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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.23 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2003

 

ARTÍCULOS

La noción de ciencia del programa fuerte de la sociología del conocimiento1

Sergio R. Palavecino
CEFET-MG/BRASIL

Resumen

Este trabajo tiene como objetivo analizar la aparente interna del Programa Fuerte de la Sociología del Conocimiento, que parte de principios donde se apoya una explicación causal a través de leyes generales y al mismo tiempo se defiende un reativismo cognitivo para estudiar su objeto de manera simétrica; ta la propuesta de que los mismos tipos de causa deberán explicar tanto las creencias consideradas falsas como las verdaderas. A través de este análisis se pretende constatar la consistencia del programa y, principalmente, aproximarnos a la elucidación de su concepto de ciencia.

PALABRAS CLAVES: Filosofía de la Ciencia; Sociología del Conocimiento; Programa Fuerte.

Abstract

The aim of this work is to analyze the aparent internal tension of the strong programme of sociology of knowledge, wich support a casual explanation thougout general rules and in the same time a cognitive relativism to study its aim in a symmetrical way; such is the purpose that in the same sort of cause that will ought to explain both the false and the true beief. Throughout this analysis its pretended to verify the programme consistence and, mainly, to approach to elucidation on its science concept.

KEY WORDS: Philosophy of science; Sociology of knowledge; Strong programme.

Existen en la elucidación del concepto de ciencia del programa fuerte ciertos problemas interpretativos debidos el énfasis que este programa da a ciertos valores comúnmente denominados "anticientíficos" (su relativismo y/o su determinismo social); al mismo tiempo, los propios principios del programa son de índole fuertemente  cientificista (explicación causal por medio de leyes generales). Por esto, su fundador, D. Bloor (1998: 23), ha salido al cruce de varias críticas afirmando:

A este trabajo se le han imputado con bastante frecuencia y ligereza actitudes anticientíficas. Nada más lejos de la verdad. Mi propósito no es otro que examinar el conocimiento científico tal como creo que los propios científicos examinan cualquier otro objeto.

El objetivo de este trabajo consiste en analizar la tensión entre una sociología. que apoya la explicación causal y a la vez se ve obligada a defender un relativismo cognitivo para estudiar su objeto de manera simétrica; de allí su propuesta de que los mismos tipos de causa deberán explicar tanto las creencias consideradas falsas como las verdaderas. Por medio de este análisis pretendemos constatar la consistencia del programa y, en segundo lugar, aproximamos a la elucidación del concepto de ciencia que el propio programa posee.

1. Un enfoque relativista

Según el programa fuerte "el sociólogo se ocupa del conocimiento, incluso del conocimiento científico, como un fenómeno natural" (Bloor, 1998: 35). Esto significa que, desde el punto de vista del recorte de su objeto de estudio, el programa fuerte no define a priori lo que es ciencia, simplemente toma por ciencia lo que la gente asume como tal; esto es, las creencias que se dan por sentadas o están institucionalizadas y a las que se ha dotado de autoridad. No existe un juicio de valor respecto de lo que merece ser considerado ciencia. Así, su orientación es distinta de la del filósofo o del epistemólogo (Barnes, 1977).
Sin embargo, el programa fuerte debe defender una concepción general del conocimiento, por sobre otra, que garantice la posibilidad de un estudio de su objeto según los principios de causalidad, imparcialidad, simetría y reflexividad, constitutivos de su propuesta. De este modo, Barnes (1977) defenderá una visión instrumentalista del conocimiento por sobre una contemplativa, y Bloor (1998) argumentará a favor de un modelo causalista por sobre uno teleológico para comprender los fenómenos cognitivos. Para el primero, la concepción contemplativa entiende que los individuos desinteresados alcanzan mejor el conocimiento al percibir pasivamente algún aspecto de la realidad y al generar descripciones verbales que le correspondan. Tales descripciones, cuando válidas, se comparan con la realidad de la misma manera como un cuadro se compara aparentemente con algún aspecto de la realidad que está diseñado para representar. Ya la concepción instrumentalista trata al conocimiento como algo esencialmente social, como algo que se desarrolla y modifica activamente en respuesta a contingencias prácticas y en relación directa con las metas e intereses que posee una sociedad. En cuanto al modelo teleológico, considera que la verdad, la racionalidad y la validez son las metas naturales del conocimiento y, por tanto, las creencias entendidas como verdaderas se autoexplicarían, mientras que sólo las creencias falsas o irracional es precisarían ser explicadas por causas psicológicas y/o sociológicas. En cambio, el modelo causal parte de la idea de que pueden explicarse las condiciones que dan lugar a las creencias o estados de conocimiento, sean éstos considerados verdaderos o falsos, racionales o irracionales.
Ambos autores son conscientes de que sus posiciones a este respecto entran en la esfera metafísica, pero también entienden que estos supuestos son necesarios para dar consistencia al programa propuesto. Porque dentro de una concepción contemplativa y teleológica la aplicación de los principios del programa se torna inviable. En palabras de Bloor (1998: 44):

No hay duda de que si el modelo teleológico es verdadero, entonces el programa fuerte es falso. Los modelos causales y teleológicos representan, por tanto, alternativas programáticas que se excluyen entre sí. En realidad se trata de posiciones metafísicas opuestas. (Las cursivas son mías.)

De esta forma, como posición metafísica2, la idea de conocimiento que defiende el programa no puede refutar otra ni ser refutada directamente (salvo que se muestre inconsistencia lógica). Lo que solicitan Bloor y Bames, es considerar la viabilidad de una y otra visión a la luz de los estudios empíricos que se fundamenten en ellas. Los resultados de tales estudios mostrarán la conveniencia de adoptar uno y otro modelo de comprensión.
Cabe resaltar que, dentro de los supuestos metafísicos defendidos por el programa, se encuentra la noción de que todo conocimiento es determinado socialmente y, por lo tanto, es un producto relativo a las sociedades o culturas que lo generan. Este relativismo permite que se reconozca la equivalencia sociológica de diferentes pretensiones de conocimiento, lo que hace posible el abordaje naturalista según los principios propuestos.
La primera objeción a este relativismo es que se autorrefuta. El argumento es simple: si todo conocimiento es determinado socialmente, y este enunciado es universalmente verdadero, entonces se contradice a sí mismo. Pero, de acuerdo con Bloor (1998), esta objeción sería convincente en cualquier teoría que afirmara que la determinación social implica falsedad y en el programa fuerte no existe ninguna afirmación en este sentido. Sólo en una concepción teleológica del conocimiento, donde los enunciados verdaderos se explican por sí mismos y la investigación social no tiene cabida, un argumento de ese tipo parece correcto.
Por otro lado, Bloor (1998: 27) entiende que "la objeción de que una sociología relativista del conocimiento es autorrefutante" es respondida "de manera convincente en Resse (1980)". Veamos, pues, en forma sucinta, lo que dice este trabajo con referencia a la cuestión mencionada. En primer lugar, la autora afirma que la respuesta de Bloor (de la 1ra. edición, 1976) no es completa si no se enfatiza la necesidad de cambiar los conceptos de "falso" y "verdadero" para poder argumentar consistentemente que la tesis fuerte es verdadera. Así, cuando se asevera P ("Todos los criterios de verdad son relativos a una cultura local"), ella misma debe ser verdad sólo en el sentido de "verdad" relativo a una cultura local (en este caso, la nuestra). Por lo tanto, es una falacia pedir bases absolutas para aceptar P o la tesis fuerte. Observamos que gran parte del artículo de Resse (1980) se centra en la propuesta de redefinición de nuestros conceptos epistemológicos para que el programa fuerte sea viable. De este modo, no se niega el papel de la epistemología, pero se entiende que debemos darle a la terminología cognoscitiva un uso diferente del que impera entre los filósofos racionalistas. Según la tesis fuerte, lo que los epistemólogos estudian son las reglas que se aceptan como racionales dentro de su propia sociedad y no criterios absolutos de conocimiento.
En segundo lugar, la autora considera la posible crítica de que la tesis relativista acaba apoyándose en una circularidad mediante la redefinición de los términos utilizados. Su respuesta es que no debemos tomar la concepción relativista como una conclusión demos trable a partir de premisas aceptables, sino más bien como una hipótesis cuyas consecuencias tendrán que ser consistentes con el resto de las afirmaciones del programa fuerte. Esto nos permitirá examinar, finalmente, si su explicación sobre el conocimiento resulta más viable que la tesis racionalista. Aquí se reitera la observación de Bames y Bloor, al afirmarse que ambas tesis (en este caso la "racionalista" y la "relativista") son metafísicas, en el sentido de que no podemos derivar ninguna contradicción con nuestro comportamiento racional desde ninguna de las dos posiciones.
Una segunda objeción al relativismo, casi tan común como la de la autorrefutación, proviene del campo de las matemáticas. Los críticos del programa fuerte no encuentran en el conocimiento matemático un grado de variación cultural que justifique un análisis sociológico. Bloor (1998: 262) responde a esto señalando un error conceptual en el que, según entiende, incurren muchos autores al colocar "relativo" como opuesto a "universal". Pero:

lo opuesto de "relativo" no es "universal": es "absoluto". Para refutar el relativismo los críticos necesitan más que la simple generalización de una opinión: necesitan que la opinión sea correcta; 'ni siquiera la unanimidad es garantía de la cualidad que exigen.

Bloor desea llamar la atención acerca del hecho de que si en la práctica, o empíricamente, un acuerdo convencional es universal, no significa que no pueda ser diferente en principio, que no sea posible otro acuerdo. Esto sería pasar por alto la idea de una regularidad que surge por razones puramente contingentes; y no necesarias, como afirman los racionalistas. Así, según este autor, el aura de absoluto que rodea a las propuestas racionalistas debe provenir de las construcciones sociales que les confieren su rango especial. El sentimiento de obligatoriedad de una respuesta "lógica" se fundamenta, entonces, en la tradición y en la convención social. "El 'ámbito de lo necesario' resulta ser, por consiguiente, el ámbito de lo social" (Bloor, 1998: 265). Sin embargo, el programa fuerte admite también razones de carácter extrasocial para explicar la uniformidad de nuestras respuestas en el campo lógico-matemático, como ciertas tendencias de raciocinio innatas y/o comunes y un entorno común que suministra los modelos empíricos para las operaciones matemáticas elementales (Bloor, 1998: 262).
Debemos observar que la concesión a alguna forma de innatismo parece restar fuerza al relativismo sostenido hasta aquí o, por lo menos, parece entrar en tensión con algunas de las afirmaciones más radicales u osadas a este respecto. Por ejemplo, las ideas del programa fuerte sobre la construcción de conceptos. El propio Bloor (1998: 241) entiende que la noción más poderosa en defensa de la determinación social del conocimiento se encuentra en la tesis finitista del significado inspirada en la concepción del lenguaje del segundo Wittgenstein.

El finitismo es probablemente la idea singular más importante en la visión sociológica del conocimiento. Muestra el carácter social de lo más básico de todos los procesos cognitivos: el paso de un ejemplo de aplicación de un concepto al siguiente.

En este sentido, la tesis finitista es considerada, creemos, la piedra angular del programa fuerte. Dada su importancia, se hace necesario rescatar cómo la define Bloor (1983: 25) a la luz de la teoría wittgensteiniana.

La tesis de que el establecimiento del significado de una palabra no determina sus futuras aplicaciones [...] El significado es creado por los actos de uso [...] El uso determina el significado; [pero] el significado no determina el uso. El rótulo "finitismo" es apropiado porque estamos pensando en el significado como extendido hasta, pero no más lejos que, el rango finito de casos en el que una palabra es usada.

Esto muestra el aspecto dinámico y social del significado, que siempre se encuentra supeditado al uso que una comunidad le da dentro de cierto juego lingüístico. Claro que este uso no puede ser caprichoso o restringido al ámbito privado, sino que se funda en un "acuerdo" -un concepto básico en la teoría de los juegos de lenguaje-, que no hay que entender como una convención explícita y deliberada, sino como algo profundamente enraizado en el seno de una cultura, de una forma de vida. Wittgenstein (1953, § 241: p. 88e) lo expresa así:

¿De manera que usted afirma que es el acuerdo humano el que decide lo que es verdadero o falso? Los seres humanos dicen lo que es verdadero o falso, y se ponen de acuerdo en el lenguaje que usan. Eso no es un acuerdo sobre opiniones, sino sobre una forma de vida.

A partir de este acuerdo se constituyen las "reglas" de uso de las palabras, esto es, los criterios de significación. La idea que los límites de la regla están dados por el uso y, por lo tanto, están trazados socialmente, es uno de los puntos principales del programa fuerte para justificar el valor de sus investigaciones. Así, cuando Barnes (1986: 79) rescata la obra de Kuhn como una concepción epistemológica favorable al programa fuerte, afirma que los análisis de éste "más afines a la posición finitista remiten a Wittgenstein y [...] le infunden a su trabajo mayor interés sociológico". Por lo tanto, esta noción del significado dentro de la teoría general de los juegos de lenguaje, nos será de gran utilidad a la hora de comprender el concepto de ciencia del programa fuerte. En principio, nos ayudará a analizar, dentro de este contexto lingüístico, la aparente tensión que los críticos detectan entre su relativismo y el cientificismo de sus principios programáticos. Es lo que trataremos a continuación.

2. Un enfoque positivista

Llamamos un enfoque positivista a los principios que inspiran el programa fuerte, porque creemos que se les puede aplicar los cuatro rasgos característicos que, siguiendo a Mardones (1991: 29), "configuran el contenido de este vocablo". 1. El monismo metodológico. A pesar de la diversidad de objetos abordados por la investigación científica, existe unidad de método y homogeneidad doctrinal, esto es, sólo se puede entender de una única forma aquello que se considere como una auténtica explicación científica. 2. El modelo de las. ciencias naturalesexactas. El canon o ideal metodológico para confrontar el grado de desarrollo de las diversas disciplinas científicas 10 constituye la ciencia físico-matemática. Esta sería la medida de cientificidad de las ciencias del hombre. 3. La explicación causal como característica de la explicación científica. Las explicaciones . científicas son causalistas en un sentido amplio. Generalmente se expresan en la búsqueda de leyes generales hipotéticas que subsuman los casos o hechos individuales. 4. Interés predictivo para control y dominio de la naturaleza. Este interés cosificador puede extenderse hasta el hombre mismo.
Al observar estos rasgos distintivos, vemos que podemos aplicar este concepto tanto a inductivistas (Comte, Mill, los integrantes del Círculo de Viena) como a deductivistas (Popper y sus seguidores)3. Presentemos ahora los principios del programa fuerte para contrastados a la luz de esta caracterización.

[La sociología del conocimiento] 1. Debe ser causal, es decir, ocuparse de las condiciones que dan lugar a las creencias o a los estados de conocimiento. Naturalmente, habrá otros tipos de causas además de las sociales que contribuyan a dar lugar a una creencia. 2. Debe ser imparcial con respecto a la verdad y falsedad, la racionalidad y la irracionalidad, el éxito o el fracaso. Ambos lados de estas dicotomías exigen explicación. 3. Debe ser simétrica en su estilo de explicación. Los mismos tipos de causas deben explicar, digamos, las creencias falsas y las verdaderas. 4. Debe ser reflexiva. En principio, sus patrones de explicación deberían ser aplicables a la sociología misma [...] Estos cuatro principios [...] no son en absoluto nuevos, pero representan una amalgama de los rasgos más optimistas y. cientificistas que se pueden encontrar en Durkheim (1938), Manheim (1936) y Znaniecki (1965) (Bloor, 1998: 38-39).

Posteriormente, Bloor (1998: 56) dejará claro que la explicación causal es entendida aquí dentro del modelo de cobertura legal. Así, afirma que "la búsqueda de leyes y teorías en la sociología del conocimiento es, en sus procedimientos, absolutamente idéntica a la de cualquier otra ciencia". Esta aseveración parte del supuesto, claramente positivista, de que todas las disciplinas científicas comparten -o deben compartir- un mismo método de investigación: Esto parece ir a contramano de las ideas de filósofos como Kuhn (1985)4 o Feyerabend (1975) que, justamente, han servido de referencia al programa fuerte para justificar la necesidad de estudios sociales en el campo científico. Si en el área de las ciencias naturales este monismo metodológico es puesto en duda, mucho más polémico todavía resulta afirmado en el área de las ciencias sociales y humanas.
En este punto nos parece interesante rescatar la posición de F. G. Schuster (1982: 12), quien no niega la posibilidad que las ciencias sociales apliquen "métodos inductivos, el método hipotético-deductivo (propios de las ciencias naturales) e, incluso el método axiomático", sin embargo, admite métodos propios, como el de la comprensión, el abstracto-deductivo, el fenomenológico, el dialéctico y otros. Lo que significa sostener "un pluralismo metodológico [...], es decir, cada método podrá merecer evaluación, y se podrán utilizar métodos diferentes en momentos y situaciones diferentes, así como también aplicarlos conjuntamente" (Schuster, 1992: 24). Creemos útil analizar ahora estas cuestiones metodológicas dentro de la concepción de los juegos de lenguaje, teoría que, como vimos, es uno de los soportes conceptuales del programa fuerte.
Si consideramos la ciencia como un juego de lenguaje dentro de una comunidad que constituye sus propias reglas, explícitas o no, veremos que el programa fuerte quiere participar de este juego desde el punto de vista epistemológico positivista, que entiende que la ciencia posee un solo método y un solo modelo de explicación. Esto puede ser válido como programa pero está lejos de serio como hecho empírico. Adoptando el propio enfoque naturalista que el programa fuerte propone para abordar su objeto de estudio, nos encontramos con otras formas aceptadas institucionalmente como "ciencia" que declaran abiertamente procedimientos metodológicos nítidamente distintos -a veces opuestos- a los de las ciencias naturales. Y, generalmente, diferentes posiciones teóricas están asociadas a métodos específicos, que nos "brindan variadas perspectivas de acceso a la realidad" (Schuster, 1992: 12). Así, concepciones marxistas, conductistas, fenomenológicas, etc., son visiones de la realidad desde diferentes juegos de lenguaje que pueden o no compartir una misma área de conocimiento. Pensemos en la propia sociología y en enfoques como el funcionalista, el estructuralista, el comprensivo, el marxista y otros. Aunque cada visión puede pretender cierto privilegio sobre otra, desde la mirada del epistemólogo esto no debe aparecer así sin que corramos el peligro de caer en alguna forma de dogmatismo. Como afirma Winch (1972: 96): "Comprender que la inteligibilidad adopta muchas y muy variadas formas es comprender que la realidad no tiene clave alguna". O Schuster (1992: 8): "Cuando señalamos que las ciencias sociales son fácticas no estamos sosteniendo que, para serlo, deban ajustarse a un modelo físico de realidad sino que han de configurar su propia realidad". Por eso, Winch entiende que las ciencias humanas no pueden distanciarse de la filoso fía (varias afirmaciones del programa fuerte sostienen esta ruptura), porque corremos el riesgo de comprometemos con visiones parciales y dogmáticas de la realidad. Con sus palabras:

La ciencia, a diferencia de la filosofía, está tan embebida en su propia forma de hacer inteligibles las cosas que excluye todas las otras formas. O, en caso contrario, aplica sus criterios de manera inconsciente, ya que ser autoconsciente de tales cuestiones es ser filosófico. Esta falta no-filosófica de su propia conciencia es, en su mayor parte, correcta y adecuada para la investigación de la naturaleza [...], pero resulta desastrosa en la investigación de una sociedad humana, cuya naturaleza misma reside en el hecho de estar compuesta por modos de vida diferentes y competitivos, cada uno de los cuales ofrece una explicación distinta de la inteligibilidad de las cosas. La tarea peculiar de la filosofía consiste en adoptar un criterio no comprometido de tales concepciones competitivas (Winch, 1992: 96-97).

Ahora bien, en el caso de diferentes disciplinas científicas, o de diferentes teorías dentro de una misma disciplina, nos enfrentamos con que no sólo compiten por una forma de ver la realidad, sino que también compiten por el status de ser favorecidas con la denominación del término "ciencia". y aquí es donde la concepción positivista aparece con una noción esencialista del significado, preocupada en determinar las condiciones necesarias y suficientes que establezcan un criterio de demarcación entre las actividades que debemos considerar ciencia y las que no. Por eso, el monismo metodológico (unido a una teoría del lenguaje en el caso del positivismo lógico) es un requisito fundamental dentro de la epistemología positivista. Y como las ciencias naturales poseen un status científico ampliamente reconocido, su método surge como un paradigma para esta visión esencialista, lo que obligaría a las ciencias humanas a someterse a estos principios metodológicos para ser reconocidas como disciplinas científicas. Aquí cabe la advertencia de Schuster (1992: 23), con referencia a la pretensión de imponer requisitos metodológicos desde las ciencias naturales, la cual "debe ser discutida, y eventualmente rechazada -cuando corresponda- por las ciencias sociales o humanas". Inclusive, no parece claro que exista siquiera una unidad metodológica en el campo estricto de las ciencias naturales. Como afirma Olivé (2000: 55):

las más recientes concepciones han concluido que no hay tales condiciones fijas e inmutables que caractericen eternamente la ciencia. Así como las teorías científicas cambian de una época a otra, tam bién cambian los métodos, los fines y los valores que guían la investigación científica. Por consiguiente, no existe ninguna esencia inmutable de la ciencia que podamos describir por medio de ciertas condiciones necesarias y suficientes.

Por lo tanto, el concepto de ciencia no parece encajarse en una teoría esencialista del significado. Recurramos, entonces, a la concepción de los juegos de lenguaje de Wittgenstein, explícitamente defendida por el programa fuerte, para analizar la noción de "ciencia" dentro de un pluralismo metodológico. Para esto, utilicemos la analogía con la noción de "juego". Si nos preguntamos qué tienen en común los juegos de cartas, de mesa, de pelota, etc., que hacen que llamemos a todas estas actividades "juegos", no hallaremos una propiedad o característica esencial definitoria del término, o bien, si la encontramos, será un modo "hueco" de hablar. En este último caso, se produciría una formulación tan general que resultaría vacía, como intentar describir el uso de diferentes herramientas por medio de un único principio. Por ejemplo, se podría decir que todas las herramientas sirven para "modificar algo": el martillo modifica la posición del clavo, la sierra modifica la forma de la madera y, presumiblemente, la regla modifica nuestro conocimiento de la longitud de la madera; pero nada importante se sigue de este modo de hablar (Wittgenstein, 1953, § 14: 7e). ¿y qué podemos decir, entonces, de todas esas actividades que llamamos juegos? La respuesta de Wittgenstein (1953, § 66-67: 31-32e) es la siguiente:

No digas: "Algo deben tener en común o no se llamarían 'juegos''', sino mira si lo tienen [...] Y el resultado de esta observación es: vimos una complicada red de similitudes que se entrecruzan y relacionan unas con otras: a veces similitudes groseras, a veces de detalle [...]. No puedo pensar mejor expresión para caracterizar estas similitudes que "aire de familia"; por los varios parecidos entre miembros de una familia: estatura, rasgos faciales, color de ojos, manera de andar, temperamento, etc., superpuestos y entrecruzados del mismo modo. Así diré: los "juegos" forman una familia.

O sea, se puede afirmar que los distintos usos o significados de una palabra constituyen una familia. Y, por lo tanto, la extensión de un término no estaría designada por una propiedad común sino por usos "semejantes" sin fronteras bien delimitadas (Palavecino, 1999: 26-35).
Si vemos "la ciencia como un conjunto de prácticas concretas", tal como Bloor (1998: 107) rescata para sí esta concepción kuhniana, nos encontraremos con una familia de actividades con diferentes grados de semejanza que institucionalmente han sido agrupadas bajo el mismo término. También debemos considerar que, en cuanto práctica social, la ciencia se ve sujeta a cambios, lo que implica también una modificación de su concepto a lo largo de la historia (aplicación de la tesis finitista). Por lo tanto, la elucidación de la noción de ciencia vendrá más de una investigación empírica que de estipulaciones a priori. Esto parece estar en consonancia con la propuesta naturalista del programa fuerte sobre el abordaje de distintas formas de conocimiento; pero tal posición no se muestra con claridad dentro de sus principios programáticos, cuando se entiende que la explicación causal por medio de leyes generales es una pretensión "idéntica a la de cualquier otra ciencia", lo cual significa negar la existencia de un pluralismo metodológico, particularmente, en las ciencias sociales o humanas. Como dijimos, esto no representa una inconsistencia del programa, porque la tesis fuerte simplemente está proponiendo un modelo de explicación sobre otro/s en el campo de la sociología; lo que constituiría un error sería defender esos principios entendiendo que son los procedimientos metodológicos que siguen todas las disciplinas científicas, tal como vimos que Bloor (1998: 56) parece afirmar. Semejante postura no sería extraña dentro del enfoque"cientificista" y positivista que la tesis fuerte ha explícitamente adoptado en sus principios programáticos.
Creemos que un modo de comprender mejor la posición del programa fuerte respecto de la noción de ciencia, es considerarla dentro de un enfoque pragmatista del significado, donde, de algún modo, parece resolverse la tensión entre su tesis relativista y su modelo determinista de explicación. Nuestras últimas observaciones han apuntado en esta dirección. Así, seguiremos desarrollando nuestro análisis.

3. Un enfoque pragmatista

Lo que pretendemos mostrar aquí es que el relativismo y el positivismo del programa fuerte se dan en dos planos diferentes, en dos juegos de lenguaje distintos, y, por lo tanto, la tensión aparente que surge al cotejar las diversas afirmaciones de sus defensores es, más bien, ilusoria. Sin embargo, esto no ha impedido que sus críticos los acusaran de "anticientíficos" y "cientificistas"5, al mismo tiempo.
Para ilustrar esto, recordemos la propuesta de Hesse (1980) de redefinición de nuestros términos cognitivos para dar consistencia a la tesis relativista del programa fuerte. Parece coherente sustituir la terminología epistemológica tradicional para sustentar una visión fuertemente contextualista del conocimiento. Aclaremos que la introducción de nuevos conceptos epistemológicos no es opuesta al naturalismo defendido por Barnes y Bloor (en el sentido que deba negarse toda epistemología), ya que existen desarrollos interesantes en cuanto una propuesta alternativa a una teoría del conocimiento tradicional, como la epistemología naturalizada de corte biologicista. El naturalismo sociológico del programa fuerte parece debemos un trabajo teórico de tal envergadura.
Veamos, entonces, la actitud de Bloor (1998: 81-87) frente a este tema. Al analizar el concepto de verdad -dentro de un estudio de las teorías científicas como instrumentos convencionales- se pregunta si, al final de cuentas, no conviene abandonar esta noción. Su respuesta es negativa. Y para fundamentarla recurre al uso que le damos a este término en nuestra sociedad, las diferentes funciones que cumple: retórica, materialista (en cuanto hace referencia a un mundo exterior ordenado), discriminatoria, etc. Lo que el autor está haciendo aquí es rescatar el uso del concepto de verdad en el juego de lenguaje de nuestro mundo cotidiano y de la ciencia tradicional (práctica común dentro de los filósofos del lenguaje pragmatistas), aunque, de esta forma, abandona el campo de discusión epistemológico en defensa del relativismo y la aparente pretensión de construir un enfoque teórico alternativo. La cuestión es que Bloor parece poco preocupado en desarrollar toda una teoría cognitiva consistente con sus supuestos relativistas. Lo que desea, simplemente, es que se admitan como un punto de partida metafísico posible, para, a partir de allí, poder aplicar de manera consistente los principios del programa en estudios empíricos específicos. Por lo tanto, no propone una revisión de nuestros conceptos epistemológicos, ni de los criterios de evaluación del conocimiento. En este sentido, podemos utilizar una paráfrasis de la famosa expresión wittgensteiniana, diciendo que "la sociología deja todo como está". Y en palabras del propio Bloor (1998: 26): los conceptos sociológicos desarrollados por el programa fuerte "son completamente neutrales respecto del valor del conocimiento que se considere [y] no comprometen para nada la evaluación que pueda hacerse de él". Aquí la propuesta parece ser entrar de lleno en el juego de lenguaje de la ciencia  específicamente, de una sociología fuerte), pasando por alto cuestiones epistemológicas. Sin embargo, ésta no ha sido la tarea habitual de los fundadores del programa, Barnes y Bloor, quienes han dedicado la mayor parte de sus trabajos a cuestiones más filosóficas que empíricas. Esto, sin duda, ha llevado a una confusión de planos o, si se prefiere, de contextos lingüísticos. De este modo, se hace necesario distinguir claramente la visión epistemológica del programa fuerte (relativista), de sus principios metodológicos (positivistas). Aquí, la aparente tensión se desvanece. Pero, para consolidar sus argumentos cognitivos, el programa fuerte debería delimitar nítidamente los dos contextos de su discurso y desarrollar, como Hesse propone, una terminología -desde el punto de vista epistemológico- acorde con sus tesis relativistas y de determinación social del conocimiento. Tal como afirma Schuster (1999: 40): " 'Verdad' y 'objetividad' tienen aplicación y sentido en relación con algún modelo o sistema aceptado de verificación" (las cursivas son mías). Redefinir estos términos, dentro de una teoría del conocimiento consistente con el programa fuerte, parece una tarea que debe ser cumplida como parte de la consolidación de sus supuestos gnoseológicos.
En cuanto a sus principios, la idea de un modelo de explicación causal por medio de leyes generales es una opción metodológica válida, como vimos, dentro del pluralismo metodológico existente en el campo de las ciencias humanas y sociales. Como teoría social, compite legítimamente con otros abordajes sociológicos sobre su mismo objeto de estudio. Así, investigaciones sociológicas antipositivistas sobre el conocimiento, basadas en principios metodológicos diversos (dialécticos, hermenéuticos, etc.) podrán ofrecerse como pretensiones válidas de saber e, incluso, eventualmente, como "mejores" explicaciones de los fenómenos delimitados. En este contexto lingüístico (sociológico y no epistemológico) el programa fuerte recurrirá a toda su fuerza argumentativa y retórica para imponer sus resultados empíricos sobre los de las teorías rivales. Aquí, abandonará la actitud naturalista e imparcial con la cual pretende abordar su campo de estudio y tratará de imponer un modo de explicación que considera correcto recurriendo a sus propios criterios cognitivos, los cuales incluyen, por ejemplo, "valores" como "la necesidad del mismo tipo de generalidad que las demás ciencias" (Bloor, 1998: 45). Sin embargo, para algunos autores -como vimos en el caso de Winch- el plano epistemológico y el científico no se encuentran separados en el caso de las ciencias humanas, al contrario, están íntimamente ligados por la naturaleza de su investigación. Podemos observar afirmaciones semejantes dentro de la tradición hermenéutica. Pero en este caso nos encontramos con una teoría social muy diferente a la defendida por el programa fuerte. A pesar de ser una advertencia interesante de la mayor consideración, no debemos olvidamos que nuestro objetivo es analizar la consistencia del programa -tanto de sus principios como de sus supuestos epistemológicos- y elucidar por este medio su noción de ciencia. Así, llegamos a nuestras conclusiones.

4. Conclusiones

En primer lugar, debemos reconocer que, a pesar de nuestro intento de resolver la aparente tensión entre una concepción relativista del conocimiento y principios de índole positivista apelando a una teoría pragmatista del lenguaje -donde términos cognitivos adquieren diferentes significados en distintos juegos de lenguajes- constatamos que el discurso del programa fuerte ha favorecido esta confusión de planos o contextos. Como afirma Olivé (1985: 9-10), el programa fuerte se vale de investigaciones sociológicas para analizar las condiciones de justificación de pretensiones de saber y, para explicar causalmente el surgimiento de una creencia, echa mano de un marco teórico donde se estudian nociones en apariencia tan poco sociológicas como verdad y validez. Así, los defensores del programa fuerte realizan un análisis conceptual como el que hacen los filósofos, más que un estudio empírico, como sería propio de los científicos sociales. Esto, según este autor, hace surgir un enfoque donde se "integra en un mismo marco categorial una posición epistemológica y una teoría social a partir de las cuales sea posible analizar casos concretos". Sin embargo, se admite que en este punto no hay una perspectiva única compartida por todos los seguidores del programa. Acausa de este hecho, hemos limitado nuestro trabajo, casi exclusivamente, a la posición de Bloor, fundador doctrinario del programa. y aquí hemos encontrado -como ya expusimos- una actitud ambigua a este respecto. Por un lado, se presentan los supuestos teórico-metafísicos del programa, como la tesis relativista y causalista del conocimiento (en oposición a una teleológica), pero, por otro, se rechaza la idea de redefinición de la terminología epistemológica tradicional, entendiendo que ella cumple una función social importante en cuanto al modo en que nos relacionamos con el mundo y a la forma en que entendemos el conocimiento. Esa fue, por ejemplo, la actitud del autor frente a la noción de verdad.
En segundo lugar, creemos que una vez que el programa fuerte adopta explícitamente una teoría de lenguaje pragmatista, inspirada en el segundo Wittgenstein (al punto de considerar la tesis finitista del significado uno de sus supuestos teóricos más importantes o, tal vez, el más importante), pueden ser admitidos usos diferentes de términos cognitivos no sólo en comunidades diferentes, sino también en contextos diversos. Así, los defensores del programa utilizan algunos términos en un sentido, en cuanto supuestos teóricometafísicos, y en otro, en cuanto conceptos de validación dentro de la propia teoría, esto es, como nociones científicas en el campo de la sociología. Pensemos en las nociones de verdad y causalidad, por ejemplo. Y, aunque a veces estos contextos no estén claramente delimitados, lo importante es que podamos reconocerlos como usos diferentes. Esta tarea de elucidación de los usos de una palabra es típica de Wittgenstein, quien se vale de juegos de lenguaje simplificados como herramienta metodológica para mostrar la función que juega un determinado concepto en contextos específicos, lo que en el complejo lingüístico cotidiano no surge con toda nitidez.
En tercer lugar, a partir de todo lo dicho, no creemos conveniente una fusión de planos entre supuestos epistemológicos y principios científicos dentro del programa fuerte, ya que esto puede producir una serie de malentendidos, como los errores gramaticales a los que se refiere Wittgenstein cuando se extrae un concepto de su contexto de origen y se lo coloca en otro creyendo que su significado se preserva cuando su función es ahora completamente distinta. Entendemos que en este punto existen sólo tres posibilidades: 1) Redefinir de todo el conjunto de términos epistémicos acorde con los supuestos teóricos del programa fuerte, como propone Hesse. 2) Negar todo valor a la epistemología, proponiendo su completo reemplazo por disciplinas de carácter empírico (sociología, psicología, antropología e historia de la ciencia). 3) Aceptar la epistemología tradicional, como un cuerpo de reglas de evaluación de pretensiones de saber, que cumple una función social específica dentro de nuestra comunidad "científica". Así, sus supuestos realistas tienen un papel útil en nuestra sociedad.
Nos aventuramos a pensar que Bloor atraviesa por estas tres posiciones a lo largo de su exposición sobre lo que constituye el programa fuerte. En un primer momento, en su desarrollo de la tesis relativista y de determinación social del conocimiento; en un segundo momento, al defender el papel protagónico de la sociología de la ciencia frente a la filosofía (epistemología) (véase, por ej., Bloor, 1998: 134); en un tercer momento, en sus consideraciones sobre la noción de verdad. Incluso, en un mismo momento parece alternar sus posiciones de acuerdo con el punto al que esté haciendo referencia. Esto, sin duda, no favorece una distinción de planos en el discurso cognitivo, la cual nos parece necesaria para que ciertos conceptos epistémicos clave no entren, por así decirlo, "por la puerta de atrás". En este sentido, si ciertas disciplinas científicas, y especialmente la sociología, desean reemplazar a la epistemología, ellas terminarán, fatalmente, haciendo filosofía o adoptarán una terminología cognitiva de manera inconsciente o acrítica, porque, en cuanto ciencia, precisan de este conjunto de reglas y términos. Así, comprobamos que, a pesar de no existir inconsistencia entre los supuestos epistemológicos y los principios del programa fuerte, sí existe cierta ambigüedad sobre los contextos de uso de la terminología cognitiva utilizada. Creemos que un desarrollo coherente de una teoría del conocimiento relativista ayudaría a un esclarecimiento en este sentido. Por lo tanto, la paradójica sugerencia que podemos realizar a los sociólogos de la ciencia es que sigan haciendo filosofía.
Y, en último lugar, observamos que la posición más clara del programa fuerte sobre la noción de ciencia se expresa en sus principios metodológicos, de corte netamente positivista, defendiendo la explicación causal por medio de leyes generales y suponiendo algún tipo de monismo, al expresar que sus procedimientos son idénticos a los de las otras ciencias. Vimos que si este supuesto es programático, esto es, una simple defensa de un tipo de explicación sobre otro en el campo de la sociología, lo consideramos legítimo, pero si lo tomamos como un diagnóstico de los procedimientos aceptados como científicos en el área de las ciencias sociales, esto es, sin duda, un error empírico. Por eso, entendemos que este enfoque positivista es meramente programático y que la tesis fuerte, dentro de su perspectiva naturalista, reconoce como estudios científicos aquellos que poseen tal valor institucional, los cuales utilizan procedimientos tan variados como, por ej., los métodos dialéctico, comprensivo, fenomenológico, etc. Así, concluimos que la idea más nítida sobre el concepto de ciencia que podemos extraer del programa fuerte proviene de los principios que definen su actividad.

Notas

1 Este trabajo fue desarrollado dentro del proyecto de posdoctorado "El programa fuerte de la sociología del conocimiento en el análisis de la ciencia y de la tecnología", y ha contado con la inestimable colaboración de Prof. Dr. Félix G. Schuster.

2 Debemos aclarar que rescatamos el concepto "metafísica" para designar estas concepciones a priori sobre nuestro modo de conocer la realidad, ateniéndonos estrictamente a la terminología utilizada por los propios fundadores del programa fuerte, sin desconocer que, tal vez, otras nociones -como teorías "filosóficas" o "epistemológicas"- podrían ser más apropiadas.

3 Elegimos el término "positivismo' en sentido lato (lo que incluye, como vimos, a críticos del positivismo lógico como Popper y otros), siguiendo las características apuntadas por Mardones, con preferencia a la noción de "naturalismo' por dos ra zones: a) Los enfoques naturalistas sobre el conocimiento y la ciencia no siempre defienden supuestos metodológicos como la explicación causal mediante leyes generales. Es el caso típico de muchos etnometodólogos. b) Pretendemos resaltar la paradoja de que el programa fuerte sea un duro crítico del positivismo (incluidos Popper y sus seguidores) y, al mismo tiempo, defienda gran parte de sus principios básicos.

4 Este autor entiende que las reglas metodológicas son intrínsecas a cada paradigma en particular, por lo tanto, se supone que paradigmas diferentes se valdrán de enfoque metodológicos diferentes, en el sentido de que tales enfoques forman parte de un todo indivisible. Con sus palabras: "La existencia de esta sólida red de compromisos -conceptuales, teóricos, instrumentales y metodológicos- es una fuente principal de la metáfora que relaciona a la ciencia normal con la resolución de enigmas" (Kuhn, 1985: 78). (Las cursivas son mías.)

5 "No ignoro que estaré expuesto a la acusación de 'cientificismo', esto, es, de mantener una creencia superoptimista en el poder y el progreso de la ciencia" (Bloor, 1998: 237). "Bloor y Barnes son aspirantes a supersociólogos laplacianos del conocimiento, en la medida en que hablan de encontrar explicaciones causales predictivas de la generación de creencias particulares en individuos particulares" (Newton-Smith, 1987: 284). "A este trabajo se le han imputado con bastante frecuencia y ligereza actitudes anticientíficas" (Bloor, 1998: 23). Flew (1982: 366) lo considera, por ej., "manifiestamente absurdo" y "catastróficamente oscurantista".

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