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Runa

versión On-line ISSN 1851-9628

Runa vol.44 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2023  Epub 01-Jul-2023

http://dx.doi.org/10.34096/runa.v44i2.11289 

Espacio Abierto - Artículo original

Vecindarios rurales y turismo en las Sierras de Córdoba. Reconversión económica y antagonismos sociales mediatizados por categorías culturales

Rural neighborhoods and tourism in the Sierras de Córdoba: economic reconversion and social antagonisms mediated by cultural categories

Bairros rurais e turismo nas serras de Córdoba: reconversão econômica e antagonismos sociais mediados por categorias culturais

1 Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, Argentina.

Resumen

El texto que se presenta a continuación constituye la adaptación y desarrollo de una tesis de maestría presentada en la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC). La investigación, de carácter etnográfico, se llevó a cabo durante los años 2004 y 2005 y tuvo como objetivo describir y analizar los procesos de reconversión socioeconómicos y los antagonismos sociales desencadenados por la llegada del turismo a un vecindario rural de las Sierras Grandes, provincia de Córdoba. Este trabajo, por su parte, se centra en el significado y el papel de dos categorías socioculturales: puesto y albergue. Con ellas se hace referencia, desde la perspectiva de los actores, a las unidades socioeconómicas locales, pero, desde la perspectiva de análisis que se desarrolla aquí, a símbolos que reflejan, tematizan y comunican racionalidades económicas y distinciones sociales y políticas fundamentales, a la vez que articulan una relación nosotros/ellos estructurante de las prácticas, relaciones y representaciones sociales del vecindario.

Palabas clave: Reconversión económica; Turismo; Vecindarios rurales; Categorías culturales; Antagonismos sociales

Abstract

The text presented below constitutes the adaptation and development of a master’s thesis presented at the Faculty of Philosophy and Humanities (UNC). The research, of an ethnographic nature, was carried out during the years 2004 and 2005 and had as objective to describe and analyze the processes of socioeconomic reconversion and the social antagonisms triggered by the arrival of tourism in a rural neighborhood of Sierras Grandes, Province of Cordova. This work, for its part, focuses on the meaning and role of two sociocultural categories: position and shelter. With them reference is made, from the perspective of the actors, to the local socioeconomic units, but, from the perspective of analysis that is developed here, to symbols that reflect, thematize and communicate economic rationalities and fundamental social and political distinctions, to the time they articulate an us/them relationship that structures the practices, relationships and social representations of the neighborhood.

Key Words: Economic reconversion; Tourism; Rural neighborhoods; Cultural categories; Social antagonisms

Resumo

O texto que se segue constitui a adaptação e desenvolvimento de uma dissertação de mestrado apresentada na Faculdade de Filosofia e Letras (UNC). A pesquisa, de caráter etnográfico, foi realizada durante os anos de 2004 e 2005 e teve como objetivo descrever e analisar os processos de reconversão socioeconômica e os antagonismos sociais desencadeados pela chegada do turismo em um bairro rural de Sierras Grandes, Província de Córdoba. Este trabalho, por sua vez, enfoca o significado e o papel de duas categorias socioculturais: posição e abrigo. Com eles faz-se referência, na perspetiva dos atores, às unidades socioeconómicas locais, mas, na perspetiva de análise que aqui se desenvolve, a símbolos que refletem, tematizam e comunicam racionalidades económicas e distinções sociais e políticas fundamentais, às tempo articulam uma relação nós/eles que estrutura as práticas, relações e representações sociais do bairro.

Palavras-chave: Reconversão económica; Turismo; Bairros rurais; Categorias culturais; Antagonismos sociais

Introducción

El texto que se presenta a continuación constituye la adaptación y desarrollo de una tesis de maestría presentada en la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC) y basada en una investigación etnográfica1 llevada a cabo durante los años 2004 y 2005. Esta investigación tuvo entre otros objetivos describir y analizar los procesos de reconversión socioeconómicos desencadenados por la llegada del turismo a un vecindario rural ubicado en la Pampa de Achala, al pie del Cerro Champaquí, en las Sierras Grandes de la provincia de Córdoba. El trabajo que se desarrolla aquí, por su parte, se centra en los antagonismos suscitados en este proceso entre las unidades socioeconómicas locales.

El artículo se organiza en tres partes. En la primera, se reconstruye el proceso de poblamiento y conformación de relaciones vecinales en la zona de estudio, la llegada de visitantes y la reconversión y emergencia de dos unidades socioeconómicas locales ligadas a la oferta de servicios turísticos: los puestos y los albergues. En segundo lugar, se analizan el significado y el papel de los puestos y los albergues en cuanto categorías socioculturales que tematizan y comunican distinciones sociales a la vez que articulan una relación nosotros/ellos estructurante de nuevos “principios de visión y división social” (Bourdieu, 1985, 1990). Finalmente, se describen la estructura y las dinámicas de poder entre puestos y albergues para luego compararlas con las relaciones entre establecidos y forasteros tal como han sido desarrolladas por Norbert Elías en un texto clásico (2003), aunque, en este caso, con el objetivo de contrastar y poner de relieve los efectos y la dinámica específica del turismo en el vecindario rural.

Poblamiento de la zona de estudio y constitución de las unidades socioeconómicas locales

De acuerdo con los relatos orales de los habitantes más ancianos de la zona de estudio, el poblamiento de la Pampa de Achala, particularmente en la base y los senderos que conducen al cerro Champaquí, se produjo a partir del año 1919, con el asentamiento de parejas jóvenes recién constituidas provenientes de las regiones y poblados circundantes, en varios casos, de Potrero de Garay. Estos pobladores, y los grupos asentados y constituidos posteriormente, organizaron su vida en los puestos, en cuanto hogares y unidades productivas. Los puestos dieron una identidad social definida a sus integrantes mediante el apellido. Este remitió a una red familiar y fue uno de los principios de diferenciación y reconocimiento más importantes, que hizo gravitar las interacciones, obligaciones o solidaridades entre los miembros de la población local.

Desde los primeros asentamientos en la zona, la actividad económica central e ininterrumpida de los puestos fue el pastoreo de animales, aunque los puesteros complementaron estas actividades con la extracción y comercialización de minerales como el cuarzo o el feldespato y, en menor medida, con la caza de animales (zorros, zorrinos, iguanas, etc.) y la venta de sus cueros y pieles, en ambos casos, por lo menos hasta principios de la década de 1970. Además, fue habitual la migración temporaria para realizar trabajos de distinto tipo en las estancias o pueblos de la zona, por ejemplo, alambrar, forestar, etc. Asimismo, el turismo regional, particularmente los pueblos y ciudades más concurridas (Santa Rosa de Calamuchita, Villa General Belgrano, La Cumbrecita, etc.), representaron también oportunidades laborales o comerciales de distinto tipo para los puesteros jóvenes o para las economías domésticas ya desde la década de 1930.

Pero más allá de esta incipiente diversificación económica, las prácticas y modos de producción y reproducción se concentraron en los núcleos socioeconómicos que son los puestos/familias. Estos desarrollaron su vida social y económica en condiciones y circunstancias semejantes: la distribución de los puestos en el territorio en relación con los recursos naturales o con los pueblos o ciudades cercanos no significó procesos de diferenciación entre ellos o entre sus integrantes en términos de acumulación de capital, alianzas socioeconómicas, trayectorias escolares, etc., al menos, no tan significativos como los que propiciaría posteriormente el turismo. Las unidades socioeconómicas que son los puestos/familias se caracterizaron por su relativa homogeneidad, por lo menos hasta principios de la década de 1970.

Este proceso de asentamiento y conformación de unidades socioeconómicas vino acompañado por otro proceso paralelo: la emergencia y consolidación de un vecindario, entendido este al modo en que lo hace Appadurai, es decir, como una comunidad situada/imaginada concreta y constituida simbólicamente por un sentido de la inmediatez social, la ayuda y las obligaciones recíprocas, “sin ninguna idea de escala, homogeneidad o límites necesarios” (2001, p. 187). La formación y consolidación de este vecindario es fundamental a los fines del análisis y la reconstrucción que se presenta aquí, ya que sobre este trasfondo sociohistórico se pueden comprender con más claridad las transformaciones y los antagonismos suscitados posteriormente por la llegada y el desarrollo de actividades turísticas.

La conformación de un vecindario rural en la Pampa de Achala

La formación y consolidación de un vecindario rural en la zona de estudio puede fecharse a mediados de la década del 1930 y atribuirse en gran parte a las intervenciones de uno de los primeros curas que visitaron la zona, José Buteler. La presencia y las visitas del sacerdote propiciaron espacios y momentos de encuentro social que, como dice Geertz, suturaron elementos “dispersos y diversos” y relaciones vecinales y familiares a una trama sociocultural más amplia, a un nuevo imaginario o “punto focal” (2003, pp. 348-358).

Buteler movilizó y organizó a la población local y a sus recursos para desarrollar distintas acciones y proyectos colectivos como, por ejemplo, la construcción de una capilla y un cementerio y la organización anual de fiestas patronales. Por ello, atribuyo a las actividades del cura un papel clave en la génesis y la reproducción de este vecindario rural. De hecho, hasta su llegada a la zona, no existen indicios de eventos u ocasiones de interacción y reconocimiento social tan generalizadas e intensas como las que propició el sacerdote.

El siguiente fragmento de un libro de memorias escrito por el propio cura sugiere el interés que despertaba su presencia en la comunidad serrana durante sus primeras visitas a la zona y permite reconstruir la vida social que tenía lugar en esas jornadas. Sobre uno de los primeros viajes a las Sierras Grandes, si bien a una zona relativamente distante de la base del cerro Champaquí, adonde viajaría más tarde, el sacerdote cuenta:

La mayoría de los concurrentes venía dispuesta a quedarse por dos o tres días, otros por más, de modo que enseguida se dieron a la tarea de desensillar sus caballos y hacer fuego para tomar mate y preparar su almuerzo. Este era muy frugal: un trozo de carne asada, de cabra, y puchero de lo mismo. El pan no se acostumbra.

Me intrigaba donde se ubicaría esa gente para pasar la noche, pues en la casa solo había tres habitaciones. Se me contestó que eso no era inconveniente. Los aleros y las casas de piedra les darían abrigo. […] Muchas personas se pasaron los nueve días de mi permanencia en Paso de Garay, viviendo de esa forma, casi a campo raso, con noches frías, y algunas tormentosas. ¡Todo lo afrontaban con imperturbable estoicismo, con tal de no perder ni una misa, ni una sola noche de novena! […] ¡Todo les parecía poco! ¡Era también la primera vez que un sacerdote les brindaba estos consuelos espirituales!

Yo, ignorante de lo que era la fe de aquellos pobladores, había llevado trescientas ostias chicas, calculando que me bastaban y sobraban para toda la gira. Al quinto día se me habían terminado. […] El total de comuniones en aquella novena alcanzó la cifra de 515. Téngase en cuenta que las casas en la Sierra Grande están unas a otras a distancias enormes, con dos o tres horas de viaje de por medio. (1998, p. 43)

Más adelante, Buteler relata otros hechos igualmente sugerentes, por ejemplo, con respecto a la primera ascensión realizada a la cima de la montaña, hoy destino de las excursiones turísticas, hecho ocurrido a mediados de la década 1930, dice: “¡Cosa curiosa! La mayoría de los vecinos del Champaquí no habían subido nunca al cerro” (1998, p. 59); más adelante agrega que celebró una misa para “cincuenta almas” y se movilizó “un pelotón de cuarenta hombres que, por primera vez, en tan nutrido número, íbamos a escalar el cerro” (1998, p. 62).

De igual manera, al planear y coordinar la construcción del Oratorio del Champaquí a fines de enero de 1939, escribe:

Pedí papel y tinta, y después de anotarlo a don Tomás y a mí, empecé a fichar a los vecinos que ese día se hallaban en nuestra compañía. Me les apuntaba un poco alto, así que algunos cosquilleaban, pero sin mezquinar mayormente el bolsillo. La cifra que entre broma y broma yo les asignaba como contribución era generalmente aceptada y pasaba a las listas que iba confeccionando. En dos o tres días quedó terminado el asunto. […] De la construcción se encargaría Don Simón, el hombre que mejor trabajaba la piedra en toda la zona. Las maderas las traerían del bajo del naciente, porque las cuestas de ese lado son menos empinadas. Las cañas para el techo se harían venir de San Javier. El portland y la cal de Athos Pampa. Todos los detalles quedaron arreglados y resueltos. Y las comisiones encargadas de recolectar fondos, quedaron con la consigna de lanzarse inmediatamente al cumplimiento de su misión, porque dentro de dos meses había que empezar la obra. (1998, pp. 101-102)

Por estos y otros episodios referidos con mayor o menor detalle en su libro puede atribuirse a las actividades del cura un papel central para propiciar y consolidar relaciones sociales vecinales: son estas situaciones de encuentro las instancias donde se forma el vecindario y se establecen los vínculos, compromisos y pertenencias que servirán luego para emprender y coordinar acciones colectivas.

Por otra parte, el cura organizó y promovió las fiestas patronales y, con ello, cabe también suponer, contribuyó a la constitución y/o fortalecimiento de una identidad social, un nosotros, frente a otros vecindarios de la región; uno de ellos, para la época, era el de Paso de Garay, referente y punto de comparación frecuente en el libro. Dice Buteler en sus memorias:

trabé amistad con el noble y leal amigo, don Tomás Domínguez, a quien la Sierra Grande y yo debemos mucho. En una parte que tuvimos, me dijo don Tomás: “¿Y, no se anima, Padre, a dedicarnos unos días a nosotros, ¿los vecinos del Champaquí? También allá vivimos en absoluto abandono espiritual.

y más adelante agrega:

la construcción e inauguración del Oratorio de Paso de Garay, de que me he ocupado más arriba, fue un suceso de extraordinaria resonancia en toda la Sierra Grande. Durante mucho tiempo fue el tema obligado de los más animados comentarios.

-Pero ¡qué suerte la de los vecinos de Paso de Garay! Tener ya un oratorio, donde se realizarán funciones todos los años, donde podrán celebrar matrimonios y hacer misas por los difuntos, sin necesidad de bajar a los pueblos, tras de viajes tan cansadores e incómodos. ¡Qué suerte! ¡Qué dicha! - Así se expresaban las gentes de las vecindades, al comentar este hecho tan auspicioso para los pobres serranos.

Don Tomás Domínguez, vecino del Champaquí -en su vieja casa hacía dos años que yo celebraba una especie de novena pastoral, idéntica a las que hacía en Paso de Garay, antes del oratorio-, empezó a acariciar la idea de levantar también una capillita en el Champaquí. (1998, pp. 98-99)

Volviendo a Appadurai: lo que ocurre allí -en la novena pastoral, en la coordinación y planificación de obras de envergadura, en las ascensiones al cerro, etc.- puede entenderse como la “producción de sujetos locales confiables, así como […] la de vecindarios igualmente localizados y confiables, dentro de los que tales sujetos puedan ser reconocidos y organizados” (2001, p. 190). Es sobre el trasfondo de este “vecindario”, como identidad social y conjunto de relaciones sociales, que adoptarán pleno sentido las categorías de puesto y albergue a las que me referí al principio, así como los cambios socioeconómicos y culturales que se describen a continuación.

La llegada del turismo a la Pampa de Achala y la diversificación de las unidades socioeconómicas locales

El arribo de visitantes turistas a la Pampa de Achala fue un proceso con profundas repercusiones en la comunidad local. Originalmente, constituyó una serie de episodios ocasionales, esporádicos, iniciados en la década de 1930 y que involucraron particularmente a un puesto ubicado en la base del Champaquí. Pero dos décadas más tarde, tanto la frecuencia de las visitas como la cantidad de visitantes se incrementaron notablemente y sus identidades se volvieron más definidas: eran “curas y militares” que acompañaban a contingentes escolares o grupos de jóvenes de parroquias católicas que visitaban el lugar para realizar excursiones al cerro, como refieren distintas fuentes locales en las entrevistas realizadas. Desde principios de 1970, por su parte, la llegada y el perfil de estos visitantes se diversificaron aún más, así como la cantidad de puestos que los alojaron o que les brindaron algún servicio.

No todos los puestos/familias se posicionaron de la misma manera frente al turismo, pero la mayoría, sobre todo aquellos situados en la base del Champaquí o en los senderos que conducen a él, reconvirtieron algún elemento de su patrimonio o de sus saberes para satisfacer sus demandas y necesidades y obtener algún beneficio económico de aquellos. Los puestos se transformaron en puestos-despensas o puestos-alojamiento, y los lugareños, en anfitriones, guías o cocineros. Durante la década de 1970 se produce, además, una lenta y gradual diversificación de las unidades socioeconómicas locales y, a mediados de la década de 1980, tiene lugar un hito decisivo en todo este proceso: se construye el primer albergue en la base del Champaquí, un emprendimiento que no tenía precedentes en la zona.

El albergue o refugio representó un ámbito de prácticas especializado en la producción u oferta de bienes y servicios turísticos, desligado del cuidado del ganado y de los imperativos que este impone, así como de su reproducción o comercialización. El albergue representó un modelo y una estrategia económica innovadora, que muchos puesteros tomarán como ejemplo. Pero si un puesto era un lugar para vivir, un proyecto de subsistencia originalmente vinculado a la reproducción y comercialización del ganado y a la vida y reproducción de las familias, un albergue, y los puestos que se reconvirtieron más tarde en puestos-albergues, constituirán proyectos predominantemente económicos, de un nuevo tipo.

Así, con la intensificación de los flujos turísticos, la reconversión progresiva de varios puestos y la construcción del primer albergue, se produjo en la zona un grado mayor de heterogeneidad entre las unidades socioeconómicas y, en pocos años, se pueden identificar tres tipos: los ranchos, los puestos y los albergues. La distinción entre una y otras de estas categorías se establece, incluso desde la perspectiva local, a partir de tres dimensiones básicas: las prácticas y actividades productivas que desarrollan, la conformación y origen social de sus integrantes permanentes o semipermanentes y su ubicación en el territorio en relación con los circuitos turísticos que conducen al Champaquí.

Los ranchos, por ejemplo, se dedicaron centralmente al pastoreo de animales -aunque excepcionalmente recibieran o brindaran algún servicio a los visitantes-turistas- y se ubicaban lejos de la base o de los senderos que conducen al cerro Champaquí. Los puestos, por su parte, se dedicaron al pastoreo de animales, pero en igual medida al turismo, mientras que los albergues, constituidos por emprendimientos nacidos con esta identidad, pero también por puestos que se desprendieron de los animales y se reconvirtieron siguiendo ese modelo, desarrollaron exclusivamente actividades turísticas. Además, tanto los puestos como los albergues se ubicaron en las zonas atravesadas frecuentemente por los visitantes-turistas en sus excursiones al cerro Champaquí.

Por otra parte, los ranchos y los puestos estaban conformados por sujetos con relaciones familiares, que nacieron y vivieron en el lugar y se reconocían socialmente por ello. Los albergues, por el contrario, fueron integrados por personas procedentes de otros vecindarios, o incluso de pueblos y ciudades de la región, que, en pocos casos, mantenían relaciones de parentesco con los miembros de los puestos.

Por otra parte, si bien los ranchos tuvieron poca o ninguna relación o expectativa vinculada al turismo, los puestos y albergues se embarcaron en proyectos socioeconómicos relacionados directamente con dicha actividad, aunque de distinta escala y con base en principios diferentes. Los puestos complementaron las actividades tradicionales vinculadas al pastoreo de animales con la recepción y atención de contingentes de turistas de entre 20 y 40 personas como máximo, y este número se relacionó directa y centralmente con el volumen de trabajo que cada familia pudo movilizar para satisfacer las demandas del turismo en un nivel aceptable. Aún más, este hecho es tematizado y resignificado por los puesteros de manera explícita, con la finalidad de distinguir ante los visitantes la clase de oferta turística que los caracteriza, es decir, la atención familiar y personalizada que brindan -en relación con la atención de los albergues-. Los albergues, por su parte, reciben contingentes de hasta 100 personas y, de la misma manera, buscan distinguir su oferta de la de los puestos, en este caso, enfatizando o destacando, no la atención, sino las comodidades que brindan: baños y duchas más amplias y modernas, iluminación por más horas y en más espacios, salones o lugares de usos comunes mejor equipados, camas y colchones de mejor calidad, etc.

Por otra parte, las familias que reconvirtieron sus puestos en albergues explican esta transformación en virtud de las demandas que supuso el arribo gradual y sostenido de visitantes y el deseo de aprovechar la productividad de su patrimonio en estas nuevas condiciones de mercado. Pero para satisfacer esta demanda y aprovechar estas oportunidades, el trabajo movilizado familiarmente se vuelve en cierto punto insuficiente y se recurre a los “mensuales”: trabajadores temporales provenientes de otros vecindarios o pueblos de la región. Como resultado, estos puestos, que anteriormente estaban organizados como economías domésticas de pastoreo e identificados socialmente como unidades domésticas, familiares, o vecinos con los cuales se compartía una memoria y una historia común, se vuelven irreconocibles, desconocidos.

Durante el trabajo de campo, las condiciones que impulsaban la reconversión de los puestos y el desarrollo de los albergues no hacían más que agudizarse, ya que el cerro Champaquí, en cuanto destino turístico, ingresaba notable y decididamente en el “campo de visión” de la industria turística.2 La zona adoptaba una nueva relevancia e interés que eran advertidos por sujetos posicionados marginalmente, quienes vislumbraban oportunidades de inversión e iniciaban emprendimientos turísticos de distinto tipo. Por otro lado, en los procesos de reconversión de los puestos en albergues empezaron a jugar un papel decisivo las ideas e iniciativas de los miembros más jóvenes de las familias, que iban asumiendo el control de estos tras el fallecimiento de los integrantes más ancianos, quienes los mantenían sujetos a modalidades de explotación más tradicionales y conservadoras.

Puestos y albergues como categorías culturales y vehículos de distinciones y tensiones

Hasta este apartado me he referido a la constitución y conformación del vecindario rural en esta zona de la Pampa de Achala, así como a la emergencia de dos tipos de unidades socioeconómicas vinculadas al turismo: los puestos y los albergues. A continuación, pretendo retomar estas entidades, pero en cuanto categorías culturales cuyos usos revelan posiciones, intereses y representaciones sociales antagónicas. Entre las escenas observadas en el trabajo de campo donde se ponen de manifiesto y se infieren los usos y significados de estas categorías, se destacan los momentos de arribo de los turistas a los puestos o a los albergues. En estas ocasiones, tal como adelante más arriba, se advierten estrategias distintivas de autopresentación: los puestos, por ejemplo, acentúan ante los visitantes recién llegados la posibilidad de que estos participen en la intimidad de una forma de vida típica, tradicional; mientras que los albergues, por su parte, destacan su infraestructura, sus servicios, las comodidades materiales que ofrecen, etc. Aun así, más allá de estas diferencias, hay puntos en común: mediante estas estrategias de autopresentación, ambos buscan un reconocimiento que se exprese fundamentalmente como deseo del turista y que se traduzca, finalmente, en ingresos económicos para el puesto o el albergue.

Por otra parte, en los usos de estas categorías por parte los grupos locales también pueden relevarse otras distinciones que van más allá de la oferta de servicios al turista o de la búsqueda de algún beneficio económico. En estos casos, los usos de estas categorías evidencian la transformación de las relaciones entre los miembros de los puestos y albergues e insinúan un proceso de fragmentación y reconfiguración social del vecindario. En síntesis, desde una perspectiva histórica, las relaciones y significados producidos y reproducidos en los “mitos y rituales” que instituyó el cura en su momento han perdido su fuerza vinculante: el sentido y el sentimiento de pertenencia a un vecindario como las obligaciones de ayuda mutua que se derivaban de ello se volvieron débiles, difusas, selectivas.

En el pasado, estas formas de pertenencia o reciprocidad se evidenciaban en numerosas situaciones; por ejemplo, el alojamiento o las condiciones necesarias para concurrir y participar en las novenas patronales que organizaba el sacerdote implicaban estancias en la base del cerro Champaquí de cuatro o cinco días. Para ello, los lugareños más alejados del lugar de los festejos contaban con las facilidades que les brindaban allí sus vecinos, esto es: la asistencia y la estadía dependían de las prácticas de hospitalidad locales. En estas ocasiones, como relatan los puesteros, los asistentes llevaban su comida y los elementos necesarios para pasar la estadía en el lugar, pero “desde hace algunos años” no van más, o lo hacen por apenas un día, dado que ya no cuentan con el alojamiento que les ofrecían los puestos vecinos, hoy reconvertidos en albergues. Si desean alojarse en la zona, ahora deben “hacer gasto”, pagar por el hospedaje; además, las fiestas patronales se convirtieron en eventos a los que “va mucha gente de todos lados”.

Por todo ello, ya no puede esperarse lo mismo de los vecinos; “ya no es como antes”, como dice un puestero. Incluso más, en muchos casos ya no se sabe ni se reconoce “quiénes son” unos u otros, o quiénes trabajan o atienden en uno u otro albergue cuando los visitan o transitan por sus cercanías. Las redes de relaciones sociales se desgajan y los grupos sociales se vuelven gradualmente extraños y desconocidos. Este proceso puede interpretarse, siguiendo a Appadurai, como una reconfiguración de los vecindarios en cuanto formas sociales de lo local (2001, p. 187 y ss.), y en este proceso, nuevamente, atribuyo a las categorías puesto y albergue un papel central: ellas clasifican, concentran y unen significados, espacios, prácticas y personas; se usan para comunicar quiénes son, qué hacen, cómo viven o qué puede esperarse de unos u otros.

Sociodinámicas de poder entre puestos y albergues

Por último, hay otros sentidos y marcos en los cuales se utilizan las categorías puesto y albergue, en este caso, derivados y constituidos por las regulaciones e intervenciones del Estado provincial en la zona, a las que dedicaremos este especialmente este apartado. Estas se inician con la firma de un decreto3 en el año 1999 que declaró a la región de estudio Reserva Hídrica Provincial. Esta normativa reconoce en la zona a una población local con una “idiosincrasia cultural propia” que debe ser resguardada, y se propone, entre otros objetivos, “generar actividades que, en un manejo integrado y sustentable de los recursos naturales renovables, favorezcan un mejoramiento en la calidad de vida de los habitantes ordenando y regulando, también, el uso recreativo y turístico”. El decreto establece esta zona como un “área protegida”, como lo son también Los Gigantes o el cerro Uritorco en la provincia de Córdoba, y fundamenta y orienta un conjunto de intervenciones del Estado sobre las prácticas y el territorio.

Si bien el texto fue sancionado en 1999, es recién a partir de los años 2005 y 2006 cuando el Estado lleva a cabo acciones concretas basadas en esta normativa y que tienen repercusiones directas sobre los flujos y actividades turísticas en la región y, de manera particular, sobre las actividades de puestos y albergues. Entre ellas, cabe mencionar el control del tránsito vehicular en la zona, las restricciones, exigencias y advertencias que se realizan a quienes ofician de guías u operadores turísticos para que obtengan su licencia y la comunicación de prohibiciones en torno a la caza, la quema de pastos o la tala de bosques, entre otras cosas. Esta serie de intervenciones y controles registrados en el trabajo de campo eran tema habitual de las conversaciones entre los vecinos de la zona e incluso motivo de conflictos con la Policía Ambiental, especialmente con aquellos que guiaban contingentes turísticos hasta los puestos o el cerro Champaquí sin la licencia exigida.

En todo este proceso, el Estado provincial se fue posicionando como un actor influyente en el uso y en el destino del lugar como en la imposición de condiciones para ingresar o circular por la reserva u ofrecer servicios turísticos. Además, estas prácticas de control y fiscalización se vieron impulsadas aún más debido a una serie de accidentes y operativos de rescate en el Champaquí, que recibieron una amplia cobertura y tratamiento periodístico. Una muestra de los titulares del diario La Voz del Interior, uno de los medios de comunicación más importantes de la provincia de Córdoba, es representativa de ello: “Se extraviaron en el Champaquí, prendieron fuego para ser vistos y provocaron un incendio rural” (26 de julio de 2004); “El lunes se perdió un guía en el Champaquí” (21 de junio de 2005); “Encuentran a mujer extraviada en el Champaquí” (27 de agosto de 2005); “Rescate en helicóptero en las alturas del cerro Champaquí” (22 de octubre de 2006); “Champaquí: cada extraviado cuesta $ 5.000 diarios” (24 de junio de 2006); “Dos turistas están graves tras caer a precipicios en las sierras” (19 de febrero de 2007).

En síntesis, estos hechos que se daban a conocer en el espacio público impulsaron aún más la atención y los controles del Estado en la zona y su presencia se vuelve trascendental: constituye una “ruidosa” intervención, cuyos ecos circulan y se prolongan en las redes de conversación del vecindario rural. Los puesteros y los miembros de los albergues hablan de las experiencias que tienen con la policía, y la policía, por su parte, hace recurrentes referencias, en las entrevistas realizadas en un puesto de control situado en Villa Alpina, al carácter problemático y descontrolado que asume la circulación masiva de turistas en la zona, así como al crecimiento (en infraestructura, en personal, etc.) de los albergues. En este sentido, además, los propietarios, familiares o trabajadores de los puestos o de los albergues toman gradual conciencia de que los nuevos marcos regulatorios, intervenciones y definiciones del Estado favorecen particularmente a los puestos y a sus actividades. En definitiva, se advierte, en esta nueva coyuntura, que las categorías puesto y albergue absorben nuevos significados en las representaciones del lugar y se utilizan cada vez más para referirse a la autenticidad o la legitimidad de los distintos emprendimientos o unidades socioeconómicas locales

Estas luchas por el reconocimiento y la legitimidad entre puestos y albergues, así como la dinámica y la fragmentación del vecindario rural referida más arriba, se entienden con más claridad a partir del trabajo de Norbert Elías sobre las sociodinámicas de poder entre “establecidos y forasteros” (2003), que sirve a continuación como productiva clave de lectura y análisis.

Como en el caso analizado por el autor, el objeto de estudio de este trabajo es un “pequeño microcosmos” de relaciones de carácter interpersonal y grupal en el marco de las cuales se pueden distinguir “establecidos” -los puesteros y sus familias- y “forasteros” -los propietarios y trabajadores de los albergues o de los puestos reconvertidos en albergues-. A diferencia del trabajo de Elías, los diferenciales de poder -a los que el autor atribuye una influencia decisiva en la estructura y dinámica de las relaciones sociales- no favorecen en este caso al grupo de establecidos de manera determinante o eficaz; tampoco se produce, como resultado de la llegada y las interrelaciones con los “forasteros”, una renovada homogeneidad o cohesión de los grupos de establecidos. Todo esto, por varias razones: por una parte, las condiciones de los “forasteros” en nada remiten a la pobreza como en el caso analizado por Elías, sino todo lo contrario: estos cuentan con recursos diversos e importantes (económicos, sociales, tecnológicos, etc.) para emprender, sostener y desarrollar en el tiempo los albergues como proyectos y emprendimientos económicos. Además, como propietarios de estos emprendimientos, contratan mano de obra local o compran animales a los puestos de la zona para el consumo de los turistas, estableciendo así una serie de interdependencias que afectan la posibilidad de constituir aquella cohesión entre los lugareños como de establecer los diferenciales de poder que podrían esperarse.

De hecho, en este contexto, los distintos grupos construyen sus propias “protonarraciones” identitarias y, más que interiorizar los criterios o estigmatizaciones de los otros, los impugnan a la vez que entablan luchas por el reconocimiento y la legitimidad propia. Además, la construcción de un “nosotros ideal”, el mantenimiento y producción de la “aristocracia” del grupo de establecidos, término al que recurre Elías, es un resultado difícil de conseguir en tanto los miembros del propio grupo de establecidos trabajan, dependen o se involucran de distinta manera en las actividades desarrolladas por los albergues.

En términos generales, se establece una formación de compromiso entre puestos y albergues en virtud de las interdependencias creadas y de los beneficios que en ciertos casos obtienen todos de las acciones que lleva a cabo especialmente un grupo, por ejemplo, las campañas de promoción turística que desarrollan casi exclusivamente los albergues en distintas redes sociales. Por todo ello, los antagonismos entre los miembros de uno u otro grupo nunca llegan a ser tan abiertos y explícitos, aunque tampoco son resueltos; más bien, permanecen como tensiones o disputas latentes que a lo sumo se manifiestan como actitudes de desdén mutuo o comentarios sobre qué puede esperarse y cómo son unos y otros, apoyados en las observaciones que se dirigen o en la narración de anécdotas o episodios de encuentro o interacción más o menos afortunados entre ellos.

A modo de conclusión

Las categorías puesto y albergue, en sus relaciones de oposición y conformación de esquemas culturales compartidos por diversos actores y grupos locales, adoptan, como he intentado demostrar, un papel central en las relaciones, las sociodinámicas de poder y las representaciones sociales locales. Ellas adquieren el potencial para significar, diferenciar o clasificar a los sujetos y a las unidades socioeconómicas. En los usos de estas categorías se advierten no solo referencias a los modos de ser y de hacer de distintos grupos, sino también a su mayor o menor legitimidad para desarrollar u ofrecer servicios turísticos en la zona. Estas categorías son, además, algo que de lo que se habla, algo que se tematiza en las redes de conversaciones locales, pero también, algo desde donde se habla: ellas remiten a posiciones sociales que se correlacionan con estrategias económicas y representaciones sociales.

En conclusión, las experiencias con el turismo en esta región de la Pampa de Achala suscitaron un nuevo marco de interpretación que hizo ver a los actores y a su patrimonio de nuevas maneras y, paralelamente, problematizó y reconfiguró sus prácticas, identidades y relaciones sociales: “ya nada es lo mismo” -como dice un puestero-. El turismo supone un cambio en las condiciones y oportunidades de subsistencia, pero también una experiencia de crisis de las relaciones y representaciones sociales. Las categorías puesto y albergue recogen y sirven de marco de referencia a estas experiencias, se cargan de connotaciones morales, económicas y políticas y se usan para comunicar y distinguir quiénes son, cómo viven, qué tipo de relación se puede entablar o no con unos u otros grupos. Así, estas categorías culturales e identitarias, activadas en un largo proceso, operan, finalmente, como “vehículos de disputas y tensiones” (Briones, 2007, pp. 77-78) y como símbolos que sirven a los lugareños para crear y recrear pasados y construir su identidad en un nuevo contexto.

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Notas

1. Las fuentes bibliográficas que se refieren a la historia turística de la región señalan su origen y desarrollo en lo que sería hoy Villa General Belgrano y sus zonas aledañas: “desde 1937 a 1946 [el turismo] se inicia con un pequeño microemprendimiento abordado con humildes recursos personales: el turismo escolar” (Freytes de Vilanova, 2006, p. 3). Por otra parte, de acuerdo con un informante que se instaló a vivir en Villa Alpina a partir de la década del sesenta, en ese lugar “vivían alemanes” que traían contingentes escolares para vacacionar. Es probable, por todo esto, que ya desde principios de la década del cuarenta la zona fuera incipientemente conocida y visitada con fines turísticos.

2. En este proceso intervino un amplio conjunto de organizaciones, medios de comunicación y redes digitales: blogs, suplementos y revistas, operadores y agencias turísticos, etc.

3. Decreto Nro. 361/99, Reserva Hídrica Provincial de Achala, Córdoba, 31 de marzo de 1999.

Received: April 22, 2022; Revised: February 17, 2023; Accepted: April 10, 2023

Correo electrónico: gpinque@unc.edu.ar

Biografía

Lic. en Comunicación Social y magíster en Antropología. Docente e investigador en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Universidad Nacional de Córdoba

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