minería y la cría caprina, y los autores reseñan aspectos demográficos y productivos allí imperantes, con especial referencia al género. La población es pobre y hay deterioro ambiental por el sobrepastoreo caprino. Los agentes gubernamentales aplican medidas destinadas en principio a la mayor participación ciudadana, pero las políticas instrumentadas son centralistas y verticales quitando protagonismo a los actores sociales. Ciertos éxitos se han logrado, sin embargo, al conformar una conciencia ambiental y aplicar políticas consecuentes. Los autores focalizan su análisis en el discurso de dos organizaciones comunitarias, limitadas por la dependencia y la desmovilización. La ayuda municipal consistió generalmente en asesorar para el llenado de formularios y la proposición de proyectos. Se reclama la puesta en marcha de estrategias productivas así como el fortalecimiento de las instancias comunitarias. Se proponen, por fin, salidas hacia el etnodesarrollo con fomento del aprendizaje y la participación productiva de las mujeres, el conocimiento e información, así como la institucionalización del proyecto como instrumento para encauzar el crecimiento.

Nicolás Stüdemann Henríquez cierra los estudios de este volumen con un análisis etnográfico -centrado en la región de Coquimbo- de la producción caprina tradicional, y de su principal producto, el queso de cabra. Recorre la infraestructura de la citada cría, discute los conceptos de nomadismo y trashumancia en diversos contextos (cazadores-recolectores y pastores) y describe los circuitos entre veranadas e invernadas, los tipos de pastoreo y las actividades de quienes crían las cabras utilizando el auxilio de perros y caballos.

Describe el sistema de arrendamientos de las llamadas áreas de talaje y las relaciones de subordinación de los productores respecto a los dueños de la tierra. Va penetrando así el mundo del criancero y todos sus condicionantes productivos, incluyendo sus relaciones con la sociedad y los avatares de su principal actividad, la fabricación de queso y las dificultades que ésta enfrenta para ajustarse a las condiciones higiénicas y sanitarias exigidas. Describe también la superestructura, compuesta por festividades, música, reuniones gastronómicas y deportes practicados. También lo que denomina mental y emic, incluyendo etnoclimatología, etnobotánica y etnozoología. Se detallan experiencias sobrenaturales y elementos identitarios del criancero como agente social. Concluido ese completo panorama, siguen las propuestas de gestión, que concibe con participación de los crianceros.

El libro concluye con una ambiciosa Bibliografía selecta de la antropología rural en Chile, clasificada temáticamente.

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