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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.42 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2021  Epub 27-Ago-2021

http://dx.doi.org/10.34096/runa.v42i2.9302 

Artículo original

Sombras de antepasados olvidados.Una reflexión sobre el origen de la etnografía y la etnología en la obra de Han Vermeulen

Shadow of forgotten ancestors.Reflections about the origins of etnology and etnography in the work of Han Vermeulen

Sombras de antepassados esquecidos.Uma reflexão sobre a origem da etnografia e da etnología na obra de Han Vermeulen

1 Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Buenos Aires, Argentina

Resumen

El siguiente trabajo nace del diálogo con la obra de Han Vermeulen en relación con los orígenes de la antropología. Para este autor, el origen de la etnología, como una de las raíces de la antropología sociocultural, es producto de una disciplina que había alcanzado su madurez a finales del siglo XVIII, y emergió a partir de los trabajos de campo realizados en Rusia y el norte de Asia, principalmente por eruditos de la universidad de Göttingen. La tesis propuesta por Vermeulen apunta a una revisión histórica sobre los orígenes de la antropología oponiéndose a la visión tradicional y más difundida, que ubica el nacimiento de la disciplina hacia finales del siglo XIX con la conformación del paradigma evolucionista. El presente artículo hace un recorrido por este trabajo y presenta algunas notas críticas sobre los argumentos y las conclusiones defendidas por el autor. Resalta también el valor de este tipo de reflexiones para tener una mayor comprensión de la disciplina antropológica como producto histórico y el reconocimiento de tradiciones disciplinares periféricas que muchas veces no son reconocidas en las tradiciones canónicas.

Palabras clave: Historia de la antropología; Antropología alemana; Antropología rusa; Völkerkunde; Ethnologie

Abstract

The following work arises from a dialogue with the work of Han Vermeulen in relation to the origins of anthropology. For this author, the origin of ethnology, as one of the roots of sociocultural anthropology, is the product of a discipline that had reached its maturity at the end of the 18th century, emerging from field work carried out in Russia and the North. from Asia, mainly by scholars from the University of Göttingen. The thesis proposed by Vermeulen points to a historical review of the origins of anthropology, opposing the traditional and more widespread vision, which gave birth to the discipline towards the end of the 19th century with the conformation of the evolutionary paradigm. This article takes a tour of this work and presents some critical notes on the arguments and conclusions defended by the author. It also highlights the value of this type of reflections to have a greater understanding of the anthropological discipline as a historical product and the recognition of peripheral disciplinary traditions that are often not recognized in canonical traditions.

Key words: History of anthropology; German Anthropology; Russian Anthropology; Völkerkunde; Ethnologie

Resumo

O trabalho a seguir surge de um diálogo com a obra de Han Vermeulen em relação às origens da antropologia. Para este autor, a origem da etnologia, como uma das raízes da antropologia sociocultural, é o produto de uma disciplina que atingiu a sua maturidade no final do século XVIII, emergindo de um trabalho de campo realizado na Rússia e no Norte. da Ásia, principalmente por acadêmicos da Universidade de Göttingen. A tese proposta por Vermeulen aponta para uma revisão histórica das origens da antropologia, contrapondo-se à visão tradicional e mais difundida, que deu origem à disciplina no final do século XIX com a conformação do paradigma evolucionário. Este artigo faz um tour por este trabalho e apresenta algumas notas críticas sobre os argumentos e conclusões defendidos pelo autor. Também destaca o valor desse tipo de reflexão para uma maior compreensão da disciplina antropológica como um produto histórico e para o reconhecimento de tradições disciplinares periféricas que muitas vezes não são reconhecidas nas tradições canônicas.

Palavras-chave: História da antropologia; Antropologia Alemã; Antropologia Russa; Völkerkunde; Ethnologie

Introducción

El siguiente trabajo nace del diálogo con la obra de Han Vermeulen en relación con los orígenes de la antropología. El debate sobre los orígenes no apunta a definir un momento fundacional de la disciplina, sino justamente a discutir cómo, desde el presente, nos imaginamos esos orígenes y qué implicancias tiene la construcción que tenemos de nuestra propia historia disciplinar. La reflexión que podríamos reconocer como antropológica puede remontarse muy atrás y desplazarse a muchos territorios distantes, algunos también ignorados por otras tradiciones disciplinares. En este sentido, considero la problematización de los orígenes no como un viaje hacia atrás en el tiempo, sino como un descentramiento de la mirada de la historia canónica. La finalidad de este corrimiento de perspectiva apunta a descubrir otras temporalidades y otros espacios donde podamos reconocer prácticas antropológicas que ya consideramos como antecesoras de nuestra disciplina. Discutir los orígenes constituye así un ejercicio de reflexibilidad sobre cómo la entendemos.

En este marco, la obra de Han Vermeulen nos lleva a cuestionar nuestra construcción originaria a través de las lagunas y omisiones, ya sean accidentales o deliberadas, que aparecen en nuestro relato histórico. Para este autor, el origen de la etnología, como una de las raíces de la antropología sociocultural, es producto de una disciplina que había alcanzado su madurez a finales del siglo XVIII, que emergió a partir de los trabajos de campo realizados en Rusia y el norte de Asia, principalmente por eruditos de la universidad de Göttingen (Vermeulen, 2015). El fundamento detrás de esta propuesta parte sus tempranas investigaciones entre 1984-88 para su tesis de maestría en Antropología (Vermeulen, 1988) y que aparece en el artículo “The emergence of ‘ethnography’ ca. 1770 in Göttingen”, en el History of Anthropology Newsletter editado por George W. Stocking en 1992 (Vermeulen, 1992). Vermeulen continúa desde ese momento investigando esta hipótesis, trabajando sobre material de archivo de diferentes instituciones en Rusia que previamente no se encontraban traducidos y no estaban disponibles para la academia occidental. Finalmente, publicará su tesis doctoral sobre este tema en 2008 y luego en un libro que representa la síntesis de su trabajo “Before Boas: the genesis of ethnography and ethnology in the German Enlightenment” en 2015. En este artículo proponemos un recorrido sobre sus principales argumentos y reflexionaremos sobre algunos puntos que pueden requerir algunas aclaraciones o disparar nuevas investigaciones.

La tesis propuesta por Vermeulen (2015) apunta a una revisión histórica sobre los orígenes de la antropología oponiéndose a la visión tradicional y más difundida, que ubica el nacimiento de la disciplina hacia finales del siglo XIX con la conformación del paradigma evolucionista. Esta visión kuhniana de la historia de la antropología pone a los textos de Tylor, Morgan, Bastian, McLennan, Maine, Bachofen y Lubbock como fundacionales (Vermeulen y Roldan, 1995) y significa “el reconocimiento social de un nuevo campo de conocimiento (y, en cierto modo, la aceptación de una nueva manera de interpretar el mundo) y la constitución de una comunidad científica particular” (Krotz, 2004, p. 37). Vermeulen acepta con dificultad que sea correcto hablar de paradigmas en términos de Kuhn; considera que probablemente la antropología jamás haya tenido “paradigmas” en sentido estricto. Lo que puede identificar son “quasi-paradigmas” a los que trata más bien como “epistèmes” en el sentido que les da Foucault (Vermeulen y Roldan, 1995). Pero encuentra mucho más apropiado el uso del concepto de “programas de investigación” de Irme Lakatos como herramienta para describir la historia de la disciplina antropológica (Vermeulen, 2015). Un programa de investigación, para Lakatos, implica un núcleo teórico duro que es defendido, un conjunto de herramientas explicativas y de resolución de problemas, y tiene diferentes estadios de desarrollo. Aparte de estas características, posee un conjunto de argumentos, formas de refutación y de formulación de hipótesis que articulan en parte lo que llama “cinturón protector” del núcleo duro. Este conjunto de elementos es lo que permite el desarrollo de teorías dentro del programa y da la pauta de cómo validar y refutar hipótesis dentro de este protegiendo al núcleo duro que forma el corazón del programa; en consecuencia, cada programa tiene su propio conjunto de “anomalías” y problemas sin resolver que le son característicos (Lakatos y Lakatos, 1999). El programa es este conjunto heterogéneo que es impulsado por un grupo que aspira a establecerlo como teoría explicativa o disciplina por derecho propio. En el trabajo de sus impulsores a lo largo del tiempo puede observarse una continuidad que, en términos de Kuhn, es posible entender como el equivalente a los periodos de “ciencia normal”. Este concepto le permite a Vermeulen trabajar sobre una demarcación disciplinar tomando en cuenta los objetos de estudio y los métodos para abordarlo; considera que estas construcciones son las que guían la investigación en un momento determinado. Analizado de esta forma, no se requiere la identificación de grandes paradigmas y momentos de crisis, sino de programas que se van reemplazando, son continuados o se abandonan; esto le permite identificar esfuerzos intelectuales que pueden considerarse propiamente científicos sin todas las condiciones propias de un paradigma. Vermeulen encuentra sorprendentes dos cosas en esta historia canónica de la antropología: por un lado, ignorar que los términos propios usados en el discurso disciplinar tienen una historia propia que se hunde en un pasado más lejano. Por el otro lado, llama la atención sobre el hecho de que piense que el paradigma evolucionista se consolida como tal en competencia con otro preparadigma bíblico como competidor, ignorando otras tradiciones seculares.1 El planteo de un nuevo criterio de demarcación disciplinar permite mover el origen de la disciplina antropológica y ampliar el fenómeno histórico a considerar. Cabe aclarar que el valor del trabajo de Vermeulen no pasa por una discusión epistemológica sobre qué es y qué no es ciencia, sino por el hecho de que construye sus argumentos en diálogo con criterios epistemológicos ya utilizados por la propia construcción disciplinar. Pensar por fuera de los conceptos clásicos de paradigma kuhniano y retomar el trabajo de Lakatos es buscar también una nueva forma de mirar el pasado para explicar la construcción de una disciplina científica.

El problema de los orígenes

La tesis de Vermeulen parte de un replanteo acerca de cómo pensar los orígenes de la antropología, respecto de lo cual existen cuatro ejes de reflexión. En primer lugar, está el problema de la “orientación”, es decir, pensar los orígenes de la disciplina a partir de cuándo se empiezan a formular los problemas antropológicos (Vermeulen y Roldan, 1995). gSi bien uno podría rastrear los orígenes hasta Aristóteles o Heródoto (algunos autores así lo hacen), el autor considera que la formulación explícita de ciertas preguntas antropológicas y los intentos de respuesta se pueden rastrear al siglo XVII y XVIII. Partiendo desde aquí, hay quienes ven a lord Monboddo y su definición de “Hombre” junto con otros pensadores de la ilustración escocesa, como fundadores de la antropología social, ya que inauguran un paradigma que piensa a una humanidad común al origen de todas las culturas. Otros encuentran en este periodo una tensión entre la ilustración y el romanticismo, universalismo y relativismo, que recién es conciliada con Adolf Bastian.

El segundo eje de análisis, el “conceptual”, presta especial atención a la formación y distribución de los conceptos centrales de la disciplina (Vermeulen y Roldan, 1995). Nociones tales como etnografía y etnología nacen mucho antes, en el siglo XVIII, como parte de una ciencia que pretendía estudiar “las naciones y los pueblos”. Este es uno de los puntos centrales que elabora Vermeulen a lo largo de sus trabajos: seguir la aparición de ciertos términos clave en la bibliografía, pero no los piensa simplemente desde la perspectiva lexical, sino que apunta a realizar un ejercicio de historia conceptual. La construcción de estos conceptos no se realizó en el vacío o en una especulación filosófica, sino que ocurrió en el marco de ciertas actividades y definiciones metodológicas que son afines a la disciplina que conocemos en la actividad (Vermeulen, 2015).

El tercer eje analítico es la “orientación profesional”, que pone en relieve la importancia de las instituciones profesionales en la conformación disciplinar (Vermeulen y Roldan, 1995). La fundación de sociedades etnológicas y museos, y la institucionalización de la antropología dentro de las universidades representan los hitos principales para hablar de una conformación disciplinar. Para Angel Palerm (2004), este es el momento en que se produce el mayor esfuerzo por sistematizar la teoría, métodos y técnicas, y ordenar los conocimientos acumulados. Este esfuerzo, al mismo tiempo, lleva al establecimiento de fronteras disciplinares definidas con otras ciencias afines. Según el autor, este proceso se alcanza con los antropólogos británicos. Para Vermeulen, esta etapa de profesionalización no puede entenderse sin considerar un periodo previo de conceptualización. Este eje, para el autor, está subordinado al anterior.

Por último, está la “orientación epistemológica”, que considera que la antropología se conforma como ciencia desde el momento en que sus teorías y métodos son aceptados por una comunidad de practicantes. Es en la línea de los últimos dos ejes en la que se encuadra la visión hegemónica de la historia de la antropología y hacia donde Vermeulen apunta sus críticas más fuertes. Sin embargo, como veremos, pese a que su trabajo gira fuertemente en torno al segundo eje, la conceptualización, considera que tanto la orientación epistemológica como la profesional ya estaban presentes mucho antes. Para poder abordar este último punto, el autor complementa la historia conceptual con el análisis de definiciones programáticas que reconoce en los textos, la recepción de los trabajos realizados en la época y las prácticas y métodos que se aplican en su construcción.

Desde una visión contemporánea, más específicamente desde la antropología sociocultural, se podría pensar que los conceptos clave a rastrear serían los relativos al concepto de cultura. Sin embargo, Vermeulen propone que las discusiones propias de la antropología canónica de fines del siglo XIX utilizan una serie de términos como etnología, ethnologie, ethnographia, Völkerkunde y otros similares, que tienen como clave el concepto de “ethnos” y “Volk”. Justamente, en el debate sobre el nombre de la disciplina hay una polémica entre el uso de la palabra antropología, que tenía una asociación con lo físico y biológico, y la etnología, que estudiaba a los “pueblos” (ver Stocking, 1971; Vermeulen, 2015) . Desde su perspectiva, está muy claro que las ideas de etnología y etnografía ya estaban instaladas en el momento de profesionalización e institucionalización de la disciplina y que tienen una historia propia. En otras palabras, ya había definiciones de objeto de estudio, métodos de investigación e instituciones que estaban en relación con lo que ahora entendemos como antropología. Esta actitud podría interpretarse como “presentista”, en términos de Stocking (1968), pero Vermeulen insiste en que es imposible mirar la historia sin considerar algún tipo de criterio común para interpretar el origen (Vermeulen y Roldan, 1995), y que la interpretación histórica siempre estará influenciada por preocupaciones presentistas (Vermeulen, 2015). Creo que este reconocimiento es lo que valoriza más esta discusión sobre los orígenes; es justamente un cambio de foco en nuestra mirada presente sobre el pasado y acerca del modo en que construimos los datos históricos para sostener nuestros relatos. Es un reconocimiento del prejuicio del investigador justamente para ver desde otro punto de vista. No es una búsqueda objetiva del principio, sino un debate sobre cómo miramos, sobre los juegos de luz y sombras que recreamos en los relatos sobre nuestra historia disciplinar.

La propuesta de Vermeulen es entonces rastrear los conceptos de “ethnos” y “Volk” aplicados al estudio de los “pueblos” y “naciones” como se concebían en el siglo XVIII:

En el siglo dieciocho, de todas formas, cuando los académicos como Leibniz comenzaron a investigar los lenguajes para estudiar los orígenes y migraciones de los pueblos, refiriendo a estos últimos como “naciones” (Lat. Gentes). Para Leibniz y los historiadores germano parlantes, las naciones eran grupos de personas conectados por medio de una historia y que usualmente compartían un territorio y estaban predominantemente definidos por su lengua. (Vermeulen, 2015, p. 29)

Se considera a Leibniz como parte del movimiento de la ilustración alemana (Aufklärung), como un precursor de una forma diferente de entender el estudio de la diversidad humana. El papel del lenguaje, para este autor, es central para entender y demarcar las naciones y los pueblos, en contraposición con el estudio de las costumbres (Vermeulen, 2015). Siguiendo esta propuesta, la historia conceptual de estos términos y la relación con programas de investigación particulares permiten datar el origen de la disciplina etnológica en un periodo muy anterior al aceptado por la visión canónica. Veamos entonces cómo construye esta genealogía.

La evolución de los conceptos

Como vimos, los primeros tratamientos que Vermeluen le da al tema del origen del grupo de términos “ethnos” ya aparecían en su tesis de maestría (Vermeulen, 1988) y se sintetizaban en una artículo en inglés que aparece unos años después editado por Stocking (Vermeulen, 1992). Posteriormente, continuará profundizando y ampliando el tema en otros artículos (Vermeulen y Roldan, 1995; Vermeulen, 2006a, 2006b, 2006b, 2008). Sin embargo, es en su tesis doctoral (Vermeulen, 2008) y en su posterior libro, Before Boas (Vermeulen, 2015), donde termina de dar forma a su argumento. La genealogía de los términos que traza va ganando complejidad desde los primeros años hasta la publicación de su libro, debido a que hay nuevos estudios de otros autores y nuevas traducciones de fuentes primarias que anteriormente solo se encontraban disponibles en idioma ruso.

Para Vermeulen, la etnografía y la etnología fueron inventadas por historiadores germano parlantes del siglo XVII, como Gerhard Friedrich Müller (1705-83), August Ludwig Schlözer (1735-1809) y Adam Franz Kollár (1718-83), que acuñaron una ciencia que trataba sobre pueblos y naciones y fue denominada de diferentes formas: Völker-Beschreibung (1740), ethnographia (1767-71), Völkerkunde (1771-75) y ethnologia (1781-83). Estos historiadores trabajaron en Austria-Hungría, Alemania, Suiza, pero principalmente en Rusia. Pero no solo fueron consideraciones teóricas, sino que estuvieron acompañadas de prácticas específicas a la hora de organizar e interpretar los datos y de realizar trabajo en el campo. El autor señala que ya había en el siglo XVIII una ciencia con un criterio de demarcación similar a la del siglo XIX. No es un argumento presentista, sino la aplicación de un mismo criterio para analizar dos fenómenos históricos separados en el tiempo. La elección del “programa de investigación” en lugar del “paradigma”, como categoría analítica, habilita esta posibilidad y sigue separando este conjunto de prácticas y actividades de otros que tradicionalmente se consideran precursores, a saber, los relatos de viaje y la reflexión filosófica. Pero veamos primero cómo es la construcción del argumento de Vermeulen donde nacen los conceptos en cuestión y se puede identificar el programa de investigación. Lo que se presenta a continuación es un breve resumen del material que aparece en Before Boas (Vermeulen, 2015) y en “la invención alemana del völkerkunde” (Vermeulen, 2006a) que aparece en el libro La invención alemana de la raza (Figal y Larrimore, 2006).

La formación de este discurso etnológico se plantea en cuatro etapas. La primera es la temprana formulación de una actividad o disciplina de corte etnológico, Völker-Beschreibung, que se entiende como un estudio descriptivo de los pueblos. El principal exponente de esta disciplina y quien acuña el término es Gerhard Friederk Müller (1705-1783). El término Volk aparece mencionado por primera vez en este contexto en 1740, utilizado por exploradores alemanes que se encontraban en Siberia trabajando para el gobierno ruso. Este académico había partido tempranamente para ocupar un cargo en San Petersburgo en 1725 y había trabajado como profesor de Historia. Desde su posición en la academia rusa, tomó parte de la segunda expedición a Kamtchatka (1733-1743), donde recopila una enorme cantidad de material histórico, lingüístico y patrimonio material de los pueblos siberianos. Lamentablemente, Müller publicó muy poco y fue casi desconocido en Occidente. Gran parte de sus trabajos y colecciones fueron destruidos en un incendio del Kunsterkamer. 2 Investigaciones recientes mostraron que Müller había compilado un diario de notas de campo etnográficas a partir de las cuales realizó las descripciones de los pueblos siberianos. Estas notas indican que al autor no solo le preocupan la historia y geografía, sino que acompaña sus reflexiones con una serie de instrucciones para realizar investigaciones descriptivas sobre los diferentes pueblos. Estas instrucciones incluyen un extenso cuestionario (similar al “Notes and Queries” de E. B. Tylor) de casi mil preguntas, que cubren aspectos tales como apariencia y características físicas, aspectos culturales, lengua y religión. La parte final de este trabajo fue clasificada por su editor como “ethnographisch”, pero Müller la llamó “Völker-Beschreibung”. Es interesante observar, por un lado, el nombre específico de la actividad y, por el otro, que el material fue producto de trabajo de campo directo, guiado por un método de preguntas especiales y que lleva a producir una descripción de corte etnográfico.

Un segundo momento en este proceso de génesis comienza a partir de 1767, cuando Johann Friedrich Schöpperlin (1732-1772), en una obra que discute la historia de Suabia, afirma: “Esto debe llamarse etnografía en vez de geografía de la antigua Suabia” (Vermeulen, 2015, p. 277). Este término latino combinaba el termino griego “ethnos” (pueblo, Volk) con “graphein” (escribir). Lo que Vermulen explica claramente en Before Boas es que esta formulación es, en realidad, una traducción latina del Völker-Beschreibung de Müller. El argumento principal se basa en mostrar la conexión que existe entre Müller y Schöpperlin a partir de conocidos en común con los que habían trabajado. Cuatro años más tarde, August Ludwig Schlözer (1735-1809), un historiador de Göttingen, introduce los términos Völkerkunde (etnología), Ethnographie (etnografía), ethnographisch (etnográfico), y hasta Ethnograph (etnógrafo), en su Historia general del norte (1771). No brindó ninguna definición de estos términos pero, por el contexto de uso, Vermeulen saca varias conclusiones. Por un lado, concluye que Ethnographie era el equivalente del término alemán Völkerkunde (historia de los pueblos) y que estaba en contraste con términos como Kosmographie o Geographie. Por otro lado, que Ethnographisch es más o menos el equivalente al término moderno “etnografía” qurepresenta el estudio descriptivo de los pueblos, naciones, culturas o sociedades (Vermeulen, 2006a). Asimismo, propone a Schlözer como el vínculo principal entre Müller y Schöpperlin a partir de diferentes relaciones personales y profesionales.

El tercer momento corresponde al uso de Völkerkunde, término que ya había utilizado Schlözer. Este es el que, hasta no hace mucho, correspondía a la disciplina “etnología” (el equivalente a la antropología sociocultural) en el mundo germanoparlante. Völkerkunde significa conocimiento/estudio de los pueblos, y Schlözer lo diferencia de Weltkunde, es decir, conocimiento del mundo. La segunda fuente en la que aparece este término (junto con Ethnographie) proviene de un discípulo de Schlözer, el historiador Johann Christoph Gatterer (1727-1799). Un punto interesante es que Gatterer incluye estos estudios como una parte de la disciplina geográfica combinando los términos “Menschen” (Antropología, entendida como física para esos momentos) con Völkerkunde (Menschen- und Völkerkunde), en contraposición con Schlözer, que la clasificaba como una parte de la historia.

La última etapa se caracteriza por el pasaje de un estudio descriptivo de los pueblos a una ciencia general de los pueblos, en la que la aparición del término ethnologia será determinante. Tradicionalmente se afirma que la primera aparición de este término corresponde a Alexandre-César Chavannes (1731-1800), un académico suizo, en el año 1787. Sin embargo, Vermeulen, siguiendo a Jan Tibensky, afirma que fue Adam Ferenz Kollár (1718-1783), un historiador húngaro, quien usó el término por primera vez (1783), definiéndolo como:

La ciencia de las naciones y pueblos (populus y gens) o el estudio de los eruditos que indagan sobre los orígenes, lengua, costumbres e instituciones de diversas naciones […] en orden de poder juzgar a las naciones y sus pueblos desde su propio tiempo (Vermeulen, 2015, p. 316)

No es menor observar que Kollar pertenece a un imperio plurinacional, donde la problemática de las diferencias y el entendimiento entre pueblos era importante. Chavannes en cambio, define de forma muy diferente la etnología como “la historia de los pueblos en su camino a la civilización” (Vermeulen, 2015, p. 314), una visión muy cercana a las ideas de progresión por etapas de la ilustración y que tiene afinidades con el futuro evolucionismo. Pero hay otro aspecto interesante en esta diferencia: para Kollar, el problema central de la disciplina es el entendimiento entre pueblos diferentes, mientras que para Chavannes, es el de alcanzar una ley general para todos los pueblos. A continuación, esquematizo las vinculaciones entre personas y términos que vimos hasta el momento (figura 1).

Figura 1 Palabras y personas en el nacimiento de los conceptos. Elaboración propia. 

Entonces, a partir de las ideas de Chavannes se puede rastrear el origen de la construcción de los términos que toma la tradición disciplinar canónica para pensar sus orígenes. Vermeulen muestra que esto viene de una tradición preexistente, en la que estos términos tenían un sentido y un uso afín al actual. Sin embargo, nos queda ver cómo estos términos, definiciones, técnicas de trabajo de campo y formas de escribir continúan en el tiempo hasta llegar a fines del siglo XIX, cuando, según el relato oficial, nace la antropología.

Antepasados olvidados

A lo largo del siglo XIX, “antropología” y “etnología” estuvieron presentes, aunque la referencia a cualquiera de los académicos (y sus trabajos) que usaron esos términos brilló por su ausencia. Las referencias al origen de la etnología, por lo general, terminan en Chavannes, no van más atrás. Ningún antropólogo del siglo XIX refiere a los métodos propios de la Völk-Beschreibung, la ethnologie o el Völkerkunde/Völkunde.3 La primera sociedad etnológica occidental fue la Société Ethnologique de Paris, fundada en 1839 y que apuntaba a estudiar las “razas humanas”. Este objetivo era muy diferente al propuesto por los alemanes del siglo XVIII, para quienes claramente el término “etnología” tenía otras connotaciones. Tampoco se hacen referencias a los académicos de Göttingen, y los trabajos de campo en Rusia no se mencionan como estudios etnológicos.

Adolf Bastian, a quien muchos consideran el fundador de la etnología alemana, refiere a algunas publicaciones alemanas del siglo XVIII como los lugares donde el término aparece por primera vez, pero no refiere a ninguno de los autores mencionados. Sí aparece una referencia a “la historia de la humanidad” de Johann Gottfried Herder (Bunzl, 1996), al que considera como el primero en la prehistoria de la disciplina (Vermeulen, 2015). Franz Boas (1904) también remonta los orígenes de la etnología a mediados del siglo XIX, pero no menciona tampoco a Gottingen ni a los trabajos en Siberia; sin embargo, refiere a Herder como un pionero o antecesor. Si seguimos por este camino, en Herder encontramos la mención a uno de estos académicos; de hecho, el filósofo entabla una disputa sobre el sentido de Völk con Schlözer. En esta controversia, Herder critica el uso de la palabra etnográfico a Schlözer afirmando que este usa palabras “difíciles” que él desconoce. Schlözer responde a esto mostrando que las palabras no son de su factoría, pero concediendo que ellas no tienen un significado consensuado que las hace autoevidentes (Stagl, 1998). Más allá del aspecto terminológico, para Schlözer, Völk era una unidad taxonómica, un subgrupo de la humanidad, Herder veía a Völk como algo natural y orgánico donde la humanidad se expresa y donde cada nación imprime su particular Volkgeist. La diferencia es clave porque, mientras Schlözer y el resto pertenecían al movimiento de la ilustración alemana (Aufklarung), Herder pertenecía al movimiento contracultural nuevo de la época, el Früromantik, que hacia principios del siglo XIX se convierte en el romanticismo (Vermeulen, 2015). Pese a esto, Schlözer -quien introdujo la mayoría de los términos en cuestión- es referido solamente en la polémica con Herder, quien se cuida de no utilizar los términos por él introducidos, con la excepción de Volkskunde, y excluye ethnographisch explícitamente, reemplazándolo por expresiones más poéticas. Esto es muy importante, ya que Herder es inspiración y fuente de ideas, no solo para los nacionalismos decimonónicos, sino también para Bastian y la tradición humboldtiana, llegando hasta Boas y, por él, a la fundación de la antropología cultural americana. Más específicamente, el proyecto herderiano apunta a juntar todas las formas de indagación existentes en un proyecto de una “ciencia del hombre” (Vermeulen, 2015), y es de esta forma quien configura de forma completa el futuro proyecto disciplinar antropológico. Está claro entonces por qué Boas y Bastian ven en él a un precursor. En esta construcción, Herder resulta ser el único y débil vínculo con la tradición de la ilustración alemana de Göttingen.

Herder y Chavannes son la referencia más remota que podemos encontrar en las historizaciones disciplinares del siglo XIX y posteriores, Göttingen y sus geógrafos e historiadores no aparecen mencionados. Entonces, ¿cómo podemos hablar de continuidad disciplinar? ¿Podemos rastrear tan atrás el origen de la disciplina si esta continuidad no existe? Aquí hay un espacio para profundizar en base al trabajo de Vermeulen. La argumentación del autor está centrada en un muy detallado análisis de fuentes para encontrar relaciones entre Müller, Schepperlin y Schlözer a partir de referencias cruzadas en sus obras y de colaboradores e incluso parientes en común. Poder hacer plausible esta comunicación y que muchos de ellos fueran formados en Göttingen (incluso Herder tuvo su pasaje por este lugar) es lo que habilita a Vermeulen a afirmar que existía un proyecto de investigación en el sentido que le da Lakatos. La hipótesis es plausible, pero surgen algunos interrogantes. En primer lugar, nos encontramos con que cada uno de los autores piensa los términos desde su significado etimológico y no en base a un significado compartido por todos. La polémica entre Schlözer y Herder ejemplifica claramente esto, en palabras de Schlözer:

El señor Herder llama a mis palabras “sincronístico”, “etnográfico” y otras, palabras difíciles para las cuales no hay justificación. Pero 1. “Sincronístico” ciertamente no es un término nuevo; si “etnográfico” es nuevo, no lo sé. 2. Si es nuevo, no es difícil, sino análogo (a términos ya existentes J.S.), ej: geo-, cosmo-, hydrographie […] (Justin Stagl, 1998, p. 532)

Aun pensando que hubiera habido comunicación entre ellos, no necesariamente implica que estuvieran trabajando en un programa en común, sobre todo si consideramos las importantes diferencias que hay entre un Schöperlin, que hace a la “ethnographia” una herramienta de la historia, mientras que un Gatterer la hace una parte de la geografía (Vermeulen, 2006a). Esta diferencia en apariencia menor hace difícil pensar que exista algún tipo de programa en común si, al menos en apariencia, no parece haber acuerdo respecto de cuál es la disciplina sobre la que se apoya este programa. Recordemos que uno de los puntos principales para identificar un programa de investigación para Lakatos es la existencia de un núcleo duro de teoría o de afirmaciones que no está sujeto a refutación. En este caso, más que el uso de los términos ethnos y Völk para hablar del objeto de investigación, no se pueden encontrar mayores acuerdos; esto se complica más si consideramos que no es recién hasta Kollar que se plantea la idea de una ciencia relacionada con estos términos. Pero quizás aquí es donde podemos dejar un poco de lado a Lakatos para alguna futura disquisición epistemológica, si bien Vermeulen usa esto como referencia, no creo que la fuerza ni el valor de su argumento residan en este postulado. Si nos apartamos del marco teórico epistemológico, se puede pensar el conjunto de herramientas y modos de indagación -por ejemplo, el trabajo de campo y las temáticas observadas en las distintas expediciones- como formas comunes de indagar científicamente. Este es, quizá, el punto fuerte de la argumentación, sobre todo si consideramos que el trabajo de campo y la etnografía son marcas distintivas de la antropología. Pero la tenue línea que podría trazar una continuidad de la disciplina actual con Göttingen hace necesario seguir indagando para encontrar esos caminos ocultos a nuestra mirada presente. Es por ello que Vermeulen hace un gran esfuerzo para trazar toda la genealogía. Uno de los caminos que toma (2015) es el de rastrear los vínculos de Göttingen con otros lugares, por ejemplo, en la tradición americana con figuras como Benjamin Franklin, Thomas Jefferson y James Madison; sin embargo, encuentra usos de los términos nuevamente y no vínculos concretos (Vermeulen, 2015, 2006b). Más aún, cuando discute la fundación de las primeras sociedades etnográficas, tampoco puede encontrar vínculos directos con esta tradición; todo termina en Chavannes. Por esto, el autor afirma que desentrañar estos vínculos requiere de futuras investigaciones.

Quedaría un camino entonces a explorar. Si los académicos de Göttingen hicieron su trabajo de campo y formaron parte de la academia rusa, sería posible entonces encontrar rastros de su presencia en la construcción disciplinar de la antropología rusa. Recorramos entonces algunos trabajos de académicos rusos respecto del origen de la antropología.

En primer lugar, Vermeulen hace referencia a este tema en el epílogo de su libro Before Boas, y menciona que recién puede rastrear el término “ethnografia” en una publicación de 1925 y en un manual de instrucciones de la compañía ruso-americana en 1802. Encuentra establecida la disciplina en la academia rusa con la creación de una cátedra en 1837, y de la Sociedad Imperial Rusa de Geografía, fundada en 1845, la cual incluía una sección de etnografía. Sin embargo, no hay referencias a la tradición iniciada por Müller, Schlözer y Gatterer. Para Vermeulen (2015), las personalidades clave que estuvieron en diálogo con el programa de Göttingen fueron Vasilii Tatischef -algunos de cuyos métodos de trabajo podrían estar asociados con Müller y quien fuera llamado por Schlözer el “padre de la historia rusa”- y, por otro lado, Vasilievish Lomonosov, quien, por el contrario, fue un firme opositor de Schlözer en la academia rusa.

Sin embargo, esto no es suficiente para hablar de un programa en común. Las expediciones organizadas en Rusia no muestran evidencia de que hayan sido organizadas en base a objetivos propios de una ciencia independiente, aunque sí compartían un conjunto de técnicas de campo que pueden ser producto de esta corriente académica. Nicolai Vakhtin abre su trabajo afirmando que el origen de la investigación etnográfica en Rusia llega desde la tradición alemana en la mitad del siglo XIX conjuntamente con las ideas de Estado nación (Vakhtin, 2008). En un trabajo previo, Demitri B. Shimkin (1990) menciona los trabajos de Müller, no como etnógrafo o etnólogo, sino simplemente como proveedor de datos. Sergey Sokolovskiy (2017), en su trabajo “Antropología en Rusia”, menciona las influencias alemanas del siglo XVIII, pero no hace referencia a ningún nombre específico de la época ni afirma que la disciplina se haya conformado en esos tempranos años (tampoco lo hace en Sokolovski, 2008). Sin embargo, en un trabajo junto a Sergei Alymov (Alymov y Sokolovskiy, 2018), mencionan extensamente a los alemanes de Göttingen afirmando que la primera etnografía rusa fue realizada por Johann Gottlieb Georgi (1729-77), y luego toma a Ivan Snegirev (1797-1868), Ivan Sakharov (1807-63), y Aleksandr Tereshchenko (1806-65) como continuadores, pero más sobre la línea de los estudios “folk”. No obstante, de este trabajo no resulta la propuesta de un relato propio de la construcción disciplinar, sino que siguen la tesis de Vermuelen. Por último, si tomamos a Miriam Kerimova (2011) en su trabajo sobre la formación de la etnología rusa, vemos que ella también se remonta a esta época, pero poniendo el énfasis en académicos rusos como Lomonosov, al que indica como uno de los principales promotores de la etnografía en Rusia, aunque sin extenderse en el análisis sobre las razones para considerarlo como un fundador disciplinar, tal como sí lo hace Vermuelen, o sobre el modo en que se convierte en una disciplina independiente. En este mismo trabajo se menciona el rol de Schlözer, pero no como etnólogo, sino como historiador. En la bibliografía disponible sobre la historia disciplinar en Rusia,4 no se encuentra una fuerte percepción de que esta se haya iniciado antes de mediados del siglo XIX. Estas ausencias, sin embargo, son significativas, independientemente del argumento de Vermeulen. ¿Por qué esta sombra sobre la colaboración germano-rusa? Un posible camino a explorar se encuentra en el mismo trabajo del autor (Vermeulen, 2015, p. 183). Aquí se menciona el movimiento de reacción en contra de las políticas “occidentalizantes” de Pedro el Grande, y justamente uno de los principales exponentes en la academia fue Lomonosov, quien entabló una disputa muy fuerte con Müller respecto de la historia rusa y los orígenes de este pueblo En esa disputa, este último se vio desacreditado y varios de sus trabajos fueron censurados. Sin embargo, la ausencia de referencias locales es un tema que sería interesante indagar para entender cuál fue realmente la magnitud de la construcción institucional y el legado de estos intelectuales alemanes en la antropología rusa.

Tratando de seguir diferentes trayectos y remontándonos hacia atrás, es difícil encontrar un camino hasta los primeros etnógrafos/etnólogos del siglo XVIII. Este presenta discontinuidades, sombras y silencios que son difíciles de ignorar y necesarios de explorar. Esto dificulta la idea de una conformación disciplinar tan temprana. Sin embargo, aunque pudiésemos encontrar la forma de echar luz sobre estas sombras, el problema mayor es que los referentes posteriores de la etnología y antropología -tanto alemana como rusa- no refieren a esa tradición. No hay citas, referencias sobre sus trabajos, menciones en los relatos fundacionales, etc. Es como si esa tradición no existiera desde la perspectiva disciplinar. Sobre la falta de continuidad en Occidente, Grinich (Barth, Grinich, Parkin, Silverman., 2010) propone que la razón por la que el Aüfklarung no fue una importante influencia en la conformación de la antropología fue producto de la dispersión de los intelectuales por diversas naciones (debido a las condiciones políticas alemanas) y la problemática de no poder conformar un polo intelectual. Esta hipótesis explicaría el débil vínculo y permitiría pensar que la influencia y la continuidad con el presente se pudieron haber dado por contactos con intelectuales de diferentes lugares, aunque no hubiese un polo intelectual concreto. Sin embargo, queda el problema ya mencionado de por qué en Rusia, aun considerando las tensiones, deberíamos poder encontrar algún recuerdo de esta tradición; sin embargo, está ausente. Peor aún, la antropología como la conocemos hoy se orienta más alrededor de la idea de cultura que de la de ethnos. Entonces, más allá de que podamos definir vagamente un programa de investigación lakatiano, esta ausencia completa en los autores posteriores habla quizá de una muerte temprana de una disciplina que renacerá, pero sin el recuerdo de sus antepasados. Aunque estos hubieran desarrollado abundantes trabajos que podríamos llamar legítimamente “etnografía” y “etnología”, todo esto ha quedado fuera de la construcción disciplinar, salvo por algunos vestigios lingüísticos que nos llegan como sombras de antepasados olvidados.

Sombras de antepasados olvidados

Quizás podamos encontrar trazos de las antiguas reflexiones etnológicas del siglo XVIII en las obras de Humboldt, Bastian, Ratzel, Grimm y Boas, con ese interés en las lenguas, las historias orales, la importancia de la geografía y de la historia. Quizá Herder y el romanticismo eclipsaron los esfuerzos contemporáneos y se llevaron todos los laureles en el relato sobre el origen. A la vista de lo expuesto, hasta este momento cabe preguntarse nuevamente: ¿por qué reconsiderar el origen de la disciplina antropológica? ¿Por qué lanzarse a la indagación genética y genealógica? La reconsideración del origen no tiene que estar motivada por la necesidad de descubrir padres fundadores o pertenencias nacionales; puede hacerse para aportar una mejor comprensión de la disciplina como producto histórico. No tiene por qué ser una construcción presentista del pasado disciplinar, sino una ampliación del campo cronológico que echa luz a las ideas presentes y permite comprender mejor algunos elementos de la disciplina. Considerar el relato de la génesis de los términos ethnos puede aclarar el uso de ellos para referirse a ciertas indagaciones y actividades que podríamos considerar “antropología” aún antes de que esta fue pensada como una disciplina independiente. De esta manera, ante el relato canónico sobre el origen de la antropología, cabe la pregunta: ¿de dónde vienen estos términos que son centrales a la disciplina, si esta todavía no se había constituido como tal? Entonces, ¿había antropólogos antes de la antropología? Al igual que el mito de origen del trabajo de campo, el pasado no es un vacío (Stocking, 1983). Reflexionar sobre esto quizá ayude a no caer en otro error historiográfico, aquel que construye la historia como producto de las acciones de “grandes hombres”.

Esta reflexión histórica también aporta otra cosa; el hecho de que la antropología no se desarrolló solo en los “centros” en cada momento histórico. La “periferia” desarrolló actividades antropológicas incluso de forma más temprana que los tradiciones metropolitanas. El proyecto en Göttingen y la academia rusa quizás no sea lo que conocemos hoy por antropología, pero impulsó una construcción intelectual e institucional importante, que, al igual que la antropología posterior, también se desarrolló en tensión con ambiciones coloniales. Ese primer nacimiento olvidado también tenía el estigma del imperialismo. Sirve entonces repensar el origen, no solo para “provincializar” (Chakrabarty, 2008) la antropología presente, sino para “provincializar” la historia. Pensar entonces en un origen distinto que el de finales del siglo XIX implica también pensar en otros lugares donde la actividad se llevó adelante, que no eran centrales en la geopolítica de la época, y que por tal motivo pueden haber quedado excluidos del relato disciplinar.

Independientemente de cualquier suspicacia relacionada con la creación del relato histórico, hay que considerar que los textos, las fuentes primarias que permiten rastrear una génesis diferente recién aparecen traducidos a idiomas centrales como el inglés o el alemán hace relativamente pocos años; antes de eso solamente estuvieron disponibles en ruso. La distancia lingüística, la distancia política y el desarrollo de actividades fuera del centro europeo son elementos centrales para entender la construcción del relato histórico. La ciencia tal cual la conocemos y su historia tal cual la hemos estudiado son el producto de una contingencia histórica. Sin embargo, las marcas de ese pasado extraño a la Europa dominante ha dejado sus marcas, las sombras de los antepasados que, aun “olvidados”, han influenciado en las ideas, los conceptos y las prácticas de lo que hoy entendemos como antropología. La pregunta que resta y que es importante plantearse es ¿por qué fueron “olvidados”? ¿Por qué ciertos relatos, ciertos momentos, ciertos lugares son parte de nuestro canon y otros han sido excluidos? Los mismos problemas que encontramos para indagar sobre este pasado -la falta de circulación de los textos, las lenguas dominantes, las traducciones, la geopolítica del conocimiento que privilegia y promociona ciertas voces, ciertos lugares y ciertas agendas frente a otras- son los mismos que atraviesan las antropologías periféricas en la actualidad. Descentrar la mirada de las antropologías metropolitanas es importante, pero las reflexiones e investigaciones sobre los orígenes disciplinares, que no solo se desplacen geográficamente sino también cronológicamente, puede permitir replantearnos cómo entendemos nuestra práctica actualmente. En línea con lo planteado por Gustavo Lins Ribeiro y Arturo Escobar en el prólogo al libro Antropologías del mundo (2008), este tipo de trabajos pueden ser el material para la construcción de “una antropología crítica de la antropología: una que descentre, rehistorice y pluralice lo que hasta ahora se ha entendido como ‘antropología’” (Lins Ribeiro et al., 2008, p. 18).

Una nota al pie. Cuando pensé en el título de este trabajo, recordé el libro de Carl Sagan y Ann Druyan que lleva el mismo nombre (Sagan y Druyan, 1992). El tema del libro no tenía mucho que ver (¿o sí?) con la génesis antropológica; trataba sobre los orígenes del hombre y su pasado animal en busca de respuestas para lo que somos hoy. En la introducción, los autores cuentan que el título lo sacaron de la película de 1964 de Sergei Parajanov que llevaba ese nombre (también conocida como Los corceles de fuego). La película no tenía nada que ver con el tema del libro, es una ficción basada en una obra del escritor ucraniano Mykhailo Kotsiubynsky que transcurre en un pequeño pueblo de Asia central. De ahí el título de este trabajo. En la actualidad, quienes reconozcan el nombre es más probable que lo hagan en referencia a la obra de los populares científicos americanos y no al film de Parajanov, y mucho menos que conozcan esta pequeña anécdota. De la misma forma que Sagan y Druydan tomaron prestado el título de la obra de Parajanov, yo hago lo propio con el libro de ellos. Quizá esta anécdota sobre préstamos y olvidos no sea tan ajena a la discusión sobre los orígenes de la disciplina.

Agradecimientos:

Agradezco profundamente los invaluables aportes del Dr. Axel Lazari, el Dr. Gabriel Noel y la Dra. María Soledad Córdoba.

Referencias bibliográficas

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1Critica en particular la posición de George W. Stocking como referente del relato canónico con esta identificación del paradigma bíblico, sin reconocer otras tradiciones seculares que podían identificarse (no solo plantea el caso de Göttingen, sino menciona la corriente americana entre 1780 y 1820 según el trabajo de Robert Bieder) (Vermeulen, 2015).

2La Kunsterkammer fue el primer “museo” en Rusia, establecida por Pedro el Grande en 1719, pero recién terminada 1927, dos años después de su muerte. Era un compendio de objetos arqueológicos y etnográficos y curiosidades varias. No tenía un criterio específico de clasificación, sino que más bien era un gigantesco gabinete de curiosidades. En este lugar fue que se alojó la colección de objetos recopilados por Daniel Gottlieb Messerschmidt (1685-1735) con la que tuvo contacto Müller.

3Vermeulen cuenta que Völkunde era usado como el singular estudio de un pueblo, en oposición a Völkerkunde, en la época de Schlözer y Gatterer. No tenía una diferencia conceptual como sí aparece en el siglo XIX.

4Es importante aclarar que la “disponibilidad” puede ser por un problema de idioma, acceso a materiales y circulación de estos. Este problema es justamente lo que Vermeulen tuvo que afrontar para poder llevar adelante su trabajo y por lo cual él mismo declara que requiere de más indagaciones.

Recibido: 07 de Diciembre de 2020; Aprobado: 08 de Julio de 2021

Correo electrónico:mbuccellato@unsam.edu.ar

Biografía:

El autor es licenciado en Antropología Social (UNSAM) y cultural y doctorando en Antropología Social (UNSAM). Su campo de estudio es la antropología de la ciencia y la técnica y los estudios sociales de la economía y la innovación. En el pasado ha realizado estudios sobre antropología del deporte; en proceso de publicación de una etnografía sobre artes marciales (2021). Actualmente se desempeña como docente en la UNSAM pertenece a varios grupos de investigación y trabaja como antropólogo en empresas.

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