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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.35 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2014

 

ARTÍCULO

El Mundo Financiero como Objeto Antropológico

Naymé N. Gaggioli*

 

* Doctora en Ciencias Antropológicas. Investigadora UBACyT, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Investigadora Asociada al Centro de Estudios Sociales de la Economía (CESE). Correo electrónico: naygaggioli@filo.uba.ar.

Fecha de recepción: octubre de 2012. Fecha de aprobación: septiembre de 2013.

 


Resumen

Este artículo presenta los enfoques existentes que particularmente desde la antropología han forjado el camino para la indagación de un objeto de estudio significativo en el mundo contemporáneo tal como el campo de los mercados financieros. De este modo, se exponen algunas de las investigaciones socio-culturales más salientes que han promovido el nacimiento de los Estudios Sociales de las Finanzas, y se despliegan algunas discusiones clave que tales trabajos antropológicos y sociológicos han provisto recurriendo a enfoques alternativos respecto de las aproximaciones neoclásicas. Gracias a su atención a los detalles, la diversidad y las especificidades locales, se sostiene en este trabajo que el conocimiento antropológico puede ofrecer un entendimiento distintivo del complejo mundo financiero contemporáneo, mediante el cual dar cuenta de la diversidad de formas que adquieren las instituciones, los actores y las prácticas que constituyen los mercados financieros, particularmente analizando la especificidad de las condiciones locales en las cuales éstos se desenvuelven.

Palabras clave: Antropología; Etnografía; Economía; Mercados; Finanzas

The Financial World as an Anthropological Object

Abstract

This article presents existing approaches in Anthropology that have paved the way for the research of a contemporary significant object of study: the field of financial markets. The paper explores some of the most salient socio-cultural research leading to the conception of Social Studies of Finance, and presents some key contributions of these anthropological and sociological studies that challenge and present an alternative to the neoclassical approach. With their attention to detail, diversity and local specificities, this paper argues that anthropological knowledge can provide a unique understanding of the complex contemporary financial world, by which drawing attention to the diversity of forms taken by institutions, actors and practices that constitute the financial markets, particularly analyzing the specificity of local conditions in which these are developed.

Key words: Anthropology; Ethnography; Economy; Markets; Finance

O Mundo Financeiro como Objeto Antropológico

Resumo

Este artigo apresenta as abordagens existentes que, particularmente desde a antropologia, forjaram o caminho para a investigação de um objeto de estudo importante no mundo contemporâneo como o campo dos mercados financeiros. Assim, exibem-se algumas das pesquisas socioculturais mais importantes que têm promovido o nascimento dos Estudos Sociais das Finanças. Também se estabelecem algumas importantes discussões que tais estudos antropológicos e sociológicos prestaram como abordagens alternativas, desafiando as abordagens neoclássicas. Por considerar os detalhes, as diversidades e as especificidades locais, argumenta-se neste trabalho que o conhecimento antropológico pode fornecer uma compreensão distinta do complexo mundo financeiro contemporâneo, e assim dar conta da diversidade de formas que assumem as instituições, os atores e as práticas que constituem os mercados financeiros, especialmente analisando a especificidade das condições locais em que estes são desenvolvidos.

Palavras-chave:Antropologia; Etnografia; Economia; Mercados; Finanças


 

Introducción

Vivimos un momento histórico en el cual la economía, y en su corazón los mercados financieros, rigen las más diversas actividades humanas. Sin embargo, las últimas décadas han sido testigo de grandes escándalos, fraudes, corrupción, burbujas y crisis del sistema financiero reinante a escala mundial. Las crisis recientes, en particular, no solo han puesto en evidencia la fragilidad de las prácticas e instituciones económicas y financieras, sino que además han socavado las comprensiones prevalecientes acerca de cómo funcionan la economía y las finanzas (Zelizer, 2011). Nociones neoclásicas como equilibrio de mercado, eficiencia de mercado y libertad de mercado se ven en la actualidad cuestionadas debido a los colapsos financieros y la corrupción empresarial demandando una nueva mirada sobre los mercados financieros.

Durante las últimas décadas, investigadores sociales dedicados al estudio de los procesos y fenómenos económicos han renovado su interés en la búsqueda de enfoques alternativos a aquellos provistos por los economistas para comprender en profundidad el funcionamiento de la economía y los mercados. Este interés se basa en el análisis de la confrontación entre enfoques convencionales y alternativos sobre los fenómenos económicos y financieros.

En este camino, han sido sustanciales los aportes de las renovadas sociología y antropología económicas, que combinan la especificidad de sus disciplinas con la utilización de marcos conceptuales y metodológicos diferenciales, reforzando así la tendencia hacia la identificación de la multiplicidad de intersecciones entre lo económico y lo sociocultural. En particular, ambas enfatizan tanto la revisión de nociones clave para el análisis de la economía y los mercados como la utilización de la perspectiva etnográfica.

Aun con un amplio espectro de objetos de estudio y aproximaciones metodológicas y conceptuales divergentes, tales enfoques se fundan en la comprensión de la economía y los mercados financieros como construcciones socioculturales históricamente dependientes, en las cuales los actores y sus acciones son tomados en cuenta en el marco de la interacción social (Smelser y Swedberg, 2005).

Percibido como una caja negra que sólo los expertos logran comprender, el mundo financiero consiste, sin embargo, en prácticas sociales llevadas a cabo por actores profesionales y legos. En este marco, los Estudios Sociales de las Finanzas1 (ESF o SSF por su denominación en inglés: Social Studies of Finance) han surgido en respuesta a nuevas necesidades de comprensión del sistema financiero presente con el propósito de dar cuenta del lado mundano de sus actividades, de los actores involucrados y de sus efectos en la vida de los seres humanos y en el orden social (Preda, 2001b: 16).

Además del estudio de las decisiones racionales por las cuales frecuentemente conocemos el mundo de las finanzas, los ESF analizan de una manera concreta a los actores, discursos, espacios y prácticas que constituyen los mercados financieros. De este modo, los ESF se han consolidado con la intención de revertir la marginalización de las influencias socioculturales en la conducta de los actores económicos que caracteriza al análisis economicista.2 En este trayecto, las ciencias sociales han contribuido a una comprensión alternativa de la economía y los mercados al cuestionar la validez universal de la racionalidad instrumental sobre la que se erige el pensamiento neoclásico, indagando sobre aspectos tales como las relaciones sociales, los significados culturales, las emociones, etcétera; involucrados en las actividades económicas y transacciones financieras, muchos de los cuales supuestamente conducen a juicios y conductas no racionales.

El propósito de este artículo es exponer los enfoques existentes que, particularmente desde la antropología pero también desde la sociología, han forjado el camino para la indagación de un objeto de estudio significativo en el mundo contemporáneo tal como el campo de las finanzas, al cual la disciplina antropológica puede continuar contribuyendo notablemente (Althabe y Schuster, 1999; Hernández, Hidalgo y Stagnaro, 2005).

De este modo, sin la intención de dar cuenta acabada de la cantidad creciente de investigaciones socioculturales sobre los mercados financieros, el artículo se centra en los estudios más salientes de los ESF y presenta algunas discusiones clave que investigaciones antropológicas y sociológicas han planteado como alternativa a las aproximaciones neoclásicas.

 

Estudios Sociales de las Finanzas

Aunque las comprensiones en torno a la economía de mercado de las sociedades occidentales se mantuvieron durante largo tiempo monopolizadas por la ciencia económica, la exploración de las diversas formas en que la economía se presentaba en las sociedades tradicionales condujo a los antropólogos y a los entusiastas de otras disciplinas a discutir críticamente ciertos preceptos sostenidos por los economistas. Incluso algunos antropólogos como Karl Polanyi señalaron -como también lo advirtió Max Weber- que el estudio de las economías primitivas era sustancial a fin de comprender cabalmente la economía de las sociedades civilizadas (Polanyi, 1947: 74).

En el intento de desafiar las visiones neoclásicas centradas en la economía y el mercado, numerosos observadores sociales se han dedicado a desnaturalizar y analizar los mecanismos de solidificación de las finanzas en la cultura occidental, por un lado, y el funcionamiento de los mercados, por el otro (Carrier, 1997). La antropología ha contribuido notablemente en este camino, gracias a su orientación empírica.

James Carrier distingue dos amplias categorías de estudios antropológicos dedicados al análisis empírico del mercado. La primera contribuye a la comprensión de los sistemas de mercado en sociedades simples en áreas marginales respecto del sistema de mercado occidental (Gudeman, 1986; Taussig, 1980). La segunda es caracterizada por aquellos trabajos antropológicos dedicados al estudio del sistema de mercado de Occidente (Davis, 1973; Hart, 1986), reconociendo que éste representa una manera de pensar, entre tantas otras, sobre ciertas formas de transacción enraizadas en forma espacial y temporal (Carrier, 1997: 27).

Durante la década de 1980, la nueva sociología económica también se comprometió con la recolección etnográfica de información empírica mostrando que las acciones económicas se encuentran incrustadas en sistemas de relaciones sociales concretos (Granovetter, 1985: 487). Esta renovación de la sociología económica dio lugar a una gran variedad de corrientes intelectuales que han realizado notables aportes en el avance del conocimiento sobre el carácter social de la economía. Entre las mismas se han destacado en Europa las contribuciones de Bourdieu (1997 y 1986), Boltanski y Thevenot (1991), así como la emergencia de los ESF (Callon, 1998; Knorr-Cetina y Bruegger, 2000; Knorr-Cetina y Preda, 2005). En Estados Unidos, por su parte, han sobresalido los Estudios de Redes (Granovetter, 1985), los Estudios Organizacionales (Fligstein, 2001) y los aportes de la Sociología Cultural (Zelizer, 1994; DiMaggio, 1994).

Entre estas corrientes, la que más se ha aproximado, en forma analítica y metodológica, a la indagación antropológica ha sido la denominada Sociología Cultural. Este enfoque se ha caracterizado por el abordaje de la vida económica doméstica como sustento empírico por excelencia para dar cuenta de las interconexiones entre la cultura y la economía, acercándose así al interés etnográfico por las experiencias económicas concretas. Paul DiMaggio (1994) reconoce que la antropología ha dicho y tiene aún mucho por decir sobre los fenómenos económicos, dado que es evidente la mutua influencia entre la cultura y la economía. Como afirma DiMaggio:

Muchos de nosotros estamos acostumbrados a la visión, asimilada por la investigación y la teoría social, de que las relaciones económicas influencian ideas, cosmovisiones y símbolos. Que lo contrario es verdad, que aspectos de la cultura dan forma a instituciones y relaciones económicas es menos reconocido, y por lo tanto, es más rico en implicaciones para la sociología económica y para las conversaciones interdisciplinarias. (…) [La mayor parte de los antropólogos] ven el comportamiento cultural y económico como mutuamente generativos, tienden a enfatizar que la cultura provee las categorías y el entendimiento que nos permite emprender las acciones económicas (DiMaggio, 1994: 28).

El interés creciente de la antropología por las finanzas contemporáneas surgió en los años ochenta del siglo pasado cuando el proceso de financiarización de la economía mundial comenzó a hacerse evidente para el público y los mercados especulativos obtuvieron masivamente la atención de los medios de comunicación y de la población. En este trayecto, los colapsos financieros jugaron un papel central al atraer la atención de los estudiosos sociales que observaron sus efectos en los campos antropológicos que usualmente abordaban (Maurer, 2005:176).

El enfoque provisto por los ESF sugiere que los mercados financieros forman parte de la cultura de manera distintiva respecto de la economía en un sentido más amplio. Tanto la economía como los mercados financieros interactúan y son atravesados por elementos particularmente significativos, entre los que se cuentan la tecnología, la política, las infraestructuras informacionales, los marcos legales y morales, las redes de relaciones sociales implicadas, etcétera. Dado que los mercados financieros no se centran en la producción, la distribución o el consumo de bienes sino en la circulación de instrumentos financieros, tal enfoque sugiere que los mercados financieros pertenecen a una economía de segundo orden en la que los bienes son contratos (acciones, bonos, monedas, derivados, etcétera) que circulan entre los participantes, lo que los distingue de los bienes para el consumo (Knorr-Cetina y Preda, 2005: 4).

En este contexto, tanto la antropología como la sociología han estudiado etnográficamente en sitios clave de las finanzas tales como los trading floor o las corporaciones (Maurer, 2005: 183). No obstante, según Bill Maurer, a pesar de compartir el enfoque metodológico, los trabajos llevados a cabo por representantes de ambas disciplinas manifiestan preocupaciones disciplinares diferentes. De este modo pueden distinguirse en tales investigaciones énfasis diferenciales: mientras que las sociológicas destacan, por ejemplo, el papel de las redes de relaciones sociales o de las nuevas formas de interacción engendradas por la tecnología, las antropológicas centran la atención en la articulación entre sistemas de significados culturales, estructuras político-económicas, cosmovisiones y conductas humanas (Maurer, 2005: 183-187).

Sin embargo, recuperando algunas discusiones centrales de la antropología y la sociología económica contemporáneas, las investigaciones dedicadas a los mercados financieros han desarrollado una sensibilidad compartida por el estudio minucioso de las instituciones, las prácticas y los actores involucrados en el mundo financiero.3

A continuación se expondrán en detalle algunas de las principales cuestiones que han sustentado estas indagaciones: 1) el proceso que ha dado lugar a la legitimación social del mundo financiero, 2) la confluencia de la tecnología y los mercados, 3) el problema de la racionalidad versus la razonabilidad y el rol de las emociones en las decisiones, y 4) el debate en torno a la materialidad de las finanzas.

Finanzas y sociedad

Aunque la polémica contra la especulación ha formado parte del desarrollo religioso, social y político, el transcurso de la historia hizo que la especulación fuera legitimada socialmente como un elemento imprescindible de las finanzas y la economía. Los mercados financieros proveen en la actualidad el marco para la especulación racional, que es una de las principales fuentes generadoras de riqueza en el mundo.

La retórica económica en arenas expertas y legas reviste un papel casi ineludible en la vida contemporánea, con profundas implicancias, aunque inciertas, confusas o contradictorias para la existencia humana. Los diversos fenómenos que constituyen la economía y las finanzas atraviesan la existencia humana desde múltiples direcciones y se encarnan en prácticas, discursos, nociones y dispositivos que invocan nuestra atención por su carácter omnipresente en el mundo actual. Es sorprendente que aunque el lugar central de la economía y las finanzas en la vida contemporánea es ampliamente reconocido por el público, escasas veces se centra la atención en la manera en que éstas funcionan, en sus efectos sobre la sociedad y, menos aun, en la forma en que la retórica de la sociedad de mercado ha sido originada, propagada y legitimada.

Sin embargo, la orientación hacia la economía como eje de la vida social tiene por elemento esencial la aceptación y legitimación pública que es resultado de un largo proceso histórico-cultural en Occidente (Preda, 2009a: 6). En este camino, algunas investigaciones han dado cuenta desde una perspectiva socio-histórica, por ejemplo, del proceso de constitución y mantenimiento de mecanismos regulatorios del mercado (MacKenzie y Millo, 2003), de la formación del conocimiento financiero en el mercado del siglo xix (Preda, 2001b) o de la constitución del inversor como figura central de la cultura del capitalismo global (Preda, 2005).

Aunque tanto en Occidente como en Oriente -paralelamente a la actividad comercial creciente- la importancia y el alcance de los mercados locales y de larga distancia respecto de la vida social fue incrementándose, recién en la Edad Media surgió lo que muchos historiadores llaman revolución orenacimiento comercial que dio lugar a la creación e institucionalización de importantes fenómenos que cambiarían el destino de la historia (Le Goff, 2004).

Si bien el renacimiento comercial sentó las bases del próximo paso que daría el desarrollo mercantil en Occidente, recién se encuentran antecedentes de la emergencia de mercados financieros a fines del siglo xvii y principios del xviii (Preda, 2005). Con el desarrollo de la sociedad mercantil en el marco de la Revolución Industrial, el ascendente papel del nuevo mercado autorregulador no sólo adquirió una relevancia descomunal, sino que también produjo una novedosa separación institucional de la sociedad y la economía de mercado transformando profundamente la estructura social (Polanyi, 1947). Esta etapa se distinguió de las demás por la creciente exaltación especulativa y, al mismo tiempo, por serios cuestionamientos morales, económicos y políticos sobre ella (Preda, 2005).

En este contexto, la creación de mercados nacionales ha sido determinante en la paulatina aceptación pública de las crecientes actividades financieras. Richard Swedberg señala que los mercados nacionales no sólo han sido producto del desarrollo estrictamente económico sino que han resultado de condiciones engendradas por actores políticos y principalmente por los Estados durante las grandes revoluciones de los siglos xvii y xviii en Europa y Estados Unidos (Swedberg, 2005). Sin embargo, no fue sino hasta el siglo xix que tales mercados se expandieron masivamente -lo que requirió de cierta coordinación en manos de los Estados- y se establecieron como instituciones ampliamente reconocidas en el sentido moderno. Esto se concretó principalmente con el advenimiento de medios de comunicación tales como el telégrafo, el teléfono y de redes ferroviarias que permitieron conectar localidades distantes (Swedberg, 2005: 236-238).

Con tales cambios, el rol de los mercados en la economía se transformó categóricamente. En esta transformación de los mercados financieros modernos fue substancial la gradual introducción de la noción de una ciencia de invertir, es decir, de que los mercados son gobernados por leyes objetivas y no simplemente por el afán de un grupo de especuladores. Esto contribuyó a desvincular las inversiones especulativas de los juegos de azar, dado que ambas actividades habían permanecido arraigadas en las representaciones públicas como afines durante gran parte de la historia (Preda, 2005: 153). Esta concepción de la especulación financiera en términos del desarrollo de una disciplina matemática que obedece a modelos y leyes objetivos -y no a pasiones o apetitos- ha sido determinante para que la especulación financiera fuera conquistando progresivamente legitimación social hasta llegar a ser en nuestros días una de las prácticas institucionalizadas más influyentes en la vida social y cultural.

El énfasis en la rigurosidad matemática como característica fundacional de la teoría económica dominante ha enmarcado la formación de tal disciplina anclada en un conocimiento específico, la creación de instrumentos financieros, la redefinición de la figura del inversor y, por lo tanto, la incesante complejización de los mercados financieros. Dicha complejización supuso en particular la progresiva introducción de dispositivos tecnológicos informacionales y comunicacionales, tales como las tecnologías digitales, que tuvieron efectos cruciales en la interconexión de flujos de información y de transacciones, y en el acceso descentralizado de los inversores al mercado (Sassen, 2005: 19). Como señalan Luc Bolthanski y Ève Chiapello, no sólo han sido desplegadas una serie de creencias que justifican el orden capitalista, sino que tales creencias han estado asociadas a categorías de acción afines al capitalismo que refuerzan y legitiman constantemente tales creencias (Bolthanski y Chiapello 1999, en Preda, 2005:148).

En este trayecto, el proceso de automatización de las finanzas ha sido considerado no sólo como una característica definitoria de los mercados como instituciones, sino que además ha contribuido a facilitar el acceso del público al mundo financiero y consecuentemente a extender su aprobación social. Sin embargo, la tecnologización del mercado no ha comenzado con la introducción de la tecnología digital y la computadora. Alex Preda ofrece evidencia sobre una serie de innovaciones tecnológicas de grabación y visualización de datos referentes a los precios en las bolsas de valores que se han sucedido desde la introducción (en el siglo xix) del tickertape en adelante (Preda, 2009: 242).

A fines de 1970 y comienzos de 1980, cuando aún eran escasas las referencias públicas respeto de las finanzas, en los grandes centros financieros mundiales se constituían las bases para la tecnologización del mercado con el fin de facilitar el acceso a las transacciones financieras (Preda, 2009: 239). La incorporación de tecnologías de observación ha supuesto, según Preda, el acceso centrado en la observación informatizada de precios, en tiempo real y continuo, y en la transformación del conocimiento financiero en un campo altamente especializado de expertos. El autor sostiene que esto ha tenido consecuencias no sólo en la modalidad de acceso a los mercados, sino también en la definición misma del mercado.

A pesar de las controversias en torno a las actividades financieras en general y a los modelos utilizados para predecir los movimientos de precios en particular, el mundo de las finanzas ha adquirido un sólido respaldo social, lo que ha dado lugar a las diversas formas de expertise financiera que han pasado a jugar un importante rol público y que se erigen principalmente sobre la apelación a un conocimiento específico (Preda, 2009a: 244).4 La confianza en la exactitud de los datos y en la expertise de los analistas se sostiene, de acuerdo a Preda, en la legitimidad de las finanzas alcanzada en el ámbito experto y en el público en general -y con ésta, la solidez de sus instrumentos observacionales y la habilidad de los expertos que los aplican- en términos de una forma de conocimiento científico.

 

Tecnología y finanzas

Uno de los aspectos que más ha atraído la atención de la antropología en el mundo financiero ha sido la relación entre las finanzas contemporáneas y las nuevas tecnologías (Neiburg, 2010: 19) empleadas para llevar a cabo transacciones y para el desenvolvimiento de nuevos instrumentos financieros (acciones, bonos, monedas extranjeras o derivados tales como futuros, opciones, swaps, etcétera). El nuevo y rápidamente creciente campo de los ESF no se había consolidado hasta el momento en que muchos investigadores sociales, provenientes o adeptos de la antropología -que han sido pioneros en los estudios sociales de la ciencia y la tecnología (CTS o STS por su denominación en inglés: Science, Technology and Society)- volcaron su interés hacia el análisis de la economía y principalmente de los mercados financieros (Callon, 1998; Knorr-Cetina y Bruegger, 2000 y 2002).

Donald MacKenzie sostiene que las finanzas han sido objeto de análisis sociales en dos sentidos. Primero, en un sentido amplio, diversas disciplinas sociales se han dedicado a aplicar sus herramientas conceptuales y metodológicas para el estudio de los mercados financieros con un enfoque contrastante respecto de la teoría económica. Sin embargo, un sentido más específico del término Estudios Sociales de las Finanzas, y por lo tanto más relevante para MacKenzie, tiene que ver con las novedosas investigaciones antropológicas y sociológicas sobre las finanzas que han surgido en relación estrecha con los CTS e inspirados por ellos (MacKenzie, 2009: 2).

El propósito de tales estudios de las finanzas supuso investigar cómo la tecnología da forma a los mercados financieros y en qué medida ésta influye en las conductas de los actores involucrados en el funcionamiento de tales mercados. Estos trabajos han iniciado una extensa línea de estudios que analizan las implicancias que tiene la tecnología en las relaciones sociales constitutivas del mundo financiero, los flujos de información, el acceso a los datos, las transacciones automatizadas, la producción de conocimiento o las prácticas comunicativas. De este modo, MacKenzie argumenta que algunos de los preceptos básicos, entre otros, de los ESF han sido inspirados en sensibilidades, intereses y recursos intelectuales característicos de los CTS, que consisten, por ejemplo, en el estatus social de la producción y circulación de hechos, las capacidades y limitaciones del cuerpo y la mente de los participantes en los mercados o la influencia que la combinación de seres humanos y equipamientos tecnológicos (físicos o conceptuales) ejerce sobre la agencia económica (MacKenzie, 2009: 8-16).

Karin Knorr-Cetina, quien originalmente ha sido una prominente investigadora social de la tecnología, en los últimos años ha dedicado sus trabajos al análisis de los nuevos modelos de interacción que caracterizan las transacciones en el sistema financiero global. A través del análisis etnográfico del staff de traders de un banco suizo, Knorr-Cetina y Bruegger (2000) asumen un incremento de la presencia y relevancia de los objetos no-humanos en el mundo social, tales como tecnologías digitales comunicacionales, y consecuentemente exploran la noción de relaciones postsociales, que se caracterizan por ser formas de interacción mediadas y constituidas a traves de la tecnología. En la percepción de los actores sociales, el mercado se transforma de esta manera en un objeto-en-la-pantalla, manifestando el carácter epistémico de tal objeto. Los autores asumen la existencia independiente del mercado en tanto agregado segmentado de conocimiento orquestado por traders y ensamblado en las pantallas de las computadoras (Knorr-Cetina y Bruegger, 2000).

Al investigar desde una perspectiva microsocial el papel que desempeñan las interacciones cara a cara (y cara a pantalla) entre los traders, en relación con la constitución de los mercados financieros que operan de manera global, la formulación central de Knorr-Cetina y Bruegger, reflejada en la aparentemente paradójica expresión microestructuras globales, es que, aunque en la definición de dominios globales ha disminuido la importancia del aspecto físico, esto no implica que los procesos microsociales se vuelvan irrelevantes (Knorr-Cetina y Bruegger, 2002).

Otro representante de los CTS, Michel Callon, se interesó principalmente en el marco cognoscitivo de la economía y los mercados financieros. El reconocido argumento de Callon sobre los aspectos performativos de la ciencia económica supone que ésta tiene un papel fundamental al describir el funcionamiento de los mercados y las economías, así como también al darles forma. Así señala que la ciencia económica, más que observar y explicar en realidad "performa, da forma y formatea" a la economía. Según él, la economía es comprendida en el sentido más amplio del término, incluyendo conocimientos y prácticas. Callon propone una Antropología de los Mercados que intente comprender la simplicidad y pobreza del homo economicus y la diversidad de formas en que éste representa a la agencia financiera y sus instrumentos, a fin de dar forma a los mercados (Callon, 1998: 50).

El papel que juega la información -como elemento central de las economías de mercado- en las transacciones financieras representa otro de los aspectos fundamentales en los que se ponen en evidencia las intersecciones entre la tecnología y los mercados (Preda, 2001a). Mediante el análisis de la dinámica del conocimiento público respecto de las transacciones en el mercado, Preda (2009b) desafía la idea extensamente difundida de que la información relevante para el mercado proyecta rutinas desplegadas para reducir ineludibles incertidumbres. Contrariamente, sugiere el argumento teórico de que los mercados como sistemas de transacciones competitivas engendran y requieren de la producción y manejo incesante de información en forma de sorpresas e incertidumbres frente a las cuales los actores reaccionan en forma emocional y cognitiva. A su vez, tal procesamiento emocional y cognitivo deriva en conductas o acciones concretas. La información "puede ser vista como el procesamiento de sorpresas en interacción, en contraste con el marco (relativamente estable) de expectativas comunes provistas por las rutinas" (Preda, 2009b: 18).

La indagación del mundo financiero y sus efectos en la sociedad a través del micro-análisis social propugnado por los ESF no sólo se han circunscrito a aquellos fenómenos relacionados con la tecnología. El creciente número de contribuciones sobre las finanzas han sentado las bases de un análisis social y cultural de los mercados financieros y las instituciones, prácticas y actores involucrados en estos. Tales estudios han mostrado que en las sociedades occidentales contemporáneas las actividades financieras tienen un papel central tanto en la economía corporativa como en la política y en la cultura en general (Knorr Cetina y Preda, 2005).

En este marco, han sido notables los aportes que permitieron avanzar en el estudio cualitativo de las complejas instituciones financieras, los mecanismos y relaciones sociales que las constituyen, las percepciones expertas y legas de los fenómenos económicos o financieros, los discursos, las prácticas y las lógicas que incumben a los procesos decisorios y el significado cultural que adquieren las relaciones financieras, entre otros. Así se ha analizado, por ejemplo, cómo los analistas financieros estiman el valor de las acciones (Mars, 1998); la forma en que los expertos de Wall Street evalúan el riesgo haciendo juicios sobre sus transacciones en base al contexto temporal y espacial (Beunza y Stark, 2002) y la forma en que el juicio experto de los inversores profesionales y una suerte de irracionalidad en el mismo parece influir en la emergencia y desarrollo de las burbujas financieras (Shiller, 2001). Otra relevante contribución corresponde a Mitchel Abolafia (1996) en su estudio de la idiosincrasia de los procesos de negociación y de toma de decisionesllevadas a cabo por los operadores de Wall Street, quienes, en apariencia, serían un claro ejemplo de homo economicus, dado que persiguen sus propios intereses y actúan racionalmente. No obstante, Abolafia muestra cómo incluso en el más puro de los mercados, tales cualidades sólo tienen sentido en tanto producto de relaciones sociales específicas y de significados culturales dados en contextos cambiantes.

De la racionalidad a la razonabilidad: el papel de las emociones

El modelo del mercado, primordial para la economía en términos neoclásicos, se asienta sobre fuerzas provenientes de individuos autónomos que realizan juicios desapasionados necesarios para lograr el cálculo racional del mayor beneficio con el menor costo, lo que constituye el principio básico sobre el que se erigen las relaciones mercantiles. En esta concepción el mercado es asocial e impersonal y está recluido en una esfera comercial desincrustada (Carrier, 1997: 9-10). Sin embargo, existe una extensa evidencia que muestra que este ideal no se corresponde con lo que sucede en la realidad.

Estudios empíricos recientes han demostrado que aun en ámbitos centrales para el funcionamiento del mercado, como empresas o bolsas de valores, los actores se desvían de tales parámetros, e incluso tales desviaciones no constituyen desventajas respecto de lo racional. Antropólogos, sociólogos y psicólogos, en este sentido, no niegan que algunas decisiones económicas sean lógicamente razonadas, pero cuestionan la universalidad del esquema racional de medios-fines aun al interior de las sociedades capitalistas contemporáneas. En palabras de Sutti Ortiz: "el estudio substantivo de las decisiones económicas ha demostrado que ciertas acciones juzgadas por los modelos microeconómicos como irracionales pueden ser respuestas razonables a determinadas condiciones" (Ortiz, 2005: 64). Para complejizar aún más el panorama, Daniel Kahneman y Amos Tversky (Ortiz, 2005: 64) han probado que incluso el mecanismo racional instrumental de razonamiento puede dar lugar a decisiones que distan de ser racionales.

Siguiendo esta línea de discusión que cuestiona la racionalidad instrumental como el mecanismo por excelencia que da lugar a las decisiones en el mundo financiero, ciertas investigaciones actuales han mostrado que, por ejemplo, las emociones tienen un papel significativo en la determinación de la conducta.5 Esto no implica que las emociones tengan un rol central en las actividades económicas y financieras sino que la dimensión emocional de la experiencia interviene, junto a otras dimensiones tales como la cognitiva, en el proceso que resulta en decisiones y prácticas singulares.

De este modo, un creciente número de trabajos han investigado los procesos por los cuales los actores realizan juicios que definen la orientación de sus prácticas financieras en términos de una comprensión más amplia que la racional, explorando factores tales como las emociones. Aunque tales desviaciones respecto del supuesto neoclásico han sido reportadas en investigaciones sobre la agencia económica (Hochschild, 1983; Bandelj, 2009), otros estudios han sido dedicados especialmente al análisis de los juicios y conductas de expertos en finanzas (Schiller, 2000 y 2001; Pixley, 2002; Hassoun, 2005; Preda, 2009b).Tales investigaciones han manifestado que incluso el mercado, en el que reinan los teóricos de la elección racional, es atravesado por la dimensión afectiva en la que a su vez interviene la cultura.

El estudio de Robert Schiller sobre la formación de burbujas financieras desde la perspectiva de inversores profesionales captura el rol de la dimensión emocional en la conformación del comportamiento osado de aquellos especialistas que continuaban invirtiendo en un mercado en el que claramente se estaba gestando una sobrevaloración especulativa de los precios o burbuja financiera (Schiller, 2000).

El trabajo de Joselyn Pixley (2002) sobre organizaciones financieras da cuenta de la relación entre las emociones y los procesos de toma de decisiones. Ella señala que las emociones influyen en las decisiones racionales tomadas en el marco de tales organizaciones, dado que permiten a los agentes formular expectativas.

Por otra parte, Jean Pierre Hassoun (2005) llevó a cabo una etnografía en la Bolsa de Valores de París mediante la cual se ha propuesto indagar críticamente en la clásica y conflictiva relación entre las pasiones y los intereses. Socavando el tradicional contraste entre ambos, se interesa por lo que el denomina emociones situacionales durante los procesos habituales del mercado y por cómo tales emociones son expresadas por los actores mismos.

Preda (2009b) cuestiona la idea ampliamente difundida de que las crisis económicas suponen que elementos irracionales, tales como las emociones, toman el control sobre aquellos racionales, tales como el cálculo maximizador. Para ello, mediante un microanálisis de las transacciones como unidades analíticas básicas de la Sociología de los Mercados, sostiene que estas transacciones constituyen logros de la interacción y formas básicas de competición social en las que se intersectan aspectos cognitivos y emocionales.

A pesar de que muchos académicos provenientes de la antropología participan activamente en investigaciones en torno a los mercados financieros, no es nuevo el interés de la antropología en fenómenos y procesos clave en la economía y las finanzas, y menos aun su intención de desafiar la presunta validez universal de la racionalidad instrumental. Un notable ejemplo de ello ha sido la contribución que la disciplina antropológica ha hecho respecto del estudio del dinero en sociedades tradicionales y contemporáneas, que fue substancial para el análisis empírico del mundo financiero actual (Maurer, 2006; Neiburg, 2010).6

En este camino, se ha notado el papel de las influencias culturales sobre las emociones y por consiguiente sobre la formación de juicios relativos a las acciones económicas, lo que revela el entramado de significados involucrados en las experiencias afectivas (Berenzin, 2005: 111). Asimismo, el contraste entre emoción y razón, sostiene Lutz (1986), remite a distinciones culturales fundamentales entre los afectos y la cognición, que a su vez evidencian la contraposición entre lo irracional y lo racional.

El lado mundano del mercado

Con el proceso de financiarización de la economía mundial durante 1970 gran parte de académicos se han acercado al campo de los mercados financieros. Un notable número de ellos han extendido debates teóricos, en torno a la moneda, hacia el análisis del mundo financiero. Tal como señala Maurer, la antropología ha dado cuenta tempranamente que el dinero implica relaciones sociales, sistemas simbólicos y una realidad material (Maurer, 2006: 27). Esto ha contribuido a las discusiones contemporáneas no sólo en torno a la creciente abstracción del dinero sino también de las finanzas y sus instrumentos.

En conversación con sociólogos dedicados al estudio de los mercados financieros, algunos antropólogos han redirigido la atención desde los aspectos abstractos de las finanzas hacia los aspectos materiales (Maurer, 2006: 26). Estos últimos trabajos sugieren que las finanzas -como el dinero- tienen, en la percepción de los sujetos ordinarios, el carácter de reflejar el dilema de la relación entre signo y sustancia, pensamiento y materia, y resultan de procesos mentales y físicos que constituyen su naturaleza dual que oscila entre la dimensión representacional y material. Semejante dilema constituye uno de los aspectos más debatidos en las investigaciones sociales de las finanzas actuales (Maurer, 2006: 27).

El debate en torno a la dualidad entre la dimensiones abstracta y material de las finanzas se enmarca en investigaciones recientes que desafían concepciones que sostienen el constante incremento de la abstracción cuantificadora en las finanzas contemporáneas, enmarcado en enfoques que hacen énfasis en los procesos cognitivos involucrados en la agencia económica, descartando o soslayando otro tipo de variables como las emociones, las relaciones sociales o los significados culturales que intervienen. Según esta trayectoria de investigación es fundamental partir de la noción de que el cálculo económico no consiste en una mera ficción antropológica sino en procesos empíricos identificables en la realidad sociocultural (Callon y Muniesa 2005); lo que pone en evidencia, por ejemplo, la necesidad de dar cuenta del lado mundano de los mercados financieros.

En este sentido, tales estudiosos han propuesto que más que analizar la creciente abstracción característica de las finanzas, lo que permite reproducir la retórica de lo financiero en un plano místico (Miyazaki y Riles 2005: 321), resulta más apropiado indagar etnográficamente sobre las particularidades y las fallas cotidianas que dan forma a las cosmovisiones y prácticas financieras concretas (Maurer, 2006: 26). De este modo, con el propósito de explorar los aspectos mundanos de las finanzas desde una mirada crítica hacia los ESF, algunos antropólogos han clamado por una atención precisa y minuciosa tanto hacia las características particulares de las percepciones, el conocimiento y las actividades involucradas en las finanzas como a sus fracasos. Esto se tradujo en la tarea de dar cuenta tanto de sus rasgos característicos como de sus anomalías desde lo cotidiano (Maurer, 2006; Miyazaki y Riles, 2005).

Annelise Riles, a través de un estudio etnográfico en el Banco Central de Japón, se interesa por la noción de fracaso del conocimiento financiero, destacando que es más conveniente analizar etnográficamente tales fracasos desde la perspectiva de los actores mismos y sus formas de aprehender los que como límites de la teoría económica (Riles, 2004). Por su parte, la etnografía de Hirokazu Miyazaki (2003) sobre las incongruencias entre diversas orientaciones temporales respecto del conocimiento financiero de expertos japoneses en arbitraje financiero muestra que la forma en que los actores aprehenden de manera cotidiana los fracasos o los límites del conocimiento sobre los mercados toma la forma de un momento en el que un proyecto es percibido como acabado y como parte del pasado. Asimismo, Miyazaki da cuenta de cómo modelos matemáticos de la economía y las finanzas no sólo crean la economía o las finanzas (Callon, 1998), sino también las biografías mismas de los traders profesionales (Maurer, 2006: 26), encontrando una correspondencia entre los procesos de arbitraje basados en modelos numéricos y las trayectorias laborales y de vida de los expertos.

De manera similar, además de reflejar propósitos relativos al manejo financiero y a la obtención de ganancias, la cuantificación y el cálculo característicos de las finanzas; la investigación etnográfica de Caitlin Zaloom (2003) sobre los traders de Chicago y Londres, muestra la forma en que tales inversores profesionales, en vez de considerar su trabajo con números (en forma de índices, tasas, etcétera) estrictamente en términos de cálculos racionales, desarrollan tanto prácticas corporales como relaciones afectivas y emociones hacia estos.

Otros investigadores se han ocupado de vincular factores culturales e históricos con fenómenos financieros de gran escala tales como las burbujas y las crisis financieras. La etnografía llevada a cabo por Hellen Hertz (1998) en torno a la fiebre de inversión en Shangai de 1980, mediante la que examina la estructura de la comprensión de lo moral en las finanzas, ha constituido un célebre ejemplo de las investigaciones antropológicas que han contribuido en este sentido. Los mercados financieros, señala Hertz (2000), operan en términos sociales y culturales, y están basados en representaciones de las ganancias futuras y elecciones que los inversores hacen sobre la base de tales proyecciones. La multitud de tales representaciones y elecciones conforman el mercado financiero y producen efectos económicos reales.

Por su parte, la antropóloga Karen Ho (2009) explora la cultura corporativa de la elite de inversores profesionales de Wall Street a fin de indagar sobre los vínculos entre sus cosmovisiones y prácticas cotidianas, por un lado, y las crisis financieras de gran escala, por el otro. Sus investigaciones, basadas en la perspectiva de tales expertos, ponen en evidencia el proceso de construcción de tales colapsos sobre la base de prácticas e ideologías desplegadas diariamente y circunscriptas a los patrones culturales de tal comunidad.

Es interesante notar que la literatura existente ha dedicado sus esfuerzos por comprender en particular la perspectiva de actores expertos en finanzas (Hertz, 1998; Knorr-Cetina y Bruegger, 2000; Schiller, 2001; Pixley, 2002; Miyazaki, 2003; Hassoun, 2005; Ho, 2009). Lo que ha quedado exiguamente examinado es la perspectiva de participantes legos en los mercados financieros (Gaggioli, 2011). Sin embargo, existen algunas investigaciones al respecto, entre las que ha sido pionera la etnografía realizada por Brooke Harrington (2008) sobre clubes de inversores no profesionales. Harrington analiza las conductas y las prácticas de tales inversores legos con el propósito de proveer una comprensión alternativa respecto de los estudios de la dinámica de los mercados exclusivamente desde la perspectiva de los participantes profesionales e institucionales. De este modo, su investigación muestra ciertas formas de identificación tales como el género, la responsabilidad social y la religión, entre otras, que se ponen en evidencia al indagar sobre las maneras en que los agentes llevan a cabo juicios a la hora de invertir.

Mercados financieros locales

Gracias a su atención puesta en los detalles, la diversidad y las especificidades locales, la antropología ha mostrado poder ofrecer una mirada distintiva de un campo sumamente relevante en el mundo presente como es el de los mercados financieros en los niveles global y local. A pesar de la creciente internacionalización e interdependencia de los mercados financieros locales y de los principios cuantitativos del capitalismo contemporáneo, resulta sustancial analizar las configuraciones que los imaginarios sociales adquieren en sus manifestaciones locales para comprender en forma cabal y empírica los procesos, las cosmovisiones y las prácticas que los atraviesan y constituyen.

A este respecto, las contribuciones inaugurales en el campo de estudio de los mercados financieros en Latinoamérica han provenido principalmente de investigaciones antropológicas brasileras y argentinas (Neiburg, 2010: 18). Uno de los estudios etnográficos más destacados en el plano regional es el llevado a cabo por Lucía Müller (2006) -paralelamente a los desarrollos en Europa y Estados Unidos- en la Bolsa de Valores de San Pablo. Esta investigación muestra empíricamente la manera en que actores, instituciones y prácticas específicas constituyen el Mercado de Valores de manera similar a cualquier otro espacio social. Sin embargo, Müller sostiene que dado que las Bolsas de Valores asumen significados con un alcance que excede su función económica, su presencia en el imaginario social es dominante, por lo que constituye lo que la antropóloga denomina un mercado ejemplar en tanto consiste en la expresión concreta de un modelo cultural que permite comprender y vivenciar el capitalismo (Müller 2005: 134).

El papel de la información en los mercados financieros ha sido uno de los aspectos clave tanto en las investigaciones en el plano internacional como en los estudios antropológicos sobre las bolsas locales. Los resultados de la extensa investigación etnográfica en la Bolsa de San Pablo le han permitido a Lucía Müller (2005) identificar la diversidad de configuraciones que la información asume, las relaciones y convenciones sociales implicadas en su circulación, los significados atribuidos a la información en la práctica y sus efectos en la conducta y decisiones de los inversores. En un trayecto similar, el estudio entográfico elaborado por Flora Delfino Kraft (2011) sobre la Bolsa de Comercio de Buenos Aires da cuenta de los procesos de producción, reproducción y circulación de diferentes modos enunciativos que tienen efectos sobre las prácticas de inversión de los especialistas. El análisis de los mecanismos por los que tales actores articulan informaciones y conocimientos discímiles respecto de su legitimidad social, permite identificar diversos canales de circulación y mostrar la coexistencia y articulación entre modalidades informacionales múltiples.

Otro de los aspectos relevantes en los estudios sobre los mercados financieros a nivel regional consiste en la relación entre los actores clave de los mercados financieros -especialistas y legos- y los efectos de sus conocimientos y prácticas en la dinámica de dichos mercados. En este trayecto, cabe mencionar la investigación de Federico Neiburg (2006) sobre el papel de los economistas en los procesos inflacionarios de Brasil y Argentina que muestra las maneras en que tales especialistas, mediante sus teorías y prácticas, han contribuido a generar culturas económicas específicas en función de políticas económicas particulares que tienen efectos en los mercados locales.

Por otra parte, en lo que respecta a actores financieros legos, la creación de nuevas identidades económicas y financieras en consonancia con la introducción de la economía neoliberal en la región, ha sido plasmada en la investigación de Daniel Friedman (2010) sobre las herramientas político-económicas implementadas durante la dictadura militar argentina entre 1976 y 1983. En ese trabajo, Friedman sostiene que durante dicho período las autoridades crearon dos nuevas identidades económicas afines a la teoría económica neoliberal: el consumidor y el inversor. Esto se logró, según Friedman, mediante la implementación de campañas para estimular el consumo y la creación de influyentes medios de comunicación especializados en actividades financieras que tuvieron un papel clave en dar forma y "educar" a inversores legos. Esta investigación muestra el rol del gobierno de facto que activamente intentó forjar un nuevo sujeto económico acorde a su forma de representar la realidad económica y financiera, dando forma al comportamiento económico individual que era considerado apropiado en términos de la teoría económica hegemónica a la cual las autoridades adherían. Friedman señala que en el proceso de construcción de nuevas identidades económicas -clave para que funcionaran las reformas liberales- durante la dictadura militar, y aun cuando las cosmovisiones de las autoridades militares y de los economistas neoliberales eran claramente divergentes, ambos coincidieron respecto a su inclinación hacia actores individuales y a su desdén por "distorsionantes" actores colectivos (Friedman, 2010: 276-284).

Aunque los estudios antropológicos y sociológicos del campo financiero han provenido principalmente desde Europa y Estados Unidos, y se han incrementado notablemente en los últimos años, los valiosos avances de las investigaciones regionales sobre los actores, las instituciones, las relaciones, los significados y las prácticas que constituyen y atraviesan a los mercados financieros han sentado las bases para las indagaciones futuras de sus configuraciones locales. Estas investigaciones, aspirando específicamente a contribuir al estudio de los procesos sociales y culturales implicados en la dinámica de estos mercados enraizados en condiciones locales, permiten trazar el camino para una comprensión profunda de las condiciones empíricas específicas sobre las cuales los mercados financieros funcionan concretamente. Tal comprensión no sólo debería contribuir a identificar aspectos y mecanismos básicos para el funcionamiento de los diversos mercados financieros locales, ni tampoco a conocer meramente las particularidades locales de tales espacios, sino que además debería enmarcarse en la indagación crítica de las finanzas -como señala Müller- en términos de modelos culturales sumamente influyentes en la vida social en su totalidad y aprehensibles mediante el análisis de lo cotidiano, lo que a su vez permite poner en cuestión la conceptualización ficcional de un mundo financiero igualitario, libre y global.

Conclusión

La larga trayectoria de la antropología y la sociología respecto del análisis de los aspectos culturales y sociales de las actividades económicas, por un lado, y la emergencia de los ESF, por el otro, dan cuenta del aporte que las ciencias sociales pueden hacer para la comprensión de la diversidad de factores socioculturales que dan forma a los mercados financieros contemporáneos, lo que requiere un abordaje en el que confluyan diversas perspectivas teóricas y metodológicas en articulación con hallazgos surgidos de la evidencia empírica.

La perspectiva antropológica ha dotado a tales novedosas investigaciones de elementos conceptuales y metodológicos clave para abordar la relación múltiple de factores subjetivos, sociales, culturales, económicos y financieros, íntimamente vinculados con el transcurso de la realidad diaria sobre la cual las finanzas contemporáneas se sostienen.

Al tiempo que se han presentado los aportes realizados por las investigaciones antropológicas y el debate en torno al análisis sociocultural de los mercados financieros, la intención de este trabajo ha sido la de mostrar que la antropología no sólo puede complementar la visión de otras disciplinas para analizar los mercados financieros y sus recurrentes debacles, sino que también posee los elementos necesarios para emprender un análisis minucioso del lado mundano de las finanzas.

La creciente trascendencia del mundo financiero en la historia contemporánea ha abierto caminos de indagación a los que la perspectiva antropológica ha logrado contribuir notablemente. Tal contribución tiene que ver con un enfoque original sobre dimensiones informales de la vida social y cultural, lo que es central para esclarecer discrepancias entre las comprensiones formales y lo que sucede en la realidad. El mérito antropológico de observar la realidad sociocultural desde el punto de vista de los actores, sus pensamientos y prácticas (Carrier, 2005: 4); se traduce en la exhaustiva labor empírica para comprender los mercados financieros en términos de la realidad concreta, variable en un sentido histórico y cultural.

En este artículo han sido presentados los debates socio-antropológicos más recientes y algunas de las investigaciones antropológicas más notables sobre las finanzas a nivel global y regional con el fin de sentar las bases de la curiosidad en torno a los mercados financieros, particularmente en nuestro país. Esto representa el desafío de abrir una discusión necesaria en nuestra disciplina sobre la incumbencia de un análisis de los mercados financieros desde el plano local y regional, para el que la antropología es peculiarmente competente.

El conocimiento antropológico puede ofrecer un entendimiento distintivo del complejo mundo financiero contemporáneo mediante el cual dar cuenta de la diversidad de formas que adquieren las instituciones, los actores y las prácticas que constituyen los mercados, particularmente analizando la especificidad de las condiciones locales en las cuales estos se desenvuelven.

Notas

1 El término Estudios Sociales de las Finanzas ha sido acuñado por jóvenes investigadores en París a finales de los años de 1990 (Mackenzie, 2009: 2).

2 La marginalización de las influencias socioculturales en la conducta permite a los economistas, según Harrington, excluir del análisis gran parte de elementos clave de la realidad con el fin de garantizar la aplicación de sus modelos (Harrington, 2008: 5).

3 Aun cuando las ciencias sociales han recuperado su interés en las finanzas, sus comienzos, su desarrollo y sus cambios, las últimas décadas han sido testigo de profundas transformaciones en el mundo financiero que deben ser analizadas mediante la combinación de herramientas específicas de disciplinas tales como la antropología y la sociología (Stearns y Mizruchi, 2005: 301).

4 No obstante, a pesar de la relevancia de la conformación de la figura del inversor-científico en términos de la aceptación social, y de que los expertos financieros se han organizado profesionalmente mediante asociaciones, programas de capacitación y procedimientos de certificación, el cuerpo de conocimientos utilizado por estos no sólo no cuenta con la aprobación de los académicos de la economía sino que además es desdeñado en las escuelas de negocios (Preda, 2009a). Este conocimiento, señala Preda, no sólo es cuestionado por algunos actores o grupos singulares sino que también es socavado: 1) por la falta de un sistema de educación financiera adecuado y público, independiente de los actores del mercado, y 2) por la idea generalizada del especulador financiero como un actor privilegiado con características singulares exclusivas. La tarea de tal sistema de educación pública en finanzas debería ser, entre otras cosas, poner en cuestión dicha idea.

5 Recientemente, incluso entre los estudiosos de los procesos decisionales, han surgido propuestas que desafían los enfoques exclusivamente cognitivos o consecuencialistas al mostrar que factores tales como las respuestas emocionales coexisten, y con frecuencia divergen, con las evaluaciones cognitivas; incidiendo en la orientación que adquiere el razonamiento y las desiciones llevadas a cabo en situaciones de incertidumbre (Lowenstein et al., 2001: 7). Estas perspectivas recurren a metodologías formales basadas en estudios psicológicos y mentales para explorar la complejidad con que las situaciones de incertidumbre son procesadas y transformadas en percepciones subjetivas que guían el comportamiento (Slovic y Weber, 2002: 5).

6 El supuesto de que la moneda es por naturaleza un medio de intercambio homogéneo ha sido cuestionado recientemente en el ámbito de las ciencias sociales. La idea divulgada de que la característica primordial del dinero es su uniformidad y transferibilidad tiene raíces en la perspectiva economicista del sistema monetario racional dominante. Ésta considera que no son los individuos sino las organizaciones y los gobiernos los que pueden distinguir diversas formas de dinero como elementos centrales de las economías capitalistas. Aunque teóricos clásicos como Georg Simmel proveyeron notables observaciones sociales acerca del dinero, fallaron en considerar la capacidad ingeniosa de los actores sociales para personalizarlo y diferenciarlo según su inserción en los diversos ámbitos privados, creando una multiplicidad de significados de manera paralela a aquellos provistos desde la esfera pública (Zelizer, 1994: 201). Aunque los antropólogos tempranamente han advertido la existencia de este proceso social de diferenciación del dinero en las culturas exóticas, sólo últimamente los científicos sociales han acordado acerca de su aplicación en las sociedades occidentales contemporáneas. Mientras antropólogos como Jonathan Parry y Maurice Bloch (1989) muestran cómo el aspecto simbólico del dinero moderno desafía la propiedad de la intercambiabilidad clásicamente definida por la teoría económica, los sociólogos Viviana Zelizer y Charles Tilly (2006) hacen referencia a las intersecciones entre las relaciones sociales y las prácticas económicas en el proceso de diferenciación del dinero, y el especialista en psicología comportamental, Richard Thaler (1999), se centra en las raíces psicológicas de tal proceso. Desde distintos niveles analíticos -cultural, social y psicológico- todos se ocupan de enfatizar la propiedad múltiple del dinero moderno, desafiando el supuesto economicista sobre el carácter intercambiable del mismo, para lo que es fundamental dar cuenta del papel de la cultura y la incidencia de factores tales como las emociones en los juicios sobre el dinero y las prácticas monetarias.

 

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