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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.41 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires abr. 2020

http://dx.doi.org/10.34096/runa.v41i2.8689 

Dossier - Artículo original

Presencias estatales, relaciones sociales y accionar colectivo. Una etnografía sobre la experiencia de lucha y de trabajo de una agrupación habitacional

State presences, social relations and collective action. An ethnography about the experience of struggle and work of a housing group

Presenças estatais, relações sociais e ação coletiva. Uma etnografia sobre a experiência de luta e trabalho de um grupo habitacional

1 Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), Grupo de Estudios Socioculturales del Conflictos (GESC), Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría (FACSO), Olavarría, Buenos Aires, Argentina.

Resumen

Con este trabajo se busca reflexionar respecto del accionar de una agrupación social abocada a la generación de proyectos habitacionales en una ciudad media bonaerense de Argentina a partir de considerar las ideas de Estado que se encarnan en discursos, prácticas, relaciones y conceptos de los actores sociales con los cuales se realizó la investigación etnográfica. En este sentido, pensar el Estado en sus múltiples presencias resulta una clave analítica central para dar cuenta de la generación de relaciones sociales y de bienes que no solo permitieron desbordar el nivel local, sino que también habilitaron mayores grados de proximidad y vinculación con diversos funcionarios y dependencias estatales. Pero además, estos aspectos resultaron productivos en términos políticos para proyectar acciones en materia habitacional, al tiempo que operaron en la legitimación y reconocimiento de la agrupación en lo que hace a los procesos de producción social y política del hábitat.

Palabras clave: Agrupación social; Proyectos habitacionales; Presencias estatales; Relaciones sociales; Ciudad media

Abstract

This work seeks to reflect on the actions of a social group dedicated to the generation of housing projects in a middle Buenos Aires city of Argentina, based on considering the ideas of the State that are embodied in discourses, practices, relationships and concepts of social actors with which the ethnographic research was carried out. In this sense, thinking about the State in its multiple presences is a central analytical key to account for the generation of social relations and assets that not only allowed the local level to go beyond, but also enabled greater degrees of proximity and link with various officials and state agencies. But in addition, these aspects were productive in political terms to project actions in housing matters, at the same time that they operated in the legitimation and recognition of the group in terms of the processes of social and political production of the habitat.

Key words: Social grouping; Housing projects; State presences; Social relationships; Middle city

Resumo

Este trabalho busca refletir sobre a atuação de um grupo social dedicado à geração de empreendimentos habitacionais em uma cidade do centro de Buenos Aires na Argentina, a partir da consideração de ideias de Estado que se materializam em discursos, práticas, relações e conceitos de atores sociais. com o qual foi realizada a pesquisa etnográfica. Nesse sentido, pensar o Estado em suas múltiplas presenças é uma chave analítica central para dar conta da geração de relações sociais e patrimoniais que não só permitiram ir além do nível local, mas também possibilitaram maiores graus de proximidade e vínculo com diversos governantes. e agências estaduais. Mas, além disso, esses aspectos foram produtivos em termos políticos para projetar ações em matéria de habitação, ao mesmo tempo que operaram na legitimação e reconhecimento do grupo em termos dos processos de produção social e política do habitat.

Palavras-chave: Agrupamento social; Projetos habitacionais; Presenças estatais; Relações sociais; Cidade do meio

Introducción

El presente artículo se desprende de una investigación doctoral en antropología que no tuvo como “objeto” de indagación al Estado, sino a una agrupación social abocada a la construcción de proyectos habitacionales en una ciudad media de la provincia de Buenos Aires (Argentina). No obstante, al adentrase en la cotidianidad de esta agrupación, comenzaron a ganar centralidad las vinculaciones que los actores sociales construían con eso que piensan y llaman Estado. De este modo, en la búsqueda por comprender tanto el accionar de la agrupación en materia habitacional cuanto las trayectorias de vida de sus dos referentes, se advirtió cómo el Estado se transmutaba en múltiples presencias (oficinas y dependencias, políticas públicas, funcionarios, Universidad, etc.) lo que habilitó la creación de diferentes relaciones sociales inscriptas en topografías del poder. Pero además se visualizó cómo esas múltiples vinculaciones con el Estado, que remitían a diferentes temporalidades y contextos, forjaron la experiencia de lucha y de trabajo de la agrupación en cuestión (Massey, 2012).

Por medio de un trabajo etnográfico se buscó comprender el punto de vista nativo respecto del “Estado imaginado” (Schavelzon, 2010) o, mejor dicho, atender tanto a su dimensión vívida, histórica y temporal, cuanto a su dimensión porosa y plural, para reconstruir la experiencia cotidiana de los actores sociales respecto de ello que se suele uniformizar y abstraer en términos de “Estado” (Quirós, 2011). Resulta preciso mencionar que el enfoque etnográfico refiere a una concepción, experiencia y práctica de conocimiento (Guber, 2001) que permite un peculiar modo de teorizar, de problematizar la realidad y de atender a los procesos sociales en su discurrir y en su devenir (Grassi, 2003) al inscribirlos en contextos más amplios para su mejor comprensión (Grimberg, 2009). Esta concepción considera a la perspectiva de los actores cultural y localmente situados, como un camino privilegiado para acceder al conocimiento de lo social, que en un juego reflexivo entre la familiarización y el extrañamiento, permite captar los entramados complejos de significación y de relaciones interpersonales (Rockwell, 2009).

Atendiendo a lo mencionado, si bien en la investigación el abordaje del Estado resulta una deriva del trabajo etnográfico, fue necesario avanzar en su entendimiento sobre la base de recuperar diferentes autores centrales para la antropología (Abrams, 1977; Mitchell, 1991; Roseberry, 2002; Das y Poole 2008),1, cuyos trabajos pusieron en tensión aquellas representaciones que conciben al Estado como un marco central del hacer política, a partir de visibilizar sus continuas prácticas escurridizas, de fuga y de transposición. El Estado, lejos de ser un objeto unificado, constituye un fenómeno cultural cotidiano que involucra un conjunto de instituciones, rituales, procedimientos burocráticos, actividades y políticas que modelan y regulan la formación de sentidos y de los actores sociales (Balbi y Boivin, 2008; Schavelzon, 2010).

En sintonía con ello, resulta relevante pensar al Estado en sus “múltiples presencias”; como sostienen Manzano y Ramos: “En cada una de ellas, qué es el Estado dependerá del interjuego entre enunciaciones y audiencias, entre proyectos divergentes de unidad, entre lugares disponibles y formas de circularlos” (2015, p. 11). Esta conceptualización, además, privilegia la producción cotidiana de la política (Fernández Álvarez, 2016) y, en vinculación con ello, las tramas de relaciones sociales en las que el Estado se hace presente en diversas prácticas, expectativas y sentidos que modelan procesos de interacción social en espacios organizacionales, barriales y familiares, así como entre estos y diferentes niveles de gobierno.

De este modo, en el presente artículo interesa reflexionar sobre los modos de disputar, demandar, negociar y concertar que la agrupación habitacional construyó con autoridades gubernamentales (Manzano, 2013a), aspecto estratégico en términos políticos ya que permitió -en virtud de las condiciones de posibilidad (Sigaud, 1996) que le imprimía tanto el contexto sociohistórico a nivel local como nacional- ampliar el horizonte de lo posible en lo que hace a los procesos de producción social y política del hábitat (Girado, 2018). En este sentido, y como sostiene Schavelzon (2010), la llegada de gobiernos progresistas a Latinoamérica durante las últimas décadas renovó las investigaciones sobre el Estado a partir de considerar que determinados grupos sociales -“objetos de estudio tradicionales” de la Antropología- fueron alcanzados por diversas políticas públicas, lo cual intensificó las vinculaciones con aquel; aspecto vivenciado en el desarrollo de la investigación en tanto fue en un “contexto de ampliación de derechos” (Hintze, 2007; Kessler, 2014), promovidos por los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), que se produjo el surgimiento de la agrupación habitacional, con lo cual se redefinieron los modos de confrontar, tramitar y negociar con el Estado.

Sumado a ello, y atendiendo a que la investigación se desarrolló en una ciudad media de la provincia de Buenos Aires, resulta preciso advertir que lo urbano en escala media (Gravano, Silva y Boggi, 2016) también le imprime particulares características a la trama de relaciones sociales, y adquiere entonces una significación especial en los procesos de acción colectiva (Girado 2018). Representaciones de uso extendido, como por ejemplo, “acá nos conocemos todos”, posibilitan reflexionar respecto de cómo las relaciones de interconocimiento -me conoce, lo conozco, nos conocemos (Quirós, 2017)- repercuten en las formas de tramitar demandas, acciones y conflictos, así como también en la construcción de vínculos con autoridades gubernamentales.

Finalmente, se deben realizar algunas aclaraciones en términos metodológicos para una mejor comprensión del artículo. La investigación se desarrolló en el período 2013-2017;2 por medio del trabajo de campo fue posible recuperar las prácticas y discursos de diversos actores locales y provinciales abocados a la temática habitacional. No obstante, fue en el transcurso de la labor que la agrupación social en cuestión adquirió centralidad por tratarse de un actor emblemático a nivel local. Esto, lejos de circunscribir territorial y organizacionalmente a la investigación, habilitó a que el desarrollo del trabajo de campo se fuera configurando a partir de los recorridos por diversos espacios y eventos y de las relaciones sociales -múltiples y heterogéneas- que las dos referentes de la agrupación -actores claves de la investigación-3 transitaban y construían.

De “lo social” a “lo habitacional”: trayectoria(s) de vida e inicios de la agrupación

En la investigación se abordó la trama de relaciones interpersonales que la agrupación, y principalmente una de sus referentes -conocida a nivel local por su apodo de “Pocha”-4 construyó con heterogéneos actores sociales, en las que se concibió al Estado como el interlocutor central de sus demandas y acciones. Asimismo, para comprender las formas en que fueron construidas y operaron esas relaciones interpersonales en la confección e implementación de diversos proyectos habitacionales, se las vinculó con procesos históricos y políticos más globales (Thompson, 1984; Grimberg, 2009). Por este motivo, en el presente apartado se reconstruirán algunos aspectos de la trayectoria de vida de Pocha y de los orígenes de la agrupación, en tanto indicarían la sedimentación de habilidades, conocimientos y vinculaciones agenciadas en su labor en “lo social”, que serían reactualizadas en el curso de la demanda por el derecho a una vivienda digna, por políticas de tierra y vivienda a nivel local.

Podría decirse que son pocas las personas que en la ciudad no saben quién es o, mejor dicho, qué hace Pocha. Más allá de vincularse con la agrupación habitacional, existe un elemento que la define con mayor notoriedad; esto es su comedor comunitario emplazado en su casa, la cual se localiza en un barrio marginado. Pero además, se destaca la implementación que realiza de diversos programas y políticas públicas de educación y empleo, así como su paso por la política partidaria en calidad de concejala por el bloque Peronismo-Frente para la Victoria durante el período 2011-2015.

Estas actividades resultan una derivación de su temprano compromiso y trabajo en “lo social” a nivel barrial y municipal. En este sentido, Pocha recuerda que cuando sus cuatro hijos eran chicos comenzó a participar del centro de salud y de las instituciones educativas de su barrio. Posteriormente, en el año 1995, se convirtió en manzanera para el programa provincial Plan Vida;5 como suele mencionar con cierto orgullo “cuando nacieron las manzaneras yo nací como manzanera y lo sigo siendo”. De este modo, la implementación del programa habilitó a que su casa se transformara en un punto de encuentro, situación que continuó con el transcurrir de los años y motivó la generación de acciones que desbordaron la entrega de alimentos.

El contexto socioeconómico que imperaba en Argentina hacia fines de la década del noventa hizo que esta mujer accediera a un plan social de carácter municipal durante un período de seis meses (Manzano, 2013a), como contraprestación trabajó -junto con 14 mujeres más- en el centro de salud de su barrio y en una huerta comunitaria. En paralelo a ello, y como consecuencia de la agudización de la crisis social, económica y política en Argentina, es que decidió abrir un comedor en la cocina y living de su casa con el objetivo de seguir ayudando a sus vecinos y a su propia familia, cuya apertura se concretó en diciembre del año 2000.

La crisis del 2001 precipitó la salida del gobierno de Fernando De la Rúa, lo que inauguró un corto período en que se sucedieron tres presidentes hasta la designación interina, por parte de la clase política, de Eduardo Duhalde (2002-2003). No obstante, es con la llegada del presidente Néstor Kirchner en los comicios de diciembre de 2003 que comienzan a atenderse las demandas y consignas propias de la “crisis del 2001”. En efecto, a partir de ese momento se generó una agenda de trabajo que tuvo como principal objetivo la reactivación económica a partir de políticas de promoción del empleo, la intervención social del Estado, la implementación de diferentes programas sociales y la promoción de alianzas con diferentes agrupaciones que apelaban a la transversalidad y a desestimular las acciones de protesta, entre otras políticas (Pérez y Natalucci, 2010; Ferraudi Curto, 2014). En la ciudad donde se desarrolló la investigación, y en el marco de las elecciones de diciembre de 2003, obtiene su triunfo Miguel Ángel Lunghi,6 quien inicia el proyecto político de convertir a la ciudad en un “lugar soñado”.

Los cambios que comenzaron a suceder en la Argentina a partir del 2003 impactaron en la ciudad y particularmente en el trabajo que llevaba adelante Pocha. Si bien su comedor nunca cerró, fue disminuyendo significativamente la cantidad de personas que concurrían, al tiempo que comenzó a recibir recursos por parte del Estado, tanto provincial como municipal, donaciones de mercadería de empresas locales y de particulares. El hecho de que las personas tuvieran garantizado el plato de comida significó una redefinición de su trabajo social, puesto que, como sostiene Kessler “en un período de menor desigualdad, lejos de menguar las demandas, éstas pueden acrecentarse y también multiplicarse las dimensiones que los distintos actores intentan que se tomen en cuenta para disminuir las injusticias” (2014, p. 23).

De este modo, entrado el año 2003 se comenzaron a implementar en la casa de Pocha otro tipo de actividades, como por ejemplo, apoyo escolar, talleres artísticos y de oficios, etc.; situación que permitía vincularse con el Estado más allá de la implementación de políticas alimentarias. La posibilidad de encuentro que brindaba su casa habilitaba a pensar colectivamente modos de enfrentar problemáticas cotidianas. En ese marco, surge como proyecto conformar legalmente una asociación civil, ya que la obtención de una personería jurídica se vislumbraba como crucial en la búsqueda de financiamiento estatal para implementar programas y políticas públicas abocadas a la educación y el empleo. Además permitía brindarle un marco institucional a las actividades que se realizaban -literalmente- “desde la cocina” de la casa de esta mujer.

Todo lo realizado a lo largo de los años posibilitó que en el 2007 el intendente Lunghi le reconociera a Pocha, por medio de la entrega de una placa, su trayectoria y compromiso comunitario. Placa que tiene “arrumbada” en su casa, junto con otras medallas que también denotan reconocimientos, y que no solo le permiten dimensionar “todo lo luchado, todo lo logrado”, sino que también les otorgan legitimidad a sus acciones y reclamos. La cordial relación que desde el 2003 había construido con el intendente -y que hizo extensiva a su equipo de funcionarios- comenzó a sufrir modificaciones entrado el año 2008, cuando se conformó la agrupación dedicada a la generación de proyectos habitacionales, en tanto se construyó al gobierno municipal como el principal responsable político de la falta de acciones en materia de tierra y vivienda para los sectores populares y la clase media baja.

El surgimiento de la agrupación habitacional se produce en el marco de unos “talleres de género” que se realizaban en la casa de Pocha, destinados tanto a las beneficiarias del Plan Vida cuanto a aquellas mujeres que llevaban a sus hijos al comedor y/o concurrían en busca de todo tipo de ayuda. Fue en el marco de esos encuentros que resultó posible “pasar de las anticonceptivas a la vivienda”, como solía decir Ana -la otra referente de la agrupación-. En estos talleres resultaba una constante referirse a las dificultades que experimentaban vecinas del barrio con respecto al acceso a la vivienda y el suelo urbano, a la irregularidad en las condiciones edilicias y de tenencia de sus viviendas, al no acceso a servicios urbanos básicos y a la falta de programas habitacionales estatales en la ciudad. Todos estos factores llevaron a definir a “lo habitacional” como una problemática que requería ser atendida en principio por el Estado municipal.

Una vez que se decide conformar una agrupación dedicada exclusivamente a trabajar sobre la problemática habitacional local, se concibe como estratégico políticamente que sus referentes sean Pocha y Ana -“mano derecha” de la primera-. Esta decisión se encuentra íntimamente vinculada con dos aspectos interrelacionados: por un lado, el carisma, habilidades y conocimientos de estas mujeres se visualizaba como central en la tramitación de las demandas habitacionales en tanto les permitía realizar una suerte de “política desde abajo” que se alimentaba de aspectos domésticos, y de un saber-hacer aprendido en su tránsito -no sin tensiones y contradicciones- por diversos espacios (sociales, barriales y políticos).

Por este motivo, Pocha era la encargada de generar las relaciones sociales; su personalidad se concebía como un “arma infalible” que le posibilitaba llegar a cualquier actor, lo que personalizaba y humanizaba los vínculos; en ello su adscripción barrial se jugaba como un valor que le imprimía y reforzaba ciertas características como “ir de frente”, la “sencillez” y la capacidad de gestión con reducidos recursos. Mientras que Ana, por sus experiencias previas de trabajo -en fábricas y venta al público- y su facilidad con el manejo de la “tecnología” y los “números”, era la encargada de la parte formal y burocrática de la agrupación. Redactaba los proyectos habitacionales, armaba y organizaba los trámites y expedientes, realizaba los balances económicos, evaluaba los presupuestos, entre otras actividades que le imprimían “seriedad” y “organización” al trabajo que realizaban desde la formalidad de la asociación civil.

En este punto resulta preciso recuperar los trabajos de Manzano (2013a) y Rosa (2011), ya que advierten sobre el lugar que juegan los marcos familiares y de organización colectiva en el sostenimiento de las actividades diarias de aquellas personas que se dedican de manera permanente a la satisfacción de demandas. En el caso de Pocha y Ana, sus familias (esposos e hijos) no solo apoyaban las actividades que realizaban, de las cuales muchas veces participaban, sino que también se constituían en sus principales sostenes económicos, situación que les permitió dedicarse plenamente a la asociación civil y a la agrupación. No obstante, esto no niega que debían lidiar con la existencia de dilemas cotidianos respecto de cómo satisfacer los requerimientos familiares y las exigencias de los grupos representados.

Pero, además, el hecho de que estas mujeres asumieran desde el inicio de la agrupación la representación de las diversas familias que integraban cada uno de los proyectos habitacionales fue un efecto emergente y contingente de su discurrir (Fernández Álvarez, Quirós y Gaztañaga, 2015). La vorágine de la lucha con el gobierno local hizo que Pocha y Ana se pusieran al frente del reclamo en tanto se valoraba su capacidad para producir recursos, objetos y relaciones sociales (Quirós, 2011). Si bien hubo intentos por discutir quiénes debían asumir las tareas de representación, la manera de gestionar la problemática habitacional lo imposibilitó. Pocha y Ana se pensaban a sí mismas como “desarrolladoras urbanas”; entendían que ellas administraban los recursos de las familias en una operación inmobiliaria. Y, en este sentido, el hecho de participar y trabajar momentáneamente juntos(as) en la concreción de un proyecto era lo que permitía acceder, en un primer momento, a un terreno urbanizado por debajo de los precios del mercado. Esta representación limitaba una participación activa de las familias, quienes depositaban en Pocha y Ana la responsabilidad en la conducción de los proyectos, tarea que requería un trabajo constante por producir credibilidad, desinterés y confianza ante los representados, ya que, como señala Bourdieu (1989), los representantes disponen de un capital político lábil.

Y, por otro lado, las características simbólicas y estructurales de la ciudad media donde se desarrolló la investigación hacen que la escala de la trama de relaciones sociales adquiera una significación especial en los procesos de acción colectiva. De este modo, resultaba estratégico que Pocha, y en menor medida Ana, estuviera al frente de la agrupación, ya que la que reclamaba no era “cualquier” mujer en la ciudad, puesto que era reconocida por amplios sectores por su trabajo en “lo social”. De este modo, el hecho de que estas mujeres se hayan constituido en las referentes de la agrupación tuvo sus implicancias en la legitimidad del reclamo, en las formas de gestionar la problemática habitacional y en los modos de establecer vinculaciones con un Estado que no les resultaba “ajeno”, ya que se transmuta en múltiples presencias (Manzano y Ramos, 2015), aspecto que se desarrollará con mayor detenimiento en los próximos apartados.

Modalidades de acción colectica para la vinculación con el Estado

“Lo que no te mata te hace más fuerte”, deslizó Ana cuando se comenzó con el trabajo de campo en el 2014; esta frase hacía referencia a las vinculaciones que habían construido con el gobierno local en el transcurso de los años, las cuales remiten a la experiencia vívida de su lucha por el acceso al suelo urbano y a la vivienda digna. Fue en el hacer (se) de la agrupación habitacional, en el marco de procesos históricos y políticos más globales, que paulatinamente construyeron y modificaron los modos de disputar, demandar, negociar y concertar con autoridades gubernamentales (Manzano, 2013b). Si en los inicios prevaleció la demostración situacional de la fuerza y posteriormente la confrontación, con la instauración de un particular modo de gestión de la problemática habitacional a partir de la implementación continua de proyectos habitacionales7 se privilegió la tramitación y la consiguiente elaboración de acuerdos con diversos actores sociales. En palabras de Pocha: “Hemos estado luchando muchísimo contra el gobierno local. Hoy el municipio ya no es enemigo nuestro, no es amigo pero no es enemigo, nos facilita el camino”. (Fragmento de registro de campo).

Desde los inicios de la agrupación existió una preocupación constante por establecer canales de diálogo con el Estado, ya que se lo visualizaba como el responsable político de la problemática habitacional. De este modo, entre las primeras acciones en la búsqueda por construir vínculos con las autoridades gubernamentales locales se destacan la elaboración de notas solicitando audiencias con el intendente y su equipo de trabajo, y la presentación de proyectos ante el Concejo Deliberante para que se aprobara la venta de terrenos a costos sociales. Sumado a ello, por medio de estos canales burocráticos se buscaba tensionar algunas representaciones extendidas sobre, por un lado, las primeras mujeres que integraban la agrupación,8 en tanto se las visualizaba como “negras quilomberas”, “vagas”, “planeras”; y, por el otro, aquellas que vinculan a los sectores populares con “formas pobres de hacer ciudad” (Rodríguez, 2005), ya que las respuestas habitacionales a implementar se debían inscribir en un marco de formalidad y legalidad.

Ese primer encuentro con las autoridades gubernamentales se dilató por un par de meses, y se concretó durante los primeros días de abril de 2009. Lo interesante de aquella reunión es que desde el oficialismo se reconoció como legítima la demanda habitacional y se la hizo extensiva a numerosas familias que no se nucleaban en la agrupación; al tiempo que se hizo hincapié en la responsabilidad política de la problemática, entendiendo que la implementación de políticas de suelo y vivienda le correspondía a nación y provincia por cuestiones presupuestarias y de competencia, posicionamiento que se mantiene hasta la actualidad. Vale destacar que uno de los aspectos más cuestionados de las gestiones de Lunghi es precisamente el acceso al hábitat.

Ante la falta de respuestas concretas por parte del municipio a la demanda de lotes sociales y materiales para la construcción de viviendas, desde la agrupación se planteó el desafío de generar un accionar colectivo en pos de legitimar la demanda y presionar al gobierno en la búsqueda de respuestas. Por este motivo es que decidieron instaurar el lema “el que alquila también es un sin techo”, a fin de incluir en sus reclamos no solo a los sectores populares sino también a la clase media baja.

La falta de continuidad en los diálogos imposibilitó avanzar en la construcción de acuerdos con las autoridades gubernamentales lo que hizo que se privilegiara la movilización y la puesta de los cuerpos en la calle. La ocupación del espacio público mediante la realización de marchas, reparto de volantes y corte de calles anunciaba públicamente la existencia de un conflicto, así como que también producía vínculos con el gobierno a partir de movilizar su estructura institucional. Al respecto, Pocha manifestaba,

Para que te atiendan tenés que cortar calles y golpear bombos […] de lo contrario no pasa nada […] en los inicios marchábamos en pleno invierno una vez por semana, se burlaban de nosotros en el municipio, no nos atendían, era desesperante… nos mandaban de un lado al otro. (Fragmento de entrevista)

En este proceso de creación de formas de hacer y decir que habilitaran vinculaciones con el Estado y con otros “públicos” (Gusfield, 2014) no solo fue crucial incluir en el reclamo a los sectores medios, sino también el acercamiento a profesionales, quienes contribuyeron en el proceso formativo respecto de cómo llevar adelante sus demandas y gestiones. Desde la agrupación se establecía una diferencia entre los primeros profesionales que se acercaron inicialmente a la casa de Pocha, de aquellos que habían sido contactados en el devenir de los proyectos habitacionales. Los que se acercaban motu proprio ponían a disposición una serie de conocimientos y saberes relacionados con sus profesiones, sumado a que compartían un compromiso político e ideológico con el trabajo y la lucha de la agrupación (Perelmiter, 2011).

Algunos de esos profesionales trabajaban en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), institución -estatal- que tiene un rol activo a nivel local y que resultó crucial en la experiencia de lucha y de trabajo de Pocha y Ana. Estas mujeres destacaban el rol de la UNICEN en la obtención de la personería jurídica de la asociación civil; en el acceso a recursos materiales en el marco de convenios con universidades internacionales; y en la posibilidad de participar en diferentes eventos académicos dando cuenta de su labor en materia habitacional, eventos que además les posibilitaron comprender que lo que hacían desde la agrupación iba más allá del derecho a la vivienda digna, y se relacionaba con el derecho a la ciudad (Thomasz, 2013; Girado, 2018).

Los profesionales que se vincularon con estas mujeres en los inicios de la agrupación fueron trabajadoras sociales, un abogado y un arquitecto; entre sus primeras acciones buscaron transformar “relatos en datos” a partir de la confección de relevamientos en diferentes barrios en pos de demostrar que, aun en una ciudad que se presentaba desde los sectores hegemónicos como “soñada”, numerosos actores manifestaban dificultades habitacionales (Manzano y Moreno, 2011). Por otra parte, se intentaba certificar una “manera correcta y seria” de hacer las cosas; es decir, estos profesionales asesoraban en la elaboración de cartas, petitorios, expedientes y proyectos; en el recorrido por las oficinas del Estado; en la optimización de los tiempos y recursos y en las formas de reclamar. De los profesionales que fueron contactados y contratados por la agrupación en el devenir de los proyectos se esperaba un “saber técnico” requerido por el Estado para el armado de estos, y su participación se limitaba a momentos y trámites específicos.

Ahora bien, luego de varios meses durante los cuales se tensionaron los vínculos con el gobierno, finalmente les fueron concedidos ocho lotes urbanos, lo que fue visualizado como el “primer triunfo”. No obstante, se hizo hincapié en que “la lucha continuaría”, ya que existían más de 200 familias que aguardaban por un terreno. De este modo, volvieron a presentar un proyecto ante el Concejo Deliberante para la compra de dos hectáreas pertenecientes al municipio, pedido que fuera rechazado por el Ejecutivo bajo el argumento de que no resultaba “justo” para otras familias que se encontraban atravesando la misma situación, entregarles terrenos únicamente a esta agrupación. Este posicionamiento generó que en los pasillos de la municipalidad se produjeran “cruces” entre el oficialismo y quienes participaban de ella, situación retratada por un diario local bajo el titular “Tensión y acusaciones ante nueva demanda por déficit habitacional” (Diario La Voz, 17 de junio de 2009). Pero además, para Pocha significó que se le prohibiera temporalmente la entrada al recinto municipal.

Por este motivo, comenzaron la búsqueda de nuevos terrenos fiscales correspondientes al Instituto de la Vivienda de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, desde el gobierno local se les puso un nuevo “obstáculo” al accionar de la agrupación en tanto gestionarían la venta de los terrenos siempre y cuando pudieran garantizar la edificación de las viviendas. Esta decisión se sustentaba en que:

El déficit habitacional de la ciudad no se resuelve entregando terrenos […] aquellas familias que no cuentan con los recursos necesarios si les das los lotes tenés dos problemas, tiene el lote pero después no tiene para poner ladrillos arriba. (Declaraciones del jefe de Gabinete, Diario Nueva Era, 1 de julio de 2009)

Ante el desafío impuesto, se comenzó a pensar en posibles fuentes de financiamiento; como solía repetir Ana, “de la necesidad surge la creatividad”; así fue que, luego de evaluar diversas opciones, se vincularon con una empresa de viviendas prefabricadas que les ofreció una financiación mensual. De este modo, el 31 de diciembre de 2009, después de un año de lucha colectiva, lograron firmar el acuerdo con autoridades municipales para acceder a 30 nuevos terrenos. Atendiendo a lo mencionado en el presente apartado, resulta preciso señalar que si durante la etapa de surgimiento de la agrupación habían entablado relaciones con y contra el Estado, entre las que se destacan el proceso de lucha y movilización, para fines de 2010 comenzaban a redefinir el trabajo de gestión de la problemática habitacional. Se visualizaba un cierto “desgaste” de las vinculaciones con el gobierno local, lo que dificultaba el acceso a recursos del Estado, principalmente en lo que respecta a suelo urbano.

De este modo, comienzan a advertir que de nada servía luchar por el acceso a la vivienda digna si no disponían de tierras donde construir. Lo importante y prioritario era acceder a suelo urbano; si el Estado no garantizaba esto y al mismo tiempo se condenaban formas de “hacer ciudad” que se daban en el marco de la informalidad e ilegalidad urbana -como eran las ocupaciones-, la opción que restaba era la confección de proyectos habitacionales que privilegiaran la vinculación con el mercado inmobiliario formal a los fines de acceder a suelo que posteriormente urbanizarían. Asimismo, requerían vincularse tanto con otras autoridades y dependencias estatales a nivel provincial y nacional cuanto con variados actores a nivel local -como por ejemplo, empresas constructoras, profesionales, obreros de la construcción, agrupaciones, políticos, etc. -. De este modo, esa trama de relaciones sociales les permitía garantizar una generación continua de proyectos, los cuales adquirían particulares características en virtud de cómo se producía la articulación entre los mencionados actores y de cómo cotidianamente disputaban los límites respecto de lo que resultaba posible -y deseable- hacer a nivel local en materia habitacional.

La proximidad del Estado: desbordando el nivel local

En el presente apartado interesa pensar la trama de relaciones sociales que la agrupación, y particularmente sus referentes, construyeron con el Estado en sus múltiples presencias y niveles, aspecto que se constituirá en un capital político crucial para la generación e implementación de los proyectos habitacionales. Sumado a ello, y a los fines de comprender las formas en que se construyeron esos lazos de vinculación -y proximidad-, resulta necesario atender a los contextos históricos y cotidianos de los actores sociales.

Ahora bien, como se mencionó con anterioridad, la medianidad de la ciudad opera en la trama de relaciones sociales; representaciones de uso extendido tales como “acá nos conocemos todos”9 adquieren centralidad en la tramitación de demandas y problemáticas, ya que muchas veces el hecho de ser conocido de tal y cual persona o, como suele decirse, “tener llegada a”, posibilita sortear ciertas formalidades y burocracias, generar instancias de diálogo y habilitar otras reciprocidades. En este sentido, Quirós (2017) reflexiona respecto de la productividad política de las relaciones de interconocimiento -me conoce, lo conozco, nos conocemos-, ya que estas son “susceptibles de producir, conducir y/o traducirse en (ciertos) vínculos y expresiones de adhesión política” (2017, p. 131). Sumado a ello, esas relaciones no darían cuenta de una alta intensidad afectiva o moral entre las personas, sino más bien referirían a un conocimiento difuso, general y de baja intensidad personal.

Tanto Pocha como Ana resultaban dos mujeres conocidas en la ciudad por los espacios a los que representaban -comedor comunitario, asociación civil y agrupación habitacional-; y justamente, en su hacer cotidiano en dichos espacios es que habían construido una trama de relaciones con heterogéneos actores sociales. En lo que respecta específicamente a la proximidad con funcionarios y políticos locales, Pocha y Ana solían señalar que no sólo se los conocía por las funciones que desempeñaban en la gestión pública sino también por cuestiones que hacían a sus vidas personales, como por ejemplo dónde residían, dónde estudiaron, quiénes eran sus familiares y personas allegadas, lo cual posibilitaba acceder a ellos por vías no necesariamente institucionales.

Desde los inicios de la agrupación se apeló a las relaciones que Pocha había establecido en el transcurso de su labor en “lo social” -tanto a modo personal como institucional- con funcionarios que formaban parte del gobierno de Lunghi -principalmente del área de Desarrollo Social y Obras Públicas-, a quienes respetaba por el trabajo que realizaban, más allá de las diferencias políticas que pudiesen tener por adherir a diferentes partidos.

La propia gestión de Lunghi abonaba a construir y legitimar la imagen de un gobierno cercano al vecino. Su propio pasado profesional contribuía, en parte, a dicha imagen, en tanto era un médico pediatra conocido en la ciudad, motivo por el cual resultaba común que se dijera “él era el médico de mis hijos”, “yo lo conozco desde que atendía en su consultorio”. Esto sucedía también con diferentes funcionarios de su gestión, quienes eran reconocidos principalmente por las profesiones ejercidas antes de su participación en la política. Asimismo, la continuidad en el poder de la misma gestión municipal durante más de diez años abonó a que las vinculaciones generadas fueran reactualizadas en el curso de la demanda por el acceso al suelo urbano y la vivienda.

Atendiendo a esas relaciones de interconocimiento que se producían entre Pocha, Ana y diversos funcionarios y políticos locales, las tareas de concertar llamadas, encuentros y agendas de trabajo no se presentaban como complejas. Tan solo bastaba realizar una(s) llamada(s) a sus teléfonos personales y/o laborales o directamente aparecerse en el municipio o en diversas dependencias estatales para ser atendidas, y sortear muchas veces ciertas formalidades y burocracias.

Sumado a ello, durante el paso de Pocha por la política partidaria en calidad de concejala del bloque Peronismo-Frente para la Victoria resultó crucial en las formas de hacer y aprender a hacer política las mencionadas relaciones de interconocimiento con diferentes funcionarios y políticos locales, en mayor medida pertenecientes al Radicalismo. De este modo, la personalización y “cercanía” de los vínculos, así como la apelación a lazos de solidaridad, resultaron tácticas para generar ciertas ventajas, como por ejemplo, obtener una respuesta favorable a un pedido, pedir ahorrar tiempos de espera y agilizar trámites. Pocha fluía con cierta “frescura” por el palacio municipal, ya que ni las personas ni la institución le resultaban ajenas.

Yo siempre hablé con todo el mundo, he tenido la dicha de poder contactarme con funcionarios que me han ayudado mucho acá como en Provincia, por ejemplo el funcionario Aguilera de provincia me enseñó eso, un día me dijo “¡Pocha lamentablemente vos vas a tener que tratar con Lunghi por más que vos no lo quieras!” […] Yo pienso en la gente, eso me obliga a tener que dialogar con todo el mundo; por ejemplo, desde nuestro bloque se critica a los radicales, sin embargo, yo los he llamado por diferentes motivos y siempre me han solucionado las cosas. (Fragmento de entrevista realizada a Pocha)

En el fragmento anterior se da cuenta de que también lograron construir relaciones próximas y afectivas con funcionarios de la provincia de Buenos Aires, las cuales resultaron beneficiosas para el armado e implementación de nuevos proyectos habitacionales. La posibilidad de construir esas vinculaciones se debe a los cambios motorizados durante el kirchnerismo en lo que hacía al rol del Estado y su relación con el mundo popular, por medio de propiciarse la territorialización de las políticas públicas y la disminución a su máxima expresión de las fronteras entre la técnica, la política y el afecto (Perelmiter, 2011).

Estos aspectos se hacían presentes cuando se mencionaba particularmente el accionar de algunos funcionarios del Instituto de la Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, de quienes se destacaba su saber profesional en la generación de proyectos habitacionales, su actitud militante y su capacidad para humanizar los vínculos y comprometerse con las personas:

Este chico Vitar es repiola, simpático y buen mozo (risas). Se vino al comedor sin ningún problema ¿Qué funcionario hace eso? Incluso el otro chico que trabaja con él también es un divino, el otro día hablé con este chico y me dijo Pocha, yo te quiero mucho, lo que vos haces no lo hace nadie. (Fragmento de entrevista realizada a Pocha)

Cuando Pocha reconstruía las reuniones que mantuvo con Vitar en el municipio, renegaba de sus “compañeros” de bloque, ya que no le habían “sacado provecho a su visita”. Lo que estaba en juego con en este tipo de funcionarios, que poseían cargos importantes al interior de la estructura de gobierno, era que justamente ejercían una suerte de capacidad de enlace con otros niveles de Estado. Es decir, Vitar le permitió a Pocha, y a su agrupación, trascender el nivel local para vincularse con otros funcionarios y políticos, realizar consultas, averiguaciones, acceder a cierta información y recursos necesarios en el armado de los proyectos, tener conocimiento sobre determinadas convocatorias y programas, entre demás cuestiones.

En relación con lo anterior, Pitt-Rivers (1989), en su trabajo sobre el poblado de Grazalema (España), señala que no resultaba posible conseguir nada por fuera de los amigos; por este motivo, cuantos más amigos se tenía, mayor era el grado de influencia de la persona. Y cuanto más influyentes eran esos amigos, más influencia -y prestigio- tendría la persona. Si bien el autor buscaba analizar las formas en que se entrelazaban la estructura de la amistad y la estructura de la autoridad en el mencionado poblado, sumado a que en el presente artículo se hace uso de la categoría de relaciones de interconocimiento de Quirós (2017) -porque justamente resultarían relaciones más “débiles” y “difusas” que aquellas que derivan de una amistad-, su planteo permite reafirmar que las relaciones que se establecen con ciertos actores estatales resultan un recurso de inigualable valor político.

En este sentido, se puede decir que el reconocimiento y prestigio de la agrupación habitacional y de sus referentes, descansaba -parcialmente- en el “arte” de poder acceder, transitar y articular diferentes personas, espacios y niveles gubernamentales. Esto se hizo evidente en el acto público que la agrupación organizó en 2015 para la entrega de los terrenos correspondientes a uno de sus proyectos habitacionales, acto que contó con la participación de funcionarios locales y provinciales.

Pocha: Quiero decirles algo… he conocido a Pablo Sarlo y a Nacho Vitar, realmente para mí, pibes excelentes […] nos han ayudado a armar lo que hemos armado, y por eso quiero agradecerle muchísimo… Sarlo: […] Como dice Pocha, colaboró muchísimo Nacho Vitar a través de la Subsecretaría Social de Tierra Urbanismo y Vivienda que dirige Fabián Estaquiotti, un compañero y un amigo […] hoy Pocha me llamó varias veces, bah últimamente […] el sábado pasado hice unos 60 kilómetros caminando a Luján, tuve un solo llamado en esa peregrinación, fue un llamado de Pocha para pedirme que por favor hoy estuviera presente con ustedes, y para que comprometiera la asistencia financiera para completar el sueño de las 96 casas […] que Pocha llame un sábado, que llame a las 11 de noche significa que se está preocupando por ustedes (refiriéndose a la familias presentes) todos los días, y que nosotros la atendamos significa que nosotros la atendemos a Pocha porque sabemos todo lo que representa, que no es una persona que habla por hablar, sino que detrás de ella están todos ustedes. (Acto público realizado en octubre de 2015)

Las vinculaciones que se fueron tejiendo con diferentes profesionales, funcionarios y políticos en el andar de la agrupación y de los proyectos permite además dar cuenta de las múltiples adscripciones que poseían Pocha, y también Ana, en el escenario local. Como ya nos señaló Rosa (2011), las personas tienen diversas pertenencias e involucramientos simultáneos; el desafío de comprender esas vidas en movimiento obliga a atender los modos en que lidian con ello a lo largo del tiempo, lo que da lugar a variadas narrativas, acciones y comportamientos.

De este modo, hablar y actuar en calidad de mujer, madre, concejala, presidenta de una asociación civil, referente de una agrupación habitacional, vecina de un barrio marginado, militante kirchnerista, dependía de los contextos y de los auditorios; y era precisamente esa capacidad para ocupar una, varias y/o todas esas posiciones lo que les permitía a estas mujeres reafirmar el reconocimiento y reputación que lograron construir (Vommaro, 2006). Sumado a ello, esas múltiples adscripciones resultaban productivas en términos políticos, ya que habilitaban la generación de una trama de relaciones que se traducía en el acceso a recursos, obras, programas y eventos valorados socialmente, al tiempo que daban cuenta de una capacidad diferencial para hablar e intervenir en materia habitacional.

Consideraciones finales

A partir de los apartados que componen el presente artículo se buscó reconstruir las múltiples vinculaciones que la agrupación habitacional -principalmente sus referentes- construyó con un Estado que se transmutaba en múltiples presencias y que desbordaba el nivel local. Fue el tiempo invertido en acompañar la “monotonía” del cotidiano en la casa de Pocha durante más de cuatro años lo que permitió vislumbrar la centralidad que adquiría esa trama de vinculaciones en la gestión que realizaban de la problemática habitacional local.

Las dificultades para avanzar en la construcción de acuerdos y acciones en conjunto con el gobierno municipal, así como también la condena que realizaban sobre aquellas formas de acceso al hábitat que se enmarcaban en la informalidad e ilegalidad urbana, hicieron que la agrupación redefiniera la forma de gestionar respuestas habitacionales, lo que al mismo tiempo supuso producir “funciones” de Estado. Es decir, por medio de la organización y acción colectiva, las propias familias eran las encargadas de generar suelo urbano y viviendas, y desplazaban así el protagonismo y la responsabilidad que le habían conferido inicialmente al Estado.

No fue hasta avanzado el trabajo de campo que se comenzó a vislumbrar la centralidad que adquirían los proyectos, no solo los referidos a “lo habitacional”, en la cotidianidad de trabajo de la agrupación y la asociación civil. Por este motivo resultaba común que, al llegar a la casa de Pocha, ella estuviera junto con Ana llenando planillas, completando formularios en Internet, llamando por teléfono a funcionarios y reuniéndose con diferentes personas. La confección, presentación, seguimiento e implementación continua de diversos proyectos habitacionales resultaba algo más que un lenguaje de demanda aprendido en el encuentro con el Estado, constituyeron una forma de “hacer ciudad” que permitía advertir cómo la política era puesta en acto.

De este modo, mediante los proyectos se mostraba suelo urbano, viviendas, planos, familias, reuniones con funcionarios, etc., es decir, se daba cuenta del trabajo y el tiempo invertido en su concreción. Pero además, iluminaban respecto a la capacidad de enlace desarrollada a partir de la generación de relaciones de interconocimiento, lo cual significaba articular -con avances y retrocesos en virtud de los diferentes contextos históricos- acciones, recursos, funcionarios y políticos correspondientes a diferentes niveles de Estado, lo que desbordaba el ámbito local.

Cuando se reconstruye el modo de gestionar la problemática habitacional que propuso la agrupación en su andar, aparece la “ignorancia” como punto de partida para validar el trabajo que realizaban sus referentes. Sin embargo, sus primeros pasos no se dieron en el vacío, sino que se valieron de habilidades, conocimientos y vinculaciones agenciadas en la práctica, que fueron reactualizadas en el curso de la demanda por políticas de tierra y vivienda. Por este motivo, resultó crucial poder reconstruir en términos generales la trayectoria de vida de Pocha, puesto que da cuenta de cómo a partir de su labor en “lo social” logró establecer vinculaciones con el Estado; al tiempo que aprendió a movilizar su estructura institucional apelando a la confección de expedientes, a la personalización de trámites, asegurando una presencia continua en oficinas e instituciones, asesorándose con profesionales, entre otras cuestiones.

Pero además, reconstruir la trayectoria de vida de una de sus principales referentes y los inicios de la agrupación permite advertir cómo Pocha y Ana supieron creativamente articular prácticas individuales y colectivas, la lucha y la tramitación, así como diferentes lógicas y lenguajes que hacen a la producción del hábitat y que se vinculan con la implementación de políticas públicas, con la organización colectiva, los partidos políticos, la Universidad y la administración estatal. Sumado a ello, su tránsito por diversos contextos sociohistóricos y espacios (sociales, barriales y políticos), permearon formas de ser, estar y hacer en materia habitacional.

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1A modo de resumen, los aportes de Roseberry (2002) permitieron pensar al Estado como un campo de luchas que se dan en dos niveles: enunciación y recepción. Es atendiendo a estos dos niveles que el Estado resulta un proyecto en permanente construcción de un marco discursivo común. Por su parte, Abrams (1977) se refirió al Estado en tanto una categoría de uso, con sentidos contextuales y que enmarca ciertas luchas específicas, más que como una categoría de análisis. Para Abrams, lo que sí tiene realidad política son, por un lado, las ideas y sentidos de Estado; y, por otro, el sistema de Estado, considerado en su concreción y desagregación -en funcionarios, oficinas, instituciones, prácticas burocráticas-. Y, finalmente, si se atiende a aquellas prácticas constitutivas y/o impugnadas de Estado, Das y Poole (2008) consideran que la Antropología es una entrada excepcional para entender el Estado en “los márgenes”; mientras que Mitchell (1991) invitaba a pensarlo por sus “efectos”.

2Si bien la investigadora es oriunda de la ciudad en donde se desarrolló la investigación, al momento de realizarla residía en una ciudad vecina, motivo por el cual semanalmente, durante el mencionado período, viajó para realizar trabajo de campo de manera intensiva y sistemática.

3La vinculación con la agrupación fue a consecuencia de las derivas de la investigación, ya que inicialmente se comenzó a realizar trabajo etnográfico con la Asamblea por Tierra y Vivienda. No obstante, al disolverse esta, dos de sus integrantes fueron quienes sugirieron y propiciaron la vinculación con Pocha y Ana, no solo porque eran cercanas a ellas, sino también porque entendían que la agrupación que lideraban resultaba un ejemplo de lucha y de trabajo a nivel local. Asimismo, en los inicios del trabajo etnográfico, en reiteradas oportunidades se había vislumbrado la centralidad de estas mujeres en lo que respecta a los procesos de producción social y política del hábitat a nivel local, como alguna vez manifestó un interlocutor: “En materia habitacional, todos los caminos conducen a Pocha”.

4A los fines de preservar la identidad de los interlocutores se decidió omitir el nombre de la ciudad y la agrupación habitacional en cuestión, así como los nombres y apodos de las personas que la integran. No obstante, esto no se realizó con los funcionarios por tratarse de figuras de la gestión pública.

5Este plan estaba destinado a mujeres embarazadas y niños de hasta 5 años de edad y consistía principalmente en el reparto de alimento, tarea que estuvo a cargo de mujeres de barrios marginados que, por ser cada una de ellas responsable de un número de 10 manzanas, recibieron el nombre de manzaneras. Un aspecto central de este programa era que las manzaneras tenían una serie de características que las constituían como un actor social fundamental para la implementación del Plan Vida: eran mujeres que vivían en barrios marginados, “portadoras” de ciertos valores -ser solidarias, tener vocación de servicio, buenas vecinas, no conflictivas, dedicadas al trabajo doméstico, afectivas- y eran reconocidas en el interior del barrio (Masson, 2004).

6Pertenece a la Unión Cívica Radical y fue reelecto en cinco oportunidades: 2003-2007; 2007-2011 2011-2015; 2015-2019; 2019-2023.

7Los proyectos incluyen, en un primer momento, la compra y urbanización de suelo, para luego avanzar en la construcción de viviendas bajo diversas operatorias. Los recursos provienen mayoritariamente de las familias que integran los diversos proyectos en tanto que la participación del Estado es reducida; por este motivo se trabaja principalmente con familias de sectores medios que tienen cierta “capacidad de ahorro y de pago”.

8Si bien se refería a que la agrupación “había nacido del género”, puesto que entre los primeros integrantes se registraban mujeres y madres, con el correr de los años el género fue perdiendo peso en la identidad de la agrupación. Por este motivo se señala que de ella participan “familias trabajadoras” que manifiestan dificultades para acceder al suelo urbano y a la vivienda.

9Más allá de los aspectos imaginarios que pudieran existir en torno a esa representación, debe analizarse a partir de considerar lo urbano en escala media. En este sentido, la identidad de las ciudades intermedias se construye sobre la base de la comparación con otras escalas urbanas, como son el par pueblo-metrópoli. Por este motivo, la mención a la representación se vincularía más con ciertas características asociadas a “lo pueblerino” (Gravano et al., 2016).

FinanciamientoLa investigación doctoral que resultó de insumo para la realización del presente artículo se realizó a partir de la obtención de una Beca Interna de Doctorado por parte del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina (CONICET)

Correo electrónico: giradoagustina@gmail.com

Sobre la autora

Doctora por la Universidad de Buenos Aires, área Antropología. Licenciada en Antropología Social por la Facultad de Ciencias Sociales de Olavarría (FACSO). Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina (CONICET).

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